domingo, 23 de abril de 2023

Albert Pike - Biografia

Albert Pike encontró la Masonería en una cabaña de troncos y la dejó en un Templo. Fue el maes­tro y genio de la Masonería en América, así como erudito y artista. Ninguna otra mente de igual po­der pudo nunca trabajar duro tanto tiempo al ser­vicio del Arte en el Nuevo Mundo. Ningún otro ha dejado fama más insigne en nuestros anales.

Gran Americano y gran Masón, la vida de Pike es parte de la leyenda de su país. A parte del arte era conocido como poeta, periodista, soldado, ju­rista y orador, y su habilidad en tantos campos lle­ga a sorprender. Aparte del trabajo principal de su vida en la Masonería, es digno de honor como fi­lósofo y erudito. Realmente, fue una de las mentes más ricas de su época, pareciéndose a los sabios del mundo antiguo en su aspecto y en la calidad de su mente. Aquellos que no conocen la Masonería, a menudo le consideran un hombre por quien la historia pasó y olvidó.

Pike nació en Boston, Massachussets, un 29 de diciembre de 1809, en el seno de una familia en la que existen varios nombres famosos, tales como Nicholas Pike, autor de la primera aritmética y amigo de Washington, y Zebulon Pike, el explora­dor, que dio su nombre a Pike's Peak. Su padre, nos dice, era un zapatero que trabajaba duro para darle a sus hijos el beneficio de una educación; su madre, una mujer de gran belleza, pero algo severa en sus ideas de cómo criar a un hijo. De niño vio las celebraciones al final de la guerra con Gran Bretaña, en 1815. Cuando Albert tenía cuatro años, su padre se trasladó a Newburyport, y allí el niño creció, yendo a las escuelas de la ciudad y a la aca­demia de Framingham. A los catorce años, estaba preparado para las clases de principiante de Harvard, pero no podía pagar los honorarios de la instrucción de dos años por adelantado, como se requería en aquel momento, y procedió a educar­se a sí mismo. De haber sido admitido en Harvard habría estado en la clase de Oliver Wendell Holmes.

De muchacho, Pike era sensible, nervioso, cons­ciente del poder, muy tímido y fácilmente deprimi­do, pero ambicioso y determinado a encontrar su lugar en el mundo. Siempre sintió gran afición por la poesía, mientras enseñaba en la escuela de Fair-haven escribió una serie de poemas titulados "Him­nos a los Dioses", que después revisaría y enviaría a Christopher North, editor de "Blackwood's Magazi-ne", Edimburgo, recibiendo como respuesta una carta aclamándole como verdadero gran poeta. De haberse dedicado a la poesía del todo, Pike habría sido uno de los más grandes poetas americanos, pero parecía que no le importaba tal fama sino el placer y, a veces el dolor, de escribir. Realmente, la verdadera historia de su vida interior se puede ras­trear en sus poemas, de los cuales se publicó un vo­lumen en el año 1831, en honor de cuyo evento sus amigos le dieron una fiesta de recepción.

En un pequeño poema titulado "Fantasma" se describe a sí mismo en aquellos tiempos como un chico de tez pálida, agotado por mucho estudio, re­citando sus poemas en una concurrida sala. Mien­tras se mueven sus labios, sus ojos se quedan pren­didos de una preciosa cara y unos ojos como estre­llas de una chica a la cual no se atrevía a declarar su amor, porque ella era rica y él era pobre. Sin duda este amor desesperado tenía mucho que ver con su abandono de Nueva Inglaterra para buscar fortuna en el Oeste. De todos modos, le volvió tan duro de corazón que la palabra Dios no aparece en su poe­sía durante varios años. Otro motivo para ir lejos fue el ambiente bastante severo de Nueva Inglate­rra, en el cual sentía que no podía hacer ni ser lo mejor. Por tanto, mientras canta,

Cansado de trabajar duro sin fruto él se marcha de casa Para buscar en otras regiones un destino más justo.

Pike se marchó de Nueva Inglaterra en Marzo de 1831, yendo primero a Niágara, y de allí cami­nando casi todo el trayecto hasta St. Louis. En Agosto se unió a un grupo de cuarenta comercian­tes con diez carromatos cubiertos, siguiendo el camino de la vieja ciudad de Santa Fe. Era un hombre fuerte, que medía un metro ochenta y sie­te centímetros, de forma refinada, de ojos oscuros y piel clara, de pies veloces y de disparo seguro, capaz de soportar penalidades, admirado en gran medida por los Indios. Pasó un año en Santa Fe, los meses más infelices de su vida. Sin amigos, nostálgico, obsesionado por muchos recuerdos, vertía su alma en poemas tristes, en los que vemos no sólo la melancolía desesperada del hombre, sino también los colores vivos del paisaje y vida que había a su alrededor. Shelley era su ideal, Coleridge, su inspiración, pero su genio era más parecido al de Bryant que cualquier otro de nues­tros poetas. Lo que le hacía más desesperado se cuenta en versos tales como los que vienen a con­tinuación:

Los amigos, barridos por la marea de la vida,

Como la arena sobre la costa que cambia,

El primer amor del alma, la novia de otro;

Y otros pensamientos melancólicos.

Felizmente, nuevos paisajes, nuevos amigos y nuevas aventuras curaron su corazón, y una nue­va nota de alegría se añadió a su rara facultad de describir la pintoresca región en la cual era un pe­regrino. En 1832, con un grupo de tramperos, bajó por el río Pecos a las llanuras Staked y luego a las cabeceras de los ríos Brazos y Red. Era un viaje peligroso y estuvo a punto de morir de hambre y sed, como nos cuenta en su poema "Muerte en el Desierto". Después de caminar más de setecientos kilómetros llegó al Fuerte Smith, Arkansas, sin amigos, sin un dólar y casi desnudo. Pronto co­menzaría a enseñar en una diminuta cabaña de troncos cerca de Van Buren, y, cansado de deam­bular, su vida comenzó a echar raíces y crecer.

De nuevo su pluma estaba ocupada, escribien­do estrofas para El Defensor de Little Rock, así como también artículos políticos, bajo el pseudó­nimo de "Casca", que atrajo tanta atención que Horace Greeley las reimprimió en el New York Tribune. Pronto el estado entero estaba deseoso de conocer al genio que firmaba con el nombre de "Casca". Robert Crittenden y el Juez Turner cabal­garon sobre tierra salvaje y encontraron al alto y guapo joven enseñando en una escuela de troncos en el río Little Piney. Encantados con su modestia y su fuerza, lo invitaron a ir a Little Rock como editor ayudante del Defensor. Aquí acabó el invier­no de sus andanzas y comenzó su brillante verano entre amigos que lo querían y que le inspiraban para hacer lo mejor.

Pike se convirtió en un editor competente, es­tudiando derecho por la noche, sin dormir nun­ca más de cinco horas al día, lo que le permitía realizar el trabajo de dos hombres. Hacia 1835 poseía el Defensor, que contenía algunos de sus mejores escritos. Profundizó en el derecho, do­minando su historia, su filosofía y, una vez ad­mitido en la abogacía, su camino hacia el éxito estaba abierto. Por esta época podemos leer el tierno poema "Para Mary" mostrando que otros pensamientos ocupaban su mente. Ese mismo año se casó con Mary Hamilton, una bella mu­chacha que conoció en un día de Junio en casa de un amigo. Unos meses más tarde apareció sus "Apuntes en Prosa y Poemas", seguidos de un poema más largo, audaz, lleno de vida y eru­dito, titulado "Ariel". Se editaron sus poemas principalmente por sus amigos ya que él parecía sordo a los susurros de la ambición literaria.

En la guerra con México Pike ganó fama por su valor en el campo de Buena Vista, y consagró esa escena en un poema estremecedor. Después de la guerra adoptó la causa de los Indios, cuya vida y lenguas le fascinaban y que, él sentía que se les es­taban robando sus derechos. Llevó su caso al Tri­bunal Supremo, a cuya corte fue admitido en 1849, junto con Abraham Lincoln and Hannibal Hamlin. Su discurso en el caso de la Sentencia del Senado a los Choctaws es famoso, dedicándole Webster un panegírico a cerca de ello. Evaluado por cualquier prueba, Pike fue un gran orador, que unía el aprendizaje con la perspicacia práctica, gracia con fuerza, y ese magnetismo imperioso que sólo los genios pueden dominar.

Pike se hizo Maestro Masón en la Logia Western Star N° 1 de Little Rock, Arkansas, en Julio de 1850, y el simbolismo del Arte le fasci­nó desde el principio, como poeta y como inte­lectual. Por todos lados veía sugerencias, intima­ciones débiles, medio reveladas, medio escondi­das, de ideas que no podían haber tenido su ori­gen entre los Masones artesanos de la antigüe­dad. Se dedicó al estudio de la Orden, igualan­do su entusiasmo a su curiosidad, en busca del verdadero origen y significado de sus símbolos. Al final encontró que la Masonería son los enig­mas antiguos más grandes encubiertos, siendo sus simples emblemas el depositario de la sabi­duría más elevada del mundo antiguo, convir­tiéndose el rescate y la explicación de éstos, cada vez más en su deseo y su pasión. Escuchemos sus palabras:

"Comenzó a formarse en mi visión intelectual como algo majestuoso e imponente, solemnemente misterioso y grande. Me parecía como las Pirámides en su grandeza y soledad, en cuyas cámaras aún no descubiertas puede esconderse para la ilustración de las generaciones por venir, los libros sagrados de los Egipcios, tanto tiempo perdidos para el mundo, como la Esfinge, medio ente­rrada en la arena En su simbolismo, que junto con su espíritu de Hermandad es su esencia, la Masonería es más antigua que cualquiera de las religiones existentes en el mundo. Así que al final llegué a ver que su simbolismo es su espíritu".

Así el alma de un gran poeta vio la Masonería y buscó la renovación del brillo de sus símbolos de elevada y gentil sabiduría, convirtiéndola en una gran fuerza humanizadora, educativa y espiritual entre los hombres. Vio en ella una fe más profun­da que todos los credos, más enorme que todas las sectas, la cual, si volvía a ser descubierta, él creía que podía iluminar el mundo. Era una ambición valiosa para cualquier hombre, y una que Pike, por la cualidad misma de su genialidad, así como de sus gustos, temperamento y hábitos mentales, pa­recía haber nacido para cumplir. Toda esta belle­za, una vez percibida, Pike la encontró en la Logia Azul antigua -aún no había avanzado a los grados más altos- y hasta el final de su vida la Logia Azul fue para él una maravilla y un gozo. Ahí encontró la Masonería universal, siendo los grados más al­tos tantas variaciones de su tema. No quería que la Masonería fuera un mero club social, sino una fuerza para formar el carácter y la sociedad.

Hasta aquí Pike no había oído hablar del Rito Escocés, al cual le llegaría a dar tantos años de ser­vicio. Parecía no haber oído hablar de ello hasta 1852, y entonces, nos cuenta, con el mismo senti­miento con el que un puritano podría oír de una ceremonia budista realizada en una iglesia calvi­nista. Él imaginaba que no era Masonería en ab­soluto, o bien un tipo de ateísmo Masónico. Su in­comprensión se debía quizás, a la encarnizada ri­validad de Ritos que prevalecía entonces, y que él hizo tanto por curar. Largamente vio que la Maso­nería es una, aunque sus Ritos sean muchos, y es­tudió el Rito Escocés, su origen, historia, y tales rituales como tenía en aquellos tiempos, que eran bastante crudos y caóticos, pero suficientes para revelar su valor y promesa.

El Rito Escocés apareció en América en 1801, en Charleston, South Carolina, derivado de un Conse­jo Supremo constituido en Berlín en 1786. Para su autoridad tenía, en manuscrito, una Gran Constitu­ción, formada por el cuerpo Prusiano -un docu­mento que Pike después defendería tan competentemente, aunque hacia el final de su vida los hechos publicados por Gould y otros le llevaron a modificar su posición. El Consejo establecido así no tenía cuerpos subordinados al principio y nun­ca fueron muchos, de hecho, hasta 1855, un resul­tado muy natural en un país que, a parte de tener una Masonería propia, consideraba el Rito como herejía. No obstante, Pike entró en el Rito Escocés en Charlestón, un 20 de Marzo de 1853, recibiendo sus grados del cuatro al trigésimo-segundo, y el grado trigésimo-tercero en Nueva Orleáns, en 1857.

Al año siguiente dio una conferencia en Nueva Orleáns, por petición especial, ante la Gran Logia de Louisiana, siendo su tema "Las Nocivas Conse­cuencias de las Escisiones y Disputas por el Poder en la Masonería, y de las Envidias y los Desacuer­dos entre los Ritos Masónicos" -una de las más grandes conferencias Masónicas nunca dadas, en la que se puede encontrar la base de todo su pen­samiento y enseñanza Masónicos. Es la parte esen­cial de ésta lo que forma este pequeño libro.

La Masonería, como la veía Pike, es la morali­dad fundada en la fe y enseñada mediante símbo­los. No es una religión, sino un culto en el que to­dos los hombres buenos se pueden unir, siendo su objetivo beneficiar a la humanidad física, social y espiritualmente, mediante la ayuda a los hombres para cultivar la libertad, la amistad y el carácter. Con tal fin, más allá de los hechos de la fe -la rea­lidad de Dios, la ley moral y la esperanza de la in­mortalidad- no va.

Uno no se sorprende de aprender que Pike se convirtiera en Gran Mandatario Soberano del Rito Escocés de la Jurisdicción Sur en 1859. Inmediata­mente comenzó a remodelar el Rito, volviendo a escribir sus rituales, reformando sus grados, algu­nos de los cuales existían tan sólo en esquema, y revistiéndolos en ropas bellas. Para esta tarea trajo todo su aprendizaje como intelectual, su compren­sión como poeta y su entusiasmo como Masón. Vi­vía en Little Rock, en una casa señorial con vistas a la ciudad, donde tenía su amplia biblioteca y hacía su trabajo. El mismo año, 1859, se dijo que estaba muerto por error y tuvo la oportunidad de leer muchos elogios escritos en su memoria. Cuando se supo el error, su amigo celebró su "retorno del Ha­des", como se llegó a llamar, con una fiesta.

Pero lamentablemente, entonces llegó la des­gracia sin medida de la Guerra Civil, y Pike lanzó su suerte con el Sur, y se le colocó al mando del Territorio Indio. Contra su protesta los regimien­tos Indios recibían órdenes desde el territorio y participaron en la batalla de Elkhorn. La batalla fue un desastre, y algunas atrocidades efectuadas por tropas Indias, que él no consiguió frenar, pro­vocaron críticas. Más tarde cuando el ejército de la Unión atacó Little Rock, el general al mando, Thomas H. Benton, Gran Maestro de los Masones de Iowa, colocó una guardia para proteger la casa de Pike y su biblioteca Masónica. Después de la guerra, Pike ejerció la abogacía durante un tiem­po en Memphis. En 1868 se trasladó a Alejandría, Virginia, y en 1870 a Washington.

De nuevo emprendió sus tareas en beneficio de la Masonería, revisando sus rituales y escribiendo aquellas nobles conferencias en las cua­les recopiló la sabiduría de siglos -como si su mente fuera una gran bóveda que recogiera los ecos de mil pensadores. Hacia 1871 el Rito Esco­cés fue influyente y difundido ampliamente, de­bido, en gran medida a la energía y genio de su mandatario. El mismo año publicó "Moral y Dogma", un gigantesco manual para la instruc­ción del Rito, tanto una compilación como una composición, competente pero mal organizado, que continúa siendo hasta nuestros días un mo­numento de aprendizaje. Debería revisarse, vol­verse a planificar y reeditar ya que es demasia­do valioso para dejarlo en una forma tan difícil, que contiene gran parte de los mejores pensa­mientos y escritos Masónicos de nuestra litera­tura. Está tachonado con comprensión brillante y dichos memorables, como por ejemplo:

"El hombre se justifica por la integridad de su doctrina, pero no por la exactitud de ella".

"El país libre donde el intelecto y la genialidad gobiernan durará. Cuando ellos sirven y otras in­fluencias gobiernan, su vida es corta".

"Cuando el estado comienza a sentirse parte del pueblo, los prepara a todos para ser esclavos".

"Los hechos son más grandes que las palabras. Tienen vida, muda pero innegable, y crecen. Pue­blan el vacío del Tiempo".

"Nada es realmente pequeño. Cada pájaro que vuela lleva un hilo del Infinito en sus garras".

"El dolor es el perro de ese Pastor desconocido que guía al rebaño de los hombres".

"La vida tiene sus males, pero no todo es mal­dad. Si la vida no es valiosa, tampoco lo es la in­mortalidad".

"Nuestra ocupación no es ser mejores que otros, sino mejores que nosotros mismos".

Por toda su fuerza y aprendizaje, Pike fue un alma sensible que amaba la belleza, conmovido por la brevedad y tristeza de la vida, que destilan sus poemas. Su poema más famoso, pero de nin­gún modo el más grande, lo escribió en 1872, titu­lado "Cada Año", en el cual esta nota de melanco­lía se llega a oír.

La vida es un recuento de pérdidas,

Cada año; Para los débiles están las cruces más pesadas,

Cada año;

Las primaveras perdidas que contestan con sollozos, A los suspiros del otoño cansado, Mientras que aquellos a quienes amamos están muriendo,

Cada año.

Hacia el pasado van más caras de los muertos,

Cada año; Mientras los amados dejan lugares vacíos,

Cada año;

Por todos lados nos encontramos con ojos tristes, En el crepúsculo del atardecer nos saludan.

Y nos suplican llegar a ellos,

Cada año

Pero la vida mas verdadera se acerca, Cada año,

Y el lucero de la mañana escala más alto,

Cada año, El dominio de la Tierra sobre nosotros se aligera,

la pesada carga se hace más liviana,

el alba inmortal más brillante,

Cada año

La muerte a menudo le acercaba la copa del do­lor a sus labios. Tres de sus hijos murieron en la infancia. Su primer hijo se ahogó, el segundo, ofi­cial, murió en batalla. Su hija mayor murió en 1869, y la muerte de su mujer fue el tema de un tierno poema, "El Corazón Viudo". Sus homenajes a sus amigos en la Fraternidad, cuando fallecieron uno a uno, eran memorables por su ternura y sen­cilla fe. Nada podía cambiar su ingenua confianza en la enmascarada amabilidad del Padre de los hombres, y, a pesar de muchas nubes, " La espe­ranza todavía con púrpura sonrojaba su cielo".

En sus años solitarios más tardíos, Pike se apli­có cada vez más a sus estudios, construyendo una ciudad de la mente para su consuelo y cobijo inte­rior. Dominó muchas lenguas -Sánscrito, Hebreo, el antiguo Samaritano, Persa- buscando lo que cada una tenía que decirle de belleza y verdad. Dejó en la biblioteca de la Casa del Templo quince grandes volúmenes manuscritos, traducciones de los libros sagrados de Oriente, escritos todos con un estilo anticuado, con letra pequeña fluida, sin borrón o tachón. Allí recibía la atención de sus amigos entre los pájaros y las flores que tanto amaba. Era sociable, abundante en amistades y brillante en la conversación, dándole su largo pelo cano un aire de majestad, ruborizándose como un niño ante el merecido elogio, sencillo, bondadoso, adorable. Así la muerte le encontró en abril de 1891, cumpliendo sus propios versos escritos de niño:

Por tanto Yo, que canto, moriré, Delgado y pálido, quizás por la preocupación y la pena,

Y, desmayándome, con un suave suspiro inconsciente Deseado dentro de este pobre cuerpo que tomo prestado

Un largo adiós -mañana Espero disfrutar de una primavera eterna en el Cielo,

Mas alia del cielo

Así pasó Pike. Ningún hombre más puro o mas noble ha durado en el altar de la Masonería o de­jado su historia en nuestras tradiciones Fue el Masón más eminente en el mundo, por igual por su elevado rango, su rica cultura y su servicio per­manente. Ni permitirá nunca nuestro Arte que se oscurezca la memoria de ese señorial, sabio, y ama­ble profesor -un Masón para quien el mundo era un Templo, un poeta para quien el mundo era una Canción.


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