quinta-feira, 5 de abril de 2018

El Arqueometro Capitulo Primero



PRIMERA PARTE 
La Sabiduría del Hombre y el Paganismo 

CAPITULO PRIMERO 
LA REGRESION MENTAL 
De la Síntesis verbal universal a la Filosofía individual 
La Instrucción pagana y la Educación cristiana 

Definición del Paganismo. - Su carácter. - Su Esencia es la Anarquía. - La Voluntad humana erigida en Principio. La Trimurti de Krishna. - Los Sudras. - Mentalidad de la tercera casta. - Su rechazo por los Cuerpos religiosos. El milenario del Paganismo mediterráneo. - El Paganismo domina el Clero y la Instrucción desde hace cuatro siglos. - Instrucción exclusivamente pagana. - Educación religiosa reducida a la catequización. - Desequilibrio en favor del Paganismo. - El Ser y el Tener. -. Friné y el Areópago. - El Paganismo experimental en el Niño. - El Padre y la Madre: su rol. - La escuela de la Vida. - ¿Dónde encontrar el Espíritu de Vida? - La Riqueza. - Evolución pagana del Niño.- El Sacerdote; su rol. - El Catecismo. - La Universidad. - La Posesión pagana.

El Paganismo es un Estado mental y gubernamental que regresa del injerto al arbolillo silvestre. Su fórmula: Primo mihi et sequere naturam. Es siempre sintomático, no de una Evolución sino de una Revolución. Procede de una instrucción viciada, fruto de una educación viciosa. Una es a la otra como el Tener al Ser, y el ser viciado, sea por él mismo, sea por su medio, lo vicia todo, incluso un verdadero tener, y con mayor razón uno falso. 
Su carácter es el de ser filosofista y político, antirreligioso y antisocial. Es filosofista y antirreligioso porque subordina la Razón universal a la individual, los dos criterios objetivos de la primera al subjetivo de la segunda. Es político y antisocial porque esta subversión en el entendimiento deviene suplantación en la Voluntad, y porque tiende a apoderarse, por todos los medios, de la Legalidad para oponerla a la Legitimidad. 
Periódico en sus crisis históricas, crónico en su causa ontológica, este estado mórbido es natural al Espíritu humano decaído, privado de sus dos criterios verdaderos que estudiaremos más adelante: la Ciencia y la Vida. Ha osado erigir su propia Filomanía en sistema, bajo el nombre de Filosofía e incluso de Teosofía, su esencia es la Anarquía, y esta Anarquía es: Fiat voluntas mea! Es la Voluntad del Hombre. Hacer de ello un principio, y ponerlo en la balanza con uno o muchos otros decorados del nombre de Providencia y de Destino, es no reconocer principio alguno. Es crear tres Dioses, de los que dos sobran, y ésa es, verdaderamente, la Esencia intelectual del Paganismo, el Politeísmo como primer jefe. 
Fabre d'Olivet, sobre el que tendremos que volver, ha imputado, siguiendo a otros, esta doctrina a Pitágoras, pero-ella no ha sido nunca la de este gran hombre. El conocía demasiado a fondo la Trimurti por la que, bajo diversos nombres, en las Indias, en Kaldea, en Egipto, había substituido Krishna a la Trinidad patriarcal, la de la Proto-Síntesis referida por san Juan. Cualquiera que sea la concesión que el fundador del Brahmanismo actual haya querido hacer, hace cinco mil años, al Estado mental de los Letrados Sudras, nunca ha pretendido decir que Brahma, Siva y Vishnou fuesen otra cosa que la personificación de los tres Poderes de un solo y mismo Dios Creador, Transformador y Conservador. y esta Tríada misma no era más que la inversión deseada de la Trinidad anterior, abajada del Principio eterno al Origen temporal de los Seres y de las Cosas; del Universo divino al Universo astral; de la Biología a la Fisiología; del Mundo de las Especies a la Embriogenia de los Individuos; de la Involución a la Evolución. 
La mentalidad de esta tercera casta usurpadora, de los Sudras, no correspondía más que a la Enseñanza primaria antigua y a algunos desechos de la secundaria. Su codicia homicida había invadido y aniquilado el Estado social de las dos penínsulas, sus metrópolis contemporáneas de Ninive y de Babilonia. la Alianza Templaria de los Eslavos Arianos, Argianos, Aqueos y de los Pelasgos hindúes. reconstituida por Orfeo, el Ribhou de los Vedas. Ella se había pues cerrado, tanto en Derecho religioso como en Ontología, los sentidos correspondientes a los grados superiores de la Revelación. Únicamente las excepciones raras iban a expiar, de metrópoli en metrópoli, al precio de las más rudas pruebas. sus anatematizados orígenes de Yavanas, de Mlechtas, de Pinkshas, de Sudras y de Hyksos revolucionarios. Esto es lo que hizo Pitágoras, durante más de veinte años, otros dicen que cuarenta: E incluso entonces, después de todas las purificaciones físicas, morales, intelectuales, espirituales, los Cuerpos eruditos religiosos los mantenían en larga observación antes de reabrir en ellos los Sentidos íntimos de la Gracia y de su vida de lo Alto. En la mayor parte de los casos no revelan más que los internos. 
En cuanto a la masa letrada, degenerada del Verbo Orfico en su propia cháchara, estaba mas lejos de la Verdad, que es la Vida, que sus últimos esclavos. 
Es así que no vio nunca en la Filosofía más que su propia Filomanía de porfía, de casuística, de dialéctica sin fin, de anarquía mental y gubernamental. Y pese a todo, esta plebe intelectual erigida en clase dirigente permaneció siempre curiosa tanto como profanadora de la Sofía perdida. 
De Pitagoras a Hierocles se extiende casi toda la línea de horizonte de los Estudios grecolatinos secundarios y superiores, once siglos sobre sesenta que cuenta la Historia mejor documentada de nuestra Humanidad terrestre, ya que ella, salvo en los Libros sagrados, no va más allá de seis mil años. 
Hace cuatro siglos que este milenario de Paganismo esclavista, de Burguesía antisocial, es el único modelo mental y gubernamental de todas las Universidades europeas, tanto sacerdotales como laicas. 
El Clero y la Instrucción, de los que haremos en otro lugar la diferencia, sacan este mismo cliché de Anarquía en tantos ejemplares como educandos. 
Estos; a su vez, ponen su firma en todo: Ciencia, Arte y Vida, Legislación, Política y Costumbres. Pero, cuanto más lejos se va, más rebaja el moldeado la imitación, ya estéril y mortal, del genio cristiano de nuestras razas. 
Cada letrado diplomado de esta manera, desde el príncipe heredero de un trono hasta el último becario de seminario o de liceo, tiene la misma instrucción vulgar, la misma mentalidad banalizada. Sólo la educación difiere un poco, allá donde existe el hogar cristiano, y si le es posible a este hogar darla. Pero esta posibilidad deviene cada vez más rara, excepcional incluso, gracias al parcelamiento de las fortunas, al desarraigo de las existencias, a la anarquía económica, frutos de este mismo sistema clásico incapaz de regir el mundo que pretende gobernar. En todo caso, la instrucción y la educación religiosas se detienen para todos, indistintamente, en la catequización pura y simple. 
Estos hechos arrojados en la balanza muestran un peso enorme en favor del Paganismo y una enorme disminución en detrimento del Cristianismo. Es pues la demagogia cristiana quien se asienta sobre los tronos europeos. como sobre todas las cátedras de Instrucción, comprendidas en ellas las de los Altos Estudios y de las Religiones comparadas, punto culminante de esta Anarquía. 
No hace falta ser un gran clérigo para ver, en el resultado, que la Luz de los Misterios del Padre y del Espíritu Santo brilla. por su total ausencia, de arriba abajo de estas jerarquías laicas. Pero del mismo golpe, la misma Luz contenida en los Misterios del Hijo, Pontífice y Rey del Universo, Verbo creador, Encarnado, Resucitado y Glorificado, es completamente obnubilada por este Paganismo mental y gubernamental. 
Sin embargo, la Instrucción está hecha para la Vida y no al contrario, igual que la Ley está hecha para el Hombre y no el Hombre para la Ley, según la palabra de san Pablo. 
Es siempre el método del Verbo que formula en todas las cosas la Vida, y se trata aquí de la Vida social. La educación prima pues sobre la instrucción, por- que la primera apunta al Ser Y la segunda al Tener. Una es esencial, la otra es auxiliar. Mas el carácter del Espíritu clásico es el de substituir con su cháchara al Verbo, Y suplantar lo espiritual para usurpar lo, temporal. Quiere ser a la vez Razón enseñante y Razón de Estado, cabeza y brazo secular. Es pues exclusivo de la Educación, porque la imitación política de los paganos es exclusiva del Ser, y no conduce más que a una posesión demoníaca. 
Se pueden tener billones y no ser nada. Se puede no tener nada y ser de un valor sin precio. La instrucción no vale, pues, más que según el uso que se hace de ella, como la fortuna, el talento, la belleza. 
Cuando los helenistas del Areópago absuelven a Friné de todos sus crímenes, porque ella hace caer su camisa hasta los pies, Temis marca en la espalda estos verracos de la Venus terrestre para el carro de triunfo del chacinero romano. Es el sistema penitenciario que suple la ausencia de educación. Tal es el Misterio: es preciso que la Vida social devore la muerte o toda causa de mortalidad colectiva. Es así que, mil años después de Zoroastro, Moisés repite: "Nuestro Dios es un fuego devorador". La historia militar, desde Babilonia hasta nuestros días. no es sino el largo y penoso comentario de esta no menos terrible palabra. 
La observación práctica y la experiencia directa del Paganismo están cada día ante nuestros ojos. Es la infancia y la adolescencia que pasa de la familia. bajo el balancín del Estado político usurpador del Estado social y de su poder de Enseñanza. La Instrucción pública así desarraigada es el Árbol de la Muerte, raíces en el aire; su espíritu marcha con la cabeza baja. Toma a la Sociedad representada por la Familia una buena y verdadera moneda de oro viviente, marcada J. C., JesúsCristo y, por una transmutación a la inversa, rinde una falsa medalla en cobre marcada J. C., Julio César, Pontífice y Emperador de los paganos. 
El, niño es una página blanca sobre la que puede escribirse todo. el Cielo o el Infierno. Es un querido arbolillo salvaje humano sobre el que se pueden injertar todas las flores de los árboles del Paraíso. A su derecha, invisible, hay un Angel de Luz, pero a su izquierda hay un negro Demonio. El Angel aporta los siete Dones que irradian del Espíritu Santo. el Universal; el Demonio aporta..'" El niño es una página blanca sobre la que puede escribirse todo, el Cielo o el Infierno. Es un querido arbolillo salvaje humano sobre el que se pueden injertar todas las flores de los dos árboles del Paraíso. A su derecha, invisible, hay un Angel de Luz. pero a su izquierda hay un negro Demonio. El Angel aporta los siete Dones que irradian del Espiritu Santo, el Universal; el Demonio aporta los siete presentes tenebrosos del Auto-Espíritu individual. Hay pues. desde la cuna, lucha entre la Revolución Cristiana y la Reacción pagana, y esta invisible batalla entre la Luz y las Tmieblas es visible en, el niño pequeño. 
Apenas sobre sus proyectos de pies, es el tipo encantador del verdadero sans-culotte*. El único bueno y al que se puede amar. Hace ya, a su manera, la declaración de los derechos del hombre... in- dividual. Esto significaría pronto en su joven entendimiento que los deberes son para los padres; ¡pero el Angel está ahi! Cuán arrebatador ver eclosionar estas hermosas floraciones de la primera edad, estos ranúnculos del libre pensamiento de la libre conciencia, de la libre acción con todas sus consecuencias, desde el pote de confituras secretamente absorbido, hasta el cólico y los calcetines estropeados. Pero el Angel hace un signo: ¡la Religión y la Sociedad están ahí! Jesús es representado por el Padre, la Iglesia por la Madre! pues la profundidad del lazo conyugal mide toda la altura de la Vida eterna. Así, bienaventurada la madre, pues el santo Espíritu de Jesús vive en ella, gozosa de asumir todos los deberes de amor que ordenan todos estos jóvenes derechos nacientes. Y su amor no quiere ya alas, ¡cuán pesadas!, no quiere ya libertad, ni pensamiento, ni conciencia, ni acción, sino todas sus cadenas, todo su yugo, ¡cuán ligero! Igual que el divino Maestro lavando los pies de sus Apóstoles, ella se dedica por entero a su celeste servidumbre, al injerto del arbolillo salvaje bienamado. Jesús dijo: "El que quiera ser el primero entre vosotros, sea primero vuestro primer servidor". Palabras de gran señor del Cielo que sólo las madres pueden comprender porque ellas tienen el entendimiento celeste, el del Corazón. 
Insuflándole su espíritu y su alma con su vida, ella quiere que su ranúnculo devenga la más bella de las rosas del Paraíso humano y divino. Pero, en el alboroto actual de este mundo y sobre todo de su espíritu, cuán pocas jóvenes mujeres pueden librarse a esta seráfica esclavitud, cuán pocas pueden, saben, guardarle su clarividente amor con la venda de su propia idolatría. Es ahí que comienza el peligro que teme el Angel y que espera el Demonio. 
La cuna y después el pequeño lecho son el centro de la epopeya eterna, la de la Vida. Este pequeño ser sonriente es la más grande y la más grave cosa que pueda interesar a la vez al Cielo Y a la Tierra, todo el presente, todo el porvenir terrestre y celeste, no solamente de una familia sino de una Sociedad. 
Es por esto que el divino Maestro quiso que se dejasen venir a él a los niños, y es por esto que dijo; "El Reino de los Cielos es para los que se les parecen". Parecérseles es escuchar y entender. El niño, como la mujer, tiene el entendimiento verdadero: el del corazón; escucha todo lo que se dice, bajo pena de instruir sin educarlo que es peor que dejar en la ignorancia. Peor, pues la Escuela de la Vida es la única verdadera; todas las Universidades reunidas no valen lo que su humilde lección. 
El pequeño obrero tiene esta escuela entre sus pobres padres, y por este motivo el obrero sobrepasa corazón a todas las clases letradas de fábrica universitaria. De los siete dones negros del Auto-Espíritu, apenas tiene los dos últimos, y es por esto que no tiene nada propio, o pocas cosas, salvo sus afectos que son bienes de Ser, más que de Tener, y los únicos Verdaderos. 
Pero la educación no debe limitarse a saber vivir en el Mundo, pues entonces sería simplemente el saber de parecer y no el de Ser, que es el verdadero saber de la Vida. El último sin el primero embalsama las últimas profundidades; el primero sin el segundo es un tarro de pomada que, perfumado en la superficie. no es por debajo más que husmos. 
¿Se encuentra hoy en día esta esencia, este espíritu de la Vida? Raramente en el alma de los letrados; todavía un poco entre los seres de dedicación o de disciplina voluntaria, sacerdotes y soldados de vocación; mucho entre las gentes pobres, entre los que portan el peso del día, sin seguridad del mañana, entre los caballeros del trabajo, sobre las espaldas de los cuales carga tan pesadamente todo el Paganismo contemporáneo. Pero esto mismo no durará largo tiempo. gracias a los letrados mendicantes del sufragio universal, estos caballeros de industria políticos. 
"Le es más difícil a un rico entrar en el Reino de Dios, que a un camello por el Hueco de la Aguja", dijo Jesús. (El Hueco de la Aguja era una de las puertas bajas de Jerusalén.) La riqueza es todo lo que se tiene de propio, comenzando por la instrucción; y, cuando ella es falsa, cuando uno no se cree el simple detentor de ella responsable ante Dios, más vale nada, no sirviendo la riqueza, en este caso, más que para cargar de peso al Yo y volverlo ventrípeto. Cuando el Señor recomienda la simplicidad del espíritu, entiende la disponibilidad de la reflexión a la Vida, del corazón a la cabeza; pero sí la cabeza está escombrada de cosas inútiles o nocivas. es la más grande de los protestatarios y su Reflexión está cerrada a la Incidencia. 
Es por esto que, o nada de Instrucción salvo la elementaria, o toda la Instrucción posible conducida a la simplicidad, a la unidad, a la humildad de la razón individual ante la incidencia del Verbo-Díos en la reflexión universal del hombre. 
No se referirán así más que las tres razas de la verdadera jerarquía terrestre y celeste; pero no nos anticipemos sobre lo que debe seguir, y volvamos al pequeño niño mimado, al que la entrada al Reino de los Cielos le es difícil. La mujer en la Iglesia es la única educadora, el hombre en el Señor es el único educador. El niño que no siente este Señorío de amor y de sabiduría, deviene el amo de la idolatría paterna y materna. Poco a poco la pequeña razón subordina a la grande, la pequeña voluntad a la mediana, la pequeña suplantación a toda la jardinería y el jardinero del Edén conyugal. De año en año, la mente del nene se hará dentro de una caja de juguetes defendidos, un arca de Noé llena de ídolos, toda una filosofía pagana para su empleo, y habrá rápidamente transformado esta filosofía en querencia gubernamental, cortésmente primero, a continuación rompiéndolo todo. El presente se ensombrece, el porvenir es negro. El Demonio ríe, la mamá llora, pierde cada vez más la firme dirección y no sabe a qué recurrir. 
En vano invoca el brazo de justicia paternal; azotes, disciplinas, bofetones, todo el Arsenal de la Sabiduría de Salomón se muestra impotente ahí donde la sabiduría desarmada del Evangelio habría conducido ya todo a la perfección. 
El ángel ora; corifeo de las siete virtudes sociales, la piedad religiosa es la madre dela piedad filial. El sacerdote viene al socorro de la sacerdotisa maternal. 
Tiene de ella la ternura, pero le añade esa gravedad dulce de las dos primeras razas, las del sacrificio, la sacerdotal y la regia. Irradia de sí un aliento del Espíritu Santo que exorciza al Auto-Espíritu y en el que se rectifica la mentalidad del niño rebelde. De las rodillas de la madre sobre las de su modelo la Iglesia, la catequización retoma la obra indecisa si es que no comprometida. Comienza el injerto divino en el punto en que habría podido tener éxito cuando el Verbo, a través de los labios maternales, enseñaba la Palabra en su fuente divina: la Oración, y daba él mismo, a través de la joven mujer, la respuesta del Dios Vivo: sonrisas, caricias, besos, luz y calor de la Vida. 
El catecismo es la Enseñanza primaria del Evangelio, la mejor que puede existir. Mas, ¿dónde está, ¡ay!, la secundaria, la de la segunda raza; la superior a la primera? Son sin embargo indispensables a las edades viriles, a las fases iniciáticas de la vida, a la iniciación y a la conducción de los indi viduos, y, por sus Fraternidades, como por las Ordenes de sus razas, a la conducción de las Sociedades. 
El Evangelio no tiene más que una sola Luz, la de la Vida eterna, pero esta luz tiene muchos grados, de la mariposa a la lámpara, de la lámpara a la Luna, de la Luna al Sol viviente de las existencias y de sus espíritus. 
Apenas cumplida la primera comunión, apenas el infante sale de las puertas de oro de la Iglesia abiertas sobre la Ciudad de Dios, las puertas de bronce del Universo se abren, le engullen y se vuelven a cerrar. Acabada la educación de la Vida. Apenas está ella comenzada cuando la instrucción de la muerte va a soplar encima. Tras de las rejas que vigila Cerbero, el niño va a descender nuevamente el grado que acaba de ascender, a cambiar de alma y de espíritu. Después los otros grados del abismo se abren ante el hombre joven; de la pubertad hacia la virilidad, la mente del alma siente poco a poco pesar sobre ella el Espíritu glacial, la muerte, la política que enseña los mercenarios del Gobierno, en lugar del espíritu cálido de la Vida, lo social de todas las dedicaciones gratuitas. El injerto de nuevo se marchita, el arbolillo salvaje retoma sus derechos, la savia de los sentidos usurpa la del corazón, y, no siendo ya exorcizado, el joven espíritu se alza en la rebelión o se debilita en la constricción. 
Mas he aquí la linterna mágica del Paganismo que comienza sus proyecciones, sus evocaciones y, ¡ay!, sus reencarnaciones mortuorias, sobre un atento tropel de jóvenes médiums, almas vivientes. Hornero, Horacio, Virgilio, Demóstenes, Cicerón, y después todas las saturnales del individualismo filosófico y de los políticos, de los sofistas y de los retóricos, toda la licantropía burguesa de la Loba romana. toda la Aigotropía mediócrata del Macho Cabrio griego. 
¡Qué posesión infernal se abate sobre los niños! Y cómo resistirian ellos, ya que tiene la razón de los hombres hechos, falta de una educación completa, falta de una enseñanza integral, que controle una a una cada doctrina, para constatar de ella los errores o las verdades a la luz de los dos criterios objetivos de los que nos ocuparemos en la segunda parte de este libro.