segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - GRADO DEL CABALLERO DE ORIENTE

TERCERA ORDEN CAPITULAR

GRADO DEL CABALLERO DE ORIENTE

HERMANOS:


En la última sesión de este curso hemos estudiado el grado sacerdotal del gran elegido escocés, segundo orden del régimen francés, en que se observan vestigios del culto mitraico y de la religión mosaica.


Este grado consta de nueve puntos, cuya explicación hemos dado. Los tres que hemos descrito más detenidamente son: El sacrificio de Abraham, la comunión con los hermanos y la Consagración del sacerdote de Jehová. Estos diversos temas nos han llevado a indicar las diferencias existentes entre las prácticas de la Iglesia primitiva y las que han sido agregadas a las costumbres religiosas modernas por las supersticiones de los siglos; y hemos llegado al convencimiento de que las prácticas razonables de los cristianos primitivos se han refugiado en los grados masónicos de categoría superior, indicando de paso las diversas alteraciones que han experimentado desde el siglo tercero hasta nuestros días. Hemos visto que los sacerdotes dejaron de ser apóstoles para convertirse en sacrificadores, os hemos indicado que el papa Inocencio III instituyó el dogma de la transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, y como, para poder operar este milagro, el concilio de Letrán acordó la conversión de los signos en un siglo que creía en la magia1.


De esto procede la alteración de la comunión de la cena, la cual no se ha conservado intacta más que entre los masones. En fin, hemos visto también de que modo el papa León II substituyó en el año 780 nuestro ósculo fraternal, signo sagrado de paz y unión, por la patena, convirtiendo un símbolo de reconciliación en práctica pueril.


El Caballero de Oriente o de la Espada, sexto y anteúltimo grado del rito francés, del cual constituye el tercer orden capitular, corresponde a los grados quince y seis y seis del rito antiguo y aceptado, es decir, que comprende el de Caballero de Oriente y de Occidente.


El rito francés pasa en silencio el grado escocés que lleva por título:


PRÍNCIPE DE JERUSALÉN, GRAN CONSEJO,

JEFE DE LAS LOGIAS REGULARES


Este grado viene a ser en el escocismo el segundo punto del Caballero de Oriente (grado decimoquinto), en que sirve de tema histórico el permiso que Ciro concedió a los judíos para que retornasen a Jerusalén (Esdras, libro I, cap. I).


En el grado de Príncipe de Jerusalén se conmemora la respuesta a que dio lugar la reedificación del templo y la decisión de Darío sobre el particular (Esdras, libro I, caps. 5 y 6).


El escocismo reformado ha unido estos grados en uno solo, que toma el nombre del segundo.


Los príncipes de Jerusalén se atribuían grandes privilegios en las Logias inferiores, cuya vigilancia y administración se hallaba a cargo del Consejo.


Los Caballeros de Oriente gozaban en el escocismo de prerrogativas brillantes que indican cual era la importancia que se concedía a este grado. Como demostración de esto, voy a daros a conocer tres artículos de sus estatutos y reglamentos; el artículo segundo dice lo que sigue:


“Siendo los caballeros de Oriente soberanos príncipes de la Masonería, deben todos ser iguales para perpetuar su soberanía y hacer que prevalezca siempre la buena armonía. Por esta razón ocuparán alternativamente, de año en año, el puesto eminente de soberano2.


Artículo 7º “Siendo los Grandes Maestros escoceses grandes soberanos natos de la Orden Masónica, del mismo modo son los caballeros de Oriente, príncipes y soberanos, ex oficio, de la Orden en general. El Consejo de caballeros de Oriente toma cuenta de todas las desavenencias que ocurran entre los grandes elegidos, perfectos y sublimes masones.”


Artículo 8º El caballero de Oriente tiene derecho, dondequiera que encuentre un aprendiz, compañero o maestro masón, de conferirle los grados de maestro secreto, maestro perfecto, secretario íntimo, preboste y juez e intendente de los edificios, uno después de otro, si lo merece, con tal de que no haya en dicho lugar Logias de esos grados. Si el caballero de Oriente se encontrase en un lugar en que hubiese Logias fundadas bajo falsos principios o con constituciones irregulares, puede entredicharlas o regularizarlas, según se lo dicte la prudencia o la sabiduría.”


Hace mucho tiempo que esta costumbre y este poder han caído con razón en desuso.


Este grado constituye la primera cámara de la Orden de caballería, conocida con el nombre de caballero Rosa-Cruz, en el gran Oriente de Francia, el cual se limita únicamente a concederlo.


Este grado nos proporciona la ocasión de lanzar una ojeada sobre la antigua caballería, con la que tiene curiosas semejanzas.


“Uno de los beneficios producidos por las cruzadas —dice Chateaubriand en su Genio del Cristianismo— fue el de dar una dirección más útil a la caballería, la cual contribuyó poderosamente a salvar a Europa de la invasión de Bárbaros.”


Al tratar ahora de algunos puntos de la caballería antigua, han de reconocerse forzosamente los motivos que indujeron a ciertos autores3 a creer que la caballería fue la madre de todas las órdenes, incluso de la Masonería, la cual creen ellos que no es más que la misma caballería más depurada y perfeccionada. Estos autores encontraban en ellas unidad de bien, semejanzas de costumbres y conformidad de principios. Efectivamente, en las siguientes páginas hemos de encontrar grandes concomitancias entre las órdenes de la Caballería y la Masonería.


RELACIONES DE LA CABALLERÍA CON LA MASONERÍA


La caballería tenía por objeto socorrer a los desgraciados, vengar a la virtud ultrajada y castigar al vicio; ello aproximaba a los hombres de todos los estratos sociales y de todas las clases de fortunas; ella unía a los opulentos con los pobres, a los grandes con los inferiores, al soberano con los súbditos, y no admitía otro calificativo que el de caballero.


Los caballeros se llamaban mutuamente con el dulce nombre de hermanos, de donde se derivan los nombres de hermanos de armas y de proezas4.


Formaban parte de una orden cosmopolita; tenían obligación de proteger y defender a todos los desventurados independientemente de su nacionalidad, religión y condición; fraternizaban y se asociaban con los caballeros nacidos en dominios extranjeros que profesaban cultos diferentes de los suyos, y sólo rompían sus vínculos cuando se encendía la guerra, para volar en socorro de su patria.


Tenían grados que sólo conferían después de cierto número de años y como consecuencia de luengas y peligrosas pruebas.


Los cuatro principales eran: paje, escudero o doncel, caballero o maestro, caballero perfecto, etc.5.


El aspirante a caballero era despojado de todos sus metales y de todas sus joyas, para probar si estaba dispuesto a hacer el sacrificio de sus riquezas a favor de la indigencia. Este venerable objeto todavía subsiste en los actos de beneficencia con que terminan siempre nuestras tenidas.


Los pajes, quienes tenían a su cargo las funciones menos difíciles de la caballería; limpiaban y arreglaban la armadura de los caballeros, llevaban sus órdenes, les servían como los aprendices a sus maestros, y les acompañaban en los viajes de menor peligro y duración. Debían permanecer ante los caballeros en actitud de respetuoso silencio, como los aprendices masones ante los maestros. A ciertas horas del día, los caballeros les explicaban lecciones relativas al sacrificio por la humanidad, al respeto debido a las damas virtuosas, al valor con que se debían afrontar los peligros y las adversidades. Estas lecciones, que iban siempre acompañadas del ejemplo, preparaban a los discípulos para proporcionar con el tiempo días de gloria a la caballería. Cuando habían pasado cierto número de años en esta clase y hecho los viajes acostumbrados, ascendían al grado de escudero, convirtiéndose en fieles compañeros de los caballeros, junto a quienes llevaban a cabo las más difíciles e importantes misiones, acompañándoles en los viajes largos. No les estaba permitido el justar o combatir contra los caballeros o señores, tal era el respeto que sentían por este grado6.


Cuando retornaban de sus expediciones recibían el grado de caballeros, si su señor manifestaba estar contento con ellos y daba testimonio de que habían servido el tiempo prescrito y realizado los viajes determinados.


Para ser recibido caballero había que tener por lo menos veintiún años, como ahora ocurre para ser masón. Y, al igual que en la Masonería, la edad se empezaba a contar desde el día de la admisión en la caballería7.


El día de la recepción del escudero en el tercer grado era el más dichoso e importante de la vida. Se preparaba para la misma por medio del ayuno y las limosnas. Pasaba la víspera en los templos, prosternado, al pie de los altares8. La obscuridad reinante en los santos lugares en que oraban los caballeros, en donde el pan y el agua simbolizaban el ayuno a que eran sometidos, recuerdan nuestras cámaras de reflexión. Prestaban sus juramentos sobre los libros sagrados. Juraban correr siempre en auxilio de los desgraciados y de su patria, y sacrificarse en defensa del honor de los misterios de la caballería, pues los caballeros denominaban misterios a sus ceremonias, y a su Sociedad, el Templo del honor y de la proeza; y consentían que se les degradase, que se les arrancase el corazón, que se les echara como pasto a los cuervos, etc., si violaban sus juramentos.


Los caballeros iban, como los masones, cargados de cadenas en sus viajes, hasta dar remate a sus empresas, como si quisieran dar a entender que eran esclavos de su palabra. Tácito refiere una cosa semejante cuando habla de los cattes en sus Costumbres de los Germanos, pues dice que hacían testamento antes de lanzarse al combate9.


Al hacer entrega de la espada al escudero con el título de caballero, se le daba el espaldarazo, cosa que ocurre también en Masonería. Esta ceremonia empezó a regir en la caballería a principios del siglo IX.


Rodolfo, auxiliado por los reyes de Bohemia, Hungría y Polonia, creó doscientos caballeros, dándoles el espaldarazo.


Los guantes que entregan los masones al recién iniciado para la dama a quien más ame, podría ser muy bien un vestigio de la galantería de los antiguos caballeros, galantería que, junto con la piedad, caracterizaba a todos sus actos. Daban su sangre como prenda de sus proezas, cosa que ahora se exige a los profanos que quieren ser recibidos en la Masonería. En fin, se bañaban y purificaban, cuando querían emprender alguna expedición importante.


En los banquetes brindaban la primera copa a la salud del soberano, como ahora hacen los masones. Tenían signos, toques, palabras de orden y de contraseña, y adoptaban colores análogos al objeto de sus empresas y viajes.


No llevaremos más lejos este paralelo, pero vamos a decir unas palabras sobre el origen de la caballería, con cuya existencia acabó el descubrimiento de la pólvora de cañon10.


Europa parecía haberse hundido en la ignorancia y la barbarie desde la fundación del imperio de occidente. Las hordas de pueblos feroces procedentes del helado Norte habían inundado y desbastado las comarcas septentrionales. Los negros habitantes del África, atravesando el Mediterráneo bajo los estandartes del fanatismo, habían invadido casi toda España e inundado de sangre a Italia. Los indolentes sucesores de Carlomagno habían permitido que los grandes desmembraran su imperio y usurparan el poder del soberano; en vez de ciudades opulentas y campos cultivados, no se veían en las comarcas más que torreones y fortalezas, desde donde la tiranía oprimía a los débiles, quitaba la vida a las mujeres y a los huérfanos y arrebataba a los cultivadores el premio de sus sudores. Como consecuencia de este desorden general, y ante la necesidad de rechazar a los agresores enemigos y de estar en guardia contra los ávidos y osados vecinos, todos los particulares se hicieron guerreros. Los hombres se acostumbraron a estar siempre sobre las armas, para poder lanzarse contra el enemigo lo más pronto posible. Y en vez de entregarse a las delicias del descanso en los pocos momentos de tregua y de paz que disfrutaban, acudían a los torneos para conquistar nuevos laureles. Se endurecían en las fatigas de la guerra sometiéndose a violentos ejercicios y se acostumbraban a realizar rápidas evoluciones, a pesar de las pesadas armaduras con que se cubrían. La utilidad y el deseo de notoriedad transformaron los torneos en juegos célebres; acudíase a ellos desde todas partes, y, así como los juegos olímpicos sirvieron de lugar de reunión para toda la Grecia, aquellos fueron lugares de cita para toda Europa. Pero, al propio tiempo que se despertaba el ardiente deseo de distinguirse en los combates, se hizo nacer también el de hacerse ilustre por la virtud; antes de entrar en liza había que dar pruebas de lealtad y cortesía. El examen era tanto más riguroso cuanto que quien lo verificaba era un sexo que, por su sensibilidad, aprecia la virtud mejor que el nuestro. De suerte que el heroísmo no tuvo límites desde que se tenía la esperanza de ser coronado por las blancas manos de las damas. El caballero aspiraba a ser apoyo del débil, defensor de la virtud, padre de los huérfanos y terror de los tiranos. Las gentes se asociaban para realizar gloriosas empresas, cuando no eran fuertes; y, para apretar más intensamente los lazos que les unían, se vestían con los mismos uniformes, juntaban sus fortunas, mezclaban sus sangres y pronunciaban juramento al pie de los altares11.


Así es como se formaron esas numerosas Sociedades conocidas con el nombre de Órdenes, es decir, de hombres consagrados al restablecimiento y mantenimiento del orden, las cuales sustentaban diferentes puntos de vista.


Las órdenes religiosas se establecieron con el objeto antisocial de perfeccionar las virtudes por el renunciamiento de sí mismo; las órdenes de caballería se fundaron para excitar el amor a la gloria por el incentivo de los honores; pero la Orden Masónica es la única que se instituyó para hacer sociales y virtuosos a los hombres por el sólo placer de serlo12.


De suerte, queridos hermanos, que han estado en lo cierto quienes compararon nuestra Orden a un ejército bien disciplinado, el cual consta de regimientos numerosos y de colores diferentes, pero todos abrigan un solo sentimiento: el de servir a la patria, y, si disputan entre sí, lo hacen movidos del deseo de cumplir mejor sus deberes.


Lo mismo ocurre con la Masonería, la cual se compone de diferentes ritos, según los diferentes países en que se halle difundida, pero no tiene más que un solo objeto: la busca de la verdad, el amor a los hombres. El hermano de mayor mérito en ella es quien, aportando más celos y más disposiciones felices a sus estudios, se acerca más a la perfección moral a que deben aspirar todos los masones.


EXPLICACIÓN DEL GRADO DE CABALLERO DE ORIENTE

O DE LA ESPADA


Las explicaciones relativas a los antiguos misterios dadas anteriormente nos deben haber convencido de que el cielo es la patria verdadera de los dioses. ¿Qué importan, pues, los nombres con que los hombres les designan? El sistema religioso de los antiguos estaba calcado del cielo, y ya hemos visto que el firmamento descendió a la tierra griega y a la egipcia para encarnarse en las imágenes de los dioses. En efecto, ¿en dónde moraría la verdad, si el cielo no fuera su sede, y nuestras Logias su templo? Si no ha sido la astronomía el gran libro en que leyeron los sacerdotes-magos las maravillas de sus ciencias, ¿por qué las revoluciones que se operan anualmente en la Naturaleza y las posiciones que toman los astros con toda regularidad en el cielo coinciden en tiempos y en aspectos con los datos de la historia de los tiempos fabulosos y con las heroicas hazañas que llevaron a cabo esos personajes mitológicos, conocidos con los nombres de reyes, príncipes y conquistadores?


Es evidente que estos imaginarios personajes han reemplazado a los planetas y a las constelaciones que pueblan el cielo. Sabido es que la inspección del Zodíaco nos proporciona la clave que explica parte de las fábulas y de los misterios de la antigüedad, teniendo en cuenta las diferencias producidas por la precesión de los equinoccios.


Según algunos autores, el equinoccio de primavera coincidía con el primer grado del Carnero (Aries) y con el primero del Toro (Tauro), en los años 2504 y 4619 antes de Cristo. Ahora bien, téngase en cuenta que el culto del Toro representa el papel principal en la teología de los egipcios, de los persas, de los japoneses, etc., lo que indica la existencia de un movimiento común en esos pueblos diversos.


Describamos las salas de Oriente y de Occidente utilizadas en este grado, para conocerlo y darse cuenta del espíritu que lo informa.


En la leyenda del grado se dice que “Stharbuzanai es el nombre del río que es menester atravesar”. Cuando los judíos volvieron a Jerusalén desde Babilonia tuvieron que atravesar el Éufrates; pero en su país no existe ningún río Stharbuzanai. Este nombre es el de un oficial a quien Darío encomendó el gobierno de Palestina, como indica el primer libro de Esdras13.


La historia de Zorobabel parece ser la contraparte de la de Hiram. Éste, cae bajo los golpes de sus asesinos y no puede terminar el edificio que había comenzado; el otro, nacido en la servidumbre, devuelve la libertad a su nación y restablece la gloria del Templo. Ahora bien, nosotros hemos demostrado suficientemente que Hiram no es sino el sol de primavera, que sucumbe en invierno, y que Zorobabel es el sol de otoño que, después de haber sucumbido a manos del genio del mal —figurado aquí por el cautiverio de Israel— renace para restablecer un nuevo templo, es decir, para volver a comenzar su carrera; entonces aparece cargado de cadenas, emblemas del cautiverio de que sale. Estas cadenas son triangulares para recordar la delta o triángulo celeste, símbolo de la primavera y del reino del bien.


DESCRIPCIÓN


La sala de Oriente determina por su color verde la época del año que se ha tratado de representar, y designa el equinoccio de primavera, como la sala de Occidente indica el de otoño. El color verde de los cordones pertenece al caballero de Oriente, pero los signos y las palabras corresponden al caballero de Occidente. En efecto, el signo se hace de través y serpenteando, para figurar un río que no puede ser otro que el del Acuario, el cual ocupa durante el otoño en la esfera la primera parte del cielo, para indicar la estación de las lluvias. Las palabras ya-vorum hammaim (jagaboru hammaim) que significan en hebreo “pasarán las aguas”, indican ese límite del año que es preciso atravesar para llegar a la primavera.


La recepción del candidato tiene como tema el cautiverio de Babilonia, el cual se representa por medio de una torre en que aparece el recipendario cargado de cadenas y bajo el nombre de Zorobabel.


Detrás del trono se ve la representación del sueño de Ciro, porque la cosa ocurre bajo su tiranía. Este cuadro se compone primeramente de un león rugiente en actitud de lanzarse sobre el rey malvado. En la parte superior se ve una gloria deslumbradora de cuyo centro surge un águila que lleva esta leyenda: Devuelve la libertad a los cautivos; y, en la inferior, se ven los reyes Nabucodonosor y Baltasar cargados de cadenas; el primero en forma de animal. Siete torres y una muralla formarán la especie de teatro en donde ha de tener lugar la recepción; en la sala anterior a éste, se figurará un puente sobre un río, por cuyas aguas se deslicen numerosos cadáveres. Tal es el sueño de Ciro.


A pesar de su aspecto histórico, esta escena no es más que una alegoría. Es el combate eterno de los dos principios —la luz y las tinieblas—. Las torres representan las casas por donde pasa el sol durante el año para completar su revolución zodiacal, pues sabido es que los antiguos daban indistintamente los nombres de casas, torres o palacios a los signos del Zodíaco. De suerte que las siete torres de que hemos hablado antes son los siete meses de tristeza por que pasa la Naturaleza, los cuales describe Homero por medio de las siete vueltas que dio Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor en torno de las murallas de Troya, después de haberle dado muerte.


Nosotros reconocemos en Ciro al usurpador Orión, o al sol de primavera, vencedor de sus enemigos, pues él se eleva por oriente con esta constelación, que recibe indistintamente los nombres de Israel, astro Oro o Nembrod. Nabucodonosor y Baltasar no son otros que la serpiente de Eva y el Serpentario, cuyas formas adopta el sol en otoño; por eso se dice que Nabucodonosor fue transformado en bestia, cual Tifón o el demonio. La desgracia del rey Baltasar se produce por haber bebido este rey en la copa de los dioses, como hizo Baco a la entrada del otoño, en el momento en que el sol se muestra bajo la forma de una serpiente.


El sol que aparece en el cuadro es la imagen del solsticio de verano. En efecto, el rey de los animales parece que va a destruir al tirano del cielo, pues el sol se ha de debilitar cuando salga del signo del león, signo expresivo d su fuerza, e que él establece su trono. Entonces el águila se cierne en el cielo como si proclamara la liberación del sol de los signos inferiores y la de Zorobabel.


Esta parte del año figurada por el león corresponde a la mitad del mes de julio, es decir, 70 días antes del equinoccio de otoño, el cual se simboliza por las diez semanas de cautiverio predicho por Daniel.


Si inspeccionamos la esfera celeste observamos que se libra un combate entre Orión y el Serpentario; ambos son jefes de ejército, porque, como están situados en las extremidades de la Vía Láctea14, se encuentran en oposición, y ocupan en el cielo el lugar de dos generales que marchan uno contra otro; del mismo modo que nos pintó Homero al famoso Aquiles luchando contra Héctor.


De este combate sale triunfador Zorobabel o el Serpentario, y, como ocurre que el gran río acompaña a Orión —quien recibe en este grado el nombre de Ciro—, el cual es vencido, el autor del mito ha supuesto al describir poéticamente el combate que el río arrastraba en su corriente los cadáveres del ejército de Ciro; de manera que el puente en que Zorobabel se ve obligado a combatir y los cadáveres que llenan el río anuncian la región de la muerte, el reino de Tifón, el de Plutón y el paso a los infiernos o lugares inferiores (ad inferos).


En efecto, siempre se ha creído que el otoño es una estación funesta, porque en esta época reinan las enfermedades y la pálida muerte implacable extiende su imperio sobre el universo.


Los cristianos, fieles observadores de las fiestas, de los emblemas y de las ceremonias antiguas, han fijado en esta época la festividad de los difuntos, que nos recuerda la que celebraban los antiguos en honor de los dioses Manes. En este caso el Zorobabel que, cubierto con un cilicio está en actitud de dolor, figura perfectamente el estado en que se encuentra la Naturaleza, cuando el astro del día parece alejarse; en cuya época la Naturaleza se desprende de su ornato, los árboles se despojan del follaje con que se cubrían en primavera y la tristeza de la tierra responde a la del cielo.


Algunos masones opinan que la ficción del puente —de que tan seriamente se trata en este grado— es una alegoría templaria y un símbolo de objetos próximos a nosotros: el río Stharbuzanai sería el Sena, y el autor de la leyenda tuvo a la vista el puente de Nuestra Señora que habría atravesado el Gran Maestre para ir al suplicio.


Los autores se fundamentan en esto para llegar a la conclusión de que la Masonería no se remonta más allá de la época de las Cruzadas y que las leyendas de sus diversos grados simbolizan el trágico desenlace de la proscripción del Templo. Mejor hubiera sido que hubieran tratado de diferenciar lo que se ha intercalado recientemente en este grado de lo que lleva el sello augusto de la antigüedad, bajo formas modernas.


Veamos de que manera interpretan otros autores masónicos esta leyenda celeste desde el punto de vista moral: “Ciro sería el emblema de la verdad; Zorobabel, el hombre que vive de prejuicios, el cual está triste porque el hombre sometido al fanatismo y a la superstición no puede gozar de libertad de espíritu; tiene las manos encadenadas, como lo está su alma al hábito y a la creencia en una infinidad de dioses y de pasiones que se representan por medio de los eslabones; está desarmado, lo cual es signo de debilidad; se tapa el rostro con las manos, porque teme ver la luz, y los guardias le registran, porque el hombre entusiasta y fanático es siempre temible.


“En cuanto al león rugiente del sueño de Ciro es el demonio del fanatismo, del que únicamente se puede liberar el hombre cultivando su razón.


“Para ellos, los predecesores de Ciro que sirven de peldaño a una gloria, simbolizaban que la verdad huella con sus pies los errores (religiosos) de todas las épocas.


“Las palabras: devolver la libertad a los cautivos dan a entender que la verdad habla incesantemente a nuestros corazones, y nos exige que extendamos su imperio sobre los ciegos y crédulos ignorantes. La espada que entrega Ciro a Zorobabel es el arma de la verdad que combate contra los errores.


“Los distintivos que adornan al caballero de Oriente son las virtudes hijas del amor a la verdad, las cuales constituyen el único ornato del sabio.


“El puente figura el paso del error a la verdad. Guardan su entrada la ignorancia y la superstición; pero Zorobabel vence con la espada de la verdad a todos los enemigos de la humanidad.


“Las tres letras L.·. D.·. P.·. significan libertad de pensar.


“Para estos hermanos el primer templo de Salomón era el emblema d la ley natural. Ciro ordenó que el segundo se construyese con las piedras y los materiales que habían servido para erigir el primero, prueba evidente de que la moral universal es siempre la misma y que todo cuanto el hombre añada a ella no es sino error e ilusión.


“Esta alegoría del templo de Salomón, del templo que construyera el más sabio de los reyes y el más respetable de los pontífices del culto anterior al cristianismo; ese templo, que es el más vasto y perfecto de los construidos por el hombre en honor de la Divinidad, es el emblema con que nosotros designamos al universo, producto admirable de un arquitecto todopoderoso, quien, deseoso de colocar en él a un ser capaz de sentir su belleza, creó al hombre y le dotó de cualidades superiores a las de los animales. Él lo hizo libre y el igual de otro hombre, por la misma razón de que no hizo que un león dependiese de otro león ni una paloma de otra. Pero el hombre no tardó en darse cuenta de que sus necesidades y el instinto de conservación le arrastraban hacia sus semejantes; que todo le ordenaba que se uniese a ellos, para sentir los placeres y dolores comúnmente, y que fuera su protector, para ser a su vez su protegido. De suerte, que su libertad y su igualdad natural se transformaron de esta manera en libertad e igualdad políticas, de donde nacieron inmediatamente el derecho civil y los deberes sociales, todos los cuales son deberes más o menos absolutos, más o menos reactivos, que nadie puede infringir sin atraerse contra sí la justa severidad de las leyes.


“Si consideramos en templo de Salomón desde otro punto de vista, es decir, como modelo perfecto de arquitectura, veremos que es la imagen de la perfección moral a que debe aspirar el masón, la cual alcanzará cuando regule todas sus acciones por medio de la regla y del compás, o sea, por medio de la prudencia y de la justicia.


“Nuestros vicios, nuestras pasiones, nuestros prejuicios, nuestra ambición desmesurada en pugna constante contra la virtud, esos defectos que nos convierten en seres feroces, salvajes, disimulados, perversos, intolerantes y homicidas, que nos degradan ante nosotros mismos, y nos exponen al desprecio de nuestros conciudadanos y al castigo merecido, se simbolizan por medio de los asirios que destruyeron el templo.


“La reconstrucción del templo realizada por Ciro significa que no hay victoria que no pueda lograr el hombre cuando cede a la voz de su consciencia y a los consejos de su razón; que, al enseñorearse de sus pasiones, restablece en su alma la paz y la felicidad; que, entonces, es verdaderamente libre e igual a todo lo que existe, lo cual no quiere decir que desprecie las distinciones políticamente necesarias ni que trabaje por acabar con ellas para reemplazarlas por una igualdad quimérica e imposible; por el contrario, dice que el hombre que practica las máximas de la sabiduría se halla siempre en perfecta armonía con las leyes, porque se percata de que éstas son frenos necesarios, y sabe, además, que se han redactado teniendo en cuenta el ambiente, las costumbres y los hábitos del pueblo15.”


Este grado ingenioso nos enseña, también, la siguiente lección moral: “Los pueblos no deben desesperar jamás, aunque su situación penosa sea muy luenga y crítica.”


Cuentan las Escrituras que, durante la reedificación del templo, a la que se entregaron el pueblo y los iniciados ardientemente, viéronse obligados los obreros a trabajar con la trulla en una mano y la espada en la otra, para oponerse a las trabas que suscitaban los idumeos y los demás pueblos de Israel. Esta idea sirvió de origen más tarde a la denominación alegórica de caballero masón y a la de caballero de la espada.


Los caballeros de Oriente —a quienes sería preferible llamar caballeros de Oriente y de Occidente— celebraban sus festividades obligatorias, una de las cuales tiene lugar el 21 de marzo, en memoria de la reedificación del templo reconstruido dos veces por ellos. Ya se ve que este templo no es otra cosa que la Naturaleza.


La primera fiesta —o equinoccio de primavera—  se celebra en la sala de Oriente, y la segunda —o equinoccio de otoño— en la sala de Occidente; lo que viene a demostrar cuan astronómica es la leyenda de este grado, consagrado a los héroes libertadores de su patria y al desarrollo de las ventajas aseguradas por la Francmasonería.


El cuadro representa a las dos columnas simbólicas vueltas hacia abajo; Jackin y Booz ya no existen y en su lugar hay dos palabras, cuyas letras iniciales son iguales a las de aquellas: Judá y Benjamín. Sin duda se eligieron estas últimas, que también sirven de palabras de paso, porque las tribus de Judá (Jehonda, laudatio) y de Benjamín (Biniamin, dextrae filius) fueron las que volvieron más pronto a Jerusalén.


La palabra de paso del rito escocés es libertas.


Todos los hermanos saben que la columna de los aprendices y la de los compañeros —columnas tan antiguas como la misma antigüedad— representan los dos solsticios que nosotros celebramos en los dos días de San Juan, y que son las dos columnas de Hércules, colocadas en el término de sus viajes, es decir, en los dos puntos celestes de que jamás pudo pasar el sol, o sea Hércules. Ellas tenían que sobrevivir a las catástrofes del globo y transmitir a las generaciones venideras el tesoro de los conocimientos humanos; por esta razón una de estas columnas se dedicaba al fuego y la otra al agua. Veamos la razón de ello:


Así como la creación del mundo explicada por el Génesis no es más que una descripción alegórica de la primavera, y los seis días no indican más que los seis meses que emplea la Naturaleza en nuestros climas para hacer que nazcan, crezcan y maduren sus productos; así también los antiguos denominaban simbólicamente “fin del mundo” al fin del año, y aseguraban que este fin debía tener lugar por medio del fuego y del agua. Verifiquemos este hecho, y podremos comprobar su exactitud.


Dos de nuestros meses nos indican que el año se terminaba antiguamente en la época en que el sol alcanza su exaltación mayor, ya que mayo viene de major, quiere decir más viejo, o último mes; y junio, de junior, que quiere decir más joven, o primer mes del año, pues antaño el año se terminaba en el día 31 de mayo, es decir, en la época en que el sol tiene mayor fuerza, por lo cual se podía decir, entonces, que el año terminaba por el fuego.


En nuestro tiempo el fin del año o del mundo anual tiene lugar por medio del agua, puesto que acontece en diciembre, que es la estación de las lluvias; este es el motivo de que esta parte del grado se consagre al elemento agua, como principio y símbolo de la disolución universal y de la muerte, cuya sede habían establecido los antiguos en el Escorpión.


En fin, las dos columnas están vueltas hacia abajo, porque los caballeros de Oriente y de Occidente han substituido las dos fiestas solsticiales y masónicas por dos equinocciales, lo que viene a cerciorarnos de que la Masonería es el estudio de la Naturaleza y de que nuestros templos son su manifestación16.


Hermano recientemente iniciado:


Los emblemas de este grado y su historia deben ser objeto de serias reflexiones, sin tener en cuenta la calificación de inverosímiles que les han aplicado gentes mal intencionadas. El cautiverio de setenta años, transcurridos en la más dura de las esclavitudes17, los esfuerzos hechos para reunir a los hermanos, las trabas que se opusieron a la reedificación del segundo templo, la entrada en Jerusalén y todas las circunstancias de vuestra recepción, han de ser para vos inequívocos emblemas de las persecuciones de que fueron objeto nuestros antepasados en la iniciación, y de los esfuerzos que tuvieron que hacer para conservar y transmitirnos su doctrina. No me cabe duda de que vos les imitaréis si fuera preciso, y de que, si la Masonería se viera nuevamente perseguida, seguiríais el ejemplo de valor y de resignación que os dieron vuestros ilustres predecesores.


Un grado os falta todavía para llegar a la más alta categoría de la Masonería francesa. Redoblad vuestro ardor. Los emblemas que en él se os han de mostrar son al propio tiempo que religiosos y filosóficos dignos de la atención y del celo que no dudo pondréis en aprenderlos.



(1) Esta determinación de Inocencio III data del año 1212.


(2) Siguiendo este principio de equidad y de igualdad, la veneratura de la Logia de los Trinósofos sólo puede ser ocupada un único año por cada hermano.


(3) El abate Robin, entre otros, en su obra Recherches sur les Initiations anciennes et modernes.


(4) Joinville, Perceforest, Lanzarote del Lago.


(5) Ste-Palais, Mémoires sur l’ancienne Chevalerie.


(6) Un escudero no pudo ayudar a su caballero, porque el adversario que atacó y venció a éste era también caballero. Los caballeros podían batirse entre sí por motivos fútiles. En lo cual se diferenciaban de los masones, a quienes el duelo les está prohibido en absoluto.


(7) Chron., de Geoffroy.


(8) Esta noche es el origen del proverbio: pasar una noche en blanco, es decir, no dormir, porque el novicio era revestido, cual los iniciados de Eleusis, con la vestidura blanca de los misterios, que recuerda por su color el mandil del aprendiz masón.


(9) Men., pág. 10; Brantome, cap. 1°, tomo 1°, pág.14.


(10) Recherches sur les Initiations anciennes et modernes, por el abate Robin.


(11) Du Cange, Gloss lat.; Hardouin de la Jaille, Gage de Bataille, f. 5 y 52; Tirante el Blanco, f. 11, pág. 335; Lemoine St-Denis, libr. 34 , cap. 7; Perceforest, vol. 6°, f. 69, etc.


(12) “La historia de las Órdenes Militares, por Herman y por Schoonebeck; la de las Cruzadas, por Maimbourg; el Teatro del honor y de la caballería, por Favin; el resumen de las Órdenes de caballería, etc., etc. Ninguno de estos autores habla de la Francmasonería, ni de ninguna institución que se le parezca.”


(13) En el versículo 3°, capítulo V, se dice: “Y en el mismo tiempo vino a ellos Thathanai, que era gobernador de la otra parte del río, y Stharbuzanai, y sus consejeros; y les dijeron así: ¿Quién os ha aconsejado que edificaseis esa casa y reparaseis sus paredes?


(14) Pascal decía que los ríos son caminos que marchan por sí solos y que nos llevan a donde queremos; aquí no se trata más que de la Vía Láctea o del Acuario.


(15) Discurso del H.·. Raoul al soberano capítulo de la Constancia demostrada, en la festividad de la Orden celebrada en el año 5803 Et.·. del G.·. O.·., tomo 1°, pág. 265.)


(16) El Templo recobró su antiguo esplendor, y Jerusalén brilló de nuevo entre las ciudades; pero esta época de gloria y de paz duró poco tiempo, pues no tardaron en llegar los romanos, quienes conquistaron Judea convirtiéndola en provincia de su imperio. En el año 70 de la era vulgar aconteció por segunda vez la ruina de la ciudad santa, la destrucción del Templo y la dispersión de la nación judía.


Algunos arquitectos lograron eludir la proscripción general, y, ocultos en Judea, conservaron en el silencio de sus retiros los secretos de su asociación, en la que sólo admitían a quienes se sometían a determinadas pruebas. Y bajo la dominación romana y de la sarracena han estado esperando en la patria de sus padres una revolución que devolviese la libertad a su tierra amada y restableciese por tercera vez el templo del Señor.


Otros, obligados a huir a los desiertos, volvieron a la desolada Jerusalén movidos por un sentimiento de humanidad, y se asociaron para fundar en el mismo emplazamiento del templo un hospicio para los peregrinos. Estos hospitalarios formaban al principio una orden religiosa, que se transformó más tarde en milicia religiosa y armada con objeto de defender a los oprimidos y castigar a los opresores.


Estos ilustres caballeros se unieron en la época de las cruzadas con los más distinguidos caballeros cristianos, sirviendo de principio a todas las órdenes religiosas que se hicieron célebres durante esas guerras, promovidas por el fanatismo y la ambición.


(17) La esclavitud, los duros trabajos y los sufrimientos duraderos alteran los rasgos del rostro y producen fealdad. El ocio y la dulce incuria son favorables a la belleza corporal; por eso se daba con razón antiguamente el calificativo de gentilhombre a los felices haraganes.