terça-feira, 8 de março de 2016

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 6



CAPÍTULO VI 
LOS I. DE T. DEL SEGUNDO GRADO 

Lo que quizás caracteriza mejor a cada grado de la Francmasonería es sus Instrumentos de Trabajo, los cuales han sido escogidos de manera que sinteticen y expresen gráficamente la esencia de lo que se trata de enseñar al estudiante. 

Estos Instrumentos de Trabajo se pueden estudiar de dos maneras principales: una de ellas consiste en observar el uso que de ellos hacen los masones o albañiles operativos; y la otra, en analizar los principios filosóficos y fundamentales en que cada uno se basa. De esta forma estaremos en condiciones de percibir la lección espiritual que encierra cada uno de estos instrumentos, así como también los medios materiales de expresar semejante enseñanza espiritual en la vida práctica. 

No obstante, es necesario que tengamos presente en nuestros estudios masónicos que la Masonería es una ciencia progresiva y que sus tres grados constituyen un todo o conjunto. Lo mismo puede decirse de los Instrumentos de Trabajo, cuyos tres grupos son progresivos, puesto que cada uno sigue lógica y esencialmente a los que le preceden, y el conjunto constituye un complemento íntegro y completo. 

Por consiguiente, creo que será provechoso el hacer una comparación sucinta de los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz, con los del Compañero, para percatamos de su orden de sucesión y de su afinidad. 

Las diferencias existentes entre los Instrumentos de Trabajo del primer grado y los del segundo son muchas y notables. Desde el punto de vista operativo, el Aprendiz ha de allar la piedra dándole el tamaño y la forma debidos por medio del mallete y del cincel. 
Realiza su trabajo en la Cantera, en donde prepara ais1adamente las piedras, cuya medida se le da, obedeciendo a un plan que ignora. 

Trabaja en una sola piedra cada vez, y no es necesario que sepa en donde se ha de colocar ésta, ni cual es su relación con las demás piedras. 

Sin embargo, cuando llega a Compañero su trabajo toma un nuevo aspecto y da un importante avance en su arte. No hay que olvidar que, aunque al Compañero se le entregan nuevos instrumentos con que trabajar, éstos no substituyen a los del primer grado, sino quese agregan a ellos. Por lo tanto, todavía conserva él la R. de 24 P., el M. y el C., y aun le queda trabajo por realizar con ellos. En realidad, le dicen que, si bien hasta aquí no se ha ocupado más que de dar forma a la piedra bruta, ahora ha de prepararla mejor, suavizando y puliendo sus superficies, cortando las molduras, etc., a fin de embellecer y dar elegancia a la estructura, trabajo que se puede realizar íntegramente con la R. de 24 P., el M.y el C. La relación de esto con el problema de la individualidad, que constituye la enseñanza suprema del segundo grado, tiene gran importancia y significación, y, por eso, pensamos tratar más tarde sobre el particular. 

Los nuevos instrumentos que ahora se añaden al equipo del masón son la Escuadra, el Nivel y la Plomada, símbolos que son los más significativos de la parte formal de la Masonería, puesto que el Templo se erige sobre un fundamento a nivel, se traza con la escuadra, y se levanta piedra a piedra, ajustándolo a la plomada. Por eso parece apropiado que estos tres Instrumentos de Trabajo caractericen al Segundo Grado, que es el Central, y que sean las joyas móviles de los tres Principales Oficiales, cuya posición indica su valor supremo y su lugar único en el esquema íntegro. 
Excepto la E. que el masón emplea como la R. de 24 P ., en todas las etapas de su trabajo por ser indispensable a todos los grados de trabajadores sea cual fuere su categoría, el N. y la R. P. se utilizan únicamente en la sede del Templo. Es evidente que el Aprendiz no necesita el nivel ni la plomada, instrumentos de relación, para dar forma a las piedras separadas de la Cantera. En cambio, el Compañero, que trabaja en el solar en que se edifica, colocando unas piedras sobre otras, no podría llevar a cabo su tarea sin el nivel y la plomada. Cada hilada debe estar nivelada cuidadosamente, y cada piedra ha de colocarse con perfecta verticalidad, posición que se comprueba fácilmente por medio de la plomada. 

Considerado desde este punto de vista, el trabajo del aprendiz es individualista, puesto que se dedica a preparar las piedras aisladamente; mientras que el del Compañero es de asociación, ya que su tarea consiste en colocar las piedras en perfecta relación mutua, y en procurar que su trabajo se acople correctamente con las otras partes del edificio que construyen los demás masones. De modo que la erección de una individualidad estable fundamentada firmemente en la fuerza es labor que comienza el Aprendiz en los principios de su carrera; pero que únicamente puede ser perfeccionada por el Compañero. 

Los Instrumentos de Trabajo de los dos primeros grados pueden compararse y contrastarse de otro modo interesante. La R. de 24 P. y la E., que son los primeros de cada serie, son instrumentos estáticos; es decir, que únicamente se utilizan cuando permanecen parados, puesto que han de tenerse rígidos e inmóviles cuando se aplican a la obra, para que pueden ser útiles. 

Sin embargo, entre los otros dos de cada serie hay fin marcado contraste. Mientras el Nivel y la Regla Plomada son instrumentos estáticos, el Mallete y el Cincel son esencialmente dinámicos. Estos dos últimos sólo son útiles cuando están en movimiento, pues de no ser así tendrían tanto valor para el masón como el talento enterrado de la parábola bíblica. Empléanse en cortar el material y separar los pedazos innecesarios. Por otra parte, el Nivel v la Plomada no son útiles cuando se hallan en estado de movimiento, y, al igual que la R. de 24 P. y la Escuadra, han de estar inmóviles y rígidos para que se pueda comprobar la perfección de la obra, la cual ha de variarse hasta tanto que se ajuste a las reglas de los antedichos instrumentos. 

De modo que la fuerza no se adquiere más que por el movimiento, por el ejercicio de la facultad y por "el infatigable esfuerzo"; y asimismo, la Individualidad del Artífice se estabiliza, afirma y serena cuando esa fuerza obedece a las leyes de la Naturaleza y de la 
Ciencia. 

Si se consideran los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz y del Compañero desde el punto de vista de su flexibilidad y adaptación, se descubre otro elemento de gran valor expresivo en cuanto al problema de la Individualidad. En primer lugar, descubrimos nuevamente que existe cierta semejanza entre los primeros instrumentos de cada grupo, y que hay una radical diferencia entre los dos restantes de cada grado. Así que la R. de 24 P. y la E. son fijas e invariables, y nuestro trabajo ha de ajustarse a ellas en tanto que determinemos el número de unidades de la R. de 24 P. y el lugar en donde debemos colocar los ángulos rectos o escuadras. No puede permitirse ninguna latitud, puesto que cualquier variación es un error y una divergencia de la verdad. 

Esta misma reflexión puede aplicarse también al N. ya la P., a los cuales hay que ajustarse implícitamente con escrupulosa fidelidad, para que el trabajo no fracase. No queda lugar a ellos para el ejercicio de la individualidad, del temperamento y del gusto personal. Toda desviación de la obra planeada a base de la Escuadra que tienda a separarse de la horizontal y de la vertical es errónea porque estas variantes del proyecto no son manifestaciones de la verdadera individualidad, sino imprecisiones, debidas a negligencias u obstinaciones. La individualidad no se alcanza vulnerando la ley, ni separándose de los principios fundamentales de la Naturaleza y de la Ciencia, sino por medio de algo más sutil y profundo. Lejos de ser la verdadera individualidad un compuesto de errores e imperfecciones, consiste en obedecer a las leyes con escrupulosa fidelidad, o, mejor dicho, la individualidad se vale de las leyes para lograr sus propósitos, obrando como "verdadero y fiel Artífice", y realizando, sin embargo, el milagro de ser única, integral y diferente de todos los demás individuos. Esta es, indudablemente, la gran paradoja de la Individualidad, cuya solución se elude en el grado supremo. 

Ahora bien, si la verdadera expresión de la individualidad no se basa en la infracción de la ley o en la defectuosa aplicación de la Escuadra, del Nivel y de la Plomada ¿ en dónde podremos encontrarla? Como la individualidad pertenece par excellence al segundo grado, parece lógico que encontráramos la solución en los Instrumentos de Trabajo característicos de este grado; pero no es así. 
Si bien es cierto que la formación de la Individualidad es la obra suprema del Compañero, hay que tener en cuenta que son necesarios en esa obra los instrumentos del primer grado así como la sabiduría del tercer grado, si no quieren correr graves riesgos. Pues cuando se lucha por hallar la Individualidad y por consolidarla deben evitarse las añagazas del egoísmo, del orgullo y del "pecado de separatividad"; tendencia separativa que se suele atribuir a las elucubraciones de la mente, cuyo desarrollo constituye la prerrogativa esencial del grado de Compañero masón. Por lo tanto, antes de que el candidato se lance a estudiar con verdadera intensidad el problema de la Individualidad, aconsejamos que sea exaltado al Tercer Grado y aprenda como Maestro masón que hasta la misma individualidad ha de ser trascendida y muerta. Es preciso que aprenda que la Individualidad no es un fin, sino un medio que conduce a una meta más elevada. Si él se concentrara en el problema de la Individualidad careciendo de esta sabiduría, y considerara que la formación de ésta es un fin, un logro suficiente, entonces correría gran peligro de incurrir en errores que tendrían como consecuencia estorbar su progreso ulterior en la Ciencia Masónica. 

Contra este peligro se nos precave en las enseñanzas del Segundo Grado, cuando se nos enseña la importante lección del Servicio, puesto que, si esta lección se aprende y aplica 
bien el enorme poder de la Individualidad se encauzará por los caminos del servicio altruista, con lo cual se habrá logrado su desarrollo saludable y no mórbido. 

Así pues, una vez que se ha reconocido que el peligro del egoísmo y de la separatividad 
no puede evitarse más que consagrando todas las facultades adquiridas al servicio altruista, y una vez que se ha aprendido que el milagro de la Individualidad no es un fin, sino un medio de que nos valemos para lograr un fin mejor, tratemos de descubrir la aparición de la Individualidad, pero no en la manera de emplear los Instrumentos de Trabajo el segundo grado, sino en el uso que se hace de los dos últimos instrumentos del primer grado, conocidos con los nombres de M. y C., pues ya hemos dicho que la Individualidad del Masón o Artífice llega a su fruición y expresión en el filo del Cincel. 

Como ya hemos visto, la E., el N. y la P. no quedan margen para lo personal o individual, puesto que estos instrumentos son inflexibles e invariables. En cambio, el Mallete y el Cincel dan lugar a una variedad y a una flexibilidad infinita. No hay dos trabajadores que usen el Filo de su Cincel de idéntica manera, así como no hay dos personas que hablen o escriban exactamente igual. En realidad, los Artífices se distinguen entre sí por este diferente uso del Filo. Los trabajadores de la piedra o masones operativos graban sus marcas con el filo del Cincel, y ningún hombre puede hacer la marca de otro; la marca de cada hombre es única, propia y eternamente distinta de la marca de todo otro hombre. 

Especulativamente, el filo del Cincel es la línea divisoria entre el Yo y el No-Yo; la línea en donde el trabajador entra en contacto con su obra, en que el organismo choca y 
reacciona contra el ambiente. En esta línea es donde emerge la Individualidad, porque lo que constituye la cosa única de cada organismo individual es la forma en que es afectado por el ambiente, el modo de reaccionar contra él, de dominarlo. Y esta línea es el Filo del Cincel. 
Una vez hechas estas consideraciones, pasemos a examinar con mayor minuciosidad la naturaleza intrínseca de los Instrumentos de trabajo correspondientes al Segundo Grado, y veamos las lecciones ulteriores que pueden enseñar al masón. 

Ya hemos visto que mientras el primer grado es primariamente moral, el segundo es mental en esencia, puesto que su objeto consiste en expandir y desarrollar la mente, adaptando sus múltiples facultades al servicio de la humanidad. Por lo tanto, los Instrumentos de Trabajo del Segundo Grado deben ser de naturaleza mental, y esto es precisamente lo que ocurre. Cierto es que en el Primer Grado apuntan los comienzos del proceso mental indicados por medio de la R. de 24 P., porque las observaciones sólo se hacen empleando la Regla y reuniendo de esta forma los elementos materiales con que ha de realizarse aquél. Sin embargo, en el Segundo Grado la razón se encarna específicamente en el símbolo de la E., emblema en que se basa toda la parte formal de la Masonería. 

La E. es, sin duda alguna, el más fundamental y simple de los símbolos del proceso del raciocinio imaginados por el hombre; y, por consiguiente, las significaciones que pueden darse a sus aspectos innumerables son infinitas. Puede concebirse que su origen es el resultado de observar la relación existente entre dos objetos tan sencillos como las líneas rectas. El hombre primitivo que juega con dos palos llega a colocarlos alguna vez en cruz, formando ángulos rectos, y entonces se da cuenta de que esta posición es única y de que se diferencia de todas las demás en que es siempre la misma desde cualquier punto en que se contemple; es decir, que los cuatro ángulos son iguales. Toda la Geometría, toda medición de formas y objetos, todos los procesos de la razón se derivan de la percepción de esta única relación de cuadratura. Ahora bien, los procesos de la razón son problemas de la conciencia, de conocer (sciens, en latín), de Ciencia. De ahí que la Escuadra indique al masón que el acto de conocer o Ciencia es la médula de la Masonería. 

Si nos fijamos de nuevo en la R. de 24 P., que es el primer Instrumento de trabajo del masón - cuyo empleo jamás se ensalzará lo suficiente, ya que su lección consiste en observar o medir - y lo aplicamos a la Naturaleza, a nuestro ambiente material, percibiremos un vasto panorama de fenómenos en el mundo que nos rodea, y, a medida que continuemos observando el proceso de la Naturaleza, empezaremos a notar gradualmente que existe orden en lo que al principio creíamos que era un ininteligible caos de acontecimientos. Este orden regular y metódico de las cosas recibe el nombre de Leyes Naturales, entre las cuales la de la gravitación es la más universal, fundamental e importante, puesto que actúa doquiera existe la materia. Las demás manifestaciones de las Leyes de la Naturaleza vienen y van de acuerdo con las circunstancias; pero siempre que exista materia está presente la gravitación, pues sabido es que la materia y la gravitación son inseparables. 
Ahora bien, la P. es el símbolo indudable de la gravitación más típico de los que el hombre ha ideado para indicar las leyes y procesos de 1a Naturaleza, de las cuales la de la gravitación es la más importante. 

Y, por último, hemos llegado al N., que es una combinación de la E. con la P., de la Ciencia con la Naturaleza. 

De esta forma se percibe claramente la significación de los instrumentos de trabajo correspondientes al segundo grado de la Masonería: la E. aconseja al Compañero que piense, que emplee la razón; la P. le dice que estudie la Naturaleza, y el Nivel le enseña a combinar su razón con las fuerzas de aquélla. 

Todo el arte y toda exposición razonada de la civilización se describe por medio de esta sencilla y gráfica manera. La misma palabra Man (hombre) se deriva de la voz sánscrita Manas que significa Mente, porque el hombre es hombre en tanto que es ser inteligente y razonador. La razón es su divina prerrogativa, y sólo por medio de ella puede él elevarse a mayores alturas en donde esperan su manifestación facultades más maravillosas todavía, y en donde quizás hasta la misma razón haya de ser substituida por un proceso aun más perfecto. Sin embargo, el Compañero tiene el deber supremo de cultivar la inteligencia y la razón y valerse de ellas. A esto ha de unirse la observación de la Naturaleza, con vistas a unir sus fuerzas a la inteligencia del hombre para llegar a la finalidad suprema que tiene ante sí, que no es otra que la construcción del Sagrado Templo. Es decir, que, para la realización de esta gran obra, la Naturaleza procura la fuerza, y el hombre aporta la inteligencia directora de aquélla. 

En consecuencia, vemos que, así como la P. representa la Naturaleza y la actuación de sus leyes, y la E. es el emblema del proceso de la conciencia, del acto de conocer o Ciencia, así también los Misterios Ocultos de la Naturaleza y la Ciencia a que se hace referencia tan a menudo en el ritual del segundo grado, se simbolizan sencillamente por medio del primero y del tercero de los instrumentos de Trabajo del Grado, los cuales se unen para formar el segundo, el Nivel, cuyo uso consiste en poner los cimientos para edificar sobre ellos la parte superior de la fábrica. 
En conclusión, quizás sea provechoso que recapitulemos sucintamente las lecciones que 
hemos deducido de los Instrumentos de Trabajo pertenecientes al Compañero masón. 

Hemos visto primeramente que los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz se utilizan en la Cantera para trabajar piedras aisladas, ya que no corresponde a este grado la relación entre las piedras individuales. Por lo contrario, el Compañero hace uso de sus instrumentos en el solar en que edifica; instrumentos que se adaptan especialmente para ajustar entre sí las diferentes piedras con la mayor precisión; por lo cual el trabajo del Compañero es asociativo. 

Los Instrumentos de Trabajo del Segundo Grado son precisamente las joyas móviles de los tres principales Oficiales y las más características, por el lado de la forma, de todos tos símbolos de la Masonería. Mientras que el primer Instrumento de Trabajo del Aprendiz es estático, por serlo de medida más bien que de movimiento ejecutivo, y los otros dos son dinámicos, todos los tres Instrumentos de Trabajo del Compañero son estáticos. Los dos instrumentos dinámicos del primer grado son flexibles, y proporcionan amplio campo para la variedad y expresión de la individualidad, mientras que los tres del segundo grado son fatalmente impersonales, tienen que ser obedecidos de modo implícito y no dan margen para el ejercicio de la individualidad. 

Sin embargo, a quien atañe principalmente la formación de su separada individualidad es al Compañero y no al Aprendiz. Para conseguir esto no ha de servirse de los instrumentos del segundo grado, sino necesariamente de los del primero. Con el Filo del Cincel el Compañero masón encuentra y expresa su Individualidad, y escribe este sagrado nombre que nadie puede conocer excepto quien lo recibió. 

Así como el primer grado es moral, el segundo es mental v sus Instrumentos de trabajo tienen la misma característica. De manera que la Escuadra simboliza los comienzos de la razón; la Regla Plomada, la apreciación de la ley más fundamental de la Naturaleza, y el Nivel, la unión de las dos para servicio al hombre. Así que la enseñanza de los Instrumentos de Trabajo del segundo grado se puede condensar en pocas palabras: Pensar, Observar y Trabajar con la Naturaleza. Si el Artífice masón hace esto, llegará un día en que descubra que ha realizado el milagro de la Individualidad en el Filo del Cincel, y en que se dé cuenta de que en el centro de su ser individual existen la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza infinitas que, según se le dijo en el primer grado, residen también en el G. A. D. U., porque el masón ha de saber que así como el G. A. D. U. es el centro de Su Universo, así también Su reproducción es nuestro centro, nuestro Legislador interno e inmortal y ha de acordarse también de que nuestra naturaleza ha de armonizar con la de su Creador.