quinta-feira, 14 de novembro de 2019

Dion Fortune El Peñasco


En la parte norte de Somerset, donde linda con Gloucester, hay una llanura triangular,limitada en dos de sus lados por los Mendips y los Poldens, y por el mar en el otro. En el medio de esta planicie se eleva un extraño cerro piramidal coronado por una torre. Tan extraño es este cerro, tan simétrico en su forma, elevándose tan abruptamente en la extensa llanura, que nadie que lo mire por primera vez deja de sentir el impulso de preguntar qué es, pues tiene esa cosa sutil que, aunque parezca extraña aplicada a un cerro, no podemos menos que llamar personalidad.
Visto desde la distancia, el Peñasco es una pirámide perfecta; pero a medida que nos acercamos, un cerro central se separa de las estribaciones apretujadas, y vemos que tiene la forma de un león acostado, con una torre en su cima, y que alrededor de la parte central, en tres grandes espirales, se extiende un sendero ancho e inclinado, conocido como el Sendero del Peregrino.
De todo el cerro parece emanar un influjo extraño y potente, sea que lo veamos desde lejos, desde la cima del Mendip, o lo vislumbremos inesperadamente desde la ventana del dormitorio cuando corremos la cortina en la oscuridad. Ya sea que la luna llena esté desplazándose serenamente en el cielo nocturno detrás de la torre, o que una masa oscura empañe las estrellas, o que el sol esté ardiendo en un cielo añil, o que jirones de nubes se muevan rápidamente empujadas por una tormenta, el Peñasco tiene dominio sobre Glastonbury. El mercado pequeño y atareado que se encuentra a sus pies se ocupa. de la vida de los hombres, pero, sobre el Peñasco:

Los Antiguos Dioses custodian su suelo,
y en su secreto corazón,
Wilfred encontró el reino pagano,
Sueña, mientras vive separado.

En el centro de "la tierra más sagrada de Inglaterra" se alza el cerro más pagano de todos. Pues el Peñasco mantiene su libertad espiritual. Jamás se ha lamentado: "Has triunfado, oh Galileo".
La tradición afirma que su cima estuvo una vez coronada por un círculo de piedra como Stonehenge, que fue un Templo del Sol a cielo abierto, y que el camino inclinado que da tres vueltas en espiral alrededor del cono era el camino procesional por el cual los sacerdotes del sol ascendían a los elevados lugares de su culto.
Cuando el paganismo, moribundo, entregó la antorcha a la nueva fe, el círculo del sol fue derribado, se rompieron en pedazos sus grandes piedras, y se las utilizó en los cimientos de la Abadía, de modo que la nueva iglesia se alzó sobre raíces paganas. El pozo de agua al pie del Peñasco, el oscuro Pozo de Sangre del antiguo sacrificio, se convirtió en el escondite del Cáliz sagrado; la misericordiosa leyenda cristiana abrazó las piedras sombrías de la antigua fe, la invocación de la naturaleza elemental fue olvidada, y comenzó la hermosa historia del Grial.
Se dice que alrededor del sagrado Pozo de Sangre, algunos ermitaños hicieron sus celdas. Pero estos santos estaban tan perturbados por los ángeles y los poderes que el antiguo ritual había convocado en el Peñasco que, en defensa propia, construyeron una iglesia en la cima y la dedicaron a San Miguel, el poderoso arcángel cuya función es dominar los poderes del submundo.
Pero ni siquiera San Miguel pudo contra los Poderes de las Tinieblas, concentrados por el ritual, y el terremoto del año 1000 derribó el edificio de la iglesia, dejando sólo la torre en pie. Así fue como el símbolo cristiano de una iglesia cruciforme se convirtió en el símbolo pagano de una torre erguida, y los Viejos Dioses se mantuvieron firmes. Sobre la puerta por la que se entra a la torre hay dos curiosos símbolos tallados que han sobrevivido a la potencia de tormentas y ardores fanáticos, aunque las estatuas de los santos han caído de sus nichos.
A un costado del umbral hay un bajorrelieve en que el alma está siendo pesada en la balanza, y al otro costado se encuentra la imagen de una vaca. ¿Qué hacen estos símbolos en una torre cristiana? ¿Quién, que haya estudiado el Libro de los Muertos de los egipcios, no conoce el símbolo del alma en la Sala de Juicios de Osiris, que es pesada en un platillo de la balanza mientras en el otro, como contrapeso, está la pluma de la Verdad, y el sombrío Chacal de los Dioses espera para devorar al alma si se encuentra que no es digna?
¿Y quién no ha visto allí a la diosa-vaca Hathor con la luna entre sus cuernos? ¿Qué hacen estas dos figuras grabadas en la torre del Peñasco de Glastonbury?
El Peñasco es realmente el Cerro de la Visión para cualquier persona cuyos ojos posean una mínima inclinación a abrirse a otro mundo. De él se cuentan innumerables historias.
Hay algunas personas que, al visitar Glastonbury por primera vez, se asombran al ver ante ellos un Cerro que ya han conocido en sueños mientras dormían. Más de una ha contado esta experiencia. Muchas veces dicen que la torre se ve rodeada de luz; un cálido resplandor, como de un horno, se eleva del suelo en las cerriles noches de invierno, y se oye el sonido de cánticos desde las profundidades del cerro. Las imponentes formas de las luces y las sombras se mueven entre los antiguos espinos que cubren las laderas bajas, y algo que los ojos no pueden ver impulsa al ganado que pastorea desde las alturas hacia abajo; y los animales no se precipitan en pánico, sino que van en silencio y ordenadamente, obedeciendo a un pastor invisible que los aleja del lugar a fin de que el Templo del Sol, en las alturas, que no está hecho por el hombre, eterno en el cielo, pueda estar listo para quienes vienen a rendir culto aquí. En más de una ocasión, quienes vivimos en la ladera del Peñasco hemos sido convocados para dar consuelo a aquellos que realmente han visto aquello que venían a buscar.
Aunque es maravilloso el panorama que se ve desde el Peñasco, cuando la mitad de Somerset yace extendida a nuestros pies con las lejanas colinas de Devon al sur, al otro lado de Bridgwater Bay -y, cuando el aire se limpia después de la lluvia, también las colinas de Wales hacia el Oeste- mucho más maravilloso aún es el paisaje nocturno para aquellos que se atreven a trepar en la oscuridad. Lo más prodigioso de todo es, quizás,escalar el Peñasco en el ocaso y ver cómo el sol se hunde en el horizonte, sobre el lejano océano Atlántico. Desde el Peñasco vemos dos ocasos: el sol en toda su gloria en el Oeste,y su reflejo en las nubes en el cielo del Este. Ver la luna elevarse a través del resplandor rosado de las nubes bajas sobre los pantanos que se van oscureciendo es algo que jamás se podrá olvidar.
Cuando las luces empiezan a encenderse en el pueblo al pie del cerro, se ve que forman una estrella de cinco puntas, pues hay cinco caminos que salen desde Avalon -hacia Wells, Meare, Street, Butleigh, y Shepton Mallet- y las casas que están a lo largo de estos caminos -como es necesario que estén las casas de los hombres-, amontonadas confusamente donde abandonan el pueblo, y raleándose a medida que los caminos se internan en los pantanos, forman una perfecta estrella de luz alrededor del Peñasco con su torre.
Hay un momento especial, mejor que ningún otro, en que es bueno subir al Peñasco al anochecer, y ese momento es la noche de luna llena del equinoccio de otoño, cerca de la Misa de San Miguel. En esa época las noches se ponen frías, pero los días aún son cálidos, con el resplandor crepuscular del verano, y el frío de la oscuridad, congelando el cálido aliento de las praderas, hace que una niebla espesa pero baja se forme sobre la llanura. A través de ella el ganado avanza con dificultad, como si lo hiciera en el agua, y los árboles proyectan sombras -negro sobre plata- bajo la luz de la luna. Cuando la noche se acerca, la bruma se hace más profunda. Llena todos los huecos, igual que en la marea alta en un estuario. Lentamente, los árboles y los graneros van desapareciendo. Sólo algunas lomas, como Beckary de St. Bride, permanecen como islas en la niebla. Las luces en los caminos lejanos se encienden y apagan a semejanza de luciérnagas en la blanca tristeza. Poco a poco, ellas también se desvanecen cuando la niebla se espesa, y AvaIon vuelve a ser una isla otra vez.
La gente del lugar llama a esta niebla baja que se tiende sobre la llanura, el Lago del Prodigio. A través de ella, lentamente, llega la barcaza negra conducida por el hombre mudo, llevando a las reinas llorosas que traen a Arturo, herido de muerte en Lyonesse, para que él pueda curarlo de su grave herida en nuestros verdes valles entre los manzanos. Es en el Lago del Prodigio que Sir Bedivere arroja a Excalibur, la espada mágica, grabada con extrañas runas en una lengua desconocida. Y es allí donde el blanco brazo de la Dama del Lago, elevándose entre el torrente de agua, toma la espada y se la lleva a las profundidades. Hasta el día de hoy sus piedras preciosas, adornando su hoja aherrumbrada, yacen entre los pantanos, esperando que alguien las encuentre. Todo esto y mucho más retorna a Avalon cuando el Lago del Prodigio se eleva desde sus manantiales fantásticos bajo la Luna del Cazador.
Pero he visto algo más extraño aún que el Lago del Prodigio a la luz de la luna. Hay veces en que sobre las llanuras de Glastonbury cae lo que se conoce localmente como la Plaga. Una rara pesadez que no se convertirá en tormenta está en el aire de verano. El sol brilla opacamente como un disco de cobre a través de las nubes pajas, y en la opacidad y calor opresivos, los nervios se ponen de punta con la inquietud e intranquilidad.
Un día igual al que acabo de describir, llevados al borde de la desesperación por la opresión de la llanura, partimos para ascender al Peñasco. Atravesando la niebla más densa,moviéndonos en un círculo de tres metros de diámetro, cercados por una pared blanca e impenetrable como la piedra, subimos y subimos hasta la misma cima, y allí, en una blanca ceguera, la cima surgió de la niebla tan repentinamente como un tren sale de un túnel. La cresta del Peñasco estaba por encima de las nubes.
El cielo era de ese azul añil que se ve a menudo en Avalon. Un azul que debería ser visto a través de las ramas de un manzano en flor. De una orilla hasta otra, ninguna nube punteaba sus profundidades, pero bajo nuestros pies se extendía hasta el horizonte un ondulante mar del blanco más puro con púrpura en sus huecos. Por encima de nuestras cabezas estaba la torre, con su extensa sombra proyectada a gran distancia sobre el piso de nubes. Era corno si el mundo se hubiera hundido en el mar y nosotros fuéramos los últimos seres que quedaban de la humanidad. A través de la niebla no se oía ningún sonido, y ningún pájaro hacía círculos sobre nosotros. Tan sólo cielo azul, torre gris, niebla ondulante y un sol tremendo.
El aire no se movía. Todo estaba quieto y silencioso como la luna. El tiempo pasó sin que lo notáramos, hasta que al fin, un aire leve empezó a agitarse; pronto se convirtió en brisa. Entonces las nubes empezaron a moverse. Se revolvieron y amontonaron en grandes olas y se deslizaron hacia el mar. Cada vez más y más rápido, mientras el viento se volvía más fresco, se fueron moviendo bajo nuestros pies. Pronto empezaron a abrirse grandes grietas en la niebla, y por un momento vimos los oscuros bosques de Butleigh, envueltos en la más profunda sombra. Las grietas se cerraban y volvían a abrirse y a cerrarse,ofreciéndonos vislumbres de los cortes de turba hacia Ashcott y los rojos techos de Street.
Luego las rías empezaron a verse como hilos de plata a través de la bruma; los sonidos comenzaron a elevarse débilmente a través de las nubes cada vez más tenues: un gallo canta, un perro ladra, campanas en la distancia. Por fin, lo que quedaba de la niebla empezó a rodar y voló como una pared hacia la costa, y las llanuras se extendieron bajo la luz dorada del sol. Dos veces he visto esto desde el Peñasco, y es algo que jamás podré olvidar.