terça-feira, 8 de março de 2016

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 6



CAPÍTULO VI 
LOS I. DE T. DEL SEGUNDO GRADO 

Lo que quizás caracteriza mejor a cada grado de la Francmasonería es sus Instrumentos de Trabajo, los cuales han sido escogidos de manera que sinteticen y expresen gráficamente la esencia de lo que se trata de enseñar al estudiante. 

Estos Instrumentos de Trabajo se pueden estudiar de dos maneras principales: una de ellas consiste en observar el uso que de ellos hacen los masones o albañiles operativos; y la otra, en analizar los principios filosóficos y fundamentales en que cada uno se basa. De esta forma estaremos en condiciones de percibir la lección espiritual que encierra cada uno de estos instrumentos, así como también los medios materiales de expresar semejante enseñanza espiritual en la vida práctica. 

No obstante, es necesario que tengamos presente en nuestros estudios masónicos que la Masonería es una ciencia progresiva y que sus tres grados constituyen un todo o conjunto. Lo mismo puede decirse de los Instrumentos de Trabajo, cuyos tres grupos son progresivos, puesto que cada uno sigue lógica y esencialmente a los que le preceden, y el conjunto constituye un complemento íntegro y completo. 

Por consiguiente, creo que será provechoso el hacer una comparación sucinta de los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz, con los del Compañero, para percatamos de su orden de sucesión y de su afinidad. 

Las diferencias existentes entre los Instrumentos de Trabajo del primer grado y los del segundo son muchas y notables. Desde el punto de vista operativo, el Aprendiz ha de allar la piedra dándole el tamaño y la forma debidos por medio del mallete y del cincel. 
Realiza su trabajo en la Cantera, en donde prepara ais1adamente las piedras, cuya medida se le da, obedeciendo a un plan que ignora. 

Trabaja en una sola piedra cada vez, y no es necesario que sepa en donde se ha de colocar ésta, ni cual es su relación con las demás piedras. 

Sin embargo, cuando llega a Compañero su trabajo toma un nuevo aspecto y da un importante avance en su arte. No hay que olvidar que, aunque al Compañero se le entregan nuevos instrumentos con que trabajar, éstos no substituyen a los del primer grado, sino quese agregan a ellos. Por lo tanto, todavía conserva él la R. de 24 P., el M. y el C., y aun le queda trabajo por realizar con ellos. En realidad, le dicen que, si bien hasta aquí no se ha ocupado más que de dar forma a la piedra bruta, ahora ha de prepararla mejor, suavizando y puliendo sus superficies, cortando las molduras, etc., a fin de embellecer y dar elegancia a la estructura, trabajo que se puede realizar íntegramente con la R. de 24 P., el M.y el C. La relación de esto con el problema de la individualidad, que constituye la enseñanza suprema del segundo grado, tiene gran importancia y significación, y, por eso, pensamos tratar más tarde sobre el particular. 

Los nuevos instrumentos que ahora se añaden al equipo del masón son la Escuadra, el Nivel y la Plomada, símbolos que son los más significativos de la parte formal de la Masonería, puesto que el Templo se erige sobre un fundamento a nivel, se traza con la escuadra, y se levanta piedra a piedra, ajustándolo a la plomada. Por eso parece apropiado que estos tres Instrumentos de Trabajo caractericen al Segundo Grado, que es el Central, y que sean las joyas móviles de los tres Principales Oficiales, cuya posición indica su valor supremo y su lugar único en el esquema íntegro. 
Excepto la E. que el masón emplea como la R. de 24 P ., en todas las etapas de su trabajo por ser indispensable a todos los grados de trabajadores sea cual fuere su categoría, el N. y la R. P. se utilizan únicamente en la sede del Templo. Es evidente que el Aprendiz no necesita el nivel ni la plomada, instrumentos de relación, para dar forma a las piedras separadas de la Cantera. En cambio, el Compañero, que trabaja en el solar en que se edifica, colocando unas piedras sobre otras, no podría llevar a cabo su tarea sin el nivel y la plomada. Cada hilada debe estar nivelada cuidadosamente, y cada piedra ha de colocarse con perfecta verticalidad, posición que se comprueba fácilmente por medio de la plomada. 

Considerado desde este punto de vista, el trabajo del aprendiz es individualista, puesto que se dedica a preparar las piedras aisladamente; mientras que el del Compañero es de asociación, ya que su tarea consiste en colocar las piedras en perfecta relación mutua, y en procurar que su trabajo se acople correctamente con las otras partes del edificio que construyen los demás masones. De modo que la erección de una individualidad estable fundamentada firmemente en la fuerza es labor que comienza el Aprendiz en los principios de su carrera; pero que únicamente puede ser perfeccionada por el Compañero. 

Los Instrumentos de Trabajo de los dos primeros grados pueden compararse y contrastarse de otro modo interesante. La R. de 24 P. y la E., que son los primeros de cada serie, son instrumentos estáticos; es decir, que únicamente se utilizan cuando permanecen parados, puesto que han de tenerse rígidos e inmóviles cuando se aplican a la obra, para que pueden ser útiles. 

Sin embargo, entre los otros dos de cada serie hay fin marcado contraste. Mientras el Nivel y la Regla Plomada son instrumentos estáticos, el Mallete y el Cincel son esencialmente dinámicos. Estos dos últimos sólo son útiles cuando están en movimiento, pues de no ser así tendrían tanto valor para el masón como el talento enterrado de la parábola bíblica. Empléanse en cortar el material y separar los pedazos innecesarios. Por otra parte, el Nivel v la Plomada no son útiles cuando se hallan en estado de movimiento, y, al igual que la R. de 24 P. y la Escuadra, han de estar inmóviles y rígidos para que se pueda comprobar la perfección de la obra, la cual ha de variarse hasta tanto que se ajuste a las reglas de los antedichos instrumentos. 

De modo que la fuerza no se adquiere más que por el movimiento, por el ejercicio de la facultad y por "el infatigable esfuerzo"; y asimismo, la Individualidad del Artífice se estabiliza, afirma y serena cuando esa fuerza obedece a las leyes de la Naturaleza y de la 
Ciencia. 

Si se consideran los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz y del Compañero desde el punto de vista de su flexibilidad y adaptación, se descubre otro elemento de gran valor expresivo en cuanto al problema de la Individualidad. En primer lugar, descubrimos nuevamente que existe cierta semejanza entre los primeros instrumentos de cada grupo, y que hay una radical diferencia entre los dos restantes de cada grado. Así que la R. de 24 P. y la E. son fijas e invariables, y nuestro trabajo ha de ajustarse a ellas en tanto que determinemos el número de unidades de la R. de 24 P. y el lugar en donde debemos colocar los ángulos rectos o escuadras. No puede permitirse ninguna latitud, puesto que cualquier variación es un error y una divergencia de la verdad. 

Esta misma reflexión puede aplicarse también al N. ya la P., a los cuales hay que ajustarse implícitamente con escrupulosa fidelidad, para que el trabajo no fracase. No queda lugar a ellos para el ejercicio de la individualidad, del temperamento y del gusto personal. Toda desviación de la obra planeada a base de la Escuadra que tienda a separarse de la horizontal y de la vertical es errónea porque estas variantes del proyecto no son manifestaciones de la verdadera individualidad, sino imprecisiones, debidas a negligencias u obstinaciones. La individualidad no se alcanza vulnerando la ley, ni separándose de los principios fundamentales de la Naturaleza y de la Ciencia, sino por medio de algo más sutil y profundo. Lejos de ser la verdadera individualidad un compuesto de errores e imperfecciones, consiste en obedecer a las leyes con escrupulosa fidelidad, o, mejor dicho, la individualidad se vale de las leyes para lograr sus propósitos, obrando como "verdadero y fiel Artífice", y realizando, sin embargo, el milagro de ser única, integral y diferente de todos los demás individuos. Esta es, indudablemente, la gran paradoja de la Individualidad, cuya solución se elude en el grado supremo. 

Ahora bien, si la verdadera expresión de la individualidad no se basa en la infracción de la ley o en la defectuosa aplicación de la Escuadra, del Nivel y de la Plomada ¿ en dónde podremos encontrarla? Como la individualidad pertenece par excellence al segundo grado, parece lógico que encontráramos la solución en los Instrumentos de Trabajo característicos de este grado; pero no es así. 
Si bien es cierto que la formación de la Individualidad es la obra suprema del Compañero, hay que tener en cuenta que son necesarios en esa obra los instrumentos del primer grado así como la sabiduría del tercer grado, si no quieren correr graves riesgos. Pues cuando se lucha por hallar la Individualidad y por consolidarla deben evitarse las añagazas del egoísmo, del orgullo y del "pecado de separatividad"; tendencia separativa que se suele atribuir a las elucubraciones de la mente, cuyo desarrollo constituye la prerrogativa esencial del grado de Compañero masón. Por lo tanto, antes de que el candidato se lance a estudiar con verdadera intensidad el problema de la Individualidad, aconsejamos que sea exaltado al Tercer Grado y aprenda como Maestro masón que hasta la misma individualidad ha de ser trascendida y muerta. Es preciso que aprenda que la Individualidad no es un fin, sino un medio que conduce a una meta más elevada. Si él se concentrara en el problema de la Individualidad careciendo de esta sabiduría, y considerara que la formación de ésta es un fin, un logro suficiente, entonces correría gran peligro de incurrir en errores que tendrían como consecuencia estorbar su progreso ulterior en la Ciencia Masónica. 

Contra este peligro se nos precave en las enseñanzas del Segundo Grado, cuando se nos enseña la importante lección del Servicio, puesto que, si esta lección se aprende y aplica 
bien el enorme poder de la Individualidad se encauzará por los caminos del servicio altruista, con lo cual se habrá logrado su desarrollo saludable y no mórbido. 

Así pues, una vez que se ha reconocido que el peligro del egoísmo y de la separatividad 
no puede evitarse más que consagrando todas las facultades adquiridas al servicio altruista, y una vez que se ha aprendido que el milagro de la Individualidad no es un fin, sino un medio de que nos valemos para lograr un fin mejor, tratemos de descubrir la aparición de la Individualidad, pero no en la manera de emplear los Instrumentos de Trabajo el segundo grado, sino en el uso que se hace de los dos últimos instrumentos del primer grado, conocidos con los nombres de M. y C., pues ya hemos dicho que la Individualidad del Masón o Artífice llega a su fruición y expresión en el filo del Cincel. 

Como ya hemos visto, la E., el N. y la P. no quedan margen para lo personal o individual, puesto que estos instrumentos son inflexibles e invariables. En cambio, el Mallete y el Cincel dan lugar a una variedad y a una flexibilidad infinita. No hay dos trabajadores que usen el Filo de su Cincel de idéntica manera, así como no hay dos personas que hablen o escriban exactamente igual. En realidad, los Artífices se distinguen entre sí por este diferente uso del Filo. Los trabajadores de la piedra o masones operativos graban sus marcas con el filo del Cincel, y ningún hombre puede hacer la marca de otro; la marca de cada hombre es única, propia y eternamente distinta de la marca de todo otro hombre. 

Especulativamente, el filo del Cincel es la línea divisoria entre el Yo y el No-Yo; la línea en donde el trabajador entra en contacto con su obra, en que el organismo choca y 
reacciona contra el ambiente. En esta línea es donde emerge la Individualidad, porque lo que constituye la cosa única de cada organismo individual es la forma en que es afectado por el ambiente, el modo de reaccionar contra él, de dominarlo. Y esta línea es el Filo del Cincel. 
Una vez hechas estas consideraciones, pasemos a examinar con mayor minuciosidad la naturaleza intrínseca de los Instrumentos de trabajo correspondientes al Segundo Grado, y veamos las lecciones ulteriores que pueden enseñar al masón. 

Ya hemos visto que mientras el primer grado es primariamente moral, el segundo es mental en esencia, puesto que su objeto consiste en expandir y desarrollar la mente, adaptando sus múltiples facultades al servicio de la humanidad. Por lo tanto, los Instrumentos de Trabajo del Segundo Grado deben ser de naturaleza mental, y esto es precisamente lo que ocurre. Cierto es que en el Primer Grado apuntan los comienzos del proceso mental indicados por medio de la R. de 24 P., porque las observaciones sólo se hacen empleando la Regla y reuniendo de esta forma los elementos materiales con que ha de realizarse aquél. Sin embargo, en el Segundo Grado la razón se encarna específicamente en el símbolo de la E., emblema en que se basa toda la parte formal de la Masonería. 

La E. es, sin duda alguna, el más fundamental y simple de los símbolos del proceso del raciocinio imaginados por el hombre; y, por consiguiente, las significaciones que pueden darse a sus aspectos innumerables son infinitas. Puede concebirse que su origen es el resultado de observar la relación existente entre dos objetos tan sencillos como las líneas rectas. El hombre primitivo que juega con dos palos llega a colocarlos alguna vez en cruz, formando ángulos rectos, y entonces se da cuenta de que esta posición es única y de que se diferencia de todas las demás en que es siempre la misma desde cualquier punto en que se contemple; es decir, que los cuatro ángulos son iguales. Toda la Geometría, toda medición de formas y objetos, todos los procesos de la razón se derivan de la percepción de esta única relación de cuadratura. Ahora bien, los procesos de la razón son problemas de la conciencia, de conocer (sciens, en latín), de Ciencia. De ahí que la Escuadra indique al masón que el acto de conocer o Ciencia es la médula de la Masonería. 

Si nos fijamos de nuevo en la R. de 24 P., que es el primer Instrumento de trabajo del masón - cuyo empleo jamás se ensalzará lo suficiente, ya que su lección consiste en observar o medir - y lo aplicamos a la Naturaleza, a nuestro ambiente material, percibiremos un vasto panorama de fenómenos en el mundo que nos rodea, y, a medida que continuemos observando el proceso de la Naturaleza, empezaremos a notar gradualmente que existe orden en lo que al principio creíamos que era un ininteligible caos de acontecimientos. Este orden regular y metódico de las cosas recibe el nombre de Leyes Naturales, entre las cuales la de la gravitación es la más universal, fundamental e importante, puesto que actúa doquiera existe la materia. Las demás manifestaciones de las Leyes de la Naturaleza vienen y van de acuerdo con las circunstancias; pero siempre que exista materia está presente la gravitación, pues sabido es que la materia y la gravitación son inseparables. 
Ahora bien, la P. es el símbolo indudable de la gravitación más típico de los que el hombre ha ideado para indicar las leyes y procesos de 1a Naturaleza, de las cuales la de la gravitación es la más importante. 

Y, por último, hemos llegado al N., que es una combinación de la E. con la P., de la Ciencia con la Naturaleza. 

De esta forma se percibe claramente la significación de los instrumentos de trabajo correspondientes al segundo grado de la Masonería: la E. aconseja al Compañero que piense, que emplee la razón; la P. le dice que estudie la Naturaleza, y el Nivel le enseña a combinar su razón con las fuerzas de aquélla. 

Todo el arte y toda exposición razonada de la civilización se describe por medio de esta sencilla y gráfica manera. La misma palabra Man (hombre) se deriva de la voz sánscrita Manas que significa Mente, porque el hombre es hombre en tanto que es ser inteligente y razonador. La razón es su divina prerrogativa, y sólo por medio de ella puede él elevarse a mayores alturas en donde esperan su manifestación facultades más maravillosas todavía, y en donde quizás hasta la misma razón haya de ser substituida por un proceso aun más perfecto. Sin embargo, el Compañero tiene el deber supremo de cultivar la inteligencia y la razón y valerse de ellas. A esto ha de unirse la observación de la Naturaleza, con vistas a unir sus fuerzas a la inteligencia del hombre para llegar a la finalidad suprema que tiene ante sí, que no es otra que la construcción del Sagrado Templo. Es decir, que, para la realización de esta gran obra, la Naturaleza procura la fuerza, y el hombre aporta la inteligencia directora de aquélla. 

En consecuencia, vemos que, así como la P. representa la Naturaleza y la actuación de sus leyes, y la E. es el emblema del proceso de la conciencia, del acto de conocer o Ciencia, así también los Misterios Ocultos de la Naturaleza y la Ciencia a que se hace referencia tan a menudo en el ritual del segundo grado, se simbolizan sencillamente por medio del primero y del tercero de los instrumentos de Trabajo del Grado, los cuales se unen para formar el segundo, el Nivel, cuyo uso consiste en poner los cimientos para edificar sobre ellos la parte superior de la fábrica. 
En conclusión, quizás sea provechoso que recapitulemos sucintamente las lecciones que 
hemos deducido de los Instrumentos de Trabajo pertenecientes al Compañero masón. 

Hemos visto primeramente que los Instrumentos de Trabajo del Aprendiz se utilizan en la Cantera para trabajar piedras aisladas, ya que no corresponde a este grado la relación entre las piedras individuales. Por lo contrario, el Compañero hace uso de sus instrumentos en el solar en que edifica; instrumentos que se adaptan especialmente para ajustar entre sí las diferentes piedras con la mayor precisión; por lo cual el trabajo del Compañero es asociativo. 

Los Instrumentos de Trabajo del Segundo Grado son precisamente las joyas móviles de los tres principales Oficiales y las más características, por el lado de la forma, de todos tos símbolos de la Masonería. Mientras que el primer Instrumento de Trabajo del Aprendiz es estático, por serlo de medida más bien que de movimiento ejecutivo, y los otros dos son dinámicos, todos los tres Instrumentos de Trabajo del Compañero son estáticos. Los dos instrumentos dinámicos del primer grado son flexibles, y proporcionan amplio campo para la variedad y expresión de la individualidad, mientras que los tres del segundo grado son fatalmente impersonales, tienen que ser obedecidos de modo implícito y no dan margen para el ejercicio de la individualidad. 

Sin embargo, a quien atañe principalmente la formación de su separada individualidad es al Compañero y no al Aprendiz. Para conseguir esto no ha de servirse de los instrumentos del segundo grado, sino necesariamente de los del primero. Con el Filo del Cincel el Compañero masón encuentra y expresa su Individualidad, y escribe este sagrado nombre que nadie puede conocer excepto quien lo recibió. 

Así como el primer grado es moral, el segundo es mental v sus Instrumentos de trabajo tienen la misma característica. De manera que la Escuadra simboliza los comienzos de la razón; la Regla Plomada, la apreciación de la ley más fundamental de la Naturaleza, y el Nivel, la unión de las dos para servicio al hombre. Así que la enseñanza de los Instrumentos de Trabajo del segundo grado se puede condensar en pocas palabras: Pensar, Observar y Trabajar con la Naturaleza. Si el Artífice masón hace esto, llegará un día en que descubra que ha realizado el milagro de la Individualidad en el Filo del Cincel, y en que se dé cuenta de que en el centro de su ser individual existen la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza infinitas que, según se le dijo en el primer grado, residen también en el G. A. D. U., porque el masón ha de saber que así como el G. A. D. U. es el centro de Su Universo, así también Su reproducción es nuestro centro, nuestro Legislador interno e inmortal y ha de acordarse también de que nuestra naturaleza ha de armonizar con la de su Creador. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 5



CAPÍTULO V 
EL SEGUNDO GRADO 

El llamamiento del Segundo Grado de la Francmasonería es completamente diferente y distinto del primer grado. Esto es inevitable y lógico, pules así como el hombre es un ser completo cuya constitución tiene varios aspectos, así también la Francmasonería debe poseer aspectos que corresponden con los humanos. Sólo así es como la Francmasonería puede proclamar que sustenta una filosofía completa de la vida y un sistema de moral y de ética en concordancia con las múltiples necesidades de sus adeptos. 

De esto se deduce que, como son pocos los hombres que han llegado a un perfecto desarrollo y como La mayoría han educado unos de los aspectos de sus naturalezas más que otros, es lógico que no sientan igual predilección por todas las facetas de la Francmasonería. Esta vulgar observación viene como anillo al dedo en el caso de que estamos tratando, pues sabido es que la mayoría de los Hermanos no responden con tanta presteza y entusiasmo al segundo grado, como al primero. Vale, pues, la pena estudiar este hecho indudable que tiene importantes consecuencias procurando determinar las causas a que obedece. 

Algunas de las principales razones de que esto ocurra no son muy distantes, ni difíciles de buscar. El primer grado es esencialmente moral y emocional; el segundo es mental en el fondo. El primer grado es un llamamiento a los sentimientos; el segundo, es una exhortación a la mente. El primero, inculca virtud; el segundo, prescribe ciencia. Uno habla al corazón; el otro, a la cabeza. El primero aconseja la pureza y la inocencia; el otro encomienda el estudio minucioso y observador de los misterios ocultos que atesoran la Naturaleza y la Ciencia. 

Ahora bien; en la actual etapa evolutiva, casi todos los hombres viven más de los sentimientos que del intelecto. Y, por consiguiente, es mucho más fácil despertar emociones, que inducir ideas; puede persuadirse mejor a los hombres recurriendo a sus sentimientos que "a su cerebro, y hasta puede decirse que las creencias y las opiniones de la gran masa humana se fundamentan en los sentimientos más que en la sabiduría, hasta tal extremo que es difícil tener ideas que no estén teñidas de emoción. 

Además, el origen de todas las acciones o sea la fuerza prima motriz de la vida ha de hallarse en el reino de la sensación y de la "emoción. Porque la emoción es quien da calor al corazón y enciende en el espíritu las llamaradas de las grandes hazañas y de los actos de perseverancia y de sacrificio. La palabra emoción significa etimológicamente "movimiento hacia afuera", porque cuando los sentimientos se despiertan, mueven a los hombres hacia el exterior, y les arrastran a la realización de acto. Un llamamiento puramente intelectual no impulsará a la acción, ni siquiera quienes viven casi por entero en el mundo de las ideas, porque la mente no es activa en sí. Para que ella entre en actividad es preciso que aparezca una emoción o un deseo que la incite a ello. 

La razón principal de que la llamada del primer grado sea más potente que la del segundo para la mayoría de los hombres, se basa en esos dos hechos; es decir, en que el centro de la conciencia suele radicar en el sentimiento y no en la mente, y en que toda acción brota fundamentalmente de la emoción. 

Prosigamos estudiando algo más profundamente este problema de la vida de la emoción 
y de la mente para poder llegar a apreciar la significación y el valor de la segunda enseñanza. 

El mecanismo de la emoción tiene dos características sobresalientes: la simplicidad y la espontaneidad. Todo sentimiento deriva fundamentalmente de los elementos primarios "amor" y "odio", o "atracción" y "repulsión", y, por compleja que sea la emoción resultante compuesta de infinitas variantes e intensidades de los ingredientes "amor" y "odio", o "gusto" y "disgusto", únicamente habrá presentes en ella estos dos elementos. 

Además, la respuesta del sentimiento es espontánea y automática, pues para su producción no es preciso ningún esfuerzo del hombre en algunos casos, y en otros, basta con un pequeño esfuerzo. En realidad, el esfuerzo no tiene que hacerse para dar salida a la emoción, sino más bien para contener sus explosiones dentro de los debidos límites y dirigir u- fuerza por útiles canales. 

Con la mente ocurre todo lo contrario. La respuesta mental no se produce en la mayoría de nosotros con la prontitud y la espontaneidad características de la emoción, pues la vida de la mente es menos vívida, menos vitalmente elástica que la de las emociones. La vida mental es para casi todos tan fría, tan poco inspiradora como ardiente e infundidora de inspiraciones es la emocional. Pocos son los que se sienten entusiasmados con tanta facilidad por las cosas de la mente como por las del corazón. 

Aun más, la respuesta de la mente es lenta y tarda, si se compara con la rápida y decisiva de la emoción. La mente anda cuando la emoción salta. Esta se decide a manifestarse con la velocidad del rayo, casi instantáneamente; la mente delibera, pesa las pruebas y las examina con escrupulosa exactitud antes de emitir su veredicto o pronunciar su juicio. Para la mente, la precisión y el detalle, son factores indispensables: las emociones no obedecen a orden alguno, pues son caprichosas. La mente recorre su camino metódicamente, paso a paso; es serial y su concentración ha de ser sostenida. La emoción no sigue ningún método, no conoce reglas, ni se preocupa por nada. Vive su vida en relámpagos. La emoción no tiene conciencia de sí misma. La razón es autoconsciente, y vigila todos los pasos que da. La emoción se procura la fuerza propia; los procesos mentales requieren esfuerzo deliberado. 

Este es otro de los factores importantes a que se debe que el llamamiento del segundo grado sea menos potente que el del primero, puesto que, si bien en el primer grado se proclama la lección del "esfuerzo repetido e infatigable", no todos los compañeros han aprendido esta lección, ni la han incorporado a su vida. De ahí que la vida mental, la cual exige en las primeras etapas considerable y consciente esfuerzo, no sea tan atractiva y fácil como la espontánea vida emotiva. 
Es preciso e importante que todo masón que tome en serio la Masonería - nadie es verdadero masón si no lo hace así - comprenda claramente estas verdades psicológicas relativas a la mente y a la emoción, puesto que semejante conocimiento le ha de ser muy útil para poder llegar a ser un "verdadero y fiel masón" y adelantar una etapa más al expandir y desarrollar su vida mental. 

En el primer grado se hace hincapié en la necesidad del ejercicio constante e infatigable, 
porque esta es la única manera de purificar y dominar a la emoción. Por eso el trabajo del aprendiz se enfoca en este grado principalmente hacia su propia naturaleza con objeto de que se prepare para la vida mental, más amplia y plena del segundo, en el que ha de aprender los misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia. Pero antes de que esto pueda conseguirse es preciso purificar la naturaleza moral. No puede enseñarse la ciencia a los impuros, porque la Francmasonería se fundamenta en la virtud, y no puede esperarse que los tremendos poderes que confiere la educación de la mente se utilicen únicamente para sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son fines altruistas, si antes no se desarrolla sobre los cimientos de la fuerza moral de la virtud. 

En el ritual del segundo grado se insiste continuamente en la Acción. Así por ejemplo, el primer incidente verdadero de la entrada en la logia implica "actuar sobre la E.", mientras que la invocación que a esto sigue pide al A. que tenga energía para continuar la obra comenzada, indicando las palabras una vida de acción. En su J. o P. no sólo promete mantener los principios de virtud inculcados en el primer grado, sino que, además, jura que obrará como un verdadero y fiel masón. 

Después del J…, su atención se enfoca hacia el único punto del círculo expuesto, pero no se le da ninguna clave de sabiduría, sino que, por el contrario, se le dice que debe descubrirla por sí mismo. 
Y hasta el hecho de que el P. V. no le dé ninguna orden en el momento de la Investidura, puede indicar esa misma lección; es decir, la de que debe hacer el esfuerzo por sí mismo. No se le dice nada más sino simplemente que busque y siga el cauce de su actividad. El V. M. añade, entonces, que se espera del iniciado que estudie la Ciencia, preparándose de esta forma para cumplir los nuevos deberes que contrae. Este tema de la acción firme, persistente y definida se continúa en el Discurso. 

De manera que todas las ceremonias del segundo grado cercioran al candidato de que la Logia espera que se dedique a la acción en el mundo externo. De este modo el candidato aprende que está en el deber de desarrollar la parte mental de su naturaleza, cosa que sólo podrá conseguir a costa de constante esfuerzo; y, además, se le dice que si no hace esto no será un verdadero Masón o Artesano. 

Esta última palabra recuerda el taller de la vida, la atmósfera del trabajo inteligente y vigoroso, porque 1as obras no son útiles, sea cual fue re el elevado grado en que se hayan realizado, si no se fundamentan en el saber y han sido dirigidas por la habilidad. Los laberintos de la vida son tan intrincados que no basta con que nos guíen la inocencia y la pureza, pues nuestros esfuerzos serían inútiles si estas cualidades no fueran dirigidas por la sabiduría. El Templo Sagrado no puede erigirse tan sólo con materiales de emoción, de virtud y de sentimientos, los cuales serían insuficientes aunque fueran puros, buenos y generosos. 

Es necesaria, también, la sabiduría, ya que la ignorancia es una "maldición de Dios " y "las alas de la sabiduría son las que nos conducen al cielo", como dijo Shakespeare. Nunca se definió mejor al genio que cuando se dijo que es "una infinita capacidad de trabajar", definición que nos recuerda la famosa de Edison, quien opina que esta facultad consta de un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de sudor, de transpiración. 

La lección del trabajo arduo que exige concentración, así como esfuerzo persistente e infatigable ejercicio, es fácil de comprender para quien ha hecho la promesa de Compañero masón. También es evidente y clarísimo que el mundo en que trabaja principalmente el Artesano (el masón operativo) es el mental. 

El deber de aprender no constituye sólo arduo trabajo, sino que, además, este esfuerzo está recompensado con un placer tan grande como el goce de que va acompañada la emoción, porque el hombre se manifiesta en la vida de tres formas diferentes: pensando, sintiendo y obrando: Cognición, Emoción y Actividad; y el ejercicio afortunado y libre de cualquiera de estos tres divinos dones produce una sensación de engrandecimiento de la vida, acompañada de un sentimiento de expansión, que es placer. Hay un júbilo del bienestar físico que se deleita expresándose en movimiento físico. Hay un júbilo de emoción que encuentra abundantes medios de manifestarse en la vida del hombre. Y hay también un júbilo del intelecto que se manifiesta en el ejercicio de la mente, en la actuación de la imaginación creadora. Así como el bienestar físico es un goce, y así como la virtud, que no es otra cosa que bienestar emocional, tiene en sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son goces de orden más intenso, que producen sensaciones de satisfacción tan profundas y plenas como las de las cosas de la vida emotiva. 

De manera, que no sólo constituye un placer la posesión de una mente bien educada y rica, sino que, además, aumenta extraordinariamente la intensidad y la valía de la experiencia emocional, puesto que si bien los sentimientos pueden experimentar la sensación del mundo externo, en cambio no son capaces de comprender lo que es éste, y, por lo tanto, su apreciación de las bellezas del universo ha de ser por fuerza limitada, tanto en cuanto a su grado, como en cuanto a su extensión. 

Las emociones se relacionan únicamente con la superficie de las cosas y con sus apariencias externas. La mente, en cambio, puede penetrar bajo la superficie hasta su más íntimo corazón y comprender las leyes de su existencia y estructura y el mecanismo de su vida y crecimiento. Tan sólo por medio del saber que nos proporciona la mente podemos formarnos una idea adecuada - si es que tal cosa puede ocurrir - de las "maravillosas manifestaciones del G. A. D. U." Las emociones sienten la belleza; el intelecto, la concibe, la entiende y la comprende. La emoción ve el efecto; la mente averigua la causa. 

El Aprendiz masón disfruta en el transcurso de la ceremonia del segundo grado ahondando profundamente en la significación de la vida. Continuamente se le repite que sus futuros estudios han de encaminarse hacia los ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia, y se le aconseja que no ha de limitarse tan sólo al cultivo va la práctica de la virtud, sino que, además ha de adquirir sabiduría, zambullirse en la acción y penetrar en los escondrijos más íntimos de la Naturaleza y en las profundidades de la Ciencia. 

Con tanta frecuencia se repite en el ritual la frase "ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia " que es conveniente estudiarla a fondo para descubrir plenamente su significación. Es de suponer que de cada diez masones habrán nueve que entiendan por "Ciencia " los estudios de la vida y de la naturaleza comprendidos en la física, la química, la astronomía, la biología y cosas por el estilo. 
Pero esta interpretación no puede ser verdadera, puesto que todas estas ciencias consisten meramente en el estudio de varios aspectos de la Naturaleza; y si interpretamos la palabra de esta manera, la frase "Naturaleza y Ciencia" vendría a ser casi una tautología, porque estas voces significarían "Naturaleza y estudio de la naturaleza " respectivamente. Pero no hay que atribuir tan a la ligera esa redundancia de lenguaje a nuestro ritual, y menos aún al del segundo grado, notable por lo sucinto y conciso. ¿Cuál puede ser, pues, la verdadera significación de la frase "Naturaleza y Ciencia"? 

Recurramos para averiguarlo a la etimología de la palabra ciencia. La voz sciens, derivada de la latina scire, conocer, significa literalmente "conociendo" ; de modo que "ciencia " es el acto de conocer, y no el resultado de conocer o conocimiento. Ahora bien, el acto de conocer es el ejercicio de la conciencia y, por lo tanto, la frase "Naturaleza y Ciencia" significan claramente Naturaleza y Conciencia; es decir, el fenómeno de la vida, toda la cual puede abarcarse con la palabra naturaleza, y nuestra apreciación o comprensión del mismo (del fenómeno de la vida) a cuyo acto damos el nombre de conocer o conciencia. La Psicología que, en su sentido más amplio, abarca todas las manifestaciones de la conciencia, es un tema necesario y adecuado a las investigaciones del Compañero masón en su trabajo del segundo grado. 

Pero todavía podemos ahondar algo más y descubrir la razón de que sea la psicología (o estudio de la conciencia) una de las obligaciones del segundo grado. Reduciendo la vida a sus tres términos primarios, llegamos eventualmente al Yo, el No-Yo y la Relación entre ambos. Esta Relación es la Conciencia, constante acción recíproca, acción y reacción, identificación y repudiación, etc. Ahora bien, los tres Grados de la Masonería se relacionan primariamente con estos tres factores de la vida. 

En el Primer Grado nuestro trabajo fundamental consiste en separar al Yo del No-Yo, y apreciar el lugar que a cada uno de éstos le corresponde en la vida. Ordénase al Aprendiz que establezca buenas relaciones entre él y sus compañeros; se le recomienda que practique todas las virtudes sociales y domésticas, y cosas por el estilo. De esta manera, es como al tratar de armonizar con su ambiente, se convierte en ciudadano virtuoso, justo y moral. Así es como llega a comprender algo de los tres factores, o sea, de sí mismo, del mundo exterior a sí mismo, y de su relación con ese mundo. En el segundo grado el proceso da un paso más. Ahora el francmasón ha de aproximarse hacia la conciencia de sí mismo, emprendiendo el estudio definido, detallado y exacto de su ambiente, que es la Naturaleza, y de su relación con este ambiente, o sea de la Conciencia, ciencia o acto de conocer. 

Cuanto él haya adquirido cierto grado de conciencia de sí mismo, y no sólo haya acrecido su virtud y utilidad, sino que además haya aprendido algo del verdadero Oficio de la vida, estará en condiciones de realizar la última etapa de su tarea, el conocimiento de sí mismo, la plena conciencia de su yo. En el Tercer Grado aprenderá a sumergirse en los reinos de la conciencia pura, en los dominios del Yo, dejando tras de sí a todas las formas, exteriores y hasta a su mismo cuerpo; se encarará consigo mismo como puro Ser, y aprenderá que ha de sobrevivir a la muerte del cuerpo: aun más, sabrá que ha de sobrevivir a la misma pérdida de su propia individualidad, cuando llegue a ser Maestro masón. 
Es decir, que el Compañero masón ha de descubrir en la sencilla frase "los Misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia" un grandioso significado y una guía práctica que le sirva para recorrer el ascendente sendero en donde ha de alcanzar la plenitud masónica y ha de realizarse a sí mismo como Maestro. 

El segundo grado, considerado en conjunto, es un llamamiento a la mente individual del Masón, quien ha trabajado firmemente en su naturaleza moral y emotiva durante el aprendizaje. La Ceremonia del segundo grado tiene por objeto presentar ante el Candidato el vasto panorama del campo del conocimiento, con los hombres trabajando de diferentes maneras, cada cual de acuerdo con su temperamento y habilidad, pero todos encaminando sus energías al objeto común de beneficiar a la humanidad. Después, debe elegir su sendero, y marchar y trabajar en el mismo como verdadero y fiel Compañero masón. El ha de ser quien tome la iniciativa, quien elija y quien decida, porque la Masonería no tiene por objeto hacer autómatas que obedezcan ciegamente, sino, por lo contrario, obreros inteligentes capaces de e1egir por sí mismos la parte de la construcción del Templo que sólo ellos pueden realizar, porque cada uno de los Trabajadores es único, individual. 

Cada Compañero masón tiene una tonalidad jamás oída antes, y toda su obra de Trabajador lleva la marca de su propia individualidad, marca que únicamente él puede estampar. En esto consiste la esencia de la ceremonia del segundo grado, la verdadera clave del arco de su mensaje. Y hasta tanto que el masón no haya terminado esta tarea; hasta tanto que no erija una individualidad única, integral y fuerte que se baste a sí misma no estará en condiciones de ocupar un lugar en el ejército de los constructores. 

Existe un interesante paralelismo entre el primer grado y el segundo, admirable ejemplo de la repetición de ciertos temas fundamentales en diferentes grados de la Masonería, temas que se expresan en los términos del grado en que se trabaja. 

Así, en el grado de Aprendiz se hace hincapié en la libertad de voluntad del Candidato; 
se le pregunta si es hombre libre, si viene a la Masonería espontáneamente, sin haber sido influenciado por nadie, y si se ofrece libre y voluntariamente. Inmediatamente después de haber prestado la solemne promesa, se le hace saber que la Masonería es libre y pide perfecta libertad de inclinaciones al aspirante a sus misterios. En el primer grado es importantísima la libertad de motivo. 

De forma que no ha de haber coacción ni persuasión, sino que la iniciativa ha de partir del candidato. 
En el segundo grado vuelve a hacerse hincapié en la libertad, si bien menos directamente que en el primero. En el grado de Compañero, en que se da por sentado que los motivos se han purificado en el anterior, la libertad es cosa de elección mental, más que emocional, y cuestión de juicio, más que de sentimiento. El candidato ha de elegir entre los múltiples campos de trabajo que se despliegan ante su vista el sendero que desee recorrer. 

No se le aconseja, ni sugiere nada acerca de lo que mejor le convenga, porque ha de ser él mismo quien lo haga todo. Tan sólo se puede decidir cuál ha de ser la línea que ha de seguir. Para entonces ha de haber llegado a su individualidad, o estar próximo a ella, secreto nombre escrito en su corazón, que sólo es capaz de leer el que lo recibe. Así es como vuelve a pedirse al masón que tenga iniciativa - iniciativa plena, libre, no coartada por nadie, ni por nada, - en lo cual consiste la suprema lección de este grado. 

Esta tarea no es fácil, puesto que el Obrero no ha llegado todavía en esta etapa al Centro, ni "ha encontrado al Yo". Sin embargo, ha de hacer el escogimiento, pues si dejara de hacerlo sería destruido por las circunstancias, y perdería de vista el angosto y único sendero que le puede conducir hacia la meta. 

Una de las mayores dificultades que ha de afrontar el Obrero es la de permanecer completamente solo mientras hace el escogimiento, cosa que se le hace difícil porque ha de verse obligado, aparentemente, a separarse de sus hermanos y a insistir en esa separatividad con que tuvo que combatir ardientemente en el primer grado. Porque en el primer grado desarrolló el sentimiento de la fraternidad y de la unión, fortaleciendo los fuertes lazos de afecto que le unían a sus camaradas masónicos; pero cuando llegue a ser Compañero, ha de obrar como si ignorara estos poderosos afectos, porque estos pueden ayudarle a resolver su problema, el cual sólo él debe solucionar, ya que es diferente al de todos los demás masones que llegan al grado de Compañero. 

En la afirmación de su Individualidad, en la expresión de su propio carácter que le distingue de todos los demás Obreros, existen dos principios encauzadores que indican los límites de su elección. La individualidad no debe de ninguna manera entremeterse en los derechos ajenos ni menoscabarlos, pues ha de "mantener los principios inculcados en el Primer Grado". Tampoco debe olvidar nada de lo aprendido en el primer grado, ni vulnerar ninguno de los principios de la virtud y de la conducta moral. El segundo principio por que se ha de guiar consiste en obedecer las leyes del segundo grado, que se simbolizan de modo tan vívido en sus I. de T.; es decir, en la Escuadra y la Plomada (el Nivel no es más que una combinación de los otros dos). La E., base de la Geometría o de la medición, es el principio del conocimiento o ciencia, y la conducta de la ley física más fundamental de la naturaleza, es decir, de la gravitación, cualidad primaria de la materia. Por lo tanto, las leyes de la ética, así como las de la Naturaleza se enseñan al Obrero como principios guías que ha de tener presentes al: crear o expresar su Arte o Individualidad. 

Ahora ya hemos estudiado algunas de las razones de que el llamamiento del segundo grado sea tan fundamentalmente diferente del correspondiente al primer grado. El mensaje del primer grado es de purificación, como corresponde al necesario paso que se ha de dar para adquirir y emplear adecuadamente la sabiduría, pues el Grado dice: "sé puro, no hagas mal" . Este llamamiento provoca una respuesta que, corrientemente, viene a apoyar la creencia en la bondad esencial de los corazones humanos, y desmiente la perversa doctrina del "pecado original". Por otra parte, el mensaje del segundo grado es también de trabajo hábil, el cual sólo lo pueden realizar quienes han adquirido conocimientos. La exhortación del grado es: "busca la sabiduría; aprende a hacer las cosas bien". 

La adquisición de la virtud es, relativamente hablando, menos difícil que la educación y enriquecimiento de la mente, puesto que no es imposible eliminar el odio, y además, el acrecimiento del amor se realiza rápida y regularmente en cuanto que se han roto las barreras de aquel. De modo que no es inconcebible una vida de perfecta virtud. 

En el mundo de la mente, no ocurre lo propio, puesto que el horizonte no se ve, y el saber parece no tener límites. Para la mente la vida es casi infinitamente compleja, y los vislumbres de sabiduría que con trabajo logramos divisar nos revelan el vasto abismo de 
ignorancia que hemos de salvar antes de que penetremos en los misterios de la naturaleza y de la ciencia. La adquisición del conocimiento suficiente que nos permita afrontar juiciosamente todos los problemas de la vida con que luchamos a diario es más lento y difícil de consumar que el anhelo de vivir de acuerdo con los preceptos de la virtud y de la moral. 

Además, en la vida moral nos es provechosa la ayuda que nos prestan quienes huellan el mismo camino que nosotros. La vida de la mente es, por lo contrario, mucho más individualista, pues exige que cada cual afronte sus problemas en soledad casi absoluta y casi siempre sin ayuda ajena. 
Así que la enseñanza íntegra del segundo grado se enfoca hacia la idea central de la individualidad. 

Cada Trabajador ha de aprender su Oficio siguiendo una línea propia, insistiendo en sí mismo y no imitando jamás, como dijo Emerson. El individuo no estará en condiciones de soportar la suprema ordalía que le aguarda en el Grado de Maestro Masón, hasta que se estabilice y afiance firmemente en la fuerza de su Arte. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 4



CAPÍTULO IV 
LA INVESTIDURA 

El discurso de Investidura que pronuncia el P. V. en el primer grado es uno de los trozos más notables del ritual de la Masonería. 

El acontecimiento en sí dramático y de gran significación para el aprendiz recién iniciado va acompañado de palabras cuya belleza sobresale entre muchas cosas bellas seleccionadas para conjurar por asociación visiones repletas de intensas sugerencias emotivas, históricas, místicas y artísticas. 

Dramático momento aquel en que se ciñe la Insignia al nuevo hermano, investido por primera vez con el nombre de Francmasón. 

En el curso de la iniciación ha pasado simbólicamente él por numerosos peligros, pruebas y dificultades; y después de haber triunfado de todo, se aproxima al lugar de la L., y encuentra la luz. Una vez que ha sido él admitido por la Logia como miembro de la Antigua y Honorable Fraternidad y ha prestado el J. o solemne P., es debidamente. Aceptado y saludado como Hermano. El aprendiz aprende un S. S., un t. y una p., secretos con los que se podrá dar a conocer a todos los hermanos del mundo. Luego se pone el sello final a la obra, y se confía al aprendiz el signo externo de francmasón, siendo desde entonces un masón investido y perfecto. 

Muy obtusa ha de ser la imaginación del candidato que no se sienta conmovido profundamente cuando escuche las solemnes palabras que le dirige el Oficial investidor. El Águila romana, el Vellocino de Oro, la Orden de la Jarretera .... ¿ Existen en nuestro idioma otras frases más impregnadas que éstas con el aroma de la historia, con las glorias del pasado, con las insaciables aspiraciones de los místicos y de los videntes de todas las épocas, con el romance y la gentileza de la caballería, con los honores que conferían los reyes a los grandes del país? En los inolvidables momentos que ocupa la ceremonia de la Investidura, desfilan por nuestra imaginación tumultuosas imágenes, en las que oímos el rumor de las pisadas de las poderosas legiones romanas dando al viento sus banderas, en las que recordamos el espíritu aventurero de los caballeros que, en indomable búsqueda por la tierra toda, desafiaban peligros, pasaban privaciones y vencían dificultades, y tenemos la visión de cortes y tronos en donde se conceden con magna pompa honores y favores reales. 

Razón tiene el Aprendiz para sentirse tan orgulloso como cualesquiera de los que han recibido los dones supremos, pues oye que le dicen que no hay en el mundo cosa tan bella como ese sencillo distintivo, con el que se han honrado desde tiempo inmemorial los puros de corazón, los verdaderos masones. De esta forma el flamante hermano siéntese ligado a los siglos pasados, ver desfilar y ante sus ojos las generaciones que le precedieron en la escala masónica. 
"Nunca habéis de manchar su blancura." ¿Hay algún Aprendiz que no se haga en ese momento solemne voto de apartar de sí todo lo que pueda manchar su hermoso e inmaculado distintivo? "El distintivo de la Inocencia" ha de recordarle seguramente la inocencia de la niñez. "El vínculo de la amistad"..... no cabe duda que querrá llevarlo como tal. 

Y oyendo las palabras del V. M. hace voto de desterrar de sí todos los pensamientos de 
animosidad hacia sus hermanos. 

El contenido y el alcance de estas breves sentencias son inmensos. Ellas abarcan todas 
las etapas de la vida, con sus ideales: la bandera del soldado, el santuario del devoto, el honor del estadista, la inocencia del niño y la camaradería del hombre. La escena de la investidura es una joya dramática, un acabado triunfo del arte, un digno remate de una espléndida ceremonia. 
Muchos masones preguntan, por qué no es el V. M. el Oficial Investidor en vez del P. V. 
Este punto tiene mucha importancia, tanto desde el aspecto filosófico, como desde el punto de vista individual, y merece ser estudiado. 

No obstante es necesario que examinemos antes con detenimiento la relación exacta que existe entre el V. M. y el P. V., para poder apreciar debidamente el problema y comprender en todo su alcance esta parte de la ceremonia. 

Estudiemos primeramente las relaciones generales existentes entre estos dos Oficiales principales. Están situados en partes opuestas de la Logia; enfrente uno del otro. Uno de ellos mira hacia Occidente, y el otro, hacia Oriente; es decir, que uno dirige la mirada hacia la luz, y el otro la aparta. Se encuentran en los dos polos, entre los cuales se teje la trama de la vida. Son el Yo y el No-Yo, el Uno y su Reflejo; el espíritu y la materia, la vida y la forma, el alma y el cuerpo. El V. M. representa la Luz, el Sol naciente, la aurora, la mañana; el P. V. es el símbolo de las Tinieblas, del Sol poniente, de la Tarde. El uno es el principio; el otro, el fin; aquel abre el día, éste lo cierra anunciando la llegada de la noche. El V. M. es la vida desbordante e infinita; el P. V. es la fuerza o rigidez omnipotente que contiene y domina a la vida; aquel ilumina e instruye; éste refleja y distribuye. 

El V. M. es el centro; el P. V., la circunferencia: el primero es lo interno, y el segundo, lo externo. 
Ahora bien; el mandil, distintivo del francmasón, !es la prenda más usada de todas: es el signo visible y externo del miembro de la Orden, la representación exterior de la verdadera naturaleza del hombre interno. El Mandil no es en sí la realidad interna, ni la pureza, ni la inocencia, ni la fraternidad; sino, más bien, el símbolo de todas estas cosas, la representación en la forma y la materia de todas estas realidades espirituales. 

De ahí que el Distintivo, que es un objeto material y una forma exterior, sea ceñido por el Oficial que representa las cosas externas. 

El V. M. da la luz pura y blanca de la verdad y de la iluminación; pero el P. V. presenta la vasija que contiene luz. El V. M. comunica los s....s y dice la p.., pero el P. V. confiere el distintivo exterior que proclama que el A. posee todos estos s....s. La vida emana del V. M.; la forma, del P. V. El V. M. prepara al corazón; el P. V. viste al cuerpo. El V. M. abre las puertas de la vida al candidato; el P. V. otorga la forma que revela la naturaleza de la vida, dándola un medio para que pueda manifestarse. 
Basta ya de los aspectos generales del problema. Veámoslo ahora desde el punto de vista del individuo. 

El ceñimiento del Distintivo es el hito que señala una etapa definida en la vida del individuo; es un paso de avance dado en el progreso evolutivo, y un pórtico que da acceso a una vida nueva y más noble. Nadie puede llevar a un hombre a la Francmasonería si él no se presenta espontáneamente como candidato a los secretos y misterios de la Antigua Francmasonería en calidad de hombre libre movido por la luz secreta de su espíritu. 

Otros hombres pueden mostrarle la luz; pero no pueden hacer que la vea, ya que quien ha de dar los primeros pasos ha de ser él. El aspirante ha de apoyarse en su propia fuerza y no en la ajena. Los demás le señalan el camino; pero él ha de ser quien lo recorra. 
Su ser interno, su V. M., le otorga la luz; pero su propia Voluntad, su propia fuerza ha de impelerle a caminar en la luz y a difundirla para que sus hermanos participen de ella. 

De ahí que el P. V., quien en lo individual simboliza la Voluntad, ciña al A. el Distintivo que proclama el paso que el nuevo masón acaba de dar . 
La escena de la investidura es, pues, una de las más dramáticas, conmovedoras y significativas del primer grado. Impresiona de tal modo a quien se aproxima a la Francmasonería con pura intención, que jamás la olvida. 

El Mandil francmasónico, considerado filosóficamente, llena todos los requisitos de la clásica definición del sacramento: pues es "un signo sensible y exterior de una gracia espiritual e interna." El A. que comprende bien su significación reconoce que acepta y se viste este signo exterior y visible espontáneamente; sabe que ha tomado con entera libertad la determinación de recorrer el sendero de purificación que le ha de llevar a la iluminación, y comprende que, al aceptar el Distintivo, se compromete a realizar la obra que él mismo se ha impuesto. Ha hecho voto solemnísimo de caminar siempre adelante, y no puede retroceder, a menos que falte a su promesa. La suerte está echada; el primer paso está dado, y él ha de avanzar continuamente hasta unirse a la luz en que tiene puestos los ojos. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 3



CAPÍTULO III 
LOS I. DE T. DEL PRIMER GRADO 

La presentación de los I. de T. del primer grado al hermano acabado de iniciar es uno de los más vívidos y bellos episodios de la ceremonia, al par que las frases con que se describen estos Instrumentos, tomadas de las Sagradas Escrituras son de las más hermosas del Ritual. Casi todo el mundo está familiarizado con estos Instrumentos, pero pocos son los que los han asociado con significaciones más profundas que las indicadas por el S. V. 

Sin embargo, en nuestra interpretación de la Francmasonería tenemos como especial propósito el de ahondar todo lo posible en los significados más ocultos de nuestros símbolos, lo cual ha de hacer posible que demos significación espiritual a objetos y actos completamente ordinarios. Con este ejercicio imaginativo llegaremos a comprender gradualmente que toda acción y todo objeto de nuestra vida vulgar tiene significación espiritual al propio tiempo que material. 

En cuanto comenzamos a estudiar los Instrumentos de Trabajo del primer Grado y meditamos acerca de ellos, nos percatamos casi de una ojeada que no se eligieron al azar entre los útiles de los albañiles. Al contrario, su significación filosófica y simbólica es tan profunda que nos transporta directamente al corazón o núcleo de nuestros más fundamentales conceptos sobre la vida y el trabajo. 
Antes de entrar en materia, bueno será que anotemos de paso la evidente correspondencia existente entre los tres Instrumentos de Trabajo del primer Grado y los tres Principales Oficiales de la Logia. Así, la Regla .de 24 pulgadas que se emplea para medir y planear la obra, corresponde a la Sabiduría del V. M., quien también ha de medir y planear cuando dirige. El M. que se utiliza para golpear tiene relación con el P. V. cuya cualidad es la fuerza, y cuya misión consiste en la transmisión de la energía. El C. corresponde al S. V., porque, así como éste representa el elemento de Belleza, así el C. es el instrumento con que el masón cincela la piedra tosca, creando en ella líneas, superficies y molduras para embellecimiento del edificio. 

Y, si estudiamos más profundamente todavía la significación de nuestros instrumentos de trabajo, descubriremos que representan el conjunto de la vida manifestada en sus tres aspectos de Cognición, Emoción y Actividad. El Yo tiene tres modalidades de conciencia cuando entra en relación con el No-Yo: pues puede conocer, sentir y obrar. Nosotros no conocemos ninguna modalidad más de la conciencia, pues la vida que nosotros experimentamos se halla comprendida en esta triple posibilidad de conocer, sentir y obrar. 

Ahora bien, el conocimiento se deriva de la observación, de la medida que se obtiene al utilizar la Regla de 24 pulgadas en una forma u otra. La Acción es la aplicación de la fuerza, que llevamos a cabo por medio del M., mientras que el C. les el instrumento con que nos ponemos en contacto con la materia del mundo externo y con que ejecutamos nuestra voluntad en ella, contacto que, en términos de conciencia, es la cualidad de sentir. 
De manera, que nosotros "conocemos" con la R. de 24 P. " Sentimos " con el C. y "Obramos" con el M. 

Y si ahondamos más, descubriremos que hay tres cosas necesarias en toda obra inteligente: la primera es nuestro plan o proyecto; la segunda, la energía o fuerza que nos proponemos dedicar a nuestra tarea, y la tercera, el instrumento real con que ejecutamos el trabajo. Claramente se ve que estos tres elementos se simbolizan gráficamente por nuestros tres Instrumentos de Trabajo. Porque hacemos nuestro plan con la R. de 24 P.; aplicamos nuestra fuerza por medio del M. y llevamos a cabo, realmente, el trabajo con el C. De manera, que estos tres útiles son arquetipos de toda posible variedad de instrumentos pertenecientes a las tres clases. 

Pero estudiemos ahora detalladamente estos tres Instrumentos de Trabajo, empezando por la R. de 24 P., que es el más fundamental y trascendental de todos para el hombre. 
La función de la R. de 24 P. consiste naturalmente en medir la longitud. Ahora bien; la medida de longitud es la base de las medidas de todo género en todos los departamentos 
de la vida. como saben muy bien los hombres de ciencia. No existe ni conocemos otra base imposible. Unicamente cuando medimos la longitud de los objetos es cuando llegamos a comprender lo que son. Esto, no sólo se aplica a las líneas, sino, como es natural, también a las superficies, volúmenes y ángulos, puesto que las unidades en que éstos se expresan se basan en último término en la medida de longitud. Así también hemos de decir que la única forma de localizar o determinar la posición de un objeto respecto a otros se basa en el empleo de la medida de longitud, por ejemplo, en el de la R. de 24 P. La forma de los cuerpos no se puede describir si no se recurre a los términos de la medida longitudinal. 

Aun más, no sólo los objetos materiales, sino, además, todo acontecimiento o fenómeno 
de la naturaleza sólo se puede describir y medir en términos de medida de longitud, en último análisis. Así por ejemplo, la luz y el color sólo se pueden medir y, por consiguiente, describir por la longitud o velocidad de sus ondas cuyas dos cualidades implican la medida de longitud como esencial ingrediente. Lo mismo puede decirse respecto a todas las otras formas, como el calor, el sonido o la electricidad. 

El peso de un cuerpo, que no es más que una manera de escribir la fuerza de gravedad, tan importante para el masón, se mide en términos de unidades de longitud. Todas las propiedades de la materia conocidas por nosotros se representan finalmente en términos de medida longitudinal, ya se trate de textura, dureza, elasticidad, calor específico, durabilidad o de lo que sea. Idéntico principio se aplica a la medición de la velocidad y de los movimientos de todo género ya se trate de átomos y moléculas, o de trenes, planetas y estrellas. 

Cuando medimos la energía de los músculos, del vapor, de la electricidad, de la energía interatómica o de la radioactividad no conocemos otro modo de expresar las observaciones o cálculos que el de la regla. 

Otro hecho científico bien conocido es el de que el tiempo no se puede medir más que con términos de espacio, puesto que la única manera de estimar su transcurso consiste en registrar fenómenos de movimiento, movimiento que, como es natural, sólo se puede expresar con términos dependientes de la medida longitudinal. Si careciésemos de nuestro sistema de medición del espacio, no sabríamos como registrar el transcurrir del tiempo. 

De manera que el tiempo y el espacio, la materia y la fuerza, y todas las combinaciones 
conocidas de estos elementos primarios con que se elabora nuestra vida ordinaria, Únicamente pueden medirse, conocerse y comprenderse valiéndose de la medida de longitud, de la R. de 24 P.; es decir, que la base de toda ciencia o conocimiento radica en el empleo de la R. Este principio les aplicable a todos los departamentos de la experiencia y del conocimiento humano, puesto que hasta cuando se trata de arte, de filosofía o de religión es preciso reconocer que las únicas ideas cognoscibles e inteligibles relativas a estas manifestaciones humanas son las que se pueden medir o estimar de algún modo, ya que, en donde la medición termina, es donde comienza la ignorancia o la conjetura. Nuestro saber es tanto como nuestra habilidad en medir, ya se trate de pesar un pedazo de piedra, comode apreciar el valor espiritual de una idea. 

No obstante, existe aun otro campo de aplicación de la R. de 24 P. Por necesidad ha de ser ella el primer Instrumento de Trabajo del Masón, ya que, hasta tanto que haya sido aplicada la R. de 24 P. no se puede emplear útilmente ningún otro. Todo trabajo útil se realiza aplicando los instrumentos de trabajo donde corresponde, lo que únicamente se puede hacer bien valiéndose de la R. Si así no se hiciera aquéllos se convertirían en instrumentos destructivos. El arte de la vida consiste en aplicar nuestros poderes y facultades, que son nuestros instrumentos, en el sitio y momento precisos. 
Creo que es clarísima la razón de que la R de 24 P. sea el primer I. de T. que se entregue 
al A. Ella es, naturalmente, la primera cosa esencial en la ejecución de obras de todo género, y lo es también de la adquisición del saber en que se basa la habilidad de todo artífice. Si nos percatamos bien de la naturaleza y objeto de la R. de 24 P. se nos revelará el maravilloso tesoro de significación simbólica existente len los símbolos vulgares de la Francmasonería. Este estudio preliminar del primer I. de T. con que tropezamos en nuestra vida masónica ha de facilitarnos el camino para llegar a comprender los otros instrumentos de este Grado, el M. y el C., que vamos a estudiar a continuación, empezando por el M. 

Hemos visto antes ya que el M. representa el poder o la fuerza, ya que es un instrumento que sirve para golpear. Representando el método más sencillo y elemental de aplicación de la fuerza, es el símbolo de todas las formas físicas, morales, mentales y espirituales de la misma. El que sea esto así se aclara cuando se explican los I. de T. en el primer grado, diciendo que son símbolos del trabajo manual, al propio tiempo que de la parte superior de la naturaleza humana, o sea, de la conciencia. 

Ahora bien, la vida del hombre consiste en mover la materia, en trasladarla de un lugar a otro, principio que puede aplicarse tanto a las formas supremas del trabajo filosófico y espiritual, como a las actividades puramente mecánicas o manuales. Toda acción se reduce en último extremo a mover materia, ora se trate de la substancia de la tierra y de todos los objetos que con ella fabricamos, ora de la materia de las mentes humanas, de la substancia de las almas y hasta de la urdimbre imaginativa con que se crean los sueños. La fuerza blandida por el hombre y el poder que éste ejerce sobre la materia y los acontecimientos, consisten al fin y al cabo en que puede mover la materia de un lugar a otro. El primer instrumento que imaginó el hombre primitivo para mover la materia del plano material es el M.; y cuando fabricó el mazo o martillo rudimentario, que probablemente consistiría en un pedazo de piedra que asía con la mano, inauguró una nueva era; la era de las herramientas, la era en que empezó a valerse de cosas ajenas al cuerpo para conseguir lo que se proponía. Este paso dado en la evolución es tan importante, que algunos hombres de ciencia han definido al hombre como animal fabricador de instrumentos. Y traduciendo esta definición al lenguaje masónico  podríamos decir que el hombre es un ser que lleva un M. en la mano. El hecho de que el hombre se atreviese a agarrar este M. es un acto de significación importantísimo; ya que 
con ello dió comienzo la aurora de la conciencia del poder, aurora en que el hombre tuvo el primer vislumbre de su divinidad latente. Hoy día el Maestro de la Logia es el hombre que ase el M. con la mano, para simbolizar el derecho que tiene a dirigir la Logia. 

Permítasenos una pequeña digresión en el campo de la ciencia natural, pues quizás sea interesante examinar como todo fenómeno, así como todas las actividades del hombre y de las máquinas se deriven del empleo del M., de la descarga de un golpe. 

Todas las fuerzas de la Naturaleza son descargas o golpes. La luz consiste en una forma de impulso dado al éter o a los corpúsculos; esto mismo vienen a ser el sonido, la electricidad, el magnetismo y, probablemente, la afinidad química y la gravitación. El viento es el golpeteo de unas partículas de aire contra otras; la música de los árboles es el choque de sus ramas; las florecillas y los árboles se abren camino en la tierra a fuerza de empujar; las olas arremeten contra la costa, y las partículas de agua se empujan al descender por el lecho del río hacia el océano. En todo fenómeno se observa que las partículas de materia se golpean y empujan entre sí incesantemente. La Naturaleza ase un M. en cada una de sus infinitas manos. 

También las máquinas fabricadas por el hombre son M. perfeccionados, puesto que todas ellas se basan en la proyección o descarga de golpes o impulsos. Él hace que el fuego lance partículas de combustible y que produzca calor y gases. Él hace que el vapor impulse al pistón, y que cada miembro de la máquina empuje al que él le conviene. Él hace que la fuerza magnética haga girar a la armadura y que se produzca electricidad. Él hace que la electricidad hienda el éter y transmita su mensaje por toda la tierra. En las primeras etapas de la evolución humana el hombre es el M. de sí mismo, y utiliza la fuerza de sus propios músculos; pero a medida que su alma se desarrolla, se va apoderando de los M. de la Naturaleza, y ordena a ésta que le obedezca, unciendo sus energías para que le sirvan. La Naturaleza acaba por convertirse en su M., en su sierva. 

Esta es la primera lección del M. La lección de la fuerza o poder del músculo, la sensación, la moción, el intelecto y la espiritualidad. Este poder es ilimitado, porque dentro de nosotros existe una reproducción del G. A. D. U. cuyo poder es omnipotente, como se nos dice en la Apertura de la Logia. Más tarde trataremos de esto, cuando estudiemos la significación especial del M. al trabajar en conjunción con el C., porque la individualidad del masón encuentra su expresión en el filo del C. 
Estudiemos ahora el C. La fundamental del C. consiste en su poder de cortar, de abrirse paso en la materia. Para poder realizar su función perfectamente ha de tener un filo cortante y resistente en proporción a la obra que con él se ha de realizar, y. además, ha de ser capaz de recibir y transmitir la fuerza que se le aplique por medio de las diferentes clases de mazos. 
En casi todas las artes, oficios e industrias se utilizan instrumentos cortantes, y basta examinarlos cuidadosamente para percatarse de que todos ellos se basan en el cincel y son modificaciones y aplicaciones de esta herramienta. Para comprender esto mejor, estudiemos las artes de trabajar la madera, el metal o la piedra. 

Los variadísimos instrumentos ideados para pulir los materiales, o para hacer estrías y molduras en ellos consisten en cinceles de diferentes modelos fijos en mangos o asas. Similarmente, todas las clases de taladros, barrenas o brocas se abren paso en el material 
por medio del biselado borde de cincel existente en el extremo de la herramienta. Todas las variedades de limas y sierras consisten, también, en numerosos cinceles, pues cada diente es un cincelito que corta precisamente como todos los cince1es lo hacen. El agricultor se vale de un cincel en forma de arado, grada o azada, para abrir la tierra; y las hoces, guadañas, segadoras mecánicas, etc., no son sino cinceles a los que se ha dado una forma adecuada con lo que de ellas se exige. Las tijeras y tenazas de los obreros son cinceles unidos a pares. Hasta todas las formas de pulverización, de molienda y de bruñido que constituyen la base de muchos oficios, se fundamentan en el principio del cincel, pues las diminutas partículas de la muela actúan como pequeñísimos cinceles, que fragmentan el material con que entran en contacto. 
No es necesario proseguir para percatarse de que todos los instrumentos cortantes utilizados por el hombre son cinceles cuya forma depende de la naturaleza del trabajo que han de realizar . 

La aplicación del principio de esta herramienta a los mundos moral y mental es fácil de descubrir. Así como el C. del trabajador de la piedra ha de estar fabricado con material y bien templado, ha de tener un filo cortante y ha de ser capaz de recibir y transmitir la energía que se descargue sobre el mango; así también el masón especulativo ha de poseer cualidades morales, facultades mentales y poderes espirituales con características correspondientes. El hombre solo puede actuar sobre el mundo que le rodea e incluso sobre su naturaleza propia, aplicando los poderes que en sí posee por medio de los órganos de sus diversas facultades. El material de que han de estar hechas estas facultades ha de ser sano: sentimientos generosos y buenos, una mente bien dotada, y educada, una naturaleza espiritual pura y profunda. En todos los actos que haya de realizar él, sus poderes o energías han de dirigirse a un punto o filo, concentrándose en la obra; porque si no hay concentración, la fuerza se dispersa y el éxito es imposible. El hombre debe abrirse paso neta y puramente a través del laberinto de la vida, sin consentirse jamás desviaciones del propósito trazado. En lo moral, no debe apartarse de la estricta línea de la virtud; en lo mental, su mente no debe torcerse ni perder la dirección: ha de abrirse paso entre lo falso y lo aparencial, desdeñando lo que no es esencial, para concentrarse en lo que lo es; en lo espiritual, ha de poseer veraz y penetrante discernimiento, de manera que pueda ahondar en el corazón de las cosas y ver lo invisible tras de lo visible. 

Además, los poderes del hombre han de estar en condiciones de resistir la prueba de las 
dificultades, obstrucciones y golpes producidos por las desilusiones y el fracaso, porque entonces es cuando se ponen verdaderamente a prueba el verdadero temple y la calidad de aquellos poderes. A veces, queda destrozado al hacer un esfuerzo violento, del mismo modo que el filo del cincel se mella, y a veces, es desviado de su propósito, como el borde del cincel. La naturaleza del hombre puede destrizarse o quebrarse como el material de una herramienta deficientemente fabricada, o puede resistir su labor sin desviarse con perfecta elasticidad y rebote como el bien templado acero. 
Una vez estudiados los tres I. de T. por separado y con algún detalle, quizás sea conveniente comparar y contrastar las funciones pertenecientes a cada uno de los miembros del grupo. 

Al principio no podemos menos de pasmarnos ante las diferencias fundamentales y radicales existentes entre la función de la R. de 24 P. y las del M. y del C. El primero es 
esencialmente un instrumento estático, los otros dos son dinámicos. Aquél indica el camino; éstos, lo recorren. La R. de 24 P. sólo puede emplearse bien cuando está estacionaria; mientras que los otros instrumentos sólo son útiles cuando se ponen en movimiento. 

La R. es rígida, inflexible y fija; además, su longitud se ha determinado de una vez para 
siempre: los otros dos son esencialmente móviles, flexibles y capaces de adaptarse infinitamente a las necesidades del trabajo y del operario. La R. es impersonal, mientras que en el M. y el C. se infunde la personalidad del individuo que con ellos trabaja. 

El Aprendiz se percata fácilmente de lo que todo esto significa. En la vida hay siempre polos de espíritu y de materia; y mientras que los principios de la vida son fijos, las aplicaciones de los mismos al trabajo práctica han de ser infinitamente flexibles. Los ideales impersona1es deben dirigir a las energías personales. Y así como cada golpe dado con el mallete sobre el C. ha de tener por objeto el cortar la piedra en la medida señalada por la R. de 24 P., así también los actos del masón han de obedecer fielmente a los mandatos de la mente. Toda obra inteligente ha de ir precedida de un proyecto, cuya tarea sólo puede realizarse con la mente, la cual toma sus medidas y dirige todas las actividades hacia el fin propuesto. 

Así, pues, los tres I de T. del primer grado representan la triple naturaleza del hombre o, por lo menos, su triple naturaleza externa, o sea, el cuerpo, los sentimientos y la mente. 
El hombre se diferencia de los animales por su mente, su inteligencia, su poder de planear cosas, en una palabra, por su R. de 24 P. y así como la R. de 24 P. es necesariamente siempre el instrumento primero y más importante de que se vale el albañil y determina el uso que éste hace de las demás herramientas, así también la mente es de suprema importancia para el hombre, ya que de su correcto empleo depende su naturaleza de hombre. La función de la inteligencia consiste en dar órdenes; y la de los deseos y del cuerpo, en obedecer. 

Estudiando detenidamente la significación del mallete y del cincel como instrumentos de utilización acoplada, pueden descubrirse cosas de gran valor para los masones; pero si tal hiciéramos, elevaríamos nuestro estudio hasta un grado superior. Estudie el aprendiz su propia naturaleza con paciencia y perseverancia, separando en su conciencia tan distintamente como le sea posible los tres factores de su yo externo: el cuerpo, los sentimientos o sensaciones y la mente. Luego, ha de ver en el M. la representación simbólica de todo poder que le da energía, el cual debe aprender a dirigir y manejar. En este poder ha de descubrir la Fuerza Omnipotente. En el C. ha de ver todas sus facultades, las cuales debe desarrollar, educar y atemperar a los propósitos de la obra que tiene ante sí, que no son otros que la construcción del Templo Sagrado. 

Y en la R. de 24 P. ha de descubrir su humanidad, Divino poder de la razón que ha de adueñarse de la morada corpórea, irigiendo todas las cosas hacia el único gran objetivo: el servicio del hombre y la gloria del G. A. 

Y a medida que pondere todas estas cosas y perfeccione sus facultades de forma tal que la energía en él existente pueda obedecer por medio de éstas a los mandatos de la mente realizando bellas obras de artífice, descubrirá el secreto de su individualidad, que al emerger en el mismísimo filo de su cincel le capacita para dibujar su marca única y singular, signo de su propiedad exclusiva por derecho de nacimiento que sólo él puede trazar. 

Invocações e Evocações: Vozes Entre os Véus

Desde as eras mais remotas da humanidade, o ser humano buscou estabelecer contato com o invisível. As fogueiras dos xamãs, os altares dos ma...