domingo, 9 de janeiro de 2022

El Símbolo del Pez entre los Cátaros - Carl G. Jung

La aplicación de los peces como símbolos del psicopompo y de naturaleza antitética del Self apunta a otra tradición que parece desarrollarse paralelamente a la del echeneis. De hecho, hay al respecto una indicación muy notable, no ya en la literatura alquímica sino en la historia de las herejías. Es un documento del Archivo Inquisitorial de Carcasona, publicado por Benoist en su Histoire des Albigeois et des Vaudois, 1691. Se trata de una supuesta Revelación que habría recibido Juan, el discípulo favorito, cuando "estaba reclinado sobre el pecho del Señor". Juan quería saber de él en qué estado hallaba Satán antes de su caída, y recibió esta respuesta: "Estaba en tal magnificencia, que regía las fuerzas del cielo". Quiso ser semejante Dios, y para lograrlo descendió a través de los elementos del aire y del agua, y encontró que el agua cubría la tierra. Al penetrar bajo la superficie terrestre, "encontró dos peces tendidos sobre las aguas, y eran como bueyes uncidos para arar abarcando toda la tierra, por precepto del Padre invisible, desde el ocaso hasta el orto del sol. Y al descender encontró nubes que se cernían abarcando el piélago del mar. Y al descender encontró separado su assop, que es una especie de fuego", causa de las llamas, no pudo seguir bajando; sino que volvió a subir y anunció a los ángeles que quería poner su trono sobre las nubes y ser semejante al Altísimo. Entonces trató a los ángeles como el administrador infiel a los deudores de su señor, por lo cual Dios lo arrojó del cielo junto con ellos. Pero Dios tuvo compasión de él, y le permitió, junto con sus ángeles, obrar a su antojo durante siete días. En este lapso Satán creó el mundo y los hombres, siguiendo el modelo de Gen. 1.

Un destacado Cátaro, Johannes de Lugio, profesa una creencia análoga. También parece haber sido conocida en los círculos Cátaros de los siglos XI-XII, pues la convicción de que el diablo creó el mundo se encuentra en diversas sectas. El alquimista Johannes de Rupescissa puede haber pertenecido, muy verosímilmente, a los "pobres de Loudun", sus poures hommes evangelisans, grupo con influjo cátaro (1). En todo caso, podría considerárselo el eslabón intermediario de esa tradición.

En cuanto a nuestro texto, llama la atención ante todo que contenga el término antiguo búlgaro ossop, es decir, osob', que Karl H. Meyer, en su diccionario paleoslavo, traduce por el griego kat'idían ["en particular; aparte"]; osoba significa en ruso, polaco y checo "individuo, personalidad". Por lo tanto, suum ossop puede traducirse por "lo suyo peculiar". Que es, naturalmente, el fuego. (2)

La imagen de los dos peces tendidos en el agua y la comparación con bueyes de labranza resultan extrañas y requieren alguna explicación. Para ello debo recordar ante todo la interpretación agustiniana de los dos peces de la comida milagrosa: representan, para él, las personas, o poderes, sacerdotal y real, que permanecen a través de las turbulencias de los pueblos, como los peces a través de las tormentas marinas. Ambos poderes se unen en Cristo, que es rey y sacerdote Aunque el par de peces del texto cátaro seguramente no refiere a los de la comida milagrosa, la interpretación agustiniana nos enseña algo esencial para el pensamiento de la época: los peces se conciben como "poderes regentes".

Ahora bien; ya que el texto en cuestión es indudablemente herético, y en particular constituye un documento bogomilo, está excluida una referencia unitaria de ambos peces a Cristo. Quizá, podría conjeturarse, simbolizan dos distintas "personas" o poderes premundanos, que, según el sentido de esa herejía, serían los dos hijos de Dios: Satanael, el mayor, y Cristo, el menor. Ya Epifanio informa, en la trigésima heresía de su Panarium, que los ebionitas habrían supuesto una doble filiación divina: "Pero, afirman, dos han sido formados por Dios: el uno Cristo, el otro el Diablo". Esta doctrina debió tener evidentemente amplia difusión en el Cercano Oriente, pues la enseñanza bogomila sobre Satanael como demiurgo surgió entre los paulicianos y euquitas de esa zona. Nuestro documento no es sinouna versión latina de un informe contenido en la Panoplia de Eutimio Zigadeno, que a su vez se remonta a la profesión de fe formulada en 1111 ante el emperador Alejo Comneno por el obispo bogomilo Basilio.

Satán -nótese bien- encuentra los dos peces antes de la creación del mundo, por lo tanto en un estado primordial premundano, cuando el espíritu de Dios aún se cernía sobre la oscuridad de las aguas (Gen. 1, 2). Si se tratara de un solo pez, podría entenderse como una prefiguración del Salvador futuro, es decir, como el Cristo preexistente del Evangelio de san Juan, el Logos, que "en el principio estaba junto a Dios" (en el texto considerado, Cristo dice, con referencia a ese pasaje -Juan 1,2-: Ego autem sedebam apud patrem meum). Pero son dos peces, unidos por una comisura (el yugo), lo que permite referirlos al signo Piscis del Zodíaco. En el horóscopo, los signos desempeñan el papel de importantes condiciones que modifican esencialmente el influjo de los planetas situados en ellos, o, aun sin planetas, prestan a las casas donde se ubican un carácter particular. En nuestro caso, los peces caracterizarían el ascendente, el momento de nacimiento, del mundo. Pero sabemos que los mitos cosmogónicos son fundamentalmente símbolos del nacer de la conciencia (punto que no puedo desarrollar aquí). El estado pretemporal corresponde entonces al inconsciente o, alquímicamente expresado, al Caos, la massa confusa o nigredo; y, por medio de la obra alquímica, que el adepto compara con la creación del mundo, se cumple la albedo odealbatio, la blancura, comparada a su vez en parte con la luna llena, en parte con el sol naciente. La cual significa al mismo tiempo la iluminación, es decir, la ampliación de la conciencia, que se produce de la mano con la realización de la "Obra". En formulación psicológica, pues, los dos peces que Satán encuentra en el agua primordial caracterizarían el recién nacido mundo de la conciencia.

La comparación de ambos peces con una yunta de bueyes uncida para arar merece especial atención. Los bueyes representan la fuerza impulsora del arado. Análogamente, los peces significan, por lo tanto, las fuerzas impulsoras del mundo por venir, o sea del futuro estado de conciencia. El arado es desde antiguo un signo de la dominación de la tierra: donde el hombre ara, ha arrebatado al estado primordial y hecho útil para sí un trozo de terreno. Esto significa, pues: los peces regirán este mundo y lo someterán a sí, en cuanto ellos (astrológicamente) actúan a través del hombre y forman su estado de conciencia. Cosa notable, el arado no se origina, como todo lo demás, en Oriente, sino en Occidente. Este motivo vuelve a encontrarse en la alquimia: "Ahora bien; sabe que tu comienzo ha de ser hacia Poniente, de donde has de volverte hacia Medianoche, ahí mismo perderán las luces enteramente su resplandor, y han de permanecer noventa noches en oscuro fuego de purgatorio sin luz; entonces has de dirigir tu curso hacia Oriente, allá vendrás a través de muchos colores". La obra alquímica comienza precisamente con el descenso a la tiniebla (nigredo), o sea al inconsciente. El arar, o sea la toma de posesión de la tierra, ocurre patris praecepto, por orden del Padre. Dios, pues, no sólo ha previsto sino también dispuesto la enantiodromía que comenzó en el año 1000. El mes platónico de Piscis ha de ser regido por dos principios, peces, como los bueyes, aparecen aquí paralelos, o sea dirigidos a la misma meta, aunque el uno es Cristo y el otro el Anticristo.

Más o menos así debemos concebir el razonamiento (hasta donde este término es adecuado) de la alta Edad Media. No sé si esta argumentación ha sido entonces formulada conscientemente alguna vez. En todo caso habría sido posible, pues la antes mencionada profecía talmúdica para el año 530 d.C. permite suponer por una parte; cálculo astronómico y por otra una alusión astrológica acerca del signo Piscis, tan favorecido por los maestros judíos. Pero, al contrario, también la posibilidad de que no se trate de una referencia consciente a representaciones astrológicas, sino más bien de una producción del inconsciente. Que éste se halla perfectamente en condiciones de hacer "reflexiones" así, se ha ido comprobando a satisfacción por la experiencia de los sueños y por el análisis de consejas y mitos. La imagen de los peces pertenece como tal al caudal consciente de la época, y pudo, de modo inconsciente, expresar simbólicamente ese significado. Por ese entonces (siglo XI), según ya hemos mencionado, los astrólogos judíos comenzaron a calcular que el nacimiento del Mesías se produciría bajo Piscis, y Joaquín de Fiore daba neta expresión al sentimiento general de que había irrumpido una nueva era.

El texto de nuestra Revelación de Juan difícilmente puede ser anterior ni tampoco muy posterior al siglo XI. Con el comienzo de siglo, en efecto, o sea, astrológicamente, en la mitad del eón de Piscis, brotaron por doquiera herejías como hongos y, característicamente, apareció a la vez la contraparte de Cristo, el segundo pez, o sea el diablo, como Demiurgo. Desde el punto de vista histórico, esta idea representa una especie de renacimiento Gnóstico, en cuanto que el demiurgo del gnosticismo era un ente negativo, si no maligno, del cual procedían todos los males (3). En el fenómeno considerado es significativa su Sincronicidad, es decir, el punto temporal astrológico en que se produjo.

No es sorprendente que ideas cataras hayan penetrado en la alquimia. Sin embargo, no conozco ningún texto que testimonie la transmisión a la alquimia del símbolo cátaro del pez ni permita por lo tanto derivar de éste el pez que en los símbolos de Lambsprinck corresponde a la materia arcana, con su antinomia interna. El símbolo de Lambsprinck no puede ser anterior sin duda a fines del siglo XVI, y constituye una revitalización del arquetipo. Representa dos peces paralelamente opuestos nadando, en el mar -en el mare nostrum-, que se interpreta como el aqua permanens, la materia arcana. Se los designa como spiritus y anima, o el ciervo y el unicornio, o los dos lobos, o perro y lobo, o dos pájaros que luchan entre sí, aludiéndose con ello a la doble naturaleza del mercurio.

Si mis reflexiones, que reposan sobre cierto conocimiento del pensamiento simbólico medieval, son acertadas, encontramos aquí una considerable confirmación de las interpretaciones que he desarrollado antes. En efecto, con el año 1000 se inicia otro mundo, que se manifiesta primeramente en notables movimientos religiosos, como los de los bogomilos, cataros, albigenses, valdenses, pobres de espíritu, hermanos del libre espíritu, beguinas, begardos, etcétera, y en la religión pneumática de un Joaquín de Fiore. A esos movimientos pertenece también el impulso ascendente de la alquimia y, no en último término, del protestantismo, de la Ilustración y de las ciencias naturales, con esa progre-sión hacia lo verdaderamente diabólico que está viviendo nuestra época, u la vez que la volatilización del cristianismo frente al racionalismo, el Intelectualismo, el materialismo y el "realismo".

Quisiera mostrar con un ejemplo concreto cómo el símbolo de los peces brota del inconsciente de modo autóctono. Se trata del caso de una joven que siempre tenía sueños desusadamente vivaces y plásticos. Se encontraba bajo el influjo de las concepciones materialistas de su padre, que vivía en matrimonio no precisamente feliz. La joven se aisló de ese entorno ingrato para ella, construyéndose una intensa vida interior, ya desde la infancia, en que había sustituido a sus padres por dos árboles del jardín. Entre los dieciséis y los diecisiete años tuvo un sueño en que el buen Dios le prometía un pez de oro. Desde entonces soñó bastante frecuentemente con peces. Más tarde, algún tiempo antes de ponerse en tratamiento psicológico a causa de sus múltiples problemas, tuvo el sueño siguiente: estaba a la orilla del Limmat, y miraba abajo las aguas. "Un hombre arroja al río una moneda de oro, entonces el agua se hace transparente y se ve hasta el fondo (4). Allí hay un banco de coral y una cantidad de peces. Entre ellos, algunos tienen vientres de resplandor de plata y lomos dorados." Durante el tratamiento soñó lo que sigue. "Vengo a la orilla de un río de ancha corriente. Al comienzo no veo mucho, sólo agua, tierra y rocas. Arrojo al agua hojas con mis notas, sintiendo que con ello devuelvo algo a la corriente. Inmediatamente recibo una caña de pescar. Me siento con ella en un peñasco y estoy pescando. Sigo sin ver nada más que agua, tierra y rocas. De pronto pica un gran pez. Es plateado por el vientre y dorado por el lomo. Al traerlo a tierra, el paisaje se anima. La roca se destaca como el más antiguo suelo de la tierra; crecen pastos y flores, y el matorral se dilata en bosque. Se levanta un viento que pone en movimiento todo. Estoy sentada con un ansia indecible, pero callada e inmóvil. Entonces, de pronto, por el lado de atrás, oigo la voz del señor X. (El señor X es un hombre de edad que ella sólo conocía de oídas y por un retrato, pero que le parecía una autoridad.) Él dice en voz baja pero decidida: 'Al que es paciente en el ámbito más íntimo le tocará el pez, el alimento de la profundidad'. En este momento se dibuja en torno mío un círculo que en parte llega a rozar el agua. Entonces oigo de nuevo la voz: 'Al valiente en el segundo ámbito puede venir una victoria; pues allí reina la lucha'. Entonces se dibuja un segundo círculo en torno mío, esta vez ya tocando la otra orilla. Enseguida se abre la lejanía, y se hace visible una tierra de múltiples configuraciones. El sol se eleva sobre el horizonte. Oigo la voz, que habla como desde la lejanía: 'El tercero y el cuarto ámbito proceden, igualmente acrecentados, de los anteriores. Pero el cuarto -aquí la voz se interrumpió un momento, como reflexionando-, el cuarto ámbito se junta con el primero. Es a la vez el más alto y el más bajo: pues lo más alto y lo más bajo, coinciden. Son en el fondo uno.' -Entonces desperté, con los oídos zumbándome."

El sueño lleva todas las marcas de los llamados "grandes sueños", y además tiene una cualidad de "pensado" que es característica del tipo intuitivo de actitud. Si bien la soñadora tenía ya para ese momento ciertos conocimientos psicológicos, carecía de toda noticia sobre la simbología histórica del pez. En cuanto a los detalles, es de notar lo que sigue. La orilla del río representa, por así decirlo, el umbral del inconsciente. La pesca es un intento intuitivo de "pescar", o captar, contenidos inconscientes (peces).

El oro y la plata de los peces designan (en lenguaje alquímico) lo masculino y lo femenino, por lo tanto el aspecto hermafrodita del pez, que lo señala como una complexio oppositorum. El pez opera una animación mágica (5). El hombre de edad es una personificación del arquetipo del Viejo Sabio. El pez como "comida prodigiosa" nos es ya conocido: es el alimento (eucarístico) de los "perfectos" (téleioi). El primer círculo, que roza las aguas, ilustra la integración (parcial) del inconsciente. La lucha corresponde al conflicto de los opuestos, algo así como el de la conciencia y la sombra. El segundo círculo toca "la otra orilla", o sea donde ocurre la unión de los opuestos. Así, en la "escuela del mercurio" de la India la "sustancia arcana" se denomina pâra-da: "que da o lleva a la otra ribera", y es el mercurio, como en Occidente. El cuarto ámbito, puesto de relieve por una significativa pausa, es aquel que, asociándose a los otros tres, conjuga los cuatro en unidad. Esto recuerda a la antigua imagen divina: Deus est circulus cuius centrum ubique, circumferentia vero nusquam (6). El motivo de la coincidencia del primero con el cuarto se encuentra expresado ya en el Axioma de María: "De uno se hace dos, de dos tres, y del tercero viene el uno como cuarto (tò hèn tétarton)".

Este sueño resume, por así decirlo, en la más comprimida brevedad, la simbólica toda del proceso de individuación, y ello en una persona totalmente desconocedora de la bibliografía sobre el tema. Casos así, que no son en modo alguno raros, deberían dar que pensar. Demuestran cabalmente la existencia de un "saber" inconsciente acerca del proceso de individuación y de su simbología histórica.


NOTAS

1. Rupescissa, La vertu et la propriété de la quinte essence, pág. 31: "Puesto que entendemos consolar y reconfortar, con ayuda de nuestro libro a los pobres hombres evangelizadores, a fin de que sus plegarias y oraciones no sean vanas y se pierdan en esa labor, y no se vean muy impedidos en esa obra, a ellos declaré y daré un secreto extraído del vientre de los secretos de los tesoros de la naturaleza, que es algo verdaderamente digno de admiración y debe ser honrado". En el tratado de Rupescissa, De confectione veri lapidis (en: Gratáronos, Verae alchemiae artisque metallicae citra aenigmata II, pág. 229) se encuentra esta exhortación, insólita en la literatura alquímica: Credas, vir Evangelice [Cree, varón evangélico]. Puede conjeturarse que originariamente decía homme evangelisant.

2. Lo externo y aparente del corpus diaboli es aire, "lo que de él está oculto es fuego". (Artefius, Clavis maioris sapientiae, en Theatr. Chem., 1613, IV, pág. 237).

3. Entre los gnósticos mencionados por Ireneo, el demiurgo, como ya se ha señalado antes, es el hermano menor de Cristo.

4. Este hacerse transparentes de las aguas depende de que se preste atención (valor, oro) al inconsciente. Es una ofrenda al genio de la fuente.

5. El Ikhthys (= Cristo o Atis) es el alimento que da vida (eterna).

6. ["Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes pero cuya circunferencia en ninguna."]

Jacques Bergier - Melquisedeque

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