segunda-feira, 17 de agosto de 2020

Astrosofía Parte 7

 


La naturaleza del mundo Planetario 

Hasta ahora hemos tratado de crear el conocimiento del Zodiaco. En este y en los siguientes temas  nuestra tarea será sentar las bases para la comprensión del mundo planetario.

El mundo de las estrellas fijas, que rodea nuestro sistema solar, se concentra en el círculo zodiacal. Hay muchas constelaciones aparte de las estrellas fijas del zodiaco, pero todos estos grupos de estrellas de alguna manera están profundamente relacionados con las doce constelaciones que nos rodean. Encontramos, por ejemplo, por encima de las constelaciones de Aries y Piscis, las de Perseo, Andrómeda, Cefeo, Casiopea, y muchas otras. Si penetramos más profundamente en el fondo espiritual de los mitos relacionados con estas constelaciones, nos encontramos con que son una expresión de los mismos hechos que aparecen en las constelaciones de Aries, Piscis, etc. Si atravesamos el Zodiaco y miramos las constelaciones por encima y por debajo de las imágenes familiares de Tauro, Géminis y Cáncer, encontramos en ellas una especie de “comentario” cósmico de las doce envolturas Zodiacales.

Así, el mundo de las estrellas fijas está representado por las doce constelaciones del zodiaco. Estas doce envolturas son la manifestación del espacio. Allí nos encontramos con los hechos que llevaron a la creación de nuestro universo, así como a la imagen arquetípica de la forma humana, que en la Tierra, se manifiesta en el espacio. En las Cartas anteriores describimos la creación de este universo espacial, como la evolución del Antiguo Saturno.

Todavía no hemos descrito aquellas etapas de la evolución en las que este universo, que se extiende en el espacio, fue penetrado por las fuerzas de la vida y las fuerzas de la conciencia. Esto queda por hacer en los próximos números. Hemos establecido una perspectiva de la creación de nuestro universo desde el punto de vista del espacio, y esto nos conecta con las doce envolturas del Zodiaco.

Si ahora nos fijamos en el universo planetario entraremos en un mundo muy diferente. Nos enfrentamos a una relación de siete. En la antigüedad los seres humanos contaban con los cinco planetas además del Sol y la Luna. Este es el mundo planetario que puede ser percibido a simple vista. Hoy en día ya no parecen ser siete, porque con la ayuda del telescopio moderno hemos detectado más planetas, Urano, Neptuno y Plutón. Puede suceder que en el futuro, con unos telescopios aún más potentes y fuertes, serán detectados muchos más planetas que pertenecen a nuestro universo. Aún así, hay que tener en cuenta que todos estos planetas, que encontramos con la ayuda del telescopio, están más allá del reino del universo humano, ya que no pueden ser vistos por el organismo humano sin ayuda.

Ellos sólo pueden ser vistos a través de instrumentos, a través de un mecanismo —el telescopio— que como máquina esta “más allá” de la naturaleza humana y pertenece a un mundo diferente. Como aquí estamos hablando acerca de la relación entre el ser humano y las estrellas, vamos a limitar nuestra perspectiva estrictamente a las limitaciones de la organización humana, sin ayuda. Esto no nos impide aprender de la naturaleza de los planetas recién descubiertos, pero para obtener tal conocimiento tendríamos que entrar en el mundo de lo sobrehumano. En ediciones posteriores podremos tener la oportunidad de hacerlo, pero ahora vamos a mantenernos dentro de los límites del reino humano.

Nos encontramos con un mundo planetario  en conexión con el ser humano. Para los sentidos humanos normalmente desarrollados, sin medios artificiales, son accesibles estos siete cuerpos celestes de nuestro universo solar, los planetas: Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio,  además de los cuerpos del Sol y la Luna. Todo lo que aparece en el universo en relación con el número siete, es una imagen del tiempo.

El movimiento en el tiempo es la evolución, es decir, la creación por etapas o intervalos. Cuando tuvimos que describir la evolución del Antiguo Saturno, nos vimos obligados a presentarla en un aspecto de siete (los siete ciclos del Antiguo Saturno), porque lo que se crea sólo se puede hacer “en el tiempo”. Sin embargo, la esencia de esta evolución, la imagen arquetípica de la forma humana, aparece en el “espacio”, en las doce envolturas del Zodiaco.

El siete, como una imagen del tiempo, también se manifiesta en los siete días de la semana. Es una imaginación de toda nuestra evolución mundial, no sólo del Antiguo Saturno, sino también del pasado y de las etapas futuras.

¿Por qué es el siete la imagen del tiempo?. El hecho de que el doce, representado por el zodiaco, esté conectado con el espacio puede ser comprendido desde un punto de vista geométrico, porque el círculo es la forma que ha llegado a un reposo y contiene potencialmente las otras formas geométricas de espacio bidimensional dentro de él.

Debemos encontrar la ley fundamental del siete. Una vez que la hayamos encontrado, tendremos una base para la comprensión de la secuencia interna de los siete pasos. Si, por ejemplo, nos fijamos en todo lo que existe en nuestro entorno, nos encontramos con que todo tiene un pasado y un futuro. Entre el pasado y el futuro, existe el momento presente. Si nos fijamos en las flores de nuestra mesa, sabemos que en el pasado estaban creciendo y que decaerán o se marchitaran en el futuro, pero entre estas dos etapas estamos aquí, en el momento actual. Así que no sólo existen en el espacio sino también en el tiempo.

En cuanto a los objetos de la naturaleza que existen en el tiempo, podemos observar tres pasos: pasado, presente y futuro.

Estos tres pasos son algo más que un siete simplificado. Encontramos que los tres primeros pasos siempre se dibujan juntos en lo que llamamos “el pasado”. En realidad, todo lo que pertenece al pasado, lleva siempre la marca de tres etapas de desarrollo. Si observamos en profundidad, nos encontramos con esto en todas partes como una ley fundamental. Y también, lo que llamamos “el futuro” se revela como una triplicidad.

En medio de estos dos, pasado y futuro, se encuentra el presente como un momento único en el tiempo. Así pues, la evolución o el desarrollo en el tiempo se revela como el siete.

Por otra parte, si nuestras observaciones se hacen más exactamente y con cuidado, nos encontramos con que los tres pasos a cada lado de la balanza del pasado y del futuro tienen una relación interna entre sí. Así, la primera etapa del pasado parece estar conectada con la última de los tres pasos en el lado del futuro. La primera etapa de la secuencia de siete veces de cualquier evolución está relacionada con la séptima etapa, la segunda con la sexta, la tercera con la quinta, y en el medio se encuentra la cuarta, que como presente enlaza el pasado con el futuro.

Si tratamos de entender esto como una imaginación, empezamos a formar una imagen similar al “candelabro séptuple” del Antiguo Testamento, y nos damos cuenta de que el candelabro, que se situó en el altar del Tabernáculo, era una imagen de lo que el pueblo hebreo tuvo que desarrollar en el tiempo. Moisés, el fundador de la nación hebrea, conocía esta tarea. Los hebreos tuvieron que crear un organismo capaz de servir como un verdadero cáliz para la descendencia del Ser de Cristo. Esto sólo podía llevarse a cabo en el transcurso del tiempo. Por lo tanto, Moisés creó la imagen del tiempo en el candelabro séptuple como una luz reconfortante en el largo y cansado camino de su pueblo.

Si pudiéramos actualizar hoy en día, esta ley fundamental del tiempo, quizás nuestra vida cultural y personal estaría menos caótica y perturbada. En muchas circunstancias nos escapamos de la búsqueda espiritual con la excusa de que “no tenemos tiempo”, o si tenemos un impulso, muy a menudo nos volvemos impacientes y queremos realizarlo de una vez. No solemos reconocer que desde el momento de su concepción, hasta su realización, todo tiene que desarrollarse paso a paso hasta que ya está listo para su cumplimiento; de lo contrario, esta semilla puede estropearse por un nacimiento prematuro. A veces nos olvidamos de que es posible que tengamos que esperar siete años, o tres veces siete años, o incluso un intervalo más largo hasta que nuestros impulsos e ideas puedan realizarse.

Deberíamos aprender nuevamente las leyes secretas del tiempo con el fin de tener una vida anímica más saludable, incluso en nuestro cuerpo. El siete es la ley fundamental del tiempo, pero hay ciertos misterios del tiempo de los que, por ahora, no podemos hablar.

Esta ley se puede encontrar en todos los lugares de nuestro universo, pues revela la esencia del ritmo dinámico interno en la vida del ser humano. Si nos fijamos en la vida de un ser humano adulto, también podemos distinguir entre su pasado, presente y futuro.

El pasado de cada uno de nosotros es nuestra juventud, que incluye la infancia, y hasta la vida embrionaria prenatal. Cuanto más nos remontamos al pasado más encontramos una dependencia de las potencias protectoras que nos rodean. Todavía no somos nuestro propio maestro; otros seres tienen que cuidar de nosotros. Sin embargo, a medida que recorremos la vida, nos vamos haciendo gradualmente independientes. Independientemente de la edad que hayamos alcanzado en la actualidad, nos encontramos con que hasta cierto punto nos hemos liberado de algún poder protector. El bebé recién nacido acaba de ser separado del cuerpo de su madre. Más tarde como personas, ya completamente crecidas, nos vamos separando de muchas otras conexiones.

 Cualquiera que sea el “presente” de una vida humana, siempre es la manifestación de un ser que se ha liberado de una condición precedente de existencia. Este ser, habiéndose convertido en independiente de las condiciones anteriores, es el poder determinante de su propio tercer paso de la evolución, el futuro. En tanto que como ser único se ha convertido en independiente en su “presente”, será capaz de manifestarse en el futuro como una individualidad, en el contexto de las condiciones de las que se ha emancipado. Por lo tanto, la vida humana revela tres pasos de la evolución en el tiempo:

Pasado: La dependencia de muchas otras condiciones y seres.

Presente: Emancipación e independencia.

Futuro: Manifestación y  actividad como ser individual.

De esta manera, hemos encontrado el carácter fundamental de los tres pasos del pasado, el presente y el futuro a medida que se van revelando a través de nuestra vida. Como es siete veces el tiempo, ahora debemos encontrar el carácter fundamental de los tres pasos del pasado y los del futuro, y entre ellos, la etapa del presente. Si tenemos éxito en encontrar el carácter de este siete, no sólo vamos a resolver el enigma de una de las leyes del tiempo, sino que también seremos capaces de leer el carácter y la capacidad de los cinco planetas, mas el Sol y la Luna. Finalmente llegamos a la razón por la que hemos emprendido esta tarea aparentemente seca y árida de descubrir la ley del siete del tiempo.

La esencia de la evolución es la emancipación. Algunos seres que hasta ahora estaban sumergidos en el océano de la existencia general, se mueven hacia la existencia individual. Con el fin de iniciar nuestras observaciones, tomemos al bebé recién nacido en su fase actual y luego miremos hacia atrás, a su pasado. Encontramos en primer lugar, el momento de la concepción en la que entró en la existencia a través de sus padres. Las Poderosas Potencias, que llamamos destino, entraron en la vida de los padres. A través de estos poderes se abrió la puerta de entrada a la existencia física del alma del bebé. Este fue el primer paso, pero esto no habría sido suficiente. Las fuerzas de la vida, penetraron en ese germen del cuerpo físico y lo llevaron progresivamente a la forma humana hasta el nacimiento. Incluso fue necesario un tercer paso para que el organismo, a partir de un determinado momento en adelante, pudiera tener sensaciones y sentir el dolor o la satisfacción a través de sus propias necesidades corporales.

Acabamos de describir las tres etapas de la creación durante las cuales los Poderes del Universo, más allá del control del ser humano, ayudan a traer un ser a la existencia:

Primero: poderosas potencias provocan la existencia física. Se crea el germen del cuerpo individual.
Segundo: este germen individual se impregna de fuerzas vitales, que moldean el germen a la imagen de sus padres.
Tercero: el germen que se va moldeando a la imagen de los padres, se impregna también de las fuerzas anímicas y las fuerzas de la conciencia.
Con la descripción de estas tres etapas, hemos descrito también las características y las capacidades de los tres planetas superiores Saturno, Júpiter y Marte.

Saturno aparece siempre como la manifestación de esas fuerzas del universo que crean el germen de la existencia individual a todo tipo de seres que requieren un cuerpo físico; piedras, plantas, animales o seres humanos para su presencia terrenal. Poderosas fuerzas emanan de esos Seres de Saturno.

Desde Júpiter, el flujo del poder de la vida dotan a los gérmenes de la existencia física individual con la fuerzas de la vitalidad. Aquí, sin embargo, nos encontramos con una dificultad. Podemos percibir que la planta está siendo penetrada por las fuerzas de la vida, pero no podemos ver esto en el mineral. Tenemos que reconocer que los minerales no pueden ser vivificados por las fuerzas de Júpiter, aunque reflejen estas fuerzas. La segunda etapa de la evolución del siete trabaja de una manera diferente dentro del reino mineral. Las formas cristalinas de los minerales surgieron de la reflexión de las fuerzas de Júpiter en ciclos anteriores de la evolución, y revelan la magnífica sabiduría del cosmos. Más adelante veremos también cómo estas fuerzas de sabiduría cósmica están conectadas con Júpiter.

Marte es el dador de las fuerzas del alma. Por las fuerzas del alma nos referimos a los poderes que permiten a las criaturas tener sensaciones y emociones que se despiertan ya sea por los acontecimientos del mundo exterior o por la actividad desde el interior. Estas percepciones pueden despertar ya sea simpatía o antipatía. Así, por ejemplo, el bebé recién nacido es capaz de experimentar cualquier impresión del mundo que le rodea, ya sea como dolorosa o confortable.

Una aguja que te perfora la piel puede explicarse simplemente como un hecho mecánico, pero esto no explica el hecho de que el bebé comience a llorar. El daño causado se experimenta cualitativamente en una esfera diferente de la del mero acontecimiento fisiológico.

La capacidad para la experiencia anímica ya está ahí en el recién nacido, pero ¿qué pasa con las sustancias inertes y las plantas?. No podemos decir que las capacidades del alma sean innatas en estos objetos, son las fuerzas de Marte las que trabajan sobre todo lo que viene a la existencia. Las sustancias inertes, como los minerales y los seres vivos más simples, como las plantas, tienen sólo una “reflexión” de ellos. Las fuerzas del alma se reflejan en las propiedades químicas de estos objetos. Si miro la pluma en mi mano, yo desde luego no puedo decir que tenga algo como sensaciones, pero cuando todavía estaba en ciernes, antes de que llegara a mis manos, la semilla de la desintegración ya estaba implantada en ella. Este destino, que trae la desintegración inevitable, parece en un primer momento como una negación de la vida, sin embargo, tenemos que lidiar con eso. Aquí la naturaleza agresiva de Marte parece que en última instancia, destruye lo que se ha creado. También encontramos que Marte crea capacidades del alma que siembra la semilla de la desintegración, así, debido a que las fuerzas del alma y las emociones de placer y dolor, finalmente destruyen el cuerpo de un ser humano. Estas fuerzas fluyen hacia todos los seres creados antes de entrar en la fase de su existencia actual.

Las fuerzas del Sol crean o causan el estado presente del ser en todos los objetos de la creación. En la época actual también causan la emancipación y la lucha hacia la independencia. Volvamos al bebé recién nacido. Acaba de nacer, eso significa que se ha separado del cuerpo de su madre, de la que ha sido fisiológicamente parte antes de nacer. Ahora está físicamente separado, y a medida que va creciendo se esfuerza hacia la independencia. Esto también se demuestra por el hecho de que uno de los primeros actos que se hace con el niño es dotarle de un nombre propio. Se le reconoce como un ser individual. Con nuestros sentidos podemos observar que tiene su propio cuerpo, y tenemos la esperanza de que este cuerpo crecerá más y más independiente de las necesidades de la vida en la que está involucrado durante su primera infancia y la niñez.

No podemos hablar de un impulso de individualización dentro de los reinos inferiores de la naturaleza de la misma manera como lo hacemos con la humanidad, aunque el impulso solar también está trabajando allí. La luz del sol trae los objetos existentes en la naturaleza a la esfera de nuestra experiencia sensible. La luz del sol los hace visibles a nuestros ojos; percibimos sus contornos y sus colores. Pensemos en la construcción de la primera máquina de vapor.

En primer lugar, la idea surgió del inventor; esta sería la etapa de Saturno. Después el inventor tuvo que reflexionar sobre su idea y considerarla en relación con las leyes mecánicas y físicas, con los logros técnicos de su época. Tuvo que entrar en el mundo de la sabiduría universal, en lo que le fue revelado a la humanidad; este es el escenario de Júpiter en la fabricación de la máquina de vapor. Entonces, el inventor va más lejos en la realización de su plan, tiene que utilizar las sustancias terrenales, como el hierro y el acero, en el que ya se implantaron las reacciones químicas que determinan la estabilidad del metal, considerar las reacciones del vapor, etc. Estos hechos más adelante pueden ser causa del fracaso o la impopularidad de su máquina; este sería el período de Marte de la máquina de vapor. Hasta que un día el motor se ha completado. Podrá ser visto como una entidad y todo el mundo percibirá cómo se mueve y trabaja. Ahora, es una máquina que ha entrado en la fase de su “estado actual de ser”. También ha entrado en el reino de la percepción empírica; este es el trabajo de las fuerzas de sol. Ellas crean el reino del “empirismo”, que brilla como la luz del sol sobre el objeto individualizado.

Hemos descrito el trabajo de las fuerzas de Saturno, Júpiter y Marte como procesos en el tiempo. Estas fuerzas, a través de las cuales todos los seres que entran en la existencia deben pasar, están conectadas con la “fabricación” de los objetos en el universo. Representan el pasado. Las tres etapas del pasado pueden, sin embargo, diferir en gran medida en el tiempo de acuerdo a la naturaleza del objeto. Pueden tener una duración de tiempo “astronómica”, o también pueden reducirse a un par de segundos, pero siempre lo podemos encontrar.

Ahora pensemos en las tres últimas etapas del ciclo séptuple de la evolución. El cuarto paso es la emancipación de la criatura de su origen. En las siguientes etapas el ser individualizado se esfuerza en función de sus capacidades, en manifestarse como un ser libre, y en la manifestación de sí mismo, que sólo es posible si en el camino hacia el futuro, se puede revelar y liberar de todo lo que nació durante las primeras etapas del pasado. Por ejemplo, cuando el bebé crece se vuelve más y más activo en la vida. Sin embargo, a medida que el ser humano se convierte en activo, aparecen en el fondo de su actividad todas las fuerzas anímicas que ya fueron implantadas en él antes de nacer: sus gustos y disgustos; su capacidad innata para las reacciones dolorosas o alegres, bien fomentando u obstaculizando sus acciones; y como la vida sigue, su actividad se convierte en una especie de maestro y redentor de esas cualidades innatas del alma. Muy a menudo, este profesor en el ámbito de nuestra actividad es más sabio que nosotros mismos, y se convierte en nuestro guía espiritual, dotado con la autoridad del destino.

Estas fuerzas vienen del planeta que en la astronomía se llama Mercurio. Así Mercurio es el redentor de las fuerzas de Marte que describimos anteriormente. Los caminos del destino, a lo largo del cual el espíritu de Mercurio conduce al ser humano hacia su redención, son a menudo extraños e incomprensibles. Sólo si nos esforzamos en la comprensión espiritual de nuestro propio destino podremos encontrar una conexión consciente con el espíritu de Mercurio que representa la quinta etapa en la ley séptuple del tiempo.

El planeta llamado Venus en la astronomía representa el sexto paso. El sexto paso está relacionado con el segundo, con Júpiter. Y así como Júpiter es el dador de las fuerzas de la Vida y la Sabiduría, Venus se relaciona con el desarrollo de estas fuerzas de la creación de la vida por el ser humano. Sin embargo, el ser humano actual está lejos de ser capaz de crear vida dentro de la esfera de la Tierra, aunque en la inconsciencia profunda realmente lo estamos haciendo.

Hay actividades en las profundidades inconscientes de nuestro organismo, que no sólo destruyen la vida, sino que también la crean; sin embargo, todavía no tenemos ningún control sobre esto.

En un lejano futuro, la humanidad será capaz de desarrollar actividades similares conscientemente, y entonces podrá crear no sólo objetos como máquinas inertes, sino también seres vivos, como las plantas. Así trabaja  Venus en las profundidades del organismo humano. El arte humano es un tenue resplandor del amanecer de esas fuerzas que un día estarán completamente despiertas en la humanidad.

El séptimo paso es provocado por la Luna. Aunque la Luna está cerca de la Tierra, las capacidades que están conectadas con su esfera están muy alejadas de la conciencia de la humanidad. El séptimo paso, la Luna, está relacionado con el primer paso, Saturno. Saturno aparece conectado con esa etapa de toda la evolución en un impulso o un ser anímico, penetrado por poderosas potencias sobrenaturales, entra en el reino físico y crea por sí mismo un vaso corporal. Ahora, después de haber pasado por todas las etapas de la creación y la individualización, en la séptima etapa ha llegado a la perfección, como ser individual que puede dotar a la pura existencia anímica con la existencia física.

En los seres humanos de la actualidad vive solamente un tenue reflejo de esta capacidad. Sólo es una profecía de lo que un día, en el tiempo futuro, será una actividad plenamente desarrollada y conscientemente controlada. Es la capacidad de “re-producción”, profundamente arraigada en nuestro organismo y guiado por seres espirituales. Este  poder hoy es sólo una imagen muy tenue de su contraparte espiritual real.