quinta-feira, 14 de novembro de 2019

Dion Fortune La Visión de Avalon


La atmósfera de Glastonbury es como una fuga con la trama de muchas melodías que la recorren, en la que en un momento una de ellas surge a la superficie, y luego otra, y otra aún, pero todo el tiempo todas están presentes tejiendo un trasfondo de armonía sobre armonía con el motivo del momento.
Es este intrincado contrapunto de la atmósfera de Glasttmbu y el que ha desconcertado a mucha gente. Pues Avalon no puede ser reclamada por secta alguna como su santuario privado. No pertenece ni al artista ni al anglicano; ni al psíquico ni al pagano. Todos ellos tienen su parte en Avalon, y ninguno puede negar a los demás. No es por su trascendencia histórica que hoy Glastonbury es importante para la vida espiritual de nuestra raza. Hay muchos lugares muy ricos en historia y leyenda, pero no son "la tierra más sagrada de Inglaterra". Glastonbury es un volcán espiritual donde el fuego que existe en el corazón de la raza británica brota en forma de llamas hacia el cielo.
Hay épocas en la historia de las razas en que las cosas de la vida interior suben a la superficie y encuentran expresión, y a través de estos desgarramientos del velo la luz del santuario fluye y se derrama. Hacia ellos miramos cuando buscamos inspiración. Raras veces es Glastonbury rica en estas cosas. Aquí encontramos reliquias sagradas de muchos lados de la experiencia del alma. Aquí está el pasado profundo, remoto, de nuestra raza. A través de los valles de Avalon se mueve, invisible, un espectacular desfile en interminable procesión. La oscuridad antes del alba es penetrada por la magia de Merlín, el atlante. Los hombres oscuros y primitivos de la frontera pasan de largo, con sus ojos feroces centelleando por debajo del cabello enmarañado. Detrás vienen los druidas, con sus hoces doradas, vestidos con túnicas blancas, sosteniendo el muérdago sagrado y seguidos por los cautivos apresados en las batallas, destinados al sacrificio en el nicho del Pozo Sagrado.
Luego viene la figura inclinada de San José, solitaria y frágil, sosteniendo el Cáliz. Al trote de su caballo aparece el rey Arturo, hombre poderoso en su fuerza, con la cruz de cristal en el cuello, -que le fue dada por la Madre de Dios en Beckary- y Excalibur en la cintura.
Ginebra cabalga a su lado en toda su belleza, con su cabello dorado flotando sobre los hombros. Aún no ha llegado el momento en que la trenza cortada de raíz descanse en el desolado ataúd de la reina deshonrada, sepultada no al lado de su esposo, sino a sus pies.
Detrás de ellos viene la Dama del Lago, vislumbrada como si la viéramos a través de aguas profundas, esperando el momento en que Arturo vuelva a ella después de su última batalla, transportado en la barcaza negra, observado por las reinas llorosas, y en que Excalibur retorne a sus manos, y los hombres la pierdan para siempre.
Y después de todos ellos, van tres doncellas vestidas de blanco, y entre ellas una gloria, un esplendor que no proviene de un fuego terrenal -una gloria desaparecida hace mucho tiempo de entre los hombres, debido a la maldad de estos- llevada a la ciudad celestial de Arrás, dicen algunos, o enterrada en los verdes campos de Glastonbury, según otros. Luego el sueño se desvanece y comienza la memoria. Todo el espléndido desfile de la Inglaterra medieval pasa a nuestro lado mientras miramos a Avalon en el espejo del tiempo.

A veces un tropel de alegres doncellas,
Un abad sobre un cojín que se desplaza,
A veces un joven pastor de cabello ondulado,
O un paje de largos cabellos vestido de color grana
 pasa a nuestro lado hacia la encumbrada Camelot;
y a veces, atravesando el espejo azul
Los caballeros vienen cabalgando de dos en dos...

Sir Lancelot, buscando una cosa, y Sir Galahad otra, aún vienen a Avalon.
A través del espejo mágico se mueve sinuosamente la larga procesión: los humildes anacoretas, ardiendo con loco fervor, los sabios y piadosos benedictinos, cuyos grandes abades constructores embellecieron los campos ingleses; y, por último, un hombre viejo atado a una rastra tirada por un caballo; y después de eso, torres caídas, iglesias sin techo y oscuridad.
Excalibur ha vuelto al corazón de las aguas. El Grial se ha ido a su propio lugar, el templo que no fue hecho con las manos, eterno en los cielos. Las paredes de la Abadía han caído. El desfile ha terminado.
El sueño se desvanece y vuelve la luz del día. El canto de los gallos en granjas lejanas, el ladrido de los perros, el balido de los corderos, el olor a turba quemada mezclado con el perfume de las flores de manzano... todo esto hace que la primavera de Westland fluya y atraviese los cinco sentidos.
Pero permanece el recuerdo de otras cosas. ¿Qué cosas hermosas no tendríamos si revivieramos la antigua costumbre de la peregrinación a los lugares santos en las fiestas sagradas? Hay mareas en la vida interior, y en la cresta de su oleaje estamos muy cerca del cielo. Hay veces en que las poderosas mareas de lo Invisible fluyen con fuerza desde arriba hacia la tierra, y también hay lugares sobre la superficie en los que los canales están abiertos y esas mareas llegan con la totalidad de su poder. Esto era conocido por los antiguos, que tenían mucha sabiduría que hemos olvidado, y ellos aprovechaban tanto las épocas como los lugares, cuando buscaban despertar la conciencia superior. Cada raza tiene sus centros sagrados, lugares donde el Velo es tenue; estos sitios fueron desarrollados por la sabiduría del pasado hasta que en ellos se engendró una poderosa atmósfera espiritual, y la conciencia pudo fácilmente abrirse a los planos más sutiles,aquellos en que los Mensajeros de Dios podían contactarla. Las piedras erguidas de un olvidado culto al Sol siguen en pie en muchos ámbitos de nuestras islas, y toda alma sensible podrá sentir la atmósfera de antiguo poder que aún existe en ellas, ya sea el aura manchada de sangre de Stonehengee o el resplandor vibrante, solar, de Avebury.
No se debe olvidar que existe una Tradición de Misterio que pertenece a nuestra raza,tradición que tiene su aspecto de naturaleza en el culto al Sol de los druidas y en la hermosa tradición mágica de los celtas, su aspecto filosófico en las tradiciones de la alquimia, y su aspecto espiritual en la Iglesia Oculta del Santo Grial, la Iglesia detrás de la Iglesia, que no fue hecha con las manos, eterna en los cielos. Todas tienen sus lugares sagrados, sus montañas, y sus albercas de iniciación, que son parte de nuestra herencia espiritual. Que aquellos que siguen el Camino Interior estudien nuestra tradición autóctona y vuelvan a descubrir y santificar sus lugares sagrados; que hagan peregrinaciones a esos lugares en las ocasiones en que el poder desciende y las fuerzas espirituales se precipitan sobre ellos como la marea en un estuario, y "cada arbusto común arde con Dios". Que velen en los altos sitios, cuando fluyen las mareas cósmicas, los Poderes de lo Invisible cambian la guardia y los rituales de la Iglesia Invisible se realizan cerca de la tierra.