segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - GRADO DE ROSACRUZ

CUARTA ORDEN CAPITULAR

GRADO DE ROSACRUZ

QUERIDOS HERMANOS:


Los escoceses prestan mayor atención al grado de Rosacruz —que en el rito francés corresponde al 18º del escocismo— que a todos los demás, pues reducen a él toda la Masonería. Ellos opinan que quien sepa penetrar en sus misterios, encontrará en este grado un depósito de la ciencia universal; por eso la instrucción general de este grado es una recapitulación de toda la Masonería. Este grado se divide en 15 secciones en el Rosa Cruz de Heredom1.

El Rosa Cruz debe fijar su atención en tres acontecimientos principales: la creación del mundo (generación), el diluvio de Noé (destrucción) y la redención de la humanidad (regeneración). En efecto, todos los masones deberían tener siempre presente en sus meditaciones esta triple división, puesto que el arte real no tiene otro objeto que el conocimiento de la Naturaleza, en donde todo nace, se destruye y se regenera.

Así es como los tres primeros grados presentan una trinidad moral cuya interpretación hemos dado antes.

Las columnas del templo son substituidas en este grado por los pilares fundamentales de la ley nueva, y, en vez de decir sabiduría, fuerza y belleza, decimos fe, esperanza y caridad2.

Los teólogos han dado a estos tres nombres la denominación de virtudes teologales, con que han substituido a nuestras virtudes mundanas.

Según ellos, la fe sería la virtud de creer firmemente en cosas que no siempre están de acuerdo con la Naturaleza ni con la razón. Por lo visto ignoraban que creer es lo opuesto de saber, y que el hombre crédulo es un miserable que suele depender de quien no siente compasión por los seres indefensos. La incredulidad de Santo Tomás de que habla la Escritura, no es más que una metáfora con que se nos quiere advertir que la fe no debe ser ciega, y que es menester que la verdadera fe, es decir, la que salva, la que conduce a la verdad sea iluminada por una sana razón y se apoye en la convicción de la consciencia.

La esperanza es para los teólogos la virtud de esperar el Paraíso.

Pero como la esperanza no es más que un simple estado de ánimo, no puede ser una virtud, del mismo modo que la credulidad no puede confundirse con la virtud de la fe3.

De suerte que entre estas tres cualidades sólo una se refiere a una virtud; la caridad, la cual tuvo en sus orígenes un objeto dignísimo, puesto que inducía al hombre a socorrer y ayudar a sus semejantes. La caridad es una de las más bellas palabras del idioma; pero el orgullo sacerdotal la ha transformado en anacrónica y la ha desterrado de la buena sociedad, dando un significado desdeñoso y erróneo al precepto hacer caridad y substituyéndola por la palabra beneficencia, la cual se refiere únicamente al acto de socorrer a un desgraciado, ya sea por el placer de hacerla, ya porque nos hieran los sufrimientos ajenos; de suerte que esta acción sólo guarda relación con nosotros mismos; mientras que la caridad implica una idea doble y un doble placer: el de hacer el bien y el de hacerlo a un ser querido. De suerte que no se puede decir que la caridad sea una virtud teologal, puesto que teologal significa que tiene a Dios por objeto; y la caridad sólo abarca a la humanidad, pero a toda ella entera; y es, por lo tanto, una virtud eminentemente masónica, y no puede ser de ningún modo teologal.


OPINIONES SOBRE LOS EMBLEMAS RELIGIOSOS


Para los filósofos los emblemas religiosos no son más que representaciones sublimes de los fenómenos que ocurren en el cielo.

El astrólogo únicamente se fija en las influencias de las constelaciones.

En páginas anteriores hemos visto que la sala de oriente simboliza la destrucción de Jerusalén; por consiguiente, el cuarto orden, o sea el grado de Rosa-Cruz, comprende en el emblema de sus fórmulas la reconstrucción de la ciudad santa, el descubrimiento de la cruz profana, la apología de este signo divino, el establecimiento del culto de la cruz. Como todo el ceremonial de nuestros trabajos se halla comprendido en el conocimiento de la cruz, los hermanos que no sólo deseen saber lo que es el grado de Rosa-Cruz, sino que también aspiren a conocer lo que prescribe en él, han de aplicarse al estudio de este culto.

Por las explicaciones dadas antes podemos llegar a la conclusión de que la Francmasonería, en su conjunto, es la representación fiel de tres religiones bien distintas por sus misteriosas combinaciones, así como por las formas mitológicas que presentan a los hombres; religiones que guardan relaciones comunes tanto en la causa como en la moral que les sirven de base, a saber: la religión egipcia , la judía y la cristiana.

Es evidente que los primeros grados, que han sido tomados de los misterios de Isis y de Ceres, son simbólicos, y que el que tiene la dicha de levantar una punta del velo que les cubre, encuentra en ellos verdades útiles y los elementos de los conocimientos que comprenden.

Los Otros grados guardan cierta relación con los primeros, a pesar de que les cubre un velo hebraico, y también presentan puntos simbólicos en su estructura; porque en los tiempos remotos de que se trata, los historiadores no obtenían las fechas precisas de los hechos de que querían dar cuenta más que haciendo que estos coincidieran con los fenómenos celestes.

En fin, todo iniciado que llegue al último grado de la Francmasonería conocerá la alta sabiduría, única que conduce a la suprema felicidad, por el conocimiento de la gran obra de la Naturaleza inspira al hombre un sentimiento de razón que se eleva por encima de sus semejantes; sentimiento que sólo él se halla en estado de apreciar y que le induce a fijar su atención en un Ser conservador y bienhechor, para tributarle homenajes y acciones de gracias; tal es el objeto de los grandes misterios antiguos, y el de la Francmasonería de nuestros días.

Hermanos míos, hemos visto que las iniciaciones antiguas —consideradas generalmente como prototipo de la Masonería, con las modificaciones necesarias producidas por el tiempo y la influencia de las instituciones civiles y religiosas— han reaparecido al interpretar los diferentes cuadros masónicos que hemos desplegado ante vosotros durante este Curso, con ayuda de la astronomía, de la historia, de la filosofía de los pueblos y de la caballería, por cuya hilera debió pasar nuestra imperecedera institución durante su regeneración.

No es menester que vayamos a las orillas del Jordán para interpretar el grado que ahora nos ocupa, ni que consultemos los archivos de los venerables anacoretas que hicieron célebres al monte Líbano, a los campos de Palestina y a los desiertos de la Tebaida; tampoco es necesario que penetremos en los siglos anteriores, internándonos en los subterráneos egipcios o en las cavernas de los cristianos primitivos. Asimismo no son útiles para nuestro plan la abolición de los jesuitas, ni la persecución de los templarios, pues no vamos a tratar de los caballeros de la cruz, esos hermanos consanguíneos de los templarios; sino que, prosiguiendo nuestra vasta ojeada de las diversas superficies del mundo masónico y descendiendo a la primera edad moderna, no tardaremos en reconocer a los ilustres rosacruces, ya se presenten ante nosotros como adeptos de Christian Rosencreuz, ya bajo otras banderas. No debemos olvidar que todos ellos son miembros de la gran familia.

¿Cómo vamos a dudar de ello, cuando encontramos que el sublime sello de la Orden está grabado por doquiera en los más antiguos usos de esas órdenes, así como en sus observaciones modernas, en su lenguaje simbólico y en todo cuanto constituye su rito?4

Es bastante general la creencia de que el arte real fue cultivado en Francia y Alemania, durante los siglos XV y XVI, bajo los colores de la confraternidad de la Rosa-Cruz.

“Interroguemos a los memorables anales de la historia, hagamos que hablen los documentos que se libraron de la barbarie de los siglos y, sobre todo, consultemos el fanatismo religioso, a ese enemigo implacable que, con la antorcha encendida en una mano y la espada en la otra, perseguía, decapitaba y quemaba a todos los masones como herejes de derecho y brujos de profesión; terribles persecuciones que no han permitido que llegaran a nuestro poder más que algunos documentos, los cuales indican de modo incompleto el estado en que se encontraba la Masonería en Francia y en Europa durante esos tiempos de ignorancia en que los grandes y los nobles se vanagloriaban de no saber firmar y en que los masones cumplían estrictamente el precepto de no escribir, grabar, trazar ni esculpir nada de cuanto guardara relación con la Orden, costumbre todavía vigente al parecer tomada de los antiguos magos5.

“El renombre de los hermanos de la Rosa-Cruz se había difundido ya por casi todas las comarcas de Europa cuando fueron atacados vivamente por horrendos libelos en que se acusaba a esta Congregación de no ser más que un compuesto de sediciosos, heréticos y ministros de una magia culpable y diabólica6. Para conjurar la tempestad que se les venía encima, se vieron obligados a publicar en el año 1617 una defensa apologética, cuyas máximas armonizaban perfectamente con las nuestras. “¿Hay algo más sublime, más digno de una solicitud prudente y culta, que el despreciar al mundo, contemplar los misterios de la Naturaleza y mostrar a la admiración del hombre la revelación de la Majestad Divina, pura e inalterable?”

“¿Cuáles eran sus obligaciones? Cumplir los deberes de la amistad, de la alegría, de la caridad, de la paz, de la liberalidad, de la templanza y de la castidad.

“Evitar escrupulosamente la impureza, el orgullo, la enemistad, la cólera y todas las demás especies de vicios.”

Dábanse el calificativo de hermanos, y se cambiaban de nombres en las reuniones, para no dejar campo libre a la vanidad, ni al ascendiente del poder y de los títulos. De esto se deriva la costumbre de que los masones que ingresan en el rito escocés elijan una característica o nombre simbólico.

El antirrosa-cruz Naudé7, dice en una obra escrita en 1623, con el título de Confraternidad de la Rosa-Cruz, que esta Sociedad era “una compañía de gentes doctas y curiosas que aspiraban a conocer los más ocultos secretos de la Naturaleza”.

¿No hacen eso mismo los químicos y naturalistas de nuestros días? Pero entonces se procesaba a la ciencia, pues se pretendía retenerla cautiva en las cadenas de una perpetua infancia.

Naudé está también de acuerdo en que los hermanos de la Rosa-Cruz “copiaron, como Moisés y Salomón, su filosofía de la antigua teología de los egipcios; en que copiaron sus jeroglíficos y cifras de los hebreos8, en que su regla principal consistía en ejercer la medicina caritativamente y sin retribución; hacer que resplandeciera la virtud, abrir paso a las creencias y obligar a que cada cual viviese en la primera era del mundo”9.

Locke da cuenta en sus obras de un documento interesante para la historia de las altas ciencias y casi único en la Masonería de la edad media; nos referimos al célebre manuscrito debido a la pluma de Enrique VI, rey de Inglaterra. Los rasgos que vamos a citar caracterizan a la antigua virtud masónica10.

El iniciado es llevado a  la presencia del rey, quien le somete al siguiente interrogatorio: “¿Cuáles son vuestros misterios?” A lo que responde el iniciado: “El conocimiento de la Naturaleza, conocer todas las grandes cosas que en ella existen y sus diferentes obras, como son el arte de trazar las líneas y la verdadera manera de dar forma a todas las cosas para uso y bienestar de los hombres.”

Observemos de paso, para gloria de la Orden en Francia, que el interrogado reconoce en este interrogatorio que, en su origen, los primeros masones venidos de oriente iniciaron en Francia a una infinidad de personas que llevaron el arte real a Inglaterra11.


“P. ¿Cuáles son —continúa el príncipe— las artes que enseñaron los masones a los hombres?

“R. La agricultura, la arquitectura, la astronomía, la geometría, el cálculo, la música, la poesía, la química, etc.”

De manera que los masones estudiaban todas las ciencias en el siglo XV, como ocurrió también en tiempos de los egipcios.

“P. ¿Qué es lo que tienen secreto y oculto los masones?

“R. Ocultan las artes que pueden ser perjudiciales, si caen en malas manos, así como ciertos escritos que únicamente deben ser conocidos por los obreros en Logia, tales como los que unen más fuertemente a los Hermanos, por las ventajas que esto puede proporcionar a la Orden.”

Hermanos míos, estos procedimientos de doctrina son idénticos a los de los hermanos de la Rosa-Cruz, quienes eran, por lo tanto, verdaderos masones. Su Sociedad, perpetuada en muchas comarcas, pertenece todavía a la Orden, a la cual está unida por lazos venerables y por su antigüedad.

“P. ¿Me enseñaría un masón esas mismas artes? —continúa preguntando el rey Enrique.

“R. Os las enseñará si sois digno y capaz de aprenderlas.”

Esta respuesta de un iniciado a un rey es sublime.

“P. ¿Son los masones mejores que los demás hombres?

“R. Hay masones que no son tan virtuosos como otros hombres; pero la mayoría son mejores de lo que hubieran sido si no hubiesen ingresado en la Masonería.”

“P. ¿Se aman los masones tan intensamente como se dice?

“R. Sí; y esto no puede ser de otro modo, pues los hombres buenos y verdaderos que se conocen como tales mutuamente siempre se aman cada vez más”12.

¿No es precisamente éste el verdadero lazo masónico?


Al examinar los diversos ritos, así como sus atributos, emblemas y prácticas antiguos, se observa que todo cuanto tiende a los elementos primitivos y esenciales de la Orden se respeta en los diferentes santuarios; todos practican igualmente la virtud, para hacerla fructífera. ¿No laboran ellos como nosotros por extirpar los vicios, depurar a los hombres, desarrollar las ciencias y las artes y procurar bienestar a la humanidad?

¿Admiten a un adepto a los altos conocimientos filosóficos y a la comunicación de las ciencias místicas, si no ha sido purificado antes en el crisol de los grados simbólicos? ¿Qué importa, pues, que haya algunas discordias respecto a la opinión genealógica? ¿Qué importan algunas divergencias en las prácticas, en el ceremonial y en la liturgia? ¿Qué importa el color de la bandera que despliega cada tribu de Israel, si todas ellas veneran el Arca santa de los grados simbólicos, manadero primitivo e inalterable de la Francmasonería? Yo creo que no será difícil realizar una fusión que reclaman el espíritu masónico, la razón y el interés general, porque todos veneran nuestros principios conservadores y nuestra finalidad social.

Cuando examinamos el pomposo escocismo, subdividido en rito de York, rito de Kilwinning, rito de Heredom, rito de Edimburgo y rito antiguo y aceptado, y contemplamos como camina con ayuda de sus numerosos grados envuelto en el esplendor de sus dignidades, creemos asistir a la solemnidad de los misterios isíacos, en los que se veían flotar de trecho en trecho desplegados estandartes que ostentaban el símbolo distintivo de cada comarca: el Apis de Menfis, el águila de Tebas, el Anubis de Cinópolis, el vaso de Canope, el cordero de Sais, el coloso de Abydos y la Esfinge, que era el símbolo de Egipto.

No pretendemos ahora establecer prioridad alguna entre los diversos grados que han ostentado el título de Rosa-Cruz; sabemos que cada rama masónica se jacta de su honroso antiquísimo y maravilloso origen, como las ciudades antiguas y las familias célebres. A pesar del espíritu que exhala en muchos puntos la Rosa-Cruz de nuestros días y sin que pretendamos ahora estudiar los motivos de quienes han tratado de interpretar torcidamente el significado de los misterios iniciáticos, para aplicarlo a los tiempos modernos13, yo no veo en el grado que nos ocupa, como todos han visto, un tema indigesto y neciamente místico creado modernamente con objeto de reconciliar a los beatos y sacerdotes de la época con la Masonería, pues en este caso este grado vendría a ser un masónico callejón sin salida14.

Sin duda, para complacer a semejantes individuos no se concedía la Rosa-Cruz antiguamente a quienes pertenecían a la religión judía. Esta conducta de los masones, que era fruto de la ignorancia de la época, demuestra que nuestros predecesores en el arte real ignoraban que todos los cultos proceden de un mismo arquetipo, y que no existen misterios en ninguna religión para los verdaderos iniciados, porque el gran libro de la Naturaleza lo revela todo15.

En cuanto al título de este grado, habéis de saber que los masones han tomado su nombre de la cruz, como emblema de la santidad de su unión, y de la rosa, como imagen de la discreción y símbolo del silencio; pues se dice que se está sub rosa cuando no hay nada que temer de los indiscretos. Pero, según opinaban Cedreno, Sócrates y Sodzomenes, la cruz había sido para los egipcios en todo tiempo y mucho antes de Jesucristo el símbolo de la inmortalidad16. De manera que la rosa seguida de la cruz era, y sigue siendo, la manera más sencilla de escribir jeroglíficamente: SECRETO DE LA INMORTALIDAD, cuyo secreto, junto con el de la existencia de un solo Dios, es el conocimiento último y el más secreto de los misterios.


DE LA CRUZ


La cruz es un símbolo antiquísimo. Para los antiguos era el emblema de la intercesión crucial de la eclíptica con el ecuador en dos puntos del cielo, uno de los cuales se halla entre los Peces y el Carnero (Aries), y el otro, en el centro de la Virgen. He ahí por que motivo la cruz ansata o Thau sagrada de los egipcios en forma de cruz con asa, que se ve en la esfera por encima de la fuente, se convirtió en llave del Nilo, puesto que el cielo nos la presenta en esta forma. También llegó a ser el atributo de Isis o de la Virgen, porque este punto atraviesa esta constelación; por eso se decía que Isis abría las esclusas del Nilo, para que las aguas inundasen sus riberas cuando en sol cubría con sus fuegos a la constelación de la Virgen, después del reposo solsticial17.

La cruz, ese signo que se ha convertido en objeto de adoración, no era para los iniciados más que una imagen de los equinoccios, cuando el sol cubre sucesivamente estos dos puntos al recorrer su órbita anual. De suerte que esta figura celeste es un símbolo de vida y de muerte, de destrucción y de reparación y de generación y de resurrección, según designe a la primavera o al otoño. Por eso debía pertenecer a la leyenda solar.

La cruz de las pamelías egipcias que llevaban los sacerdotes en las fiestas de Osiris, como símbolo del principio fecundante, consistía en un triple falo18, colocado en lo alto de un palo. También simbolizaba los tres elementos —la tierra, el aire y el fuego—, los cuales creían los antiguos que habían surgido del elemento primordial, o sea del agua, que fue en principio el origen de todas las cosas. Esta idea cosmogónica fue adoptada por el autor del Génesis, quien afirma que el agua existió antes que todas las demás cosas.

Todo el mundo sabe que el primer símbolo de los cristianos fue el cordero, cuyo emblema representaba al dios de la primavera, o sea al sol, cuando al entrar este astro en el signo de Aries19 se convierte en cordero reparador de los males del mundo, es decir, que viene a quitar el mal introducido en la tierra durante el invierno20.


SOBRE LA ROSA


La rosa, que es el emblema masónico más gentil, ha sido siempre la reina de las flores, el perfume de los dioses, la vestidura de las gracias, las delicias de Citerea y el ornato de la tierra. Es símbolo de los más diversos sentimientos y de las cosas más opuestas; con ella la piedad decora sus templos, y el amor y la alegría trenzan sus guirnaldas. El dolor la deshoja sobre las tumbas; el pudor y la caridad la reciben como el más glorioso de los premios; en fin, los antiguos decían que era la más hermosa de las plantas. Los sacerdotes de todos los siglos y países han hecho célebre a la rosa, cuya presencia nos recuerda las ideas más halagadoras, las más dichosas comparaciones y los símbolos más secretos de la belleza. La rosa era, asimismo, el emblema de la mujer; y, como la cruz o el triple falo simbolizaba la virilidad o al sol en todo su poder, la unión de la cruz y de la rosa tenía otro significado por añadidura, y expresaba, cual el lingam indo, la unión de los dos sexos, símbolo de la generación universal21.


DEL FUEGO


Ignis ubique latet, naturam amplectitur amnem;

Cuncta parit, renovat, dividit, urit, alit.


El fuego esta latente por doquiera; abarca a toda la Naturaleza; produce, renueva, divide, consume y sustenta a todos los cuerpos.

Quizás os parezca cosa singular, hermanos míos, que, al tratar de un grado cuyos fundamentos están constituidos por los misterios más sagrados del cristianismo, os hable acerca de fuego, ese elemento activo, causa única de la destrucción y de la reproducción, principio siempre activo del movimiento y de la vida, y que aunque los emblemas del grado os presenten los objetos adorados por los cristianos, los substituya yo por el elemento que veneraban los sectarios de Mithra; elemento, en fin, consagrado por todos los cultos y que ha sido objeto de particular veneración en los pueblos antiguos y modernos.

Las alegorías del grado de Rosa-Cruz y los emblemas que en él se nos muestran bajo una forma exterior, mística en apariencia y filosófica en realidad, no guardan relación alguna con ese fuego material y grosero que la Naturaleza destina para satisfacer parte de nuestras necesidades. Todos los venerados símbolos antiguos se refieren a ese elemento-principio, a ese fuego conservador y vivificante que penetra y abrasa a toda la Naturaleza; a ese elemento puro, de que el calor y la luz no son más que modificaciones; a ese elemento cuyos efectos son el movimiento, la fecundidad y la vida, y de que los innumerables soles del inmenso universo parecen ser hogueras inagotables; a ese elemento que presta el encanto de los más vivos y brillantes colores de los cuerpos, o que, ocultándose a nuestras miradas, penetra hasta el seno de la tierra, separa las moléculas de los cuerpos a pesar de la fuerza que les une, y produce en ellos una acción que, tan pronto es el principio de la existencia, de su conservación o de su reproducción, como el de su división, de su destrucción y de su transfiguración; a ese elemento que, otras veces, hiende a la nube en que camina, y nos ofusca y ensordece en forma de chispa eléctrica; a ese fuego, en fin, rey de los elementos, sin el cual los demás estarían fríos e inertes, y que comunica su pureza al aire, su fluidez al agua y su inagotable fecundidad a la tierra.

Los partidarios de la física nueva no pueden oponerse a esta antiquísima teoría de los elementos, que es el fundamento de la filosofía de los antiguos, y de los descubrimientos modernos que honran a los físicos actuales. Citaremos tan sólo uno de estos descubrimientos:

¿Quién no admira, agradecido, la substitución del antiguo sistema de iluminación por el moderno hecho que nos hace salir de la obscuridad en que andábamos a tientas? El gas hidrógeno carbonado aparece en la noche con todo el esplendor del sol, y substituye al día ausente con el chorro de sus llamas blancas y vivas que desafían en todas las estaciones a los eternos caprichos de la luna.

Honremos a quien repitió el milagro de la separación de la luz y las tinieblas; al primer hombre que, al encontrar a sus pies un pedazo de carbón, lo echó en la retorta diciendo, fiat lux, para producir una luz deslumbradora22.

No se trata aquí de los hechos sometidos a ese análisis riguroso creado por los Lavoisier, los Fourcroy, los Thénard y los Gay Lussac, sino de esa física de los antiguos que, si bien era deficiente en algunos puntos, explicaba por lo menos los grandes efectos de la Naturaleza y preparaba en las escuelas de Egipto, Atenas y Crotona, los descubrimientos realizados en estos últimos siglos. Una vez consagrado este principio, no puede parecer ya extraordinario que me ocupe en esta ocasión exclusivamente a la física de los antiguos, quienes crearon los símbolos de que nos ocupamos, símbolos que recorremos bajo el nombre de grados masónicos.

Habiéndonos convencido de los hechos para justificar la ortodoxia de nuestros principios de física, he de tranquilizar a ciertos espíritus timoratos que creen que son herejías condenables todas las interpretaciones del cristianismo diferentes de las que da la Iglesia. Explicaré, pues, el cristianismo del grado y no el de la Iglesia; y, quien diera a mis palabras otra significación, será suya la culpa, porque el verdadero templo erige templos, pero no los destruye.

El cristianismo, o creencia en un solo Dios y en la inmortalidad del alma, es la conversión en culto público de la creencia secreta de los antiguos iniciados.

Las relaciones existentes entre los templos masónicos y las iglesias cristianas deberían haber producido más bien la unión entre hombres esencialmente pacíficos que su división; pero no cabe duda de que los ministros del dios de la concordia se han convertido en perseguidores de la Francmasonería, a causa de esas relaciones.

No nos debe extrañar que la religión de los cristianos —que si hubiera seguido siendo la de Jesús, sería la religión verdadera23— conserve algunos vestigios de las profesadas por los magos y por Numa, puesto que fue fundada en presencia de sus rivales, sucedió a esta última, y su fundador dijo: Nom veni solvere, sed ad implere, no he venido a destruir, sino a cumplir.

Sea como sea, el cristianismo posee un carácter que le es propio y, si la Francmasonería tiene en algunos de sus grados elevados algo de común con esos usos, es que estos altos grados deben haberse basado en el prototipo religioso del nuevo culto, a pesar de que descienden de orígenes anteriores a su implantación en occidente. Los cristianos y los masones deberían tener el mismo templo, puesto que ambos rinden culto a la Naturaleza24. Por eso puede haber en sus prácticas cierta semejanza. Las dos instituciones disfrutan de un mismo patriotismo; no obstante, es preciso convenir en que el culto cristiano ha desnaturalizado su dominio en algunas de sus partes, mientras que la Masonería conserva intacta su legítima.

Cuando los hombres se unieron en tiempos primitivos para formar sociedades no habían sido todavía corrompidos por el despotismo ambicioso de los grandes, ni por el intolerante despotismo de los sacerdotes; no conocían las fábulas sagradas, ni esa multitud de dioses, de misterios y de ideas abstractas e incoherentes que se han inventado para subyugar a los pueblos, empavoreciendo a los débiles y sometiendo a los fuertes.

Como eran adoradores celosos de la Naturaleza, no tenían más dios que ella, más templo que el que el hombre se construye a sí mismo; la bóveda celeste y la inmensidad del universo.

Los trabajos de la agricultura y las observaciones de la astronomía dieron nacimiento a multitud de emblemas; los cuales no eran para los sabios otra cosa que una escritura o conjunto de signos conmemorativos de los fenómenos astronómicos y de las leyes que rigen en el universo. Pero, los sacerdotes encontraron en estos emblemas un medio seguro para someter al vulgo, a quien ocultaron su significación primitiva, enseñándole, en cambio, otra interpretación que les creaba y consolidaba un poderío inmenso, convirtiéndoles en depositarios de las leyes básicas de la sociedad, de las artes y de las ciencias que educan a los hombres al propio tiempo que en intérpretes de la voluntad suprema. Estos signos alegóricos llegaron a ser para los pueblos otros tantos dioses. Formáronse innumerables cultos, y se derramó sangre por doquiera en honor de la Divinidad, es decir, en honor del principio increado de todos los seres, a que deben éstos su existencia; de ese principio cuya ley fundamental debe ser la de conservar sus creaciones25.

La institución de la asamblea de los sabios, quienes conservaban el sagrado culto original de la Naturaleza lejos de los errores del vulgo, se remonta a ese origen cierto de los cultos tributados a los diez mil dioses, o mejor dicho, al dios Miriónimo. La interpretación del culto-origen constituyó en tiempos antiguos la alta iniciación, es decir, la iniciación en los grandes misterios.

Como preparación de éstos, existían los misterios menores o estudios e iniciaciones preparatorios, únicos misterios que han sido conservados hasta nuestros días, en que han tomado el nombre de primer y segundo grado simbólicos.

Para suplir a los grandes misterios, cuyas formas fueron siempre desconocidas, los creadores de la Masonería adoptaron los emblemas religiosos del pueblo que abandonó las orillas del Nilo para establecerse en la costa del Mediterráneo a las órdenes de su jefe, quien había sido iniciado en los misterios egipcios. De ahí vienen las formas hebraicas de los grados siguientes al de maestro, en los que velaron los emblemas de la Naturaleza tras de alegorías judías.

Otra religión, surgida del judaísmo, se difundió por la tierra, siendo propagada al principio por los sabios con el único objeto de purificar a los hombres para encaminarles una vez más hacia el culto sencillo que se basaba exclusivamente en la moral universal; esa religión, que alejó a los hombres de los sanguinarios sacrificios a los dioses, substituyendo las víctimas por una sola que se inmolaba todos los años para conservar a la Naturaleza y para regenerarla26; esa religión, que fue perpetuada por los sacerdotes, quienes alteraron sus formas simples y primitivas, transformándolas en ceremonias, prácticas y misterios para adquirir un poder sacerdotal que habían ignorado los apóstoles, con lo que se procuraron un seguro dominio sobre las consciencias y, por consiguiente, sobre el espíritu de los hombres; esa religión, tomada en toda su pureza primitiva, constituyó el complemento de la alegoría masónica o, lo que es lo mismo, del culto a la Naturaleza, del que no era más que una bella y gran alegoría.

Estos son los motivos de que veamos sucederse en nuestros misterios el culto sencillo de la Naturaleza, el culto de Moisés y el del Evangelio.


INTERPRETACIÓN DEL GRADO ROSACRUZ


En las sesiones precedentes he dado la interpretación del grado que en ellas nos ocupaba. Hemos reconocido que el primer orden, o sea el del electo, es un emblema del triunfo del sol sobre sus enemigos, es decir, sobre las constelaciones inferiores: hemos visto que guarda analogía con la juventud o la primavera de la vida; en fin, los mismos emblemas del grado han debido llevarnos al convencimiento de que para los primeros masones este grado simbolizaba la tierra o sea el más denso de los elementos. El grado de escocés nos ha ofrecido en cuadro del estío, estación en que el sol reina gloriosamente en el cielo; este grado simboliza esa fecunda época de la vida en que el hombre se halla en la plenitud de su fuerza, en que se desprende de los prejuicios de la infancia y de los errores seductores de la juventud, y disfruta plenamente de todas sus facultades. El triángulo celeste, que representa un gran papel en esta alegoría mística, nos recuerda el cielo, es decir, el aire, o primer elemento puro.

En el grado de caballero de Oriente hemos encontrado todos los signos del otoño, estación de la decadencia. Este grado, que figura por su carácter esencial la vejez, o sea el último periodo de la vida, recuerda por medio de sus emblemas, signos y colores al agua, ese elemento destructor, que es el principio de la putrefacción y de la disolución universal; y, asimismo, simboliza el reino funesto de Arimán, de Tifón, de Satán y de la muerte.

Demostremos ahora que la Orden cuarta es continuación o consecuencia de las precedentes y que es el complemento necesario y absoluto de toda la alegoría masónica, es decir, que representa la cuarta estación —el invierno—, época en que el sol se remonta victorioso hacia los elementos superiores, tras de haber llegado al punto inferior de su recorrido; demostremos, en fin, que este grado, emblema de la resurrección o regeneración de los seres, simboliza el fuego, el cual es el primer agente de la Naturaleza y el más puro de sus elementos.

Este grado se divide en dos puntos: el primero guarda relación con la primera parte del invierno, con esa época cercana a los días tristes y nebulosos del otoño, es decir, con el desastroso reinado de Tifón.

El segundo punto figura la segunda parte del invierno, o sea la próxima a la primavera, en la cual comienza el Cordero a brillar en el horizonte, y surge triunfante del imperio de los muertos el genio del bien. La siguiente explicación de los emblemas del grado nos convencerá de estas verdades.

Los trabajos se abren en una estancia tenebrosa, enteramente decorada de negro y salpicada de lágrimas blancas; el pavimento de mosaico se compone de baldosas negras y blancas; estos dos colores anuncian el combate perpetuo entre Arimán y Ormuz, entre el bien y el mal, entre Osiris y Tifón, entre Cristo y Satán, entre la luz y las tinieblas.

La época del año con que se relaciona este grado está perfectamente caracterizada, pues se observa que se trata del instante en que la luz sucumbe y triunfa el genio de las tinieblas.

El local se halla iluminado por medio de 33 luces; este número, figura aquí los 33 grupos de luces celestes, es decir, las 33 constelaciones que se observan en esa época sobre el horizonte, a saber: las seis últimas constelaciones zodiacales; veintiuna constelaciones del hemisferio boreal, de las cuales solamente el Cochero se encuentra bajo el horizonte, y seis constelaciones australes. Entiéndase que aquí sólo nos referimos a las constelaciones conocidas por los antiguos.

En esta cámara hay tres columnas, en las cuales se ha puesto el nombre de las tres virtudes básicas del cristianismo: la fe, la esperanza y la caridad. ¿Sería acaso demasiado atrevido el decir que estos pilares existentes en los templos de la Naturaleza, simbolizaban antiguamente los principios que rigen en el universo, conocidos por los antiguos con los nombres de agente, paciente y resultante o con los de creación, destrucción y regeneración, los cuales han sido caracterizados por todos los cultos en sus numerosas trinidades? La trinidad india está formada por Brahmâ, Visnú y Siva; la egipcia por Isis, Osiris y Horo, o mejor dicho, por Osiris, Tifón y Horo; la cristiana, por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; y la hermética por la sal, el azufre y el mercurio. Los sabios antiguos han representado esta trinidad natural por medio de la Delta, que es el más sencillo y perfecto de los polígonos regulares, puesto que no puede descomponerse ni resolverse en otro más sencillo27.

En el oriente se eleva un calvario, o sea la montaña sagrada en donde murió el Hombre-Dios entre dos ladrones.

El nombre de calvario es latino; su raíz calvus, calvo, significa en sentido figurado árido, seco. Este nombre designa la vejez del año, la decadencia del sol, la época de esterilidad y la tristeza de la Naturaleza.

La cruz en que expira el Salvador del mundo, es el símbolo de la gran cruz que forma en el cielo el meridiano cuando corta en ángulo recto al ecuador en el momento del paso del sol a los signos inferiores. El hombre se designa en griego por medio de la palabra andros, de la que se ha formado Andrés y San Andrés. En vez de dejar al hombre al lado de la cruz, se le ha puesto encima de ella, de ahí el origen del Calvario28.

Los dos ladrones de que iba acompañado Jesús son aquí las dos estaciones que tocan al equinoccio. Sabido es que las Escrituras suelen comparar las estaciones a ladrones que huyen: figiunt ut latrones. El ladrón colocado a la derecha simboliza a la primavera y al estío, o el reino del bien, y se salva; el ladrón situado a la izquierda, simboliza el otoño y el invierno, o el reino del mal; desciende a los infiernos, o sea, a la parte inferior del cielo, y es el mal ladrón que blasfema, y se condena.

Todos los personajes de que habla el relato de la pasión en esta escena son otras tantas constelaciones. En efecto, en el momento en que el equinoccio de otoño y cuando el sol del año expira en la cruz celeste, se ve desfallecer a la Virgen, que esta constelación se precipita hacia poniente. También se ve una copa a cuyo pie se enrosca una serpiente, o sea la hidra acuática, y encima de la cual se cierne un cuervo. Las tres mujeres que se encuentran al pie de la cruz son las tres estaciones desconsoladas; Anna representa al año en su época triste: mater dolorosa.

En fin, por la parte de oriente se eleva un hombre armado con un dardo, es el Sagitario, que persigue y amenaza al sol moribundo, al cual da muerte, en efecto.

En la parte más alta del cielo, precisamente en el cenit y en el meridiano brilla la corona boreal, que es la corona de espinas o corona de dolor que le pusieron a Cristo en la cabeza.

En el cuadro aparecen el sol y la luna envueltos en nubes que nos recuerdan la estación de las lluvias otoñales, o sea el duelo y luto de la Naturaleza. Completa este tema celeste, un águila que se cierne en las alturas, pues entonces la constelación del águila domina en lo alto del cielo. El águila es el ideograma del sabio en sus monumentos jeroglíficos, tanto porque este animal se cierne a gran altura29, como porque la luz del sol no le deslumbra. Y, como el pelícano era entre los antiguos el emblema de la humanidad bienhechora, síguese de esto que con el título de caballero del águila y del pelícano se ha querido simbolizar en el grado de Rosa-Cruz la perfecta sabiduría junto a la perfecta caridad.

Los trabajos se abren a la hora en que se desgarra el velo del templo, en que las tinieblas se esparcen sobre el haz de la tierra, etc. ¿No significa esta imagen la tristeza universal, en el momento en que el astro del día desfallece? ¿No indica, el luto  la viudez, este velo del templo (emblema de la Naturaleza) con su desgarre? ¿No nos recuerda a Isis llorando y buscando a su esposo inmolado por el genio del mal?

La palabra perdida simboliza al propio tiempo que las transformaciones sobrevenidas en el culto primitivo de la Naturaleza, el cambio que produce en la tierra el reino desastroso del Tifón.

El paso del primer punto al segundo, o el viaje realizado en perfecta obscuridad, indica la época de las tinieblas, esa época del año en que los hiperbóreos no ven al sol; es el infierno, los lugares bajos, inferi, reino del mal.

En el segundo punto, todo cambia de aspecto, pues el lúgubre color del primer departamento es substituido por el color verde vivo, emblema del calor o del fuego central.

Vuelve a brillar el sol en todo su esplendor; todavía se divisa en el horizonte la célebre cruz, pero ahora ya no está rodeada de emblemas de muerte, pues en ella se ve una rosa misteriosa, y la estrella flamígera, antes desaparecida, ha recobrado todo su esplendor.

En este punto es donde se vuelve a encontrar la palabra. Ahora bien, si la palabra perdida era el efecto del otoño, la palabra hallada será el resultado de la aproximación de la primavera.


DE LA PALABRA PERDIDA Y ENCONTRADA


¿Qué es esta palabra que se pierde y se encuentra?

Si consultamos los relatos mitológicos y teológicos, observaremos que el Ser pronunció una gran palabra eterna; y, como todas las palabras emitidas por Dios producen existencia, esta gran palabra se convirtió en substancia, a la que han adorado los pueblos sin conocerla dándole allá el nombre de Kneph; acá, el de Mithra, y acullá, la sencilla denominación de Verbo30.

Los Sabios enseñan a los iniciados la pronunciación de esta palabra eterna y todopoderosa a la que todas las cosas deben su existencia; pero esa palabra se perdió; los crímenes inundaron la tierra, y Astrea ascendió a los cielos. Entonces el Ser tuvo que enviar un reparador igual a sí mismo, salido de su esencia incomprensible, y la palabra (el Verbo) volvió una vez más para guiar a los hombres en la noche obscura del mundo.

Pero no sólo tenía el reparador que reformar la ley y promulgar, sino que, además, venía a expiar las prevaricaciones pasadas. Y sobre todo, tenía que realizar la gran misión fundamental de apaciguar al Ser justo, bueno y misericordioso, que perseguía con implacable cólera a la raza humana desde hacía millares de años por una falta cometida en el origen de los tiempos. Ahora bien, este divino enviado, parte integrante del ofendido, no encontró más medios eficaces de reconciliación que el de hacer que el culpable le diera muerte inicua y ofrecerse como rescate expiatorio al ofendido.

Y en Egipto se hacían los funerales de Adonis; en el Tibet, todavía se celebra la muerte violenta del Buddha, y la cruz se ha convertido en signo de redención de la humanidad. El calvario que aquí veis viene en apoyo de mi explicación.

Era imposible acallar a la razón y que la sabiduría y la virtud tuvieran que ocultarse porque la astucia de los farsantes, la fuerza de los poderosos, la improbidad de los egoístas y la imprevisión de los débiles hayan conseguido propagar el error cubriendo de miserias a la tierra. En esta desventura general ha habido siempre hombres firmes, valerosos, prudentes, animosos e inteligentes que se han puesto de acuerdo para salvar del naufragio a las verdades amenazadas de destrucción por el torrente; de ahí los misterios de donde se ha derivado la Masonería.


DE LA INSCRIPCIÓN DE LA CRUZ


La palabra sagrada del grado se compone de cuatro letras que suelen explicarse vulgarmente por la inscripción colocada en la parte alta de la cruz: Jesus Nazarenus Rex Judeorum; pero hay que tener en cuenta que no siempre se les ha dado esta significación31. Este grupo de letras tenía un sentido misterioso mucho tiempo antes del cristianismo, y los sabios de la antigüedad habían relacionado con él uno de los mayores secretos de la Naturaleza: el de la regeneración universal. Lo interpretan de la siguiente manera: Igne Natura Renovatur Integra, o Ignem Natura Regenerando Integrat. Otros filósofos formaron el siguiente aforismo para especificar los tres principios de la obra —la sal, el azufre y el mercurio— Igne Nitrum Roris Invenitur. He de decir que si substituyen estas cuatro letras por sus correspondientes hebreas se encuentran las iniciales de los cuatro elementos32.

Esta palabra sagrada me induce a demostrar lo que dije anteriormente, es decir, que este grado, emblema del invierno o del renacimiento del astro divino, lo es también de ese elemento activo que tiene su foco en el sol33.

Quizás parezca paradójico que el emblema del fuego corresponda al invierno en vez de al verano. Si hombres vulgares hubieran redactado estos emblemas, habría ocurrido que, engañados por el testimonio de sus sentidos, habrían hecho que el fuego coincidiese con la época del año en que el sol caldea más intensamente a la tierra y, siguiendo el mismo razonamiento, habrían hecho que la tierra fría e inerte correspondiese con el invierno.

Pero estos cuadros ingeniosos han sido trazados por sabios que no dieron al olvido que no debían pintar lo que veían, sino lo que era realmente. Veamos como razonaban para llegar a semejante conclusión.

La época del año con que debe relacionarse el elemento terroso es aquella en que la tierra se cubre por doquiera de flores y de verdor, devolviendo al hombre los tesoros que le confiara.

Por lo tanto, la tierra debe corresponder a la primavera.

En verano parece que el aire puro brilla de modo extraordinario; el aire, rarificado por el calor, es más vivo. Por eso el aire corresponde al estío.

El otoño es la estación de las lluvias, y debe caracterizarse por medio del agua.

En fin, en el invierno —en esta estación en que el calor se concentra y en que, mientras la escarcha alfombra la superficie de la tierra, la Naturaleza prepara las maravillas de la primavera y los frutos del otoño— es cuando actúa con mayor energía el fuego central (el fuego elemental o de la Naturaleza); entonces es cuando él opera, a pesar de estar oculto, sus más pasmosas maravillas; ignis ubique latat; entonces es cuando abrasa a la Naturaleza, y la fecunda y realiza en el universo entero ese movimiento que vuelve a traernos el sol y los días hermosos: naturam amplectitur omnem. El fuego oculto y siempre activo es el que produce y conserva a todas las cosas: cuncta parit, cuncta que alit. El fuego, alma de la Naturaleza cuyas formas renueva perpetuamente, es quien divide a los elementos de los cuerpos o reúne sus dispersas moléculas: cuncta renovat, cuncta que dividit. Este elemento es el que, una vez que ha sido principio de todos los seres, se convierte en causa activa de su destrucción y de su agregación a otros mixtos; cuncta urit.

Los antiguos creyeron que este elemento era tan activo, que primeramente supusieron que era el primer agente de la Naturaleza, después afirmaron que era el emblema de la Divinidad y, por último, que era la Divinidad misma.

Tales son esos elementos tan discutidos por los modernos, con que explicaban los antiguos toda la Naturaleza.

Estos sabios habían descubierto que existe una singular relación entre los elementos y los órganos que conciben las impresiones. Permitidme que os explique esta analogía aunque me salga del tema que vengo desarrollando.

Los antiguos decían que el fuego es el más ligero de los elementos, que ocupa la parte superior del éter y que se nos manifiesta en forma de luz; ahora bien, los ojos que perciben la luz están situados en la parte superior de la cabeza, encima de los demás órganos.

Por debajo de los ojos, se hallan los oídos que cumplen la misión de percibir el sonido, cuyo vehículo es el aire. Luego el aire es inferior al fuego y superior a los demás elementos.

Los haces nerviosos de la nariz cumplen la misión de percibir los olores; ahora bien, los perfumes son emanaciones acuosas, aeriformes que penetran en estos órganos; de suerte que el agua es inferior al aire.

En fin, la tierra ocupa la región inferior como corresponde al más pesado y material de los elementos, y la boca u órgano del gusto, destinado a saborear los cuerpos, se halla en la parte inferior del rostro. Estos principios no pertenecen a la física moderna, pero son interesantes por su antigüedad.

Ya dije antes que los emblemas del cristianismo se encuentran también en gran parte en los altos grados masónicos, así como los pertenecientes a otros cultos. ¿Cuáles son los más notables de estos emblemas? Los símbolos que se dieron a los evangelistas, es decir, a los que llevaban las buenas nuevas34.

El primero de estos evangelistas es San Mateo, quien va acompañado de un ángel o de un hombre, que no es otro que el hombre del Zodíaco, el Acuario, signo del invierno. Este evangelista da la genealogía de Jesús, describe con minucia los acontecimientos que precedieron al nacimiento del hombre-dios. Este evangelista está bien situado, puesto que guarda relación con el invierno, o sea, con el renacimiento del sol.

El segundo evangelista, en el orden de las estaciones, es San Lucas, cuyo nombre parece tener como raíz la antigua palabra lux (luz). Está caracterizado por el toro, signo de la primavera o de la juventud del año. Precisamente es San Lucas quien da más detalles acerca de la infancia y de la juventud de Jesús. Como San Mateo, habla de su genealogía y de su nacimiento, porque en primavera parece que el sol renace de nuevo, lo cual simbolizaron los antiguos por el doble nacimiento de Baco.

El tercero es San Marcos, el cual va acompañado de un león, o del signo del verano, representante de la virilidad solar. Este evangelista comienza su relato por los primeros milagros de Jesús, es decir, a partir de los treinta años.

En fin, el emblema del cuarto historiador35, San Juan, es el águila de la lira, que es una de las principales constelaciones del otoño. Por consiguiente, debe referir la vida de su héroe, lo cual sucede, en efecto, porque ningún otro evangelista ha dado más detalles que él respecto a la pasión y muerte del Cristo. Sólo él estaba presente, y era el único que podía decir: yo lo he visto. En páginas anteriores hicimos resaltar la analogía existente entre su nombre y el de Jano —que significa puerta, o comienzo del otoño o del período—. Únicamente en este evangelista encontramos la siguiente frase notable: Ego sum ostium, yo soy la puerta.

El capítulo XV, que comienza con las palabras Ego sum vitis vera, yo soy la vid verdadera, contiene una alegoría alusiva a la viña, que recuerda indirectamente el culto de Baco o del sol de otoño.

El orden del grado reunido en capítulo consiste en tener las manos cruzadas sobre el pecho, que es la posición que adoptó Jesús cuando fue bautizado por San Juan.

Palabra de paso: Emmanuel (Deus nobiscum), Dios está con nosotros.

Respuesta: pax vobis, o paz profunda36.

Estas son, hermanos míos, las explicaciones que podemos dar acerca de este alto grado, que es el complemento de la Masonería moderna, así como el de la filosofía antigua. En efecto, su objeto especial consiste en celebrar las dos operaciones que renuevan incesantemente a la Naturaleza: la destrucción y la generación, y su misión en relación con la humanidad estriba en emancipar a los pueblos37.

Sólo nos queda por demostrar rápidamente el último punto que sirve de velo a la Rosa-Cruz moderna.

Las ideas políticas y religiosas no aspiran al conocimiento del mundo hasta el siglo XV, en cuya época sintieron los hombres la necesidad de entenderse, y pronto fue preciso establecer comunicaciones y relaciones regulares entre los diversos pueblos y continentes.

Esta época de fermentación originó el cosmopolitismo que, al ser secundado por un móvil religioso, condujo a Europa a la ciudad de Cristo. Después, el veneciano Marco Polo y el supuesto genovés Cristóbal Colón descubrieron la parte lejana de Asia y las Américas.

Pero todos estos descubrimientos del mundo no satisfacían al inquieto espíritu de los pueblos que sentían la necesidad de conocer a la humanidad y su vida psicológica. Un hombre bienhechor y modesto, el caballero Gerson, otros dicen que Thomas Akempis (el nombre no tiene importancia), publicó la Imitación de Cristo38.

Este producto de un genio sirvió de coronación a la obra comenzada. La consoladora figura del Cristo que bajo el nombre de Krishna iluminara durante siglos a la India, sirvió, a partir de la era cristiana, de personificación y de símbolo de todas las necesidades o instintos de la sociedad nueva. Unas veces se cantaba al Cristo obrero; otras, al Cristo carpintero; los Franciscanos adoraban a un Cristo de inteligencia y de amor puro; pero estaba reservado a la sabiduría, a la experiencia de un luengo pasado, el reconocer en este tipo antiguo consagrado en los misterios al Cristo de la humanidad, hermano de todos los hombres, consagrador de todas las profesiones, llegándose a esa explicación pública que expresa y resume admirablemente la Imitación de Cristo, obra maestra de un alto iniciado, lo cual dio lugar, sin duda, al velo místico con que se cubren los últimos misterios de la Masonería, bajo los títulos de Rosa-Cruz, caballero del águila y del pelícano.

He ahí al mundo conocido con sus poblados y sus desiertos; pero el Cristo simboliza por su origen el elemento popular o la humanidad. Desde el día en que se le reconoce como tal, el pueblo nace y nace libre. Las pesadas cadenas, los absurdos prejuicios, las antiguas trabas que le retenían cautivo en deshonrosa esclavitud han de romperse y desaparecer lentamente39. La filosofía practicada en los misterios aspiraba siempre a esa regeneración del hombre. He ahí por que razón el caballero de Oriente proclama la libertad, simbolizada aquí por el águila, y por que el Rosa-Cruz es el paladín de la humanidad, simbolizada por el pelícano40.

Se ha hecho la siguiente recapitulación de los trabajos masónicos, cuyo laconismo impide la exactitud:


La moral enseñada en el primer grado,

fortalecida en el segundo por el estudio de la ciencia,

puesta a prueba y hecha necesaria en el tercero,

practicada en el cuarto,

apoyada en el quinto sobre bases fijas,

recompensada en el sexto,

es santificada en séptimo y último;

de este modo, el aprendiz se completa en el elegido;

el compañero se perfecciona en el gran escocés;

el maestro se regenera en el caballero de Oriente;

y el grado Rosa-Cruz, consagrado al brillante triunfo de la verdad sobre la mentira, de la libertad sobre la esclavitud, de la luz sobre las tinieblas, o de la vida sobre la muerte, bajo el velo oculto evangélico, desarrolla, corona y santifica todo. El trabajo masónico se completa y termina aquí41.

No obstante, en la próxima sesión trataremos de otros grados, que no son otra cosa que creaciones modernas en que no es posible ya encontrar revelación dogmática alguna de la Francmasonería. Estos grados no dejan de tener su importancia, como complemento de la doctrina y de la disciplina masónicas y como santuarios de que algunos hermanos esclarecidos proyectaron la Orden. También son útiles al espíritu juicioso que, deseoso de saber hacia donde se encamina, sabe iluminar su camino con la antorcha de la filosofía y de la historia; pero, ya dijimos que la meta se encuentra en el grado de Rosa-Cruz: CONSUMATUM EST.


CENA O REFACCIÓN

La cena, ceremonia hoy día muy olvidada, tenía antes mucha importancia. Constituye el punto tercero y último del grado Rosa-Cruz. La fórmula consumatum est con que se clausura esta comida fraternal, indica bien la terminación de la iniciación.

Todas las mistagogías antiguas terminaban fraccionando el pan entre todos y degustando el vino en la copa común, para recordar la comunidad de bienes y que los iniciados no tienen nada suyo.

El pan y el vino están consagrados. Este alimento místico con que se deben alimentar el alma y el cuerpo, era un emblema de la inmortalidad. En una plegaria cristiana se dice todavía: “Señor, nútreme con el pan de los ángeles, déjame beber de la fuente de la vida.” Es en este sentido que los romanos decían que un emperador a quien se suponía divinizado que bebía de la copa de los inmortales.

La caña que llevan los hermanos recuerda la rama de todas las iniciaciones. Su flexibilidad significa la fragilidad humana; pero, como planta vivaz y pululante, la caña simboliza aquí la reproducción perpetua de la Naturaleza.


(1) El escocismo trata de inmortalizar al monte Herodom, pues se supone que recibió bajo las ramas que daban sombra a su cima a los siete caballeros cruzados, a quienes una tradición denominaba ilustres compañeros de gloria e infortunio del valiente Aumont. 

Habría servido de seguro retiro a los templarios que, para librarse de la matanza general, huyeron a Escocia, bajo el disfraz de masones. Según este sistema el empleo de los útiles necesarios al arte masónico de la construcción vendría a ser un emblema moral y un signo conmemorativo de la fundación de la Orden en Escocia.

(2) El hilo de la ciencia iniciática no se ha roto jamás; cierto es que durante algunos siglos se adelgazó hasta tal punto que parecía casi invisible; pero las investigaciones históricas, las inscripciones y las medallas de las tumbas demuestran que ha existido una discontinuidad incesante, cuyo conocimiento es el mejor guía en el laberinto de la antigüedad.

Los ritos antiguos anteriores a la era cristiana explican que las tres columnas del templo deben ser la fe, la esperanza y la caridad. Los esenios juraban no enseñar nada de lo que habían aprendido de sus maestros; pues tenían fe. La revelación de la inmortalidad del alma, en los misterios, implicaba esperanza; y la tregua de que iba siempre acompañada la celebración de los misterios eleusinos, así como las limosnas que se distribuían en estas secretas fiestas de la buena diosa y el juramento de los esenios de amarse mutuamente, de socorrerse y vivir como hermanos demuestra evidentemente la existencia antigua de la caridad o hermandad.

Tiempo más tarde se dijo que: “El alma, sostenida por la fe serena, por la esperanza consoladora y por la caridad entusiasta se aproxima a su origen (al Ser).”

Dante hace que San Pedro y Santiago le expliquen en que consisten la fe y la esperanza; pero las lecciones de caridad dignas de la atención de los iniciados, salieron de los labios de San Juan:

Questi è colui che giacque sopr’l petto

Del NOSTRO PELLICANO, e questi fue

Di su la croce AL GRANDE UFICIO eletto. (Paraíso, XXV, 112.)

Uno de los evangelistas dice que, para salvarse, hay que tener una fe ciega; otro no admite más que las obras de caridad; mientras que la doctrina de los antiguos cristianos admitía solamente la esperanza.

(3) “La inteligencia es el patrimonio eterno e inagotable del hombre. La dulce esperanza en la otra vida es necesaria a todo lo que muere.”

(4) Boileau, Annal. Maçonn., tom. 7º.

(5) Boileau, Annal. Maçonn., tom. 7º.

(6) La química conservaba hace medio siglo multitud de jeroglíficos que el pueblo ignorante podría confundir con la magia, los cuales eran un resto del método oriental y esotérico. El nombre de adepto, usurpado por los alquimistas, es prueba de que éstos empleaban un velo iniciático.

“Independientemente de los verdaderos alquimistas, existieron otros falsos, quienes, materialmente hablando, se servían tan poco de su alambique como los masones de su trulla, ya que estos emblemas no eran más que la corteza de la iniciación. Pocas ciencias parecían propias para llegar a este objeto; pues la alquimia buscaba en sus comienzos los medios de devolver a la materia su naturaleza primera, de la que se suponía que había descendido; el oro era en el reino de la materia lo que el éter del octavo cielo en el mundo de las almas; y los siete metales, a cada uno de los cuales se aplicaba el nombre de un planeta, formaban la escala ascendente de purificación que correspondía a las pruebas de los siete cielos. La alquimia era, por decirlo así, una mistagogía de los cuerpos, o la mistagogía (palabra que significa iniciación en los misterios) una alquimia de los espíritus; la una servía admirablemente de velo a la otra. Por eso sucedía a menudo que, en los talleres en que el vulgo creía que los adeptos se ocupaban en hacer preparaciones oficinales, no se buscaban más metales que los de la edad de oro, ni más piedra filosofal que la piedra cúbica o la piedra angular del templo de la filosofía; en esos talleres sólo se purificaban las inclinaciones del alma y no se metían en el crisol otra cosa que hombres.” (Guerr. de Dum., pág. 152.)

(7) Guillermo Naudé, secretario íntimo de Mazarino, en su Instruction à la France sur la véritè de l’histoire des frères rosecroix. Cuarenta años más tarde, es decir, en 1669, hizo la apología de los grandes hombres acusados de magos. Entonces vengó solemnemente a la razón, al oponer con energía el escudo de la evidencia contra la manía de purificar las obras por medio del fuego y corregir a los sabios quemándolos vivos.

(8) El autor del Génesis (sistema de generación) o Sepher (el libro) fue Moisés, Moshés u Hosharsip, quien nació en Egipto y fue iniciado en los misterios de los sacerdotes. Esta obra abarca la naturaleza o estudio de los hechos físicos, la moral apoyada en la unidad de Dios, director del universo y la política, o arte de gobernar a los hombres, cuyos elevados asuntos se enseñaban exclusivamente a los discípulos que habían salido triunfantes de determinadas pruebas; asuntos que no habían sido escritos para el vulgo, ni para que éste lo pudiera comprender.

Al libertar a los israelitas del yugo egipcio, Moisés les condujo al Asia, donde se conservó la lengua madre durante la independencia; pero el idioma primitivo fue perdiéndose y alterándose insensiblemente hasta convertirse en un dialecto caldeo cuando un conquistador asirio sometió a los judíos y los llevó cautivos a Babilonia, donde languidecieron durante el periodo de 70 años.

La obra de Moisés se conservó, no obstante las catástrofes experimentadas por este pueblo; pero, aun cuando en la época primitiva no se hubiese recubierto prudentemente con un velo impenetrable para todo el mundo, menos para los iniciados que se comprometían por un juramento formidable a ocultar el secreto, es cosa que hasta la misma Iglesia cristiana reconoce que ninguna traducción ha expuesto el verdadero significado de este libro antiguo•. Quizás llegue alguna vez el día en que se logre levantar un extremo del velo si se hacen en las antiguas lenguas asiáticas las investigaciones que necesita hasta la misma ciencia gramatical de Europa.

• La palabra vino tiene dos acepciones en hebreo, las cuales se relacionaron con el objeto físico y con la inteligencia.

Ese bienhechor brebaje que da energías al corazón de los hombres si se toma con moderación, significaba en sentido figurado la ciencia intelectual o inteligencia que nutre y fortifica al alma. Así se explica que, debido a una grosera traducción del texto hebreo, se atribuye a Noé la plantación de la viña.

Este personaje podría significar la noche, la cual da nacimiento a las tres partes del día; la primera, descorre por entero el velo nocturno; pero, a mediodía —cuando el sol se halla en su esplendor o el dios de la luz, origen de toda inteligencia, lo ha llenado con su brillo y sus fuegos— parece como si la segunda y la tercera parte del día volvieran sobre sus pasos para extender de nuevo el velo nocturno, separados gallardamente por la mañana. Tal sería la fábula del manto que se quita y se vuelve a poner.

(9) Algunos de los autores que han escrito sobre el Arte Real atribuyen el origen de los Rosa-Cruces a Jean Valentin Andreae, abate de Adelberg, quien nació en Herremberg en el año 1506, y murió en 1564. El autor de la Memoria sobre la Masonería (Ann. Maçonn., tomo 3°) pretende erróneamente que este teólogo y filántropo quiso representar una comedia para reírse de la imbecilidad de un siglo, con lo cual no hace más que demostrar que desconoce a uno de los más útiles y laboriosos escritores de Alemania, quien, afligido profundamente al ver que los príncipes de la religión cristiana se entregaban a vanas disputas, y que las ciencias servían al orgullo de los hombres, en vez de contribuir a su felicidad, dedicó toda su vida a imaginar y a proponer los medios que creyó más adecuados para devolver a los unos y a los otros su tendencia moral y bienhechora. Su obra, titulada Menippus, es una de las pruebas más evidentes de lo que decimos. Pueden consultarse también, la obra de Nicolai titulada Crímenes imputados a los Templarios, tomo 2°, pág. 179; el Cap. 9° de la Murr.•, la de J. G. Buhle••, quienes se pronunciaron en sentido afirmativo•••, y a Herder, que sostuvo el negativo••••.

• De la véritable origine des Rose-Croix, Schelzbach, en 8°, 1803.

•• De vera origine, adhuc latente fratrum de Rosea Cruce, en 8°, 1804.

••• Entre las obras de Andreae que parecen apoyar esta opinión no deben olvidarse: Invitatio ad freternitatem Christi; Rosa florescens (1617 y 18); Reipublicae christianae descriptio; Turris Babel; Judicurum de frat., R-C. chaos; Christi societatis idea. También se atribuyen a este autor Los depositarios Químicos de Rosen-Creuz, y la Reforma general del mundo.

•••• Museo Alemán, año 1779.

(10) Este documento se conserva en la Biblioteca Bodleana, la cual lleva el nombre de caballero Thomas Bodley, quien la mandó construir en el año 1598 en Oxford y recogió en ella una considerable colección de libros y manuscritos de gran valor.

Otros autores han creído ver el origen de los Rosa-Cruces, o por lo menos de sus emblemas, en el libro de Jacques Typot, historiador de Rodolfo II, muerto en Praga en el año 1604.

Este libro se titula: Jacobi Typoti symbola divina et humana pontificum, imperatorum, regnum (3 vol. en folio, encuadernados en un tomo, y publicados en los años 1601, 2 y 3). Los dibujos son de Gilles-Sadler. El tercer volumen no fue escrito por Typot, sino por Anselmo de Boodt.

En el volumen primero de esta obra (folio 4) y bajo el título de Symbola sanctae crucis, se encuentra la plancha en que se fundamentan aquellos autores para atribuir a Typot el origen de la Rosa-Cruz. Pero, para que se vea que esta afirmación no tiene valor alguno, diremos que el Rosa-Cruz sólo puede reivindicar al pelícano.

(11) La historia proporciona datos muy imperfectos respecto al estado de la Francmasonería en Francia. No obstante, nosotros tenemos la certidumbre de que el arte real florecía en ella desde el año 126. Gran número de masones franceses se trasladaron a Inglaterra allá por el año 253, y muchos más todavía en el 680. (Hist. et Antiq. de la Francmaç. en France; —Registro del Gran Oriente, tomo 1°, pág. 229—, traducido de las Avantages et Abus de la Francmaçon., por el capitán Jorge Smith, inspector de la Academia real y militar de Woolwick y Gran Maestre provincial del condado de Kent. Londres, 1785.)

(12) Este documento escrito en el inglés del siglo XV, de que la mayoría de sus palabras están hoy en desuso —lo que es prueba de su antigüedad— ha sido traducido literalmente por el hermano Boileau, tomándolo de Anderson (Hist. de la Mason., impresa en 1784). También puede encontrarse en las obras inglesas de Preston (Aclaración de la Masonería, impresa en 1784) y de Hutchinson (Espíritu de la Masonería).

(13) Creación de grados. Algunos autores heterodoxos• creen que el grado de aprendiz fue creado en 1656 por el anticuario Elías Ashmole en el seno de una Sociedad que recibía el nombre de Rosa-Cruz, según los datos transmitidos de los antiguos misterios. En cuanto al grado de Compañero, dan como cierto que se creó en el año 1648.

Suele ocurrir con frecuencia que se toma por creadores a quienes no han hecho otra cosa que aplicar las nociones que adquieren cuando estudiaron las iniciaciones modernas a recientes acontecimientos.

• Los autores creen que la Masonería fue reformada de un modo definitivo al crearse el grado de Maestro escocés, el cual se remonta según ellos al año 1649, época de la muerte de Carlos I, y opinan que en él han consagrado los partidarios de los Estuardos sus tristezas y esperanzas.

(14) Los tres primeros grados de todas las Masonerías proceden de los antiguos misterios; algunos autores opinan que la mayor parte de los símbolos y leyendas correspondientes a los grados superiores de los diversos ritos se han tomado de la Biblia y de los Evangelios, con objeto de que la esencia del cristianismo se pudiera aplicar a las diversas sectas o ramas en que se halla dividido. Esta finalidad restrictiva no tendría el gran alcance de los tres primeros grados.

(15) “En estío, escalo esta colina, entre setos de rosas y flores silvestres que llenan el aire con sus perfumes. Cuando llego a la cumbre, doy media vuelta y al ver tantas maravillas me sumerjo en un delicioso éxtasis y entono un himno al Creador, dentro de sí mismo, himno sacro que mi voz teme acallar.

“¡Oh ser de seres, al hacer tu señal, los mundos giraron en la inmensidad del espacio saliendo de la nada, y recibieron límites en la extensión ilimitada! Solamente tú has podido hablar a la Naturaleza y decir a la eternidad del caos: ¡Haz una pausa!

“Al contemplar tus obras, me agiganto, y me creo digno de ti cuando siento tu sublimidad. Cuando admiro tus obras innumerables, cuando abarco fascinado de una mirada la tierra y los cielos, y te encuentro en todas partes..., me prosterno en silencio... porque he visto a Dios.” (El viajero sentimental, por Vernes, 1786.)

(16) El conocimiento de la inmortalidad era un dogma secreto, y constituía el último de los misterios, junto con el conocimiento del Dios único.

(17) Lenoir, Hiéroglyphes, tomo 2°.

(18) Lenoir, Hiéroglyphes.

(19) En ciertos pueblos y sobre todo en las tumbas colocadas en las riberas del Enipeo, se ha representado la cruz —antiguo jeroglífico de la inmortalidad— por figuras de carnero, característica de la renovación del periodo que significa resurrección, vida futura.

(20) Hasta el año 680, no ordenó el sexto sínodo de Constantinopla (canon 82) que el antiguo símbolo fuera substituido por el hombre clavado en la cruz; lo cual fue confirmado por el papa Adriano primero. Entonces las mujeres substituyeron por una cruz el pequeño falo que llevaban pendiente del cuello.

(21) El mirto era el árbol de los misterios eleusinos, con el cual corresponden la rama de oro que llevaba Eneas cuando descendió a los infiernos, la acacia de los masones y el boj usado por los cristianos en la festividad de los Ramos.

El rosal se dedicaba a Isis, porque su flor es el emblema de la belleza. Cuenta Apuleyo que, el hierofante que presidía los misterios llevaba una corona de rosas. Fueron las rosas quienes devolvieron a Lucio su primera forma.

(22) En Francia, fue Lebón, en 1785 (carbón de madera y de tierra); en Inglaterra, Guillermo Mardoch de Soho, cerca de Birmingham, condado de Warwick, en 1798 (Gasómetro)•.

• Téngase en cuenta que cuando el autor escribió estas líneas no se había aún aplicado la electricidad a la iluminación.

(23) La religión de Roma, que es la de San Pedro, y la religión de los templarios que, por oposición, es la de San Juan, ¿no serían para sus partidarios, recíprocamente, más que herejías?

(24) En el lenguaje de la Orden, se llama Logia al conjunto de miembros que componen una Sociedad masónica, así como al lugar en que se reúne esta Sociedad; e igualmente se entiende por Iglesia el conjunto de fieles y el templo consagrado a su culto.

La iniciación —la cual ha proclamado el principio de la fraternidad universal y ha combatido intensa y perseverantemente contra la injusticia y la opresión, hasta cuando el mundo antiguo trazó la línea divisoria que separaba al esclavo del dueño—era cristiana desde ese momento, y había comenzado su misión de paz, de justicia y de amor mucho tiempo antes de que existiera Jesucristo. Por eso hubo de contribuir al triunfo de este divino legislador que transformó la faz de occidente con su doctrina; al destruir la abominable teoría de las dos naturalezas, ha abolido la servidumbre del hombre por el hombre; ha arrebatado al dueño de su pretenso derecho de propiedad sobre el esclavo. Este dogma de la igualdad humana ha sido consagrado tres veces en épocas diversas: es decir, en la antigüedad por medio de la iniciación; en la edad media, por el Evangelio, y en los tiempos modernos, por la Revolución francesa.

(25) “El primer hombre que contemplando el universo dedujo la existencia de Dios, fue un bienhechor del mundo; pero el que hizo hablar por primera vez a Dios no fue más que un impostor.”

(26) El cristianismo fue iniciación hasta el momento en que Constantino le revistió con púrpura imperial. Tenía grados en que se explicaban sucesivamente los dogmas. Al comenzar la celebración de los misterios, decía el sacerdote: Cerrad las puertas del templo; alejad de él a los profanos. Como en nuestros misterios, el aspirante era presentado por un iniciado que recibía el nombre de padrino (pylius, introductor). Al verse obligados los cristianos a celebrar sus misterios en lugares subterráneos, trabajaban a la luz de las antorchas. Tenían sus ágapes o festines de iniciados. En la clausura de trabajos se recomendaba silencio y retirarse en paz lo mismo que en los misterios. De esto procede la frase ite missa est de la misa.

(27) Así como el triángulo representa también la Naturaleza, o simplemente nuestro hemisferio, el doble triángulo que figura como joya en algunos grados representa los dos hemisferios o el globo entero. Estos dos triángulos forman el famoso hexágono cabalístico cuando se entrelazan, al cual el pueblo judío atribuía el mágico poder de apagar los incendios. Los israelitas alemanes de la edad media lo colocaban encima de la puerta de entrada a sus fábricas. Esta costumbre se restringió con el tiempo a las cervecerías. Actualmente, sirve en las tabernas para indicar la venta de cerveza, así como la rama de pino —que es un resto del tirso de Baco— anuncia el despacho de vino.

(28) “Mucho tiempo antes de Jesús la cruz era el signo de los dolores o de la pasión que preceden a la inmortalidad, de la cual es símbolo. Decíase que Osiris yacía sobre la inmensa cruz que forma la intersección del meridiano con el ecuador. En los misterios frigios se representaba a Athys colgado de un árbol cruciforme, el cual se cortaba, distribuyéndose entre los fieles y era el madero de la vida. LA SALVACIÓN POR MEDIO DEL MADERO forma parte de la interpretación de la palabra abraxas. Jovet dice que, según cierta tradición, los asiáticos creían en tiempo de las cruzadas que la cruz se había construido con madera de acacia; lo cual sería una singular coincidencia, de ser efecto del azar.” (La Maçonnerie, poema, pág. 247.)

(29) Águila, ave hisípeta (que tiene tendencia a elevarse muy alto). Este símbolo nos recuerda la palabra Epopta, cuya significación es quien ve desde lo alto.

(30) La palabra hebrea es de otro orden.

(31) Significación irónica que no concuerda con el carácter de Jesús, pues éste dijo y repitió en sus predicaciones que su reino no era de este mundo. En las palabras expresas del Evangelio se observa que los apóstoles no recibieron de Jesús ningún poder de dominación temporal, porque éste no lo poseía tampoco. Todos los discípulos eran iguales, y Jesús amenazó con castigos a los que pretendiesen hacerse superiores a los demás.

(32) Iiammim (maria, o elemento agua),

Nour (ignis, el fuego),

Ruach (ventus, el aire),

Iebeschah (árida, la tierra).

(33) En el oficio misterioso conocido con el nombre de Tinieblas, el cual celebra a la Iglesia en la Semana Santa para conmemorar la muerte del Dios-Luz, se coloca en el centro del coro un candelabro de forma triangular, adornado con trece cirios. En cada uno de los lados superiores del triángulo se supone que hay siete cirios, número alusivo a la unión del ternario y del cuaternario y símbolo de la generación y de los desarrollos de la Naturaleza.

El oficio de Tinieblas consta de tres nocturnos, y cada uno de estos contiene tres lecciones; al finalizar cada una de éstas se apaga un cirio; de modo que, cuando se terminan se han apagado nueve. Esta triple tríada era un símbolo de los desarrollos de la materia primera. Quedan aún cuatro cirios encendidos, que simbolizan las cualidades productivas de las cosas. Se apagan tres de ellos de una vez, símbolo de los tres principios de la tríada-principio, de los tres estados de la Naturaleza. Entonces queda UNO encendido, el cual es la mónada creadora, el espíritu universal, el fuego increado, y se oculta detrás del altar, como hundiéndolo en el seno del caos. El cirio pascual —símbolo del Dios-Luz, del Dios único— aparece en el día de Pascua o de la resurrección de la Naturaleza.

(34) Todos los evangelistas eran griegos. Todos los Padres de la Iglesia que vivieron en los cuatro primeros siglos de la Naturaleza fueron griegos, sirios o africanos. Los ritos de la comunión romana atestiguan por sus nombres su origen griego: las palabras iglesia, bautismo, paráclito, liturgia, letanía, símbolo, eucaristía, ágape, epifanía, obispo, pastor, diácono y hasta la de papa confirman que la Iglesia de occidente es hija de la de oriente, pero es una hija que ha renegado de su madre. En los seis primeros siglos del cristianismo no hubo ningún obispo de Roma que mereciera el título de Padre de la Iglesia, ni que tuviera fama como autor, mientras que Atenágoras, Justino, Efram, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes, Ireneo, Cipriano, Atanasio, Eusebio, Jerónimo y Agustín llenaban el mundo con sus obras.

(35) El Krishna de la India tuvo también sus cuatro Vedas o evangelistas.

(36) La antigüedad pagana había hecho una divinidad de la paz, la cual era hija de Júpiter y de la Justicia, y tenía altares en Grecia y un templo en Roma. El nombre que daban los fenicios a la paz (salam) es el mismo con que designaba el pueblo a la justicia. Entre los hebreos el nombre del sabio Salomón es idéntico al de justicia y paz.

Según el Evangelio, la paz constituye la base de la felicidad humana en la tierra. El Cristo saludaba a sus discípulos diciendo: LA PAZ sea con vosotros. Los Presidentes de Logias clausuran los trabajos con estas palabras: Retirémonos en PAZ.

Al terminar la celebración de los misterios eleusinos y al concluir todas las ceremonias religiosas y civiles de importancia se disolvía la asamblea con la fórmula sánscrita: Knox om pax, copiada por los Brahmanes, quienes, en semejantes ocasiones, decían Kanska om pakscha, palabras que guardaban relación indudablemente con el espíritu de la filosofía de los números•.

La palabra knox no ha pasado jamás el umbral de nuestros templos. Kanska significa el objeto de nuestros votos. Om es esa famosa palabra que pronunciaban los hindúes al comienzo y a la terminación de sus ceremonias.

Más singular es todavía el destino de la palabra pax, la cual se empleaba, únicamente, en el santuario de los misterios; es extraña a la lengua griega así como a la romana y ha penetrado en la vida habitual de los pueblos antiguos. Pakscha significa cambio, deber, trabajo, periódico y vicisitudes de la fortuna: pero como pax ocupa en la fórmula el último lugar recibió otra significación, probablemente la de fin y silencio. Por otra parte, todo contribuía a que esta exclamación diera la idea de discreción y de misterio. Esta palabra se introdujo y circuló en nuestros dialectos modernos con falsas acepciones, pues pax es, sin duda alguna, el origen de la palabra paz, empleada en lugar de silencio.

• Esta frase de la que se han ocupado muchos sabios, en vano, sólo ha sido explicada en forma satisfactoria por el hermano Dumast. Nosotros reproducimos aquí sus ideas.

(37) Tres grandes principios procedentes de los misterios antiguos constituyen la doctrina del Cristo: la unidad de Dios, la libertad del hombre y de la consciencia y la igualdad de todos los miembros de la familia humana, en cuya doctrina no se hace referencia alguna a la trinidad cristiana, institución sacerdotal muy posterior al Cristo, imitada de la trinidad inda que, no habiendo sido siempre más que una alegoría, no puede ser una realidad, no obstante los esfuerzos del profesor La Mennais.

Jesús instituyó solamente un grado iniciático: el bautismo; una sola prueba: la del agua; un sólo jeroglífico: la cruz. Los sacerdotes añadieron más tarde a las explicaciones que determinaba la doctrina exotérica del Cristo, la doctrina esotérica reservada a los iniciados, que dividieron en tres grados, a saber, el subdiaconato, el diaconato y el sacerdocio. En el año 1139, un papa estableció en el onceno concilio general la teocracia, transgrediendo la doctrina del divino legislador que había fundado la igualdad. Así es como los sacerdotes desfiguraron el cristianismo primitivo, abuso que dio origen a diversas sectas que no se parecen a la institución original. 

(38) Gence (quien murió en París en el día 18 de abril de 1840), traductor y comentarista de los más antiguos textos de esta obra importante, debe su reputación a sus notas latinas referentes a este libro. Cuando su opinión acerca del presente autor de la Imitación de Cristo fue confirmada en 1873 por el descubrimiento del manuscrito de Valenciennes, solía decir que moría feliz, porque había sido restituido a Gerson y a Francia el libro más hermoso de la humanidad.

La creencia opuesta se funda en una mención latina existente en las copias, que dice: hecho por Akempis; pero esta mención se ha encontrado también en copias de la Biblia, y todos sabemos que Akempis no es el autor de las Sagradas Escrituras.

(39) “La esclavitud, cuyo origen es la guerra, esa existencia normal de las sociedades bárbaras, es el derecho del más fuerte aplicado a los vencidos. Los salvajes ejercen este derecho degollando y comiéndose a sus prisioneros; pero, cuando se inician en las necesidades de la vida social, conservan al esclavo y se lo apropian para disponer de él y explotarlo a su manera, a título de cosa útil, despojada de la condición de persona. Esta especie de industria nacida de la conquista es el primer progreso de la sociabilidad; el segundo progreso humanitario condujo a la libertad.”

(40) El rito griego, el cual guarda relación con el sacerdocio más antiguo y el cristianismo primitivo, conserva en sus templos el doble emblema del águila y del pelícano; la Iglesia romana sólo lo ha hecho del último, para expresar la abnegación del Cristo en salvar a los hombres.

(41) Así como la Francmasonería en el grado de Rosa-Cruz, el Paraíso y la Divina Comedia acaban en la GRAN ROSA.