Dos nombres recibe esta isla en medio de los pantanos: Glastonbury y Avalon. Los expertos afirman que la palabra Glastonbury deriva de su antiguo nombre celta de Ynisvitrin, la Isla de Cristal o Isla Resplandeciente, y se cree que Avalon significa la Isla de las Manzanas. Para quienes la aman, Glastonbury es su nombre exterior, el nombre del pequeño pueblo que es un modelo de historia inglesa en miniatura, y cuya influencia se entrelaza en la trama de su historia como un hilo en un tapiz, dando santos, estadistas y eruditos a nuestra raza.
Ynisvitrin vio a los hombres en los pueblos lacustres, maravillosamente construidos sobre pilotes en medio de los pantanos; vio a los hombres de las cavernas bajos los cerros de Mendip, que vinieron a depredar y comerciar con ellos. Ynisvitrin vio las oleadas de antiguos escandinavos arrasando todo el sur de Inglaterra hasta los cerros que la rodeaban,y vio cómo eran rechazados, ya que los ruidos de la lucha nunca han sido escuchados en las calles de Glastonbury.
Aquí se levantó una de las más grandes casas monásticas en estas islas, y aquí se mantuvo ardiendo la luz de la erudición y la cultura durante la oscuridad del Medioevo,cuando Europa volvió nuevamente al salvajismo.
Pero hay otro nombre aún para nuestra isla, y otra historia que le pertenece: la parábola de su significado espiritual. La historia puede decirnos que la cristiandad llegó a estas islas desde Irlanda, pero la leyenda, que guarda el corazón espiritual de la historia, declara que la Luz del Oeste nos llegó directamente del lugar de su ascensión, y que no debemos su transmisión a ningún intermediario.
Después de la Ultima Cena -así dice la antigua historia- el dueño de la casa en la que estaba la Cámara Superior preservó como recuerdo la copa que, había pasado de mano en mano en esa triste fiesta. Esta copa llegó a manos de José de Arimatea, y en ella recogió las gotas de sangre que cayeron del costado herido de Nuestro Señor cuando vino a buscar el Cuerpo para enterrarlo.
Más tarde, cuando la iglesia cristiana empezó a enviar misioneros a los pueblos, un ángel visitó a José en un sueño, y le ordenó reunir a doce discípulos y navegar con ellos hacia el Oeste hasta que viera un cerro como el Monte Tabor, echar ancla bajo la sombra de ese cerro y fundar una iglesia. José obedeció, y con el Plato sagrado metido bajo la faja de su .túnica, como acostumbraban hacer los sirios cuando viajaban" él y sus camaradas emprendieron viaje desde el puerto marítimo de Jaffa, enfilando la proa hacia el sol poniente. Día tras día siguieron hacia el oeste hasta que llegaron a las Puertas de Gades (Cádiz), y luego al océano Atlántico que conducía al mundo y se abría ante ellos, y forzosamente se dirigieron al Norte, por la costa de España, pues en aquellos días toda navegación se hacía cerca de las costas.
Al llegar al Mar Estrecho, se dirigieron al Norte atravesando el Canal, y llegaron a la tierra de Bretaña. Entonces, obedeciendo sus instrucciones, se volvieron todo lo posible hacia el Oeste, y encontraron la costa de Cornwall, con sus terribles acantilados, y se introdujeron en el estuario del Severn.
Incluso hoy el Peñasco es una señal para los navegantes que llegan al Severn. Puede ser divisado desde lejos elevándose sobre la llanura, y los pilotos ajustan su rumbo al verlo. José y sus compañeros lo vieron cuando se encontraron entre el limo y los bancos de arena del estuario, y reconocieron su parecido con el Monte Tabor. Volvieron la proa del barco y navegaron río arriba entre los prados que serpentean alrededor de la base de Wirral o cerro Wearyall, la estribación fronteriza de Avalon; y aquí, fatigados de su viaje, los peregrinos desembarcaron, y San José, clavando su báculo en la tierra, declaró que aquí se fundaría la iglesia. Y del báculo, de firme madera de endrino, brotaron de pronto hojas y flores, aunque era pleno invierno, como señal de que el Cielo ratificaba su elección.
En la ladera de la alta sierra verde hay una piedra que conmemora el lugar donde estaba un antiguo endrino, que nunca dejaba de producir flores en medio del invierno, además de su floración normal en primavera. Este árbol maravilloso fue cortado por un fanático puritano en tiempos de Cromwell, pero los monjes habían plantado algunos vástagos del antiguo árbol en el huerto de la Abadía, y también en el cementerio de la iglesia de la parroquia, y hasta hoy esos árboles siguen viviendo allí, floreciendo en Navidad y dando sus flores para decorar el gran altar de San Juan. Dicen los botánicos que sus espinas son de una clase sólo conocida en el Oriente. Lejos de Glastonbury, pierde su costumbre de florecer en Navidad.
El príncipe que gobernaba a las tribus de la región dio la bienvenida a esos hombres santos.
Aquí no hubo masacres. Les dio doce grandes pedazos de tierra para su posesión, y la pequeña iglesia con techo de paja que construyeron allí se erigió donde hoy está la gran Abadía. Levantaron para sí una iglesia circular de juncos, y a su alrededor doce celdas, una para cada ermitaño. Allí vivieron rezando y meditando, manteniendo una continua vigilancia en la iglesia, con sus pies fatigando los senderos desde cada celda al centro,como los rayos que irradia el sol.
Aquí el Grial de la Ultima Cena estaba sobre el altar, y era objeto de continua adoración.
Aquí San José fue enterrado. Así fue consagrada la "tierra más sagrada en Inglaterra".
Pero los tiempos eran de una gran maldad, ya que las tinieblas del Medioevo se aproximaban, y los seres humanos eran demasiado malvados como para que se les confiara la sagrada reliquia, de modo que el Rey Pescador la llevó para guardar la en su tesoro, una cámara subterránea en el centro del Cerro del Cáliz, ese cerro de punta redonda y un verde perfecto que se levanta a un lado del Peñasco. Allí el Cáliz era vigilado noche y día por tres doncellas puras, y llevado afuera sólo para alguna festividad importante, ocasión en que pasaba de mano en mano, en recuerdo de Nuestro Señor y Su Muerte en la Cruz. Quien bebía del Cáliz, nunca más tenía sed, pues para él era fuente del Agua de la Vida dentro de su alma.
De modo que Glastonbury se hundió en la oscuridad de la Edad Media; pero Avalon siguió viviendo en el corazón de los hombres y las leyendas de Arturo se entrelazaron con su antigua historia. Aquí vinieron los caballeros que buscaban el Grial. Cruzaron el pequeño río Brue en el Pons Perilis, y velaron toda la noche en la capillita al pie del Cerro Wearyall, que tiene vista al agua, y donde las oscuras tentaciones fueron una prueba para su alma. Pero si no fracasaba en su vigilia durante la oscuridad, de aquí salía el caballero a la mañana, en la última etapa de su viaje, para ser bienvenido por el Rey Pescador y descansar en soleadas habitaciones en su verde colina, y para beber del verdadero Cáliz de Nuestro Señor, en el ágape de amor que en su honor se daba esa noche. De aquellos que bebían del Cáliz, no todos vivían para contarlo. Sus almas caían en un desmayo, se elevaban a las alturas y ya no volvían.
Pero los tiempos se volvieron peores aún, y el ocaso se convirtió en noche, y el Rey Pescador, para mayor seguridad, ocultó el Cáliz sagrado en el manantial que se encontraba al pie de le hendidura que existía entre ambos cerros. Este no era un manantial común; sus aguas surgen desde una inmensa profundidad, y aun en la sequía más grande jamás se altera el fluir de sus aguas. Estas se elevan a través de una fuente de piedras ciclópeas de antigua artesanía, como las de Stonehenge. Era un pozo sagrado de los druidas, o al menos el pensamiento cristiano tejió leyendas a su alrededor. Sus aguas, cargadas de hierro, fluyen rojas como la sangre. Pero no hay hierro alguno más acá de los Mendips. Son frías como el hielo, y no las afecta ni el verano ni el invierno. Deben venir de una gran profundidad, y de muy lejos. El nombre de ese manantial hasta el día de hoy, es el Pozo de Sangre.