sábado, 7 de abril de 2018

El Arqueometro Capitulo Segundo


CAPITULO SEGUNDO 
EL ERROR TRIUNFANTE I 
Lucha de Pitágoras contra la mentalidad pagana 
Sus esfuerzos para la reconstitución de la Proto-Síntesis 
El Paganismo en tiempo de Pitágoras. - Resistencia de las Terceras-Ordenes. - 
Pitágoras y Aristóteles. - ¿Es Pitágo ras un filósofo? - Sus maestros. La Unidad 
religiosa antigua. - Las diferentes Síntesis; su superposición. - Adán. - Cita de 
Moisés. - Koush; los Kashidims. – Pitágoras, peregrino de la Unidad. - Libros de 
Oñeo. - Tholth y Thoth. - Nombres del Verbo en las dos primeras síntesis. - 
Pitágoras repudia el Paganismo. - Teofanía de Pitágoras. - El. Orfismo. - El dominio 
Noaquida. - Los OSI-oï. - Pitágoras destruye sus propias obras. 

El Paganismo filosófico, resultado de esta regresión mental de la que acabamos de seguir la marcha en el niño que deviene un letrado; y que domina a la Europa actual, la esclavizaba ya en la época de Pitágoras. Es contra él que el gran Iniciado y las Ordenes que fundó sobre los planes de la Síntesis órfica, trataron en vano de hacer función de terapeutas sociales, entre los desechos de Terceras- Ordenes jónicas y fenicias que habían viciado el espíritu, y trastornado esta organización de la Grecia y de la Italia antiguas celto-eslavas y pelasgas, de la que hemos hablado más arriba. 
Estos teólogos laicos que se destacan, Pitágoras y Aristóteles sobre todo, sobre el fondo banal de su tiempo, como hombres de otra raza y de otro Ciclo, salían de los Templos metropolitanos del Politeísmo, para esforzarse en conjurar una doble plaga perpetua, la de la Revolución civil y su correctivo militar, la Guerra. En sus Epístolas a los Romanos, san Pablo define maravillosamente la mediocridad de la tercera casta mental y moral, y se diría que estos filósofos lo han presentido. 
La historia prueba de sobra, ¡ay!, cuán refractarios han permanecido estos medios a la acción. de estos hombres, a todo espíritu jerárquico, a toda sociología, y cómo sólo la segunda raza mental, la de los Estados' Mayores militares, ha podido ligarlos a su paz forzada. 
Este admirable Pitágoras que ha inaugurado en la lengua griega- la palabra Filosofía, ¿era él mismo un filósofo, en el sentido en que tomamos el término, Filosofía: Tener su propia sabiduría? 
Un religioso, si; un fundador de Ordenes, sea; el san Benito del casi divino Orfeo, bien; pero un filósofo, es mucho decir, Y no lo bastante. 
Les jefes de las cofradías árticas que dirigían entonces Grecia e Italia se llamaban, desde siglos, teólogos y profetas. Antes de Pitágoras, Numa había sido uno de sus enviados a la anarquía naciente de los Romanos. Era el rey elegido de un Sacro Colegio etrusco, según los ritos patriarcales. Los maestros mediterráneos del gran Samien portaban el mismo carácter: Epiménides, Ferécido de Siros, Aristeas de Proconesis; todos teólogos y profetas, el segundo taumaturgo, el tercero sacerdote. Su predecesor en Italia, Xenófanes, el padre espiritual de los Eléates, teólogo igualmente, combatia a rostro descubierto el Paganismo de los Jónicos e incluso su politeísmo, así como el de los Fenicios. 
Con mayor razón, los hierofantes que instruyeron a Pitágoras no eran filósofos: Temístocles, gran sacerdotisa de Delfos; Abaris, sacerdote del Verbo solar entre los Hiperbóreos; Aristeas, ya nombrado; Zalmoxis, el jefe de los Sacerdotes trácidas; Aglaofemo, gran sacerdote de Lesbetra, etcétera, etcétera. 
No he citado aquí más que los jefes de los Templos de la proto-Grecia, la Orfica, la Eslava, trazos de unión de todas las Federaciones celto-eslavas y pelasgas que se remontan a la Iglesia patriar- cal que Manú y Moisés designan. bajo los hombres de Koush y de Rama. 
Pero sigamos a Pitágoras en las metrópolis iniciáticas de Africa y de Asia. 
Sus maestros sacer- dotales son, en Sais, el profeta de Oshi; en Om, Heliópolis, en el templo en el que Moisés, bajo el nombre de Oshar-Sif, había sido el profeta de Oshi-Rish y el iniciador de arreo, es el profeta Hôn Ofi. En Babilonia es Nazarath (y este nombre es sugestivo, siendo entonces el profeta Daniel, el nazareno, el Gran-Maestre del Sacro Colegio de los Magos). En Persia es el jefe de los Neo-Zoroastrianos, el Gheber Zarothosh. En Nepal, visitado también por Lao-Tsée, es el primer pandit del Sacro Colegio de Brahma después de Krishna, y antes de este último de IShVa-Ra. 
Detengámonos aquí para señalar algunas etapas importantes de la antigua Unidad religiosa. Contaba con numerosas Síntesis y Alianzas superpuestas, y helas aquí: 
1.° La Universal de IShVa-Ra; 
2.° La India de las razas morenas y doradas, la del Bharat de IShVa-Ra; 
3.° La Aria conquistadora, la de Pavan, del Hanouman escita de Rama; 
4.° El sistema de Nareda adherido a la Protosíntesis; 
5.° Llt Brahmánica concordataria, la de Krishna, fuente del Abrahamismo de los Cashidim, siendo estos últimos una rama de los Iyotishikas de Ca9i, Cashi. El Egiptianismo concordatario sigue los Pouranikas de Tirohita. 
Esta superposición de los sistemas ante y postdiluvianos, de sus Ciclos y de sus doctrinas, es casi imposible de captar en razón de la inversión del Sello de AMaTh, que, llevada a cabo por Krishna cerca de 3.000 años antes de Pitágoras, entraña la de la Palabra del Verbo BRA-ShITh, de su ShéMa y de su SéPheR. Pero, con el Arqueómetro, es relativamente fácil reconocerlo y la superposición indicada aquí .arriba deviene entonces muy neta. 
Moísés llama a la Protosíntesis y la primera alianza: Adam, en veda AD-Am, Unidad- Universalidad; y ella se multiplica en tantas Iglesias étnicas como Moisés, siguiendo a los Egipcios, los Caldeos, los Brahmines, los Magos, el Kouo-Tsé-Kien del Extremo Oriente y los Votánidas del Extremo Occidente, menciona de Patriarcas hasta Noé. 
Entonces comienzan la Deutosintesis, y la segunda Alianza universal. Si tuviéramos que citar aquí todos los documentos históricos de estas dos Iglesias católicas, este libro bastaría apenas para ello. Moisés, que los tenía todos bajo los ojos, registra de ellos entre otros, con su exactitud habitual, los que conciernen, y que interesan hoy en día más que nunca, a las vanguardias de la raza blanca en Asia, el Nepal y en Persia. He aquí la traducción de sus palabras, extremadamente misteriosas y veladas con un grandísimo arte, porque su fondo es muy simple, muy real sobre todo, sin metáfora, ni filosofía. 
Bereshith, c. VI, verso 1, 2, 3, 4. 
l. "Habiéndose pervertido la Iglesia del Patriarca Adam en razón de la multiplicación de las razas y de su mezcla, sobre la faz visíble (PhaNa-I), de la Tierra espiritual (ADa-MaH), resultó de ello que se formaran ahi numerosas cofradías de Virgenes. 
2. "Los hijos de los Alhim celestes amaron a estas bijas de Adam. Tomaron por esposas espirituales, por inspiradas, por Nashim, aquellas cuyo Amor les babía cautivado más en espiritu: (B'HaROu, inversión de Ba-ROu-aH). 
4. "Pues los Nephilim existían en lo sucesivo sobre la Tierra astral de estos Ya-Mim, Epocas y Ondas luminosas del Ya. En efecto, desde que los Hijos de los Alhim habían frecuentado las cofradías virginales de la Iglesia de Adam, la Alianza gruborea, la gran Boreal había nacido de esta Inspiración y había fundado, desde la Antigüedad más remota, el Anosh-Ya, la corporación viril del Ya, el Estado Mayor sagrado de Ha-Sbem, del Shema celeste de la Gloria divina." He ahí la antigua Alianza llamada hoy en día aria, fundada por una reacción de Vírgenes inspiradas contra una decadencia universal. Pitágoras no olvidará,como jefe de Ordenes, rendir al feminismo verdadero toda su Misión, toda su parte legítima de influencia. 
Además de la Alianza de arriba, pero muchos siglos después, tenemos que mencionar la que data del Patriarca Koush antes de la Revolución Nemródica. Las metrópolis orientales, cuyos Sacros Colegios tenían por correspondientes todos los otros centres más o menos adheridos al Anciano Orden, eran: la capital del Jana-Cadesha, Mithili, para la sección de las Ciencias divinas y humanas llamadas Puránicas, o Humanidades santas, y Kashi, para la sección de las Ciencias llamadas positivas o iyóticas, porque la Astronomía nevada hasta la fisiología cósmica era considerada como la Síntesis de estas Ciencias. 
Es de estos estadios históricos que datan, mucho antes de Moisés, las relaciones sacerdotales de la India con el Oriente y el Extremo Oriente de una parte, el Norte de Asia y Europa, comprendidas en ella Grecia e Italia, por la otra. Y, en fin, con Egipto y Etiopía. Es de Kashí, hoy en día Benarés, que vino el Colegio de los Kashidim (palabra por palabra: dados por Kashi), los Caldeas. Es ahí támbién, que los Magos del anciano Irán iban a acabar sus Altos Estudios Iyóticos. Mas,después del primer Zoroastro, y su reputación del culto de los Devas que consideraba como contrario a la anciana Ortodoxia, se abstuvieron de Míthilâ, el gran colegio puránico frecuentado por los sacerdotes egipcios, cólquidos, délficos y otros. 
Pitágoras era pues un religioso, un piadoso peregrino de la Unidad y de la Universidad patriarcales, un fiel de su doble Revelación y de su doble criterio que estudiaremos más adelante: la Vida y la Ciencia. La Vida, vida eterna, pues sin ella, el Thanatismo, que es la finalidad. de todo ser, seria el Principio de ella, lo que es absurdo. La Ciencia, y no la del hombre, sino aquella que antes de él estaba ya escrita en todos los hechos, desde el infinitamente grande hasta el infinitamente pequeño. La Biología, en fin, del Universo invisible y la Fisiología del Universo visible. 
Por lo demás, escuchémosle a través de sus discípulos y él nos dirá si los criterios de la Verdad son objetivos o subjetivos, reales o metafísicos, vivientes o muertos, universales o individuales. "La razón humana no tiene, por sí misma, más que un valor de conjetura. La Ciencia y la Sabiduría no pertenecen más que a la Divinidad y no tenemos poder de tomar conocimiento de ellas, sino según nuestro grado de receptividad." 
Estas palabras que nos refiere Prodo exhalan olor a incienso, a los altares del Verbo, su Cristianismo uno y universal, su Revelación indiscontinua desde los primeros Patriarcas hasta los de nuestro tiempo. 

Comencemos por los Altares del Verbo. 
Es bien cierto históricamente que Pitágoras reconstituyó, gracias a la documentación de los templos, uno de los libros de Orfeo: “EI Verbo hierático". Lo dedicó a la memoria de este profeta eslavo, renovador de la Grecia y de la Italia patriarcales. No es menos seguro que los sacerdotes egipcios conservaban, bajo el nombre de Thoïth, libros provenientes de la Protosíntesis, la antediluviana del Verbo, y bajo el de Thoth, los de la Deutosíntesis, la postdiluviana. Está fuera de duda que el fondo de estos libros era común a las Universidades religiosas de Europa, de Africa, de Asia e incluso de América, hasta la revolución filosófica politicia que en el 3100 antes de la Encarnación quebró esta Santa Alianza y la forzó a velarse. Es indiscutible que entre los titulos miriónimos del Verbo, diseminado en estas dos Síntesis, figura desde toda la antigüedad su Nombredirecto o invertido: en Etiope ShOu-I, en Zend IOSh, en Caldeo ISho, en Veda IShVa, en Sánscrito ISOua, en Chino ShOuI y SouI Es el IeShU, Rey de los Patriarcas de nuestras letanías. Este mismo nombre es el de Moisés, escrito tal como el Infante Thermouthis se lo dio: M'OShI, dedicado a OShI. 

Los Qaobalistas tienen pues. razón, cuando dicen por rutina de tradición: el Nombre de Dios está dentro del de Moisés; pero no pueden dar la prueba de esto: ella está en lo que precede. 
Tendremos que volver en detalle sobre todos estos puntos; pero lo que notamos aquí prueba que el punto de apoyo tomado por Pitágoras sobre el Verbo en los Templos de Europa y de Asia es religioso y no filosófico. Pertenece a la Revelación una, universal e indiscontinua de la Iglesia y de las Iglesias patriarcales. 
Del mismo golpe, Pitágoras no pudo dejar de haber repudiado el Paganismo Jónico, su politeismo ateo, su anarquía mental, su política antisocial. Y en ello no ha hecho más que seguir las huellas de Numa y de Xenófanes en Occidente, de Lao-Tsé en China, de Daniel en Caldea, de Zaratas en Persia. Mucho más aún, es el Invisible mismo quien le habría mandado. 
Sus biógrafos, Griegos y Alejandrinos, dicen en efecto que recibió la gracia de su primera Teofanía, si no su vocación, en Creta, hacia el año 550 o 553. Había entonces alcanzado e incluso sobrepasado el trigésimo año. Estaba así en una de las condiciones rituales impuestas por las Iglesias patriarcales al segundo nacimiento, el espiritual, a la apertura de los sentidos fisiológicos en la Biología divina, a la entrada, por la Puerta de la Muerte, hacia la experiencia de la Inmortalidad. 
Llevando el Verbo Encarnado a cumplimiento en todo su propia Ley, como Verbo Creador, observará este rito en su retiro en el desierto, Es así que Pitágoras habría visto el Cielo y el Infierno por primera vez, y en los Círculos más espantosos de este último, los dos corifeos del Paganismo, los dos Magos del Jonismo mediterráneo: Hesiodo y Homero, cuyos admirables cantos habían arrullado su elegante juventud, en casa de su padre, el rico banquero de Samos. Desolado, no osando creer en ello a sus ojos, miraba a estos espíritus presa del Espiritu de las Tinieblas, de la turba de los Demonios, de su luz negra y roja. "¿Por qué?", les gritó. Y ellos le respondieron: "¡Ay!, por haber mancillado a Dioses y hombres: a los Dioses, dándoles por maestro el Ateismo, calumniándolos, mostrándolos viciosos como nosotros; a los hombres, deificando sus vicios," 
He ahí pues una antinomia bien zanjada, cortada por lo sano, de la primera clase de Pitágoras, De un lado, Orfeo profeta y el Verbo divino santamente velado en su celeste Majestad: de otro lado, la cháchara humana en la prestigiosa desnudez de todo su arte tomado en préstamo al Arte sagrado, de su panteísmo en donde todo es Dios, salvo Dios mismo. de su Teosofismo en donde todo es divinamente verdadero, salvo la Verdad, Amath, el Sello del Verbo eterno y El mismo. 
El Orfismo, mil años antes de Pitágoras, había sido, en Europa, uno de los supremos esfuerzos de la Alianza templaría contra la invasión de la Revoluciónasiática, de sus retóricas, de sus sofistas, de sus explotadores, de sus políticos suplantadores y esclavistas. 

En la época de Moisés y de arreo, la Creta de las cien Ciudades habia sido reafiliada a la Santa Alianza de los Templos de Manú y de Menes. Los Curetes eran una misión sacerdotal de los Kouros celebrados en los poemas hindúes. La Minoade Minas les había visto renovar uno de los Nudos gordianos, símbolos del Orcos y del Orcus órficos, del juramento de alianza en Dios, La filosofía y la política les cortan fácilmente estos nudos sagrados, para desgracia de los pueblos: sólo la Religión puede rehacerlos para su paz. 
Estos nombres: Minoa, Minos, Menes, Manú, significan en la lengua del Bereshith: Na-NoaH, la Regla, la Ortodoxia de Noé. Durante este tiempo, el O-Rifeo, el Ribhou de los Vedantas, el hijo de los reyes Sármatas de la Tracia: arreo, renovaba el mismo plazo en el santuario Eslavo y Pelasgo de Delfos. Es la Daliph egipcia, la Dalipha sánscrita. En devanagari, Dalapha o Dalapa expresa uno de estos lugares santos, neutralizados, y también uno de esos tesoros sagrados de la Alianza. La misma observación para Dodona, una de las Dyomnas del Danú védico y de los Dodonim de Moisés. 
La Gran Soberania Noaquides, renovando la Adámica, ha sembrado de Dalaphas semejantes su marcha sacerdotal de un extremo al otro del planeta. 
En Europa existían siringos de este género desde el Cáucaso hasta los Pirineos, y el catálogo de estas bibliotecas subterráneas no era poseído más que por los Soberanos Pontífices metropolitanos. La Cólquida también tenía su Dalipha, que motivó la expedición órfica de los Argonautas. Este último nombre designa una de las antiguas épocas de la Alianza llamada Arga o Arka. Su consejo de vigilancia se llamaba Argus, el perro de Pan, de Phanés y del Gran Pan. 
A Orfeo, pues, le había encargado ser, en Europa, el renovador de la Amfictionía Celto-eslava y Pelasga, datante de Krishna, en lo que concierne al culto de los Dioses, de los Devas, de los Alhím, fruto pagano de la Revolución de las burguesías asiáticas. 
Detrás de este neo-concordato, había salvaguardado la antigua ortodoxia de los OSI-oï, de la que los Pontífices de Delfos conservaron, sin embargo, el santo Nombre. Había asimismo ligado a la paz sagrada en Cólquida, en Grecia, en Táurida, en Italia, y hasta en España y en la Galia, a los invasores revolucionarios, contenidos de siglo en siglo sobre Europa, por el dique oriental de los Magos y después de los reyes de Persia. Sus enseñanzas, grabadas en la lengua deva, y después dórica sobre placas de cobre, eran, en cada ciudad central, guardadas por familias autóctonas que, incluso en Atenas, gozaban todavía de grandes prerrogativas, en tiempo de Pitágoras. Con mayor razón, estas costumbres subsistían en Grecia y en Italia. 
La obra destruida de Orfeo fue, como hemos dicho, reconstituida por Pitágoras, quien, para mejor sellar la impersonalidad de su pensamiento, la sumisión de su propia razón a la Razón suprema, desdeñando recolectar los fáciles laureles de los Jónicos, no escribió o destruyó sus propias obras, para no confiar la esencia de ellas más que a la memoria de sus adeptos. Este desdén de toda doctrina, de todos los éxitos individuales, reunido a muchos otros signos, hace de Pitágoras un Griego único; le aproxima a los Sacerdotes patriarcales tanto como le aleja de los filósofos. 
Esta manera de comprenderle es la cristiana, la verdadera, la que hemos desarrollado en nuestra primera "Misión". 

Los Sucesores de Pitágoras - Los Versos dorados Manuscritos comprados por Platón. - Los Pitagóricos perseguidos. - Lysis y los Versos dorados. - El Gran Pan. - Los tres Credos. - El juramento de Orco y la triple certidumbre. - Fundación del Estado social universal. 
No habiendo dejado Pitágoras, por las razones de aquí arriba y quizá también por otras, impuestas éstas por las Iniciaciones templarias, otra documentación que la memoria cada vez menos cierta de sus discípulos, su Enseñanza superior permanece en reserva bajo un velo impenetrado pero no impenetrable. 
Tres manuscritos comprados por Platón han escapado felizmente a la cruel disciplina. Edipo y Sófocles digno de una Esfinge tal, el autor del Timeo es pues, tanto en fecha como en rango, el primero de los comentaristas de las notas mismas, si no de los resúmenes de Pitágoras. 
El titulo que el amigo de Arquitas y de Timeo de Lacres da a su admirable diálogo, indica su filiación. Vistas las circunstancias, la Orden no tenia dudas en aquello que Platón ponía más en evidencia, como seguidor de Pitágoras. Los apoyos independientes eran necesarios a esta Orden; la envidiosa burguesía que él había diezmado y dispersado continuaba aborreciéndole como una amenaza a sus usurpaciones. Ella sentía detrás de él y de su Fundador, la Síntesis sagrada resucitada por el regio hijo de Eagro a quien Pitágoras, en lo que concierne a Europa, refería, como todo el resto, su teología cosmológica que nos ha transmitido el Timeo. 
Entre las reliquias fragmentarias de las enseñanzas de la Escuela itálica, una de las más conocidas es ciertamente los Versos dorados, que fueron escritos por Lysis en el siglo V antes de nuestra era, y que formulan el esoterismo, la enseñanza primaria de la Orden semi-órfica de los Pitagóricos dispersados. 
Estos versos, en efecto, son el catecismo del Gran Pan, mas no del Panteísmo. Pan es uno de los nombres cósmicos del Verbo, el Pastor cósmico de las Estrellas, de las Potencias que las guían, de las Almas que las pueblan. Esta palabra viene del sánscrito Pana, el Tutelar. Este símbolo expresa también, desde el punto de vista terrestre, la Alianza universal de los Templos en este mismo Verbo, de la que Argus significa la Vigilancia. Lo que precede esclarece lo que va a seguir. 
Los dos primeros versos son un Credo, y este credo, en su oposición de los términos, es análogo a los dos hierogramas de Moisés: ALHIM, los Dioses o las Potencias de Dios, y IHOH, el Ser absoluto. Y mientras que el Epopte egipcio dice: "Escucha, Israel, Dios, tus dioses, el Ser absoluto, Uno", arreo discípulo de Moisés, Pitágoras renovador de arreo, Lysis redactorde Pitágoras, dicen: Rinde el homenaje legal a los dioses de las naciones. 
Y guarda su juramento a su Dios legitimo. 
Todos los cultos antiguos derivan, en efecto, más o menos fielmente, de una misma fuente una y universal: la Revelación primordial, la Protosíntesis o Religión cristiana de los Patriarcas: "Religio vera", dice San Agustín, y este hecho culminante, clave de bóveda de la Ciencia de las Religiones comparadas, mina todos los sistemas anticristianos que presiden hoy en día el doble grado de las enseñanzas clásicas y de su consecuencia: los Altos Estudios. 
En el Imperio de los Patriarcas, antes de Krishna, el acto de fe era: "¡Om, Sas, Tat, IShOua-Ra, Hamo!" - ¡Om, Sas, Tat; en IeShU-Rey, Gloria! Glorificaba de esa suerte al Verbo, bajo el nombre conforme a la Alianza. Después de Krishna fue: 
"¡Om, Sas, Tat, BRA-Ma, Hamo!" IShVa expresaba el Ser existente por El mismo, BRA-H-Ma expresa su imagen reflejada en las Ondas del Tiempo sin límites, su energía creadora obrando en la substancia y para la subsistencia de los Seres. 
Leyendo los primeros Slokas del Manava-Dharma-Sastra, se comprenderá que lo que precede es su clave. Es así, en efecto, que el Vyasa Krishna, al refundir las Leyes de Manú, ha indicado la filiación de la Deutosintesis hindú, la de Noé, Ma-NoaH, a la Protosíntesis de los primeros Patriarcas, la Universal, la Adámica del Hedén, la Cristiano-Católica. 
Mil quinientos años después de Krishna, ochocientos años después de A-BRA-HaM, Moisés, haciendo volver todo a la Unidad primordial, subordina los ALHIM, no a BRA-H-Ma, sino a BRA- ShITh, el Verbo de la Héxada genesiaca: "BRA-ShITh BRA ALHIM", Y el nombre de IHOH no es pronunciado más que en el cumplimiento del séptimo 10M cósmico. El credo que impone a los parias indo-egipcios, de los que hace un pueblo shemático, es: "SheMWa IShRAL! IHOH ALHI (M)-NO, IHOH AHD." - ¡Escucha, Israel! Dios tus dioses; el Ser absoluto, Uno. 
Para el Judio, no para Moisés, no para los Profetas, Israel es él solo; para los hijos de Jafet, es la Humanidad en su Zodiaco u Organismo universal. En Veda, Israel leído a la Europea es la inversión de RAShI, el Zodiaco; L es el símbolo monolítero de Indra, el Cielo astral divinizado. 

Tras Moisés, Pitágoras y Lysis. 
Los diferentes cultos étnicos surgidos de la religión universal no acordaban más que a los mejores, y en su trigésimo año solamente; como lo hemos visto para el epopte Samien, la temible Revelación del Invisible, la reintegración de la existencia humana en la Vida absoluta, por y en este estado de arrebatamiento tan poco conocido de los Europeos modernos como la validez de todos los otros misterios religiosos. Incluso en las iniciaciones más o menos de los tres ramales de la Deutosíntesis, el dos veces nacido del Evangelio, el Dwija de las Thorahs patriarcales, refería del otro Mundo en éste las tres certidumbres fundamentales siguientes: la Existencia de Dios, de su Verbo y de sus Potencias; la Inmortalidad del Alma, dicho de otro modo de la Existencia humana; y en fin, su Responsabilidad ante el Tribunal de este mismo Verbo y de estas mismas Potencias: el Osiris del Amenti decían los sacerdotes egipcios; el Mahadeva Ishvara, decían los sacerdotes arios. Es en este gran Juicio en el nombre del cual está encerrado el de Jesús, que, durante su doble nacimiento, el Iniciado prestaba el Juramento: el Orcos, ,el Orcus de los Orficos, de la Grecia y de la Italia patriarcales. Y este nombre, Orcus, designaba asimismo al gran Juez, el Señor del Triloka védico. 
Es sobre la triple certeza que precede, que ha sido fundado el primer Estado social universal, y todas las veces que se ha intentado o que se intente retirarle esta triple base sagrada, se ha retornado o se retornará al Espíritu de la Bestia, a su ley de guerra y de Anarquía y a todos los castigos del Mundo invisible. 
Lysis no ha dejado de registrar este arcos en su segundo verso, que, reunido al primero, se explica así: "Respeta la diversidad de los Cultos, la Potencia y el papel del Nome, y sé fiel al Orcos, es decir, a la Religión una y universal que ha recibido tu juramento." 

III 
El falso Pitágoras anciano y moderno Las tres Razas mentales 
Los versos dorados inclinan al Panteísmo. - Los principales comentaristas de Lysis. - Las tres Conclusiones: las tres Razas mentales y sus relaciones con el Cristianismo. - El Eclecticismo Alejandrino. - Hierocles. - Los teólogos concordatarios. - Dacier. - El neo-Paganismo. - Giordano Bruno. - Fabre d'Olivet. - Reservas sobre los últimos Versos dorados. - Empédocles. - La Raza blanca pura. - Peligros resultantes del compromiso con el Paganismo. Pese a esta reserva de primerísima importancia. pero que no era accesiblemás que a las mentalidades de los dos grados superiores únicamente, los Versos de Lysis, por el hecho de este nivel deseado, pero peligroso. de enseñanza primaria, no podían dejar de arrastrar hacia un filosofismo pagano de tendencias panteístícas, a los que hicieron de él su código filosófico y religioso. 

Esto es lo que les sucedió a la mayor parte de sus comentaristas. a la mayor parte de los que se dicen, y de buena fe pueden creerse, verdaderos Pitagóricos. 
Entre estos comentaristas, hay que retener tres: Hierocles, Dacier, Fabre d'Olivet; pues ninguno mejor que ellos puede hacer observar claramente esta derivación de la verdadera Doctrina de Pitágoras: del Cristianismo universal y eterno hacia el Paganismo, ni sintetizar más exactamente para los fervientes de los Estudios paganos, las tres conclusiones que comportan estos Estudios con respecto al Cristianismo y la Cristiandad, y que son: 
1ª. Conclusión: la Ecléctica. tipo Marco Aurelio: 
2ª. Conclusión: la Concordataria, tipo Constantino: 
3ª. Conclusión: la Pagana pura, tipo Juliano el Apóstata. 
Estas características no tienen por fin sino facilitar el discernimiento de las razas de espíritus correspondientes. Para hacemos comprender mejor, llamaremos negro al Paganismo, blanco al Cristianismo teologal, inseparable de su forma verdadera que es el Catolicismo. En consecuencia Dama remos mulata a la raza Ecléctica, cuarterona a la Concordataria, negra a la Pagana pura: Nigra sed pulchra. naturalmente. Pues, si reservamos, como Pitágoras, nuestra fe a una cuarta, a la totalmente blanca velada que es la Sabiduría misma, razón de más para cubrir de flores las tres Gracias a las que rehusamos la manzana. 
Estas tres conclusiones no nos interesan más que en sus relaciones con el Cristianismo. Desde este punto de vista el tipo de la primera es Marco Aurelio. Es el liberalismo de M. Prudhomme: es bueno apoyarse sobre las bayonetas, pero es malo asentarse en ellas. Este liberal no es menos perseguidor de ellas, en nombre de la Razon enseñante del Imperio, y en nombre de la Razón de Estado. Pero los tiempos han cambiado desde Constantino. Las bayonetas de entonces pasan poco a poco al Cristianismo, y la Filosofía esconde las uñas, porque los obispos muestran garras que defienden vigorosamente los fieles. 
La segunda conclusi6n merece el nombre de Concordataria entre la autonomía teologal y esta misma filosofía. De una parte y de otra se hace que las garras vuelvan a entrar, dejadas para salir de tiempo en tiempo, según que las direcciones políticas se operen por el flanco derecho o por el flanco izquierdo. 
La tercera conclusión es la de Juliano el Apóstata; en pleno flanco izquierdo. Este personaje bien parisino durante su vida, pues decía mi cara Lutecia, ha tomado una parte considerable en la Enciclopedia del siglo XVIII y en sus amables consecuencias tanto políticas como antisociales. Volvamos a la primera que, devenida la Ecléctica aIejandrina hace quince siglos, fue revisada y corregida por un admirable profesor de filosofía oficial: 
Hierocles. Esta no es en el fondo más que la Imperial romano-greca, la razon enseñante de los filósofos que esposan la razón de Estado al Panteón e incluso a la Santa Sophia, desde Augusto hasta los Augústulos. Más o menos impregnada, sabiéndolo o no, del doble Cristianismo anterior y posterior a la Encarnación del Verbo, desconoce la esencia divina y el alcance humano, creyendo poder, sea eliminarla, sea subordinarla a su criterio y a sus métodos. 
Nombrado para pacificar una terrible guerra civil pagano-escolar y eclesial, Hierocles es digno de la elección del emperador bizantino. Se siente, en la dulce belleza y en la profundidad de sus enseñanzas, que el Período concordatario va a nacer. Es un teólogo órfico como todos los Pitagóricos. No es un filósofo en el sentido ordinario de la palabra. Sin duda Pitágoras sigue siendo, después de Orfeo, el mayor unitario que el politeísmo eslavo y pelasgo, después greco y romano, haya producido nunca; pero desde el fundador de la Academia hasta Hierocles, la tendencia del pitagorismo inicial se vuelve a encontrar tanto más cuanto que los sistemas individuales fundan cada vez más sus bandas, formando una última gloria extática a la puesta de la Luna de la Doxia de los Templos. 
Podemos seguir con el pensamiento a Hierocles en Alejandria, en el Bruchium que había sobrevivido a la destrucción del Serapeum. Las tradiciones sobre Pitágoras están ahí esparcidas en más de cuarenta autores y de sesenta volúmenes. Sucesor de Hypatia, tras un largo interregno al que puso fin la muerte de san Cirilo, el elegante maestro, de cabellos blancos como su túnica, tenia además por amigos todos estos innumerables libros amontonados de estante en estante. En un alma semejante, en una inteligencia parecida, todos estos tesoros más o menos contradictorios entre ellos, se buscan, por una suerte de atracción, hacia la Unidad perdida, hacia el acorde perfecto de la Lira. Cuántas meditaciones en este hombre desde cerca de medio siglo; cuántos diálogos con los misteriosos afiliados de la Liga de los filósofos y de los sacerdotes de los dioses irremediablemente vencidos por la Iglesia, tras haber intentado en vano aplastarla bajo el brazo justiciero de los Emperadores. 
¡Ay!, los misterios degenerados de su época no le habían dado una Epifanía real, como la que tenían todavía tantos cristianos, sin lo cual Pitágoras le hubiese dicho: ¡Ve a Jesús! pero supo guardar sobre la carne profana una simple y muy real majestad de enseñanza. Ni la sombra, no sólo de una expresión, sino de un movimiento de alma indicador de un resentimiento cualquiera contra el triunfo del Cristianismo: como Pitagórico no se aflige en nada de la derrota del Paganismo, al contrario, quizá, y con toda su alma que está en el Helenismo, besaría la Cruz si hubiese sido plantada sobre el monte Olimpo y no sobre el Gólgotha. 
Las tinieblas se amontonan cada vez más, y desde todos los horizontes el diluvio de los Bárbaros viene a sumergir a esta civilización, hija decadente de una madre por el contrario bella y pura, inmortalizada por los Libros sagrados de todos los pueblos. Así, la voluntad de Hierocles no es solamente conducir a la ancestral Unidad de Pitágoras una anarquía de enseñanzas ya armonizadas desde Plotino, sino hacer rivalizar con el Evangelio este helenismo ideal y devenido nuevamente religioso, y hacerlo sobrevivir luminoso pese a esta Luz de las luces. 

Quiere que su encantadora Feba sea la hermana mayor de este deslumbrante Apolo, y que su última sonrisa, iluminando toda vi a las generaciones por venir, arrodille su inteligencia ante el pasado de las glorias más raras de su raza. Es por esto que sus comentarios, vivificados sin saberlo por los Evangelistas y por los Padres, tienen un acento de adiós, una majestad de último suspiro de Alma nacional rendida al Alma de la Humanidad. Es un legado social que de las manos de Fidias se eleva hacia el incomparable Testamento de N. S. Jesús-Cristo; algo bello, piadosamente recogido, casi divino; una suerte de Testamento también, el de una Hélade transfigurada, puesta artísticamente en su punto de inmortal perspectiva, con Orfeo por Moisés, Pitágoras por Elías, Lysis por Eliseo. 
Es con esta noble raza de espiritus, tan bien representada por Hierocles, que la segunda es neo- concordataria, desde 1648 sobre todo; pero sin dominada científicamente con la invencible potencia de sus reservas y de su Principio. Esta segunda raza es la Tomista, después la oportunista de Loyola, la luteriana de la Confesión de Augsburgo, la calvinista, pasando por las Ortodoxias nacionalesgrecas y otras, y por la Anglicana, que clasificaremos como hermanas y como primas de la Iglesia romana desde este punto de vista de intereses comunes. 
En su modesto papel de traductor, el buen Dacier representa muy dignamente esta segunda raza, y tiene mucha más importancia de lo que lo harían creer su falta de carácter, su humildad, y sobre todo su pobre ropaje. ¡Qué ropaje!, qué saco de interminables periodos deshilachados, ¡qué estilo!... sí, pero qué conciencia y qué bella luz cristiana en esta pobre linterna que honró la Academia. 
Se ha dicho de él y de su mujer que era el matrimonio del Griego y del Latín, ¡matrimonio de amor y cuán prolífico! Dacier es el padre Gigogne (*) de las traducciones. Toda una nube de eruditos han trabajado ahí con la espiocha sin agotarlo. 
Pero hay más que esto en la obra que nos ocupa. Aparte de su erudición siempre tan sagaz, aparte de su valor real de filólogo y de escoliasta, es un apasionado en frió. ¡ Cómo ama a su Hierocles, cómo sabe añadir, sin tener el aire de aquél, piedras preciosas a su rosario! ¡Cuán serios sus estudios cristianos, que su admiración para los comentarios de Hierocles no le hicieron nunca olvidar! 
Qué discreto cuidado tiene de prevenir a la juventud estudiosa contra el descarrilamiento que arrastra por todos lados a maestros y educandos. Es por esto que en sus notas se encuentran, diseminadas, sus propias conclusiones que conducen el Renacimiento pagano al Renacimiento patriótico, al punto justo del Concordato. 
Se guarda bien, en esto, de engañarse con la hora histórica. No regula su reloj de bolsillo con las estrellas de la Escolástica, ni con la Luna de la Suma. Va, si no al Sol teologal, al menos al de sus adoradores, que después de los Apóstoles, lo fueron más de cerca. Es un buen católico, un honesto cristiano de la Enseñanza religiosa primaria, de la Catequizacion. Este grado de instruccion religiosa es puramente teologal; pero los otros dos son de la misma naturaleza: el grado secundario y el grado superior faltan desde Constantino. 
Esta sagacidad real fue también, desde el siglo XIV, uno de los méritos de Petrarca. Sin duda Santo Tomás de Aquino sigue siendo, a justo titulo, el maestro teólogo del Clero; pero no requiere menos la Instrucción, para defenderse, que el Gran Maestro mismo, San Agustín, aquél, de todos los Padres, cuya comprensión es la más pr6xima a la Suprema Maestría, la del Verbo Creador y del Verbo Encarnado, la del doble Cristianismo anterior y posterior a la Encarnacion. Pero, qué diferencia entre la fe de Dacier y la de Petrarca! Petrarca es la fidelidad de los Letrados católicos enamorados del intelecto pagano, dándole toda su razón y reservando su corazón al sentimiento cristiano. Es el adulterio menos el último acto. Dacier, al contrario, mucho más sólido en su doble erudición pagana y cristiana, no libra toda su razón a los atractivos de la Filosofía. Más aún, la monomanía de la gloria, el atavismo, el patriotismo necropolitano de la República y del Imperio romanos, el desencadenamiento sordo de la posesión pagana en el amor de sí y en todos los instintos, son rechazados sin esfuerzo, y no alcanzan .la moral del buen Dacier. Como nunca hemos tenido la vocación tan extendida de volar en socorro de los vencedores, nos hacemos el honor de añadir que la conclusión que se acerca más a la Reina de las Inteligencias, a la Perfecta inmaculada, es la noble vencida de hoy en día: la Concmdataria, en el sentido mental y gubernamental del término. Pagana por la cabeza, si, he ahí su debilidad atávica, su falta clásica, y en ello solamente recuerda a sus dos hermanas Atridas, de las que no tiene más que la pequeñísima lúnula negra en el blanco nacarado de las uñas. Pero es cristiana por el corazón, y esto basta para estar seguros de que este fuego viviente se cambiará de nuevo en divina luz cerebral. 
Mas aún, y esta vez en tanto que sacerdotal, ella es la depositaria única de la Tradición sagrada y de la Promesa. A este titulo, ella es la madre por siempre venerable de todos los cristianos, la salvaguardia de la Cristiandad, y la Europa pagana de hoy en día no supone más todo lo que la debe, que todo lo que tiene que recibir todavía de ella. 
En Fabre d'Olivet, en fin, tenemos el anticristianismo clásico, el laicismo pontificante de los filósofos y de los letrados, que opone las Enseñanzas secundarias y superiores greco-latinas, a la Enseñanza religiosa primaria del Catecismo, la Filosofía pagana, a la Teología de los Concordatarios. 
Se ve ya despuntar esta raza, que es muy propia en la persona de Fabre d'Olivet, el Neo- Pitagórico del siglo XVIII, entre los inmundos Secretarios apostólicos de los que hablaremos en otra parte, que explotaban el Papado en la primera mitad del siglo XIV. Su tipo moderno más verdadero es el pobre Pitagórico Giordano Bruno, desarmado del catolicismo por el Humanismo, para caer primero en el Protestantismo, rebotar a continuación fuera del Cristianismo de la revelación, para finalmente echarse de cabeza con el Pitagorismo. Se le dio el fin de Pitágoras, una hoguera, cuando una ducha y algunas buenas palabras habrían podido ser suficientes para conducirle a Jesucristo. En cuanto a Fabre d'Olivet, se apuñaló. No se reniega en vano del Cristianismo: y este género de Humanismo es el de Juliano el Apóstata, una verdadera posesión infernal. Fabre d'Olivet sufrió esta posesión: pero tiene esto de curioso entre otras cosas: que eleva deliberadamente altar contra altar. Es el espíritu más sistemático de la Franc-Masonería de entonces, que sobrepasaba en cien codos a la de hoy. Entre los Pontífices laicos que tomaban la erudición por una tiara, se podrían citar muchos y no de los menores: Court de Gébelin, Boulanger, Dupuis, Volney; en Alemania, Schelling y muchos otros, amigos del comentarista de Lysis. No olvidemos La Reveillere-Lepeaux, el famoso teofante, el famoso teofilántropo que nadie conoce ya hoy día, y que pontificaba también, con sonámbulos por Pytias. Es cierto que Fabre d'Olivet fundó un culto neo-greco de este género, que felizmente no le sobrevivió. Como murió en 1824, y yo nací en 1842, me sería difícil hablar de él directamente, y la única persona que me pudo platicar sobre él con conocimiento de causa, velaba tristemente este sujeto. Pero un manuscrito que me ha sido comunicado por M. Rosen, en 1885, me prueba que es rendir servicio a la memoria de este gran clásico. dejar su culto ahí donde está, en las mazmorras de la Historia. Ello no quita por otra parte nada al valor de sus Comentarios, bello y paciente mosaico de citas donde nos presenta como una novedad su conclusión anticristiana de los Estudios secundarios y superiores. 
Antes de dejar Lysis, debemos hacer las más expresas reservas con motivo de las últimas líneas de los Versos Dorados, las que consideran al Superhombre intelectual, caro a la mentalidad pagana, el Homúnculo filosófico que se autoadministra los honores de la deificación. Iamblico, documentado de un modo muy distinto a como lo estamos hoy en día, nos advierte caritativamente de que esta apoteosis es de Empédocles. Este ilustre filósofo, no nos permitiremos decir filómano, es el Nietzsche del siglo XV antes del nuestro. La Cofradía, encontrándole demasíado comprometedor, le había discretamente consignado a la puerta. Pero, creyendo sin duda que el día de la gloria había llegado, continuó su parada al aire libre. Ridículamente vestido con una túnica púrpura, los cabellos sueltos, corona en la cabeza como la Pitia, cantaba en las calles su propia divinidad, en Versos que evocan involuntariamente las Cantatas de la diosa Razón y de los Teofilántropos, en la catedral de Paris. 
En el seno de los Inmortales, deviene un Dios tú mismo. 
¡Nada menos que eso!... Consejero municipal, diputado, senador, ministro, presidente del Consejo, presidente de la República, maniquí en los Palacios, estatua en las encrucijadas, todo a expensas de la Economía social, pase todavía; pero, ¡Dios!... Esta suerte de Griegos, prototipos de nuestros Jourdains y de su profesor de Filosofía, no dudaban de nada, y de ellos mismos menos que de ninguna otra cosa. 
Mas, ¡cuán lejos estaba del pensamiento de Pitágoras y de su carácter la manía de estos Griegos por la gloria foránea, su búsqueda de la opinión, y su gusto por medrar! 
Para resumir, y elevar las menores dudas sobre nuestro pensamiento respecto a las tres Razas, nos falta añadir esto: toda nuestra Fe, lo hemos dicho y lo repetimos todavía, va, por encima de las Coloreadas a la Blanca pura, a la Teologal autónoma, exclusiva de toda mezcla; mas la segunda, la Teológica concordataria, no tiene por ello menos nuestro respeto. Lo que criticamos, en la Teología cristiana, es todo coqueteo de compromiso sinalagmático con la pagana, con el negro-blanco más o menos mitigado. No hay que olvidar nunca que éste es antisocial, mediócrata, suplantador, esclavista. Cuando ofrece los bienes de este Mundo, o más bien de su Mundo, lo hace siempre de manera obligatoria pero no gratuita. Caboteador, pero también, ¡ay!, Farsante (*) de la Antigüedad patriarcal, no la da nunca más que alterada. Es su baratillero filosófico y politicio. Su Estado mental tiene siempre uno gubernamental detrás de la cabeza y nada de ortodoxia: 
República romana o griega, Cesarismo romano o bizantino, con Razón enseñante y Razón de Estado; siempre, en todo caso, antisocial. Su soberanía puede dejar subsistir un poco de Cristianismo sentimental en el corazón; pero expulsa todo Cristianismo del cerebro. Ahora bien, es éste, unido al otro, el único que puede conducir al dominio del mundo actual y volver a poner al negro en su rango. 
El negro es Mefistófeles, pues Fausto no es más que su Polichinela. El concordato, incluso men- tal, es la escena de las joyas, cualquiera que sea su música entrometida. Queremos ser tiernamente respetuosos por aquella de las tres Gracias clásicas a la que más amamos, sin por ello aborrecer las otras, a las que nos querríamos convertir asimismo. Pero no hemos dejado ignorar a Margarita que estas suertes de historias renovadas de Constantino el Grande terminan siempre deplorablemente con Fulanos cualquiera. Es el adulterio sacerdotal, dicen severamente los Profetas a los Judíos dirigentes devenidos Teólogos concordatarios. La Raza que ha resultado de ello nos ha valido como la de Esdrás a su Judea, como golpes de Jehovah, entre los cuales se encuentran el Islam y los Mongoles, que no piden sino recomenzar su Sabbat más bello y más fuerte que nunca. Pero estas moxas, estas puntas de hierro y de fuego, son benefactoras comparadas a los males interiores pasados, presentes y futuros, ocasionados a la Cristiandad por la imprevisión de la misma raza. 
¿Sucede asi porque ella es sacerdotal? ¡Si! vocean los negros-blancos. 
Nosotros decimos: ¡no lo es lo bastante! 
¿Es porque ella es teologal? ¡Sí! gruñen los Demonios de Juliano el Apóstata. Nosotros decimos: sucede así porque ella es Teológica Concordataria.