quarta-feira, 1 de fevereiro de 2023

Manly Palmer Hall - La Cruz Ansada

El segundo tipo de cruz era la cruz en forma de te o Tau con un círculo encima, a menudo escorzado para formar un óvalo vertical. Los antiguos la llamaban crux ansata, o cruz ansada, o cruz de la vida. Era la llave de los Misterios de la Antigüedad y es probable que diera origen a la historia más moderna de la llave de oro del cielo que llevaba san Pedro. En los Misterios egipcios, el candidato pasaba realmente por todas las formas de peligros imaginarios mientras sujetaba por encima de su cabeza la cruz ansada, ante la cual los poderes de la oscuridad caían avergonzados. Se recordaban al estudioso las palabras in hoc signo vinces. La forma de Tau de la cruz no es muy diferente del sello de Venus, como ha hecho notar Richard Payne Knight, que afirma lo siguiente: «La cruz con esta forma se observa a veces en monedas y se encontraron muchas de ellas en un templo de Serapis [el Serapeum] que fue de molido cuando el emperador Teodosio ordenó la destrucción de todos los edificios de este tipo; según los anticuarios cristianos de aquella época, representaba la vida futura».

Tanto la cruz como el círculo eran símbolos fálicos, porque el mundo antiguo veneraba la capacidad generadora de la Naturaleza como expresión de los atributos creativos de la divinidad. La cruz ansada, que combina el Tau masculino con el óvalo femenino, era un ejemplo de los principios de la generación. Augustus Le Plongeon, en Los misterios sagrados entre los mayas y quichés hace 11 500 años, observa que la cruz ansada, a la que él llama «la llave del Nilo» y «el símbolo de los símbolos», ya sea en su forma completa o simplemente como cruz de Tau, aparecía como adorno en el pecho de las estatuas y los bajorrelieves de Palenque, Copán y por toda América Central y destaca que siempre se asociaba con el agua; que para los babilonios era el emblema de los dioses del agua; para los escandinavos el del cielo y la inmortalidad, y, para los mayas, el del rejuvenecimiento y la liberación del sufrimiento físico. Con respecto a relacionar este símbolo con las aguas de la vida, el conde Goblet d’Alviella, en The Migration of Symbols, destaca que los antiguos egipcios usaban un instrumento parecido a la cruz ansada, llamado nilómetro, para medir y regular las inundaciones del río Nilo. Es probable que debido a esta relación con el Nito se lo considerase símbolo de vida, porque Egipto dependía por completo de las crecidas del río para obtener la irrigación necesaria para garantizar suficientes cosechas. En los rollos de papiro, la cruz ansada aparece saliendo de la boca de los faraones egipcios cuando perdonaban a los enemigos y era enterrada con ellos para representar la inmortalidad del alma. La llevaban muchos dioses y, aparentemente, era un símbolo de su benevolencia divina y su poder vivificador. El Museo de El Cairo contiene una colección magnífica de cruces de muchas formas, tamaños y diseños, lo que demuestra que era un símbolo común entre los egipcios.


Manly Palmer Hall - La Cruz de Tau

Hay tres formas distintas de cruces. La primera es la llamada Tau, aunque sería mejor decirle Tav. Se parece mucho a la letra te moderna y consiste en una barra horizontal apoyada en una columna vertical, con los dos brazos del mismo largo. Un roble talado a algo más de un metro del suelo y con la parte superior dispuesta encima de la inferior de esta forma era el símbolo del dios druida Hu. Se sospecha que este símbolo se originó entre los egipcios como la extensión de los cuernos de un toro o un carnero (Tauro o Aries) y la línea vertical de su cara. A veces la llaman cruz de martillo, porque, si se sujeta por la base vertical, parece un mazo o martillo. En una de las leyendas masónicas cabalísticas, su antepasado Túbal Caín entrega a Hiram Abif un martillo con la forma de una Tau. La cruz de Tau se conserva en la masonería moderna en el símbolo de la regla en forma de te. Aparentemente, es la forma de cruz más antigua que existe. La cruz de Tau fue la señal que, según cuenta el profeta Ezequiel, el pueblo de Jerusalén se marcó en la frente a petición del Señor. También se ponía como símbolo de liberación en aquellos acusados de cometer delitos cuando eran absueltos. La cruz de Tau se inscribía en la frente de todas las personas que eran admitidas en los misterios mitraicos. Cuando se iniciaba a un rey en los Misterios egipcios, se le ponía el Tau en los labios. En algunos de los misterios de los indios americanos, se tatuaba la cruz en el cuerpo de los candidatos. Para los cabalistas, la Tau representaba el cielo y la tetractys pitagórica. El caduceo de Hermes derivaba de la cruz de Tau.


Manly Palmer Hall - La Cruz en el Simbolismo Pagano

En su artículo sobre la cruz y la crucifixión publicado en la Enciclopedia Británica, Thomas Macall Fallow arroja mucha luz sobre la antigüedad de este ideograma. «Es probable que el uso de la cruz como símbolo religioso en tiempos precristianos y entre los pueblos no cristianos se considerara algo casi universal y en muchos casos estaba relacionado con alguna forma de culto a la naturaleza». La cruz no solo es un objeto familiar en el arte de todas las naciones, sino que su veneración es una parte fundamental de la vida religiosa de la mayor parte de la humanidad. Es un símbolo corriente entre los indios americanos, en el norte, el centro y el sur del continente. WilliamW. Seymour afirma lo siguiente: «La diosa azteca de la lluvia llevaba una cruz en la mano y, según los toltecas, su divinidad, Quetzalcóatl, les enseñó la señal y el ritual de la cruz y por eso la vara o cetro que utilizaba como símbolo de poder parecía un báculo y su manto estaba cubierto de cruces rojas».

También veneran mucho la cruz los japoneses y los chinos. Para los pitagóricos, el número más sagrado era el diez, cuyo símbolo es una X, o cruz. Tanto en chino como en japonés, el carácter correspondiente al número diez es una cruz. La rueda de la vida budista está compuesta por dos cruces superpuestas y sus ocho puntas se conservan aún en el cristianismo en la forma peculiar de la cruz de los Caballeros Templarios, que es esencialmente budista. India ha preservado la cruz no solo en sus esculturas y sus pinturas, sino también en su arquitectura: muchos de sus templos —como las iglesias y las catedrales del cristianismo— se levantan sobre cimientos cruciformes. En los mándalas tibetanos, el cielo tiene forma de cruz, con un rey demonio en cada una de sus cuatro puertas Una cruz excepcional de gran antigüedad se descubrió en las cuevas de la isla Elephanta, en el puerto de Bombay. Varios tipos de cruces eran motivos frecuentes en el arte de Caldea, Fenicia, Egipto y Asiria. A los iniciados en los misterios eleusinos de Grecia les daban una cruz, que se colgaban en tomo al cuello en una cadena o cuerda en el momento de su iniciación. Para los rosacruces los alquimistas y los Iluminados la cruz era el símbolo de la luz, porque cada una de las tres letras, LV X, deriva de una parte de la cruz.


Manly Palmer Hall - La Biblioteca de Alejandría

Antes de la era cristiana, setecientos mil de los libros más valiosos, escritos en pergamino, papiro, vitela y cera y también en tablillas de piedra, barro cocido y madera se habían recogido de todas partes del mundo antiguo y se almacenaban en Alejandría, en edificios preparados especialmente para tal fin.

Aquel depósito magnífico de conocimiento fue destruido por tres incendios sucesivos Las partes que se libraron de la conflagración iniciada por César para destruir la flota anclada en el puerto fueron destruidas alrededor del año 389 por los cristianos, en obediencia al edicto de Teodosio, que había ordenado destruir el Serapeum, un edificio consagrado a Serapis, en el cual se conservaban los volúmenes Se supone que aquella conflagración destruyó la biblioteca que Marco Antonio había regalado a Cleopatra para compensarla en parte por la que había ardido en el incendio del año 51. A este respecto, H. P. Blavatsky, en su Isis sin velo, escribió lo siguiente:

«Dicen [los rabinos de Palestina y los sabios] que, contraria mente a lo que se suele creer, no fueron destruidos todos los rollos ni los manuscritos que, según la historia, fueron quemados por César, la turba cristiana en el 389 ni el general árabe Amru; por el contrario, la historia que relatan es la siguiente: cuando en el año 51 a. de C. se disputaban el trono Cleopatra y su hermano Ptolomeo Dionisio, se estaban haciendo reparaciones en la Bruckion, que contenía más de setecientos mil rollos envueltos en madera y pergamino ignífugo, y buena parte de los manuscritos originales, considerados los más valiosos y que no estaban repetidos, se guardaron en la casa de uno de los bibliotecarios. […] Transcurrieron varias horas entre el incendio de la flota, que comenzó por orden de César, y el momento en que se prendió fuego el primer edificio cercano al puerto y […] los bibliotecarios, con ayuda de varios centenares de esclavos pertenecientes al museo, consiguieron salvar los rollos más valiosos». Es muy probable que los libros que se salvaron estén enterrados en Egipto o en India y, hasta que sean descubiertos, el mundo moderno debe seguir sumido en la ignorancia acerca de muchas grandes verdades filosóficas y místicas. El mundo antiguo conocía mejor aquellos eslabones perdidos: la continuidad de los Misterios paganos en el cristianismo.


Manly Palmer Hall - El Ciclo Artúrico y la Leyenda del Santo Grial

Según la leyenda, el cuerpo del Christos (la ley espiritual) fue entregado a la custodia de dos hombres, a los cuales los Evangelios apenas mencionan. Eran Nicodemo y José de Arimatea, dos personas devotas que, aunque no figuraban entre los discípulos o apóstoles del Christos, fueron elegidos entre todos los demás para ser custodios de Sus restos sagrados. José de Arimatea era uno de los hermanos iniciados y A. E. Waite, en A New Encyclopaedia of Freemasonry, lo llama «el primer obispo de la cristiandad». Así como el poder temporal (o visible) de la Santa Sede fue establecido por san Pedro (¿?), el conjunto espiritual de la fe fue confiado a la «Iglesia Secreta del Santo Grial» mediante una sucesión apostólica que comienza con José de Arimatea, a quien se encomendaron los símbolos permanentes de la alianza: la copa siempre llena y la lanza ensangrentada. Se supone que obedeciendo las órdenes de san Felipe, José de Arimatea llegó, con las reliquias sagradas y después de muchos y diversos contratiempos, a Gran Bretaña, donde se le adjudicó un lugar para que levantara una iglesia y así fue como se fundó la abadía de Glastonbury. José clavó en tierra su báculo, que echó raíces y llegó a convertirse en un espino milagroso que florecía dos veces por año y actualmente recibe el nombre de espino de Glastonbury. Se desconoce cómo acabó la vida de José de Arimatea: algunos creen que, al igual que Enoch, fue trasladado al cielo; otros, que fue enterrado en la abadía de Glastonbury.

En numerosas ocasiones se ha tratado de encontrar el Santo Grial, que —según creen muchos— está escondido en una cripta situada debajo de la antigua abadía. Recientemente se ha hallado un cáliz en Glastonbury y los devotos pensaron que podía ser el Santo Cirial original, pero ningún investigador crítico puede aceptarlo como auténtico. A pesar del interés que despierta como reliquia, este, como el famoso cáliz de Antioquía, en realidad no demuestra nada, si caemos en la cuenta de que hace dieciocho siglos casi no se sabía mucho más que ahora acerca de los Misterios cristianos. 

El origen del mito del Grial, como el de casi cualquier otro elemento del gran drama, resulta curiosamente esquivo. Se le puede encontrar bastante fundamento en el folclore de las islas británicas, que contiene numerosos relatos sobre calderos, oñás copas y cuernos para beber mágicos Las leyendas más antiguas sobre el Grial describen la copa como un verdadero cuerno de la abundancia, cuyo contenido era inagotable, de modo que quienes se ocupaban de él jamás pasaban hambre ni sed. Según una versión, por muy enferma que estuviera una persona, no moriría hasta después de pasados ocho días desde que viera la copa. Algunos expertos creen que el Santo Grial sirvió para perpetuar la copa sagrada que se usaba en los ritos de Adonis y de Atis Varios de los Misterios antiguos utilizaban una copa o cáliz de comunión y con frecuencia se representaba al dios Baco con forma de jarrón, copa o de algún otro recipiente grande. En el culto a la naturaleza, el Grial siempre lleno representa la munificencia de la cosecha, gracias a la cual se conserva la vida del hombre; como la jarra sin fondo de Mercurio, es la fuente inagotable de recursos naturales. A partir de las pruebas disponibles, sería, sin duda, un error atribuir un origen puramente cristiano al simbolismo del Grial.

En el ciclo artúrico aparece una figura extraña y misteriosa: el mago Merlín. En una de las leyendas que circulan sobre él se dice que, cuando Jesús fue enviado para liberar al mundo de la esclavitud del mal, el Adversario decidió enviar a un Anticristo para anular Su labor. Entonces el demonio, en la forma de un dragón espantoso, cubrió a una joven que se había refugiado en un santuario para huir del mal que había destruido a su familia. Su hijo, Merlín, participaba de las características de su madre humana y de su padre demoníaco, pero, en lugar de servir a los poderes de la oscuridad, se convirtió a la verdadera luz y conservó tan solo dos de los poderes sobrenaturales que heredó de su padre: la profecía y el poder de hacer milagros. En realidad, la historia del padre infernal de Merlín se debe considerar una alusión alegórica al hecho de que era el «hijo filosófico» de la serpiente o el dragón, un título que se aplicaba a todos los iniciados en los Misterios, que de esta manera reconocen a la naturaleza como madre mortal y a la sabiduría, en forma de serpiente o de dragón, como padre inmortal. Confundir el dragón y la serpiente con los poderes del mal ha sido una consecuencia inevitable de una interpretación errónea de los primeros capítulos del Génesis.

Cuando Anuro era niño, lo pusieron al cuidado del mago Merlín, que, en su juventud, le enseñó la doctrina secreta y probablemente lo inició en los secretos más profundos de la magia natural. Con la ayuda de Merlín, Anuro llegó a ser el general más destacado de Britania, una alta dignidad que se ha confundido con el título de rey. Cuando Arturo extrajo del yunque la espada de Branstock y estableció así su derecho divino al liderazgo, Merlín lo ayudó de nuevo para conseguir que la Dama del Lago le entregara la espada sagrada, Excalibur. Después de la creación de la Mesa Redonda y habiendo cumplido su deber, Merlín desapareció: según una versión, se desvaneció en el aire, donde sigue existiendo como una sombra que se comunica cuando quiere con los mortales: según otra versión, se retiró voluntariamente a una gran cámara de piedra, que cerró por dentro.


LA MESA REDONDA DEL REY ARTURO

Cuenta la tradición que en el año 516, cuando tenía quince años, Arturo fue coronado rey de Britania. Poco después de su llegada al trono fundó en Windsor la Orden de los Caballeros de la Mesa Redonda.

A partir de entonces, los caballeros se reunieron una vez al año en Carleon, Winchester, o en Camelot, para celebrar Pentecostés. De todas partes de Europa acudían hombres valientes y osados a solicitar su ingreso en aquella noble orden de caballería británica. Los requisitos eran nobleza, virtud y valor, y quienes destacaran por estas cualidades eran recibidos en la corte del rey Arturo en Camelot. Después de reunir a su alrededor a los caballeros más valientes y más nobles de Europa, el rey Arturo eligió a veinticuatro que aventajaban a los demás en audacia e integridad y formó con ellos su Círculo de la Mesa Redonda. Según la leyenda, cada uno de aquellos caballeros destacaba tanto por sudignidad y su poder tanto por su dignidad y su poder que ninguno podía ocupar un asiento más elevado que los demás, de modo que, cuando se reunieron en torno a la mesa para celebrar el aniversario de su fundación, hubo que usar una mesa redonda para que todos ocuparan sillas de la misma importancia.

Si bien es probable que la Orden de la Mesa Redonda tuviera sus propios rituales y símbolos, su conocimiento no ha llegado hasta nosotros. Elias Ashmole insertó en su volumen sobre la Orden de la Jarretera una ilustración a doble página en la que figura la insignia de todas las órdenes de caballería, pero la parte correspondiente alsímbolo de la Mesa Redonda está en blanco. El motivo principal de la pérdida delsimbolismo de la Mesa Redonda fue la muerte intempestiva del rey Arturo en el campo de batalla de Kamblan (en el año 542), a los cuarenta y un años de edad. Aunque en esta famosa batalla destruyó a su enemigo implacable, Mordred, le costó no solo su propia vida, sino también la de casi todos sus Caballero de la Mesa Redonda, que murieron defendiendo a su comandante. Resulta razonablemente cierto que muchas leyendas con respecto a Carlomagno se asociaron después con Arturo, famoso sobre todo por el establecimiento de la Orden de la Mesa Redonda en Winchester. No disponemos de información fiable sobre las ceremonias y los rituales de iniciación de la Mesa Redonda. Algunos dicen que la Mesa tenía el poder de expandirse o contraerse para que pudieran sentarse a su alrededor quince o mil quinientas personas, según lo que fuera necesario.

Según las versiones más comunes, la cantidad de caballeros que podían sentarse a la vez a la Mesa Redonda eran doce o veinticuatro. Los doce representaban los signos del Zodiaco y también los apóstoles de Jesús En la silla de cada caballero estaba grabado su nombre y también su escudo de armas. Cuando aparecen veinticuatro hombres sentados a la Mesa, cada uno de los doce signos del Zodiaco se divide en dos partes —una clara y otra oscura— para representar la fase nocturna y la diurna de cada signo. Como cada signo del Zodiaco asciende durante dos horas cada día, los veinticuatro caballeros representan las horas, los veinticuatro ancianos delante del trono en el Apocalipsis y las veinticuatro divinidades persas que representan los espíritus de las divisiones del día. En el centro de la Mesa estaba la rosa que simbolizaba la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y también la resurrección, porque Él resucitó de entre los muertos. También había un asiento misterioso que estaba vacío, llamado el «asiento peligroso», en el cual solo podía sentarse quien hubiese hallado el Santo Grial.

En la personalidad de Arturo se encuentra una forma nueva del mito cósmico siempre recurrente. El príncipe de Britania es el sol, sus caballeros son el Zodiaco y su espada flamígera puede ser el rayo del sol con el cual se enfrenta y vence a los dragones de la oscuridad o pue de representar el eje de la tierra. La Mesa Redonda de Arturo es el universo; el «asiento peligroso» es el trono del hombre perfecto. En su sentido terrenal, Arturo fue el Gran Maestro de una hermandad cristiano-masónica de filósofos místicos que se llamaban a sí mismos caballeros. Arturo recibió la posición elevada de Gran Maestro de aquellos caballeros, porque había logrado extraer la espada (el espíritu) del yunque de los metales de baja ley (su naturaleza inferior). Como pasa siempre, el Arturo histórico no tardó en confundirse con las alegorías y los mitos de su orden hasta que, en la actualidad, resulta imposible separarlos Tras la muerte de Arturo en el campo de batalla de Kamblan, sus Misterios se interrumpieron y, esotéricamente, se lo llevaron en una barcaza negra, según la hermosa descripción que hace Tennyson en La muerte de Arturo. La gran espada, Excalibur, volvió a ser arrojada a las aguas de la eternidad: todo esto es un retrato vívido del descenso de la noche cósmica al final del día de la manifestación universal. Es probable que el cuerpo del Arturo histórico fuese enterrado en la abadía de Glastonbury, un edificio que se identifica mucho con los ritos místicos tanto del Grial como del ciclo artúrico. Sin duda, los rosacruces medievales poseían el verdadero secreto del ciclo artúrico y de la leyenda del Grial, ya que su orden incorporaba buena parte de aquel simbolismo. A pesar de ser la clave más evidente del misterio del Christos, la leyenda del Grial es la que menos se ha tenido en cuenta.


LA CRUZ Y LA CRUCIFIXIÓN EN EL MISTICISMO PAGANO Y EL CRISTIANO

Una de las leyendas más interesantes con respecto a la cruz es la que se conserva en La leyenda dorada, de Jacobo de la Vorágine. Cuenta la historia que, cuando Adán se dio cuenta de que se acercaba al final de su vida, suplicó a su hijo Set que fuera en peregrinación al Jardín del Edén y pidiera al ángel que custodiaba la entrada el aceite de la misericordia que Dios había prometido a la humanidad. Set no sabía llegar, pero su padre le indicó que quedaba hacia el Este y que no le costaría encontrar el camino, porque, después de que Eva y él fueran expulsados del Jardín del Señor, no había vuelto a crecer la hierba en el sendero que sus pies habían hollado.

Siguiendo las indicaciones de su padre, a Set no le costó llegar al Jardín del Edén. El ángel que custodiaba la entrada lo dejó entrar y, en medio del jardín, Set vio un árbol enorme, cuyas ramas llegaban hasta el cielo. El árbol tenía forma de cruz y estaba al borde de un precipicio que descendía hasta las profundidades del Averno. Las raíces entrelazadas de aquel árbol mantenían prisionero el cuerpo de su hermano Caín. El ángel no quiso darle el aceite de la misericordia, pero, en cambio, le entregó tres semillas del árbol de la Vida (algunos dicen que eran del árbol del Conocimiento). Set regresó con ellas junto a su padre, que se puso tan contento que ya no quiso vivir más y a los tres días murió; entonces le pusieron las tres semillas en la boca, como había dicho el ángel. Las semillas se convirtieron en un árbol joven con tres troncos en uno, que absorbió la sangre de Adán, de modo que la vida de Adán estaba en el árbol. Noé arrancó aquel árbol de raíz y lo llevó consigo en el arca. Cuando las aguas bajaron, enterró la cabeza de Adán bajo el monte Calvario y plantó el árbol en la cima del monte Líbano.

Moisés vio a un ser utópico en medio de aquel árbol (la zarza ardiente) y cortó de él la vara mágica con la cual podía extraer agua de las piedras, pero, como no invocó al Señor la segunda vez que golpeó la piedra, no se le permitió llegar con el báculo sagrado hasta la Tierra Prometida, de modo que lo plantó en la meseta de Moab. Después de buscarlo mucho, el rey David encontró el árbol y su hijo. Salomón, trató de usarlo para hacer una columna de su templo, pero sus carpinteros no pudieron cortarlo del tamaño necesario: quedaba demasiado largo o demasiado corto. Al final, indignados, lo dejaron de lado y lo usaron para hacer un puente que comunicara Jerusalén con las montañas circundantes Cuando la reina de Saba fue a visitar al rey Salomón, tendría que haber atravesado aquel puente, pero ella, al ver el árbol, se negó a ponerle el pie encima y, después de arrodillarse y rezar, se quitó las sandalias y vadeó el río. Esto impresionó tanto al rey Salomón que ordenó que cubrieran el leño de placas de oro y lo pusieran encima de la puerta de su templo, donde permaneció hasta que su nieto codicioso robó el oro y enterró el árbol, para que no lo descubrieran.

De la tierra en la que fue enterrado el árbol no tardó en brotar un pozo de agua, llamado Bethesda, al que acudían a curarse los enfermos de toda Siria. El ángel del pozo se convirtió en el guardián del árbol y nadie reparó en él durante muchos años, hasta que al final el leño flotó hasta la superficie y volvió a ser usado como puente, en aquella ocasión entre el Calvario y Jerusalén, y por él pasó Jesús para ser crucificado. Como no había leña en el Calvario, cortaron el árbol en dos partes para fabricar la cruz en la que fue crucificado el Hijo del Hombre. Se colocó la cruz en el lugar exacto en el que había sido enterrada la cabeza de Adán. Posteriormente, cuando la emperatriz Helena descubrió la cruz, resultó que estaba hecha con cuatro variedades distintas de madera procedentes de un mismo árbol —en representación de los elementos— y a partir de entonces la cruz siguió curando a todos los enfermos a los que se permitió tocarla. Cualquier investigación —hasta la más superficial— sobre el lugar correspondiente a la cruz en el simbolismo religioso desmiente la idea frecuente de que el mundo cristiano era el único que la veneraba. Los primeros cristianos usaron todos los medios posibles para ocultar el origen pagano de sus símbolos, sus doctrinas y sus rituales y destruyeron los libros sagrados de los pueblos entre los cuales se establecieron o los volvieron inaccesibles para los estudiosos de la filosofía comparativa, pensando —aparentemente— que así podrían eliminar toda constancia del origen precristiano de sus doctrinas. En algunos casos alteraron los escritos de diversos autores antiguos, suprimieron pasajes comprometedores o intercalaron textos que no tenían nada que ver. El pasaje supuestamente espurio de Flavio Josefo con respecto a Jesús es uno de los ejemplos que se aducen como ejemplo de esta tendencia.


Manly Palmer Hall - El Cristianismo Místico

Nunca se ha desvelado al mundo la verdadera historia de la vida de Jesús de Nazaret, ni en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos, aunque se pueden encontrar unas cuantas insinuaciones vagas en algunos de los comentarios escritos por los padres prenicenos. Los hechos relacionados con Su identidad y Su misión figuran entre los misterios inestimables que, hasta el día de hoy, se conservan en las cámaras secretas, bajo las Casas de los Hermanos. Parte de la extraña historia fue contada a un puñado de Caballeros Templarios, que fueron iniciados en los arcanos de los drusos, los nazarenos, los esenios, los juanistas y otras sectas que aún vivían en los refugios remotos e inaccesibles de Tierra Santa. El hecho de que los Templarios tuvieran conocimiento de la historia primitiva del cristianismo fue —sin duda— uno de los motivos fundamentales por los que fueron perseguidos hasta su aniquilación. Las discrepancias en los escritos de los primeros Padres de la Iglesia no solo son irreconciliables, sino que demuestran fuera de toda duda que, incluso durante los cinco primeros siglos después de Cristo, aquellos hombres instruidos no tenían como base de sus escritos nada más sólido que el folclore y los rumores. Para el crédulo, todo es posible y no hay ningún problema; en cambio, la persona objetiva que busca hechos se enfrenta con gran cantidad de problemas y con factores inciertos, de los cuales son típicos los siguientes: Según la concepción popular, Jesús fue crucificado en el trigésimo tercer año de Su vida y en el tercero de Su ministerio después de Su bautismo.

Alrededor del año 180, san Renco, obispo de Lyon y uno de los teólogos prenicenos más destacados, escribió Contra las herejías, un ataque a las doctrinas de los gnósticos. En esta obra, Ireneo afirmaba, basándose en la autoridad de los propios apóstoles, que Jesús vivió muchos años. Escribió textualmente: «Ellos sin embargo, para imponer su falsa opinión con respecto a lo que está escrito, “para proclamar el año aceptable del Señor”, sostienen que predicó durante solo un año y que después sufrió al cabo de doce meses.

[Al hablar así], olvidan su propia desventaja, destruyen toda Su obra y Le quitan esa edad más necesaria y más honorable que cualquier otra; me refiero a la edad más avanzada durante la cual, también como maestro, aventajó a todos los demás Porque ¿cómo pudo haber tenido discípulos, si no enseñaba? ¿Y cómo pudo enseñar sin haber alcanzado la edad necesaria para ser maestro? Porque cuando fue a que lo bautizaran, no había cumplido aún su trigésimo año, sino que estaba a punto de cumplir los treinta años (así lo ha expresado Lucas, al mencionar Su edad: “Entonces Jesús estaba, como se dice, empezando a tener treinta años”, cuando fue a recibir el bautismo); y (según aquellos hombres) Él predicó solo un año después de Su bautismo. Al finalizar Su trigésimo año sufrió, cuando todavía era joven y antes de haber alcanzado una edad avanzada. Que la primera etapa de la juventud abarca treinta años y que se prolonga hacia el cuadragésimo año es algo que todo el mundo reconoce; pero, a partir de los cuarenta y los cincuenta años, el hombre empieza a decaer hacia la ancianidad, que “Nuestro Señor poseía mientras seguía cumpliendo el oficio de Maestro, de lo cual dan fe el Evangelio y todos los ancianos”; los que conocían en Asia a Juan, el discípulo del Señor, (afirmaban) que Juan les transmitió aquella información. Y él permaneció entre ellos hasta la época de Trajano. Además, algunos de ellos no solo vieron a Juan. sino también a los demás apóstoles y ellos les dieron la misma versión y dan testimonio en cuanto a (la validez de) la afirmación. ¿A quién vamos a creer, entonces? ¿A hombres como estos o a Ptolomeo, que jamás vio a los apóstoles y que jamás, ni en sueños, llegó a ver el menor rastro de un apóstol?».

Con respecto al pasaje anterior, Godfrey Higgins comenta que ha sido una suerte que escapara de las manos de los destructores que, para dar coherencia a lo que narran los Evangelios, han suprimido todas las afirmaciones de este tipo. También destaca que la doctrina de la crucifixión era una vexata questio entre los cristianos, incluso en el siglo II. «La prueba de Ireneo —afirma— es intocable. Según todos los principios de la crítica acertada y de la doctrina de las probabilidades, es intachable».

Cabe destacar, además, que Ireneo preparó esta declaración para contradecir otra que, aparentemente, era corriente en su época: que el ministerio de Jesús solo duró un año. De todos los primeros Padres, se supone que Ireneo, que escribió menos de ochenta años después de la muerte de san Juan Evangelista, debía de tener información bastante precisa. Si los propios discípulos relataron que Jesús vivió en su cuerpo hasta una edad avanzada, ¿por qué se ha elegido arbitrariamente el misterioso número treinta y tres para representar la duración de Su vida? ¿Se habrán alterado a propósito los incidentes de la vida de Jesús para que Sus actos se ajustaran mejor al patrón establecido por los numerosos diosesredentores que le precedieron? Si se examina la obra de san Justino Mártir, otra autoridad del siglo II, resulta evidente que aquellas analogías se reconocieron y se utilizaron como recurso para convertir a los griegos y los romanos. En su Apología, san Justino se dirige a los paganos con estas palabras:

Cuando decimos que el Verbo, que es el primogénito de Dios, se produjo sin unión sexual y que Él, Jesucristo, nuestro Maestro, fue crucificado y murió y resucitó y ascendió a los cielos, no postulamos nada diferente de lo que creéis con respecto a los que consideráis hijos de Júpiter. […] Y si afirmamos que la Palabra de Dios nació de Dios de una forma peculiar, diferente de la generación ordinaria, que esto, como hemos dicho antes, no resulte extraordinario para vosotros, que afirmáis que Mercurio es la palabra angélica de Dios Pero si alguien objeta que fue crucificado, en esto también coincide con vuestros supuestos hijos de Júpiter, que sufrieron lo que hemos especificado. Por lo anterior, resulta evidente que los primeros misioneros de la Iglesia cristiana estaban mucho más dispuestos a reconocer las demás similitudes entre su fe y la de los paganos de lo que estuvieron sus sucesores en los siglos siguientes.

Para tratar de resolver algunos de los problemas que surgen de cualquier intento de hacer una crónica precisa de la vida de Jesús, se ha sugerido que tal vez vivieran en Siria, en aquella época, dos o más maestros religiosos de nombre Jesús, Jehoshua o Josué y que podría ser que en las historias de los Evangelios se confundieran las vidas de aquellos hombres. En su obra Secret Sects of Syria and the Lebanon, el escritor masónico Bemard H. Springett toma una cita de un libro antiguo cuyo título no estaba autorizado a revelar, por estar relacionado con el ritual de una secta. La última parte de la cita guarda relación con el tema que estamos tratando:

Pero Jehová hizo prosperar la semilla de los esenios, con santidad y amor, durante muchas generaciones Entonces se presentó el ángel principal, siguiendo el mandato de DIOS, para que la Voz de Jehová tuviese un heredero y, cuatro generaciones después, nació un heredero, al que llamaron Josué, que fue hijo de José y María, devotos adoradores de Jehová, distante de todos los demás pueblos salvo los esenios. Y el tal Josué, en Nazaret, restableció a Jehová y recuperó muchos de los ritos y las ceremonias perdidos A los treinta y seis años murió lapidado en Jerusalén. […]


JACOB BÖHME, EL TEÓSOFO TEUTÓNICO

William Law: Traducción de Las Obras de Jacobo Böhme Jacob Böhme nació en el año 1575 en una villa cerca de Gorlitz; y murió en Silesia en 1624. Tenía pocos estudios y, a una edad temprana, fue aprendiz de zapatero. Más tarde se convirtió en un zapatero oficial, se casó y tuvo cuatro hijos. Un día, mientras atendía la tienda de zapatos de su instructor, entró un extranjero misterioso; el cual, mientras parecía poseer muy poco de los bienes de este poco de los bienes de este mundo, aparentaba ser más sabio y noble en logros espirituales. El extranjero pidió el precio de un par de zapatos; pero el joven Böhme no se atrevió estipular una cifra por miedo a decepcionar a su instructor. El extranjero insistió y Böhme finalmente puso un valor que él pensó era todo lo que su instructor posiblemente esperaría obtener por los zapatos. El extranjero inmediatamente los compró y se fue. A una corta distancia, en la calle, el misterioso extranjero se detuvo y grito en voz alta: «Jacob, Jacob, ven». Con asombro y temor, Böhme salió corriendo de la casa. El extranjero fijó su mirada sobre el joven; eran unos ojos grandes que brillaban y parecían llenarse de una luz divina. Tomó de la mano derecha al niño y le dijo lo siguiente: «Jacob, eres pequeño, pero te engrandecerás, y te convertirás en otro Hombre, tal como uno con el cual el Mundo se maravillara. Por lo tanto, se piadoso, témele a Dios, y respeta Su Palabra. Lee las Santas Escrituras diligentemente; dentro de ellas encontrarás Consuelo e Instrucción. Enfrentarás mucha miseria y Pobreza, y sufrirás Persecución, pero sé valiente y persevera, ya que Dios te ama, y hay gracia para ti».

Profundamente impresionado por la predicción, Böhme fue muy intenso en su búsqueda de la verdad. Finalmente, sus obras fueron recompensadas. Permaneció durante siete días en una condición misteriosa durante la cual los misterios del durante la cual los misterios del mundo invisible le fueron revelados. Se ha dicho de Jacob Böhme que reveló los secretos más profundos de la alquimia a toda la humanidad. Murió rodeado de su familia; y sus últimas palabras fueron: «Ahora me voy desde aquí al Paraíso».

En el último siglo se han publicado varios libros que completan las escasas descripciones que aparecen en los Evangelios sobre Jesús y Su ministerio. Algunas de estas narraciones dicen basarse en manuscritos antiguos descubiertos recientemente; otras, en una revelación espiritual directa. Algunos de estos escritos son de lo más plausibles, mientras que otros resultan increíbles. Son persistentes los rumores de que Jesús estuvo y estudió tanto en Grecia como en India y que se ha descubierto una moneda acuñada en Su honor en India durante el siglo I. Hay constancia de documentos cristianos primitivos en el Tíbet y los monjes de un monasterio budista de Ceilán conservan aún un documento según el cual Jesús pasó allí una temporada y se familiarizó con su filosofía.

Aunque aparecen en el cristianismo primitivo muchos indicios de influencia oriental, esta es una cuestión que la Iglesia moderna se niega a analizar. Si se llegara a demostrar fuera de toda duda que Jesús fue iniciado en los Misterios paganos griegos o asiáticos, es probable que esto produjera un cataclismo entre los miembros más conservadores del cristianismo. Si Jesús era Dios hecho hombre, según descubrieron los concilios solemnes de la Iglesia, ¿por qué se dice en el Nuevo Testamento que es «proclamado por Dios Sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec»? Decir «según la orden de» coloca a Jesús en una Ria o en un orden en el cual debió de haber otros de la misma dignidad o incluso de una superior. Si los «Melquisedec» eran los soberanos divinos o sacerdotales de las naciones de la tierra antes de que se instaurase el sistema de gobernantes secularea las afirmaciones atribuidas a san Pablo indicarían que Jesús era uno de aquellos «filósofos elegidos» o que trataba de restablecer su sistema de gobierno. Se recordará que Melquisedec también celebró la misma ceremonia de beber el vino y de partir el pan, como hizo Jesús en la última cena.

Según George Faber, el nombre original de Jesús era Jescua Hammasiah y Godfrey Higgins ha hallado dos referencias —una en el Midrash joheleth y la otra en el Abodazara, comentarios judíos primitivos sobre las Escrituras—que indican que el apellido de la familia de José era Pantera, porque en estas dos obras se afirma que un hombre fue curado «en el nombre de Jesús ben Pantera». El nombre «Pantera» establece una relación directa entre Jesús y Baco, que fue criado por panteras y a veces se representa cabalgando uno de esos animales o sobre una cuadriga tirada por ellos. Adeíñás, la piel de pantera era sagrada en algunos ceremoniales iniciáticos egipcios El monograma «IHS», que actualmente se interpreta como Iesus Hominum Salvator (Jesús Salvador de los hombres), constituye otro vínculo directo entre los ritos cristianos y los báquicos. IHS deriva del griego ΥHΣ, que, como indica su valor numérico (608), es un emblema del sol y constituía el nombre sagrado y oculto de Baco. Surge entonces la pregunta de si se habrá confundido el catolicismo primitivo con el culto a Baco, teniendo en cuenta los numerosos paralelismos entre las dos fes. Si se puede demostrar que sí, quedan resueltos muchos de los enigmas hasta ahora incomprensibles del Nuevo Testamento.

No es en absoluto improbable que fuera el propio Jesús quien en primer lugar propusiera como alegorías las actividades cósmicas que posteriormente se confundieron con Su propia vida. Queda fuera de toda controversia que el Χριστός, Christos, representa el poder solar que reverenciaban todas las naciones de la Antigüedad. Si Jesús reveló la naturaleza y el propósito de este poder solar con el nombre y la personalidad de Christos, proporcionando de tal modo a este poder abstracto los atributos de un hombre Dios, no hizo más que seguir el precedente establecido por todos los maestros del mundo anteriores a Él. Este hombre Dios, dotado así de todas las cualidades de la divinidad, representa lo divino que está latente en todos los hombres. El hombre mortal solo alcanza la deificación mediante la redención, que lo devuelve a su Yo divino; por consiguiente, la unión con el Yo inmortal es la «salvación». Este Christos, u hombre divino en el ser humano, es su verdadera esperanza de salvación, el mediador vivo entre la divinidad abstracta y la humanidad mortal. Así como, con toda probabilidad, Átis, Adonis, Baco y Orfeo eran al principio hombres iluminados que después se confundieron con los personajes simbólicos que ellos mismos crearon como personificaciones de su poder divino, Jesús se ha confundido con el Christos, u hombre Dios, cuyas maravillas predicaba. Como Christos era el hombre Dios que estaba prisionero en todas las criaturas, la primera obligación del iniciado consistía en liberar, o «resucitar», a aquel Uno Eterno que había dentro de sí mismo. Por consiguiente, aquel que conseguía reunirse con su Christos era un hombre cristiano o cristianado.


EL NIMBO Y LA AUREOLA EN SIMBOLISMO

El resplandor dorado alrededor de las cabezas de los dioses paganos y los santos cristianos hace referencia a que estos fueron bañados en la gloria del sol, y también al hecho de que un sol espiritual dentro de sus un sol espiritual dentro de sus propias naturalezas los irradia con su calor y los rodea con esplendor celestial. Cuando el nimbo se compone de radiantes líneas rectas, su representación es solar; cuando líneas curvas se usan como haz de luz, éste participa de la naturaleza lunar; cuando se unen, simboliza una mezcla armoniosa de ambos principios. El nimbo circular es solar y masculino; mientras que el nimbo en forma de rombo, o vesica piscis, es lunar y femenino. El mismo simbolismo se preserva en las ventanas circulares y en forma de rombo de las catedrales. Hay una ciencia completa contenida en la forma, color y adornos de los resplandores de los santos y mártires. Usualmente, un anillo dorado y plano rodea la cabeza de un santo canonizado, mientras de un santo canonizado, mientras que Dios el Padre y Dios el Hijo tienen una aureola mucho más adornada; que usualmente tiene una Cruz de San Jorge, una cruz floreada, o una cruz adornada con lirios, con solo tres de sus brazos visibles.

Una de las doctrinas más profundas de los filósofos paganos tenía que ver con el Dios Salvador Universal que, mediante Su propia naturaleza, elevaba al cielo las almas de los hombres regenerados. Este concepto fue, sin lugar a dudas, lo que inspiró las palabras atribuidas a Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí». Para intentar unificar en una sola persona a Jesús y Su Christos, los autores cristianos han compuesto una doctrina que debe volver a descomponerse en sus elementos originales si se quiere volver a descubrir el verdadero significado del cristianismo. En los relatos de los Evangelios, el Christos representa al hombre perfecto, que, después de haber pasado por las diversas etapas del Misterio del Mundo, representado por los treinta y tres años, asciende a la esfera celeste, donde se reúne con su Padre Eterno. Al igual que la historia masónica de Hiram Abif, la historia de Jesús como se conserva actualmente, forma parte de un ritualismo iniciático secreto que pertenece a los primitivos Misterios cristianos y paganos Durante los siglos previos a la era cristiana, los secretos de los Misterios paganos habían ido cayendo poco a poco en manos de los profanos. Para el estudioso de la religión comparada, resulta evidente que aquellos secretos, reunidos por un grupo reducido de filósofos y místicos fieles, se revistieron de nuevas prendas simbólicas y así se conservaron durante varios siglos con el nombre de «cristianismo místico». En general se supone que los esenios fueron los custodios de aquel conocimiento y también los iniciadores y educadores de Jesús. En tal caso, no cabe duda de que Jesús se inició en el mismo templo de Melquisedec en el que Pitágoras había estudiado seis siglos antes. Los esenios —la más destacada de las primeras sectas sirias— fueron una orden de hombres y mujeres piadosos que vivían como ascetas y dedicaban el día a trabajos sencillos y la noche a la oración. Flavio Josefo, el gran historiador judío, habla de ellos con términos muy elogiosos: «Enseñan la inmortalidad del alma —dice— y estiman que uno debe esforzarse para alcanzar las recompensas de la rectitud —y añade en otro lugar—: Sin embargo, llevan una vida mejor que la de otros hombres y son totalmente adictos a la buena administración». Se supone que el nombre de «esenios» deriva de una palabra siria antigua que significaba «médico» y se cree que aquellas gentes amables tenían como finalidad de su existencia la curación de la mente, el alma y el cuerpo de los enfermos. Según Édouard Schuré, tenían dos comunidades o centros principales: uno en Egipto, a orillas del lago Maoris y el otro en Palestina, en Engaddi, cerca del Mar Muerto. Algunos expertos remontan sus orígenes a las escuelas del profeta Samuel, aunque la mayoría les atribuye un origen egipcio u oriental. Su forma de rezar, meditar y ayunar no difería mucho de la de los sabios o santos del Lejano Oriente. Para ser miembro de la orden esenia había que pasar un período de prueba de un año. Aquella escuela mistérica, como tantas otras, tenía tres grados y muy pocos candidatos lograban superarlos todos. Los esenios se dividían en dos comunidades diferenciadas: los miembros de una eran todos célibes y los de la otra, todos casados.

Los esenios nunca fueron comerciantes ni participaban en la vida comercial de las ciudades, sino que vivían de la agricultura y de la cría de ovejas para aprovechar la lana y también de artesanías como la alfarería y la carpintería. En los Evangelios y en los Libros Apócrifos, con respecto a José, el padre de Jesús, se dice que era tanto carpintero como alfarero. En el evangelio apócrifo de santo Tomás y también en el Pseudo-Mateo se dice que el niño Jesús hacía gorriones de arcilla que, cuando daba una palmada, cobraban vida y echaban a volar. Se consideraba a los esenios la clase de judíos más instruidos y se tiene constancia de que los nombraban tutores de los hijos de los oficiales romanos destinados en Siria. Como había entre ellos tantos artesanos, la orden se considera precursora de la masonería moderna. Entre los símbolos de los esenios figuran un montón de herramientas de construcción y se dedicaron en secreto a erigir un templo espiritual y filosófico que sirviera como morada al Dios vivo. Al igual que los gnósticos, los esenios eran emanacionistas Uno de sus objetivos principales era la reinterpretación de la ley mosaica según determinadas claves espirituales secretas que preservaban desde la época de la fundación de su orden. Por consiguiente, se entiende que los esenios eran cabalistas y, como varias otras sectas contemporáneas que prosperaron en Siria, aguardaban la llegada del Mesías prometido en los primeros escritos bíblicos. Se cree que José y María, los padres de Jesús, pertenecían a la orden de los esenios. José era muchos años mayor que María. Según el Protoevangelio, era viudo y tenía hijos grandes y, en el Evangelio del PseudoMateo, se habla de María como de una niña, más joven que sus propios nietos.

En su infancia, María se dedicaba al Señor y en los escritos apócrifos se cuentan muchos milagros asociados con su infancia. Cuando tenía doce años, los sacerdotes se reunieron para decidir el futuro de aquella niña que se había dedicado al Señor y el sumo sacerdote judío, con el peto puesto, entró en el sancta sanctórum, donde se le apareció un ángel que le dijo: «Zacarías, ve y convoca a los viudos del pueblo y deja que cada uno coja un bastón y que ella sea la esposa de aquel a quien el Señor designe». José se adelantó a recibir a los sacerdotes a la cabeza de los viudos, recogió los bastones de todos los demás viudos y los dejó al cuidado de los sacerdotes. El bastón de José era la mitad de largo que los demás y, cuando los sacerdotes devolvieron los bastones a los viudos, no se acordaron del de José y lo dejaron en el sancta sanctórum. Cuando todos los demás viudos hubieron recibido su bastón, los sacerdotes esperaron una señal del cielo, pero no pasó nada. José, debido a su edad avanzada, no pidió que le devolvieran su bastón, porque para él era inconcebible que lo eligiesen a él.

Sin embargo, se apareció un ángel al sumo sacerdote y le ordenó devolver el bastón cono que había pasado desapercibido en el sanctasanctórum. Cuando el sumo sacerdote entregó a José su bastón, una paloma blanca voló desde su extremo y se apoyó en la cabeza del anciano carpintero, de modo que le entregaron la niña a él. El editor de The Sacred Books and Early Literature of the East destaca el espíritu peculiar con el que se trata la infancia de Jesús en la mayoría de los libros apócrifos del Nuevo Testamento, sobre todo en uno atribuido al dubitativo Tomás, cuya versión griega más antigua data de alrededor del año 200: «El Cristo niño se representa casi como un diablillo, que hacía la vida imposible y destruía a quienes lo fastidiaban». Aquella obra apócrifa, pensada para inspirar temor y hacer que sus lectores echaran a temblar, fue popular durante la Edad Media, porque coincidía plenamente con el ánimo cruel y de persecución del cristianismo medieval. Como muchos otros libros sagrados primitivos, el de Tomás se creó con dos finalidades muy parecidas: en primer lugar, para eclipsar a los paganos en cantidad de milagros y, en segundo lugar, para inspirar el «temor de Dios» en los no creyentes. Es imposible que este tipo de escritos apócrifos se basen en hechos reales. Aunque en algún momento fueron un punto a su favor, los «milagros» del cristianismo han llegado a ser su peor lastre. Los fenómenos sobrenaturales, que en épocas crédulas se interpolaban para impresionar a los ignorantea en este siglo solo han servido para alejar a los inteligentes. En el Evangelio de Nicodemo, escrito en griego, se dice que, cuando llevaron a Jesús ante Pilatos, los estandartes que llevaban los guardias romanos inclinaron su parte superior para rendirte homenaje, a pesar de los esfuerzos de los soldados por impedirlo.

En las Cartas de Pilatos se dice también que César, enfadado porque Pilatos había ejecutado a un hombre justo, ordenó que lo decapitaran. Cuando estaba rezando para pedir perdón, Hiatos recibió la visita de un ángel del Señor, que tranquilizó al gobernador romano y le prometió que toda la cristiandad recordaría su nombre y que, cuando Cristo viniera por segunda vez para juzgar a Su pueblo, él (Hiatos) se presentaría ante Él como Su testigo. Historias como estas son algunas de las costras que se han adherido al cuerpo del cristianismo a lo largo de los siglos La mente popular se ha nombrado a sí misma guardiana y perpetuadora de estas leyendas y se ha opuesto de forma implacable a todos los esfuerzos por despojar la fe de aquellas acumulaciones cuestionables. Aunque la tradición popular a menudo contiene algunos elementos básicos de verdad, estos elementos se suelen distorsionar fuera de toda proporción. De este modo, aunque es posible que las generalidades de la historia sean ciertas en lo fundamental, los detalles son totalmente erróneos. Tanto con respecto a la verdad como a la belleza, cabe decir que lo que más la embellece es la falta de adorno. A través de la niebla de los relatos fantásticos que no dejan ver con claridad la verdadera base de la fe cristiana, una minoría apenas alcanza a discernir una doctrina grande y noble comunicada al mundo por un alma grande y noble. José y María, dos almas devotas y muy religiosas, consagradas al servicio de Dios y que soñaban con la llegada de un Mesías para servir a Israel, obedecieron las órdenes del sumo sacerdote de los esenios de preparar un cuerpo para la llegada de un alma grande. Así fue como Jesús nació de una concepción inmaculada. En este caso, «inmaculada» quiere decir «impecable», más que «sobrenatural». Jesús fue criado y educado por los esenios y después iniciado en sus Misterios más profundos. Como todos los grandes iniciados, tuvo que viajar hacia el este y, sin duda, dedicó los años de Su vida de los que nada sabemos a familiarizarse con la enseñanza secreta que más adelante comunicaría al mundo.

Después de consumar las prácticas ascéticas de Su orden, fue cristianado. Una vez reunido así con Su propia fuente espiritual, salió en el nombre de Aquel que ha sido crucificado desde antes de la creación de los mundos y, reuniendo a Su alrededor a discípulos y apóstoles, los instruyó en la enseñanza secreta que había desaparecido —al menos en parte — de las doctrinas de Israel. Se desconoce Su destino, aunque es muy probable que sufriera la persecución que toca en suerte a aquellos que tratan de rehacer el sistema ético, filosófico o religioso de su tiempo. Jesús hablaba a las multitudes con parábolas; también hablaba con parábolas a Sus discípulos, aunque en este caso eran más exaltadas y filosóficas Voltaire dijo que la Iglesia cristiana debería haber canonizado a Platón, porque, al ser el primero que propuso el misterio de Christos, contribuyó más que nadie a sus doctrinas fundamentales. Jesús reveló a Sus discípulos que el mundo inferior está sometido al control de un gran ser espiritual que lo había creado según la voluntad del Padre Eterno. La mente de aquel gran ángel era, al mismo tiempo, la mente del mundo y también la mente terrenal. Y para que los hombres no murieran de mundanidad, el Padre Eterno envió a la creación al mayor y más exaltado de Sus poderes: la Mente Divina, que Se ofreció como sacrificio viviente y fue partida y comida por el mundo. Después de entregar Su espíritu y Su cuerpo en una cena secreta y sagrada a las doce clases de criaturas racionales, aquella Mente Divina pasó a formar parte de todas las cosas vivas, con lo cual el hombre pudo usar su poder como puente para pasar y alcanzar la inmortalidad. Quien elevaba su alma a aquella Mente Divina y la servía era recto y, después de alcanzar la rectitud, liberaba su Mente Divina, que, entonces, regresaba, gloriosa, a Su propia fuente divina. Y como Él les había llevado aquel conocimiento, los discípulos se dijeron los unos a los otros: «¡Él Mismo es esta Mente personificada!». 


Manly Palmer Hall - El Simbolismo Masonico

En varios de los primeros manuscritos masónicos —como el Harleiano, el Sloane, el Lansdowne y el de Edimburgo-Kilwinning— se afirma que la orden de constructores iniciados existía antes del diluvio universal y que sus miembros trabajaron en la construcción de la Torre de Babel. Una constitución masónica que data de 1701 ofrece la siguiente versión ingenua del origen de las ciencias, las artes y los oficios, del cual deriva la mayor parte del simbolismo masónico: Hablaré del origen de esta digna ciencia. Antes del diluvio de Noé, había un hombre llamado Lámek, según consta en el capítulo 4 del Génesis. El td Lámek tenía dos esposas: una se llamaba Adá y la otra, Sil-lá. Con la primera esposa, Adán tuvo dos hijos varones: uno llamado Yabal y el otro Yubal: con la otra esposa, Sil-lá, tuvo un hijo y una hija y los cuatro hijos dieron comienzo a todas las mes y los oficios del mundo. Yabal, que era el hijo mayor, fundó el arte de la geometría y criaba rebaños por ejemplo de ovejas y corderos, en el campo y fue el primero en construir casas de piedra y de madera, como se indica en el capítulo mencionado, y su hermano Yubal fue el creador del arte de la música, de las cancionea de los órganos y las arpas El tercer hermano [Túbal Caín] inventó la fundición para trabajar el hierro y el acero y su hermana, Naamá, fundó el arte del tejido. Aquellos hijos sabían que Dios se vengaría por los pecados cometidos, ya sea mediante el fuego o el agua, de modo que escribieron las ciencias que habían fundado en dos pilares de piedra, para que los encontraran después del diluvio. A una de las piedras la llamaron Marbell y a la otra, Laturus. A continuación, el autor de esta constitución declara que uno de aquellos pilares fue descubierto posteriormente por Hermes, que comunicó a la humanidad los secretos inscritos en ellos.

En Antigüedades de los judíos, Flavio Josefo escribe que Adán había advertido a sus descendientes que un diluvio destruiría a la humanidad pecadora. Por consiguiente, para preservar su ciencia y su filosofía, los hijos de Set erigieron dos pilares, uno de ladrillo y el otro de piedra, sobre los cuales inscribieron las claves de su conocimiento. El patriarca Enoch —cuyo nombre significa Iniciador— es, evidentemente, una personificación del sol, ya que vivió 365 años. También construyó un templo subterráneo compuesto por nueve criptas, una debajo de otra, y colocó en la más profunda una tablilla de oro triangular con el nombre absoluto e inefable de la divinidad. Según algunas versiones, Enoch hizo dos deltas doradas. Puso la más grande sobre el altar cúbico de color blanco que había en la cripta inferior y dejó la más pequeña al cuidado de su hijo, Matusalén, que en realidad fue quien se encargó de la construcción de las cámaras de ladrillo, siguiendo el modelo revelado a su padre por el Altísimo. En la forma y la disposición de aquellas criptas, Enoch representó las nueve esferas de los antiguos Misterios y los nueve estratos sagrados de la tierra, que el iniciado debe atravesar para llegar al espíritu llameante que vive en su núcleo central.

Según el simbolismo masónico, Enoch, temeroso de que todo el conocimiento de los Misterios sagrados se perdiera en el momento del diluvio, erigió las dos columnas mencionadas en la cita. En la columna de metal y con los símbolos alegóricos correspondientes, grabó la enseñanza secreta y en la columna de mármol puso una inscripción que avisaba que, a corta distancia y en una cripta subterránea, se hallaría un tesoro inestimable. Una vez finalizada su tarea, Enoch fue trasladado al cielo desde la cima del monte Moría. Con el tiempo, el emplazamiento de las criptas secretas se perdió; sin embargo, con el correr de los años apareció otro constructor, un iniciado en la orden de Enoch, que, al poner los cimientos para otro templo dedicado al Gran Arquitecto del Universo, descubrió las criptas perdidas hacía tanto tiempo y los secretos que contenían. El rey Enrique VIII encargó a John Leylande que revisara los archivos de las distintas instituciones religiosas que había disuelto y que retirara para su conservación todos los libros o manuscritos de importancia. Entre los documentos copiados por Leylande había una serie de preguntas y respuestas sobre el misterio de la masonería escritas por el rey Enrique VI. En respuesta a la pregunta «cómo llegó la masonería a Inglaterra», el documento afirma que el griego Peter Gower recorrió, en busca del conocimiento, Egipto, Siria y todos los países en los cuales los fenicios habían sembrado la masonería; pudo entrar en todas las logias masónicas, aprendió mucho, regresó y se instaló en la Magna Grecia. Se hizo célebre por su sabiduría, creó una gran logia en Groton y formó a muchos masones, algunos de los cuales recorrieron Francia y difundieron allí la masonería. Con el tiempo, la orden pasó de Francia a Inglaterra.

Hasta para el estudioso superficial de la materia, debe resultar evidente que el nombre del griego Peter Gower no es más que una forma anglicanizada de Pitágoras, de modo que el lugar donde creó su logia, Groton, se identifica fácilmente como Crotona. De este modo se establece un vínculo entre los Misterios filosóficos de Grecia y la masonería medieval. En sus notas sobre las preguntas y las respuestas del rey Enrique, William Preston se explaya acerca del juramento de confidencialidad que aplicaban los iniciados antiguos. Basándose en lo que dice Plinio, cuenta que Anaxarco, al que habían puesto en prisión para arrancarle algunos de los secretos que se le habían confiado, se arrancó la lengua de un mordisco y la arrojó a la cara de Nicocreón, el tirano de Chipre. Preston añade que los atenienses veneraban una estatua de bronce que no tenía lengua para indicar lo mucho que apreciaban los secretos que guardaban bajo juramento. También cabe destacar que, según el manuscrito del rey Enrique, la masonería se originó en Oriente y fue la que transmitió las artes y las ciencias de la civilización a la humanidad primitiva de las naciones occidentales. Destacan entre los símbolos de la masonería las siete mes y ciencias liberales. La gramática enseña al hombre a expresar en un lenguaje noble y adecuado sus pensamientos e ideales más íntimos; la retórica le permite ocultar sus ideales tras la cubierta protectora del lenguaje ambiguo y las metáforas; la lógica le enseña a organizar las facultades intelectuales de las que ha sido dotado; la aritmética no solo lo instruye en el misterio del orden universal, sino que también le brinda la clave de la multitud, la magnitud y la proporción; la geometría lo introduce en la matemática de la forma, la armonía y el ritmo de los ángulos y la filosofía de la organización: la música le recuerda que el universo se basa en las leyes de la armonía celestial y que la armonía y el ritmo están presentes en todas partes; la astronomía le permite comprender la inmensidad del tiempo y el espacio, la relación correcta entre él mismo y el universo y lo formidable del poder desconocido que impulsa los innumerables astros del firmamento por todo el espacio infinito. Por consiguiente, equipado con el conocimiento que le brinda su familiaridad con las artes y las ciencias liberales, el estudioso de la masonería tiene que hacer frente a pocos problemas que no pueda resolver.


Los Arquitectos Dionisíacos

La más célebre de las fraternidades antiguas de artesanos era la de los Arquitectos Dionisíacos: una organización compuesta solo por iniciados en el culto a Baco o Dioniso y consagrada especialmente a la ciencia de la construcción y al arte de la decoración. A sus miembros, reconocidos como custodios de un conocimiento secreto y sagrado de la arquitectura, se les encomendaba el diseño y la construcción de edificios y monumentos públicos. La excelencia superlativa de sus obras elevó a los miembros del gremio a una posición de dignidad incomparable: los consideraban los maestros artesanos de la tierra. Por los primeros bailes celebrados en su honor, se consideraba a Dioniso el fundador y patrono del teatro y los dionisíacos se especializaron en la construcción de edificios adaptados para las representaciones teatrales. En el patio de butacas circular o semicircular, siempre erigían un altar dedicado a Dioniso y los ritos de los Misterios solían ser el motivo de las tragedias y las comedias que se representaban. Cuentan acerca de Esquilo, el famoso poeta griego, que, como aparecía en una de sus propias obras de teatro, una turba de espectadores furiosos sospechó que estaba revelando alguno de los secretos más profundos de los Misterios y se tuvo que refugiar en el altar de Dioniso. Con tanto cuidado salvaguardaban los Arquitectos Dionisíacos los secretos de su oficio que solo existen documentos fragmentarios de sus enseñanzas esotéricas. John A. Weisse resume con las siguientes palabras la escasa información disponible acerca de la orden: Aparecieron, sin duda, a más tardar en el año 1000 a. d. C. y parece que disfrutaban de privilegios e inmunidades especiales. También poseían medios secretos para reconocerse y estaban vinculados por especialidades que solo ellos conocían. Los más ricos de aquella fraternidad estaban obligados a mantener a sus hermanos más pobres Se dividían en comunidades que estaban regidas por un Maestro y Celadores, y se llamaban γυνoικιαι. Celebraban un gran festival anual y eran muy estimados. Sus ceremoniales se consideraban sagrados Se dice que Salomón, a petición de Hiram, rey de Tiro. los contrató para su templo y sus palacios: también trabajaron en la construcción del templo de Diana, en Éfeso. Disponían de medios para comunicarse entre sí en todo el mundo entonces conocido y sin duda surgieron de ellos los gremios de los albañiles itinerantes de la Edad Media.


La fraternidad de los Arquitectos

Dionisíacos se difundió por toda Asia Menor y llegó incluso a Egipto e India. Se establecieron en casi todos los países limítrofes con el Mediterráneo y, con el auge del Imperio romano, llegaron a Europa central e incluso a Inglaterra. Los edificios más majestuosos y duraderos de Constantinopla, Rodas. Atenas y Roma fueron levantados por aquellos artesanos inspirados. Uno de los más ilustres fue el gran arquitecto Vitrubio, el famoso autor de De Architectura Libri Decem. En las diversas partes de su libro, Vitrubio ofrece varios indicios sobre la filosofía que hay detrás del concepto dionisíaco del principio de la simetría aplicado a la ciencia de la arquitectura, según se desprende de una consideración de las proporciones establecidas por la naturaleza entre las partes y los miembros del cuerpo humano. El siguiente extracto de Vitrubio sobre el tema de la simetría resulta representativo:

El diseño de un templo depende de la simetría, cuyos principios deben ser observados escrupulosamente por el arquitecto. Tienen que ver con la proporción, en ᾽αvαλoγία. La proporción es la correspondencia entre las medidas de los miembros de una obra completa y entre el todo y una parte determinada, elegida como noma. De allí surgen los principios de la simetría. Sin simetría y proporción, no puede haber principios en el diseño de ningún templo; esto es, si no hay una relación precisa entre sus miembros, como ocurre en el caso de un hombre bien formado. Porque el cuerpo humano está diseñado por la naturaleza de tal modo que el rostro, desde la barbilla hasta lo alto de la frente y las raíces inferiores del cabello, es una décima parte de la altura total; lo mismo ocurre con la mano abierta, desde la muñeca hasta el extremo del dedo medio; la cabeza, desde la barbilla hasta la coronilla, es una octava parte, y con el cuello y el hombro, desde la parte superior del pecho hasta las raíces inferiores del cabello, es una sexta parte: desde el medio del pecho hasta lo más alto de la coronilla es una cuarta parte. Si tomamos la altura de la cara en sí, la distancia desde la parte inferior de la barbilla hasta la parte inferior de los orificios nasales [y desde ese punto] hasta una línea situada entre las cejas es la misma; desde allí hasta las raíces inferiores del cabello también es una tercera parte y comprende la frente. El largo del pie es una sexta parte de la altura del cuerpo: del antebrazo, una cuarta parte, y del ancho del pecho también es una cuarta parte. Los demás miembros también tienen sus propias proporciones simétricas y utilizándolas fue como los pintores y escultores famosos de la Antigüedad adquirieron su renombre grande e ilimitado. Los edificios levantados por los constructores dionisíacos eran, sin duda, «sermones en piedra». Aunque incapaces de comprender del todo los principios cósmicos plasmados en aquellas obras maestras del ingenio y la laboriosidad humanos, hasta los no iniciados quedaban siempre abrumados por la sensación de majestuosidad y simetría que producía la coordinación perfecta de pilares, arcos y bóvedas. Mediante variaciones en los detalles de tamaño, material, tipo, distribución, ornamentación y color, aquellos constructores inspirados creían en la posibilidad de provocar en la naturaleza del observador reacciones mentales o emocionales precisas. Vitrubio, por ejemplo, describe la distribución de jarrones de bronce en una habitación para provocar determinados cambios en el tono y la calidad de la voz humana. Asimismo, cada cámara de los Misterios que atravesaba el candidato tenía una acústica peculiar. Por ejemplo, en una cámara la voz del sacerdote se amplificaba tanto que sus palabras hacían vibrar la habitación, mientras que en otra la voz se apagaba y se atenuaba tanto que sonaba como el tintineo lejano de unas campanillas de plata. Además, en algunos de los pasillos subterráneos parece que el candidato se veía desprovisto de la capacidad de hablar, porque, aunque gritase a voz en cuello, no llegaba a sus oídos ni siquiera un susurro. En cambio, tras avanzar unos cuantos centímetros, descubría que hasta su suspiro más débil resonaba cientos de veces.

La máxima ambición de los Arquitectos Dionisíacos era construir edificios que produjeran impresiones definidas y acordes con la finalidad para la cual habían sido diseñados. Al igual que los pitagóricos, creían en la posibilidad de inducir, mediante combinaciones de líneas rectas y curvas, las actitudes mentales o las emociones que ellos quisieran. Por consiguiente, se esforzaban por producir edificios perfectamente armoniosos con la estructura del universo. Puede que incluso creyeran que un edificio construido de este modo —al no discrepar en nada con ninguna realidad existente— no quedaría sujeto a la disolución, sino que duraría todo el lapso del tiempo mortal. Como deducción lógica de su línea de pensamiento filosófica, un edificio así —en rapport con el cosmos— también se habría convertido en un oráculo. Algunas de las primeras obras sobre filosofía mágica sugieren que el Arca de la Alianza tenía carácter oracular, por las cámaras especialmente preparadas que había en su interior, que, por su forma y su distribución, estaban tan en sintonía con las vibraciones del mundo invisible que captaban y amplificaban las voces de los siglos, que se habían grabado y existían para siempre en la sustancia de la luz astral.

Los arquitectos actuales ignoran estas sutilezas antiguas de su profesión y a menudo crean absurdos arquitectónicos, que les causarían rubor si llegaran a conocer su verdadero alcance simbólico. Por ejemplo, hay profusión de emblemas fálicos esparcidos entre los adornos de bancos, bloques de oficinas y grandes almacenes. Algunas iglesias cristianas están coronadas con bóvedas brahmánicas o musulmanas o han sido diseñadas con un estilo adecuado para una sinagoga judía o un templo griego consagrado a Plutón. Es posible que el diseñador moderno reste importancia a tales incongruencias, pero, para el psicólogo cualificado, la presencia de semejantes discordancias arquitectónicas frustra en gran medida la finalidad con la cual se ha levantado un edificio. Con estas palabras define Vitrubio el principio de idoneidad que tenían y aplicaban los Dionisíacos:

La idoneidad es la perfección estilística que se consigue cuando uno construye una obra ateniéndose fielmente a unos principios aprobados Surge de una fórmula (en griego θεματιoµῶ), de la costumbre o de la naturaleza. De la fórmula, en el caso de los edificios hípetros descubiertos en honor a los relámpagos de Júpiter, el Cielo, el Sol o la Luna, porque estos son dioses cuyas apariencias y manifestaciones vemos con nuestros propios ojos en el cielo, cuando está despejado y brillante. Los templos de Minerva, Marte y Hércules serán dóricos, porque, debido a la fuerza viril de estos dioses, la delicadeza resulta totalmente inadecuada para sus casas. En los templos de Venus, Flora, Proserpina, del agua de manantial y de las ninfas se verá que el orden corintio tiene especial importancia, porque se trata de divinidades delicadas y, por eso, sus contornos bastante delgados sus flores, sus hojas y sus volutas ornamentales aportan idoneidad donde corresponde. La construcción de templos de orden jónica dedicados a Juno, Diana. el padre Baco y los demás dioses de la misma clase, estará en conformidad con la posición intermedia que detentan, porque la construcción de los mismos será una combinación apropiada de la severidad de lo dórico con la delicadeza de lo corintio. Al describir las sociedades de los artífices jónicos, Joseph da Costa afirma que los ritos dionisíacos se basaban en la ciencia de la astronomía, que, según los iniciados en la orden, estaba relacionada con el arte de la construcción. En diversos documentos que tratan del origen de la arquitectura se encuentran indicios de que los grandes edificios construidos por aquellos artesanos iniciados se basaban en patrones geométricos derivados de las constelaciones. Por ejemplo, se podía planificar un templo según la constelación de Pegaso o se podía modelar un tribunal de justicia según la constelación de Libra. Los Dionisíacos desarrollaron un código exclusivo, mediante el cual se podían comunicar entre ellos en la oscuridad, y tanto los símbolos como la terminología de su gremio derivaban, por lo general, de los elementos arquitectónicos. Aunque se los tildaba de paganos a causa de sus principios filosóficos, cabe destacar que los artesanos dionisíacos fueron contratados en casi todo el mundo para erigir las primeras abadías y catedrales cristianas cuyas piedras llevan, hasta el día de hoy, las marcas y los símbolos distintivos que grabaron sobre su superficie aquellos constructores ilustres. Entre las tallas ornamentales que encontramos en la fachada de las grandes iglesias del viejo Mundo son frecuentes las representaciones de compases, escuadras, reglas, mazos y conjuntos de herramientas de construcción, incorporados con habilidad en las decoraciones murales e incluso puestos en la mano de las efigies de los santos y los profetas que ocupan nichos destacados. Los antiguos portales de la catedral de Notre Dame, destruidos durante la Revolución francesa, contenían un gran misterio, porque entre sus tallas figuraban numerosos emblemas rosacruces y masónicos y, según los documentos preservados por los alquimistas que estudiaron sus bajorrelieves, en sus figuras grotescas, aunque sumamente significativas, se exponían los procesos secretos de la transmutación de los metales. El pavimento en forma de tablero de ajedrez de la logia masónica moderna es el antiguo cuadro de logia de los Arquitectos Dionisíacos y, si bien la organización actual ya no se limita a los gremios de artesanos, sigue preservando en sus símbolos las doctrinas metafísicas de la sociedad antigua de la cual —se supone— es producto. Quien investigue los orígenes del simbolismo masónico y desee rastrear la evolución de la orden a lo largo de los siglos encontrará una propuesta práctica en la siguiente declaración de Charles W. Heckethorn: Si tenemos en cuenta que la masonería es un árbol cuyas raíces se extienden por muchos suelos, se deduce que hay que encontrar sus indicios en sus frutos: que su lenguaje y su ritual deberían conservar bastante de las diversas sectas e instituciones por las que ha pasado antes de llegar a su estado actual, y en la masonería encontramos ideas términos y símbolos indios, egipcios, judíos y cristianos

Los colegios romanos de arquitectos cualificados eran, en apariencia, una subdivisión de un órgano mayor, el jónico, ya que sus principios y su organización eran prácticamente idénticos a los de la institución jónica, más antigua. Se sospecha que sobre los Dionisíacos también ejerció una influencia profunda la cultura islámica primitiva, porque parte de su simbolismo ha penetrado en los Misterios de los derviches. En una época, los Dionisíacos se llamaban a sí mismos «hijos de Salomón» y uno de sus símbolos más importantes era el sello de Salomón: dos triángulos entrelazados Este motivo aparece con frecuencia en lugares conspicuos de las mezquitas musulmanas. Se cree que los Caballeros Templarios —sospechosos de todo y de cualquier cosa— estuvieron en contacto con aquellos artífices dionisíacos y que introdujeron en la Europa medieval muchos de sus símbolos y sus doctrinas Sin embargo, la masonería debe sobre todo al culto dionisíaco el cúmulo de símbolos y rituales relacionados con la ciencia de la arquitectura. De aquellos artesanos antiguos e ilustres recibió también el legado del templo inacabado de la civilización: la estructura inmensa e invisible en la cual aquellos constructores iniciados han trabajado sin cesar desde el comienzo de su fraternidad. Este edificio imponente, destruido y reconstruido una y otra vez, pero cuyos cimientos permanecen inalterables, es la auténtica Casa Eterna, de la cual el templo situado en la cima del monte Moría no era más que un símbolo pasajero. Dejando aparte el aspecto operativo de su orden, los Arquitectos Dionisíacos tenían un código filosófico especulativo. Para ellos, la sociedad humana era un mampuesto tosco y sin cuadrar —pero cincelado posteriormente—, procedente de la cantera de la naturaleza elemental. Aquel bloque rudimentario era, en realidad, el objeto con el cual trabajaban aquellos artesanos cualificados: lo pulían, lo cuadraban y, con la ayuda de tallas hermosas, lo transformaban en un milagro de belleza. Mientras que los místicos liberaban su alma de la esclavitud de la materia por medio de la meditación y los filósofos hallaban su mayor alegría en las profundidades del pensamiento, aquellos obreros expertos lograban salir de la rueda de la vida y la muerte aprendiendo a blandir sus martillos al mismo ritmo que hace girar las fuerzas del cosmos. Veneraban a la Divinidad con el aspecto de un Gran Arquitecto y Maestro Artesano, siempre arrancando mampuestos toscos de los campos del espacio y cuadrándolos para formar universos. Para los Dionisíacos, la constructividad era la máxima expresión del alma y, como se armonizaban con los procesos naturales constructivos y visibles permanentemente que se producían a su alrededor, creían que, si uno formaba parte de los agentes creativos de la naturaleza, podía alcanzar la inmortalidad.


Salomón como personificación de la sabiduría universal

En inglés, el nombre Solomon (Salomón) se puede dividir en tres sílabas: sol, om y on, que simbolizan la luz, la gloria y la verdad, colectiva y respectivamente. El Templo de Salomón es, por consiguiente y antes que nada, la Casa de la Luz Eterna, cuyo símbolo terrenal es el templo de piedra situado en la cima del monte Moria. Según las enseñanzas de los Misterios, hay tres templos de Salomón, así como hay tres grandes maestros, tres testigos y tres tabernáculos de la transfiguración. El primer templo es la Gran Casa del Universo, en medio de la cual está sentado el sol (Sol) en su trono dorado.

Los doce signos del Zodiaco se congregan como compañeros en torno a su señor brillante. Tres luces —la estelar, la solar y la lunar— iluminan aquel templo cósmico. Acompañado por su séquito de planetas, lunas y asteroides, aquel rey divino (SOLomon), cuya gloria no igualará jamás ningún monarca terrenal, se desplaza majestuosamente por las avenidas del espacio. Mientras que Hiram representa la luz física activa del sol, SOLomon significa su efulgencia espiritual e intelectual, invisible pero todopoderosa. El segundo templo simbólico es el cuerpo humano: la casa pequeña, hecha a imagen de la Gran Casa Universal. «¿No sabéis —preguntaba el apóstol san Pablo— que sois santuarios de Dios y que el Espíritu del Señor habita en vosotros?». La masonería dentro de un templo de piedra no puede ser sino especulativa; en cambio, la masonería dentro del templo vivo del cuerpo es operativa. El tercer templo simbólico es la Casa del Alma, una estructura invisible, cuya comprensión constituye un arcano masónico supremo. El misterio de aquel edificio intangible se oculta tras la alegoría del Soma Psuchicon, o el traje de boda descrito por san Pablo, las vestiduras de gala del Sumo Sacerdote de Israel, la túnica amarilla del monje budista y la túnica azul y dorada que Albert Pike menciona en su Masonic Symbolism. El trabajador cualificado, Hiram Abif, funde el alma —hecha con una sustancia ardiente invisible, un metal dorado llameante—en un molde de arcilla (el cuerpo físico) y la llama el «mar fundido». El templo del alma humana es construido por tres maestros, que representan la Sabiduría, el Amor y el Servicio, y, cuando se construye según la ley de la vida, el espíritu de Dios vive allí, en el Lugar Santo. El Templo del Alma es la verdadera Casa Eterna y quien puede levantada o fundirla es, sin duda, un maestro. Los autores masónicos mejor informados se han dado cuenta de que el Templo de Salomón es una representación en miniatura del templo universal. Con respecto a este punto, en A New Encyclopaedia of Freemasonry, A. E. Waite escribe lo siguiente: «Tiene carácter macrocósmico, de modo que el templo es un símbolo del universo, un tipo de manifestación en sí mismo».

Salomón, el espíritu de la iluminación universal —mental, espiritual, moral y física— se personifica como el rey de una nación terrenal. Aunque es posible que un gran soberano con ese nombre haya construido un templo, quien considere la historia exclusivamente desde el punto de vista histórico no podrá despejar jamás la hojarasca que cubre las criptas secretas. La hojarasca es la materia interpolada en forma de símbolos, alegorías y grados superficiales, que en realidad no tienen nada que ver con los Misterios masónicos originales. Con respecto a la pérdida de la verdadera clave esotérica de los secretos masónicos, Albert Pike escribe lo siguiente: Ya nadie viaja «desde las alturas de Cabaón hasta el suelo que trilla Omán el Yebusita» ni ha visto a «su maestro, vestido de azul y oro» ni se paga a aprendices ni a compañeros en sus columnas respectivas: tampoco es el cuadro de logia la herramienta de trabajo del maestro ni usa en su obra «tiza, carboncillo y un recipiente de barro» ni el aprendiz, al convenirse en hermano, pasa del cuadrado al compás porque el significado simbólico de estas frases se ha perdido hace mucho tiempo.

Según los antiguos rabinos, Salomón era un iniciado de las escuelas de los Misterios y el templo que construyó en realidad era una casa de iniciación que contenía un cúmulo de emblemas filosóficos y fálicos Los granados, las columnas con la parte superior en forma de palmera, los pilares delante de la puerta, los querubines babilónicos y la distribución de las cámaras y las colgaduras indican que el templo se hizo siguiendo el modelo de los santuarios de Egipto y la Atlántida. Isaac Myer, en The Qabbalah, hace la siguiente observación.

El Pseudo-Clemente de Roma escribe: «Dios hizo al hombre masculino y femenino. El masculino es Cristo y el femenino, la Iglesia». Los cabalistas llamaban al Espíritu Santo la madre y a la Iglesia de Israel, la Hija. Para anunciar este misterio, Salomón grabó en los muros de su templo las imágenes de los principios masculino y femenino, que eran —según dicen— las figuras de los querubines. Sin embargo, no lo hizo obedeciendo las palabras de la Torá. Simbolizaban lo superior, lo espiritual, el primero o el creador, lo positivo o lo masculino y lo inferior, lo pasivo, lo negativo o lo femenino, formado o hecho por el primero. La masonería llegó al norte de África y a Asia Menor procedente del continente perdido de la Atlántida, pero no con su nombre actual, sino, más bien, con la designación general de culto al sol y al fuego. Los Misterios antiguos no cesaron de existir cuando el cristianismo se convirtió en la religión más poderosa del mundo. ¡El Gran Pan no murió! La masonería es la prueba de su supervivencia. Los Misterios precristianos se limitaron a asumir el simbolismo de la nueva fe y, mediante sus emblemas y sus alegorías, perpetuaron las mismas verdades que habían pertenecido a los sabios desde el comienzo del mundo. Por consiguiente, no hay una explicación verdadera de los símbolos cristianos, salvo la que se oculta en la filosofía pagana. Sin las misteriosas claves que portaban los hierofantes de los cultos egipcios, brahmanes y persas, no se pueden abrir las puertas de la sabiduría. Consideremos, pues, con espíritu reverente la alegoría sublime del templo y sus constructores, conscientes de que, más allá de su interpretación literal, se oculta un secreto real. Según las leyendas talmúdicas, Salomón conocía los misterios de la Cábala. Además, era alquimista y nigromante y podía controlar a los demonios y de ellos y de otros habitantes de los mundos invisibles obtuvo buena parte de su sabiduría. En su traducción de Las clavículas de Salomón, o sea, el secreto de los secretos, una obra que, supuestamente, plantea los secretos mágicos que Salomón había reunido y usaba para conjurar a los espíritus y que, según Frank C. Higgins, contiene mucha información incidental sobre los rituales de iniciación masónicos, S. L. MacGregor-Mathers reconoce la probabilidad de que el rey Salomón fuera un mago en el sentido más amplio de la palabra. «No veo ningún motivo para dudar —afirma— de la tradición que atribuye la autoría de la “clave” al rey Salomón, porque, entre otros, Flavio Josefo, el historiador judío, menciona en especial las obras mágicas que se atribuyen a tal monarca; así lo confirman muchas tradiciones orientales y su habilidad mágica se menciona con frecuencia en Las mil y una noches». Con respecto a los poderes sobrenaturales de Salomón, Flavio Josefo escribe lo siguiente en el Libro octavo de su Antigüedades de los judíos:

La sagacidad y la sabiduría que Dios había otorgado a Salomón eran tan grandes que superaba a los antiguos de tal manera que no era en modo alguno inferior a los egipcios de los cuales se dice que superaban a todos los hombres en entendimiento. […] Dios le permitió también aprender a expulsar a los demonios, una ciencia útil y sanadora para él. También componía conjuros con los cuales aliviaba las enfermedades. Nos legó la manera de usar los exorcismos, con los cuales se expulsa a los demonios para que no vuelvan nunca más, y este método de curación sigue teniendo mucha fuerza hasta el día de hoy. Los alquimistas medievales estaban convencidos de que el rey Salomón conocía los procesos secretos de Hermes mediante los cuales se podían multiplicar los metales. El doctor Bacstrom escribe que el Espíritu Universal (Hiram) ayudó al rey Salomón a construir su templo, porque, como Salomón era versado en alquimia, sabía controlar aquella esencia incorpórea y, haciéndola trabajar para él, hizo que el universo invisible le proporcionara grandes cantidades de oro y plata, que muchos creyeron que se habían extraído por métodos naturales. Los misterios de la fe islámica están ahora al cuidado de los derviches, unos hombres que han renunciado al mundo y han resistido la prueba de mil y un días de tentación. Se atribuye a Jalal ad-Din, el gran filósofo y poeta sufí persa, la creación de la Orden de los Mevlevi, o «derviches giróvagos», cuyos movimientos representan exotéricamente los desplazamientos de los cuerpos celestes y esotéricamente establecen un ritmo que estimula los centros de conciencia espiritual en el cuerpo del bailarín.

Según el canon místico, siempre hay en la tierra un número determinado de hombres santos que acceden a la comunión íntima con la divinidad. El que ocupa la máxima posición entre sus contemporáneos recibe el nombre de «Eje» (Qῡtb) o «Polo» de su tiempo. […] Subordinados al Qῡtb hay dos seres santos que llevan el título de «los Fieles», que tienen un lugar asignado a su derecha y a su izquierda, respectivamente. Por debajo de ellos hay un cuarteto de «intermediarios» (Evtãd) y, en planos inferiores sucesivos, hay cinco «luces» (Envãr) y siete «muy buenos» (Akhyãr). Ocupan el rango siguiente cuarenta «ausentes» (Rijal-i-ghaib), también llamados «mártires» (Shusheda). Cuando un Eje abandona esta existencia terrenal, lo sucede aquel de los Fieles que ocupaba el puesto a su derecha. […] A aquellos hombres santos, también designados colectivamente «Señores de Almas» y «Directores», les corresponde una supremacía espiritual sobre la humanidad que supera con creces la autoridad temporal de los gobernantes terrenales. El Eje es un individuo misterioso que, sin que nadie lo sepa ni lo sospeche, se mezcla con los hombres y, según la tradición, tiene su asiento favorito bajo el techo de la Kaaba. J. P. Brown, en The Dervishes, ofrece una descripción de aquellas «almas maestras».


La herencia inestimable de la masonería

El sancta sanctórum de la masonería está adornado con las joyas gnósticas de miles de años y en sus rituales resuenan las palabras de los profetas y los sabios, inspiradas por la divinidad. Un centenar de religiones han llevado a su altar sus regalos de sabiduría e innumerables artes y ciencias han contribuido a su simbolismo. La masonería es una universidad mundial que enseña las artes y las ciencias liberales del alma a todos los que están dispuestos a escuchar sus palabras. Sus sillas son templos del saber y sus pilares sostienen un arco de educación universal. En sus tableros de dibujo se inscriben las verdades eternas de todos los tiempos y los que comprenden sus profundidades sagradas se dan cuenta de que en los Misterios masónicos están ocultos los arcanos perdidos hace tiempo y tan buscados por todos los pueblos desde la génesis de la razón humana. El poder filosófico de la masonería reside en sus símbolos: la herencia inestimable recibida de las escuelas mistéricas de la Antigüedad. En una cana dirigida a Robert Freke Gould, Albert Pike escribe lo siguiente:

En mi visión intelectual, comenzó a convertirse en algo más imponente y majestuoso, solemnemente misterioso y grandioso. Me pareció similar a las pirámides en su soledad, en cuyas cámaras todavía sin descubrir pueden estar ocultos, para iluminar a las generaciones futuras, los libros sagrados de los egipcios, que el mundo ha perdido hace tanto tiempo; como la esfinge, sepultada a medias en el desierto. En su simbolismo, que, junto con su espíritu de hermandad, constituye su esencia, la masonería es más antigua que cualquiera de las religiones vivas del mundo. Contiene los símbolos y las doctrinas que inculcaba Zaratustra —más viejas incluso que él— y me pareció un espectáculo sublime, aunque lamentable, que la antigua fe de nuestros antepasados tendiera al mundo sus símbolos, otrora tan elocuentes y suplicara, muda y en vano, que alguien los interpretara. Así me di cuenta finalmente de que la verdadera grandeza y majestad de la masonería consiste en ser la propietaria de aquello y de sus demás símbolos y que su simbolismo es su alma. Aunque los templos de Tebas y Karnak no sean ahora más que montones majestuosos de piedras rotas y estropeadas por el tiempo, el espíritu de la filosofía egipcia prosigue su marcha triunfal a través de los siglos. Aunque los refugios tallados en piedra de los antiguos brahmanes estén vacíos y sus tallas se hayan desmenuzado y hecho polvo, aún persiste la sabiduría de los Veda. Aunque se silencien los oráculos y la Casa de los Misterios no sea más que hileras de columnas fantasmales, la gloria espiritual de la Hélade sigue brillando con la misma intensidad. Aunque Zaratustra, Hermes, Pitágoras, Platón y Aristóteles no sean más que recuerdos vagos en un mundo que en otro tiempo se estremecía ante la trascendencia de su genialidad intelectual, en el templo místico de la masonería aquellos hombres Dioses reviven en sus palabras y sus símbolos y el candidato, después de superar las iniciaciones, se encuentra frente a frente con aquellos hierofantes iluminados de otros tiempos.

En el gran templo de Montsalvat está Parsifal, el tercer y último rey del Santo Grial, que sujeta en alto el Grial verde fulgurante y la lanza sagrada. Del extremo de la lanza mana un hilillo interminable de sangre. Delante de Parsifal está arnodillada Kundry (Kundalini), la tentadora, que, tras liberarse del hechizo del malvado Klingsor, adora las reliquias sagradas de la Pasión. Acerca de los Misterios del Grial, Hargrave Jennings escribe lo siguiente: «El concilio de los Caballeros o los Hermanos del Santo Chal, o Graël era un reflejo del vínculo sagrado, consagrado por los sacramentos, que mantenía unidos a los majestuosos y místicos rosacruces. En realidad, ellos eran los guardianes de los misterios mayores. Según este sentido de lo misterioso y lo sagrado, la liga de la Nobilísima Orden de la Jarretera —la primera de caballería—en realidad no es una liga, sino un guardián o cuidador, el custodio más sagrado y santo de la castidad sobrenatural de la personalidad femenina más exaltada —evidentemente, en sentido abstracto y milagroso—, el fundamento mismo del cristianismo: el cinturón o la faja de la santísima e inmaculada Virgen María, la reina del cielo, que, con su pie victorioso, por los siglos de los siglos pisotea al dragón con su pureza celestial, como “Madre de Cristo”». (Véase Phallicism). La clave de los Misterios del Grial resulta evidente, si en la lanza sagrada se reconoce la glándula pineal, con su peculiar proyección en punta, y, en el Santo Grial, la glándula pituitaria, que contiene la misteriosa Agua de Vida. Montsalvat es el cuerpo humano; el templo abovedado que tiene en la cima, el cerebro, y el castillo de Klingsor, situado en el valle oscuro que hay abajo, la naturaleza animal que atrae a los caballeros (las energías del cerebro) hacia el jardín de la ilusión y la perversión. Parsifal, como el candidato purificado, se convierte en Maestro de las reliquias sagradas y de la ciencia sagrada que representan; Kundry, después de cumplir la finalidad de su existencia, muere al pie del altar con las palabras inmortales: «¡Yo sirvo!».


Jacques Bergier - Melquisedeque

  Melquisedeque aparece pela primeira vez no livro Gênese, na Bíblia. Lá está escrito: “E Melquisedeque, rei de Salem, trouxe pão e vinho. E...