Según la leyenda, el cuerpo del Christos (la ley espiritual) fue entregado a la custodia de dos hombres, a los cuales los Evangelios apenas mencionan. Eran Nicodemo y José de Arimatea, dos personas devotas que, aunque no figuraban entre los discípulos o apóstoles del Christos, fueron elegidos entre todos los demás para ser custodios de Sus restos sagrados. José de Arimatea era uno de los hermanos iniciados y A. E. Waite, en A New Encyclopaedia of Freemasonry, lo llama «el primer obispo de la cristiandad». Así como el poder temporal (o visible) de la Santa Sede fue establecido por san Pedro (¿?), el conjunto espiritual de la fe fue confiado a la «Iglesia Secreta del Santo Grial» mediante una sucesión apostólica que comienza con José de Arimatea, a quien se encomendaron los símbolos permanentes de la alianza: la copa siempre llena y la lanza ensangrentada. Se supone que obedeciendo las órdenes de san Felipe, José de Arimatea llegó, con las reliquias sagradas y después de muchos y diversos contratiempos, a Gran Bretaña, donde se le adjudicó un lugar para que levantara una iglesia y así fue como se fundó la abadía de Glastonbury. José clavó en tierra su báculo, que echó raíces y llegó a convertirse en un espino milagroso que florecía dos veces por año y actualmente recibe el nombre de espino de Glastonbury. Se desconoce cómo acabó la vida de José de Arimatea: algunos creen que, al igual que Enoch, fue trasladado al cielo; otros, que fue enterrado en la abadía de Glastonbury.
En numerosas ocasiones se ha tratado de encontrar el Santo Grial, que —según creen muchos— está escondido en una cripta situada debajo de la antigua abadía. Recientemente se ha hallado un cáliz en Glastonbury y los devotos pensaron que podía ser el Santo Cirial original, pero ningún investigador crítico puede aceptarlo como auténtico. A pesar del interés que despierta como reliquia, este, como el famoso cáliz de Antioquía, en realidad no demuestra nada, si caemos en la cuenta de que hace dieciocho siglos casi no se sabía mucho más que ahora acerca de los Misterios cristianos.
El origen del mito del Grial, como el de casi cualquier otro elemento del gran drama, resulta curiosamente esquivo. Se le puede encontrar bastante fundamento en el folclore de las islas británicas, que contiene numerosos relatos sobre calderos, oñás copas y cuernos para beber mágicos Las leyendas más antiguas sobre el Grial describen la copa como un verdadero cuerno de la abundancia, cuyo contenido era inagotable, de modo que quienes se ocupaban de él jamás pasaban hambre ni sed. Según una versión, por muy enferma que estuviera una persona, no moriría hasta después de pasados ocho días desde que viera la copa. Algunos expertos creen que el Santo Grial sirvió para perpetuar la copa sagrada que se usaba en los ritos de Adonis y de Atis Varios de los Misterios antiguos utilizaban una copa o cáliz de comunión y con frecuencia se representaba al dios Baco con forma de jarrón, copa o de algún otro recipiente grande. En el culto a la naturaleza, el Grial siempre lleno representa la munificencia de la cosecha, gracias a la cual se conserva la vida del hombre; como la jarra sin fondo de Mercurio, es la fuente inagotable de recursos naturales. A partir de las pruebas disponibles, sería, sin duda, un error atribuir un origen puramente cristiano al simbolismo del Grial.
En el ciclo artúrico aparece una figura extraña y misteriosa: el mago Merlín. En una de las leyendas que circulan sobre él se dice que, cuando Jesús fue enviado para liberar al mundo de la esclavitud del mal, el Adversario decidió enviar a un Anticristo para anular Su labor. Entonces el demonio, en la forma de un dragón espantoso, cubrió a una joven que se había refugiado en un santuario para huir del mal que había destruido a su familia. Su hijo, Merlín, participaba de las características de su madre humana y de su padre demoníaco, pero, en lugar de servir a los poderes de la oscuridad, se convirtió a la verdadera luz y conservó tan solo dos de los poderes sobrenaturales que heredó de su padre: la profecía y el poder de hacer milagros. En realidad, la historia del padre infernal de Merlín se debe considerar una alusión alegórica al hecho de que era el «hijo filosófico» de la serpiente o el dragón, un título que se aplicaba a todos los iniciados en los Misterios, que de esta manera reconocen a la naturaleza como madre mortal y a la sabiduría, en forma de serpiente o de dragón, como padre inmortal. Confundir el dragón y la serpiente con los poderes del mal ha sido una consecuencia inevitable de una interpretación errónea de los primeros capítulos del Génesis.
Cuando Anuro era niño, lo pusieron al cuidado del mago Merlín, que, en su juventud, le enseñó la doctrina secreta y probablemente lo inició en los secretos más profundos de la magia natural. Con la ayuda de Merlín, Anuro llegó a ser el general más destacado de Britania, una alta dignidad que se ha confundido con el título de rey. Cuando Arturo extrajo del yunque la espada de Branstock y estableció así su derecho divino al liderazgo, Merlín lo ayudó de nuevo para conseguir que la Dama del Lago le entregara la espada sagrada, Excalibur. Después de la creación de la Mesa Redonda y habiendo cumplido su deber, Merlín desapareció: según una versión, se desvaneció en el aire, donde sigue existiendo como una sombra que se comunica cuando quiere con los mortales: según otra versión, se retiró voluntariamente a una gran cámara de piedra, que cerró por dentro.
LA MESA REDONDA DEL REY ARTURO
Cuenta la tradición que en el año 516, cuando tenía quince años, Arturo fue coronado rey de Britania. Poco después de su llegada al trono fundó en Windsor la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda.
A partir de entonces, los caballeros se reunieron una vez al año en Carleon, Winchester, o en Camelot, para celebrar Pentecostés. De todas partes de Europa acudían hombres valientes y osados a solicitar su ingreso en aquella noble orden de caballería británica. Los requisitos eran nobleza, virtud y valor, y quienes destacaran por estas cualidades eran recibidos en la corte del rey Arturo en Camelot. Después de reunir a su alrededor a los caballeros más valientes y más nobles de Europa, el rey Arturo eligió a veinticuatro que aventajaban a los demás en audacia e integridad y formó con ellos su Círculo de la Mesa Redonda. Según la leyenda, cada uno de aquellos caballeros destacaba tanto por sudignidad y su poder tanto por su dignidad y su poder que ninguno podía ocupar un asiento más elevado que los demás, de modo que, cuando se reunieron en torno a la mesa para celebrar el aniversario de su fundación, hubo que usar una mesa redonda para que todos ocuparan sillas de la misma importancia.
Si bien es probable que la Orden de la Mesa Redonda tuviera sus propios rituales y símbolos, su conocimiento no ha llegado hasta nosotros. Elias Ashmole insertó en su volumen sobre la Orden de la Jarretera una ilustración a doble página en la que figura la insignia de todas las órdenes de caballería, pero la parte correspondiente alsímbolo de la Mesa Redonda está en blanco. El motivo principal de la pérdida delsimbolismo de la Mesa Redonda fue la muerte intempestiva del rey Arturo en el campo de batalla de Kamblan (en el año 542), a los cuarenta y un años de edad. Aunque en esta famosa batalla destruyó a su enemigo implacable, Mordred, le costó no solo su propia vida, sino también la de casi todos sus Caballero de la Mesa Redonda, que murieron defendiendo a su comandante. Resulta razonablemente cierto que muchas leyendas con respecto a Carlomagno se asociaron después con Arturo, famoso sobre todo por el establecimiento de la Orden de la Mesa Redonda en Winchester. No disponemos de información fiable sobre las ceremonias y los rituales de iniciación de la Mesa Redonda. Algunos dicen que la Mesa tenía el poder de expandirse o contraerse para que pudieran sentarse a su alrededor quince o mil quinientas personas, según lo que fuera necesario.
Según las versiones más comunes, la cantidad de caballeros que podían sentarse a la vez a la Mesa Redonda eran doce o veinticuatro. Los doce representaban los signos del Zodiaco y también los apóstoles de Jesús En la silla de cada caballero estaba grabado su nombre y también su escudo de armas. Cuando aparecen veinticuatro hombres sentados a la Mesa, cada uno de los doce signos del Zodiaco se divide en dos partes —una clara y otra oscura— para representar la fase nocturna y la diurna de cada signo. Como cada signo del Zodiaco asciende durante dos horas cada día, los veinticuatro caballeros representan las horas, los veinticuatro ancianos delante del trono en el Apocalipsis y las veinticuatro divinidades persas que representan los espíritus de las divisiones del día. En el centro de la Mesa estaba la rosa que simbolizaba la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y también la resurrección, porque Él resucitó de entre los muertos. También había un asiento misterioso que estaba vacío, llamado el «asiento peligroso», en el cual solo podía sentarse quien hubiese hallado el Santo Grial.
En la personalidad de Arturo se encuentra una forma nueva del mito cósmico siempre recurrente. El príncipe de Britania es el sol, sus caballeros son el Zodiaco y su espada flamígera puede ser el rayo del sol con el cual se enfrenta y vence a los dragones de la oscuridad o pue de representar el eje de la tierra. La Mesa Redonda de Arturo es el universo; el «asiento peligroso» es el trono del hombre perfecto. En su sentido terrenal, Arturo fue el Gran Maestro de una hermandad cristiano-masónica de filósofos místicos que se llamaban a sí mismos caballeros. Arturo recibió la posición elevada de Gran Maestro de aquellos caballeros, porque había logrado extraer la espada (el espíritu) del yunque de los metales de baja ley (su naturaleza inferior). Como pasa siempre, el Arturo histórico no tardó en confundirse con las alegorías y los mitos de su orden hasta que, en la actualidad, resulta imposible separarlos Tras la muerte de Arturo en el campo de batalla de Kamblan, sus Misterios se interrumpieron y, esotéricamente, se lo llevaron en una barcaza negra, según la hermosa descripción que hace Tennyson en La muerte de Arturo. La gran espada, Excalibur, volvió a ser arrojada a las aguas de la eternidad: todo esto es un retrato vívido del descenso de la noche cósmica al final del día de la manifestación universal. Es probable que el cuerpo del Arturo histórico fuese enterrado en la abadía de Glastonbury, un edificio que se identifica mucho con los ritos místicos tanto del Grial como del ciclo artúrico. Sin duda, los rosacruces medievales poseían el verdadero secreto del ciclo artúrico y de la leyenda del Grial, ya que su orden incorporaba buena parte de aquel simbolismo. A pesar de ser la clave más evidente del misterio del Christos, la leyenda del Grial es la que menos se ha tenido en cuenta.
LA CRUZ Y LA CRUCIFIXIÓN EN EL MISTICISMO PAGANO Y EL CRISTIANO
Una de las leyendas más interesantes con respecto a la cruz es la que se conserva en La leyenda dorada, de Jacobo de la Vorágine. Cuenta la historia que, cuando Adán se dio cuenta de que se acercaba al final de su vida, suplicó a su hijo Set que fuera en peregrinación al Jardín del Edén y pidiera al ángel que custodiaba la entrada el aceite de la misericordia que Dios había prometido a la humanidad. Set no sabía llegar, pero su padre le indicó que quedaba hacia el Este y que no le costaría encontrar el camino, porque, después de que Eva y él fueran expulsados del Jardín del Señor, no había vuelto a crecer la hierba en el sendero que sus pies habían hollado.
Siguiendo las indicaciones de su padre, a Set no le costó llegar al Jardín del Edén. El ángel que custodiaba la entrada lo dejó entrar y, en medio del jardín, Set vio un árbol enorme, cuyas ramas llegaban hasta el cielo. El árbol tenía forma de cruz y estaba al borde de un precipicio que descendía hasta las profundidades del Averno. Las raíces entrelazadas de aquel árbol mantenían prisionero el cuerpo de su hermano Caín. El ángel no quiso darle el aceite de la misericordia, pero, en cambio, le entregó tres semillas del árbol de la Vida (algunos dicen que eran del árbol del Conocimiento). Set regresó con ellas junto a su padre, que se puso tan contento que ya no quiso vivir más y a los tres días murió; entonces le pusieron las tres semillas en la boca, como había dicho el ángel. Las semillas se convirtieron en un árbol joven con tres troncos en uno, que absorbió la sangre de Adán, de modo que la vida de Adán estaba en el árbol. Noé arrancó aquel árbol de raíz y lo llevó consigo en el arca. Cuando las aguas bajaron, enterró la cabeza de Adán bajo el monte Calvario y plantó el árbol en la cima del monte Líbano.
Moisés vio a un ser utópico en medio de aquel árbol (la zarza ardiente) y cortó de él la vara mágica con la cual podía extraer agua de las piedras, pero, como no invocó al Señor la segunda vez que golpeó la piedra, no se le permitió llegar con el báculo sagrado hasta la Tierra Prometida, de modo que lo plantó en la meseta de Moab. Después de buscarlo mucho, el rey David encontró el árbol y su hijo. Salomón, trató de usarlo para hacer una columna de su templo, pero sus carpinteros no pudieron cortarlo del tamaño necesario: quedaba demasiado largo o demasiado corto. Al final, indignados, lo dejaron de lado y lo usaron para hacer un puente que comunicara Jerusalén con las montañas circundantes Cuando la reina de Saba fue a visitar al rey Salomón, tendría que haber atravesado aquel puente, pero ella, al ver el árbol, se negó a ponerle el pie encima y, después de arrodillarse y rezar, se quitó las sandalias y vadeó el río. Esto impresionó tanto al rey Salomón que ordenó que cubrieran el leño de placas de oro y lo pusieran encima de la puerta de su templo, donde permaneció hasta que su nieto codicioso robó el oro y enterró el árbol, para que no lo descubrieran.
De la tierra en la que fue enterrado el árbol no tardó en brotar un pozo de agua, llamado Bethesda, al que acudían a curarse los enfermos de toda Siria. El ángel del pozo se convirtió en el guardián del árbol y nadie reparó en él durante muchos años, hasta que al final el leño flotó hasta la superficie y volvió a ser usado como puente, en aquella ocasión entre el Calvario y Jerusalén, y por él pasó Jesús para ser crucificado. Como no había leña en el Calvario, cortaron el árbol en dos partes para fabricar la cruz en la que fue crucificado el Hijo del Hombre. Se colocó la cruz en el lugar exacto en el que había sido enterrada la cabeza de Adán. Posteriormente, cuando la emperatriz Helena descubrió la cruz, resultó que estaba hecha con cuatro variedades distintas de madera procedentes de un mismo árbol —en representación de los elementos— y a partir de entonces la cruz siguió curando a todos los enfermos a los que se permitió tocarla. Cualquier investigación —hasta la más superficial— sobre el lugar correspondiente a la cruz en el simbolismo religioso desmiente la idea frecuente de que el mundo cristiano era el único que la veneraba. Los primeros cristianos usaron todos los medios posibles para ocultar el origen pagano de sus símbolos, sus doctrinas y sus rituales y destruyeron los libros sagrados de los pueblos entre los cuales se establecieron o los volvieron inaccesibles para los estudiosos de la filosofía comparativa, pensando —aparentemente— que así podrían eliminar toda constancia del origen precristiano de sus doctrinas. En algunos casos alteraron los escritos de diversos autores antiguos, suprimieron pasajes comprometedores o intercalaron textos que no tenían nada que ver. El pasaje supuestamente espurio de Flavio Josefo con respecto a Jesús es uno de los ejemplos que se aducen como ejemplo de esta tendencia.