segunda-feira, 23 de janeiro de 2017

Sefardí


Los sefardíes o sefarditas y también sefaradíes o sefaraditas (del hebreo ספרדים literalmente «Los judíos de España»), son los judíos que vivieron en la península ibérica hasta 1492 y también sus descendientes, quienes, más allá de residir en territorio ibérico o en otros puntos geográficos del planeta, permanecen ligados a la cultura hispánica.

En la actualidad la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Estados Unidos, Turquía y Argentina. También hay comunidades sefardíes en Canadá, Países Bajos, Italia, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Marruecos, Argelia, Túnez, Cuba, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Chile.

Durante el siglo XIX, el término sefardí se empleaba además para designar a todo judío que no era de origen askenazí (judíos de origen alemán, centroeuropeo o ruso). En esta clasificación se incluía también a judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen e incluso India, quienes aparentemente no guardaban ningún vínculo con la cultura ibérica que distingue a los sefardíes. La razón por la cual se utilizaba ese término indistintamente se debía principalmente a similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes comparten con las poblaciones judías de los países mencionados (y que son claramente distintas a los ritos y pronunciaciones de los judíos azkenazíes). No obstante, a partir de la fundación del Estado de Israel, se consideró ya un tercer grupo dentro de la población judía, los mizrahim (del hebreo מזרח 'Oriente'), para garantizar que el término «sefardí» haga exclusivamente alusión al grupo humano antiguamente vinculado con la península ibérica.

Los judíos desarrollaron prósperas comunidades en la mayor parte de las ciudades españolas. Destacan las comunidades de las ciudades de Ávila, Burgos, Córdoba, Granada, Jaén, León, Málaga, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Tudela, Vitoria y Calahorra. En la Corona de Aragón, las comunidades (o Calls) de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma de Mallorca se encuentran entre las más prominentes. Algunas poblaciones, como Lucena, Hervás, Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, estaban habitadas principalmente por judíos. De hecho, Lucena estuvo habitada exclusivamente por judíos durante siglos en la Edad Media.

En Portugal, de donde son originarias muchas ilustres familias sefardíes, se desarrollaron comunidades activas en las ciudades de Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.

Origen y uso del término sefardí

Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la Península Ibérica y es empleado para designar todo aquello perteneciente o relativo a Sefarad.6

El uso de tanto Sefarad como sefardí es sumamente frecuente ya desde fines del siglo XX en adelante. Ellos se emplean para respectivamente referirse a la Península Ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha región. Como ejemplos de ello considérese:

Ministerio de Cultura y Centro Nacional de Exposiciones de España: Toledo, Sinagoga del Tránsito, La vida judía en Sefarad, exposición y catálogo, noviembre de 1991 - enero de 1992
Centro Cultural Cervantes: "El legado de Sefarad - La España sefardita" - Memoria de Sefarad en América, sitio educativo, 2009
Biblioteca Nacional de España: "Biblias de Sefarad", exposición, con catálogo digitalizado, 2012.
David Stern, Universidad de Pensilvania: Una introducción al estudio de la Biblia hebrea en Sefarad. Quien afirma que: "Los libros hebreos que los judíos de Sefarad produjeron durante la Edad Media constituyen uno de los logros culturales más importantes de la historia judía. [...] En este ensayo me propongo esbozar las líneas fundamentales de la historia de la Biblia hebrea en Sefarad, desarrollando algún aspecto de carácter más general relacionado con ella."
Shimon Iakerson, Instituto de Manuscritos Orientales de la Universidad Estatal, San Petersburgo: Los primeros impresos hebreos de Sefarad. Quien explica que: "En la actualidad, no podemos dar una respuesta precisa y adecuada a la pregunta de quiénes fueron los primeros impresores de textos hebreos. De hecho, ni siquiera sabemos si estos fueron de origen sefardí, italiano o askenazí. A partir de los primeros datos de los que disponemos, podemos únicamente decir que el impresor del primer incunable hebreo que ha sobrevivido era de origen sefardí."
Museo Sefardí de Toledo (inaugurado en 1964) y Toledo Sefarad: Web Oficial del Toledo Judío (Patronato Municipal de Turismo de Toledo).
Centro de la Memoria Sefardí de Granada - Granata al-Yahud
Casa de Sefarad, Córdoba (España) - sitio oficial
Centro Sefarad-Israel, Madrid
Radio Sefarad - Federación de Comunidades Judías de España
Tarbut Sefarad
Museo Sefardí, Caracas (inaugurado en 2000).

El arabista Emilio García Gómez, a quien cita Joseph Pérez, cree inapropiado el uso del término sefardí para referirse a todo aquello lo relativo a los judíos españoles de la época medieval.El origen del término sefardí, según Pérez, sería posterior a la expulsión de 1492 y acaso un modo de distinguir a los judíos procedentes de España de aquellos que ya residían en otros lugares (tal el caso, por ejemplo, de los judíos askenazíes); a raíz de ello, prefiere reservar las palabras Sefarad y sefardí a épocas posteriores a 1492.

Los judíos en la península ibérica hasta la expulsión de 1492

Las comunidades primigenias

Se tiene conocimiento de la existencia de comunidades judías desde tiempos remotos. El hallazgo de evidencias arqueológicas lo confirman. Un anillo fenicio del siglo VII a. C., hallado en Cádiz con inscripciones paleo-hebraicas, y un ánfora, en la que aparecen dos símbolos hebreos del siglo I, encontrada en Ibiza, figuran entre las pruebas de la presencia judía en la península ibérica.

La presencia hebrea en el actual territorio español experimentó cierto incremento durante las guerras púnicas (218-202 a. C.), durante las cuales Roma se apoderó de la península ibérica (Hispania), y se sabe con precisión[cita requerida] que el aumento de la población judía se dio varios siglos después a raíz de la conquista de Judea por el general romano Tito, bajo mandato del emperador Vespasiano (70 d. C.). Se calcula que en la Hispania romana se asentaron, durante las primeras décadas de la Diáspora, alrededor de 80 000 personas procedentes de Palestina.[cita requerida] Esta cifra se elevará de manera considerable posteriormente. Igualmente, la presencia hebrea en la península también se debió a la importación de esclavos por los romanos para diversas actividades.

Hispania visigoda

Al adoptar los visigodos el catolicismo durante el reinado de Recaredo (587 d. C.) se inicia una época de persecución, aislamiento y rechazo de los judíos. Es en esta época cuando comienzan a formarse las primeras aljamas y juderías.

Al-Ándalus

Las difíciles condiciones en que se encontraban los judíos durante el Reino visigodo de Toledo católico hicieron que éstos recibieran a los conquistadores musulmanes como una fuerza liberadora.

A partir del año 711 las juderías aumentan en número y tamaño por toda la península. La victoria del bereber Táriq ibn Ziyad aseguraba un ambiente de mejor convivencia para los hebreos, ya que la mayor parte de los regímenes musulmanes de la península ibérica fueron bastante tolerantes en asuntos religiosos, aplicando la ley del impuesto a los dhimmi (judíos y cristianos), que junto con los mazdeítas eran considerados las gentes del libro, según lo estipulado en el Corán.

La comunidad judía andalusí, durante esta época, fue la más grande, mejor organizada y más avanzada culturalmente. Numerosos judíos de diversos países de Europa y de los dominios árabes se trasladaron a Al-Ándalus, integrándose en la comunidad existente, y enriqueciéndola en todos los sentidos. Muchos de estos judíos adoptaron el idioma árabe y se desempeñaron en puestos de gobierno o en actividades comerciales y financieras. Esto facilitó enormemente la incorporación de la población judía a la cultura islámica, principalmente en el sur, donde los judíos ocuparon puestos importantes y llegaron a amasar considerables fortunas. La prohibición islámica que impide a los musulmanes dedicarse a actividades financieras, caso similar para los cristianos que consideraban la actividad como impía, hace que los judíos de la península absorban por completo las profesiones de tesoreros, recolectores de impuestos, cambistas y prestamistas.

Por lo tanto, es bajo el dominio del Islam cuando la cultura hebrea en la península alcanza su máximo esplendor. Los judíos cultivan con éxito las artes y las ciencias, destacando claramente en medicina, astronomía y matemáticas. Además, los estudios religiosos y la filosofía son quizás la más grande aportación. Algunos nombres destacan en tales áreas. El rabino cordobés Moshé ibn Maimón, conocido como Maimónides, se distingue sobre los demás por sus aportes al campo de la Medicina, y sobre todo en la filosofía. Sus obras, como la Guía de perplejos y los comentarios a la Teshuvot, ejercieron influencia considerable sobre algunos de los doctores de la iglesia, principalmente sobre Tomás de Aquino.

En el campo de la matemática, se les atribuye a los judíos la introducción y aplicación de la notación numeral indoarábiga a Europa Occidental. Azraquel de Sevilla realiza un estudio exhaustivo sobre la Teoría de Ecuaciones de Diofanto de Alejandría, mientras que Abenezra de Calahorra escribe sobre las peculiaridades de los dígitos (1-9) en su Sefer ha-Eshad, redacta un tratado de aritmética en su Sefer ha-Mispad y elabora unas tablas astronómicas. Años antes de la Reconquista, el converso Juan de Sevilla tradujo del árabe un volumen del álgebra de Mohammed al-Khwarismi que fue posteriormente usado por matemáticos como Nicolo di Tartaglia, Girolamo Cardano o Viète.

En estilo andalusí se construye la Sinagoga del Tránsito (o de Samuel Ha-Leví) en la ciudad de Toledo, exponente máximo de la arquitectura judía de esta época, al igual que la Sinagoga de Córdoba.

La diáspora sefardí

La mayoría de los judíos expulsados de España en 1492 se instalaron en el norte de África, a veces vía Portugal, o en los estados cercanos, como el reino de Portugal, el reino de Navarra o en los estados italianos –donde paradójicamente muchos presumieron de ser españoles, de ahí que en el siglo XVI los españoles en Italia fueran frecuentemente asimilados a judíos-. Como de los dos primeros reinos también se les expulsó pocos años más tarde, en 1497 y en 1498 respectivamente, tuvieron que emigrar de nuevo. Los de Navarra se instalaron en Bayona en su mayoría. Y los de Portugal que no se convirtieron al cristianismo acabaron en el norte de Europa (Inglaterra o Flandes). En el norte de África, los que fueron al reino de Fez sufrieron todo tipo de maltratos y fueron expoliados, incluso por los judíos que vivían allí desde hacía mucho tiempo –de ahí que muchos optaran por regresar y bautizarse-. Los que corrieron mejor suerte fueron los que se instalaron en los territorios del Imperio Otomano, tanto en el norte de África y en Oriente Próximo, como en los Balcanes -después de haber pasado por Italia-. El sultán Bayaceto II dio órdenes para que fueran bien acogidos y exclamó en una ocasión refiriéndose al rey Fernando: "¿A éste le llamáis rey que empobrece sus estados para enriquecer los míos?". Este mismo sultán le comentó al embajador enviado por Carlos V "que se maravillaba que hubiesen echado los judíos de Castilla, pues era echar la riqueza"-.

Como algunos judíos identificaban España, la península ibérica, con la Sefarad bíblica (término tomado por los sefarditas del fenicio Span, que significa país lejano o escondido habida cuenta la gran distancia que existe entre la Península Ibérica e Israel y finalmente hebraizado S'farad), los judíos expulsados por los Reyes Católicos recibieron el nombre de sefardíes. Estos, además de su religión, "guardaron asimismo muchas de sus costumbres ancestrales y particularmente conservaron hasta nuestros días el uso de la lengua española, una lengua que, desde luego, no es exactamente la que se hablaba en la España del siglo XV: como toda lengua viva, evolucionó y sufrió con el paso del tiempo alteraciones notables, aunque las estructuras y características esenciales siguieron siendo las del castellano bajomedieval. […] Los sefardíes nunca se olvidaron de la tierra de sus padres, abrigando para ella sentimientos encontrados: por una parte, el rencor por los trágicos acontecimientos de 1492; por otra parte, andando el tiempo, la nostalgia de la patria perdida…".

La permanencia sefardí

Según el estudio genético "The Genetic Legacy of Religious Diversity and Intolerance: Paternal Lineages of Christians, Jews, and Muslims in the Iberian Peninsula" de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad de Leicester, liderados por el británico Mark Jobling, Francesc Calafell y Elena Bosch, publicados por American Journal of Human Genetics, los marcadores genéticos muestran que un 20% (uno de cada cinco) de los españoles tienen marcadores de judíos sefardíes (ascendencia directa masculina para el Y, peso equivalente para las mitocondrias femeninas). Esto representa que el cruzamiento genético (el Y es transmisión exclusiva por linea paterna) de la mezcla con ancestros judíos en España es total. Siendo la población de origen magrebí concentrada en Galicia, la mayor proporción de ascendencia directa judía es Asturias con un 40% (2 de cada 5), siendo el componente norteafricano testimonial (los apellidos son indicadores de ascendencia directa masculina; el apellido materno se pierde).

Los sefardíes en el Imperio otomano

Buena parte de los judíos expulsados fueron acogidos en el Imperio otomano, que a la sazón estaba en su máximo apogeo. El sultán Bayaceto II permitió el establecimiento de los judíos en todos los dominios de su imperio, enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo a algunos de ellos personalmente en los muelles de Constantinopla. Es famosa su frase: Gönderenler kaybeder, ben kazanırım — «Aquellos que les mandan pierden, yo gano» (Pulido, 1993).

Los sefardíes formaron cuatro comunidades en el Imperio otomano, por mucho, más grandes que cualquiera de las de España, siendo las dos mayores la de Salónica y la de Estambul, mientras que las de Esmirna y Safed fueron de menor tamaño. Sin embargo, los sefardíes se establecieron en casi todas las ciudades importantes del Imperio, fundando comunidades en Sarajevo, Belgrado, Monastir, Sofía, Russe, Bucarest, Alejandría, Edirne, Çanakkale, Tekirdağ y Bursa.

Los sefardíes rara vez se mezclaron con la población autóctona de los sitios donde se asentaron, ya que la mayor parte de éstos eran gente educada y de mejor nivel social que los lugareños, situación que les permitió conservar intactas todas sus tradiciones y, mucho más importante aún, el idioma. Los sefardíes continuaron hablando, durante casi cinco siglos, el castellano antiguo, mejor conocido hoy como judeoespañol que trajeron consigo de España, a diferencia de los sefardíes que se asentaron en países como Holanda o Inglaterra. Su habilidad en los negocios, las finanzas y el comercio les permitió alcanzar, en la mayoría de los casos, niveles de vida altos e incluso conservar su estatus de privilegio en las cortes otomanas.

La comunidad hebrea de Estambul mantuvo siempre relaciones comerciales con el Diván (órgano gubernamental otomano) y con el sultán mismo, quien incluso admitió a varias mujeres sefardíes en su harén. Algunas de las familias sefardíes más prominentes de la ciudad financiaban las campañas del ejército otomano y muchas de sus miembros ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango. Los sefardíes vivieron en paz por un lapso de 400 años, hasta que Europa comenzó a librar sus dos Guerras Mundiales, con el consiguiente colapso de los antiguos imperios y el surgimiento de nuevas naciones.

La amistad y las excelentes relaciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persiste aún a la fecha. Un prudente refrán sefardí, que hace alusión a no confiar en nada, prueba las buenas condiciones de esta relación: Turko no aharva a cidyó, ¿i si le aharvó? — «Un turco no golpea a un judío, ¿y si en verdad lo golpeó?» (Saporta y Beja, 1978).

La Salónica otomana

La ciudad de Salónica, en la Macedonia griega, sufrió un cambio trascendental al recibir a casi 250 000 judíos expulsados de España. La ciudad portuaria, anteriormente habitada por griegos, turcos y búlgaros, pasó a tener una composición étnica a finales del siglo XIX de casi un 65% de sefardíes. Desde el principio, en esta ciudad establecieron su hogar gran parte de los judíos de Galicia, Andalucía, Aragón, Sicilia y Nápoles, de ahí que el judeoespañol tesalonicense se vea claramente influenciado por la gramática del gallego y esté plagado de palabras del italiano. La mayoría de los hebreos de Castilla optaron por ocupar las importantes posiciones de gobierno disponibles en Estambul, hecho que también se evidencia en la lengua hablada por los judíos turcos (Saporta y Beja, 1978).

En Salónica, había barrios, comunidades y sinagogas pertenecientes a cada una de las ciudades y regiones de España. Kal de Kastiya, Kal Aragon, Otranto, Palma, Siçilia, Kasseres, Kuriat, Albukerk, Evora y Kal Portugal son ejemplos de barrios y sinagogas existentes en la ciudad macedonia a finales del siglo XIX, y son señal de que los sefardíes nunca olvidaron su pasado ni sus orígenes ibéricos.

Es importante destacar que la presencia hebrea en Salónica fue tan importante que el judeoespañol se convirtió en lingua franca para todas las relaciones sociales y comerciales entre judíos y no judíos. El día de descanso obligatorio de la ciudad, a diferencia del viernes musulmán o el domingo cristiano, era el sábado, ya que la gran mayoría de los comercios pertenecían a sefardíes. La convivencia pacífica entre individuos de las tres religiones llegó incluso al establecimiento de relaciones entre familias de diferentes confesiones, logrando así que hoy en día, muchos de los habitantes de Salónica cuenten por lo menos a un sefardí entre sus ancestros (Mazower, 2005).

La comunidad de Salónica, otrora la más grande del mundo y llamada por los sionistas la Madre de Israel, cuenta hoy con muy escasos individuos, ya que casi el 80% de sus habitantes fueron víctimas del Holocausto, sin contar las innumerables personas que emigraron, principalmente a Estados Unidos y Francia, antes de la Segunda Guerra Mundial, o a Israel con posterioridad.

Destrucción de las comunidades otomanas y dispersión

De las antiguas comunidades sefardíes del Imperio otomano poco queda hoy. Se puede considerar que la primera década del siglo XX es la última década de existencia «formal» de las comunidades sefardíes, principalmente de las comunidades asentadas en territorio griego. El movimiento nacionalista que se suscitó en Grecia, como consecuencia de su movimiento de independencia, ejerció una influencia considerable en los helenos residentes de Salónica, que a principios del siglo XX permanecía en manos otomanas.

La derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial significó para las comunidades griegas el término de sus privilegios y, años más tarde, su total destrucción. La anexión de la Macedonia a Grecia y la importancia que significaba Salónica para los griegos, puesto que se considera la cuna del helenismo, desencadenó violentas demostraciones antisemitas, muchas de ellas encabezadas por jerarcas de la Iglesia Ortodoxa griega, o por miembros de partidos políticos nacionalistas. «El putrefacto cadáver hebreo se ha enquistado en el cuerpo puro del helenismo macedonio», afirmaba un panfleto de la época. Se inicia entonces la salida de muchos sefardíes, nuevamente hacia el exilio en diferentes países (Mazower, 2005).

La considerable influencia francesa que ejerció la Alianza Israelita Universal sobre los sefardíes cultos hizo que muchos de éstos emigraran a Francia, mientras que otro tanto lo hizo a los Estados Unidos. Muchos de estos sefardíes no ostentaban ninguna nacionalidad, pues a su nacimiento, fueron registrados como ciudadanos del Imperio otomano, el cual dejó de existir en 1923. Aunque en algunos casos Grecia concedió pasaportes y garantías a los sefardíes como ciudadanos del reino, éstos nunca estuvieron vinculados con su nueva «patria». Un sefardí, al emigrar a Francia, declaró incluso ser de nacionalidad tesalonicense al ignorar la verdadera (Mazower, 2005).

Por el contrario, las juderías de Estambul y Esmirna no sufrieron mayores cambios en su situación, dado que al declararse la República de Turquía por Mustafa Kemal Atatürk, todos ellos continuaron siendo ciudadanos turcos protegidos. La abolición del Califato por Atatürk significó la secularización del Estado turco, lo cual hizo que los sefardíes dejaran de pagar el impuesto de dhimmí, o de súbditos no musulmanes. La judería turca permaneció a salvo durante casi todo el siglo XX y sólo desde el establecimiento del Estado de Israel comienza a sufrir una desintegración paulatina.

Una situación de indiferencia política, por su parte, sufren las juderías de Yugoslavia y Bulgaria, que por su reducido tamaño nunca fueron objeto de ninguna vejación, y aún hoy en día subsisten como lo han hecho durante siglos. Caso divergente, la judería de Bucarest corrió con el mismo destino que la otrora rica y poderosa comunidad de Salónica.

Los sefardíes en la actualidad

La comunidad sefardí, hoy en día, es mucho más numerosa en el Estado de Israel, donde hubo desde tiempos otomanos una comunidad en Safed, Galilea. En la actualidad, existen comunidades en las ciudades de Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Tienen su propia representación en la Knesset e incluso un rabino actúa como líder de la comunidad, Shlomo Amar. El partido religioso sefardí Shas es una de las principales fuerzas políticas en Israel y la fuerza «confesional» más numerosa.

La destrucción de casi toda la comunidad sefardí en el Holocausto originó en gran medida una disminución sustancial en la población hablante de lengua judeoespañola. Esto llevó a muchos miembros de la comunidad sefardí, esparcida principalmente en América e Israel, a intentar preservar la lengua, institucionalizarla y promover actividades científicas y culturales en torno a ella. Israel funda, a iniciativa del presidente Isaac Navón, la Autoridad Nasionala del Ladino, órgano encargado del estudio del judeoespañol, su protección y conservación. Esta institución edita periódicamente la revista Aki Yerushalayim, totalmente impresa en judeoespañol y que contiene artículos de interés para la comunidad sefardí. El Instituto Benito Arias Montano de Madrid publica también una revista de corte similar, titulada Sefarad.

En Estados Unidos, destaca la Fundación para el Avance de los Estudios y la Cultura Sefardíes (Foundation for the Advancement of Sephardic Studies and Culture — FASAAC), en donde trabajaron activamente personajes como Albert Matarasso, Mair José Benadrete, Henry V. Besso y David Barocas, eruditos de la cultura sefardí. Esta institución posee un amplio archivo de fotografías y documentos para investigadores.

En América Latina existen templos y cementerios sefardíes en las principales comunidades. Paulatinamente se entrelazan y cooperan con las comunidades askenazíes para sobrevivir.

En pro de la preservación de la cultura sefardí, las emisoras de radio Kol Israel y Radio Exterior de España emiten programas en lengua judeoespañola y dedican gran parte del tiempo a la divulgación de los eventos en favor de la cultura. Recientemente, el Instituto Cervantes de Estambul, en colaboración con la comunidad sefardí residente en la ciudad, imparte cursos de judeoespañol de manera regular. La Fundación Francisco Cantera Burgos en la ciudad española de Miranda de Ebro posee la mayor biblioteca en temas sefarditas y hebraicos de Europa, y una de las mayores del mundo.

En 1982, España estableció el reconocimiento de la nacionalidad a los sefardíes que demostraran una clara vinculación con el país. Las nacionalizaciones se tramitaban por vía de excepcionalidad a través del acuerdo del Consejo de Ministros. Por vía ordinaria, el plazo para adquirir la nacionalidad por los sefardíes en razón de su residencia era de dos años, al igual que para los nacionales de origen de Iberoamérica, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal y ocho menos que el resto de los no nacionales.Sin embargo, en 2015 se aprobó la ley que simplificaba el proceso que, no obstante, requería dos viajes a España para completarse.

Además de las diversas iniciativas que mantienen la memoria de estas personas28 , rey Felipe VI acogió a esta comunidad presidiendo un acto solemne celebrado en el comedor de gala del Palacio Real de Madrid con motivo de la Ley 12/2015 "en materia de concesión de nacionalidad española a los sefardíes originarios de España" . Diversos medios se hicieron eco de la noticia, tanto en medios generalistas como en medios especializados.

Apellidos sefardíes

Es una tradición española considerar como apellidos propios de los judíos todos aquellos apellidos de origen toponímico, de oficios o de profesiones. Así tenemos apellidos de origen patronímico, que son aquellos derivados de un nombre propio: de Sancho–>Sánchez, de Ramiro->Ramírez, Gonzalo->González, así también Martín, Alonso, Marín etc. Toponímico, o del lugar de procedencia como Ávila, Córdoba, Franco, Lugo, Zamora etc. Apellidos inspirados en accidentes o detalles geográficos que referencian a una familia dentro de un mismo pueblo, como puede ser De la Fuente, Del Pozo, Del Río, Ríos, Montes, Plaza, Lacoste, Calle, etc. Aquellos que toman una cualidad física o psíquica para identificar a un individuo dentro del grupo, como Cano, Calvo, Moreno, Pardo, Quiroz, Rubio, Petit. Y por supuesto los que indican que se ejerce un determinado oficio o profesión (Guerrero, Tinajero, Barbero, Barragán, Cubero, Zapatero, Ferrer, Ballesteros).

Es por lo tanto muy difícil asegurar una atribución exclusiva o tan siquiera relativa de un apellido con personas de una determinada religión, como muy bien expresaba Don Julio Caro Baroja en su obra Los judíos en la España moderna y contemporánea. Al tratar precisamente del tradicionalismo de los sefarditas, tanto en sus actividades lingüísticas como al ejercer oficios y profesiones, afirma que «aparte de conservar con celo apellidos desaparecidos hace mucho en España, o que, por el contrario, les son comunes con cristianos viejos de los que aquí pueden vivir (éste el de los apellidos, es terreno muy resbaladizo, y en el que muchos pueden dejarse llevar por la pasión fácilmente...».

En el apéndice X de la obra Apellidos de conversos se recoge un manuscrito de la Biblioteca Nacional que se ocupa del problema de los apellidos en Aragón.

Es de saber, que cuando los moros y judíos se bautizaron por mandado de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, muchos hombres principales, para aficionarlos a que de mejor gana lo hiciesen, les ponían sus nombres, de donde ha sucedido que ahora los sucesores de aquellos hombres principales tienen su limpieza en disputa, por ver que se hallan confesos de su apellido.

Allí se cita como ejemplo los casos de los Samaniego, Mendoza, Señores de Sangarrén, o de Don Domingo Ram, obispo de Huesca, que otorgaron su apellido a muchos bautizados.

Es cierto que los judíos tomaron tradicionalmente apellidos inspirados en personajes bíblicos, pero esos son también comunes en los individuos de religión islámica o cristiana. Otra fuente de inspiración propia fueron los motivos naturales, metales, piedras preciosas o sustancias, o simplemente los nombres de los colores.Por último debemos citar el caso de los judíos conversos que adoptaron voces de inspiración cristiana.

No es posible asegurar si un apellido concreto es judío o no. El hecho de que un determinado apellido sea portado por un judío no implica que ese apellido sea judío y, por ende, que todos los que lo llevan tengan origen judío. El proceso debe ser justo el contrario, dado que podemos afirmar sin ninguna duda que los apellidos judíos todavía en uso, con sus modificaciones, falsificaciones, etc. que estén referenciados en apellidos de origen español, determinan la herencia sefardita en un judío.

Sinagogas y familias relacionadas

Mayor (Mallorca) — Cuenca, Ferrera, Arotchas, Baraja, Ben Mayor, Torres, Francés.
Provincia (Provence) — Yeoshua, Barbero, Barouch, Menachem, Eskenazy, Haim, Pitchón, Paladino.
Estrouk (León) — Pinto, Chiniyo, Aragon, Faradji, Agas, Agasi.
Bet Aharon (Galicia) — Cassouto, Pardo, Saragoussi, Toledano, Franco, Avayou, Israel, Leal, Sadoc, Zadoq, Cadoc, Cadoche, Cadoches, Cados, Kados, Cadosch, Kadosh, Qadosh, Lugo, Villegas.
Aragón (Aragón) — Chiniyo, Pinto, Azouz, Hanania, Yona, Nahoum, Levi, Sarfati.
Portugal (Lisboa) — Melo, Ferreira, Antunes, Raphael, Pereire, Paraira, Arari, Rangel, Miranda, Boueno, Hernández, Pera, Pérez, Pinto, Preciado, Santo, Vilar.
Evora (Evora) — Pinto, Ovadia, Attias, Rouvio, Ergas, Amarillio, Bivas.
Shalom (Extremadura) — Molho, Pérez, Benveniste, Albukerk, Alviz, Kuriat, Litcho, Saloum, Alvo, Pero, Perero, Perera.
Catalan Hadash (Cataluña) — Parés, Perer, Shemtov, Sento, Santob, Ravel, Ravell, Santo, Santos.
Sicilia (Sicilia) — Ouziel, Berakha, Hazan, Hassan, Segoura, Shami, Shaban, Menashe, Haver, Levi.
Calabria (Calabria) — Profeta.
Toledano (Tapiero) - Días, Díaz, Cohen.
Italia Hadash (Roma) - Kalonymus, Calimano, Shemtob, Ravelli.

Cultura sefardí

Música sefardita

La música sefardí o sefardita nace de los judíos españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo una fusión de la música árabe y la cristiana. Árabe en el ritmo y los instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, que era el castellano. La temática más corriente de las canciones sefardíes es la amorosa, aunque también destacan las canciones de cuna y las de boda.

Por lo tanto cuando se habla de música sefardí como tal no se puede hablar de un género nuevo sino de una adaptación a su medida de unas melodías ya existentes, que hicieron los judíos llegados a España, pero que ganaron con la llegada de los sefardíes en riqueza rítmica e instrumental.

Los sefardíes al ser expulsados de España llevaron su música y tradiciones a Turquía, Grecia y Bulgaria, países donde se establecieron principalmente. Han sabido mantener las canciones en castellano que heredaron de sus antepasados ibéricos pese al paso de los siglos y añadir palabras propias de cada idioma autóctono.

Con la música sefardí que se sigue practicando en el Mediterráneo oriental en la actualidad podemos hacernos una idea de como sonaba esta música en la Edad Media.

Gastronomía sefardí

Corresponde al conjunto de costumbres culinarias de los judíos sefardíes. Las características de la gastronomía sefardí van íntimamente ligadas a las prácticas del judaísmo, se puede decir que forma parte integrante de la gastronomía mediterránea debido al uso que hace de los ingredientes de esta zona de Europa añadiéndole algún tinte de misticismo a la elaboración de algunas recetas tradicionales. Posee influencias claras de la cocina árabe y con el devenir de los años ha adquirido influencias de la cocina turca.

Sefardíes destacados

Marcos Ricardo Barnatán, escritor.
Jimmy Barnatán, cantante, actor y escritor.
Joseph Caro, rabino, teólogo, jurista y escritor.
Isaac Carasso, empresario, fundador de Danone.
Daniel Carasso, empresario.
Familia Camondo, banqueros y mecenas.
Baruj Salinas, pintor.
David Abulafia, historiador.
Myriam Moscona, poeta y escritora.
Lluís Bassat, publicista catalán.
Uriel Macías Kapón, escritor.
Elena Benarroch, diseñadora.
Jacques Derrida, filósofo.
Benjamin Disraeli, político, escritor, primer ministro del Reino Unido
Abraham Galante, académico y polímata turco.
Antonio Enríquez Gómez, dramaturgo, narrador y poeta lírico español.
Abraham Meza, ayudante de Simón Bolívar
Amedeo Modigliani, pintor de la Escuela de París
Moisés Montefiore, banquero y filántropo británico
José Penso de la Vega, escritor del Siglo de Oro.
Murray Perahia, pianista.
Camille Pissarro, pintor impresionista.
David Ricardo, uno de los padres de la economía clásica.
Baruch Spinoza, filósofo.
Uriel da Costa, filósofo.
Primo Levi, químico y escritor.
Joseph Nehama, historiador, lingüista.
Maír José Bernadete, hispanista.
David Romano Ventura, filólogo e historiador.
Émile Benveniste, lingüista.
Esther Benbassa, historiadora y política.
Ricardo Bofill Levi, arquitecto.
Miguel Abensour, filósofo.
Esther Bendahan, escritora.
Irene Kajon Levi, filósofa.
Susana Romano-Sued, poeta, escritora.
Marc-Alain Ouaknin, filósofo y escritor.
Margalit Matitiahu, escritora.
Haïm Vidal Séphiha, lingüista.
Marcos (Mordejai) Edery, rabino.
Uriel Romano, rabino.
Pierre Vidal-Naquet, historiador.
Emilio Gino Segrè, Premio Nobel de Física.
Cesare Segre, filólogo y semiólogo.
Victor Segré, escritor.
Ivan Segré, filósofo y talmudista.
Jérôme Benarroch, filósofo y talmudista.
Hélène Cixous, escritora.
Daniel Najmías, traductor.
Miquel Segura Aguiló, periodista y escritor.
Avner Pérez, poeta y traductor.
Ferrán Aguiló, escultor.
Yehuda Hatsvi, escritor y traductor.
Clarisse Nicoïdski, poeta y escritora.
Isaac Ben Rubí, periodista, escritor, editor y poeta.
Enrique Saporta y Beja, escritor y editor.
Ariel Barchilón, narrador y dramaturgo.
Enrico Macias, cantante.
Paul Marciano, diseñador.
Idan Matalon, periodista, productor de audio y video, modelo, y ejecutivo de negocios.
Rena Molho, historiadora.
Ellen Gould Ventura, cantante.
Nissan ben Avraham, primer rabino chueta.
Neil Manel Frau-Cortès, músico, investigador, escritor.
Sophie Calle, escritora, fotógrafa, directora y artista conceptual.
Shlomo Ben Ami, historiador, político y diplomático.
José Carlos Cataño, poeta, ensayista y narrador.
Yaakov Moshé Toledano, rabino y político israelí.
Saadia Marciano, político israelí fundador de los Black Panthers en Israel.
Romi Aboulafia, actriz israelí.

Sefarad (en hebreo, ספרד) es un topónimo bíblico que la tradición judía ha identificado con España —de ahí que en lengua hebrea sea la palabra que se utiliza para referirse a España—. Al parecer la identificación de Sefarad con la península ibérica no se produjo en la Edad Media, sino después de la expulsión de los judíos de España en 1492. De Sefarad toman su nombre los sefardíes, descendientes de los judíos originarios de España y Portugal.

Sefarad en los textos bíblicos

Sefarad es el término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la península ibérica.
Se trata de un topónimo bíblico mencionado una sola vez, concretamente en el Libro de Abdías:5

La multitud de los deportados de Israel
ocupará Canaán hasta Sarepta,
y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad
ocuparán las ciudades del Negueb.
Abdías 1:20
El pasaje, de difícil datación como todo el Libro de Abdías, hace referencia en todo caso al período conocido como cautividad de Babilonia, y a la dispersión del pueblo judío que siguió a la destrucción de Jerusalén en 586 a. C. Implica que algunos habitantes de Jerusalén fueron deportados al lugar mencionado.

Algunos expertos en la Biblia, aunque no han averiguado a qué lugar se refiere exactamente, se inclinan por considerar a Sefarad como una ciudad de Oriente Próximo, y la han identificado con Sparda (Sardes), ciudad de Lidia (Asia Menor); o con Shaparda, ciudad no muy alejada de Babilonia; o con Sabariam o Sibraïm, cerca de Hama (Siria).

Identificación de Sefarad con España

Los exégetas judíos de la Biblia identificaron Sefarad con Hispania al menos desde el Targum de Jonatán, traducción al arameo de los libros proféticos realizada por Jonatán Ben Uziel, de cronología discutida, pero probablemente de época romana. A partir del siglo II E.C., los judeoespañoles le dieron el nombre Sefarad a la Península ibérica.Desde entonces fue habitual en la literatura hebrea postbíblica referirse a la península con el nombre de Sefarad, que aparece en las obras de autores sefardíes como Isaac Abravanel y Salomón ben Verga. En el siglo XVI, el hebraísta Benito Arias Montano, en su Comentaria in Duodecim Prophetas (Amberes, 1571), recoge también esta idea.

El uso Sefarad es sumamente frecuente ya desde fines del siglo XX en adelante y se emplea para referirse a la Península Ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha región. Como ejemplos de ello considérese:

Ministerio de Cultura y Centro Nacional de Exposiciones de España: Toledo, Sinagoga del Tránsito, La vida judía en Sefarad, exposición y catálogo, noviembre de 1991 - enero de 1992
Centro Cultural Cervantes: "El legado de Sefarad - La España sefardita" - Memoria de Sefarad en América, sitio educativo, 2009
Biblioteca Nacional de España: "Biblias de Sefarad", exposición, con catálogo digitalizado, 2012.
David Stern, Universidad de Pensilvania: Una introducción al estudio de la Biblia hebrea en Sefarad. Quien afirma que: "Los libros hebreos que los judíos de Sefarad produjeron durante la Edad Media constituyen uno de los logros culturales más importantes de la historia judía. [...] En este ensayo me propongo esbozar las líneas fundamentales de la historia de la Biblia hebrea en Sefarad, desarrollando algún aspecto de carácter más general relacionado con ella."

Shimon Iakerson, Instituto de Manuscritos Orientales de la Universidad Estatal, San Petersburgo: Los primeros impresos hebreos de Sefarad. Quien explica que: "En la actualidad, no podemos dar una respuesta precisa y adecuada a la pregunta de quiénes fueron los primeros impresores de textos hebreos. De hecho, ni siquiera sabemos si estos fueron de origen sefardí, italiano o askenazí. A partir de los primeros datos de los que disponemos, podemos únicamente decir que el impresor del primer incunable hebreo que ha sobrevivido era de origen sefardí."

Museo Sefardí de Toledo (inaugurado en 1964) y Toledo Sefarad: Web Oficial del Toledo Judío (Patronato Municipal de Turismo de Toledo).
Centro de la Memoria Sefardí de Granada - Granata al-Yahud
Casa de Sefarad, Córdoba (España) - sitio oficial
Centro Sefarad-Israel, Madrid
Radio Sefarad - Federación de Comunidades Judías de España
Tarbut Sefarad
Museo Sefardí, Caracas (inaugurado en 2000).

Bibliotheca Sefarad Bibliotheca Sefarad es una biblioteca digital de referencias bibliográficas de judaica especializada en temas hispanojudíos, Inquisición y sefardíes, con especial interés en las publicaciones españolas.

El arabista Emilio García Gómez, a quien cita Joseph Pérez, cree inapropiado el uso del término sefardí para referirse a todo aquello lo relativo a los judíos españoles de la época medieval.El origen del término sefardí, según Pérez, sería posterior a la expulsión de 1492 y acaso un modo de distinguir a los judíos procedentes de España de aquellos que ya residían en otros lugares (tal el caso, por ejemplo, de los judíos askenazíes); a raíz de ello, prefiere reservar las palabras Sefarad y sefardí a épocas posteriores a 1492.