¿Qué lazo más noble que el de amigo?
¿Qué algo más noble puede conceder un hombre que su amistad?
Las relaciones que comporta la vida común y corriente se rompen fácilmente, pero hay un vínculo que persiste a través de la eternidad, y es el de la confraternidad, la unión de los átomos, la amistad del polvo estelar en su camino por los espacios infinitos, la hermandad de los soles y los mundos, de los dioses y los hombres.
Las manos enlazadas por la amistad se unen con un lazo eterno: la camaradería del espíritu. Nadie más desolado que el que no tiene amigos. Y nadie más honrado que aquel a quien sus virtudes le han dado una amistad.
Tener un amigo es bueno, pero ser amigo es mejor.
El titulo más noble que se le diera a un hombre, el distintivo más elevado que hayan discernido los dioses, fue aquel que saliera de los labios de Jove al contemplar a Prometeo: “¡He ahí un amigo del hombre!”
Quien sirve a los hombres, sirve a Dios.
Éste es el signo de la fraternidad de nuestra Orden, porque las manos entrelazadas por la amistad sostienen y vivifican el plan divino. Los lazos del parentesco pueden disolverse, mientras que la amistad subsiste.
Servid a Dios mediante la amistad: como amigo del alma de todo lo humano, sirve a sus necesidades, ilumina sus pasos y allana su camino.
Que el mundo, en acorde unísono, pueda decir del Masón: “He ahí un amigo de todo el mundo”.
Que también diga al referirse a la Logia: “Es sin duda un círculo de amigos, camaradas en espíritu y en verdad”.