sábado, 23 de abril de 2022

La Historia de la Alquimia

En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe الخيمياء al-khīmiyā) es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte.[cita requerida] La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo xviii, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trismegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo xvii. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que pretendía conseguir tanto la vida eterna como la transmutación de cualquier metal en oro.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.


La alquimia como investigación de la naturaleza

La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y agua, y con ellos pretendían preparar un quinto elemento que contendría la potencia de los cuatro en su máxima exaltación y equilibrio.

La mayoría eran investigadores cultos, inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las sustancias elementales del que tras profundas meditaciones se pasa a la práctica, comenzando por construir un atanor u horno alquímico. A menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.

Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes: mercurio, azufre y sal, siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas tres partes eran llamadas principios. Por manipulación de las sustancias y a través de diferentes operaciones, separaban cada una de las tres partes que luego debían ser purificadas individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo, y durante el cual debían vigilarse los aspectos planetarios, las tres partes debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez hecho todo esto la sustancia adquiría ciertos poderes.

A lo largo de la historia de esta disciplina, los aprendices de alquimista, se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos alquímicos, si bien a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que, tras años de intensos esfuerzos, muchos acabaran arruinados y maldiciendo la alquimia. Los aprendices por lo general debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.

Para diferenciar las sustancias vulgares de aquellas fabricadas por su arte, los alquimistas, las designaban por el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, si bien procedían a añadirle el apelativo de «filosófico» o «nuestro». Así, se hablaba de «nuestra agua» para diferenciarla del agua corriente. No obstante, a lo largo de los textos alquímicos se asume que el aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y, en ocasiones, explícitamente no se usa, ya que de acuerdo al arte hermético «no se debe dar perlas a los cerdos», razón por la que muchos fracasaban al seguir al pie de la letra las diferentes recetas. La «iluminación» solo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez que el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos en el reino vegetal, estaba listo para acceder a los arcanos mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral. Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.

Los trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, por lo que a cada reino le correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones. Lo que cambiaba era la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y lo que ofrecía era una multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De modo que se conseguía tanto la generación como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia, aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.


La alquimia como disciplina espiritual y filosófica

Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de alquimia de quien la usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas, tenidos por auténticos alquimistas, gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época: la obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etc. La preparación del aqua vitae, el «agua de vida», era un experimento bastante popular entre los alquimistas europeos.

Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obtuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos dentro de los cuales podrían encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías, contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.


Alquimia y astrología

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teúrgia.


La alquimia en la época científica

De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas utilizaron muchas de las herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y podían estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos inestables, lo que se veía empeorado por las precarias condiciones de seguridad.

Hasta el siglo xvii, la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó mucho más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por lo que es célebre. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramon Llull y Parmigianino. El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia; tanto unos como otros lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo xviii, con el que proporcionaron un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina, libres del hermetismo propio de la alquimia (pues la alquimia nunca se prodigó como ciencia de multitudes), y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el racionalismo. A partir de entonces, todo personaje que entroncaba con la alquimia o que «oscurecía» sus textos fue despreciado por la naciente corriente científica moderna.

Tal es el caso, por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad del siglo xix, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo xx, cuando los físicos lograron transformar átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos muy inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría en 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo xx por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva era.


La alquimia como objeto de investigación histórica

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería, y la evolución de la ciencia y la filosofía.

La palabra alquimia procede del árabe al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa «echar juntos», «verter juntos», «soldar», «alear», etc. (de khumatos, «lo que se vierte», «lingote», o del persa kimia, «oro»). Un decreto de Diocleciano, escrito en griego sobre el año 300, ordenaba quemar «los antiguos escritos de los egipcios, que trataban sobre el arte de fabricar oro y plata»​ la khēmia transmutación. La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a «química» en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, «la química».

Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significaba en realidad, originariamente, «la ciencia egipcia», tomando prestada del copto la palabra kēme, «Egipto», así alquimia era el «arte de Keme» (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y este a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la «tierra roja», el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de «magia negra egipcia». Sin embargo, esta teoría puede ser solo un ejemplo de etimología popular.

En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.

A veces, se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero esta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, «oro», y πoιεω, «hacer». El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).


La alquimia en la historia

La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones solo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.


La alquimia en el Antiguo Egipto

El origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto, a partir de la confluencia de la ciencia sacerdotal con la filosofía helenística en la época ptolemaica.​ No obstante, a pesar de que el corpus simbólico clásico pertenezca a esta última etapa, la cosmogonía y la idea de naturaleza del Egipto antiguo están en el origen de muchas ideas alquímicas, ya que la metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto5​ y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han perdurado a menudo solo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma.​ Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio a. C.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del Antiguo Egipto habían ideado pastas de yeso ya en el 4000 a. C., morteros cimentantes hacia el 2500 a. C. y el vidrio en el 1500 a. C. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas: CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2 En el Antiguo Egipto se produjeron cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado hacia el 3000 a. C.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Tot, llamado Hermes-Tot o Hermes Trismegisto («Tres veces grande») por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara con serpientes, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trismegisto, conocida solo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada[cita requerida] la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

En el segundo precepto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa»​. Esta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos, aunque cuando uno logra el dominio sobre el mundo interior, comienza a ser capaz de controlar el mundo exterior de formas poco convencionales​.

Se ha especulado[cita requerida] con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re) descubrimiento por Sendivogius en el siglo xvii.

En el siglo iv a. C., los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias.


La alquimia china

La alquimia china está relacionada con el taoísmo, consecuentemente, sus practicantes utilizan conceptos tales como: los cinco elementos; el Tao, la relación entre el Yin y el Yang; el Qì; el I Ching; la astrología china; los principios del Feng Shui, la Medicina Tradicional China, etc. Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo ix y usada en fuegos artificiales en el siglo x, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo xiv.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica). De hecho, al principio de la dinastía Song, los seguidores de esta idea taoísta (principalmente la élite y la clase alta) ingerían cinabrio, que, aunque tolerable en bajas dosis, llevó a muchos a la muerte por su elevado contenido en mercurio (85%), que inducía el envenenamiento. Creyendo que estas muertes llevarían a la libertad y el acceso a los cielos taoístas, las consiguientes muertes animaron a la gente a evitar esta forma de alquimia en favor de fuentes externas (el antes mencionado Tai Chi Chuan, el dominio del Qi, etc.).


La alquimia india

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo xi llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos». Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el mokṣa: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.

Los textos de medicina aiurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaisheshika de Kanada (entre el 200 a. C. y el 200 d. C.), quien describe una teoría atómica parecida a la del griego Demócrito.

Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas como el samkhya, el yoga, el vaisheshika y el ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.

El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.

En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como «mercurio», y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyurveda).


La alquimia en el mundo griego

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales de Mileto y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse solo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Muchas sectas gnósticas sostenían incluso que la deidad bíblica sería mala y debía ser vista como una emanación caída del Elevado Dios a quien buscaban adorar y unirse. Sin embargo, el aspecto del dios abrahámico como ser malvado no jugó en realidad papel alguno en la alquimia, pero el aspecto del ascenso al Elevado Dios probablemente tuvo mucha influencia. Las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios también fueron absorbidas (sus principales creencias ven el aspecto físico del mundo como imperfecto y creen en Dios como una mente cósmica trascendente).

Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por solo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto.

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada».  Alquimistas posteriores desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

Aristóteles creía que la combinación de cada elemento explica la variedad de cosas en el mundo. Se consideraba que las substancias pesadas tales como los metales estaban principalmente formadas por el elemento tierra, con una cantidad reducida de materia de los otros elementos. Creía que cuando los rayos del sol caían sobre el agua, producían una exhalación de vapor que era húmeda y fría. Esta exhalación se encerraba en tierra seca, se comprimía y finalmente se convierte en metal. Según Aristóteles, todos los metales que son fusibles o maleables, como hierro, cobre u oro, se formaron de esta manera. La formación de minerales, por otro lado, ocurrió cuando los rayos del sol cayeron en tierra seca. Produjeron una exhalación de humo que estaba caliente y seca, y la acción del calor produjo los minerales. En esta categoría, Aristóteles incluía sustancias que no se pueden derretir, así como sustancias como el azufre.


La alquimia en el Imperio romano

Los romanos adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo.

Sin embargo, el desarrollo del cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio romano. En esencia, Agustín sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de esta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia».

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aun así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar «reservado») Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.


La alquimia en el mundo islámico

Tras la caída del Imperio romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como traducciones islámicas.

El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis) y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy, latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos del sodio y el potasio.) El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más influyente en este aspecto posiblemente fuera Abu Musa Jabir ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان, en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad.17​ De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente. ​ Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.


La alquimia en la Europa medieval

Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombres como Adelardo de Bath, quien vivió en el siglo xii, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo xiii los movimientos fueron principalmente asimilativos.

En este periodo aparecieron algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (1033-1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder a la razón, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y la razón eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas.

Robert Grosseteste (1170-1253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender un puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico.

Alberto Magno (1193-1280) y Tomás de Aquino (1225-1274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos solo mediante el razonamiento lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología. Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia platónica en que los universales se encontraban solo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (1214-1294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de conquistar el mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que los hombres piensan que adquieren conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia, solo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto».​ «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habrían descubierto».​ A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos». La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad: después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana.

Bacon no fue el único alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos xv y xix. Otros alquimistas de su misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo.

Así que hacia finales del siglo xiii, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en las teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, este podría reunirse con Dios.

En el siglo xiv se produjeron cambios importantes. Por una parte, en el año 1317, el papa Juan XXII prohíbe la práctica de la alquimia a través de la bula Spondent Pariter que retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica de este arte.​ No obstante, se cree que este mismo papa estuvo interesado en el estudio alquímico y que también escribió un tratado titulado Ars transmutatoria en el que narraba cómo fabricó 200 barras de oro de un quintal. Esto no era nuevo en el seno de la iglesia ya que en 1295 la legislación de los franciscanos prohibió escribir, leer e incluso poseer libros de alquimia. Mientras tanto los filósofos de la época variaron sus puntos de vista ya que Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado solo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos xiv y xv.​ Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención solo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado con la piedra filosofal.

Durante la baja Edad Media (1300-1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio desempeñaba un papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas.

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo xvi se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus. Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia experimental, la numerología, etc., pero añadió la teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con frecuencia en conflicto con la Iglesia, en afirmaciones de Edwardes (1977, p. 56-9) y Wilson (1971, p. 23-9).


La alquimia en la era moderna y el Renacimiento

La alquimia europea continuó por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los estafadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que (con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493-1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago y desdeñaba a quienes lo hacían.

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar solo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas».​ Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmos). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de estos había remedios químicos que podían curarlas. Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.

En Inglaterra la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee (1527-1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—, puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Miguel Sendivogius (1566-1636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.

Tycho Brahe (1546-1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para este fin en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.


El declive de la alquimia occidental

La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo xvii, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo xviii. Tan tarde como en 1781 James Price afirmó haber producido un polvo que podía transmutar el mercurio en plata u oro. Igualmente otro alquimista conocido era el arzobispo húngaro Jorge Lippay (1600-1666), quien realizó varias investigaciones para el emperador germánico Leopoldo I de Habsburgo, entusiasta creyente de la teoría de la creación del oro.

Robert Boyle (1627-1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna y la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes.​ Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos xviii y xix, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo xix) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición. Sin embargo, los rosacruces y francmasones siempre han estado interesados en la alquimia y su simbolismo. Una gran colección de libros sobre alquimia se guarda en la Bibliotheca Philosophica Hermetica de Ámsterdam.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior.


Alquimia en la época moderna

En la época actual se han realizado progresos para alcanzar algunas de las metas de la alquimia aunque usando métodos científicos.

Podría decirse que el objetivo de la investigación en inteligencia artificial es precisamente crear una vida desde cero, y los filosóficamente opuestos a la posibilidad de la IA la han comparado con la alquimia, como Herbert y Stuart Dreyfus en su ensayo de 1960 Alquimia e IA (Alchemy and AI). Sin embargo, debido a que el objetivo específico de la alquimia es la transmutación humana más que la creación de vida desde cero, la investigación genética, especialmente el ayuste, estaría más cerca de la misma.


Transmutación nuclear

En 1919 Ernest Rutherford usó la desintegración artificial para convertir nitrógeno en oxígeno, aunque usando métodos de bombardeo nuclear. Este proceso o transmutación ha sido posteriormente realizado a escala comercial mediante el bombardeo de núcleos atómicos con partículas de alta energía en aceleradores de partículas y reactores nucleares.

La idea de convertir plomo en oro no es del todo incorrecta ya que, teóricamente, bastaría extraer 3 protones de un átomo de plomo (82 protones) para obtener otro pero de oro (79 protones).​ De hecho, en 1980 Glenn T. Seaborg transmutó plomo en oro, solo que el oro resultante apenas dura unos segundos por su inestabilidad atómica y la cantidad obtenida es tan microscópica que hace impensable su rentabilidad.


Afirmaciones de transmutación no verificadas

En 1964 George Ohsawa y Michio Kushi, basándose en una de las primeras afirmaciones de Corentin Louis Kervran, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un arco eléctrico, y más tarde carbono y oxígeno en hierro. En 1994, R. Sundaresan y J. Bockris informaron haber observado reacciones de fusión en descargas eléctricas entre barras de carbono sumergidas en agua. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones ha sido reproducida por otros científicos y la idea está en la actualidad ampliamente desacreditada.


Psicología analítica

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung inició su contacto con la alquimia desde un claro desinterés: «La alquimia me parecía una cosa afectada y ridícula». Su opinión cambiaría radicalmente en 1928 a raíz del comentario solicitado por parte del sinólogo Richard Wilhelm sobre la traducción de las ocho primeras secciones de un tratado de alquimia fisiológica china del siglo xiii: El secreto de la flor de oro, libro budista con base taoísta. El inicio de su contacto con la alquimia se vio por lo tanto determinado al contemplar en la obra las bases del proceso de individuación, así como un centro procesual al que denominó posteriormente sí-mismo.​ Necesitó diez años para elaborar un diccionario de referencias cruzadas con el fin de poder entender los significados incluidos en los textos alquímicos, así como quince años para disponer de una biblioteca semejante a las de sus sueños. A todo ello no hay que olvidar la importancia que revistieron para el acceso de Jung a la esencia de la alquimia diversas figuras históricas relevantes, como son María la Judía, Zósimo de Panópolis o Paracelso.

Jung vio la alquimia como una protopsicología occidental dedicada al logro de la individuación. En su interpretación, la alquimia era el recipiente en el que el gnosticismo sobrevivió sus diversas purgas en el Renacimiento. En este sentido, Jung veía la alquimia como comparable al yoga en occidente. También interpretaba los textos alquímicos chinos en términos de su psicología analítica como medios para la individuación.

Jung sostiene en su obra Psicología y alquimia (1944) que los fenómenos observables de lo inconsciente, tales como los sueños, contienen elementos simbólicos que también se pueden hallar en la simbología alquímica. Además, dedica un análisis al paralelismo entre los conceptos de la llamada piedra filosofal, por un lado, y la figura de Cristo, por otro.

Ilustró a través de las figuras del Rosarium philosophorum incluidas en su trabajo La psicología de la transferencia (1946) aquellos fenómenos transferenciales acaecidos en el proceso de individuación.

Finalmente, en su obra Mysterium coniunctionis (1955-1956), configura la culminación de la confrontación entre la alquimia y la psicología analítica. Como tercera parte de dicha obra se incluirá editado y comentado por Marie-Louise von Franz el Aurora consurgens.

Restaría aún una importante obra inédita que Jung dedicó a la alquimia y que la Philemon Foundation hará pública en 2022.


Opus magnum

Opus magnum o gran obra es un término alquímico para el proceso de creación de la llamada piedra filosofal. Se ha utilizado para describir la transmutación personal y espiritual en la tradición hermética, atribuido a procesos de laboratorio y cambios químicos del color, usado como un modelo para el proceso de individuación y como un recurso en arte y literatura. El opus magnum ha continuado en movimientos de la nueva era y neoherméticos, los cuales otorgaban a veces un nuevo simbolismo y significado al proceso. Originalmente tenía cuatro etapas:


nigredo, ennegrecimiento o melanosis

albedo, blanqueamiento o leucosis

citrinitas, amarilleamiento o xantosis

rubedo, enrojecimiento, purpúreo, o iosis


El origen de estas cuatro fases se puede remontar al menos hasta el siglo I. Zósimo de Panópolis escribió que era conocido por María la Judía.​ Después del siglo XV, muchos escritores tendieron a comprimir la citrinitas en la rubedo y considerar sólo tres etapas. A veces se mencionan otras etapas de color, sobre todo la cauda pavonis (cola de pavo real) en la que aparecen una variedad de colores.

Al Opus magnum se le atribuye una variedad de símbolos alquímicos. Aves como el cuervo, el cisne y el fénix podrían ser usados para representar la progresión a través de los colores.

Cambios similares de color se podían ver en el laboratorio, donde, por ejemplo, la negrura de la materia en descomposición, quemada o fermentada sería asociada con la nigredo.


Expansión de las cuatro etapas

Algunos autores alquímicos se basaron en el modelo de tres o cuatro colores para enumerar una variedad de etapas químicas a realizar. Aunque éstas se dispusieron a menudo en grupos de siete o doce etapas, hay poca coherencia en los nombres de estos procesos, su número, su orden o su descripción.

Varios documentos alquímicos fueron usados directa o indirectamente para justificar estas etapas. La Tabla de Esmeralda es el documento más antiguo6​ que dice que proporciona una "receta". Otros incluyen el Mutus Liber, Las doce llaves de Basilius Valentinus, los emblemas de Steffan Michelspacher y Las doce puertas de George Ripley. Las etapas dadas por Ripley son:


Calcinación

Solución (o disolución)

Separación

Conjunción

Putrefacción

Congelación

Cibación

Sublimación

Fermentación

Exaltación

Multiplicación

Proyección


En otro ejemplo del siglo XVI, Samuel Norton ofrece las siguientes catorce etapas:


Purgación

Sublimación

Calcinación

Colmamiento

Fijación

Solución

Separación

Conjunción

Putrefacción en azufre

Solución de azufre corporal

Solución de azufre de luz blanca

Fermentación en elixir

Multiplicación en virtud

Multiplicación en cantidad


Algunos alquimistas también difundieron pasos para la creación de medicamentos y sustancias, que poco tienen que ver con el Opus magnum. El lenguaje críptico y a menudo simbólico utilizado para describir añade confusión, pero es evidente que no existe una única receta estándar paso a paso dada para la creación de la piedra filosofal.


Opus magnum en literatura y entretenimiento

A veces una obra maestra artística es modelada en torno al Opus magnum alquímico. Más que la mención simple de la alquimia dentro de la historia, obras maestras como Finnegans Wake​ siguen el proceso de transmutación, tejiendo su narrativa entera con simbolismo alquímico. La revista académica Cauda Pavonis, que había sido publicada por diversas universidades desde 1980, exploró estas conexiones en el arte y la literatura. Recientemente, John Granger ha acuñado la frase alquimia literaria para describir estas tendencias en la ficción popular.


Espagiria

Espagiria es un nombre dado a la producción de medicinas a partir de plantas utilizando procedimientos alquímicos. Entre estos procedimientos están la fermentación, destilación y la extracción de componentes minerales de las cenizas de la planta. Estos procesos estaban en uso en la alquimia medieval generalmente para la separación y purificación de metales en menas, o para separar la sal del agua u otras soluciones acuosas.

Palabra atribuida a Paracelso ("Spagyria") del griego "spaô", "extraer" y "ageirô" reunir. Fue usado como sinónimo de Química.


Paracelso dice lo siguiente:


«Darumb so lern Alchimiam, Die sonst Spagiria heibt,

Die lernt das falsch scheiden von gerechten».

«...por eso aprende la Alquimia, que de otro modo es llamada Espagiria,

ella enseña a separar lo falso de lo justo».


Paracelso, Opus Paramirum

Los medicamentos espagíricos se componen de tinturas principalmente vegetales obtenidas en fechas determinadas de acuerdo a las influencias astrológicas.

En este punto se diferencia de la fitoterapia y de la medicina Homeopática, que no toma en cuenta estas influencias.


La espagiria en la práctica

La espagiria más comúnmente se refiere a la tintura de la planta, a la que se ha añadido mediante un proceso también la ceniza de la planta ya calcinada. La justificación original para estas tinturas especiales a base de plantas parece haber sido que, utilizando sólo un extracto de alcohol no se puede esperar que contengan todas las propiedades medicinales de una planta viva, y lo que trata este sistema es que el componente mineral de la planta sea quemado, preparado por separado y luego vuelto a añadir para 'potenciar' la tintura alcohólica. Las raíces de la palabra por lo tanto primero se refieren a la extracción o separación del proceso y luego al proceso de recombinación.

Los que fabricaban estas tinturas vegetales sostienen que poseen superiores propiedades terapéuticas que las tinturas de alcohol simple. En teoría, estas tinturas espagíricas opcionalmente, también pueden incluir el material de la fermentación del material vegetal, así como cualquier componente aromático, que puede ser obtenida a través de la destilación. Al producto final de estos procesos se le denomina "esencia".

El concepto de los remedios espagíricos a su vez se basa en los tres principios fundamentales de la alquimia denominados, azufre, mercurio y sal (filosóficos). "La base de estas materias era la trinidad de los principios alquímicos: el azufre, el mercurio y la sal. La sal era el principio de fijeza (no-acción) e incombustibilidad; el mercurio significa el principio de fusión (capacidad de fusión y de fluidez, así como de volatilidad), y el azufre era el principio de inflamabilidad."


Las tres propiedades primordiales alquímicas y sus correspondencias en la espagiria son:


Mercurio = es Paracelso el que introdujo el término elemento agua, que representaría la esencia de la vida de la planta, el extracto de alcohol de la planta, sería el portador de la esencia de la vida.

Sal = elemento tierra, lo que representa el vegetal extraído de las cenizas de las sales del cuerpo calcinado de la planta.

Azufre = elemento fuego, cualidad de la planta, que representa la esencia de aceites volátiles del vegetal.


Paracelso afirmó que el verdadero propósito de la alquimia no era conseguir oro, sino más bien la producción de medicamentos. El término "Spagyria" ha sido utilizado por Paracelso en su libro "Liber Paragranum", derivado de las palabras griegas "span y ageiro', el significado esencial de los cuales es "separar y combinar".

Según Paracelso la naturaleza en sí misma estaba "en bruto y sin terminar" y que el hombre tenía la tarea dada por Dios de hacer evolucionar las cosas a un nivel superior. Como por ejemplo: La planta medicinal "cruda" se ha de dividir en los componentes básicos que calificaba como "azufre" Mercurio", y "Sal" filosóficos y que luego, también hay que eliminar los componentes no esenciales. Estos tres elementos luego se recombinan apropiadamente dando como resultado el remedio espagírico.

En términos contemporáneos, sería la extracción de los aceites esenciales mediante evaporación, y con ese vapor se alcanzaría el "azufre". Luego, la fermentación del resto de la planta y la destilación del alcohol producido sería lo que producirá el 'Mercurio'. La extracción de los componentes minerales de las cenizas calcinadas de la planta constituirían la 'sal'. La dilución de los aceites esenciales en el alcohol, y después la disolución de las sales minerales es cuando se produciría la poción final.

Hay que tener en cuenta que ésta es una representación simplificada del proceso que varía fuertemente según la fuente elegida.


Astrología y alquimia

La alquimia se consideraba un arte espagírico, por las palabras griegas utilizadas para expresar "separación" y "reunión". El dictado primero de la alquimia (transmitida en latín, como todos los conocimientos científicos medievales) era efectivamente solve et coagula, en castellano "disuelve y coagula". La imagen típica de los alquimistas los representa en tenebrosos laboratorios, esforzándose denodadamente por convertir minerales comunes en otros preciosos, como oro (chrysopoeia) o plata. También se les suele atribuir una ingenua convicción en producir artesanalmente remedios milagrosos para todos los males (panacea), el elixir de la eterna juventud, o el disolvente universal (álcalis).4​ Esta imagen pintoresca se basa en los numerosos documentos conservados desde la Edad Media, y que estudiosos árabes o europeos redactaron por difundir, aclarar o defender su ocupación. En estos tratados aparece comúnmente explicitado el objetivo de sus esfuerzos: la consecución de la llamada piedra filosofal, cuya generación concedería a su artífice un conocimiento supremo que llegaba hasta la alteración de la materia. Sin embargo, esta visión se debe a un error de interpretación. Aunque sí es cierto que existieron variantes de la alquimia de índole mágica, los autores de los textos conservados se referían a su doctrina en lenguaje metafórico. Esta perspectiva se ve reforzada por numerosas declaraciones hechas por los propios alquimistas a lo largo de su historia. Así, un estudioso griego, Zósimo de Panópolis, interpretaba esta rama del conocimiento como una "vía" metafísica, y a lo largo de la Edad Media se asociaría con el arte. Las sustancias orgánicas e inorgánicas utilizadas, los procesos físicos descritos, y los resultados de sus ejercicios venían a significar entidades espirituales, impulsos del alma y, en último término, un riguroso manual de autodisciplina. Así la transmutación de metales en oro venía a explicar el paso de una naturaleza desordenada y corrompida a la iluminación y el equilibrio; este cambio habría de obrarse en el espíritu del alquimista, aunque el uso de un lenguaje figurado trufado de hornos, dragones verdes y siameses llevase a pensar en una práctica puramente física. De cualquier modo, el carácter clandestino del alquimismo -debido a su índole pagana, y a su origen precristiano- favoreció las acusaciones de las autoridades religiosas, que desataron una intensa campaña en la que se ejecutó a miles de inocentes acusados de brujería.5​ Así, los textos alquímicos, que estaban repletos de crípticos diagramas, imágenes oscuras y giros metafóricos destinados a proteger y conservar un mensaje fueron precisamente la principal prueba de una acusación injusta, que no quiso tomarse las molestias de descubrir su auténtico significado. Algunos ilustres alquimistas, no obstante, gozaron de cierta posición que les permitió, como a Paracelso, aclarar el recurso a los metales como un símbolo:

"Pregunta:Cuando el Filósofo habla de oro o plata, de los que extrae su materia, ¿debemos supones que se refiere al oro y la plata vulgares? Respuesta:De ningún modo, la plata y el oro vulgares están muertos, mientras que aquellos del Filósofo están llenos de vida".6​

Catecismo alquímico, c. 1550

Sin embargo, el malentendido no llegó a despejarse. La alquimia hoy es comúnmente considerada una antecesora precientífica de la química, pese a que el uso de refinados, pólvora, tintes, cosméticos, extractos, cerámicas y licores tenga poco que ver con sus verdaderas intenciones.

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico.En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Los astrólogos y alquimistas creen o creían que, en los procesos alquímicos, los distintos aspectos planetarios influían de sobremanera en el preparado de las distintas transmutaciones, así como las fases de la Luna.


Cuerpos celestes y metales

Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con un determinado metal sobre el cual gobernaba.


La lista de gobiernos era la siguiente:


El Sol gobernaba el Oro

La Luna, la Plata

Mercurio, el mercurio

Venus, el cobre

Marte, el hierro

Júpiter, el estaño

Saturno, el plomo


Algunos alquimistas/astrólogos modernos asocian obviamente:


Urano con el uranio

Neptuno, neptunio

Plutón, plutonio


Como estos últimos planetas y metales mencionados no habían sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los cuerpos celestes y metales ya conocidos desde la antigüedad.


Influencia de las fases lunares

La alquimia consta o constaba de varios pasos para lograr la transmutación: la Nigredo, donde la materia a transmutar se encontraba en plena fundición, donde era de color negro, la Albedo, donde se ponía de color blanco y se derretía completamente y la Rubedo, donde se observaba un color rojo profundo. Cada transmutación se veía afectada por las fases lunares cuya duración total era de 40 días.


En la luna menguante, se iniciaba la obra alquímica, con la Nigredo.

En la luna nueva, tenía lugar la Albedo

En el cuarto creciente, era tiempo de la Rubedo

Para la luna llena, ya debía estar transmutada la materia en oro.


Transmutación

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La transmutación o trasmutación es un término relacionado con la alquimia, física y química que consiste en la conversión de un elemento químico en otro.

El primer científico que logró la transmutación artificial de elementos químicos fue Ernest Rutherford en 1919, mediante el bombardeo de un átomo de nitrógeno con partículas alfa.

Sin embargo, dicho fenómeno aparece en la naturaleza de forma espontánea cuando ciertos elementos químicos e isótopos que tienen núcleos inestables. En dichos elementos, se producen fenómenos de radiación (alfa y beta) y de fisión nuclear en donde los elementos van transmutándose en elementos de peso atómico inferior hasta que su núcleo se vuelve estable (normalmente en plomo).

El fenómeno contrario, la transmutación en elementos de mayor peso atómico, se da también a altas temperaturas como las que se registran en el sol, denominándose a dicho proceso fusión nuclear.

Desde los tiempos de la Alquimia se creía que esto era posible a base de reacciones químicas. Sobre todo desde que se conocía que la densidad del oro y el plomo eran muy semejantes.

Las manipulaciones de transmutación de los alquimistas se basaban, en su mayor parte, en el conocimiento empírico acumulado en las propiedades de la materia, a lo largo de los milenios por los mesopotámicos, egipcios, griegos y chinos. Los conocimientos adquiridos y los descubrimientos que hicieron fueron utilizados como caldo de cultivo para el surgimiento de la química, a menudo mediante la refutación. Los ejemplos de descubrimientos incluyen la del fósforo por el alquimista de Hamburgo Hennig Brandt en 1669. El mejor ejemplo de refutación es, sin duda, el de flogisto que llevó a Lavoisier a sentar la ley de conservación de la materia y fundar la química sobre una base sólida.

Corentin Louis Kervran se centró en los casos de presuntas transmutaciones biológicas desde 1960, incluyendo la gallina que transformaría el calcio de sílice para producir la cáscara del huevo.

Desde el descubrimiento del átomo se sabe que esto no es posible químicamente. Las reacciones químicas afectan tan sólo a los electrones de la corteza. La transmutación implica la alteración de los núcleos atómicos, lo que es un proceso totalmente diferente. Para cambiar un elemento en otro hay que modificar el número de protones que hay en el núcleo. El plomo tiene 82 protones y el oro 79. Así que para convertir el plomo en oro debe perder tres protones. No solo es teóricamente posible, también se ha hecho en la práctica; pero para hacerlo se necesita consumir mucha energía, tanta que el oro resultante es más caro que comprarlo en el mercado. Es decir, es posible, pero no es una fuente económica de conseguirlo.

Los símbolos de la alquimia solían fundarse en la transformación de fórmulas matemáticas en signos geométricos llamados símbolos de alquimista o sellos. Estos, según cada cultura, podrían variar desde simples figuras geométricas, resultantes de la aplicación de fórmulas matemáticas, hasta complejas imágenes metafóricas, en las cuales cada elemento solía tener un significado propio. También podían ser símbolos interpretados a criterio del autor. Así, Newton usaba en sus fórmulas alquímicas símbolos que provenían de una fusión de diversos lenguajes simbólicos utilizados en culturas precedentes. La alquimia se basa en sus tres principios: el mercurio o principio de fluidez, la sal con sus propiedades terreas y el azufre con sus propiedades favorecedora de la combustión


Las tres bases

De acuerdo con Paracelso, las tres bases (Tria Prima) eran:


El azufre, el principio vital, anónimo e inconsciente.

El mercurio, el alma y la conciencia.

La sal, el cuerpo, lo sólido, la materia en el sentido propio.


Los cuatro elementos

Estos muestran las características de calor, frío, sequedad y humedad:


El fuego, cálido y seco

El agua, fría y húmeda

El aire, cálido y húmedo

La tierra, fría y seca


Los siete metales planetarios

Cada uno de los siete metales conocidos en la Antigüedad, estaba “dominado” o “manejado” por uno de los siete cuerpos celestes conocidos. Aunque tenían su propio símbolo, fueron representados por el símbolo del cuerpo correspondiente.


Oro representado como el Sol ☉ ☼ 

Plata representado como la Luna ☽

Cobre representado como Venus ♀ 

Hierro representado como Marte ♂ 

Estaño representado como Júpiter ♃ 

Mercurio representado como Mercurio ☿ 

Plomo representado como Saturno ♄ 


Los planetas Urano, Neptuno y el planeta enano Plutón fueron descubiertos posteriormente y no forman parte de símbolos alquímicos tradicionales. Algunos alquimistas modernos consideran apropiados los símbolos de estos planetas para representar los metales radiactivos uranio, neptunio y plutonio.

También, el Monas Hieroglyphica es un símbolo alquímico ideado por John Dee como combinación de los glifos de los metales planetarios que se conocían hasta el momento.


Elementos mundanos

Antimonio ♁ 

Arsénico 

Bismuto 

Magnesio ⊛

Platino ☽☉ 

Azufre 

Azufre negro 


Componentes alquímicos

Amoníaco de sal

Aqua vitae S.V.

Amalgama

Cinabrio Cinnabar Symbol.svg

Vitriolo


Los 12 Procesos Alquímicos

Los 12 procesos alquímicos básicos se consideran la base de procesos químicos modernos. Cada uno de estos procesos es representado por uno de los 12 signos del zodiaco.


Descomposición mediante la calcinación (Aries)

Descomposición mediante la digestión (Leo)

Descomposición mediante la putrefacción (Capricornio)

Modificación mediante la coagulación(Tauro)

Modificación mediante la fijación (Géminis)

Modificación mediante ceración (Sagitario)

Separación mediante la destilación (Virgo)

Separación mediante la sublimación (Libra)

Separación mediante la filtración (Escorpio)

Unión mediante la disolución (Cáncer)

Unión mediante la multiplicación (Acuario)

Unión mediante de la proyección (Piscis)


La piedra filosofal es una sustancia alquímica legendaria que se dice que es capaz de convertir los metales básicos, tales como el plomo, en oro (chrysopoeia) o plata. Ocasionalmente, también se creía ser un elixir de la vida, útil para el rejuvenecimiento y, posiblemente, para lograr la inmortalidad. Durante muchos siglos, fue el objetivo más codiciado en la alquimia. La piedra filosofal era el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, que simboliza la perfección en su máxima expresión, la iluminación y la felicidad celestial. Los esfuerzos para descubrir la piedra filosofal eran conocidos como los Opus magnum ("Gran Obra").

La mención de la piedra filosofal en la escritura se puede encontrar en Cheirokmeta de Zósimo de Panópolis (c. 300 d.C.). Los escritores alquímicos asignan una historia más larga. Elias Ashmole y el autor anónimo de Gloria Mundi (1620) afirmaban que su historia se remonta a Adán, que adquirió el conocimiento de la piedra directamente de Dios. Se dice que este conocimiento fue transmitido a través de los patriarcas bíblicos, dándoles su longevidad. La leyenda de la piedra también se comparó con la historia bíblica del Templo de Salomón y la piedra angular rechazada descrita en el Salmo 118.2​

Las raíces teóricas que describen la creación de la piedra se remontan a la filosofía griega. Más tarde, los alquimistas utilizaron los elementos clásicos, el concepto de ánima mundi, y las historias de creación presentados en textos como el Timeo de Platón como analogías para su proceso.3​ Según Platón, los cuatro elementos se derivan de una fuente común o materia prima (primera cuestión), asociado al caos. Prima materia es también el nombre alquimista asignado a la materia prima para la creación de la piedra filosofal. La importancia de esta primera cuestión filosófica persistió a través de la historia de la alquimia. En el siglo XVII, Thomas Vaughan escribió, “la primera cuestión de la piedra es la misma con la primera cuestión de todas las cosas”.


Edad Media

El alquimista del siglo octavo Jabir ibn Hayyan (latinizado como Geber) analizó cada elemento clásico en términos de las cuatro cualidades básicas. El fuego era caliente y seco, la tierra fría y seca, el agua fría y húmeda, y el aire caliente y húmedo. Se teorizó que todos los metales eran una combinación de estos cuatro principios, dos de ellas interior y dos exteriores. Partiendo de esta premisa, se razonó que la transmutación de un metal en otro podría verse afectada por la reordenación de sus cualidades básicas. Este cambio probablemente estaría mediado por una sustancia, que llegó a ser llamado en árabe al-Iksir (del cual se deriva el término Occidental elixir). Muchas veces se considera que existe como un polvo seco de color rojo (también conocido como al-Kibrit al-Ahmar الكبريت الأحمر- azufre rojo) proveniente de una legendaria piedra—la piedra filosofal.5​6​ La teoría de Jabir se basaba en el concepto de que los metales como el oro y la plata podrían estar escondidos en aleaciones y minerales, de los cuales podrían ser recuperados por el tratamiento químico adecuado. Se cree que el propio Jabir es el inventor del agua regia, una mezcla de muriático (clorhídrico) y nítrico, una de las pocas sustancias que pueden disolver el oro (y que todavía se utiliza frecuente para la recuperación de oro y purificación).

En el siglo XI, hubo un debate entre los químicos del mundo musulmán de si era o no posible la transmutación de sustancias. Un opositor principal fue Avicena (Ibn Sina), quien desacreditó la teoría de la transmutación de las sustancias, diciendo: "Los de la nave química saben bien que ningún cambio se puede realizar en las diferentes especies de sustancias, aunque pueden producir la apariencia de tales cambios."

Según la leyenda, se dice que el científico y filósofo del siglo XIII Alberto Magno habría descubierto la piedra filosofal y la pasó a su discípulo, Tomás de Aquino, poco antes de su muerte, alrededor del año 1280. Magnus no confirmó que descubrió la piedra en sus escritos, pero lo hizo constar que fue testigo de la creación de ese metal efectuada por la "transmutación".


Renacimiento a Edad Moderna

El alquimista suizo del siglo XVI Paracelso (Philippus Aureolus Teofrasto Bombastus von Hohenheim) creía en la existencia de alkahest, que, conforme a sus creencias, es un elemento sin descubrir de la que todos los demás elementos (tierra, fuego, agua, aire) eran simplemente formas derivadas. Paracelso creía que este elemento era, de hecho, la piedra filosofal.

El médico-filósofo inglés Sir Thomas Browne en su testamento espiritual Religio Medici (1643) identificó el aspecto religioso de la búsqueda de la piedra filosofal al declarar:


El puñado que tengo de la piedra filosofal, (que es algo más que la exaltación perfecta de oro) me enseñó una gran detalle de la Divinidad.

Thomas Browne, Religio Medici 1,38


Un texto místico publicado en el siglo XVII llamado el Mutus Liber, parece ser un manual simbólico de instrucciones para inventar piedra a los filósofos. Llamado el "libro sin palabras", fue una colección de 15 ilustraciones.


Época contemporánea

Creación de oro a partir de reacciones nucleares

De acuerdo con la comprensión moderna, el oro es un elemento químico que no puede ser creado a partir de otros elementos por medio de reacciones químicas. El oro metálico puede ser disuelto de una roca y precipitarse, dando la apariencia de que el oro ha sido "creado", pero el oro ya estaba en la roca. Como un elemento pesado, el origen cosmogónico de oro debe haber estado en las reacciones nucleares extremadamente energéticas, que se producen solamente en las estrellas de gran masa. Se ha propuesto que la mayoría de los elementos pesados como el oro se producen en las colisiones de estrellas de neutrones. Por lo tanto, todo el oro en la Tierra fue acrecionado en la Tierra, durante la formación de la misma y del sistema solar, y no se creó ningún oro nuevo.

Se pueden crear muy pequeñas cantidades de oro de manera artificial con aceleradores de partículas o reactores nucleares, véase Oro en síntesis. Sin embargo, estos métodos producen isótopos radiactivos y son extremadamente costosos, requiriendo raros isótopos precursores y costosa separación y purificación del producto. Por lo tanto, la síntesis del oro por reacción nuclear no parece comercialmente viable.


Creación de oro a partir de reacciones químicas usando organismos vivos

Los científicos han descubierto que es posible obtener oro a partir de compuestos con átomos de oro, usando organismos vivos.11​ Se realizó un experimento para comprobar si el proceso natural de digestión de ciertas especies de bacterias podría realizar procesos metabólicos que trasformaran cierta clase de compuestos que contengan átomos de oro, en dicho metal. En este experimento, se comprobó que si se alimenta a la bacteria Metallidurans cupriadvidus con cloruro de oro, esta defeca partículas de oro.


En el budismo y el hinduismo

El equivalente de la piedra filosofal en el budismo y el hinduismo es la Chintamani.

En el budismo, Chintamani está en manos de los bodhisattvas, Avalokiteshvara y Ksitigarbha. También se ve llevando a la parte posterior del Lung ta (caballo del viento) que se representa en las banderas de oración tibetanas. Al recitar el Dharani de Chintamani, la tradición budista sostiene que uno alcanza la sabiduría de los Budas, es capaz de comprender la verdad de los Budas, y pasa a ser aficionado al Bodhi. Se dice que es permitir que uno vea el Santo Séquito de Amitabha y su montaje sobre el lecho de muerte de uno. En la tradición budista tibetana el Chintamani a veces se la representa como una perla luminosa y estando en posesión de varias de las diferentes formas de Buda.

En el hinduismo se conecta con los dioses Visnú y Ganesha. En la tradición hindú, que es muchas veces representada como una joya fabulosa en poder del rey Nāga o como en la frente del Makara.  El Yoga Vasistha, escrito originalmente en el siglo X d.C., contiene una historia sobre la piedra filosofal.

Un gran sabio hindú escribió acerca de la realización espiritual de Gnosis, usando la metáfora de la piedra filosofal. San Jnaneshwar (1275-1296), escribió un comentario con 17 referencias a la piedra filosofal que transmuta explícitamente metal en oro. El sabio indio del siglo VII Thirumoolar en su clásico Tirumandhiram explica el camino del hombre hacia la divinidad inmortal. En el verso 2709 declara que el nombre de Dios, Shiva o el dios Shambala, es un vehículo alquímico que convierte el cuerpo en oro inmortal.


Propiedades

La piedra filosofal se ha atribuido con muchas propiedades místicas y mágicas. Las propiedades mencionadas con mayor frecuencia son la capacidad de transmutar los metales en oro o plata, y la capacidad de curar todo tipo de enfermedades y prolongar la vida de cualquier persona que consume una pequeña parte de la piedra filosofal.​ Otras propiedades mencionadas incluyen: creación de lámparas perpetuamente ardientes.​ transmutación de los cristales comunes en piedras preciosas y diamantes,​ reactivación de las plantas muertas,​ creación de vidrio flexible o maleable,​ o la creación de un clon u homúnculo.


Nombres

Se utilizan numerosos sinónimos para hacer referencia indirecta a la piedra, como "piedra blanca" (calculus albus, identificado con el calculus candidus de Apocalipsis 2:17 que fue tomado como símbolo de la gloria del cielo), vitriolo (como se expresa en el retroacrónimo Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem), también lapis noster, lapis occultus, in water at the box, y numerosas referencias oblicuas, místicas o mitológicos como Adán, Aer, Animal, Alkahest, Antidotus, Antimonium, Aqua benedicta, Aqua volans per aeram, Arcanum, Atramentum, Autumnus, Basilicus, Brutorum cor, Bufo, Capillus, Capistrum auri, Carbones, Cerberus, Caos, Cinis cineris, Crocus, Dominus philosophorum, Divine quintessence, Draco elixir, Filius ignis, Fimus, Folium, Frater, Granum, Granum frumenti, Haematites, Hepar, Herba, Herbalis, Lac, Melancholia, Ovum philosophorum, Panacea salutifera, Pandora, Fénix, Philosophic mercury, Pyrites, Radices arboris solares, Regina, Rex regum, Sal metallorum, Salvator terrenus, Talcum, Thesaurus, Ventus hermetis.​) El lapis adoptado muchas de las alegorías medievales para un Cristo, y el Cristo y la de piedra fueron de hecho tomados como idénticos en un sentido místico. El nombre de "piedra" o lapis es mencionado por la alegoría cristiana primitiva, como Prisciliano (siglo cuarto), quien afirmó Unicornis est Deus, nobis petra Christus, nobis lapis angularis Jesús, nobis hominum homo Christus.​ En algunos textos se la denomina simplemente "piedra", o nuestra piedra, o en el caso de ordinal de Thomas Norton, "oure piedra delycious".​ La piedra fue elogiada y frecuentemente referenciada a estos términos.

Es necesario señalar que philosophorum no significa "del filósofo" o "filosofal" en el sentido de un solo filósofo. Significa "de los filósofos" en el sentido de una pluralidad de los filósofos.


Apariencia

Las descripciones de la Piedra Filosofal son numerosas y diversas. De acuerdo con los textos alquímicos, la piedra filosofal llegó en dos variedades, preparado por un método casi idéntico: blanca (con el propósito de transmutar metales en plata. Se lograría por vía húmeda), y roja (con el propósito de transmutar metales en oro. Se obtendría empleando la vía seca), la piedra blanca era una versión menos madurada de la piedra roja.​ En ambos casos la sustancia de partida sería la pirita de hierro (disulfuro de hierro): FeS2. Algunos textos alquímicos antiguos y medievales dejan pistas sobre la supuesta apariencia física de la piedra filosofal, en concreto de la piedra roja. A menudo se dice que es de color naranja (color azafrán) o rojo cuando se muele en polvo. O en una forma sólida, un intermedio entre el rojo y morado, transparente y similar al vidrio. El peso se habla de cómo ser más pesado que el oro, y se dice que es soluble en cualquier líquido, sin embargo, incombustible en el fuego.

Ocasionalmente, ciertos autores alquímicos sugieren que los descriptores de la piedra son metafóricas. Se llama una piedra, no porque sea como una piedra.​ La aparición se expresa geométricamente en Atalanta Fugiens de Michael Maier. "Hacer de un hombre y la mujer un círculo, y luego un cuadrilátero; del este un triángulo; hacer de nuevo un círculo, y usted tendrá la Piedra de los Sabios Así se hace la piedra, que no puedas descubrir, a menos que usted. , a través de la diligencia, aprender a comprender esta enseñanza geométrica." Rupescissa usa la imagen de la pasión cristiana, que nos dice que asciende "del sepulcro del Excelentísimo Rey brillante y glorioso, resucitado de entre los muertos y que llevaba una diadema roja ...".


Interpretaciones

Los diversos nombres y atributos asignados a la piedra filosofal ha llevado por muchos años a la especulación acerca de su composición y origen. Se han encontrado candidatos exotéricos en metales, plantas, rocas, compuestos químicos, y productos corporales tales como el pelo, la orina y los huevos. Justus von Liebig afirma que "es indispensable que cada sustancia accesible... debe ser observada y examinada'. Más tarde, los alquimistas pensaron una vez que un componente clave en la creación de la piedra era un elemento mítico llamado carmot.

Los alquimistas esotéricos herméticos pueden rechazar el trabajo sobre sustancias exotéricas, en su lugar, dirigiendo su búsqueda de la piedra filosofal hacia el interior.​ Aunque a veces se mezclan los enfoques esotéricos y exotéricos, es evidente que algunos autores "no se refieren a las sustancias materiales, sino que están empleando el lenguaje de la alquimia exotérica con el único propósito de expresar creencias y aspiraciones teológicas, filosóficas o místicas." Las nuevas interpretaciones se siguen desarrollando alrededor de escuelas de pensamiento espagíricas, químicas y esotéricas.


Creación

La piedra filosofal es creada por el método alquímico conocido como el Magnum Opus o La Gran Obra. Con frecuencia se expresa como una serie de cambios de color o procesos químicos, las instrucciones para crear la piedra filosofal son variadas. Cuando se expresa en colores, el trabajo puede pasar a través de las fases de nigredo, albedo, citrinitas y rubedo. Cuando se expresa como una serie de procesos químicos frecuentemente incluye siete o doce etapas finales en la multiplicación, y proyección.


Ingredientes

Los ingredientes son muy discutibles. Jacques Sadoul tiende a pensar que son:

Una mezcla de pirita (de hierro) o tierra muy rica en hierro, como base, pues otros autores opinan que es un compuesto existente en todas partes. Es un elemento que todos conocían. En esa época solo se habían descubierto seis elementos. El mercurio de los filósofos y el azufre filosofal no son los elementos químicos, sino preparados a partir de la pirita, mezclados con ácido tartárico.

Ácido tartárico. Es un compuesto extraído de la encina, árbol que numerosas veces se muestra en el Mutus liber (libro mudo). Un argumento a favor es que en algunas fases del proceso de elaboración de la piedra se debe hacer a oscuras, pues el ácido tartárico es sensible a la luz y sería el responsable del cambio de color de la Opus magnum.

Rocío. En una de las láminas del Mutus liber se muestran plantas que sirven de soporte a telas. Se cree que en una época del año establecida por animales representados en la lámina, que hacen referencia al horóscopo occidental, se capta rocío.

El rocío y el ácido tartárico (de nombres diversos en los escritos alquímicos) se mezclan con la pirita para obtener el mercurio de los filósofos o el azufre filosofal.

Una de las características de la alquimia es que en los escritos se establece un lenguaje confuso, con la intención de despistar a quien quiera construir la piedra. Así, por ejemplo, se supone que las referencias al azufre y al mercurio no aludían a los elementos químicos verdaderos, sino a alguna variante de éstos, conocida solo por los alquimistas.

Por eso algunos autores alquimistas se refieren a mercurio de los filósofos, por ejemplo, para aportar una pista de que no es el elemento mercurio.

Se cree que el procedimiento para realizar la piedra filosofal está explícito en el Mutus liber. Aquí también se encuentran símbolos que indican azufre y mercurio, pero no son los elementos químicos S y Hg, sino compuestos obtenidos de las fases previas a la realización de la Opus magnum (Gran Obra).


Arte y entretenimiento

La piedra filosofal ha sido un punto focal de muchas novelas, cómics, películas, animaciones, video juegos, y composiciones musicales. La piedra filosofal es un elemento crucial de la trama en el manga y anime Fullmetal Alchemist. En la trama se hace referencia argumental y visual a muchos conceptos alquimicos, numerosos personajes de la historia son capaces de realizar magia con la exigencia de dibujar símbolos alquímicos para activar los hechizos, así como la piedra filosofal aparece como una leyenda o presunto objetivo inalcanzable, con naturaleza de piedra roja que permite eludir los límites de las conjuraciones. La figura de la piedra filosofal también aparece en Harry Potter y la piedra filosofal, en la película Así en la Tierra como en el infierno o en la serie japonesa Kamen Rider Wizard, e hizo una aparición en la serie original de ciencia-ficción Warehouse, en el decimonoveno episodio de la cuarta temporada.


Transmutación de un metal a oro

Una vez llegado a cierto punto el compuesto debe ser calentado de forma constante por varios años, pasando la gran obra por distintos colores. La gran obra requeriría de varios años de intentos por lo cual a la muerte del maestro pasaría al cuidado del discípulo. En su fase última se dice que aparece una nube o vapor a cierta distancia sobre la mezcla la cual debe ser absorbida por vidrio. El vapor de color rojo entraría al vidrio el cual adqueriría un color rojizo. Posteriormente este debía machacarse para obtener vidrio molido rojizo el cual sería la piedra filosofal.


Para convertir en oro un metal:


Derretir el primer metal

Envolver un pequeño trozo de piedra filosofal en una bolita de papel o de cera.

Colocar la bolita de papel o cera dentro del metal inicial

Esperar un breve tiempo a que ocurra la transmutación.

Al enfriarse se habría convertido el metal inicial en oro.


Elixir de la vida eterna

Sería una infusión que se hace al dejar remojar la piedra en un líquido. Posteriormente se bebería una pequeña cantidad. Existen varios mitos sobre lo que sucedería al beberlo, el más popular señala que se caería todo el pelo del cuerpo y las uñas, y que posteriormente surgiría un cuerpo renovado, joven y fuerte. Ya no sería necesario comer, de hacerlo, solo sería por placer. Esto haría al ser humano inmortal.


Obras clásicas de alquimia

Albertus Magnus, Compositum de Compositis (El compuesto de los compuestos).

Altus, Mutus Liber (El libro mudo).

Arnau de Vilanova, Semita Semitæ (El camino del camino).

Basilius Valentinus, Carrus Triumphalis Antimonii (El carro triunfal del antimonio); Duodecim Claves.

Bernardo de Treviso, El sueño verde.

Bibliotheca Philosophica Hermetica.

Conversación del rey Calid y del filósofo Morien sobre el magisterio de Hermes.

Donum Dei.

Elias Ashmole, Theatrum chemicum britannicum.

Eugenio Filaleteo, El arte hermético al descubierto.

Fulcanelli, El misterio de las catedrales; Las moradas filosofales; Finis Gloriæ Mundi.

Georges Aurach, El jardín de las riquezas.

Hermes Trismegisto, Tabla de Esmeralda.

Instrucción de un padre a su hijo acerca del árbol solar.

Jacques Le Tesson, La obra del león verde.

La clavícula o La clave universal (atribuido a Raimundus Lullus).

Le Crom, Tratado de la sal de los filósofos.

Libro de Picatrix.

Lucas Jennis, Musaeum hermeticum.

Michael Maier, Atalanta Fugiens; Scrutinium Chymicum; Septimana Philosophica; Arcana Arcanissima; Viatorum; Lusus Scrius; Symbola Aureæ; Themis Aurea o De Circulo Physico Cuadrato.

Michael Sendivogius, Carta filosófica; Novum Lumen Chymicum; Dialogus Mercurii; Tractatus de Sulphure; Ænigma Philosphicum.

Nicholas Flamel, El libro de las figuras jeroglíficas; El deseo deseado.

Roberto Valensis, La gloria del mundo o La tabla del paraíso.

Roger Bacon, Speculum Alchemiæ (El espejo de la alquimia); Alchemia Major; De Ione Viridi; Breviaram de dono Dei; Secretm secretorum; Epístolæ de secretis operibus artis et naturæ ac mullitate magiæ.

Rosarium philosophorum.

Speculum veritatis.

Splendor Solis.

Stolcius von Stolcenberg, Vyridarium Chymicum.

Teofrasto Paracelso, Opera Omnia; De Natura Rerum Libri Novem; Thesaurus Thesaurorum Alchimistorum (El tesoro de los tesoros de los alquimistas).

Theatrum chemicum (Teatro químico), recopilación de tratados alquímicos del Renacimiento.

Tomás de Aquino, Aurora consurgens; Tratado de la piedra filosofal; Tratado sobre el arte de la alquimia.

Tratado del secreto del arte filosófico: la arqueta del pequeño campesino.

Turba philosophorum.

Valentín Andreae, Las bodas alquímicas de Christian Rosacruz.


La alquimia en la cultura popular

Muchos escritores satirizaron a los alquimistas y los usaron como blanco de ataques satíricos. Dos famosos ejemplos antiguos son:

Geoffrey Chaucer, The Canon's Yeoman's Prologue and Tale (c. 1380). El protagonista, un alquimista de camino a Canterbury, afirma que «lo enlosará entero de plata y oro».

Ben Jonson, El alquimista (c. 1610). En esta obra de cinco actos, los personajes montan un taller de alquimia para estafar a la gente.

En obras más recientes los alquimistas suelen ser presentados bajo una luz más romántica y mística y a menudo se hace poca distinción entre alquimia, magia y brujería:

William Shakespeare, La tempestad (1611). Es su obra más influenciada por la alquimia, plagada de imaginería alquímica y con Próspero como mago arquetípico.

Mary Shelley, Frankenstein (1818). Victor Frankenstein emplea tanto la alquimia como la ciencia moderna para crear el monstruo de Frankenstein.

Vladímir Odóyevski, Salamandra (1828).

Goethe, segunda parte de Fausto (1832). Wagner, el sirviente de Fausto, usa la alquimia para crear un homúnculo.

Honoré de Balzac, La búsqueda de lo absoluto (1834)

Antal Szerb, La leyenda de los Pendragon (1934).

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (1967). Un alquimista llamado Melquíades se añade a la atmósfera surrealista de la novela (véase realismo mágico).

Ian Watson, Los Jardines de las Delicias (1980). Un alquimista del futuro, ayudado por un poderoso extraterrestre, crea un planeta basado en la pintura de El Bosco El jardín de las delicias.

En algunas de las novelas del Mundodisco de Terry Pratchett (1983-2015) aparece un gremio de alquimistas. Son conocidos por volar la sede de su gremio regularmente. Juegan un papel particularmente importante en Hombres de Armas (1993).

John Crowley, Ægypt (1987-2007). Tetralogía de novelas de realismo mágico que tratan extensivamente del Dr. Dee, la alquimia, la astrología y la magia.

Paulo Coelho, El alquimista (1988). El protagonista conoce un alquimista y aprende los principios de la alquimia.

Umberto Eco, El péndulo de Foucault (1988).

J. K. Rowling, Harry Potter y la piedra filosofal (1997). En ella aparece Nicolas Flamel como un personaje.

Neal Stephenson, Ciclo barroco (2003-2004). Incluye alquimistas reales e imaginarios como Isaac Newton, de Duillier y Enoch Root.

Hiromu Arakawa, Fullmetal Alchemist (2001-2010). La autora recrea un mundo paralelo gobernado por los principios de la alquimia.