Es un fenómeno particular de este siglo el que, en el momento en que la libertad de pensar, hablar y escribir se generaliza; en que aumentan los progresos de las ciencias; en que la erudición a dejado de ser exclusivamente monopolizada por cierto estado; en que la cultura penetra en todas las clases sociales con los nuevos descubrimientos y con todas las verdades de la naturaleza, base de los cultos y de la felicidad humanos; en que se descorre el velo de todos los misterios, penetrando en las profundidades de la creación y escrutando las causas y los efectos de todos los fenómenos; en fin, en que la filosofía acrecienta sus límites; es, decimos, un fenómeno particular en estos momentos progresivos de la luz y de la claridad el que la Masonería —bella misantropía organizada3 que yendo antaño a la vanguardia de la humanidad, presidió en los pueblos oprimidos las altas ciencias4 y que, más tarde, dio la idea de la Enciclopedia5 y continuó en sus tenidas secretas las escuelas de sabiduría de la docta antigüedad, parezca hoy día olvidada, casi abandonada, a pesar de los escritos y de los esfuerzos de ilustres iniciados.
¿Es que la Masonería ha de ir a remolque de la civilización, cuando en otro tiempo iba a su vanguardia y la propagaba entre los hombres? No; encargada de ilustrar al mundo, jamás abandonará el tesoro que le confiaron sus institutores6. Puede ocurrir que la Masonería dormite en un pueblo, pero brilla en otra naciones con notable esplendor.
¿Perdería la Masonería su más hermoso atributo: la libertad de acción7 y el derecho a la dirección social, al perder la pesesión exclusiva de todas sus ventajas intelectuales y físicas? No; los antiguos misterios concentraban en el santuario del Templo los conocimientos que adquirieron los masones modernos con el único objeto de difundirlos por el mundo.
La Masonería ha sido quien ha hecho nacer la civilización en Europa; y el progreso de la civilización ha sido el que ha establecido las diferencias existentes entre la Masonería actual y las iniciaciones antiguas.
Pero las meditaciones humanas están aún lejos de haber descubierto todo cuanto puede contribuir a la felicidad del género humano. La Masonería ha de producir más tarde o más temprano este resultado. Trabajemos, procuremos hacernos dignos de ella, y nuestros trabajos adquirirán más esplendor. Pero antes de saber a donde vamos y de enseñar esto a nuestros neófitos, sepamos de donde venimos.
Para llegar a este fin loable, la Liga de los Trinósofos ha acordado que su venerable fundador reprodujera el Curso de Interpretaciones masónicas dado en el año 1818, y que, a partir de ese día, hubiera en los tres talleres, el primer viernes de cada mes colación e interpretación de un grado masónico. ¡Ojalá este ejemplo de los Trinósofos tenga imitadores o excite, por lo menos, emulación entre los masones! La Masonería explicada es la verdad sin velo, en donde se encuentra la razón de todos los siglos y donde debe alimentarse la razón de todas las épocas.
Vamos a tratar de cumplir esta nueva decisión de la Logia.
HERMANO RECIÉN INICIADO8.
Grande sería la sorpresa del que, hallándose sumergido en profundo sueño, fuera transportado a un lugar del que no tuviera idea alguna; pero más debe sorprendernos y pasmarnos todo cuanto ven ahora vuestros ojos, despertando en vos la necesidad de hacer múltiples preguntas, porque verdaderamente es aquí en donde tenéis ojos sin ver y oídos sin oír. De seguro desearéis preguntarnos: ¿de dónde vienen los masones y qué es lo que hacen?
Si yo quisiese seguir la serie de ideas que las ceremonias de vuestra recepción han debido despertar en vuestro espíritu, debería examinar con vos la naturaleza de la Orden en que acabáis de ingresar y explicaros los deberes que tenéis que cumplir; debería deciros, por ejemplo, que la Masonería es una asociación subsistente desde hace muchísimos siglos, que ha sido reconocida como el santuario de las buenas costumbres, el asilo de la inocencia, la escuela de la sabiduría y el templo de la filantropía; debería hacer que supieseis que todos nosotros abandonamos a la puerta de este templo los pomposos títulos con que nos ha decorado la sociedad civil; que aquí el equitativo nivel convierte a cada individuo en lo que verdaderamente es, y que cada uno de nosotros ve un igual en su hermano.
Debería deciros también que el verdadero masón practica eminentemente la beneficencia, esa virtud tan consoladora de los desgraciados, que inspira confianza y hace que conciliemos la dignidad y el rango con la afabilidad y la bondad. Debería deciros que el masón, amigo de todos los hombres y padre de los desventurados, sabe arrancar de las garras de la desesperación a los indigentes por medio de cuidados y socorros secretos; que las obligaciones que él contrae tienden a procurar la felicidad de la humanidad; que no vive sino para ser útil al génerop humano, y que los inalterables principios de la Orden devuelven la paz a los más inquietos espíritus y hacen que desaparezcan esos momentos de humor o de capricho que turban a menudo a las sociedades del mundo profano. Pero no abarca el plan de esta instrucción el tratar de estos objetos, pues mi propósito consiste en fijar vuestras ideas acerca de las ceremonias de nuestra iniciación9.
Todas las asociaciones fundamentales en los misterios10, es decir, en los secretos desconocidos por el vulgo, han tenido iniciaciones e iniciados. Pero, así como no hay ninguna sociedad particular en el mundoque no debe ceder la preeminencia a la Francmasonería, así también esta última se distingue de las otras por sus ceremonias y por la naturaleza de sus pruebas.
Para convenceros de lo que digo podría ya recurrir a los anales de la historia de los diversos misterios de la antigüedad; pero, como este examen os llevaría ahora demasiado lejos, yo deseo, no obstante, demostraros lo que os adelanto sobre la diferencia de las pruebas; voy a hacer un esbozo de los de Eleusis y de las ceremonias de iniciación celebradas en sus misterios11.
No voy a hacer que vuestra imaginación recorra los nueve días de preparaciones a que eran sometidos los iniciados, ni a describir ahora la multitud de actores, ni las pompas y orden de las ceremonias, ni el tumulto inseparable de su verificación, ni los himnos, ni las danzas, ni las repetidas invocaciones a Inaco, ni los símbolos solemnes que se levantaban al aire, ni los ramilletes místicos, ni el son de las liras, ni el rumor de los instrumentos de bronce, ni esas graves pausas que se emplean para los sacrificios. No trataré tampoco de la precipitación con que se atravesaba el puente del Cefiso, ni de la majestad de los monumentos construidos a lo largo de la vía sacra, ni, en una palabra, de la multitud de medios que se empleaban en las ceremonias preparatorias para seducir y encantar al vulgo12, pues voy a transportaros al último día de las pruebas y a describir las que precedían inmediatamente a la iniciación.
Imaginaos que el candidato se encuantra completamente a solas en el lugar preparado para recibirlo. Se halla tendido sobre una piel de animal salvaje. Ante sí tiene un vaso de ciceón, licor empleado en los misterios eleusinos. Espanto le produce la soledad en que se encuentra. En vano recuerda que ha aparecido en las orillas del torrente consagrado a las nueve musas, que ha sido purificado por el Agua, en las riberas místicas del divino Ilysos, que ha inmolado al animal consagrado y asentado el pie izquierdo sobre las pieles de las víctimas inmoladas a Júpiter Melequio, que ha ayunado, que ha prometido comenzar una vida nueva, que ha cumplido con resignación todo cuanto se le ha exigido. Guiado por la curiosidad, exasperado por al espera, animado por la firmeza que demostrara en las pruebas a que fue sometido, y temiendo, sin embargo, que tenga que pasar por otras más serias que pudieran exceder a sus fuerzas, flota entre la esperanza y el temor; siente que su corazón desfallece entre los sentimientos contrarios que le agitan. Sin embargo, no quiere abatirse y, para reconfortarse, bebe algunos sorbos de ciceón: su cabeza no tarda en turbarse, y ve espectros que desaparecen en cuanto intenta tocarlos. Se halla rodeado de escenas de física espantosa. Lleno de terror al no ser dueño ya de sus sentidos, esconde el rostro en tierra para substraerse al espectáculo que le horroriza; pero entonces, se hunde el suelo en que se apoya; el rayo estalla estrepitosamente, y el aspirante cae al fondo de un abismo iluminado por los reflejos de las llamas que desde lejos aparentan un mar de fuego. Hállase en una gruta repugnante, erizada de puntas de hierro. Por todas partes ve horrores y peligros. Apenas puede sostenerse en pie. No ve, ni oye nada; un sudor frío le brota del cuerpo, y cree que ha llegado su última hora. Ministros implacables disfrazados de lares le flagelan y hacen volver al sentimiento de la vida por el de las torturas; un espectro le ase de los cabellos y le deposita en la cima de una roca rodeada de un océano de llamas; el aspirante grita desesperadamente sobre la escarpada cumbre; se desliza; cree que rueda en un brasero vasto y ardiente; cruza por nubes inflamadas, y cae a un estanque de donde le extraen los sacerdotes y en el que se dice que muchos iniciados perdieron la vida a consecuencia del espanto. Allí, se le confía a los cuiodados de una sacerdotisa de Ceres. Anúnciasele que debe atravesar el imperio de Plutón, pasando por los sombríos bosques que el negro Cocito13 rodea con sus ondas; pero que, si quiere retornar, ha de buscar en las espesuras de un bosque un árbol frondoso, del que ha de arrancar una rama de oro, sin la cual no podrá llegar al Tártaro.
El desventurado candidato avanza recelosa y silenciosamente. Ve el bosque, cuyo terrible espesor le espanta, y piensa como podrá internarse en esta profundidad y encontrar en ella loa rama brillante. En el mismo instante, una paloma cruza por los aires, se eleva por encima de los abismos del Averno14, planea lentamente y se posa en el árbol preciado. El resplandor del oro brilla a través de la obscuridad, el iniciado redobla sus esfuerzos, llega al pie del árbol y coge la rama. Advierte el fulgor de un pálido crepúsculo; la tierra tiembla y se conmueve; el eco repite los alaridos de espanto de los animales. Todo anuncia la aproximación de la divinidad. No tarda el aspirante en atravezar la profunda obscuridad y los desiertos de Plutón habitados por espectros, a los cuales quiere atacar y combatir, pero la sacerdotisa se opone. Por fin llega al rio, a cuya orilla se encuentra el barquero de los infiernos. El negro Caronte se aproxima a la orilla al ver la rama de oro, y recibe en su barca al nuevo amigo de los dioses, transportándole con su guía a la ribera opuesta. El iniciado se acerca al palacio de Plutón, en donde cuelga la rama sagrada a la entrada de la tenebrosa morada. No tarda en ver el Elíseo15, cuya contemplación le encanta. Sus ojos fatigados por una luenga obscuridad y popr los objetos que han visto, descansan deliciosamente en el encantador espectáculo de la morada de los sabios y de los dioses. Después de recorrer estas regiones fantásticas, llega a una puerta de marfil16 hasta el templo de la diosa. Es admitido, y se encuentra en una sala mística de enorme magnitud profusamente iluminada. La luz surge, al parecer, de una figura alta e imponente que, suspendida en el centro del templo, representa a la Naturaleza. Los sacerdotes están colocados en orden; el hierofante17 situado en un elevado trono separa con una varita de oro el velo suspendido entre el santuario y la multitud. La pompa deslumbradora hiere la vista de los iniciados. La estatua de la Naturaleza18 se mueve y parece que sabe que sus adoradores se sienten felices al ver lo que ella presenta ante sus ojos. La procesión en honor de la diosa se realiza, y los misterios se dan por terminados.
Hermano recién iniciado, acabáis de conocer las numerosas pruebas a que eran sometidos los iniciados en los misterios antiguos antes de que llegaran al término de sus votos. Los nueve días eran apenas suficientes para conducir al iniciado al templo, cuando vos lo habéis sido en una hora de pruebas. ¿Tenía el iniciado eleusino una recompensa más lisonjera acaso que la que acabáis vos de obtener? Sin duda que no; él era admitido en un templo dedicado a la Naturaleza, como vos lo habéis sido en un templo decorado con los mismos atributos y erigido a la gloria del Gran Arquitecto del Universo. El orden que se hallaba representado y que se observa en aquél indicaba la ley natural, que los iniciados consideraban como la única y verdadera religión que podía placer a la Divinidad a quien honraban, puesto que ella tiene por objeto la caridad, es decir, el amor a los semejantes. Vos no habéis atravesado un bosque de sombras, como el iniciado de Menfis19; ni habéis encontrado repugnantes monstruos; ni habéis corrido peligro alguno, pues han bastado unos instantes de permanencia en la cámara de reflexiones, algunos pasos vacilantes, algunos viajes mas o menos difíciles y algunas ligeras molestias para procuraros la inapreciable ventaja de ser admitido en el templo de la verdad y de la virtud20.
Sin duda esperaréis ahora que os explique algo acerca de los diversos puntos de vuestra recepción. Por lo que voy a deciros podréis daros cuenta del objeto de nuestra Orden y de sus alegorías, las cuales fueron imaginadas con tal arte que, sea cual fuere el punto de vista desde que se consideren, siempre tienen aplicación a la felicidad humana. Nuestros elocuentes oradores os harán saber en sesiones próximas que la Masonería es la verdadera interpretación del libro de la Naturaleza; que relata fenómenos físicos y astronómicos; que enseña la más pura de las filosofías; que de ella proceden las fábulas de todos los cultos y, en fin, que es el refugio en que se ha albergado la verdad. De suerte que podréis distinguir en todos los grados tres cosas: la imagen de los tiempos antiguos, el cuadro de las causas que actúan en el universo y el libro en que se halla inscrita la moral de todos los pueblos, así como el código por que deben regirse para ser felices.
El grado que acabáis de recibir, enteramente consagrado a las pruebas físicas, era para los antiguos un símbolo del comienzo del año o de la primavera, durante la cual el sol crece, adquiere fuerzas y pasa la línea que separa a los signos inferiores de los superiores. En lo moral, era el emblema de la infancia o de la primavera de la vida, la cual se representaba por medio de la piedra bruta, susceptible de tomar todas las formas obedeciendo a la mano hábil del artista. En nuestros tiempos este grado es más interesante todavía al presentarnos una imagen simbólica del principio de las sociedades humanas. En efecto, los primeros hombres no tenían al principio lenguaje propiamente dicho. He aquí el por qué de que el aprendiz no deba hablar en Logia. En efecto, ¿qué tendría él que decir? ¿Podría enseñar? No, porque no sabe nada. ¿Podría preguntar? ¿Sobre qué, si ignora lo que se trata en el taller? Antes es menester que oiga y vea. Luego llega a ser Compañero, y puede interrogar fructíficamente a los Maestros.
La idea de ayudarse mutuamente se ha ido despertando a medida que los hombres se multiplicaban;porque entonces tuvieron que adoptar signos para poder entenderse; signos que al aumentar el número de las ideas, fue preciso substituir en seguida por la expresión articulada de las palabras, dando a éstas una fijeza y significación constante; en fin, tuvieron que ir formando sucesivamente una especie de lenguaje. Cuanto más se han multiplicado los hombres, más han aumentado sus necesidades y han debido perfeccionar su lenguaje.
Pero, ¿en dónde podremos encontrar los vestigios de estos primeros elementos de no ser en la Masonería, a la que considero como un punto central del desarrollo de las facultades intelectuales humanas?
En efecto, ¿en dónde podríamos encontrar una relación más directa entre estas observaciones y las prácticas de nuestros misterios? El recipendario es presentado en la Logia con los ojos cubiertos con una venda gruesa; estas tinieblas del cuerpo simbolizan las del alma. Es despojado de sus metales y de parte de sus vestidos, porque nuestras costumbres no admiten la desnudez. El candidato figura en este estado el hombre de la Naturaleza. Cuando es iniciado recibe inmediatamente un vestido denominado decoración, para recordar al neófito que pertenece a la civilización, y que ésta debe su origen y progresos a los misterios antiguos21.
Inmediatamente después, se le enseña a hacerse comprender de sus hermanos, al principio por medio de signos y toques, primer grado del entendimiento humano; luego, se le deletrea la primera palabra que se le comunica para enseñarle el mecanismo de los idiomas y el segundo grado de nuestra inteligencia. Esta primera palabra significa iniciación, comienzo; recibe el nombre de sagrado, con esta interpretación: La sabiduría está en Dios, para dar a entender que la SABIDURÍA22 debe ser la base de todo lazo social, de toda religión, como la Masonería es origen y manadero de todas las virtudes sociales.
La segunda palabra, denominada palabra de paso, se pronuncia silabeando, para simbolizar el tercer grado de nuestro perfeccionamiento y el primer punto de partida hacia la instrucción y el estudio.
Esta palabra misteriosa no es otra que el nombre de quien inventó el arte de trabajar los metales, según se dice. Por este indicio es fácil de reconocer la época de nacimiento de las artes. Más tarde, descubriréis otra interpretación.
Las pruebas y los viajes del aprendiz siguen siendo, como antaño, el emblema de la vida del hombre23, el cual entra débil y desnudo en una ruta llena de escollos y de peligros. La ignorancia de la niñez, la fogocidad de la juventud, las turbulencias e inquietudes de la edad madura y las enfermedades de la vejez, son los males que le aguardan, cuyo pesado fardo sólo podrá soportar con ayuda de la filosofía. ¿Qué llegaría a ser de él sin el auxilio de sus hermanos, cuando nace indefenso en esta tierra dolorosa?
Las purificaciones realizadas en los viajes recuerdan que el hombre no es nunca bastante puro para entrar en el templo de la filosofía. Esta es la causa de que la iniciación fuera considerada como sacramento.
Hermano recién iniciado, el amargor del brebaje que os han entregado simbiloza los dolores de la vida y los obstáculos que preceden a la iniciación y al descubrimiento de la verdad. ¡Ojalá sea para vos un brebaje del Leteo o de olvido de las falsas máximas que os hayan enseñado los profanos!
El segundo brebaje es puro24 y dulce. ¡Ojalá sea brebaje de Mnemosina o de recuerdo de las lecciones de sabiduría que habéis de recibir!
Os hemos hablado de la sangría y de la aplicación de una marca indeleble; estas cosas no son ya entre nosotros más que simulacros; pero existían realmente en los misterios de la antigüedad.
Durante las pruebas se os ha ofrecido, como en la iniciación antigua, la oportunidad de retiraros o de proseguir; vuestra valerosa persistencia ha hecho que se os admita para prestar el primer juramento que os ha de ligar para siempre con la sociedad en que ingresáis. No se trata de un juramento vulgar, como los que se hacen en el mundo profano, sino de uno antiguo y sagrado25, que se pronuncia sin violencia. Sus expresiones son enérgicas, porque quien lo presta, teniendo los ojos tapados todavía con una venda, está a punto de pasar de la barbarie a la civilización. En los misterios antiguos se impresionaba de ese modo al iniciado, para que tomase la resolución de observar fielmente su juramento26, por temor a los suplicios.
Alcibíades fue desterrado por haber faltado a su juramento al revelar los misterios de Ceres, y poco faltó para que perdiera la vida27.
Luciano dice por boca de un iniciado: “¿Quién sabría guardar el secreto mejor que yo, que soy iniciado?”28.
Cuando llega el momento de la iniciación, una luz rápida hiere la vista del iniciado; esta luz completa la alegoría. El hombre entrevé la luz sagrada de la filosofía, después de haber triunfado de las pasiones; entonces es cuando debe asirse a ella, porque bastaría un solo momento de olvido o de error para que la perdiera de vista, para que llegase a la vejez sin haber podido conseguir su propósito, y arrastrado de ilusión en ilusión descendiente a la tumba, antes de haber dado un solo paso en el sendero de la razón29.
Ya os dije antes que la Masonería guarda correspondencia perfecta con una revolución solar, y, por consiguiente, con las estaciones, cuyo número indica el origen oriental de nuestras alegorías. Si éstas hubiesen nacido en el norte o en el occidente, en Roma o en Grecia, hubieran presentado el emblema de las cuatro estaciones con las que se ha relacionado las cuatro épocas de la vida. Por lo contrario, las estaciones no eran más que tres en número, en Oriente y en los tiempos antiguos. El Apolo griego, símbolo del sol primaveral, tenía a veces cuatro orejas, y Jano poseía cuatro rostros; en cambio, la triple estatua de Apolo oriental no estaba rodeada más que de tres atributos: una lira, un grifo y flechas. El trípode de Delfos estaba consagrado a este Dios. Al cual seguían las nueve musas, o mejor dicho, los nueve genios, las lunas de cada mes, a las que se añadieron las Gracias para completar el año.
Habéis recorrido un período solar, siguiendo el ejemplo de los iniciados de la antigüedad. En efecto, la cámara de reflexiones en que habéis sido encerrado durante unos momentos para que hicierais vuestro testamento, preparación a la muerte, es la primera prueba, la de la tierra. Esta caverna representaba entre los antiguos el desorden de la Naturaleza y de sus elementos. El genio de la destrucción impera en este sombrío lugar, imagen del solsticio de invierno, esa terrible época del año en que Tifón (o la Obscuridad) parece encadenar al dios de la luz y retenerlo cautivo en el seno de los elementos confundidos. La Naturaleza se halla anonadada, y el dios vencido parece que va a sucumbir. Sin embargo, adquiere nueva vida, se levanta, desarrolla sus fuerzas, y, cerniéndose en el cielo, seca con sus benéficos rayos a la tierra inundada; en esto consiste su primer viaje, que termina el 25 de enero, viaje en que reconoceréis, sin duda, la segunda prueba, o sea, la del agua30. De esta suerte es como Apolo mató con sus flechas a la serpiente Pitón, y acabó Hércules, el dios sol, con la Hidra Lernea.
Durante el segundo viaje del sol, la suave influencia de sus rayos calma la agitación de los vientos. Esta es la tercera prueba, la del aire. El sol que ya camina más libremente y casi ha triunfado de sus enemigos en su tercer viaje, que comprende desde el 25 de febrero al 25 de marzo, esparce por la naturaleza revivida su calor vivificador, y tal es la cuarta prueba, la del fuego31. Ya veis, hermano mío, que habéis sido purificado por medio de los cuatro elementos venerados por los antiguos32.
La cámara de reflexiones os debe haber parecido tristemente amueblada. En sus muros hay sentencias morales para hacer sabedor al candidato de que una recepción masónica es un acto serio, por lo cual debe pensar en las consecuencias del compromiso que va a contraer y prepararse para meditar.
Si hubierais sido educado de forma que ignoraseis la existencia de todos los cultos, y os encontraseis al llegar a este mundo con que debíais elegir entre sus numerosas religiones, tendríais que estudiar y comparar, y no es decidiríais por lo mejor hasta después de haberlo meditado mucho. Pues bien, la iniciación masónica tiene, si cabe, mayor importancia todavía. En esa cámara en que el recipendario contempla la imagen de la muerte, quizás os hayáis preguntado: ¿Han puesto esto para infundir miedo y espanto a los hombres tímidos o sorprendidos? No está de acuerdo esa intención con el carácter serio de los masones, quienes no consentirían que una mixtificación fuese el primer acto de la recepción de quien desean admitir en sus filas de amigos. Sin duda habréis pensado que se pretendía dar al recipendario una hermosa lección acerca del carácter temporal de las cosas de este mundo. Y quizás no hubierais llegado a tener una idea tan prudente, si no os hubierais estado en ese recinto silencioso, en ese diminuto, augusto y religioso templo.
Un papel que os entregan, en el que hay tres preguntas a las que debéis responder, os saca de la meditación preparatoria para lanzaros a otra más grave. Al ver impresas las preguntas habréis pensado que son meras fórmulas que se presentan a todos los recipendarios, y no les hayáis prestado la atención merecida33.
¿Os ha parecido que estaba lógicamente expresada la primera pregunta?: ¿QUÉ DEBE EL HOMBRE A DIOS? ¿No supone otras preguntas previas, como por ejemplo, la que se encuentra en la cabeza de todos los catecismos cristianos, sobre la cual no supo que responder en el siglo XVII un célebre moralista teológico, que debió a esta indecisión el principio de su fama?34
Los términos de esta pregunta parecen claros, pero en cuanto se quiere comprender con precisión su significado, empiezan las dificultades. ¿Es que no se quiera más que una definición? Si lo que se busca es únicamente esta definición, es de temer que uno no choque con las ideas de alguien, y que se fabrique un código ideal para único uso propio, que sería inaplicable a la sociedad, con la que hay que mantenerse en cierta armonía.
El deber del hombre para con Dios ha de variar según los individuos; será suave o rígido, de temor o de amor, de hijo o de esclavo. El culto que se rinde a Dios podrá ser alegre o triste, cruel o humano, de gratitud o de expiación, externo o sobrecargado de ceremonias, o interno y sentimental, según la idea que se tenga del GRAN SER. Admitiremos en esto la gran sabiduría y la prudencia de quienes concibieron el plan de la Masonería. Ellos conocían todas las variedades de opiniones y de doctrinas; se llamaron masones; dijeron que construían un templo a la verdad y a la virtud y dieron el nombre de Gran Arquitecto del Universo al ser a quien todas las cosas deben la existencia. En efecto, consideremos el universo como templo, ¿puede existir una arquitectura más bella? La sabiduría y la fuerza sostienen el edificio, al mismo tiempo que el orden y la armonía constituyen su ornato y belleza y también su trascendente finalidad.
Al presentar una fórmula general en la que no existe más cosa positiva que el punto admitido por todo el mundo, la Masonería deja que cada cual añada todos los artículos que quiera agregar para completar su creencia, como dominio inviolable y sacro. Si esta idea no logra hacer que triunfe la paz entre los hombres, ¿quién podrá imponerla?35
Pasemos a la segunda pregunta: ¿QUÉ DEBERES TIENE EL HOMBRE PARA CONSIGO MISMO? ¿Expresan estas palabras lo que se ha querido decir por medio de ellas? Yo creo que no. Aquí no se habla más que del hombre considerado aisladamente. Ahora bien, ¿qué deberes tendría para consigo el hombre que estuviera solo? Ninguno. Esta es la respuesta más adecuada, puesto que el hombre no puede ser a un mismo tiempo su acreedor y su deudor.
Quizás se nos diga que el hombre tiene el deber de conservarse. En este caso, es preciso admitir también que los animales y las plantas tienen del mismo modo deberes para consigo mismos, puesto que tratan también de conservarse. No; el hombre debe anteponer a este deber el de no deshonrar su ser, así como el de guiarse por el honor, la instrucción y el estudio; añadamos a esto que no debe decir ni hacer nada que sea imprudente o haya sido dictado por la pasión.
Tercera pregunta: ¿QUÉ DEBERES TIENE EL HOMBRE PARA CON SUS SEMEJANTES? Esta pregunta es justa, exacta y de gran interés social. El hombre tiene para con sus semejantes los mismos deberes que cree que estos tienen para con él, no deseando para ellos otra cosa que lo que para sí mismo desee.
Esta reciprocidad de derechos y de deberes constituye el lazo unitivo de la sociedad; de suerte que, si lo deshiciéramos, la sociedad dejaría de existir.
El templo de los masones simboliza el Universo; su bóveda azul es la imagen de un cielo estrellado, como en otro tiempo lo fuera la de los templos cristianos. El templo masónico debe estar orientado como éstos; se entra en él por occidente; la luz se encuentra en el Oriente; los Maestros se colocan al Sur, y el Aprendiz ocupa el Norte, o sea, la parte menos iluminada. Supónese que este templo se erigió en el día en que el sol entra en el primer signo de la primavera. Contemplemos, con los sabios de Egipto, esa hermosa obra del supremo Arquitecto de que ha dicho un célebre poeta:
“Ese inmenso océano azul y luminoso, esos astros sacados de la nada, formados sin materia, redondeados sin compás, suspendidos sin pivote, apenas han costado la pronunciación de una única palabra.”
Los siete peldaños del templo recuerdan el domicilio de los siete planetas.
El fondo del templo, elevado algunos peldaños, tiene en su centro semicircular una imagen del sol.
Sobre las dos columnas situadas en la extremidad interior hay granadas36. Estas columnas, cuya interpretación damos en otra parte, miden dieciocho codos de altura, y doce de circunferencia y de base. Los capiteles miden cinco codos. Total, cuarenta y siete; número igual que el de las constelaciones y de los signos del Zodíaco, es decir, del mundo celeste.
Los nombres de los tres pilares en que se apoyan misteriosamente nuestros templos son Sabiduría (para inventar), Fuerza (para dirigir) y Belleza (para ornamentar).
Los egipcios introdujeron en su iniciación una imagen de su gobierno político, el cual, según Plutarco, se apoyaba en dos columnas principales, o sea en la sabiduría de los sacerdotes y en la fuerza de los guerreros. Estas dos virtudes se establecieron como bases primeras de la iniciación, cuyo origen se creía que procedía de Dios.
Los egipcios daban a la armonía el nombre de belleza, Jophis37, de donde han tomado los griegos el nombre de Sophia, dado a la sabiduría. La armonía era la imagen del orden, de ese feliz acuerdo, de esa concordancia perfecta, de esa reunión de relaciones y de proporciones que constituyen el orden, la armonía y lo verdaderamente bello.
De suerte que los egipcios hacían que de estos dos primeros atributos distintivos de la divinidad, surgiese el orden general del universo; atributos que, encarnados en dos clases de ciudadanos —los sabios y los guerreros— producían y mantenían el orden general del Estado. Esto quería significar también que la sabiduría carente de vigor es impotente, y que la fuerza sin sabiduría no es más que anarquía. Además recordaba perpetuamente a las dos grandes columnas de la sociedad civil que dependían la una de la otra. Lo mismo simbolizan las dos columnas de nuestros templos. Los que acusan a los misterios, dice Balage, no deben haber sabido encontrar en ellos esta sublime lección.
La Logia está iluminada por tres luces, porque el sol no recorre más que tres puntos del horizonte.
Los tres candelabros, cada uno de los cuales tiene tres luces, simbolizan las nueve esferas, en las que están comprendidos el cielo de los numerosos astros fijos y la tierra.
Al juntar los pies para dar cada uno de los tres pasos se forma un ángulo recto, con lo que se quiere dar a entender que quien desee llegar a la ciencia y a la virtud, ha de ir apoyado en la rectitud.
La batería de este grado consiste en tres golpes38. Los dos golpes dados precipitadamente indican el celo del masón; y el golpe lento, su perseverancia en el bien.
El aprendiz39 tiene tres años de edad, porque los aspirantes a los antiguos misterios no eran admitidos hasta después de transcurrido este lapso40.
El brazo desnudo y la parte izquierda del pecho al descubierto indican que el masón dedica su brazo a la institución, y su corazón, a sus hermanos.
La punta del compás colocada sobre el pecho desnudo, asiento de la consciencia, debe recordarle su vida pasada, durante la cual sus pasos e ideas no han sido guiados por este símbolo de exactitud que desde ahora debe regular sus pensamientos y obras.
El Compás es, también, un símbolo de las relaciones del masón con sus hermanos y con los demás hombres. Una de sus ramas, la fija, tiene un punto central, en torno del cual puede describir la otra con sólo variar la abertura, innumerables círculos, símbolos de nuestras Logias y de la Masonería, cuya extensión puede ser indefinida.
El pie en la chancleta es una muestra de respeto41.
El signo es la apariencia externa de la idea. El que se da al neófito le recuerda uno de los puntos de su obligación. Los signos masónicos tienen, por lo general, significación importante para el iniciado.
El Mandil representa la vida laboriosa y la actividad útil. Por eso se lleva en este grado con la bayeta levantada42.
Los guantes blancos (color del mandil) expresan el candor, la inocencia y la pureza que deben presidir las obras del masón.
Los guantes de mujer le recuerdan al masón un sexo que ama y respeta, al propio tiempo que le traen a la memoria las mujeres que honraron antaño a la institución, honrándose al propio tiempo a sí mismas.
Las mujeres celebraban en Atenas unas misteriosas fiestas bajo la dirección de las sacerdotisas, mujeres de los sacerdotes. Una ley en vigor entre los romanos y griegos condenaba con la pérdida de la vista y hasta con la muerte al profano que fuera sorprendido en sus templos durante la celebración de estas solemnidades. Las mujeres griegas no eran admitidas a la verdadera iniciación; pero nuestras logias de adopción han perpetuado su recuerdo por medio del número cinco43. Este número, que tenía gran importancia en los ritos thesmoforios, indica una relación más entre los misterios griegos y aquella institución.
La sacerdotisa que los presidía era siempre una mujer de gran mérito y de elevada distinción que debía justificar con su erudición y sus respuestas espirituales, elocuentes y llenas de verdadera filosofía. La célebre Theano llenaba tan augusta función cuando Alcibíades, el hijo de Clinias, fue acusado de haber violado la santidad de los misterios, imitándolos con sus amigos después de un banquete licencioso. Únicamente Theano fue quien tuvo sabiduría y valor para resistir al senado y al pueblo enfurecido que se había reunido en asamblea. Considerando a Alcibíades más imprudente que culpable, se negó a seguir el ejemplo de los sacerdotes, que habían maldecido a este célebre ateniense, y pronunció las siguientes palabras, que tan a menudo dan al olvido los ministros de todos los cultos existentes. “Soy sacerdotisa para orar y bendecir, y no para maldecir en nombre de los dioses”.
La Palabra sagrada es el medio de que se valen los hermanos para conocerse. La franqueza y la verdad la hacen eterna; la mentira y la hipocresía pueden ocasionar su desaparición.
La Palabra de paso es la contraseña que se exige a la entrada del templo para pasar o asistir a la tenida de los trabajos. Las Palabras sagradas y de paso son diferentes en cada grado.
Cuando ha de comunicarse en Logia una palabra de orden anual o semestral, los hermanos forman la cadena de unión para recibirla, la cual no se rompe hasta que ha circulado el ósculo de paz. La Cadena de unión, símbolo sublime, verdad santa, emblema de la fuerza y del poder de los hombres de buena voluntad que se unen para hacer el bien, podría por sí sola resumir toda la Masonería.
La Espada flamígera es el arma simbólica que significa que la insubordinación, el vicio y el crimen deben desterrarse de nuestros templos.
La Piedra bruta simboliza las imperfecciones del espíritu y del corazón, que ha de esforzarse el masón en corregir.
La Llana o Trulla es un símbolo ingenioso que enseña al masón a ser tolerante con los defectos de sus hermanos.
Tres joyas figuran en este grado: La Escuadra pendiente del cordón del Venerable, el Nivel ostentado por el primer Vigilante y la Plomada o Perpendículo que lleva el segundo Vigilante. Reciben el nombre de joyas móviles porque pasan de un hermano a otro44.
Con la escuadra, cuya propiedad se utiliza para cuadrar los cuerpos, no se podría hacer un cuerpo redondo. Esta primera joya significa que la voluntad del jefe de la Logia sólo puede tener un significado: el de los estatutos de la Orden, y que sólo puede obrar de una manera: la del bien.
La segunda joya simboliza la igualdad, base del derecho natural.
La tercera, significa que el masón debe poseer tal rectitud de juicio que no pueda ser desviada por afectos de interés ni de familia45.
Habréis observado que todo se hace a base de tres en la Masonería: tres hermanos forman una Logia; tres oficiales la dirigen; tres luces la iluminan; tres joyas distintas la decoran; tres golpes marcan el orden del mandato; tres preguntas descubren el carácter del masón; tres pasos constituyen su marcha; tres años indican su edad, y la Masonería simbólica consta de tres grados.
La estricta observancia del número ternario, tan elogiado en la antigüedad, caracteriza a vuestro grado. Más tarde os revelaré parte de las numerosas combinaciones a que se aplicaba este número misterioso.
Nuestros trabajos se abren a mediodía, se cierran a medianoche, y duran doce horas, en conmemoración, indudablemente, de Zarathustra, quien fue uno de los primeros fundadores de las escuelas de sabiduría. Este gran civilizador hizo discípulos que se dispersaron para propagar su doctrina. Vivía familiarmente con ellos y les ordenaba que practicasen la beneficencia, la igualdad y la unión. Sus reuniones se celebraban en determinados días. Los ejercicios puramente especulativos, cuyo objeto consistía en explicar su doctrina, comenzaban en el momento en que el sol se encontraba en el punto medio de su carrera, y duraba doce horas, parte de las cuales se dedicaban al silencio y a la meditación. Esta sesión instructiva terminaba a medianoche por una comida frugal y fraternal en que reinaba la libertad, la decencia y la paz.
No me está permitido ahora levantar por entero el velo que oculta parte de nuestros emblemas. Si pudiera hacerlo, os mostraría la razón, la virtud y la inteligencia que iluminan y perfeccionan a los hombres por medio de las reuniones masónicas; os mostraría a los iniciados enseñando su sublime moral en las márgenes del Nilo, del Ganges y del Éufrates y sobre los promontorios del Ática y de la Gran Grecia; os los mostraría civilizando a los hijos del Norte o empezando a cultivar los bosques en Pensilvania; os los mostraría, en fin, en los campos de batalla, reconociéndose, abrazándose y librándose mutuamente de una muerte cierta, en medio de espantosas carnicerías.
Por todas partes veríais a masones que propagan, perpetúan y ponen en práctica este adagio de la virtud: Haz a tu hermano lo que para ti mismo deseas.
¡Lejos de nosotros, el crédulo neófito que quisiera desconocer nuestras costumbres y librarse de nuestras prácticas! ¡Lejos de nosotros, el filósofo que quiera destruir nuestras máximas! En donde reina la igualdad, desaparece la dominación, y el masón que intentase subyugar a los espíritus de sus hermanos se expondría a ser aplastado bajo los escombros de nuestras columnas.
¿No basta la rápida comparación que acabo de bosquejaros para conceder a nuestra Orden una preeminencia merecida sobre las asociaciones antiguas? ¿No encontráis, hermano mío, que sois ahora un hombre nuevo? ¿No sentís que vuestro corazón se abre más que nunca a los sentimientos afectuosos, de donde nacen esos sublimes lazos de amistad y de fraternidad que unen a todos los masones? Sí; sin duda experimentáis todas esas deliciosas impresiones que os hacen dignos de ocupar un asiento en el seno de esta familia privilegiada. ¡Ojalá podáis contribuir a dar realce a la Orden augusta a que pertenecéis ya! ¡Ojalá, siendo siempre fiel a los compromisos que acabáis de contraer, nos ayudéis a terminar la sublime obra en que trabajan los masones desde hace tantísimos siglos, sobre todo la de la reunión de los hombres de todos los países, de todos los caracteres, de todas las opiniones civiles y religiosas en una sola y misma familia de amigos y de hermanos! ¡El Gran Arquitecto quisiera que el mundo profano, siempre tan dividido, presentara algún día un cuadro tan hermoso!
(1) Sesión del día 2 de febrero de 1838.
(2) Este saludo masónico es el más antiguo de todos. En la Antigüedad desvelada, se llama la atención acerca de la curiosa analogía existente entre la palabra salus, salud, y salos, tres. Su triplicación es una señal de honor y de lisonja: el triple Sanctus de la Misa, equivale al Sanctissimus.
(3) La Masonería trata de curar las plagas sociales en todas partes: la Enfermería real de Edimburgo, construida en 1738, se debe a la munificencia de los masones, así como la Bolsa de esta capital. Ellos pusieron su primera piedra en 1758, en nombre de setecientos hermanos, decorados con sus insignias.
El Gran Oriente, de Francia, publicó en 1781 una circular relativa a la fundación de establecimientos para los huérfanos conocidos con el nombre de expósitos. Holanda, que es nación conocedora del precio de los hombres, ha pedido que se le permitiese educar a todos los expósitos, con la condición de no devolver a Francia más que la tercera parte a una edad convenida, guardando el resto para su propio país. Los masones querían que el Estado hiciese aquí lo que los holandeses deseaban hacer en su país. En nuestra época todos los infortunios encuentran alivio en la Masonería.
(4) Unas antiguas crónicas dicen que los iniciados, preceptores de los romanos, conocían tres mil años antes que Franklin el arte de dirigir el fluido eléctrico y el rayo, entre ellos el rey Numa Pompilio.
(5) Mucho tiempo antes de que se pensase en Francia en hacer la famosa Enciclopedia, los masones ingleses tuvieron la idea de hacer un diccionario de todas las ciencias, para cuya redacción habían recogido abundante material. (Véase en el Hermes Maconnique, tom.1, pág. 359, el discurso pronunciado por el H. Ramsay en 1740.)
(6) La Sociedad Real, de Londres, surgió del seno de la reunión de la Mason’s house.
(7) Introducción, págs. 19 y siguientes.
(8) La palabra iniciado, cuya etimología recuerda la vestidura blanca con que antiguamente se investía a aquél, significaba primitivamente el que comienza una nueva vida: novam vitam inibat. Apuleyo dice que la iniciación es resirrección a nueva vida.
Las palabras aspirante, postulante, candidato o neófito se emplean indistinta y erróneamente en algunos cuadernos o reguladores para designar al recipendario; he aquí la definición de estas palabras, según su aplicación regular:
El aspirante o postulante• es el que pide ser iniciado. Desde que la Logia acuerda su admisión, es candidato••. Es recipendario••• cuando se le admite a las pruebas. Y, una vez que le ha recibido, lleva el nombre de neófito (recién nacido) o de iniciado en el grado conferido.
• El que solicita por medio de instancia su admisión en una sociedad. Antiguamente se denominaba postulante a quien pedía entrar en un convento.
•• Entre los romanos, el que aspiraba a un cargo o dignidad se ponía una vestidura blanca, cándida, de donde se deriva candidato. Por extensión se llama candidato en Masonería al que aspira a un grado, dignidad o función. El aspirante al trono de Polonia recibía antiguamente el nombre de candidato.
••• Dase este nombre a quien se presenta para ser recibido solemnemente en una corporación.
(9) Dícese con razón que la iniciación era una tradición organizada que conservaba las ciencias secretas.
(10) Del verbo griego mucin (cerrar), de donde se derivan museria (silencio) y muses (iniciados). Musterion, misterio, viene del primitivo mu, silencio en sánscrito. Muka, mudo, y en latín, Mutus. La muda de los pájaros no se deriva de Mutare, cambiar, sino de Mutus, por referirse al silencio que ellos observan durante la renovación del plumaje.
(11) Eleusis significa retorno, llegada.
En efecto, el nombre de esta ciudad, situada cerca de Atenas, recuerda la llegada de Ceres a esta parte del Ática. En las medallas de Eleusis se representa esta diosa sobre un carro arrastrado por dos dragones; en el reverso hay un jabalí.
“ELEUSIS es, quizás, el antiguo nombre griego de la libertad. Parte de este significado se conserva en el nombre de Eleusio, sinónimo de Eleuterio.” (Guerra de Dum.)
Obsérvese que la palabra ceremonia tiene origen iniciático, pues viene de Cereris munia, formalidades o ritos de las fiestas de Ceres, durante las cuales se hacían con pompa oblaciones a la diosa.
(12) La descripción de tales ceremonias puede leerse en la notable obra de Ed. Schuré Los grandes Iniciados, cap. Platón por la Editorial R. Maynadé.
(13) Esta palabra significa en griego llantos, lamentaciones, porque según la fábula este río se alimenta únicamente con las lágrimas de los malvados.
(14) Este nombre significa en griego privado de aves, porque el lago de Campania exhalaba vapores tan mefíticos que los pájaros no podían acercarse a él.
(15) Lugar de liberación, de delicias.
(16) Véase el canto diez y seis de la Eneida.
(17) Esta palabra significa en griego el que revela o explica las cosas sagradas (los misterios).
(18) La estatua de Isis.
(19) Antigua capital de Egipto situada a la orilla occidental del Nilo. El Cairo ha sido construido con sus ruinas en la ribera opuesta.
(20) Todos los relatos dicen que las iniciaciones antiguas rodeaban las grandes verdades de imponente aparato.
(21) La moralidad, primer fruto de la sociabilidad, ha inducido al hombre a vestirse, comenzando por el vestido que indica el pudor nativo.
(22) Esta palabra significa en Masonería la ciencia de las cosas.
(23) Según el rito antiguo, el aspirante viajaba por subterráneos y no por el templo; y, al terminar su recorrido, encontraba la siguiente inscripción: “Quienquiera que hubiere realizado estos viajes a solas y sin temor, será purificado por medio del fuego, del agua y del aire; y por haber vencido el miedo a la muerte y preparado su alma para recibir la luz, tendrá derecho a salir del seno de la tierra y ser admitido a la revelación de los grandes misterios.”
El aspirante tenía derecho a retroceder, si carecía del valor requerido para proseguir su camino.
(24) Estos dos brebajes se daban al recipendario en los primeros años de la Logia de los Trinósofos.
(25) Antes se prestaba juramento de la siguiente manera: “Juro y prometo ante los santos Evangelios y ESTA ESPADA DE HONOR...” Hoy día de los Estatutos Generales han suprimido la Biblia; cosa bien hecha, pues el símbolo masónico no guarda relación alguna con los cultos modernos; pero se dice: “Juro y prometo sobre los Estatutos Generales de la Orden y esta espada, SÍMBOLO DE HONOR...” La justicia y el mando pueden tener por símbolo a la espada, pero el honor, no. La espada de honor, el sable de honor, no quiere significar que el honor tenga como símbolo a estas armas. Nosotros creemos, por tanto, que se debe decir: “Juro y prometo sobre los Estatutos Generales de la Orden y esta espada de honor ante el Gran Arquitecto del Universo”, etc.
En Escitia se han encontrado iniciados que juraban sobre una espada desnuda, y Anacarsis demuestra que había entre ellos virtuosos y grandes varones.
(26) “El sello con que los sacerdotes marcaban a las víctimas representaba un hombre de rodillas, con las manos atadas a la espalda, y la punta de una espada delante de la garganta. El aspirante recibía la primera iniciación en esta ciudad, y consentía en perecer por medio de la espada, si traicionaba los secretos que se le habían revelado.” BOULAGE (Des Myst. d’Isis.)
(27) Prometeo divulgó entre los hombres el secreto del fuego que había arrebatado a los dioses, por lo cual un águila le arrancó el corazón por mandato de Júpiter.
Tándalo no supo contener la garrulam linguam cuando asistió al banquete de los dioses, y fue condenmado a tener an sí el alimento, pero sin posibilidad de alcanzarlo. Esto significa que las puertas del templo se cerraron eternamente para él.
Edipo fue castigado como el indiscreto Sansón a perder los ojos, por haber publicado el enigma de la Esfinge.
También por haber sido indiscreto sufrió Orfeo el suplicio de Abelardo.
Por poco fue lapidado Esquilopor haberse atrevido a introducir en el teatro de Atenas la manera de vestirse de los iniciados. Sólo fue absuelto cuando demostró que no era iniciado. Un día se vió obligado a refugiarse junto al altar de Baco para evitar el furor del populacho. Una orden del Areópago le absolvió, en consideración de los servicios que había prestado al Estado en la jornada de Maratón.
Diágoras, que no había sido admitido más que en los misterios menores por no ser ateniense, cometió la imprudencia de hacer algunos chistes que podían menguar el celo de los postulantes a la iniciación, por lo cual hubo de correr grandes peligros, pues su cabeza fue puesta a precio. La sentencia pronunciada contra él se grabó en una columna de bronce, prometiendo al que lo matara un talento de recompensa, y dos talentos, al que lo entregara vivo. Como se ve, los misterios no tenían por principio la tolerancia, ejemplo que han seguido las religiones modernas. Tanto para los sacerdotes antiguos como para los actuales, el interés del sacerdocio tenía más valor que la vida de los ciudadanos.
El maestro del Liceo, Aristóteles, acusado de impiedad por el Hierofante por haber hecho sacrificios a los manes de su mujer con las ceremonias empleadas en Eleusis, fue obligado a retirarse a Calcis, a pesar de la defensa de Aristocles. Y, para hacer a Ceres una ofrenda expiatoria, ordenó en su testamento que se edificara una estatua en honor a la diosa.
Las chanzas que se permite hacer Aristófanes en su comedia Termoforiazuses o misterios en que eran iniciadas las mujeres atenienses, le hubieran valido la última pena al autor, si hubiesen revelado algo de la doctrina eleusina. Asi que, por temor de que le acusaran de sacrilegio, no empleó más que simples designaciones.
No debe, pues extrañarnos el cuidado con que evitaban hablar de los misterios los escritores de la antigüedad.
(28) La persecusión contra la Masonería tomó caracteres violentos a principios del siglo XVII. “Ante este estado de encarnizamiento general, dice Laurens, los francmasones no se dispersaron, sino que se reunieron con mayor ardor. Las tribulaciones no descorazonan en casos semejantes, pues sólo sirven para aumentar el celo, reanimar la constancia y dar una energía que desafía los mayores peligros. Tal es el resultado de las persecuciones violentas. En las entrañas de la tierra se escondían multitudes de Logias. Un secreto inviolable les rodeaba, garantizando su seguridad. Las llamas devoraron todo cuanto podía revelar su existencia. Los documentos escritos, pintados, impresos o grabados corrieron la misma suerte, y, a partir de entonces, las nociones de la Francmasonería se albergaron únicamente en los espíritus de los iniciados.” (Essais hist. et crit. sur la Françmaconnerie.)
(29) Al recibir la luz, ve el candidato a un pueblo de hermanos armados para defenderle en el caso de que sea atacado, y para castigarle, también, si viola las leyes que acaba de aceptar.
Las espadas brillantes, los haces de armas, los trofeos de guerra que se enlazan con tanto gusto como elegancia con los emblemas de las artes liberales, son un aparato casi militar que representa alegóricamente la guerra moral en que siempre está empeñada la Francmasonería para luchar contra el vicio, la ignorancia y la superstición.
Este cuadro, con que se terminan las pruebas, es la imagen del contrato tácito de los hombres reunidos en sociedad, cada uno de los cuales se compromete a proteger y defender a los demás individuos de la comunidad contra el enemigo común, así como a someterse a las leyes que se juzguen necesarias para el mantenimiento del Orden. A cambio de estos compromisos, la sociedad le garantiza el disfrute de la paz y de la felicidad que él se puede procurar. Así que desde el momento en que el aspirante presta el juramento que le liga a sus hermanos y a la Orden, no hay placer masónico de que no pueda disfrutar en la misma proporción que todos los demás hermanos. El jefe, rodeado de una aureola de respeto y de veneración, no es más que momentáneamente el primero de sus hermanos, de sus iguales. Tal ha debido ser la organización de las primeras sociedades en que el grado de aprendiz representaba la parte más sencilla.
Las decoraciones con que van revestidos los dignatarios, no les conceden en la Logia más autoridad que la que se les ha confiado por libre elección, o la que da la experiencia de los años sobre la juventud. Estos dignatarios vuelven a ingresar en la masa común al terminar su mandato y otros hermanos les substituyen en sus puestos, sin que el amor propio tenga por eso que ofenderse o vanagloriarse. Esta es la ley y estos son los usos masónicos. ¡Dichosa sociedad la que puede observar esta sencillez de costumbres! ¡Cuán felices serían los pueblos que pudieran gobernarse de este modo! Vivirían en la edad de oro.
(30) La purificación por medio del agua nos recuerda esta hermosa máxima de Epicteto: Procura que tu vaso sea puro antes de llenarlo.
En los misterios antiguos se zambullía al recipendario en un estanque lleno de agua. Hoy día se limita la cosa a una simple ablución. Tal es el origen del bautismo que practicara el iniciado San Juan, el cual se daba por inmersión en la Iglesia primitiva, pero hoy día se ha reducido a una simple ablución.
El bautismo era entonces una verdadera iniciación hecha en secreto y misteriosamente, sobre la que se prohibía hablar a los profanos. Únicamente se admitían hombres maduros; se prestaba el juramento de ser discreto, y se exigía que alguien saliera fiador de la fidelidad del recipendario, de cuya costumbre se deriva la de los padrinos.
Cirilo de Alejandría advierte en un libelo que escribió contra el emperador Juliano, que se abtiene de hablar acerca del bautismo, porque teme que los que no son iniciados no comprendan sus discursos.
(30) Esta purificación, que es la última, se reconoce en la comunicación del Espíritu Santo que descendió antaño en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos de Jesús.
(31) Virgilio ha dicho lo siguiente acerca de las pruebas por medio de los elementos:
Infestum eluitur scelus (agua);
Aut exiritur igni (fuego);
Suspensoe ad ventos (aire).
Ni el canto sexto de la Eneida de Virgilio, ni la enigmática égloga que dirige este autor a Polión podrían comprenderse bien si se ignorasen las enseñanzas de la ciencia masónica. Lo mismo ocurre con muchos párrafos de Horacio.
(32) En los grandes misterios celebrados en Menfis se pasaba por las grandes pruebas físicas de los cuatro elementos, para simbolizar el sistema del Universo, cuya enseñanza se daba a los iniciados en el curso de sus estudios.
(33) En los primeros tiempos de la Logia de los Trinósofos dábamos nosotros también tres preguntas escritas a mano y apropiadas a la posición moral, intelectual y civil del recipendario. Esta costumbre exigía tener series particulares y especiales de preguntas y respuestas, y daba una fisonomía propia a cada recepción con los inesperados desarrollos de ideas siempre nuevas.
(34) Nicole de Chartres. El gran vicario que le examinaba para admitirle en las órdenes sagradas, le hizo esta primera pregunta: ¿Qué es Dios? Nicole no supo que responder, y fue rechazado.
Sabedor el obispo de ello, quiso ver a Nicole. Éste oyó de labios del obispo que lamentaba lo sucedido y añadía: “Debéis ser recibido; y lo sois.”
— “Monseñor, repuso el joven Nicole, lo que ha sucedido significa que Dios no quiere que yo sea sacerdote.” Y no consintió en recibir las órdenes.
Más tarde, Arnaud, Pascal y Nicole eran los cenobitas más íntimos y célebres de Port-Royal.
(Las notas de Wendroch sobre las providenciales y la traducción latina de estas cartas son de Nicole. Sus Ensayos de Moral son famosos.)
(35) La Masonería no es una religión, como se dice en nuestros días. Es el principio de todas las religiones, puesto que enseña la unidad bajo el lema de G.·. A.·. del U.·. De ahí no pasa, pues deja que el iniciado elija el culto que le convenga tributar al Ser Supremo.
(36) Filón y Josefo hablan de las azucenas y de las granadas que remataban las columnas del templo de Salomón. La azucena indica la inocencia de la Sociedad, y las granadas, la pureza de la amistad. La azucena pertenecía a Venus Urania, de donde lo han tomado los cristianos para dedicarlo a su Virgen María. Se colocaba a la entrada de los templos para indicar el candor del alma con que se debía penetrar en ellos.
(37) Myst., de Isis.
(38) ¿A qué extraña aberración se debe el que los jefes de Logia hagan en la apertura, clausura y curso de los trabajos de este grado, la triple batería que pertenece únicamente al tercer grado ?
(39) Aprendiz se deriva de la palabra aprender, y significa en el mundo profano el que se halla bajo el cuidado de un maestro para aprender un arte u oficio cualquiera.
(40) Los masones han cambiado los años por meses, y, a veces, reducen todavía más los plazos exigidos.
(41) Una voz terrible le dice a Moisés: Quítate las sandalias, porque el lugar en que penetras es sagrado.
(42) En los orígenes de los misterios se ceñía a los iniciados de Eleusis una piel de animal. Los ritos más antiguos dan a este ornamento simbólico la forma triangular. El mandil era, como hoy día, el símbolo del trabajo impuesto al hombre.
(43) En 1774 el Gran Oriente acordó en asamblea general, celebrada en el mes cuarto, tomar bajo su gobierno a la Masonería de adopción, con la condición expresa de que ningún masón pudiera encontrarse en ella más que con masones regulares, y que los trabajos serían presididos por el Venerable de la Logia o por su suplende de derecho, el primer Vigilante.
De forma que la Adopción es una imitación de los misterios de la Buena Diosa, la cual tenía bajo sus plantas una serpiente, cuyos engaños y seducción se recordaban de manera simbólica como en el moderno grado de aprendiza.
Entre las grandes maestras que han llenado de gloria el rito de adopción citaremos a las siguientes ilustres hermanas:
La Duquesa de Bourbón, instalada en 1775 Gran Maestra de todas las Logias de Francia, en la Logia de Saint-Antoine, oriente de París.
Helvetius (Logia de las Nueve Hermanas, valles de Auteuil, en honor de Franklin, 1778.)
Princesa de Lamballe (Logia del Contract-Social, valles de París, 1780.)
La Emperatriz Josefina (Logia de los Francs-Chevaliers, valles de Estrasburgo, 1805.)
De Vaudemont (Logia de Sainte-Caroline, valles de París, 1807.)
Josefina de Richepanse, Dama, de nacimiento, Gran Maestra de las Damas escocesas de la Colina del Monte Tabor. (Hospicio de París, 1810.)
De Villette, Bella y Buena, tan querida de Voltaire (Logia de las Nueve Hermanas, febrero de 1819.)
Hermanas que llevaban los nombres más ilustres de Francia ayudaban a estas grandes maestras. Entre ellas figuran las hermanas De Genlis (apellidada más tarde la madre de la Iglesia) y Duchesnois.
(44) Según los antiguos cuadernos, las tres joyas eran: La Biblia•, para regular la fe; la Escuadra, para gobernar las acciones de la vida, y el Compás, para dirigir los deberes con el prójimo y con los hermanos.
• Esta palabra no es hebrea, sino griega.
(45) Antiguamente el útil del aprendiz era una regla de 24 pulgadas, para recordarle que debe dividir su tiempo sabiamente, y emplear bien las veinticuatro horas del día.