terça-feira, 8 de março de 2016

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 5



CAPÍTULO V 
EL SEGUNDO GRADO 

El llamamiento del Segundo Grado de la Francmasonería es completamente diferente y distinto del primer grado. Esto es inevitable y lógico, pules así como el hombre es un ser completo cuya constitución tiene varios aspectos, así también la Francmasonería debe poseer aspectos que corresponden con los humanos. Sólo así es como la Francmasonería puede proclamar que sustenta una filosofía completa de la vida y un sistema de moral y de ética en concordancia con las múltiples necesidades de sus adeptos. 

De esto se deduce que, como son pocos los hombres que han llegado a un perfecto desarrollo y como La mayoría han educado unos de los aspectos de sus naturalezas más que otros, es lógico que no sientan igual predilección por todas las facetas de la Francmasonería. Esta vulgar observación viene como anillo al dedo en el caso de que estamos tratando, pues sabido es que la mayoría de los Hermanos no responden con tanta presteza y entusiasmo al segundo grado, como al primero. Vale, pues, la pena estudiar este hecho indudable que tiene importantes consecuencias procurando determinar las causas a que obedece. 

Algunas de las principales razones de que esto ocurra no son muy distantes, ni difíciles de buscar. El primer grado es esencialmente moral y emocional; el segundo es mental en el fondo. El primer grado es un llamamiento a los sentimientos; el segundo, es una exhortación a la mente. El primero, inculca virtud; el segundo, prescribe ciencia. Uno habla al corazón; el otro, a la cabeza. El primero aconseja la pureza y la inocencia; el otro encomienda el estudio minucioso y observador de los misterios ocultos que atesoran la Naturaleza y la Ciencia. 

Ahora bien; en la actual etapa evolutiva, casi todos los hombres viven más de los sentimientos que del intelecto. Y, por consiguiente, es mucho más fácil despertar emociones, que inducir ideas; puede persuadirse mejor a los hombres recurriendo a sus sentimientos que "a su cerebro, y hasta puede decirse que las creencias y las opiniones de la gran masa humana se fundamentan en los sentimientos más que en la sabiduría, hasta tal extremo que es difícil tener ideas que no estén teñidas de emoción. 

Además, el origen de todas las acciones o sea la fuerza prima motriz de la vida ha de hallarse en el reino de la sensación y de la "emoción. Porque la emoción es quien da calor al corazón y enciende en el espíritu las llamaradas de las grandes hazañas y de los actos de perseverancia y de sacrificio. La palabra emoción significa etimológicamente "movimiento hacia afuera", porque cuando los sentimientos se despiertan, mueven a los hombres hacia el exterior, y les arrastran a la realización de acto. Un llamamiento puramente intelectual no impulsará a la acción, ni siquiera quienes viven casi por entero en el mundo de las ideas, porque la mente no es activa en sí. Para que ella entre en actividad es preciso que aparezca una emoción o un deseo que la incite a ello. 

La razón principal de que la llamada del primer grado sea más potente que la del segundo para la mayoría de los hombres, se basa en esos dos hechos; es decir, en que el centro de la conciencia suele radicar en el sentimiento y no en la mente, y en que toda acción brota fundamentalmente de la emoción. 

Prosigamos estudiando algo más profundamente este problema de la vida de la emoción 
y de la mente para poder llegar a apreciar la significación y el valor de la segunda enseñanza. 

El mecanismo de la emoción tiene dos características sobresalientes: la simplicidad y la espontaneidad. Todo sentimiento deriva fundamentalmente de los elementos primarios "amor" y "odio", o "atracción" y "repulsión", y, por compleja que sea la emoción resultante compuesta de infinitas variantes e intensidades de los ingredientes "amor" y "odio", o "gusto" y "disgusto", únicamente habrá presentes en ella estos dos elementos. 

Además, la respuesta del sentimiento es espontánea y automática, pues para su producción no es preciso ningún esfuerzo del hombre en algunos casos, y en otros, basta con un pequeño esfuerzo. En realidad, el esfuerzo no tiene que hacerse para dar salida a la emoción, sino más bien para contener sus explosiones dentro de los debidos límites y dirigir u- fuerza por útiles canales. 

Con la mente ocurre todo lo contrario. La respuesta mental no se produce en la mayoría de nosotros con la prontitud y la espontaneidad características de la emoción, pues la vida de la mente es menos vívida, menos vitalmente elástica que la de las emociones. La vida mental es para casi todos tan fría, tan poco inspiradora como ardiente e infundidora de inspiraciones es la emocional. Pocos son los que se sienten entusiasmados con tanta facilidad por las cosas de la mente como por las del corazón. 

Aun más, la respuesta de la mente es lenta y tarda, si se compara con la rápida y decisiva de la emoción. La mente anda cuando la emoción salta. Esta se decide a manifestarse con la velocidad del rayo, casi instantáneamente; la mente delibera, pesa las pruebas y las examina con escrupulosa exactitud antes de emitir su veredicto o pronunciar su juicio. Para la mente, la precisión y el detalle, son factores indispensables: las emociones no obedecen a orden alguno, pues son caprichosas. La mente recorre su camino metódicamente, paso a paso; es serial y su concentración ha de ser sostenida. La emoción no sigue ningún método, no conoce reglas, ni se preocupa por nada. Vive su vida en relámpagos. La emoción no tiene conciencia de sí misma. La razón es autoconsciente, y vigila todos los pasos que da. La emoción se procura la fuerza propia; los procesos mentales requieren esfuerzo deliberado. 

Este es otro de los factores importantes a que se debe que el llamamiento del segundo grado sea menos potente que el del primero, puesto que, si bien en el primer grado se proclama la lección del "esfuerzo repetido e infatigable", no todos los compañeros han aprendido esta lección, ni la han incorporado a su vida. De ahí que la vida mental, la cual exige en las primeras etapas considerable y consciente esfuerzo, no sea tan atractiva y fácil como la espontánea vida emotiva. 
Es preciso e importante que todo masón que tome en serio la Masonería - nadie es verdadero masón si no lo hace así - comprenda claramente estas verdades psicológicas relativas a la mente y a la emoción, puesto que semejante conocimiento le ha de ser muy útil para poder llegar a ser un "verdadero y fiel masón" y adelantar una etapa más al expandir y desarrollar su vida mental. 

En el primer grado se hace hincapié en la necesidad del ejercicio constante e infatigable, 
porque esta es la única manera de purificar y dominar a la emoción. Por eso el trabajo del aprendiz se enfoca en este grado principalmente hacia su propia naturaleza con objeto de que se prepare para la vida mental, más amplia y plena del segundo, en el que ha de aprender los misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia. Pero antes de que esto pueda conseguirse es preciso purificar la naturaleza moral. No puede enseñarse la ciencia a los impuros, porque la Francmasonería se fundamenta en la virtud, y no puede esperarse que los tremendos poderes que confiere la educación de la mente se utilicen únicamente para sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son fines altruistas, si antes no se desarrolla sobre los cimientos de la fuerza moral de la virtud. 

En el ritual del segundo grado se insiste continuamente en la Acción. Así por ejemplo, el primer incidente verdadero de la entrada en la logia implica "actuar sobre la E.", mientras que la invocación que a esto sigue pide al A. que tenga energía para continuar la obra comenzada, indicando las palabras una vida de acción. En su J. o P. no sólo promete mantener los principios de virtud inculcados en el primer grado, sino que, además, jura que obrará como un verdadero y fiel masón. 

Después del J…, su atención se enfoca hacia el único punto del círculo expuesto, pero no se le da ninguna clave de sabiduría, sino que, por el contrario, se le dice que debe descubrirla por sí mismo. 
Y hasta el hecho de que el P. V. no le dé ninguna orden en el momento de la Investidura, puede indicar esa misma lección; es decir, la de que debe hacer el esfuerzo por sí mismo. No se le dice nada más sino simplemente que busque y siga el cauce de su actividad. El V. M. añade, entonces, que se espera del iniciado que estudie la Ciencia, preparándose de esta forma para cumplir los nuevos deberes que contrae. Este tema de la acción firme, persistente y definida se continúa en el Discurso. 

De manera que todas las ceremonias del segundo grado cercioran al candidato de que la Logia espera que se dedique a la acción en el mundo externo. De este modo el candidato aprende que está en el deber de desarrollar la parte mental de su naturaleza, cosa que sólo podrá conseguir a costa de constante esfuerzo; y, además, se le dice que si no hace esto no será un verdadero Masón o Artesano. 

Esta última palabra recuerda el taller de la vida, la atmósfera del trabajo inteligente y vigoroso, porque 1as obras no son útiles, sea cual fue re el elevado grado en que se hayan realizado, si no se fundamentan en el saber y han sido dirigidas por la habilidad. Los laberintos de la vida son tan intrincados que no basta con que nos guíen la inocencia y la pureza, pues nuestros esfuerzos serían inútiles si estas cualidades no fueran dirigidas por la sabiduría. El Templo Sagrado no puede erigirse tan sólo con materiales de emoción, de virtud y de sentimientos, los cuales serían insuficientes aunque fueran puros, buenos y generosos. 

Es necesaria, también, la sabiduría, ya que la ignorancia es una "maldición de Dios " y "las alas de la sabiduría son las que nos conducen al cielo", como dijo Shakespeare. Nunca se definió mejor al genio que cuando se dijo que es "una infinita capacidad de trabajar", definición que nos recuerda la famosa de Edison, quien opina que esta facultad consta de un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de sudor, de transpiración. 

La lección del trabajo arduo que exige concentración, así como esfuerzo persistente e infatigable ejercicio, es fácil de comprender para quien ha hecho la promesa de Compañero masón. También es evidente y clarísimo que el mundo en que trabaja principalmente el Artesano (el masón operativo) es el mental. 

El deber de aprender no constituye sólo arduo trabajo, sino que, además, este esfuerzo está recompensado con un placer tan grande como el goce de que va acompañada la emoción, porque el hombre se manifiesta en la vida de tres formas diferentes: pensando, sintiendo y obrando: Cognición, Emoción y Actividad; y el ejercicio afortunado y libre de cualquiera de estos tres divinos dones produce una sensación de engrandecimiento de la vida, acompañada de un sentimiento de expansión, que es placer. Hay un júbilo del bienestar físico que se deleita expresándose en movimiento físico. Hay un júbilo de emoción que encuentra abundantes medios de manifestarse en la vida del hombre. Y hay también un júbilo del intelecto que se manifiesta en el ejercicio de la mente, en la actuación de la imaginación creadora. Así como el bienestar físico es un goce, y así como la virtud, que no es otra cosa que bienestar emocional, tiene en sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son goces de orden más intenso, que producen sensaciones de satisfacción tan profundas y plenas como las de las cosas de la vida emotiva. 

De manera, que no sólo constituye un placer la posesión de una mente bien educada y rica, sino que, además, aumenta extraordinariamente la intensidad y la valía de la experiencia emocional, puesto que si bien los sentimientos pueden experimentar la sensación del mundo externo, en cambio no son capaces de comprender lo que es éste, y, por lo tanto, su apreciación de las bellezas del universo ha de ser por fuerza limitada, tanto en cuanto a su grado, como en cuanto a su extensión. 

Las emociones se relacionan únicamente con la superficie de las cosas y con sus apariencias externas. La mente, en cambio, puede penetrar bajo la superficie hasta su más íntimo corazón y comprender las leyes de su existencia y estructura y el mecanismo de su vida y crecimiento. Tan sólo por medio del saber que nos proporciona la mente podemos formarnos una idea adecuada - si es que tal cosa puede ocurrir - de las "maravillosas manifestaciones del G. A. D. U." Las emociones sienten la belleza; el intelecto, la concibe, la entiende y la comprende. La emoción ve el efecto; la mente averigua la causa. 

El Aprendiz masón disfruta en el transcurso de la ceremonia del segundo grado ahondando profundamente en la significación de la vida. Continuamente se le repite que sus futuros estudios han de encaminarse hacia los ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia, y se le aconseja que no ha de limitarse tan sólo al cultivo va la práctica de la virtud, sino que, además ha de adquirir sabiduría, zambullirse en la acción y penetrar en los escondrijos más íntimos de la Naturaleza y en las profundidades de la Ciencia. 

Con tanta frecuencia se repite en el ritual la frase "ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia " que es conveniente estudiarla a fondo para descubrir plenamente su significación. Es de suponer que de cada diez masones habrán nueve que entiendan por "Ciencia " los estudios de la vida y de la naturaleza comprendidos en la física, la química, la astronomía, la biología y cosas por el estilo. 
Pero esta interpretación no puede ser verdadera, puesto que todas estas ciencias consisten meramente en el estudio de varios aspectos de la Naturaleza; y si interpretamos la palabra de esta manera, la frase "Naturaleza y Ciencia" vendría a ser casi una tautología, porque estas voces significarían "Naturaleza y estudio de la naturaleza " respectivamente. Pero no hay que atribuir tan a la ligera esa redundancia de lenguaje a nuestro ritual, y menos aún al del segundo grado, notable por lo sucinto y conciso. ¿Cuál puede ser, pues, la verdadera significación de la frase "Naturaleza y Ciencia"? 

Recurramos para averiguarlo a la etimología de la palabra ciencia. La voz sciens, derivada de la latina scire, conocer, significa literalmente "conociendo" ; de modo que "ciencia " es el acto de conocer, y no el resultado de conocer o conocimiento. Ahora bien, el acto de conocer es el ejercicio de la conciencia y, por lo tanto, la frase "Naturaleza y Ciencia" significan claramente Naturaleza y Conciencia; es decir, el fenómeno de la vida, toda la cual puede abarcarse con la palabra naturaleza, y nuestra apreciación o comprensión del mismo (del fenómeno de la vida) a cuyo acto damos el nombre de conocer o conciencia. La Psicología que, en su sentido más amplio, abarca todas las manifestaciones de la conciencia, es un tema necesario y adecuado a las investigaciones del Compañero masón en su trabajo del segundo grado. 

Pero todavía podemos ahondar algo más y descubrir la razón de que sea la psicología (o estudio de la conciencia) una de las obligaciones del segundo grado. Reduciendo la vida a sus tres términos primarios, llegamos eventualmente al Yo, el No-Yo y la Relación entre ambos. Esta Relación es la Conciencia, constante acción recíproca, acción y reacción, identificación y repudiación, etc. Ahora bien, los tres Grados de la Masonería se relacionan primariamente con estos tres factores de la vida. 

En el Primer Grado nuestro trabajo fundamental consiste en separar al Yo del No-Yo, y apreciar el lugar que a cada uno de éstos le corresponde en la vida. Ordénase al Aprendiz que establezca buenas relaciones entre él y sus compañeros; se le recomienda que practique todas las virtudes sociales y domésticas, y cosas por el estilo. De esta manera, es como al tratar de armonizar con su ambiente, se convierte en ciudadano virtuoso, justo y moral. Así es como llega a comprender algo de los tres factores, o sea, de sí mismo, del mundo exterior a sí mismo, y de su relación con ese mundo. En el segundo grado el proceso da un paso más. Ahora el francmasón ha de aproximarse hacia la conciencia de sí mismo, emprendiendo el estudio definido, detallado y exacto de su ambiente, que es la Naturaleza, y de su relación con este ambiente, o sea de la Conciencia, ciencia o acto de conocer. 

Cuanto él haya adquirido cierto grado de conciencia de sí mismo, y no sólo haya acrecido su virtud y utilidad, sino que además haya aprendido algo del verdadero Oficio de la vida, estará en condiciones de realizar la última etapa de su tarea, el conocimiento de sí mismo, la plena conciencia de su yo. En el Tercer Grado aprenderá a sumergirse en los reinos de la conciencia pura, en los dominios del Yo, dejando tras de sí a todas las formas, exteriores y hasta a su mismo cuerpo; se encarará consigo mismo como puro Ser, y aprenderá que ha de sobrevivir a la muerte del cuerpo: aun más, sabrá que ha de sobrevivir a la misma pérdida de su propia individualidad, cuando llegue a ser Maestro masón. 
Es decir, que el Compañero masón ha de descubrir en la sencilla frase "los Misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia" un grandioso significado y una guía práctica que le sirva para recorrer el ascendente sendero en donde ha de alcanzar la plenitud masónica y ha de realizarse a sí mismo como Maestro. 

El segundo grado, considerado en conjunto, es un llamamiento a la mente individual del Masón, quien ha trabajado firmemente en su naturaleza moral y emotiva durante el aprendizaje. La Ceremonia del segundo grado tiene por objeto presentar ante el Candidato el vasto panorama del campo del conocimiento, con los hombres trabajando de diferentes maneras, cada cual de acuerdo con su temperamento y habilidad, pero todos encaminando sus energías al objeto común de beneficiar a la humanidad. Después, debe elegir su sendero, y marchar y trabajar en el mismo como verdadero y fiel Compañero masón. El ha de ser quien tome la iniciativa, quien elija y quien decida, porque la Masonería no tiene por objeto hacer autómatas que obedezcan ciegamente, sino, por lo contrario, obreros inteligentes capaces de e1egir por sí mismos la parte de la construcción del Templo que sólo ellos pueden realizar, porque cada uno de los Trabajadores es único, individual. 

Cada Compañero masón tiene una tonalidad jamás oída antes, y toda su obra de Trabajador lleva la marca de su propia individualidad, marca que únicamente él puede estampar. En esto consiste la esencia de la ceremonia del segundo grado, la verdadera clave del arco de su mensaje. Y hasta tanto que el masón no haya terminado esta tarea; hasta tanto que no erija una individualidad única, integral y fuerte que se baste a sí misma no estará en condiciones de ocupar un lugar en el ejército de los constructores. 

Existe un interesante paralelismo entre el primer grado y el segundo, admirable ejemplo de la repetición de ciertos temas fundamentales en diferentes grados de la Masonería, temas que se expresan en los términos del grado en que se trabaja. 

Así, en el grado de Aprendiz se hace hincapié en la libertad de voluntad del Candidato; 
se le pregunta si es hombre libre, si viene a la Masonería espontáneamente, sin haber sido influenciado por nadie, y si se ofrece libre y voluntariamente. Inmediatamente después de haber prestado la solemne promesa, se le hace saber que la Masonería es libre y pide perfecta libertad de inclinaciones al aspirante a sus misterios. En el primer grado es importantísima la libertad de motivo. 

De forma que no ha de haber coacción ni persuasión, sino que la iniciativa ha de partir del candidato. 
En el segundo grado vuelve a hacerse hincapié en la libertad, si bien menos directamente que en el primero. En el grado de Compañero, en que se da por sentado que los motivos se han purificado en el anterior, la libertad es cosa de elección mental, más que emocional, y cuestión de juicio, más que de sentimiento. El candidato ha de elegir entre los múltiples campos de trabajo que se despliegan ante su vista el sendero que desee recorrer. 

No se le aconseja, ni sugiere nada acerca de lo que mejor le convenga, porque ha de ser él mismo quien lo haga todo. Tan sólo se puede decidir cuál ha de ser la línea que ha de seguir. Para entonces ha de haber llegado a su individualidad, o estar próximo a ella, secreto nombre escrito en su corazón, que sólo es capaz de leer el que lo recibe. Así es como vuelve a pedirse al masón que tenga iniciativa - iniciativa plena, libre, no coartada por nadie, ni por nada, - en lo cual consiste la suprema lección de este grado. 

Esta tarea no es fácil, puesto que el Obrero no ha llegado todavía en esta etapa al Centro, ni "ha encontrado al Yo". Sin embargo, ha de hacer el escogimiento, pues si dejara de hacerlo sería destruido por las circunstancias, y perdería de vista el angosto y único sendero que le puede conducir hacia la meta. 

Una de las mayores dificultades que ha de afrontar el Obrero es la de permanecer completamente solo mientras hace el escogimiento, cosa que se le hace difícil porque ha de verse obligado, aparentemente, a separarse de sus hermanos y a insistir en esa separatividad con que tuvo que combatir ardientemente en el primer grado. Porque en el primer grado desarrolló el sentimiento de la fraternidad y de la unión, fortaleciendo los fuertes lazos de afecto que le unían a sus camaradas masónicos; pero cuando llegue a ser Compañero, ha de obrar como si ignorara estos poderosos afectos, porque estos pueden ayudarle a resolver su problema, el cual sólo él debe solucionar, ya que es diferente al de todos los demás masones que llegan al grado de Compañero. 

En la afirmación de su Individualidad, en la expresión de su propio carácter que le distingue de todos los demás Obreros, existen dos principios encauzadores que indican los límites de su elección. La individualidad no debe de ninguna manera entremeterse en los derechos ajenos ni menoscabarlos, pues ha de "mantener los principios inculcados en el Primer Grado". Tampoco debe olvidar nada de lo aprendido en el primer grado, ni vulnerar ninguno de los principios de la virtud y de la conducta moral. El segundo principio por que se ha de guiar consiste en obedecer las leyes del segundo grado, que se simbolizan de modo tan vívido en sus I. de T.; es decir, en la Escuadra y la Plomada (el Nivel no es más que una combinación de los otros dos). La E., base de la Geometría o de la medición, es el principio del conocimiento o ciencia, y la conducta de la ley física más fundamental de la naturaleza, es decir, de la gravitación, cualidad primaria de la materia. Por lo tanto, las leyes de la ética, así como las de la Naturaleza se enseñan al Obrero como principios guías que ha de tener presentes al: crear o expresar su Arte o Individualidad. 

Ahora ya hemos estudiado algunas de las razones de que el llamamiento del segundo grado sea tan fundamentalmente diferente del correspondiente al primer grado. El mensaje del primer grado es de purificación, como corresponde al necesario paso que se ha de dar para adquirir y emplear adecuadamente la sabiduría, pues el Grado dice: "sé puro, no hagas mal" . Este llamamiento provoca una respuesta que, corrientemente, viene a apoyar la creencia en la bondad esencial de los corazones humanos, y desmiente la perversa doctrina del "pecado original". Por otra parte, el mensaje del segundo grado es también de trabajo hábil, el cual sólo lo pueden realizar quienes han adquirido conocimientos. La exhortación del grado es: "busca la sabiduría; aprende a hacer las cosas bien". 

La adquisición de la virtud es, relativamente hablando, menos difícil que la educación y enriquecimiento de la mente, puesto que no es imposible eliminar el odio, y además, el acrecimiento del amor se realiza rápida y regularmente en cuanto que se han roto las barreras de aquel. De modo que no es inconcebible una vida de perfecta virtud. 

En el mundo de la mente, no ocurre lo propio, puesto que el horizonte no se ve, y el saber parece no tener límites. Para la mente la vida es casi infinitamente compleja, y los vislumbres de sabiduría que con trabajo logramos divisar nos revelan el vasto abismo de 
ignorancia que hemos de salvar antes de que penetremos en los misterios de la naturaleza y de la ciencia. La adquisición del conocimiento suficiente que nos permita afrontar juiciosamente todos los problemas de la vida con que luchamos a diario es más lento y difícil de consumar que el anhelo de vivir de acuerdo con los preceptos de la virtud y de la moral. 

Además, en la vida moral nos es provechosa la ayuda que nos prestan quienes huellan el mismo camino que nosotros. La vida de la mente es, por lo contrario, mucho más individualista, pues exige que cada cual afronte sus problemas en soledad casi absoluta y casi siempre sin ayuda ajena. 
Así que la enseñanza íntegra del segundo grado se enfoca hacia la idea central de la individualidad. 

Cada Trabajador ha de aprender su Oficio siguiendo una línea propia, insistiendo en sí mismo y no imitando jamás, como dijo Emerson. El individuo no estará en condiciones de soportar la suprema ordalía que le aguarda en el Grado de Maestro Masón, hasta que se estabilice y afiance firmemente en la fuerza de su Arte.