quarta-feira, 1 de fevereiro de 2023

Manly Palmer Hall - Los Animales y Sus Secretos

PECES, INSECTOS, ANIMALES, REPTILES Y AVES

—Primera parte—

Todas las razas de la Antigüedad veneraban a las criaturas que vivían en el agua, el aire y la tierra. Conscientes de que los cuerpos visibles no son más que símbolos de las fuerzas invisibles, los antiguos adoraban al Poder Divino a través de los reinos inferiores de la naturaleza, porque aquellas criaturas menos evolucionadas y más simples reaccionaban de forma más inmediata a los impulsos creativos de los dioses. Los sabios de antaño estudiaron los seres vivos hasta el extremo de darse cuenta de que la manera más perfecta de comprender a Dios es a través del conocimiento de Su obra suprema: la naturaleza animada y la inanimada.

Todas las criaturas que existen manifiestan algún aspecto de la inteligencia o el poder del Uno Eterno, que jamás se puede llegar a conocer si no es a través del estudio y la apreciación de Sus partes, que son contadas pero inconcebibles. Por consiguiente, cuando se elige una criatura como símbolo para la mente humana concreta de algún principio abstracto oculto, se debe a que sus características manifiestan en una acción visible aquel principio invisible. En el simbolismo religioso de casi todas las naciones aparecen peces, insectos, animales, reptiles y aves, porque las formas y los hábitos de estas criaturas y el medio en el que existen las relacionan estrechamente con los diversos poderes generadores y germinadores de la naturaleza, que se consideraban pruebas visibles de la omnipresencia divina. Como los filósofos y los científicos primitivos sabían que toda la vida tenía origen en el agua, eligieron el pez como símbolo del germen de la vida. El símil resulta aún más acertado por el hecho de que los peces son los seres más prolíficos. Aunque es posible que los sacerdotes primitivos no contaran con los instrumentos necesarios para analizar un espermatozoide, por deducción llegaron a la conclusión de que se parecía a un pez. Los peces eran sagrados para los griegos y los romanos y estaban relacionados con el culto a Afrodita (Venus). Encontramos un interesante vestigio de ritualismo pagano en la costumbre de comer pescado los viernes. Freyja, de cuyo nombre deriva la palabra «viernes» en la mayoría de las lenguas germánicas, era la Venus escandinava y muchas naciones consagraban aquel día a la diosa de la belleza y la fertilidad. Esta analogía contribuye a vincular el pescado con el misterio de la procreación. El viernes también es sagrado para los seguidores del profeta Mahoma.

La palabra nun significa tanto «pez» como «crecimiento» y, como dice Inman: «A los judíos los condujo a la victoria el Hijo del Pez, también llamado Josué y Jesús (el Salvador). En inglés, nun significa religiosa de la fe cristiana. Los cristianos primitivos usaban tres peces para representar a la Santísima Trinidad y el pez también es uno de los ocho símbolos sagrados del gran Buda. Asimismo, resulta significativo que el delfín estuviese consagrado tanto a Apolo (el salvador solar) como a Neptuno. Se creía que aquel pez transportaba al cielo sobre su lomo a los marineros que habían naufragado. El delfín fue aceptado por los primeros cristianos como emblema de Cristo, porque para los paganos aquella hermosa criatura era amiga y benefactora del hombre. Es posible que el heredero al trono de Francia, el dauphin, deba su título a aquel antiguo símbolo pagano del poder preservador divino. Los primeros defensores del cristianismo comparaban a los conversos con peces, que, en el momento del bautismo, “regresaban otra vez al mar de Cristo”». Los pueblos primitivos creían que el mar y la tierra estaban habitados por criaturas extrañas y los primeros libros de zoología contienen curiosas ilustraciones de bestias, reptiles y peces complejos, que no existían en la época en la cual los autores medievales compilaron aquellos libros voluminosos. En los antiguos rituales de iniciación de los Misterios persas, griegos y egipcios, los sacerdotes se disfrazaban de criaturas complejas, con lo cual representaban distintos aspectos de la conciencia humana. Usaban aves y reptiles como emblemas de sus diversas divinidades y a menudo creaban formas de aspecto grotesco y les asignaban rasgos, hábitos y entornos imaginarios para simbolizar determinadas verdades espirituales y trascendentales, que así se mantenían ocultas a los profanos. El fénix hacía su nido con incienso y llamas. El unicornio tenía cuerpo de caballo, patas de elefante y cola de jabalí. La parte superior del cuerpo del centauro era humana y la inferior, equina. El pelícano de los herméticos alimentaba a sus crías de su propio pecho y a esta ave se le asignaban otros atributos misteriosos, que solo podían ser verdad de forma alegórica.

Si bien muchos escritores de la Edad Media los consideraban criaturas vivas, ninguno de ellos —salvo el pelícano—existió jamás fuera del simbolismo de los Misterios. Es posible que tuvieran su origen en rumores sobre animales poco conocidos entonces, pero en el templo se hacían realidad, porque allí representaban las múltiples características de la naturaleza humana. La mantícora tenía algunos puntos en común con la hiena; el unicornio pudo haber sido el rinoceronte de un solo cuerno. Para los estudiosos de la sabiduría secreta, aquellos animales y aves complejos no representan más que diversas fuerzas que actúan en los mundos invisibles. Esto es algo que parecen haber pasado por alto casi todos los que escriben sobre el tema de los monstruos medievales.

También hay leyendas que sostienen que mucho antes de la aparición de los seres humanos existía una raza o una especie de criaturas complejas que fueron destruidas por los dioses. Los templos de la Antigüedad conservaban sus propios registros históricos y poseían información acerca del mundo prehistórico que jamás ha sido revelada a los no iniciados. Según aquellos registros, la raza humana evolucionó a partir de una especie de criatura que tenía en parte la naturaleza de un anfibio, porque en aquel entonces el hombre primitivo tenía branquias como los peces y estaba parcialmente recubierto de escamas. En cieno modo y viendo el embrión humano, cabe la posibilidad de que fuera así. Como consecuencia de la teoría del origen acuático del hombre, el pez se consideraba el progenitor de la familia humana, de donde surgió la «ictiolatría» de los caldeos, los fenicios y los brahmanes. Los indígenas americanos creen que las aguas de los lagos, los ríos y los océanos están pobladas por un pueblo misterioso: los indios de las aguas.

El pez se ha utilizado como emblema de condenación, pero para los chinos representaba la satisfacción y la buena suerte y aparecen peces en muchas de sus monedas. Tifón, o Set, el genio del mal de los egipcios, dividió el cuerpo del dios Osiris en catorce partes y arrojó una de ellas en concreto al río Nilo, donde, según Plutarco, se la comieron tres peces: el lepidotus (probablemente Lepisosiren), el phagrus y el oxyrynchus (una especie de lucio). Por tal motivo, los egipcios se negaban a comer la carne de estos peces, convencidos de que hacerlo sería consumir el cuerpo de su dios. Cuando se usaba como símbolo del mal, el pez representaba la tierra (la naturaleza inferior del hombre) y la tumba (el sepulcro de los Misterios). Por eso, Jonás pasó tres días en el vientre del «gran pez», como Cristo estuvo tres días en la tumba.

Varios de los primeros Padres de la Iglesia creían que la «ballena» que había tragado a Jonás era el símbolo de Dios Padre, que cuando el desventurado profeta fue arrojado por la borda, lo aceptó dentro de Su propia naturaleza hasta que llegó a un lugar seguro. En realidad, la historia de Jonás es una leyenda sobre la iniciación en los Misterios y el «gran pez» representa la oscuridad de la ignorancia que traga al hombre cuando lo arrojan por el costado del barco (nace) al mar (la vida). Es posible que la historia se originara a partir de la costumbre, común en la Antigüedad, de construir embarcaciones en forma de peces o de aves y que Jonás simplemente fuera recogido por otro barco y llevado a puerto y que la forma de la embarcación hiciera que se la llamara «gran pez». («Veritatis simplex oratio est!») Lo más probable es que la «ballena» de Jonás se basara en una criatura mitológica pagana, el hippocampus, en parte caballo y en parte delfín, porque las estatuas y las tallas cristianas primitivas muestran una criatura compleja, en lugar de una ballena de verdad. Cabe suponer que las misteriosas serpientes marinas que, según las leyendas mayas y toltecas, llevaron a los dioses a México eran embarcaciones vikingas o caldeas construidas en forma de monstruos marinos o dragones complejos. H. P. Blavatsky propone la teoría de que la palabra cetus, la gran ballena, deriva de keto, un nombre del dios pez, Dagon, y que en realidad Jonás, después de ser capturado por marineros fenicios y antes de ser trasladado a una de sus ciudades, estuvo confinado en una celda abierta en el cuerpo de una estatua gigantesca de Dagon. Existe sin duda un gran misterio en torno a la forma gigantesca del cetus, que se sigue conservando como constelación.

Según numerosos fragmentos dispersos que se conservan, la naturaleza inferior del hombre se simbolizaba mediante una criatura tremenda y violenta, parecida a una gran serpiente o dragón, llamada leviatán. Todos los símbolos con forma o movimientos de serpiente representan la energía solar en alguna de sus numerosas formas. Por consiguiente, esta gran criatura marina representa la vida solar aprisionada en el agua y también la energía divina que corre por el cuerpo del hombre, donde, hasta que se transmuta, se manifiesta como un monstruo que se retuerce: los apetitos, las pasiones y los deseos del hombre. Entre los símbolos de Cristo como Salvador de los hombres hay varios relacionados con el misterio de Su naturaleza divina, ocultos en la personalidad del Jesús humilde.

Los gnósticos dividían la naturaleza del Redentor cristiano en dos panes: por un lado, Jesús, el hombre mortal, y por el otro, Cristo, la personificación del Nous, el principio de la Mente Cósmica. Nous, el mayor, durante un período de tres años (desde el bautismo hasta la crucifixión) se vistió con la carne del hombre mortal (Jesús). Para poner de manifiesto este punto y, sin embargo, mantenerlo oculto para los ignorantes, se utilizaron numerosas criaturas extrañas y a menudo repulsivas, cuyo exterior tosco ocultaba organismos espléndidos. Kenealy, en sus notas a The Book of Enoch, comenta lo siguiente: «Resulta evidente por qué la oruga era el símbolo del Mesías: porque, bajo un aspecto humilde, rastrero y totalmente terrenal, oculta la hermosa forma de la mariposa que, con sus alas radiantes, emula con sus colores variados el arco iris, la serpiente, el salmón, el escarabajo, el pavo real y el delfín que muere. […]».


Los insectos

En 1609 se publicó Amphitheatrum Sapientiae Æternae, de Heinrich Khunrath. Éliphas Lévi declaró que sus páginas esconden todos los grandes secretos de la filosofía mágica. En una ilustración notable de esta obra vemos a las ciencias herméticas atacadas por los pedagogos intolerantes e ignorantes del siglo XVII. Para manifestar el desprecio absoluto que sentía por quienes lo calumniaban, Khunrath convirtió a cada uno en una bestia compleja, añadiendo a uno unas orejas de burro y a otro una cola falsa. Reservó la parte superior de la imagen para ciertos murmuradores mezquinos a los que dio formas adecuadas. Llenó el aire de criaturas extrañas —libélulas enormes, ranas aladas, aves con cabeza humana y otras formas extrañas e indescriptibles—, que acumulaban malevolencias, cotilleos, resentimientos, calumnias y otras formas de persecución sobre los arcanos secretos de los sabios. El dibujo indicaba que sus ataques eran inútiles. A menudo se utilizaban insectos venenosos para simbolizar el poder mortífero de la lengua humana. Todo tipo de insectos también eran considerados emblemáticos de los espíritus y los demonios de la naturaleza, porque se creía que en la atmósfera había de los dos. Los dibujos medievales que muestran a los magos en el momento de invocar a los espíritus a menudo retratan los poderes misteriosos del más allá, que el mago ha conjurado y que aparecen ante él en formas complejas que incluyen partes de insectos. Parece que los filósofos primitivos opinaban que las enfermedades que arrasaban comunidades en forma de plagas en realidad eran seres vivos, solo que, en lugar de percibirlos como un montón de gérmenes diminutos, veían toda la plaga como una individualidad y le daban una forma horrorosa para representar su carácter destructivo. Como las plagas llegaban por el aire, se simbolizaban mediante insectos o aves.

Se asignaban formas geométricas hermosas a todas las condiciones o poderes naturales benéficos, mientras que a los antinaturales o los malignos se les asignaban figuras retorcidas y anómalas. El Maligno estaba espantosamente deformado o, de lo contrario, tenía la naturaleza de algunos animales despreciables. Según una superstición popular de la Edad Media, el Diablo tenía patas de gallo, mientras que los egipcios asignaban a Tifón (el Diablo) el cuerpo de un cerdo. Se estudiaron cuidadosamente los hábitos de los insectos, con lo cual se tomaba a la hormiga como emblema de la laboriosidad y la previsión, ya que almacenaba provisiones para el invierno y también tenía fuerza para mover objetos que pesaban varias veces más que ella. Las langostas que descendían en forma de nubes y en algunas partes de África y Asia ocultaban el sol y destruían todo verdor se consideraban emblemas adecuados de la pasión, la enfermedad, el odio y los conflictos porque estas emociones destruyen todo lo bueno en el alma humana y dejan tras ellas un desierto árido. En el folclore de diversas naciones se otorga una importancia especial a determinados insectos, pero los que han recibido veneración y consideración en todo el mundo son el escarabajo, el rey de los insectos: el escorpión, el gran traidor; la mariposa, el emblema de la metamorfosis, y la abeja, el símbolo de la laboriosidad.

El escarabajo egipcio es una de las figuras simbólicas más extraordinarias que haya concebido jamás la mente humana. Gracias a la erudición del clero, dejó de ser un simple insecto y, por la peculiaridad de sus hábitos y su aspecto, se convirtió en símbolo adecuado de la fuerza del cuerpo, de la resurrección del alma y del Creador eterno e incomprensible en Su aspecto de Señor del Sol. Sobre la adoración del escarabajo por parte de los egipcios, E. A. Wallis Budge afirma lo siguiente: También se creía en la época primitiva que el cielo era un prado inmenso por el cual avanzaba poco a poco un escarabajo enorme, empujando el disco del sol. Aquel escarabajo era el dios del cielo y, siguiendo el ejemplo del escarabajo pelotero (Scarabaeus sacer), que hacía rodar con las patas traseras una bola que se suponía que contenía sus huevos, los antiguos egipcios pensaban que la bola del dios del cielo contenía su huevo y que el sol era su hijo. Sin embargo, gracias a las investigaciones de monsieur J. H. Fabre, un entomólogo destacado, en la actualidad sabemos que la bola que hace rodar el Scarabaeus sacer no contiene sus huevos, sino excremento que servirá para alimentar su huevo, que pone en un lugar preparado con sumo cuidado. Algunas veces, a los iniciados en los Misterios egipcios los llamaban escarabajos y también leones y panteras.

El escarabajo era el emisario del sol y simbolizaba la luz, la verdad y la regeneración. Se colocaban escarabajos de piedra —los llamaban «escarabajos del corazón» y medían unos ocho centímetros— en la cavidad cardíaca del difunto cuando se retiraba el corazón para ser embalsamado separadamente como parte del proceso de momificación. Algunos sostienen que los escarabajos de piedra simplemente se envolvían en la mortaja en el momento de preparar el cuerpo para su preservación eterna. El pasaje que se transcribe a continuación con respecto a este tema aparece en el gran libro de iniciación egipcio, El Libro de los muertos: «He aquí que os convertiréis en un escarabajo de piedra verde que se colocará en el pecho de un hombre y llevará a cabo para él “la apertura de la boca”». Los ritos funerarios de muchas naciones guardan una notable similitud con las ceremonias de iniciación a sus Misterios.

Ra, el dios del sol, tenía tres aspectos importantes. Como creador del universo, se representaba mediante la cabeza de un escarabajo y recibía el nombre de Jepera, que significaba la resurrección del alma y una vida nueva al final del período mortal. Los sarcófagos en los que se ponían las momias de los difuntos egipcios casi siempre estaban adornados con escarabajos Por lo general se pintaba uno sobre el sarcófago, con las alas desplegadas justo encima del pecho del difunto. El hecho de que se hallaran tantos escarabajos pequeños de piedra indica que eran uno de los adornos preferidos de los egipcios. Por su relación con el sol, el escarabajo simbolizaba la parte divina de la naturaleza humana. Que sus hermosas alas estuvieran ocultas bajo su caparazón brillante representaba el alma alada del hombre, oculta dentro de su cubierta terrenal. Los soldados egipcios tenían el escarabajo como símbolo particular, porque los antiguos creían que aquellas criaturas eran todas machos y, por consiguiente, adecuadas como símbolo de virilidad, fuerza y valor.

Plutarco destacaba que el insecto hacía rodar su peculiar bola de excremento hacia atrás, mientras el insecto miraba en la dirección contraria, lo cual lo convertía en un símbolo particularmente adecuado para el sol, ya que este astro (según la astronomía egipcia) rodaba de Oeste a Este, aunque parecía moverse en sentido contrario. Según una alegoría egipcia, la salida del sol se debe a que el escarabajo despliega sus alas, que se extienden como colores espléndidos a ambos lados del cuerpo —el globo solar — y que, cuando pliega sus alas bajo su caparazón oscuro, al ponerse el sol, se hace de noche. Jepera, el aspecto de Ra con cabeza de escarabajo, se representa a menudo atravesando el mar del cielo en una embarcación hermosa llamada «la barca del sol». El escorpión es el símbolo tanto de la sabiduría como de la autodestrucción. Los egipcios lo llamaban «la criatura maldita» y la época del año en la que el sol entraba en el signo de Escorpio indicaba el comienzo del gobierno de Tifón. Cuando se utilizaban los doce signos del Zodiaco para representar a los doce apóstoles (aunque en realidad es al revés), el escorpión se asignada a Judas Iscariote, el traidor.

El escorpión clava el aguijón que tiene en la cola y por eso se considera que ataca por la espalda, que es falso y embustero. En The Dictionary of the Bible, Calmet afirma que el escorpión es un emblema apropiado del mal y el símbolo de la persecución. Se dice que los vientos secos de Egipto son obra de Tifón, que transmite a la arena el calor abrasador del mundo infernal y el aguijón del escorpión. Este insecto también era el símbolo del fuego espinal que, según los Misterios egipcios, destruía al hombre cuando se le permitíaacumularse en la base de la columna (lacola del escorpión). La estrella roja Antares, situada en la parte posterior del escorpión celestial, se consideraba la peor luz del cielo. A Kalb al-Akrab, o el corazón del escorpión, los antiguos la llamaban la lugarteniente o delegada de Marte.

Se creía que Antares perjudicaba la vista y que a menudo causaba ceguera si, cuando nacía un niño, salía por encima del horizonte. Es posible que esto también haga referencia a las tormentas de arena, que podían enceguecer a los viajeros incautos. El escorpión también era el símbolo de la sabiduría, porque el fuego que controlaba era capaz de iluminar, además de consumir. Según los paganos, la iniciación en los Grandes Misterios solo se celebraba bajo el signo del escorpión. En el Papiro de Ani (El Libro de los Muertos), el difunto compara su alma con un escorpión y dice lo siguiente: «Soy una golondrina, soy aquel escorpión, ¡la hija de Ra!». Elizabeth Goldsmith, en su tratado sobre simbolismo sexual, afirma que los escorpiones eran un «símbolo de Selk, la diosa egipcia de la escritura, y que también los veneraban los babilonios y los asirios, como guardianes de la puerta del sol. Se decía que siete escorpiones habían acompañado a Isis mientras buscaba los restos de Osiris que Set (Tifón) había esparcido».

En The Chaldean Account of the Génesis, George Smith, al describir —copiando de los cilindros cuneiformes—las andanzas del héroe Izdubar (Nimrod), arroja algo de luz sobre el dios escorpión que protege al sol. La tablilla que tradujo no es perfecta, aunque el significado es bastante claro: «[…] que todos los días custodian el sol naciente. Su corona estaba en el entramado del cielo y sus pies, debajo del infierno [la columna vertebral]. El hombre escorpión vigilaba la puerta y quemaba de lo horroroso que era, su aspecto era como la muerte y el poder de su miedo sacudía el bosque.

A la salida y la puesta del sol, protegían al sol; cuando Izdubar los veía, su cara se cubría de miedo y terror». Los romanos primitivos tenían una maquinaria bélica llamada «el escorpión», que se usaba para arrojar flechas, y es probable que debiera su nombre al gran soporte de madera —parecido a la cola del escorpión— que se levantaba para arrojarlas. Los proyectiles que disparaba aquella arma también se llamaban escorpiones. La mariposa (con el nombre de Psique, una hermosa doncella con alas de luz opalina) simboliza el alma humana, por las etapas que cubre para desarrollar su capacidad para volar. Las tres divisiones que atraviesa la mariposa en su evolución se parecen mucho a los tres grados de la escuela mistérica, que consuman —se supone—la evolución del hombre, proporcionándole unas alas emblemáticas que le permitan subir a los cielos. El hombre impenitente, ignorante e incapaz se simboliza mediante la etapa comprendida entre el óvulo y la larva; el discípulo, que busca la verdad y hace hincapié en la meditación, mediante la segunda etapa, de larva a pupa, momento en el cual el insecto entra en su crisálida (la tumba de los Misterios); la tercera etapa, de pupa a imago (cuando sale la mariposa perfecta), representa el alma iluminada y desarrollada del iniciado que sale de la tumba de su naturaleza inferior.

Las polillas o mariposas nocturnas representan la sabiduría secreta, porque son difíciles de encontrar y se ocultan en la oscuridad (la ignorancia). Algunas son emblemas de la muerte, como la Acherontia atropos, la esfinge de la calavera o esfinge de la muerte, que tiene una marca en el cuerpo que se parece un poco a una calavera humana. El escarabajo del reloj de la muerte (Xestobium rufovillosum), del cual se creía que avisaba cuando se acercaba la muerte emitiendo un sonido peculiar, es otro ejemplo de los insectos que intervienen en los asuntos humanos. Las opiniones difieren con respecto a la araña. Su forma la convierte en emblema adecuado de los plexos nerviosos y los ganglios del cuerpo humano. Para algunos europeos es de muy mal agüero matar una araña, posiblemente porque la consideran emisaria del Maligno, a quien nadie desea ofender. Existe un misterio en tomo a todas las criaturas venenosas, sobre todo los insectos. Paracelso enseñaba que la araña era el médiumpara una fuerza poderosa, pero maligna, que los magos negros utilizaban en sus tareas nefandas.

Determinadas plantas, minerales y animales han sido sagrados para todas las naciones de la tierra por su peculiar sensibilidad al fuego astral, un estado misterioso de la naturaleza con el cual el mundo científico se ha puesto en contacto a través de sus manifestaciones, como la electricidad y el magnetismo. La piedra imán y el radio en el reino mineral y diversas plantas parásitas en el reino vegetal son extrañamente susceptibles a este fuego eléctrico cósmico o fuerza vital universal. Los magos medievales se rodeaban de criaturas tales como murciélagos, arañas, gatos, serpientes y monos, porque podían apoderarse de las fuerzas vitales de aquellas especies y utilizarlas para conseguir sus propios fines. Algunas escuelas antiguas de sabiduría enseñaban que todos los insectos y reptiles venenosos germinan a partir de la naturaleza malvada del hombre y que cuando los seres humanos inteligentes ya no generen odio en su propia alma, dejarán de existir los animales feroces, las enfermedades repugnantes y las plantas y los insectos venenosos.

Entre los indios americanos se conoce la leyenda del «hombre araña», cuya red conectaba los mundos celestiales con la tierra. Para las escuelas secretas de India, algunos de los dioses que colaboraron con el universo durante su creación conectan los reinos de la luz con los de la oscuridad mediante telarañas. Por consiguiente, a los constructores del sistema cósmico, que mantenían unido el universo embrionario con hilos de fuerza invisible, a veces los llamaban «dioses araña» y a su soberano le decían «la Gran Araña».

La colmena aparece en la masonería para recordamos que en la diligencia y el esfuerzo por el bien común residen la verdadera felicidad y la prosperidad. La abeja es símbolo de sabiduría, porque, así como este pequeño insecto recoge polen de las flores, los hombres pueden extraer conocimientos de las experiencias de la vida cotidiana. La abeja está consagrada a la diosa Venus y, según los místicos, es una de las diversas formas de vida que llegaron a la tierra procedentes del planeta Venus hace millones de años. Se dice que el trigo y los plátanos tienen el mismo origen y por este motivo no se puede rastrear la fuente de estas tres formas de vida. El hecho de que las abejas estén gobernadas por reinas es uno de los motivos por los cuales este insecto se considera un símbolo femenino sagrado.

En India, el dios Prana —la personificación de la fuerza vital universal— a veces aparece rodeado de un círculo de abejas. Por su importancia para polinizar las flores, la abeja se acepta como símbolo del poder generador. Hubo un tiempo en que la abeja fue el emblema de los reyes de Francia. Los gobernantes franceses llevaban abejas bordadas en sus vestiduras y los doseles de sus tronos estaban adornados con grandes figuras de estos insectos.

La mosca representa al torturador, por las molestias que ocasiona a los animales. Al dios caldeo Baal a menudo se lo llamaba Baal-Zebul, o el dios de la morada. La palabra zebub o zabab quiere decir «mosca» y Baal-Zebul se convirtió en Baalzebub, Beelzebub o Belcebú, una palabra que, sin demasiado rigor, se tradujo como «mosca de Júpiter». La mosca se consideraba una forma de poder divino, por su capacidad para destruir sustancias en descomposición y de este modo favorecer la salud. Es posible que la mosca deba el nombre de zebub a su peculiar zumbido. Inman cree que Baalzebub, del cual se burlaban los judíos llamándolo «mi Señor de las moscas», en realidad quiere decir «mi Señor que zumba o murmura». Inman recuerda al Memnón que cantaba en el desierto egipcio, una figura enorme con un arpa eólica en lo alto de la cabeza. Cuando el viento sopla con fuerza, la gran estatua suspira o zumba. Los judíos transformaron Baalzebub en Beelzebub y lo convirtieron en su príncipe de los demonios, al interpretar daemon como «demonio». Para defender a Virgilio de las acusaciones de brujería, Naudaeus trató de desmentir todos los milagros que supuestamente había hecho Virgilio y presentó pruebas suficientes para declarar culpable al poeta de todos los cargos. Entre otras proezas extrañas, Virgilio fabricó una mosca de bronce y, después de ciertas ceremonias misteriosas, la colocó sobre una de las puertas de Nápoles, de resultas de lo cual no entró ninguna mosca en la ciudad durante más de ocho años.


Los reptiles

Se escogió a la serpiente como cabeza de la familia de los reptiles. El culto a las serpientes ha estado presente de alguna forma en casi toda la tierra. Los montículos en forma de serpiente de los indios americanos; las serpientes talladas en piedra de América Central y América del Sur; las cobras encapuchadas de India: Pitón, la gran serpiente de los griegos; las serpientes sagradas de los druidas; la serpiente de Midgard en Escandinavia; las Naga de Birmania, Siam y Camboya; la serpiente de bronce de los judíos; la serpiente mística de Orfeo; las serpientes del oráculo de Delfos, que se enroscaban en torno al trípode sobre el cual se sentaba la sacerdotisa Pitia, un trípode que, de por sí, tenía forma de serpientes enroscadas; las serpientes sagradas que se mantenían en los templos egipcios; los uraeus enroscados sobre la frente de los faraones y los sacerdotes, todos ellos son ejemplos de la veneración universal que despertaban las serpientes. En los antiguos Misterios, la serpiente enroscada alrededor de un bastón era el símbolo del médico. El caduceo de Hermes con las serpientes enroscadas sigue siendo el emblema de la profesión médica. En casi todos estos pueblos antiguos, la serpiente se aceptaba como símbolo de sabiduría o salvación. La antipatía que siente el cristianismo con respecto a la serpiente se debe a la alegoría mal entendida del Jardín del Edén.

La serpiente es fiel al principio de la sabiduría, porque tienta al hombre con el conocimiento de sí mismo. Por consiguiente, su propio conocimiento hizo que el hombre desobedeciera al Demiurgus, Jehová. Cómo era posible que hubiera una serpiente en el jardín del Señor, cuando Dios había declarado que todas las criaturas que Él había creado durante los seis días de la creación eran buenas, no ha recibido una respuesta satisfactoria por parte de los intérpretes de las Escrituras. El árbol que crece en medio del jardín es el fuego espinal; el conocimiento de la utilidad de aquel fuego espinal es el regalo de la gran serpiente. A pesar de cualquier afirmación en contrario, la serpiente es el símbolo y el prototipo del Salvador universal, que redime al mundo proporcionando a la creación el conocimiento de sí misma y el reconocimiento del bien y del mal. Si esto no fuera así, ¿por qué Moisés puso una serpiente de bronce en el extremo de una cruz en el desierto, para que todos los que la vieran sanaran de las picaduras de las serpientes menores? ¿No era acaso aquella serpiente de bronce una profecía del crucificado que vendría después? Si la serpiente no es más que algo malo, ¿por qué Cristo enseñaba a Sus discípulos que tenían que ser astutos como serpientes?

La teoría aceptada de que la serpiente es malvada no se puede corroborar. Hace mucho que se la considera el emblema de la inmortalidad. Es el símbolo de la reencarnación, o de la metempsicosis, porque todos los años muda de piel y reaparece, como quien dice, en un cuerpo nuevo. En tal sentido, existe una antigua superstición según la cual las serpientes no mueren nunca, a menos que sufran una muerte violenta, y que, si no les hacen daño, viven para siempre.

También se creía que las serpientes se tragaban a sí mismas y por eso se consideraban emblemas del Creador Supremo, que periódicamente reabsorbía Su universo otra vez hacia Él mismo. Refiriéndose al origen del culto a la serpiente, H. P. Blavatsky hace una afirmación significativa en Isis sin velo: «Antes de que nuestro globo adquiriera forma de huevo o redonda, era una estela de polvo cósmico o una niebla de fuego, que se movía y se retorcía como una serpiente. Esto era, según las explicaciones, el Espíritu de Dios que se movía sobre el caos hasta que su aliento incubó la materia cósmica y la hizo adoptar la forma anular de una serpiente con la cola en la boca: emblema de la eternidad en su mundo espiritual y en el nuestro, en su sentido físico».

La serpiente de siete cabezas representa la Divinidad Suprema, que se manifiesta a través de Sus Elohim, o siete espíritus, con cuya ayuda Él estableció Su universo. Los paganos han utilizado las espirales de la serpiente para simbolizar el movimiento y también las Órbitas de los cuerpos celestes, y es probable que el símbolo de la serpiente enroscada en torno al huevo —habitual en muchas de las antiguas escuelas mistéricas— representara tanto el movimiento aparente del sol en torno a la tierra como las franjas de luz astral, o el gran agente mágico, que se mueven sin cesar en torno al planeta.

La electricidad se solía simbolizar mediante la serpiente, debido a su movimiento. La electricidad que pasa entre los polos de un arco tiene un movimiento serpenteante. A la fuerza que se proyectaba a través de la atmósfera la llamaban «la gran serpiente». Como símbolo de la fuerza universal, la serpiente era emblema tanto del bien como del mal. La fuerza puede derribar con tanta rapidez como puede crecer. La serpiente con la cola en la boca es el símbolo de la eternidad, porque, en esa posición, el cuerpo del reptil no tiene principio ni fin. La cabeza y la cola representan el polo positivo y el negativo del circuito vital cósmico. A los iniciados de los Misterios a menudo se los llamaba «serpientes» y su sabiduría se consideraba análoga al poder de inspiración divina de la serpiente. No cabe duda de que se otorgaba el título de «serpientes aladas» (¿los serafines?) a una de las jerarquías invisibles que trabajaron con la tierra durante las primeras etapas de su formación.

Según una leyenda, cuando comenzó el mundo llovieron sobre la tierra serpientes aladas: es probable que fueran los semidioses que preceden a la civilización histórica de cualquier nación. La relación simbólica entre el sol y la serpiente se manifiesta literalmente en el hecho de que la vida permanece en la serpiente hasta la puesta del sol, aunque la corten en una docena de partes Según los indios hopi, la serpiente está en estrecha comunicación con el Espíritu de la Tierra; por consiguiente, cuando llega el momento de su danza anual de la serpiente, para enviar sus plegarias al Espíritu de la Tierra, primero consagran de forma especial una gran cantidad de estos reptiles y después los liberan para que regresen a la tierra con las plegarias de la tribu. La rapidez de movimiento de los lagartos ha hecho que se los asociara con Mercurio, el mensajero de los dioses, cuyos pies alados recorrían distancias infinitas casi de forma instantánea. Un estudioso eminente como el doctor H. E. Santee, en su Anatomy of the Brain and Spinal Cord, menciona algo que no se debe pasar por alto en relación con el simbolismo de los reptiles: «Los reptiles tienen dos cuerpos pineales, uno anterior y otro posterior; el posterior no se desarrolla, mientras que el anterior forma un ojo ciclópeo rudimentario. En los tuátaras, una especie de iguana neocelandesa, se proyecta a través del foramen parietal y presenta una lente y una retina imperfectas y, en su tallo largo, fibras nerviosas».

Los egipcios consideraban a los cocodrilos tanto símbolos de Tifón como emblemas de la Divinidad Suprema; esto último se debe a que, mientras está bajo el agua, el cocodrilo puede ver —según afirma Plutarco—, aunque sus ojos estén cubiertos por una membrana delgada. Los egipcios afirmaban que, por muy lejos que el cocodrilo desovara, el Nilo siempre llegaría hasta sus huevos en la siguiente crecida, ya que este reptil estaba dotado de un sentido misterioso que le permitía saber hasta dónde llegaría la crecida meses antes de que se produjera. Había dos tipos de cocodrilos Los egipcios aborrecían a los más grandes y más feroces, porque los comparaban con la naturaleza de Tifón, su demonio destructor. Tifón acechaba para devorar a todos los que no superaran el Juicio de los Muertos, un rito que tenía lugar en la Sala de Justicia, entre la tierra y los campos elíseos. Anthony Todd Thomson describe de la siguiente manera el buen trato que daban a los cocodrilos más pequeños y más dóciles, que los egipcios aceptaban como personificaciones del bien: «Les daban de comer todos los días y algunas veces les echaban en la garganta vino caliente con especias Les adornaban las orejas con aros de oro y piedras preciosas y las patas delanteras con brazaletes». Para los chinos, la tortuga era símbolo de longevidad. En un templo de Singapur se conservan un montón de tortugas sagradas que llevan la edad grabada en el caparazón. Los indios americanos usan el lomo que hay en la parte posterior del caparazón de la tortuga como símbolo de la gran división entre la vida y la muerte. La tortuga es símbolo de sabiduría, porque se repliega en sí misma y se protege sola. También es un símbolo fálico, como expresa su relación con la longevidad. Los hindúes representaban el universo sostenido sobre los dorsos de cuatro elefantes enormes, que, a su vez, están de pie sobre una tortuga inmensa que se arrastra sin cesar en medio del caos.

La esfinge egipcia, el centauro griego y el hombre-toro de los asirios tienen mucho en común. Los tres son criaturas complejas que combinan elementos humanos y animales: en los Misterios, todos representan la naturaleza compleja del hombre y hacen velada referencia a las jerarquías de los seres celestiales que dirigen el destino de la humanidad. Estas jerarquías son los doce animales sagrados que hoy conocemos como constelaciones, unos grupos de estrellas que son meros símbolos de impulsos espirituales impersonales. Quirón, el centauro que enseña a los hijos de los hombres, representa las inteligencias de la constelación de Sagitario, que eran las guardianas de la doctrina secreta mientras (geocéntricamente) el sol pasaba por el signo de Géminis. El hombre-toro asirio de cinco patas, con alas de águila y cabeza humana, nos recuerda que la naturaleza invisible del hombre tiene las alas de un dios, la cabeza de un hombre y el cuerpo de un animal. El mismo concepto se expresaba mediante la esfinge: el guardián armado de los Misterios, que, en cuclillas a la entrada del templo, no dejaba entrar a los profanos. Situada así entre el hombre y sus posibilidades divinas, la esfinge representaba también la propia doctrina secreta. En los cuentos infantiles abundan las descripciones de monstruos simbólicos, porque casi todos estos cuentos se basan en el antiguo folclore místico.

PECES, INSECTOS, ANIMALES, REPTILES Y AVES

—Segunda parte—

Como emblemas adecuados de diversos atributos humanos y divinos, las aves se incluyen en el simbolismo religioso y filosófico tanto de los paganos como de los cristianos. El buitre es símbolo de crueldad; el águila, de valor; el pelícano, de autosacrificio, y el pavo real, de orgullo. Como consecuencia de su capacidad para abandonar la tierra y emprender vuelo hacia el lugar de donde procede la luz, se asocia a las aves con la aspiración, la pureza y la belleza. Por consiguiente, a menudo se añadían alas a diversas criaturas terrenales para tratar de sugerir trascendencia. Como su hábitat se encontraba entre las ramas de los árboles sagrados situados en medio de bosques antiguos, las aves también se consideraban mensajeros designados por los espíritus de los árboles y los dioses de la naturaleza que moraban en aquellos bosquecillos consagrados y se decía que los propios dioses se expresaban mediante sus notas claras. Se han inventado muchos mitos para explicar su plumaje brillante. Un ejemplo conocido es la historia del pavo real de Juño, que llevaba en las plumas de la cola los ojos de Argos. Numerosas leyendas de los indios americanos tratan también de las aves y del origen de los distintos colores de sus plumas. Los navajos afirman que cuando todos los seres vivos treparon a un tallo de bambú para salvarse del diluvio, al pavo le tocó la rama más baja y las plumas de la cola le quedaron en el agua; por eso están descoloridas.

La gravedad, que es una ley del mundo material, es el impulso hacia el centro de materialidad: la levitación, que es una ley del mundo espiritual, es el impulso hacia el centro de espiritualidad. Como parecían capaces de neutralizar el efecto de la gravedad, se decía que las aves eran partícipes de una naturaleza superior a la de otras criaturas terrestres y sus plumas, al tener el poder de sostenerlas, llegaron a ser aceptadas como símbolos de divinidad, valor y consecución. Un ejemplo notable es el valor que atribuyen los indios americanos a las plumas de águila, que para ellos son una señal de mérito. Se han otorgado alas a los ángeles, porque, al igual que las aves, se consideraban intermediarios entre los dioses y los hombres y se creía que vivían en el aire o en un reino intermedio entre el cielo y la tierra. Como en los Misterios góticos la bóveda celeste se comparaba con un cráneo, las aves que atravesaban el cielo se consideraban pensamientos de la Divinidad. Por este motivo, los dos cuervos mensajeros de Odín se llamaban Hugin y Munin: pensamiento y recuerdo. Para los griegos y los romanos, el águila era el ave de Júpiter y, en consecuencia, representaba las fuerzas ágiles del Demiurgo; por eso, la consideraban la reina mundana de las aves, en contraposición al fénix, símbolo del señor celestial. El águila representaba al sol en su fase material y también la ley inmutable del Demiurgo, a la cual se deben someter todas las criaturas mortales. El águila también era el símbolo hermético del azufre y representaba el fuego misterioso de Escorpio: el signo con el significado más profundo de todo el Zodiaco y la Puerta del Gran Misterio. Por ser uno de los tres símbolos de Escorpio, el águila, como la cabra de Mendes, era un símbolo del arte teúrgico y de los procesos secretos mediante los cuales el fuego infernal del escorpión se transmutaba en el fuego-luz espiritual de los dioses. Algunas tribus de indios americanos apreciaban mucho al thunderbird, o pájaro de trueno, una criatura divina que, según decían, vivía por encima de las nubes; su aleteo produce el estruendo que acompaña las tormentas y el destello de sus ojos es el relámpago.

Las aves servían para representar el aliento vital y entre los egipcios era habitual ver revolotear aves parecidas a halcones con cabeza humana que llevaban en las garras el símbolo de la inmortalidad, como emblemas del alma liberada de los cuerpos momificados de los difuntos. En Egipto, el halcón era el símbolo sagrado del sol y Ra, Osiris y Horus a menudo se representan con cabeza de halcón. El gallo era el símbolo de Cashmala (Casmilos) en los Misterios de Samotracia y también es un símbolo fálico consagrado al sol. Fue aceptado por los griegos como emblema de Ares (Marte) y representa la vigilancia y la defensa. Cuando se coloca en el centro de una veleta, simboliza el sol en medio de las cuatro esquinas de la creación. Los griegos sacrificaban un gallo a los dioses en el momento de ingresar en los Misterios eleusinos. Se supone que sir Francis Bacon murió por rellenar con nieve un ave de corral. ¿No significará esto su iniciación en los Misterios paganos que seguían existiendo en su época? Tanto el pavo real como el ibis eran objeto de veneración, porque destruían a los reptiles venenosos, que habitualmente se consideraban emisarios de los dioses infernales. Por los miles de ojos que tiene en las plumas de la cola, se aceptaba al pavo real como símbolo de la sabiduría y, por su aspecto general, a menudo se lo confundía con el legendario fénix de los Misterios. Curiosamente, se cree que la carne del pavo real no se pudre, aunque pase mucho tiempo. Como consecuencia de esta creencia, el pavo real se convirtió en emblema de la inmortalidad, porque la naturaleza espiritual del hombre —como la carne de esta ave— es incorruptible. Los egipcios rendían honores divinos al ibis y matar uno, aunque fuera por accidente, constituía un delito capital. Decían que el ibis solo podía vivir en Egipto y que, si lo transportaban a otro país, moría de tristeza. Los egipcios lo nombraron protector de las cosechas y era especialmente digno de veneración por haber expulsado a las serpientes aladas de Libia, que el viento llevó a Egipto. El ibis estaba consagrado a Thot y, cuando metía la cabeza y el cuello debajo del ala, su cuerpo se parecía mucho a un corazón humano. El ibis blanco y negro estaba consagrado a la luna, pero se reverenciaban todas sus formas, porque destruía los huevos de los cocodrilos y este animal era un símbolo del aborrecido Tifón.

Las aves nocturnas eran símbolos adecuados tanto para la hechicería como para las ciencias divinas secretas: para la hechicería, porque la magia negra no actúa a la luz de la verdad (el día) y solo tiene poder cuando está rodeada de ignorancia (la noche), y para las ciencias divinas, porque los que poseen los arcanos pueden ver a través de la oscuridad de la ignorancia y lo material. Por consiguiente, los búhos y los murciélagos se asociaban a menudo tanto con la brujería como con la sabiduría. El ganso era un emblema de la primera sustancia o condición primitiva, a partir de la cual y dentro de la cual se crearon los mundos. En los Misterios se comparaba el universo con un huevo que el Ganso Cósmico había puesto en el espacio. Por su negrura, el cuervo era el símbolo del caos o de la oscuridad caótica que precede a la luz de la creación. La gracia y la pureza del cisne eran emblemas de la gracia espiritual y la pureza del iniciado. Esta ave también representaba los Misterios que desarrollaban estas cualidades en la humanidad, lo cual explica las alegorías de los dioses (la sabiduría secreta) que se encarnaban en el cuerpo de un cisne (el iniciado).

Como carroñeros, el buitre, el halcón y el cóndor representaban la forma de poder divino que, al deshacerse de los residuos y de otras sustancias peligrosas para la vida y la salud de la humanidad, limpian y purifican las esferas inferiores Por consiguiente, estas aves se adoptaron como símbolos de los procesos de desintegración que acaban bien, aunque aparentemente estén destruyendo, a pesar de que en algunas religiones tienen, equivocadamente, fama de malignas. Se veneraban aves como los loros y los cuervos, porque, por su capacidad para imitar la voz humana, se consideraban vínculos entre el reino humano y el animal. La paloma, aceptada por el cristianismo como representación del Espíritu Santo, es un emblema yónico pagano antiquísimo y muy reverenciado. En muchos de los Misterios antiguos representaba la tercera persona de la Tríada Creadora que había hecho el mundo. Como los mundos inferiores comenzaron a existir mediante un proceso generador, la paloma se ha asociado con divinidades identificadas con las funciones de la procreación.

Está consagrada a Astarté, Cibeles, Isis, Venus, Juño, Militta y Afrodita. Por su delicadeza y su dedicación a sus crías, la paloma se consideraba la personificación del instinto maternal; también es un emblema de sabiduría, porque representa el poder y el orden mediante los cuales se mantienen los mundos inferiores. Hace tiempo que ha sido aceptada como mensajera de la voluntad divina y representa la actividad de Dios.

Se ha dado el nombre de la paloma a oráculos y profetas. «El verdadero nombre de la paloma era Ionah, o Ionas; era un emblema muy sagrado, que, en una época, era aceptado en casi todo el mundo; fue adoptado por los hebreos, y todos los miembros de la Iglesia de Dios consideraban a la paloma mística un símbolo de la época de Noé. El profeta que fue enviado a Ninive como mensajero de Dios se llamaba Jonás, o la paloma; el predecesor de nuestro Señor, el Bautista, recibía el nombre griego dé Ioannes, y lo mismo ocurría con el apóstol del amor, el autor del cuarto evangelio y del Apocalipsis, llamado Ioannes».

En la masonería, la paloma es el símbolo de la pureza y la inocencia. Resulta significativo que, en los Misterios paganos, la paloma de Venus fuese crucificada en los cuatro rayos de una gran rueda, como una prefiguración del misterio del dios del amor crucificado. Aunque Mahoma expulsó a las palomas del templo de La Meca, de vez en cuando se lo representa con una paloma posada en el hombro, como símbolo de inspiración divina. En la Antigüedad se ponían efigies de palomas en el extremo de los, cetros para indicar que su portador estaba bajo la influencia de la prerrogativa divina. En el arte medieval, era frecuente representar a la paloma como emblema de bendición divina.