terça-feira, 8 de março de 2016

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 8



CAPÍTULO VIII 
LOS INSTRUMENTOS DE TRABAJO DEL TERCER GRADO 

Los Instrumentos de Trabajo del Tercer Grado son apropiados a un plano de trabajo muy superior al de los grados anteriores. Los útiles de Trabajo del Maestro Masón tienen una limitación mucho menor que los del Compañero y del Aprendiz, pues son esencialmente libres y flexibles, y dan amplio campo al Maestro Masón para que pueda ejercitar su iniciativa, así como sus poderes creadores e imaginativos. 

La asociación de cada uno de estos tres Instrumentos con la idea de un centro, asociación que constituye un rasgo tan sobresaliente en este Grado, es obvia e inequívoca, si bien está caracterizada por esa ingenuidad de inventiva de que hemos visto tantos ejemplos en todos los rituales de la Francmasonería. 

De suerte que la Cuerda "es un instrumento que gira sobre un centro de alfiler": el Lápiz tiene un centro de grafito o de otra substancia con cuya punta se hacen los dibujos y planos; y en el Compás hay dos puntas, una de las cuales se fija en el centro para describir una circunferencia con la otra. 

La libertad y flexibilidad de movimientos de estos tres útiles caracterizan al papel del Maestro Masón, y contrastan marcadamente con la comparativa rigidez de los útiles correspondientes a los grados inferiores y, sobre todo, con los del Segundo. De suerte que el A. debe ceñirse estrictamente a las medidas de su Regla de 24 pulgadas y ha de trabajar con su M. y C. ajustándose exactamente a los planos e instrucciones que se le han dado, así como a las líneas que otros han trazado para guiarle en su trabajo. 

El Compañero está, si cabe, más confinado dentro de inflexibles límites, pues la E., el N. y la R. P. son invariables; debe, pues, ceñirse a ellas con toda precisión, ya que no se le consiente ninguna desviación. 
En cambio el Maestro Masón goza de perfecta libertad, pues si se trata de un perfecto Maestro Masón ésta no tiene otros límites que los que él mismo establezca, siempre que se hallen en armonía con los planes del Gran Arquitecto. Con su Cuerda traza el plano de la base de la proyectada estructura. La cuerda es perfectamente flexible por lo que el Maestro puede colocarla en la dirección que juzgue conveniente o de acuerdo con su gusto. 

Sin embargo, en cuanto la línea ha sido trazada, se establece un límite, límite que ha de ser obedecido tan fielmente como los dictados de la E., del N. y de la R. P.; pero, antes de hacer esto, el Maestro Masón tiene amplio margen para elegir en donde ha de colocar su línea, respetando la orientación y los otros factores en que se basa la elección del solar de las edificaciones. 

El segundo Instrumento, el L., representa la apoteosis de la libertad, puesto que con él puede crear c1 Maestro Masón cuantos proyectos quiera. Su único cuidado ha de consistir en que su dibujo se adapte al objeto a que quiera dedicar ,el edificio, en que esté en armonía con las leyes de la mecánica para que la estructura sea fuerte y estable, y en que sea proporcionada y bella. 

El tercer instrumento - el Compás - es quizás el más maravilloso de todos los símbolos de la Francmasonería, pues tiene numerosos y variadas significaciones simbólicas. De suerte que es libre en cuanto que la distancia entre las puntas puede ajustarse a lo que nosotros deseemos; pero, una vez determinada esta distancia, es tan rígido y fijo como cualquier otro instrumento de precisión. Sus dos puntas pueden servir para medir la longitud de una línea recta y para trazar una curva o círculo. Con sus puntas cerradas forma una línea recta; con las puntas separadas, un triángulo, y sus brazos describen un círculo en su propio plano cuando se abren por entero. El compás con las puntas unidas es una unidad; sus brazos forman una dualidad. Cuando está abierto es una trinidad. Teniéndolo en reposo, puede medirse una línea recta con él, y, poniéndolo en movimiento, describe la curva perfecta. En la unión de sus dos brazos se oculta el centro invisible en cuyo torno giran todas las cosas. 

Además, cuando el C. se pone en movimiento, describe en el espacio una figura de tres dimensiones conocida con el nombre de cono, cuyas secciones son respectivamente: un punto, dos líneas rectas, círculos, elipses, parábolas e hipérbolas, elementos interesantísimos para los matemáticos y geómetras, en los que encuentran los místicos y simbolistas numerosos secretos de suprema importancia relacionados con la geometrización del mundo. 

La manera de utilizar el Compás para medir la distancia existente entre dos puntos es digna de especial interés, pues nos proporciona un débil reflejo de la facultad de la percepción directa de la verdad, la cual viene a ser para algunos una perfecta síntesis de las demás facultades, mientras que otros opinan que es una facultad distinta y separada del organismo humano, a la que vulgarmente se da la denominación de Intuición, facultad elevada de la mente. 

Al medir la distancia existente entre dos puntos - distancia que, por ser una línea recta, tiene una sola dimensión, - el Compás se sirve de una segunda dimensión, a la cual podemos dar en este momento el nombre de altura; dimensión que forma ángulos rectos con la primera y, por la tanto, no está contenida en la línea recta. Al hacer esta medición con el compás no se tiene en cuenta el espacio interpuesto entre los dos puntos, pues pueden haber montañas o profundas simas entre ellos y hasta puede ocurrir que un punto sea invisible desde el otro. En este caso no sería posible trazar una línea recta entre los dos puntos, ni medirla con una regla como se hace corrientemente; no obstante. la medición se puede hacer fácil y rápidamente por media del Compás, puesto que los espacios que acabamos de mencionar no estorban a este instrumento en lo más mínimo. La distancia entre los puntos puede conocerse con precisión por la distancia angular existente entre los brazos del Compás. 

Por lo que acabamos de decir, se habrá observado que este instrumento es un hermoso equivalente geométrico y mecánico de esa facultad que nos permite percibir en un abrir y cerrar de ojos la relación existente entre dos fenómenos o hechos cualesquiera, sin necesidad de tener que trazar paso a paso la conexión causal existente entre ellos, o de medir el terreno que las separa. La intuición "salta" repentinamente a su conclusión o visión, del mismo modo que el Compás abraza la distancia que hay entre dos puntos cualesquiera, sin importarle para nada los obstáculos que los separan en el espacio. 

La Cuerda, que representa la "línea recta e indesviable de la virtud", tiene también un simbolismo interesante. Su cuerda es, o debe ser, perfectamente flexible y, por lo tanto, cuando se halle en estado de reposo, ha de adaptarse a la forma del terreno o del objeto en que se encuentre. En esta perfecta flexibilidad estriba su utilidad como medio de obtener una perfecta línea recta. Basta con ponerla tirante para que adapte la posición que nos convenga. Si el cordel fuera rígido y careciese de flexibilidad, nuestro trabajo no podría ser perfecto. Cuanto más tirante esté la cuerda más perfecta será la línea recta resultante. 

En esto vemos nosotros un ejemplo evidente de la vida humana y de su objeto. Si el hombre tiene un ideal claramente definido y se encamina hacia él con toda energía, toda 
su vida estará alineada con su propósito y entonces podrá dedicarse a su objetivo de manera "recta e indesviable", en tanto que su naturaleza esté libre de "rigideces" y que su carácter no forme "nudos". Pero si él es débil, flojo e inhábil en dedicarse a su trabajo, se producirán curvas y otros defectos, resultado de prejuicios y preocupaciones. 

Podemos llevar más lejos esta analogía concreta, porque si tiramos del cordel por el centro para apartarlo de la línea recta ideal, resistirá a nuestro esfuerzo en proporción a su fortaleza y a su tirantez, y, cuando lo soltemos, volverá rápidamente a su posición anterior, vibrando durante un rato, para recobrar después su quietud y rigidez. Del mismo modo, si un hombre se dirige por el camino de la virtud y dedica todas sus energías a conservar una tirante y perfecta alineación, su naturaleza opondrá resistencia cuando él trate de desviarla de la recta, y tratará de volver a su rectitud en cuanto termine la presión lateral, vibrando durante unos instantes a causa del esfuerzo adicional a que ha sido sometido y tornando, finalmente, a su verdadera línea que, aparentemente estática, conserva la rectitud gracias a esa infatigable constancia de encaminar la vida en dirección del ideal soñado. 

De suerte, que este es un ejemplo más del maravilloso ingenio con que han sido elegidos los sencillos símbolos de la Francmasonería para que puedan ilustrar de modo gráfico los egresos vitales de la vida y de la conducta humanas. Obsérvese de paso que así como el Compás puede utilizarse para medir líneas rectas y describir círculos, así también la cuerda puede emplearse para señalar líneas rectas y para medir curvas de todo género, puesto que el mejor modo de medir la longitud de estas últimas consiste en rodearlas con un cordel flexible. Aún más, si sujetamos un extremo de la cuerda a un punto fijo y atamos un lápiz en e! otro extremo, podremos trazar un círculo. Los que sepan geometría no ignorarán que es posible trazar una elipse fijando los dos extremos del cordel en los focos de manera que la distancia entre éstos sea menor que la longitud de aquél. 

La explicación que se da en el Ritual acerca del Lápiz es suficientemente clara y explícita. 
Según se nos dice nos enseña a "formar planos previos y claros de lo que pensamos hacer, para que nuestro trabajo pueda ser inteligente y proporcionado." De suerte que ahora que el Maestro Masón ha llegado a su desarrollo completo, se trata de inculcarle que debe convertirse en Maestro Masón verdadero, en Maestro y dueño de sí mismo, eligiendo cuál ha de ser su línea de trabajo, y dirigiendo su propia vida y su destino. Su deber consistía al principio en escuchar o quienes eran más prudentes y sabios que él, y en dejarse guiar por ellos obedeciendo con implícita obediencia a las instrucciones. 

Pero ahora que ha llegado a ser Maestro Masón, recibirá pocas instrucciones u órdenes, puesto que ya no es un niño, sino un hombre maduro, y, por lo tanto, debe aprender a llevar la batuta de su vida, y "tomar las riendas de su evolución". El M. debe hacer por sí propio los planos, y desarrollar por medio de sus poderes creadores los dibujos de las partes del Templo en que él ha de contribuir para la perfección del edificio. Él tiene un lápiz propio con que planear y todos los útiles necesarios para realizar los proyectos que conciba. 

Ha llegado a ser un Arquitecto, cuyo deber consiste en crear. Ahora tiene grandes responsabilidades sobre sí, y ha de ser juzgado por sus obras, porque todo cuanto él haga será "observado y anotado por los Ministros de la Ley", que le devolverán "el resultado de las acciones que haya realizado" con precisión matemática. 

Y para completar la analogía, puede decirse que así como la Cuerda y el Compás pueden utilizarse para trazar tanto líneas rectas como curvas, así el lápiz es capaz de describir cualquier clase de línea, ya sea recta, circular o curva. 

Por este breve esquema de algunas de las características de los Instrumentos de Trabajo correspondientes a los tres Grados masónicos de que hemos tratado, estamos en condiciones de observar que el conjunto de ellos forman series secuenciales que proporcionan al masón un conjunto completo de instrumentos de dibujo y de útiles de trabajo. Primero, el Maestro Masón debe observar y medir en todo momento con su regla la necesidad de su trabajo que precisen sus compañeros y el mundo aplicando su M. y su Cincel diligente, inteligente y poderosamente, con incesante cuidado y perseverancia. Después debe él obedecer escrupulosamente a las leyes de la Naturaleza y de la moralidad, actuando siempre sobre la Escuadra, el Nivel y la Regla plomada y estudiando de continuo los Ocultos Misterios de la Naturaleza y de la Ciencia con objeto de adquirir amplios conocimientos aplicables a cualesquiera de las tareas que pueda emprender . 

También debe ocupar el lugar que le corresponda en una obra superior como individuo de las grandes huestes que llevan a cabo con precisión y con interminable júbilo los mandatos del G. A. D. U., el cual ha planeado todas las cosas con Infinita Sabiduría, y es el Supremo Artífice, cuyos milagros de ingenio y de belleza constituyen para nosotros una riquísima e inextinguible mina en la que debemos trabajar, dando forma a piedras cada vez más perfectas, las cuales han de constituir nuestras humildes ofrendas para ese glorioso Templo, eterno en los cielos, del que el de Salomón no era más que símbolo.