quinta-feira, 27 de abril de 2023

LA MASONERÍA EN LA OBRA DE RENÉ GUÉNON

 

Quienes han leído y estudiado la obra de René Guénon, habrán sin duda reparado en las muchas veces que en ella se alude al simbolismo masónico y a la Masonería en general. En efecto, aunque Guénon no escribió ningún libro dedicado explícitamente a la Masonería sus referencias a ésta son constantes, hasta el punto de que casi todo lo que sobre ella escribió ha llegado a conformar, una vez reunido, dos gruesos volúmenes de más de seiscientas páginas publicados bajo el título de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, cuya primera edición data de 1964, trece años después de la desaparición de su autor.  Pero antes de esa recopilación se llevaron a cabo otras en donde se incluyeron también artículos tratando de la Masonería, como es el caso de Initiation et Réalisation Spirituelle, que contiene dos: "Sobre la 'Glorificación del trabajo'" y "Trabajo iniciático colectivo y 'presencia' espiritual". Asimismo en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, aparecido por primera vez en 1962, tenemos varios capítulos de contenidos y títulos claramente masónicos: "La letra G y el svástika", "Acerca de los dos San Juan", "La 'piedra angular' ", "Reunir lo disperso", "Piedra bruta y piedra tallada", "La cadena de unión", "El 'cuatro de cifra' " y "El ojo que lo ve todo". En este último volumen, que está dividido en varias secciones, también hay otros capítulos que aunque no sean estrictamente masónicos, sí aluden a la Masonería, especialmente en aquellos que han sido agrupados bajo el nombre de "Simbolismo constructivo", e igualmente en "Simbolismo de la forma cósmica", "Simbolismo axial y simbolismo de pasaje" y "Simbolismo del corazón". 
Sin embargo no se queda aquí todo lo que Guénon escribió sobre la Masonería. Tendremos en cuenta también las referencias que sobre ésta existen en otros libros editados en vida del autor. Hablamos de El esoterismo de Dante, El Rey del Mundo, La crisis del mundo moderno, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Apreciaciones sobre la iniciación y La Gran Tríada. 
En este libro, que es por cierto el último que publicó Guénon (1946) hallamos varios capítulos donde menciona algunos datos importantes de la simbólica masónica relacionados con la cosmogonía hermético-alquímica y el taoísmo, (1) tradición que Guénon conocía perfectamente, pues según algunos de sus biógrafos había sido iniciado en ella por los mismos años en que también obtuvo la iniciación masónica e igualmente la sufí. Por otro lado, es sabido que junto al taoísmo, la fuente principal de donde Guénon extrajo sus conocimientos sobre la metafísica fue sobre todo la tradición hindú, como se ve reflejado en dos de sus libros más emblemáticos: El hombre y su devenir según el Vedanta (1925) y Los estados múltiples del ser (1933). 
Naturalmente no es nuestra intención hablar de todos los artículos y libros donde Guénon abordó el tema masónico, pues esto exigiría unos desarrollos que estarían fuera de lo que es el marco de una conferencia. Lo que pretendemos es simplemente señalar que en la obra de Guénon la Masonería ocupa un lugar muy importante, y siempre está presente en mayor o menor medida allí donde trata de los grandes temas de la Filosofía Perenne y la Ciencia Sagrada, revelados a través de los símbolos cosmogónicos y metafísicos que han dado su estructura y su ser a todas las culturas y civilizaciones a lo largo de la historia, y que ciertamente están también en los fundamentos de la cultura occidental, aunque hoy en día apenas nos percatemos de ello. 
Por eso mismo es imposible separar la parte de esa obra dedicada a la Masonería de todo lo demás, pues una cosa de la que se da cuenta cualquiera que la haya leído con atención y sin prejuicios de ningún tipo es de que ella conforma un todo unitario, vertebrado en torno a un eje que no es otro que la exposición de la doctrina metafísica, y que a partir de ese punto de vista más elevado, verdadera piedra angular de la obra guenoniana, se organiza y adquiere un sentido coherente todo el resto. De ahí que el lector masón deba tener en cuenta "toda" la obra guenoniana y no sólo una parte de la misma si quiere entender en profundidad lo que en ella se dice acerca de la propia Masonería y su simbólica. En este sentido, para dicho lector el conjunto de esa obra pasará a ser una verdadera guía intelectual, que en un primer momento despertará en él el interés por sus símbolos y ritos, y posteriormente contribuirá de manera gradual al conocimiento de las ideas que a través de ellos se expresan y transmiten, coadyuvando así a su propia realización interior y personal. 
Pongamos un ejemplo de lo que decimos. Anteriormente, cuando mencionamos la obra masónica de Guénon, no dijimos nada de El Simbolismo de la Cruz (1931), sencillamente porque en él no se menciona en ningún momento a la Masonería (excepto una leve mención en una nota del cap. IV a J.-M. Ragon y su Ritual del grado de Rosacruz), y en este sentido no estaría incluido dentro de ese índice. Y sin embargo se trata de uno de los libros de Guénon donde más se habla de geometría, ciencia en la que se fundamenta el arte de la arquitectura y que los antiguos masones identificaban con la propia Masonería. Por tanto aunque a ésta, como decimos, ni se la nombre, no por ello deja de estar presente de manera implícita en casi todo lo que allí se dice y se sugiere. 
Ciertamente la cruz es un símbolo universal, y en este sentido lo que él expresa y manifiesta (nada menos que la estructura del cosmos y los principios de orden metafísico de los que esa estructura extrae toda su realidad) ha estado presente en todas las culturas sagradas y escuelas iniciáticas de la humanidad desde tiempo inmemorial. Por lo tanto también está en la Masonería, y por eso creemos que para un masón este libro puede reportarle unas enseñanzas que sin duda van a serle de una ayuda inestimable para conocer en profundidad la simbólica de su Orden, especialmente aquellas que se relacionan directamente con el simbolismo constructivo, en el que la geometría, en efecto, desempeña un papel esencial en tanto que vehículo de la Idea misma de la construcción, aquella que los masones llaman el Gran Arquitecto o Gran Geómetra del Universo. ¿Cómo entonces, nos preguntamos, no se iba a hablar de la Masonería en el libro más "geométrico" de Guénon? 
Está claro que sí se habla; por ejemplo, en el mencionado cap. IV, titulado "Las direcciones del espacio", reconoceremos inmediatamente que todo lo que allí se dice tiene una relación directa con la simbólica de la orientación de la logia, que es en sí misma una imagen simbólica del Mundo, y dentro de la cual los masones se trasladan de Oriente a Occidente, de Mediodía a Septentrión, teniendo como referencia constante el centro de la misma, por donde pasa la dirección vertical Cénit-Nadir que une lo más alto de los cielos con lo más profundo de la tierra. Por otro lado, el simbolismo cosmogónico y metafísico de esa dirección vertical, o eje del mundo, aparece descrita en el cap. XXIII, titulado "Significación del eje vertical: la influencia de la voluntad del cielo", y no podemos evitar el establecer una correspondencia entre ese eje vertical y lo que significa el símbolo de la plomada dentro de la Masonería, pues en efecto en la iconografía masónica aparece muchas veces la plomada que pende directamente de la mano del Gran Arquitecto, descendiendo en perpendicular hacia el centro o corazón de la logia, representación del propio centro o corazón del masón, que une así su ser individual a su Origen y Principio. 
Esa misma plomada podemos verla, junto con el nivel, en el siguiente capítulo, titulado "El rayo celeste y su plano de reflexión". El rayo celeste equivaldría a la plomada y el plano de reflexión al nivel, símbolo de la horizontal y del propio estado individual del ser humano, el cual encuentra la posibilidad de trascender o transmutar dicho estado gracias a la influencia de ese rayo celeste. Naturalmente que existen otras interpretaciones de la plomada y el nivel, sobre todo en su aplicación como útiles de la construcción, pero esa aplicación estará integrada perfectamente dentro de una lectura más amplia, más realmente universal, que es, a nuestro entender, a la que remite Guénon en esos y en otros capítulos en los que aborda las interrelaciones entre el eje vertical y el horizontal, como es el caso del cap. XIV, llamado "El simbolismo del tejido", cuya lectura hará evocar inevitablemente en un lector masón el simbolismo del pavimento mosaico, formado por el entrelazamiento de cuadrados blancos y negros idénticos a los del tablero de ajedrez o de damas, y que en efecto aparece como un símbolo de la propia estructura del cosmos. Y cómo no ver, en fin, en lo que se dice en el cap. XXIX, titulado "El centro y la circunferencia", las enseñanzas que se derivan del simbolismo del compás, instrumento que sirve justamente para trazar la figura del círculo, formada por el centro y la circunferencia que emana de él por intermedio de los cuatro radios de la cruz, constituida también por dos escuadras unidas por sus vértices respectivos. 
En este sentido debemos recordar que es propio de la Ciencia Simbólica establecer constantes relaciones, correspondencias y analogías entre los distintos símbolos y también entre las múltiples interpretaciones que se hagan de un mismo símbolo. Como dice Guénon en el prólogo a El Simbolismo de la Cruz: "Estos sentidos simbólicos múltiples y jerárquicamente superpuestos en absoluto se excluyen entre sí, como tampoco excluyen el sentido literal; al contrario, concuerdan perfectamente entre ellos, ya que en realidad expresan las aplicaciones de un mismo principio en órdenes diversos; y así se complementan y corroboran integrándose en la armonía de la síntesis total. Además, es esto precisamente lo que hace del simbolismo un lenguaje mucho menos estrechamente limitado que el lenguaje ordinario, y el único apto para la comunicación de determinadas verdades; de esta manera, abre unas posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas, por lo que constituye el lenguaje iniciático por excelencia, el vehículo indispensable de toda enseñanza tradicional." 
Pero centrémonos en aquella parte de la obra de Guénon donde se menciona de forma directa a la Masonería. En los dos volúmenes de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage a los que hacíamos alusión anteriormente, observaremos que en el Anexo del segundo de esos volúmenes están recogidos los artículos masónicos que Guénon escribió para la revista La Gnose entre los años 1910 y 1912, revista que él mismo dirigió, y en la que trató de muchos otros temas relativos a la metafísica y al simbolismo, tanto de Oriente como de Occidente. De hecho en ese período de su vida, cuando tan sólo contaba veintitantos años, Guénon traza ya las líneas generales de lo que será su obra y demuestra tener un conocimiento profundo de la doctrina tradicional en sus diferentes y variadas expresiones. 
Naturalmente ese conocimiento también se extendía a la Masonería, de la que Guénon era miembro activo durante aquellos años. En efecto, leyendo esos primeros artículos masónicos comprobamos que nuestro autor tenía ya una idea muy clara de lo que es y representa la Orden masónica, considerándola como un eslabón de la "cadena áurea" o Gran Tradición Unánime. 
Como el propio Guénon dice a este respecto en "La Gnosis y la Francmasonería", su primer artículo masónico que data de marzo de 1910: "'La Gnosis, ha dicho el M.·. Il.·. H.·. Albert Pike, es la esencia y el meollo de la Francmasonería'. Por Gnosis debemos entender aquí ese Conocimiento tradicional que constituye el fondo común de todas las iniciaciones, cuyas doctrinas y símbolos se han transmitido, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, a través de todas las Fraternidades secretas cuya extensa cadena jamás ha sido interrumpida". Más adelante, hablando de los orígenes históricos de la Masonería moderna dice que ésta "deriva de una fusión parcial de los Rosa-Cruces, quienes habían conservado la doctrina gnóstica desde la edad media, con las antiguas corporaciones de Masones Constructores, cuyas herramientas, por lo demás, ya habían sido empleadas como símbolos por los filósofos herméticos". A continuación, reflexionando sobre el significado de la iniciación masónica, afirma que ésta: "como toda iniciación, tiene por finalidad la conquista del Conocimiento integral, que es la Gnosis en el verdadero sentido de la palabra. Podemos decir que es este Conocimiento mismo el que, hablando con propiedad, constituye realmente el secreto masónico, y por esta razón dicho secreto resulta esencialmente incomunicable (...). Agregaremos que, para nosotros, la Masonería no puede ni debe sujetarse a ninguna opinión filosófica particular, que ella no es más espiritualista que materialista, ni tampoco más deísta que atea o panteísta, en el sentido que habitualmente se atribuye a estas diversas denominaciones, puesto que ella deber ser pura y simplemente la Masonería. 
Cada uno de sus miembros, al entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción universal". 
En otro artículo de abril del mismo año, titulado "La Ortodoxia Masónica", Guénon aclara qué es la verdadera "regularidad" masónica, que lejos de estar fundamentada en consideraciones puramente históricas consiste, por el contrario, "en seguir fielmente la Tradición, en conservar con cuidado los símbolos y las formas rituales que expresan esta Tradición y que son como su ropaje, y en rechazar toda innovación sospechosa de modernidad. Y es a propósito que empleamos aquí la palabra modernidad, para designar esta tendencia demasiado difundida que, en Masonería como en todas partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, el rechazo del simbolismo y la negación de todo aquello que constituye la Ciencia esotérica y tradicional. 
No obstante, no queremos decir con ello que la Masonería, para ser ortodoxa, deba ceñirse a un formalismo estrecho, en que lo ritual deba ser algo absolutamente inflexible, dentro del cual no se pueda añadir ni suprimir nada sin hacerse responsable de algún tipo de sacrilegio; esto sería dar muestra de un dogmatismo que resulta del todo extraño e incluso contrario al espíritu masónico. La Tradición no excluye de ningún modo la evolución ni el progreso, los rituales pueden y deben ser modificados todas las veces que sea necesario para adaptarse a las condiciones variables de tiempo y de lugar pero, bien entendido, únicamente en la medida en que estas modificaciones no afecten a ningún aspecto esencial. El cambio en los detalles del ritual importa poco siempre y cuando la enseñanza iniciática que se desprenda de ellos no sufra ninguna alteración; y la multiplicidad de Ritos no tendría graves inconvenientes, quizá incluso tendría ciertas ventajas, si desgraciadamente no tuviera demasiado a menudo como consecuencia, sirviendo de pretexto a enojosas disensiones entre Obediencias rivales, comprometer la unidad, si se quiere ideal, pero con todo real, de la Masonería universal". 
En estos dos artículos lo que Guénon afirma con una claridad meridiana es que la esencia de la Masonería, su razón profunda de ser, es el Conocimiento, la Gnosis, vehiculada por los símbolos y los ritos que jalonan la vía iniciática, los cuales predisponen al alma humana para recibir el don de la inteligencia, es decir la capacidad de poder "leer interiormente", que es lo que significa precisamente la palabra inteligencia, pudiendo desarrollar así todas las cualidades que porta en sí misma y que en el estado ordinario están como dormidas o en potencia. En la Masonería ese desarrollo se vive como un paso de las "tinieblas a la luz", o del "caos al orden". Por otro lado, la posibilidad vertical del Conocimiento es coetánea con el tiempo, por lo que las formas simbólicas y rituales que lo transmiten necesitan ser adaptadas a la mentalidad de los hombres y mujeres de cualquier momento histórico, pero conservando siempre lo esencial de esa transmisión, a saber: el influjo espiritual capaz de promover en el ser humano una completa transformación. Las innovaciones que no tienen en cuenta esta última premisa están abocadas al fracaso y pueden llevar a la Orden a su disolución en el mundo profano, pero lo contrario es igualmente nefasto, pues negar esa adaptación a los tiempos acabaría finalmente por petrificarla, convirtiéndola en letra muerta sin espíritu alguno que la vivificase. Las adaptaciones de que estamos hablando son siempre un delicado juego de equilibrio entre lo vertical, que es la esencia que el símbolo manifiesta, y lo horizontal, que son las circunstancias históricas, personales e individuales de los seres humanos. Conjugar armoniosamente ambas, pero asumiendo que existe una preeminencia de lo vertical sobre lo horizontal, de la esencia inmutable sobre la forma siempre cambiante, es lo que ha permitido que el Conocimiento y su transmisión se haya perpetuado de generación en generación a lo largo de los tiempos. Esto es lo que ha sabido hacer la Masonería en diversos momentos de su historia y por eso ha llegado hasta nuestros días. 
El resto de artículos comprendidos en esos dos volúmenes de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage corresponden ya a la época en que Guénon escribe el grueso de su obra, y se prolongarán hasta poco tiempo antes de su paso al Oriente Eterno. De hecho el último artículo dedicado a la Masonería data de diciembre de 1948 y su título es "Palabra perdida y nombres substituidos". A nuestro entender se trata de uno de sus artículos masónicos más importantes, pues en él aborda el tema central de la iniciación masónica: la búsqueda de la Palabra perdida y los diversos nombres simbólicos que la substituyen. 
Esa Palabra no es sino el verdadero Nombre del Gran Arquitecto del Universo, y su pérdida, según cuentan las leyendas masónicas, se produce como consecuencia de la muerte del maestro Hiram. Sin entrar en los pormenores de ese estudio, que desde luego recomendamos vivamente, diremos que Guénon vincula la pérdida de esa Palabra con el período de oscurecimiento espiritual que vive la humanidad desde hace ya mucho tiempo, y al que desde luego no es ajena la Masonería. Si no, no se hablaría de pérdida, ya sea de esa Palabra o de cualquier otra cosa que, en todas las tradiciones, simboliza la posesión de lo que Guénon llama el estado primordial, que es el estado original del ser humano, y cuya recuperación es lo que se plantea en toda iniciación a los misterios de la vida, del hombre y del cosmos. Así pues, lo que se ha perdido en esta época de oscurecimiento (que los hindúes llaman Kali-Yuga o "Edad Sombría", y los antiguos griegos la "Edad de Hierro") es precisamente ese estado primordial, aunque también podría decirse, con Guénon, que más que perdido está oculto, encerrado en lo más profundo de la caverna del corazón de todo ser. 
Entre los dos volúmenes de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage contabilizamos un total de 22 artículos, de los que además de los nombrados destacaremos: "A propósito de los signos corporativos", "Masones y Carpinteros", "A propósito del Gran Arquitecto del Universo", "Concepciones científicas e ideal masónico", "Los Altos Grados masónicos", "Heredom", "Iniciación femenina e iniciación de oficio", "El Compañerazgo y los Bohemios", "A propósito de los peregrinajes", "A propósito de los constructores de la Edad Media" y "El crisma y el corazón en las antiguas marcas corporativas". Asimismo no podemos dejar de mencionar el apartado de reseñas de libros y revistas dedicados a los temas masónicos, que ocupan una gran parte de esos volúmenes, y que van desde el año 1929 hasta 1950. 
Prácticamente todas esas reseñas están escritas para la revista Le Voile d'Isis (en la que empezó a colaborar en 1925), y que a partir de 1936 pasó a llamarse, bajo inspiración suya, Etudes Traditionnelles. Diremos que en esa revista Guénon escribió casi todos sus artículos sobre simbolismo y la doctrina tradicional, artículos que una vez recopilados han llegado a conformar ocho de sus 27 libros, sin contar los dos que estamos comentando. 
Centrándonos un momento en las reseñas masónicas, diremos que Guénon no sólo se limita a hacer una recensión de ellas, sino que en bastantes ocasiones también aprovecha la oportunidad de incluir consideraciones relativas al simbolismo masónico y a todo cuanto concierne al universo de la Masonería, con lo cual muchas de esas reseñas, ya sean de libros o de revistas, suponen igualmente aspectos importantes a tener en cuenta dentro de los estudios de Guénon referentes a la Orden. Huelga decir que nuestro autor estaba permanentemente informado de todo lo que aparecía en el mundo editorial masónico, por lo que sus reseñas también podrían tomarse como una guía bibliográfica destinada a todos aquellos masones interesados en conocer los símbolos y la historia de la Masonería. Incluso en algunas de esas reseñas dice cosas que no menciona en sus artículos y libros, como por ejemplo cuando se refiere a la simbólica de la regla de 24 pulgadas (págs. 178 a 180 del tomo II), diciendo que está en relación con la división del día en dos partes de 12 horas cada una. O cuando reseñando un número de la revista The Speculative Mason que trata sobre los manuscritos de los "Old Charges" págs. 176 a 178 también del IIº tomo), nos dice que en esos manuscritos el nombre que aparece como el del arquitecto del Templo de Salomón no es el de Hiram sino el de Amón, lo cual le lleva a la conclusión de que a través de ese nombre la Masonería se vinculaba con la antigua tradición egipcia. (2) 
Pero Guénon no sólo reseñaba lo propiamente masónico sino que también daba constancia de cuántos libros y revistas de carácter antimasónico caían en sus manos. Sin duda consideraba importante que sus lectores, masones o no, tuvieran conocimiento de los adversarios de la Masonería, que son en definitiva los adversarios, bien por pura ignorancia o mala fe, de la verdadera Gnosis y la Ciencia Sagrada, y de todo cuanto representa las ideas de Libertad, de Igualdad y de Fraternidad. 
En este sentido debemos recordar las constantes denuncias hechas por Guénon en sus reseñas a la Revista Internacional de las Sociedades Secretas (R.I.S.S.), que era en realidad un nido de contra-iniciados que en la línea del tenebroso Leo Taxil pretendían ridiculizar a la Masonería y su simbolismo, al que tildaban nada menos que de "satánico". Esta auténtica impostura, además de revelar una ignorancia completa acerca de los símbolos sagrados, escondía una intención muy clara de acabar con la única institución iniciática que aún pervive en Occidente, la cual es, como más adelante veremos, el "arca" receptora de su verdadera espiritualidad. 
Guénon, como "guardián de la Tierra Santa" que también era, tenía asimismo como función impedir que determinadas influencias sutiles extremadamente negativas penetraran dentro del ámbito iniciático y masónico, y nada mejor para ello que denunciar y neutralizar desde el plano de las ideas a quienes eran los vehículos de esas influencias. (3) Como dice a este respecto Federico González en su libro Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon (pág.173): "En cuanto a la lucha contra el Mal (...) es obvio que René Guénon veía en esas entidades concretas que lo encarnaban -cualesquiera que ellas fuesen o incluso imaginase- la inmensa batalla cósmica (como es propio en el trance chamánico) agravado todo ello por haber existido en el periodo cíclico -fin del Kali-Yuga- que le había tocado vivir. Sin duda mucho de lo que ha escrito, sobre todo en sus polémicas, no es sólo la necesidad de defenderse del Adversario, sino también las armas con que lo rechaza; son maldiciones (que forman parte del arte de mal-decir) perfectamente correlativas con las inmensas bendiciones que ha traído a sus lectores." 
Pero refiriéndonos a las revistas propiamente masónicas reseñadas por Guénon hemos de destacar especialmente Le Symbolisme, The Grand Lodge Bulletin d'Iowa, Masonic Ligth y la ya mencionada The Speculative Mason. La primera de estas revistas, Le Symbolisme, era en cierto modo el órgano de la Gran Logia de Francia, a la que había pertenecido Guénon en su período de actividad masónica, pues su logia (llamada Thebah) formaba parte de esa Obediencia. (4) En esta revista publicaban sus trabajos los más renombrados masones franceses de su tiempo, como Oswald Wirth, Marius Lepage, François Ménard, Albert Lantoine, etc. Todos ellos y muchos más mantenían además una frecuente relación epistolar con Guénon, sobre todo desde el momento en que éste se establece en Egipto a partir de 1931. Las otras revistas que hemos nombrado pertenecían al ámbito de la Masonería anglosajona, tanto de Inglaterra como de EE.UU. y Canadá. Hemos de decir que Guénon siempre tuvo una especial consideración hacia esa rama de la Masonería, y dentro de ésta su interés se centraba sobre todo en las logias que habían conservado con mayor o menor pureza los antiguos rituales operativos, en los que el simbolismo constructivo tiene un lugar destacadísimo. De hecho, y a pesar de su nombre, la revista The Speculative Mason (El Masón Especulativo) recogía los artículos de masones que formaban parte de esas logias operativas. Hemos de decir que esos artículos fueron siempre una fuente de información importante para Guénon, pues de ellos extrajo parte de sus conocimientos sobre la antigua Masonería. De entre esos artículos merecen destacarse los que llevaban la firma de Clement Stretton, de Thomas Carr o de John Yarker, integrantes de la "Venerable Sociedad de los Masones Libres" (todavía existente), la cual decía remontar su origen a la Masonería anterior a 1717.5 
Hemos dicho en parte, pues Guénon también conocía la simbólica operativa a través de otras fuentes distintas a éstas, y no precisamente escritas sino orales. En este sentido, debemos recordar que hace unos años apareció en la revista masónica francesa Travaux de la Loge national de recherches Villard de Honnecourt un artículo que llevaba por título "Algunos aspectos de la doctrina de René Guénon". Su autor, Franz Vreede, había sido amigo personal de Guénon durante más de treinta años. En ese artículo Vreede cuenta que Guénon le hizo "saber que él era miembro de una Maestría, es decir de un grupo de maestros en todos los grados cuya tradición oral se remontaba a la época artesanal de la Masonería francesa. Como consecuencia de las dificultades que degeneraron en decadencia, los grupos de maestros, según Guénon, decidieron mantener la tradición antigua completamente pura. Para impedir en el futuro cualquier desviación, divulgación o traición, decidieron el anonimato de los miembros y que, en adelante, ya no hubieran más estatutos ni documentos escritos, tampoco candidaturas, sino aceptación de nuevos miembros por cooptación secreta" (...) Comprendí entonces, añade finalmente F. Vreede, de qué fuente auténtica Guénon obtenía sus extensos conocimientos del ritual y de los símbolos de la tradición antigua de constructores de catedrales y de su ciencia geométrica atribuida a Pitágoras, sin la cual el Gran Arte no podría existir". 
Más arriba hablábamos del interés de Guénon por la rama anglosajona de la Masonería y por las logias que habían conservado el legado operativo más o menos intacto. Pero en realidad ese interés lo extendió a toda la Masonería sin excepción, pues siempre vio a ésta como una unidad en lo esencial, a pesar de la pluralidad de Ritos existentes, reflejo sin duda alguna de las diversas herencias tradicionales que la Orden masónica ha ido recibiendo a lo largo del tiempo, haciendo así realidad uno de sus lemas principales: "difundir la luz y reunir lo disperso". 
De entre los Ritos de que estamos hablando Guénon conocía perfectamente el Escocés Antiguo y Aceptado, entre otras cosas porque es el que practicó durante su período de actividad masónica en la logia Thebah. Y su interés en este Rito se centraba sobre todo en su sistema de altos grados, algunos de los cuales fueron elaborados a partir de la herencia dejada por otras organizaciones iniciáticas diferentes de la Masonería, pero con las que ésta guardaba una estrecha vinculación gracias a su pertenencia común a la gran corriente del Hermetismo, como veremos a continuación. (6) En realidad la institución de los altos grados pertenece a todos los Ritos masónicos, y si bien es ésta una cuestión en la que no podemos entrar de lleno, sí dejaremos constancia al menos de manera sucinta de lo que Guénon pensaba al respecto. 
En el artículo antes mencionado "Palabra perdida y nombres substituidos" distingue nuestro autor dentro de los altos grados dos aspectos bien diferenciados: por un lado, aquellos "que tienen un lazo directo con la Masonería, y por otro los que pueden ser considerados como representando vestigios o recuerdos, que se injertaron en la Masonería o 'cristalizaron' de alguna manera a su alrededor, de antiguas organizaciones iniciáticas occidentales diferentes a ella". 
En cuanto al primer aspecto, el de los altos grados que tienen un vínculo directo con la Masonería propiamente dicha, es decir con la que hereda el simbolismo de las corporaciones de constructores, Guénon nos dice en el mismo artículo citado que: "estos grados pueden ser considerados como constituyendo propiamente extensiones o desarrollos del grado de Maestro; es incontestable que, en principio, éste es autosuficiente, pero de hecho la gran dificultad que encuentra en desarrollar todo lo que implícitamente contiene justifica la existencia de esos desarrollos ulteriores. Se trata, pues, de una ayuda aportada a aquellos que desean realizar lo que no poseen sino de manera virtual". Más adelante Guénon continúa: "A decir verdad, si el grado de Maestro fuese más explícito, o si todos aquellos que fueran admitidos estuvieran verdaderamente más cualificados, es en su interior mismo donde esos desarrollos encontrarían su lugar, sin que sean necesarios otros grados nominalmente distintos de aquel". Y en nota añade: "El Maestro, por lo mismo que posee 'la plenitud de los derechos masónicos', sobre todo tiene el de acceder a todos los conocimientos incluidos en la forma iniciática a la cual pertenece; es esto, por otra parte, lo que expresaba netamente la antigua concepción del 'Maestro en todos los grados', la cual parece completamente olvidada hoy en día". Entre esos altos grados complementarios al de Maestro, Guénon subraya especialmente el de "Royal Arch" perteneciente al Rito inglés, considerándolo como el "nec plus ultra" de la iniciación masónica. En este sentido creemos que es interesante señalar que Guénon habla extensamente del "Royal Arch" en su artículo sobre "La piedra angular", que como ya dijimos está incluido en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada dentro de la sección "Simbolismo constructivo". Nos atreveríamos incluso a decir que casi todo lo que en ese artículo se dice está referido específicamente a la simbólica contenida en ese grado, lo cual muestra suficientemente la importancia que le concedía dentro de la "Gran Obra" masónica. (7) 
En cuanto al segundo aspecto, el de los altos grados que representan vestigios de otras organizaciones iniciáticas distintas de la Masonería, Guénon asegura que "la razón de ser de estos últimos grados (...) es en suma la conservación de lo que puede mantenerse todavía de las iniciaciones de que se trata, y ello de la única manera en que es posible tras su desaparición en tanto que formas independientes; ciertamente habría mucho que decir sobre este papel conservador de la Masonería y sobre la posibilidad que ese papel le ofrece de suplir en cierta medida la ausencia de iniciaciones de otro orden en el mundo occidental actual". Esto último es sumamente importante, pues ese papel conservador que Guénon asigna a la Masonería convierte a ésta en una especie de "arca" receptora de los gérmenes espirituales de diversas organizaciones iniciáticas y esotéricas que conformaron la historia y el ser de Occidente hasta los mismos albores de los tiempos modernos, justo en el momento en que nace la Masonería actual. (8) Guénon habla concretamente de aquellas organizaciones que procedían directamente del Hermetismo y de las órdenes de caballería emparentadas con este último, y deja entender que es en la Masonería Escocesa (la del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) donde se ha conservado con más nitidez esa herencia hermética y caballeresca. Así lo deja entrever Guénon en El esoterismo de Dante, especialmente en los capítulos II, III y IV, en los que habla de algunos altos grados del Escocismo vinculándolos con su origen hermético y caballeresco. Entre estos altos grados Guénon destaca el 18º y los que conforman los "Grados Filosóficos o Areópagos", como por ejemplo el 26º y el 30º, este último llamado Caballero Kadosh, y a quien también consideraba como el nec plus ultra de la iniciación masónica.(9) 
Desde luego que habría mucho que decir sobre todo esto, pues no es un tema menor el papel que Guénon asignaba a la Masonería dentro del esoterismo contemporáneo. Pero resumiendo he aquí finalmente lo que nos dice en su artículo sobre "Los Altos Grados": "Nosotros los consideramos como teniendo una utilidad práctica incontestable, pero con la condición, desafortunadamente muy poco realizada, sobre todo hoy en día, de que cumplan verdaderamente con el fin para el que fueron creados. Por ello sería necesario que los Talleres de estos altos grados fuesen reservados a los estudios filosóficos y metafísicos, muy olvidados en las Logias simbólicas [las de los tres primeros grados]; nunca se debería olvidar el carácter iniciático de la Masonería, que no es ni puede ser, diga quien lo diga, ni un club político ni una asociación de socorros mutuos. Sin duda, no se puede comunicar aquello que es inexpresable por esencia, porque los verdaderos arcanos se defienden ellos mismos de cualquier indiscreción; pero al menos se pueden dar las claves que permitirán a cada cual obtener la iniciación real por sus propios esfuerzos y su meditación personal, y se puede también, siguiendo la Tradición y la práctica constante de los Templos y Colegios iniciáticos de todos los tiempos y de todos los países, situar a aquel que aspira a la iniciación en las condiciones más favorables de realización. No nos extenderemos más sobre este asunto, pensando haber dicho lo suficiente para hacer entrever lo que podrían ser los altos grados masónicos, si, en lugar de quererlos suprimir pura y simplemente, se hiciera de ellos verdaderos centros iniciáticos encargados de transmitir la ciencia esotérica y conservar íntegramente el depósito sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal". 
Estamos convencidos que el estudio de la obra guenoniana ayuda a crear esas "condiciones favorables" entre los masones que aspiran a conocer algo más que una simple lectura moral y alegórica de su patrimonio simbólico y ritual, que al fin y al cabo es el que da sentido a la propia Orden masónica, y por extensión a los trabajos que realizan dentro de la logia y también consigo mismos. 
En este sentido no podemos dejar de mencionar en este breve repaso por la obra masónica de Guénon sus dos libros dedicados al gran tema de la iniciación, en los que expone los principios teóricos que jalonan la experiencia en la vía del Conocimiento. Esos libros serían, pues, una guía también para el propio masón, que verá en ellos un complemento perfecto a los estudios sobre el simbolismo y la metafísica. Estamos hablando de Apreciaciones sobre la iniciación e Initiation et Réalisation Spirituelle, a los que ya nos referimos al comienzo. Como dijimos entonces el segundo de esos dos libros es en realidad una recopilación de artículos aparecidos a lo largo de los años en la revista Etudes Traditionnelles, revista que fue durante todo el tiempo en que Guénon colaboró en ella (colaboración que sólo se interrumpió tras su fallecimiento), uno de los foros más importantes en la difusión de la Gnosis en Occidente. También dijimos que en él aparecen dos artículos referidos directamente a la Masonería: "Sobre la 'Glorificación del trabajo'" y "Trabajo iniciático colectivo y 'presencia' espiritual". En ambos el tema central no es otro que explicar la naturaleza del trabajo iniciático, que en la Masonería también reviste una forma grupal como todas las iniciaciones basadas en el oficio. Pero Guénon se encarga de aclarar que ese trabajo grupal "no puede sustituir jamás el trabajo personal y puramente interior de cada uno". Ahora bien ya se trate de trabajo colectivo (como el que llevan a cabo todos los miembros de una logia), como del trabajo personal, ambos no serían posibles, o mejor dicho no serían efectivos si no se hicieran "A la Gloria" del Principio bajo el cual se cumplen dichos trabajos, Principio que como sabemos en la Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del Universo. Es la simiente del influjo espiritual del Gran Arquitecto la que recibe el recipiendario al comienzo de su carrera masónica, y a partir de ahí será el esfuerzo o la voluntad personal por superar su condición profana, guiada necesariamente por la meditación y la comprensión de las ideas reveladas en los símbolos y ritos de la Orden, lo que irá propiciando paulatinamente el despertar y el desarrollo de los talentos, cualidades y virtudes que porta en su interior. 
Pues la recepción de ese influjo no añade nada que el ser humano no posea ya en sí mismo, que no esté previamente en su naturaleza. De ahí la máxima socrática que figura también como uno de los lemas de la Masonería: 
"Conócete a ti mismo". 
En Apreciaciones sobre la iniciación, Guénon desarrolla y profundiza en todas estas cuestiones, y en bastantes ocasiones el lector masón tendrá la sensación de que Guénon le está hablando directamente a él, hasta el punto de que llega a considerar a Apreciaciones sobre la iniciación como un libro perfectamente masónico. Así ocurre, por ejemplo, cuando lee capítulos tales como "De las cualificaciones iniciáticas", "De los ritos iniciáticos", "El rito y el símbolo", "Mitos, misterios y símbolos", "Ritos y ceremonias", "De las pruebas iniciáticas", "De la muerte iniciática", "Operativo y especulativo", "Iniciación efectiva e iniciación virtual", "De la enseñanza iniciática" y "Sobre dos divisas iniciáticas". 
Diremos que las dos divisas a las que se refiere Guénon en este último capítulo son Post Tenebras Lux (La Luz después de las Tinieblas) y Ordo ab Chao (El Orden extraído del Caos), divisas que pertenecen a los más altos grados de la Masonería Escocesa. Allí podemos leer lo siguiente: "La luz está pues 'después' de las tinieblas, y esto no solamente desde el punto de vista 'macrocósmico', sino también desde el punto de vista 'microcósmico' que es el de la iniciación, puesto que, en este caso las tinieblas representan el mundo profano, de donde viene el recipiendario, o el estado profano en el cual éste se encuentra por de pronto, hasta el momento preciso en que devenga iniciado 'recibiendo la luz'. Por la iniciación el ser pasa entonces 'de las tinieblas a la luz', como el mundo, en su origen (y el simbolismo del 'nacimiento' es aplicable en ambos casos), pasó por el acto del Verbo creador y ordenador. De esta manera la iniciación es verdaderamente, según un carácter por otro lado muy general de los ritos tradicionales, una imagen de 'lo que fue hecho en el principio' ". 
Naturalmente, y a pesar de sus múltiples referencias a la Masonería, Apreciaciones sobre la iniciación no es un libro masónico, pero sí está escrito por un maestro masón, como fue Guénon, a la hora de exponer sus ideas sobre la Ciencia Simbólica, vehículo de la Cosmogonía Perenne. Y a pesar de que sus actividades masónicas finalizaran en el año 1913, esto no significa que Guénon no fuera un miembro de la Orden masónica hasta el fin de sus días. Recordemos que en cierta ocasión él mismo dejó escrito que "la cualidad iniciática, una vez que ha sido recibida, de ninguna manera está ligada al hecho de ser miembro activo de tal o cual organización; desde el momento en que la vinculación a una organización tradicional ha sido efectuada, ésta no puede ser rota bajo ninguna circunstancia, subsistiendo incluso hasta cuando el individuo no tenga con esa organización ninguna relación aparente, lo cual no tiene sino una importancia muy relativa al respecto" ("De los ritos iniciáticos", cap. XV de Apreciaciones sobre la iniciación). 
Asimismo, también es verdad que si Guénon tuvo tan presente a la Masonería no es porque él mismo fuera masón, sino porque la consideraba la única institución iniciática que aún quedaba en Occidente, pues había sabido conservar su identidad gracias a que sus símbolos y sus ritos todavía son efectivos para los hombres y mujeres nacidos en la sociedad moderna. Guénon, que fue ante todo un intérprete y un transmisor de la Tradición Unánime, escribió para quienes vivimos en dicha sociedad, adecuando el mensaje imperecedero de esa Tradición a nuestra mentalidad, pero conservando al mismo tiempo, como dice Michel Vâlsan en la introducción a Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, "la presencia discreta de ese elemento indefinible de misterio, de majestad profunda de las realidades, de belleza inefable de las significaciones y de la perfección indudable de los fines, que es propio de los datos de la verdadera ciencia". 
No quisiéramos acabar sin mostrar nuestro agradecimiento a la obra guenoniana, y a la de todos aquellos que han bebido de ella y la han tomado como su guía en la búsqueda del Conocimiento, que es en realidad la gran aventura a realizar por cualquier vida humana. Una obra, en fin, que para nosotros está tan viva como lo está el pensamiento que se refleja en ella, pensamiento que no es el de una individualidad (siempre condicionada y limitada), sino que ha sido forjado en la matriz de la Sabiduría y parido por ella, de tal manera que para los que estamos, como decía Proclo, "en el fondo de los pozos de la vida", representa ese puente o escala que puede rescatarnos de esa condición y empezar a concebir una existencia acorde con nuestro verdadero destino, que es también nuestro verdadero origen.
 
NOTAS: 
* Esta conferencia formó parte de la "Semana Guenoniana de Buenos Aires. 
René Guénon, Testigo de la Tradición", celebrada en la Biblioteca del Congreso de la Nación en Agosto de 2001. Las jornadas estuvieron coordinadas por Emilio J. Corbière. 
1. Por ejemplo el cap. VIII ("Cuestiones de orientación"), el XIII (Azufre, Mercurio y Sal"), el XVI ("Entre la escuadra y el compás"), el XVII ("El Ming-Tang"), y el XXVI ("La Ciudad de los Sauces"). 
2. A propósito de todo esto ver también "Sobre algunos aspectos de la Masonería llamada 'escocesa' ", cap. IV de René Guénon et les Destins de la Franc-Maçonnerie, de Denys Roman. 
3. A los cincuenta años del fallecimiento de Guénon no se puede decir que ese peligro haya desaparecido, si bien éste ha tomado nuevas formas, como aquellas que se revisten de un "tradicionalismo" de corte fascistoide que infiltrado dentro de la propia Masonería pretende convertir a ésta en una "sucursal" del catolicismo integrista, el cual, ciertamente, nada tiene que ver con el verdadero catolicismo. El objetivo de esos "tradicionalistas" es crear una Masonería "religiosa", lo cual es a todas luces contrario a las ideas y los principios masónicos, que desde luego nada tienen que ver con lo religioso ni lo piadoso-moral. Creemos que con todo ello no se 

busca "religar" con ningún principio de orden trascendente, sino únicamente suprimir la dimensión iniciática, cosmogónica y metafísica de la Masonería (es decir destruirla), en definitiva todo aquello que le otorga su verdadera esencia y razón de ser. Debemos a este respecto señalar a Jean Reyor como uno de los principales inspiradores de ese movimiento "integrista" dentro de la Masonería, lo cual adquiere una especial gravedad (y cobra tintes de verdadera traición) teniendo en cuenta que el susodicho fue durante mucho tiempo un estrecho colaborador de Guénon. Ver a este respecto "En torno a la palabra perdida de los maestros masones", de A. Bachelet, aparecido en el Nº 19-20 de SYMBOLOS. También en el Nº 21-22 ver "De un documento confidencial inédito", de A. Balestrieri. En ambos se denuncian las maniobras manipuladoras y contra-iniciáticas de Reyor, implicado también con F.Schuon. 
4. Los rituales de la logia Thebah han sido traducidos al castellano por SYMBOLOS en su colección "Papeles de la Masonería". 
5. Sobre esto último ver "Aspectos simbólicos de algunos rituales masónicos operativos", aparecido en el Nº 8 de SYMBOLOS. 
6. Sobre la Masonería como una organización iniciática integrada dentro de la Tradición Hermética, así como la influencia que esta última ha tenido en la gestación y el desarrollo de las ideas en la cultura de Occidente, ver Hermetismo y Masonería. Doctrina, Historia, Actualidad, de Federico González. Ed. Kier, Buenos Aires 2001. 
7. Aunque Guénon no haya sido tan explícito como con el del "Royal Arch", también deberíamos considerar dentro de los grados complementarios a la maestría los denominados "Grados de Perfección" de la Masonería Escocesa, que justamente se llaman así porque suponen un acabamiento de las enseñanzas contenidas ya en el tercer grado. Dentro de esos "Grados de Perfección" también existe uno con el nombre de "Royal Arch" (13º), así como otro denominado "Gran Escocés de la Bóveda Sagrada" (14º y último de esa serie). 
8. Ver el artículo de A. Bachelet "El Arca viviente de los símbolos" aparecido en el Nº 19-20 de SYMBOLOS. 
9. Ver el último cap. de Initiation et Réalisation Spirituelle, titulado "Realización ascendente y realización descendente", y especialmente la nota 7. 

quarta-feira, 26 de abril de 2023

Christian Rebisse - Martinismo y F.U.D.O.S.I.

En Agosto de 1934, se celebraron en Bruselas las primeras reuniones de la F.U.D.O.S.I. (13). En esta ocasión se reunieron las diferentes Ordenes iniciáticas para aunar sus esfuerzos. Victor Blanchard, gracias a la F.U.D.O.S.I., esperaba reconstituir la unidad mundial del Martinismo bajo su dirección. Sin embargo, muchos Martinistas estuvieron ausentes. La Orden Martinista Tradicional no estuvo representada y no parecía haber sido invitada. En cuanto a Jean Bricaud, temiendo sin duda que su título fuera discutido, prefirió abstenerse. El 9 de Agosto, en el curso de una reunión martinista, Víctor Blanchard fue reconocido como Soberano Gran Maestro por los Martinistas presentes (14). 

Georges Lagrèze fue nombrado sustituto del Gran Maestro de esta Orden. Víctor Blanchard autorizó a Harvey Spencer Lewis a crear logias de la Orden Martinista Sinárquica en Estados Unidos, pero no tuvo condiciones de dar los documentos necesarios para ello, tanto a Spencer Lewis, como a Emile Dantinne, Edouard Bertholet y a los otros. Por prudencia, H. Spencer Lewis prefirió esperar a tener las directrices precisas antes de lanzarse a la ventura. Los Martinistas de las otras jurisdicciones adoptaron la misma actitud. De hecho, las actividades de la Orden Martinista Sinárquica se limitaron a transmitir iniciaciones a los distintos grados martinistas, y la Orden no tuvo existencia real. En aquella época no había ninguna Logia Martinista en París y Víctor Blanchard confería las iniciaciones en el templo de la “Fraternidad de los Polares”. 

Con el tiempo, la situación no se arregló e incluso cinco años más tarde las cosas seguían igual. Ante esta situación, en 1939 la F.U.D.O.S.I. decidió retirar a Víctor Blanchard la confianza que le había otorgado. Georges Lagrèze informó a los miembros de la 

F.U.D.O.S.I. que un Martinista, de cuya existencia Víctor Blanchard, bien por negligencia o voluntariamente, no había dicho nada, estaba totalmente cualificado para dirigir la Orden. Ese Martinista, Augustin Chaboseau, antiguo colaborador de Papus y el último superviviente del Consejo Supremo de 1891, era legalmente el único con derecho para dirigir los destinos del Martinismo. Se envió una delegación para entrar en contacto con él. Este, después de examinar la situación, aceptó dirigir el Martinismo. Durante el curso de la reunión especial de la F.U.D.O.S.I. la totalidad de los Martinistas presentes decidieron organizarse bajo la autoridad del Gran Maestro de la Orden Martinista Tradicional. Así pues, en Julio de 1939, la Orden Martinista Tradicional hizo su entrada en la F.U.D.O.S.I., de la que había estado ausente hasta entonces, mientras que la Orden Martinista Sinárquica era abandonada por sus miembros que se unieron a la O.M.T. 

Augustin Chaboseau, que acababa de tomar la dirección del Martinismo, reemplazó igualmente a Víctor Blanchard en el cargo de Imperator de la F.U.D.O.S.I. Se convierte en miembro del triángulo de dirección de esta organización compuesta por tres imperators: A. Chaboseau, Sar Hyeronymus y Ralph M. Lewis (que sucedió a su padre, fallecido el 2 de Agosto de 1939). Unos días más tarde, una carta del Consejo Supremo Internacional de la Orden Martinista Tradicional confirmó el nombramiento de Ralph M. Lewis como Gran Maestro Regional para Estados Unidos y miembro del Consejo Supremo Internacional. 


La Guerra de 1939-1945 

La Tradición Martinista se instaló de nuevo al otro lado del Océano Atlántico. Fue un buen momento, ya que unos meses más tarde los Martinistas europeos iban a conocer una nueva prueba, la segunda guerra mundial. Esta tendría fuertes consecuencias, pues numerosos Martinistas perderían la vida en los campos de batalla o en los campos de concentración. Poco después del comienzo de las hostilidades, el 14 de Agosto de 1940, el periódico oficial publicó un decreto gubernamental de Vichy prohibiendo en Francia todas las organizaciones secretas. La mayoría de los responsables de esas organizaciones fueron arrestados. La Orden Martinista Tradicional pasó oficialmente a estar durmiente en Francia, pero de hecho el verdadero trabajo no cesó, y las Logias “Athanor” y “Brocéliande” permanecieron secretamente activas. Augustin Chaboseau refugiado en Bretaña, no inquietó demasiado, pero el Dr. Béliard tuvo algunos contratiempos con la Gestapo. Georges Lagrèze se vio obligado a ocultarse en Normandía, después en Angers y, a pesar de las incesantes indagaciones en su domicilio, permaneció en contacto con Ralph M. Lewis por mediación de Jeanne Guesdon. 

Después de la guerra, en 1945, no quedaban más que algunos supervivientes. Bajo la dirección de Augustin Chaboseau, la Orden Martinista Tradicional se recobró oficialmente. Pero, Augustin Chaboseau pasó la transición el 2 de Enero de 1946 y Georges Lagrèze falleció en Angers el 16 de Abril de 1946. Con ellos, la Orden en Francia perdió los elementos esenciales. Jean Chaboseau fue elegido como sucesor de su padre. Jean Chaboseau era un Martinista de valor, pero no tenía sentido de organización. No tuvo éxito en reorganizar la Orden en Francia. Los miembros del Consejo Supremo le retiraron poco a poco su confianza y le dimitieron. Aquí es necesario aclarar que algunos Martinistas hicieron todo lo posible para hacerle difícil su tarea, y harto de querellas, él prefirió dejar a la Orden durmiente. Los Martinistas belgas, bajo la dirección de Sar Renatus (René Rosart) intentaron continuar el trabajo de la Orden bajo el nombre de “Orden Martinista Universal”. Víctor Blanchard aprobó esta Decisión, pero la muerte de René Rosart en Octubre de 1948 puso freno a la evolución de la Orden Martinista Universal. El hermano Heb Ailghim Si, (el Dr. E. Bertholet), sucedió a René Rosart, pero dejó extinguirse una Orden que jamás tuvo actividad alguna. El Dr. Bertholet murió el 13 de Mayo de 1965 sin haber nombrado sucesor. 

A pesar de ello, la Orden Martinista Tradicional no había sufrido ningún daño en Estados Unidos y trabajaba modestamente, esperando que las cosas se apaciguaran en Europa. Ralph M. Lewis conservó su título de Gran Maestro Regional. Unos diez años más tarde, cuando la Orden Martinista Tradicional se volvió a implantar en Francia y en otros países desde Estados Unidos, Ralph M. Lewis tomó el título de Gran Maestro Soberano. Durante 48 años dirigió la Orden Martinista Tradicional, es decir, hasta su transición el 12 de Enero de 1987. Gary Stewart le sucedió, después en Abril de 1990 fue elegido Christian Bernard para dirigir la Orden Martinista Tradicional. 


La Orden Martinista Tradicional hoy 

Como puede observarse, la Orden Martinista, a pesar de las adversidades, siempre ha logrado transmitir su luz a través de los tiempos. Si bien existen actualmente en algunas partes del mundo diversas “obediencias” martinistas, la Orden Martinista Tradicional es la que cuenta con el mayor número de miembros, esforzándose en mantener la luz que los Maestros del pasado le han confiado. Desde hace algunos años, el Gran Maestro Soberano de la Orden Martinista Tradicional, el hermano Christian Bernard, ha estado trabajando pacientemente para reorganizar la Orden. Cien años después de la creación del Consejo Supremo de 1891, y sesenta años después de la creación de la Orden Martinista Tradicional, quiere volver a centrar la Orden sobre sus valores y prácticas tradicionales, y adaptarla al mundo moderno. Así pues, la Orden está conociendo, bajo su dirección, un renacimiento. 

Cien años después de la Revolución francesa, los Martinistas, bajo la dirección de Papus, habían querido contribuir a la espiritualización de su época. Con la esperanza de participar en esta gran misión, habían propagado al mundo los “Servidores Desconocidos”, para que la Obra pudiese llevarse a cabo. Las circunstancias de esa época eran importantes: las amenazas que pesaban sobre el esoterismo occidental y el desarrollo de la civilización industrial, el advenimiento del “reinado de la cantidad”. Nuestra época presenta numerosas similitudes con ese periodo, y cada uno de nosotros puede comprobar que, aunque hemos celebrado, hace poco, el bicentenario de la Revolución francesa, todavía queda mucho por hacer. Víctor Hugo decía: “La revolución cambia todo, excepto el corazón humano”. El hombre, como en la época del resurgimiento del Martinismo, está en peligro por el progreso y no es por casualidad que Organizaciones Iniciáticas, tales como la Orden Martinista Tradicional, vuelvan a estar de nuevo activas, pues nos enseñan que no es en el exterior donde se produce la revolución, sino en el corazón de cada uno de nosotros; esto es lo que los Martinistas llaman la “Vía Cordial”. 


NOTAS: 

(1) No todos los historiadores del Martinismo están de acuerdo sobre este punto. Algunos consideran que Saint-Martin no ha transmitido iniciaciones en el sentido en el que se entiende habitualmente. Según ellos, es a Papus a quien hay que considerar como el creador de la Iniciación Martinista. Sobre esto, ver “Le Martinisme” de Robert Amadou, ed. De l’Ascèse 1979, Chap. IV. Hasta ahora, ningún elemento permite aportar un juicio definitivo en un sentido o en otro. 

(2) “Le Lys dans la Vallée”, H. De Balzac, Nelson 1957, pág. 64. 

(3) Sobre las circunstancias de esta iniciación, ver el artículo “Un Serviteur Inconnu Pierre Augustin Chaboseau”, en otro artículo de la revista El Rosacruz, enero/febrero/marzo 1993. 

(4) Esta creación fue anunciada en “La Iniciación”: n° 10 de Julio de 1891, pág. 83-84; n° 11 de Agosto 1891, pág. 182 y n° 12 septiembre, pág. 277 1891. 

(5) “Essais de Sciences Maudites, I, “Au Seuil du Mystère”, G. Carré, París 1890, pág. 158. 

(6) “Esai de Synthèse des Sciences Ocultes”, F. Olivet Castelot, E. Nourry, París 1928, pág. 189. 

(7) y (8) “Tutti gli Uomini del Martinismo” Gastone Ventura, Editrice Atanor, Roma 1978, pág. 52. 

(9) “Le Martinisme”, Robert Amberlain, Niclaus, París 1946, pág. 151-155. 

(10) Jean Bricaud tuvo sucesores de los que es imposible hablar aquí por falta de espacio. Para más información sobre este punto, ver el estudio “Le Martinisme, son histoire et sa philosophie”, Christian Rebisse. 

(11) “Papus, sa Vie, son Oeuvre”, Philippe Encause, ed. Pythagore, Paris 1932. Jean Reyor en el “Voile d’Isis” de Diciembre 1932, pág. 793-794, fue el primero en señalar este aspecto sobre el hijo de Papus: “Parece que se haya dejado de lado sistemáticamente todo lo que ha podido ser verdaderamente interesante en la carrera tan activa de ese asombroso Papus... ni una palabra sobre la constitución y sobre la vida de esta Orden Martinista de la cual Papus fue el animador ...” Philippe Encausse corregirá ese defecto en las edciones sucesivas de esa obra. 

(12) “Le Martinisme”. Robert Amberlain, Niclaus, Paris 1946, pág. 174. 

(13) F.U.D.O.S.I. abreviatura de “Fédération Universelle Des Ordres et Sociétés Initiatiques”. 

(14) Este acontecimiento fue anunciado en el número de Agosto-Septiembre de 1934 de la revista “Adonhiram”, pág. 6.


Christian Rebisse - Nacimiento de la Orden Martinista Tradicional

 

La situación no parecía tener salida. En 1931 Jean Chaboseau sugirió a su padre que reuniera a los supervivientes del Consejo Supremo de 1891 para volver a hacerse cargo de la situación y poder restablecer la Orden Martinista sobre sus verdaderas bases. Los únicos supervivientes, aparte de Augustin Chaboseau, fueron Víctor-Emile Michelet y Chamuel. 
No olvidemos que Augustin Chaboseau fue el cofundador del Martinismo de 1889 y había recibido su iniciación por vía directa de su tía Amélie de Boisse-Mortemart. Víctor-Emile Michelet había sido un miembro de la Universidad Hermética y Maestro de la Logia “Velleda”; en cuanto a Chamuel, había sido el organizador material de la Orden, en la trastienda de su librería, que había acogido las primeras actividades de la Orden. Otros Martinistas se unieron a ellos: el Dr. Octave Béliard, el Dr. Robert Chapelain, Pierre Levy, Llamar Strouvea, Gustave Tautain ... así como Philippe Encausse, el hijo de Papus. Este último frecuentó durante algún tiempo la Orden Martinista Tradicional, después se apartó. En aquella época sus preocupaciones parecían estar en algún otro sitio. El libro que consagró a la memoria de su padre, al año siguiente, parece demostrar esta postura suya (11). El 24 de Julio de 1931, los Martinistas, reunidos alrededor de Augustin Chaboseau, decidieron despertar el Martinismo bajo su aspecto auténtico y tradicional. Para distinguirlo de las numerosas organizaciones seudo Martinistas que existían, añadieron al nombre de la Orden el calificativo “Tradicional”. Por medio de este acto, los supervivientes del Consejo Supremo de 1891 reivindicaron “la perennidad de la Orden fundada por ellos junto con Papus” (12). 
El Martinismo volvió a tomar fuerza y vigor. Se procedió a la elección del Gran Maestro y como lo requería la Tradición, fue el miembro más antiguo quien resultó elegido para este cargo: Augustin Chaboseau. Este, a partir de Abril de 1952, prefirió dejar esta función a Víctor Emile Michelet. Aunque en activo, la Orden permaneció relativamente discreta bajo la dirección de este último. A la muerte de Michelet, el 12 de Enero de 1938, nuevamente Augustin Chaboseau fue el Gran Maestro de la Orden Martinista Tradicional. 

Christian Rebisse - Las Sucesiones Efímeras


La guerra de 1914 - 1918 

Podemos decir que con la primera guerra mundial la Orden entró en estado letárgico. Cada uno se aprestó a defender a su patria. Papus se trasladó voluntariamente al frente. Fue médico jefe, con el grado de capitán. Consideraba sagrado el deber hacia su país. Augustin Chaboseau, reformado, se alistó en los gabinetes ministeriales de Aristide Briand, primero en el de Justicia, después en la Presidencia del Consejo. Papus murió antes del final de la guerra, el 25 de Octubre de 1916. Después de la guerra, los miembros del Consejo Supremo se estaban dispersados y no hubo elección de un nuevo Gran Maestro. "Sin Papus, el Martinismo ha muerto" exclamó Jollivet-Castelot (6). No obstante, varios Martinistas intentaron tomar la dirección de la Orden. Modificaron de tal manera la naturaleza del Martinismo, que muchos Martinistas prefirieron no asociarse a tales proyectos y mantenerse independientes. 


Las Sucesiones Efímeras 

En esa época nacieron varios grupos martinistas, pero la mayor parte de esas organizaciones tuvieron una existencia bastante efímera, sólo se componían de algunos grupos, todos ellos independientes. Cuando un Martinista ruso preguntó en esa época a Barlet, quién era el jefe de la Orden en Francia, éste respondió con una sonrisa: "El Martinismo es un círculo cuya circunferencia está en todas partes y el centro en ninguna parte…" (7). Veamos rápidamente cuáles fueron las organizaciones de este periodo transitorio que a menudo resulta oscuro, debido a que algunos historiadores han disfrutado confundiendo vestigios. La primera de la que hablaremos es la que se formó bajo la dirección de Jean Bricaud. Este afirmó que Teder había sucedido a Papus y que Teder, en su lecho de muerte, le había designado como su sucesor. Enseñó a los Martinistas parisienses un documento que atestiguaba su nombramiento al frente de la Orden. Ningún miembro tomó en serio ese documento, que probablemente Bricaud había escrito él mismo, y no aceptaron reconocerle (8). Sin embargo, en Lyon se formó un pequeño grupo bajo su autoridad, transformó el Martinismo "masonizando" atrevidamente la Orden, y reservando su acceso solamente a los miembros que tuvieron la categoría de masones y titulares del grado 18. Ese grupo creó una clase de Martinismo que no tenía casi nada que ver con el que habían creado Papus y Augustin Chaboseau. Además, Jean Bricaud reivindicó abusivamente una afiliación de Elus-Cohen. Robert Amberlain demostró que esta pretensión no estaba basada sobre ningún fundamento (9). El movimiento de Bricaud permaneció circunscripto a Lyon (10). 

Se formó un segundo grupo bajo la dirección de Víctor Blanchard. Este último había sido el Maestro de la Logia Parisiense "Melchissedec" y fue reconocido por una parte de los Martinistas parisienses que se agruparon a su alrededor. El 11 de Nobiembre de 1920 el "Journal Officiel" anunció la constitución de una Orden bjao el nombre de "Unión General de los Martinistas y los Sinárquicos" u "Orden Martinista Sinárquica". En 1934, H. Spencer Lewis fue iniciado en esta orden por Víctor Blanchard. Algo más tarde recibió una carta nombrándole Gran Inspector para las tres Américas, una carta como Soberano Legado y Gran Maestro para los Estados Unidos de América y la autorización de crear en San José el Templo "Louis Claude de Saint-Martin" (Ralph Maxwell Lewis sería iniciado igualmente en esa Orden en Septiembre de 1936). Más adelante volveremos sobre la Orden Martinista Sinárquica. 

En París, se formaron varios grupos independientes pero no hubo realmente un Consejo Supremo reconocido como tal por el conjunto de los Martinistas. De hecho, la mayoría de los Martinistas, más que lanzarse a luchar por la sucesión, prefirieron continuar trabajando en la sombra, quedando aislados. 

Christian Rebisse - La Orden Cabalística de la R+C

 

Si los Martinistas habían constituido un círculo externo, "El Grupo Independiente de Estudios Esotéricos", a su vez, también creó un círculo interno, "La Orden Cabalística de la Rosa+Cruz". El 5 de julio de 1892 la Orden Martinista y la Orden Cabalística de la Rosa+Cruz se unieron por medio de un tratado. Para Stanislas de Guaita, "el Martinismo y la Rosa Cruz constituían dos fuerzas complementarias, en todo el ámbito científico del término" (5). Esta Orden había sido renovada en 1889 por Stanislas de Guaita y Josephin Péladan. La entrada en esta orden estaba estrictamente reservada a los Martinistas "S.I." que poseyeran ese grado por los menos desde tres años antes y que reunieran unas condiciones particulares. El número de miembros debía estar limitado a 144 pero parece que ese número nunca se alcanzó. La Orden Cabalística de la Rosa+Cruz tenía como fin perfeccionar la formación de los S.I. Se dividía en tres grados de estudios con diplomas de: Bachiller en Cábala, licenciado en Cábala y doctor en Cábala. Después de la muerte de Stanislas de Guaita en 1897 (o sea, 8 años después de su creación), Barlet fue designado para dirigir la Orden, pero nunca ejerció su función y la Orden Cabalística de la Rosa+Cruz quedó más o menos en estado durmiente. Papus la pone de nuevo en actividad, sin éxito, y dura hasta la primera guerra mundial en 1914. 
Para expandir la iluminación, los Martinistas no dudaron en buscar alianzas con otras sociedades iniciáticas. Así, en 1908, Papus organizó una gran convención espiritualista internacional en París, que reunió por los menos unas treinta organizaciones iniciáticas. El secretario de esta amplia tentativa era Victor Blanchard, un Martinista que retomó esta idea algo más tarde para organizar la F.U.D.O.S.I. Desgraciadamente, en sus numerosas alianzas, Papus se dejó a veces arrebatar por el entusiasmo de sus colaboradores, como pasó con la "Iglesia Gnóstica". Esta iglesia había sido fundada por Jules Doisnel hacia 1889, después de una experiencia espiritista. 
Se dice a menudo que la Iglesia Gnóstica llegó a ser la iglesia oficial de los Martinistas. De hecho la importancia de esta alianza ha sido aumentada por ciertos seudo-sucesores de Papus. Si se alió con numerosas organizaciones: "Los Iluminados", "Los Babistas" (persas), "El Rito Escocés" o "Menphis Misraim", la Orden Martinista no por eso dejó de guardar su independencia. En esa época, era normal pertenecer a varias organizaciones iniciáticas al mismo tiempo, muchos abusaron y algunos fueron contaminados por una terrible enfermedad que acometía a los "seudo-iniciados", "la cordonitis". Papus y la mayor parte de los dirigentes Martinistas habían tomado importantes responsabilidades en la Franc-Masonería egipcia del rito de Menphis Misraim. ¡Comparados con los 97 grados de este rito, los pocos grados del Martinismo parecían bien pobres! Algunos Martinistas, turbados por los títulos atractivos de los grados de Menphis Misraim, no se tomaron ni siquiera el tiempo de estudiar sus enseñanzas, muchos se hundieron en un cierto sincretismo iniciático y se olvidaron del propósito de la iniciación y de sus fundamentos, para perderse en sus formas. 

Christian Rebisse - La Facultad de las Ciencias Herméticas

 

Los Martinistas querían renovar el esoterismo occidental; sin embargo, no existía ningún lugar en Francia donde se pudieran estudiar las ciencias herméticas. Papus reflexionó sobre esto y se dijo: "Puesto que existen facultades donde se pueden aprender las ciencias materialistas, ¡por qué no podría haber una donde se pudieran estudiar las ciencias esotéricas!". Así pues, los Martinistas constituyeron un grupo que organizaba cursos y conferencias con el fin de mostrar a los buscadores los valores del esoterismo occidental. Ese grupo constituyó el vivero de donde fueron seleccionados los futuros Mastinistas. Se convirtió en el círculo externo de la Orden Martinista y tomó el nombre de "Escuela Superior Libre de las Ciencias Herméticas". Más tarde tomó el nombre de "Grupo Independiente de Estudios Esotéricos", después el de "Escuela Hermética" y "Facultad de Ciencias Herméticas". 
Eran numerosos los cursos y los temas que se estudiaban allí e iban desde la Cábala a la Alquimia y el Tarot, pasando por la historia de la filosofía hermética, o sea, alrededor de unos doce cursos al mes. Los profesores más asiduos eran Papus, Sédir, Victor Emile Michelet, Barlet, Augustin Chaboseau, Sisera… Una sección en particular estudiaba las Ciencias Orientales, bajo la dirección de Augustin Chaboseau. Otra, bajo la dirección de F. Jollivet-Castellot, se dedicaba a la Alquimia. Este grupo tomó el nombre de "Sociedad Alquímica de Francia". 

Christian Rebisse - La Creación de la Orden Martinista

La Creación de la Orden Martinista 

Por medio del encuentro de estos dos "descendientes" de Louis Claude de Saint-Martin, Augustin Chaboseau y Papus, es como va a nacer una orden iniciática que tomará el nombre de "Orden Martinista". Papus y Augustin Chaboseau eran dos estudiantes de medicina. Un amigo común, P. Gaëtan Leymarie, director de "la Revista Espiritista", conociendo el interés de cada uno de ellos por el esoterismo, se encargó de organizar su encuentro. Los dos estudiantes de medicina enseguida se hicieron amigos y no tardaron en darse cuenta de que ambos eran depositarios de una iniciación que remontaba a Louis Claude de Saint-Martin. En 1888 pusieron en común lo que habían recibido uno y otro y decidieron transmitir la iniciación de la que eran depositarios a algunos buscadores de la verdad. Para ello crearon una Orden iniciática y le dieron el nombre de "Orden Martinista". A partir de esa época es cuando podemos hablar realmente de una "Orden Martinista" (a continuación veremos cómo el nombre de Orden se transformará por la adición de diversos calificativos, Tradicional o Sinárquica…). Aunque la Orden en esa época no tenía una estructura propiamente dicha, el número de iniciados aumentó rápidamente. Entonces fue cuando Papus creó la Revista "La Iniciación". Papus no había terminado todavía sus escritos, y pronto tuvo que cumplir su servicio militar, y no fue hasta el día 7 de julio de 1892 cuando defendió con éxito su tesis de medicina. ¡Qué actividad!. 

Ya había fundado la "Escuela Hermética", había organizado la Orden Martinista, había creado las revistas "La Iniciación", "El Velo de Isis" y había escrito "El Tratado Elemental de las Ciencias Ocultas" (a los 23 años), y "El Tarot de los Bohemios" (a los 24 años). Sus 

colaboradores, aparte F. Ch. Barlet, tampoco eran mucho mayores que él. A partir de 1887 debe su interés por el esoterismo al descubrimiento de las obras de Louis Lucas, químico, alquimista y hermetista. Apasionado con el ocultismo, estudia los libros de Eliphas Levi. Entra en contacto con el dirigente de la revista Teosófica "El Loto Rojo", Félix Gaboriau, conoce a Barlet (Albert Faucheux) un erudito ocultista. En 1887, Papus se une a la Sociedad Teosófica, fundada algunos años antes por Madame Blavatsky y el Coronel Olcot.


El Consejo Supremo de 1891 

En poco tiempo, Papus comenzó a disonar de la Sociedad Teosófica. Esta organización tenía una concepción muy orientalista y budista del esoterismo; esa misma posición iba a disminuir, e incluso iba a suprimir toda perspectiva de un esoterismo occidental real. Esta actitud, que preconizaba una superioridad absoluta de la tradición oriental, escandalizó a Papus. Pero en el horizonte se delineaba un peligro más grave aún. Sin él, nos dice Papus, la tradición occidental habría podido continuar transmitiendo su antorcha de iniciado a iniciado en el silencio y en el incógnito. En efecto, según Papus y Stanislas de Guaita, ciertos ocultistas intentaron desplazar el eje de gravitación del esoterismo para colocarlo fuera de París, la tierra de elección; "Así pues se decidió en Haut Lieu (Lugar elevado), (aclara misteriosamente Papus), que debía emprenderse un movimiento de difusión para seleccionar a los verdaderos iniciados, capaces de adaptar la tradición occidental al siglo que empezaba". Su fin era el preservar la perennidad de esta tradición y contrarrestar la maquinación encaminada a conducir a los buscadores sinceros hacia una situación crucial. El Martinismo fue el crisol de esa transmutación. Papus dimitió de la Sociedad Teosófica en 1890, y desde ese momento el Martinismo se organizó de una manera más precisa. Las iniciaciones martinistas se hicieron más numerosas y al año siguiente, en julio de 1891, la Orden Martinista creó un Consejo Supremo compuesto por 21 miembros (4). Se procedió a la elección para designar al Gran Maestro de la Orden y allí fue elegido Papus para este cargo. Gracias al talento de Papus y a la ayuda material de Lucien Mauchel (Chamuel), la orden se extendió rápidamente. Se crearon las primeras logias: "La Esfinge", dirigida por Papus, donde se hacían los estudios generales, "Hermanubis", dirigida por Sédir, donde se estudiaba el misticismo y la tradición oriental. "Velleda", dirigida por Víctor Emile Michelet, que se dedicó al estudio del simbolismo. "Esfinge" quedó reservada a las adaptaciones artísticas. En varias ciudades francesas, e incluso en el extranjero, se formaron grupos martinistas. La Orden Martinista tomó una gran expansión en el extranjero: Bélgica, Alemania, Inglaterra, España, Italia, Egipto, Túnez, Estados Unidos, Argentina, Guatemala, Colombia. En el número del mes de Abril de 1898 de "La Iniciación" se explica que en 1897 existían 40 logias en el mundo y que en 1898 ese número aumentó a 113.