quarta-feira, 1 de fevereiro de 2023

Manly Palmer Hall - La Crucifixión como Alegoría Cósmica

Un sinfín de redentores han muerto por los pecados del hombre y en sus manos y, mediante su muerte, han intercedido en el cielo por el alma de sus verdugos. El martirio del hombre Dios y la redención del mundo mediante Su sangre han sido un principio esencial de muchas grandes religiones. Casi todas estas historias se remontan al culto al sol, porque la esfera gloriosa del día es el Salvador que muere todos los años por todas las criaturas de su universo, pero año tras año vuelve a levantarse victorioso de la tumba del invierno. Sin duda, la doctrina de la crucifixión se basa en las tradiciones secretas de la Sabiduría Antigua; nos recuerda siempre que la naturaleza divina del hombre se crucifica a perpetuidad sobre el organismo animal. Algunos de los Misterios paganos incluían en la ceremonia de iniciación la crucifixión del candidato en una cruz o la colocación del cuerpo sobre un altar cruciforme.

Se ha dicho que Apolonio de Tiana (el Anticristo) fue iniciado en el arcano de Egipto en la Gran Pirámide, donde estuvo colgado en una cruz hasta que quedó inconsciente y a continuación lo pusieron en la tumba (un cofre) durante tres días. Se suponía que, mientras su cuerpo estaba inconsciente, su alma pasaba al reino de los inmortales (el lugar de la muerte) y, después de vencer a la muerte (reconociendo que la vida es eterna), regresaba otra vez al cuerpo, que entonces salía del cofre, tras lo cual los sacerdotes lo reconocían como hermano, convencidos de que regresaba de la tierra de los muertos. Aquel concepto era, en esencia, la enseñanza de los Misterios.


Los salvadores crucificados

La lista de mortales inmortales que padecieron para que el hombre recibiera el beneficio de la vida eterna es impresionante. Algunos de los que están relacionados histórica o alegóricamente con la crucifixión son Prometeo, Adonis, Apolo, Atis, Baco, Buda, Christna, Horus, Indra, Ixión, Mitra, Osiris, Pitágoras Quetzalcóatl, Semíramis y Júpiter. Según los relatos fragmentarios que existen, todos estos héroes dieron la vida para servir a la humanidad y, salvo una o dos excepciones, murieron como mártires por la causa del progreso humano. De muchas maneras misteriosas, la forma en que murieron se ha ocultado intencionadamente, aunque es posible que la mayoría de ellos murieran crucificados en una cruz o en un árbol. El primer amigo del hombre, el inmortal Prometeo, fue crucificado en la cima del monte Cáucaso y le pusieron un buitre sobre el hígado para que lo atormentara durante toda la eternidad, destrozándole la carne con sus garras Prometeo desobedeció el mandato de Zeus al dar a los hombres el fuego y la inmortalidad, conque sufrió por los hombres hasta que Hércules lo liberó de tantos años de tomento. Con respecto a la crucifixión del Mitra persa, J. P. Lundy ha escrito lo siguiente: «Dupuis nos cuenta que Mitra murió crucificado y resucitó el 25 de marzo. En los Misterios persas se presentaba el cuerpo de un joven, en apariencia muerto, y se simulaba que se le devolvía la vida. Se creía que, con sus sufrimientos, conseguía su salvación y por eso lo llamaban su Salvador. Sus sacerdotes vigilaban su tumba hasta la medianoche de la víspera del 25 de marzo, con fuertes gritos y a oscuras: de pronto, todo se llenaba de luz y los sacerdotes exclamaban: “Regocijaos, sagrados iniciados, porque vuestro Dios ha resucitado. Gracias a su muerte, sus dolores y su sufrimiento, habéis conseguido la salvación”».

En algunos casos, como el de Buda, el mito de la crucifixión se debe tomar en un sentido más alegórico que literal, porque la forma en que murió ha sido registrada por sus propios discípulos en el Libro de la Gran Extinción de Gotama el Buddha. No obstante, el mero hecho de que la referencia simbólica a morir en un árbol se asocie con estos héroes basta para demostrar la universalidad de la historia de la crucifixión.

El equivalente a Cristo en las Indias Orientales es el inmortal Christna, que se sentaba en el bosque a tocar la flauta y encantaba a las aves y las bestias con su música. Se supone que este Salvador de la humanidad de inspiración divina fue crucificado en un árbol por sus enemigos, aunque se ha puesto mucho empeño en destruir todas las pruebas que apuntaban en esa dirección. En su libro La Biblia en la India, Louis Jacolliot describe la muerte de Christna con estas palabras: «Christna supo que le había llegado la hora de dejar la tierra y regresar al seno de aquel que lo había enviado. Un día fue a hacer sus abluciones a orillas del Ganges y prohibió a sus discípulos que lo siguieran. […] Cuando llegó al río sagrado, se sumergió en él tres veces y a continuación se arrodilló y, mirando al cielo, oró esperando la muerte. Así estaba cuando lo atravesaron las flechas de alguien cuyos crímenes había revelado y que, al enterarse de que había ido al Ganges, lo siguió con una muchedumbre, dispuesto a asesinarlo. […] El asesino colgó el cuerpo del hombre Dios de las ramas de un árbol, para que fuera presa de los buitres. Cuando se difundió la noticia de su muerte, llegó una multitud conducida por Arjuna, el discípulo favorito de Christna, para recuperar los restos sagrados. Sin embargo, el cuerpo mortal del redentor había desaparecido —sin duda, había llegado a su morada celestial— […] y el árbol en el que había estado colgado de pronto se había cubierto de gran cantidad de flores rojas y esparcía a su alrededor un perfume dulcísimo». Según otras versiones de la muerte de Christna, antes de lanzarle las flechas lo ataron a un árbol con forma de cruz.

La existencia en The Hindú Pantheon de Moor de una ilustración de Christna con heridas de clavos en las manos y los pies y en Ancient Faiths Embodied in Ancient Names de Inman de una ilustración en la que aparece una divinidad oriental con lo que bien podría ser un agujero de un clavo en uno de los pies debería ser un motivo suficiente para seguir investigando sobre este tema con toda imparcialidad. Con respecto a los descubrimientos sorprendentes que se pueden hacer en tal sentido, J. P. Lundy, en su Monumental Christianity, presenta la siguiente información: «¿De dónde sacaron los persas la idea de esta profecía interpretada así con respecto a Cristo y su misericordia y su amor salvadores desplegados en la cruz? Tanto mediante símbolos como por el crucifijo en sí, lo vemos en todos sus monumentos. Si procedía de India, ¿cómo llegó hasta allí, si no es por el centro común y original de toda religión primitiva y pura? Hay una ilustración de lo más extraordinaria sobre todo el tema y creo que esta representación es anterior al cristianismo. Está copiada de The Hindu Pantheon de Moor, no como curiosidad, sino como un monumento muy singular de la crucifixión. No me atrevo a ponerle un nombre, si no es el de crucifixión en el espacio. […] ¿Puede ser el hombre víctima o el sacerdote y la víctima, los dos en uno, de la mitología hindú, que se ofreció a sí mismo un sacrificio antes de que los mundos existieran? ¿Puede ser el segundo Dios de Platón que se impresionó en el universo en forma de cruz? ¿O será su hombre divino al que azotarían, torturarían, atañan con grilletes, le quemarían los ojos y finalmente, después de hacerle sufrir toda suerte de tomentos, lo crucificarían? Platón aprendió lo que sabía de teología en Egipto y en Oriente y debió de enterarse de la crucifixión de Christna, Buda, Mitra [y otros]. En todo caso, la religión de India tuvo su víctima mítica crucificada mucho antes que el cristianismo, como un tipo del auténtico [Pro Deo et Ecclesia!], y me inclino a pensar que la tenemos en esta ilustración extraordinaria».

El mundo moderno tiene una actitud errónea con respecto a las llamadas divinidades paganas y las considera desde un punto de vista totalmente diferente de sus verdaderas características y significados. Las burlas y las difamaciones que el cristianismo acumuló en tomo a Christna y Baco son ejemplos excelentes de la persecución a la que fueron sometidos los principios inmortales por parte de aquellos que no han comprendido en absoluto el significado secreto de las alegorías. ¿Quién era el hombre al que crucificaron en Grecia, acerca del cual han circulado rumores imprecisos? Higgins cree que fue Pitágoras y que los primeros autores cristianos ocultaron la verdadera historia de su muerte porque estaba reñida con sus enseñanzas. ¿Sería cierto también que los legionarios romanos llevaban en el campo de batalla estandartes con cruces en las que aparecía crucificado el Hombre Solar?


La crucifixión de Quetzalcóatl

Uno de los más notables de los salvadores del mundo que fueron crucificados es el dios de los vientos, o del sol, de América Central, Quetzalcóatl, sobre cuyas actividades los sacerdotes indígenas de México y América Central mantenían un profundo secreto. Aparentemente, aquel inmortal insólito, cuyo nombre significa «serpiente emplumada», surgió del mar llevando consigo una cruz misteriosa. En sus vestiduras había nubes adornadas y cruces rojas. En su honor se pusieron grandes serpientes talladas en piedra en distintas panes de México. La cruz de Quetzalcóatl se convirtió en un símbolo sagrado entre los mayas y, según los registros disponibles a los ángeles de los indios mayas les pintaban cruces en la frente con distintos pigmentos y se ponían cruces similares sobre los ojos de los iniciados en sus Misterios. Cuando Cortés llegó a México, llevaba consigo la cruz y, al verla, los indígenas creyeron que se trataba de Quetzalcóatl que regresaba, como había prometido a su pueblo que haría en el futuro para redimirlos.

En Anacalypsis, Godfrey Higgins arroja algo de luz sobre la cruz y su simbolismo en el continente americano: «Los incas tenían una cruz de mármol muy fino o de hermoso jaspe, muy pulida, de una sola pieza, de tres cuartos de codo de largo y tres dedos de ancho y de espesor. Se guardaba en la cámara secreta de un palacio y se le tenía mucha veneración. Los españoles enriquecieron aquella cruz con oro y joyas y la llevaron a la catedral de Cuzco. Los templos mexicanos tienen forma de cruz y están orientados hacia los cuatro puntos cardinales. En las pinturas del Códice Borgiano, Quetzalcóatl aparece clavado en la cruz. Algunas veces hasta aparecen los dos ladrones crucificados con él. En la ilustración 75 del segundo volumen, el dios aparece crucificado en los cielos, dentro de un círculo de diecinueve figuras: el número del ciclo metónico. Una serpiente lo está dejando sin los órganos reproductores En el Códice Borgiano (páginas 4, 72, 73 y 75), el dios mexicano se representa crucificado y clavado en la cruz y en otro lugar, colgado de ella y con una cruz en las manos. En un solo caso, en el que la figura no es solo un esbozo, la cruz es roja, las ropas son de color y el rostro y las manos, casi negras Si aquel era el cristianismo del alemán Nestorio, ¿cómo se le ocurrió enseñar que el salvador crucificado era negro? El nombre del Dios crucificado era Quetzalcóatl». La crucifixión del Verbo en el espacio y la crucifixión de la paloma que suele aparecer en el simbolismo religioso: las dos nos recuerdan la influencia del paganismo. No cabe duda de que el hecho de que las alas extendidas de un ave formen una cruz con respecto a su cuerpo es uno de los motivos por los cuales los egipcios usaban un ave para representar la naturaleza inmortal del hombre; a menudo aparece revoloteando sobre el cuerpo momificado del difunto, llevando en una de sus garras el símbolo de la vida y en la otra, el símbolo del aliento.


Los clavos de la Pasión

Los tres clavos de la Pasión están presentes en el simbolismo de muchas razas y credos y existen numerosas leyendas con respecto a ellos. Una de ellas cuenta que al principio había cuatro clavos, pero que un cabalista y mago hebreo hizo desaparecer uno de ellos cuando estaban a punto de atravesar con él el pie del Maestro y por eso fue necesario poner los pies cruzados. Según otra leyenda, uno de los clavos se clavó en una corona y sigue todavía como diadema imperial de una casa real europea. También se dice que el freno de la brida del caballo de Constantino era uno de los clavos de la Pasión. Sin embargo, es poco probable que los clavos fueran de hierro, porque en aquella época lo habitual era usar estaquillas de madera aguzadas. Hargrave Jennings, en su Rosicrucians Their Rites and Mysteries, destaca que la marca o signo que se usaba en Inglaterra para indicar los bienes de la realeza consiste ni más ni menos que en el conjunto de los tres clavos de la crucifixión y que si unimos las tres puntas, se forma el símbolo antiguo de la cruz de Tau egipcia. En su Ancient Freemasonry, Frank C. Higgins reproduce el mandil masónico de una figura de piedra colosal que hay en Quiriguá (Guatemala). El adorno que aparece en el centro del mandil son los tres clavos de la Pasión, dispuestos exactamente como la marca de posesión británica. Que fueran necesarios tres clavos para crucificar a Cristo, tres asesinos para matar a Hiram Abif y tres heridas para dar muerte al príncipe Coh, el Osiris indígena mexicano, resulta significativo. C. W. King, en The Gnostics and Their Remains, describe con estas palabras una gema gnóstica: «El pléroma gnóstico, o la combinación de todos los eones [se] expresa mediante el esbozo de un hombre con un rollo en la mano […] La mano izquierda tiene la forma de tres puntas o clavos doblados y es sin lugar a dudas, el mismo símbolo que Belo suele llevar en la mano extendida en los cilindros babilonios y que después descubrieron los cabalistas judíos en las puntas de la letra shin y los místicos medievales en los tres clavos de la cruz». A partir de aquel punto, Hargrave Jennings continúa las especulaciones de King y destaca la semejanza entre el clavo y el obelisco, o pilar, y que el valor cabalístico de la letra hebrea shin, o sin, es trescientos es decir, cien por cada punta. Los clavos de la Pasión son símbolos de suma importancia, sobre todo si tenemos en cuenta que, según los sistemas de cultura esotéricos, en las palmas de las manos y en las plantas de los pies hay algunos centros secretos de fuerza.

El hecho de clavar los clavos y la sangre y el agua que manaron de las heridas eran simbólicos de ciertas prácticas filosóficas secretas del templo. Muchas de las divinidades orientales tienen símbolos misteriosos en las manos y los pies. Las llamadas huellas de Buda se suelen adornar con un sol espléndido en el punto en el cual el clavo perforó el pie de Cristo. En sus apuntes sobre la teología de Jakob Böhme, el doctor Franz Hartmann resume con estas palabras el simbolismo místico de la crucifixión: «La cruz representa la vida terrenal y la corona de espinas, los sufrimientos del alma dentro del cuerpo elemental, pero también la victoria del espíritu sobre los elementos de la oscuridad. El cuerpo está desnudo, para indicar que el candidato a la inmortalidad debe despojarse de cualquier apego a lo terrenal. La figura está clavada a la cruz, lo cual simboliza la muerte y la renuncia a la propia voluntad y que no debe tratar de lograr nada por sí mismo, sino limitarse a servir como instrumento para cumplir la voluntad divina. Sobre la cabeza se inscriben las letras I.N.R.J., cuyo significado principal es In Nobis Regnat Jesús (“en nosotros reina Jesús”). Sin embargo, los únicos que pueden conocer este significado de la inscripción son los que han muerto de verdad con respecto al mundo de los deseos y se han elevado por encima de la tentación de la existencia personal, o, para decirlo con otras palabras, los que han cobrado vida en Cristo y aquellos en los que de este modo se ha establecido el reino de Jesús, el amor y la voluntad sagrados que surgen del corazón de Dios». Una de las interpretaciones de la alegoría de la crucifixión más interesantes es la que identifica al Jesús hombre con la conciencia personal del individuo. Esta conciencia personal es la que concibe la sensación de separación y hace hincapié en ella, pero, para que el alma del aspirante se pueda reunir con el Padre omnipresente, hay que sacrificar esta personalidad para poder liberar la conciencia universal.