sexta-feira, 6 de janeiro de 2023

Manly Palmer Hall - Los Mistérios Druídicos de Britania y la Galia

 

En algún período remoto, los habitantes originales y primitivos de Britania revivieron y reformaron sus instituciones nacionales. Hasta entonces, su sacerdote o instructor había recibido simplemente el nombre de Gwydd, pero consideraron que se había vuelto necesario dividir su cometido entre el sacerdote nacional o supremo y otro con una influencia más limitada. A partir de entonces, aquel se convirtió en el Der-Wydd (druida) o instructor superior y [este en el] Go-Wydd u O-Vydd (vate), el instructor subordinado; los dos respondían al nombre general de Beirdd (bardos) o maestros de la sabiduría. A medida que el sistema fue madurando y creciendo, el orden de los bardos pasó a estar compuesto por tres clases: los druidas, los Beirdd Braint o bardos privilegiados y los vates.

El origen de la palabra «druida» es objeto de controversia. Max Müller cree que, como la palabra irlandesa drui, significa «el hombre de los robles». Además, llama la atención al hecho de que los griegos llamaban dryades a los dioses de los bosques y las divinidades de los árboles. Algunos creen que la palabra tiene origen teutónico y otros la atribuyen a los galeses. Unos pocos la remontan al gaélico druidh, que significa «hombre sabio» o «hechicero». En sánscrito, la palabra dru quiere decir «árbol».

En tiempos de la conquista romana, los druidas estaban perfectamente instalados en Britania y la Galla. No se cuestionaba el poder que tenían sobre el pueblo y ha habido casos en los que unos ejércitos que estaban a punto de atacarse envainaron sus espadas cuando así se lo ordenaron los druidas de blancas vestiduras. Ninguna empresa de gran importancia comenzaba sin la colaboración de estos patriarcas, que actuaban como mediadores entre los dioses y los hombres. Merecidamente, se atribuye a la orden druídica un conocimiento profundo de la naturaleza y sus leyes. Según la Enciclopedia Británica, la geografía, las ciencias físicas, la teología natural y la astrología eran sus estudios preferidos. Los druidas tenían conocimientos básicos de medicina, en particular del uso de plantas medicinales. También se ha hallado instrumental quirúrgico rudimentario en Inglaterra e Irlanda. En un curioso tratado sobre la medicina británica primitiva se establece que todos los que la practicasen habían de contar con un jardín o un patio donde cultivar ciertas hierbas necesarias para su profesión. Éliphas Lévi, el célebre trascendentalista, hace la siguiente afirmación significativa: «Los druidas eran sacerdotes y médicos, curaban por magnetismo y cargaban amuletos con su influencia fluida. Sus remedios universales eran el muérdago y los huevos de serpiente, porque estas sustancias atraen la luz astral de una forma especial. La solemnidad con la que cortaban el muérdago atraía hacia esta planta la confianza popular y le otorgaba gran poder magnético.

[…] Algún día, el avance del magnetismo nos revelará las propiedades absorbentes del muérdago y entonces comprenderemos el secreto de estas plantas mullidas que extraían las virtudes desaprovechadas de los vegetales y se recargaban de tinturas y sabores Una ciencia médica que será nueva porque es vieja utilizará con conocimiento de causa las setas, las trufas, las agallas de los árboles y los diferentes tipos de muérdago […] pero no se debe avanzar más rápido que la ciencia, que retrocede para poder avanzar más».

El muérdago no solo era sagrado como símbolo del remedio universal o panacea, sino también porque crecía en el roble. A través del símbolo del roble, los druidas adoraban a la Divinidad Suprema y, por consiguiente, todo lo que creciera en este árbol era sagrado para Ella. En determinadas épocas del año, según la posición del sol, la luna y las estrellas, el archidruida trepaba al roble y cortaba el muérdago con una hoz dorada destinada a tal fin. La planta parásita se envolvía en telas blancas que se utilizaban precisamente para la ocasión: para que no tocara la tierra y se contaminara con las vibraciones terrestres. Por lo general se sacrificaba un toro blanco debajo del árbol. Los druidas eran iniciados de una escuela secreta que existía entre ellos. Esta escuela, muy semejante a los Misterios báquicos y los eleusinos de Grecia o a los ritos egipcios de Isis y Osiris, se designa justamente con el nombre de «Misterios druídicos». Mucho se ha especulado con respecto a la sabiduría secreta que los druidas afirmaban poseer. Sus enseñanzas secretas no se escribieron jamás, sino que se transmitían de forma oral a los candidatos preparados especialmente. Robert Brown, del grado 32, opina que los sacerdotes británicos obtuvieron su información de los navegantes tirios y fenicios que, miles de años antes de la era cristiana, establecieron colonias en Britania y la Galia mientras buscaban estaño. Thomas Maurice, en su Indian Antiquities, diserta largamente sobre las expediciones fenicias, cartaginesas y griegas que iban a las islas Británicas en busca de estaño. Otros opinan que los Misterios celebrados por los druidas eran de origen oriental, posiblemente budista.

La proximidad de las islas Británicas a la Atlántida perdida puede explicar el culto solar, que desempeña un papel importante en los rituales del druidismo. Según Artemidoro, en una isla cercana a Gran Bretaña adoraban a Ceres y a Perséfone con ritos y ceremonias similares a los de Samotracia. No cabe duda de que el panteón druídico incluye gran cantidad de deidades griegas y romanas, lo cual dejó pasmado a César durante su conquista de Britania y la Galia y lo hizo afirmar que aquellas tribus adoraban a Mercurio, Apolo, Marte y Júpiter de una manera similar a la de los países latinos. Es casi seguro que los Misterios druídicos no son autóctonos de Britania ni de la Galia, sino que emigraron de alguna de las civilizaciones más antiguas.

La escuela de los druidas se dividía en tres partes distintas y las enseñanzas secretas que representaban son prácticamente las mismas que los misterios ocultos tras las alegorías de la Logia Azul masónica. La inferior de estas tres divisiones era la del vate (ovydd), un grado honorario que no requería ninguna purificación ni preparación especial. Los vates vestían de verde, el color druídico del conocimiento, y tenían que saber un poco de medicina, astronomía, poesía —en la medida de lo posible— y a veces música. Un vate era una persona admitida en la orden druídica por su excelencia general y su conocimiento superior acerca de los problemas de la vida. La segunda división era la del bardo (beirdd), cuyos miembros vestían de azul celeste para representar la armonía y la verdad. Les correspondía la tarea de memorizar, al menos en parte, los veinte mil versos de la poesía sagrada druídica. A menudo se los representaba con el arpa primitiva británica o irlandesa, un instrumento cuyas cuerdas eran de cabello humano, tantas como costillas había de un lado del cuerpo humano. Aquellos bardos se elegían a menudo como maestros de los candidatos a ingresar en los Misterios druídicos. Los neófitos llevaban trajes a rayas azules, verdes y blancas, los colores sagrados de la orden druídica. La tercera división era la de los druidas (derwyddon), cuya tarea específica consistía en ocuparse de las necesidades religiosas de la población. Para alcanzar esta dignidad, los candidatos primero tenían que llegar a ser bardos privilegiados. Los druidas iban siempre vestidos de blanco: era símbolo de su pureza y el color que ellos usaban para simbolizar el sol.

Para alcanzar la posición elevada de archidruida, o jefe espiritual de la organización, el sacerdote tenía que superar los seis grados sucesivos de la orden druídica. (Los miembros de los distintos grados se distinguían por el color de su faja, porque todos llevaban vestiduras blancas. Algunos autores opinan que el título de archidruida era hereditario y que pasaba de padres a hijos, aunque es más probable que el honor se concediera por votación. Su titular era elegido entre los miembros más sabios de los grados druídicos superiores, por sus virtudes y su integridad). Según James Gardner, en Britania solía haber dos archidruidas: uno residía en la isla de Anglesey y el otro en la isla de Man. Se supone que había otros en la Galia. Estos dignatarios por lo general llevaban un cetro dorado y una corona de hojas de roble como símbolo de su autoridad. Los miembros más jóvenes de la orden druídica iban afeitados y vestidos modestamente, mientras que los más ancianos llevaban largas barbas canosas y espléndidos adornos dorados. Como el sistema educativo de los druidas británicos superaba al de sus colegas del continente europeo, muchos jóvenes gajos eran enviados a escuelas druídicas en Britania para recibir instrucción filosófica. Éliphas Lévi afirma que los druidas vivían en rigurosa abstinencia, estudiaban las ciencias naturales, guardaban el secreto más estricto y solo admitían nuevos miembros después de prolongados períodos de prueba. Muchos de los sacerdotes de la orden vivían en edificios bastante similares a los monasterios actuales. Se reunían en grupos, como los ascetas del Lejano Oriente. Aunque el celibato no era obligatorio, pocos contraían matrimonio. Muchos de los druidas se retiraban del mundo y vivían como ermitaños en cuevas, en casas toscas de piedra o en pequeñas chozas en medio de algún bosque, donde oraban y meditaban y de las que solo salían para cumplir sus obligaciones religiosas. En su Ten Great Religions, James Freeman Clarke describe como sigue las creencias de los druidas: «Los druidas creían en tres mundos y en la transmigración de uno a otro: un mundo superior a este, en el cual reinaba la felicidad; un mundo inferior, de desdicha, y el estado actual. Esta transmigración servía para castigar y recompensar y también para purificar el alma. En el mundo presente —decían—, el Bien y el Mal están tan bien equilibrados que el hombre tiene la máxima libertad y puede elegir o rechazar ambos. Las tríadas galesas nos cuentan que la metempsicosis tenía tres propósitos: reunir en el alma las propiedades de todo el ser, adquirir el conocimiento de todas las cosas y conseguir poder para vencer al mal. También hay —dicen— tres tipos de conocimiento: el conocimiento del nombre de cada cosa, el de su causa y el de su influencia. Hay tres cosas que decrecen constantemente: la oscuridad, la falsedad y la muerte, y hay tres que crecen constantemente: la luz, la vida y la verdad».

Como casi todas las escuelas de los Misterios, las enseñanzas de los druidas se dividían en dos partes diferenciadas. La más sencilla, un código moral, se enseñaba a todo el mundo, mientras que la doctrina esotérica, más profunda, solo se presentaba a los sacerdotes iniciados. Para ingresar en la orden, el candidato tenía que ser de buena familia y de moral intachable. No se le confiaban secretos importantes hasta que no hubiese sido tentado de muchas formas y la fortaleza de su carácter no hubiese sido sometida a duras pruebas. Los druidas enseñaron a los pueblos de Britania y la Galla acerca de la inmortalidad del alma. Creían en la transmigración y, aparentemente, en la reencarnación. Pedían prestado en una vida y prometían devolver en la siguiente. Creían en un infierno purificador en el que expiarían sus pecados para pasar después a la felicidad de la unidad con los dioses. Los druidas enseñaban que todos los hombres se salvarían, pero que algunos debían regresar a la tierra varias veces para aprender las lecciones de la vida humana y para vencer el mal inherente en su propia naturaleza. Antes de que se confiaran a un candidato las doctrinas secretas de los druidas, tenía que jurar guardar el secreto. Aquellas doctrinas se transmitían solo en la profundidad de los bosques y en la oscuridad de las cuevas.

En aquellos sitios poco frecuentados se instruía al neófito acerca de la creación del universo, las personalidades de los dioses, las leyes de la naturaleza, los secretos de la medicina oculta, los misterios de los cuerpos celestes y los rudimentos de la magia y la hechicería. Los druidas tenían gran cantidad de días festivos. La luna nueva y la llena y el sexto día de la luna eran períodos sagrados. Se cree que las iniciaciones solo se celebraban durante los dos solsticios y los dos equinoccios. Al amanecer del vigésimoquinto día de diciembre se celebraba el nacimiento de la divinidad solar. Según algunos, las enseñanzas secretas de los druidas están teñidas de la filosofía pitagórica. Los druidas tenían una virgen madre con un niño en los brazos que era sagrada para sus Misterios y su divinidad solar resucitaba en la misma época del año en la que los cristianos actuales celebran la Pascua. Tanto la cruz como la serpiente eran sagradas para los druidas, que, para hacer la primera, cortaban todas las ramas de un roble y sujetaban una de ellas al tronco para formar la letra te. Aquella cruz de roble se convirtió en símbolo de su divinidad suprema. También adoraban al sol, la luna y las estrellas. La luna era objeto de especial veneración. César afirmaba que Mercurio era uno de los dioses principales de los galos. Se supone que los druidas adoraban a Mercurio con la apariencia de un cubo de piedra. También sentían gran veneración por los espíritus de la naturaleza (hadas, gnomos y ondinas), pequeñas criaturas de los bosques y los ríos a los que hacían muchas ofrendas. A continuación, la descripción de los templos de los druidas que hace Charles Heckethorn en The Secret Societies of All Ages & Countries:

«Los templos en los que conservaban el fuego sagrado por lo general estaban situados en promontorios y en robledales espesos; los había de diversas formas: circular, porque el círculo es el símbolo del universo: ovalado, en referencia al huevo mundano, del cual surgieron, según la tradición de numerosas naciones el universo o, según otras, nuestros primeros padres: serpenteante, porque la serpiente era el símbolo de Hu, el Osiris druídico; cruciforme, porque la cruz es un emblema de regeneración, o alado, para representar el movimiento del espíritu divino. […] Sus divinidades principales se podían reducir a dos: una masculina y una femenina, el gran padre y la gran madre, Hu y Ceridwen, que reúnen las mismas características que Osiris e Isis, Baco y Ceres o cualquier otra pareja de dioses supremos que representen los dos principios de todo ser».

Godfrey Higgins afirma que Hu, el Poderoso, considerado el primer poblador de Britania, procedía de un lugar que las tríadas galesas llaman «el país del verano»», donde actualmente está situada Constantinopla. Albert Pike dice que la Palabra Perdida de la masonería está oculta en el nombre del dios druida Hu. La escasa información existente acerca de las iniciaciones secretas de los druidas indica una marcada similitud entre su escuela mistérica y las de Grecia y Egipto. Hu, la divinidad solar, fue asesinado y, tras pasar por una cantidad de pruebas extrañas y rituales místicos, recuperó la vida. Había tres grados en los Misterios druídicos, pero eran pocos los que los superaban todos. Se enterraba al candidato en un ataúd, como símbolo de la muerte de la divinidad solar. Sin embargo, la prueba suprema consistía en echarlo al mar en una barca abierta. Muchos perdieron la vida en esta prueba. Taliesin, un erudito antiguo que pasó por todos los Misterios, describe la iniciación de la barca abierta en The Origin of Pagan Idolatry de Faber. Se decía que los pocos que superaban aquel tercer grado habían «nacido otra vez» y que les enseñaban las verdades secretas y ocultas que los sacerdotes druidas conservaban desde la Antigüedad. De aquellos iniciados salieron muchos de los dignatarios del mundo religioso y político británico.