segunda-feira, 24 de abril de 2023

J. M. RAGÓN - GRADO DE ESCOCÉS

SEGUNDA ORDEN

GRADO DE ESCOCÉS

HERMANOS MÍOS:


Antes de pasar a interpretar el grado que nos ocupa es conveniente que demos una rápida ojeada al objeto de las cuatro sesiones precedentes.


En las dos primeras hemos tratado de los misterios antiguos, conocidos con los nombres de misterios menores y mayores, los cuales nos han facilitado la interpretación de los dos primeros grados simbólicos, que son los únicos de la Masonería que se han calcado de las iniciaciones antiguas.


El desarrollo del grado de maestro, hecho en la tercera sesión, ha demostrado hasta la evidencia que las religiones de los pueblos antiguos procedían de fuentes idénticas, y que el culto solar ha dado varias veces la vuelta al mundo. La alegoría con que este hecho se representa nace en este grado y se termina en el de electo. En la cuarta sesión hemos abierto el curso capitular interpretando la recepción en el hermoso grado de electo, el cual constituye el complemento esencial del grado de maestro, es decir, de la antigua Masonería. Tanto sus alegorías, como su divisa de vencer o morir, como la palabra nekum, la cual no es más que el grito simbólico de los iniciados antiguos, y como la joya que todavía espanta a los ignorantes porque tiene forma de puñal —puñal que recuerda a los adeptos el de los misterios de Mithra, en que la hoja era negra, y el mango, blanco, para designar los dos principios— son símbolos que han dado lugar a interpretaciones satisfactorias, en las que nosotros hemos reconocido el sistema físico de los antiguos y sus ideas relativas a la generación de los cuerpos.


Este momento es a propósito para hablar de los números, cuyo estudio no carece de importancia.


DE LOS NÚMEROS


“La armonía social debe a los números sus relaciones, del mismo modo que las leyes les deben su existencia, porque todas las cosas han sido hechas según las eternas proporciones de los números; los cuales constituyen la base del orden universal y el lazo que enlaza a todas las cosas.


“Por lo tanto, es conveniente y esencial que os enseñemos a interpretar el lenguaje de los números tal como lo hacían los pitagóricos. Tan en uso han estado los símbolos numéricos entre los orientales que se encuentran incesantemente en sus libros, pues enseñaban su doctrina de esta forma, sin divulgarla y sin ocultarla. Estos jeroglíficos vienen a ser la cuna de la moral, como teniendo derecho a indicar el precepto sin expresar definiciones de ninguna especie y sin largos razonamientos.”


Como los masones han empleado los tres primeros números impares para formar una Logia, puesto que tres la gobiernan, cinco la componen y siete hacen que sea justa y perfecta, han creído, también, que debían aplicar estos números a sus primeros grados. Por eso el tres es la característica del aprendiz; el cinco, la del compañero; el siete, que expresa la edad del maestro; el nueve, la del electo; y la batería del grado de escocés es la recapitulación de estos números impares, es decir, veinticuatro.


Esta distribución numérica es contraria a la interpretación primitiva y simbólica de las potencias numéricas.


El rito francés es el único que distribuye los números convenientemente. Su significación no se puede explicar en los demás regímenes, porque los fundadores de grados la han ignorado o por lo menos la han dado al olvido al redactar sus ritos, a pesar de que deberían constituir su base.


Los antiguos sentían predilección por los números calculados según la revolución de los astros y de los planetas, números que llegaron a ser sagrados por el empleo que se hizo de ellos en los misterios. Pitágoras reguló su división metafísica y los hizo célebres relacionándolos con la moral.


LA UNIDAD


Era para los iniciados el símbolo de la armonía universal, pues representaba el centro invisible y la fuente fecunda de toda realidad. Además, como es el único número no compuesto, designaba al ser simple y eterno, pináculo de la cadena de los seres. En fin, como principio generador de los números, la unidad venía a ser para los antiguos el atributo esencial, el carácter sublime y el sello de la Divinidad. De ahí que se diga Dios uno y único, palabra que se expresa en latín por medio de la voz solus, de donde se forma sol, que es el astro-símbolo de este Dios.


Todo el mundo está ya de acuerdo en que los filósofos antiguos creían en la unidad de un Dios, unidad en que se basaban la religión órfica y los misterios griegos1, y en que actualmente se fundamente la Masonería.


EL BINARIO


Así como el número UNO designaba la armonía, orden y principio del bien, el número DOS simbolizaba la idea contraria. En él comenzaba la funesta ciencia del bien y del mal. Todo lo doble, falso y opuesto a la realidad única se representaba por medio del número binario, el cual expresa, además, la mezcla y la contrariedad en que se encuentra la Naturaleza, en la que todo es doble; por ejemplo, la noche y el día, la luz y las tinieblas, el frío y el calor, lo húmero y lo seco, la salud y la enfermedad, el error y la verdad, el sexo masculino y el femenino.


Sabido es que los antiguos consagraron el segundo mes del año a Plutón y que dedicaron el día 2 del mismo mes a hacer expiaciones en honor de los manes de sus muertos. El nombre de febrero se deriva de esta costumbre, pues februare significa expiar; pero como a los hombres no les gusta estar mucho tiempo tristes, hicieron este mes más corto que los demás.


Vamos a ver si encontramos entre nosotros esta misma consagración. ¿En qué época parece que el sol abandona su imperio de los cielos? Cuando al entrar en el signo de la Balanza desciende a los signos inferiores para reinar en los infiernos como Plutón, Rhadamante y Minos. Este acontecimiento solar tiene lugar en septiembre; noviembre es el segundo mes que sigue a aquél, mes en que su segundo días se consagra también a los manes de nuestros muertos2.


EL TERNARIO


Era el número por excelencia, el predilecto de los filósofos; los antiguos lo veneraban y consagraban en sus misterios.


El masón y el erudito pueden descubrir curiosas relaciones en este número. Causa verdadero pasmo el saber los numerosos atributos con que le han revestido la razón, la imaginación y el sentimiento. Fue el número preferido de Pitágoras, para quien era la imagen de la armonía perfecta, omme ternum perfectum. Encuentra aplicación en todas las ciencias; paro nosotros citaremos únicamente lo que venga bien al caso.


La filosofía oculta o metafísica consta de tres mundos: el mundo elementario, el mundo intelectual y el mundo celeste.


En el universo hay espacio, materia y movimiento.


Los atributos de Dios o de la Naturaleza son: la eternidad, la infinidad y la omnipotencia.


La Naturaleza se divide en tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal; cada uno de los cuales es triple, si bien no son en conjunto más que uno (una trinidad).


El tiempo se divide en pasado, presente y porvenir.


Toda cosa corporal o espiritual tiene un principio, un punto medio y un fin.


El hombre posee tres poderes intelectuales: la memoria, el entendimiento y la voluntad; y consta de cuerpo, alma y espíritu.


Toda cosa tiene tres términos: el nacimiento, la existencia y la muerte.


Los cuerpos tienen tres dimensiones: largura, anchura y profundidad.


En ellos hay forma, densidad y color.


Como la física moderna cree que el agua es aire condensado, sólo admite tres elementos: la tierra, el fuego y el aire.


La química encuentra tres principios palpables en los cuerpos: la tierra, el agua y la sal.


Los antiguos decían que la sal, el azufre y el mercurio eran los tres principios químicos que animaban al universo.


La geometría mide la extensión por medio del punto, la línea y la superficie; trigonometría es la ciencia del triángulo.


La mecánica demuestra que la fuerza es el producto de la masa multiplicada por el espacio y dividida por el tiempo.


La medicina observa tres cosas en el hombre: la conformación de los sólidos, el movimiento de los fluidos y la actuación de las pasiones.


Los geógrafos antiguos no conocían más que tres partes del mundo: Europa, Asia y África.


Tres son las bellas artes principales: la pintura, la escultura y la arquitectura.


La pintura debe poseer tres cualidades esenciales: el dibujo, la expresión y el colorido.


La arquitectura se propone tres objetos: la distribución, la proporción y la solidez.


Los griegos conocían tres órdenes de arquitectura: el dórico, el jónico y el corintio, en los que sus columnas tenían base, fuste y capitel.


Los músicos distinguen tres clases de sonidos: el agudo, el grave y el medio, y tres claves: de sol, de do y de fa.


En el arte oratorio hay tres partes principales: la invención, la elocución y la distribución.


El arte dramático somete sus poemas a la regla de la triple unidad, es decir, a la acción, al tiempo y al lugar.


Según la mitología, tres dioses se repartían el gobierno del mundo: Júpiter, era el rey del cielo; Neptuno, el señor del océano, y Plutón, el tirano de los infiernos.


La estatua de Júpiter en Argos tenía tres ojos: para poder observar al mismo tiempo el espacio, los elementos y la tierra.


Tres eran los jueces del averno: Minos, Eado y Radamanto.


El guardián de los infiernos, Cerbero, tenía tres cabezas.


La vida humana estaba confiada a las tres Parcas: Cloto, Láquesis y Átropos.


Tres Furias: Alecto, Megera y Tisífona.


Tres ancianas: Enyo, Pefredo y Dinón.


Tres Górgonas: Medusa, Estenea y Euryale.


Tres Sirenas: Partenope, Leucesia y Ligea.


Tres Hespérides: Eglea, Aretusa y Hiperetusa.


Tres Sibilas decían los oráculos en Dódona.


Tres Gracias: Aglae, Talía y Eufrosine.


Los antiguos bebían tres veces en honor de las Gracias.


Tres Cíclopes: Brontes, Estéropes y Piracmón.


Tres edades, la de oro, la de bronce y la de hierro.


Según Virgilio el rayo de Júpiter forjado por los Cíclopes contiene tres rayos de granizo, tres de lluvia y tres de viento.


Juno, Pallas y Venus fueron las tres diosas que se disputaron el premio de belleza.


Juno tuvo tres hijas.


Minerva tuvo tres nodrizas.


Faetón tenía tres hermanas que fueron transformadas en sauces cuando él murió, mientras que sus lágrimas se convertían en ámbar.


Temis tenía tres hijas: la equidad, la ley y la paz.


Tres ninfas presidían (según dice Teócrito) la fuente de Tesalia que conservaba la vida y perpetuaba la belleza.


La luna tenía tres nombres y tres rostros: en los infiernos se la conocía con el nombre de Hécate, y presidía las hechicerías; en la tierra, con el de Diana, la cual perseguía a los animales salvajes; en el cielo conducía el carro de la luna. En último lugar es la constelación del misterio, del amor y del crimen.


Tres ríos rodean al Tártaro, la Estigia, el Plegetón y el Cócito.


En los templos antiguos había trípodes.


En la ciudad siria de Damasco había tres dioses.


Tres héroes griegos fundaron Itaca: Nerito, Polictor e Itaco.


Sólo tres pasiones conocían los epicúreos: la alegría, el dolor y el deseo.


En la antigüedad era obligatorio esparcir tres veces polvo sobre los cadáveres que se encontrasen, bajo pena de inmolar una víctima a Ceres. De ahí procede la costumbre de echar tres paletadas de tierra en el ataúd de nuestros muertos antes de llenar la fosa, es decir, antes de la separación aparentemente eterna.


Rómulo dividió en tres partes las tierras del imperio romano: consagró la primera al culto de los dioses; la segunda, a los gastos públicos; y la tercera la repartió entre sus súbditos. De ahí viene la quimera de la ley agraria a la que reiteradamente aspiran los que no poseen nada.


Rómulo dividió a los habitantes de Roma en tres clases: es decir, en patricios, caballeros y plebeyos. Los franceses imitaron esta división, formando el clero, la nobleza y el estado llano.


Antonio y Octavio fundaron el triunvirato. Napoleón hizo tres cónsules, pero cual la Trinidad, él no era más que uno en tres personas.


Tres clases de pensadores filosóficos tomaron el nombre de académicos: Platón fue el jefe de la primera academia; Arquesilas, el de la segunda; y Casmadeas, el de la tercera.


Catón el Censor se arrepintió de tres cosas: de que había transcurrido un día en que no había aprendido nada; de haber viajado por agua, pudiendo haberlo hecho por tierra; y de haber confiado su secreto a su mujer.


César anunció su victoria sobre Farnaces, el hijo de Mitridates, con tres palabras: Veni, vidi, vince, que expresan la rapidez de su victoria.


El templo de Jano se abrió tres veces durante el reinado de Augusto.


Tres Horacios vencieron a los Curiáceos.


Aquiles dio tres vueltas a Troya arrastrando el cadáver de Héctor para vengar la muerte de Patroclo.


El famoso sitio de Ostende por Alberto, el soberano de los Países Bajos, duró tres años, tres meses y tres días, y costó la vida a 100.000 hombres.


El admirable grupo de Laocoonte es obra de tres escultores: Agesandro, Polidoro y Atenadoro.


Carlos V dijo a Ticiano cuando este ilustre pintor le hacía el tercer retrato: “Me estáis dando una tercera inmortalidad.”


Apeles no puso la palabra fecit más que al retrato de Alejandro el Magno, a su cuadro de Venus dormida y al que representaba a esta diosa saliendo de las aguas. Estas fueron sus tres obras maestras. En la parte baja de las otras obras escribió la palabra faciebat.


El senado romano concedió tres coronas a Petrarca: una de yedra, otra de laurel y la última de mirto.


Eurípides producía lentamente, pues sólo escribía tres versos cada tres días, mientras que el poeta Alcesto hacía trescientos.


Dionisio el Tirano regaló tres hermosos esclavos al filósofo Aristipo, quien los condujo a la plaza pública, en donde, en vez de venderlos, les dio libertad.


El famoso edificio de Asís construido por el arquitecto florentino Lapa, se dividía en tres pisos, que formaban tres templos separados.


Cuando Francisco I quiso elevar a Chatel a las más altas dignidades de la Iglesia, le preguntó si era gentilhombre; a lo cual repuso el modesto capellán: “Tres hermanos se encontraban en el arca de Noé, pero ignoro de cual de los tres diciendo...” El rey le nombró obispo.


El papa Silvestre II, a quien habían educado por caridad los benedictinos, ocupó tres tronos: Reims, Ravena y Roma, cuyos tres nombres comienzan por R. Fue el primer obispo francés que alcanzó la dignidad de papa.


La bella y célebre baronesa Almodis tuvo tres maridos a un mismo tiempo: el conde de Arlés, el conde de Toulouse y Raimundo, conde de Barcelona.


Enrique III sentía predilección particular por tres bufones: Francisco, Joyeuse y de Epernón.


El jesuita Jacchery jugaba a la vez contra tres tableros de ajedrez, dando mate a los tres adversarios.


Esteban Pasquier, célebre abogado que se había casado tres veces, decía que había tomado a su primera esposa propter opus; a la segunda propter opes, y a la tercera propter opem.


Después de la representación de Astrea y de Thiesto, preguntaron a Crebillón a que se debía el que adoptara un género tan terrible, a lo cual repuso: “Es el único de los tres que me queda: Racine ha tomado el cielo; Corneille se ha apoderado de la tierra, y sólo me han dejado el infierno.”


Gretry tuvo tres hijas, las que murieron en el término de tres años; hizo treinta y tres obras, que se representaron más de treinta y tres mil veces, y murió en 1813 a la edad de setenta y tres años.


La grandeza, la prosperidad y la duración de los Estados dependen políticamente de tres cosas: de la justicia de los soberanos, de la prudencia de las leyes y de la pureza de las costumbres.


Jonás vivió tres días en el vientre de una ballena, del que salió con vida.


Tres Magos —Baltasar, Gaspar y Melchor— adoraron al Niño Dios y le hicieron tres presentes: oro, mirra e incienso.


San Pedro negó tres veces a su maestro, pero no por ello dejó de conseguir las tres simbólicas llaves del paraíso.


Tres clavos unieron a Jesús a la cruz. Este hombre pasó tres días en el sepulcro.


Tres son las virtudes teologales de los cristianos: la fe, la esperanza y la caridad, virtudes que constituyen las tres columnas del grado Rosacruz.


El templo alegórico de los masones descansa sobre tres columnas: la sabiduría, la fuerza y la belleza.


El Gran Arquitecto del Universo se simboliza por medio de un triángulo sencillo o triple.


Los trinósofos adoptaron esta triple y antigua divisa: Pensar bien, hablar bien y hacer bien.


La Masonería antigua consta de tres grados: aprendiz, compañero y maestro, en los que se enseñan tres cosas: moral, ciencia exacta y doctrina sacra.


Todo lo masónico se hace a base de tres. (Véase el grado de aprendiz.)


En efecto, todo ser extenso no puede tener más que tres dimensiones; en geometría no existen más que tres figuras, puesto que no existe espacio que no se pueda reducir a un triángulo, a un cuadrado o a un círculo. Los alquimistas antiguos distinguían tres principios fundamentales —la sal, el azufre y el mercurio— que relacionaban con las tres divisiones corporales; la cabeza, el pecho y el vientre. Muchos físicos modernos creen que sólo hay tres elementos, negando al aire esta categoría por considerar que no es más que la reunión de los vapores que se escapan incesantemente de los cuerpos. Con esta triple clasificación de los elementos se puede relacionar también la de los tres reinos de los naturalistas: el reino mineral, cuya matriz u órgano de reacción es la tierra; el reino vegetal, al que el agua hace germinar y reproducirse; y el reino animal, en donde domina el fuego. Además, como todas las superficies se pueden reducir a triángulos, el ternario no sólo representaba la superficie para los pitagóricos, sino que también simbolizaba el principio de la formación de los cuerpos. Por eso sólo había tres Gracias; por eso tienen los masones tres grados esenciales; por eso veneran ellos en el triángulo al más augusto de los misterios, al ternario sagrado, objeto de nuestros homenajes y estudio.


EL CUATERNARIO


El cuaternario es símbolo iniciático del movimiento y del infinito; representaba todo lo que no es corpóreo ni sensible. Pitágoras comunicó bajo el nombre de cuaternario el inefable nombre de Dios, como símbolo del principio eterno y creador. El nombre de Jehová, que quiere decir origen de todo lo que ha recibido el ser, consta en hebreo de cuatro letras. En efecto, las cuatro divisiones del cielo, las del año, los cuatro elementos, las cuatro edades y las cuatro ramas de las llaves que llevan los dioses egipcios3 nos recuerdan la idea del poder infinito en la distribución del universo. Se ha dicho que la cifra 4 simbolizaba a un ser vivo, portador del triángulo, el cual es a la vez el portador de Dios, es decir, al hombre con su principio divino.


La geometría relaciona todo cuanto trata de medir con el número cuatro o cuadrado y considera que el triángulo no es más que la división o mitad del cuadrado4.


En el cuaternario es donde se encuentra la primera figura sólida, que es el símbolo universal de la inmortalidad; la pirámide5. Pues, si el triángulo —figurado por el número tres— es la base de la pirámide, la unidad es la que forma su cúspide. Por eso decían Lisis y Timeo de Locres que todas las cosas dependen del cuaternario como de su raíz6.


QUINARIO


Creíase que el número CINCO era misterioso porque se compone del binario, símbolo de los falso y doble, y del ternario, cuyos resultados son interesantísimos. Así pues, el número cinco simboliza enérgicamente el estado de imperfección, de orden y de desorden, de felicidad y de desventura, de vida y de muerte que se observa en la tierra. Para las sociedades misteriosas es la imagen horrenda del PRINCIPIO DEL MAL, el cual trastorna el orden inferior, es decir, que es el binario actuando en el ternario. Desde este punto de vista el quinario era el emblema del matrimonio, por componerse de dos —el primer número par— y de tres —el primer impar—. Por eso la diosa Juno que presidía los himeneos, tenía por jeroglífico el número cinco7. En fin, el quinario posee una de las propiedades del nueve, es decir, la de reproducirse cuando se multiplica por sí mismo. A la derecha del producto se encuentra siempre la cifra 5, a cuyo resultado se debe que se empleara como símbolo de las vicisitudes materiales.


El número cinco designaba la quintaesencia universal; y, por su forma, era el símbolo de la esencia vital, de espíritu animador que repta en toda la naturaleza. Esta cifra ingeniosa no es más que la reunión de los acentos griegos (*), los cuales se colocan sobre las vocales que deben aspirarse o no. El primer signo (*), recibe el nombre de espíritu fuerte, y significa el espíritu superior, el espíritu de Dios aspirado (spiratus), respirado por el hombre. El segundo signo (*) se llama espíritu suave, y representa el espíritu secundario, el espíritu puramente humano. La mayoría de los caracteres, antiguamente tan expresivos, son hoy día signos insignificantes, porque se ha perdido de vista el significado iniciático de las cosas.


SENARIO


El número seis era en los misterios antiguos el emblema de la NATURALEZA, por representar las seis dimensiones de los cuerpos, o sea las seis líneas de que se compone su forma, a saber: la de dirección Norte, la de dirección Sur, la línea que tiende hacia oriente, la que indica el occidente, la de altura (cenit) y la de profundidad (nadir)8. Los sabios aplicaban el número senario al hombre físico, mientras que el septenario era para ellos el símbolo del espíritu inmortal.


EL SEPTENARIO


Nunca ha habido número mejor acogido que el SEPTENARIO, cuya celebración se debe indudablemente al número de planetas. Los pitagóricos decían que el siete se compone de tres y cuatro, el primero de los cuales ofrece la imagen de los tres elementos materiales, y el segundo, la del principio de todo cuanto no es corpóreo ni sensible. Así, pues, el siete era para ellos la imagen de todo lo perfecto. Cuando se consideraba que este número era la suma del senario y de la unidad, servía para designar el centro o espíritu de toda cosa, porque no existe cuerpo cuya forma esté formada de seis líneas que no tenga un séptimo punto interior, el cual viene a ser su centro y realidad, mientras que las dimensiones exteriores no son más que apariencia. En matemáticas se supone que todo centro carece de manifestación formal, pues las demostraciones geométricas se basan en este centro hipotético y no en ningún centro visible. Por eso representaban los pitagóricos el centro invisible de las cosas por el número siete. El reposo del séptimo día, el candelabro de los siete brazos, los siete sellos, los siete sacramentos, los siete sonidos vocales, los siete metales, los siete espectros de la luz y muchos otros fenómenos naturales confirmaron a los antiguos en el empleo de este símbolo9. Además exaltaban las propiedades del siete porque suponían que este número era la segunda perfección de la unidad, que es el número de los números, pues, si la unidad es increada, el siete no se engendra con ninguno de los dígitos, si se exceptúa al uno; y el cuatro es la media aritmética entre la unidad y siete, porque sobrepasa a aquella en el mismo número en que el siete al cuatro.


EL OCTARIO


El número ocho u OCTARIO simbolizaba la ley natural y primitiva, según la cual todos los hombres son iguales. La ogdoada, primer cubo de los pares, y número sagrado en la filosofía aritmética, se compone de los cielos, de los siete planetas y de la esfera de los fijos, o sea, de la unidad eterna y del misterioso número siete.


El número ocho simboliza la perfección. Su figura —8— indica el movimiento perpetuo y regular del universo.


DEL ENEARIO O TRIPLE TERNARIO


Si el número tres fue celebrado por los primeros sabios, no menos los fue también el tres veces tres, porque, según ellos, todos los elementos constitutivos de nuestro cuerpo son ternarios; el agua contiene tierra y fuego; la tierra posee partículas ígneas y acuosas; y el fuego se atempera por medio de los glóbulos del agua y de los corpúsculos terrestres que le sirven de alimento. Como de esta manera ninguno de los tres elementos se halla separado de los otros dos, todos los seres materiales compuestos de estos tres elementos triples pueden designarse con el nombre figurado de tres veces tres, símbolo de toda corporeidad. De ahí viene el nombre de envoltura enearia que se aplica a la materia. Para los pitagóricos el nueve era el signo representativo de todas las extensiones materiales y de todas las líneas circulares, porque habían observado que este número tiene la propiedad de reproducirse incesantemente al multiplicarse por otro cualquiera, y que presenta un emblema de la materia, la cual se compone sin cesar ante nuestros ojos, después de haber experimentado mil descomposiciones10.


El número nueve se consagró a las esferas y a las musas. Es el signo de la circunferencia, porque el valor de ésta —360— es igual a 9, es decir, a 3 + 6 + 0. Los antiguos no veían este número sin experimentar cierto temor, pues creían que era un mal presagio, como símbolo de versatilidad, de cambio y emblema de la fragilidad de las cosas. Por eso evitaban todos los números en que aparecía el nueve, y, principalmente, el 81, que es el cuadrado de este número, cuya adición da también nueve. Si la figura del 6 era el símbolo del globo terráqueo animado por un espíritu divino, la del 9 simbolizaba la tierra, bajo la influencia del mal principio. Por eso infundía inconsiderablemente tanto temor el eneario.


EL DENARIO


El diez o DENARIO simbolizaba el conjunto de las maravillas del universo en las sociedades misteriosas, por contener todas las prerrogativas de los números que le preceden. En estas sociedades el 10 se dibuja así: (*), es decir, que la unidad se colocaba en medio del cero, como el centro de un círculo, el cual es símbolo y letra de la divinidad. Esta figura era para las sociedades misteriosas el símbolo de todo lo que es digno de atraer al pensamiento; para ellos el centro, el radio y la circunferencia eran los símbolos de Dios, del hombre y del universo. Este número era para los sabios un signo de concordia, de amor y de paz. También es para nosotros un signo de unión y de buena fe, puesto que se expresa por la unión de las dos manos, o sea por la garra del Maestro, cuyo número de dedos es 1011.


El número doce es tan célebre como el siete en el culto de la Naturaleza. Las dos divisiones más famosas del cielo —la septenaria, que es la planetaria, y la duodecimal, que es la de los signos— se encuentran en los monumentos religiosos de todos los pueblos del mundo, hasta en los más extremos de oriente. El número doce es sagrado, si bien Pitágoras no habla de él. Es la imagen del Zodíaco y, por consiguiente, la de su jefe el sol, que es el jefe de aquél.


Tanto los antiguos como hasta el mismo Pitágoras, cuyos principios verdaderos no se han comprendido bien, no pretendieron nunca atribuir ninguna virtud particular a los números, es decir, a los signos abstractos, pues hubiera sido el colmo del absurdo; pero como los pueblos antiguos estaban acordes en reconocer la existencia de una causa primera y única (material o espiritual) de la existencia del universo, la unidad llegó a ser el símbolo de la Divinidad suprema; y se sirvieron de ella para representar a Dios, pero sin atribuir ninguna virtud divina ni sobrenatural al número uno.


Asimismo, como el binario es el símbolo natural de la unión de los principios de la generación, se ha dicho que dos era el número del matrimonio; pero este número no posee en sí ninguna virtud generatriz, pues únicamente la tienen los cuerpos y los números, no son más que abstracciones.


PIEDRA CÚBICA


La ingeniosa explicación relativa a la PIEDRA CÚBICA parecerá siempre una combinación metafísica con que se ha tratado de determinar el origen de todas las cosas. Así es como se ha supuesto que Mercurio o Hermes había grabado la moral universal y el desarrollo metódico de todas las ciencias en columnas de granito o pórfido, para que su tradición no se perdiese y pudiese pasar a las más remotas posteridades.


Los pueblos de la China suelen tener dos templos: uno dedicado al cielo, y otro, a la tierra. El primero es redondo, y el segundo, cuadrado, según la teoría de sus sabios, quienes dicen que nuestra tierra es un cubo, es decir, que ellos representan a nuestro planeta por medio de un cubo, igual que los pitagóricos, y al cielo por una esfera.


El rito francés es el único que concede gran importancia a la piedra cúbica piramidal, una de cuyas caras laterales contiene los nombres de los cinco primeros grados en una división de ochenta y una casillas; el triángulo de la pirámide correspondiente a esta cara, formado por dieciséis casillas triangulares, que forman en conjunto un gran triángulo o delta, emblema de la Divinidad, guarda la palabra sagrada del grado de escocés.


Los números 3, 5, 7, 9 y 12, y las figuras geométricas —el triángulo, el círculo y el cuadrado— grabados en la piedra cúbica representaban los atributos de la inteligencia suprema, las grandes divisiones y operaciones de la Naturaleza, los principios de las ciencias, de las artes y de la religión natural12.


Esta piedra angular, que se desbasta débilmente en el grado de compañero, es básica en el arte real13.


El hijo del hombre se simboliza en el grado dieciocho del escocismo por medio de esta piedra (Perpend-Aster), la que fue rechazada por los constructores, y ocupó más tarde el ángulo del edificio, sirviendo de perfecto modelo a los obreros para poner a prueba en ella sus joyas morales.


Esta piedra, cuya alegoría indica la influencia de Cristo en las estaciones y en toda la Naturaleza, nos recuerda la piedra negra de la Caaba (llamada Barhtan), la cual se halla también en el ángulo del edificio y es objeto de grandísima veneración por parte de los musulmanes. Lo que demuestra que las mismas ideas han servido de base a idénticas alegorías.


Los egipcios representaban a veces a la Divinidad por medio de una piedra negra, porque, según dice Porfirio, la Naturaleza de aquella es tenebrosa y obscura. Los egipcios creían que se ofendía a la Divinidad cuando se fabricaban imágenes de ella, puesto que Dios se envuelve en la materia y es invisible para nosotros14.


La religión persa prohibía que se representase a los dioses antropomórficamente. También los francmasones representan al Gran Arquitecto del Universo con formas misteriosas e invisibles a los ojos de los profanos.


El grado de gran electo escocés, quinto grado del régimen francés, es el segundo orden de un capítulo, y corresponde a la cuarta clase del rito escocés, que comprende los grados doce, trece y catorce.


Esta clase, que recibe el nombre de Colegio de los Escoceses de la Perfección, se compone de tres cámaras:


La primero es la de los grandes maestros arquitectos.


La segunda, la del Real Arco.


Y la tercera, la del Santuario, o colegio de los grandes electos escoceses de la perfección o Gran escocés de la bóveda sagrada.


DEL GRAN MAESTRO ARQUITECTO (Grado 12°)


Existe gran cantidad de grados de arquitectos de todas las dimensiones: grandes, pequeños y medianos. Su insignificante leyenda difiere poco de unos grados a otros, pues todos vienen a ser a manera de una preparación más o menos parecida a la del grado de escocés15.


DEL REAL ARCO (Grado 13°)


El Colegio o Logia real se celebra en un lugar abovedado (cuando más subterráneo, mejor), en el que no debe haber puertas ni ventanas.


Éntrase a él por una trampa situada en el pináculo de la bóveda, la cual está pintada de blanco. En este grado, consagrado a la búsqueda de la delta, es obligatorio el recibir a tres neófitos a la vez.


La leyenda supone que Henoch, influido por un sueño divino, oculta bajo nueve arcos la preciada delta, junto con dos columnas, una de las cuales es de mármol y otra de bronce, en las que han grabado los principios de las ciencias. Estas columnas se hallaban consagradas al fuego y a los vientos. En el discurso histórico del grado se relatan las vicisitudes por que pasa este tesoro hasta los tiempos de Salomón, en que por orden de este príncipe fue buscado por Johabén, Stolkín y Jabulúm16, búsqueda que se hace repetir convenientemente a los tres recipiendarios17.


Además, existen varios grados diferentes que reciben el mismo nombre.


ESCOCÉS


Palabras de toque:


Berith, Neder, Schelemouth,

(Integra, Votum, Foedus).

Alianza, Promesa, Perfección.


Estas palabras hebreas, que vienen a ser la característica del escocés, algunas personas las consideran aisladamente y las traducen por alianza, promesa, perfección; otras, pretenden darles un significado seguido, y las interpretan por Promesa de una alianza completa perfecta18.


Palabras de paso:


Eleanam.


Es la segunda palabra de paso del escocés de la Bóveda sagrada, y debe escribirse: El chanan, que significa: Gracia o Misericordia de Dios19.


Palabras sagradas escocesas:


Schem, Hamm, Phorasch.

Nomen, Explicatum, Pronunciatum.


Sabido es que los judíos no pronunciaban jamás el nombre de Jehová, y que, para que los levitas no olvidaran su pronunciación, el gran sacerdote la decía una sola vez al año en el interior del templo, el día décimo del mes thisri, día del ayuno de la expiación20.


Durante la celebración de esta ceremonia se recomendaba al pueblo que hiciera mucho ruido, para que el nombre sagrado no fuera oído por quienes no tenían derecho, pues, de los contrario, hubieran muerto instantáneamente21.


Una vez pronunciado el nombre de Jehová se decía: Schem, hamm, phoras (la palabra se ha pronunciado y oído bien).


Los nueve puntos del Escocés


Los puntos del escocés son nueve en Francia; a saber:


1° Iniciación del sacrificio de Abraham;

2° Ablución;

3° Purificación por medio del fuego;

4° Esclavitud;

5° Busca y descubrimiento de la famosa delta;

6° Devolución de la libertad22;

7° Comunión con los hermanos;

8° Nuevas purificaciones por medio del cuezo y la trulla;

9° Consagración del sacerdote de Jehová.


Del sacrificio y de la comunión con los Hermanos


Voy a explicar algunos detalles históricos relativos a la palabra sacrificio, palabra que no fue empleada por los cristianos primitivos, y respecto a la comunión con los Hermanos, pues que, al indicar las diferencias existentes entre las prácticas de la Iglesia primitiva y las que han aportado las supersticiones de cada siglo a las costumbres religiosas modernas, quedará demostrado que las prácticas racionales de los cristianos primitivos se han refugiado, por decirlo así, en los altos grados masónicos.


El cristianismo se vio perseguido de continuo en los primeros siglos de su existencia; pero, hacia el año 300 empezó a experimentar grandes cambios, pues los emperadores romanos colocaron su cetro bajo el cayado del Hijo del Hombre, y depositaron sus diademas al pie de la cruz. La Iglesia surge sangrando todavía de entre las cenizas de sus hijos y es acogida por Constantino. Inmediatamente toma un nuevo aspecto, pues pasa desde los desiertos a las ciudades, desde las cavernas a los palacios, desde las soledades a los templos, de la pobreza a la abundancia, y al esplendor y la pompa después de su estado mísero y humilde.


Esta prosperidad no fue más que momentánea. Cierto es que el pueblo acudía en masa a los templos; pero la sencillez del cristianismo no podía retener durante mucho tiempo a quienes recordaban todavía la fastuosidad y la magnificencia del paganismo. Entonces, se creyó necesario dar a la religión ceremonias más llamativas y revestirla con ornamentos, a fin de que un esplendor nuevo le hiciese más recomendable y augusta.


Fue entonces, es decir, a comienzos del siglo tercero, cuando los cristianos —quienes no conocían más sacrificio que el de la muerte expiatoria de Cristo— dieron a la Cena el título de Sacrificio, y a la Mesa el nombre de Altar, con objeto de acomodarse al gusto de los judíos y gentiles que sólo hablaban de sacrificios.


Vigílico, sucesor de Agapeto primero, ordenó en el año 536 que los sacerdotes mirasen hacia oriente al celebrar la misa; entonces, se varió la dirección de los altares; pero la Eucaristía —que era un sacramento para los vivos— no se transformó en sacrificio por los muertos hasta el año 600.


El papa Gregorio, papa propenso a volver al judaísmo, empezó a introducir en el orden sacerdotal la unción y las vestiduras pontificiales a principios del siglo SEXTO, imitando a los sacrificadores y a los levitas.


Pero la costumbre de celebrar misas privadas, en las que sólo toma la comunión el sacerdote, no se estableció hasta el año 700. Esta corrupción provino de la tibieza de los pueblos; porque toda la asamblea comulgaba antes todos los días, y tenía por costumbre enviar la Eucaristía a los enfermos y a quienes no habían asistido a la reunión. Si un extranjero llegaba a la ciudad, se le enviaba el pan y el vino de la cena, para saludarle por medio de este símbolo de comunión fraternal.


Una vez que todos los asistentes habían tomado la cena, se escuchaba la oración dominical23 y, luego de oír estas hermosas palabras: Perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido, los cristianos se saludaban mutuamente y se circulaba el santo ósculo, signo de paz y de fraternidad, como entre nosotros los masones. Quienes se zafaban de esta muestra de fraternidad y de reconciliación, o la daban sólo a flor de labios se exponían a vivos reproches. El papa León II pervirtió este símbolo en el año 780, instituyendo en vez de esta señal de reconciliación, esa lámina de plata o de cobre que recibe el nombre de paterna.


Así es como las antiguas ceremonias fundamentadas en la razón han degenerado en las actuales prácticas.


De suerte que, al entibiarse la devoción por la Eucaristía, la comunión se restringió a los domingos y a ciertos días solemnes; pero el clero siguió comulgando a diario. No tardaron los clérigos en olvidar este deber, acabándose por que comulgara el sacerdote que oficiaba. Y, entonces, en vez de los grandes panes que se debían dividir entre toda la asamblea, tan sólo se consagró uno del tamaño de un denario, y las grandes vasijas que contenían el vino eucarístico para los fieles fueron reemplazadas por las vinajeras para el sacerdote.


Al abandonar la comunión, los pueblos dejaron de llevar ofrendas; y para obligarles a que continuasen prodigando sus dádivas se les dijo que, aunque no comulgasen, no dejaría de serles útil el servicio divino, con tal de que asistiesen al mismo y llevasen sus ofrendas, según costumbre. En vez de la comunión se distribuyó pan, sobre el cual se decía una oración, recibiendo por esta causa el nombre de pan bendito, pues hasta el año 1000 no se hizo uso de la aspersión de agua bendita por medio del hisopo. Como consecuencia de su continua degeneración, las misas privadas recibieron el nombre de santo sacrificio, en lugar del de santa cena. No obstante, los sacerdotes no variaron los términos de la consagración, aunque la comunión dejara de ser general para restringirse al cura, ya que el oficiante pide que este sacramento sea la salvación de los que lo han recibido, a pesar de que el único que participa de la cena es él.


La deserción de la Eucaristía produjo otro cambio digno de tenerse en cuenta: mientras la institución de la cena estuvo frecuentada, las palabras de la consagración se pronunciaron en alta voz, para que la asamblea las pudiera oír perfectamente; pero el sacerdote comenzó por hablar en voz baja al disminuir el número de los fieles; y cuando acabó por suceder que el único que comulgaba era él, dijo ya tan bajo las palabras de la consagración, que sólo él las oía. Desde aquella época esta parte de la misa recibe el nombre de secreta, la cual se tiene hoy como cosa misteriosa.


Hacia el año 1212, Inocencio tercero quiso que se creyera que el pan y el vino de la misa se transubstanciacionaban en cuerpo y sangre de Cristo, y el concilio de Letrán acordó la conversión de los signos para operar este milagro. Como consecuencia de esto se dio orden de establecer en cada templo un habitáculo para guardar las hostias. De ahí proviene la costumbre de usar los copones, mientras que, antes de esto, es sabido que lo que sobraba de la comunión se quemaba o repartía entre los niños, o se lo manducaban el clero en el acto.


Enrique III ordenó en el año 1220 que se rindieran adoración a la hostia; y en 1230 Gregorio IX agregó el toque de la campanilla para advertir a los asistentes que debían arrodillarse.


Como veinte años después se autorizó la transubstanciación, sólo los sacerdotes comulgaban de las dos especies, y los laicos debieron contentarse con la hostia, y quedarse sin vino. Esta limitación de la copa dio lugar durante mucho tiempo a vivas polémicas, a las que puso término 164 años después —es decir, en 1414— el concilio de Constanza, el cual decretó que, aunque Cristo haya instituido este sacramento bajo las dos especies, y aunque haya sido practicado así por la Iglesia primitiva, debe servir de ley la costumbre contraria. Después de este rasgo, no nos puede pasmar el que con motivo de la condenación de Juan Hus, quien fue quemado vivo contra la fe pública, se dejara pasar esta máxima: No se debe ser leal con los herejes.


Introducida ya la adoración de la hostia, Urbano IV instituyó en el año 1260 la Fiesta del Corpus y sus octavas, basándose en la pretendida visión y revelación de una monja. Tomás de Aquino compuso el oficio de esta festividad.


Cien años más tarde, es decir, en el año 1360, se comenzó a pasear la hostia, y a pasearla en procesión bajo un dosel. Pavía fue una de las primeras ciudades que dieron el ejemplo, que no tardó en extenderse a toda la cristiandad.


DE LA ABLUCIÓN Y DE LA PURIFICACIÓN POR MEDIO DEL FUEGO


En la antigüedad religiosa los iniciados tenían la obligación de purificarse, es decir, de pasar por los elementos purificadores antes de ser admitidos a participar de los misterios. Esta costumbre tuvo un origen idéntico en todas partes: la intención de enseñar al iniciado por la pureza del cuerpo cual debía ser la pureza de su alma, ya que la pureza de aquél no era sino el emblema de la de ésta.


En la ceremonia preparatoria de su iniciación, Apuleyo tuvo que sumergirse siete veces en el mar —número místico relativo a las esferas materiales, por donde se suponía que pasaba el alma cuando descendía a la tierra—, en la cual se cubre con envolturas o cuerpos magnéticos hasta el físico,  que alteran la pureza del fuego-principio constitutivo de su esencia.


DEL SACERDOTE DE JEHOVÁ


Los judíos copiaban en el orden religioso y en el social la armonía del mundo; la construcción de su templo, la distribución de sus partes y los diferentes emblemas existentes en él simbolizaba el orden y la armonía del universo. Todas las partes de este templo guardaban correspondencia con las del universo, ofreciendo los cuadros más bellos24.


El tabernáculo se dividía en tres partes: las dos en que se permitía entrar a los sacrificadores, figuraban la tierra y el mar, las cuales están abiertas y son accesibles a todo el mundo; y la tercera parte, que le es inaccesible, se reservaba únicamente para Dios, lo mismo que el cielo25.


Los dos querubines que cubrían el arca figuraban los dos hemisferios26, y sus alas simbolizaban el curso rápido del firmamento y del tiempo que circula en el Zodíaco; pues “el cielo vuela”, dice Philón hablando de las alas de los querubines.


El genio alegórico que distribuyó las partes del templo y de sus recintos y dibujó los principales ornamentos27, se basó en esos mismos principios para componer la vestimenta de los levitas, de los sacrificadores y del gran sacerdote.


Los velos estaban tejidos con cuatro colores para simbolizar los cuatro elementos. La túnica del soberano sacrificador significaba la tierra; el jacinto, cuyo color se aproxima al del azul, representaba el cielo. El ephod, tejido con cuatro colores, era también el emblema de toda la Naturaleza. Este vestido se adornaba con oro para representar la luz28.


Los sacerdotes vestían ropajes de lino, porque la flor de esta planta es de color azul celeste.


El racional que llevaba el sacerdote en el pecho, representaba la tierra como centro del mundo. Las dos sardónices, que servían de broches, simbolizaban el sol y la luna; y las otras doce piedras preciosas, clasificadas en grupos de tres y colocadas en cuatro caras, cada una de las cuales miraba a un punto cardinal, indicaban los meses y las estaciones. Este racional se empleaba en la ciencia adivinatoria29, la cual se realizaba observando los cielos. La parte baja de la vestidura llevada por el gran sacerdote iba adornada por 365 campanillas, que representaban los 365 días del año.


El vestido del gran sacerdote era un símbolo del universo, tanto en su conjunto30 como en sus partes; de manera que el gran sacerdote se revestía para entrar en el templo con el mundo o con su imagen emblemática, del mismo modo que la Divinidad se reviste con el universo, que constituye su rica vestidura31. Esta idea de los antiguos es tan grande como ingeniosa.


He ahí como todos los cultos de la tierra no son más que hijos del culto del sol, símbolo del Dios único.


La tonsura de nuestros sacerdotes simboliza el disco solar; su estola representa el Zodíaco. Los sacerdotes de Osiris llevaban ya la mitra, el báculo y el manto que utilizan actualmente nuestros prelados32.


El candelabro representa con sus siete luces encendidas los siete planetas, a los cuales se habían consagrado en la India los siete días de la semana, cosa que aún se hace en los pueblos modernos.


GRADO


En la apertura de este grado se ve aparecer una bóveda conocida con el nombre de bóveda secreta, o subterráneo; luego se penetra en un templo designado con el nombre de templo perfecto.


El interior de la bóveda secreta o misteriosa de Mithra representaba el panorama del mundo superior o de los cielos, así como el cuadro de las partes orgánicas del gran todo, que constituyen el poder invisible que une al sol con la tierra. Esta bóveda era el símbolo de las causas primeras de la armonía eternamente activa de que se compone el universo.


¿Qué es lo que se ve en la bóveda secreta de los masones? En el punto central del oriente se coloca un altar triangular en cuya cara principal se ve una imagen del sol resplandeciente; en la otra cara, se halla la estrella flamígera, y en la restante, el compás abierto de tal modo que forme un triángulo, y las cifras 3, 5, 7 y 9.


El altar o pedestal descansa sobre una piedra cúbica de color de ágata; en la parte Sur hay una mesa cuadrada, en la que se ven doce panes, colocados en dos grupos de seis. El centro de la mesa está ocupado por una gamella de oro llena de una mezcla de leche, aceite, vino y harina33. También hay en la mesa una copa llena de vino.


Si nos fijamos en la bóveda celeste observaremos que este cuadro es una copia del cielo, como también lo son los símbolos que decoran el antro de Mithra. Veamos cual es su interpretación astronómica:


El altar triangular, el sol, la estrella luminosa y el compás abierto en forma de triángulo nos enseña que, para buscar la explicación de este misterio, debemos dirigirnos al punto del Zodíaco en que el sol se eleva por oriente, en el signo del Sagitario, porque él asciende entonces con el altar de los dioses que acompaña a este signo. Así pues, se ha tenido razón al representar al sol sobre el pedestal de que hablamos, puesto que este astro cubre también con sus rayos el altar de los dioses cuando asciende con el Sagitario. Al mismo tiempo se divisa la deslumbradora Venus y, más abajo y por la parte de occidente, se despliega la constelación de la Delta, o el Triángulo que se representa en la Logia por medio de un compás abierto.


La forma triangular del altar es la imagen de los tres signos o de los tres meses por donde pasa el sol durante la degradación de la Naturaleza, o sea, durante el invierno, el cual se simboliza en este grado por medio de la bóveda secreta, inaccesible y tenebrosa.


Si continuamos examinando en cielo, veremos en el meridiano inferior la Copa de Baco y la mujer portadora de la espiga, o simplemente del trigo, la cual sigue a las antiguas esferas que la acompañan, cosa que se expresa perfectamente por medio de los doce panes y de la copa de vino que decoran la mesa mística situada al mediodía de la bóveda secreta.


La piedra cúbica en la que descansa el pedestal, el altar o el trono sobre el cual el sol determina la entrada del invierno, es una imagen del mundo en el estado de degradación.


Recuérdese ahora lo que hemos dicho en otra parte acerca de la decoración del templo consagrado en Egipto a la iniciación, templo que se puede comparar al templo único de los judíos, pues, deseoso el pueblo de Israel de simbolizar la unidad existente en el universo, tanto en su conjunto como en sus partes, sólo construyó un único templo, al cual acudían las doce tribus judías para tributar adoración a un solo Dios, Señor y soberano de todas las cosas.


La parte histórica de este grado menciona la emigración de los arquitectos de oriente, y habla de que, después de haber sido destruido el templo de Jerusalén por Tito Vespasiano, los arquitectos y obreros se repartieron por diversas comarcas para enseñar misteriosamente la arquitectura y la sabiduría.


Aprovechemos esta observación para expresar nuestra idea acerca de este admirable arte que honra al genio humano.


La Naturaleza toma su fisonomía, su vida y su movimiento del espíritu y de la materia; y el arquitecto que sabe animar con el fuego su obra de genio no hace otra cosa que imitar a la Naturaleza.


Para la gente vulgar, un monumento no es muchas veces más que una masa de piedras amontonadas con regularidad, y su forma, la expresión de una idea, por ejemplo, la de un templo, un palacio u otro destino cualquiera.


Pero el filósofo cree que esta forma tiene una misión más noble y de mayor importancia; la de transmitir las ideas, las costumbres y los progresos civilizadores de la generación presente a las futuras, y ser la imagen fiel de los sentimientos y de los conocimientos religiosos y civiles de los pueblos.


Por eso parece que los templos antiguos y los de la edad media se hallan habitados todavía por los genios que los concibieron. En efecto, cada uno de estos monumentos parece estar animado por el alma de su autor, quien le ha infundido su vida y sus pensamientos, como si quisiera ayudar a la determinación de la edad del edificio y de los sentimientos de la época.


Esta unión del espíritu y de la materia se ha comparado a una especie de arca de la alianza entre Dios y los hombres, idea que honra a la ciencia arqueológica, cuyo estudio, libre de todo sectarismo, ha de ser la antorcha que disipe gran parte de las tinieblas de la antigüedad.


Cuando se considera que la Arquitectura ha sido en todos los siglos la característica de la sociedad, se reconoce que la antigüedad eligió el velo más noble y más ingenioso al adoptar el nombre de Francmasonería.


Hermano recién iniciado:


La primera prueba de este grado consiste en la repetición exacta del sacrificio de Abraham, el cual es imagen del propio Dios, quien sacrificó a su hijo para salvar a los hombres; pues Ab-raham significa padre elevado (pater altissimus), el Altísimo. Dócil Isaac como Jesús a la voluntad de su padre, lleva la madera del sacrificio, y un carnero o cordero le reemplaza en el altar de los sacrificios.


Cuando os colocaron la cabeza bajo el hacha, se os ha tratado de enseñar que no podéis retroceder ya, y que moriríais si preciso fuera por sostener la causa de la verdad.


La segunda prueba es la de la ablución o del lavado de pies, costumbre judía que repiten nuestros sacerdotes todos los años en esta época. También los egipcios hacían esta purificación misteriosa y sagrada, pues quienes estaban iniciados en sus misterios debían zambullirse en una gran tina llena de agua colocada en el centro del templo, antes de llegar al hierofante y, por consiguiente, antes de aproximarse al altar de los dioses34.


La purificación en el mar de bronce simbolizaba la purificación del corazón, la cual es muy necesaria a los que pretenden entrar en el santuario de la verdad; y hace sentir la necesidad de ser virtuoso para aproximarse a éste.


El perdón generoso de que habéis sido objeto induce a realizar uno de los principios del filósofo, o sea, a comprometeros a sacrificar al placer de perdonar a los hermanos que tengan la desgracia de ofenderos todos vuestros resentimientos.


La consagración hecha sobre el corazón, los labios y los ojos es el emblema de las tres virtudes indispensables para entrar en el santuario de la sabiduría y de la virtud: un corazón puro, una discreción a toda prueba y la constancia de la moral sana.


Una vez terminadas las pruebas, sale el recipendario, según es costumbre, para entrar poco tiempo después llevando en la mano el triángulo —o sea, la Delta—, símbolo de la luz y de la pureza.


Llega al pie del trono y el Muy Grande pronuncia las siguientes palabras según las ceremonias en uso:


“Procura no abrir la boca más que para pronunciar palabras útiles a tus hermanos, procura que tu consciencia sea siempre irreprochable y que todas tus acciones se encaminen al conocimiento de la verdad.”


Luego, se conduce al recipendario a la mesa de comunión fraternal, en la cual se han depositado los doce panes y la copa de vino. Entonces, le dice el Muy Grande:


“Hermano mío, bebed de esta copa con vuestros hermanos, y distribuid con ellos el mismo pan para aprender que los masones se fortifican por medio de la unión y de la comunidad de sus recíprocos auxilios.”


La comida que tomasteis con vuestros hermanos, bebiendo de la misma copa, es el emblema de la igualdad que entre nosotros debe reinar, y recuerda la comunidad de bienes establecida en la primitiva institución35.


Los doce panes de proposición y su división en grupos de seis figuran los doce meses del año, divididos por los dos puntos equinocciales en hemisferio boreal y austral, es decir, en signos de los días largos y en signos de las noches largas.


Por último, al recipendario le ponen en un dedo un anillo o alianza, en la cual se han grabado las siguientes palabras: La virtud une a lo que la muerte no puede separar, las cuales sirven para recordar al recipendario el compromiso que acaba de contraer, y la unión intensa que ha pactado con los hermanos. Después de esta ceremonia, reitera él su obligación y es admitido.


La mixtura empleada en este grado, nos proporciona la ocasión de hacer una observación.


En las fiestas religiosas de Atenas se exhibía una canastilla sagrada, que representaba la que utilizó Proserpina para recoger flores con sus compañeras, cuando fue raptada por el dios de los infiernos. Este objeto substituía a la misteriosa barca de Isis, que los tebanos trasladaban con gran pompa. La canastilla, que iba sobre un carro tirado por bueyes, en vez de ser llevada por los sacerdotes, como ocurría con la barca isíaca en Tebas, era un símbolo de la vida y de la agricultura, cuya alma era Ceres, y contenía, entre otras cosas, trigo de la India, miel, un pastel, sal, una granada, etc. Esta ofrenda a Ceres es tanto más notable, cuanto que en el grado que nos ocupa vemos aparecer una imitación de la misma.


Al examinar lo que ocurre en el templo cuando se admite a un candidato al grado de elegido escocés, hemos visto que este grado representa por entero el estado del cielo, pues la última entrada que hace el candidato en el templo llevando en la mano la Delta —objeto hasta entonces de sus solicitudes— es la señal del término de las desventuras a que ha estado condenada la Naturaleza durante el invierno; es el presagio de la felicidad, a punto de renacer, puesto que la Delta, o sea la constelación del Triángulo, asciende por oriente con el sol en el primer día de la primavera.


Con este grado se ha querido simbolizar, además, el segundo elemento —el AIRE—, cuya suave influencia, secundada por el calor solar, difunde en la Naturaleza la existencia y la vida. De manera que este grado, consagrado al Gran Arquitecto del Universo, bajo el símbolo de la sagrada Delta, es un ejemplo del triunfo de la luz sobre las tinieblas o de la virtud sobre los vicios.


Pero si se considera desde el punto de vista de la moral, se observa que sus fundadores trataron de demostrar que el hombre, o sea, el masón, debía ser dueño de sí mismo, por lo que también debía ser el jefe, el legislador y el sacerdote de la familia, siguiendo el ejemplo de los patriarcas y de los reyes antiguos.


¡Oh, hermano recién iniciado! La pompa del ceremonial y la sabiduría de los preceptos en que abunda el sublime grado que acabáis de obtener como recompensa a vuestros estudios y a vuestro celo, os anuncian la superioridad intelectual y la simplicidad conmovedora inherente a los hijos de la luz. En este grado radica el origen de muchas instituciones sagradas, cuyo origen están lejos de sospechar los individuos del mundo profano y muchos masones. Sus símbolos, pertenecen a la más remota antigüedad, símbolos de que se han apoderado las religiones, os han sido revelados, y creo que os habréis percatado de cual es su interpretación. Meditad en ella, conservadla en vuestro espíritu como tesoro valioso al que la herrumbre de los prejuicios jamás debe macular. No perdáis tampoco de vista al triángulo luminoso, ese objeto de vuestras búsquedas que la superstición y el fanatismo ha obscurecido con tanta frecuencia al regarlo con sangre humana. La palabra se había perdido y vos la habéis encontrado. Se perdió cuando la primera mentira sirvió para disculpar el primer crimen. Se os ha comunicado esa palabra para que llenéis de luz la inteligencia de los hombres; ¡ojalá sea ella órgano de la verdad en vuestros labios, para que descubráis su poder y trabajéis por el progreso de la cultura y de la razón de que depende la felicidad humana!


Hermano mío, aunque el velo de los misterios se haya descorrido para vos, todavía guarda el santuario tesoros que podréis descubrir por medio de la meditación y del estudio, secundado por nuestras explicaciones.



(1) Los primeros filósofos griegos marcharon a la India, a Egipto y a Caldea, con el fin de instruirse, porque la doctrina secreta de esos países tenía fama de abarcar toda la sabiduría humana.


(2) El Papa Juan XIX fue quien instituyó allá por el año 1003 la fiesta de los Difuntos, ordenando que se celebrase el día 2 de noviembre, en el día siguiente a la de Todos los Santos.


(3) Cuatro ángeles se hallan constantemente ante el trono de Dios: Miguel, Gabriel, Uriel y Rafael, cuyos nombres no son hebreos, sino caldeos.


(4) El grado de maestro perfecto, que todavía se otorgaba hace cincuenta años, se basaba en el número cuatro.


(5) Los gnósticos pretendían que todo el edificio de su ciencia se basaba en un cuadrado, en cuyos ángulos había sighé (silencio), bathos (profundidad), nous (inteligencia) y aletheia (verdad).


(6) Como la materia se representa por el número 9 (o tres por tres) y el espíritu inmortal por el cuaternario (o número 4), los sabios decían que, habiéndose engañado el hombre e internado en un laberinto inextricable al ir del 4 al 9, no existía más camino para salir de esos caminos ambiguos y abismos de males que el de deshacer lo andado, marchando del nueve al cuatro.


(7) Los antiguos representaban el mundo por el número cinco. Diodoro opina que esto de debe a que este número representa la tierra, el agua, el aire el fuego y el éter o spiritus. De ahí el origen de penta, palabra que quiere decir cinco en griego, y de pan, que significa todo.


(8) El número 6 designa la justicia, por componerse de partes iguales. Los 6 días de la creación han contribuido a dar mayor celebridad a este número.


(9) Pan, que al principio significaba el gran todo, acabó por degenerar en un dios campestre. Difícil sería descubrir su primer significado si no hubiese conservado su flauta de siete tubos, emblema de los siete planetas, de las siete notas musicales, de los siete colores y de toda la armonía septenaria. En Arcadia se representaba algunas veces a Pan sin flauta, pero, entonces, tenía siete estrellas en el torso. Llevaba barba, signo de paternidad y de fuerza engendradora y, además, unos cuernos, aditamento que, entonces, se consideraba como signo de nobleza y de fuerza.


Todas las divisiones por siete de que se habla en el Apocalipsis, así como en muchos libros sagrados de los indios, demuestran que el septenario representaba el papel más importante en los misterios y religiones.


(10) Todo el mundo conoce esa particularidad singular del 9, número que, si se multiplica por otra cualquiera, da un resultado cuya suma es siempre nueve o es siempre divisible exactamente por 9.


Multiplicando el nueve por los números dígitos, se obtiene una progresión aritmética, en que cada miembro, compuesto de dos cifras, ofrece un caso notable. Ejemplo:


1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 0.

9, 18, 27, 36, 45, 54, 63, 72, 81, 90.


La primera línea de cifras da la serie regular de 1 a 9.


La segunda serie reproduce de un modo doble esta serie: de manera ascendente a partir de la primera cifra de 18, y de manera opuesta a partir de la segunda cifra de 81.


De esta curiosa observación se deduce que la mitad de los números de que se compone esa progresión 9, 18, 27, 36, 45 = 45, ó 9


Representa en un orden inverso

las cifras de la segunda mitad 90, 81, 72, 63, 54 = 360, ó 9

405, ó 9

De manera que 45 se opone a 54;

36, a 63; 27, a 72; y 18, a 81,

y cada uno de estos números o

suma dan siempre nueves ....... 99, 99, 99, 99, 99 = 90, ó 9


(11) Los intervalos numéricos terminan en el diez, pues el que desea contar más vuelve al 1, 2, 3 y cuenta de este modo la segunda decena hasta 20, la tercera hasta 30, y así sucesivamente hasta ciento. Después de este número se vuelve a comenzar el intervalo del 10, que se repite de esta forma hasta el infinito. Pero como 10 no es más que uno seguido de un cero, indica que fuera de la unidad no existe nada y que únicamente por ésta subsisten todas las cosas.


(12) Estando Pitágoras poco satisfecho de los conocimientos científicos que adquiriera en los misterios eleusinos, fue a iniciarse en los de Isis, en los cuales descubrió el teorema relativo al cuadrado de la hipotenusa.


Se pretende que el conocimiento de la piedra cúbica de los misterios egipcios le sugirió la idea de hacer una tabla en la que estuviera contenida la multiplicación de los números dígitos desde el 1 al 10, la cual se conoce con el nombre de ábaco o tabla pitagórica.


(13) Lo que cuenta Pausanias acerca de las Pheneates demuestra que en los templos de Menfis y de Eleusis se guardaban ciertos escritos entre dos piedras, las cuales sólo se leían por la noche, documento que coincide con el tabernáculo subterráneo y la piedra angular de que se hace mención en este grado. (Vassal, pág. 366.)


Augusto mandó revisar cuidadosamente los libros sibilinos en calidad de supremo pontífice, los cuales recogió él a costa de enormes dispendios. También destruyó las copias desfiguradas y ocultó los originales que, según se dice, contenían los conocimientos científicos del mundo primitivo, bajo la base cúbica de la estatua de Apolo Palatino. Estos originales se leían a los iniciados únicamente por la noche. Esta parte del grado parece ser una conmemoración de este hecho histórico, que justifica el dolor experimentado por los masones cuando se suprimieron los misterios.


(14) Los primeros cristianos acusaron al senado de Roma de adorar estatuas, lo que no era cierto. El cristianismo subsistió trescientos años sin estatuas. Doce emperadores cristianos tildaron de idólatras a quienes rezaban ante las figuras de los santos. Este culto no tardó en ser recibido en oriente y occidente, para ser aborrecido más tarde en la mitad de Europa. En fin, la Roma cristiana, que se vanagloria de haber acabado con la idolatría, se ha puesto a la misma altura de los paganos al someterse a las leyes de una nación poderosa, respetada por todas las demás y al adorar a ídolos en forma de santos. (Volt., De l’Angleterre sous Charles II.)


(15) La parte histórica de este grado adolece de dos grandes defectos: el primero es el de ser insignificante, debido a su laconismo, y el segundo, el de ser inverosímil... Nosotros creemos que este grado no fue concebido por quien ideó los otros. (Hermano Vassal.)


(16) O, mejor dicho, Zabulón, del hebreo zebulún (habitáculo).


(17) “En el Real Arco del rito de York, este caso se divide en tres partes: en la primera se encuentra la cámara de los compañeros, maestros masones del Arco; en la segunda, el colegio de maestros, excelentes masones del Arco; en la tercera, el santuario de los caballeros y superiores, excelentes masones del Arco.” (Hno. Vassal, pág. 346.)


(18) Estas palabras completan también el toque del secretario íntimo (grado 6°), del sublime caballero elegido (grado 11°) y del gran escocés de la bóveda sagrada de Jacobo VI (grado 14°), con el cual corresponde el de escocés del rito francés.


(19) Es uno de los nombres de Dios en el Real Arco (grado 13°), así como el de la piedra angular en la sección décimo tercera del grado 18° correspondiente al rito antiguo.


(20) Cuando Alejandro el Grande, quien había jurado acabar con los judíos porque estos se habían sumado al partido de Darío, vio el nombre que llevaba inscrito en su mitra el gran sacerdote, se prosternó ante el nombre inefable y adoró al gran motor de los destinos.


(21) Mucho tiempo antes que los judíos los grandes iniciados egipcios guardaban esa misma costumbre respecto al nombre de Isis, el cual era sagrado e incomunicable.


En la tabla isíaca se veía trazado el famoso triángulo antiguo, emblema de la diosa Isis.


(22) Al tratar acerca del Caballero de Oriente hablaremos sobre la esclavitud y la devolución de la libertad, pues estos dos temas se desarrollan ampliamente en este grado.


(23) Antigua oración atribuida por algunos autores a los caldeos. Era una plegaria invernal por la que se imploraba el retorno del reino del bien.


(24) Clemente de Alejandría, Str. I, 5.


(25) Josefo, antiq. Jud., I, 3, cap. 8.


Como la nave de las iglesias era la imagen del cielo, como también ocurre en los templos masónicos, se pintaba de azul y se llenaba de estrellas. Los antiguos creían que el cielo era un arca —es decir, una nave— de la que se servían los dioses para viajar por los espacios etéreos.


Bajo la pintura con que se han cubierto los muros de los templos en los tiempos modernos, se han encontrado los colores antiguos, es decir, el rojo, el azul, el oro, el verde y el blanco.


(26) Phil. y Clemente de Alejandría.


(27) Strom., I, 5, pág. 561, de Clemente de Alejandría.


(28) Joseph, Antig. Jud., I, 3, cap. 8, y Clemente de Alej., Strom., I, 5.


(29) Syncell, pág. 133.


(30) Philón, Vita Moys, pág. 520.


(31) Lo mismo ocurre en el ritual hindú, pues los iniciados en el mundo de Brahma saben que cuando se ponen los hábitos iniciáticos son la misma forma de Brahmâ•. “Asimismo, cuando el obispo confiere las órdenes en la Iglesia cristiana, anuncia a cada ordenado la función a que ha sido promovida; y cada vez que le pone una prenda de la vestidura, le anuncia las gracias celestes que le ha de proporcionar, y cual ha de ser la virtud y el género de pureza que ha de poseer para poder llevarla con dignidad.” (Véase Pontificate Romanum y el librito en 16°, titulado: Series Ordinationum ex Pontificati Romano, etc., editado en París en 1709.)


• Brahmâ es la facultad por la que Brahm (o el Ser, o Dios) ha producido el universo. El nombre sagrado de Dios entre los brahmanes es Aum (Dios), todopoderoso e inefable según sea pronunciado.


(32) Dupuis, Orig. Des Cult.


(33) Esta mezcla viene a ser una especie de ciceón. La diferencia de las substancias depende del país, pero representan los mismos símbolos.


(34) Los egipcios celebraban sus misterios mayores y menores durante nueve días, en la luna llena de su séptimo mes. En el día segundo los iniciados debían purificarse en el mar. En los templos alejados de la costa se colocaba una gran vasija denominada el mar de bronce; del cual se derivan los mares de bronce de Moisés•, de Salomón, de los cristianos y de los masones.


• Las mujeres de la tribu de Leví que pasaban la noche velando a la puerta del tabernáculo, ofrecieron a Moisés sus pulimentados espejos de bronce y de plata para que él mandase fundir un mar de bronce.


Este párrafo de Éxodo (cap. XXXVIII, vers. 8) ha hecho creer a ciertos autores que las mujeres de la tribu de Leví fueron iniciadas en los primeros órdenes de los misterios israelitas. En apoyo de esta opinión añaden que esta costumbre explica la adopción de las damas en los misterios modernos fundados por los hebreos.


(35) Véase la tenida de banquete.


J. M. RAGÓN - GRADOS CAPITULARES

SEGUNDA PARTE

GRADOS CAPITULARES

SEGUNDA SERIE


La segunda serie, denominada Masonería de los altos grados o Masonería roja, a causa del cordón que llevan los rosacruces, comprende cuatro órdenes o grados, cuyos títulos son:


Electo,

Escocés,

Caballero de Oriente,

Soberano Príncipe Rosa-Cruz.


Estos grados sólo se otorgan en los capítulos.

El sistema casi moderno de los altos grados, considerado por algunos como amplificación útil y como una creación superflua por muchos más, no tiene el alto alcance de los tres primeros grados. Éstos hacen de todas las naciones una sola; en aquéllos, por el contrario, cada nación quiere ser dueña de sí, para lo cual se aisla del mundo masónico y adapta a sus propios hábitos y necesidades el sistema llamado superior del escocismo o cualquier otra especulación del espíritu.

Si un visitante de grado alto se presenta en una Logia para participar en las tenidas superiores se atiende menos a su calidad de masón de alto grado, que al interés directo que pueda inspirar a los masones nacionales, por su posición profana o por la manera de ser de su país respecto al que visita.

Los grados capitulares y filosóficos son superiores en denominaciones y en el aparato de sus trabajos1 a los tres primeros grados, pero son inferiores a ellos en resultados humanitarios y hasta en los filosóficos.

(1) Menfis tuvo siete grados de iniciación; los demás misterios sólo tuvieron tres •; los esenios, dos; el cristianismo, uno; la verdadera iniciación masónica, tres; el rito moderno francés, siete; el rito escocés primitivo, veinticinco, y el actual, treinta y tres.

• Séneca habla claramente de la pluralidad de grados existentes en los misterios. (Quoest. Nat., VII.)



MASONERÍA ROJA

PRIMERA ORDEN CAPITULAR

GRADO DE ELEGIDO

HERMANOS:


Al interpretar los grados simbólicos hemos visto que para encontrar las raíces de la Masonería no deben limitarse las investigaciones a los campos de Palestina, ni a las cavernas de los cristianos primitivos, ni a la persecución de los Templarios, ni a la abolición de los jesuitas, ni a los subterráneos de Egipto, sino que es preciso penetrar en las profundidades de los siglos anteriores.

Si hay enemigos celosos y eternos críticos que tratan de envolver a nuestra sociedad en un ambiente desfavorable, si algunos hombres virtuosos la temen y se alejan de ella, es debido a que unos no la conocen, y a que otros creen que sólo se ocupa de objetos fútiles, cuyo ideal esencial, cuyas relaciones graduales e importantes accesorios no llegan ni a entrever.

Al formar el cuadro de las relaciones lógicas existentes entre los grados hemos encontrado antiguos errores que se han refugiado en la Masonería después de dar la vuelta al mundo, y han sido acogidos por algunos masones modernos de un modo peligroso para la credulidad. A fuerza de tiempo y de silencio, algunos de estos errores han cobrado cierta autoridad ficticia en la multitud, la cual está predispuesta siempre a creerlo todo.

Los errores y las cosas ilusorias se propagan de manera pasmosa; tanta avidez siente el hombre por ellos, que basta que aparezcan para que se encuentren numerosos partidarios y sectarios. Se acogen al principio de curiosidad, y acaban por encontrar un abrigo seguro contra los ataques de la razón y de la verdad en el amor propio y en la obstinación. A este estado de cosas deben su origen y su triunfo numerosas innovaciones extravagantes que, a fuerza de reproducirse en formas seductoras, toman cuerpo con la velocidad de un incendio; fascinan a los espíritus; anublan la razón, y habrían devorado ya  ala Masonería, si la locura, que sólo sirve como diversión, pudiese prevalecer sobre la verdad.

Ya hemos visto que el grado de maestro, considerado antaño como el superior, aventajaba a los demás en perfección, puesto que con él se terminaba la iniciación y se daban al neófito todas las cualidades que le distinguían como hombre excepcional en toda la tierra.

Por los detalles que daremos a continuación al tratar del electo veremos cuan falsamente se ha interpretado este grado, o mejor dicho, con cuanta bajeza ha sido calumniado.

El grado de electo es el primer orden de los grados capitulares en el rito francés y corresponde al quinto grado capitular del régimen escocés. Los cinco grados se distribuyen en dos clases: la primera de las cuales se denomina capítulo de los MAESTROS PERFECTOS, INTENDENTES DE LOS EDIFICIOS, y se componen de cinco cámaras:


La 1ª cámara es la de los MAESTROS SECRETOS;

La 2ª cámara es la de los MAESTROS PERFECTOS;

La 3ª cámara es la de los SECRETARIOS ÍNTIMOS;

La 4ª cámara es la de los PREBOSTES Y JUECES;

La 5ª cámara es el santuario o el capítulo de los INTENDENTES DE LOS EDIFICIOS.


Nosotros hemos dado a nuestro Curso preferencia a la Masonería francesa; la cual tiene la ventaja de estar formada exclusivamente por siete grados, que conservan entre sí relaciones exactas, cuya parte dogmática tiene el mérito invaluable de basarse en los misterios antiguos.


DEL MAESTRO SECRETO


Este grado es insignificante; su objeto aparente consiste en reemplazar a Hiram por siete maestros expertos, que son admitidos en el rango de los levitas.

Su palabra sagrada es la iod1 hebraica, letra que significa cabalísticamente Dios, principio, unidad. La palabra de paso es zizón, que se traduce por balaustrada. Esta palabra ha sido alterada, de modo que hay que decir ziza, que significa esplendor2.


DEL MAESTRO PERFECTO


El Maestro perfecto conoce el círculo y la cuadratura. Este grado es el primero que tiene relación con el cuaternario, es decir, con la mónada unida al ternario, lo que no impide que algunos masones, cuya erudición yo respeto, opinen que el maestro perfecto debiera llamarse maestro antiguo; pero yo digo con ellos que este grado es necesario en la categoría masónica, porque constituye en cierto modo el complemento del segundo punto de la maestría, que el rito francés no ha indicado lo bastante. En efecto, así como el primer punto ofrece la escena de la muerte, así también el segundo debe presentar la de la vida, completando el sistema, puesto que ninguna de estas modalidades puede existir sin la otra. Al suprimir en Francia el grado de maestro perfecto, se ha remitido la palabra perdida o primitiva al grado de escocés, es decir, después de la venganza; y la instrucción particular del maestro perfecto no tiene una explicación bastante clara.


Hay varios maestros perfectos. Las características distintivas de este grado son:


1º El color verde, emblema de la vegetación y de la vida, simbolizado en el grado de maestro por medio de la rama de acacia, que se recuerda en este grado por la palabra de paso.


2º La aplicación del cuaternario o de sus múltiplos, número que designa el de los elementos generadores.


3º El empleo del famoso tetragrama Jehová que, según se supone, era la palabra primitiva de maestro, cuando fue asesinado Hiram, así como es el nombre particular que diera Moisés por primera vez a Dios cuando describía en el capítulo cuarto del Génesis el asesinato de Abel3.


Este grado se ha tomado en parte del tercer libro de los Reyes, capítulos 5º, 6º y 7º.


DEL SECRETARIO ÍNTIMO


El tema de este grado singular se ha tomado de los versículos 11º, 12º y 13º del capítulo IX del tercer libro de los Reyes. En la leyenda de este grado se dice que, habiendo llegado el rey Hiram a Jerusalén para lamentarse del mal estado de los países que se le habían otorgado, entró tan bruscamente en el aposento del rey Salomón, que Johaben4, el favorito de este monarca que no conocía a Hiram, sospechó que éste abrigara malos propósitos. Abrió la puerta para escuchar, fue sorprendido, etc.


PREVOSTE Y JUEZ, O MAESTRO IRLANDÉS


Este grado participa del grado de compañero y del escocés. En su leyenda se supone que, pagado de la acción heroica que acaba de realizar el poderoso Irlandés, no es bastante el que se le haya dado la recompensa debida a su ilustración, sino que es preciso darle una prueba de mayor confianza. Por esto se premia su celo enseñándole el lugar en donde reposan las cenizas del pretenso Hiram, y se le da, también, la llave del cofre en que se guardan.


En esta leyenda5, créese encontrar una alusión a los huesos de José, que Moisés se llevara consigo al huir de Egipto (Gén. capítulo 50, vers. 26; y Éxodo, cap. 13, versículo 19)6.


DEL INTENDENTE DE LOS EDIFICIOS O MAESTRO DE ISRAEL


Con este cargo se encomienda al parecer a un maestro en Israel la misión de que vele por el pueblo. El intendente de los edificios asciende por los siete peldaños de la exactitud y practica los cinco punto de fidelidad. Por otra parte, este grado no tiene nada relativo a la Francmasonería, y sólo alude al establecimiento de los jueces del pueblo de Israel; al parecer se ha tomado del Deuteronomio, cap. 16, vers. 187.


SEGUNDA CLASE


La segunda clase recibe el nombre de CONSEJO DE LOS ELEGIDOS, el cual consta de tres cámaras (formadas por tres grados en el escocismo).


La 1ª cámara es la de los ELEGIDOS DE LOS NUEVE8.

La 2ª cámara es la de los ELEGIDOS DE LOS QUINCE9.

La 3ª cámara es el santuario o consejo de los CABALLEROS ESCOGIDOS.


“En este grado sólo se enseña un punto de moral; pero, en cambio, no se da más instrucción. La institución de este grado se atribuye, una vez más, al inagotable Salomón.”


“Este grado se titula Sublime caballero escogido; con lo cual se dice que Salomón creó ya caballeros, cuando el origen de la caballería se remonta únicamente al octavo siglo de la era vulgar.”


El Gran Oriente de Francia substituyó en 1786 los grados de elegidos citados anteriormente por uno solo: el de electo secreto.


En el escocismo reformado de San Martín no existe más que un solo elegido, cuyas palabras sagradas son necum y maobon10.


En este grado el nombre del recipendario es Gabaon (en hebreo, Ghibbón)11.


Al recibir este nombre, contrae el maestro la obligación de guardar en su corazón los secretos de la Orden con tanta fidelidad como guardaron los Gabaonitas el depósito que se les confiara cuando se reconciliaron con los Israelitas12.


La figura emblemática de la muerte de Hiram y la venganza de que va seguida, ha servido de pretexto a los enemigos de la Francmasonería para difamar de ella.


En estos diversos choques de la envidia contra la inocencia se encuentran evidentísimas contradicciones, y puede decirse que nuestra Orden debe su triunfo sobre sus enemigos a la falsa dirección que han seguido las numerosas armas que contra ella se han reunido.


Esto nos lleva a tratar de ciertas Órdenes que disimulaban bajo el antiguo ropaje masónico el objeto de sus trabajos ocultos.


No tenemos el propósito de atacar ni disculpar a los templarios de los crímenes que les han achacado los ignorantes y los malvados; nosotros lamentamos que esas falsas imputaciones hayan dejado un triste rastro difícil de borrar por medio de la razón, porque la verdad se abre paso lentamente en el espíritu humano.


Aunque la memoria de los Templarios se ha rehabilitado ante los filósofos y los hombres imparciales, todavía conserva para el vulgo las marcas indelebles que los impostores y calumniadores le grabaran con caracteres de fuego. Los enemigos de la Francmasonería han tratado de evocar a este recuerdo contra ella, creyendo hallar en la hipótesis episódica de la muerte de Hiram la prueba de los pretensos crímenes imputados a la Francmasonería.


Otros hombres, que presumían de hábiles en el arte de las relaciones históricas, han encontrado en la muerte de Hiram todas las figuras que necesitaban para sus proyectos.


Veamos de que modo razona acerca de este grado uno de los sectarios del Temple.


Maestro —dice— es el Templario que ha perpetuado en secreto la desventurada Orden de los perseguidos Templarios.


Era necesario cubrirle con un velo para confiar a las familias de las otras naciones el derecho hereditario de la Orden suprimida. Este velo se encontró en los símbolos masónicos, en cuyas leyendas misteriosas se intercalaron las circunstancias secretas de las desventuras sufridas por los Templarios, con el fin de conservar y propagar la Orden del Temple.


Así, por ejemplo, el templario encuentra en las iniciales de las palabras secretas correspondientes a los tres grados, J.·., B.·. y M.·., los nombres del Gran Maestre de su Orden, quemado vivo en París: Jacobus Burgundus Molay.


En los tres compañeros asesinos de Hiram cree él reconocer a Squin de Florián, a Noffodei y al Desconocido, en cuyas declaraciones se basara Felipe el Hermoso para acusar a la Orden ante el papa; o a los tres abominables, Felipe el Hermoso, Clemente V y Noffodei.


A continuación damos la opinión del hermano Dumast, con la que nosotros estamos de acuerdo por encontrarla muy razonable:


“Al deshacerse la Orden del Temple la mayoría de los iniciados Templarios ingresaron a la gran familia eterna de los masones13, la cual se aumentó y honró recibiendo en su seno a los restos del Temple. Los masones continuaron reuniéndose en sus Logias para cultivar en ellas la sabiduría, la instrucción y la beneficencia. Lo único que ocurrió es que, viéndose amenazados de vez en cuando por los soberanos, a quienes se había hecho creer que los masones iban a ser los vengadores de los templarios, tuvieron menos facilidad para corresponder y regularizar sus trabajos, lo que, unido a la ignorancia crasa de la edad media, aumentó esta confusión del rito. El grado de maestro elegido contribuyó a dar apariencia de verosimilitud a las imputaciones calumniosas al ser interpretado por el miedo y por la prevención. Sin embargo, hubieran sido necesarias dos cosas para que hubiese podido producir una justa desconfianza: que no fuera mucho más antiguo que la Orden del Temple, y que el grado de maestro tuviera relación con hechos históricos, y no con físicos y morales14.

Los masones y los filósofos deploran los abusos que ha realizado el poder y los crímenes que han motivado los furores religiosos; pero la antipatía masónica contra el fanatismo no hace fanáticos. Los masones no sueñan en venganzas ni las provocan; pero, como observan religiosamente las antiguas ceremonias fúnebres de oriente, celebran en sus templos la desaparición aparente del dios enterrado en las pirámides: que no es otro que Osiris de los egipcios, el Memnón de los etíopes, el Mithra de los persas, el Baco de los griegos, el Athys de los frigios, el Adón de los babilonios, etc., todos los cuales son héroes, legisladores o príncipes que jamás existieron en la tierra, aunque los pueblos hayas celebrado su nacimiento, pasión, muerte y resurrección.

No menores pretensiones han tenido los jesuitas acerca de la orden masónica.

Para los jesuitas, los tres compañeros representan a los tres reinos que expulsaron a esa milicia religiosa a comienzos del siglo XVI: Inglaterra, Escocia y Francia.

Los tres pasos no son más que repetición de los tres votos.

El maestro es recibido en la cámara del medio, y el jesuita, en el santuario en que hace profesión, en donde muere para el mundo y se somete a la escuadra y el compás, es decir a la obediencia y a la autoridad.

El mandil masónico es el hábito de la orden de los jesuitas. La inicial y hasta el mismo nombre de Jehová, no significa otra cosa que jesuita.

Menos afortunados han estado en la interpretación de las letras S.·., F.·., B.·., que ellos cambian en F.·., S.·., P.·., porque traducen las palabras masónicas por fortitudo, sapientia y pulchritudo.

El número siete indica las siete ordenaciones del sacerdocio indispensables para entrar en la Orden de los jesuitas.

La letra G.·. colocada en el centro de la estrella flamígera representa al General de los Jesuitas. Orden y universo eran sinónimos, porque la Orden jesuítica debía gobernar el universo. Se dice que el universo es para la Orden, porque el universo está lleno de masones dedicados a San Juan, y estos innumerables masones son esclavos encadenados o piedras brutas que los jesuitas querrían tallar. Así, por ejemplo, la reunión de todas las Logias, la expresaban alegóricamente por medio de la palabra universo, como decimos la universalidad para indicar la reunión de todos los colegios de París.

El sol es la Orden de los jesuitas, y tiene nueve rayos, para simbolizar a los nueve fundadores de la Orden.

La luna es la Orden de los Francmasones; ella recibe la luz del sol, es decir de la sociedad de los jesuitas.

Digamos unas palabras acerca de esta milicia de los papas15.

Cuando una rama del sistema masónico produjo la reforma protestante, hija del renacimiento de las letras, al que no era ya posible oponerse, apareció un hombre, el soldado Ignacio de Loyola, que formó una Sociedad con objeto de defender a los papas y las creencias en su infalibilidad contra los reformados, para obtener como recompensa un favor ilimitado y un inmenso poderío en todo el mundo católico. La Orden jesuítica prestó grandes servicios a la Santa Sede durante la época del concilio de Trento, influyendo poderosamente en los últimos decretos de esta asamblea famosa.

Percatados los jesuitas de que era imposible impedir el progreso de la cultura y oponerse al anhelo de saber, decidieron adueñarse de la instrucción pública, deslizarse al lado del torrente que arrastraba a los hombres hacia la cultura.

Los jesuitas no han tendido a formar pensadores, ni filósofos, pero si letrados, y espíritus ilustrados, pero sumisos.

Es evidente, pues, que su sistema de enseñanza sólo aspira a fecundar el reino de la memoria y de la imaginación, esterilizando al de la filosofía, la razón y la libre investigación.


INTERPRETACIÓN DEL GRADO DE ELECTO


En las sesiones precedentes vemos visto que los misterios masónicos no eran otra cosa que representaciones de los fenómenos de la Naturaleza, animadas por el genio simbólico de la antigüedad, el cual personificaba a todos los seres inanimados y morales y presentaba en forma de narraciones de acontecimientos pasados las enseñanzas que pretendía inculcar a los hombres. Así se explica que los egipcios simbolizasen el año por medio de una palmera y el mes por una rama, porque la palmera da una rama cada mes.

Figuraban la inundación por medio de un león, porque la del Nilo acontecía bajo este signo celeste; de ahí viene la costumbre de colocar a la puerta de las casas figuras de león que vomitan agua (PLUT.).

Si prestáramos atención exclusivamente al sentido histórico, la antigüedad nos parecería un espantoso caos, y sus sabios, unos insensatos; lo mismo ocurriría con la Masonería y con sus instructores; pero cuando las alegorías se explican, dejan de ser meras fábulas absurdas y hechos puramente nacionales, y se convierten en enseñanzas consagradas a la humanidad entera. Estudiándolas, se adquiere la certidumbre de que todos los pueblos han bebido de una fuente común; se ve que la representación del cielo constituía el objeto de su cooperación, y se creía que el sol era el agente principal de la Naturaleza y el dictador de todas las cosas, tanto de la tierra, a la que caldea con su aliento, como del cielo, al que colora y en cuya inmensidad caminan sus rayos luminosos.

En el grado de electo vamos a ver que la descripción del lugar donde se retirara Adón-Hiram es la continuación del romance celeste, tan misteriosamente escrito en el grado de maestro.

Adón-Hiram se compone de dos palabras: Adón, que significa dios, e hiram, elevado: dios elevado; cualidades aplicables al sol.

La caverna de Adón-Hiram es un símbolo de los signos inferiores a los cuales se retira el sol después del solsticio de verano, cuando se domicilia en el Escorpión, signo en que se supone que el astro rey muere. Ahora bien, si se examina el estado del cielo en la época de la invención de esta fábula mitológica, es decir, cuando el sol se encuentra en su mayor exaltación en el signo de Escorpión, se verá aparecer por oriente al gran río o manantial; al Sur aparecerá Sirio, o el gran perro, y, a poniente, la zarza, la cual adquiere el carácter de zarza ardiente, porque declina helíacamente, es decir, con el sol.

Por la misma razón se dice que la Osa Mayor, el León y el Tigre de Baco, o el Lobo celeste de que se habla en los ritos antiguos, caminan en concierto hacia occidente con el sol, o sea con el Escorpión, y guardan la entrada de la caverna, porque se hallan todavía en el borde del horizonte cuando ya no se ve el astro del día.

Al tratar del grado de maestro hemos demostrado la identidad existente entre el sol e Hiram; partiendo de este principio irrefutable podremos encontrar fácilmente en todos los accesorios del grado de electo un tema astronómico perfecto, que nos dará a conocer de un modo evidente la época del año con que se halla relacionado y facilitará la comprensión de verdades útiles.

Ya hemos visto que los tres asesinos no son otros que los tres signos del otoño causantes de la muerte del astro diurno. El nombre de Abi Balah (asesino del padre) con que se conoce al más culpable, designa suficientemente al Sagitario, constelación que da muerte al sol, padre de todas las cosas (rerum omnium pater). Sigamos por el camino emprendido, que nos ha de conducir a la interpretación total de la alegoría.

Los culpables se retiran después de haber realizado el crimen a la orilla del mar, cerca de Joppé, ciudad situada al Oeste de Jerusalén16. Ahora bien, todo el mundo sabe que todos los pueblos antiguos creían que el mar occidental era la parte baja del cielo, en donde terminan los astros su carrera y desaparecen de la vista. La caverna de que se habla en la leyenda de este grado recibe el nombre de Benacar, morada de la esterilidad, porque la parte occidental del cielo, que parece como si fuera un abismo a donde van a precipitarse los astros, fue antiguamente considerada como morada de la muerte y lugar de esterilidad. Por eso el Serapis de los egipcios y el Plutón de los griegos reinaban en occidente, y los galos creían que la Bretaña y, por consiguiente, la isla de Saín, situada a poniente de la península Armórica, era el asilo de la muerte y la morada de las sombras.

En esta historia hay un desconocido que representa un papel importantísimo. Este personaje es astronómico, como todos los demás; es la estrella cuya aparición produce la muerte o la desaparición por occidente de los asesinos de Hiram, del mismo modo que el misterioso astro de los magos anunció el nacimiento o aparición del dios-salvador. Ahora bien, si buscamos cual es la notable estrella que aparece en el oriente del horizonte en el preciso momento en que el Sagitario va a desaparecer por occidente, veremos que se trata de Aldebarán, que es una de las más hermosas luminarias del cielo y la más notable de la constelación del Toro.

El desconocido era un guardián de rebaños, y Aldebarán está rodeada de Hiadas, las cuales forman un grupo en torno de ella, mientras que las Pléyades, situadas sobre el cuello del Toro celeste, forman un segundo rebaño a sus lados.

Nueve maestros se eligen para ir en busca de los asesinos; ya dije antes que estos nueve maestros corresponden a los nueve signos del invierno, de la primavera y del estío, pues, aunque en este número se encuentran tres signos inferiores, no se consideran estos como funestos, en vista de que no ocasionan la muerte del sol como hacen los del otoño. El Cristo muerto sólo pasó tres días en la tumba, es decir, en la morada de la muerte, o sea en los infiernos (lugares inferiores), y esos tres días corresponden una vez más con los tres asesinos, o los tres signos del otoño.

Los nueve elegidos van en busca de los culpables guiados por el desconocido y viajando por caminos tortuosos y poco frecuentados. Esta ruta nos recuerda la del Zodíaco descripta por Ovidio. ¿No parece, en efecto, como si Aldebarán, que es la estrella más brillante del horizonte, arrastrase a las constelaciones zodiacales en persecución de la Balanza y del Escorpión, las cuales desaparecieron en el momento en que el Carnero apareció en el horizonte y en pos del Sagitario, el cual muere cuando aparece el Toro?

¿Quién dirige a Johaben por el camino peligroso? Un perro. Aquí también es perfecta la interpretación astronómica, pues, en el momento en que desaparecía el Escorpión, asomaba Phoción o el Can menor por el horizonte en oposición a la constelación poniente; mientras que el Eridán ocupa la parte meridional del cielo. En efecto, después de la muerte de Abibala, Johaben bebe de una fuente que manaba cerca.

De manera que, según sus símbolos, el grado de electo se relaciona con el cielo primaveral, época en que el rey de la Naturaleza se venga de sus enemigos y se yergue triunfante en su cielo después de haber sucumbido por efecto de los golpes de sus contrarios, es decir, después de haber descendido al punto inferior de su curso y haber desaparecido de la vista de muchos pueblos y después de haber nacido de nuevo para recomenzar su carrera renaciente, la cual se figura aquí por los honores que Salomón manda tributar a la memoria de Hiram. Mientras tanto sus enemigos son precipitados al abismo. Este sol es el Osiris, que, muerto a traición por su hermano, desciende a los infiernos , y resucita triunfando, a su vez, de Tifón, que es el jefe de las tinieblas y el genio del otoño, cuya sede principal es el Escorpión. Este sol es Horo, que nace, muere y resucita como su padre; es Hércules, el cual desciende a los infiernos después de haber encerrado en ellos al Cervero; es el místico Cristo Sol, el cual desciende igualmente a los infiernos y sale de ellos vencedor de Satán y de la muerte en la época de la Pascua, es decir, del paso del astro del día desde los signos inferiores a los superiores.

Todo sirve aquí para completar la alegoría: el lugar en que nos encontramos por su sombría tristeza, recuerda el invierno a que ahora nos acercamos.

Nueve semanas transcurrieron antes de que el crimen fuera castigado; en efecto, la venganza empieza a comienzos del tercer mes, cuando el Carnero o cordero celeste empieza a aparecer en el horizonte. Al mismo tiempo la Balanza y el Escorpión se hunden bajo el horizonte, sobre el cual todavía domina Abibala o el Sagitario, quien no desaparece hasta que se aproxima el Toro.

Nueve luces lucen aquí; ocho de ellas están apagadas, mientras que la novena, separada de las demás, lanza su esplendor mucho más vivo. Trátase de nueve constelaciones zodiacales; la mayor de las cuales domina en donde se encuentra el sol, y es Johaben, el vencedor de Hiram.

Las ocho estrellas precedidas por la estrella de la mañana, se interpretan del mismo modo y son una vez más los nueve elegidos.

En el grado de electo se escapa el primer grito de venganza. Esta venganza es la que llevó a cabo el sol, Horo, contra los asesinos de su padre; o, lo que es lo mismo, Júpiter contra Saturno. Este permanente sistema de venganza se remonta hasta los tiempos más remotos. Su interpretación se encuentra en las operaciones de la Naturaleza, en la que se realizan numerosos combates o reacciones entre el principio creador y el destructor, pues el resultado de la fecundación es la fermentación o putrefacción de los principios seminales, ese estado de tinieblas, de desorden y de confusión que los antiguos designaban con el nombre de caos, el cual precede al desarrollo y a la aparición del germen regenerador. Este caos, que es para nosotros la aurora de los siglos o el precursor de la creación del mundo, no era para los sabios de la antigüedad más que una hipótesis o, mejor dicho, una inducción sacada de la generación de los seres.

Como no queremos dejar lugar a dudas sobre la doctrina de los antiguos referente a esto y pretendemos al mismo tiempo hacer sensible la justeza de sus alegorías, escojamos entre todos los cuerpos de la Naturaleza el grano de trigo, para poner un ejemplo. Este cuerpo es a la vez causa y resultado, porque habiendo sido producido por un grano semejante, debe producir otros a la vez. De forma que, si se considera alegóricamente, se puede tomar como padre o como hijo. De ahí la identidad perfecta de Horo y Osiris. Este grano guarda en sí la semilla, la nueva identidad, y es depositado en la tierra, la cual fue su madre, y se convierte ahora en su esposa, para llevar a cabo junto con el grano el acto de la generación. Ved con cuanta facilidad se explican las alegorías de los antiguos cuando se logra encontrar el hilo de Ariadna en este dédalo aparente.

El grano se hincha y ablanda en cuanto las dos fuerzas engendradoras se ponen en contacto. No tarda luego en fermentar, en ennegrecerse y en descomponerse17. Los elementos que lo constituyen se encuentran en un verdadero estado de guerra, del cual debe salir triunfante o derrotado el principio generador; por esta razón el cordón del electo lleva la divisa Vincere aut mori (vencer o morir). De suerte que entre la vida y la muerte se libra un combate terrible, del que ésta sale triunfante; entonces se rompen todas las agregaciones; el grano empieza a pudrirse, consumatum est.

La destrucción del cuerpo operada por la putrefacción se simboliza por medio de la guadaña de Saturno, de la cual no es más que una alegoría la joya del electo, que trae a nuestra memoria el puñal mitraico, del que hablaremos en un grado superior. Esta misma destrucción es la que ha dado motivo a que se diga que el esposo de Rea devoraba a sus propios hijos. Únicamente Júpiter (el germen fecundante) se libra de la muerte. Y, como la disolución de lis mixtos destruye su agregación, absorbe los principios constitutivos, y reduce su facultad generadora a la nada, se ha supuesto que Saturno había privado a su padre de los órganos de generación. Saturno recibe luego el mismo trato por parte de su hijo, lo que significa que el calor vivificante se desprende de la cloaca de la putrefacción, la absorbe, se alimenta de ella, y no tarda en dar pronto vida a un nuevo ser.

Este ser es el germen antes encerrado en su limitada envoltura, en la que parecía estar condenado a perpetua prisión. El germen se desprende, asciende, atraviesa la tierra, aparece, y su nacimiento cuesta la vida de su padre18.

Tal es el importante fenómeno, el inefable misterio, verdadera clave de la Naturaleza, en que supieron penetrar los sabios antiguos, utilizándolo como uno de los fundamentos de su doctrina y como tema de sus leyendas sagradas. Esta predilección de los sabios era natural. En efecto, ¿no se encuentra sometido a las leyes que acabamos de exponer todo cuanto existe en el universo? ¿No repiten todas las cosas la lucha eterna de los dos grandes agentes de la Naturaleza y sus victorias alternativas? Nunca se dirá bastante que la vida y la muerte se reparten en mundo. Las dos son término mutuo de sí mismas; una no puede existir sin la otra, y ambas emanan de un poder único e idéntico19.

Según lo expuesto, hay que convenir que las atrocidades repulsivas de Saturno, padre del tiempo, y del incestuoso Fedro, etc., no son sino enigmas interesantes, que contienen hechos dignos de habérsenos transmitido20, por los cuales será fácil demostrar que la agricultura contiene alegorías propias de la Masonería.

Reiteremos nuestro elogio a la Masonería francesa que, después de habernos enseñado los tres grados simbólicos, ha querido mostrarnos otros misterios en sus cuatro órdenes, bajo el ingenioso velo de los cuatro elementos de los antiguos. En este grado la caverna de Adón-Hiram representa el primer elemento, o sea la tierra en ausencia del sol.

Creo que ya he demostrado que, en Masonería, no debe darse otro significado que el simbólico a la palabra venganza; y que no existe nada contrario a la razón en la historia interpretada del grado de electo. ¿Por qué temen los capítulos el trabajar en este grado? ¿Será porque la mayoría de los hermanos que lo profesan no se molestan ni se esfuerzan por comprender los antiguos misterios y estudiar la Naturaleza, que constituye la base de aquellos?

La joya de este grado se halla comprendida en el simbolismo mitraico que acabo de describir. Darle otra interpretación sería calumniar y desfigurar a la Masonería, puesto que el puñal es un arma vil que no cuadra bien en la mano del masón.

¡Oh, hermano recién iniciado!, tened siempre presente la siguiente máxima:

¡Multi vocati, pauci vero electi! Sentencia religiosa que se puede aplicar a la Masonería, en donde muchos son los llamados y pocos los elegidos; es decir, pocos son los hermanos que entiendan bien nuestros emblemas y sepan interpretarlos filosóficamente.

Pero el cuidado que ponéis por comprender nuestros símbolos y la forma con que habéis respondido a las preguntas que os hemos hecho, nos demuestran que estáis en condiciones de realizar nuevos progresos en nuestra institución. Abrigamos la esperanza de que llegará el día en que formaréis parte de esos elegidos, los cuales son muy poco numerosos, a pesar de que existen muchos masones que poseen ese grado filosófico y moral consagrado a acabar con las tendencias culpables y a reprimir las malas pasiones.

Ya habréis tenido ocasión de observar que en las recepciones masónicas no se revela nada o casi nada del grado conferido, con objeto “de dejar que el neófito tenga la satisfacción de descubrir lo que parecía oculto, y que vaya creando el hábito de no hacer nada ciegamente, ni sin haberse dado cuenta antes de lo que significa”. Esta costumbre es imperfecta y se debe únicamente a la ignorancia de algunos jefes de taller. Nosotros creemos que los símbolos de los grados capitulares deben explicarse al recipendario, y que éste no debe tener derecho a ascender a un nuevo grado, si no presenta antes un trabajo en que demuestre que se ha percatado del último obtenido. Únicamente de este modo se podrán nutrir los capítulos con masones elegidos.

Aprovechad, hermano mío, este consejo. Mucho dejo sin revelar todavía acerca de este grado, el cual es el primero de una serie cuaternaria, así como el de aprendiz, con el que aquél guarda relación, es el primero de la serie ternaria. En estos dos grados se encuentran las claves de la ciencia antigua y el primero de los elementos. Pero dejemos a vuestra sagacidad alguna labor por hacer, y no anticipemos nada sobre las interpretaciones que pensamos dar. Un nuevo camino se ha abierto para vos; en él habéis dado el primer paso con éxito; procurad que vuestro valor os sostenga hasta el fin, porque el premio que os espera es digno de vuestros esfuerzos.


(1) Véase acerca de la palabra, el excelente Tuileur del hermano Willaume.

(2) “De donde los rabinos han sacado su famoso pájaro ziz, el cual daba sombra a la tierra cuando abría las alas. Pero Dios lo saló prudentemente al principio de los siglos, con el pez Leviatán de Job, y este manjar exquisito ha de servir de alimento a los fieles en la eternidad bienaventurada. Los fieles tendrán como brebaje en el cielo el vino recogido por Noé en las bodegas del paraíso; cosa de que el verdadero iniciado se preocupa bien poco”, dice el hermano Delaulnaye.

(3) El principio del bien, símbolo de la primavera. Muere a manos de Caín, el principio del mal, símbolo del otoño y del invierno.

(4) Primera palabra de paso del grado, nombre que se da al recipendario. Significa hijo de Dios, u debería escribirse jhaoben. Es un error creer que se debe decir johaber o jocabert.

(5) Origene et object de la Francmaçonnerie, Ginebra, 1174, obra en 8º poco ortodoxa.

(6) La institución de este grado inspira desconfianza a todo observador imparcial que lo someta a estudio; el mismo título del grado demuestra que Salomón no es su autor...

(7) “... Al parecer, este grado se consagra exclusivamente a la arquitectura...” (H. Vassal, pág. 284.)

“Los autores de la historia de este grado han incurrido en un gran error cuando dijeron que Salomón había utilizado los cinco órdenes de arquitectura, puesto que la historia ha demostrado que en aquella época no existía ningún orden de arquitectura. Los anacronismos de este género han descaminado y descorazonado a los hombres cultos que han pretendido explorar profundamente el sistema iniciático, y nuestros enemigos se han servido de ellos para ponernos en ridículo, porque han encontrado en nuestros cuadernos más ignorancia que cultura. Es preciso confesar que lo histórico de la mayoría de los grados es ininteligible; casi todos están truncados y llenos de errores y, además, son incompletos; de ahí las enormes dificultades que encontramos cuando tratamos de llevar a cabo esta larga obra.” (Vassal, pág. 289.)

(8) “... Entre todos los grados del rito escocés, el noveno es el que mayor desconfianza debe inspirar a los investigadores sinceros... Antes de que establezcamos su origen probable, debemos cerciorarnos de si se deriva directamente de la iniciación o si no ha sido intercalado insidiosamente para hacerla aborrecible. (H. Vassal, pág. 306.)

“Este grado se conoce con el nombre de Maestro elegido de los nueve; pero el cuaderno del mismo no justifica el porqué de este título, ya que basta recorrer sus páginas, para convencernos de que Salomón escogió quince maestros en vez de nueve.

“El grado de elegido no pertenece de ningún modo a la iniciación primitiva, porque es un grado de secretos y de partidos, mientras que la iniciación es universal y jamás ha intentado llegar a la venganza... Lo cual no tiene nada que ver con la iniciación.”

(9) En la explicación que da el hermano Vassal acerca de este grado encontramos el siguiente aserto:

“A pesar de que la Historia de Hiram es alegórica por completo, los autores del escocismo han creído que era positiva, y la mayoría de los grados capitulares son solamente desarrollos de esta historia. (Pág. 321.)

“... Su doctrina se ha tomado, al parecer, del Pentateuco.” (Idem, pág. 324.)

(10) Esta última palabra ha sido primitiva del maestro.

(11) Sabido es que el tabernáculo que construyera Moisés en el desierto por orden del Señor fue depositado sucesivamente en Ghilgal, en Schilo, en Nob, y, por último, en Gabaón, a raíz de la muerte de Samuel. Allí permaneció el arca hasta tiempos de Salomón. (Paralipómenos, libro II, cap. I, vers. 3.)

(12) Cuando se examinan los nombres dados a los tres principales elegidos, se llena uno de confusiones; tan pronto se llaman Sterkin, o Stolkin, Zeomet y Eleham; tan pronto: Johaben, Elechior y Tercy; tan pronto: Toffet (de thopel, ruina), Tabaor (tebach) y Edom (sanguíneo).

El nombre del primero de los nueve maestros enviados en busca del asesino es Johaben. Tenemos motivos para creer, dice Delaulnaye, que, en lugar de este nombre, debe leerse Jabin o Habin, palabras que significan inteligente; a no ser que se haya querido aludir a la intrepidez de Joab, hijo de Sarvía, a quien encomendara su tío David las más peligrosas expediciones, antes de que este general dejara de cumplir con su deber a impulsos de su ambición. (Reyes, Libro II, cap. II; Paralipómenos, Libros I, VI, XVIII.)

(13) Jacobo, lord Steward, recibió en su Logia de Kilwin, Escocia, en el año 1286, a los condes de Glócester y de Ulster, uno de los cuales era inglés, y el otro irlandés.

(14) Pág. 151 del poema.

(15) En algunas actas de la Orden del Temple recibe el nombre de milicia de Salomón.

(16) Cuenta la fábula que la roca en donde estaba encadenada Andrómeda cuando Perseo fue a salvarla, se hallaba cerca de Japho (hoy Jaffa).

(17) Primer punto del grado de maestro.

(18) Renacimiento, el segundo punto del grado de maestro o maestría.

(19) Nosotros hemos representado este principio en el sello de la Logia de los trinósofos por medio de una rama de acacia (símbolo de la inmortalidad) que atraviesa una cabeza de muerto.

(20) Estas fábulas aparentemente impías encierran un interesante significado físico. (Cicerón, de Nat. Deo. II, 24.)


J. M. RAGÓN - ALFABETO MASÓNICO

ALFABETO MASÓNICO

PARA LOS GRADOS SIMBÓLICOS


El alfabeto de los masones conserva el tipo anguloso y cuadrado de los alfabetos primitivos. El sistema masónico de escritura se compone de trece caracteres (9+4); pero no llegan a representar todos los sonidos más que por medio de la adición de puntos, como ocurre en las lenguas orientales. He aquí la clave, indicadora de una imitación curiosa del genio antiguo:

El origen de las nuevas letras impresas, cuyas hermosas formas nos vienen de los latinos, es muy simple.

Todas ellas, así como nuestras cifras árabes, se hayan comprendidas en esta figura:

Como se ve, consiste en un cuadrado cortado por cuatro líneas, de las cuales dos están en cruz y lo dividen en cuatro cuadrados iguales, atravesados por las dos diagonales. La forma de los caracteres derivados de este dibujo es cuadrada, como lo indican todavía las antiguas inscripciones; pero estas formas se han ido redondeando por el uso de la escritura. Así, pues, esta figura viene a ser una especie de tipo conservador de nuestras letras actuales y de nuestras cifras, llamadas árabes impropiamente2.

(1) Muchos masones, a quienes se ha dicho que una Logia es un cuadrilongo, ven en el signo masónico la figura del local y no la del carácter alfabético. Por eso trazan este signo así, dibujándolo y agregando los tres puntos triangulados, sin insertar el punto.

(2) Esta denominación es errónea. Su origen no es el verdadero; prueba de ello es que los árabes escriben de izquierda a derecha, es decir, en sentido inverso de su escritura, que, en verdad, presenta elementos análogos. Estos mismos elementos pueden encontrarse en los caracteres griegos:


La iota da la cifra 1;

La zeta, el 2 y el 5;

La omega tumbada, el 3;

La delta, el 4;

La sigma, el 6 y el 9;

La tau, el 7;

La u•, el 8;

Y la omicrón, el cero.


• El sonido u, que recuerda el mugido del toro, o sea la figura del animal armado con cuernos, llegó a ser la representación del signo fónico.


TENIDA DE BANQUETE

ALOCUCIÓN

QQ.·. y RR.·. HERMANOS:


Todos los pueblos de la antigüedad y todos los misterios antiguos celebraron sus banquetes místicos y religiosos; los egipcios y griegos daban banquetes sagrados; los romanos celebraban las lectisternes, a las cuales invitaban a sus dioses1, cuyas estatuas rodeaban la mesa del festín2; los judíos se reunían en comidas religiosas prescritas por Moisés; los primeros cristianos celebraban sus comidas de amor y caridad, con el nombre de ágapes, en las cuales llegaron a provocarse tales desórdenes que hubieron de suprimirse; no obstante, los masones los han conservado en toda su pureza3.

“La Masonería, fiel admiradora de los misterios de la Naturaleza, celebra todos los años en los dos solsticios esas fiestas tan interesantes que siempre llenan de júbilo el corazón de nuestros hijos. En esta doble época, el astro vivificante se detiene aparentemente como si quisiera indicar a los hombres que tienen que suspender el curso habitual de sus trabajos, para entregarse a un acto de gratitud hacia el autor de todas las cosas”4.

“¡Cuán hermoso es el día en que un millón de hombres perteneciente a todos los países y religiones y ceremonias, y animados por un mismo espíritu y unidos por un mismo lazo de fraternidad, piden al Eterno el triunfo de la paz, de la justicia, de la verdad, y renuevan el juramento de amarse, socorrerse y trabajar sin descanso para aliviar los males que padecen sus semejantes!”5

Los banquetes masónicos son esencialmente místicos por sus formas y filosóficos por sus principios. Por lo tanto, el banquete que ahora celebramos no es una comida vulgar. La sabiduría antigua no habría hecho obligatoria una reunión que sólo tuviera un fin frívolo. Nuestros ágapes completan la gran alegoría que se desarrolla en los diversos grados.

La forma de nuestra mesa es absolutamente astronómica, pues en el solsticio de verano representa el hemisferio superior; en el solsticio de invierno, el hemisferio inferior. Si se divide el Zodíaco en dos círculos concéntricos, cuya distancia sea la mitad de la anchura de la elíptica, y se les corta por dos diámetros, el horizonte figurará el ecuador celeste, y marcará, por sus extremos, los dos puntos equinocciales, ocupados con razón por los vigilantes; porque desde este límite ecuatorial se puede ver los dos polos, divisar todas las constelaciones y vigilar, es decir, observar todas sus revoluciones.

El otro diámetro trazado verticalmente designará los puntos solsticiales, es decir, los puntos en que la eclíptica toca en los trópicos. El venerable, quien según el ritual masónico representa al sol, ocupa la extremidad de esta línea vertical o sea el punto solsticial: en verano, el punto superior; el invierno, el inferior.

Si trazamos a la circunferencia interior una tangente que sea perpendicular al diámetro vertical, los puntos en que esta tangente corte a la circunferencia exterior determinarán los lugares que deben ocupar el orador y el secretario, quienes se encuentran a 50 grados del venerable y a 60 de los vigilantes, es decir, a dos tercios del espacio trimestral que indica cada cuarto de círculo.

De modo que la disposición de las dos mesas solsticiales es como la bóveda de nuestros templos, la imagen del cielo y de las épocas solares. Todos los objetos que se hallan en estas mesas recuerdan, como los tres grados simbólicos, los elementos de que se compone la Naturaleza en sus tres reinos: los utensilios que han recibido nombres guerreros en los tiempos modernos, pertenecen al reino mineral, cuyo estudio se indica en la palabra de paso del aprendiz. Los diversos alimentos guardan relación con los otros dos reinos, cuyo estudio se expresa claramente por la palabra de paso de compañero y la de maestro. ¿No representa todo este conjunto a la Naturaleza, simbolizada por medio del triángulo luminoso, de que el conocimiento de sus lados cierra el estudio trinosófico o de tres grados?

Los solsticios se representan en nuestros templos y logias por dos columnas, que indican el nec plus ultra de la marcha aparente del sol durante los doce meses del año, meses simbolizados por los doce trabajos de Hércules, al fin de los cuales se encuentran también las dos columnas. Los equinoccios y solsticios han recibido el nombre de puerta de los cielos y de las estaciones; de ahí vienen los dos santos Juanes, cuyas festividades celebran los masones en los dos solsticios, pues recuérdese que la palabra Juan viene de janua, que significa puerta. La Vía Láctea que, según este sistema, pasaba por la puerta de los solsticios, parecía servir de ruta.

En nuestros trabajos de banquete se brinda siete veces, cuyo número es igual al de los planetas, a quienes ofrecían los antiguos siete libaciones que hoy día se han substituido por los siete brindis masónicos.

Antiguamente se ofrendaba la primera libación al Sol, rey del universo, a quien debe la Naturaleza su fecundidad; los pueblos modernos la consagran hoy día al soberano.

La segunda libación se ofrecía a la Luna, astro que, según los antiguos, iluminaba los más secretos misterios. Los masones la dedican ahora a los poderes supremos de la Orden, que para ellos es el supremo regulador después del soberano.

El tercero se consagraba a Marte o Ares, divinidad que presidía entre los antiguos los consejos y los combates. Los masones brindan ahora a la salud del Venerable.

El cuarto era el de Mercurio, a quien los egipcios daban el nombre de Anubis, el dios que vigila, el que anuncia la apertura y la cesación de los trabajos. Ahora se ha transformado esta libación en el brindis a la salud de los vigilantes, quienes anuncian como Anubis la apertura y clausura de los trabajos, y están encargados como Mercurio de vigilar a los hermanos en el templo y fuera de él.

El quinto se ofrecía a Júpiter, dios conocido también con el nombre de Xenius, el dios de la hospitalidad. Ahora se consagra este brindis a los visitantes y a los talleres afiliados, es decir, a nuestros huéspedes masónicos.

El sexto era el de Venus, la diosa de la generación; esta divinidad, símbolo de la Naturaleza, era el encanto de los dioses y de los hombres, como dice Lucrecio. Hoy día este brindis se substituye con una libación por la salud de los oficiales, la de los miembros de la Logia y, sobre todo, por la de los nuevos iniciados, cuya ocupación principal ha de consistir en el estudio de la Naturaleza.

En fin, la séptima libación se ofrendaba a Saturno, el dios de los periodos y de los tiempos, cuya inmensa órbita parece abarcar la totalidad del mundo. Hoy día se substituye por el brindis por la salud de todos los masones esparcidos por la superficie de la tierra, sea cual fuere la situación en que les haya puesto el destino6. Para figurar la órbita de este planeta, no se brinda ya en semicírculo, sino que se restablece el círculo, de forma que cada hermano viene a ser un eslabón de la inmensa cadena que abraza el mundo.

Así como en las fiestas de Saturno7 compartían los esclavos los placeres de sus amos y se sentaban a su mesa, así entre los masones, los que sirven a la mesa se unen a los trabajos de los hermanos y participan de este brindis general.

En los tiempos antiguos todas las sesiones masónicas terminaban en banquete. Esta costumbre de la primitiva institución de nuestra sociedad demuestra que se había establecido la comunidad de bienes, que llevaba consigo la del domicilio y la del uso de una sola mesa para todos.

De suerte que la fiesta que hoy nos reúne, pertenece a la categoría de las más antiguas solemnidades8; los iniciados y los filósofos la han consagrado en todos los tiempos.


A LA ESPERANZA – SOLSTICIO DE INVIERNO9


Todas las teogonías celebran el combate de los elementos, representado por la rebelión de los ángeles que intentan escalar el cielo. Parece que el reino de la destrucción reine en la tierra; tal es la temible época y la imagen verdadera del solsticio de invierno. Pero en vano pretenden las tinieblas y Tifón encadenar al dios de la luz y retenerle cautivo en el seno de los confundidos elementos. Es cierto que, en nuestros climas, parece que la naturaleza se anonada y que el dios vencido va a sucumbir; pero él vuelve a tomar nueva vida, y no tardará en crecer, en elevarse, en desarrollar sus fuerzas y cernerse en los cielos para secar con sus rayos la tierra inundada y fecundarla una vez más. Desde todos los puntos de este hemisferio se elevan entonces en esta época de esperanza gritos de alegría para celebrar y festejar este retorno tan deseado.


A LA GRATITUD – SOLSTICIO DE VERANO10


Gritos de júbilo se elevan desde todos los puntos del globo en esta época. La tierra, adornada con todas sus ricas galas, parece que toma parte en este regocijo solsticial. El Sol se encuentra en el grado álgido de su esplendor; y bajo esta brillante alegoría el masón celebra los beneficios de la luz intelectual. Si desarrolláramos el papiro de los siglos y acortáramos los espacios, veríamos que también se celebraban en la India y Persia ceremonias religiosas en la época feliz en que nosotros lo hacemos; veríamos humear el incienso de los sacerdotes a las orillas del Nilo y en los altares de Grecia. En esta época los dioses más poderosos de la antigüedad se mostraban con el mayor esplendor de su triunfo; el forum de Roma se quedaba desierto; en los templos y en el Capitolio oíanse cánticos de júbilo y de agradecimiento en honor de Júpiter Stator, es decir, del Sol parado, solsticio.

Pero así como los verdaderos masones veían en estas fiestas antiguas algo más que los vanos honores rendidos a los grandes dioses de su tiempo, así también los modernos reveladores de la Masonería han conservado estas hermosas fiestas al cubrir nuestros misterios con ropajes análogos a las costumbres nuevas y la religión dominante; de esta suerte es como los dos santos Juanes fueron honrados como patronos de los masones; pero la restitución del verdadero nombre de solsticiales a estas fiestas se debe hace ya veinticinco años a los trinósofos.

En efecto, nosotros no nos hemos reunido aquí para rezar a San Juan, pues nuestras ceremonias no nos prescriben nada de eso y el espíritu de la Orden se opone a ello, porque la Masonería es independiente de las religiones, porque ella pertenece a todos los siglos, a todos los países y porque no hay más que una verdad. ¿Qué diría, si no, el judío que se iniciara en nuestros misterios? ¿Qué diría hoy el recipendario moderno? Se le ha prometido el templo de la sabiduría, el olvido de los prejuicios, la libertad de las opiniones religiosas, el culto a la moral universal e invariable; y, halagado por esta idea, se presenta entre nosotros para que le digamos que los sabios modernos se congregan para invocar a San Juan11.

No; hermanos míos, digámosle que la historia de todos los pueblos nos enseña que el universo presenta cada año en esta época el inmenso espectáculo de una sola fiesta; que la Masonería, tan fecunda en felices y sublimes alegorías, ha tenido que asirse a la que le ofrecía de modo tan fácil uno de los más grandes fenómenos de la Naturaleza: el triunfo completo de la luz sobre las tinieblas; y que, al festejar esta dichosa conmemoración, celebramos alegóricamente los progresos realizados por la luz, por la cultura del siglo y los beneficios otorgados por la Masonería, cuya antorcha, que ilumina sin cesar, sin incendiar nunca, disipa todos los días las tinieblas de la ignorancia, del fanatismo y de la superstición.

En estas grandes reuniones semestrales, en que el espíritu se exalta, en que el placer se depura, en que el contacto de la vida engrandece y duplica a la existencia, un sentimiento de satisfacción viene a sumarse a los goces de la fiesta: el de que cada Logia ve reunidos en la mesa común a los nuevos adeptos elevados a los grados y dignidades que han merecido por sus virtudes y por su talento. ¡Ojalá estas altas muestras de estimación de los hermanos sirvan de estímulo a los nuevos aspirantes para que, perseverando en el mismo camino, tengan derecho a idénticos favores!


(1) Dábase el nombre de divus, Dios, a los emperadores, porque se creía que el alma del jefe del imperio romano debía de ir a parar al cielo después de su muerte; el divino Augusto, y el divino Trajano significaban San Augusto y San Trajano. Este epíteto se aplicaba, también, a los emperadores mientras vivían. Sin duda debido a esto los primeros patriarcas de la Iglesia cristiana se llamaban todos santidad, con objeto de que recordaran lo que debían ser.

(2) Horacio no invoca más que a dos divinidades: a Diana y a Febo, es decir, a Isis y Osiris. Su Carmen Seculare es obra de un poeta iniciado.

(3) En Alemania se ha publicado una obra titulada “El Ágape, o Liga secreta y universal de los Cristianos, fundada por Clemente, en Roma, bajo el reinado de Domiciano, y expuesta por el doctor Augusto Kestner, profesor en Teología.” (Jena, Editorial Chmidt, 1819, en 8º, 556 págs.)

Esta obra, criticada acerbamente por los partidarios de la revelación divina, ha sido muy bien acogida por los francmasones alemanes, que han podido ver demostrado que su institución se remonta hasta la cuna del cristianismo•.

• Perdiendo de vista que la iniciación egipcia, origen de nuestra Orden, es muy anterior.

El autor cita en la introducción de la obra los escritos de Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Tertuliano y Orígenes para demostrar, con varias citas, que la palabra ágape designaba, entonces, a una asociación particular de cristianos.

En la primera sección refiere la historia de Clemente, a quien considera como fundador y jefe de esta liga secreta. Sobre todo saca un gran partido de la obra e Clemente, conocida bajo el nombre de Recognitiones.

Opina Kestner que con objeto de dar a su asociación un carácter imponente este fundador tuvo que recurrir a los símbolos misteriosos empleados en Asia por la comunidad cristiana de San Juan. Además, su ideal de regeneración moral y política lo fundamentó en ceremonias iniciáticas y grados jerárquicos. Estas novedades no sólo atrajeron a muchos cristianos, sino también a judíos y paganos.

Kestner cree que el emperador Nerva protegió esta empresa; pero su sucesor, Trajano, se declaró adversario de ella, desterrando a Clemente y persiguiendo cruelmente a todos los cristianos.

El autor pretende descubrir en los escritos de los primeros sectarios del Cristo, los estatutos que regían en la orden secreta de que habla.

Los ornamentos que se llevaban en las asambleas de esa Orden consistían en una blanca piel de carnero y un mandil de tela con bolsillo.

El objeto ostensible y material de la institución consistía en la construcción de una torre. Los agapatistas se reconocían por medio del signo de la cruz.

De suerte que Kestner cree que Clemente de Roma es el fundador, y lo que apoya a su opinión es el destierro de este discípulo y sucesor de San Pedro al Quersonero Táurico ordenado por el emperador Trajano. Clemente fue acusado de haberse negado a sacrificar a los dioses paternos, y de haberse resistido a las amonestaciones de Mamertino, quien, además, le reprochaba:

1º No sólo el haber desertado del culto del imperio, sino también el haber tratado de dividir y fraccionar a la ciudad de Roma por una religión nueva.

2º Ser un encantador sacrílego, un enemigo de los dioses de Roma, el autor de una superstición extraña, que predicaba que un hombre sacrificado era uno de los dioses.

(4) Memoria del venerable H.·. Pillot en la fiesta de la Orden celebrada por el Gran Oriente (27 diciembre, 1839).

(5) Hermano Quentín (Abeille Maçonn. Nº 55).

(6) No nos olvidemos de nuestros hermanos errantes en las sabanas americanas y en los desiertos de África. Nos imaginamos que están presentes ante nosotros, que compartimos con ellos los beneficios del padre común. ¡Oh ceremonia enternecedora, al celebrarte, creeré siempre que vuelvo a encontrar mi corazón! (La Rosa del Valle, pág. 72.)

(7) En Frigia, en donde Cibeles era la diosa mayor, se celebraban dos fiestas cada año en los solsticios de honor de Jano-Saturno.

(8) La calidad del huésped o invitado es una sanción potente de los lazos de amistad desde los tiempos más remotos. El beduino no robaba jamás al hombre que haya comido con él una vez el pan y la sal.

“Los jefes de un culto místico no tardaron en sacar provecho de esta observación, e instituyeron mesas fraternales entre los iniciados, a las que eran admitidos los extranjeros y los pobres en ciertas épocas del año.”

(9) Según la época solsticial en que se celebre se lee uno de estos dos párrafos o algo análogo.

(10) La terminación antigua del año en el solsticio de verano, dio nacimiento a la apoteosis de Hércules; por esta razón es por que este héroe recibía el nombre de invencible, como el sol (Herculi invicto, soli invicto). No tiene otro origen la fábula del renacimiento del fénix. De ahí el incendio que precede a la resurrección del phenix y a la apoteosis de Hércules. Este sistema se modificó cuando se acordó que el año terminara en el solsticio de invierno.

(11) San Juan fue misterio y caridad durante toda su vida. El discípulo a quien el Hombre-Dios confía su madre, el que dijo que “el que no ama está en muerte” (Epist. 1ª, III, 14) debería ser al renovarse la Masonería el patrón de la fraternidad. Su nombre, que significa puerta, justifica también esta elección. Envejeció en Patmos, en donde se supone que escribió el Apocalipsis.

A continuación citamos un párrafo referente a San Juan, encontrado por nosotros en el discurso que pronunciara en la fiesta e la Orden (9 de junio de 1823) el hermano Le Rouge, orador de la Logia la Trinité:

“Hermanos míos:

“Habiéndose reunido la Logia de la Trinité en el templo para celebrar la fiesta anual de la Orden de los masones, he pensado perorar sobre el tema de nuestro augusto patrón.

“Todos sabéis que Juan fue un personaje simbólico de la antigüedad remota. Su nacimiento, en todo semejante al e Cristo, cuyo precursor fuera, fue sobrenatural, milagroso y divino. En efecto, Juan es el producto de un soplo angélico en una mujer estéril y anciana, según relata la Escritura. Y, como esa prodigiosa cortesía habría podido dar lugar a quejas maritales, el bueno de Zacarías, esposo de la casta Isabel, fue privado del uso de la palabra en tanto duró la tardía y santa gestación de su mujer.

“Estos hechos parecen estar muy distantes de la moral sana y hallarse demasiado en desacuerdo con la razón humana, para que no se busque su explicación en el misterioso dominio de las alegorías. Sin embargo, como no he encontrado todavía el hilo salvador con cuya ayuda pueda recorrer los numerosos rodeos de este vasto laberinto, dejaré esta tarea para quienes tienen más cultura y sagacidad que yo.

“También nos enseñan las escrituras que San Juan, hombre nacido para convertir a los hombres e ilustrarles por medio de la predicación, habló durante treinta años en el desierto, en donde se alimentaba con los groseros alimentos que le ofrecía la naturaleza salvaje. También la Francmasonería tiene por objeto el ilustrar a los hombres; pero yo creo que no lo conseguiríamos si imitáramos de esa suerte a nuestro augusto patrón. Así, pues, permanezcamos entre nuestros semejantes y hagamos de suerte que oigan de continuo el lenguaje sencillo y persuasivo de la verdad. Y si alguna vez viniera un poder celeste o humano a herirnos con la desgracia que experimentó el padre putativo de Juan, no olvidemos que la iniciación masónica nos ha proporcionado el lenguaje universal de los signos (quizás para este caso). Sí; prediquemos y convirtamos a los hombres; pero procuremos que los ejemplos vayan unidos a los preceptos, como medio único y eficaz, Si no fuéramos fieles al culto de la fraternidad, no podríamos repetir sinceramente: Ecce quam bonum et quam jucundum, fratres, habitare in unum•.

“Dice también la Escritura que San Juan enseñaba a todos los que iban a él, y les sumergía en las aguas del Jordán para limpiarles sus pecados. Los masones imitan en esto fielmente a su patrón, puesto que acogen a todos los profanos que les piden instrucción y merecen ser acogidos. Pero antes de otorgar la luz de la iniciación a los que son admitidos a ella, les purifican, alejando de sí los funestos efectos de la ignorancia, el fanatismo y los prejuicios.

“Si abrimos las mitologías paganas veremos que en todos los sacrificios se invocaba a un dios, porque se decía que él había sido el primero en construir templos e instituir los ritos misteriosos y sagrados••. Sus funciones en el Olimpo consistían en guardar las puestas del cielo (januae coeli), por lo cual recibió el nombre de Jano, de quien nuestro Juan no es más que una imitación, según opinan algunos autores.

No nos hemos de fijar ahora en si los latinos tuvieron un Jano o dos, como se pretende, cada uno de los cuales estaba encargado de guardar una de las dos principales puertas del cielo; baste ahora hacer notar que el nombre del santo de que hablamos cae en el calendario religioso el día 24 de junio, época del solsticio de verano. También haremos notar que, como la institución masónica tiene por objeto ilustrar moralmente a todas las clases sociales, no ha podido hacer cosa mejor que la de tomar como modelo de sus importantes funciones al cuadro físico del cielo, y comparar nuestros pequeños templos o Logias con el inconmensurable templo de la Naturaleza. Ella ha debido decir, que, como toda luz física viene del oriente del mundo, era conveniente que todas las Logias de donde emanan los efectos generales que tienden a dar luz a la razón humana, se convirtiesen en otros tantos orientes particulares. Esto explicaría por lo menos la existencia en el interior de nuestras Logias de las imágenes del sol, de la luna y de la bóveda estrellada. De ahí veríamos, también, que, al encontrarse el cielo iluminado espléndidamente por la llegada del astro reparador a cierto punto en esta estación, ha sido natural que esta época fuera escogida por los masones para entregarse a la alegría, y que fuera invocado el personaje indicador de este dichoso momento como protector del culto misterioso que los hijos de la luz tributan al eterno Arquitecto del Universo.

“La Escritura sagrada nos enseña que Juan predicaba contra los vicios con un vigor que no cedía ante ninguna consideración humana; su censura no perdonaba a los grandes, ni a los sacerdotes, ni a los doctores, ni a ninguno de los que se encontraban en posición superior a la de los demás. Los legendarios opinan que fue decapitado por esta razón por orden del rey Herodes Antipas, por habérselo pedido una joven como recompensa del placer que proporcionara a este príncipe danzando delante de él mientras comía. Por otra parte, se ignora la época precisa de este acontecimiento y lo que se hizo de su cabeza y de su cuerpo.

“Los legendarios dicen, además, que Juan decía de Jesús: Es preciso que Él crezca y que yo disminuya. Él que viene de lo alto es superior a todos•••. Estas palabras parecen confirmar la opinión de algunos filósofos que se han atrevido a decir que Cristo era el sol espiritual mencionado por el emperador Juliano, mal llamado el “apóstata”, precisamente porque no quiso serlo.”

• ¡Oh qué cosa tan buena y tan gustosa es vivir como hermanos en dulce y amable compañía!

•• Siglos paganos, verb. Jano.

••• Vidas de Santos, por Baillet, mes de junio.


Jacques Bergier - Melquisedeque

  Melquisedeque aparece pela primeira vez no livro Gênese, na Bíblia. Lá está escrito: “E Melquisedeque, rei de Salem, trouxe pão e vinho. E...