domingo, 22 de janeiro de 2017

Textos Cabalisticos



1. No hay nada más que Él

Lo escuché en Parashat Itró 1, el 1 de febrero de 1944

Está escrito: “No hay nada más que Él”. Esto significa que no existe ningún otro poder en el mundo capaz de oponerse al Creador. Y la razón por la cual uno ve que en el mundo hay cosas y poderes que niegan Su Poder Absoluto, se debe a que el Creador así lo desea.

Y este modo de corrección se llama “la mano izquierda rechaza y la derecha acerca”; es decir, aquello que la izquierda rechaza se considera una corrección. Esto significa que en el mundo existen cosas que, desde un principio, han tenido como finalidad desviar al hombre del camino correcto, y por medio de las cuales es rechazado de la Kedushá (Santidad).

Y el beneficio de estos rechazos es que, por medio de ellos, la persona recibe una necesidad y un deseo completo de que el Creador le ayude, puesto que ve que de otra manera estaría perdida ya que no sólo no progresa en su trabajo, sino que ve que retrocede, es decir, carece de la fuerza para observar la Torá y las Mitzvot[1] (preceptos), incluso en Lo Lishmá[2] (no en beneficio de la Torá). Pues sólo superando todos los obstáculos de manera genuina, por encima de la razón, pueden observarse la Torá y las Mitzvot. Pero la persona no siempre posee la fuerza para sobreponerse por encima de la razón; por el contrario, se encuentra forzada a desviarse de la senda del Creador, Dios no quiera, aun siendo Lo Lishmá.

Y aquel que siempre siente que lo fragmentado excede a lo intacto, es decir, que existen muchos más descensos que ascensos, y que no ve un final a estos estados, cree que permanecerá para siempre al margen de la Kedushá (Santidad), pues siente que es demasiado difícil para él observar la Torá en lo más mínimo, a menos de que pueda trascender por encima de la razón. Pero no siempre es capaz de conseguirlo. Por lo tanto, ¿cuál será el final de todo esto?

Entonces, finalmente determina que nadie puede ayudarle sino el Mismo Creador. Esto le lleva a realizar una sincera demanda de corazón al Creador para que le abra los ojos y el corazón y, ciertamente, le acerque más a la eterna adhesión con Dios. De esto se deduce que todos los rechazos que había experimentado, provenían del Creador.

Esto significa que no se debía a que hubiera fallado, a que no tuviera la capacidad de sobreponerse a los obstáculos. En cambio, a aquellas personas que verdaderamente desean acercarse al Creador, y con el fin de que no se contenten con poco, es decir, no permanezcan como niños ignorantes, se les brinda ayuda desde Arriba, para que no puedan decir: “Gracias a Dios, tengo Torá, Mitzvot y acciones de bien; por lo tanto, ¿qué más puedo necesitar?”

Y solamente si uno posee un deseo sincero, recibirá ayuda desde Arriba. Y constantemente se le muestra cuán carente está en su estado presente. Esto significa que se le envían pensamientos y opiniones que se oponen al trabajo con el fin de hacerle ver que no está unido al Señor. Y en la medida en que consigue sobreponerse, siempre acaba viendo que se encuentra más lejos de la Kedushá que los demás, quienes se sienten unidos al Creador.

Sin embargo, uno siempre tiene quejas y reclamos, y no consigue justificar el comportamiento del Creador, y cómo Él se comporta con uno. Esto le provoca dolor. ¿Por qué no está unificado con el Creador? Finalmente llega a sentir que no tiene parte alguna de la Kedushá.

Aunque uno en ocasiones recibe un despertar desde Arriba que le revive momentáneamente, enseguida vuelve a caer a lo más bajo. No obstante, esto es lo que lo lleva a descubrir que sólo Dios puede ayudarle y acercarle realmente.

El hombre siempre debe tratar de aferrarse al Creador. Esto significa que todos sus pensamientos deben estar orientados hacia Él, y que aun encontrándose en el peor estado, un estado del cual no pueda concebirse un mayor descenso, no debe abandonar Su dominio. Es decir, no debe concebir que exista otra autoridad que le esté impidiendo entrar en la Kedushá, y que sea capaz de causar beneficio o daño alguno.

Esto significa que no debe pensar que existe la fuerza de la Sitra Ajra (otro lado, opuesto) impidiéndole ejecutar buenas acciones y seguir la senda de Dios. En cambio, todo es llevado a cabo por el Creador.

Baal Shem Tov decía que aquel que sostiene la existencia de otra fuerza en el mundo, es decir, Klipot (cáscaras), se encuentra en un estado de “servir a otros dioses”. No es necesariamente el pensamiento herético el responsable de la transgresión. Pero si él cree que existe alguna otra autoridad y fuerza aparte del Creador, de esta forma ya está cometiendo un pecado.

Más aún, aquel que sostiene que el hombre es dueño de su propia autoridad y que afirma que fue él mismo quien ayer no deseó seguir la senda del Creador, también está pecando de hereje. Esto se debe a que no cree que sólo el Creador sea quien dirige al mundo.            

Sin embargo, cuando comete una transgresión, ciertamente debe arrepentirse y lamentarse por haberla cometido. Pero también aquí debemos colocar al dolor y a la pena en el lugar que les corresponde, es decir, ¿dónde encuentra la causa de ese pecado? Pues este es el punto del que se debe lamentar.

Entonces, la persona debe arrepentirse y decir: “He cometido ese pecado, porque el Creador me arrojó de la Kedushá a un lugar de suciedad, a la letrina, al sitio de residuos”. Esto significa que el Creador le dio a uno un deseo y un anhelo para entretenerse y respirar aire en un lugar pestilente.

(Y se puede afirmar, como está escrito en los libros, que a veces uno llega encarnado en un cerdo. Debemos interpretar esto, como él dice, entendiendo que uno recibe un deseo y anhelo de extraer vida de aquellas cosas que previamente había considerado meros desperdicios, pero ahora desea nutrirse por medio de ellos).

Además, cuando uno siente que ha llegado a un estado de ascenso, y percibe un poco de  sentido en el trabajo, no debe decir: “ahora me encuentro en un estado en el cual comprendo que vale la pena servir al Creador”. En cambio, debe saber que en ese momento ha sido favorecido por el Creador, y por lo tanto, Él lo acercó más a Sí; y esta es la razón por la cual en ese momento percibe un sentido en el trabajo. Y debe cuidarse de no abandonar el dominio de la Kedushá afirmando que exista alguien más que esté actuando aparte del Creador.

(Pero esto significa que el ser favorecido por el Creador, o lo contrario, no depende de la persona misma, sino sólo del Creador. Y el hombre, con su mente externa, no puede comprender por qué razón el Señor lo ha favorecido en ese momento y no después).

Del mismo modo, cuando lamenta que el Creador no lo acerca a Él, también debe cuidar en qué sentido lamenta este distanciamiento respecto del Creador. Pues si lo hace pensando en su beneficio personal, entonces se estaría convirtiendo en un receptor para sí mismo, para su propio beneficio; y quien recibe, está separado de Él. En cambio, debería lamentar el exilio de la Shejiná (Divinidad), o sea, está causando aflicción a la Shejiná.

Uno puede tomar como ejemplo cuando algún pequeño órgano del cuerpo está dolorido, ciertamente el dolor es percibido básicamente en la mente y en el corazón. El corazón y la mente representan la totalidad del hombre. Y por supuesto, la sensación de un solo órgano no puede ser equivalente a toda la sensación de dolor en la persona, donde se siente la mayor parte del dolor.  Así es el dolor que uno siente por estar alejado del Creador, ya que uno no es más que un órgano particular de la divina Shejiná, porque esta es el alma de Israel en su totalidad. Por lo tanto, el dolor particular no se asemeja al grado de dolor general. Esto significa que existe aflicción en la Shejiná cuando los órganos son apartados de ella, y no puede sustentarlos.

(Y podríamos decir que este es el significado de lo que dijeron nuestros sabios: “Cuando un hombre se lamenta, ¿qué es lo que dice la Shejiná? ‘Oprobio a mi cabeza’”). Y si uno no vincula el pesar por estar alejado del Creador a sí mismo, se salva de caer en la trampa del deseo de recibir “para sí mismo”, que es considerado “separación de la Santidad”.

Lo mismo sucede cuando uno siente cierta cercanía con la Kedushá; cuando siente alegría por haber sido favorecido por el Creador. También entonces uno debe sostener que su gozo se debe principalmente a que ahora existe deleite Arriba, en la Sagrada Shejiná, al haber logrado acercar a Ella ese órgano particular, en vez de haberlo tenido que alejar de Su lado.

Y uno obtiene alegría del hecho de ser recompensado con poder deleitar a la Shejiná. Esto está en concordancia con el cálculo anterior que dice que, cuando hay deleite para lo individual, es sólo una parte del deleite del total. A través de estos cálculos, uno pierde su individualidad y evita ser atrapado por la Sitra Ajra, que es el deseo de recibir “en beneficio propio”.

Si bien el deseo de recibir es imprescindible, pues de él está compuesto el hombre en su totalidad,, se debe a que cualquier cosa que exista en la persona aparte del deseo de recibir, no pertenece al creado, sino que se le atribuye al Creador. Pero el deseo de recibir placer debe ser corregido invirtiéndolo con el fin de otorgar.

Esto significa que el placer y el deleite que el deseo de recibir consigue, deben corresponder con la intención de brindar deleite Arriba cada vez que el creado sienta placer, puesto que este fue el propósito de la creación: beneficiar a Sus creaciones. Y esto se llama “el deleite de la Shejiná Arriba”.

Por esta razón uno debe hallar consejo sobre cómo causar deleite Arriba. Y por cierto, si uno recibe placer, también Arriba se sentirá contento y satisfacción. Por eso, el individuo anhela estar siempre  en el palacio del Rey, y poder divertirse con los tesoros del Rey. Y eso, por supuesto, provocará contento y satisfacción Arriba. De esto se desprende que todo el anhelo debe estar orientado exclusivamente  en beneficio del Creador.

2. La Shejiná en exilio

Lo escuché en 1942

El Sagrado Zóhar dice: “Él es Shojén (El que mora) y Ella es Shejiná (Divinidad)”. Es sabido que se dice que no existe cambio alguno con respecto a la Luz Superior, como está escrito: “Yo, HaVaYa (el Señor), no cambio”. Todos los nombres y denominaciones son solo con respecto a los Kelim (vasijas),  lo cual es el deseo de recibir incluido en Maljut, la raíz de la Creación. Desde ahí desciende hasta nuestro mundo, hasta los creados.

Todos estos discernimientos, comenzando con la raíz de la creación de los mundos, hasta los creados, se denominan Shejiná. El Tikún (corrección) general es que la Luz Superior iluminará en ellos en plenitud y perfección y entonces la Luz que brilla en los Kelim es llamada Shojén, y los Kelim se llaman con el nombre general “Shejiná”. En otras palabras, la Luz mora dentro de la Shejiná. Esto significa que la Luz se llama Shojén porque mora dentro de los Kelim; es decir, que la totalidad de los Kelim se llama Shejiná.

El tiempo previo a que la Luz brille en ellos en absoluta plenitud se denomina “Correcciones”. Esto significa que realizamos correcciones para que la Luz pueda brillar plenamente dentro de las vasijas. Hasta entonces, ese estado es llamado “Divinidad en Exilio”, que aún no existe perfección en los Mundos Superiores y abajo, en este mundo, y en el sitio donde debe prevalecer la Luz Superior dentro del deseo de recibir, allí, el deseo de recibir se llena de necedades y bajezas que no honran a los Cielos. Esto significa que allí donde el corazón debiera ser un tabernáculo para la Luz de Dios, se convierte en un espacio de desperdicios e inmundicia. Resulta que la Shejiná se encuentra en el polvo, que significa que se la rebaja al nivel del suelo que cada uno desprecia todo lo concerniente a la Kedushá, y son rebajados hasta el nivel de polvo, que no existe deseo alguno de elevarla del polvo. Por el contrario, elige cosas innobles y esto ocasiona aflicción a la Shejiná, pues no se le asigna un lugar en el que pueda prevalecer la Luz Superior.

3. Acerca del logro espiritual

Lo escuché

Logramos discernir muchos niveles y diferentes aspectos en los mundos. Debemos comprender que todo lo referente a niveles y discernimientos, trata del alcance de las almas con respecto a lo que se recibe de los mundos. Esto sigue la regla de “Aquello que no alcanzamos, no lo conocemos por nombre”. Esto se debe a que la palabra “nombre” indica alcance espiritual, como ocurre con la persona que da nombre a un objeto después de haber discernido sobre él mismo, según su propio alcance.

Así, la realidad en general se divide en tres discernimientos con respecto al logro espiritual:

Atzmutó (Su Esencia)

Ein Sof (Infinito)

Neshamot ( las almas)

1. No hablamos de Atzmutó en absoluto. Esto se debe a que la raíz y el lugar de los creados comienzan en el Plan de la Creación, allí donde ellos se incluyen según el aspecto “el final de un acto se encuentra en el pensamiento inicial”.

2. Ein Sof está relacionado con el Plan de la Creación, que es “Su deseo de hacer el bien a Sus creados” en el aspecto infinito denominado “Ein Sof”, y es la conexión que existe entre Atzmutó y las almas. Nosotros percibimos esta conexión bajo la forma de “el deseo de deleitar a los creados”.

Ein Sof es el comienzo. Es llamado “Luz sin Kli (vasija)”. No obstante, aquí se encuentra la raíz de los creados, es decir la conexión entre el Creador y los creados, denominada “Su deseo de hacer el bien a Sus creados”. Este deseo comienza en el mundo de Ein Sof y se extiende hasta el mundo de Asiyá.

3. Las Neshamot (almas), que son las receptoras del bien que Él desea brindar.

Ein Sof recibe ese nombre porque esta es la conexión entre Atzmutó y las almas, la cual percibimos como “Su deseo de satisfacer a Sus creados”. No tenemos expresión alguna salvo para esa conexión del deseo de disfrutar, y este es el comienzo del asunto llamado “Luz sin Kli”, pues allí empieza la raíz de los creados, esto es, la conexión entre el Creador y los creados, llamada “Su deseo de hacer el bien a Sus creados”. Este deseo nace en el mundo de Ein Sof y se extiende hasta el mundo de Asiyá. Todos los mundos respecto a sí mismos, se consideran Luz sin Kli, de los cuales no se hace apelación alguna. Estos se disciernen como Atzmutó, y en ellos no hay alcance alguno.

No es de asombrarse entonces que se disciernan allí varios discernimientos. Esto se debe a que estos discernimientos se encuentran allí en potencia. Luego, cuando llegan las almas, se revelan estos discernimientos en las almas que reciben las Luces Superiores de acuerdo con lo que hayan arreglado y corregido, de modo que las almas puedan recibirlas, cada una según su capacidad y calificación. Y entonces, estos discernimientos se revelan de hecho. Sin embargo, mientras las almas no alcancen la Luz Superior, todo en su propio valor se considera Atzmutó.

Los mundos son considerados Ein Sof con respecto a las almas que reciben de los mundos. La razón de esto es que dicha conexión entre los mundos y las almas, es decir, lo que los mundos dan a las almas, procede del Plan de la Creación, que es una correlación entre las almas y Atzmutó. Esta conexión se llama Ein Sof. Cuando rezamos al Creador y le solicitamos que nos ayude dándonos lo que deseamos, significa que nos dirigimos al estado de Ein Sof. Allí se encuentra la raíz de los creados, que desea impartirles placer y deleite, lo cual denominamos “Su deseo de beneficiar a Sus creados”.

El rezo va dirigido al Creador que nos creó, y Su Nombre es “Su deseo de beneficiar a Sus creados”. Él es llamado Ein Sof porque hace referencia a lo que precede al Tzimtzum (restricción). Y aun después de la restricción, no acontece cambio alguno en Él, pues la Luz es inmutable y Él siempre conserva este nombre.

La proliferación de nombres solamente se da con respecto a quienes reciben. Por eso, el primer nombre que se reveló como el secreto de la raíz para los creados, fue Ein Sof. Y este nombre permanece inmutable. Todas las restricciones y los cambios suceden únicamente con respecto a quienes reciben, y Él siempre resplandece en el nombre inicial, que es “Su deseo de beneficiar a Sus creados” infinitamente. Por tal motivo rezamos al Creador, llamado Ein Sof, que ilumina sin restricción alguna, sin fin. Y lo que después se convierte en el fin, son correcciones para los receptores, con el propósito de que puedan recibir Su Luz.

La Luz Superior consiste en dos discernimientos: quien alcanza y lo alcanzado. Todo lo que decimos en relación a la Luz Superior atañe solo a la forma en que quien alcanza se impresiona por lo alcanzado. Sin embargo, por sí solos, ni quien alcanza ni lo alcanzado, reciben el nombre de Ein Sof. Antes bien, lo alcanzado se denomina Atzmutó, y quien alcanza se denomina “almas”, siendo un discernimiento renovado, que forma parte del todo. Es renovado en el sentido de que el deseo de recibir se encuentra impreso en él. Y en ese sentido, la creación recibe el nombre de “existencia a partir de la ausencia”.

En sí, todos los mundos son considerados una simple unidad, y no se produce cambio en la Divinidad. Este es el significado de “Yo, el Señor, no cambio”. No hay Sefirot ni Bejinot (discernimientos) en la Divinidad. Ni siquiera los más puros apelativos hacen referencia a la Luz en sí, pues esta es un discernimiento de Atzmutó, donde no hay alcance. Al contrario, todas las Sefirot y discernimientos hablan exclusivamente de lo que la persona percibe dentro de sí misma. Esto es así porque el Creador quiso que alcanzáramos y comprendiéramos la abundancia como “Su deseo de beneficiar a Sus creados”.

Para poder alcanzar lo que Él había deseado que alcanzáramos y que comprendiéramos cómo es “Su deseo de beneficiar a Sus creados”, Él creó y nos concedió estos sentidos, y estos sentidos obtienen sus impresiones de la Luz Superior.

En esta medida, nos han sido dados muchos discernimientos, ya que el sentido general es denominado “deseo de recibir” y se divide en numerosos detalles, según la medida que los receptores sean capaces de recibir. De este modo, encontramos muchas divisiones y detalles llamados ascensos y descensos, expansión, partida, etc.

Dado que el deseo de recibir es llamado “creado” y un “discernimiento renovado”, el habla comienza precisamente en el lugar donde el deseo de recibir empieza a recibir impresiones. El habla representa discernimientos en las partes de la impresión, pues aquí ya existe una correlación entre la Luz Superior y el deseo de recibir.  Esto recibe el nombre de “Luz y Kli”. Sin embargo, no hay de qué hablar mientras la Luz no tenga Kli, ya que una Luz no alcanzada por un receptor es considerada Atzmutó; del cual está prohibido hablar, pues es inalcanzable y lo que no alcanzamos no le damos nombre.

De esto aprendemos que, cuando oramos para que el Creador nos envíe salvación, remedio, etc., hay dos cosas que debemos distinguir: 1) El Creador; 2) Aquello que proviene de Él.

En el primer discernimiento, considerado Atzmutó, queda prohibida toda palabra, como hemos mencionado. En el segundo discernimiento, aquello que proviene de Él y que es considerado la Luz que se expande en nuestras vasijas, esto es, en nuestro deseo de recibir, es lo que llamamos Ein Sof. Es la conexión del Creador con los creados, y esto es, “Su deseo de beneficiar a Sus creados”. El deseo de recibir es considerado como la Luz en expansión que finalmente alcanza al deseo de recibir.

Cuando el deseo de recibir recepta la Luz en expansión, esta es entonces denominada Ein Sof. Llega a los receptores a través de numerosos velos, para que puedan ser recibidos por el inferior. Resulta que todos los discernimientos y cambios se llevan a cabo específicamente en el receptor, en la medida que el receptor se impresione con ellos. No obstante, debemos entender la materia de la que estamos hablando. Cuando hablamos de discernimientos en los mundos, nos referimos a discernimientos potenciales. Y cuando el receptor alcanza dichos discernimientos, estos pasan a ser discernimientos propiamente dichos.

El alcance espiritual se da cuando quien alcanza y lo alcanzado se unen, ya que si no existe quien alcance no existe forma para lo alcanzado, pues no hay quien obtenga la forma de lo alcanzado.

Por eso, este discernimiento es considerado Atzmutó, respecto al cual no es posible declaración alguna. Entonces, ¿cómo podemos decir que lo alcanzado tiene su propia forma?

Solo podemos hablar desde donde nuestros sentidos reciben la impresión de la Luz en expansión, que es “Su deseo de beneficiar a Sus creados”, y que de hecho llega a las manos de los receptores.

De la misma manera, al examinar una mesa, nuestro sentido del tacto la percibe como algo sólido. También reconocemos su longitud y su anchura mediante nuestros sentidos. Sin embargo, esto no implica que la mesa se manifieste con esta misma forma a alguien que posea sentidos diferentes. Por ejemplo, si un ángel examinara la mesa desde su punto de vista, la vería de acuerdo a sus sentidos. Por lo tanto, no podemos determinar ninguna forma con respecto al ángel, pues desconocemos los sentidos que este posee.

Por ende, dado que no podemos alcanzar al Creador, nos es imposible decir qué formas tienen los mundos desde Su perspectiva. Solo podemos alcanzar los mundos de acuerdo a nuestros sentidos y sensaciones, ya que fue Su voluntad que lo alcanzáramos de este modo.

Este es el sentido de “No existe cambio alguno en la Luz”. Por el contrario, todas las transformaciones ocurren en los Kelim, es decir, en nuestros sentidos, donde todo se mide de acuerdo a nuestra imaginación. De esto se desprende que si muchas personas examinaran un mismo objeto espiritual, cada una lo comprendería según su propia imaginación y sentidos, percibiendo cada persona una forma diferente. Además, la forma en sí cambiará en una persona de acuerdo con sus ascensos y descensos, como hemos explicado antes cuando dijimos que la Luz es Luz Simple y que todos los cambios suceden solamente en quienes reciben.

Ojalá se nos conceda Su Luz,  y podamos seguir los caminos del Creador y servirle; pero no con el propósito de recibir recompensa, sino con el fin de complacer al Creador y elevar así a la Divinidad del polvo. Ojalá se nos conceda la adhesión con el Creador y la revelación de Su Divinidad a Sus creados.

4. ¿Cuál es la razón de la pesadumbre que uno siente al anularse ante el Creador durante el trabajo?

Lo escuché el 12 de Shvat, 6 de febrero de 1944


Debemos saber la razón de la pesadumbre que se siente cuando uno desea trabajar para anular su “yo” ante el Creador, y no preocuparse por su propio beneficio. Uno llega a un estado en el que parece que el mundo entero se detiene, y que solo uno está, aparentemente, ausente de este mundo; dejando a un lado a familia y a amigos con el fin de anularse ante el Creador. Hay una sencilla razón para esto, se llama “falta de fe”. Significa que uno no ve frente a quién se está anulando, es decir, no siente la existencia del Creador. Y esto le provoca pesadumbre.

Sin embargo, cuando uno empieza a sentir la existencia del Creador, inmediatamente su alma desea anularse y conectarse a la raíz, para integrarse en ella como “una vela frente a una antorcha”, sin ningún discernimiento mental o racional pues esto le sucede a uno de forma natural, del mismo modo que una vela se anula frente a una antorcha.

Entonces, resulta que la esencia del trabajo consiste únicamente en alcanzar la sensación de la existencia del Creador, esto es, sentir la existencia del Creador, que “toda la tierra está llena de Su Gloria”. En esto consiste todo el trabajo de uno; es decir, que todo el vigor  que uno pone en el trabajo sea solo con el fin de alcanzar esto, y no otras cosas. Uno no debe confundirse y pensar que tiene que obtener algo. La persona está falta de una sola cosa: fe en el Creador. No ha de pensar en nada más, es decir, que la única recompensa que anhele de su trabajo sea obtener la fe en el Creador.

Debemos saber que no existe diferencia entre una pequeña o gran luminiscencia que una persona alcance. Esto es así porque no hay cambios en la Luz, pues todos los cambios suceden en los Kelim (vasijas) que reciben la abundancia, como está escrito: “Yo, el Señor, no cambio”. Por ende, si uno puede aumentar sus propias vasijas, en esa misma medida aumentará la luminiscencia.  Aun así, la cuestión es: ¿Con qué puede uno aumentar sus vasijas? La respuesta es: en la misma medida en que alabe y agradezca al Creador por haberlo acercado a Él, que lo pueda sentir en alguna medida y pensar en la importancia de ello, del hecho de haber sido recompensado con cierta conexión con Él. Según el grado de importancia que uno  se formule, así será la medida de luminiscencia que crezca dentro de uno. Debemos saber que uno jamás llegará a conocer la verdadera magnitud de la importancia de la conexión entre hombre y Creador, ya que somos incapaces de calcular su verdadero valor. En cambio, en la medida que uno la aprecie, captará su valor e importancia. Hay una fuerza en ello, en virtud de la cual uno recibe luminiscencia incesantemente.