Nunca se ha desvelado al mundo la verdadera historia de la vida de Jesús de Nazaret, ni en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos, aunque se pueden encontrar unas cuantas insinuaciones vagas en algunos de los comentarios escritos por los padres prenicenos. Los hechos relacionados con Su identidad y Su misión figuran entre los misterios inestimables que, hasta el día de hoy, se conservan en las cámaras secretas, bajo las Casas de los Hermanos. Parte de la extraña historia fue contada a un puñado de Caballeros Templarios, que fueron iniciados en los arcanos de los drusos, los nazarenos, los esenios, los juanistas y otras sectas que aún vivían en los refugios remotos e inaccesibles de Tierra Santa. El hecho de que los Templarios tuvieran conocimiento de la historia primitiva del cristianismo fue —sin duda— uno de los motivos fundamentales por los que fueron perseguidos hasta su aniquilación. Las discrepancias en los escritos de los primeros Padres de la Iglesia no solo son irreconciliables, sino que demuestran fuera de toda duda que, incluso durante los cinco primeros siglos después de Cristo, aquellos hombres instruidos no tenían como base de sus escritos nada más sólido que el folclore y los rumores. Para el crédulo, todo es posible y no hay ningún problema; en cambio, la persona objetiva que busca hechos se enfrenta con gran cantidad de problemas y con factores inciertos, de los cuales son típicos los siguientes: Según la concepción popular, Jesús fue crucificado en el trigésimo tercer año de Su vida y en el tercero de Su ministerio después de Su bautismo.
Alrededor del año 180, san Renco, obispo de Lyon y uno de los teólogos prenicenos más destacados, escribió Contra las herejías, un ataque a las doctrinas de los gnósticos. En esta obra, Ireneo afirmaba, basándose en la autoridad de los propios apóstoles, que Jesús vivió muchos años. Escribió textualmente: «Ellos sin embargo, para imponer su falsa opinión con respecto a lo que está escrito, “para proclamar el año aceptable del Señor”, sostienen que predicó durante solo un año y que después sufrió al cabo de doce meses.
[Al hablar así], olvidan su propia desventaja, destruyen toda Su obra y Le quitan esa edad más necesaria y más honorable que cualquier otra; me refiero a la edad más avanzada durante la cual, también como maestro, aventajó a todos los demás Porque ¿cómo pudo haber tenido discípulos, si no enseñaba? ¿Y cómo pudo enseñar sin haber alcanzado la edad necesaria para ser maestro? Porque cuando fue a que lo bautizaran, no había cumplido aún su trigésimo año, sino que estaba a punto de cumplir los treinta años (así lo ha expresado Lucas, al mencionar Su edad: “Entonces Jesús estaba, como se dice, empezando a tener treinta años”, cuando fue a recibir el bautismo); y (según aquellos hombres) Él predicó solo un año después de Su bautismo. Al finalizar Su trigésimo año sufrió, cuando todavía era joven y antes de haber alcanzado una edad avanzada. Que la primera etapa de la juventud abarca treinta años y que se prolonga hacia el cuadragésimo año es algo que todo el mundo reconoce; pero, a partir de los cuarenta y los cincuenta años, el hombre empieza a decaer hacia la ancianidad, que “Nuestro Señor poseía mientras seguía cumpliendo el oficio de Maestro, de lo cual dan fe el Evangelio y todos los ancianos”; los que conocían en Asia a Juan, el discípulo del Señor, (afirmaban) que Juan les transmitió aquella información. Y él permaneció entre ellos hasta la época de Trajano. Además, algunos de ellos no solo vieron a Juan. sino también a los demás apóstoles y ellos les dieron la misma versión y dan testimonio en cuanto a (la validez de) la afirmación. ¿A quién vamos a creer, entonces? ¿A hombres como estos o a Ptolomeo, que jamás vio a los apóstoles y que jamás, ni en sueños, llegó a ver el menor rastro de un apóstol?».
Con respecto al pasaje anterior, Godfrey Higgins comenta que ha sido una suerte que escapara de las manos de los destructores que, para dar coherencia a lo que narran los Evangelios, han suprimido todas las afirmaciones de este tipo. También destaca que la doctrina de la crucifixión era una vexata questio entre los cristianos, incluso en el siglo II. «La prueba de Ireneo —afirma— es intocable. Según todos los principios de la crítica acertada y de la doctrina de las probabilidades, es intachable».
Cabe destacar, además, que Ireneo preparó esta declaración para contradecir otra que, aparentemente, era corriente en su época: que el ministerio de Jesús solo duró un año. De todos los primeros Padres, se supone que Ireneo, que escribió menos de ochenta años después de la muerte de san Juan Evangelista, debía de tener información bastante precisa. Si los propios discípulos relataron que Jesús vivió en su cuerpo hasta una edad avanzada, ¿por qué se ha elegido arbitrariamente el misterioso número treinta y tres para representar la duración de Su vida? ¿Se habrán alterado a propósito los incidentes de la vida de Jesús para que Sus actos se ajustaran mejor al patrón establecido por los numerosos diosesredentores que le precedieron? Si se examina la obra de san Justino Mártir, otra autoridad del siglo II, resulta evidente que aquellas analogías se reconocieron y se utilizaron como recurso para convertir a los griegos y los romanos. En su Apología, san Justino se dirige a los paganos con estas palabras:
Cuando decimos que el Verbo, que es el primogénito de Dios, se produjo sin unión sexual y que Él, Jesucristo, nuestro Maestro, fue crucificado y murió y resucitó y ascendió a los cielos, no postulamos nada diferente de lo que creéis con respecto a los que consideráis hijos de Júpiter. […] Y si afirmamos que la Palabra de Dios nació de Dios de una forma peculiar, diferente de la generación ordinaria, que esto, como hemos dicho antes, no resulte extraordinario para vosotros, que afirmáis que Mercurio es la palabra angélica de Dios Pero si alguien objeta que fue crucificado, en esto también coincide con vuestros supuestos hijos de Júpiter, que sufrieron lo que hemos especificado. Por lo anterior, resulta evidente que los primeros misioneros de la Iglesia cristiana estaban mucho más dispuestos a reconocer las demás similitudes entre su fe y la de los paganos de lo que estuvieron sus sucesores en los siglos siguientes.
Para tratar de resolver algunos de los problemas que surgen de cualquier intento de hacer una crónica precisa de la vida de Jesús, se ha sugerido que tal vez vivieran en Siria, en aquella época, dos o más maestros religiosos de nombre Jesús, Jehoshua o Josué y que podría ser que en las historias de los Evangelios se confundieran las vidas de aquellos hombres. En su obra Secret Sects of Syria and the Lebanon, el escritor masónico Bemard H. Springett toma una cita de un libro antiguo cuyo título no estaba autorizado a revelar, por estar relacionado con el ritual de una secta. La última parte de la cita guarda relación con el tema que estamos tratando:
Pero Jehová hizo prosperar la semilla de los esenios, con santidad y amor, durante muchas generaciones Entonces se presentó el ángel principal, siguiendo el mandato de DIOS, para que la Voz de Jehová tuviese un heredero y, cuatro generaciones después, nació un heredero, al que llamaron Josué, que fue hijo de José y María, devotos adoradores de Jehová, distante de todos los demás pueblos salvo los esenios. Y el tal Josué, en Nazaret, restableció a Jehová y recuperó muchos de los ritos y las ceremonias perdidos A los treinta y seis años murió lapidado en Jerusalén. […]
JACOB BÖHME, EL TEÓSOFO TEUTÓNICO
William Law: Traducción de Las Obras de Jacobo Böhme Jacob Böhme nació en el año 1575 en una villa cerca de Gorlitz; y murió en Silesia en 1624. Tenía pocos estudios y, a una edad temprana, fue aprendiz de zapatero. Más tarde se convirtió en un zapatero oficial, se casó y tuvo cuatro hijos. Un día, mientras atendía la tienda de zapatos de su instructor, entró un extranjero misterioso; el cual, mientras parecía poseer muy poco de los bienes de este poco de los bienes de este mundo, aparentaba ser más sabio y noble en logros espirituales. El extranjero pidió el precio de un par de zapatos; pero el joven Böhme no se atrevió estipular una cifra por miedo a decepcionar a su instructor. El extranjero insistió y Böhme finalmente puso un valor que él pensó era todo lo que su instructor posiblemente esperaría obtener por los zapatos. El extranjero inmediatamente los compró y se fue. A una corta distancia, en la calle, el misterioso extranjero se detuvo y grito en voz alta: «Jacob, Jacob, ven». Con asombro y temor, Böhme salió corriendo de la casa. El extranjero fijó su mirada sobre el joven; eran unos ojos grandes que brillaban y parecían llenarse de una luz divina. Tomó de la mano derecha al niño y le dijo lo siguiente: «Jacob, eres pequeño, pero te engrandecerás, y te convertirás en otro Hombre, tal como uno con el cual el Mundo se maravillara. Por lo tanto, se piadoso, témele a Dios, y respeta Su Palabra. Lee las Santas Escrituras diligentemente; dentro de ellas encontrarás Consuelo e Instrucción. Enfrentarás mucha miseria y Pobreza, y sufrirás Persecución, pero sé valiente y persevera, ya que Dios te ama, y hay gracia para ti».
Profundamente impresionado por la predicción, Böhme fue muy intenso en su búsqueda de la verdad. Finalmente, sus obras fueron recompensadas. Permaneció durante siete días en una condición misteriosa durante la cual los misterios del durante la cual los misterios del mundo invisible le fueron revelados. Se ha dicho de Jacob Böhme que reveló los secretos más profundos de la alquimia a toda la humanidad. Murió rodeado de su familia; y sus últimas palabras fueron: «Ahora me voy desde aquí al Paraíso».
En el último siglo se han publicado varios libros que completan las escasas descripciones que aparecen en los Evangelios sobre Jesús y Su ministerio. Algunas de estas narraciones dicen basarse en manuscritos antiguos descubiertos recientemente; otras, en una revelación espiritual directa. Algunos de estos escritos son de lo más plausibles, mientras que otros resultan increíbles. Son persistentes los rumores de que Jesús estuvo y estudió tanto en Grecia como en India y que se ha descubierto una moneda acuñada en Su honor en India durante el siglo I. Hay constancia de documentos cristianos primitivos en el Tíbet y los monjes de un monasterio budista de Ceilán conservan aún un documento según el cual Jesús pasó allí una temporada y se familiarizó con su filosofía.
Aunque aparecen en el cristianismo primitivo muchos indicios de influencia oriental, esta es una cuestión que la Iglesia moderna se niega a analizar. Si se llegara a demostrar fuera de toda duda que Jesús fue iniciado en los Misterios paganos griegos o asiáticos, es probable que esto produjera un cataclismo entre los miembros más conservadores del cristianismo. Si Jesús era Dios hecho hombre, según descubrieron los concilios solemnes de la Iglesia, ¿por qué se dice en el Nuevo Testamento que es «proclamado por Dios Sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec»? Decir «según la orden de» coloca a Jesús en una Ria o en un orden en el cual debió de haber otros de la misma dignidad o incluso de una superior. Si los «Melquisedec» eran los soberanos divinos o sacerdotales de las naciones de la tierra antes de que se instaurase el sistema de gobernantes secularea las afirmaciones atribuidas a san Pablo indicarían que Jesús era uno de aquellos «filósofos elegidos» o que trataba de restablecer su sistema de gobierno. Se recordará que Melquisedec también celebró la misma ceremonia de beber el vino y de partir el pan, como hizo Jesús en la última cena.
Según George Faber, el nombre original de Jesús era Jescua Hammasiah y Godfrey Higgins ha hallado dos referencias —una en el Midrash joheleth y la otra en el Abodazara, comentarios judíos primitivos sobre las Escrituras—que indican que el apellido de la familia de José era Pantera, porque en estas dos obras se afirma que un hombre fue curado «en el nombre de Jesús ben Pantera». El nombre «Pantera» establece una relación directa entre Jesús y Baco, que fue criado por panteras y a veces se representa cabalgando uno de esos animales o sobre una cuadriga tirada por ellos. Adeíñás, la piel de pantera era sagrada en algunos ceremoniales iniciáticos egipcios El monograma «IHS», que actualmente se interpreta como Iesus Hominum Salvator (Jesús Salvador de los hombres), constituye otro vínculo directo entre los ritos cristianos y los báquicos. IHS deriva del griego ΥHΣ, que, como indica su valor numérico (608), es un emblema del sol y constituía el nombre sagrado y oculto de Baco. Surge entonces la pregunta de si se habrá confundido el catolicismo primitivo con el culto a Baco, teniendo en cuenta los numerosos paralelismos entre las dos fes. Si se puede demostrar que sí, quedan resueltos muchos de los enigmas hasta ahora incomprensibles del Nuevo Testamento.
No es en absoluto improbable que fuera el propio Jesús quien en primer lugar propusiera como alegorías las actividades cósmicas que posteriormente se confundieron con Su propia vida. Queda fuera de toda controversia que el Χριστός, Christos, representa el poder solar que reverenciaban todas las naciones de la Antigüedad. Si Jesús reveló la naturaleza y el propósito de este poder solar con el nombre y la personalidad de Christos, proporcionando de tal modo a este poder abstracto los atributos de un hombre Dios, no hizo más que seguir el precedente establecido por todos los maestros del mundo anteriores a Él. Este hombre Dios, dotado así de todas las cualidades de la divinidad, representa lo divino que está latente en todos los hombres. El hombre mortal solo alcanza la deificación mediante la redención, que lo devuelve a su Yo divino; por consiguiente, la unión con el Yo inmortal es la «salvación». Este Christos, u hombre divino en el ser humano, es su verdadera esperanza de salvación, el mediador vivo entre la divinidad abstracta y la humanidad mortal. Así como, con toda probabilidad, Átis, Adonis, Baco y Orfeo eran al principio hombres iluminados que después se confundieron con los personajes simbólicos que ellos mismos crearon como personificaciones de su poder divino, Jesús se ha confundido con el Christos, u hombre Dios, cuyas maravillas predicaba. Como Christos era el hombre Dios que estaba prisionero en todas las criaturas, la primera obligación del iniciado consistía en liberar, o «resucitar», a aquel Uno Eterno que había dentro de sí mismo. Por consiguiente, aquel que conseguía reunirse con su Christos era un hombre cristiano o cristianado.
EL NIMBO Y LA AUREOLA EN SIMBOLISMO
El resplandor dorado alrededor de las cabezas de los dioses paganos y los santos cristianos hace referencia a que estos fueron bañados en la gloria del sol, y también al hecho de que un sol espiritual dentro de sus un sol espiritual dentro de sus propias naturalezas los irradia con su calor y los rodea con esplendor celestial. Cuando el nimbo se compone de radiantes líneas rectas, su representación es solar; cuando líneas curvas se usan como haz de luz, éste participa de la naturaleza lunar; cuando se unen, simboliza una mezcla armoniosa de ambos principios. El nimbo circular es solar y masculino; mientras que el nimbo en forma de rombo, o vesica piscis, es lunar y femenino. El mismo simbolismo se preserva en las ventanas circulares y en forma de rombo de las catedrales. Hay una ciencia completa contenida en la forma, color y adornos de los resplandores de los santos y mártires. Usualmente, un anillo dorado y plano rodea la cabeza de un santo canonizado, mientras de un santo canonizado, mientras que Dios el Padre y Dios el Hijo tienen una aureola mucho más adornada; que usualmente tiene una Cruz de San Jorge, una cruz floreada, o una cruz adornada con lirios, con solo tres de sus brazos visibles.
Una de las doctrinas más profundas de los filósofos paganos tenía que ver con el Dios Salvador Universal que, mediante Su propia naturaleza, elevaba al cielo las almas de los hombres regenerados. Este concepto fue, sin lugar a dudas, lo que inspiró las palabras atribuidas a Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí». Para intentar unificar en una sola persona a Jesús y Su Christos, los autores cristianos han compuesto una doctrina que debe volver a descomponerse en sus elementos originales si se quiere volver a descubrir el verdadero significado del cristianismo. En los relatos de los Evangelios, el Christos representa al hombre perfecto, que, después de haber pasado por las diversas etapas del Misterio del Mundo, representado por los treinta y tres años, asciende a la esfera celeste, donde se reúne con su Padre Eterno. Al igual que la historia masónica de Hiram Abif, la historia de Jesús como se conserva actualmente, forma parte de un ritualismo iniciático secreto que pertenece a los primitivos Misterios cristianos y paganos Durante los siglos previos a la era cristiana, los secretos de los Misterios paganos habían ido cayendo poco a poco en manos de los profanos. Para el estudioso de la religión comparada, resulta evidente que aquellos secretos, reunidos por un grupo reducido de filósofos y místicos fieles, se revistieron de nuevas prendas simbólicas y así se conservaron durante varios siglos con el nombre de «cristianismo místico». En general se supone que los esenios fueron los custodios de aquel conocimiento y también los iniciadores y educadores de Jesús. En tal caso, no cabe duda de que Jesús se inició en el mismo templo de Melquisedec en el que Pitágoras había estudiado seis siglos antes. Los esenios —la más destacada de las primeras sectas sirias— fueron una orden de hombres y mujeres piadosos que vivían como ascetas y dedicaban el día a trabajos sencillos y la noche a la oración. Flavio Josefo, el gran historiador judío, habla de ellos con términos muy elogiosos: «Enseñan la inmortalidad del alma —dice— y estiman que uno debe esforzarse para alcanzar las recompensas de la rectitud —y añade en otro lugar—: Sin embargo, llevan una vida mejor que la de otros hombres y son totalmente adictos a la buena administración». Se supone que el nombre de «esenios» deriva de una palabra siria antigua que significaba «médico» y se cree que aquellas gentes amables tenían como finalidad de su existencia la curación de la mente, el alma y el cuerpo de los enfermos. Según Édouard Schuré, tenían dos comunidades o centros principales: uno en Egipto, a orillas del lago Maoris y el otro en Palestina, en Engaddi, cerca del Mar Muerto. Algunos expertos remontan sus orígenes a las escuelas del profeta Samuel, aunque la mayoría les atribuye un origen egipcio u oriental. Su forma de rezar, meditar y ayunar no difería mucho de la de los sabios o santos del Lejano Oriente. Para ser miembro de la orden esenia había que pasar un período de prueba de un año. Aquella escuela mistérica, como tantas otras, tenía tres grados y muy pocos candidatos lograban superarlos todos. Los esenios se dividían en dos comunidades diferenciadas: los miembros de una eran todos célibes y los de la otra, todos casados.
Los esenios nunca fueron comerciantes ni participaban en la vida comercial de las ciudades, sino que vivían de la agricultura y de la cría de ovejas para aprovechar la lana y también de artesanías como la alfarería y la carpintería. En los Evangelios y en los Libros Apócrifos, con respecto a José, el padre de Jesús, se dice que era tanto carpintero como alfarero. En el evangelio apócrifo de santo Tomás y también en el Pseudo-Mateo se dice que el niño Jesús hacía gorriones de arcilla que, cuando daba una palmada, cobraban vida y echaban a volar. Se consideraba a los esenios la clase de judíos más instruidos y se tiene constancia de que los nombraban tutores de los hijos de los oficiales romanos destinados en Siria. Como había entre ellos tantos artesanos, la orden se considera precursora de la masonería moderna. Entre los símbolos de los esenios figuran un montón de herramientas de construcción y se dedicaron en secreto a erigir un templo espiritual y filosófico que sirviera como morada al Dios vivo. Al igual que los gnósticos, los esenios eran emanacionistas Uno de sus objetivos principales era la reinterpretación de la ley mosaica según determinadas claves espirituales secretas que preservaban desde la época de la fundación de su orden. Por consiguiente, se entiende que los esenios eran cabalistas y, como varias otras sectas contemporáneas que prosperaron en Siria, aguardaban la llegada del Mesías prometido en los primeros escritos bíblicos. Se cree que José y María, los padres de Jesús, pertenecían a la orden de los esenios. José era muchos años mayor que María. Según el Protoevangelio, era viudo y tenía hijos grandes y, en el Evangelio del PseudoMateo, se habla de María como de una niña, más joven que sus propios nietos.
En su infancia, María se dedicaba al Señor y en los escritos apócrifos se cuentan muchos milagros asociados con su infancia. Cuando tenía doce años, los sacerdotes se reunieron para decidir el futuro de aquella niña que se había dedicado al Señor y el sumo sacerdote judío, con el peto puesto, entró en el sancta sanctórum, donde se le apareció un ángel que le dijo: «Zacarías, ve y convoca a los viudos del pueblo y deja que cada uno coja un bastón y que ella sea la esposa de aquel a quien el Señor designe». José se adelantó a recibir a los sacerdotes a la cabeza de los viudos, recogió los bastones de todos los demás viudos y los dejó al cuidado de los sacerdotes. El bastón de José era la mitad de largo que los demás y, cuando los sacerdotes devolvieron los bastones a los viudos, no se acordaron del de José y lo dejaron en el sancta sanctórum. Cuando todos los demás viudos hubieron recibido su bastón, los sacerdotes esperaron una señal del cielo, pero no pasó nada. José, debido a su edad avanzada, no pidió que le devolvieran su bastón, porque para él era inconcebible que lo eligiesen a él.
Sin embargo, se apareció un ángel al sumo sacerdote y le ordenó devolver el bastón cono que había pasado desapercibido en el sanctasanctórum. Cuando el sumo sacerdote entregó a José su bastón, una paloma blanca voló desde su extremo y se apoyó en la cabeza del anciano carpintero, de modo que le entregaron la niña a él. El editor de The Sacred Books and Early Literature of the East destaca el espíritu peculiar con el que se trata la infancia de Jesús en la mayoría de los libros apócrifos del Nuevo Testamento, sobre todo en uno atribuido al dubitativo Tomás, cuya versión griega más antigua data de alrededor del año 200: «El Cristo niño se representa casi como un diablillo, que hacía la vida imposible y destruía a quienes lo fastidiaban». Aquella obra apócrifa, pensada para inspirar temor y hacer que sus lectores echaran a temblar, fue popular durante la Edad Media, porque coincidía plenamente con el ánimo cruel y de persecución del cristianismo medieval. Como muchos otros libros sagrados primitivos, el de Tomás se creó con dos finalidades muy parecidas: en primer lugar, para eclipsar a los paganos en cantidad de milagros y, en segundo lugar, para inspirar el «temor de Dios» en los no creyentes. Es imposible que este tipo de escritos apócrifos se basen en hechos reales. Aunque en algún momento fueron un punto a su favor, los «milagros» del cristianismo han llegado a ser su peor lastre. Los fenómenos sobrenaturales, que en épocas crédulas se interpolaban para impresionar a los ignorantea en este siglo solo han servido para alejar a los inteligentes. En el Evangelio de Nicodemo, escrito en griego, se dice que, cuando llevaron a Jesús ante Pilatos, los estandartes que llevaban los guardias romanos inclinaron su parte superior para rendirte homenaje, a pesar de los esfuerzos de los soldados por impedirlo.
En las Cartas de Pilatos se dice también que César, enfadado porque Pilatos había ejecutado a un hombre justo, ordenó que lo decapitaran. Cuando estaba rezando para pedir perdón, Hiatos recibió la visita de un ángel del Señor, que tranquilizó al gobernador romano y le prometió que toda la cristiandad recordaría su nombre y que, cuando Cristo viniera por segunda vez para juzgar a Su pueblo, él (Hiatos) se presentaría ante Él como Su testigo. Historias como estas son algunas de las costras que se han adherido al cuerpo del cristianismo a lo largo de los siglos La mente popular se ha nombrado a sí misma guardiana y perpetuadora de estas leyendas y se ha opuesto de forma implacable a todos los esfuerzos por despojar la fe de aquellas acumulaciones cuestionables. Aunque la tradición popular a menudo contiene algunos elementos básicos de verdad, estos elementos se suelen distorsionar fuera de toda proporción. De este modo, aunque es posible que las generalidades de la historia sean ciertas en lo fundamental, los detalles son totalmente erróneos. Tanto con respecto a la verdad como a la belleza, cabe decir que lo que más la embellece es la falta de adorno. A través de la niebla de los relatos fantásticos que no dejan ver con claridad la verdadera base de la fe cristiana, una minoría apenas alcanza a discernir una doctrina grande y noble comunicada al mundo por un alma grande y noble. José y María, dos almas devotas y muy religiosas, consagradas al servicio de Dios y que soñaban con la llegada de un Mesías para servir a Israel, obedecieron las órdenes del sumo sacerdote de los esenios de preparar un cuerpo para la llegada de un alma grande. Así fue como Jesús nació de una concepción inmaculada. En este caso, «inmaculada» quiere decir «impecable», más que «sobrenatural». Jesús fue criado y educado por los esenios y después iniciado en sus Misterios más profundos. Como todos los grandes iniciados, tuvo que viajar hacia el este y, sin duda, dedicó los años de Su vida de los que nada sabemos a familiarizarse con la enseñanza secreta que más adelante comunicaría al mundo.
Después de consumar las prácticas ascéticas de Su orden, fue cristianado. Una vez reunido así con Su propia fuente espiritual, salió en el nombre de Aquel que ha sido crucificado desde antes de la creación de los mundos y, reuniendo a Su alrededor a discípulos y apóstoles, los instruyó en la enseñanza secreta que había desaparecido —al menos en parte — de las doctrinas de Israel. Se desconoce Su destino, aunque es muy probable que sufriera la persecución que toca en suerte a aquellos que tratan de rehacer el sistema ético, filosófico o religioso de su tiempo. Jesús hablaba a las multitudes con parábolas; también hablaba con parábolas a Sus discípulos, aunque en este caso eran más exaltadas y filosóficas Voltaire dijo que la Iglesia cristiana debería haber canonizado a Platón, porque, al ser el primero que propuso el misterio de Christos, contribuyó más que nadie a sus doctrinas fundamentales. Jesús reveló a Sus discípulos que el mundo inferior está sometido al control de un gran ser espiritual que lo había creado según la voluntad del Padre Eterno. La mente de aquel gran ángel era, al mismo tiempo, la mente del mundo y también la mente terrenal. Y para que los hombres no murieran de mundanidad, el Padre Eterno envió a la creación al mayor y más exaltado de Sus poderes: la Mente Divina, que Se ofreció como sacrificio viviente y fue partida y comida por el mundo. Después de entregar Su espíritu y Su cuerpo en una cena secreta y sagrada a las doce clases de criaturas racionales, aquella Mente Divina pasó a formar parte de todas las cosas vivas, con lo cual el hombre pudo usar su poder como puente para pasar y alcanzar la inmortalidad. Quien elevaba su alma a aquella Mente Divina y la servía era recto y, después de alcanzar la rectitud, liberaba su Mente Divina, que, entonces, regresaba, gloriosa, a Su propia fuente divina. Y como Él les había llevado aquel conocimiento, los discípulos se dijeron los unos a los otros: «¡Él Mismo es esta Mente personificada!».