segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - GRADO DE ESCOCÉS

SEGUNDA ORDEN

GRADO DE ESCOCÉS

HERMANOS MÍOS:


Antes de pasar a interpretar el grado que nos ocupa es conveniente que demos una rápida ojeada al objeto de las cuatro sesiones precedentes.


En las dos primeras hemos tratado de los misterios antiguos, conocidos con los nombres de misterios menores y mayores, los cuales nos han facilitado la interpretación de los dos primeros grados simbólicos, que son los únicos de la Masonería que se han calcado de las iniciaciones antiguas.


El desarrollo del grado de maestro, hecho en la tercera sesión, ha demostrado hasta la evidencia que las religiones de los pueblos antiguos procedían de fuentes idénticas, y que el culto solar ha dado varias veces la vuelta al mundo. La alegoría con que este hecho se representa nace en este grado y se termina en el de electo. En la cuarta sesión hemos abierto el curso capitular interpretando la recepción en el hermoso grado de electo, el cual constituye el complemento esencial del grado de maestro, es decir, de la antigua Masonería. Tanto sus alegorías, como su divisa de vencer o morir, como la palabra nekum, la cual no es más que el grito simbólico de los iniciados antiguos, y como la joya que todavía espanta a los ignorantes porque tiene forma de puñal —puñal que recuerda a los adeptos el de los misterios de Mithra, en que la hoja era negra, y el mango, blanco, para designar los dos principios— son símbolos que han dado lugar a interpretaciones satisfactorias, en las que nosotros hemos reconocido el sistema físico de los antiguos y sus ideas relativas a la generación de los cuerpos.


Este momento es a propósito para hablar de los números, cuyo estudio no carece de importancia.


DE LOS NÚMEROS


“La armonía social debe a los números sus relaciones, del mismo modo que las leyes les deben su existencia, porque todas las cosas han sido hechas según las eternas proporciones de los números; los cuales constituyen la base del orden universal y el lazo que enlaza a todas las cosas.


“Por lo tanto, es conveniente y esencial que os enseñemos a interpretar el lenguaje de los números tal como lo hacían los pitagóricos. Tan en uso han estado los símbolos numéricos entre los orientales que se encuentran incesantemente en sus libros, pues enseñaban su doctrina de esta forma, sin divulgarla y sin ocultarla. Estos jeroglíficos vienen a ser la cuna de la moral, como teniendo derecho a indicar el precepto sin expresar definiciones de ninguna especie y sin largos razonamientos.”


Como los masones han empleado los tres primeros números impares para formar una Logia, puesto que tres la gobiernan, cinco la componen y siete hacen que sea justa y perfecta, han creído, también, que debían aplicar estos números a sus primeros grados. Por eso el tres es la característica del aprendiz; el cinco, la del compañero; el siete, que expresa la edad del maestro; el nueve, la del electo; y la batería del grado de escocés es la recapitulación de estos números impares, es decir, veinticuatro.


Esta distribución numérica es contraria a la interpretación primitiva y simbólica de las potencias numéricas.


El rito francés es el único que distribuye los números convenientemente. Su significación no se puede explicar en los demás regímenes, porque los fundadores de grados la han ignorado o por lo menos la han dado al olvido al redactar sus ritos, a pesar de que deberían constituir su base.


Los antiguos sentían predilección por los números calculados según la revolución de los astros y de los planetas, números que llegaron a ser sagrados por el empleo que se hizo de ellos en los misterios. Pitágoras reguló su división metafísica y los hizo célebres relacionándolos con la moral.


LA UNIDAD


Era para los iniciados el símbolo de la armonía universal, pues representaba el centro invisible y la fuente fecunda de toda realidad. Además, como es el único número no compuesto, designaba al ser simple y eterno, pináculo de la cadena de los seres. En fin, como principio generador de los números, la unidad venía a ser para los antiguos el atributo esencial, el carácter sublime y el sello de la Divinidad. De ahí que se diga Dios uno y único, palabra que se expresa en latín por medio de la voz solus, de donde se forma sol, que es el astro-símbolo de este Dios.


Todo el mundo está ya de acuerdo en que los filósofos antiguos creían en la unidad de un Dios, unidad en que se basaban la religión órfica y los misterios griegos1, y en que actualmente se fundamente la Masonería.


EL BINARIO


Así como el número UNO designaba la armonía, orden y principio del bien, el número DOS simbolizaba la idea contraria. En él comenzaba la funesta ciencia del bien y del mal. Todo lo doble, falso y opuesto a la realidad única se representaba por medio del número binario, el cual expresa, además, la mezcla y la contrariedad en que se encuentra la Naturaleza, en la que todo es doble; por ejemplo, la noche y el día, la luz y las tinieblas, el frío y el calor, lo húmero y lo seco, la salud y la enfermedad, el error y la verdad, el sexo masculino y el femenino.


Sabido es que los antiguos consagraron el segundo mes del año a Plutón y que dedicaron el día 2 del mismo mes a hacer expiaciones en honor de los manes de sus muertos. El nombre de febrero se deriva de esta costumbre, pues februare significa expiar; pero como a los hombres no les gusta estar mucho tiempo tristes, hicieron este mes más corto que los demás.


Vamos a ver si encontramos entre nosotros esta misma consagración. ¿En qué época parece que el sol abandona su imperio de los cielos? Cuando al entrar en el signo de la Balanza desciende a los signos inferiores para reinar en los infiernos como Plutón, Rhadamante y Minos. Este acontecimiento solar tiene lugar en septiembre; noviembre es el segundo mes que sigue a aquél, mes en que su segundo días se consagra también a los manes de nuestros muertos2.


EL TERNARIO


Era el número por excelencia, el predilecto de los filósofos; los antiguos lo veneraban y consagraban en sus misterios.


El masón y el erudito pueden descubrir curiosas relaciones en este número. Causa verdadero pasmo el saber los numerosos atributos con que le han revestido la razón, la imaginación y el sentimiento. Fue el número preferido de Pitágoras, para quien era la imagen de la armonía perfecta, omme ternum perfectum. Encuentra aplicación en todas las ciencias; paro nosotros citaremos únicamente lo que venga bien al caso.


La filosofía oculta o metafísica consta de tres mundos: el mundo elementario, el mundo intelectual y el mundo celeste.


En el universo hay espacio, materia y movimiento.


Los atributos de Dios o de la Naturaleza son: la eternidad, la infinidad y la omnipotencia.


La Naturaleza se divide en tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal; cada uno de los cuales es triple, si bien no son en conjunto más que uno (una trinidad).


El tiempo se divide en pasado, presente y porvenir.


Toda cosa corporal o espiritual tiene un principio, un punto medio y un fin.


El hombre posee tres poderes intelectuales: la memoria, el entendimiento y la voluntad; y consta de cuerpo, alma y espíritu.


Toda cosa tiene tres términos: el nacimiento, la existencia y la muerte.


Los cuerpos tienen tres dimensiones: largura, anchura y profundidad.


En ellos hay forma, densidad y color.


Como la física moderna cree que el agua es aire condensado, sólo admite tres elementos: la tierra, el fuego y el aire.


La química encuentra tres principios palpables en los cuerpos: la tierra, el agua y la sal.


Los antiguos decían que la sal, el azufre y el mercurio eran los tres principios químicos que animaban al universo.


La geometría mide la extensión por medio del punto, la línea y la superficie; trigonometría es la ciencia del triángulo.


La mecánica demuestra que la fuerza es el producto de la masa multiplicada por el espacio y dividida por el tiempo.


La medicina observa tres cosas en el hombre: la conformación de los sólidos, el movimiento de los fluidos y la actuación de las pasiones.


Los geógrafos antiguos no conocían más que tres partes del mundo: Europa, Asia y África.


Tres son las bellas artes principales: la pintura, la escultura y la arquitectura.


La pintura debe poseer tres cualidades esenciales: el dibujo, la expresión y el colorido.


La arquitectura se propone tres objetos: la distribución, la proporción y la solidez.


Los griegos conocían tres órdenes de arquitectura: el dórico, el jónico y el corintio, en los que sus columnas tenían base, fuste y capitel.


Los músicos distinguen tres clases de sonidos: el agudo, el grave y el medio, y tres claves: de sol, de do y de fa.


En el arte oratorio hay tres partes principales: la invención, la elocución y la distribución.


El arte dramático somete sus poemas a la regla de la triple unidad, es decir, a la acción, al tiempo y al lugar.


Según la mitología, tres dioses se repartían el gobierno del mundo: Júpiter, era el rey del cielo; Neptuno, el señor del océano, y Plutón, el tirano de los infiernos.


La estatua de Júpiter en Argos tenía tres ojos: para poder observar al mismo tiempo el espacio, los elementos y la tierra.


Tres eran los jueces del averno: Minos, Eado y Radamanto.


El guardián de los infiernos, Cerbero, tenía tres cabezas.


La vida humana estaba confiada a las tres Parcas: Cloto, Láquesis y Átropos.


Tres Furias: Alecto, Megera y Tisífona.


Tres ancianas: Enyo, Pefredo y Dinón.


Tres Górgonas: Medusa, Estenea y Euryale.


Tres Sirenas: Partenope, Leucesia y Ligea.


Tres Hespérides: Eglea, Aretusa y Hiperetusa.


Tres Sibilas decían los oráculos en Dódona.


Tres Gracias: Aglae, Talía y Eufrosine.


Los antiguos bebían tres veces en honor de las Gracias.


Tres Cíclopes: Brontes, Estéropes y Piracmón.


Tres edades, la de oro, la de bronce y la de hierro.


Según Virgilio el rayo de Júpiter forjado por los Cíclopes contiene tres rayos de granizo, tres de lluvia y tres de viento.


Juno, Pallas y Venus fueron las tres diosas que se disputaron el premio de belleza.


Juno tuvo tres hijas.


Minerva tuvo tres nodrizas.


Faetón tenía tres hermanas que fueron transformadas en sauces cuando él murió, mientras que sus lágrimas se convertían en ámbar.


Temis tenía tres hijas: la equidad, la ley y la paz.


Tres ninfas presidían (según dice Teócrito) la fuente de Tesalia que conservaba la vida y perpetuaba la belleza.


La luna tenía tres nombres y tres rostros: en los infiernos se la conocía con el nombre de Hécate, y presidía las hechicerías; en la tierra, con el de Diana, la cual perseguía a los animales salvajes; en el cielo conducía el carro de la luna. En último lugar es la constelación del misterio, del amor y del crimen.


Tres ríos rodean al Tártaro, la Estigia, el Plegetón y el Cócito.


En los templos antiguos había trípodes.


En la ciudad siria de Damasco había tres dioses.


Tres héroes griegos fundaron Itaca: Nerito, Polictor e Itaco.


Sólo tres pasiones conocían los epicúreos: la alegría, el dolor y el deseo.


En la antigüedad era obligatorio esparcir tres veces polvo sobre los cadáveres que se encontrasen, bajo pena de inmolar una víctima a Ceres. De ahí procede la costumbre de echar tres paletadas de tierra en el ataúd de nuestros muertos antes de llenar la fosa, es decir, antes de la separación aparentemente eterna.


Rómulo dividió en tres partes las tierras del imperio romano: consagró la primera al culto de los dioses; la segunda, a los gastos públicos; y la tercera la repartió entre sus súbditos. De ahí viene la quimera de la ley agraria a la que reiteradamente aspiran los que no poseen nada.


Rómulo dividió a los habitantes de Roma en tres clases: es decir, en patricios, caballeros y plebeyos. Los franceses imitaron esta división, formando el clero, la nobleza y el estado llano.


Antonio y Octavio fundaron el triunvirato. Napoleón hizo tres cónsules, pero cual la Trinidad, él no era más que uno en tres personas.


Tres clases de pensadores filosóficos tomaron el nombre de académicos: Platón fue el jefe de la primera academia; Arquesilas, el de la segunda; y Casmadeas, el de la tercera.


Catón el Censor se arrepintió de tres cosas: de que había transcurrido un día en que no había aprendido nada; de haber viajado por agua, pudiendo haberlo hecho por tierra; y de haber confiado su secreto a su mujer.


César anunció su victoria sobre Farnaces, el hijo de Mitridates, con tres palabras: Veni, vidi, vince, que expresan la rapidez de su victoria.


El templo de Jano se abrió tres veces durante el reinado de Augusto.


Tres Horacios vencieron a los Curiáceos.


Aquiles dio tres vueltas a Troya arrastrando el cadáver de Héctor para vengar la muerte de Patroclo.


El famoso sitio de Ostende por Alberto, el soberano de los Países Bajos, duró tres años, tres meses y tres días, y costó la vida a 100.000 hombres.


El admirable grupo de Laocoonte es obra de tres escultores: Agesandro, Polidoro y Atenadoro.


Carlos V dijo a Ticiano cuando este ilustre pintor le hacía el tercer retrato: “Me estáis dando una tercera inmortalidad.”


Apeles no puso la palabra fecit más que al retrato de Alejandro el Magno, a su cuadro de Venus dormida y al que representaba a esta diosa saliendo de las aguas. Estas fueron sus tres obras maestras. En la parte baja de las otras obras escribió la palabra faciebat.


El senado romano concedió tres coronas a Petrarca: una de yedra, otra de laurel y la última de mirto.


Eurípides producía lentamente, pues sólo escribía tres versos cada tres días, mientras que el poeta Alcesto hacía trescientos.


Dionisio el Tirano regaló tres hermosos esclavos al filósofo Aristipo, quien los condujo a la plaza pública, en donde, en vez de venderlos, les dio libertad.


El famoso edificio de Asís construido por el arquitecto florentino Lapa, se dividía en tres pisos, que formaban tres templos separados.


Cuando Francisco I quiso elevar a Chatel a las más altas dignidades de la Iglesia, le preguntó si era gentilhombre; a lo cual repuso el modesto capellán: “Tres hermanos se encontraban en el arca de Noé, pero ignoro de cual de los tres diciendo...” El rey le nombró obispo.


El papa Silvestre II, a quien habían educado por caridad los benedictinos, ocupó tres tronos: Reims, Ravena y Roma, cuyos tres nombres comienzan por R. Fue el primer obispo francés que alcanzó la dignidad de papa.


La bella y célebre baronesa Almodis tuvo tres maridos a un mismo tiempo: el conde de Arlés, el conde de Toulouse y Raimundo, conde de Barcelona.


Enrique III sentía predilección particular por tres bufones: Francisco, Joyeuse y de Epernón.


El jesuita Jacchery jugaba a la vez contra tres tableros de ajedrez, dando mate a los tres adversarios.


Esteban Pasquier, célebre abogado que se había casado tres veces, decía que había tomado a su primera esposa propter opus; a la segunda propter opes, y a la tercera propter opem.


Después de la representación de Astrea y de Thiesto, preguntaron a Crebillón a que se debía el que adoptara un género tan terrible, a lo cual repuso: “Es el único de los tres que me queda: Racine ha tomado el cielo; Corneille se ha apoderado de la tierra, y sólo me han dejado el infierno.”


Gretry tuvo tres hijas, las que murieron en el término de tres años; hizo treinta y tres obras, que se representaron más de treinta y tres mil veces, y murió en 1813 a la edad de setenta y tres años.


La grandeza, la prosperidad y la duración de los Estados dependen políticamente de tres cosas: de la justicia de los soberanos, de la prudencia de las leyes y de la pureza de las costumbres.


Jonás vivió tres días en el vientre de una ballena, del que salió con vida.


Tres Magos —Baltasar, Gaspar y Melchor— adoraron al Niño Dios y le hicieron tres presentes: oro, mirra e incienso.


San Pedro negó tres veces a su maestro, pero no por ello dejó de conseguir las tres simbólicas llaves del paraíso.


Tres clavos unieron a Jesús a la cruz. Este hombre pasó tres días en el sepulcro.


Tres son las virtudes teologales de los cristianos: la fe, la esperanza y la caridad, virtudes que constituyen las tres columnas del grado Rosacruz.


El templo alegórico de los masones descansa sobre tres columnas: la sabiduría, la fuerza y la belleza.


El Gran Arquitecto del Universo se simboliza por medio de un triángulo sencillo o triple.


Los trinósofos adoptaron esta triple y antigua divisa: Pensar bien, hablar bien y hacer bien.


La Masonería antigua consta de tres grados: aprendiz, compañero y maestro, en los que se enseñan tres cosas: moral, ciencia exacta y doctrina sacra.


Todo lo masónico se hace a base de tres. (Véase el grado de aprendiz.)


En efecto, todo ser extenso no puede tener más que tres dimensiones; en geometría no existen más que tres figuras, puesto que no existe espacio que no se pueda reducir a un triángulo, a un cuadrado o a un círculo. Los alquimistas antiguos distinguían tres principios fundamentales —la sal, el azufre y el mercurio— que relacionaban con las tres divisiones corporales; la cabeza, el pecho y el vientre. Muchos físicos modernos creen que sólo hay tres elementos, negando al aire esta categoría por considerar que no es más que la reunión de los vapores que se escapan incesantemente de los cuerpos. Con esta triple clasificación de los elementos se puede relacionar también la de los tres reinos de los naturalistas: el reino mineral, cuya matriz u órgano de reacción es la tierra; el reino vegetal, al que el agua hace germinar y reproducirse; y el reino animal, en donde domina el fuego. Además, como todas las superficies se pueden reducir a triángulos, el ternario no sólo representaba la superficie para los pitagóricos, sino que también simbolizaba el principio de la formación de los cuerpos. Por eso sólo había tres Gracias; por eso tienen los masones tres grados esenciales; por eso veneran ellos en el triángulo al más augusto de los misterios, al ternario sagrado, objeto de nuestros homenajes y estudio.


EL CUATERNARIO


El cuaternario es símbolo iniciático del movimiento y del infinito; representaba todo lo que no es corpóreo ni sensible. Pitágoras comunicó bajo el nombre de cuaternario el inefable nombre de Dios, como símbolo del principio eterno y creador. El nombre de Jehová, que quiere decir origen de todo lo que ha recibido el ser, consta en hebreo de cuatro letras. En efecto, las cuatro divisiones del cielo, las del año, los cuatro elementos, las cuatro edades y las cuatro ramas de las llaves que llevan los dioses egipcios3 nos recuerdan la idea del poder infinito en la distribución del universo. Se ha dicho que la cifra 4 simbolizaba a un ser vivo, portador del triángulo, el cual es a la vez el portador de Dios, es decir, al hombre con su principio divino.


La geometría relaciona todo cuanto trata de medir con el número cuatro o cuadrado y considera que el triángulo no es más que la división o mitad del cuadrado4.


En el cuaternario es donde se encuentra la primera figura sólida, que es el símbolo universal de la inmortalidad; la pirámide5. Pues, si el triángulo —figurado por el número tres— es la base de la pirámide, la unidad es la que forma su cúspide. Por eso decían Lisis y Timeo de Locres que todas las cosas dependen del cuaternario como de su raíz6.


QUINARIO


Creíase que el número CINCO era misterioso porque se compone del binario, símbolo de los falso y doble, y del ternario, cuyos resultados son interesantísimos. Así pues, el número cinco simboliza enérgicamente el estado de imperfección, de orden y de desorden, de felicidad y de desventura, de vida y de muerte que se observa en la tierra. Para las sociedades misteriosas es la imagen horrenda del PRINCIPIO DEL MAL, el cual trastorna el orden inferior, es decir, que es el binario actuando en el ternario. Desde este punto de vista el quinario era el emblema del matrimonio, por componerse de dos —el primer número par— y de tres —el primer impar—. Por eso la diosa Juno que presidía los himeneos, tenía por jeroglífico el número cinco7. En fin, el quinario posee una de las propiedades del nueve, es decir, la de reproducirse cuando se multiplica por sí mismo. A la derecha del producto se encuentra siempre la cifra 5, a cuyo resultado se debe que se empleara como símbolo de las vicisitudes materiales.


El número cinco designaba la quintaesencia universal; y, por su forma, era el símbolo de la esencia vital, de espíritu animador que repta en toda la naturaleza. Esta cifra ingeniosa no es más que la reunión de los acentos griegos (*), los cuales se colocan sobre las vocales que deben aspirarse o no. El primer signo (*), recibe el nombre de espíritu fuerte, y significa el espíritu superior, el espíritu de Dios aspirado (spiratus), respirado por el hombre. El segundo signo (*) se llama espíritu suave, y representa el espíritu secundario, el espíritu puramente humano. La mayoría de los caracteres, antiguamente tan expresivos, son hoy día signos insignificantes, porque se ha perdido de vista el significado iniciático de las cosas.


SENARIO


El número seis era en los misterios antiguos el emblema de la NATURALEZA, por representar las seis dimensiones de los cuerpos, o sea las seis líneas de que se compone su forma, a saber: la de dirección Norte, la de dirección Sur, la línea que tiende hacia oriente, la que indica el occidente, la de altura (cenit) y la de profundidad (nadir)8. Los sabios aplicaban el número senario al hombre físico, mientras que el septenario era para ellos el símbolo del espíritu inmortal.


EL SEPTENARIO


Nunca ha habido número mejor acogido que el SEPTENARIO, cuya celebración se debe indudablemente al número de planetas. Los pitagóricos decían que el siete se compone de tres y cuatro, el primero de los cuales ofrece la imagen de los tres elementos materiales, y el segundo, la del principio de todo cuanto no es corpóreo ni sensible. Así, pues, el siete era para ellos la imagen de todo lo perfecto. Cuando se consideraba que este número era la suma del senario y de la unidad, servía para designar el centro o espíritu de toda cosa, porque no existe cuerpo cuya forma esté formada de seis líneas que no tenga un séptimo punto interior, el cual viene a ser su centro y realidad, mientras que las dimensiones exteriores no son más que apariencia. En matemáticas se supone que todo centro carece de manifestación formal, pues las demostraciones geométricas se basan en este centro hipotético y no en ningún centro visible. Por eso representaban los pitagóricos el centro invisible de las cosas por el número siete. El reposo del séptimo día, el candelabro de los siete brazos, los siete sellos, los siete sacramentos, los siete sonidos vocales, los siete metales, los siete espectros de la luz y muchos otros fenómenos naturales confirmaron a los antiguos en el empleo de este símbolo9. Además exaltaban las propiedades del siete porque suponían que este número era la segunda perfección de la unidad, que es el número de los números, pues, si la unidad es increada, el siete no se engendra con ninguno de los dígitos, si se exceptúa al uno; y el cuatro es la media aritmética entre la unidad y siete, porque sobrepasa a aquella en el mismo número en que el siete al cuatro.


EL OCTARIO


El número ocho u OCTARIO simbolizaba la ley natural y primitiva, según la cual todos los hombres son iguales. La ogdoada, primer cubo de los pares, y número sagrado en la filosofía aritmética, se compone de los cielos, de los siete planetas y de la esfera de los fijos, o sea, de la unidad eterna y del misterioso número siete.


El número ocho simboliza la perfección. Su figura —8— indica el movimiento perpetuo y regular del universo.


DEL ENEARIO O TRIPLE TERNARIO


Si el número tres fue celebrado por los primeros sabios, no menos los fue también el tres veces tres, porque, según ellos, todos los elementos constitutivos de nuestro cuerpo son ternarios; el agua contiene tierra y fuego; la tierra posee partículas ígneas y acuosas; y el fuego se atempera por medio de los glóbulos del agua y de los corpúsculos terrestres que le sirven de alimento. Como de esta manera ninguno de los tres elementos se halla separado de los otros dos, todos los seres materiales compuestos de estos tres elementos triples pueden designarse con el nombre figurado de tres veces tres, símbolo de toda corporeidad. De ahí viene el nombre de envoltura enearia que se aplica a la materia. Para los pitagóricos el nueve era el signo representativo de todas las extensiones materiales y de todas las líneas circulares, porque habían observado que este número tiene la propiedad de reproducirse incesantemente al multiplicarse por otro cualquiera, y que presenta un emblema de la materia, la cual se compone sin cesar ante nuestros ojos, después de haber experimentado mil descomposiciones10.


El número nueve se consagró a las esferas y a las musas. Es el signo de la circunferencia, porque el valor de ésta —360— es igual a 9, es decir, a 3 + 6 + 0. Los antiguos no veían este número sin experimentar cierto temor, pues creían que era un mal presagio, como símbolo de versatilidad, de cambio y emblema de la fragilidad de las cosas. Por eso evitaban todos los números en que aparecía el nueve, y, principalmente, el 81, que es el cuadrado de este número, cuya adición da también nueve. Si la figura del 6 era el símbolo del globo terráqueo animado por un espíritu divino, la del 9 simbolizaba la tierra, bajo la influencia del mal principio. Por eso infundía inconsiderablemente tanto temor el eneario.


EL DENARIO


El diez o DENARIO simbolizaba el conjunto de las maravillas del universo en las sociedades misteriosas, por contener todas las prerrogativas de los números que le preceden. En estas sociedades el 10 se dibuja así: (*), es decir, que la unidad se colocaba en medio del cero, como el centro de un círculo, el cual es símbolo y letra de la divinidad. Esta figura era para las sociedades misteriosas el símbolo de todo lo que es digno de atraer al pensamiento; para ellos el centro, el radio y la circunferencia eran los símbolos de Dios, del hombre y del universo. Este número era para los sabios un signo de concordia, de amor y de paz. También es para nosotros un signo de unión y de buena fe, puesto que se expresa por la unión de las dos manos, o sea por la garra del Maestro, cuyo número de dedos es 1011.


El número doce es tan célebre como el siete en el culto de la Naturaleza. Las dos divisiones más famosas del cielo —la septenaria, que es la planetaria, y la duodecimal, que es la de los signos— se encuentran en los monumentos religiosos de todos los pueblos del mundo, hasta en los más extremos de oriente. El número doce es sagrado, si bien Pitágoras no habla de él. Es la imagen del Zodíaco y, por consiguiente, la de su jefe el sol, que es el jefe de aquél.


Tanto los antiguos como hasta el mismo Pitágoras, cuyos principios verdaderos no se han comprendido bien, no pretendieron nunca atribuir ninguna virtud particular a los números, es decir, a los signos abstractos, pues hubiera sido el colmo del absurdo; pero como los pueblos antiguos estaban acordes en reconocer la existencia de una causa primera y única (material o espiritual) de la existencia del universo, la unidad llegó a ser el símbolo de la Divinidad suprema; y se sirvieron de ella para representar a Dios, pero sin atribuir ninguna virtud divina ni sobrenatural al número uno.


Asimismo, como el binario es el símbolo natural de la unión de los principios de la generación, se ha dicho que dos era el número del matrimonio; pero este número no posee en sí ninguna virtud generatriz, pues únicamente la tienen los cuerpos y los números, no son más que abstracciones.


PIEDRA CÚBICA


La ingeniosa explicación relativa a la PIEDRA CÚBICA parecerá siempre una combinación metafísica con que se ha tratado de determinar el origen de todas las cosas. Así es como se ha supuesto que Mercurio o Hermes había grabado la moral universal y el desarrollo metódico de todas las ciencias en columnas de granito o pórfido, para que su tradición no se perdiese y pudiese pasar a las más remotas posteridades.


Los pueblos de la China suelen tener dos templos: uno dedicado al cielo, y otro, a la tierra. El primero es redondo, y el segundo, cuadrado, según la teoría de sus sabios, quienes dicen que nuestra tierra es un cubo, es decir, que ellos representan a nuestro planeta por medio de un cubo, igual que los pitagóricos, y al cielo por una esfera.


El rito francés es el único que concede gran importancia a la piedra cúbica piramidal, una de cuyas caras laterales contiene los nombres de los cinco primeros grados en una división de ochenta y una casillas; el triángulo de la pirámide correspondiente a esta cara, formado por dieciséis casillas triangulares, que forman en conjunto un gran triángulo o delta, emblema de la Divinidad, guarda la palabra sagrada del grado de escocés.


Los números 3, 5, 7, 9 y 12, y las figuras geométricas —el triángulo, el círculo y el cuadrado— grabados en la piedra cúbica representaban los atributos de la inteligencia suprema, las grandes divisiones y operaciones de la Naturaleza, los principios de las ciencias, de las artes y de la religión natural12.


Esta piedra angular, que se desbasta débilmente en el grado de compañero, es básica en el arte real13.


El hijo del hombre se simboliza en el grado dieciocho del escocismo por medio de esta piedra (Perpend-Aster), la que fue rechazada por los constructores, y ocupó más tarde el ángulo del edificio, sirviendo de perfecto modelo a los obreros para poner a prueba en ella sus joyas morales.


Esta piedra, cuya alegoría indica la influencia de Cristo en las estaciones y en toda la Naturaleza, nos recuerda la piedra negra de la Caaba (llamada Barhtan), la cual se halla también en el ángulo del edificio y es objeto de grandísima veneración por parte de los musulmanes. Lo que demuestra que las mismas ideas han servido de base a idénticas alegorías.


Los egipcios representaban a veces a la Divinidad por medio de una piedra negra, porque, según dice Porfirio, la Naturaleza de aquella es tenebrosa y obscura. Los egipcios creían que se ofendía a la Divinidad cuando se fabricaban imágenes de ella, puesto que Dios se envuelve en la materia y es invisible para nosotros14.


La religión persa prohibía que se representase a los dioses antropomórficamente. También los francmasones representan al Gran Arquitecto del Universo con formas misteriosas e invisibles a los ojos de los profanos.


El grado de gran electo escocés, quinto grado del régimen francés, es el segundo orden de un capítulo, y corresponde a la cuarta clase del rito escocés, que comprende los grados doce, trece y catorce.


Esta clase, que recibe el nombre de Colegio de los Escoceses de la Perfección, se compone de tres cámaras:


La primero es la de los grandes maestros arquitectos.


La segunda, la del Real Arco.


Y la tercera, la del Santuario, o colegio de los grandes electos escoceses de la perfección o Gran escocés de la bóveda sagrada.


DEL GRAN MAESTRO ARQUITECTO (Grado 12°)


Existe gran cantidad de grados de arquitectos de todas las dimensiones: grandes, pequeños y medianos. Su insignificante leyenda difiere poco de unos grados a otros, pues todos vienen a ser a manera de una preparación más o menos parecida a la del grado de escocés15.


DEL REAL ARCO (Grado 13°)


El Colegio o Logia real se celebra en un lugar abovedado (cuando más subterráneo, mejor), en el que no debe haber puertas ni ventanas.


Éntrase a él por una trampa situada en el pináculo de la bóveda, la cual está pintada de blanco. En este grado, consagrado a la búsqueda de la delta, es obligatorio el recibir a tres neófitos a la vez.


La leyenda supone que Henoch, influido por un sueño divino, oculta bajo nueve arcos la preciada delta, junto con dos columnas, una de las cuales es de mármol y otra de bronce, en las que han grabado los principios de las ciencias. Estas columnas se hallaban consagradas al fuego y a los vientos. En el discurso histórico del grado se relatan las vicisitudes por que pasa este tesoro hasta los tiempos de Salomón, en que por orden de este príncipe fue buscado por Johabén, Stolkín y Jabulúm16, búsqueda que se hace repetir convenientemente a los tres recipiendarios17.


Además, existen varios grados diferentes que reciben el mismo nombre.


ESCOCÉS


Palabras de toque:


Berith, Neder, Schelemouth,

(Integra, Votum, Foedus).

Alianza, Promesa, Perfección.


Estas palabras hebreas, que vienen a ser la característica del escocés, algunas personas las consideran aisladamente y las traducen por alianza, promesa, perfección; otras, pretenden darles un significado seguido, y las interpretan por Promesa de una alianza completa perfecta18.


Palabras de paso:


Eleanam.


Es la segunda palabra de paso del escocés de la Bóveda sagrada, y debe escribirse: El chanan, que significa: Gracia o Misericordia de Dios19.


Palabras sagradas escocesas:


Schem, Hamm, Phorasch.

Nomen, Explicatum, Pronunciatum.


Sabido es que los judíos no pronunciaban jamás el nombre de Jehová, y que, para que los levitas no olvidaran su pronunciación, el gran sacerdote la decía una sola vez al año en el interior del templo, el día décimo del mes thisri, día del ayuno de la expiación20.


Durante la celebración de esta ceremonia se recomendaba al pueblo que hiciera mucho ruido, para que el nombre sagrado no fuera oído por quienes no tenían derecho, pues, de los contrario, hubieran muerto instantáneamente21.


Una vez pronunciado el nombre de Jehová se decía: Schem, hamm, phoras (la palabra se ha pronunciado y oído bien).


Los nueve puntos del Escocés


Los puntos del escocés son nueve en Francia; a saber:


1° Iniciación del sacrificio de Abraham;

2° Ablución;

3° Purificación por medio del fuego;

4° Esclavitud;

5° Busca y descubrimiento de la famosa delta;

6° Devolución de la libertad22;

7° Comunión con los hermanos;

8° Nuevas purificaciones por medio del cuezo y la trulla;

9° Consagración del sacerdote de Jehová.


Del sacrificio y de la comunión con los Hermanos


Voy a explicar algunos detalles históricos relativos a la palabra sacrificio, palabra que no fue empleada por los cristianos primitivos, y respecto a la comunión con los Hermanos, pues que, al indicar las diferencias existentes entre las prácticas de la Iglesia primitiva y las que han aportado las supersticiones de cada siglo a las costumbres religiosas modernas, quedará demostrado que las prácticas racionales de los cristianos primitivos se han refugiado, por decirlo así, en los altos grados masónicos.


El cristianismo se vio perseguido de continuo en los primeros siglos de su existencia; pero, hacia el año 300 empezó a experimentar grandes cambios, pues los emperadores romanos colocaron su cetro bajo el cayado del Hijo del Hombre, y depositaron sus diademas al pie de la cruz. La Iglesia surge sangrando todavía de entre las cenizas de sus hijos y es acogida por Constantino. Inmediatamente toma un nuevo aspecto, pues pasa desde los desiertos a las ciudades, desde las cavernas a los palacios, desde las soledades a los templos, de la pobreza a la abundancia, y al esplendor y la pompa después de su estado mísero y humilde.


Esta prosperidad no fue más que momentánea. Cierto es que el pueblo acudía en masa a los templos; pero la sencillez del cristianismo no podía retener durante mucho tiempo a quienes recordaban todavía la fastuosidad y la magnificencia del paganismo. Entonces, se creyó necesario dar a la religión ceremonias más llamativas y revestirla con ornamentos, a fin de que un esplendor nuevo le hiciese más recomendable y augusta.


Fue entonces, es decir, a comienzos del siglo tercero, cuando los cristianos —quienes no conocían más sacrificio que el de la muerte expiatoria de Cristo— dieron a la Cena el título de Sacrificio, y a la Mesa el nombre de Altar, con objeto de acomodarse al gusto de los judíos y gentiles que sólo hablaban de sacrificios.


Vigílico, sucesor de Agapeto primero, ordenó en el año 536 que los sacerdotes mirasen hacia oriente al celebrar la misa; entonces, se varió la dirección de los altares; pero la Eucaristía —que era un sacramento para los vivos— no se transformó en sacrificio por los muertos hasta el año 600.


El papa Gregorio, papa propenso a volver al judaísmo, empezó a introducir en el orden sacerdotal la unción y las vestiduras pontificiales a principios del siglo SEXTO, imitando a los sacrificadores y a los levitas.


Pero la costumbre de celebrar misas privadas, en las que sólo toma la comunión el sacerdote, no se estableció hasta el año 700. Esta corrupción provino de la tibieza de los pueblos; porque toda la asamblea comulgaba antes todos los días, y tenía por costumbre enviar la Eucaristía a los enfermos y a quienes no habían asistido a la reunión. Si un extranjero llegaba a la ciudad, se le enviaba el pan y el vino de la cena, para saludarle por medio de este símbolo de comunión fraternal.


Una vez que todos los asistentes habían tomado la cena, se escuchaba la oración dominical23 y, luego de oír estas hermosas palabras: Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido, los cristianos se saludaban mutuamente y se circulaba el santo ósculo, signo de paz y de fraternidad, como entre nosotros los masones. Quienes se zafaban de esta muestra de fraternidad y de reconciliación, o la daban sólo a flor de labios se exponían a vivos reproches. El papa León II pervirtió este símbolo en el año 780, instituyendo en vez de esta señal de reconciliación, esa lámina de plata o de cobre que recibe el nombre de paterna.


Así es como las antiguas ceremonias fundamentadas en la razón han degenerado en las actuales prácticas.


De suerte que, al entibiarse la devoción por la Eucaristía, la comunión se restringió a los domingos y a ciertos días solemnes; pero el clero siguió comulgando a diario. No tardaron los clérigos en olvidar este deber, acabándose por que comulgara el sacerdote que oficiaba. Y, entonces, en vez de los grandes panes que se debían dividir entre toda la asamblea, tan sólo se consagró uno del tamaño de un denario, y las grandes vasijas que contenían el vino eucarístico para los fieles fueron reemplazadas por las vinajeras para el sacerdote.


Al abandonar la comunión, los pueblos dejaron de llevar ofrendas; y para obligarles a que continuasen prodigando sus dádivas se les dijo que, aunque no comulgasen, no dejaría de serles útil el servicio divino, con tal de que asistiesen al mismo y llevasen sus ofrendas, según costumbre. En vez de la comunión se distribuyó pan, sobre el cual se decía una oración, recibiendo por esta causa el nombre de pan bendito, pues hasta el año 1000 no se hizo uso de la aspersión de agua bendita por medio del hisopo. Como consecuencia de su continua degeneración, las misas privadas recibieron el nombre de santo sacrificio, en lugar del de santa cena. No obstante, los sacerdotes no variaron los términos de la consagración, aunque la comunión dejara de ser general para restringirse al cura, ya que el oficiante pide que este sacramento sea la salvación de los que lo han recibido, a pesar de que el único que participa de la cena es él.


La deserción de la Eucaristía produjo otro cambio digno de tenerse en cuenta: mientras la institución de la cena estuvo frecuentada, las palabras de la consagración se pronunciaron en alta voz, para que la asamblea las pudiera oír perfectamente; pero el sacerdote comenzó por hablar en voz baja al disminuir el número de los fieles; y cuando acabó por suceder que el único que comulgaba era él, dijo ya tan bajo las palabras de la consagración, que sólo él las oía. Desde aquella época esta parte de la misa recibe el nombre de secreta, la cual se tiene hoy como cosa misteriosa.


Hacia el año 1212, Inocencio tercero quiso que se creyera que el pan y el vino de la misa se transubstanciacionaban en cuerpo y sangre de Cristo, y el concilio de Letrán acordó la conversión de los signos para operar este milagro. Como consecuencia de esto se dio orden de establecer en cada templo un habitáculo para guardar las hostias. De ahí proviene la costumbre de usar los copones, mientras que, antes de esto, es sabido que lo que sobraba de la comunión se quemaba o repartía entre los niños, o se lo manducaban el clero en el acto.


Enrique III ordenó en el año 1220 que se rindieran adoración a la hostia; y en 1230 Gregorio IX agregó el toque de la campanilla para advertir a los asistentes que debían arrodillarse.


Como veinte años después se autorizó la transubstanciación, sólo los sacerdotes comulgaban de las dos especies, y los laicos debieron contentarse con la hostia, y quedarse sin vino. Esta limitación de la copa dio lugar durante mucho tiempo a vivas polémicas, a las que puso término 164 años después —es decir, en 1414— el concilio de Constanza, el cual decretó que, aunque Cristo haya instituido este sacramento bajo las dos especies, y aunque haya sido practicado así por la Iglesia primitiva, debe servir de ley la costumbre contraria. Después de este rasgo, no nos puede pasmar el que con motivo de la condenación de Juan Hus, quien fue quemado vivo contra la fe pública, se dejara pasar esta máxima: No se debe ser leal con los herejes.


Introducida ya la adoración de la hostia, Urbano IV instituyó en el año 1260 la Fiesta del Corpus y sus octavas, basándose en la pretendida visión y revelación de una monja. Tomás de Aquino compuso el oficio de esta festividad.


Cien años más tarde, es decir, en el año 1360, se comenzó a pasear la hostia, y a pasearla en procesión bajo un dosel. Pavía fue una de las primeras ciudades que dieron el ejemplo, que no tardó en extenderse a toda la cristiandad.


DE LA ABLUCIÓN Y DE LA PURIFICACIÓN POR MEDIO DEL FUEGO


En la antigüedad religiosa los iniciados tenían la obligación de purificarse, es decir, de pasar por los elementos purificadores antes de ser admitidos a participar de los misterios. Esta costumbre tuvo un origen idéntico en todas partes: la intención de enseñar al iniciado por la pureza del cuerpo cual debía ser la pureza de su alma, ya que la pureza de aquél no era sino el emblema de la de ésta.


En la ceremonia preparatoria de su iniciación, Apuleyo tuvo que sumergirse siete veces en el mar —número místico relativo a las esferas materiales, por donde se suponía que pasaba el alma cuando descendía a la tierra—, en la cual se cubre con envolturas o cuerpos magnéticos hasta el físico,  que alteran la pureza del fuego-principio constitutivo de su esencia.


DEL SACERDOTE DE JEHOVÁ


Los judíos copiaban en el orden religioso y en el social la armonía del mundo; la construcción de su templo, la distribución de sus partes y los diferentes emblemas existentes en él simbolizaba el orden y la armonía del universo. Todas las partes de este templo guardaban correspondencia con las del universo, ofreciendo los cuadros más bellos24.


El tabernáculo se dividía en tres partes: las dos en que se permitía entrar a los sacrificadores, figuraban la tierra y el mar, las cuales están abiertas y son accesibles a todo el mundo; y la tercera parte, que le es inaccesible, se reservaba únicamente para Dios, lo mismo que el cielo25.


Los dos querubines que cubrían el arca figuraban los dos hemisferios26, y sus alas simbolizaban el curso rápido del firmamento y del tiempo que circula en el Zodíaco; pues “el cielo vuela”, dice Philón hablando de las alas de los querubines.


El genio alegórico que distribuyó las partes del templo y de sus recintos y dibujó los principales ornamentos27, se basó en esos mismos principios para componer la vestimenta de los levitas, de los sacrificadores y del gran sacerdote.


Los velos estaban tejidos con cuatro colores para simbolizar los cuatro elementos. La túnica del soberano sacrificador significaba la tierra; el jacinto, cuyo color se aproxima al del azul, representaba el cielo. El ephod, tejido con cuatro colores, era también el emblema de toda la Naturaleza. Este vestido se adornaba con oro para representar la luz28.


Los sacerdotes vestían ropajes de lino, porque la flor de esta planta es de color azul celeste.


El racional que llevaba el sacerdote en el pecho, representaba la tierra como centro del mundo. Las dos sardónices, que servían de broches, simbolizaban el sol y la luna; y las otras doce piedras preciosas, clasificadas en grupos de tres y colocadas en cuatro caras, cada una de las cuales miraba a un punto cardinal, indicaban los meses y las estaciones. Este racional se empleaba en la ciencia adivinatoria29, la cual se realizaba observando los cielos. La parte baja de la vestidura llevada por el gran sacerdote iba adornada por 365 campanillas, que representaban los 365 días del año.


El vestido del gran sacerdote era un símbolo del universo, tanto en su conjunto30 como en sus partes; de manera que el gran sacerdote se revestía para entrar en el templo con el mundo o con su imagen emblemática, del mismo modo que la Divinidad se reviste con el universo, que constituye su rica vestidura31. Esta idea de los antiguos es tan grande como ingeniosa.


He ahí como todos los cultos de la tierra no son más que hijos del culto del sol, símbolo del Dios único.


La tonsura de nuestros sacerdotes simboliza el disco solar; su estola representa el Zodíaco. Los sacerdotes de Osiris llevaban ya la mitra, el báculo y el manto que utilizan actualmente nuestros prelados32.


El candelabro representa con sus siete luces encendidas los siete planetas, a los cuales se habían consagrado en la India los siete días de la semana, cosa que aún se hace en los pueblos modernos.


GRADO


En la apertura de este grado se ve aparecer una bóveda conocida con el nombre de bóveda secreta, o subterráneo; luego se penetra en un templo designado con el nombre de templo perfecto.


El interior de la bóveda secreta o misteriosa de Mithra representaba el panorama del mundo superior o de los cielos, así como el cuadro de las partes orgánicas del gran todo, que constituyen el poder invisible que une al sol con la tierra. Esta bóveda era el símbolo de las causas primeras de la armonía eternamente activa de que se compone el universo.


¿Qué es lo que se ve en la bóveda secreta de los masones? En el punto central del oriente se coloca un altar triangular en cuya cara principal se ve una imagen del sol resplandeciente; en la otra cara, se halla la estrella flamígera, y en la restante, el compás abierto de tal modo que forme un triángulo, y las cifras 3, 5, 7 y 9.


El altar o pedestal descansa sobre una piedra cúbica de color de ágata; en la parte Sur hay una mesa cuadrada, en la que se ven doce panes, colocados en dos grupos de seis. El centro de la mesa está ocupado por una gamella de oro llena de una mezcla de leche, aceite, vino y harina33. También hay en la mesa una copa llena de vino.


Si nos fijamos en la bóveda celeste observaremos que este cuadro es una copia del cielo, como también lo son los símbolos que decoran el antro de Mithra. Veamos cual es su interpretación astronómica:


El altar triangular, el sol, la estrella luminosa y el compás abierto en forma de triángulo nos enseña que, para buscar la explicación de este misterio, debemos dirigirnos al punto del Zodíaco en que el sol se eleva por oriente, en el signo del Sagitario, porque él asciende entonces con el altar de los dioses que acompaña a este signo. Así pues, se ha tenido razón al representar al sol sobre el pedestal de que hablamos, puesto que este astro cubre también con sus rayos el altar de los dioses cuando asciende con el Sagitario. Al mismo tiempo se divisa la deslumbradora Venus y, más abajo y por la parte de occidente, se despliega la constelación de la Delta, o el Triángulo que se representa en la Logia por medio de un compás abierto.


La forma triangular del altar es la imagen de los tres signos o de los tres meses por donde pasa el sol durante la degradación de la Naturaleza, o sea, durante el invierno, el cual se simboliza en este grado por medio de la bóveda secreta, inaccesible y tenebrosa.


Si continuamos examinando en cielo, veremos en el meridiano inferior la Copa de Baco y la mujer portadora de la espiga, o simplemente del trigo, la cual sigue a las antiguas esferas que la acompañan, cosa que se expresa perfectamente por medio de los doce panes y de la copa de vino que decoran la mesa mística situada al mediodía de la bóveda secreta.


La piedra cúbica en la que descansa el pedestal, el altar o el trono sobre el cual el sol determina la entrada del invierno, es una imagen del mundo en el estado de degradación.


Recuérdese ahora lo que hemos dicho en otra parte acerca de la decoración del templo consagrado en Egipto a la iniciación, templo que se puede comparar al templo único de los judíos, pues, deseoso el pueblo de Israel de simbolizar la unidad existente en el universo, tanto en su conjunto como en sus partes, sólo construyó un único templo, al cual acudían las doce tribus judías para tributar adoración a un solo Dios, Señor y soberano de todas las cosas.


La parte histórica de este grado menciona la emigración de los arquitectos de oriente, y habla de que, después de haber sido destruido el templo de Jerusalén por Tito Vespasiano, los arquitectos y obreros se repartieron por diversas comarcas para enseñar misteriosamente la arquitectura y la sabiduría.


Aprovechemos esta observación para expresar nuestra idea acerca de este admirable arte que honra al genio humano.


La Naturaleza toma su fisonomía, su vida y su movimiento del espíritu y de la materia; y el arquitecto que sabe animar con el fuego su obra de genio no hace otra cosa que imitar a la Naturaleza.


Para la gente vulgar, un monumento no es muchas veces más que una masa de piedras amontonadas con regularidad, y su forma, la expresión de una idea, por ejemplo, la de un templo, un palacio u otro destino cualquiera.


Pero el filósofo cree que esta forma tiene una misión más noble y de mayor importancia; la de transmitir las ideas, las costumbres y los progresos civilizadores de la generación presente a las futuras, y ser la imagen fiel de los sentimientos y de los conocimientos religiosos y civiles de los pueblos.


Por eso parece que los templos antiguos y los de la edad media se hallan habitados todavía por los genios que los concibieron. En efecto, cada uno de estos monumentos parece estar animado por el alma de su autor, quien le ha infundido su vida y sus pensamientos, como si quisiera ayudar a la determinación de la edad del edificio y de los sentimientos de la época.


Esta unión del espíritu y de la materia se ha comparado a una especie de arca de la alianza entre Dios y los hombres, idea que honra a la ciencia arqueológica, cuyo estudio, libre de todo sectarismo, ha de ser la antorcha que disipe gran parte de las tinieblas de la antigüedad.


Cuando se considera que la Arquitectura ha sido en todos los siglos la característica de la sociedad, se reconoce que la antigüedad eligió el velo más noble y más ingenioso al adoptar el nombre de Francmasonería.


Hermano recién iniciado:


La primera prueba de este grado consiste en la repetición exacta del sacrificio de Abraham, el cual es imagen del propio Dios, quien sacrificó a su hijo para salvar a los hombres; pues Ab-raham significa padre elevado (pater altissimus), el Altísimo. Dócil Isaac como Jesús a la voluntad de su padre, lleva la madera del sacrificio, y un carnero o cordero le reemplaza en el altar de los sacrificios.


Cuando os colocaron la cabeza bajo el hacha, se os ha tratado de enseñar que no podéis retroceder ya, y que moriríais si preciso fuera por sostener la causa de la verdad.


La segunda prueba es la de la ablución o del lavado de pies, costumbre judía que repiten nuestros sacerdotes todos los años en esta época. También los egipcios hacían esta purificación misteriosa y sagrada, pues quienes estaban iniciados en sus misterios debían zambullirse en una gran tina llena de agua colocada en el centro del templo, antes de llegar al hierofante y, por consiguiente, antes de aproximarse al altar de los dioses34.


La purificación en el mar de bronce simbolizaba la purificación del corazón, la cual es muy necesaria a los que pretenden entrar en el santuario de la verdad; y hace sentir la necesidad de ser virtuoso para aproximarse a éste.


El perdón generoso de que habéis sido objeto induce a realizar uno de los principios del filósofo, o sea, a comprometeros a sacrificar al placer de perdonar a los hermanos que tengan la desgracia de ofenderos todos vuestros resentimientos.


La consagración hecha sobre el corazón, los labios y los ojos es el emblema de las tres virtudes indispensables para entrar en el santuario de la sabiduría y de la virtud: un corazón puro, una discreción a toda prueba y la constancia de la moral sana.


Una vez terminadas las pruebas, sale el recipendario, según es costumbre, para entrar poco tiempo después llevando en la mano el triángulo —o sea, la Delta—, símbolo de la luz y de la pureza.


Llega al pie del trono y el Muy Grande pronuncia las siguientes palabras según las ceremonias en uso:


“Procura no abrir la boca más que para pronunciar palabras útiles a tus hermanos, procura que tu consciencia sea siempre irreprochable y que todas tus acciones se encaminen al conocimiento de la verdad.”


Luego, se conduce al recipendario a la mesa de comunión fraternal, en la cual se han depositado los doce panes y la copa de vino. Entonces, le dice el Muy Grande:


“Hermano mío, bebed de esta copa con vuestros hermanos, y distribuid con ellos el mismo pan para aprender que los masones se fortifican por medio de la unión y de la comunidad de sus recíprocos auxilios.”


La comida que tomasteis con vuestros hermanos, bebiendo de la misma copa, es el emblema de la igualdad que entre nosotros debe reinar, y recuerda la comunidad de bienes establecida en la primitiva institución35.


Los doce panes de proposición y su división en grupos de seis figuran los doce meses del año, divididos por los dos puntos equinocciales en hemisferio boreal y austral, es decir, en signos de los días largos y en signos de las noches largas.


Por último, al recipendario le ponen en un dedo un anillo o alianza, en la cual se han grabado las siguientes palabras: La virtud une a lo que la muerte no puede separar, las cuales sirven para recordar al recipendario el compromiso que acaba de contraer, y la unión intensa que ha pactado con los hermanos. Después de esta ceremonia, reitera él su obligación y es admitido.


La mixtura empleada en este grado, nos proporciona la ocasión de hacer una observación.


En las fiestas religiosas de Atenas se exhibía una canastilla sagrada, que representaba la que utilizó Proserpina para recoger flores con sus compañeras, cuando fue raptada por el dios de los infiernos. Este objeto substituía a la misteriosa barca de Isis, que los tebanos trasladaban con gran pompa. La canastilla, que iba sobre un carro tirado por bueyes, en vez de ser llevada por los sacerdotes, como ocurría con la barca isíaca en Tebas, era un símbolo de la vida y de la agricultura, cuya alma era Ceres, y contenía, entre otras cosas, trigo de la India, miel, un pastel, sal, una granada, etc. Esta ofrenda a Ceres es tanto más notable, cuanto que en el grado que nos ocupa vemos aparecer una imitación de la misma.


Al examinar lo que ocurre en el templo cuando se admite a un candidato al grado de elegido escocés, hemos visto que este grado representa por entero el estado del cielo, pues la última entrada que hace el candidato en el templo llevando en la mano la Delta —objeto hasta entonces de sus solicitudes— es la señal del término de las desventuras a que ha estado condenada la Naturaleza durante el invierno; es el presagio de la felicidad, a punto de renacer, puesto que la Delta, o sea la constelación del Triángulo, asciende por oriente con el sol en el primer día de la primavera.


Con este grado se ha querido simbolizar, además, el segundo elemento —el AIRE—, cuya suave influencia, secundada por el calor solar, difunde en la Naturaleza la existencia y la vida. De manera que este grado, consagrado al Gran Arquitecto del Universo, bajo el símbolo de la sagrada Delta, es un ejemplo del triunfo de la luz sobre las tinieblas o de la virtud sobre los vicios.


Pero si se considera desde el punto de vista de la moral, se observa que sus fundadores trataron de demostrar que el hombre, o sea, el masón, debía ser dueño de sí mismo, por lo que también debía ser el jefe, el legislador y el sacerdote de la familia, siguiendo el ejemplo de los patriarcas y de los reyes antiguos.


¡Oh, hermano recién iniciado! La pompa del ceremonial y la sabiduría de los preceptos en que abunda el sublime grado que acabáis de obtener como recompensa a vuestros estudios y a vuestro celo, os anuncian la superioridad intelectual y la simplicidad conmovedora inherente a los hijos de la luz. En este grado radica el origen de muchas instituciones sagradas, cuyo origen están lejos de sospechar los individuos del mundo profano y muchos masones. Sus símbolos, pertenecen a la más remota antigüedad, símbolos de que se han apoderado las religiones, os han sido revelados, y creo que os habréis percatado de cual es su interpretación. Meditad en ella, conservadla en vuestro espíritu como tesoro valioso al que la herrumbre de los prejuicios jamás debe macular. No perdáis tampoco de vista al triángulo luminoso, ese objeto de vuestras búsquedas que la superstición y el fanatismo ha obscurecido con tanta frecuencia al regarlo con sangre humana. La palabra se había perdido y vos la habéis encontrado. Se perdió cuando la primera mentira sirvió para disculpar el primer crimen. Se os ha comunicado esa palabra para que llenéis de luz la inteligencia de los hombres; ¡ojalá sea ella órgano de la verdad en vuestros labios, para que descubráis su poder y trabajéis por el progreso de la cultura y de la razón de que depende la felicidad humana!


Hermano mío, aunque el velo de los misterios se haya descorrido para vos, todavía guarda el santuario tesoros que podréis descubrir por medio de la meditación y del estudio, secundado por nuestras explicaciones.



(1) Los primeros filósofos griegos marcharon a la India, a Egipto y a Caldea, con el fin de instruirse, porque la doctrina secreta de esos países tenía fama de abarcar toda la sabiduría humana.


(2) El Papa Juan XIX fue quien instituyó allá por el año 1003 la fiesta de los Difuntos, ordenando que se celebrase el día 2 de noviembre, en el día siguiente a la de Todos los Santos.


(3) Cuatro ángeles se hallan constantemente ante el trono de Dios: Miguel, Gabriel, Uriel y Rafael, cuyos nombres no son hebreos, sino caldeos.


(4) El grado de maestro perfecto, que todavía se otorgaba hace cincuenta años, se basaba en el número cuatro.


(5) Los gnósticos pretendían que todo el edificio de su ciencia se basaba en un cuadrado, en cuyos ángulos había sighé (silencio), bathos (profundidad), nous (inteligencia) y aletheia (verdad).


(6) Como la materia se representa por el número 9 (o tres por tres) y el espíritu inmortal por el cuaternario (o número 4), los sabios decían que, habiéndose engañado el hombre e internado en un laberinto inextricable al ir del 4 al 9, no existía más camino para salir de esos caminos ambiguos y abismos de males que el de deshacer lo andado, marchando del nueve al cuatro.


(7) Los antiguos representaban el mundo por el número cinco. Diodoro opina que esto de debe a que este número representa la tierra, el agua, el aire el fuego y el éter o spiritus. De ahí el origen de penta, palabra que quiere decir cinco en griego, y de pan, que significa todo.


(8) El número 6 designa la justicia, por componerse de partes iguales. Los 6 días de la creación han contribuido a dar mayor celebridad a este número.


(9) Pan, que al principio significaba el gran todo, acabó por degenerar en un dios campestre. Difícil sería descubrir su primer significado si no hubiese conservado su flauta de siete tubos, emblema de los siete planetas, de las siete notas musicales, de los siete colores y de toda la armonía septenaria. En Arcadia se representaba algunas veces a Pan sin flauta, pero, entonces, tenía siete estrellas en el torso. Llevaba barba, signo de paternidad y de fuerza engendradora y, además, unos cuernos, aditamento que, entonces, se consideraba como signo de nobleza y de fuerza.


Todas las divisiones por siete de que se habla en el Apocalipsis, así como en muchos libros sagrados de los indios, demuestran que el septenario representaba el papel más importante en los misterios y religiones.


(10) Todo el mundo conoce esa particularidad singular del 9, número que, si se multiplica por otra cualquiera, da un resultado cuya suma es siempre nueve o es siempre divisible exactamente por 9.


Multiplicando el nueve por los números dígitos, se obtiene una progresión aritmética, en que cada miembro, compuesto de dos cifras, ofrece un caso notable. Ejemplo:


1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 0.

9, 18, 27, 36, 45, 54, 63, 72, 81, 90.


La primera línea de cifras da la serie regular de 1 a 9.


La segunda serie reproduce de un modo doble esta serie: de manera ascendente a partir de la primera cifra de 18, y de manera opuesta a partir de la segunda cifra de 81.


De esta curiosa observación se deduce que la mitad de los números de que se compone esa progresión 9, 18, 27, 36, 45 = 45, ó 9


Representa en un orden inverso

las cifras de la segunda mitad 90, 81, 72, 63, 54 = 360, ó 9

405, ó 9

De manera que 45 se opone a 54;

36, a 63; 27, a 72; y 18, a 81,

y cada uno de estos números o

suma dan siempre nueves ....... 99, 99, 99, 99, 99 = 90, ó 9


(11) Los intervalos numéricos terminan en el diez, pues el que desea contar más vuelve al 1, 2, 3 y cuenta de este modo la segunda decena hasta 20, la tercera hasta 30, y así sucesivamente hasta ciento. Después de este número se vuelve a comenzar el intervalo del 10, que se repite de esta forma hasta el infinito. Pero como 10 no es más que uno seguido de un cero, indica que fuera de la unidad no existe nada y que únicamente por ésta subsisten todas las cosas.


(12) Estando Pitágoras poco satisfecho de los conocimientos científicos que adquiriera en los misterios eleusinos, fue a iniciarse en los de Isis, en los cuales descubrió el teorema relativo al cuadrado de la hipotenusa.


Se pretende que el conocimiento de la piedra cúbica de los misterios egipcios le sugirió la idea de hacer una tabla en la que estuviera contenida la multiplicación de los números dígitos desde el 1 al 10, la cual se conoce con el nombre de ábaco o tabla pitagórica.


(13) Lo que cuenta Pausanias acerca de las Pheneates demuestra que en los templos de Menfis y de Eleusis se guardaban ciertos escritos entre dos piedras, las cuales sólo se leían por la noche, documento que coincide con el tabernáculo subterráneo y la piedra angular de que se hace mención en este grado. (Vassal, pág. 366.)


Augusto mandó revisar cuidadosamente los libros sibilinos en calidad de supremo pontífice, los cuales recogió él a costa de enormes dispendios. También destruyó las copias desfiguradas y ocultó los originales que, según se dice, contenían los conocimientos científicos del mundo primitivo, bajo la base cúbica de la estatua de Apolo Palatino. Estos originales se leían a los iniciados únicamente por la noche. Esta parte del grado parece ser una conmemoración de este hecho histórico, que justifica el dolor experimentado por los masones cuando se suprimieron los misterios.


(14) Los primeros cristianos acusaron al senado de Roma de adorar estatuas, lo que no era cierto. El cristianismo subsistió trescientos años sin estatuas. Doce emperadores cristianos tildaron de idólatras a quienes rezaban ante las figuras de los santos. Este culto no tardó en ser recibido en oriente y occidente, para ser aborrecido más tarde en la mitad de Europa. En fin, la Roma cristiana, que se vanagloria de haber acabado con la idolatría, se ha puesto a la misma altura de los paganos al someterse a las leyes de una nación poderosa, respetada por todas las demás y al adorar a ídolos en forma de santos. (Volt., De l’Angleterre sous Charles II.)


(15) La parte histórica de este grado adolece de dos grandes defectos: el primero es el de ser insignificante, debido a su laconismo, y el segundo, el de ser inverosímil... Nosotros creemos que este grado no fue concebido por quien ideó los otros. (Hermano Vassal.)


(16) O, mejor dicho, Zabulón, del hebreo zebulún (habitáculo).


(17) “En el Real Arco del rito de York, este caso se divide en tres partes: en la primera se encuentra la cámara de los compañeros, maestros masones del Arco; en la segunda, el colegio de maestros, excelentes masones del Arco; en la tercera, el santuario de los caballeros y superiores, excelentes masones del Arco.” (Hno. Vassal, pág. 346.)


(18) Estas palabras completan también el toque del secretario íntimo (grado 6°), del sublime caballero elegido (grado 11°) y del gran escocés de la bóveda sagrada de Jacobo VI (grado 14°), con el cual corresponde el de escocés del rito francés.


(19) Es uno de los nombres de Dios en el Real Arco (grado 13°), así como el de la piedra angular en la sección décimo tercera del grado 18° correspondiente al rito antiguo.


(20) Cuando Alejandro el Grande, quien había jurado acabar con los judíos porque estos se habían sumado al partido de Darío, vio el nombre que llevaba inscrito en su mitra el gran sacerdote, se prosternó ante el nombre inefable y adoró al gran motor de los destinos.


(21) Mucho tiempo antes que los judíos los grandes iniciados egipcios guardaban esa misma costumbre respecto al nombre de Isis, el cual era sagrado e incomunicable.


En la tabla isíaca se veía trazado el famoso triángulo antiguo, emblema de la diosa Isis.


(22) Al tratar acerca del Caballero de Oriente hablaremos sobre la esclavitud y la devolución de la libertad, pues estos dos temas se desarrollan ampliamente en este grado.


(23) Antigua oración atribuida por algunos autores a los caldeos. Era una plegaria invernal por la que se imploraba el retorno del reino del bien.


(24) Clemente de Alejandría, Str. I, 5.


(25) Josefo, antiq. Jud., I, 3, cap. 8.


Como la nave de las iglesias era la imagen del cielo, como también ocurre en los templos masónicos, se pintaba de azul y se llenaba de estrellas. Los antiguos creían que el cielo era un arca —es decir, una nave— de la que se servían los dioses para viajar por los espacios etéreos.


Bajo la pintura con que se han cubierto los muros de los templos en los tiempos modernos, se han encontrado los colores antiguos, es decir, el rojo, el azul, el oro, el verde y el blanco.


(26) Phil. y Clemente de Alejandría.


(27) Strom., I, 5, pág. 561, de Clemente de Alejandría.


(28) Joseph, Antig. Jud., I, 3, cap. 8, y Clemente de Alej., Strom., I, 5.


(29) Syncell, pág. 133.


(30) Philón, Vita Moys, pág. 520.


(31) Lo mismo ocurre en el ritual hindú, pues los iniciados en el mundo de Brahma saben que cuando se ponen los hábitos iniciáticos son la misma forma de Brahmâ•. “Asimismo, cuando el obispo confiere las órdenes en la Iglesia cristiana, anuncia a cada ordenado la función a que ha sido promovida; y cada vez que le pone una prenda de la vestidura, le anuncia las gracias celestes que le ha de proporcionar, y cual ha de ser la virtud y el género de pureza que ha de poseer para poder llevarla con dignidad.” (Véase Pontificate Romanum y el librito en 16°, titulado: Series Ordinationum ex Pontificati Romano, etc., editado en París en 1709.)


• Brahmâ es la facultad por la que Brahm (o el Ser, o Dios) ha producido el universo. El nombre sagrado de Dios entre los brahmanes es Aum (Dios), todopoderoso e inefable según sea pronunciado.


(32) Dupuis, Orig. Des Cult.


(33) Esta mezcla viene a ser una especie de ciceón. La diferencia de las substancias depende del país, pero representan los mismos símbolos.


(34) Los egipcios celebraban sus misterios mayores y menores durante nueve días, en la luna llena de su séptimo mes. En el día segundo los iniciados debían purificarse en el mar. En los templos alejados de la costa se colocaba una gran vasija denominada el mar de bronce; del cual se derivan los mares de bronce de Moisés•, de Salomón, de los cristianos y de los masones.


• Las mujeres de la tribu de Leví que pasaban la noche velando a la puerta del tabernáculo, ofrecieron a Moisés sus pulimentados espejos de bronce y de plata para que él mandase fundir un mar de bronce.


Este párrafo de Éxodo (cap. XXXVIII, vers. 8) ha hecho creer a ciertos autores que las mujeres de la tribu de Leví fueron iniciadas en los primeros órdenes de los misterios israelitas. En apoyo de esta opinión añaden que esta costumbre explica la adopción de las damas en los misterios modernos fundados por los hebreos.


(35) Véase la tenida de banquete.