segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - ALFABETO MASÓNICO

ALFABETO MASÓNICO

PARA LOS GRADOS SIMBÓLICOS


El alfabeto de los masones conserva el tipo anguloso y cuadrado de los alfabetos primitivos. El sistema masónico de escritura se compone de trece caracteres (9+4); pero no llegan a representar todos los sonidos más que por medio de la adición de puntos, como ocurre en las lenguas orientales. He aquí la clave, indicadora de una imitación curiosa del genio antiguo:

El origen de las nuevas letras impresas, cuyas hermosas formas nos vienen de los latinos, es muy simple.

Todas ellas, así como nuestras cifras árabes, se hayan comprendidas en esta figura:

Como se ve, consiste en un cuadrado cortado por cuatro líneas, de las cuales dos están en cruz y lo dividen en cuatro cuadrados iguales, atravesados por las dos diagonales. La forma de los caracteres derivados de este dibujo es cuadrada, como lo indican todavía las antiguas inscripciones; pero estas formas se han ido redondeando por el uso de la escritura. Así, pues, esta figura viene a ser una especie de tipo conservador de nuestras letras actuales y de nuestras cifras, llamadas árabes impropiamente2.

(1) Muchos masones, a quienes se ha dicho que una Logia es un cuadrilongo, ven en el signo masónico la figura del local y no la del carácter alfabético. Por eso trazan este signo así, dibujándolo y agregando los tres puntos triangulados, sin insertar el punto.

(2) Esta denominación es errónea. Su origen no es el verdadero; prueba de ello es que los árabes escriben de izquierda a derecha, es decir, en sentido inverso de su escritura, que, en verdad, presenta elementos análogos. Estos mismos elementos pueden encontrarse en los caracteres griegos:


La iota da la cifra 1;

La zeta, el 2 y el 5;

La omega tumbada, el 3;

La delta, el 4;

La sigma, el 6 y el 9;

La tau, el 7;

La u•, el 8;

Y la omicrón, el cero.


• El sonido u, que recuerda el mugido del toro, o sea la figura del animal armado con cuernos, llegó a ser la representación del signo fónico.


TENIDA DE BANQUETE

ALOCUCIÓN

QQ.·. y RR.·. HERMANOS:


Todos los pueblos de la antigüedad y todos los misterios antiguos celebraron sus banquetes místicos y religiosos; los egipcios y griegos daban banquetes sagrados; los romanos celebraban las lectisternes, a las cuales invitaban a sus dioses1, cuyas estatuas rodeaban la mesa del festín2; los judíos se reunían en comidas religiosas prescritas por Moisés; los primeros cristianos celebraban sus comidas de amor y caridad, con el nombre de ágapes, en las cuales llegaron a provocarse tales desórdenes que hubieron de suprimirse; no obstante, los masones los han conservado en toda su pureza3.

“La Masonería, fiel admiradora de los misterios de la Naturaleza, celebra todos los años en los dos solsticios esas fiestas tan interesantes que siempre llenan de júbilo el corazón de nuestros hijos. En esta doble época, el astro vivificante se detiene aparentemente como si quisiera indicar a los hombres que tienen que suspender el curso habitual de sus trabajos, para entregarse a un acto de gratitud hacia el autor de todas las cosas”4.

“¡Cuán hermoso es el día en que un millón de hombres perteneciente a todos los países y religiones y ceremonias, y animados por un mismo espíritu y unidos por un mismo lazo de fraternidad, piden al Eterno el triunfo de la paz, de la justicia, de la verdad, y renuevan el juramento de amarse, socorrerse y trabajar sin descanso para aliviar los males que padecen sus semejantes!”5

Los banquetes masónicos son esencialmente místicos por sus formas y filosóficos por sus principios. Por lo tanto, el banquete que ahora celebramos no es una comida vulgar. La sabiduría antigua no habría hecho obligatoria una reunión que sólo tuviera un fin frívolo. Nuestros ágapes completan la gran alegoría que se desarrolla en los diversos grados.

La forma de nuestra mesa es absolutamente astronómica, pues en el solsticio de verano representa el hemisferio superior; en el solsticio de invierno, el hemisferio inferior. Si se divide el Zodíaco en dos círculos concéntricos, cuya distancia sea la mitad de la anchura de la elíptica, y se les corta por dos diámetros, el horizonte figurará el ecuador celeste, y marcará, por sus extremos, los dos puntos equinocciales, ocupados con razón por los vigilantes; porque desde este límite ecuatorial se puede ver los dos polos, divisar todas las constelaciones y vigilar, es decir, observar todas sus revoluciones.

El otro diámetro trazado verticalmente designará los puntos solsticiales, es decir, los puntos en que la eclíptica toca en los trópicos. El venerable, quien según el ritual masónico representa al sol, ocupa la extremidad de esta línea vertical o sea el punto solsticial: en verano, el punto superior; el invierno, el inferior.

Si trazamos a la circunferencia interior una tangente que sea perpendicular al diámetro vertical, los puntos en que esta tangente corte a la circunferencia exterior determinarán los lugares que deben ocupar el orador y el secretario, quienes se encuentran a 50 grados del venerable y a 60 de los vigilantes, es decir, a dos tercios del espacio trimestral que indica cada cuarto de círculo.

De modo que la disposición de las dos mesas solsticiales es como la bóveda de nuestros templos, la imagen del cielo y de las épocas solares. Todos los objetos que se hallan en estas mesas recuerdan, como los tres grados simbólicos, los elementos de que se compone la Naturaleza en sus tres reinos: los utensilios que han recibido nombres guerreros en los tiempos modernos, pertenecen al reino mineral, cuyo estudio se indica en la palabra de paso del aprendiz. Los diversos alimentos guardan relación con los otros dos reinos, cuyo estudio se expresa claramente por la palabra de paso de compañero y la de maestro. ¿No representa todo este conjunto a la Naturaleza, simbolizada por medio del triángulo luminoso, de que el conocimiento de sus lados cierra el estudio trinosófico o de tres grados?

Los solsticios se representan en nuestros templos y logias por dos columnas, que indican el nec plus ultra de la marcha aparente del sol durante los doce meses del año, meses simbolizados por los doce trabajos de Hércules, al fin de los cuales se encuentran también las dos columnas. Los equinoccios y solsticios han recibido el nombre de puerta de los cielos y de las estaciones; de ahí vienen los dos santos Juanes, cuyas festividades celebran los masones en los dos solsticios, pues recuérdese que la palabra Juan viene de janua, que significa puerta. La Vía Láctea que, según este sistema, pasaba por la puerta de los solsticios, parecía servir de ruta.

En nuestros trabajos de banquete se brinda siete veces, cuyo número es igual al de los planetas, a quienes ofrecían los antiguos siete libaciones que hoy día se han substituido por los siete brindis masónicos.

Antiguamente se ofrendaba la primera libación al Sol, rey del universo, a quien debe la Naturaleza su fecundidad; los pueblos modernos la consagran hoy día al soberano.

La segunda libación se ofrecía a la Luna, astro que, según los antiguos, iluminaba los más secretos misterios. Los masones la dedican ahora a los poderes supremos de la Orden, que para ellos es el supremo regulador después del soberano.

El tercero se consagraba a Marte o Ares, divinidad que presidía entre los antiguos los consejos y los combates. Los masones brindan ahora a la salud del Venerable.

El cuarto era el de Mercurio, a quien los egipcios daban el nombre de Anubis, el dios que vigila, el que anuncia la apertura y la cesación de los trabajos. Ahora se ha transformado esta libación en el brindis a la salud de los vigilantes, quienes anuncian como Anubis la apertura y clausura de los trabajos, y están encargados como Mercurio de vigilar a los hermanos en el templo y fuera de él.

El quinto se ofrecía a Júpiter, dios conocido también con el nombre de Xenius, el dios de la hospitalidad. Ahora se consagra este brindis a los visitantes y a los talleres afiliados, es decir, a nuestros huéspedes masónicos.

El sexto era el de Venus, la diosa de la generación; esta divinidad, símbolo de la Naturaleza, era el encanto de los dioses y de los hombres, como dice Lucrecio. Hoy día este brindis se substituye con una libación por la salud de los oficiales, la de los miembros de la Logia y, sobre todo, por la de los nuevos iniciados, cuya ocupación principal ha de consistir en el estudio de la Naturaleza.

En fin, la séptima libación se ofrendaba a Saturno, el dios de los periodos y de los tiempos, cuya inmensa órbita parece abarcar la totalidad del mundo. Hoy día se substituye por el brindis por la salud de todos los masones esparcidos por la superficie de la tierra, sea cual fuere la situación en que les haya puesto el destino6. Para figurar la órbita de este planeta, no se brinda ya en semicírculo, sino que se restablece el círculo, de forma que cada hermano viene a ser un eslabón de la inmensa cadena que abraza el mundo.

Así como en las fiestas de Saturno7 compartían los esclavos los placeres de sus amos y se sentaban a su mesa, así entre los masones, los que sirven a la mesa se unen a los trabajos de los hermanos y participan de este brindis general.

En los tiempos antiguos todas las sesiones masónicas terminaban en banquete. Esta costumbre de la primitiva institución de nuestra sociedad demuestra que se había establecido la comunidad de bienes, que llevaba consigo la del domicilio y la del uso de una sola mesa para todos.

De suerte que la fiesta que hoy nos reúne, pertenece a la categoría de las más antiguas solemnidades8; los iniciados y los filósofos la han consagrado en todos los tiempos.


A LA ESPERANZA – SOLSTICIO DE INVIERNO9


Todas las teogonías celebran el combate de los elementos, representado por la rebelión de los ángeles que intentan escalar el cielo. Parece que el reino de la destrucción reine en la tierra; tal es la temible época y la imagen verdadera del solsticio de invierno. Pero en vano pretenden las tinieblas y Tifón encadenar al dios de la luz y retenerle cautivo en el seno de los confundidos elementos. Es cierto que, en nuestros climas, parece que la naturaleza se anonada y que el dios vencido va a sucumbir; pero él vuelve a tomar nueva vida, y no tardará en crecer, en elevarse, en desarrollar sus fuerzas y cernerse en los cielos para secar con sus rayos la tierra inundada y fecundarla una vez más. Desde todos los puntos de este hemisferio se elevan entonces en esta época de esperanza gritos de alegría para celebrar y festejar este retorno tan deseado.


A LA GRATITUD – SOLSTICIO DE VERANO10


Gritos de júbilo se elevan desde todos los puntos del globo en esta época. La tierra, adornada con todas sus ricas galas, parece que toma parte en este regocijo solsticial. El Sol se encuentra en el grado álgido de su esplendor; y bajo esta brillante alegoría el masón celebra los beneficios de la luz intelectual. Si desarrolláramos el papiro de los siglos y acortáramos los espacios, veríamos que también se celebraban en la India y Persia ceremonias religiosas en la época feliz en que nosotros lo hacemos; veríamos humear el incienso de los sacerdotes a las orillas del Nilo y en los altares de Grecia. En esta época los dioses más poderosos de la antigüedad se mostraban con el mayor esplendor de su triunfo; el forum de Roma se quedaba desierto; en los templos y en el Capitolio oíanse cánticos de júbilo y de agradecimiento en honor de Júpiter Stator, es decir, del Sol parado, solsticio.

Pero así como los verdaderos masones veían en estas fiestas antiguas algo más que los vanos honores rendidos a los grandes dioses de su tiempo, así también los modernos reveladores de la Masonería han conservado estas hermosas fiestas al cubrir nuestros misterios con ropajes análogos a las costumbres nuevas y la religión dominante; de esta suerte es como los dos santos Juanes fueron honrados como patronos de los masones; pero la restitución del verdadero nombre de solsticiales a estas fiestas se debe hace ya veinticinco años a los trinósofos.

En efecto, nosotros no nos hemos reunido aquí para rezar a San Juan, pues nuestras ceremonias no nos prescriben nada de eso y el espíritu de la Orden se opone a ello, porque la Masonería es independiente de las religiones, porque ella pertenece a todos los siglos, a todos los países y porque no hay más que una verdad. ¿Qué diría, si no, el judío que se iniciara en nuestros misterios? ¿Qué diría hoy el recipendario moderno? Se le ha prometido el templo de la sabiduría, el olvido de los prejuicios, la libertad de las opiniones religiosas, el culto a la moral universal e invariable; y, halagado por esta idea, se presenta entre nosotros para que le digamos que los sabios modernos se congregan para invocar a San Juan11.

No; hermanos míos, digámosle que la historia de todos los pueblos nos enseña que el universo presenta cada año en esta época el inmenso espectáculo de una sola fiesta; que la Masonería, tan fecunda en felices y sublimes alegorías, ha tenido que asirse a la que le ofrecía de modo tan fácil uno de los más grandes fenómenos de la Naturaleza: el triunfo completo de la luz sobre las tinieblas; y que, al festejar esta dichosa conmemoración, celebramos alegóricamente los progresos realizados por la luz, por la cultura del siglo y los beneficios otorgados por la Masonería, cuya antorcha, que ilumina sin cesar, sin incendiar nunca, disipa todos los días las tinieblas de la ignorancia, del fanatismo y de la superstición.

En estas grandes reuniones semestrales, en que el espíritu se exalta, en que el placer se depura, en que el contacto de la vida engrandece y duplica a la existencia, un sentimiento de satisfacción viene a sumarse a los goces de la fiesta: el de que cada Logia ve reunidos en la mesa común a los nuevos adeptos elevados a los grados y dignidades que han merecido por sus virtudes y por su talento. ¡Ojalá estas altas muestras de estimación de los hermanos sirvan de estímulo a los nuevos aspirantes para que, perseverando en el mismo camino, tengan derecho a idénticos favores!


(1) Dábase el nombre de divus, Dios, a los emperadores, porque se creía que el alma del jefe del imperio romano debía de ir a parar al cielo después de su muerte; el divino Augusto, y el divino Trajano significaban San Augusto y San Trajano. Este epíteto se aplicaba, también, a los emperadores mientras vivían. Sin duda debido a esto los primeros patriarcas de la Iglesia cristiana se llamaban todos santidad, con objeto de que recordaran lo que debían ser.

(2) Horacio no invoca más que a dos divinidades: a Diana y a Febo, es decir, a Isis y Osiris. Su Carmen Seculare es obra de un poeta iniciado.

(3) En Alemania se ha publicado una obra titulada “El Ágape, o Liga secreta y universal de los Cristianos, fundada por Clemente, en Roma, bajo el reinado de Domiciano, y expuesta por el doctor Augusto Kestner, profesor en Teología.” (Jena, Editorial Chmidt, 1819, en 8º, 556 págs.)

Esta obra, criticada acerbamente por los partidarios de la revelación divina, ha sido muy bien acogida por los francmasones alemanes, que han podido ver demostrado que su institución se remonta hasta la cuna del cristianismo•.

• Perdiendo de vista que la iniciación egipcia, origen de nuestra Orden, es muy anterior.

El autor cita en la introducción de la obra los escritos de Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Tertuliano y Orígenes para demostrar, con varias citas, que la palabra ágape designaba, entonces, a una asociación particular de cristianos.

En la primera sección refiere la historia de Clemente, a quien considera como fundador y jefe de esta liga secreta. Sobre todo saca un gran partido de la obra e Clemente, conocida bajo el nombre de Recognitiones.

Opina Kestner que con objeto de dar a su asociación un carácter imponente este fundador tuvo que recurrir a los símbolos misteriosos empleados en Asia por la comunidad cristiana de San Juan. Además, su ideal de regeneración moral y política lo fundamentó en ceremonias iniciáticas y grados jerárquicos. Estas novedades no sólo atrajeron a muchos cristianos, sino también a judíos y paganos.

Kestner cree que el emperador Nerva protegió esta empresa; pero su sucesor, Trajano, se declaró adversario de ella, desterrando a Clemente y persiguiendo cruelmente a todos los cristianos.

El autor pretende descubrir en los escritos de los primeros sectarios del Cristo, los estatutos que regían en la orden secreta de que habla.

Los ornamentos que se llevaban en las asambleas de esa Orden consistían en una blanca piel de carnero y un mandil de tela con bolsillo.

El objeto ostensible y material de la institución consistía en la construcción de una torre. Los agapatistas se reconocían por medio del signo de la cruz.

De suerte que Kestner cree que Clemente de Roma es el fundador, y lo que apoya a su opinión es el destierro de este discípulo y sucesor de San Pedro al Quersonero Táurico ordenado por el emperador Trajano. Clemente fue acusado de haberse negado a sacrificar a los dioses paternos, y de haberse resistido a las amonestaciones de Mamertino, quien, además, le reprochaba:

1º No sólo el haber desertado del culto del imperio, sino también el haber tratado de dividir y fraccionar a la ciudad de Roma por una religión nueva.

2º Ser un encantador sacrílego, un enemigo de los dioses de Roma, el autor de una superstición extraña, que predicaba que un hombre sacrificado era uno de los dioses.

(4) Memoria del venerable H.·. Pillot en la fiesta de la Orden celebrada por el Gran Oriente (27 diciembre, 1839).

(5) Hermano Quentín (Abeille Maçonn. Nº 55).

(6) No nos olvidemos de nuestros hermanos errantes en las sabanas americanas y en los desiertos de África. Nos imaginamos que están presentes ante nosotros, que compartimos con ellos los beneficios del padre común. ¡Oh ceremonia enternecedora, al celebrarte, creeré siempre que vuelvo a encontrar mi corazón! (La Rosa del Valle, pág. 72.)

(7) En Frigia, en donde Cibeles era la diosa mayor, se celebraban dos fiestas cada año en los solsticios de honor de Jano-Saturno.

(8) La calidad del huésped o invitado es una sanción potente de los lazos de amistad desde los tiempos más remotos. El beduino no robaba jamás al hombre que haya comido con él una vez el pan y la sal.

“Los jefes de un culto místico no tardaron en sacar provecho de esta observación, e instituyeron mesas fraternales entre los iniciados, a las que eran admitidos los extranjeros y los pobres en ciertas épocas del año.”

(9) Según la época solsticial en que se celebre se lee uno de estos dos párrafos o algo análogo.

(10) La terminación antigua del año en el solsticio de verano, dio nacimiento a la apoteosis de Hércules; por esta razón es por que este héroe recibía el nombre de invencible, como el sol (Herculi invicto, soli invicto). No tiene otro origen la fábula del renacimiento del fénix. De ahí el incendio que precede a la resurrección del phenix y a la apoteosis de Hércules. Este sistema se modificó cuando se acordó que el año terminara en el solsticio de invierno.

(11) San Juan fue misterio y caridad durante toda su vida. El discípulo a quien el Hombre-Dios confía su madre, el que dijo que “el que no ama está en muerte” (Epist. 1ª, III, 14) debería ser al renovarse la Masonería el patrón de la fraternidad. Su nombre, que significa puerta, justifica también esta elección. Envejeció en Patmos, en donde se supone que escribió el Apocalipsis.

A continuación citamos un párrafo referente a San Juan, encontrado por nosotros en el discurso que pronunciara en la fiesta e la Orden (9 de junio de 1823) el hermano Le Rouge, orador de la Logia la Trinité:

“Hermanos míos:

“Habiéndose reunido la Logia de la Trinité en el templo para celebrar la fiesta anual de la Orden de los masones, he pensado perorar sobre el tema de nuestro augusto patrón.

“Todos sabéis que Juan fue un personaje simbólico de la antigüedad remota. Su nacimiento, en todo semejante al e Cristo, cuyo precursor fuera, fue sobrenatural, milagroso y divino. En efecto, Juan es el producto de un soplo angélico en una mujer estéril y anciana, según relata la Escritura. Y, como esa prodigiosa cortesía habría podido dar lugar a quejas maritales, el bueno de Zacarías, esposo de la casta Isabel, fue privado del uso de la palabra en tanto duró la tardía y santa gestación de su mujer.

“Estos hechos parecen estar muy distantes de la moral sana y hallarse demasiado en desacuerdo con la razón humana, para que no se busque su explicación en el misterioso dominio de las alegorías. Sin embargo, como no he encontrado todavía el hilo salvador con cuya ayuda pueda recorrer los numerosos rodeos de este vasto laberinto, dejaré esta tarea para quienes tienen más cultura y sagacidad que yo.

“También nos enseñan las escrituras que San Juan, hombre nacido para convertir a los hombres e ilustrarles por medio de la predicación, habló durante treinta años en el desierto, en donde se alimentaba con los groseros alimentos que le ofrecía la naturaleza salvaje. También la Francmasonería tiene por objeto el ilustrar a los hombres; pero yo creo que no lo conseguiríamos si imitáramos de esa suerte a nuestro augusto patrón. Así, pues, permanezcamos entre nuestros semejantes y hagamos de suerte que oigan de continuo el lenguaje sencillo y persuasivo de la verdad. Y si alguna vez viniera un poder celeste o humano a herirnos con la desgracia que experimentó el padre putativo de Juan, no olvidemos que la iniciación masónica nos ha proporcionado el lenguaje universal de los signos (quizás para este caso). Sí; prediquemos y convirtamos a los hombres; pero procuremos que los ejemplos vayan unidos a los preceptos, como medio único y eficaz, Si no fuéramos fieles al culto de la fraternidad, no podríamos repetir sinceramente: Ecce quam bonum et quam jucundum, fratres, habitare in unum•.

“Dice también la Escritura que San Juan enseñaba a todos los que iban a él, y les sumergía en las aguas del Jordán para limpiarles sus pecados. Los masones imitan en esto fielmente a su patrón, puesto que acogen a todos los profanos que les piden instrucción y merecen ser acogidos. Pero antes de otorgar la luz de la iniciación a los que son admitidos a ella, les purifican, alejando de sí los funestos efectos de la ignorancia, el fanatismo y los prejuicios.

“Si abrimos las mitologías paganas veremos que en todos los sacrificios se invocaba a un dios, porque se decía que él había sido el primero en construir templos e instituir los ritos misteriosos y sagrados••. Sus funciones en el Olimpo consistían en guardar las puestas del cielo (januae coeli), por lo cual recibió el nombre de Jano, de quien nuestro Juan no es más que una imitación, según opinan algunos autores.

No nos hemos de fijar ahora en si los latinos tuvieron un Jano o dos, como se pretende, cada uno de los cuales estaba encargado de guardar una de las dos principales puertas del cielo; baste ahora hacer notar que el nombre del santo de que hablamos cae en el calendario religioso el día 24 de junio, época del solsticio de verano. También haremos notar que, como la institución masónica tiene por objeto ilustrar moralmente a todas las clases sociales, no ha podido hacer cosa mejor que la de tomar como modelo de sus importantes funciones al cuadro físico del cielo, y comparar nuestros pequeños templos o Logias con el inconmensurable templo de la Naturaleza. Ella ha debido decir, que, como toda luz física viene del oriente del mundo, era conveniente que todas las Logias de donde emanan los efectos generales que tienden a dar luz a la razón humana, se convirtiesen en otros tantos orientes particulares. Esto explicaría por lo menos la existencia en el interior de nuestras Logias de las imágenes del sol, de la luna y de la bóveda estrellada. De ahí veríamos, también, que, al encontrarse el cielo iluminado espléndidamente por la llegada del astro reparador a cierto punto en esta estación, ha sido natural que esta época fuera escogida por los masones para entregarse a la alegría, y que fuera invocado el personaje indicador de este dichoso momento como protector del culto misterioso que los hijos de la luz tributan al eterno Arquitecto del Universo.

“La Escritura sagrada nos enseña que Juan predicaba contra los vicios con un vigor que no cedía ante ninguna consideración humana; su censura no perdonaba a los grandes, ni a los sacerdotes, ni a los doctores, ni a ninguno de los que se encontraban en posición superior a la de los demás. Los legendarios opinan que fue decapitado por esta razón por orden del rey Herodes Antipas, por habérselo pedido una joven como recompensa del placer que proporcionara a este príncipe danzando delante de él mientras comía. Por otra parte, se ignora la época precisa de este acontecimiento y lo que se hizo de su cabeza y de su cuerpo.

“Los legendarios dicen, además, que Juan decía de Jesús: Es preciso que Él crezca y que yo disminuya. Él que viene de lo alto es superior a todos•••. Estas palabras parecen confirmar la opinión de algunos filósofos que se han atrevido a decir que Cristo era el sol espiritual mencionado por el emperador Juliano, mal llamado el “apóstata”, precisamente porque no quiso serlo.”

• ¡Oh qué cosa tan buena y tan gustosa es vivir como hermanos en dulce y amable compañía!

•• Siglos paganos, verb. Jano.

••• Vidas de Santos, por Baillet, mes de junio.


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