quinta-feira, 1 de junho de 2023

El Tetrabiblos


El Tetrabiblos (Τετράβιβλος; "Cuatro libros", en español), también conocido en la Antigua Grecia como Apotelesmatiká (Ἀποτελεσματικά) "Efectos", y en latín como Qvadripartitum "Cuatro partes",​ es un libro sobre la filosofía y práctica astrológicas, escrito en el siglo ii d. C. por el erudito alejandrino Claudio Ptolomeo (90 o 100-168 o 170 d. C.).


El Almagesto, también de Ptolomeo,​ fue un texto de autoridades sobre astronomía durante más de mil años, y el Tetrabiblos, su volumen complementario. El Almagesto igualmente influyó sobre la astrología y el estudio de los efectos de los ciclos astronómicos en los asuntos terrenales. Mientras que este fue reemplazado como autoridad astronómica debido a la aceptación del modelo heliocéntrico del sistema solar, el Tetrabiblos continuó siendo una obra de importancia teórica en el estudio de la astrología.


Ptolomeo defendió la filosofía de la astrología como un estudio de la naturaleza, y además esbozó las técnicas de la práctica astrológica. Esto fue lo que ayudó a asegurar la tolerancia teológica hacia la astrología en la Europa Central, durante la Edad Media. También, permitió que las enseñanzas ptolemaicas sobre el tema astrológico se incluyeran en las universidades durante el Renacimiento, lo cual conllevó a un impacto directo en los estudios de medicina y en las obras literarias. La posición de autoridad intelectual de esta obra se derrumbó a finales del siglo xvii d. C., cuando los principios en los que se fundamenta el trabajo de Ptolomeo se enfrentaron a las críticas, por anticuados y por estar basados en la superstición.


La importancia histórica del Tetrabiblos puede ser constatada por los numerosos comentarios antiguos, medievales y renacentistas que sobre él se han publicado. Fue copiado, comentado, parafraseado, resumido y traducido a muchos idiomas. La última edición crítica en griego, de Wolfgang Hübner, fue publicada por la Biblioteca Teubneriana, en 1998.


Visión general e influencia

Bien sé que soy mortal, criatura de un día. Pero cuando mi mente observa a los sinuosos caminos de las estrellas, entonces, con mis pies, ya no toco la Tierra, y hállome ante el mismísimo Zeus, llenándome de ambrosía, el divino manjar.

—Ptolomeo, Anthologia Palatina, 9577.

Ptolomeo es referido como «el más famoso de los astrólogos griegos»​ y como «una autoridad proastrológica de la más alta magnitud».​ Como fuente de referencia, su Tetrabiblos es descrito como si «casi disfrutase de la autoridad de la Biblia entre los escritores astrológicos desde hace mil años o más». La obra reunió comentarios sobre ella cuando fue compilada y publicada por primera vez en Alejandría en el siglo ii d. C.. Fue traducida al árabe en el siglo ix d. C. y se le describe como «de lejos, la fuente más influyente de la astrología islámica medieval».


Luego de la traducción del Tetrabiblos al latín en el siglo xii d. C., la astrología ptolemaica fue integrada a la doctrina cristiana medieval por Alberto Magno y Tomás de Aquino.​ Esta aceptación teológica alentó la enseñanza de la astrología ptolemaica en las universidades, generalmente vinculada a los estudios médicos; lo que a su vez llevó a servir en obras literarias como la Divina Comedia de Dante, que ayudó a modelar los paradigmas moral, religioso y cosmológico de la Europa Occidental durante la Edad Media. El Tetrabiblos fue responsable en gran parte de establecer los preceptos básicos de la astrología renacentista y era un libro necesario en algunas de las mejores universidades de Europa durante el Renacimiento y el modernismo temprano.


La astrología ptolemaica fue enseñada en las universidades europeas durante el siglo xvii d. C.;​ pero a mediados de ese siglo hubo una lucha para mantener su posición como una de las respetadas ciencias liberales.​ En este momento, el contenido del Tetrabiblos comenzó a arrastrar la estigmatización como parte de un «arte diabólica de adivinación». Un crítico del siglo siglo xvii d. C. escribió sobre tal asunto: «ningún arte supersticioso está más preparado para hacer avanzar los propósitos del diablo que la astrología de Ptolomeo».


La posición intelectual de la astrología se derrumbó rápidamente a finales del siglo xvii d. C.; pero el impacto histórico del Tetrabilos sobre la cultura mundial continúa atrayendo la atención de los estudiosos de la filosofía clásica y de la historia de las ciencias en la antigüedad.​ También mantiene su posición como un libro de texto influyente para los practicantes de la astrología occidental moderna. Las traducciones en inglés fueron publicadas por los astrólogos en los siglos xviii, xix y xx.​ El astrólogo humanista de principios del siglo xx d. C. Dane Rudhyar, relató que la astrología de su época «se originó casi en su totalidad en la obra del astrólogo alejandrino Claudio Ptolomeo».16​ Incluso los libros de texto astrológicos del siglo xxi d. C. han descrito el Tetrabiblos como «sin duda, indespensable para cualquier estudiante serio de astrología».


La importancia duradera de la obra es atribuible a varios factores: la reputación de Ptolomeo como uno de los más grandes filósofos y científicos del mundo antiguo,​ la relevancia astrológica del texto como uno de los más antiguos y completos manuales sobre este tema​ y la calidad de las explicaciones astrológicas de Ptolomeo.


La «sobresaliente marca en la astrología hecha por Ptolomeo» es descrita como «informada por el espíritu filosófico y científico de su época».​ Ptolomeo escribió en un momento en el que la «física» era definida por medio de la palabra filosofía y su relato de los efectos estelares se expresó en términos de las cuatro cualidades aristotélicas: caliente, frío, húmedo y seco; contra la noción filosófica de la unidad universal y de la armonía cósmica.​ Su objetivo era explicar la racionalidad de la astrología en tales términos, por lo que el trabajo es también notable por su rechazo a la prácticas astrológicas que carecen de una base astronómica directa:


En cuanto a las tonterías sobre las cuales muchos desperdician su trabajo y de los cuales ni siquiera puede darse una cuenta plausible, ésto descartaremos en favor de las causas naturales primarias. Investigaremos, no por medio de porciones y números de los cuales no pueda darse una explicación razonable, sino simplemente a través de la ciencia de los aspectos de las estrellas a los lugares con los que tienen familiaridad.

—Ptolomeo; Tetrabiblos Libro III Capítulo 3.


El libro inicia con una explicación del marco filosófico de la astrología que tiene como objetivo responder a los argumentos de los críticos que cuestionaron la validez del tema.​ Al respecto, Lynn Thorndike, en su History of magic and experimental science (Historia de la magia y de la ciencia experimental), escribe: «Solo los oponentes de la astrología parecen haber permanecido ignorantes del Tetrabiblos», continúa haciendo críticas al arte que no están dirigidas a la presentación de Ptolomeo o que hayan sido contestadas por él.


Ptolomeo no fue quien originó las técnicas astrológicas que presentó en su Tetrabiblos.​ Su contribución fue ordenar sistemáticamente el material, para demostrar que la astrología se basa en principios lógicos y jerárquicos. Las influencias astrológicas se refieren, frecuentemente, a los efectos meteorológicos en los cambios humorales, que se suponía eran el resultado de los ciclos celestiales que traían transformaciones en la atmósfera correlacionados con los efectos del calor, del frío, de la humedad y de la sequedad.


La importancia histórica y la influencia del Tetrabilbos es atestiguada por los muchos comentarios antiguos, medievales y renacentistas publicados sobre él, así como las muchas traducciones y ediciones parafraseadas que intentan reproducir su contenido de una manera más accesible.​ El texto griego fue traducido al árabe, luego al latín; retraducida desde ésta a muchas lenguas modernas. La primera traducción al español fue hecha en el siglo xiii d. C. a raíz de una iniciativa del rey Alfonso X de Castilla «el Sabio» (1221-1294), quien ordenó la traducción de varias obras, entre ellas la del Tetrabiblos, el rey sabio dirigía personalmente las traducciones y se hacía rodear de traductores y ayudantes judíos, musulmanes, mozárabes y cristianos. Su traducción es atribuida a Yehudá ben Moshé ha-Kohen por algunas fuentes.​ La primera traducción al inglés apareció apenas en el siglo xviii d. C., pero a finales del siglo xix d. C. el astrólogo estadounidense Luke Broughton informó que tenía por lo menos media docena de diferentes traducciones al inglés en su poder.


Título y fecha de composición


Los títulos en griego Tetrabilos y en latín Quadripartitum que significan ‘cuatro libros’, son los apodos tradicionales​ para una obra que en algunos manuscritos griegos es denominada Μαθηματικὴ τετράβιβλος σύνταξις, /Mathematiké tetrábiblos Sýntaxis/ ‘Tratado matemático en cuatro libros’. Frank Eggleston Robbins, editor de la traducción al inglés publicada por la Loeb en 1940, consideró probable que este fuese el título utilizado por el propio Ptolomeo, aunque reconoció que muchos otros manuscritos griegos usan el título Τὰ πρὸς Σύρον ἀποτελεσματικά /Tá prós Sýron apotelesmatiká/ 'Pronósticos en honor a Sirus'.​ Un antiguo comentario anónimo sobre la obra, afirma que algunos consideraban que el término «Tetrabliblos» era un nombre ficticio.


Hübner, editor de la edición griega de Teubner en 1998, utiliza el título Apotelesmatiká (Libro sobre los efectos), el cual ha sido utilizado por eruditos recientes.​ Alexander Jones, editor de la obra de Springer Ptolemy in Perspective (2010) considera que título dado por Ptolomeo sigue siendo desconocido; pero está de acuerdo en que el término Apotelesmatiká, «es una conjetura creíble».​ Este término es traducido de diversa maneras con el significado de ‘influencias’,​ ‘efectos’,​ o ‘pronósticos’; que refleja el tema de trabajo el cual se ocupa de la presencia de los efectos de los ciclos astronómicos previsibles.


No hay una fecha sólidamente establecida para la compilación del Tetrabiblos, pero Ptolomeo revela en su «Proemio» que escribió su tratado astrológico después de completar el astronómico el Almagesto.​ La evidencia dentro del Almagesto revela que el trabajo astronómico no pudo haber sido completado antes de aproximadamente el 145 d. C,​ lo que demuestra que Ptolomeo escribió el Tetrabiblos hacia el final de su vida, en algún momento entre completar el Almagesto y su muerte, por lo general fechada alrededor del 168 d. C.


Libro I: principios y técnicas

Capítulos de apertura


El texto comienza con la dedicación a «Syrus», un personaje no identificado al que Ptolomeo dedicaba todas su obras.​ En éste, Ptolomeo distingue dos tipos de estudio astronómico: El primero; la astronomía propiamente dicha, que describe los ciclos y movimientos astronómicos; el segundo: la astrología que investiga los cambios que tales movimientos provocan. Afirma que cada una tiene su propia ciencia y la primera es deseable por derecho propio «a pesar de que no alcanza el resultado dado por la segunda». Esto se toma para demostrar la opinión de Ptolomeo sobre que la astronomía y la astrología son estudios complementarios, de modo que mientras la astrología es menos autosuficiente y factual,7​ su empleo hace la práctica de la astronomía más útil.​ Aunque los términos «astronomía» y «astrología» fueron usados indistintamente en los textos antiguos,​ esto también demuestra la definición temprana de dos temas diferenciados que fueron discutidos extensamente por Ptolomeo en dos trabajos separados.


Ptolomeo declara que habiendo tratado el tema anterior, astronomía, en su propio tratado, «ahora dará cuenta del segundo método menos autosuficiente de una manera propiamente filosófica, de modo que aquel cuyo objetivo sea la verdad nunca podrá comparar sus percepciones con la seguridad de la primera».​ En esto, y en otras observaciones introductorias, revela su opinión de que la predicción astrológica es extremadamente difícil y fácilmente sujeta al error, pero satisfactoriamente alcansable a aquellos que poseen la habilidad y experiencia necesarias, y de demasiado beneficio como para ser rechazada simplemente porque, a veces, se pueden cometer errores.


Argumentos filosóficos de Ptolomeo

Los capítulos II y III son importantes para dar a Ptolomeo la defensa filosófica de su tema. Franz Boll advirtió que los argumentos eran paralelos a las fuentes más antiguas, en particular las del filósfo estoico Posidonio (c. 135 a. C.-51 a. C).​ De igual manera, la narración de Ptolomeo fue aprovechada por filósofos y astrónomos posteriores, como Johannes Kepler, que utilizó ejemplos similares y el mismo orden de argumentos para explicar el fundamento físico de algunas afirmaciones astrológicas.​ Descrito como «científicamente hablando, perfectamente loable» por un comentarista moderno. Otro ha condenado estos capítulos como el lugar donde el «conocimiento, la inteligencia y la habilidad retórica» de Ptolomeo son «mal utilizados».


En el capítulo I, Ptolomeo afirma la legitimidad del estudio e identifica los dos principales argumentos en su contra:


La complejidad del tema hace que su pretensión de proporcionar una presunción confiable sea inalcanzable;

El presentimiento fiable, si es posible alcanzarlo, implicaría tal fatalismo que haría inútil el propósito del tema, toda vez que si el futuro es predecible, todo lo que está destinado a suceder, sucederá, ya sea que se haya predicho o no.

Ptolomeo, contesta entonces cada crítica en los dos capítulos siguientes.


Argumento sobre el alcance de la fiabilidad de la astrología

En el capítulo II, Ptolomeo sostiene que el conocimiento adquirido por medios astronómicos es alcanzable e intenta definir sus límites según las lógicas aristotélicas y estoicas.45​ Señala cómo el Sol tiene mayor influencia sobre los ciclos estacionales y diarios de la Tierra, y que la mayoría de las cosas en la naturaleza están sincronizadas con la Luna:


[...] como el cuerpo celestial más cercano a la Tierra, la Luna concede su influencia más abundante sobre las cosas mundanas; ya que la mayoría de ellas, animadas o inanimadas, son simpáticas con ella y cambian en sintonía con ella. Los ríos aumentan y disminuyen sus torrentes con su luz, los mares transforman sus propias mareas con su elevación y puesta; y las plantas y animales, en luna llena o creciente, declinan con ella.

Extiende esta capacidad para agitar el clima y dirigir los patrones biológicos de las criaturas terrenales a las estrellas y planetas fijos, de modo que todo lo que experimenta ciclos de crecimiento o patrones de comportamiento, de algún modo responde a los ciclos celestes. Estos provocan cambios elementales, calor, ventiscas, nevadas o lluvias, etc.; los cuales son guiados por el Sol, activados por la Luna y ayudados por las configuraciones planetarias y los fenómenos de las estrellas fijas. Las cualidades meteorológicas predominantes son, entonces, consideradas para determinar el temperamento —la calidad del momento del clima en lugar específico— que se presume está impreso, como una especie de huella climática, sobre la semilla de todo lo que entra en germinación o manifestación en ese momento en el clima. Ptolomeo admite que el análisis exitoso de este temperamento no se logra fácilmente, pero es posible de ser determinado por alguien que sea capaz de considerar los datos «tanto científica y presuntivamente con éxito». Se pregunta cómo; si una persona puede predecir con fiabilidad los patrones climáticos generales y sus efectos sobre todo lo que está en germen en las plantas y animales basándose en el conocimiento de los ciclos celestes:


[...] ¿no puede él también, con respecto a un hombre individual, percibir la calidad general de su temperamento a partir del ambiente en el momento de su nacimiento, [...] y predecir acontecimientos ocasionales, por el hecho de que tal y tal ambiente está en sintonía con tal y tal temperamento, y es favorable a la prosperidad, mientras que otro no está tan sintonizado y conduce al daño?

Aunque sugiere que tales argumentos son suficientes para demostrar la validez de la astrología; Ptolomeo acepta que se comenten muchos errores en su práctica, en parte debido a «granujas evidentes», que la profesan sin el debido conocimiento y pretenden predecir cosas que no pueden conocerse naturalmente; y algunas veces usando el término astrología para las prácticas que no son verdad al estudio genuino de esta;​ y porque los practicantes legítimos deben adquirir una magnitud de conocimiento y de experiencia dentro de la duración de una vida. Su resumen es que el estudio normalmente no es capaz, por sí mismo, de dar conocimiento confiable en términos generales, que el asesoramiento astrológico debe ser bien recibido, pero no esperar que sea impecable; y que el astrólogo no debe ser criticado, sino animado a integrar la información no celestial dentro de la compilación de un juicio; tales como: lo que se sabe del origen étnico, la nacionalidad y las influencias de los padres.


Argumento sobre si la astrología es natural y útil

En el capítulo III, Ptolomeo sostiene que la predicción astrológica es natural y beneficiosa. La traducción de estas ideas al latín en el siglo xii d. C. se describe como «de importancia crítica» para la adopción de una actitud favorable hacia al astrología dentro del cristianismo durante la Edad Media.


Ptolomeo propuso primero que no es «inútil» crear predicciones de lo que es probable que suceda, incluso si las predicciones no proporcionan los medios para evitar un desastre inminente. Esta era una de las críticas clásicas bien conocidas que habían sido traídas a prominencia en el libro De divinatione de Cicerón, en su argumento de que ningún bien proviene de las advertencias sobre desastres inminentes cuando no se ofrece algún medio de escape.​ Ptolomeo da una visión más positiva de la adivinación en su elevación de la astrología como un tema «por la cual obtendremos una visión completa de las cosas humanas y divinas»​ que, según él, da una mejor percepción de «lo que es apropiado y conveniente para las capacidades de cada temperamento».​ Él ve a la astrología como un tema que fomenta y mejora el conocimiento de uno mismo. Ya que, incluso si la astrología no puede ayudar en la adquisición de riquezas o fama, lo mismo puede decirse de toda filosofía, cuya preocupación está orientada a «riquezas mayores». Por lo tanto, en el caso de los acontecimientos desafortunados que necesariamente tendrán lugar, Ptolomeo afirma que la predicción astrológica todavía trae beneficios, porque «la advertencia acostumbra y calma al alma a la experiencia de acontecimientos lejanos como si estuviesen presentes, y prepara para saludar con calma y firmeza lo que sea que ha de venir».


El siguiente argumento de Ptolomeo fue evitar las críticas que surgen cuando se considera que la práctica de la predicción sugiere una inevitabilidad fatalista. Este punto fue crucial para la posterior aceptación teológica, ya que la doctrina religiosa medieval dicta que el alma del individuo posee libre albedrío, lo que le hace responsable de sus decisiones y de las consecuencias que se deriven de ellas. En libro del siglo xiii d. C. del dominico francés Gerard de Feltre (en latín Gerardus Feltrensis) Summa de astris demuestra el problema que el determinismo astrológico crea para la cuestión teológica: «si las estrellas hacen a un hombre asesino o ladrón, y más aun siendo Dios la primera causa de todo, quien todo lo hace; la sola sugerencia de esto es vergonzosa». Los comentarios de Ptolomeo contrarrestan la crítica, proponiendo que, si bien los ciclos celestes son enteramente confiables y «eternamente realizados de acuerdo con el destino divino e inmutable»,​ todos los asuntos terrenales también están sujetos a «un destino natural y mutable y, al dibujar su primera causa que viene desde lo alto; serán regidos por la casualidad y la secuencia natural». Por consiguiente, declara que nada está irrevocablemente ordenado y que no debemos imaginar que «los acontecimientos asisten a la humanidad como resultado de la causa celeste como si [...] se destinaran a producirse por necesidad sin la posibilidad de que cualquier otra causa interfiera».


En esta discusión, Ptolomeo introduce un punto de vista, que sería mencionado posteriormente por muchos escritores astrológicos, en el que «la causa menor siempre cede ante la mayor».​ Él ve al individuo como capaz de resistirse a los ciclos más grandes de cambio, los cuales le suceden a la amplia comunidad, así que incluso un hombre cuyo horóscopo indica ganancia puede perecer en un momento en el que su comunidad es golpeada por un desastre natural o por la peste. Sin embargo, Ptolomeo también sostiene que los sucesos desastrosos solo seguirán su curso natural siempre y cuando no se tome alguna medida para evitar el problema, tanto como cuando «los sucesos no sean conocidos, o cuando sí lo son, los remedios no son aplicados».​ Toma una posición equilibrada entre el argumento del sino contra el libre albedrío y la predestinación de ciertas cosas, mientras que otras tantas pueden ser evitadas por el acto de la predicción astrológica. La posición del astrólogo es comparada con la del médico, que debe ser capaz de reconocer de antemano las enfermedades que son siempre mortales y que admiten cura.


En consecuencia, es razonable, según Ptolomeo, moderar las acciones con conciencia de cómo el temperamento presente y futuro, beneficia o perjudica el temperamento natal, o de elegir actuar en un momento que es astrológicamente adecuado para una actividad; tal y como se considera racional el uso del conocimiento de las estrellas para garantizar la seguridad en el mar; utilizar el conocimiento de los ciclos lunares para asegurar la cría y la siembra exitosas, o para refrescarnos durante las temperaturas extremas para sufrir menos.


La conclusión filosófica de Ptolomeo sobre el tema, que ayudó a asegurar su posición intelectual hasta el siglo xviii d. C., es tal y como sigue: «aunque no sea enteramente infalible, por lo menos sus posibilidades han aparecido dignas de la más alta consideración».​ Después de justificar su participación intelectual en el estudio, y de acuerdo con los principios filosóficos de su época, Ptolomeo vuelve su atención a la teoría práctica de la astrología, y a la razón que está detrás de la disposición de sus principios.


Introducción de los principios


Una de las características singulares del Tetrabliblos, entre los textos astrológicos de su periodo, es la medida en la que el primer libro no solo presenta los principios básicos de la astrología, sino que sintetiza y explica el razonamiento detrás de las asociaciones descritas, y a renglón seguido, con las de la filosofía aristotélica. Por ejemplo, el capítulo IV explica el «poder de los planetas» a través de sus asociaciones con las cualidades humorales creativas del calor o de la humedad, o las cualidades reductivas del frío y de la sequedad.​ Por lo tanto, Marte es descrito como un planeta destructivo por la asociación humoral con la sequedad excesiva, mientras que a Júpiter se le define como templado y fertilizante porque se le asocia a la moderada calidez y humedad.​ Estas asociaciones están basadas en las disposiciones de los planetas con respecto al Sol, tal y como se observan desde la perspectiva geocéntrica, por la que se miden sus órbitas, pues se toma como centro del universo a la Tierra.


Al unir estos principios aristotélicos con la filosofía frecuentemente empleada por Zenón de Citio y la de los pitagóricos, los tres capítulos siguientes disponen los planetas en pares de opuestos.​ Estos pueden ser benéficos, moderadamente cálidos o húmedos; o maléficos, excesivamente fríos o secos. También pueden ser masculinos o secos y femeninos o húmedos; activos o diurnos, adaptándolos a las cualidades del día y alineada con la naturaleza del Sol; pasivos o nocturnos, ajustándolos a las cualidades de la noche y alineada con la naturaleza de la Luna.​ Dado que estas condiciones humorales derivan de las configuraciones del Sol, el capítulo VIII describe cómo se modifican sutilmente de acuerdo con la fase del ciclo sinódico de cada planeta con el Sol.


En el capítulo IX se discute el «poder de las estrellas fijas». Aquí, en lugar de dar asociaciones humorales directas, Ptolomeo describe sus «temperaturas» como si fuesen las de los planetas que ya ha definido. Por lo tanto Aldebarán (del árabe: الدبران /al-dabarān/, ‘la que sigue’), llamada «la antorcha»; es descrita con «una temperatura como la de Marte», mientras que otras estrellas en el cúmulo abierto Híades son «moderada como la de Saturno y Mercurio».​ Al final del capítulo, Ptolomeo aclara que éstas no son sus propuestas, sino que son extraídas de fuentes históricas, siendo «las observaciones de los efectos de las estrellas mismas, como hicieron nuestros predecesores».


En el capítulo X, regresa al tema humoral de manera más explícita, aclarando que el zodíaco está alineado con las estaciones del año y es tan expresivo del cambio de énfasis a través de la humedad, el calor, la sequedad y el frío, como ocurre en primavera, verano, otoño e invierno. De manera similar, los cuatro ángulos de la carta astral presentan un énfasis humoral asociado con los efectos de los cuatro vientos cardinales que soplan desde sus direcciones.​ El resto del libro I, hasta los dos últimos capítulos que se refieren a las fases planetarias y aplicaciones aspectuales; presenta las regencias, divisiones y configuraciones de los signos del zodíaco, la mayoría de las cuales están relacionadas con las definiciones astronómicas, los efectos estacionales, la física y la geometría. Los principios geométricos se utilizan para definir la calidad favorable o desfavorable de los aspectos astrológicos basados en la relación angular de planetas y signos con grados eclípticos.


En la época de Ptolomeo los límites del zodíaco estaban cerca de los de las constelaciones visibles cuyos nombres llevan; pero Ptolomeo demuestra la distinción teórica entre los dos marcos de referencia al describir el punto de partida del zodiaco como fijo, no a las estrellas sino al equinoccio vernal calculado matemáticamente. Esto determina el zodíaco tropical basado en las estaciones del cual toma su nombre en griego: τροπικός /tropikós/ ‘del giro’,​ porque está establecido por el giro de las estaciones y, al estar sometido a la precesión, experimenta una revolución lenta y gradual a través de las constelaciones visibles.66​ Por la misma razón, los signos que marcan los puntos del sol en los solsticios de verano e invierno, Cáncer y Capricornio, son descritos como los signos tropicales,​ ya que estos son los lugares donde el sol «gira» su dirección en latitud celeste, definiendo así los círculos terrestres de latitud conocidos como el trópico de Cáncer y trópico de Capricornio.


Mientras que otros escritores astrológicos antiguos dieron su énfasis a la interpretación astrológica de tales definiciones; por ejemplo: al describir cómo los signos tropicales son indicativos de situaciones rápidamente cambiantes,​ el enfoque de Ptolomeo es notablemente diferente dado a los factores astronómicos y filosóficos que subyacen en las definiciones en lugar de su significado astrológico en la práctica. Ptolomeo explica que las definiciones del zodíaco no son las suyas sino que presentan «los caracteres naturales de los signos zodiacales, como han sido transmitidos por tradición».​ Su enfoque encuentra una expresión elegante en la que demuestra la lógica de los arreglos esquemáticos, como los principios filosóficos detrás del domicilio planetario de los signos;​ pero se observa que transmite el desprendimiento con respecto a los elementos de la astrología que no son tan obviamente plausibles.​ Esto puede ser visto por la forma en que Ptolomeo evita entrar en detalles sobre las facetas de la astrología que dependen de asociaciones mitológicas o simbólicas y de cómo está dispuesto a delinear el razonamiento detrás de las propuestas astrológicas en conflicto sin revelar ninguna preferencia personal por uno u otro esquema.


Algunos comentaristas han visto el enfoque comparativamente desapasionado de Ptolomeo hacia puntos de disputa astrológica como razón para suponer que estaba más interesado en los principios teóricos que en la práctica real de la astrología.​ Por otro lado, el tono objetivo que marca su estilo; su afirmación de que el tema es natural, por lo cual no hace alguna exigencia de juramentos de secreto a sus estudiantes como lo hacían algunos de sus contemporáneos; y la forma en que muestra una respetuosa referencia a puntos de vista alternativos sin vilipendiar a autores cuyas prácticas pueden deferir de las suyas,​ ayudaron a asegurar la reputación histórica del texto como un intelectual superior. El erudito de los estudios clásicos Mark Riley, planteó estos puntos en su evaluación de que Ptolomeo abordó el tema de la astrología con exactamente la misma inclinación teórica que aplicó a la astronomía, la geografía y las otras ciencias de las que escribió.​ Este estilo distintivo de enfoque, llevó a Riley a concluir: «El respeto mostrado a la obra de Ptolomeo por todos los astrólogos posteriores se debió, no a su utilidad para el practicante, sino a su síntesis magistral de la astrología y la ciencia».


Libro II: astrología mundana

El libro II presenta el tratado de Ptolomeo sobre la astrología mundana. Aquí ofrece una revisión completa de los estereotipos étnicos, los eclipses, significado de los cometas y de las lunaciones estacionales; tal y como se utilizan en la predicción de la economía nacional, guerras, epidemias, desastres naturales y patrones climáticos. Ningún otro texto antiguo superviviente ofrece un relato comparable de este tema, en términos de amplitud y profundidad de detalle, como el ofrecido por Ptolomeo. Aunque no se dan ejemplos demostrados, escribe con autoridad en esta rama de su asignatura, lo que sugiere que era de particular interés para él. Los comentaristas modernos han observado que Ptolomeo estaba «adoptando conscientemente un enfoque diferente» para contrastarlo «con los métodos “antiguos”, infinitamente complicados».


Ptolomeo comienza declarando que ha repasado brevemente los principios importantes y ahora desarrollará los detalles de la astrología en el orden apropiado. Su punto es que la evaluación astrológica de cualquier individuo «particular» debe descansar en el conocimiento previo del temperamento «general» de su tipo étnico, y que las circunstancias de las vidas individuales están subsumidas, hasta cierto punto, dentro del destino de su comunidad.


El segundo capítulo da una amplia generalización de cómo se desarrollan las diferencias genéticas entre los habitantes de diversos climas, una demarcación basada en la latitud. Las comunidades que viven cerca del ecuador, por ejemplo, son descritas como: pieles negras, tallas pequeñas, pelo grueso y lanudo; como una respuesta protectora al calor ardiente de esa ubicación. Por el contrario, las comunidades que se han asentado en las regiones altas del norte, son definidas por su ambiente más frío y por su mayor proporción de humedad. Sus formas corporales son más pálidas, más altas, con el pelo más fino, y en sus características se les describe como «algo fríos en naturaleza». Ambos tipos son descritos como carentes de civilización debido a los extremos de su entorno, mientras que las comunidades que viven en regiones templadas son de coloración media, estatura moderada y disfrutan de un estilo de vida más equilibrado. Las diversas regiones son definidas de similar manera en función de la mezcla que surge dentro de este tipo de análisis. Ptolomeo explica que tales reflexiones solo se tratan sumariamente, como una consideración de fondo para lo que sigue. También deja en claro que tales rasgos deben encontrarse «generalmente presentes, pero no en cada individuo».


En el capítulo III Ptolomeo une sus intereses en la astrología y en la geografía, para esbozar las asociaciones astrológicas de «nuestro mundo habitado». Los mapas basados en la Geographia de Ptolomeo muestran esta definición del mundo habitado como, aproximadamente, extendiéndose desde el ecuador hasta la latitud 66° N., cubriendo la masa de la tierra entre el océano Atlántico y el mar de China Oriental.​ Ptolomeo extiende la lógica dada en los textos de la antigua Babilonia, en los que las cuatro partes del mundo conocido se corresponden a la estructura de las cuatro triplicidades del zodíaco.​ La atribución está basada en la asociación entre los planetas que gobiernan las triplicidades, las direcciones y los vientos de aquellos planetas que están asociados a estas influencias. Por ejemplo, la «triplicidad de Aries», la cual incluye a Leo y a Sagitario; está dominada principalmente por Júpiter y asistida por Marte. Júpiter gobierna el viento del norte y Marte el del oeste; por lo tanto, esta triplicidad rige el cuarto noroccidental del «mundo habitado» de Ptolomeo: el área conocida como Europa.


Nuevamente, estas divisiones son generales y el gobierno específico de cada nación es modificado por la ubicación y las distinciones culturales observadas. Por ejemplo, en Europa, solo a las regiones situadas en los extremos del noroeste son atribuidas plenamente a Júpiter y a Marte, ya que aquellas que se encuentran hacia el centro del área habitada se inclinan hacia la influencia de regiones opuestas.84​ De esta manera, la «región habitada» experimenta una deriva de la correspondencia astrológica en lugar de marcados repartos de sus cuartos, y las naciones independientes están afiliadas de diversas formas a los signos de cada triplicidad y a los planetas que las gobiernan. Ptolomeo menciona a Gran Bretaña y a España como dos naciones colocadas apropiadamente en el cuarto noroeste como para aceptar el gobierno de Júpiter y de Marte. Dichas naciones son descritas como «independientes, amantes de la libertad, aficionadas a las armas y trabajadoras», basándose en las características atribuidas a esos planetas. Estando predominantemente gobernadas por planetas masculinos, también son «carentes de pasión por las mujeres y miran con desdén a los placeres del amor». Las características observadas influyen en su categorización de Gran Bretaña como teniendo una afinidad más estrecha con Aries y Marte, por lo que «en su mayor parte sus habitantes son más feroces, más testarudos y bestiales»; mientras que España, dice, que está más sujeta a Sagitario y a Júpiter, lo cual se evidencia en «su independencia, sencillez y amor a la limpieza».


Aunque Ptolomeo describe su análisis como una «breve exposición»,​ el capítulo se constituye de una extensa asociación entre planetas, signos del zodíaco y las características culturales de 73 naciones. Concluye con tres afirmaciones adicionales que actúan como principios básicos de la astrología mundana:


Cada una de las estrellas fijas tiene familiaridad con los países atribuidos al signo de su levantamiento eclíptico.

El tiempo de la primera fundación de una ciudad o nación, puede ser utilizado de manera similar a la de un horóscopo individual, para establecer astrológicamente las características y experiencias de esa ciudad o nación. Las consideraciones más importantes son las regiones del zodiaco que marcan el lugar del Sol y la Luna y los cuatro ángulos de la carta, en particular el ascendente.

Si no se conoce el tiempo de la fundación de la ciudad o nación, puede tomarse el horóscopo de quien ocupa el gobierno o es rey en ese momento, y prestar atención al medio cielo natal del gobernante.


Uso de eclipses

El resto del libro muestra cómo debe ser usada esta información en la predicción de eventos mundanos. El foco se le da a los eclipses, como la «primera y más potente» causa de cambio,​ complementada por el examen de las «estaciones» de los planetas superiores: Saturno, Júpiter y Marte. Aunque los eclipses son considerados relevantes para cualquier nación afiliada a los signos del zodíaco en los que se producen, el escrutinio de Ptolomeo está reservado para las regiones en donde son visibles, pues sostiene que es allí en donde se manifestarán los efectos más notablemente.​ El período de obscurecimiento determina la resistencia al efecto, así cada hora proporciona años durante un eclipse solar y meses durante uno lunar.​ La localización del eclipse con relación al horizonte se utiliza, entonces, para juzgar si los efectos son más frecuentes al inicio, al medio o al final del período; con tiempos de intensificación determinados por los grados en los que ocurren los contactos planetarios con el grado del eclipse.​


En el capítulo VII comienza la revisión sobre qué tipo de evento se manifestará. Esto se juzga por el ángulo del horizonte que precede al eclipse en el horóscopo para la ubicación geográfica bajo escrutinio​ y el o los planetas que dominan este ángulo por regencia y por potentes conexiones aspectuales.​ Dependerá de la condición de estos planetas si el efecto predicho es beneficioso o destructivo, mientras que el tipo de manifestación es juzgado por los signos del zodíaco, las estrellas fijas​ y constelaciones involucradas. La predicción resultante es de relevancia para las naciones, pero Ptolomeo señala que ciertos individuos son más resonantes a los efectos que otros; es decir, si el grado del Sol o de la Luna en sus cartas astrales es idéntico a la grado del eclipse, o al grado directamente opuesto a él.


Ptolomeo explica en su Almagesto que tuvo acceso a documentos que registran eclipses desde el comienzo del gobierno del rey Nabonasar (747 a. C.) los cuales se extienden durante 900 años. En el capítulo IX del Tetrabiblos, Ptolomeo muestra su conocimiento de la sabiduría babilónica que acompañaba aquellos registros al detallar los presagios basados en los fenómenos visuales. Los colores de los eclipses y «las formaciones que se producen cerca de ellos, tales como varillas, halos y similares» son consideradas junto con el significado astrológico de los cometas, en el caso de que tomen la forma de «vigas, trompetas, jarros y similares». El significado se deriva de su posición relativa al Sol y de la evaluación de «las partes del zodiaco en las que aparecen sus cabeceras y por las direcciones hacia las que apuntan las formas de sus colas».​ Cabe señalar aquí que Ptolomeo utilizó principios que quedan fuera de la lógica pura teórica que presentó en el libro I, siendo explicable únicamente en términos de la tradición mitológica y de presagio heredados de fuentes antiguas.​ También defiende la naturaleza subjetiva del análisis involucrado, afirmando que sería imposible mencionar el resultado apropiado de toda esta investigación, que requiere de la empresa e ingenio del astrólogo que hace el juicio.


Los capítulos restantes del libro II, están dedicados a los asuntos meteorológicos. En el capítulo X se especifica que la Luna nueva o llena que precede a la entrada del Sol en Aries, puede ser utilizada como punto de partida para las investigaciones sobre los patrones climáticos del año. La lunaciones que preceden a la entrada del Sol en cualquier otro signo equinoccial y de solsticio, como Cáncer, Libra y Capricornio; también pueden ser utilizadas para las preocupaciones estacionales, y dentro de estas «investigaciones mensuales» se dan detalles más particulares basados en las lunaciones y en las conjunciones planetarias. Los efectos meteorológicos registrados en las estrellas fijas son discutidos sistemáticamente, concluyendo con la relevancia de los fenómenos celestes generalmente observados, tales como estrellas fugaces, formas y configuraciones de las nubes y el arco iris. Se espera que estas consideraciones finales añadan detalles localizados a la exploración original de los ciclos de los eclipses. El punto de Ptolomeo a lo largo de este libro es que los horóscopos de esta naturaleza no pueden ser juzgados aisladamente, sino que deben ser entendidos dentro del patrón de los ciclos a los que pertenecen, y donde haya fuertes conexiones entre los puntos del grado involucrados, ya que:


En todos los casos [...] uno debe diseñar sus conclusiones basándose en el principio de que la causa subyacente universal y primaria tiene precedencia, y que la causa de los acontecimientos particulares es secundaria a ella; y que la fuerza está más asegurada y fortalecida cuando las estrellas, que son las señoras de la naturaleza universal, están configuradas con las causas particulares.

Se espera del astrólogo que posea los conocimientos y la conciencia de los ciclos mundanos que delinean los principios de fondo en el horóscopo personal. Ptolomeo cierra este libro con la promesa que en el próximo suministrará «con el orden debido» el procedimiento que permite las predicciones basadas en las cartas astrales de los individuos.


Libro III: horóscopos individuales (influencias genéticas y predisposiciones)


Los libros III y IV exploran lo que Ptolomeo denomina «el agente genetlialógico»: la interpretación de un horóscopo levantado para el momento del nacimiento de una persona. Explica que hay varios ciclos de vida a ser considerados, pero el punto de partida para toda investigación es el momento de la concepción o el nacimiento. El primero, «la génesis de la semilla», permite conocer los acontecimientos que preceden al nacimiento, y el segundo «la génesis del hombre» es «más perfecto en potencialidad»​ porque cuando el niño sale del útero y llega «ante la luz de la conformada apropiadamente en los cielos» se establecen el temperamento, la disposición y la forma física del cuerpo.​ Los dos momentos son descritos como vinculados por un «poder causativo muy similar», de modo que la simiente de la concepción toma forma independiente en un momento astrológicamente adecuado, por el cual el impulso de dar a luz se produce bajo una «configuración de tipo similar a la cual gobernó la detallada formación del niño en primer lugar».​ El capítulo II continúa este tema al discutir la importancia de calcular el grado exacto del ascendente al nacer, la dificultad de registrar el tiempo local con la suficiente precisión como para establecerlo​ y los métodos disponibles para rectificarlo. Es decir, asegurarse que la carta es correcta.


El capítulo III describe cómo el análisis del horóscopo es dividido en predicciones de:


Esenciales: cualidades genéticas establecidas antes del nacimiento, tales como las influencias familiares y paternales.

Aquellas que se conocen al nacer, como el sexo del niño y los defectos de nacimiento, y;

Aquellas que solo pueden ser conocidas después del nacimiento; como la duración de la vida, la calidad de la mente, las enfermedades, el matrimonio, los hijos y las fortunas materiales.

Ptolomeo explica el orden en el que cada tema se convierte en relevante, y lo continúa en su arreglo de los temas presentados en los capítulos restantes de los libros III y IV.


En primer lugar, trata de los asuntos prenatales, cubriendo a los indicadores astrológicos de los padres en el capítulo IV y a los hermanos en el capítulo V. Luego se ocupa de los asuntos «directamente relacionados con el nacimiento»,108​ explicando cómo juzgar cuestiones tales como: si el bebé será hombre o mujer (cap. VI); si el parto producirá gemelos o múltiples frutos (cap. VII); y si implicará defectos físicos o formas monstruosas, y de ser así, si están acompañadas de deficiencia mental, notabilidad u honor (cap. VIII).


La exploración de las preocupaciones posnatales comienza en el capítulo IX con una revisión de los factores astrológicos que ocurren cuando los niños no son criados. Esto considera las condiciones de los partos y bebés que parecen «medio muertos» o aquellos que han quedado a su suerte, incluyendo si hay posibilidad de que puedan ser tomados por vivos. El capítulo X detalla las técnicas para establecer la duración de la vida en circunstancias normales. Este es un paso importante y extenso del capítulo, cuyas técnicas requieren detalles astronómicos precisos y un conocimiento avanzado de técnicas de progresión complejas. Jim Tester comentó cómo Ptolomeo entra en un nivel inusual de detalle​ en una seriedad que el historiador francés Bouché-Leclercq describió como «la principal tarea de la astrología, la operación considerada más difícil por los practicantes; y como la más peligrosa y condenable por sus enemigos».​ Tal predicción implica habilidad judicial, así como maestría matemática ya que varios períodos «destructivos» pueden ser identificados pero contrarrestados por otras influencias astrológicas protectoras, dando como resultado períodos de peligro o enfermedad que no conducen a la muerte. Esto es seguido en el capítulo XI, por los principios astrológicos de los que se hace el juicio de la apariencia corporal y el temperamento. Las indicaciones planetarias siguen la lógica de sus asociaciones humorales, de modo que Júpiter, asociado al calor y a la humedad, otorga una combinación humoral que promueve el crecimiento; da gran tamaño a la forma corporal.​ Puesto que esto define, hasta cierto punto, la predisposición hacia aflicciones corporales, hay un flujo natural en torno al contenido del capítulo XII, que se centra en los indicadores astrológicos relacionados con lesiones y enfermedades. Se dan los detalles de asociaciones planetarias con órganos y funciones corporales, como Saturno que gobierna el bazo y Júpiter a los pulmones. Jim Tester señaló que varias listas de este tipo existen «en general, más o menos de acuerdo».


El tercer libro concluye con una discusión en los capítulos XIII y XIV de lo que se describe como una faceta «ampliamente omitida» de la doctrina de Ptolomeo: la «psicológica» que se refiere a la cualidad del alma o psique. El historiador Nicholas Campion ha discutido las raíces de la noción de que los reinos celestiales y psicológicos están conectados, que se remontan al siglo vi a. C., y en el caso de Ptolomeo presentan una mezcla de filosofía aristotélica y estoica, descansando en la visión platónica de que «viene de los cielos», que explica «cómo el carácter humano viene a ser determinado por los cielos».


Para Ptolomeo el alma incluye la facultad del razonamiento consciente, que es irracional y atribuido a la condición de Mercurio, y los elementos subconscientes e inconscientes de la mente, la «parte sensorial e irracional», que es sensible es atribuida a la condición de la Luna. Estos dos capítulos hacen un análisis de los impulsos instintivos y de las inclinaciones morales, preocupándose más por los motivos psicológicos y por la expresión conductual que por el temperamento físico descrito en el capítulo XI. Las enfermedades del alma son definidas como «afecciones totalmente desproporcionadas y patológicas», las cuales incluyen: la locura, la incapacidad de ejercer moderación o control, la inestabilidad de las emociones, la sexualidad depravada o desmesurada, las perversiones mórbidas y las violentas aflicciones de las partes de la intelectual y pasiva de la mente. Las explicaciones astrológicas están principalmente relacionadas con la influencia de los planetas destructivos que también están en configuraciones difíciles con Mercurio y el Sol o la Luna, o el planeta asociado con el impulso psicológico; por ejemplo, Venus, en materia de sexualidad. Campion ha señalado que estas asociaciones planetarias con cualidades psicológicas no son originales de Ptolomeo, pues están presentes en el Corpus hermeticum que estaba en circulación en Alejandría en el momento en el que Ptolomeo compiló su texto.


Dentro de este libro, Ptolomeo ha estudiado todos los temas que se relacionan con las cualidades internas, los patrones genéticos, las predisposiciones y las tendencias naturales presentes desde el nacimiento. Su exploración de los horóscopos individuales continúa en el libro IV, la única distinción de contenido es que los temas posteriores se relacionan con asuntos materiales y con experiencias de la vida; lo que Ptolomeo refiere como «accidentes externos».


La consideración de la duración de la vida, ocupa el primer lugar entre las investigaciones sobre los acontecimientos, ya que, como es dicho por los antiguos, es ridículo atribuir predicciones particulares a alguien que, por la constitución de los años de su vida, nunca alcanzará al momento de los acontecimientos predichos. Esta doctrina no es una cuestión sencilla, ni ajena a las demás, sino que es una manera compleja derivada de la dominación de los lugares con mayor autoridad.

—Ptolomeo, Tetrabiblos III. 2.


Libro IV: horóscopos individuales (accidentes externos)


El libro IV es presentado con una breve introducción para reafirmar la disposición del contenido como se describió anteriormente. Comienza con los tema de riqueza y honor. Dijo Ptolomeo: «así como la fortuna material está asociada con las propiedades del cuerpo, así el honor pertenece a las del alma». El capítulo II, sobre la riqueza material, emplea el «llamado porción de la Fortuna», aunque la instrucción de Ptolomeo entra en conflicto con la de muchos de sus contemporáneos al afirmar que para su cálculo «debemos medir en el horóscopo la distancia del Sol a la Luna, tanto en los nacimientos diurnos como nocturnos».​ La reputación de Ptolomeo aseguró que este enfoque de cálculo fuese adoptado por muchos astrológos medievales y renacentistas posteriores;​ aunque ahora se comprende que la mayoría de los astrólogos helenísticos invirtieron la fórmula del cálculo para los nacimientos nocturnos. Es notable que en su discusión «de la Fortuna y su dignidad», en el capítulo 3, Ptolomeo no hace referencia a la porción del espíritu o daimón, que normalmente se utilizaba como la contrapartida espiritual a la riqueza material y a la felicidad asociada con la «porción de la Fortuna». Esto es visto como una demostración de su aversión general, declarada en el capítulo 3 del libro III, a las «porciones y números de los cuales no puede darse una explicación razonable».


El capítulo siguiente, cuyo título est traducido por Robbins como «De la calidad de la acción», se refiere a las inclinaciones profesionales y a los indicadores de avance o declive de la carrera. Esto es seguido por el tratamiento del matrimonio en el capítulo V, que se refiere principalmente a la Luna en la carta astral de un hombre para describir a su esposa, y al Sol en la carta de una mujer para describir a su marido.​ Aquí Ptolomeo muestra el empleo de la técnica astrológica conocida como sinastría, en la que las posiciones planetarias de dos horóscopos seperados se comparan entre sí para obtener indicaciones de relación armoniosa o enemistosa.


Los siguientes cuatro capítulos completan la inspección de los temas natales, tratando con las materias sobre los niños (cap. VI), amigos y enemigos (cap. VII), los peligros de los viajes al extranjero (capt. VIII) y la calidad o el tipo de muerte (cap. IX), en contraposición al momento de la muerte considerado en el libro III capítulo X.


El capítulo fina de la obra es descrito como «muy curioso» para la introducción de un tema aparte al final del libro. Esto hace referencia a las «siete edades del hombre», que Ptolomeo mencionó brevemente en el libro III, capítulo I, como un asunto que varía el énfasis de las configuraciones astrológicas de acuerdo con el tiempo en que ocurren en la vida: «predecimos los eventos que vendrán en momentos específicos y varían en grado, siguiendo las llamadas edades de la vida».​ Su argumento es que, al igual que un astrólogo debe considerar las diferencias culturales «para que no equivocarse en la asignación apropiada de las costumbres, por ejemplo: confundir el matrimonio de un italiano con una de sus hermanas, en vez de decirlo de un egipcio como debería. También es necesario considerar la etapa de la vida en la que ocurren los acontecimientos astrológicos importantes; para asegurarse de que la predicción «armonice esos detalles que se contemplan en términos temporales con lo que es adecuado y posible para las personas en las diversas edades» y evitar las predicciones fuera de contexto, como un inminente matrimonio para un niño pequeño, o «el nacimiento de un hijo o cualquier otra cosa que encaje para hombres más jóvenes que para un hombre extremadamente viejo».​ Esto conduce a una discusión de los temas planetarios de las siete edades de la vida en las que:


[...] por la semejanza y la comparación dependen del orden de los siete planetas; comenzando con la primera edad del hombre y con la primera esfera nuestra, es decir, la de la Luna; y termina con la última de las edades y la más externa de las esferas planetarias, cuyo nombre es la de Saturno.


Los matrimonios en su mayor parte, son duraderos cuando en ambos progenitores las luminarias se encuentran en un aspecto armonioso entre sí, es decir, en trígono o en sextil [...] Los divorcios por pequeños pretextos y con alienaciones completas ocurren cuando las posisciones de las luminarias mencionadas arriba están en signos disyuntivos o en oposición o en cuadratura.

—Ptolomeo, Tetrabiblos IV. 5.


La información de este pasaje puede ser resumida como sigue:


Símbolo Planeta     Periodo Años Edad Tema planetario

Luna Primeros 4 años 0–3 Primera infancia Flexibilidad, crecimiento, variabilidad, nutrición del cuerpo.

Mercurio Siguientes 10 años 4–14 Infancia Desarrollo de la inteligencia, elocuencia, destreza física y mental.

Venus Siguientes 8 años 15–22 Juventud Impulso hacia el amor y la sexualidad, pasión ardiente, astucia.

Sol Siguientes 19 años 23–41 Adultez temprana Responsabilidades, ambición, sustancia, decoro, abandono de la juguetonería.

Marte Siguientes 15 años 42–56 Adultez Gravedad, realización de la flor de la vida, trabajar para completar los objetivos de la vida.

Júpiter Siguientes 12 años 57–68 Madurez completa Cumplimiento, jubilación, independencia, dignidad, deliberación, honor.

Saturno Años restantes 69–hasta la muerte Vejez Frialdad, debilidad, declive, impedimentos, desaliento.


El libro termina con una breve discusión sobre los ciclos astronómicos y simbólicos utilizados en la predicción de los eventos cronometrados, la cual incluye una mención de direcciones primarias, progresiones anuales, ingresos, lunaciones y tránsitos.


El traductor F. E. Robbins, quien hizo la traducción al inglés en 1940 para la Loeb; informó sobre un «problema desconcertante» con respecto al último párrafo del libro. Un grupo de manuscritos o se ha dejado sin incluir o se ha suministrado un texto que coincide con una Paráfrasis anónima de la obra, especulativamente atribuida a Proclo; el otro presenta un texto que es idéntico en contenido general, pero más largo, de acuerdo con los manuscritos que fueron transmitidos a través de las traducciones árabes.​ Robbins consideró cierto que el final que coincide con el texto de la paráfrasis es espurio. Robert Schmidt, el traductor inglés de la última edición del Project Hindsight, está de acuerdo con su preferencia, afirmando que el texto de este último «suena más ptolemaico, en términos generales».


Robbins explicó que la falta de un final, generalmente ocurre cuando los libros antiguos se compilaban en forma de códice en lugar de rollo. Dado que la edición parafraseada del Tetrabiblos tenía por objeto presentar el significado de la obra sin el propio estilo complicado de construcción de texto de Ptolomeo, Robbins dijo que «no puede concebir cómo alguien, excepto tal vez Ptolomeo; pudiese haber invertido el proceso y desarrollarlo en el tortuoso e indescifrable griego tardío en vez del lenguaje relativamente simple de los primeros helenos».​ Por lo tanto, ofrece ambas versiones del final, mientras que lleva su apoyo a lo que se encuentra en la versión árabe del texto. Esto hace que el libro concluya con Ptolomeo declarando: «ya que el tema de las natividades se ha revisado sumariamente, sería bueno llevar este procedimiento, también, a un ajuste de cierre».


Ediciones y traducciones

No han sobrevivido los manuscritos originales del texto; sus contenidos son conocido gracias a las traducciones, fragmentos, copias parafraseadas, comentarios y manuscritos griegos posteriores.​ La investigadora astrológica Deborah Houlding sugiere, en un análisis de cómo los puntos específicos coinciden o varían entre las diferentes ediciones; que las áreas de detalles conflictivos se han visto afectadas por tres corrientes principales de transmisión: los manuscritos que han pasado a través de la traducción árabe; aquellos basados en una edición parafraseada; y los manuscritos que datan de cuatro siglos más tarde que los de los árabes, pero que no han sufrido traducciones al griego.


Traducciones árabes

El manuscrito más antiguo es una traducción al árabe compilada en el siglo ix d. C. por Hunayn ibn Ishaq. Esta fue traducida primero al latín en Barcelona por Platón de Tívoli en 1138 y llegó a ser influyente como la primera introducción completa del trabajo astrológico de Ptolomeo en la Europa medieval. De estas, sobreviven al menos nueve manuscritos y cinco impresiones renacentistas.


Otras traducciones latinas, hechas utilizando fuentes árabes, incluyen un trabajo anónimo e inédito, compilado en el 1206 y otro en el siglo xiii d. C. por Egidio Tebaldi, conocido también como Aegidius de Thebaldis. Por lo general, las traducciones latinas hechas desde textos árabes fueron distribuidas con un comentario compliado por Ali ibn Ridwan «Haly» en el siglo xi d. C..


La traducción de Egidio de Tebaldi fue publicada por primeravez por Erhard Ratdolt en 1484 junto con el comentario de «Haly» y junto a una lista «cuasiptolemaica» de aforismos conocidos como el Centiloquium. Esto ha sido descrito como «la creación de las prensas italianas de finales del siglo xv d. C.


Ediciones basadas en paráfrasis

Una paráfrasis griega anónima es especulativamente atribuida al filósofo Proclo del siglo v d. C.. A menudo es referida como la Paráfrasis de Proclo aunque su autencidad es cuestionable, siendo descrita como «muy dudosa» por el profesor universitario alemán Stephan Heilen.​ El contenido de la paráfrasis es cercano al de los manuscritos del Tetrabiblos pero utiliza texto simplificado con el objetivo de proporcionar lo qu Heilen llama «una versión más fácil de entender de la complicada obra original».


No existe una edición moderna crítica de este texto. El manuscrito más antiguo se remonta al siglo x d. C. y se encuentra en la Biblioteca Apostólica Vaticana (Ms. Vaticanus gr. 1453, S. X., ff. 1–219).  Parte del texto de la paráfrasis fue publicado con una traducción latina y prefacio de Philipp Melanchthon en Basilea en 1554; pero esta no fue ampliamente difundida.  Una reproducción completa con una traducción al latín acompañante fue elaborada hacia el 1630 por el erudito vaticano León Alacio «para su propia satisfacción privada» y esta fue publicada por los cajistas de la casa Elzevir de Leiden en 1635; aparentemente sin conocimiento o consentimiento de Alacio.


La traducción al latín de Alacio fue utilizada como la fuente de todas las traducciones inglesas del Tetrabiblos antes de la edición de Robbins de 1940.  Estas incluyen traducciones hechas por John Whalley (1701); la edición corregida Whalley hecha por Ebenezer Sibly y su hermano (1786); J. M. Ashmand (1822); James Wilson (1828); y otros manuscritos de circulación privada del siglo xix d. C. como el de John Worsdale.


Manuscritos griegos

Aunque no quedan copias del manuscrito original de Ptolomeo, hay otras obras antiguas como la Apotelesmática I de Efastio de Tebas, que describe o reproduce algunos de sus pasajes. Estos fueron utilizados para ayudar a verificar las áreas de contenido en disputa.


El manuscrito griego más antiguo y bastante completo del texto, en lugar de la edición parafraseada hecha de él; está fechado en el siglo xiii d. C.. Dos o tres otros datan del siglo xiv d. C., pero la mayoría se remonta a los siglos xv y xvi.​ En la «Introducción» de la traducción hecha en 1940 por Frank Eggleston Robbins, informa de la existencia en las bibliotecas europeas de al menos 35 manuscritos que contenían la totalidad o una gran parte del Tetrabiblos.


La primera edición impresa fue hecha en 1535 acompañada de una traducción al latín del erudito clásico alemán Joachim Camerarius. La cual fue reimpresa en 1553 y es «notable por ofrecer la primera traducción al latín basada en una fuente griega en lugar de una árabe. Robbins anotó los números de página de la edición de 1553 del texto en griego para enfrentarlo a su traducción al inglés, afirmando: «Mis arreglos han sido hechos contra la segunda edición de Camerarius, porque hasta ahora éste ha sido el texto modelo y era lo más conveniente».


También en 1940 en Alemania fue publicada una edición crítica en griego fue publicada por la biblioteca Teubneriana, basada en la obra inédita de Franz Boll que fue completada por su estudiante Emilie Boer. Robbins lamentó no haber podido hacer referencia a esto en la preparación de su traducción al inglés.


En 1944, la edición conjunta, Boll y Boer, se convirtió en la base de una traducción inglesa serializada por Robert Schmidt, publicada por el Project Hindsight. El prefacio del traductor era crítico de la comprensión de Robbins sobre algunas de las «cuestiones conceptuales implicadas» y discutió la necesidad de una nueva traducción inglesa que reconociera la «superioridad probable del texto de la Teubneriana editado por Boll y Boer en 1940».


La más reciente edición crítica del texto en griego fue hecha por el profesor alemán Wolfgang Hübner y publicada por la Teubneriana en 1988. Está basada en 33 manuscritos completos y 14 parciales, Hübner también incorporó las notas inéditas de Boer y el razonamiento dado en las ediciones de Robbins y en las de Boll y Boer.  La edición de Hübner es considerada ahora una autoridad. El comentario de un revisor de The classical review declaró que «es evidente el progreso con respecto a las ediciones anteriores en prácticamente todas las páginas».


Textos asociados

Comentarios

Además del comentario árabe sobre el Tetrabiblos de Ali ibn Ridwan «Haly» en el siglo xi d. C.,145​ se le prestó una marcada atención a un comentario griego anónimo, que tiene orígenes más antiguos y oscuros. Fue escrito en una fecha incierta, ya sea en la antigüedad tardía o durante el período bizantino. Esto también se le atribuye a Proclo, como presunto autor de la paráfrasis, aunque Heilen ha señalado que tal atribución «parece una conjetura».146​ Houlding también ha señalado que, las diferencias en la información tabulada y presentada dentro de la paráfrasis y los comentarios, «es un argumento contundente de que ambos no pueden ser obra del mismo autor».


El Comentario en griego fue impreso por primera vez en 1559 acompañada de una traducción al latín acompañada por Hieronymus Wolf. Este decía basarse en un manuscrito muy corrompido que requería numerosas conjeturas de un amigo erudito de Wolf, que prefirió permanecer en el anonimato en vez de enfrentarse a reproches por «meterse en este tipo de literatura». La edición de Wolf estaba ligada a una Introducción al Tetrabilos, atribuida, tentativamente, a Porfirio y los escolios a Demophilus.


El propósito de los Comentarios era ofrecer ilustraciones demostradas y una explicación más completa de los principios astrológicos descritos por Ptolomeo. Siguiendo a la edición de Wolf, fueron incorporados grandes pasajes a obras astrológicas en latín, los cuales incluían extensas colecciones de horóscopos de ejemplo. Dos de estos ejemplos notables son los de Gerolamo Cardano Ptolemaei de astorvm ivdiciis, Basilea, 1578; y Speculum astrologiae de Francisco Junctinus, Lugduni, 1583.  Los traductores modernos, en sus anotaciones explicativas, siguen haciendo referencia a los Comentarios de Hieronymous Wolf.


Centiloquium

El Centiloquium ‘cien refranes’ era el título en latín común para una colección de cien aforismos astrologicos importantes. También se le conoce en latín como Liber fructus del árabe: Kitab al-Tamara y del hebreo Sefer ha-Peri ‘Libro del fruto’​ Esto último refleja la creencia que esta obra ofrecía una suma de los principios astrológicos clave de Ptolomeo y por lo tanto se presentó «El fruto de sus cuatro libros».​ Inicia, como todas las obras de Ptolomeo, con una dedicatoria a «Syrus», que ayudó a apoyar la asunción de la autenticidad ptolemaica de la obra.


Los tempranos manuscritos comúnmente estaban acompañados por un comentario de Ahmad ibn Yusuf al-Misri (835–912) en su empleo de la obra de Ptolomeo. Este fue traducido al latín al mismo tiempo que se hacían las traducciones de las ediciones árabes del Tetrabiblos. Las primeras fueron hechas por Johannes Hispaniensis en 1136 y por Platón de Tívoli en 1138.


Ali ibn Ridwan «Haly», que había producido el comentario árabe sobre la obra de Ptolomeo, notó que los aforismos ponían en relieve los principios de la astrología judiciaria y se preguntaba por qué Ptolomeo no había la cobertura de estos temas en el Tetrabiblos. Gerolamo Cardano fue el primero en declarar la obra una falsificación basada en tales diferencias, refiriéndose en su comentario de una argumentación de Galen sobre el Tetrabiblos : «En los tiempos antiguos, los reyes que intentaban construir grandes bibliotecas, por lo que compraron los libros de hombres famosos a precios muy altos haciendo que los hombres atribuyesen las obras a los antiguos.


La autoría del texto ahora es atribuida a imitadores de Ptolomeo. Algunos estudiosos sugieren que Ahmad ibn Yusuf fue su verdadero autor.​ Otros creen que el Centiloquium, aunque no fuese de Ptolomeo, conserva cierta colación de materiales auténticos de la astrología helenística.​ En última instancia, la suposición histórica de que el Centiloquium era parte del legado astrológico de Ptolomeo le dio un influencia generalizada en el período medieval, por el cual se estableció como un texto importante dentro de la tradición astrológica.

quinta-feira, 25 de maio de 2023

Astrología


La astrología, en su acepción más amplia, es un conjunto de tradiciones y creencias que sostienen que es posible reconocer o construir un significado de los eventos celestes y de las constelaciones, basándose en la interpretación de su correlación con los sucesos terrenales; este paralelismo se utiliza como método de adivinación y de inferencia del carácter de las personas. Además de la astrología occidental, la astrología china y la hindúa​ o védica también se han vuelto populares en Europa y América.​ En general, las predicciones de la astrología carecen de validez científica o capacidad explicativa de acuerdo a los estándares de la ciencia moderna y son a menudo consideradas como pseudocientíficas.

La astrología occidental tiene sus orígenes durante los tiempos precristianos en Babilonia y en el antiguo Egipto. En la astrología moderna occidental son reconocibles las bases y principios de interpretación así como también los cálculos, que son heredados de la astrología helenística que a su vez los heredó de la grecoegipcia Alejandría. Es a partir de ese entonces que surge la astronomía como un sistema de observación y detección matemática del cielo libre de interpretaciones, manteniéndose durante mucho tiempo como una ciencia auxiliar de la astrología.

La astrología tiene en Europa una historia accidentada. Fue atacada y marginada después de la elevación del cristianismo como la religión de estado del imperio romano. Pero en las postrimerías de la Edad Media recuperó su reputación, y desde el Renacimiento hasta el siglo xvii d. C., era aceptada como una ciencia. Sin embargo y a raíz de la Ilustración, perdió credibilidad entre los académicos. Desde 1900 surgió un nuevo interés en la astrología y desde 1960, gracias al movimiento de la nueva era que apareció en el hemisferio occidental, recuperó su popularidad.

La ciencia moderna estudia a la astrología actual desde la perspectiva de las ciencias de la religión y de la historia cultural.


Etimología


La palabra astrología proviene del latín astrologĭa /astrologuía/ y esta del griego ἀστρολογία /astrologuía/.​ Está compuesta por las palabras άστρον /ástron/ ‘estrellas’, que a su vez viene de ἀστῆρ /astḗr/ ‘estrella’, ‘constelación’, y λόγος /lógos/ ‘compendio’, ‘tratado’, ‘discurso’; en este caso su significado se relaciona más con «discurso», pues λογία /loguía/ es un sufijo que denota, en general, disciplina o material de enseñanza.

El lexema ἀστῆρ /astḗr/ está vinculado con las raíces protoindoeuropeas *ster~/*~stel (sust.) ‘estrella’ presente en la palabra castiza «estrella» que llega desde la latina «stella». También puede vérsele en: astronomía, asteroide, asterisco, desastre, desastroso y muchas otras.

El lexema ~λογία /logíā/ viene de λόγος /lógos/ ‘palabra’, ‘expresión’ y está vinculado a la raíz indoeuropea *leg~ ‘coger’, ‘escoger’, más el lexema ~ία /~íā/ ‘acción’, ‘cualidad’. Este vocablo pasó a significar «discurso» y después «tratado» y «ciencia». Puede vérsela en: biología, cardiología, dermatología, enología, meteorología, metodología y muchas más.

Etimológicamente hablando la astrología es «el discurso sobre las estrellas», que se centra en mayor medida en el sol, la luna y los planetas del sistema solar y, en menor medida, en las estrellas; como por ejemplo: Espiga, Antares y Regulus, y en galaxias como Andrómeda.


Historia


Muchas culturas, como la hindú,b​ la china, la maya y otras más, le han atribuido importancia a los eventos astronómicos, por lo que desarrollaron elaborados sistemas para predecir los eventos terrestres basándose en las observaciones de la bóveda celeste. En Occidente, la astrología muy a menudo consiste en un sistema de horóscopos —diagrama que representa al cielo al momento de algún evento—, y en la interpretación o lectura de la carta astral —gráfico que representa al firmamento al momento del nacimiento de una persona—, lo que les permite a la mayoría de astrólogos de oficio comprender el pasado, conocer el presente y predecir el futuro,​ buscando así explicar las características de la personalidad de un individuo basándose en las posiciones del sol, la luna y otros cuerpos celestes.

Se estima que la astrología existe desde por lo menos el segundo milenio antes de nuestra era y sus raíces parecen ser los calendarios agrícolas que se utilizaban para predecir los cambios estacionales y para interpretar los ciclos celestes como señales de comunicación divina.14​ Una forma de astrología se practicaba durante la primera dinastía mesopotámica (1950-1651 a. C). La astrología china se desarrolló durante la dinastía Zhou (1046-256 a. C). Después del 332 a. C., la astrología helenística se mezcló con la astrología decánica, de origen egipcio, concretamente de Alejandría, creando lo que se conoce como el horóscopo astrológico. La conquista de Asia Menor por Alejandro Magno permitió la propagación de la astrología a las antiguas Grecia y Roma. En esta última, la astrología fue asociada con la «sabiduría caldea». Después de la conquista de Alejandría por parte de los musulmanes, en el siglo vii d. C., la astrología fue estudiada por los eruditos islámicos, quienes tradujeron los textos helenísticos al árabe preclásico y al persa medio. Durante el siglo xii d. C. los textos árabes fueron importados a Europa y traducidos al latín, lo que ayudó a iniciar el Renacimiento europeo de ese siglo, cuando los principales astrónomos, como Galileo Galilei (1564-1642), Tycho Brahe (1546-1601) y Johannes Kepler (1571-1630), fungían como astrólogos de las respectivas cortes reales de sus países. En la literatura renacentista aparecen referencias astrológicas en las obras de poetas como Dante Alighieri (1265-1321) y Geoffrey Chaucer (1343-1400) y de dramaturgos como Lope de Vega (1562-1635), Christopher Marlowe (1564-1593), William Shakespeare (1564-1616) y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

A lo largo de su historia, la astrología fue aceptada en los contextos políticos y académicos como una tradición erudita y era parte integral de otros estudios como la astronomía, la alquimia, la meteorología y la medicina.15​ Hacia el final del siglo xvii d. C., nuevos conceptos como el heliocentrismo de la astronomía y la mecánica newtoniana de la física, pusieron en duda los fundamentos de la astrología, logrando con ello que la misma perdiese su posición académica y teórica, y por esto la creencia común en ella se ha ido reduciendo en gran medida.


Antigüedad


La astrología, en su acepción más amplia, es la búsqueda de la lógica o el sentido del cielo. Las primeras evidencias de esta búsqueda datan desde hace 25 000 años y consisten en marcas en huesos y en paredes de cuevas, que demuestran que los ciclos lunares habían sido estudiados por los seres humanos en un intento consciente para medir, registrar y predecir los cambios estacionales. Este fue el primer paso para registrar la influencia de la luna sobre las mareas y los ríos; y un primer paso para la creación de un calendario común a estos dos tipos de influencias. Los problemas agrícolas se resolvieron con el aumento de los conocimientos de los momentos en los que las constelaciones aparecen durante las diferentes estaciones del año, lo que permitió relacionar la presentación en el cielo de ciertos grupos de estrellas con las inundaciones anuales o los momentos estacionales propicios para ciertas actividades. Ya para el tercer milenio antes de Cristo, varias civilizaciones tenían un sofisticado conocimiento de los ciclos celestes que usaron para orientar los templos de tal manera que quedasen alineados con el orto helíaco de las estrellas.

Hay evidencias dispersas que sugieren que las inmemoriales y conocidas referencias astrológicas son copias de textos aún más ancestrales escritos durante la antigüedad. Existen reportes realizados durante el reinado del rey Sargón I de Acad (2334-2279 a. C.) que dicen que la Tablilla de Venus de Ammisaduqa fue recopilada en Babilonia aproximadamente en el año 1700 a. C.​ Una serie de rollos, los textos de los tiempos del Antiguo Testamento (alemán: Texte aus der umwelt des Alten Testaments), documenta el uso temprano de la astrología electiva, dubitativamente atribuido al gobierno de Gudea de Lagash (c. 2144-2124 a. C.), en el que se describe cómo los dioses le revelaron en sueños cuáles constelaciones le serían más favorables para construir su planeado templo.​ Sin embargo, existe controversia sobre si realmente estos rollos registran fielmente los hechos o si simplemente fueron atribuidos a esos gobernantes en épocas posteriores. La evidencia más remota e indiscutible del uso de la astrología como un sistema integrado de conocimiento es, por lo tanto, la que se le atribuye a los registros de la primera dinastía mesopotámica (1950-1651 a. C). Esta astrología tenía cierto paralelismo con la helenística —conocida hoy como astrología occidental—, incluyendo al zodiaco, un punto vernal cerca a los 9° de Aries, el aspecto trígono, las exaltaciones planetarias y las doce divisiones de 30° cada una (dodecatemoria). No obstante, los babilonios consideraron a los eventos celestes como posibles señales más que como causas de eventos físicos.

El sistema astrológico chino fue confeccionado durante la dinastía Zhou (1046-256 a. C.) y prosperó durante la dinastía Han (siglos ii a. C. al ii d. C). En este sistema todos los elementos conocidos en la tradición china: la doctrina del yin y el yang, la teoría de los cinco elementos, el Cielo y la Tierra, la moral confuciana; fueron unidos para formalizar los principios filosóficos de la medicina tradicional china, el feng shui, que en la antigua china era una especie de geomancia, la astrología y la alquimia chinas.


Egipto helenístico


Tras la ocupación de Alejandro Magno en el 332 a. C., la cultura en Egipto pasó a ser helenística. Tras su conquista este funda la ciudad de Alejandría, convirtiéndose en el lugar en donde la astrología babilónica se mezcló con la astrología decánica egipcia y generó la astrología horoscópica. Esta última abarcaba al zodiaco babilónico con su sistema de exaltaciones planetarias, a las triplicidades de los signos y a la importancia de los eclipses. Se utilizó el concepto egipcio de dividir el zodiaco en treinta y seis decanatos de diez grados cada uno, con énfasis en el decanato ascendente y el sistema griego de los dioses planetarios, signo solar y los cuatro elementos.​ Los textos del siglo ii a. C. predecían las posiciones de los planetas en los signos del zodiaco en el momento de la salida de algunos decanatos, particularmente Sotis,​ diosa de la estrella Sirius. El Tetrabiblos, obra del astrólogo, astrónomo, químico, geógrafo y matemático Claudio Ptolomeo (90 o 100-168 o 170 a. C) quien vivió en Alejandría; se configuró como la base de la astrología occidental y fue considerada obra de referencia entre los escritores astrológicos durante más de mil años. Durante el siglo i a. C. el zodiaco de Dendera compartió con la astrología babilónica dos signos: Libra y Escorpio. En el 525 a. C., Egipto fue conquistado por los persas.


Grecia y Roma


La conquista de Asia Menor por Alejandro Magno, expuso a los griegos a las ideas provenientes de Siria, Babilonia, Persia y Asia Central.​ Alrededor del 280 a. C., Beroso el Caldeo, sacerdote de Bel en Babilonia, se trasladó a la isla griega de Cos para enseñar la astrología de la cultura babilónica. Para el siglo i a. C., existían dos variedades de astrología; la que usaba horóscopos para describir el pasado, presente y futuro; y la astrología teúrgica que hacía hincapié en la ascensión del alma hacia las estrellas.​ La influencia griega cumplió una función crucial en la transmisión de la teoría astrológica a Roma.

La primera referencia clara sobre la astrología en Roma, viene del orador Catón el Viejo (234-149 a. C.), quien en el 160 a. C. advirtió a los capataces agrícolas de no consultar a los caldeos34​ a quienes describió como los «observadores de estrellas».35​ Babilonia —conocida también como Caldea— fue tan identificada con la astrología que entre los griegos y los romanos la expresión «sabiduría caldea» se convirtió en sinónimo de adivinación mediante la observación de los planetas y las estrellas.

El De divinatione de Cicerón (44 a. C.), que rechaza la astrología y otras técnicas supuestamente adivinatorias, es una rica fuente histórica para conocer la concepción de la cientificidad en la antigüedad romana clásica.

El poeta y satírico romano Décimo Junio Juvenal del siglo ii d. C., se quejó de la permanente influencia de los caldeos, diciendo «[...] Pero en los caldeos será mayor la confianza: todo cuanto diga un astrólogo creerán que ha sido traído de la fuente de Ammón, [...]».

Uno de los primeros astrólogos que llevó la astrología hermética a Roma fue el gramático de la lengua griega, de la lengua egipcia y comentarista literario egipcio Trasilo de Mendes (c. Segunda mitad del siglo i a. C.-Primera mitad del siglo i d. C.), astrólogo del emperador Tiberio​ (42 a. C.-37 d. C.), quien fue el primero en tener un astrólogo en su corte,​ aunque su predecesor el césar Augusto (63 a. C.-14 d. C.) se apoyó en la astrología para legitimar sus derechos imperiales.


Objeciones en la antigüedad


El jurista, político, filósofo, escritor y orador Cicerón (106-43 a. C.) postuló la objeción de los gemelos, los cuales nacen con poca diferencia de tiempo pero sus personalidades pueden ser muy diferentes. Este postulado fue desarrollado más tarde por San Agustín. Cicerón sostuvo que, la influencia de los planetas que están más allá de la Luna podrían tener solo una pequeñísima influencia en la Tierra en comparación con su satélite. También argumentó que si la astrología explica todo sobre el destino de una persona, entonces se omite, erróneamente, el visible efecto de las capacidades heredadas y la crianza de los hijos sobre el destino de los individuos; los cambios en la salud gracias a las medicinas o los efectos del clima en las personas.

El filósofo griego sofista Favorino (80-160) argumentó que era absurdo imaginar que las estrellas y los planetas afectan a los cuerpos humanos de la misma forma en que afectan a las mareas,​ y es igualmente absurdo que pequeños movimientos en los cielos ocasionen grandes cambios en el destino de las personas. El médico y filósofo griego del escepticismo pirroniano Sexto Empírico (c.160-c.210) arguyó que era absurdo vincular atributos humanos con los mitos sobre los signos del zodiaco.​ El filósofo y orador griego Carnéades (c. 214-c. 129 a. C.) alegó que la creencia en el destino niega el libre albedrío y la moral; que las personas nacidas en diferentes momentos pueden morir todas en el mismo accidente o batalla; y que, contrariamente a las uniformes influencias de las estrellas, tribus y culturas son todas diferentes.

El filósofo griego neoplátonico Plotino (205-270) planteó que, ya que las estrellas fijas son mucho más distantes que los planetas, es risible imaginar que el efecto de los planetas sobre la humanidad deba depender de su posición con respecto al zodiaco. También sostuvo que es falsa la interpretación que afirma que las conjunciones de la Luna con los planetas, sean tan benéficas como llena esté la Luna, y maléficas como menguante esté; según Plotino esto es evidentemente falso, pues desde el punto de vista de la Luna, la mitad de su superficie siempre estará iluminada por la luz solar. Debido a la perspectiva desde la Tierra, menguante debería ser mejor, pues la Tierra recibe algo de luz de Luna, pero cuando desde nuestra perspectiva ella está llena, la faz que mira a la Tierra está oscura, por lo tanto debería ser malo.


Medioevo

India


Los principales textos sobre los que se basa la astrología clásica de la India son las primeras recopilaciones medievales, especialmente la Brihat Parashara Hora Sastra (AITS: Bṛhat Parāśara Horā Śāstra) y la Saravali (AITS: Sārāvalī), esta última fue escrita por Kalyanavarman (AITS: Kalyāṇavarman). La Hora Sastra es una obra compuesta de 71 capítulos, de los cuales la primera parte, capítulos 1 a 51, data entre el siglo vi d. C. hasta principios del vii d. C.; y la segunda parte, capítulos 52 a 71, data del siglo viii d. C. en adelante. Igualmente la Saravali puede fecharse alrededor del año 800 d. C.48​ Las traducciones al inglés de estos textos fueron publicadas por N. N. Krishna Rau y V. B. Choudhari en 1963 y 1961, respectivamente.


Mundo musulmán


Tras la conquista de Alejandría por los árabes en el siglo vii d. C. y la fundación del califato abasí en siglo viii d. C., la astrología fue estudiada por los eruditos árabes. El segundo califa abasí Al-Mansur (712-775), fundó la ciudad de Bagdad para que fuese un centro de aprendizaje, incluyendo en su diseño una biblioteca de traducciones que fue conocida como la «Casa de la sabiduría» (en árabe en árabe: بيت الحكمة‎ /Bayt al-Hikmah/), que fue la encargada de seguir desarrollando la herencia cultural y promovió ampliamente la traducción de los textos astrológicos helenísticos al árabe preclásico y al persa medio. Los primeros traductores incluyen a Mashallah ibn Athari, que ayudó a elegir el momento propicio para la fundación de Bagdad,​ y a Sahl ibn Bishr, también conocido como «Zael», cuyos textos tuvieron directa influencia sobre los astrólogos europeos posteriores como Guido Bonatti del siglo xiii d. C. y William Lilly del siglo xvii d. C..​ Los conocimientos habidos en los textos árabes, llegaron a Europa gracias a las traducciones al latín en el siglo xii d. C.. Estos saberes fueron uno de los impulsores del Renacimiento europeo.


Europa


El primer libro astrológico publicado en Europa fue el Liber Mundi Planetis et Climatibus (Libro de los planetas y regiones del mundo), que apareció entre el 1010 y el 1027, y que pudo haber sido escrito por Gerberto de Aurillac (c. 945-1003), papa Silvestre II.​ El Tetrabiblos de Claudio Ptolomeo fue traducido al latín por Platón de Tívoli en 1138.​ El teólogo dominico Tomás de Aquino (1224 o 1225-1274) siguió la propuesta aristotélica de que las estrellas gobiernan el imperfecto cuerpo «sublunar», en un intento por conciliar la astrología con el cristianismo que afirmaba que Dios gobierna el alma.52​ Se dice que el matemático, astrónomo, astrólogo y médico italiano del siglo xiii d. C., Campano de Novara (1220-1296), fue quien ideó el sistema de las casas astrológicas que divide la prima vertical en «casas», todas ellas en arcos iguales de 30°,​ aunque este sistema ya estaba siendo utilizado en el Oriente. El astrónomo del siglo xiii d. C. Guido Bonatti escribió el Liber Astronomicus (Libro astronómico), del cual Enrique VII de Inglaterra era propietario de una copia hacia finales del siglo xv d. C..

En la cántica del Paraíso, que es la parte final del poema medieval la Divina comedia, el poeta italiano Dante Alighieri hace referencia a los planetas astrológicos con lujo de detalles,​ aunque adaptando la astrología tradicional a su punto de vista del cristianismo. Por ejemplo: usa el pensamiento astrológico en sus profecías sobre la reforma a la cristiandad.


Objeciones medievales


En el siglo vii d. C., Isidoro de Sevilla (c.556-636) en su Etimologías (Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti) sostuvo que la astronomía describe los movimientos de los cielos, mientras que la astrología tenía dos partes: una era científica, que describe los movimientos del Sol, la Luna y las estrellas; y la otra que hace predicciones es teológicamente errónea. En contraste, en el siglo xiv d. C. John Gower (1330-1408) definió a la astrología como esencialmente limitada a la elaboración de predicciones.​ La influencia de los astros estaba dividida a su vez en astrología natural, por ejemplo: los efectos en las mareas y el crecimiento de las plantas, y la astrología judiciaria, con sus predicciones de los supuestos efectos en las personas.​ No obstante, el escéptico del siglo xiv d. C. Nicolás Oresme (c. 1323-1382), incluyó la astronomía como parte de la astrología en su Livre de divinacions (Libro de adivinaciones). Oresme sostuvo que los enfoques de su época sobre la predicción de plagas, guerras y sobre el clima, eran inadecuados, pero que tales predicciones eran un campo válido de investigación. Sin embargo, atacó el uso de la astrología para elegir el momento de las acciones —la llamada astrología judiciaria— como totalmente falsa, y rechazó que la acción humana esté sujeta a la determinación de las estrellas debido a la existencia de la libre voluntad. El fraile Laurens Pignon (c. 1368-1449)​ rechazó asimismo todas las formas de adivinación y determinismo, incluyendo el astral, en su obra Contre les devineurs (En contra de los adivinadores).​ Esto estaba en oposición a la tradición llevada por el astrónomo árabe Albumasar (787-886) cuyas obras Introductorium in astronomian (Introducción a la astronomía) y De magnis coniunctionibus (Sobre la gran conjunción), sostenían el enfoque de que tanto las acciones individuales como la historia a gran escala son determinadas por las estrellas.


Renacimiento


Varios eruditos del Renacimiento practicaron la astrología para reyes y nobles, a los que principalmente daban consejos médicos y políticos.67​ Gerolamo Cardano (1501-1576) levantó el horóscopo del rey Eduardo VI de Inglaterra (1537-1553); a su vez John Dee (1527-1608 o 1609) fue el astrólogo personal de Isabel I de Inglaterra (1533-1603). En 1566, Catalina de Médici (1519-1589) le pagó a Nostradamus (1503-1566) para que verificase la predicción hecha por su consultor astrológico el obispo Luca Gaurico (1475-1558), sobre la muerte de su esposo el rey Enrique II de Francia (1519-1559). Los principales astrónomos que fungían como astrólogos para las cortes reales incluyen a Tycho Brahe (1546-1601) para la corte real de Dinamarca, Johannes Kepler (1571-1630) para los Habsburgo y Galileo Galilei (1564-1642) para los Médici. El astrónomo y astrólogo espiritual Giordano Bruno (1548-1600) fue quemado en la hoguera en Roma en 1600 acusado de herejía; el fundamento procesal se basó en varios puntos, entre los que se encuentran: «Decir que existen múltiples mundos; tener opiniones favorables sobre la metempsicosis y sobre la transmigración del espíritu en otros seres humanos después de la muerte; y por ocuparse en asuntos de magia y adivinación».​ La distinción entre astrología y astronomía no era completamente clara en este tiempo. Con frecuencia, los avances en astronomía se debían al deseo de mejorar la exactitud de la astrología.

Durante la época isabelina en Inglaterra, fueron muy populares las efemérides, que contienen complejos cálculos astrológicos y astronómicos; y los almanaques, que interpretaban los acontecimientos celestes para su uso en medicina y para la elección de los momentos propicios para el sembradío.​ En 1597, el matemático y médico inglés Thomas Hood (1799-1845), fabricó un conjunto de instrumentos de papel que utilizó para superponer las órbitas de los cuerpos celestes, dichos instrumentos permitían a los estudiantes conocer las relaciones de las estrellas fijas o constelaciones con el medio cielo y las doce casas astrológicas. Las herramientas de Hood también ilustran, con fines pedagógicos, las relaciones entre los signos del zodiaco, los planetas y las partes del cuerpo humano que se creían gobernadas por planetas y signos.​ Si bien, la presentación de Hood fue innovadora, su información astrológica era en gran medida la ya conocida, la cual fue o bien tomada del disco astrológico de Gerardus Mercator (1512-1594) que este último elaboró en 1551, o bien de una fuente utilizada por Mercator.

En Inglaterra la astrología alcanzó su cenit en el siglo xvii d. C..​ Los astrólogos eran los teóricos, los investigadores y los ingenieros de la sociedad, también daban asesoramiento personal a cada monarca. Entre otras cosas, estos aconsejaban sobre el mejor momento para hacer un viaje o recoger la cosecha, diagnosticaban enfermedades físicas o mentales y hacían prescripciones médicas; y predecían desastres naturales. Todo esto se sustentaba en un sistema en el que el Todo —la gente, el mundo, el universo— está interconectado. La astrología coexistió tranquilamente con la religión, la magia y la ciencia.


Ilustración y Edad Moderna


La astrología fue considerada por los pensadores de la Ilustración como el ejemplo arquetípico de la superstición, la creencia en fuerzas ocultas y superiores.​ Para ellos, la lucha contra la astrología parecía ser una batalla general, así como un compromiso político con el secularismo y el racionalismo en contra del oscurantismo. Paradójicamente, los argumentos críticos contra la astrología parecen más retóricos que lógicos, utilizando principalmente argumentos polémicos​ o de autoridad,​ en lugar de un enfoque razonado.

Hacia finales del siglo xviii d. C., época del triunfo racionalista, es cuando se da el divorcio definitivo entre la astronomía y la astrología. El siglo xix d. C. es científico. En Francia, la astrología quedó limitada a círculos esotéricos clandestinos como espiritistas, cabalistas, teósofos y otros.​ En el Imperio británico, su estado evolucionó con el teósofo Alan Leo (1860-1917), quien realizó un análisis más categórico para las predicciones, basándose en que el carácter forja el destino. Por el contrario, un compilador inglés de almanaques, Richard Saunders, siguió el espíritu de la época e imprimió un irónico Discourse on the invalidity of astrology (Discuso sobre la invalidez de la astrología); mientras que en Francia el Diccionario de Pierre Bayle de 1967 sostenía que el tema era pueril.

En el siglo xx d. C., la astrología pasó por un renacimiento popular como parte del espiritualismo y más tarde, como parte de la filosofía de la nueva era, y a través de almanaques, revistas y programas de radio y televisión.​ Las nuevas versiones incorporan afirmaciones sobre los valores simbólicos de los planetas que orbitan más allá de Saturno y de los asteroides, así como nuevas teorías, como la astrología estadística85​ A principios de este siglo, la astrología reaparece en el campo científico a través de la psicología profunda desarrollada por Carl Gustav Jung (1875-1961),​ durante su exploración de los símbolos antiguos, dijo descubrir, a pesar de todo, una fuerte relación entre la astrología y la psicología:

Lo que es sorprendente es que realmente había una curiosa coincidencia entre los hechos astrológicos y los hechos psicológicos, por lo que podemos aislar un momento en el tiempo a partir de las características de un individuo y, también, podemos deducir sus características en un momento dado en el tiempo

—Carl Jung


Principios y práctica


Los partidarios de la astrología la han definido como un lenguaje simbólico, una forma de arte, una ciencia y un método de adivinación.88​89​ Aunque la mayoría de los sistemas culturales con raíces comunes, comparten las filosofías antiguas astrológicas que influyeron en unos y en otros; muchos tienen metodologías únicas que difieren de las desarrolladas en Occidente. Tales sistemas incluyen la astrología hindú, conocida también como astrología india y en tiempos modernos se le refiere como astrología védica; y la astrología china.


Occidental


La astrología occidental clásica es el estudio de los efectos de los cuerpos celestes como el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno; las estrellas fijas y algunas veces los nodos lunares en relación con el mundo «sublunar». Presupone un universo geocéntrico y finito. La influencia de los cuerpos celestes es diversamente considerada como el absoluto determinante de todos los movimientos de los cuatro elementos «sublunares», que la física aristotélica acepta como base para la descripción de esta influencia —sobre los cuatro humores—, algo modificada por los conceptos neoplatónicos. Tal influencia puede ser direccional, es decir, que las tendencias pueden ser cambiadas por las futuras influencias astrales o por la intervención de un ente sobrenatural, por lo general el hecho de preguntar o consultar a un astrólogo o a un sacerdote. También puede ser meramente indicativa de la voluntad divina. Así definida, la astrología occidental no pudo haber existido antes de la época helenística y, desde luego, no es la misma que la babilónica, la egipcia o la hindú.

Los movimientos de los cuerpos celestes son analizados por su desplazamiento a través de los signos del zodiaco, el cual consiste en doce divisiones espaciales de la eclíptica; y por sus aspectos, que son las relaciones angulares entre estos cuerpos celestes. También se estudia su ubicación en alguna casa astrológica, que son las doce divisiones espaciales del cielo.​ La imagen que se tiene de la astrología en tiempos modernos, se deriva de la que hacen los medios masivos de comunicación, que por lo general reducen la astrología al signo solar, es decir, solo consideran al signo zodiacal en el cual el Sol se encontraba a la fecha de nacimiento de un individuo. Esto solo representa el 8 % del horóscopo total.

Visualmente, el horóscopo es un mapa circular del cielo, llamado técnicamente radix, con la tierra en el centro que expresa el conjunto de relaciones para la hora y lugar en que tuvo lugar el evento elegido. Estas relaciones contemplan los «siete planetas», los doce signos del zodiaco y las doce casas, que indican tendencias hacia la guerra, el amor, entre otras. En el momento elegido y observados desde el lugar indicado, cada planeta estará en un signo y en una casa en particular, creándose así dos tipos de relación.​ Un tercer tipo de relación se establece por el aspecto entre planetas en donde, por ejemplo, dos planetas que se encuentran en una distancia angular de 120° están en trígono que es una relación «armoniosa»; cuando la distancia angular es de 90° se encuentran en cuadratura, el cual es un aspecto «inarmónico».​ El conjunto de estas relaciones y sus interpretaciones supuestamente forman «el lenguaje en el que los cielos hablan a los hombres entendidos».


Hindú


El texto védico más temprano de astronomía es el Vedanga Jyotisha, que es una colección de los pensamientos védicos, la cual más tarde también incluyó a la astrología hindú.

La astrología natal hindú, se originó gracias a la helenística a mediados del siglo iii a. C.​ aunque incorporando las casas lunares hindúes.​ Los nombres de los signos —por ejemplo: para Aries, en griego «Krios», en hindi «Kriya»—, los planetas —por ejemplo: para el Sol, en griego «Helios»», en hindi «Heli»—, y términos astrológicos —como por ejemplo, en griego «apoklima» para la declinación y «sunaphe» para la conjunción planetarias, en hindi «apoklima» y «sunapha»—; y que pueden ser encontrados en los textos del astrónomo, matemático y astrólogo hindú Varaja Mijira (505-587), fueron considerados en 1893 por James Burgess, como evidencia concluyente del origen griego de la astrología hindú.​ Las técnicas indias también pueden haber sido aumentadas con las de Babilonia.


China y Este asiático


La astrología china tiene una estrecha relación con la filosofía china —teoría de las tres armonías: cielo, tierra y humano—, también hace uso de conceptos como el yin y el yang, las cinco fases, los diez troncos celestiales, las doce ramas terrestres y la unidad de medida shichen (時辰) —una forma de cronometraje utilizada con propósitos religiosos—. El uso temprano de la astrología en China, se limitó principalmente a la astrología política, a la observación de fenómenos inusuales, a la identificación de los portentos y a la selección de los días propicios para eventos y decisiones.

No son utilizadas las constelaciones del zodiaco occidental ni las del zodiaco chino; en cambio el cielo es dividido en tres recintos (三垣 pinyin: sān yuán) y veintiocho mansiones (二十八宿 pinyin: èrshíbā xiù) que a su vez están divididas en doce secundarias (十二次 pinyin: Shí'èr cì).103​ El zodiaco chino de doce signos representa doce diferentes tipos de personalidad. Se basa en los ciclos de los años y meses lunares, y los períodos de dos horas del día: el «shichen». El zodiaco tradicionalmente comienza con el signo de la rata y el ciclo continúa a través de los otros once animales: el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo.​ Los complejos sistemas para pronosticar el destino y las predicciones hechas a partir de la fecha y hora de nacimiento, como el «Ziping» y el «Zi Wei Dou Shu» (chino simplificado: 紫微斗数, chino tradicional: 紫微斗數; pinyin: zǐwēidǒushù), todavía son utilizados con regularidad en la astrología china actual; pero no se sustentan en observaciones directas de las estrellas.

El zodiaco coreano es igual al chino; el zodiaco vietnamita es idéntico a éstos excepto que el segundo animal es el buey de agua en vez del buey y el cuarto animal es el gato en lugar del conejo. Desde 1873, los japoneses celebran el año nuevo el 1 de enero según el calendario gregoriano. El zodiaco tailandés no inicia con el año nuevo chino, sino que inicia el primer día del quinto mes del calendario lunar tailandés o durante el festival de Songkran, cuya celebración inicia el 13 o el 15 de abril, acorde a la finalidad del uso.


Puntos de vista teológicos

Antigüedad

San Agustín (354-430) creía que el determinismo de la astrología entra en conflicto con las doctrinas cristianas sobre el libre albedrío de los seres humanos y su responsabilidad sobre sus actos y que Dios no es la causa del mal.​ Así mismo, situó su posición filosófica al citar el fracaso de la astrología para explicar por qué los gemelos se comportan de manera diferente aunque son concebidos en el mismo instante y nacen aproximadamente al mismo tiempo.


Medioevo


Algunas de las prácticas de la astrología fueron refutadas en el ámbito teológico por los astrónomos medievales islámicos, como Al-Farabi (c 872-c 950), Alhacén (965-1040) y Avicena (c. 980-1037). Ellos dijeron que los métodos de los astrólogos entran en conflicto con los ortodoxos puntos de vista de los eruditos religiosos del islam, porque tales métodos sugieren que la voluntad de Dios puede ser conocida y predicha con antelación.109​ Por ejemplo: la obra Refutación contra la astrología (Risala fi ibtal ahkam al-nojum) de Avicena, argumenta en contra de la práctica astrológica y a la vez apoya el principio de que los planetas pueden actuar como agentes de la causalidad divina. Avicena consideraba que el movimiento de los planetas influencia la vida en la tierra de una manera determinista, pero argumentó en contra de la posibilidad de diagnosticar la influencia exacta de las estrellas.​ Básicamente, Avicena no negaba el dogma central de la astrología, pero negó nuestra capacidad para comprender la precisión de las predicciones fatalistas.​ Ibn Qayyim al-Ŷawziyya (1292-1350) en su obra Miftah Dar al-SaCadah, también utilizó argumentos de la física astronómica para cuestionar la práctica de la astrología judiciaria.​ Reconoció que las estrellas son mucho más grandes que los planetas, argumentando:

Y ya que ustedes, astrólogos, responden que es precisamente debido a esta distancia y pequeñez que tales influencias son insignificantes, entonces ¿por qué es que ustedes reclaman una fuerte influencia para Mercurio, el cuerpo celeste más pequeño? ¿Por qué es que ustedes han dotado de influencias al ascendente (Al-Ra's) y al descendente (Al-dhanab), que son dos puntos imaginarios?

—Ibn Qayyim Al-Ŷawziyya


Renacimiento


El papa Sixto V (1521-1590) emitió la bula Coeli et terrae creator (Creador del cielo y de la tierra) el 5 de enero de 1586, por la cual prohibió la práctica de la astrología judiciaria, permitiendo solo aquella que puede ser útil en la navegación, la agricultura y la medicina, así como también la astrología natal y la mundana.

El papa Urbano VIII (1568-1644) promulgó la bula Inscrutabilis Iudiciorum (Inescrutabilidad del juicio) el 10 de abril de 1631,por la cual condenó las predicciones astrológicas sobre la muerte de príncipes y de papas.


Modernos

En el catecismo de la Iglesia católica se afirma que tanto la adivinación como la astrología predictiva, son incompatibles con las creencias católicas modernas, como el libre albedrío:

Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone «desvelan» el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a «mediums» encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

—Catecismo de la Iglesia católica


Clasificación teórica de la astrología occidental


Desde la perspectiva epistemológica la astrología, en sus inicios históricos, es un tipo de protociencia. Se basa en la idea, aceptada generalmente en su época, de que los cuerpos celestes ejercen una influencia directa sobre los acontecimientos terrenales entendiéndose como una ley natural universal. Basados en este supuesto, los primeros astrólogos usaron modelos matemáticos para demostrar las regularidades en los fenómenos naturales observables. Desde ese momento la astrología ocupó un lugar crucial para predecir la ocurrencia de ciertos eventos gracias a la elaboración de detalladas tablas. Para determinar la posición y la órbita de un planeta eran necesarias complejas fórmulas de geometría y trigonometría. Por lo tanto, fue en estas prácticas, que no en la superstición, que se da una temprana forma de ciencia.​ La búsqueda de regularidades en los fenómenos naturales y su descripción completa en forma racional es un procedimiento científico típico.​ Es por esto que el filósofo de la ciencia de origen prusiano Ernst Cassirer (1874-1945) vio en la astrología un principio de forma de pensamiento científico, valiéndose de declaraciones como: «aquellas pueden parecer en detalle como inciertas y sin fundamento, pero el tipo general de pensamiento causal pertenece al razonamiento causal».​ La astrología es, pues, un igual a la ciencia moderna en su descripción del mundo; pero se basa en un tipo completamente diferente de «concepción del mundo»; por lo tanto una refutación de la astrología no puede verse únicamente desde el punto de vista epistemológico.

Bajo el criterio de falsabilidad, propuesto por el austríaco filósofo de la ciencia Karl Popper (1902-1994), la astrología es una pseudociencia.​ Popper consideró a la astrología como «pseudoempírica» en la que «se hace un llamamiento a la observación y a la experimentación»; que «sin embargo, no está a la altura científica».​ A diferencia de las disciplinas científicas, la astrología no ha respondido a la falsificación mediante la experimentación. Al contrario que Popper, el estadounidense filósofo de la ciencia Thomas Kuhn (1922-1996) argumentó que no era la falta de falsabilidad lo que hace que la astrología no sea científica, sino que, más bien, son sus procesos y conceptos los que no son empíricos.

Para Kuhn, aunque históricamente los astrólogos habían hecho predicciones que «fallaron categóricamente», esto en sí mismo no hace de la astrología poco científica, como tampoco a los intentos de los astrólogos de explicar el fracaso afirmando que fue debido a la difícil elaboración de un horóscopo. Por el contrario, a los ojos de Kuhn, la astrología no es una ciencia, ya que se asemeja más a la medicina medieval; pues en esa época, los astrólogos seguían una secuencia de reglas y directrices de un campo que tenía, aparente y necesariamente, deficiencias conocidas, pero que no hicieron alguna investigación porque estos campos no eran susceptibles de ser investigados, ya que «no tenían enigmas para resolver, por lo tanto no había ciencia que aplicar». Mientras que un astrónomo puede corregir un error, un astrólogo no puede. Un astrólogo solo puede explicar el fallo, pero no puede revisar el postulado astrológico de una manera significativa. Por lo tanto, para Kuhn, aun si las estrellas influyesen durante el trasegar de los seres humanos, la astrología seguiría sin ser científica.

El canadiense filósofo de la ciencia Paul R. Thagard (1950) cree que la astrología no puede ser considerada como falseada en tal sentido hasta que haya sido reemplazada por un sucesor. En el caso de la predicción del comportamiento, la psicología es la alternativa. Para Thagard, otro criterio de clasificación teórica de ciencia a pseudociencia se debe a que el estado actual de la técnica astrológica debe progresar y que la comunidad de investigadores deberían estar tratando de comparar la teoría actual con alternativas y no ser «selectivos en atención a las confirmaciones y contraconfirmaciones». El progreso es definido aquí como explicación de los nuevos fenómenos y la solución de los problemas existentes, sin embargo, la astrología no ha logrado progresar y solo ha cambiado muy poco en casi dos mil años.​ Para Thagard, los astrólogos actúan como si dedicasen a una ciencia normal, creyendo que los fundamentos de la astrología están bien establecidos pese a los «muchos problemas sin resolver», y se ve confrontada por mejores teorías alternativas como la psicología. Por estas razones Thagard ve a la astrología como una pseudociencia.

Para el filósofo Edward W. James, la astrología es irracional no a causa de los numerosos problemas con los mecanismos y falsabilidad debidos a los experimentos, sino porque un análisis a la literatura astrológica muestra que se infunde con una lógica falaz y un razonamiento pobre.

¿Qué pasaría si en todos los escritos astrológicos en los que encontremos: poca apreciación por la coherencia, insensibilidad flagrante hacia las pruebas, falta de sentido de la jerarquía de las razones, leve dominio sobre la fuerza contextual de los criterios, obstinada falta de voluntad para perseguir la raíz de un argumento, marcada ingenuidad sobre la eficacia de explicación; y así sucesivamente? En ese caso, creo, nuestro rechazo a la astrología por irracional está perfectamente justificado. [...] La astrología simplemente no cumple con las múltiples demandas del verdadero razonamiento.

—Edward W. James


Críticas científicas a la astrología occidental


Parte de la comunidad científica ha catalogado a la astrología como una pseudociencia argumentando que su descripción del universo carece de validez o capacidad explicativa. Además, ésta no propone un mecanismo de acción que explique satisfactoriamente cómo la posición y movimientos de las estrellas y de los planetas afecta a las personas y acontecimientos en la tierra, de acuerdo a los principios básicos de la biología y la física. En 1975 un grupo de 186 científicos de diferentes disciplinas «preocupados por el incremento de la aceptación de la astrología en muchas partes del mundo» firmaron un manifiesto, originalmente publicado en la revista norteamericana The Humanist, expresando sus objeciones a la astrología y alertando de la falta «de fundamento científico de sus principios». En un estudio, los astrólogos que trataron de igualar las cartas natales con unos perfiles generados a partir de un inventario psicológico, no produjeron resultados significativamente diferentes a los que pudieron haber sido obtenidos por azar.

También se ha demostrado que el sesgo de confirmación es un factor psicológico que contribuye a la creencia en la astrología.​ El sesgo de confirmación es una forma de sesgo cognitivoe​146​ Según la literatura disponible sobre astrología, sus seguidores tienden a recordar selectivamente aquellas predicciones que han resultado ciertas y a olvidar aquellas que resultaron ser falsas. Otra forma diferente de sesgo de confirmación también desempeña una función en la cual los convencidos no logran distinguir, a menudo, entre los mensajes que demuestran habilidad especial para la astrología de los que no la tienen.​ Así, hay dos formas distintas de sesgo de confirmación que se encuentran bajo estudio con respecto a las convicciones astrológicas.


Eficacia


La astrología no demostró su eficacia en los estudios controlados por lo que no tiene validez desde un punto de vista científico.​ En estos estudios se hicieron predicciones falsas en condiciones controladas.​ Un experimento muy conocido incluyó a 28 astrólogos a quienes se les pidió que hiciesen coincidir más de cien cartas natales con unos perfiles psicológicos habidos en el cuestionario, estos perfiles fueron generados a partir del «California psychological inventory» (Inventario psicológico de California). El protocolo experimental doble ciego utilizado en este estudio fue acordado por un grupo de físicos y un grupo de astrólogos,​ estos últimos fueron nombrados por el Consejo Nacional de Investigación Geocósmica (organización de astrólogos) de Estados Unidos, la cual asesoró los experimentos, ayudó a asegurar que la prueba fuese justa y ayudó a redactar la propuesta central para ser probada en la astrología natal. También eligieron 26 de los 28 astrólogos seleccionados para las pruebas; después, a este grupo se unieron otros dos voluntarios.​ El estudio fue publicado en 1985 por la revista científica Nature, se constató que las predicciones basadas en la astrología natal no fueron mejores que el azar, y que la prueba «refuta claramente la hipótesis astrológica».

El psicólogo Michel Gauquelin (1928-1991) declaró en 1955 que a pesar de que no había encontrado pruebas para apoyar indicadores tales como los signos zodiacales y los aspectos planetarios de la astrología, sí había encontrado correlaciones positivas entre las posiciones diurnas de algunos de los planetas y acierto en algunas profesiones que la astrología asocia tradicionalmente a aquellos planetas.​ El más conocido de los hallazgos de Gauquelin está fundamentado en la posición de Marte en las cartas natales de los deportistas exitosos, a este hallazgo se le conoce como el efecto Marte. Sin embargo, en un estudio realizado por siete científicos franceses se intentó replicar sus afirmaciones, pero no se encontró evidencia estadística para hacerlo. Estos científicos atribuyeron la falta de evidencia estadística al sesgo selectivo de parte de Gauquelin, y le acusaron de intentar persuadirlos para añadir o suprimir los nombres de algunos deportistas para sus estudios.

El ex astrólogo y doctor en química analítica Geoffrey Dean sugirió que tal sesgo selectivo pudo deberse más a las fechas de nacimiento dadas por los padres en lugar de cualquier problema en el estudio de Gauquelin. Su sugerencia fue que es posible que un pequeño subgrupo de padres tuviesen registros de nacimiento modificados para que concordasen con un momento astrológico relacionado con alguna profesión escogida por ellos. La muestra fue tomada en un tiempo en el cual la creencia en la astrología era común. Gauquelin no pudo encontrar el «efecto Marte» en poblaciones más recientes, las cuales tienen registros de nacimientos hechos por una enfermera o por un médico. El número de nacimientos en condiciones astrológicas indeseables también fue menor, lo que indica que hay más evidencia de que los padres eligieron la fecha y la hora de registro de nacimiento de acuerdo con sus convicciones.

Dean y el psicólogo Ivan Kelly, realizaron una prueba científica a gran escala que incluyó más de cien variables cognitivas, conductuales, fisiológicas, entre otras, pero no encontraron sustento para la astrología.​ Además, fue realizado un metaanálisis de cuarenta estudios que contaron con la participación de 700 astrólogos y más de mil cartas natales. En diez de las pruebas, que tuvieron un total de 300 participantes, se les indicó a los astrólogos que escogiesen la correcta interpretación de la carta astrológica de una serie de interpretaciones en las que había unas incorrectas —entre 3 a 5—. Cuando la fecha y otros datos obvios fueron removidos, no se hallaron resultados significativos que sugiriesen que hubo preferencia, por parte de los astrólogos, en las cartas que escogieron.


Ausencia de mecanismos y consistencia


Probar la validez de la astrología puede ser difícil pues no hay consenso entre los astrólogos en cuanto a lo que ella es y en cuanto a lo que puede predecir.​ A la mayoría de los astrólogos de oficio se les paga para predecir el futuro o para describir la personalidad y la vida de un individuo, pero la mayoría de los horóscopos solo hacen declaraciones no comprobables y vagas las cuales puede ser aplicadas a casi cualquier persona.

Muchos astrólogos afirman que la astrología es científica, mientras que algunos han propuesto mecanismos de acción convencionales como agentes causales, tales como: el electromagnetismo y la gravedad.​ Los científicos rechazan estos mecanismos pues los consideran inverosímiles, ya que, por ejemplo, cuando el campo magnético de un planeta enorme pero distante como Júpiter, es medido desde la tierra resulta ser mucho menor que el producido por aparatos electrodomésticos.


Impacto cultural

Política y sociedad occidentales


En Occidente, a veces los líderes políticos consultan astrólogos. El escritor y astrólogo Louis de Wohl (1903-1961), brindó sus conocimientos astrológicos a la agencia de inteligencia británica MI5, luego de que se supo que Adolf Hitler basaba sus acciones de acuerdo a la astrología. La Oficina de Guerra se mostró muy «interesada en conocer lo que los astrólogos de Hitler le estarían diciendo semana tras semana». Posteriormente se demostró que Hitler consideraba a la astrología como un «completo disparate».

En 1953, el filósofo, sociólogo, teórico de música y compositor alemán Theodor Adorno (1903-1969), dirigió un análisis de la columna astrológica de un periódico de Los Ángeles como parte de un proyecto de la cultura de masas en la sociedad capitalista.​ Adorno creía que la astrología popular, como mecanismo, invariablemente condujo a declaraciones que fomentaban la conformidad y que aquellos astrólogos columnistas que iban en contra de tal conformidad —desalentando el rendimiento en el trabajo, etcétera—, se arriesgaban a perder su empleo. Adorno llegó a la conclusión de que la astrología era una manifestación a gran escala del irracionalismo sistemático, donde los individuos son conducidos, sutilmente, a través de la adulación y vagas generalizaciones para hacerles creer que el autor de la columna se dirige directamente a ellos. Estableció un paralelismo con la frase «opio del pueblo» de Karl Marx, comentando: «el ocultismo es la metafísica de los idiotas».

A finales de 1960 hubo un auge en el interés por la astrología. El sociólogo Marcelo Truzzi describió tres niveles de participación de los «creyentes de la astrología» para dar cuenta de su revivida popularidad pese al descrédito científico. Encontró que la mayoría de los «creyentes de la astrología» no afirmaron que existiese alguna explicación científica para el poder predictivo. En cambio, aquellos que estaban superficialmente involucrados en la astrología, sabiendo «casi nada» acerca de la «mecánica astrológica», leían las columnas astrológicas de los periódicos, lo que podría ser benéfico para el «manejo de la tensión producida por las ansiedades» y para «un sistema de creencias cognitivas que trasciende la ciencia».​ Los que se encontraban en un segundo nivel, por lo general eran de los que solicitan se les confeccione su horóscopo en una búsqueda de consejos y predicciones. Estos eran mucho más jóvenes que los que están en el primer nivel, los cuales podrían beneficiarse del conocimiento del lenguaje astrológico, con el resultado de la capacidad de pertenecer a un grupo coherente y exclusivo. Los que estaban en el tercer nivel se encontraban altamente involucrados y, por lo general, confeccionaban por sí mismos sus horóscopos. La astrología proveyó a esta pequeña minoría de «creyentes» de una «visión significativa de su universo y [les dio] una comprensión de su lugar en él».f​ Este tercer grupo tomó en serio a la astrología, posiblemente como un dosel sagrado, mientras que los otros dos grupos la tomaron en broma y con irreverencia.

Después de que John Hinckley Jr. intentó asesinar al entonces presidente estadounidense Ronald Reagan el 30 de marzo de 1981, su esposa la primera dama Nancy Reagan, contrató a la astróloga Joan Quigley para que fuese la astróloga secreta de la Casa Blanca. Sin embargo, el trabajo de Quigley terminó en 1988 cuando salió a la luz pública su función en la Casa Blanca gracias a las memorias de Donald Regan exjefe de personal.

Junto a la lectura del tarot, la astrología es uno de los estudios fundamentales del esoterismo occidental, y como tal ha influido en los sistemas de creencias mágicas como la Wicca no solo entre esta sino que también en el hermetismo occidental; los dos inmediatamente anteriores han tomado elementos o han sido influenciados por la tradición esotérica occidental. La psicóloga y antropóloga estadounidense Tanya Luhrmann dijo que «todos los magos saben algo de astrología» haciendo referencia a una tabla de correspondencias en el libro The Spiral Dance de la escritora Starhawk, esta tabla, organizada por planetas, puede ser un ejemplo del saber astrológico estudiado por los magos.

El estudio Jóvenes españoles 99 realizado en España en 1999 por la Fundación Santa María y coordinado por el sociólogo Javier Elzo Imas; reveló que el 41 % de los encuestados creía en la astrología.

Unas encuestas realizadas en el 2005 y en el 2009 por Gallup solicitadas por el Centro de Investigación Pew; informaron que el 25 % de los adultos estadounidenses creían en la astrología. Según los datos publicados por la Fundación Nacional para la Ciencia en su publicación Science and engineering indicators 2014, puede leerse que «en el 2012, una menor cantidad de estadounidenses rechazaron la astrología, que en años recientes».​ En este estudio se nota que en el 2012 «un poco más de la mitad de los estadounidenses dijeron que la astrología era “nada científica”, mientras que casi dos tercios dieron esta respuesta en el 2010. El porcentaje comparado no había sido tan bajo desde 1983».​


India y Japón

En India hay una establecida y generalizada creencia en la astrología. Se le utiliza comúnmente para la vida diaria, sobre todo en materia de matrimonio y carrera, haciéndose amplio uso de las astrologías electiva, horaria y kármica.​ Los políticos de este país también han sido influenciados por la astrología. Todavía se le considera una rama de los Vedanga.​ En el 2001, los científicos y políticos indios debatieron y criticaron una propuesta para usar dinero del Estado para financiar una investigación astrológica, lo que tuvo como consecuencia que las universidades indias adquiriesen el permiso para ofrecer el curso de astrología védica.

En febrero de 2011, el Tribunal Superior de Bombay reafirmó la posición de la astrología en la India al desestimar un caso que desafió su estatus científico.

En Japón la fuerte creencia en la astrología ha dado lugar a dramáticos cambios en la tasa de fecundidad y en el número de abortos en los años del caballo de fuego (Hinoeuma). Los partidarios creen que las mujeres nacidas en años hinoeuma son incasables y traen la mala suerte al padre y al marido. En 1966, el número de nacimientos se redujo en más del 25% pues los padres trataron de evitar el estigma de tener una hija nacida en el año hinoeuma.


Literatura y música

En Occidente, a veces los líderes políticos consultan astrólogos. El escritor y astrólogo Louis de Wohl (1903-1961), brindó sus conocimientos astrológicos a la agencia de inteligencia británica MI5, luego de que se supo que Adolf Hitler basaba sus acciones de acuerdo a la astrología. La Oficina de Guerra se mostró muy «interesada en conocer lo que los astrólogos de Hitler le estarían diciendo semana tras semana». Posteriormente se demostró que Hitler consideraba a la astrología como un «completo disparate».

En 1953, el filósofo, sociólogo, teórico de música y compositor alemán Theodor Adorno (1903-1969), dirigió un análisis de la columna astrológica de un periódico de Los Ángeles como parte de un proyecto de la cultura de masas en la sociedad capitalista.170​ Adorno creía que la astrología popular, como mecanismo, invariablemente condujo a declaraciones que fomentaban la conformidad y que aquellos astrólogos columnistas que iban en contra de tal conformidad —desalentando el rendimiento en el trabajo, etcétera—, se arriesgaban a perder su empleo.​ Adorno llegó a la conclusión de que la astrología era una manifestación a gran escala del irracionalismo sistemático, donde los individuos son conducidos, sutilmente, a través de la adulación y vagas generalizaciones para hacerles creer que el autor de la columna se dirige directamente a ellos.​ Estableció un paralelismo con la frase «opio del pueblo» de Karl Marx, comentando: «el ocultismo es la metafísica de los idiotas».

A finales de 1960 hubo un auge en el interés por la astrología. El sociólogo Marcelo Truzzi describió tres niveles de participación de los «creyentes de la astrología» para dar cuenta de su revivida popularidad pese al descrédito científico. Encontró que la mayoría de los «creyentes de la astrología» no afirmaron que existiese alguna explicación científica para el poder predictivo. En cambio, aquellos que estaban superficialmente involucrados en la astrología, sabiendo «casi nada» acerca de la «mecánica astrológica», leían las columnas astrológicas de los periódicos, lo que podría ser benéfico para el «manejo de la tensión producida por las ansiedades» y para «un sistema de creencias cognitivas que trasciende la ciencia». Los que se encontraban en un segundo nivel, por lo general eran de los que solicitan se les confeccione su horóscopo en una búsqueda de consejos y predicciones. Estos eran mucho más jóvenes que los que están en el primer nivel, los cuales podrían beneficiarse del conocimiento del lenguaje astrológico, con el resultado de la capacidad de pertenecer a un grupo coherente y exclusivo. Los que estaban en el tercer nivel se encontraban altamente involucrados y, por lo general, confeccionaban por sí mismos sus horóscopos. La astrología proveyó a esta pequeña minoría de «creyentes» de una «visión significativa de su universo y [les dio] una comprensión de su lugar en él».f​ Este tercer grupo tomó en serio a la astrología, posiblemente como un dosel sagrado, mientras que los otros dos grupos la tomaron en broma y con irreverencia.

Después de que John Hinckley Jr. intentó asesinar al entonces presidente estadounidense Ronald Reagan el 30 de marzo de 1981, su esposa la primera dama Nancy Reagan, contrató a la astróloga Joan Quigley para que fuese la astróloga secreta de la Casa Blanca. Sin embargo, el trabajo de Quigley terminó en 1988 cuando salió a la luz pública su función en la Casa Blanca gracias a las memorias de Donald Regan exjefe de personal.

Junto a la lectura del tarot, la astrología es uno de los estudios fundamentales del esoterismo occidental, y como tal ha influido en los sistemas de creencias mágicas como la Wicca no solo entre esta sino que también en el hermetismo occidental; los dos inmediatamente anteriores han tomado elementos o han sido influenciados por la tradición esotérica occidental. La psicóloga y antropóloga estadounidense Tanya Luhrmann dijo que «todos los magos saben algo de astrología» haciendo referencia a una tabla de correspondencias en el libro The Spiral Dance de la escritora Starhawk, esta tabla, organizada por planetas, puede ser un ejemplo del saber astrológico estudiado por los magos.

El estudio Jóvenes españoles 99 realizado en España en 1999 por la Fundación Santa María y coordinado por el sociólogo Javier Elzo Imas; reveló que el 41 % de los encuestados creía en la astrología.

Unas encuestas realizadas en el 2005 y en el 2009 por Gallup solicitadas por el Centro de Investigación Pew; informaron que el 25 % de los adultos estadounidenses creían en la astrología.​ Según los datos publicados por la Fundación Nacional para la Ciencia en su publicación Science and engineering indicators 2014, puede leerse que «en el 2012, una menor cantidad de estadounidenses rechazaron la astrología, que en años recientes». En este estudio se nota que en el 2012 «un poco más de la mitad de los estadounidenses dijeron que la astrología era “nada científica”, mientras que casi dos tercios dieron esta respuesta en el 2010. El porcentaje comparado no había sido tan bajo desde 1983»​


India y Japón

En India hay una establecida y generalizada creencia en la astrología. Se le utiliza comúnmente para la vida diaria, sobre todo en materia de matrimonio y carrera, haciéndose amplio uso de las astrologías electiva, horaria y kármica. Los políticos de este país también han sido influenciados por la astrología.​ Todavía se le considera una rama de los Vedanga. En el 2001, los científicos y políticos indios debatieron y criticaron una propuesta para usar dinero del Estado para financiar una investigación astrológica,​ lo que tuvo como consecuencia que las universidades indias adquiriesen el permiso para ofrecer el curso de astrología védica.

En febrero de 2011, el Tribunal Superior de Bombay reafirmó la posición de la astrología en la India al desestimar un caso que desafió su estatus científico.

En Japón la fuerte creencia en la astrología ha dado lugar a dramáticos cambios en la tasa de fecundidad y en el número de abortos en los años del caballo de fuego (Hinoeuma). Los partidarios creen que las mujeres nacidas en años hinoeuma son incasables y traen la mala suerte al padre y al marido. En 1966, el número de nacimientos se redujo en más del 25% pues los padres trataron de evitar el estigma de tener una hija nacida en el año hinoeuma.


Literatura y música

Los poetas ingleses John Gower (1330-1408) y Geoffrey Chaucer (1343-1400) del siglo siglo xiv d. C., hicieron referencias a la astrología en sus obras; de las que pueden mencionarse: Confessio Amantis de Gower y Los cuentos de Canterbury de Chaucer.190​ Chaucer hizo comentarios explícitos sobre astrología en su Tratado sobre el astrolabio, demostrando conocimiento profundo en un área: la astrología judicial, pues da cuenta de cómo calcular el signo ascendente.

En el siglo xv d. C., en la literatura inglesa las referencias a la astrología pasaraon a ser símiles de «cuestión de proceso temporal».

En el siglo siglo xvi d. C., la obra de John Lyly (1554-1606) La mujer en la Luna (1597), está motivada en su totalidad en la astrología, mientras que Christopher Marlowe (1564-1593) hace referencias astrológicas en sus obras La trágica historia del doctor Fausto y Tamburlaine (ambos c. 1590), y sir Philip Sidney (1554-1586) hace referencia a la astrología, al menos cuatro veces, en su romance La condesa de la arcadia del Pembroke (c. 1580).​ Edmund Spenser (1552 o 1553-1599) utiliza la astrología tanto decorativa como casualmente en su poesía, revelando «[...] sin lugar a dudas un interés permanente en la técnica, un interés compartido por un gran número de sus contemporáneos».​ La obra de George Chapman (1559-1634), La conspiración y tragedia de Carlos, duque de Byron (1608), utiliza, igualmente, a la astrología como un mecanismo casual en el drama.​ La actitud de William Shakespeare (c. 1564-1616) hacia la astrología no es clara, pues cuenta con referencias contradictorias en obras de teatro, entre las que se encuentran: El rey Lear, Antonio y Cleopatra y Ricardo II.​ Shakespeare estaba familiarizado con la astrología e hizo uso de su conocimiento astrológico en casi todas las obras que escribió,​ mostrando conocimientos básicos del tema para su audiencia comercial.​ Fuera del teatro, el médico y místico Robert Fludd (1574-1637) practicó la astrología, al igual que el curandero Simon Forman. En la Inglaterra isabelina, «la opinión habitual sobre la astrología... [fue] que es la más útil de las ciencias».

En el siglo xvii d. C., el poeta y dramaturgo español Lope de Vega (1562-1635), quien poseía un conocimiento profundo de astronomía, escribió obras de teatro en las que ridiculiza a la astrología llevándola al absurdo en su novela pastoril La Arcadia (1598), y en su novela corta Guzmán el Bravo (1624) concluye que las estrellas fueron creadas para el hombre y no este para aquellas.194​ Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), escribió la comedia Astrólogo fingido (1641), cuya trama fue tomada prestada por el dramaturgo francés Thomas Corneille (1625-1709) para su novela homónima titulada en francés Feint astrologue (1651).

La pieza musical más famosa influenciada por la astrología es la suite orquestal The Planets (Los Planetas), escrita por el compositor británico Gustav Holst (1874-1934), que fue estrenada en 1918. El tema central de esta pieza musical se basa en la simbología astrológica de los planetas.196​ Cada uno de los siete movimientos de la suite se enfoca en un planeta diferente, aunque los movimientos no están en el orden planetario partiendo desde el sol. El compositor Colin Matthews (1946), escribió un octavo movimiento titulado Pluto, the renewer (Plutón, el renovador), estrenado en el 2000.197​ En 1937, el también compositor británico Constant Lambert (1905-1951) escribió un ballet sobre el tema astrológico llamado Horoscope (Horóscopo).​ En 1974 el compositor neozelandés Edwin Carr (1926-2003) escribió su obra The twelve signs: an astrological entertainment (Los doce signos: un entretenimiento astrológico), para orquesta sin cuerdas.