sábado, 24 de agosto de 2019

H. P. Lovecraft


Howard Phillips Lovecraft (Providence, Rhode Island; 20 de agosto de 1890-ibídem; 15 de marzo de 1937), más conocido como H. P. Lovecraft, fue un escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción. Se le considera un gran innovador del cuento de terror, al que aportó una mitología propia —los Mitos de Cthulhu—, desarrollada en colaboración con otros autores y aún vigente.

Su obra constituye un clásico del horror cósmico, una corriente que se aparta de la temática tradicional del terror sobrenatural —satanismo, fantasmas—, incorporando elementos de ciencia ficción como, por ejemplo, razas alienígenas, viajes en el tiempo o existencia de otras dimensiones.

Su familia provenía de una distinguida tradición burguesa venida a menos, razón que marcó, en buena medida, la personalidad elitista del autor de Providence. Su padre murió cuando este era aún muy pequeño y su madre lo sobreprotegió intentando que no se relacionara con gente que ella consideraba de clase inferior. En 1921, murió la madre de Lovecraft cuando el autor contaba con treinta y un años, afectándole profundamente. Luego, conoció a la escritora y comerciante Sonia Greene, con quien contrajo matrimonio y se mudó a Nueva York, pero fracasó en su matrimonio. Tras sentir una profunda aversión por la vida neoyorquina —donde se acrecentó su racismo— Lovecraft decidió volver a su Providence natal donde vivió con sus tías hasta el fin de sus días.

De su estancia en Nueva York, Lovecraft continuó carteándose con autores como Robert E. Howard, Robert Bloch, Clark Ashton Smith o August Derleth, para quienes trabajó como escritor fantasma, formando lo que se denominó el Círculo de Lovecraft, y con los que colaboró en buena medida en el desarrollo de su propia literatura. Daba largos paseos nocturnos y le invadía una profunda sensación de soledad y frustración. Durante esa época desarrolló sus obras más representativas como La llamada de Cthulhu (1926), En las montañas de la locura (1931) o El caso de Charles Dexter Ward (1941). Murió en 1937, prácticamente en la pobreza, debido a un cáncer intestinal.

Lovecraft cultivó asimismo la poesía, el ensayo y la literatura epistolar. Se le considera un genio de la literatura de terror y uno de los autores más influyentes del siglo xx.

El erudito lovecraftiano Rafael Llopis escribió sobre el autor: «Educado en un santo temor al género humano —exceptuando de este a las “buenas familias” de origen anglosajón—, creía que nadie es capaz de comprender ni de amar a nadie y se sentía un extranjero en su patria. Para él “el pensamiento humano [...] es quizá el espectáculo más divertido y más desalentador del globo terráqueo”».

The Penguin Encyclopedia of Horror and the Supernatural recoge sobre el escritor de Providence: «Algunos han criticado sus obras por su estilo ampuloso, repleto de adjetivos, pero la armonía y el equilibrio en sus mejores cuentos justifican plenamente esa práctica como deliberada. Se formó a conciencia en este género apropiándose de sus recursos, manipulándolos a su antojo y llevándolos al límite con convincente facilidad. Lovecraft dedicó gran atención a la estética de la literatura de terror, como atestiguan numerosos pasajes de sus cartas. El largo ensayo El horror sobrenatural en la literatura (1927, revisado en 1936) representa una exposición competente de los principios del relato sobrenatural, demostrando un dominio exhaustivo de la materia. En él trató de definir el atractivo peculiar de la historia de terror, en la que "debe haber presente una cierta atmósfera de mortal terror inesperado a fuerzas exteriores desconocidas", y describió la evolución de la novela gótica a través de las obras de Walpole, Radcliffe, Lewis y Maturin».​

En su estudio Danza macabra (1981), el escritor de horror Stephen King afirma que Lovecraft es «el príncipe oscuro y barroco de la historia del horror del siglo xx». Además, por contraposición al mal interno o psicológico, «el concepto de mal externo tiene más alcance, es más impresionante. Lovecraft así lo entendió, y es lo que hace a sus historias de extraordinaria, ciclópea maldad, tan efectivas cuando son buenas. [Sus mejores cuentos] nos hacen sentir el peso del universo suspendido sobre nuestras cabezas, sugieren fuerzas sombrías capaces de destruirnos a todos solo con gruñir en sueños».

Para su biógrafo S. T. Joshi, Lovecraft «no era un “extraño en este siglo”, como afirma de sí mismo el protagonista de su cuento "El extraño". Si se estudian detenidamente sus historias se observará en ellas algo más que los sueños escapistas de un anticuario caduco: enseguida encontramos datos como el descubrimiento de Plutón, citado en El que susurra en la oscuridad (1930), o la entonces todavía controvertida teoría de la deriva continental, en la novela En las montañas de la locura (1931). Y ahondando más, en la ficción más tardía, nos topamos repetida y significativamente con Albert Einstein, Max Planck y Werner Heisenberg. Asimismo, las metáforas sobre el futuro desarrollo estético, político y económico de la humanidad, se transparentan en las civilizaciones alienígenas que aparecen en El Túmulo (1929-1930; publicado en 1940 como obra de Zealia Bishop), En las montañas de la locura (1931; publicado en 1932) y En la noche de los tiempos (1935; publicado en 1936).​

Según la destacada escritora estadounidense Joyce Carol Oates, «la mística identificación de Lovecraft con sus escenarios del Massachusetts rural y las antiguas colonias de Salem, Marblehead y Providence, sugiere un trascendentalismo paródico en el que el “espíritu” reside en todas partes excepto, posiblemente, en los seres humanos». Lovecraft, en suma, como ocurre con Edgar Allan Poe desde el siglo xix, ha ejercido «una influencia incalculable sobre sucesivas generaciones de escritores de ficción terrorífica».​

Por su parte, el novelista francés Michel Houellebecq declaró: «Yo descubrí a H.P.L. a los dieciséis años gracias a un "amigo". Como impacto, fue de los fuertes. No sabía que la literatura podía hacer eso. Y, además, todavía no estoy seguro de que pueda. Hay algo en Lovecraft que no es del todo literario ».
Primeros años

Howard Phillips Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 a las 9 de la mañana en el hogar familiar situado en el n.º 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence, capital del estado de Rhode Island. La casa fue derribada en 1961. H. P. fue el hijo único de Winfield Scott Lovecraft (1853-1898) —representante de ventas de la Gorham Silver Company, dedicada al comercio de la plata, metales preciosos y joyería— y de Sarah Susan Phillips (1857-1921), la segunda de los cuatro hijos de Whipple Van Buren Phillips y Rhoby Alzada Place. Para ambos era su primer matrimonio, aunque los dos habían superado los treinta años cuando firmaron su enlace.

Lovecraft procedía de unos ancestros distinguidos; en cuanto a su línea materna, los Phillips, se podía rastrear su linaje casi hasta el Mayflower, ya que los antepasados maternos se remontaban a la llegada de George Phillips a Massachusetts en 1630. Cuando el autor visitó algunas de las tierras de sus antepasados al este del estado de Rhode Island, el apellido de Phillips era recordado con cariño y respeto.n. ​ Su línea paterna también era de origen británico y Lovecraft pudo rastrear su apellido —Lovecraft o Lovecroft— hasta el siglo xv.

Al pequeño y solitario Howard le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para poder dar rienda suelta a su exaltada imaginación. En esos sitios —cuevas, arboledas alejadas, etcétera— recreaba situaciones históricas o se ensimismaba en la observación de pequeños detalles que pasaban inadvertidos al resto de las personas, pero que a él le fascinaban como detenerse a escuchar a las hadas del bosque o imaginar lo que podría existir en el espacio exterior. Quizás una de las razones por las que le gustaba tanto evadirse era por la estricta atadura a la que lo sometía su madre, diciéndole que él no debía jugar con niños de menor categoría o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar.

Cuando Lovecraft tenía casi tres años, su padre sufrió una crisis nerviosa en la habitación de un hotel de Chicago, donde se encontraba alojado por motivos de trabajo. Le ingresaron en el Butler Hospital, Centro Psiquiátrico de Providence y fue incapacitado legalmente debido a una serie de trastornos de índole neurológica. A partir de ese momento y durante los cinco años siguientes, permaneció ingresado en ese hospital, donde murió el 19 de julio de 1898 con el diagnóstico de paresia general, una fase terminal de la neurosífilis. Aunque algunos biógrafos afirman que al niño Lovecraft le informaron de que su padre estaba paralizado y en estado comatoso durante ese período, todas las evidencias parecen demostrar que no fue así.​

Con la muerte del padre de Lovecraft, la educación del niño recayó sobre su madre, sus dos tías —Lillian Delora Phillips y Annie Emeline Phillips— y, en especial, sobre su abuelo materno, un importante empresario llamado Whipple Van Buren Phillips. Todos ellos residían en la casa familiar.

Lovecraft fue un niño prodigio.​ Recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis o siete años de edad. Uno de los géneros que más le apasionó en su infancia fue el de las novelas policíacas, llevándolo incluso a formar la «Agencia de detectives de Providence» a la edad de trece años. A los quince escribió su primer relato como tal, La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los dieciséis escribió una columna de astronomía para el Providence Tribune.

Su abuelo materno lo alentaba a la lectura y, siendo ésta una de sus aficiones favoritas, no tardó en pasarse horas y horas en la inmensa biblioteca de su abuelo. En ella descubrió —con un ejemplar de la Ilíada para niños entre las manos— el paganismo grecolatino y Las mil y una noches, aunque a una edad muy temprana —a los cinco años— se declaró ateo, convicción que mantuvo hasta su muerte. Esto ayudó a que su imaginación se desarrollase rápidamente en comparación con el resto de los chicos de su edad, lo cual le produjo una falta de adaptación con estos. Cuando ellos querían jugar con espadas o a juegos fundamentalmente físicos, él prefería llevar a cabo entretenimientos más pausados e imaginativos, como representaciones históricas.

Debido a su falta de perseverancia y de salud, no asistió al colegio hasta los ocho años y tuvo que dejarlo después de un año. Durante su absentismo escolar, seguía leyendo con voracidad. Adquirió conocimientos de química y astronomía, llegando incluso a escribir como aficionado en algunas revistas científicas. Publicó varias revistas de circulación limitada, comenzando en 1899 con La gaceta científica. Cuatro años después, regresó a la escuela pública Hope Street, donde cursó dos años y medio en la educación secundaria, hasta que abandonó definitivamente los estudios.

Juventud y primeros fracasos

En 1904 falleció su abuelo materno, Whipple Van Buren Phillips, afectando sobremanera al joven Lovecraft —de catorce años de edad—. La mala gestión de las propiedades y del dinero familiar dejó a la familia en tan malas condiciones económicas que se vieron obligados a mudarse al n.º 598 (hoy un dúplex en 598—600) de Angell Street. Lovecraft quedó tan afectado por la pérdida de su abuelo y la casa que le vio nacer, que consideró el suicidio durante un tiempo. En 1908, antes de su graduación, sufrió un colapso nervioso y no recibió su diploma. S. T. Joshi, biógrafo de Lovecraft, sugiere que este colapso pudo deberse a sus dificultades con las matemáticas, una materia que necesitaba dominar para convertirse en astrónomo profesional. Este fracaso en su educación —Lovecraft quiso estudiar en la Universidad de Brown— fue una fuente de desilusión y vergüenza hasta el final de sus días.

Aunque su mentalidad respondía a un racionalismo empirista, al autor de Providence le atraía la literatura imaginativa, seguramente influido por su escepticismo; encerrado en el pesimismo de la soledad y considerando que «el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra».
Lovecraft escribió algunos relatos de ficción, pero desde 1908 hasta 1913, principalmente trató la poesía, mientras vivía como un ermitaño y teniendo apenas contacto con el mundo exterior, a excepción de su madre y sus tías. Esta situación cambió al escribir una carta a la revista Argosy, quejándose sobre lo insípido de las historias de amor de uno de los escritores más populares de la publicación, Fred Jackson. El debate entre los defensores de Jackson y Lovecraft en la columna de opinión llamó la atención de Edward F. Daas, presidente de la United Amateur Press Association (UAPA), que invitó a Lovecraft a unirse a ellos en 1914. La UAPA infundió un nuevo vigor a Lovecraft, sacándole de su voluntaria reclusión y le incitó a contribuir con sus poemas y ensayos. Un tiempo después, se convirtió en presidente de la UAPA, e incluso llegó a ser presidente interino de la National Amateur Press Association (NAPA), la rival de la UAPA desde 1922 a 1923. En 1917, a petición de algunos amigos, volvió a la ficción con historias mucho más pulidas, como La tumba y Dagon. Esta última fue su primer trabajo publicado de forma profesional, apareciendo en Weird Tales en 1923. Sobre esta época, comenzó a formarse poco a poco una enorme red de admiradores y amigos, entre los que se encontraban Robert Bloch, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, creador este último de Conan el Bárbaro. La extensión y frecuencia de sus cartas con esas amistades lo convirtieron en uno de los más prolíficos escritores del género epistolar. Según su biógrafo L. Sprague de Camp, a lo largo de su vida Lovecraft escribió alrededor de 100.000 cartas.​

La muerte de su padre tuvo en el niño Lovecraft, debido a que prácticamente no pudo conocerlo, escasas repercusiones, pero la de su madre, en 1921, le supuso una fuerte conmoción. Ocurrió después de una larga enfermedad, que algunos biógrafos suelen relacionar con la sífilis de su padre, aunque en cualquier caso la realidad es que la causa inmediata de la muerte fue un post-operatorio deficiente después de una intervención quirúrgica de vesícula biliar. Fue ingresada, como su marido antes que ella, en el Butler Hospital. Durante su ingreso, escribía frecuentemente cartas a su hijo, con el que permaneció muy unida hasta su muerte, el 21 de mayo de 1921. Lovecraft adoraba a su madre y, cuando esta murió, por aquel entonces él contaba con treinta y un años.

Muchos críticos consideran a la madre de Lovecraft la causante de todos los comportamientos peculiares y un tanto extravagantes que el escritor mostró durante su existencia. Parece ser que después de la muerte de su esposo Winfield, Sarah, mujer tradicional y puritana, descargó todas las frustraciones de una burguesa venida a menos sobre su único hijo, sobreprotegiéndolo hasta límites demenciales y tratándolo como si fuera su único bien en la tierra, favoreciendo así el desarrollo de unas determinadas características de personalidad, comunes en estos casos, que condicionarían su patrón de conducta mientras vivió; entre otros aspectos destacados, prefiriendo las relaciones humanas con su pequeño entorno que le ofrecía una mayor seguridad antes que con un entorno social más amplio y desconocido que no controlaba debido a ese déficit en habilidades sociales óptimas por falta de aprendizajes adecuados en su infancia y adolescencia.

Boda y Nueva York

La muerte de su madre en 1921 y el agotamiento de lo poco que quedaba de la riqueza familiar lo llevaron a abandonar la idea de llevar una vida ociosa dedicada a la escritura, obligándolo a trabajar en pequeños encargos, que en la mayoría de las situaciones consistirían en retocar escritos de otros autores. Gracias a este tipo de trabajos conoció a muchos de los que después formarían el llamado Círculo de Lovecraft,12​ entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. Para estos escritores y «amigos», Lovecraft presentaba una gran diferencia entre su personalidad de solitario introvertido y erudito a través de las cartas y su forma de ser en persona. Lo definían como entusiasta y generoso, creativo, prodigio de inteligencia y con una faceta racista que no abandonó hasta los últimos meses de su vida.

Respecto a las mujeres, Lovecraft no había llevado una vida de muchas relaciones con el sexo opuesto. De hecho, el autor es recordado por su «aparente falta de masculinidad» tal como explica el cineasta Guillermo del Toro en el documental sobre su vida y obra Lovecraft: Fear of the Unknown. El retrato que el citado director de cine hace del autor de Providence es el de un «tipo anglófilo que parecía haber llegado a América en el Mayflower: un tipo raro que no se acostó con muchas mujeres».

Dos meses después de la muerte de su madre, Lovecraft acudió a una convención de escritores aficionados en Boston, donde conoció a Sonia H. Greene. Nacida en 1883, hija de inmigrantes judíos procedentes de Ucrania, era viuda y siete años mayor que Lovecraft. Se casaron en 1924, y se mudaron al municipio de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York. Las tías de Lovecraft, muy tradicionales, no vieron con buenos ojos esta boda, ya que Sonia era una mujer de carácter fuerte, independiente, propietaria de una tienda de sombreros y escritora aficionada en la United Amateur Press Association. Inicialmente Lovecraft quedó embelesado con Nueva York, pero pronto la pareja se vio inmersa en dificultades económicas. Sonia perdió su tienda, tuvo problemas de salud y Lovecraft no conseguía encontrar un trabajo, por lo que su esposa se mudó a Cleveland al encontrar trabajo allí mientras Lovecraft se quedaba en el barrio Red Hook de Brooklyn, donde comenzó a sentir una profunda aversión por la vida neoyorquina.n. 2​ En efecto, la desalentadora realidad sobre la imposibilidad de mantener un trabajo en un lugar cuya población mayoritaria era inmigrante, entraba en un irreconciliable conflicto con la opinión sobre sí mismo, de ser un privilegiado caballero anglosajón, por lo que su racismo se galvanizó hasta el punto del miedo.​

En 1926, Sonia y Lovecraft, todavía viviendo de forma separada, acordaron un divorcio amigable, donde Lovecraft alegó «las grandes divergencias entre ambos y los problemas económicos», aunque nunca se llevó a cabo. Debido al fracaso de su matrimonio, algunos biógrafos han especulado con la posibilidad de que Lovecraft fuera asexual, aunque Sonia dijera años más tarde de él que era un «adecuado y excelente amante».

Regreso a Providence

De vuelta a Providence el 17 de abril de 1927, convivió con sus tías durante los años siguientes, en una «espaciosa y marrón casa de madera victoriana» en la calle Barnes n.º 10 (la dirección del Dr. Willett en El caso de Charles Dexter Ward) hasta 1933. Allí es en donde se ve superado por la sensación de fracaso que lo invade, abandonándose a la soledad y la frustración. En esta época disfruta de paseos nocturnos, que repercuten en su hundimiento personal, y crean una esfera invisible de miedos que nunca le permitirán recuperarse si bien, paralelamente, contribuyen a su máximo esplendor literario. En estos fructíferos años escribió la gran mayoría de sus obras más conocidas, como La llamada de Cthulhu (1926), En las montañas de la locura (1931) o El caso de Charles Dexter Ward —compuesta en 1927 pero no publicada hasta 1941—, publicadas principalmente en la revista Weird Tales.

Durante esos años visitó a varios anticuarios residentes en Quebec, Filadelfia y algunos lugares de Nueva Inglaterra, como Vermont y Massachusetts, al tiempo que siguió manteniendo su enorme correspondencia. A sus viejos amigos añadió otros muchos escritores jóvenes, como D. W. Rimmel, R. H. Barlow o Robert Bloch, a los que aconsejaba y supervisaba trabajos. Mostró preocupación con las condiciones políticas y económicas de su país. Durante la Gran Depresión, mostró su apoyo a Roosevelt y se convirtió en un socialista moderado, abandonando su rancio conservadurismo, mientras continuaba estudiando una gran variedad de temas, desde filosofía a literatura o historia de la arquitectura.

Últimos años

Los últimos dos o tres años de su vida fueron muy apurados económicamente. A pesar del duro trabajo y de sus esfuerzos como escritor, la pobreza en la que vivía aumentó. En 1932 su querida tía, la señora Clark, murió viéndose obligado a mudarse a una pequeña y exigua habitación de alquiler con su otra tía, la señora Gamwell en 1933, situada en la calle College 66, detrás de la biblioteca John Hay (la dirección actual de esta casa es 65 Prospect Street). Además, su íntimo amigo Robert E. Howard, al que nunca llegó a conocer en persona, se suicidó el 11 de junio de 1936, dejándolo desconcertado y profundamente apenado.

Sus últimas obras fueron incrementando en longitud y complejidad, lo que dificultaba la venta pues las revistas pulp rechazaban los textos largos. Ello llevó a Lovecraft a la necesidad de trabajar de revisor, corrector y de escritor fantasma para otros autores como en El diario de Alonzo Typer (1938), The Mound (1940) y Winged Death (1940), así mismo en poesía y otros estilos literarios.

Sobre los problemas económicos que sufrió el escritor a lo largo de toda su vida, el novelista francés Michel Houellebecq escribió:

«En cuanto a sus obras, no le reportaron prácticamente nada. De todos modos, no le parecía conveniente hacer de la literatura una profesión. Según sus propias palabras: "Un caballero no intenta darse a conocer, lo deja para los egoístas arribistas y mezquinos". Claro, quizá sea difícil apreciar la sinceridad de esta declaración; puede parecernos producto de un enorme tejido de inhibiciones, pero al mismo tiempo hay que considerarla como la aplicación estricta de un código de conducta caduco al que Lovecraft se aferraba con todas sus fuerzas. Siempre quiso verse como un gentilhombre de provincias, que cultiva la literatura como una de las bellas artes, para su propio deleite y el de algunos amigos, sin preocuparse por los gustos del gran público, los temas de moda o cualquier otra cosa por el estilo. Un personaje semejante ya no tiene cabida en nuestras sociedades […]. En una época de mercantilismo enloquecido, es reconfortante encontrar a alguien que se niega con tal obstinación a “venderse”.»

Michel Houellebec

En sus últimos años, su naturaleza enfermiza y la desnutrición fueron minando su salud. Su anormal sensibilidad a cualquier temperatura inferior a los 20° se agudizó hasta el punto de que se sentía realmente enfermo a tales temperaturas. Durante el último año de su vida, sus cartas estaban llenas de alusiones a sus malestares y dolencias. A finales de febrero de 1937, cuando contaba con cuarenta y seis años, ingresó en el hospital Jane Brown Memorial, de Providence. Allí murió a primeras horas de la mañana del 15 de marzo de 1937 de cáncer intestinal complicado con la denominada enfermedad de Bright. Aunque actualmente este término no suele utilizarse se refiere a una serie de enfermedades inflamatorias de los riñones. Es decir, parece ser que Lovecraft tuvo una complicación de su enfermedad tumoral intestinal con una grave insuficiencia renal que provocó su fallecimiento. El diagnóstico de su enfermedad tuvo lugar apenas un mes antes de su muerte.

Fue enterrado tres días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de Swan Point; aunque su nombre está inscrito en la columna central, ninguna lápida señala su tumba. Muchos años después de su muerte, en la lápida que le erigió un grupo de aficionados, puede leerse una línea tomada de una de las miles de cartas que escribió a sus corresponsales: «Yo soy Providence».

Trasfondo creativo

El nombre de Lovecraft es sinónimo de ficción de horror. Sus escritos, particularmente los Mitos de Cthulhu, han influido desde los años 60 a los autores de ficción a lo largo y ancho del mundo, y se pueden encontrar elementos lovecraftianos en novelas, películas, música, videojuegos, cómics y dibujos animados. Por ejemplo, los villanos de Gotham City en Batman son encarcelados en el Asilo Arkham, en Arkham, una invención de Lovecraft. Muchos escritores modernos de terror, como Stephen King,​ Bentley Little o Joe R. Lansdale, por nombrar a unos pocos, han citado a Lovecraft como una de sus más importantes influencias.

Lovecraft fue un escritor casi desconocido en su propia época, aunque sus historias se habían hecho un lugar en publicaciones como Weird Tales, solo los aficionados a este tipo de literatura conocían su nombre.​ De entre ellos, mantenía regularmente correspondencia con otros escritores contemporáneos, como Clark Ashton Smith y August Derleth, gente que se convirtió en buenos amigos suyos, incluso sin haberse nunca conocido en persona. Este nutrido grupo de escritores llegó a conocerse como el Círculo de Lovecraft, ya que tomaban prestados elementos de las historias de Lovecraft —libros misteriosos con nombres inquietantes, panteones de dioses extraterrestres, como Cthulhu y Azathoth, y lugares como Miskatonic y Arkham— para usarlos en sus propias historias, con la bendición y ánimo de Lovecraft; incluso en ocasiones con su ayuda, la cual solía extralimitarse de la función de un editor para re-elaborar los relatos. Fueron los esfuerzos del Círculo de Lovecraft —particularmente los de August Derleth— los que evitaron que el nombre y las historias de Lovecraft desaparecieran completamente en la oscuridad tras la muerte del autor.

Después de su fallecimiento, el Círculo de Lovecraft siguió contribuyendo a su leyenda. August Derleth fue, probablemente, el más prolífico de todos ellos, ya que amplió y extendió la visión de Lovecraft. Las contribuciones de Derleth han sido objeto de mucha controversia, ya que mientras Lovecraft nunca consideró a su panteón de dioses extraterrestres más que como parte de la trama argumental, Derleth creó una cosmología completa con una guerra entre Los Antiguos o Dioses arquetípicos, como Hypnos o Ulthar, y los Dioses Primigenios, como Cthulhu y Nyarlathotep. Además, asoció a los Dioses Primigenios a los cuatro elementos. Algunos seguidores de Lovecraft no han visto con buenos ojos dichas modificaciones, puesto que parecen contradecir la visión de Lovecraft de un universo desordenado y sin plan, donde los seres menos malevolentes simplemente no se interesaban en la Humanidad. Muchos aficionados se preguntan si el propio Lovecraft habría aprobado las extensiones de Derleth. Se especula que Lovecraft era muy comprensivo sobre esta clase de adiciones y modificaciones, por lo que probablemente hubiera dado el visto bueno a Derleth, pero no lo hubiera adoptado para sus propias historias. Si había un Círculo de Lovecraft, entonces la versión de Derleth sería un añadido interesante, pero no formaría parte del Círculo.
El trabajo de Lovecraft ha sido agrupado en tres categorías por algunos críticos. Mientras que Lovecraft prefirió no referirse a estas categorías él mismo, sí escribió en alguna ocasión: «Existen mis obras poeanas y mis obras dunsanianas [pero] ¿dónde están mis obras lovecraftianas?».

Historias macabras (c. 1905–1920)
Historias del Ciclo del Sueño (c. 1920–1927)
Los Mitos de Cthulhu / Lovecraft (c. 1925–1935)

Algunos críticos no ven la diferencia entre el Ciclo del Sueño y los Mitos de Cthulhu, a menudo señalando la recurrencia del Necronomicón y los subsiguientes dioses. Una explicación frecuentemente argüida es el que el Ciclo del Sueño pertenece más a un género de fantasía en tanto que los Mitos de Cthulhu pertenecen a la ciencia ficción.

Las pesadillas que sufría Lovecraft le sirvieron de inspiración directa para su trabajo, y es quizás una visión directa de su inconsciente y su simbolismo explica su continuo revuelo y popularidad. Todos estos intereses le llevaron a apreciar de manera especial el trabajo de Edgar Allan Poe, quien influyó fuertemente en sus primeras historias, de atmósfera macabra y miedos ocultos que acechan en la oscuridad. El descubrimiento de Lovecraft de las historias de Edward Plunkett, Lord Dunsany, llevó su literatura a un nuevo nivel, resultando en una serie de fantasías que tomaban lugar en la tierra de los sueños. Fue probablemente la influencia de Arthur Machen, con sus bien construidos cuentos sobre la supervivencia del antiguo mal y de sus creencias místicas en misterios ocultos que yacían detrás de la realidad que lo que ayudó finalmente a inspirar a Lovecraft a encontrarse a sí mismo a partir de 1923.

Otra inspiración provino de una fuente insospechada: los avances científicos en áreas como la biología, astronomía, geología y física, que reducían al ser humano a algo insignificante, impotente y condenado en un universo mecánico y materialista, un pequeñísimo punto en la vastedad infinita del cosmos. Estas ideas contribuyeron de forma decisiva a un movimiento llamado cosmicismo, y que le dieron a Lovecraft razones de peso para su ateísmo.

Sobre este asunto, Rafael Llopis, probablemente el mejor conocedor de la figura y la obra de Lovecraft en el contexto de la lengua española, afirma en el prólogo a la antología fundamental Los mitos de Cthulhu:

«El elemento fundamental de los Mitos, su materia prima —tanto desde el punto de vista genérico como estructural— es la angustia cósmica del ateo Lovecraft y su expresión simbólica onírica. Es evidente —dice George W. Wetzel— que «detrás de la formación de los Mitos de Cthulhu había una profunda motivación psicológica. (...) Al descubrir que la religión era un absurdo, quedó en él un vacío que intentó llenar con un mundo místico imaginario». Este ansia religiosa frustrada, determinada por las circunstancias de su vida real, [...] actúa como proyecto totalizador en torno al cual se van a ir estructurando elementos diversos y hasta contradictorios para dar origen a los Mitos.»

Llopis hace notar más adelante cómo recuerda el misticismo siniestro de los mitos lovecraftianos el «estilo bíblico, los nombres sonoros y exóticos, el irrealismo onírico, el fondo numinoso de religión arcaica» que impregna relatos poeanos como «Silencio» o «Sombra», o también los Cuentos de un soñador, debidos a otro precursor de Lovecraft, Lord Dunsany.

Sobre este asunto, Llopis —también psiquiatra— afirma en su Historia natural de los cuentos de miedo (2013) que: «Así, pues, la obra de Lovecraft contiene el germen de una religión primitiva, bárbara y cruel, llena de horror primordial. Y ese horror deriva también del juego dialéctico entre la fascinación que en él ejercía el caos de la subconsciencia prehumana y su propio terror racionalista a la regresión de la mente, a la pérdida del control consciente de sus pensamientos y actos. Para su mente rígida y estrictamente lógica, el caos representaba un peligro mortal, pero a la vez era liberación de un superyó tiránico y entrega a un mundo íntimo y ancestral que le atraía como un abismo prohibido. Otra contradicción importante, íntimamente vinculada a la anterior, es la que surge en Lovecraft entre su amor y su horror al pasado».​

Los Mitos de Cthulhu integran un panteón de deidades alienígenas extradimensionales y horrores que se alimentan de la humanidad y que tienen trazos de antiguos mitos y leyendas. El término Mito de Cthulhu fue acogido por el autor August Derleth después de la muerte de Lovecraft. El autor se refería a su mitología artificial como «Yog-Sothothería».

Sus historias crearon uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, el escrito secreto del árabe Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto del mito ha llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en mitos pre-existentes y en creencias ocultistas. Ediciones apócrifas del Necronomicón también han sido publicadas a través de los años.

Su prosa es anticuada, y frecuentemente usaba vocabulario arcaico u ortografía en desuso, así como adjetivos de uso poco habitual como «gibosa», «ciclópeo» o «atávico», con frecuentes intentos de transcribir dialectos, que han sido calificados de imprecisos. Su trabajo, al ser Lovecraft un anglófilo, está plasmado en un inglés británico utilizando comúnmente escritura anacrónica.

Lovecraft fue un prolífico escritor de cartas. Durante su vida escribió miles de ellas, aunque no se conoce el número exacto. Una estimación de 100.000 parece ser acertada, como apunta L. Sprague de Camp. En algunas ocasiones las fechaba doscientos años antes de la fecha en que habían sido escritas, lo que las databa en la época colonial, antes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (una guerra que lo hería por su anglofilia). Explica que, según él, los siglos xviii y xx habían sido los mejores; el primero siendo el siglo de nobleza y de gracia y el segundo de la ciencia, en tanto que el siglo xix, en particular la Era Victoriana, habría sido un error .

Etapas

Se suelen señalar en la evolución literaria de Lovecraft diversas etapas marcadas por el influjo de sus autores favoritos en esas épocas. Cada fase tuvo su periodo de apogeo, mas no es posible precisar una fecha exacta de inicio y término dado que las tres se superponen.

Etapa gótica (1905 - 1920), en la que impera el magisterio de Edgar Allan Poe. Compone cuentos con los elementos clásicos del horror: grandes y antiguos castillos, páramos lejanos y desolados, la noche como liberadora del mal. Destacan The beast in the cave (1905) y The outsider, impresa después (1921), pero compuesta antes.
Etapa onírica (1920 - 1927), profundamente influida por Lord Dunsany. Sus historias se desarrollan ahora en las fantásticas Tierras del Sueño, describiendo con detalle los paisajes de ensueño visitados. Siguiendo al Lord, tanto Lovecraft como su amigo y corresponsal Clark Ashton Smith (1893-1961), crearon relatos ambientados en mundos antiguos y mágicos, cercanos a la cultura y las leyendas mediterráneas, frente a la que reinventaba las mitologías y cuentos nórdicos, cuyo máximo representante sería J. R. R. Tolkien (1892-1973): The cats of Ulthar (Los gatos de Ulthar) (1920), The Silver Key (La llave de plata) (1926) o, su cumbre, The dream-quest of unknown Kadath (La búsqueda onírica de la desconocida Kadath) (1926-27; publicada en 1943).
Mitos de Cthulhu (1927 - 1937), en que se percibe la impronta de Arthur Machen. En los relatos de este periodo desarrolla los mitos de su imaginación en torno a los dioses primordiales y describe infinidad de criaturas que acechan a la Tierra. Destacan La llamada de Cthulhu (1926), El horror de Dunwich (1928) y La sombra sobre Innsmouth (1931), entre otros.
Otros autores distinguen, por el contrario, ciclos o proyectos narrativos más específicos:

Ciclo Onírico (The white ship)
Ciclo de Nueva Inglaterra (El color que cayó del cielo)
Ciclo de las Civilizaciones Perdidas (The nameless city)
Ciclo de Randolph Carter (The silver key)
Ciclo de los Mitos de Cthulhu (Dunwich's horror)

Temas

En las historias de Lovecraft se repiten varios temas:

Conocimiento prohibido

«No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas.»

H. P. Lovecraft, La llamada de Cthulhu (1928)

Los protagonistas de las historias de Lovecraft siempre son conducidos a la «unión de esos disociados conocimientos», y también así comienzan muchas de sus historias. Cuando tal cosa ocurre, la mente del protagonista o investigador, por lo general, queda destruida por la abismal enormidad de lo descubierto, al ser incapaz de asimilar semejante conocimiento. Aquellos que se cruzan con manifestaciones «vivas» de lo incomprensible, se vuelven locos.

Aquellos personajes que intentan hacer uso de este conocimiento están, invariablemente, condenados. Algunas veces su trabajo atrae la atención de seres malévolos; ocasionalmente, son aniquilados por monstruos de su propia creación.

Influencias extraterrenas en la humanidad

Los seres de los Mitos de Lovecraft a menudo se sirven de humanos. Cthulhu, por ejemplo, es venerado bajo distintos nombres por diferentes cultos alrededor del mundo, como los esquimales de Groenlandia y los practicantes del vudú de Luisiana.​

Los adoradores son utilizados por Lovecraft debido a motivos narrativos como ayuda en el hilo conductor de la historia. A veces intervienen de forma directa en la acción. La mayoría de los seres de los Mitos son extremadamente poderosos para ser derrotados por humanos, y su conocimiento directo significa, normalmente, que la víctima se vuelva loca. Cuando se llega a un acuerdo con ellos, Lovecraft necesita una forma de proveer una estructura dramática para construir el hilo tensor sin llevar la historia a un final prematuro. Los adoradores le ofrecen la forma de revelar información sobre sus «dioses» en pequeñas dosis, y haciendo posible para los protagonistas ganar batallas temporales. Lovecraft, como sus contemporáneos, imaginó «salvajes» cercanos a la Tierra, es decir, en el caso de Lovecraft, cercanos a Cthulhu.

A propósito de esta temática, Jorge Luis Borges escribió el cuento "There are more things", incluido en el volumen El libro de arena, como homenaje a Lovecraft.

Culpa atávica

Otro tema recurrente en las historias de Lovecraft es la idea de que los descendientes en una línea de sangre nunca pueden escapar de los crímenes cometidos por sus antepasados, si estos han sido lo suficientemente atroces. Los descendientes pueden estar alejados en tiempo y en espacio (y, además, en culpabilidad) del acto en sí mismo, pero la sangre se lo revelará (Las ratas en las paredes, El horror oculto, Arthur Jermyn, El alquimista, La sombra sobre Innsmouth y El caso de Charles Dexter Ward).

Un ejemplo de crimen que Lovecraft considera lo suficientemente atroz para que tenga esta clase de consecuencias es el canibalismo (El grabado en la casa y Las ratas en las paredes).

Imposibilidad de escapar del destino

A menudo, en las historias de Lovecraft, el protagonista es incapaz de controlar sus propias acciones, o encuentra imposible cambiar el curso de los acontecimientos. Muchos de estos personajes escaparían del peligro si simplemente corrieran en dirección opuesta, aunque esta posibilidad nunca surge o es de alguna forma sometida por una entidad externa, como en El color que cayó del cielo. Con frecuencia estos sujetos se encuentran bajo la influencia de algún ser malévolo u otros seres. Con la misma inevitabilidad que el destino del ancestro, huir o suicidarse no proporciona la completa seguridad de escapar (La cosa en el umbral, El intruso, El caso de Charles Dexter Ward, etc.) En algunos casos, este destino se manifiesta para toda la humanidad, y no existe escape posible (En la noche de los tiempos, La sombra sobre Innsmouth). En relatos como Los sueños en la casa de la bruja, la poética de Lovecraft apunta a la imposibilidad de triunfo de los saberes popular y científico (las leyendas y la ciencia) frente al horror de lo desconocido.

La civilización amenazada

Lovecraft juega a menudo con la idea de la civilización que lucha penosamente contra elementos bárbaros y primitivos. En algunas historias esta lucha es a nivel individual; la mayoría de sus protagonistas poseen una cultura y unos estudios elevados, pero se ven gradualmente corrompidos por una influencia maligna.

En estas historias, la «maldición» es normalmente hereditaria, o por cruzarse con seres no humanos (Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia en 1920, La sombra sobre Innsmouth en 1931) o a través de cierta influencia mágica (El caso de Charles Dexter Ward). La degradación física y mental aparecen de forma conjunta. El tema de la «sangre corrompida» podría representar la preocupación de Lovecraft respecto la historia de su familia, particularmente la muerte de su padre debido a que Lovecraft sospechaba que fue a causa de un desorden sifilítico.

En otras historias, una sociedad al completo es amenazada por la barbarie. A veces, dicho barbarismo es representado por una amenaza externa, con una civilización destruida por la guerra (Polaris). De vez en cuando, un pequeño grupo de gente cae en decadencia y surge espontáneamente un atavismo (El horror oculto). Mucho más frecuentemente, tales historias involucran a una cultura civilizada que es gradualmente socavada por una clase baja marginal, sin educación ni derechos, que se halla influida por fuerzas inhumanas.

Racismo

Un componente común en el trabajo inicial de Lovecraft es asociar la virtud, el intelecto, una clase elevada, civilización y racionalidad a la raza blanca, que a menudo contrapuso con el corrupto, intelectualmente inferior, incivilizado e irracional, que asoció con gente de clase baja, racialmente impura, y/o no de raza europea, de piel oscura, que frecuentemente eran los villanos en sus historias.

Algunas de sus opiniones racistas más cruentas pueden localizarse en sus primeras poesías escritas en su juventud, particularmente en On the creation of Niggers y New England Fallen (ambas de 1912). En On the creation of Niggers, Lovecraft plasma de una forma muy cruda sus prejuicios, caracterizando explícitamente a la gente negra como subhumanos:

Cuando tiempo atrás, los dioses crearon la Tierra;
A imagen y semejanza de Júpiter al incipiente Hombre moldeaban.
Para tareas menores las bestias fueron creadas;
Aunque de la especie humana muy alejadas estaban.
Para llenar el vacío y unirlas al resto de la Humanidad,
Los anfitriones del Olimpo ingeniaron un astuto plan.
Una bestia forjarían, una figura semihumana,
Colmada de vicios, y «negro», fue llamada.

En La llamada de Cthulhu, Lovecraft describe a un grupo mestizo de adoradores de Cthulhu:

«Examinados en el cuartel de la policía, luego de un viaje agotador, los prisioneros resultaron ser mestizos de muy baja ralea, y mentalmente débiles. Eran en su mayor parte marineros, y había algunos negros y mulatos, procedentes casi todos de las islas de Cabo Verde, que daban un cierto matiz vudú a aquel culto heterogéneo. Pero no se necesitaron muchas preguntas para comprobar que se trataba de algo más antiguo y profundo que un fetichismo africano. Aunque degradados e ignorantes, los prisioneros se mantuvieron fieles, con sorprendente consistencia, a la idea central de su aborrecible culto.»

Lovecraft también expresó en alguna ocasión creencias racistas y etnocéntricas en su cartas personales​ En una carta fechada el 23 de enero de 1920, Lovecraft escribió:

«Para el hombre evolucionado —la cumbre del perfeccionamiento orgánico en la Tierra—, ¿qué rama del pensamiento se ajusta mejor que aquella que conquista las más altas y exclusivas facultades humanas? El salvaje primitivo, o simio, simplemente rebusca en la selva para encontrar una compañera; ¡el ario eminente debe elevar sus ojos a los mundos de más allá y considerar su relación con el infinito!»

En Herbert West: Reanimador, Lovecraft describe a un varón afroamericano que acaba de fallecer:

«Era un ser repugnante, con pinta de gorila, unos brazos anormalmente largos que me parecían de manera inevitable patas anteriores, y una cara que irremediablemente hacía pensar en los secretos insondables del Congo y las llamadas de tam-tam bajo una luna misteriosa. El cuerpo debió tener peor aspecto en vida, pero el mundo contiene mucha fealdad.»

En El horror de Red Hook, un personaje es descrito como «un árabe con una odiosa boca negroide».​ En la obra El lazo de Medusa, escrito para Zealia Bishop, la sorpresa final de la historia —tras revelar que el villano de la historia es una medusa vampírica— es que ella

«...era débil, y sutilmente, aún a los ojos del genio, el vástago indiscutible de los primeros pobladores de Zimbabwe. No es de extrañar que tuviera un lazo con la anciana bruja Sophonisba… ya que, en una diluida proporción, Marceline era negra».

En El caso de Charles Dexter Ward, se presenta de forma condescendiente a una pareja afroamericana:

«Conocía a la familia negra que habitaba la casa y fue cortésmente invitado a visitar el interior por el viejo Asa y su fornida esposa, Hannah.»

En un claro contraste con el propietario, al parecer extranjero::

«… un hombre de facciones ratoniles y acento gutural…»

Los narradores en La calle, Herbert West: Reanimador, Él, La llamada de Cthulhu, La sombra sobre Innsmouth, El horror de Red Hook, y en muchos otras historias, expresan sentimientos que podrían ser considerados hostiles hacia los judíos. Se casó con una mujer ucraniana de ancestros judíos, Sonia Greene, quien más tarde comentó que tenía que recordarle constantemente sus raíces cuando realizaba algún comentario antisemita. «Siempre que nos encontrábamos en las calles de Nueva York, abarrotadas de personas de distintas nacionalidades y credos —escribió Greene después de su divorcio— Howard venía lívido de la rabia. Parecía que iba a perder la cabeza».

Hasta cierto punto, las ideas de Lovecraft referentes a la raza reflejaban actitudes comunes en esa época, y particularmente las leyes de segregación racial se hacían cumplir en la mayor parte del territorio estadounidense, y muchos estados promulgaban leyes eugenésicas y prohibiciones en contra del mestizaje, que también eran comunes en áreas no católicas en Europa. Un movimiento popular durante la década de 1920, dio como resultado en una drástica restricción en la inmigración hacia los Estados Unidos, culminando en la Ley de Inmigración de 1924, que ponía de manifiesto testimonios de expertos ante el Congreso de Estados Unidos sobre la amenaza hacia la sociedad americana en la asimilación de «personas de baja cultura» del este y del sur de Europa.

Lovecraft era en un principio un anglófilo confeso, y sostenía que la cultura inglesa era el pináculo comparativo de la civilización, y consideraba a los descendientes de los primeros ingleses en América como una rama de segunda clase, y todos los demás, por debajo de ellos (por ejemplo, su poema An American to Mother England. Su amor por la historia y la cultura inglesa se ve a menudo reflejado en su trabajo (como la nostalgia del Rey Kuranes por Inglaterra en La búsqueda onírica de la desconocida Kadath).

Las ideas de Lovecraft sobre la eugenesia se extendían a menudo sobre sus personajes de raza blanca. Mostró una mayor simpatía por la raza caucásica y los grupos culturales europeos. El narrador de Aire frío habla despectivamente de los pobres hispanoamericanos de su vecindario, pero respeta al rico y aristócrata Dr. Muñoz, por sus orígenes celtíberos, y porque es «un hombre de cuna, culto y de buen gusto». Los descendientes degenerados de los inmigrantes holandeses en las Montañas Catskill, «quienes corresponden exactamente con la basura blanca en el sur» (Más allá del muro del sueño, 1919), son elementos comunes. En El Templo, el narrador es un capitán de un U-Boot de la Primera Guerra Mundial cuya fe en su «inquebrantable voluntad germánica» y la superioridad de su patria lo llevan a ametrallar a los supervivientes que se encontraban en botes salvavidas; más tarde, asesina a su propia tripulación, mientras lo ciega la maldición que ha atraído sobre él. De hecho, según Lovecraft: Una biografía, por L. Sprague de Camp, Lovecraft estaba horrorizado por los informes de violencia antisemita en Alemania (antes de la Segunda Guerra Mundial, que no viviría para ver), sugiriendo que el escritor a pesar de todo, se oponía al exterminio de aquellos que consideraba «inferiores».

El racismo de Lovecraft ha sido un foco continuado de interés académico e interpretativo. S. T. Joshi, uno de los primeros eruditos en Lovecraft, observa que «no hay ninguna negación del racismo en Lovecraft, ni puede ser interpretada simplemente como “típico de su época”, ya que parece que Lovecraft expresó sus opiniones más pronunciadamente (aunque generalmente no para su publicación) que muchos otros contemporáneos. Es también absurdo negar que el racismo entra en su ficción».​ Michel Houellebecq defiende que «el odio racial» proporcionaba la fuerza y la inspiración emocional para muchas de las mejores obras de Lovecraft.

El antagonismo racista de Lovecraft es un corolario de su noción nihilista del determinismo biológico: En las montañas de la locura, donde los exploradores descubren pruebas de una raza totalmente extraterrestre (Antiguos) que creó seres humanos mediante bioingeniería, pero fue destruida finalmente por sus brutales esclavos, los Shoggoth. Incluso después de que varios miembros de la expedición mueran a manos de los Antiguos y los Shoggoth, se aprecia cierta simpatía por parte del narrador hacia estos seres:

«¡Pobre Lake, pobre Gedney... y pobres Primordiales! Científicos hasta el final. ¿Qué hicieron ellos que no hubiéramos hecho nosotros en su lugar? ¡Santo Dios, qué inteligencia y qué tenacidad! ¡Qué manera de enfrentarse con lo increíble, igual que aquellos parientes y antepasados suyos que se habían enfrentado también con cosas casi igualmente extrañas! Animales radiados, plantas, monstruos, semilla de estrellas, no sé qué habían sido, pero ahora eran hombres.»

Estas líneas del pensamiento en la visión del mundo de Lovecraft - racismo y una romántica defensa reaccionaria del orden cultural frente a la degeneración del mundo moderno - han conducido a algunos estudiosos a establecer una afinidad especial con el aristocráta, antimodernista y tradicionalista Julius Evola:

«Ciertamente, La búsqueda onírica de la desconocida Kadath, con su grandiosa representación de su ciudad, Onyx, irradia el fresco y elegante espíritu de la Tradición, que entra en contraposición a la que en muchas historias es el pozo de la decadencia, Innsmouth, cuya endogámica población es compuesta en parte por los vástagos de la concepción contranatura de lujuriosos marineros con monstruos marinos; la fuerza negativa de la Tradición. La eterna lucha entre la titánica fuerza de la luz y las telúricas fuerzas del caos, es reflejada en su trabajo y en su racismo».

Por otra parte, algunos autores consideran que el racismo de Lovecraft era más que nada de índole cultural e intelectual, pasivo e introvertido (como lo evidencia el hecho de que el poeta Samuel Loveman, uno de sus mejores amigos, quien era judío y homosexual, no se enteraría del antisemitismo y homofobia de Lovecraft hasta varios años después de la muerte de este a través de Sonia Greene), más que brutalmente biológico, proactivo y extrovertido- como el de los nazis de esa época quienes ya promovían el odio y la agresión a otras razas en forma activa y despiadada- siendo que Lovecraft expresa en algunas de sus historias cierta admiración a personas de distintos orígenes que han asimilado las costumbres, buenos modales y artes anglosajonas y por el hecho de haberse casado con una judía a quien él mismo consideraba una mujer sumamente inteligente y "bien asimilada".

En sus últimos años la antipatía de Lovecraft por ciertas razas y culturas específicas se sublimó en un desprecio a la ignorancia, soberbia y egoísmo de la especie humana en general (incluyendo a los sajones) y la risible e irónica insignificancia de la humanidad y sus vicios ante la magnificencia y misterio del universo no conocido, evidente en el desarrollo y desenlace de la mayoría de sus últimas obras de horror cósmico.

Las mujeres

Las mujeres en la obra de Lovecraft escasean, y no son compasivas, comprensivas ni amables. Los pocos personajes femeninos en sus historias, - como Asenath Waite (si bien de hecho era un perverso hechicero que se había apoderado del cuerpo de una inocente chica) en La cosa en el umbral y Lavinia Whateley en El horror de Dunwich - son, de forma invariable, sirvientas de las fuerzas del mal. El romance se encuentra casi ausente de sus historias; cuando aparece el amor, es normalmente de forma platónica (El árbol, Cenizas). Sus personajes viven en un mundo donde la sexualidad tiene connotaciones negativas - si es reproductiva, suele dar nacimientos de seres sub-humanos El horror de Dunwich -. En este contexto, puede ser de ayuda prestar atención a la escala del horror de Lovecraft, que es frecuentemente descrito por "horror cósmico". Operando a escalas cósmicas, tal y como operan estas historias, asignan a la humanidad un rol insignificante, por lo que no es a la sexualidad femenina a lo que estos relatos niegan su rol positivo y vital, es a la sexualidad humana en general.

Además, Lovecraft sostiene en una carta privada (enviada a una de sus amigas escritoras y poetisas) que la discriminación en contra de la mujer es una superstición oriental, de la cual los arios deberían liberarse. Dejando el racismo aparte, la carta parece excluir una misoginia consciente, como de hecho, parece estar descartada de su vida privada.

Riesgos de la ciencia

Al llegar el siglo xx, la dependencia y confianza del ser humano respecto la ciencia fue aumentando significativamente, abriendo nuevos mundos y proporcionando herramientas mediante las cuales se puede comprender mucho mejor el mundo en el que se vive. Lovecraft aprovechaba huecos, lagunas en el conocimiento del universo y las convertía en tenebrosas ciénagas del horror. En la obra El color que cayó del cielo, se pone de manifiesto la incapacidad de la ciencia para comprender un extraño meteorito, lo que lleva a un paroxismo demencial.

En una carta dirigida a James F. Morton en 1923, Lovecraft define la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein como un lanzamiento del mundo al caos y haciendo del cosmos una broma. En otra carta, escrita en 1929 y dirigida a Harris Woodburn, Lovecraft especula con la comodidad que proporciona la ciencia y el riesgo que supondría que se colapsara. Es más, en una época donde el ser humano veía la ciencia como algo tremendamente poderoso e ilimitado, Lovecraft se dio cuenta de su potencial alternativo y sus tenebrosos resultados.

Estilo

El estilo de Lovecraft es muy personal e inconfundible, caracterizado por un tono siempre serio y solemne. Comparado, por ejemplo, con otro maestro del género de terror, Montague R. James, carece de ironía y crea atmósferas desde el principio, al contrario que M. R. James, quien las va levantando poco a poco. Sin embargo, y por el contrario, es el rey del tono; usa muchos adjetivos y palabras polisílabas, y un tempo narrativo lento y detallado. También hace uso de un léxico que va predisponiendo poco a poco la sensibilidad del lector a la atmósfera del relato (con palabras como «atávico», «numinoso», «inmemorial», «arcano»...).

Como suele narrar desde el punto de vista de un erudito, usa un inglés arcaico que le sirve para establecer firmemente un ambiente acorde a su idiosincrasia, y llegó a inventarse una bibliografía ficticia de grimorios en latín, árabe y hebreo (el Necronomicón de Abdul Alhazred, De Vermis Mysteriis, el Liber Ivonis aportación de su discípulo Robert Bloch, el Cultes de Goules del Conde D'Erlette etc.). También es común encontrar en él el empleo de la primera persona, que funde lector y protagonista, pero con la peculiaridad de que éste último suele ser un individuo distanciado de la sociedad, sin vida ordinaria ni necesidades sociales o placeres confesos, herramienta que Lovecraft emplea para que el lector asimile su psicología atormentada y acrecente su miedo. Describe todo con prolijidad, pero nunca, salvo al final de su carrera, al monstruo, al que deja obrando en un plano abstracto mucho más ominoso. Gusta de esparcir sensaciones vagas e indefinibles que crean efectos de inseguridad y trascendencia, desordenando la realidad espacio-temporal. Su escritura tiende a una especie de religiosidad ritual de ecos paganos pero arreligiosa, pues el autor era ateo: Lovecraft excluye conscientemente la religión.

S.T. Joshi, su mayor y más devoto biógrafo, describe así el estilo de Lovecraft:

«El realismo, por tanto, no es una meta sino una función en Lovecraft. Facilita la percepción de que “algo que no podría pasar de ninguna manera” está, de hecho, pasando. Lo mismo ocurre con su estilo. Éste es denso y rico en texturas que tiende a ayudar en la creación de esa “atmósfera” que se esforzaba tanto por crear. Su estilo, por supuesto, ha sido muy criticado, y no hay duda de que sus obras tempranas están “sobreescritas” de una forma que él más adelante despreció. Pero la prosa del Lovecraft tardío es precisa, musical, y tan evocativa como cualquier obra escrita por Dunsany o Machen, sus ejemplos a seguir en el campo estilístico. Por supuesto, uno tiene total libertad, como Edmund Wilson o Jacques Barzun, de que no le guste. Pero condenar un estilo asiánico simplemente por ser asiánico (y eso es, francamente, todo lo que puedo deducir de la mayoría de estas críticas) no me parece una metodología particularmente sólida.»


Influencia

A partir de los años 60, la obra de Lovecraft, aparte de gozar de adaptaciones más o menos fidedignas al cómic, inspiraría obras originales. Es el caso de Lone Sloane (1966) de la que su autor, Philippe Druillet, diría

«Es muy lovecraftiano, excepto en que los protagonistas humanos de Lovecraft son siempre vencidos mientras que Lone Sloane sale siempre bien librado. Aparentemente es pasivo, pero es él quien en realidad conduce el juego.»

Otras muchas obras, como Tales Of Peter Hypnos (1975-76) de Josep María Beà, también se muestran deudoras de la obra del escritor de Providence.

Además de ser inspiración de trabajos literarios, el mundo de la música ha sido también muy influido por Lovecraft. Grupos de metal extremo (géneros como el black metal, death metal, etcétera) las letras de algunas de sus canciones abarcan pasajes de algunas obras del autor, así como abordan de igual manera la mitología lovecraftiana. Algunos grupos son: Morbid Angel,​ Arzachel, Shub Niggurath, Mercyful Fate, Metallica,​ Draconian, Cradle of Filth, Internal Suffering, Tiamat e Iron Maiden.​ El músico argentino Claudio Gabis compuso lo que en su discografía se conoce como Trilogía Fantástica. Las canciones «Más allá del valle del tiempo», «Fiebre de la ruta» y «El viaje de Lord Dunsany» están basadas en la literatura de Lovecraft.

Lovecraft es considerado como uno de los autores de literatura fantástica más influyentes del siglo xx y un maestro del género de terror literario.


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