segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - GRADO DE MAESTRO

TERCER GRADO SIMBÓLICO

GRADO DE MAESTRO

HERMANOS MÍOS :


Un gran crímen, una ceremonia fúnebre, la conmemoración de la muerte de un ilustre personaje: tales son los hechos que relata la leyenda del tercer grado simbólico. Si la palabra simbólica no nos recordase como en los grados precedentes, que todo es aquí emblemático, bastaría que observarais sus ceremonias para convenceros de ello.


En efecto, ¿qué presenta este grado a nuestros espíritus? La muerte de un jefe de trabajos, asesinado por tres pérfidos obreros, quien se llevó a la tumba el secreto de la Masonería; la edificación magnífica de un monumento en un pueblo célebre por sus desventuras y destierros. ¿Son dignos todos estos vulgares acontecimientos de que se ocupen de ellos tantos hombres inteligentes en todos los paises y siglos? ¿Qué interés puede tener para nosotros? Ninguno, si se toman al pie de la letra. ¿Cómo es posible que, a pesar de haber transcurrido tres mil años de la muerte de Salomón, el mundo entero celebre todavía con muestras de dolor la muerte de un arquitecto mientras que ha tenido tantos sabios y filósofos que perdieron su vida, sin que se conserve su recuerdo excepto en la historia? Pero es que Hiram es otro Sócrates, uno de los bienechores de la humanidad, cuyo nombre recuerda las más eminentes virtudes y los más señalados servicios. Abro los anales de las naciones y no encuentro en ellos ni su nombre; ningún historiador ha conservado su recuerdo. La Historia sagrada, que es la única que le nombra, apenas añade a su nombre el epíteto de perfecto obrero; y no vuelve a hacer mención de él en los minuciosos debates de todo lo que acompaña y sigue a la construcción del templo, ni tampoco se habla de su muerte trágica, suceso que no habría omitido un escritor escrupuloso.


¿Ha sabido subsanar la memoria de los hombres este defecto de la historia conservando el recuerdo de Hiram? No; la misma tradición fracasa aquí, y nada recuerda que Hiram haya muerto a manos de sus asesinos, como dice la tradición masónica; de donde llegamos nosotros a la conclusión de que esta muerte no es más que una alegoría, cuya clave no nos será difícil encontrar.


No nos abandonemos ahora a las hipótesis como lo han hecho otros, ni apliquemos esta conmemoración fúnebre a todos los acontecimientos que recuerden un gran crímen religioso, político o privado, ni cubramos con el nombre y emblemas de Hiram a todas las víctimas de la tiranía, del fanatismo y de la avaricia.


Los masones celebra a porfía en todas partes la muerte de Hiram desde hace muchos siglos. Por lo tanto, este acontecimiento interesa al mundo entero, y no sólo a una nación, una secta, una orden o una sociedad íntima de amigos; no pertenece a época alguna, a ningún culto, a ningún pueblo en particular; no nos recuerda ni la muerte de Jesús, considerado como víctima del odio sacerdotal, ni a Sócrates, proscrito por el fanatismo y la ignorancia, ni al jefe respetable de una ilustre orden, entregado a los más horrendos suplicios por el más inaudito de los despotismos religiosos; no conmemora ni las proscripciones de los cristianos primitivos, ni las de los israelitas en las diversas naciones europeas, ni las más recientes y horrendas que, bajo los últimos Valois, inundaron a Europa con la sangre de sus hijos, atizando las hogueras de Juan Hus y las de la Inquisición, e hicieron que la nobleza francesa cayera bajo el puñal de los Médicis1.


Basta pensar un poco para convencerse de que este acontecimiento no se explica por las quimeras astrológicas, ni por las demencias de la alquimia; objeciones que son tanto más verdaderas cuanto que se hacen basándose en la razón. Pero, ¿cuál es, entonces, esta víctima ilustre y cuál es su asesino? Esto es lo que conviene buscar.


La meditación y el estudio de las antiguas iniciaciones nos han conducido ya a descubrir varias verdades e interpretar muchos emblemas masónicos, que de otro modo serían ininteligibles. Pues bien, sigamos ahora una vez más la misma marcha, con objeto de que este estudio sea a manera de un hilo de Ariadna que nos ayude a salir del tenebroso dédalo de los jeroglíficos.


En las sesiones anteriores de este Curso he demostrado la analogía existente entre los dos primeros grados de la Masonería moderna y los primeros pasos de las iniciaciones egipcia, griega, mithraica y cristiana primitiva; y he demostrado que el aprendiz es un aspirante de Tebas o de Eleusis, un soldado de Mithra y un catecúmeno.


Hemos visto en el compañero al antiguo mysto, al iniciado de segundo orden, al león de los misterios orientales, al neófito cristiano. Vamos a demostrar ahora que, a pesar de sus formas hebraicas, el maestro no es sino el Epopta, el vidente, el iniciado de todos los tiempos y misterios.


Pensemos primero en el Oriente, cuna de todas las religiones y alegorías, y veámosle en esos tiempos lejanos en que dieron comienzo a los misterios. Por doquiera se encuentra siempre la misma idea, bajo nombres diferentes; en todas partes, muere un dios, un ser superior o un hombre extraordinario, para recomenzar poco después una vida gloriosa; en todas partes, el recuerdo de un acontecimiento funesto y grande, de un crímen o de una transgresión, hunde a los pueblos en el luto y el dolor, a los cuales sucede en seguida la alegría más viva.


Aquí, se ve a Osiris que sucumbe a manos de Tifón; allá a Mithra o Athys; en Persia, Ormuz cede durante unos instantes ante el negro y feroz Arimán; en Fenicia, es Adonis que, herido por un jabalí, resucita poco después. No acabaría nunca si quisiera recordar todas las muertes que han llegado a ser para los pueblos motivos de fiestas fúnebres; muertes cuyas leyendas diferentes se basan en los mismos principios que la ed Hiram2.


La creencia en el dogma de los dos principios ha dado origen a estas ficciones, que prevalecen principalmente entre los persas. Este dogma constituía la creencia favorita de Plutarco, menos como iniciado que como filósofo. No obstante no haberse atrevido el iniciado Plutarco a revelar el gran secreto de los Misterios, supo, como Filocteto, eludir con tal ingenio su juramento, que pone en el camino al iniciado moderno, y da a la fábula de la iniciación una interpretación moral y religiosa que se conserva en esta máxima: Erigid templos a la virtud y construid calabozos para los vicios. Este dogma previene a quien se dedique a estas meditaciones que debe evitar dos escollos, en que han sucumbido muchos hombres; unos, apartándose del verdadero camino, han caido en la superstición; otros, creyendo huir de la superstición, se han entregado a la impiedad y al ateísmo3, como ellos lo llaman.


En Egipto era admitido el candidato en la iniciación después de haberse hecho digno del favor de los dioses por su valor, virtudes e instrucción. Descorríase el velo que cubría a la magnífica estatua de Isis, y la diosa aparecia ante sus ojos, no como la ven las miradas vulgares, rodeada de emblemas e inexplicables jeroglíficos, sino desnuda, es decir, que cuando el adepto recibía la iniciación participaba en la interpretación secreta de los misterios, interpretación que únicamente se confiaba a los iniciados para quienes Isis no era ya la diosa hermana y mujer de Osiris, adorada por el vulgo bajo tantas formas y atributos diferentes; sino la Naturaleza, en todas sus épocas, caracterizadas por sus símbolos4. Osiris era el astro del día o el principio de la luz y del calor, que moría a consecuencia de la traición de Tifón después de habner recorrido el universo. Si el crimen se ha cometido bajo el signo de Escorpión, si su esposa reúne los dispersos miembros y si él resucita, es que cuando el sol termina de recorrer su ruta celeste al finalizar el año, parece que va a sucumbir para renacer en seguida más brillante y bello. De suerte que toda la historia de este dios, a quien adoraba el pueblo con la frente hundida en tierra, no era para el iniciado más que un tema celeste.


El Adonis fenicio presenta idénticos emblemas con aventuras poco diferentes. Consultemos e interpretemos su leyenda. Adon, raíz de la palabra, significa dios, señor; su plural, Adonai, significa en hebreo, los dioses. Adonis era el amante de Venus. Su fábula significa que el sol fecunda a la naturaleza durante la primavera y el estío. Este astro pierde sus facultades productivas en nuestro hemisferio cuando han transcurrido estas estaciones. He ahí por qué al ir de caza es derribado Adonis en otoño por un jabalí (símbolo del invierno) que le mutila y le priva de sus órganos de generación. Antes de que este dios sea devuelto a Venus, quien deplora se pérdida, Adonis –cuya mutilación y muerte son meras ficciones- debe pasar por otros seis meses del año con la Venus (o la naturaleza) del hemisferio inferior, con esa mujer de las constelaciones, situada sobre las esferas delante de la serpiente, proe serpens, de donde viene Proserpina. He ahí, pues, al sol de primavera muriendo en otoño para resucitar en la primavera siguiente.


Las historias de Atys y de Mithra; el descenso de Krishna yendo a los infiernos; la lucha de Ormuz y Arimán, y la de Cristo y Satanás5, son como la primera, el emblema de la perpetua lucha contra las tinieblas, de la revolución anual del sol.


Pero, ¿qué relación pueden tener estas diversas fábulas astronómicas con la historia del arquitecto del templo de Salomón, monumento elevado por el más sabio de los reyes al gran arquitecto de los mundos? No existe ningún monumento auténtico del asesinato de Hiram; la Escritura no dice nada acerca de él; es una historia imaginaria, que si fuese cierta, no tendría interés para nosotros ni para las naciones a quienes es extraño este crimen.


Pero volvamos a la historia de Hiram tal como se menciona en los anales masónicos.


Este venerable maestro es asaltado al visitar los trabajos por tres infieles compañeros, que le asesinan, sin lograr arrancarle la palabra de maestro, voz inefable, palabra innominable que tan sólo pronunciaba una vez al año el gran sacerdote.


Fijémonos en que los asesinos están situados en las puertas de occidente, del mediodía y de oriente, es decir, en los puntos iluminados por el sol, el cual no pasa nunca por el Norte del hemisferio boreal. Los infames asesinos entierran el cadáver con una rama de acacia. Observemos aquí dos hechos importantes:


Es el primero que doce personajes representan un gran papel en la historia, así como en todas las que tienen al sol por objeto: los tres asesinos compañeros, es decir, tres obreros inferiores, y los nueve maestros o nueve obreros superiores. El número doce responde evidentemente a los signos recorridos por el astro del día; los tres compañeros son los signos inferiores o signos de invierno que dan muerte a Hiram, o sea, la Balanza, el Escorpión y el Sagitario, los cuales ocupan hacia el centro del otoño estos tres puntos del cielo; de modo que el primero se encuentra hacia la declinación u occidente, el segundo se halla en su ascensión recta o mediodía, y el último comienza a aparecer en levante, lo que se figura por la puerta de oriente, en que muere Hiram, de igual modo que el sol perece en el Sagitario, y renace o vuelve a comenzar un año nuevo en el Capricornio.


Si los tres signos inferiores se representan por maestros, entonces se da a entender que el sol comienza a remontarse. Ellos son quienes levantan el cuerpo del Respetable Maestro, por lo cual tienen derecho a ser elegidos. Por eso dice el Muy Respetable a los vigilantes: “¿No sabéis vosotros que sin mí no podéis nada, y que estando juntos, lo podemos todo?”.


Asimismo, en las fábulas hebraicas hay doce patriarcas y un solo templo para las doce tribus. En la historia cristiana se habla de doce apóstoles o compañeros de Cristo, de quienes también tres faltan a sus deberes; el primero, entregándole a sus enemigos; el segundo, al renegar tres veces de él, y el último al dudar de su resurrección. El discípulo que, según el libro, recibe treinta monedas, las arroja en el templo de Jerusalén, símbolo del universo, en que desaparecen los meses y los días.


Los egipcios, griegos y romanos tienen igualmente doce grandes dioses. Los altares de Jano son doce en número, así como los trabajos de Hércules. Podría llevar aún más lejos estas analogías.


En fin, una rama de acacia hace que se encuentre a la víctima y se descubran los culpables. Ahora bien, hay que tener en cuenta que los árboles representan un papel importante en las alegorías solares. Aquí, es el árbol de la ciencia del bien y del mal, emblema del tránsito de las tinieblas a la luz, o del invierno al estío. Dediquemos unos minutos a esta alegoría, que quizás no hayan comprendido todavía los maestros nuevos: este árbol representa el año. El conocimiento del bien es esa felicidad que se experimenta en las estaciones agradables y productivas de la primavera y del estío, reino del bien. La ciencia del mal es el funesto conocimiento de los rigores y privaciones del invierno, reino del mal. Por lo tanto, puede decirse metafóricamente que el hombre iniciado en esta ciencia conoce el año, o sea el bien y el mal; y conocería a Dios si estudiando profundamente pudiera apreciar y saber todo cuanto la Naturaleza prepara y realiza en la renovación anual.


Es verdad que, cuando Adam (nombre que significa la naturaleza humana, la cual fue creada macho y hembra, y que, tiempo más tarde, no representa más que al primer hombre) y su compañera Eva, o sea la vida, pasaron la primavera y el verano en el Edén, probaron el fruto del árbol alegórico producido durante el reino del bien; y que, después, vino la serpiente6 a indicar en la esfera celeste que iba a dar comienzo el reino del mal. La ciencia alegórica, insinuándose por doquiera, ha hecho que malum, que quiere decir el mal, signifique también manzana, producto otoñal que indica que se ha terminado la recolección y que el labrador debe volver a cultivar la tierra con el sudor de su frente. El frío llega, y el hombre tiene que cubrirse, pero no con la hoja alegórica de la higuera, sino con algo de más abrigo.


La esfera de los cielos gira; en ella se ve al hombre de las constelaciones (el Bootes) que va precedido de la mujer y lleva en la mano el ramo del otoño cargado de frutos; ella parece seducere, conducir consigo, atraer o seducir al hombre. Tal es la alegoría de los dos primeros humanos expulsados del paraíso, y la del árbol de la ciencia del bien y del mal7.


En otras palabras, el manzano es substituido por el loto egipcio, el almandro de Athys, el mirto8 de Venus, el muérdago de los druidas9, la rama de oro virgiliana10, el boj del domingo de Ramos, el junco o la caña de los peregrinos, que en la fábula masónica es la acacia11 o el tamarindo, en que encalló el cofre en que iba encerrado el cadáver de Osiris12. Este árbol, que queda sin hojas en el solsticio de invierno, fue escogido por los reveladores, para mejor dar a entender que la fábula de Hiram era un velo que no debía tomarse al pie de la letra. Pero los antiguos que creían que la acacia13 era incorruptible, substituyeron sus ramas (símbolo de eternidad) por el mirto, la ginesta y el laurel, plantas siempre verdes, que en esta época del año figuraban en las antiguas teogonías para cubrir el cuerpo del dios víctima. ¿No colocaron los autores del Zodíaco una corona verde entre las piernas de Sagitario (signo en que se halla el sol durante el solsticio de invierno) con objeto de indicar que al triunfo de las tinieblas y de la muerte aparente ha de suceder inmediatamente una vida nueva a consecuencia de una próxima revolución solar?


De suerte que el primer grado, que los antiguos consagraban por entero a las pruebas físicas, era principalmente el emblema del principio del año o de la primavera, durante la cual el sol crece, se fortalece y pasa la línea que separa a los signos inferiores de los superiores. Este grado era en lo moral el emblema de la infancia o de la primavera de la vida, figurada por la piedra bruta, la cual es susceptible de recibir todas las formas que quiera darle el artista hábil, pues, como he tenido ocasión de observar, las alegorías antiguas habían sido meditadas con tanta sabiduría que se podían aplicar, desde cualquier punto de vista, a la instrucción y a la felicidad de los humanos.


El grado de compañero es el emblema de la juventud, de la edad en que el hombre se fortalece por medio del estudio de las ciencias, de las letras y de la filosofía; cultiva su razón, aprende a conocer, y se crea, en cierto modo, una existencia nueva consagrada a las virtudes y a la sabiduría después de haber dominado a las pasiones que le arrebataron en la edad precedente. También simboliza el verano, estación en que, habiendo adquirido el astro del día todo su poder, abraza el universo con sus benéficos rayos, y hace que maduren los frutos con que ha cubierto la Naturaleza a la tierra fecunda. La piedra cúbica, característica de este grado, figura al hombre instruido y civilizado, que vive para la sociedad y que considera que su primer deber consiste en conservar las formas de ésta, emblemas de la solidez y de la rectitud.


En fin, el grado de maestro representa el otoño, esa última estación en que el sol termina su curso y muere para renacer de sus cenizas, lo mismo que el Fénix, cuyo prototipo ha sido. Este grado es el símbolo de la edad madura, época en que recoge el hombre los frutos de sus trabajos y estudios. Su emblema es la plancha en que trazan los planos, es decir, las lecciones de la moral y de la experiencia, los deberes de los compañeros y de los aprendices.


No es extraño, hermano, que toda la Masonería, al relacionarse con las estaciones y las épocas de la vida, esté comprendida por entero en tres grados. Este número indica, como ya hemos visto, el origen oriental de estas alegorías que, si hubieran nacido en el Norte o en Occidente, en Roma y hasta en la misma Grecia, habrían presentado el emblema de las cuatro estaciones, y, para corresponder con ellas en forma debidamente apropiada, habrían tenido que dividir la vida en cuatro épocas.


Las religiones antiguas y sobre todo las de Egipto estaban llenas de misterios, cuya urdimbre se componía de multitud de imágenes y de símbolos, admirable tejido y obra sagrada de una serie ininterrumpida de hombres sabios que leían en el libro de la Naturaleza y traducían al idioma humano de un modo tácito, pero sencillo, este inefable lenguaje.


Los que contemplaban con estúpida mirada esas imágenes, esos símbolos y esas alegorías sublimes sin llegar a comprenderlos, se estancaban en la ignorancia como muchos masones de nuestros días; pero hay que confesar que su ignorancia era voluntaria, puesto que, en cuanto querían salir de ella, se abrían para ellos todos los santuarios, y nada podía impedir que marcharan de conocimiento en conocimiento y de revelación en revelación hasta llegar a descubrir las cosas más sublimes, si en conseguirlo ponían la constancia y la virtud necesarias. Estando vivos podían descender a la morada de los muertos, elevarse hasta los dioses y penetrar en la naturaleza elemental, porque la tercera iniciación o grado de maestro, consistía en el conocimiento profundo de las religiones, y en aquella época las religiones lo abarcaban todo; pero el iniciado que anhelaba penetrar en los secretos misteriosos del sacerdocio no llegaba hasta este punto culminante de la doctrina sagrada hasta haber agotado alternativamente la dosis de ciencia correspondiente a cada grado y de haberse mostrado digno de ascender al superior.


Únicamente había un iniciado de derecho: el rey de Egipto, quien era admitido a los más secretos misterios como consecuencia inevitable de su educación. Los sacerdotes poseían los conocimientos de su orden, los cuales aumentaban al elevarse de grado. Sabían que sus superiores no eran tan sólo seres de mayor categoría, sino, también, hombres más cultos que ellos; de suerte que la jerarquía sacerdotal iluminábase al elevarse a la manera de una pirámide, y la ciencia se aliaba siempre con el poder14 en su organización teocrática. En cuanto al pueblo, era lo que quería ser.


La ciencia ofrecida a todos los egipcios, no se negaba a nadie. Los dogmas de la moral, las leyes de la política, el freno de la opinión, el yugo de las instituciones civiles, eran idénticos para todos; pero la instrucción religiosa difería según la capacidad, la virtud y la voluntad de cada individuo. No se prodigaban entonces los misterios como ahora la Masonería, porque los misterios eran algo. Tampoco se profanaba el conocimiento de la divinidad, porque este conocimiento existía, y, con objeto de poder conservar la verdad para muchos hombres, no se daba vanamente a todos.


¡Feliz sabiduría, que, por haber sido ignorada por los masones modernos, priva ala Masonería de sus más hermosas prerrogativas, sobre todo desde el día en que se abrió su santuario indistintamente a todo el que podía pagar su entrada!


El grado de Maestro conservaba algunos vestigios de su antiguo esplendor antes de que la Francmasonería rebasara sus límites naturales en los tiempos modernos. Entonces, todavía podía traslucir el masón el carácter, el objeto y el origen de ese antiguo monumento de la sabiduría humana, a través de los diferentes emblemas de que estaba rodeado.


El grado de Maestro15 no tiene aparentemente nada de común con los antiguos misterios; pero, si levantamos el velo de la alegoría con que se cubre, podremos ver el complemento de los dos primeros grados, y, por consiguiente, el término de la Masonería, tan bien expresado con la palabra de paso Gibl.·.16, que significa término, fin; es decir, que volveremos a encontrar todos los emblemas simbólicos ideados antiguamente para representar la revolución anual del sol, con la imagen alegórica de las constelaciones que acompañan a este astro en el equinoccio de otoño, época en que las religiones fijaron su agonía y su muerte.


Como consecuencia de este sistema nuestras dos columnas simbolizan los dos trópicos, más allá de los cuales jamás ha llegado el gran Hércules, o sea el sol17.


El origen de las fábulas mitológicas se pierde en la noche de los tiempos, pero lo más notable es que, a pesar del número considerable de estos poemas y de la diferencia de épocas y de lugares en que se redactaron, se encuentren siempre en todos ellos la misma invención y el mismo espíritu.


¿Han bebido de una misma fuente los autores de estas obras, puesto que, sin conocerse ni oírse, se han entendido y han sostenido los mismos discursos y han hablado el mismo lenguaje? ¿Les ha guiado en su trabajo una misma y única regla? Así es como los masones, que habitan en diferentes puntos del planeta, se comunican entre sí, y cooperan de común acuerdo y muy fraternalmente por la prosperidad general de la Orden en bien de cada miembro en particular.


En los poemas antiguos consagrados por los sacerdotes, se observa que la luz lucha con las tinieblas, el oriente contra occidente, y el genio del bien contra el del mal.


La natividad del héroe o del personaje se celebra en los poemas solemnemente. Su fin trágico se detalla con toda escrupulosidad; luego, se le llora y encierra en la tumba.


Por lo tanto, debemos estudiar la Naturaleza si queremos penetrar en el santuario de las iniciaciones y levantar el velo que cubre desde hace mucho tiempo a los misterios sagrados de los antiguos, así como a los de la Masonería18.


El avance del compañero se detiene en el solsticio de estío. El astro del día va a abandonar insensiblemente nuestro hemisferio; parece que retrograda: he ahí por que se hace viajar hacia atrás al recipendario. El Templo ha sido casi terminado, es decir, que entonces todas las plantas han producido y no se trata ya más que de esperar su madurez.


El grado de Maestro va a describirnos, pues, la muerte del dios-luz, ya sea que se considere a este dios como el físico, el cual muere en invierno para reaparecer y resucitar en primavera, en Pascuas, es decir, cuando entra en el signo del Cordero reparador y devuelve al vida a la Naturaleza; ya sea que como los filósofos, no se vea en él más que una conmemoración figurada, o representación emblemática del caos, de suyo seno surgió la luz eterna; o bien, lo que viene a ser lo mismo, de la putrefacción expresada por la palabra Macb.·., muerte aparente del cuerpo, pero fuente inagotable de la vida, por medio de la cual recibe el germen en primavera su desarrollo19.


Los reconstructores de la Francmasonería han substituido la leyenda alegórica que constituía la base de los antiguos misterios por la de la edificación de un templo al Gran Arquitecto. Consecuencia natural de esta elección ha sido la de convertir en principal personaje de la leyenda masónica a Hiram, palabra que, en hebreo, se escribe Chiram en el libro de los Reyes y Churam en el de los Paralipómenos y que, en el primer caso significa vida elevada, y, en el segundo, cándido20, blanco, expresiones que convienen todas al sol.


Este Hiram, al que metafóricamente se apellida arquitecto del templo de Salomón, es el emblema del Gran Arquitecto del Universo, del mismo modo que el hierofante era el representante de Phtá, de Osiris, de Jacchus o de la divinidad del culto a que él estaba consagrado. De suerte que, a pesar de que en la Biblia se habla de Hiram, no debe considerarse en Masonería a este individuo más que como personaje alegórico. Este aserto es tan verdadero que su leyenda desaparece en los grados superiores, en donde no se vuelve a tratar de él.


Por otra parte, los sacerdotes egipcios no comunicaron los altos misterios más que a los individuos de su nación que consagraban la vida al sacerdocio. Por eso ha sido preciso tomar el complemento de la Masonería, o el velo del grado de Maestro, de las ceremonias de un culto que se semejara en algo al de los egipcios. Así, pues, se ha tomado de la religión judía el complemento de los misterios de la Francmasonería, y la leyenda de Moisés afirma que este legislador nació en Egipto donde pudo instruirse en todas las ciencias.


Por lo tanto, descorramos el velo en que se envuelven los misterios de la muerte de Hiram, y veremos que este personaje no es otro que el Osiris celeste.


Los tres pérfidos compañeros que traicionaron a su maestro, por tener celos de la gloria de Hiram, a quien asesinaron, como Tifón a Osiris, no son más que un símbolo del principio del mal, el cual se representa en todas las fábulas antiguas por el príncipe celoso, que arrebata el poder a su jefe, a quien persigue sin cesar y logra asesinar21.


La tradición de este grado refiere que Hiram se presenta a la puerta de occidente para salir del templo; pero vos sabéis que esta salida es imposible, ya que el sol no puede salir de nuestro universo o templo de la Naturaleza22. La marcha que realiza Hiram para eludir los golpes de los asesinos es, precisamente, la misma que verifica el sol, ya sea en el primer día de la primavera, si se supone que este astro reside en el signo del Carnero; ya sea en el último día de su triunfo en el solsticio de verano, o, en fin, en la víspera de su muerte que tiene lugar en la Balanza en que declina hacia el horizonte por la puerta de occidente. Si se examina la esfera celeste en esta época y se observa la posición en que se encuentra en oriente el Carnero (Aries), se verá cerca de él al gran Orión, sosteniendo con el brazo levantado una maza en actitud de golpear; en el Norte, se verá a Perseo, con un arma en la mano y en la actitud del hombre que está dispuesto a herir23. Desde este instante, parece tan rápida la declinación del sol hacia el hemisferio austral que semeja una caída; he aquí, pues, el sol precipitado a su tumba; ¿reaparecerá, se realizarán nuestros deseos de que vuelva? Esta inquietud que debieron experimentar los primeros hombres, se figura por medio de la busca del cuerpo de Hiram. De suerte que, desde el punto de vista figurado y simbólico, su asesinato es, cual la posición de Osiris, de Adonis, de Athis o de Mithra, un producto de la imaginación de los sacerdotes astrónomos, con que se quería representar la ausencia del sol en la tierra, para designar el triunfo de las tinieblas sobre la luz o sobre el principio del bien. Por lo tanto los iniciados que celebran este misterio hacen bien en vestirse de negro y de decorar el templo con colgaduras fúnebres24.


La historia celeste de Hiram es completa, pues en la esfera se ve a los nueve maestros que van en busca de su cadáver. En efecto, si se dirige la mirada a la parte occidental del horizonte en el momento en que el sol se pone en el signo del Carnero se distinguirá alrededor de esta constelación a Perseo, al Cochero y a Orión; al Norte se vera a Cefeo, a Hércules y a Bootes; en el oriente aparecerá el Centauro, el Serpentario y el Escorpión; todos los cuales marchan con el Carnero y le siguen paso a paso hasta el momento de su nueva aparición por oriente.


Los seis días transcurridos entre la muerte de Hiram y el descubrimiento de su cadáver son, también, una continuación del mismo tema celeste; pues estos seis días representan los seis meses que pasa el sol en los signos inferiores antes de reaparecer por oriente en el signo de Aries o del cordero generador. Y el descubrimiento del cadáver de Hiram realizado en el séptimo día es un símbolo de la resurrección del sol, la cual tiene lugar en el séptimo mes de su paso a los signos inferiores, tránsito que se considera como su muerte o descenso a los infiernos (loci inferi, lugares inferiores).


Cuando el sol invernal va a abandonar, al parecer, en diciembre nuestro hemisferio para reinar en el inferior y descender a su tumba, la Naturaleza es a manera de una viuda del ser que la fecundiza y alegra todos los años. Sus hijos se llenan de desolación. Por eso los masones, discípulos de la Naturaleza que representan en el grado de maestro esta bella alegoría, se llaman con justicia hijos de la viuda (o de la Naturaleza), que, al reaparecer el dios, se convierte en hijos de la luz.


En este grado se enseña un signo importante, conocido con el nombre de signo de socorro, el cual se hace diciendo: ¡A mí los hijos de la VIUDA!25


Este signo recuerda el espíritu de paz que difundían entre sus iniciados las antiguas divinidades Ceres, Isis, etcétera. Este signo ha servido muchas veces en los últimos siglos para alejar peligros en la guerra y en otras ocasiones. El recuerdo de la viuda ha de salvar todavía muchas vidas de sus hijos26.


La Naturaleza nos ha destinado a nacer y morir en el seno de la amistad. Prueba de ello es la necesidad de apoyo y de ayuda que exigen los primeros y últimos días de nuestra vida. La época de la vida comprendida entre estos dos extremos se debe dedicar a pagar los socorros recibidos y a merecer los que se han de necesitar en la vejez.


Todo cuanto recuerda la muerte está impregnado de grandeza27. Hoy, los muros del templo están cubiertos con ropajes fúnebres; los signos de la fragilidad humana rodean al sarcófago en que habéis permanecido unos momentos; sepulcrales resplandores contribuyeron a aumentar el horror de las tinieblas; unos lamentos, influyendo en las facultades de vuestra alma, han debido predisponeros al recogimiento, a la melancolía, a la meditación, a la reflexión profunda, porque acercarse a la muerte es tocar los pliegues de la verdad.


Hemos nacido para ir a parar a la muerte. Temerla, sería locura, porque sólo se debe temer los acontecimientos inciertos28. Hay circunstancias en que es preciso que sepamos desdeñarla29, he ahí por qué nos aconseja la sabiduría que nos familiaricemos con su imagen30.


No es a la muerte a lo que se teme, sino la pérdida de la vida lo que se lamenta, por ser ésta un bien cierto que todos poseemos31. Si se muere en la juventud, parece duro que se arrebate al hombre lo que sólo ha conocido para desearlo. Sin embargo, la felicidad no es producto de los años, sino del empleo que de ellos se hace y de la manera como se terminan, porque una muerte hermosa honra a toda una vida, como una muerte infame, la deshonra. El autor de la sabiduría dice que este último día es el juez inflexible y justo de todos los demás días32.


Hermano recientemente admitido, es cierto que la muerte es el término a que tienden todos los seres, pero en la economía del universo, hasta la vida misma surge del seno de la muerte. En el curso de vuestra recepción habéis visto que el principio del bien puede sucumbir; pero, al mismo tiempo, habéis aprendido que el principio del mal no es invencible. Tened siempre presente esta verdad, y aplicadla constantemente a vuestros pensamientos y actos. Tened sobre todo en cuenta que lo que os ha acontecido es una demostración física de la resurrección de los cuerpos, renacimiento que ha tenido lugar para daros a conocer la gran lección moral de que la víctima triunfa siempre.


Hermano mío, en los discursos de nuestros oradores oiréis a menudo denominar con un sinónimo a la Masonería, porque antes del empleo de esta palabra se conocía con el nombre de arte real. Algunos autores suponen que esta expresión técnica tuvo su origen a causa del celo que mostró el rey Salomón por la iniciación. Igualmente se podría haber llamado arte real o augusto, cuando el emperador romano Marco Aurelio ingresó en ella.


El origen que le da el hermano Dumast es curioso y más verdadero: “Desde que el hombre comenzó a pensar en sí mismo, observó que, en ciertas circunstancias hacía el mal queriendo hacer el bien. El video meliora proboque, deteriora sequor ha debido demostrarle que el poder de los deseos era más fuerte que el de la razón; que él no gozaba más que en apariencia y no realmente de su libre albedrío, y que era preciso domeñar las pasiones antes de adquirir la libertad efectiva de escoger y determinarse en todas las acciones de la vida. Desde ese momento, la primera idea que tuvo el hombre de lo que debería ser un sabio consistió en que éste debe ser un hombre libre y dueño de sí mismo; todas las instituciones que tendían a formar sabios se convirtieron en arte de libertad y de realeza.


“Triunfar de sí mismo es la más bella de las victorias; aquél cuyo corazón es esclavo sería servil aunque estuviera en un trono; aquél cuyo corazón es libre, sigue siendo libre aunque esté cargado de cadenas.” Todas las máximas pueden encontrarse en los tiempos más antiguos de la historia33.


Hermanos, vosotros habéis sido constituidos en los ritos francés y escocés, y celebráis ordinariamente vuestras tenidas en el primero.

Este rito, formado por masones instruidos, data del año 1786, y tiene una superioridad incontestable sobre el escocés, superioridad que reconoceremos en cuanto hagamos una pequeña comparación entre ellos.


En el rito francés la palabra del aprendiz es Jak.·.34, palabra racional, puesto que significa iniciación, preparación, comienzo (símbolo de la primavera y del año).


La palabra de compañero es Bo.·., la cual ha sido bien elegida, porque significa fuerza y nos recuerda el iniciado de Mithra conocido por el sobrenombre de León (símbolo del verano)35.


La del maestro es Macben.·.


Las palabras correspondientes del rito escocés son Bo.·., Jack.·.36, Moab.·.37. El significado de estas palabras no despierta ninguna consecuencia de ideas satisfactorias.


La palabra de paso del aprendiz francés es Tubalc.·.. Los aprendices escoceses no poseen palabra de este clase38.


Schibb.·. sirve en el segundo grado de palabra de paso para los dos ritos.


Gibl.·. es la palabra de paso del maestro francés. La del maestro escocés es Tubalc.·., lo que representa aquí una verdadera inversión.


Interpretemos el triángulo, ese símbolo de poder y de igualdad que se ha convertido en emblema de los hombres libres; interpretemos ese signo que veneran los masones y los cristianos, y nos daremos cuenta de la inteligencia desplegada para formar el rito francés.


He demostrado ya que cada grado presenta al masón tres cosas para que medite en ellas:


La historia de la humanidad clasificada por épocas.

La de la civilización y de los progresos del espíritu humano en las artes y en las ciencias, productos de los misterios.


Y el conocimiento de la Naturaleza (o de la Divinidad manifestada en sus obras) y de las religiones.


He llamado vuestra atención acerca de las dos primeras; me queda enfocar el tercer estudio atesorado en cada grado.


Veamos por qué razón representa el triángulo a Dios, y cómo facilita su interpretación cada uno de los grados de la Masonería.


Una línea geométrica no puede representar un cuerpo absolutamente perfecto. Tampoco dos líneas constituyen una figura perfecta. Pero tres líneas forman al unirse el triángulo o primera figura regular y perfecta; por eso sirvió y sirve todavía para caracterizar al Ser Eterno que, siendo infinitamente perfecto en su naturaleza, es como Creador del primer ser, y, de consiguiente, la primera perfección.


No siendo el cuadrado por perfecto que parezca más que una segunda perfección, no podía representar de ninguna manera a Dios, que es la primera. Obsérvese que la palabra Dios tiene como inicial en francés, español, latín, etc., la delta griega, la cual representa el triángulo. Esta es la causa de que los antiguos y modernos hayan considerado como sagrado el triángulo, cuyos lados figuran los tres reinos, o la Naturaleza, o Dios. En el centro del triángulo se ve una iod hebraica, espíritu animador o fuego, principio generador que se representa ahora por la letra G, inicial de la palabra Dios en las lenguas del Norte, cuya significación filosófica es generación.


El primer grado del triángulo, cuyo estudio corresponde al aprendiz (en el rito francés), es el reino mineral, simbolizado por Tubalcaín, el inventor del arte de trabajar los metales.


El segundo lado, cuya meditación corresponde al compañero, es el ritmo vegetal, simbolizado por schibboleth, que significa la espiga. En este reino comienza la generación de los cuerpos. Por esa razón se representa la letra G con radios en el grado de compañero.


El tercer lado, cuyo estudio concierne al reino animal y completa la instrucción del maestro, se simboliza por la palabra Macben.·.; la carne abandona los huesos, o mejor traducido, hijo de la putrefacción39.


Este estudio triple o ciencia triple, característica de cada grado masónico, inspiró en 1816 la idea de designar con el nombre de trinósofos a los hermanos que me ayudaron a fundar esta respetable Logia, con cuyo nombre quería yo significar el estudio o conocimiento de las tres ciencias (los tres grados o la Masonería).


Uno de nuestros dignatarios os dio esta antigua divisa en 1819: Pensar bien, bien decir y obrar bien. ¡Ojalá los trinósofos no la olviden y la observen siempre!40


Atribúyese a los templarios la invocación religiosa que se pronuncia en la apertura de trabajos del rito escocés como si fuera la significación de un culto, y recordara con las preguntas del catecismo del rito: ¿Qué hay entre vos y yo? Y la pregunta hoy día insólita: ¿A qué religión pertenecéis?


El rito francés no admite estas formas, porque la Masonería no es un culto41 de ninguna manera.


La imagen del sol debe estar velada en el primer departamento, porque se va a llorar su muerte.


Las lágrimas de que están cubiertas las decoraciones recuerdan el llanto de Isis cuando iba en busca de su esposo.


El sol42 y la luna, cuyas figuras decoran nuestros templos, significan moralmente que nuestras instituciones deben tener como base las leyes de la Naturaleza. El conocimiento de las leyes inmutables es lo que eleva al masón hasta el más alto grado de la escala social; toda religión o asociación política que se aleje de estas leyes es informe, contranatural y no puede tener duración.


El mallete es la representación de la llave táutica o cruciforme de las divinidades egipcias, de las que era una simple imitación la llave del Nilo. El mallete simbolizaba el poder, y sólo se concedía a los iniciados pertenecientes al grado más elevado, como consagración de su sacerdocio. Hoy día se confía únicamente a los tres primeros dignatarios que tienen a su cargo en la Logia la dirección de las iniciaciones y la instrucción de los adeptos.


El mallete se ha transformado también en la cruz truncada gnóstica o bafomética.


La marcha de cada grado indica su espíritu.


Hemos visto que el aprendiz, cuyo estado de desnudez representa al hombre anterior a la civilización, tenía una marcha incierta, insegura y que avanzaba en línea recta al adelantar el pie derecho43, con el que unía el izquierdo en escuadra, para dar a entender que no tiene otro objeto que el de llegar directamente y sin rodeos a las luces de la civilización.


El compañero, ya más libre en su marcha, va de occidente a mediodía, de allí al Norte y después al oriente para significar que el iniciado debe buscar y llevar la instrucción por todas partes.


En la marcha del maestro se reconoce la del filósofo, a quien no deben detener los prejuicios de su época. Sus saltos indican que sabe franquearlo todo y que ni aun la muerte es un obstáculo para él.


Esta marcha nos da a conocer también que el compañero que ha llegado al grado de maestro ha pasado desde la escuadra al compás, es decir, de la obediencia al mando.


Los siete peldaños del templo indican en lo moral las siete artes liberales que educan a los masones que las practican, y al propio tiempo simbolizan los siete vicios capitales de que se debe huir pisoteándolos.


En este grado comenzará a conocer el iniciado el lugar que ha de ocupar en la cadena de los seres; a preciar sus relaciones con lo que le rodea, y, por consiguiente, a conocer cuáles son sus deberes, y explicar el enigma en cierto modo contradictorio de la Naturaleza de su ser. Antiguamente, cuando el iniciado estaba suficientemente instruido y había dado pruebas de su inteligencia, se acababa para él la ilusión, y se le revelaba el conocimiento de un Dios único, con la explicación de las trascendentes verdades basadas en la más depurada moral.


Lo mismo os ocurrirá a vos, hermano recién admitido. Aprovechad bien lo que se os acaba de revelar, iluminad vuestro corazón y vuestra razón; dirigid vuestras pasiones hacia el bien general; combatid vuestros prejuicios; vigilad vuestros pensamientos y obras; amad, instruid y socorred a vuestros hermanos. Si hacéis todo esto habréis perfeccionado el templo de que vos sois a un mismo tiempo arquitecto, material y obrero.


“Sabido es que las revelaciones que se hacían a los iniciados eran de tres clases: la moral, las altas ciencias y los dogmas sagrados”, dice Boulage en su Historia de los Misterios.


Por eso es la Francmasonería en sus tres grados una escuela de moral, de ciencia y de virtud. Ella es la antigua iniciación mitraica, egipcia, griega, romana y druídica apropiada a los tiempos modernos. Esta continuación de los misterios de los antiguos hace que la Masonería sea la cadena que une de modo inseparable al pasado con el presente y la guía segura para el porvenir.


“Así es que la Masonería es el resultado de la ciencia de los siglos anteriores a la era vulgar, y por eso goza de una inmutabilidad de que no participa ninguna otra asociación humana44.


“¡Cuán consolador es el espectáculo de una asociación perseverante en su objeto, cimentada en todas las virtudes y unida por todos los lazos de amistad, de benevolencia y de fraternidad, mientras no se ven en el mundo más que revoluciones físicas y morales! Esta asociación es el más conmovedor y magnífico de los fenómenos morales; es el espectáculo más bello que pueda mostrar la Naturaleza al mundo y el más raro y saludable de los dones del cielo”45.


El grado de maestro, considerado antiguamente como el grado superior, llevaba aparejado un estado de perfección sobre los demás grados, puesto que con él se terminaba la iniciación y se daban al adepto todas las cualidades que le hacían destacar por doquier como sujeto superior a la clase ordinaria de los hombres. El masón que llegaba a este grado antiguamente no veía en torno de él más que iguales; hoy día, quien lleva el honroso título de maestro tiene por encima de sí treinta clases superiores. Si pudiera ocurrir el milagro de que un iniciado antiguo llegara a nuestros templos en que nos investimos con los títulos de pontífices, príncipes y soberanos y nos cubrimos con cordones de todas las clases y colores46, creería hallarse en medio de una corte de los reyes, en vez de estar en el modesto asilo de la sabiduría. Pero, ¡ay! Todos esos cordones no halagan al masón instruido, quien observa que en Masonería lo que sus adeptos han ganado en cintas, lo perdieron en instrucción.



(1) Otros explican el grado de Maestro con detalles relativos al trágico fin de Carlos I, olvidando que estos símbolos de la muerte habían sido admitidos en Caldea, Siria y Persia; que tenían una significación moral que nosotros explicamos y un significado físico tomado de los fenómenos de la Naturaleza. Tertuliano trata de ellos cuando habla de Eleusis, y el sexto canto de la Eneida los describe con la exactitud de un ritual.

En cuanto a los que relacionan este grado con el fin trágico de la Orden del Temple, hemos de decir que desconocen los documentos históricos que hacen mención de los masones antes de la existencia de la Orden del Temple, así como durante su existencia y después de su desaparición. Se poseen grados masónicos que fueron practicados por los Templarios 300 años antes de su trágico fin.


(2) La incompleta lista que damos a continuación demuestra que el grado de Maestro pertenece a la Teogonía de todos los pueblos:


Osiris es muerto por Tifón, en una emboscada;

Sommonacodón, por un cerdo;

Adonis, por un jabalí en celo;

Etión, por animales feroces;

Ormuz es vencido por Arimán;

Nehemio, por Armilio, quien a su vez es vencido por el segundo Mesías;

Abel es asesinado por Caín;

Balder, por el ciego Hother;

Allirotio, por Marte;

Susarmán, por Sudra;

Baco es despedazado por los Gigantes;

Los Asirios lloran la muerte de Thammuz;

Los escitas y fenicios, la de Acmón;

Toda la Naturaleza la del Gran Pan;

Zohak es vencido por Feridún;

Sura-Parama, por Supra-Munia;

Moia-Sur, por Durga;

Pra-Suane, por Sommonacodón, contra el cual se rebela su hermano Thevatath;

Urano es mutilado y destronado por Saturno;

Agdestis y Athys se mutilaron a sí propios;

Chib muere al fecundar a su mujer;

Jahud es inmolado por su padre Saturno;

Indra, Thevatha y Jesús expiran en la Cruz;

Los turcos celebran el fin trágico y, no obstante, necesario de Hosein;

Los maniqueos el de Manes, etc.


(3) No puede concebirse lógicamente el ateísmo, porque sería suponer la existencia de efectos sin causa, porque la causa de todo cuanto existe recibe el nombre de Dios (quien es la causa desconocida de los efectos conocidos). Ahora bien, semejante suposición es absurda y no ha sido admitida por nadie. Así que no puede haber ateos, no obstante el diccionario de Sylvain Marechal y la opinión de otros autores que deploran estos extravíos del espíritu humano.


La única división existente entre hombres de buena fe es la de saber si la causa de toda existencia es espiritual o material, es decir, aislada e independiente de la materia, o inherente a la misma y formando parte integrante de ella. Pero el materialista no es de ningún modo ateo.

(4) La diosa de Siria, dice Luciano, se parecía a Isis o Cibeles. “La Diana de Efeso era, también, una Isis; y en todos los templos en que se adoraba a esta diosa debían hacerse recepciones de iniciados.”


Los autores antiguos han confundido con frecuencia a las divinidades egipcias con las romanas y con sus alegorías correspondientes. A veces Apuleyo designa con los nombres de Cibeles, Minerva, Venus, Diana, Proserpina, Ceres, Juno, Bellona, Hécate y Rhamnusia a Isis; por cuyo motivo califica a esta diosa de Miriónima (la que tiene diez mil nombres). Este autor hace hablar a Isis de la siguiente manera:


“Yo soy la Naturaleza, madre de todas las cosas, señora de los elementos, comienzo de los siglos, soberana de los dioses, la primera de la Naturaleza celeste, la faz uniforme de los dioses y diosas; yo soy quien dirige la multitud innumerable de los cielos, los vientos saludables del mal y el lúgubre silencio de los infiernos; mi divinidad, que es única y tiene, sin embargo, múltiples formas, es honrada con diferentes ceremonias y bajo distintos nombres. Los frigios me llaman la Pesinontiana, madre de los dioses; los atenienses, Minerva Cecropiana; los sicilianos, Proserpina-Estigiana; los eleusinos, la antigua diosa Ceres; otros me conocen con el nombre de Juno o con el de Bellona o con el de Hécate; también hay quienes me llaman Rhamnusia. Los egipcios, los orientales, los arios y los que conocen la doctrina antigua, quiero decir los egipcios, me honran con ceremonias propias de mí, y me llaman con mi verdadero nombre, la Reina Isis.”


Un mármol encontrado en Capua, con una inscripción que cita Montfaucon, La califica de la siguiente manera: “¡Oh Diosa Isis, que eres una y todas las cosas, Arrio Babino te ha hecho esta súplica!”


Esta inscripción demuestra que los romanos iniciados en las doctrinas egipcias consideraban a Isis como el emblema de la unidad de Dios y del Universo. (REGHELLIGI, la Maçon. Consid., etc., tom. I, pág. 25.)


(5) Este nombre es babilónico.


(6) Tifón, significa serpiente (símbolo del invierno). Si se supone que el nombre de dios se deriva de tiful, entonces significa un árbol que produce manzanas (mala, males); origen judaico de la caída del hombre. Tifón quiere decir el que suplanta, y significa las pasiones humanas que expulsan de nuestro corazón a las lecciones de sabiduría. En la fábula se observa que, a medida que Isis escribe la palabra sagrada para instruir a los hombres, Tifón la va borrando. En lo moral este último nombre significa orgullo, ignorancia y mentira.


¿Qué relación guardan las flaquezas morales con el invierno y la noche? Esta relación existe: el orgullo y la ignorancia nos retenían en las tinieblas de la noche, en el sopor y en la esterilidad del invierno. Su interpretación es moral, pues la física no interviene más que para ayudar a la comparación con los objetos sensibles. Así es como el dogma de los dos principios enseñado en los misterios bajo un símbolo astronómico comprendía el bien y el mal•.


• Los autores profanos se han basado en la alegoría de la luz y de las tinieblas, la cual constituye una parte de las enseñanzas del grado de Maestro, para tildar a los masones de maniqueos, preseilianos, etc.


(7) Volney, Las ruinas de Palmira.


(8) Mirto es aquí símbolo de sepulcro.


(9) Druida se deriva de la palabra griega drus, encina.


(10) Este ramo misterioso acompaña en las medallas antiguas a las efigies de los iniciados Apuleyo, Virgilio, Horacio y Augusto. La respuesta a la pregunta: ¿sois Maestro Masón? Nos recuerda este ramo sagrado.


(11) Debe tratarse de la acacia espinosa, la cual recuerda, según cree Jovet, la corona de espina que le colocaron a Jesús, así como en madero de la cruz, a pesar del Tratado sobre el árbol denominado acacia (Burdeos, 1762), cuyo autor pretende que esta planta fue importada de América y que no había sido conocida por los antiguos anteriores al descubrimiento del Nuevo Mundo. El autor añade que: “Este árbol ha sido escogido probablemente debido al nombre akakia, que traduce Cicerón por animus terrore liber, lo que quiere decir un hombre intrépido, un corazón que no experimenta miedo; nombre que se debe haber dado a este árbol, porque ni los insectos ni los animales le pueden causar perjuicio.”


(12) El rey Biblos ordenó que se cortase este árbol y que se construyera con él un pilar para sostener el techo de su palacio (tipo primitivo, según algunos autores, de las columnas del templo de Salomón). Isis logró que se le entregase este pilar, bajo el cual se hallaba el cofre sagrado. Ella lo ungió con óleo perfumado, lo envolvió en un velo, y esta pieza llegó a ser objeto de veneración popular. (PLUTARCO, de Isid. e Osirid.)


Hay otra versión:


Isis halló el cuerpo de Osiris en las cercanías de Biblos, junto a una planta de elevado tallo, conocida con el nombre de erica. Entonces se sentó junto a una fuente que manaba de una roca y permaneció allí anonadada. Esta roca es la pequeña montaña que se menciona en el ritual; la erica ha sido reemplazada por la acacia, y el dolor de la diosa, por el de los Maestros.


Los viajes de los Maestros en busca de la luz representan los de Isis en busca de su esposo, el sol.


El joven rey de Biblos espía a Isis, y ve que esta abre el cofre y junta sus labios con los de su esposo. La diosa se da cuenta de que la espían y lanza tan terrible mirada al rey que éste cae muerto. He aquí el origen de la severa mirada con que el Muy Respetable escruta al recipendario en el momento de su recepción.


Los maestros van en busca de lo que se ha perdido; Isis va, también, en busca de su esposo perdido. El cuerpo de Hiram es encontrado al séptimo día, el cual está consagrado al sol. En el equinoccio es cuando se siente la virtud generatriz del sol; cada día aumenta sus fuerzas y los efectos de su suave calor; la palabra se vuelve a encontrar. Los iniciados en los misterios osíricos clamaban en esta época: Osiris ha sido encontrado, que es la época de la Pascua en que el luto cesa y sólo hay motivos de alegría.


Virgilio habla en el sexto libro del asesinato, así como de la búsqueda del ramo y de los últimos deberes rendidos a la víctima, y describe la historia de Palinuro (bali-nour, la luz del Sol), el cual fue precipitado por Tifón desde su navío a los profundos infiernos.


Osiris, que es el Apolo de los egipcios, conducía una nave en vez de un carro; en efecto, para ir en busca de la verdad, es preciso montar en la nave de la Naturaleza, en la barca de Isis, la cual aún se ostenta en las armas de la ciudad de París, bar-Isis, ciudad de Isis, diosa que fue su patrona, más tarde substituida por Santa Genoveva que, como Isis, significa la que engendra la vida.


(13) La acacia era venerada por los árabes, particularmente en la tribu de Ghalfán. Esta planta fue consagrada por Dhalem y cubierta por medio de una capilla que emitía un sonido cuando se entraba en ella, como ocurría con la estatua de Memnón. Los árabes habían hecho de la acacia su ídolo Al-Uzza, destruido por Mahoma. De ahí viene probablemente esta observación del hermano Dumast:


“La acacia, honrada por los sabios, de cuya planta llevaban una rama los iniciados, recibía en estos pueblos el nombre de huzza. El viva de los escoceses, huzé, que se escribe huzza, demuestra que, tanto en Inglaterra, como en Francia, el grito de júbilo popular toma su nombre de la rama de los iniciados.”


(14) Cuando el iniciado había recibido las grandes revelaciones, se le revestía con cualidades sagradas, sacris dotibus, pues el carácter del iniciado se denominaba sagrado, sacra dos. Poco a poco se fue aplicando a los individuos el nombre del carácter con que les habían conferido, de ahí vino el nombre de sacerdos, sacerdotes, con que se les conocía.


(15) En Masonería, así como en todas las artes y oficios, es maestro el que, después de haber hecho el aprendizaje y haber trabajado como compañero (oficial), es admitido en la corporación. Esta exacta definición viene a demostrar que los aprendices y los compañeros no son, en realidad, verdaderos miembros de la corporación, sino que trabajan por llegarlo a ser. (Miroir de la Vérité, t. I, pág. 270.)


Esta nota nos induce a dar algunos detalles sobre las palabras orden y corporación.


Corporación significa un conjunto de personas que se someten a una misma ley, o que se reúnen a las órdenes de un mismo jefe, o gentes de cierta profesión u oficio.


Orden, significa una corporación compuesta por ciertos estados: en Roma, existía la orden de los senadores, la de los caballeros y la de los plebeyos. Entiéndese por orden, también, una compañía de religiosos, de caballeros o de personas que se comprometen bajo juramento a vivir según ciertas reglas. La Masonería es una Orden. Esta palabra expresa la regla constitutiva de la sociedad: se dice la Orden Masónica, la Orden de la Legión de Honor, etc. La palabra corporación significa el conjunto de personas que forman esta Orden: la corporación de los masones, la de los legionarios, etc. Leemos en Voltaire que: “Hacia el año 1730, en tiempos del cardenal Fleury, los abogados tomaron el título de orden, porque creían que el nombre de Cuerpo o Corporación era muy vulgar. Tan a menudo repetían ellos la frase “orden de los abogados” que el pueblo acabó por acostumbrarse a oírla, a pesar de que ellos no son ni una orden del Estado, ni una orden militar, ni una orden religiosa y de que este nombre es extraño por completo a su profesión.” (Hist. du Parlement de París, cap. 63.)


(16) Debe escribirse Ghibl.·. Los ghiblianos, designados por este nombre, fueron empleados por Salomón en cortar piedras para la edificación del templo.


(17) Las dos columnas de Seth, cuyos restos afirma Hermes haber visto, y el nombre de su hijo Henoch, es decir, iniciado, demuestran que la orden iniciática existía antes de esas revoluciones ecuménicas que todo el mundo se obstina en llamar diluvios.


(18) Los mejicanos tenían su Adonis viviente, quien era un hombre que se renovaba todos los años. Durante el año era adorado, nada le faltaba; ni honores, ni buena vida; pero, terminado aquél, se le degollaba (Cerem. Rel., tom.VII), pues se creía que su sangre hacía fecunda la tierra. Los sacerdotes de Mithra derramaban en 25 de marzo la sangre del toro o buey equinoccial con este mismo propósito, de donde viene la costumbre de la sangre del cordero que se venera en cierta religión moderna.


Nosotros pintamos de rojo• los huevos que nos regalamos en este mes para conmemorar este hecho. Esta época era la del famoso paso del sol por el punto equinoccial, en la cual era creencia que daba principio o comienzo a la generación de los cuerpos. Los antiguos limpiaban sus utensilios cuidadosamente en Pascua, como si quisieran renovarlo todo al mismo tiempo que se renueva la Naturaleza. No rompían sus muebles como hacen los mejicanos para fabricar otros nuevos, pero estrenaban trajes.


• Según una antigua máxima: todo nace del huevo, ab ovo.


(19) El autor de un Retejador masónico dice:


1 2 3

La destrucción, la creación, el crecimiento.

Tifón, Osiris, Horo,

M.·. J.·. B.·.


“En fin, la muerte, el nacimiento y la vida de todos los cuerpos. Coloco a la muerte, ese gran jeroglífico de la Naturaleza, delante de la vida.” – Esto es un error, porque nada comienza por la muerte, puesto que ella es el término de toda cosa creada. Luego añade que: “La muerte es el tipo de las iniciaciones.” Con lo cual vuelve a incurrir en error: las estaciones del año simbolizan la vida del hombre, tal es el tipo de las iniciaciones; la muerte no es más que conclusión y su término. M. Delaulnaye no era iniciado, cosa que se descubre en sus ideas. Muchas veces le he dicho que no poseía más que una sola clave (la de la generación de los cuerpos), lo que le impedía que se pudiera formar una idea verdadera sobre la mayoría de los misterios antiguos.


En 1808 conocí en casa del hermano Fustier, venerable de la Logia Le Point-Parfait, al señor Delaulnaye, hombre eruditísimo, empleado en casa de aquel hermano. Un día en que yo me lamentaba ante los oficiales del Gran Oriente de que los cuadernos de los grados que se entregaban a las Logias y Capítulos estuvieran copiados de un modo muy inexacto, hasta el extremo de que las palabras se trabucaban de modo que eran difíciles de descifrar, Delaulnaye, que conocía el hebreo, dijo: “Soy profano, pero confiadme los cuadernos y os haré un buen Retejador con las palabras rectificadas y con su significación”. Le cogí la palabra, le entregué la colección, entonces rarísima, de los 33 grados•, y, dos años más tarde, apareció EL RETEJADOR que, efectivamente, fue la mejor obra de su género; hasta que la superó en 1820 el Manual Masónico o Retejador de todos los Ritos, debido a la pluma del hermano Willaume, masón muy instruido y autor del Orador Francmasón. La muerte nos arrebató demasiado pronto a este digno hermano.


• Faltaban en ella los cuatro grados comprendidos entre el 23 y el 26, cuyos nombres son: Jefe del Tabernáculo, Príncipe del Tabernáculo, Caballero de la Serpiente de Bronce y Príncipe de Merci. Viéndose Delaulnaye en la imposibilidad de procurárselos, se limitó a mencionar sus nombres y, para justificar esta omisión, redactó una nota irrisoria que recuerda bastante la fábula del zorro y las uvas: “Estos cuatro grados no existen en Francia; los escoceses los consideran como un arca santa, y nosotros nos guardamos de tocarla, por temor de incurrir en su indignación”. (pág. 149 de su Manuscrito, 1810).


Estos cuatro grados se encuentran en el Unique et Parfait Tuileur de 1812, vol. En 8º de 80 páginas.


(20) Horacio da este epíteto, tomado de Egipto, a los iniciados de su época, y Virgilio, a los héroes de su poema.


(21) Este momento es a propósito para hablar del efecto perpetuo de las significaciones equívocas de la mayor parte de las palabras en las traducciones. Como ejemplos, citaremos las dos palabras matar y resucitar, y veremos que no debemos considerarlas sino alegóricamente y no tomarlas al pie de la letra: matar es la traducción de la voz latina occidere, de donde hemos formado la palabra occidente; y esta palabra tan usada no significa para nosotros ni muerte, ni asesinato, ni nada repulsivo, porque en sentido alegórico, el occidente es el ser, el tiempo o el punto del mundo que mata, porque hace desaparecer al sol y a los astros alternativamente. Asimismo, traducimos la palabra latina resurgere por resucitar, haciéndola sufrir una atrevida metamorfosis, aunque el verbo latino no haya significado jamás volver a la vida, sino levantarse por segunda vez, lo que concierta perfectamente con el sol.


Los nombres de los tres asesinos de Hiram varían mucho según los ritos y las diversas aplicaciones de la Masonería.


Estos nombres son Abhiram, Romvel y Gravelot. En los grados alemanes se llaman Hobbhen, Schterké (fuerza) y Austerfuth (fuera de la puerta); y en el escocismo, Giblón, Giblas, Giblos, o Jubelás, Jubelós y Jubelón.


Un templario ve en estos tres personajes a Squin de Florián, a Noffodei y al desconocido a cuyas declaraciones se debió que Felipe el Hermoso acusara a la Orden ante el Papa. También ve en estos tres asesinos a Felipe el Hermoso, a Clemente V y a Noffodei (a quienes él denomina los tres abominables).


El masón coronado cree ver en ellos a los tres autores de la muerte de Cristo: Judas, Caifás y Pilatos.


El filósofo descubre en ellos a la mentira, la ignorancia y la ambición, aliadas contra la verdad. He aquí su interpretación moral, que tomaremos del grado 29 escocés, el Caballero del Sol, tal como se cita en el número 44 de la Abeille Maçonnique:


“Los tres malvados compañeros (la mentira, la ignorancia y la ambición) acaban de herir a Hiram (la verdad, ministro de Salomón), o sea al arquitecto del Templo que debía reunir a todos los hombres a los pies de un mismo altar (la Masonería). La Sabiduría divina (Salomón) arma a los hijos de la verdad contra la mentira, la ignorancia y la ambición; les ciñe con un velo negro, emblema del luto, y les confía un arma, que no puede ser sino un símbolo de la razón, de la ciencia, de la dulzura y del buen ejemplo, únicas armas que pueden instruir y convencer. Los hijos de la verdad combaten y triunfan.


(22) Este templo figura desde la edad media en el tema del grado de Maestro, porque Logia quiere decir mundo (grado de compañero, pág. 44) y porque el templo de Jerusalén era la representación del mundo entre los judíos.


(23) Cuéntase que en un día en que se celebraba una recepción análoga a la de este grado, el emperador Comodo, quien ocupaba el cargo de muy respetable, dio el último golpe tan en serio, que la farsa acabó en tragedia.


(24) El color negro se ha consagrado como signo de duelo, porque la muerte (alegórica) de la luz produce las tinieblas, color negativo resultante de la absorción de los rayos solares. El único país que no debe su civilización a los misterios, la China, representa por medio de otro color las ideas lúgubres.


(25) Los pitagóricos que recorrían Oriente eran acogidos en todas partes y reconocidos como hermanos. Setecientos años después, los gnósticos viajeros no tenían más que hacer un signo para conseguir hospitalidad. En nuestros días los masones se sirven de ciertas sílabas extrañas y de un gesto para que se les socorra y sirva desde las orillas del Báltico hasta el promontorio de las Tormentas. (Guerr. de Dum., pág. 288).


(26) Dícese que los catecismos suecos fueron los primeros que dieron la tradición de este signo. Puede ser que nuestros protocolos, baterías y signos parezcan frívolos, pero la razón se ha servido de ellos y ha sacado gran provecho cuando se trata de reconocerse.


(27) Eusebio y Clemente de Alejandría denominaron festividades de los muertos y de los féretros a las grandes reuniones simbólicas de Eleusis. Las grandes asociaciones políticas y religiosas se han constituido siempre a consecuencia de un gran infortunio, real o ficticio, como si para realizar su unión fuera necesario el recuerdo de una desgracia o de un ultraje.


(28) El arte de gozar consiste en poseer la ciencia de no temer a nada. ¿Qué sería la vida sin ella? ¿Y qué sería el día sin la noche? Un sabio decía que quien teme a la muerte, finge saber lo que aún muchos ignoran.


(29) Hasta la religión ha tomado del desapego a la vida su mayor esplendor y sus armas más fuertes, desapego que ha producido los más grandes espíritus, ya sea del bien, ya del mal. Quien no teme a la muerte es todopoderoso, porque es dueño de su vida y de la ajena. Un niño que había sido vendido como esclavo dijo a su dueño: “Pronto verás lo que has comprado; bien necio sería yo si viviera esclavo pudiendo ser libre.” Y, cuando hubo pronunciado estas palabras, se arrojó a la calle desde lo más alto de la casa.


A veces se confunden los momentos de furor con el desprecio a la vida, pero, inmediatamente se arrepiente uno, como les ocurrió a Heliogábalo y a Domiciano. El hombre no se decide a morir cuando no ve con sangre fría este último momento. Sócrates tuvo treinta días para meditar en el decreto de su muerte, y lo vio ejecutar sin inmutarse. El hombre sabio vive tanto tiempo como debe vivir, de acuerdo con las Leyes de la Vida inmortal.


El más favorable de los dones que nos ha otorgado la Naturaleza es el de habernos dejado libres, lo cual nos quita la razón de quejarnos de nuestra condición. ¿Puede lamentarse el hombre, acaso, de un mal a que puede poner término en el momento en que quiera?


Pero el suicidio ha sido vituperado universalmente. El suicidio ha sido reprobado por los cristianos, por los judíos y por muchos filósofos, como Platón y Escipión, quienes creen que es un vicio de cobardía y debilidad. La virtud soporta los reveses de la fortuna, y no huye de ellos. Hay más grandeza de alma en llevar la cadena que en romperla, y más firmeza en Régulo que en Platón.


“El suicidio es una deserción. ¿Por qué hemos de salir del universo sin el consentimiento de quien nos ha puesto en él? No existimos tan sólo para nosotros mismos. Suicidarse es violar el respeto que debemos al cuerpo, obra de la Naturaleza, cuyos beneficios debemos saber aprovechar.


“El hombre no se debe quitar la vida cuando no tiene para ello otra razón que el hastío de vivir, como Pomponio, Marcelano y el filósofo Cleantes; la gloria de acompañar a la tumba al esposo, como las mujeres de Porro y de Laber; el fracaso en los asuntos, como Catón; el temor de vivir a merced de los enemigos, como Silvano y Próximo; el dolor de ver una mala administración, como Nerva; o la vergüenza de haber cometido un crimen involuntario, como Lucrecio. Hagamos valer a la vida hasta el extremo; las cosas pueden cambiar de cariz; y, si van de mal en peor, siempre estaremos a mayor altura si sabemos resistir.


“En la existencia de todos los hombres hay un instante en que deberían morir; unos, los retardan; otros, lo anticipan. ¡Cuántas personas han sobrevivido a su gloria y la han obscurecido con el deseo de prolongarla! ¿No dijo Laborio: He vivido yo un día de más?


“Algunos desean morir de modo fastuoso. Hasta cuando se abandona la existencia se anhela ser algo. ¿Por qué? ¿Ha de darse el último suspiro para la vanidad? La muerte más sabia y prudente es la tranquila. El sabio no debe desear en este último instante que los que le van a cerrar los ojos estén tristes, ni tampoco ha de mostrar dolor al separarse de ellos. La tranquilidad de espíritu es el triunfo de la sabiduría.”


(30) Los romanos y los egipcios se hacían presentar un esqueleto en sus banquetes aparatosos, sin duda para invitar a los convidados a que empezaran bien la vida.


(31) No obstante, Chirón rehusó la inmortalidad, cuando su padre, Saturno, le explicó las condiciones de ella.


(32) Cuando preguntaron a Epaminondas que a quién estimaba más, si a Chabrias, a Hipócrates o a sí mismo, repuso: “Para responder a esta pregunta es preciso que muramos antes los tres. En efecto, ¿puede formarse juicio sobre un drama cuyo último acto no se ha visto?


(33) La libertad y la verdad son los dos dones principales que asigna Platón (en el Fedro) a los adeptos de la filosofía que se han hecho dignos de entrar en la región superior, o sea en el éter, situado por encima de los siete grados purificadores. Herodiano (III, 128) comparaba los juegos olímpicos a los grandes misterios, pues nadie podía tomar parte en aquellos si no era libre. Las diosas Ceres y Proserpina se llamaban por su nombre místico, liberae deoe (Orig. des Cult.), en las iniciaciones de Italia. Liber era también el verdadero nombre de Baco en los misterios. En Grecia se decía que un tal Eleuterio (libre) fue quien instruyó los misterios de Eleusis (Hygin. Fab. 225).


“El genio esclavo de Salomón que instruyó a un círculo de amigos en las cavernas del Cáucaso de donde desciende Habib, dijo a un héroe: “Serán libres cuando hayan adquirido los conocimientos necesarios para conducirse.” (Hist. du Cher. Hab. et de Dorath.)


“Cuando el pueblo habla en la Epifanía de los tres reyes o magos no sabe bien lo que dice; pero en los primeros tiempos de la Iglesia, se creía en Oriente que los magos gozaban de una especie de realeza moral y simbólica•.


“En fin, Horacio va a disipar las dudas que nos puedan quedar con su retrato de un sabio:


Ad summam, sapiens uno minor est Jove, dives,


LIBER, honoratus, pulcher, REX DENIQUE REGUM.••


“Como se ve por esto, no es de ahora solamente el que los iniciados sean príncipes y hombres libres; y su libertad y dominio no pertenecen a una especie peligrosa.”


• La Biblioteca francesa posee desde la campaña de Napoleón en Egipto un manuscrito turco del siglo dieciséis que reproduce en forma enciclopédica parte de las antiguas ideas asiáticas acerca de las ciencias, y en donde curiosísimas planchas en color, que representas las fases astronómicas personificadas en las formas de seres bizarros, nos transportan a una época en que la iconografía, cuya clave se poseía todavía, no se había transformado en politeísmo; esto nos recuerda vivamente el sistema de los magos. Este manuscrito que podía servir de grimorio mágico y diabólico a las mujeres vulgares, es notable por su título: EL ORIENTE de la felicidad y el origen de la Soberanía en el conocimiento de los talismanes.


•• Confieso que este retrato es irónico en el lugar en que está colocado, como lo indica la última frase: Proecipue sanus, misi quum pituita molesta est.


Pero esto no obsta para la conclusión que yo deduzco de él. Con esa filosofía variable que le caracteriza, Horacio se burla d que los estoicos crean ser el modelo perfecto de la sabiduría; pero había filósofos que tenían de ésta un concepto teñido de libertad y de realeza; y esto es lo que a mí me interesa (La Maçonn., poema).


(34) El tercer hijo de Simeón (hijo de Jacob) llamado Jakin fue el padre de los jakinitas que formaron la vigésima primera familia de las veinticuatro familias sacerdotales de los judíos (Génesis, cap. 46, ver.10).


(35) Algunos autores creen que Salomón dio a la segunda columna de su templo el nombre de Bo.·. en memoria de su trisabuelo, hijo de Salomón.


(36) La palabra sagrada Jak.·. es pentagrámica; Bo.·. es tetragrámica. Esta es la razón de que el rito escocés adoptara un orden inverso al francés, aferrándose a la letra, mientras que el rito moderno, más racional, se ha fijado en el significado de las dos palabras.


(37) Moabón; esta palabra, que significa literalmente a patre (del padre), porque Moab nació del incesto de la hija mayor de Loth con su padre (Génesis, cap. 17, vers. 36 y 37), quiere decir que el francmasón se convierte por medio de la recepción en hijo y sucesor de Hiram.


Como Moab y los moabitas fueron los eternos enemigos del pueblo judío se ha dado al masón iniciado el nombre de Moabón para que sea el antagonista de los profanos y de todos los que se opongan al progreso de la Orden. La palabra francesa y la inglesa se escriben de la misma manera, en abreviatura (M.·. B.·.), la cual sirve de velo en los dos ritos.


(38) Porque se dice que los iniciados en el primer grado en Egipto permanecían durante tres años sin comunicarse con el mundo profano y no se les permitía entrar de nuevo si salían. Los iniciados del segundo grado poseían por el contrario una palabra de paso, porque se les concedía la libertad de salir en determinados días de la semana; pero, como los aprendices modernos viven en el mundo, visitan las Logias, y no asisten a los misterios masónicos más que en ciertos días de cada mes, deben poseer una palabra de paso que el rito francés hace bien en darles.


(39) Los traslados del triángulo representan también:


Pasado, presente, porvenir;


Sal, azufre, mercurio;


Nacimiento, vida, muerte, etc.


Pero el triángulo entero ha significado siempre Dios o la Naturaleza. Por eso la Trinidad es su alegoría.


Reghellini opina que “las alegorías de las tres verdades, fundamento de los primeros misterios, recuerdan los efectos sucesivos y eternos de la Naturaleza, o sea:


1º Que todo se ha formado por generación;


2º Que la destrucción sigue a la generación en todas sus obras;


3º Que la regeneración restablece, bajo otras formas, los efectos de la destrucción.


“Ya se ve que los autores de los misterios y las religiones no han inventado nada; pero que han sabido aprovecharse de lo que siempre ha existido, extrayendo de la Naturaleza el germen de todas sus doctrinas.”


(40) Leemos en Plutarco que: “A Minerva se le dan tres nombres (Minerva, Pallas y Atenea) y se le consagran tres animales (el mochuelo, el gallo y la serpiente), para que ella enseñe al hombre las tres partes de la sabiduría que son: bien pensar, bien decir y obrar bien.” (Vida de Temístocles.)


La prosa del Corpus, compuesta por Tomás de Aquino, dice en términos análogos: Nova sint omnia, corda, voces et opera.


(41) Culto es el honor que se tributa a Dios por medio de actos religiosos, y la Masonería no tiene nada que ver con esto.


“Entre los antiguos la Logia se abría por una oración a la Divinidad. Esta máxima religiosa conservada en muchos grados de algunos ritos, se ha perdido en general en las diversas persecuciones que sufrió el cristianismo. Viéndose los cristianos perseguidos hasta en sus más secretas guaridas, se vieron obligados a simbolizar todos los puntos principales de su religión, y, para librarse de las sospechas de los tiranos, tomaron el nombre de Masones.” (Mason. Adonhiramita.)


(42) El Venerable, representa al sol; prueba de ello es la muceta que lleva al cuello, pues en la parte inferior de ella se ve un sol bordado.


(43) En el rito escocés parte con el pie izquierdo.


(44) Etat du Grand Orient de France, tomo II.


(45) Etat du Grand Orient de France, tomo II.


(46) Los masones antiguos no conocían los cordones y sólo empleaban el mandil de piel. En los grabados masónicos coleccionados desde hace un siglo se observa que tan sólo los llevaban los dignatarios de la Logia. De sus cordones pendía la joya distintiva de sus funciones.


La diferencia primitiva de colores existente entre el grado de Maestro escocés y el de francés proviene, según algunos autores, de que el rojo es el color de Inglaterra, y el azul el de Francia, durante nuestros reyes y en la época de fundación de la nueva Masonería.


Dice el hermano Dumast que los templarios recibían como señal de su caballería secreta un cinturón que ulteriormente se substituyó por una banda, de la cual se derivan todas las cintas y grandes cordones modernos, según se dice. Poseían ellos, también, todas las insignias gnóstico-masónicas, tales como se llevan entonces en las Logias inglesas de Athalstan y en las del Bajo Imperio, o tales como las que están en uso por toda la tierra.


En efecto, a fines del siglo XVII se descubrió en Alemania en la tumba de un templario muerto antes de la persecución de la Orden, una especie de talismán cuyos tres signos principales eran: 


1º El compás y la escuadra, atribuidos a la maestría;


2º La esfera, emblema de la astronomía y de la perfección; y


3º El decágono, llamado pentágono de Pitágoras, o estrella Flamígera.