"A la segunda noche llamé a mi alma y le dije: -'Estoy cansado alma mía, demasiado duró mi andar, la búsqueda de mi fuera de mí. Ahora he atravesado las cosas y te encontré a ti detrás de todo, sin embargo en mi odisea a través de las cosas descubrí humanidad y mundo. He encontrado hombres y a ti alma mía te reencontré primero en la imagen que está en el hombre y luego en ti misma. Te encontré allí donde menos te esperaba. Allí ascendiste a mí desde una fosa oscura. Te habías anunciado por anticipado en mis sueños, ellos ardían en mi corazón y me empujaban a todo lo más atrevido y audaz, me forzaron a ascender por sobre mí mismo. Tú me hiciste ver verdades de las cuales yo antes nada entreveía, me hiciste recorrer caminos cuya infinita longitud me hubiera asustado si el saber sobre ellos no hubiera estado guardado en ti.''
El Libro Rojo, Carl Jung
La danza de entre las polaridades femeninas y masculinas es una recurrente en todas las culturas y sus mitologías al investigar sobre ellas. Encontramos muchas parejas divinas a lo largo de la historia de la humanidad Osiris e Isis, Zeus y Hera, Frey y Freyja, y los primordiales Tiamat y Absu. Shiva y Shakti en la India son los que crean y a su vez destruyen el universo, ellos son la esencia que mueve a las demás mascaras divinas de ese panteón, los otros dioses, que vienen a ser sino reflejos y aspectos de cada uno.
Esta relación de la naturaleza, del día y de la noche, del sol y la luna, del padre y la madre no entra en conflicto sino hasta la entrada del pensamiento dualista iniciado por el maniqueísmo, el conflicto de las polaridades, donde los cultos solares-masculinos toman un papel predominante y se subyuga a la mujer al punto de la inferioridad y la demonización, donde anteriormente se reconocía por un gran número de culturas un equilibrio natural. La leyenda de Ahrimán y Az nos recuerda también esta interacción vital de lo femenino y masculino. Cuando Ahrimán cayó dormido tras una guerra con Ahura Mazda, ninguno de sus hijos demonios podía despertarlo de su sueño que llevaba 300 años, hasta la llegada de su compañera Az, quien lo besó y pudo así reanimarlo; en retribución, Ahrimán le devolvió otro beso, lo cual causó la menstruación de todas las mujeres al estar conectada con ellas; lo que es visto como algo negativo, oculta un simbolismo siniestro (del Sendero de la Mano Izquierda) que puede ser aprovechado por el practicante.
Lo femenino Daemoníaco es la esencia de la vida en el universo, el principio activo, mientras que lo masculino es la que le da una forma conductora, lo material, creando después a un nuevo ser con ambas características. Llama la atención, en los tiempos del oscurantismo judeocristiano, la continuidad del folclore demonológico. La literatura cabalística menciona a una pareja muy importante en la creación y motivo del mal de las que se desprenden un sinfín de propiedades. Samael y Lilith son la pareja infernal, y juntos son los que llevaron a la perdición a la humanidad, siendo Samael el que le entregó la manzana a Eva según algunos textos, mientras que Lilith roba la simiente de Adán para engendrar a sus hijos, los demonios que deambulan por la noche. Se dice además que fueron Samael y Lilith los que poseyeron a Adan y Eva al momento de la copula para engendrar a Caín. Un símbolo que lleva una fuerte carga de conocimiento iniciático. Caín, en las tradiciones esotéricas y de la brujería tradicional, es la fusión de ambos principios, femenino y masculino y una representación del ser realizado. No en vano, Caín ha sido equiparado también con Báfomet, una figura representativa del iniciado dentro del Luciferianismo. En la edad media nos encontramos con un importante simbolismo, el del hermafrodita alquímico, que es también la unión de los opuestos en la creación de un uno y al que Carl Jung hacía referencia continuamente en sus escritos.
Un arquetipo es una figura con sus propias características distintivas del inconsciente colectivo, región a la que todos tenemos acceso según el psicoanálisis de Jung; un “lugar” a través del cual estamos todos interconectados. Estas figuras son compartidas por toda la humanidad y guardan una estrella relación con ella. Existen un sin número de arquetipos, como el de los padres, el héroe, el poeta, el viejo sabio, figuras sensuales o represivas, etc. Entre los principales y en relación con el Luciferianismo tenemos al ánima (Lilith), animus (Samael) la sombra (El “Genio Malvado” o Choronzon, la parte negada y reprimida del Yo, su reflejo) y el si-mismo (Caín, Báfomet, Lucifer, el Verdadero Yo).
Dentro del Sendero de la Mano Izquierda, nos encontramos con lo que llamamos lo Femenino Daemoniaco y lo Másculino Daemoniaco, en afinidad con la teoría de Carl Jung de lo Femenino y Masculino Eterno. Estos términos hablan de lo presente del Universo en todo nivel, así como en nuestro interior, y en el caso de las teorías de Jung, nos habla de una parte de nosotros a las que de alguna forma buscamos; un complemento emocional y psicológico al que perseguimos en los sueños y en nuestras fantasías, nuestra idea de lo sentimental exteriorizado y representado sea por un hombre o una mujer con atributos cerca de lo divino, a lo que es denominado como el Anima y el Animus en su teoría de los arquetipos, siendo el ánima el complemento del hombre y el animus la de la mujer. El ánima y el animus son lo que a su vez inspiran al humano; grandes historias han llegado a ser escritas en representación de estos arquetipos. Tenemos por ejemplo a Helena de Troya con su sensualidad que llevó a grandes conflictos a los hombres (sexo y guerra han estado siempre correlacionados), o la Beatriz de Dante Alighieri en la Divina comedia, la que guía al personaje principal a través de los peligros del infierno para llegar al cielo. Las musas, hadas, sirenas, los súcubos y las figuras femeninas guías o aterradoras son representaciones del arquetipo del ánima, mientras que para el animus tenemos a los íncubos, faunos, los héroes, príncipes y reyes y otras figuras masculinas.
Es su característica de conducir a las personas en el proceso de la Individuación, o la realización personal que tiene como objetivo el descubrimiento del verdadero ser la que es de mayor utilidad de estos arquetipos, además de hablar de nuestra propia constitución psíquica a través de nuestros gustos, miedos, fantasías, esperanzas y sueños. El ánima y el animus no son solo nuestro complemento, sino parte de lo que debemos, en el interior, comprender para unificarnos en la propuesta de alquímica de lo hermafroditismo del espíritu, o mejor dicho, de su asexualidad. Existen diferentes etapas o niveles de la comprensión de estos arquetipos
Para el ánima tenemos:
- El primer nivel donde se la relaciona con lo instintivo, la sexualidad animal y la procreación; el instinto de supervivencia y de la continuidad de la especie. El hombre ve aquí a la madre de sus hijos. Podemos conectar a esta etapa con Nahema, un aspecto sexual y terrenal de Lilith.
- El segundo nivel está representado por la parte sensual del ánima donde toma un carácter personalizado, la mujer que encanta a los hombres con sus seducciones. Imagines personificadas de prostitutas modernas o sagradas de la antigüedad y grandes sex symbols femeninos del cine, por poner un ejemplo. Este puede ser categorizado con Lilith, la Joven o con Eisheth Zenunim.
- El tercero es la adivinación de la figura y la figura maternal, no como la que engendra, sino como la que cuida y nutre; una mujer madura y ama del hogar por una parte, y alguien diferente, conocedora y hábil en las artes de la hechicería. Tenemos aquí a Lilith La Mayor o Agrat bat Mahlat.
- Por último, encontramos aquí, en el cuarto nivel, a Sofía, la sabiduría, la representación última de lo femenino Daemoniaco que une a todas a un nivel integral y espiritual. Representado por Lilith como la Anciana o solo Lilith en su personificación completa.
Para el animus en relación a la mujer:
- El primer nivel se relaciona con lo instintivo y físico, el poder bruto, hombres musculosos o atléticos, la energía sexual primigenia y ciega. Un posible simbolismo es Hércules y figuras heroicas representativas de la virilidad, y en su extremo tenemos a Abaddón, el destructor, una representación de Samael.
- El segundo nivel de esta figura toma un aspecto consciente y se expresa en campos intelectuales y laborales, un hombre desarrollado que domina a su mundo. Un profesional. Una posible representación en el simbolismo qlifótico infernal sería Belial.
- El tercero es una representación mejor articulada hasta alcanzar al simbolismo de un profesor o maestro, además de una figura paternal, tenemos aquí a Adán el Malvado o Samael, el Negro.
- En el último nivel todas estas representaciones se conjugan para crear al aspecto unificado del animus, dando lugar en nuestra categorización a Samael.
Parte del universo y parte de nuestro interior, estos arquetipos salen a flote en momentos de dificultades, como un salvavidas en una atormenta en altamar que amenaza con ahogarnos. Los santos católicos han vivido estas experiencias al entrar en la noche oscura del alma de su fe, existen figuras en su iconografía que demuestran esta relación, con santos siendo salvados por la virgen y siendo hasta amamantados por ella, o monjas que llegan a tener experiencias eróticas con Jesús. Lo importante es utilizar a estos aspectos para el propio desarrollo y no para esclavizarse, debemos comprender para unificarnos en nuestro interior, en lugar de solo contemplar los símbolos y llegar a creer cualquier imagen en lo superficial, lo que nos ata a lo exterior, es allí donde radica el verdadero valor de estas experiencias.
Por Samael para la I° Reunión Oficial de la Iglesia Mayor de Lucifer - Perú
22/12/15 e.v.