terça-feira, 8 de março de 2016

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 5



CAPÍTULO V 
EL SEGUNDO GRADO 

El llamamiento del Segundo Grado de la Francmasonería es completamente diferente y distinto del primer grado. Esto es inevitable y lógico, pules así como el hombre es un ser completo cuya constitución tiene varios aspectos, así también la Francmasonería debe poseer aspectos que corresponden con los humanos. Sólo así es como la Francmasonería puede proclamar que sustenta una filosofía completa de la vida y un sistema de moral y de ética en concordancia con las múltiples necesidades de sus adeptos. 

De esto se deduce que, como son pocos los hombres que han llegado a un perfecto desarrollo y como La mayoría han educado unos de los aspectos de sus naturalezas más que otros, es lógico que no sientan igual predilección por todas las facetas de la Francmasonería. Esta vulgar observación viene como anillo al dedo en el caso de que estamos tratando, pues sabido es que la mayoría de los Hermanos no responden con tanta presteza y entusiasmo al segundo grado, como al primero. Vale, pues, la pena estudiar este hecho indudable que tiene importantes consecuencias procurando determinar las causas a que obedece. 

Algunas de las principales razones de que esto ocurra no son muy distantes, ni difíciles de buscar. El primer grado es esencialmente moral y emocional; el segundo es mental en el fondo. El primer grado es un llamamiento a los sentimientos; el segundo, es una exhortación a la mente. El primero, inculca virtud; el segundo, prescribe ciencia. Uno habla al corazón; el otro, a la cabeza. El primero aconseja la pureza y la inocencia; el otro encomienda el estudio minucioso y observador de los misterios ocultos que atesoran la Naturaleza y la Ciencia. 

Ahora bien; en la actual etapa evolutiva, casi todos los hombres viven más de los sentimientos que del intelecto. Y, por consiguiente, es mucho más fácil despertar emociones, que inducir ideas; puede persuadirse mejor a los hombres recurriendo a sus sentimientos que "a su cerebro, y hasta puede decirse que las creencias y las opiniones de la gran masa humana se fundamentan en los sentimientos más que en la sabiduría, hasta tal extremo que es difícil tener ideas que no estén teñidas de emoción. 

Además, el origen de todas las acciones o sea la fuerza prima motriz de la vida ha de hallarse en el reino de la sensación y de la "emoción. Porque la emoción es quien da calor al corazón y enciende en el espíritu las llamaradas de las grandes hazañas y de los actos de perseverancia y de sacrificio. La palabra emoción significa etimológicamente "movimiento hacia afuera", porque cuando los sentimientos se despiertan, mueven a los hombres hacia el exterior, y les arrastran a la realización de acto. Un llamamiento puramente intelectual no impulsará a la acción, ni siquiera quienes viven casi por entero en el mundo de las ideas, porque la mente no es activa en sí. Para que ella entre en actividad es preciso que aparezca una emoción o un deseo que la incite a ello. 

La razón principal de que la llamada del primer grado sea más potente que la del segundo para la mayoría de los hombres, se basa en esos dos hechos; es decir, en que el centro de la conciencia suele radicar en el sentimiento y no en la mente, y en que toda acción brota fundamentalmente de la emoción. 

Prosigamos estudiando algo más profundamente este problema de la vida de la emoción 
y de la mente para poder llegar a apreciar la significación y el valor de la segunda enseñanza. 

El mecanismo de la emoción tiene dos características sobresalientes: la simplicidad y la espontaneidad. Todo sentimiento deriva fundamentalmente de los elementos primarios "amor" y "odio", o "atracción" y "repulsión", y, por compleja que sea la emoción resultante compuesta de infinitas variantes e intensidades de los ingredientes "amor" y "odio", o "gusto" y "disgusto", únicamente habrá presentes en ella estos dos elementos. 

Además, la respuesta del sentimiento es espontánea y automática, pues para su producción no es preciso ningún esfuerzo del hombre en algunos casos, y en otros, basta con un pequeño esfuerzo. En realidad, el esfuerzo no tiene que hacerse para dar salida a la emoción, sino más bien para contener sus explosiones dentro de los debidos límites y dirigir u- fuerza por útiles canales. 

Con la mente ocurre todo lo contrario. La respuesta mental no se produce en la mayoría de nosotros con la prontitud y la espontaneidad características de la emoción, pues la vida de la mente es menos vívida, menos vitalmente elástica que la de las emociones. La vida mental es para casi todos tan fría, tan poco inspiradora como ardiente e infundidora de inspiraciones es la emocional. Pocos son los que se sienten entusiasmados con tanta facilidad por las cosas de la mente como por las del corazón. 

Aun más, la respuesta de la mente es lenta y tarda, si se compara con la rápida y decisiva de la emoción. La mente anda cuando la emoción salta. Esta se decide a manifestarse con la velocidad del rayo, casi instantáneamente; la mente delibera, pesa las pruebas y las examina con escrupulosa exactitud antes de emitir su veredicto o pronunciar su juicio. Para la mente, la precisión y el detalle, son factores indispensables: las emociones no obedecen a orden alguno, pues son caprichosas. La mente recorre su camino metódicamente, paso a paso; es serial y su concentración ha de ser sostenida. La emoción no sigue ningún método, no conoce reglas, ni se preocupa por nada. Vive su vida en relámpagos. La emoción no tiene conciencia de sí misma. La razón es autoconsciente, y vigila todos los pasos que da. La emoción se procura la fuerza propia; los procesos mentales requieren esfuerzo deliberado. 

Este es otro de los factores importantes a que se debe que el llamamiento del segundo grado sea menos potente que el del primero, puesto que, si bien en el primer grado se proclama la lección del "esfuerzo repetido e infatigable", no todos los compañeros han aprendido esta lección, ni la han incorporado a su vida. De ahí que la vida mental, la cual exige en las primeras etapas considerable y consciente esfuerzo, no sea tan atractiva y fácil como la espontánea vida emotiva. 
Es preciso e importante que todo masón que tome en serio la Masonería - nadie es verdadero masón si no lo hace así - comprenda claramente estas verdades psicológicas relativas a la mente y a la emoción, puesto que semejante conocimiento le ha de ser muy útil para poder llegar a ser un "verdadero y fiel masón" y adelantar una etapa más al expandir y desarrollar su vida mental. 

En el primer grado se hace hincapié en la necesidad del ejercicio constante e infatigable, 
porque esta es la única manera de purificar y dominar a la emoción. Por eso el trabajo del aprendiz se enfoca en este grado principalmente hacia su propia naturaleza con objeto de que se prepare para la vida mental, más amplia y plena del segundo, en el que ha de aprender los misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia. Pero antes de que esto pueda conseguirse es preciso purificar la naturaleza moral. No puede enseñarse la ciencia a los impuros, porque la Francmasonería se fundamenta en la virtud, y no puede esperarse que los tremendos poderes que confiere la educación de la mente se utilicen únicamente para sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son fines altruistas, si antes no se desarrolla sobre los cimientos de la fuerza moral de la virtud. 

En el ritual del segundo grado se insiste continuamente en la Acción. Así por ejemplo, el primer incidente verdadero de la entrada en la logia implica "actuar sobre la E.", mientras que la invocación que a esto sigue pide al A. que tenga energía para continuar la obra comenzada, indicando las palabras una vida de acción. En su J. o P. no sólo promete mantener los principios de virtud inculcados en el primer grado, sino que, además, jura que obrará como un verdadero y fiel masón. 

Después del J…, su atención se enfoca hacia el único punto del círculo expuesto, pero no se le da ninguna clave de sabiduría, sino que, por el contrario, se le dice que debe descubrirla por sí mismo. 
Y hasta el hecho de que el P. V. no le dé ninguna orden en el momento de la Investidura, puede indicar esa misma lección; es decir, la de que debe hacer el esfuerzo por sí mismo. No se le dice nada más sino simplemente que busque y siga el cauce de su actividad. El V. M. añade, entonces, que se espera del iniciado que estudie la Ciencia, preparándose de esta forma para cumplir los nuevos deberes que contrae. Este tema de la acción firme, persistente y definida se continúa en el Discurso. 

De manera que todas las ceremonias del segundo grado cercioran al candidato de que la Logia espera que se dedique a la acción en el mundo externo. De este modo el candidato aprende que está en el deber de desarrollar la parte mental de su naturaleza, cosa que sólo podrá conseguir a costa de constante esfuerzo; y, además, se le dice que si no hace esto no será un verdadero Masón o Artesano. 

Esta última palabra recuerda el taller de la vida, la atmósfera del trabajo inteligente y vigoroso, porque 1as obras no son útiles, sea cual fue re el elevado grado en que se hayan realizado, si no se fundamentan en el saber y han sido dirigidas por la habilidad. Los laberintos de la vida son tan intrincados que no basta con que nos guíen la inocencia y la pureza, pues nuestros esfuerzos serían inútiles si estas cualidades no fueran dirigidas por la sabiduría. El Templo Sagrado no puede erigirse tan sólo con materiales de emoción, de virtud y de sentimientos, los cuales serían insuficientes aunque fueran puros, buenos y generosos. 

Es necesaria, también, la sabiduría, ya que la ignorancia es una "maldición de Dios " y "las alas de la sabiduría son las que nos conducen al cielo", como dijo Shakespeare. Nunca se definió mejor al genio que cuando se dijo que es "una infinita capacidad de trabajar", definición que nos recuerda la famosa de Edison, quien opina que esta facultad consta de un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de sudor, de transpiración. 

La lección del trabajo arduo que exige concentración, así como esfuerzo persistente e infatigable ejercicio, es fácil de comprender para quien ha hecho la promesa de Compañero masón. También es evidente y clarísimo que el mundo en que trabaja principalmente el Artesano (el masón operativo) es el mental. 

El deber de aprender no constituye sólo arduo trabajo, sino que, además, este esfuerzo está recompensado con un placer tan grande como el goce de que va acompañada la emoción, porque el hombre se manifiesta en la vida de tres formas diferentes: pensando, sintiendo y obrando: Cognición, Emoción y Actividad; y el ejercicio afortunado y libre de cualquiera de estos tres divinos dones produce una sensación de engrandecimiento de la vida, acompañada de un sentimiento de expansión, que es placer. Hay un júbilo del bienestar físico que se deleita expresándose en movimiento físico. Hay un júbilo de emoción que encuentra abundantes medios de manifestarse en la vida del hombre. Y hay también un júbilo del intelecto que se manifiesta en el ejercicio de la mente, en la actuación de la imaginación creadora. Así como el bienestar físico es un goce, y así como la virtud, que no es otra cosa que bienestar emocional, tiene en sí misma su recompensa, así también la actividad mental y el pensar claro y preciso son goces de orden más intenso, que producen sensaciones de satisfacción tan profundas y plenas como las de las cosas de la vida emotiva. 

De manera, que no sólo constituye un placer la posesión de una mente bien educada y rica, sino que, además, aumenta extraordinariamente la intensidad y la valía de la experiencia emocional, puesto que si bien los sentimientos pueden experimentar la sensación del mundo externo, en cambio no son capaces de comprender lo que es éste, y, por lo tanto, su apreciación de las bellezas del universo ha de ser por fuerza limitada, tanto en cuanto a su grado, como en cuanto a su extensión. 

Las emociones se relacionan únicamente con la superficie de las cosas y con sus apariencias externas. La mente, en cambio, puede penetrar bajo la superficie hasta su más íntimo corazón y comprender las leyes de su existencia y estructura y el mecanismo de su vida y crecimiento. Tan sólo por medio del saber que nos proporciona la mente podemos formarnos una idea adecuada - si es que tal cosa puede ocurrir - de las "maravillosas manifestaciones del G. A. D. U." Las emociones sienten la belleza; el intelecto, la concibe, la entiende y la comprende. La emoción ve el efecto; la mente averigua la causa. 

El Aprendiz masón disfruta en el transcurso de la ceremonia del segundo grado ahondando profundamente en la significación de la vida. Continuamente se le repite que sus futuros estudios han de encaminarse hacia los ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia, y se le aconseja que no ha de limitarse tan sólo al cultivo va la práctica de la virtud, sino que, además ha de adquirir sabiduría, zambullirse en la acción y penetrar en los escondrijos más íntimos de la Naturaleza y en las profundidades de la Ciencia. 

Con tanta frecuencia se repite en el ritual la frase "ocultos misterios de la Naturaleza y de la Ciencia " que es conveniente estudiarla a fondo para descubrir plenamente su significación. Es de suponer que de cada diez masones habrán nueve que entiendan por "Ciencia " los estudios de la vida y de la naturaleza comprendidos en la física, la química, la astronomía, la biología y cosas por el estilo. 
Pero esta interpretación no puede ser verdadera, puesto que todas estas ciencias consisten meramente en el estudio de varios aspectos de la Naturaleza; y si interpretamos la palabra de esta manera, la frase "Naturaleza y Ciencia" vendría a ser casi una tautología, porque estas voces significarían "Naturaleza y estudio de la naturaleza " respectivamente. Pero no hay que atribuir tan a la ligera esa redundancia de lenguaje a nuestro ritual, y menos aún al del segundo grado, notable por lo sucinto y conciso. ¿Cuál puede ser, pues, la verdadera significación de la frase "Naturaleza y Ciencia"? 

Recurramos para averiguarlo a la etimología de la palabra ciencia. La voz sciens, derivada de la latina scire, conocer, significa literalmente "conociendo" ; de modo que "ciencia " es el acto de conocer, y no el resultado de conocer o conocimiento. Ahora bien, el acto de conocer es el ejercicio de la conciencia y, por lo tanto, la frase "Naturaleza y Ciencia" significan claramente Naturaleza y Conciencia; es decir, el fenómeno de la vida, toda la cual puede abarcarse con la palabra naturaleza, y nuestra apreciación o comprensión del mismo (del fenómeno de la vida) a cuyo acto damos el nombre de conocer o conciencia. La Psicología que, en su sentido más amplio, abarca todas las manifestaciones de la conciencia, es un tema necesario y adecuado a las investigaciones del Compañero masón en su trabajo del segundo grado. 

Pero todavía podemos ahondar algo más y descubrir la razón de que sea la psicología (o estudio de la conciencia) una de las obligaciones del segundo grado. Reduciendo la vida a sus tres términos primarios, llegamos eventualmente al Yo, el No-Yo y la Relación entre ambos. Esta Relación es la Conciencia, constante acción recíproca, acción y reacción, identificación y repudiación, etc. Ahora bien, los tres Grados de la Masonería se relacionan primariamente con estos tres factores de la vida. 

En el Primer Grado nuestro trabajo fundamental consiste en separar al Yo del No-Yo, y apreciar el lugar que a cada uno de éstos le corresponde en la vida. Ordénase al Aprendiz que establezca buenas relaciones entre él y sus compañeros; se le recomienda que practique todas las virtudes sociales y domésticas, y cosas por el estilo. De esta manera, es como al tratar de armonizar con su ambiente, se convierte en ciudadano virtuoso, justo y moral. Así es como llega a comprender algo de los tres factores, o sea, de sí mismo, del mundo exterior a sí mismo, y de su relación con ese mundo. En el segundo grado el proceso da un paso más. Ahora el francmasón ha de aproximarse hacia la conciencia de sí mismo, emprendiendo el estudio definido, detallado y exacto de su ambiente, que es la Naturaleza, y de su relación con este ambiente, o sea de la Conciencia, ciencia o acto de conocer. 

Cuanto él haya adquirido cierto grado de conciencia de sí mismo, y no sólo haya acrecido su virtud y utilidad, sino que además haya aprendido algo del verdadero Oficio de la vida, estará en condiciones de realizar la última etapa de su tarea, el conocimiento de sí mismo, la plena conciencia de su yo. En el Tercer Grado aprenderá a sumergirse en los reinos de la conciencia pura, en los dominios del Yo, dejando tras de sí a todas las formas, exteriores y hasta a su mismo cuerpo; se encarará consigo mismo como puro Ser, y aprenderá que ha de sobrevivir a la muerte del cuerpo: aun más, sabrá que ha de sobrevivir a la misma pérdida de su propia individualidad, cuando llegue a ser Maestro masón. 
Es decir, que el Compañero masón ha de descubrir en la sencilla frase "los Misterios ocultos de la Naturaleza y de la Ciencia" un grandioso significado y una guía práctica que le sirva para recorrer el ascendente sendero en donde ha de alcanzar la plenitud masónica y ha de realizarse a sí mismo como Maestro. 

El segundo grado, considerado en conjunto, es un llamamiento a la mente individual del Masón, quien ha trabajado firmemente en su naturaleza moral y emotiva durante el aprendizaje. La Ceremonia del segundo grado tiene por objeto presentar ante el Candidato el vasto panorama del campo del conocimiento, con los hombres trabajando de diferentes maneras, cada cual de acuerdo con su temperamento y habilidad, pero todos encaminando sus energías al objeto común de beneficiar a la humanidad. Después, debe elegir su sendero, y marchar y trabajar en el mismo como verdadero y fiel Compañero masón. El ha de ser quien tome la iniciativa, quien elija y quien decida, porque la Masonería no tiene por objeto hacer autómatas que obedezcan ciegamente, sino, por lo contrario, obreros inteligentes capaces de e1egir por sí mismos la parte de la construcción del Templo que sólo ellos pueden realizar, porque cada uno de los Trabajadores es único, individual. 

Cada Compañero masón tiene una tonalidad jamás oída antes, y toda su obra de Trabajador lleva la marca de su propia individualidad, marca que únicamente él puede estampar. En esto consiste la esencia de la ceremonia del segundo grado, la verdadera clave del arco de su mensaje. Y hasta tanto que el masón no haya terminado esta tarea; hasta tanto que no erija una individualidad única, integral y fuerte que se baste a sí misma no estará en condiciones de ocupar un lugar en el ejército de los constructores. 

Existe un interesante paralelismo entre el primer grado y el segundo, admirable ejemplo de la repetición de ciertos temas fundamentales en diferentes grados de la Masonería, temas que se expresan en los términos del grado en que se trabaja. 

Así, en el grado de Aprendiz se hace hincapié en la libertad de voluntad del Candidato; 
se le pregunta si es hombre libre, si viene a la Masonería espontáneamente, sin haber sido influenciado por nadie, y si se ofrece libre y voluntariamente. Inmediatamente después de haber prestado la solemne promesa, se le hace saber que la Masonería es libre y pide perfecta libertad de inclinaciones al aspirante a sus misterios. En el primer grado es importantísima la libertad de motivo. 

De forma que no ha de haber coacción ni persuasión, sino que la iniciativa ha de partir del candidato. 
En el segundo grado vuelve a hacerse hincapié en la libertad, si bien menos directamente que en el primero. En el grado de Compañero, en que se da por sentado que los motivos se han purificado en el anterior, la libertad es cosa de elección mental, más que emocional, y cuestión de juicio, más que de sentimiento. El candidato ha de elegir entre los múltiples campos de trabajo que se despliegan ante su vista el sendero que desee recorrer. 

No se le aconseja, ni sugiere nada acerca de lo que mejor le convenga, porque ha de ser él mismo quien lo haga todo. Tan sólo se puede decidir cuál ha de ser la línea que ha de seguir. Para entonces ha de haber llegado a su individualidad, o estar próximo a ella, secreto nombre escrito en su corazón, que sólo es capaz de leer el que lo recibe. Así es como vuelve a pedirse al masón que tenga iniciativa - iniciativa plena, libre, no coartada por nadie, ni por nada, - en lo cual consiste la suprema lección de este grado. 

Esta tarea no es fácil, puesto que el Obrero no ha llegado todavía en esta etapa al Centro, ni "ha encontrado al Yo". Sin embargo, ha de hacer el escogimiento, pues si dejara de hacerlo sería destruido por las circunstancias, y perdería de vista el angosto y único sendero que le puede conducir hacia la meta. 

Una de las mayores dificultades que ha de afrontar el Obrero es la de permanecer completamente solo mientras hace el escogimiento, cosa que se le hace difícil porque ha de verse obligado, aparentemente, a separarse de sus hermanos y a insistir en esa separatividad con que tuvo que combatir ardientemente en el primer grado. Porque en el primer grado desarrolló el sentimiento de la fraternidad y de la unión, fortaleciendo los fuertes lazos de afecto que le unían a sus camaradas masónicos; pero cuando llegue a ser Compañero, ha de obrar como si ignorara estos poderosos afectos, porque estos pueden ayudarle a resolver su problema, el cual sólo él debe solucionar, ya que es diferente al de todos los demás masones que llegan al grado de Compañero. 

En la afirmación de su Individualidad, en la expresión de su propio carácter que le distingue de todos los demás Obreros, existen dos principios encauzadores que indican los límites de su elección. La individualidad no debe de ninguna manera entremeterse en los derechos ajenos ni menoscabarlos, pues ha de "mantener los principios inculcados en el Primer Grado". Tampoco debe olvidar nada de lo aprendido en el primer grado, ni vulnerar ninguno de los principios de la virtud y de la conducta moral. El segundo principio por que se ha de guiar consiste en obedecer las leyes del segundo grado, que se simbolizan de modo tan vívido en sus I. de T.; es decir, en la Escuadra y la Plomada (el Nivel no es más que una combinación de los otros dos). La E., base de la Geometría o de la medición, es el principio del conocimiento o ciencia, y la conducta de la ley física más fundamental de la naturaleza, es decir, de la gravitación, cualidad primaria de la materia. Por lo tanto, las leyes de la ética, así como las de la Naturaleza se enseñan al Obrero como principios guías que ha de tener presentes al: crear o expresar su Arte o Individualidad. 

Ahora ya hemos estudiado algunas de las razones de que el llamamiento del segundo grado sea tan fundamentalmente diferente del correspondiente al primer grado. El mensaje del primer grado es de purificación, como corresponde al necesario paso que se ha de dar para adquirir y emplear adecuadamente la sabiduría, pues el Grado dice: "sé puro, no hagas mal" . Este llamamiento provoca una respuesta que, corrientemente, viene a apoyar la creencia en la bondad esencial de los corazones humanos, y desmiente la perversa doctrina del "pecado original". Por otra parte, el mensaje del segundo grado es también de trabajo hábil, el cual sólo lo pueden realizar quienes han adquirido conocimientos. La exhortación del grado es: "busca la sabiduría; aprende a hacer las cosas bien". 

La adquisición de la virtud es, relativamente hablando, menos difícil que la educación y enriquecimiento de la mente, puesto que no es imposible eliminar el odio, y además, el acrecimiento del amor se realiza rápida y regularmente en cuanto que se han roto las barreras de aquel. De modo que no es inconcebible una vida de perfecta virtud. 

En el mundo de la mente, no ocurre lo propio, puesto que el horizonte no se ve, y el saber parece no tener límites. Para la mente la vida es casi infinitamente compleja, y los vislumbres de sabiduría que con trabajo logramos divisar nos revelan el vasto abismo de 
ignorancia que hemos de salvar antes de que penetremos en los misterios de la naturaleza y de la ciencia. La adquisición del conocimiento suficiente que nos permita afrontar juiciosamente todos los problemas de la vida con que luchamos a diario es más lento y difícil de consumar que el anhelo de vivir de acuerdo con los preceptos de la virtud y de la moral. 

Además, en la vida moral nos es provechosa la ayuda que nos prestan quienes huellan el mismo camino que nosotros. La vida de la mente es, por lo contrario, mucho más individualista, pues exige que cada cual afronte sus problemas en soledad casi absoluta y casi siempre sin ayuda ajena. 
Así que la enseñanza íntegra del segundo grado se enfoca hacia la idea central de la individualidad. 

Cada Trabajador ha de aprender su Oficio siguiendo una línea propia, insistiendo en sí mismo y no imitando jamás, como dijo Emerson. El individuo no estará en condiciones de soportar la suprema ordalía que le aguarda en el Grado de Maestro Masón, hasta que se estabilice y afiance firmemente en la fuerza de su Arte. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 4



CAPÍTULO IV 
LA INVESTIDURA 

El discurso de Investidura que pronuncia el P. V. en el primer grado es uno de los trozos más notables del ritual de la Masonería. 

El acontecimiento en sí dramático y de gran significación para el aprendiz recién iniciado va acompañado de palabras cuya belleza sobresale entre muchas cosas bellas seleccionadas para conjurar por asociación visiones repletas de intensas sugerencias emotivas, históricas, místicas y artísticas. 

Dramático momento aquel en que se ciñe la Insignia al nuevo hermano, investido por primera vez con el nombre de Francmasón. 

En el curso de la iniciación ha pasado simbólicamente él por numerosos peligros, pruebas y dificultades; y después de haber triunfado de todo, se aproxima al lugar de la L., y encuentra la luz. Una vez que ha sido él admitido por la Logia como miembro de la Antigua y Honorable Fraternidad y ha prestado el J. o solemne P., es debidamente. Aceptado y saludado como Hermano. El aprendiz aprende un S. S., un t. y una p., secretos con los que se podrá dar a conocer a todos los hermanos del mundo. Luego se pone el sello final a la obra, y se confía al aprendiz el signo externo de francmasón, siendo desde entonces un masón investido y perfecto. 

Muy obtusa ha de ser la imaginación del candidato que no se sienta conmovido profundamente cuando escuche las solemnes palabras que le dirige el Oficial investidor. El Águila romana, el Vellocino de Oro, la Orden de la Jarretera .... ¿ Existen en nuestro idioma otras frases más impregnadas que éstas con el aroma de la historia, con las glorias del pasado, con las insaciables aspiraciones de los místicos y de los videntes de todas las épocas, con el romance y la gentileza de la caballería, con los honores que conferían los reyes a los grandes del país? En los inolvidables momentos que ocupa la ceremonia de la Investidura, desfilan por nuestra imaginación tumultuosas imágenes, en las que oímos el rumor de las pisadas de las poderosas legiones romanas dando al viento sus banderas, en las que recordamos el espíritu aventurero de los caballeros que, en indomable búsqueda por la tierra toda, desafiaban peligros, pasaban privaciones y vencían dificultades, y tenemos la visión de cortes y tronos en donde se conceden con magna pompa honores y favores reales. 

Razón tiene el Aprendiz para sentirse tan orgulloso como cualesquiera de los que han recibido los dones supremos, pues oye que le dicen que no hay en el mundo cosa tan bella como ese sencillo distintivo, con el que se han honrado desde tiempo inmemorial los puros de corazón, los verdaderos masones. De esta forma el flamante hermano siéntese ligado a los siglos pasados, ver desfilar y ante sus ojos las generaciones que le precedieron en la escala masónica. 
"Nunca habéis de manchar su blancura." ¿Hay algún Aprendiz que no se haga en ese momento solemne voto de apartar de sí todo lo que pueda manchar su hermoso e inmaculado distintivo? "El distintivo de la Inocencia" ha de recordarle seguramente la inocencia de la niñez. "El vínculo de la amistad"..... no cabe duda que querrá llevarlo como tal. 

Y oyendo las palabras del V. M. hace voto de desterrar de sí todos los pensamientos de 
animosidad hacia sus hermanos. 

El contenido y el alcance de estas breves sentencias son inmensos. Ellas abarcan todas 
las etapas de la vida, con sus ideales: la bandera del soldado, el santuario del devoto, el honor del estadista, la inocencia del niño y la camaradería del hombre. La escena de la investidura es una joya dramática, un acabado triunfo del arte, un digno remate de una espléndida ceremonia. 
Muchos masones preguntan, por qué no es el V. M. el Oficial Investidor en vez del P. V. 
Este punto tiene mucha importancia, tanto desde el aspecto filosófico, como desde el punto de vista individual, y merece ser estudiado. 

No obstante es necesario que examinemos antes con detenimiento la relación exacta que existe entre el V. M. y el P. V., para poder apreciar debidamente el problema y comprender en todo su alcance esta parte de la ceremonia. 

Estudiemos primeramente las relaciones generales existentes entre estos dos Oficiales principales. Están situados en partes opuestas de la Logia; enfrente uno del otro. Uno de ellos mira hacia Occidente, y el otro, hacia Oriente; es decir, que uno dirige la mirada hacia la luz, y el otro la aparta. Se encuentran en los dos polos, entre los cuales se teje la trama de la vida. Son el Yo y el No-Yo, el Uno y su Reflejo; el espíritu y la materia, la vida y la forma, el alma y el cuerpo. El V. M. representa la Luz, el Sol naciente, la aurora, la mañana; el P. V. es el símbolo de las Tinieblas, del Sol poniente, de la Tarde. El uno es el principio; el otro, el fin; aquel abre el día, éste lo cierra anunciando la llegada de la noche. El V. M. es la vida desbordante e infinita; el P. V. es la fuerza o rigidez omnipotente que contiene y domina a la vida; aquel ilumina e instruye; éste refleja y distribuye. 

El V. M. es el centro; el P. V., la circunferencia: el primero es lo interno, y el segundo, lo externo. 
Ahora bien; el mandil, distintivo del francmasón, !es la prenda más usada de todas: es el signo visible y externo del miembro de la Orden, la representación exterior de la verdadera naturaleza del hombre interno. El Mandil no es en sí la realidad interna, ni la pureza, ni la inocencia, ni la fraternidad; sino, más bien, el símbolo de todas estas cosas, la representación en la forma y la materia de todas estas realidades espirituales. 

De ahí que el Distintivo, que es un objeto material y una forma exterior, sea ceñido por el Oficial que representa las cosas externas. 

El V. M. da la luz pura y blanca de la verdad y de la iluminación; pero el P. V. presenta la vasija que contiene luz. El V. M. comunica los s....s y dice la p.., pero el P. V. confiere el distintivo exterior que proclama que el A. posee todos estos s....s. La vida emana del V. M.; la forma, del P. V. El V. M. prepara al corazón; el P. V. viste al cuerpo. El V. M. abre las puertas de la vida al candidato; el P. V. otorga la forma que revela la naturaleza de la vida, dándola un medio para que pueda manifestarse. 
Basta ya de los aspectos generales del problema. Veámoslo ahora desde el punto de vista del individuo. 

El ceñimiento del Distintivo es el hito que señala una etapa definida en la vida del individuo; es un paso de avance dado en el progreso evolutivo, y un pórtico que da acceso a una vida nueva y más noble. Nadie puede llevar a un hombre a la Francmasonería si él no se presenta espontáneamente como candidato a los secretos y misterios de la Antigua Francmasonería en calidad de hombre libre movido por la luz secreta de su espíritu. 

Otros hombres pueden mostrarle la luz; pero no pueden hacer que la vea, ya que quien ha de dar los primeros pasos ha de ser él. El aspirante ha de apoyarse en su propia fuerza y no en la ajena. Los demás le señalan el camino; pero él ha de ser quien lo recorra. 
Su ser interno, su V. M., le otorga la luz; pero su propia Voluntad, su propia fuerza ha de impelerle a caminar en la luz y a difundirla para que sus hermanos participen de ella. 

De ahí que el P. V., quien en lo individual simboliza la Voluntad, ciña al A. el Distintivo que proclama el paso que el nuevo masón acaba de dar . 
La escena de la investidura es, pues, una de las más dramáticas, conmovedoras y significativas del primer grado. Impresiona de tal modo a quien se aproxima a la Francmasonería con pura intención, que jamás la olvida. 

El Mandil francmasónico, considerado filosóficamente, llena todos los requisitos de la clásica definición del sacramento: pues es "un signo sensible y exterior de una gracia espiritual e interna." El A. que comprende bien su significación reconoce que acepta y se viste este signo exterior y visible espontáneamente; sabe que ha tomado con entera libertad la determinación de recorrer el sendero de purificación que le ha de llevar a la iluminación, y comprende que, al aceptar el Distintivo, se compromete a realizar la obra que él mismo se ha impuesto. Ha hecho voto solemnísimo de caminar siempre adelante, y no puede retroceder, a menos que falte a su promesa. La suerte está echada; el primer paso está dado, y él ha de avanzar continuamente hasta unirse a la luz en que tiene puestos los ojos. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 3



CAPÍTULO III 
LOS I. DE T. DEL PRIMER GRADO 

La presentación de los I. de T. del primer grado al hermano acabado de iniciar es uno de los más vívidos y bellos episodios de la ceremonia, al par que las frases con que se describen estos Instrumentos, tomadas de las Sagradas Escrituras son de las más hermosas del Ritual. Casi todo el mundo está familiarizado con estos Instrumentos, pero pocos son los que los han asociado con significaciones más profundas que las indicadas por el S. V. 

Sin embargo, en nuestra interpretación de la Francmasonería tenemos como especial propósito el de ahondar todo lo posible en los significados más ocultos de nuestros símbolos, lo cual ha de hacer posible que demos significación espiritual a objetos y actos completamente ordinarios. Con este ejercicio imaginativo llegaremos a comprender gradualmente que toda acción y todo objeto de nuestra vida vulgar tiene significación espiritual al propio tiempo que material. 

En cuanto comenzamos a estudiar los Instrumentos de Trabajo del primer Grado y meditamos acerca de ellos, nos percatamos casi de una ojeada que no se eligieron al azar entre los útiles de los albañiles. Al contrario, su significación filosófica y simbólica es tan profunda que nos transporta directamente al corazón o núcleo de nuestros más fundamentales conceptos sobre la vida y el trabajo. 
Antes de entrar en materia, bueno será que anotemos de paso la evidente correspondencia existente entre los tres Instrumentos de Trabajo del primer Grado y los tres Principales Oficiales de la Logia. Así, la Regla .de 24 pulgadas que se emplea para medir y planear la obra, corresponde a la Sabiduría del V. M., quien también ha de medir y planear cuando dirige. El M. que se utiliza para golpear tiene relación con el P. V. cuya cualidad es la fuerza, y cuya misión consiste en la transmisión de la energía. El C. corresponde al S. V., porque, así como éste representa el elemento de Belleza, así el C. es el instrumento con que el masón cincela la piedra tosca, creando en ella líneas, superficies y molduras para embellecimiento del edificio. 

Y, si estudiamos más profundamente todavía la significación de nuestros instrumentos de trabajo, descubriremos que representan el conjunto de la vida manifestada en sus tres aspectos de Cognición, Emoción y Actividad. El Yo tiene tres modalidades de conciencia cuando entra en relación con el No-Yo: pues puede conocer, sentir y obrar. Nosotros no conocemos ninguna modalidad más de la conciencia, pues la vida que nosotros experimentamos se halla comprendida en esta triple posibilidad de conocer, sentir y obrar. 

Ahora bien, el conocimiento se deriva de la observación, de la medida que se obtiene al utilizar la Regla de 24 pulgadas en una forma u otra. La Acción es la aplicación de la fuerza, que llevamos a cabo por medio del M., mientras que el C. les el instrumento con que nos ponemos en contacto con la materia del mundo externo y con que ejecutamos nuestra voluntad en ella, contacto que, en términos de conciencia, es la cualidad de sentir. 
De manera, que nosotros "conocemos" con la R. de 24 P. " Sentimos " con el C. y "Obramos" con el M. 

Y si ahondamos más, descubriremos que hay tres cosas necesarias en toda obra inteligente: la primera es nuestro plan o proyecto; la segunda, la energía o fuerza que nos proponemos dedicar a nuestra tarea, y la tercera, el instrumento real con que ejecutamos el trabajo. Claramente se ve que estos tres elementos se simbolizan gráficamente por nuestros tres Instrumentos de Trabajo. Porque hacemos nuestro plan con la R. de 24 P.; aplicamos nuestra fuerza por medio del M. y llevamos a cabo, realmente, el trabajo con el C. De manera, que estos tres útiles son arquetipos de toda posible variedad de instrumentos pertenecientes a las tres clases. 

Pero estudiemos ahora detalladamente estos tres Instrumentos de Trabajo, empezando por la R. de 24 P., que es el más fundamental y trascendental de todos para el hombre. 
La función de la R. de 24 P. consiste naturalmente en medir la longitud. Ahora bien; la medida de longitud es la base de las medidas de todo género en todos los departamentos 
de la vida. como saben muy bien los hombres de ciencia. No existe ni conocemos otra base imposible. Unicamente cuando medimos la longitud de los objetos es cuando llegamos a comprender lo que son. Esto, no sólo se aplica a las líneas, sino, como es natural, también a las superficies, volúmenes y ángulos, puesto que las unidades en que éstos se expresan se basan en último término en la medida de longitud. Así también hemos de decir que la única forma de localizar o determinar la posición de un objeto respecto a otros se basa en el empleo de la medida de longitud, por ejemplo, en el de la R. de 24 P. La forma de los cuerpos no se puede describir si no se recurre a los términos de la medida longitudinal. 

Aun más, no sólo los objetos materiales, sino, además, todo acontecimiento o fenómeno 
de la naturaleza sólo se puede describir y medir en términos de medida de longitud, en último análisis. Así por ejemplo, la luz y el color sólo se pueden medir y, por consiguiente, describir por la longitud o velocidad de sus ondas cuyas dos cualidades implican la medida de longitud como esencial ingrediente. Lo mismo puede decirse respecto a todas las otras formas, como el calor, el sonido o la electricidad. 

El peso de un cuerpo, que no es más que una manera de escribir la fuerza de gravedad, tan importante para el masón, se mide en términos de unidades de longitud. Todas las propiedades de la materia conocidas por nosotros se representan finalmente en términos de medida longitudinal, ya se trate de textura, dureza, elasticidad, calor específico, durabilidad o de lo que sea. Idéntico principio se aplica a la medición de la velocidad y de los movimientos de todo género ya se trate de átomos y moléculas, o de trenes, planetas y estrellas. 

Cuando medimos la energía de los músculos, del vapor, de la electricidad, de la energía interatómica o de la radioactividad no conocemos otro modo de expresar las observaciones o cálculos que el de la regla. 

Otro hecho científico bien conocido es el de que el tiempo no se puede medir más que con términos de espacio, puesto que la única manera de estimar su transcurso consiste en registrar fenómenos de movimiento, movimiento que, como es natural, sólo se puede expresar con términos dependientes de la medida longitudinal. Si careciésemos de nuestro sistema de medición del espacio, no sabríamos como registrar el transcurrir del tiempo. 

De manera que el tiempo y el espacio, la materia y la fuerza, y todas las combinaciones 
conocidas de estos elementos primarios con que se elabora nuestra vida ordinaria, Únicamente pueden medirse, conocerse y comprenderse valiéndose de la medida de longitud, de la R. de 24 P.; es decir, que la base de toda ciencia o conocimiento radica en el empleo de la R. Este principio les aplicable a todos los departamentos de la experiencia y del conocimiento humano, puesto que hasta cuando se trata de arte, de filosofía o de religión es preciso reconocer que las únicas ideas cognoscibles e inteligibles relativas a estas manifestaciones humanas son las que se pueden medir o estimar de algún modo, ya que, en donde la medición termina, es donde comienza la ignorancia o la conjetura. Nuestro saber es tanto como nuestra habilidad en medir, ya se trate de pesar un pedazo de piedra, comode apreciar el valor espiritual de una idea. 

No obstante, existe aun otro campo de aplicación de la R. de 24 P. Por necesidad ha de ser ella el primer Instrumento de Trabajo del Masón, ya que, hasta tanto que haya sido aplicada la R. de 24 P. no se puede emplear útilmente ningún otro. Todo trabajo útil se realiza aplicando los instrumentos de trabajo donde corresponde, lo que únicamente se puede hacer bien valiéndose de la R. Si así no se hiciera aquéllos se convertirían en instrumentos destructivos. El arte de la vida consiste en aplicar nuestros poderes y facultades, que son nuestros instrumentos, en el sitio y momento precisos. 
Creo que es clarísima la razón de que la R de 24 P. sea el primer I. de T. que se entregue 
al A. Ella es, naturalmente, la primera cosa esencial en la ejecución de obras de todo género, y lo es también de la adquisición del saber en que se basa la habilidad de todo artífice. Si nos percatamos bien de la naturaleza y objeto de la R. de 24 P. se nos revelará el maravilloso tesoro de significación simbólica existente len los símbolos vulgares de la Francmasonería. Este estudio preliminar del primer I. de T. con que tropezamos en nuestra vida masónica ha de facilitarnos el camino para llegar a comprender los otros instrumentos de este Grado, el M. y el C., que vamos a estudiar a continuación, empezando por el M. 

Hemos visto antes ya que el M. representa el poder o la fuerza, ya que es un instrumento que sirve para golpear. Representando el método más sencillo y elemental de aplicación de la fuerza, es el símbolo de todas las formas físicas, morales, mentales y espirituales de la misma. El que sea esto así se aclara cuando se explican los I. de T. en el primer grado, diciendo que son símbolos del trabajo manual, al propio tiempo que de la parte superior de la naturaleza humana, o sea, de la conciencia. 

Ahora bien, la vida del hombre consiste en mover la materia, en trasladarla de un lugar a otro, principio que puede aplicarse tanto a las formas supremas del trabajo filosófico y espiritual, como a las actividades puramente mecánicas o manuales. Toda acción se reduce en último extremo a mover materia, ora se trate de la substancia de la tierra y de todos los objetos que con ella fabricamos, ora de la materia de las mentes humanas, de la substancia de las almas y hasta de la urdimbre imaginativa con que se crean los sueños. La fuerza blandida por el hombre y el poder que éste ejerce sobre la materia y los acontecimientos, consisten al fin y al cabo en que puede mover la materia de un lugar a otro. El primer instrumento que imaginó el hombre primitivo para mover la materia del plano material es el M.; y cuando fabricó el mazo o martillo rudimentario, que probablemente consistiría en un pedazo de piedra que asía con la mano, inauguró una nueva era; la era de las herramientas, la era en que empezó a valerse de cosas ajenas al cuerpo para conseguir lo que se proponía. Este paso dado en la evolución es tan importante, que algunos hombres de ciencia han definido al hombre como animal fabricador de instrumentos. Y traduciendo esta definición al lenguaje masónico  podríamos decir que el hombre es un ser que lleva un M. en la mano. El hecho de que el hombre se atreviese a agarrar este M. es un acto de significación importantísimo; ya que 
con ello dió comienzo la aurora de la conciencia del poder, aurora en que el hombre tuvo el primer vislumbre de su divinidad latente. Hoy día el Maestro de la Logia es el hombre que ase el M. con la mano, para simbolizar el derecho que tiene a dirigir la Logia. 

Permítasenos una pequeña digresión en el campo de la ciencia natural, pues quizás sea interesante examinar como todo fenómeno, así como todas las actividades del hombre y de las máquinas se deriven del empleo del M., de la descarga de un golpe. 

Todas las fuerzas de la Naturaleza son descargas o golpes. La luz consiste en una forma de impulso dado al éter o a los corpúsculos; esto mismo vienen a ser el sonido, la electricidad, el magnetismo y, probablemente, la afinidad química y la gravitación. El viento es el golpeteo de unas partículas de aire contra otras; la música de los árboles es el choque de sus ramas; las florecillas y los árboles se abren camino en la tierra a fuerza de empujar; las olas arremeten contra la costa, y las partículas de agua se empujan al descender por el lecho del río hacia el océano. En todo fenómeno se observa que las partículas de materia se golpean y empujan entre sí incesantemente. La Naturaleza ase un M. en cada una de sus infinitas manos. 

También las máquinas fabricadas por el hombre son M. perfeccionados, puesto que todas ellas se basan en la proyección o descarga de golpes o impulsos. Él hace que el fuego lance partículas de combustible y que produzca calor y gases. Él hace que el vapor impulse al pistón, y que cada miembro de la máquina empuje al que él le conviene. Él hace que la fuerza magnética haga girar a la armadura y que se produzca electricidad. Él hace que la electricidad hienda el éter y transmita su mensaje por toda la tierra. En las primeras etapas de la evolución humana el hombre es el M. de sí mismo, y utiliza la fuerza de sus propios músculos; pero a medida que su alma se desarrolla, se va apoderando de los M. de la Naturaleza, y ordena a ésta que le obedezca, unciendo sus energías para que le sirvan. La Naturaleza acaba por convertirse en su M., en su sierva. 

Esta es la primera lección del M. La lección de la fuerza o poder del músculo, la sensación, la moción, el intelecto y la espiritualidad. Este poder es ilimitado, porque dentro de nosotros existe una reproducción del G. A. D. U. cuyo poder es omnipotente, como se nos dice en la Apertura de la Logia. Más tarde trataremos de esto, cuando estudiemos la significación especial del M. al trabajar en conjunción con el C., porque la individualidad del masón encuentra su expresión en el filo del C. 
Estudiemos ahora el C. La fundamental del C. consiste en su poder de cortar, de abrirse paso en la materia. Para poder realizar su función perfectamente ha de tener un filo cortante y resistente en proporción a la obra que con él se ha de realizar, y. además, ha de ser capaz de recibir y transmitir la fuerza que se le aplique por medio de las diferentes clases de mazos. 
En casi todas las artes, oficios e industrias se utilizan instrumentos cortantes, y basta examinarlos cuidadosamente para percatarse de que todos ellos se basan en el cincel y son modificaciones y aplicaciones de esta herramienta. Para comprender esto mejor, estudiemos las artes de trabajar la madera, el metal o la piedra. 

Los variadísimos instrumentos ideados para pulir los materiales, o para hacer estrías y molduras en ellos consisten en cinceles de diferentes modelos fijos en mangos o asas. Similarmente, todas las clases de taladros, barrenas o brocas se abren paso en el material 
por medio del biselado borde de cincel existente en el extremo de la herramienta. Todas las variedades de limas y sierras consisten, también, en numerosos cinceles, pues cada diente es un cincelito que corta precisamente como todos los cince1es lo hacen. El agricultor se vale de un cincel en forma de arado, grada o azada, para abrir la tierra; y las hoces, guadañas, segadoras mecánicas, etc., no son sino cinceles a los que se ha dado una forma adecuada con lo que de ellas se exige. Las tijeras y tenazas de los obreros son cinceles unidos a pares. Hasta todas las formas de pulverización, de molienda y de bruñido que constituyen la base de muchos oficios, se fundamentan en el principio del cincel, pues las diminutas partículas de la muela actúan como pequeñísimos cinceles, que fragmentan el material con que entran en contacto. 
No es necesario proseguir para percatarse de que todos los instrumentos cortantes utilizados por el hombre son cinceles cuya forma depende de la naturaleza del trabajo que han de realizar . 

La aplicación del principio de esta herramienta a los mundos moral y mental es fácil de descubrir. Así como el C. del trabajador de la piedra ha de estar fabricado con material y bien templado, ha de tener un filo cortante y ha de ser capaz de recibir y transmitir la energía que se descargue sobre el mango; así también el masón especulativo ha de poseer cualidades morales, facultades mentales y poderes espirituales con características correspondientes. El hombre solo puede actuar sobre el mundo que le rodea e incluso sobre su naturaleza propia, aplicando los poderes que en sí posee por medio de los órganos de sus diversas facultades. El material de que han de estar hechas estas facultades ha de ser sano: sentimientos generosos y buenos, una mente bien dotada, y educada, una naturaleza espiritual pura y profunda. En todos los actos que haya de realizar él, sus poderes o energías han de dirigirse a un punto o filo, concentrándose en la obra; porque si no hay concentración, la fuerza se dispersa y el éxito es imposible. El hombre debe abrirse paso neta y puramente a través del laberinto de la vida, sin consentirse jamás desviaciones del propósito trazado. En lo moral, no debe apartarse de la estricta línea de la virtud; en lo mental, su mente no debe torcerse ni perder la dirección: ha de abrirse paso entre lo falso y lo aparencial, desdeñando lo que no es esencial, para concentrarse en lo que lo es; en lo espiritual, ha de poseer veraz y penetrante discernimiento, de manera que pueda ahondar en el corazón de las cosas y ver lo invisible tras de lo visible. 

Además, los poderes del hombre han de estar en condiciones de resistir la prueba de las 
dificultades, obstrucciones y golpes producidos por las desilusiones y el fracaso, porque entonces es cuando se ponen verdaderamente a prueba el verdadero temple y la calidad de aquellos poderes. A veces, queda destrozado al hacer un esfuerzo violento, del mismo modo que el filo del cincel se mella, y a veces, es desviado de su propósito, como el borde del cincel. La naturaleza del hombre puede destrizarse o quebrarse como el material de una herramienta deficientemente fabricada, o puede resistir su labor sin desviarse con perfecta elasticidad y rebote como el bien templado acero. 
Una vez estudiados los tres I. de T. por separado y con algún detalle, quizás sea conveniente comparar y contrastar las funciones pertenecientes a cada uno de los miembros del grupo. 

Al principio no podemos menos de pasmarnos ante las diferencias fundamentales y radicales existentes entre la función de la R. de 24 P. y las del M. y del C. El primero es 
esencialmente un instrumento estático, los otros dos son dinámicos. Aquél indica el camino; éstos, lo recorren. La R. de 24 P. sólo puede emplearse bien cuando está estacionaria; mientras que los otros instrumentos sólo son útiles cuando se ponen en movimiento. 

La R. es rígida, inflexible y fija; además, su longitud se ha determinado de una vez para 
siempre: los otros dos son esencialmente móviles, flexibles y capaces de adaptarse infinitamente a las necesidades del trabajo y del operario. La R. es impersonal, mientras que en el M. y el C. se infunde la personalidad del individuo que con ellos trabaja. 

El Aprendiz se percata fácilmente de lo que todo esto significa. En la vida hay siempre polos de espíritu y de materia; y mientras que los principios de la vida son fijos, las aplicaciones de los mismos al trabajo práctica han de ser infinitamente flexibles. Los ideales impersona1es deben dirigir a las energías personales. Y así como cada golpe dado con el mallete sobre el C. ha de tener por objeto el cortar la piedra en la medida señalada por la R. de 24 P., así también los actos del masón han de obedecer fielmente a los mandatos de la mente. Toda obra inteligente ha de ir precedida de un proyecto, cuya tarea sólo puede realizarse con la mente, la cual toma sus medidas y dirige todas las actividades hacia el fin propuesto. 

Así, pues, los tres I de T. del primer grado representan la triple naturaleza del hombre o, por lo menos, su triple naturaleza externa, o sea, el cuerpo, los sentimientos y la mente. 
El hombre se diferencia de los animales por su mente, su inteligencia, su poder de planear cosas, en una palabra, por su R. de 24 P. y así como la R. de 24 P. es necesariamente siempre el instrumento primero y más importante de que se vale el albañil y determina el uso que éste hace de las demás herramientas, así también la mente es de suprema importancia para el hombre, ya que de su correcto empleo depende su naturaleza de hombre. La función de la inteligencia consiste en dar órdenes; y la de los deseos y del cuerpo, en obedecer. 

Estudiando detenidamente la significación del mallete y del cincel como instrumentos de utilización acoplada, pueden descubrirse cosas de gran valor para los masones; pero si tal hiciéramos, elevaríamos nuestro estudio hasta un grado superior. Estudie el aprendiz su propia naturaleza con paciencia y perseverancia, separando en su conciencia tan distintamente como le sea posible los tres factores de su yo externo: el cuerpo, los sentimientos o sensaciones y la mente. Luego, ha de ver en el M. la representación simbólica de todo poder que le da energía, el cual debe aprender a dirigir y manejar. En este poder ha de descubrir la Fuerza Omnipotente. En el C. ha de ver todas sus facultades, las cuales debe desarrollar, educar y atemperar a los propósitos de la obra que tiene ante sí, que no son otros que la construcción del Templo Sagrado. 

Y en la R. de 24 P. ha de descubrir su humanidad, Divino poder de la razón que ha de adueñarse de la morada corpórea, irigiendo todas las cosas hacia el único gran objetivo: el servicio del hombre y la gloria del G. A. 

Y a medida que pondere todas estas cosas y perfeccione sus facultades de forma tal que la energía en él existente pueda obedecer por medio de éstas a los mandatos de la mente realizando bellas obras de artífice, descubrirá el secreto de su individualidad, que al emerger en el mismísimo filo de su cincel le capacita para dibujar su marca única y singular, signo de su propiedad exclusiva por derecho de nacimiento que sólo él puede trazar. 

Arthur Powell – La Magia de la Francmasonería Parte 2





CAPÍTULO II 
APERTURA DE UNA LOGIA EN EL PRIMER GRADO 

Una de las características del ritual masónico que más sorprende a los hombres pensadores e imaginativos es que unas frases tan sencillas y claras que casi parecen familiares, despierten como por magia ideas en el alma, y la aguijoneen para que busque su camino a tientas entre las palabras, cual si éstas fueran puertas que condujeran a otro mundo lejano, mundo espacioso, lleno de maravillas, misterio y realidad. 

Se ha derrochado más ingenio en inventar interpretaciones de las sentencias pronunciadas en la ceremonia de Apertura, que en ninguna otra parte del ritual. Estas preguntas y respuestas producen la impresión - impresión que la familiarización contribuye a hacer más honda - de que se trata de grandes cosas en preparación, de que se llama a la existencia a poderosas fuerzas y de que se van a revelar ocultos secretos y emprender momentánea acción. Ya la primera frase - consistente en 7 palabras (cosa bastante notable) - nos llama la atención inmediatamente como llamada de clarín que revela el esquema introductorio de los fundamentos de la Francmasonería. " Brethren, assit me to open the Lodge". "Hermanos, unios a mí para abrir la Logia". Esta es la llamada del V. M., el jefe elegido y aceptado, el representante del Altísimo. Por medio de ella se afirma la Fraternidad, se invita a la cooperación, se anuncia que va a realizarse un acto y que va a llevarse a cabo la Apertura de una Logia, es decir, de ese cuerpo integral de que cada Hermano constituye una parte. 

Entre las diversas interpretaciones que se han dado a la Apertura de la Logia, nosotros proponemos que se elija una sola: la del "microcosmos", del hombre individual o masón. 
Trataremos de relacionar a cada Oficial y Hermano con algún elemento claramente definido de la estructura psicológica humana, y de dar a cada frase de la ceremonia de apertura una significación apropiada a la disciplina de cada poder y facultad del hombre, a fin de que éste pueda prepararse para emprender cualquier acción. 

Si llegamos a cabo nuestro propósito con fidelidad, no sólo veremos que existe una relación fácil de descubrir entre cada Oficial de la Logia y los elementos que constituyen la compleja naturaleza del hombre (el cual consta de cuerpo, alma y espíritu), sino que cada palabra de la ceremonia puede aplicarse a la manera con que el masón ha de concentrarse en sí mismo antes de llevar a cabo una empresa y llamar sus fuerzas a la existencia, para estar en condiciones de realizar su trabajo con sano juicio, con fuerza inteligente y con la belleza de un hábil obrero. 

Tan perfecto es el sistema bosquejado que puede aplicarse a todos los grandes y pequeños actos individuales: por ejemplo, al gobierno de un reino, o a la redacción de una carta; para ayudar a un amigo o para resolver un problema; para dar una conferencia y sostener una conversación, o para formar el plan del trabajo a realizar en un día, en una hora o en un momento. 
En algunas logias se observan ciertas ceremonias preliminares, como la de entrar en el templo en procesión y encender las luces. 
Estas ceremonias significan nuestro retiro de las demandas del mundo externo, la situación de cada facultad en su lugar adecuado y la entrada en una actitud o atmósfera espiritual, de la cual se ha excluido el aire vulgar de las ocupaciones mundanales. Ellas nos recuerdan el inagotable depósito de poder espiritual de que podemos educir si queremos Sabiduría infinita, Fuerza omnipotente y Belleza que resplandezca por el universo entero. 

Para poder hacer una presentación más completa de nuestra tesis, nos vemos obligados a recurrir a la ciencia psicológica de Oriente, porque ésta es la que analiza más completa y acabadamente al carácter psicológico del ser humano. Aunque la psicología de Occidente se va acercando rápidamente a la antigua y primorosa clasificación oriental, no está bastante definida para servir sin ayuda ajena a nuestro propósito. Por lo tanto, vamos a recurrir a los análisis buddhista e hinduísta, ya vulgarizados en Occidente, dando también los términos sánscritos en beneficio de los estudiantes habituados a su empleo. 

Podemos hacer la siguiente tabla de nuestras correspondencias: 

ELEMENTOS                                 PSICOLÓGICOS 
OFICIAL                                         Occidentales                                 Orientales 
V. M.                                                       Sabiduría                                         Buddhi        
P. V.                                                        Fuerza o Voluntad                          Atma 
S. V.                                                        Belleza o mente creadora               Manas (superior) 
P. D.                                                        Razón o inteligencia                       Manas (inferior) 
S. D.                                                        Deseo o sensación                          Kama 
G. T. (int.)                                               Vitalidad física o cerebro      Prana (Linga Sharira o Doble Etérico) 

G. T. (ext.)                                              Cuerpo físico                           Sthula Sharira 
I. P. M.                                                 Sabiduría madurada o Experiencia derivada de los actos pasados y convertida en naturaleza.          Karana Sharira (Cuerpo Causal) 


Obsérvese que la principal diferencia existente entre el I. P. M. y los demás oficiales de la Logia consiste en que el primero representa lo actualizado, realizado y completado, y los últimos, lo que existe potencialmente. El I. P. M. representa lo que el hombre ha hecho; los demás oficiales significan lo que él puede hacer. 

Pasemos ahora a examinar cada una de las respuestas y preguntas de la ceremonia de Apertura. 

Hemos visto ya que las palabras de apertura pronunciadas por el V. M. - "Hermanos, uníos a mí para abrir la Logia " - constituyen una invocación del Maestro de Sabiduría a todos los poderes y facultades que posee el hombre, para que le ayuden en la labor que va a realizar. Después, el Maestro se vuelve hacia la Mente creadora, proyectadora y concebidora de formas y líneas de conducta, y le pregunta cuál es su Primer Deber, a lo cual responde aquélla que consiste en asegurarse de que el Templo está a cubierto de profanos. 

El Maestro instruye a la Mente para que cumpla con su deber; la Mente transmite la orden al Cerebro, y este último, tras de cerciorarse de que el Cuerpo Físico se "encuentra en el lugar que le corresponde", manifiesta que el templo está a cubierto de profanos. 

Podrían escribirse muchos volúmenes acerca del trabajo de la portería de la Logia, que se describe como el primer y constante deber de toda Logia perteneciente a la Francmasonería. Uno de los aspectos de este trabajo consiste en el secreto, pero dejemos esto de lado por ahora, y limitémonos a la función del Guarda Templo externo como representante del Cuerpo Físico. 
Enumeremos para comenzar los factores externos de los deberes del Portero. Primero, permanece en la parte exterior de la puerta de la Logia; segundo, va armado con una e... d... ; tercero, ha de impedir la entrada de los intrusos y profanos, y cuarto, ha de cuidar de que los Candidatos entren convenientemente preparados. 

Representando el Portero al cuerpo físico, que es el elemento más exterior de la personalidad, no creemos que sea difícil comprender la razón de su permanencia fuera de la Logia, puesto que no se puede permitir que entre en el recinto del templo nada que pertenezca a la personalidad, ni a los apetitos y deseos del cuerpo. Se ha dicho acertadamente que, así como los vestidos exteriores y los sombreros han de quitarse y colgarse fuera de la Logia, así también debe cada hermano abandonar sus sentimientos e intereses personales a la puerta del Templo. 

Pero no nos hemos de satisfacer únicamente con excluir del Templo a las influencias Indeseables, ya que el Guarda Templo externo realiza una misión mucho más importante que ésta. Debemos tener presente siempre que el Portero o Guarda Templo externo es un Hermano Masón y un Oficial de la Logia. Aunque parece desterrado de sus hermanos que se encuentran en el interior del Templo, ninguna Logia está completa si carece de él; puesto que el primer deber constante de todo el Tall, es procurar que él se encuentre en su puesto. Sin él no puede abrirse la Logia, y, si él deja de cumplir con su deber, el trabajo de aquella pierde su efectividad. El Portero no debe abandonar ni un solo instante su puesto, y ha de estar siempre alerta y presto a la acción. 
Jamás ha de envainar su es..... Para manejar esta arma con eficacia ha de poseer cualidades genuinas: vigilancia, prontitud, fuerza, habilidad, decisión instantánea, valor e infatigabilidad. 
Creemos que la significación de todo esto es bien evidente en nuestro análisis psicológico. 

En todo trabajo que hayamos de emprender, nuestro deber primero ha de consistir en ver si poseemos las condiciones físicas que requiere la obra. Las buenas intenciones, los elevados propósitos y las nobles resoluciones no tienen utilidad alguna a menos que se posean los medios materiales para poder llevarlos a efecto. La piedra de toque de la vida se ha de aplicar siempre en el plano físico. La Masonería no consiste tan sólo en alta filosofía y exaltada ética, sino que, además, es esencialmente práctica. Los fundamentos espirituales del Amor fraternal, de la Caridad y de la Verdad, han de tener sus contrapartes físicas en el plano material. 

El cuidado del cuerpo físico aplicado al individuo constituye un aspecto importante de la labor del Guarda Templo externo. La deficiente salud del cuerpo no sólo puede ser un 
medio de que se abran paso en la Logia las influencias indeseables, sino además de que la obra de las demás facultades pierda su efectividad. La debilidad corporal, la dejadez, la pereza, la lentitud, la cobardía y la falta de destreza, pueden hacer ineficaz la vigilancia o disminuir la eficiencia de la obra. Bien dijo un gran Instructor oriental que "el primer paso que ha de darse en el camino que conduce al Nirvana es el de poseer una perfecta salud física." 
Así pues, el Portero, físicamente considerado, representa la actividad física, la cual depende en gran parte de la salud del cuerpo. 

Como el Portero, el cuerpo físico no debe entremeterse ni ser un obstáculo, y esta condición se cumple mejor cuando goza de perfecta salud. El cuerpo, fiel sirviente de su dueño -la Mente, - actúa tanto más perfectamente cuanto menos conciencia de su existencia tiene el hombre. 
Pero aún hemos de llevar la cosa más adelante y considerar que el Portero representa todos los aspectos físicos de nuestras empresas. En toda parte de obra el primer y constante cuidado ha de concentrarse en los materiales y aplicaciones físicos. El artesano precisa materiales para su comercio e instrumentos de trabajo, y no existe prueba mejor de que es un buen trabajador que la de que tenga en orden sus instrumentos, de los cuales el más importante es su propio cuerpo. 

Por lo tanto, todo verdadero masón ha de procurar que las herramientas, sistemas, proyectos y aparatos físicos de que se valga sean todo lo perfectos posible y estén bien cuidados. Y sólo cuando haya cumplido estos requisitos, es cuando estará en condiciones de emplear sus facultades provechosamente en la obra masónica que haya de realizar. 

Permítasenos que nos salgamos un poco del tema del Guarda Templo o Portero externo, 
para decir que el deber inmediato del V. M. es el de asegurarse que todos los hermanos que se hallan en el templo sean masones, cosa que se comprueba inmediatamente. La aplicación psicológica de esto es evidente. Es necesario que en los comienzos de toda empresa probemos y nos percatemos de cuales son nuestros sentimientos, motivos y pensamientos, con objeto de ver si son dignos de quien es masón, si obedecen a la recta ley de la escuadra y si son puros e inmaculados como el distintivo de los francmasones. 

Después, el V. M. pregunta cuáles son los tres Oficiales principales, como si llamara a la existencia a sus fuerzas, y le responden que son: la Voluntad, que procura la fuerza impulsiva: la Mente, que concibe planes de acción, y la Sabiduría, que guía. Estos tres ocupan sillones de presidencia, y representan los principios estáticos del hombre, manantiales del poder, y no los vehículos que transforman la energía en acción. Para este último propósito, cada uno de ellos tiene su Oficial auxiliar, que es móvil y dinámico, tiene libertad para moverse por el piso de la Logia y obedece a los mandatos de las Presidencias. La Sabiduría dirige a la Razón (P. D.); la Voluntad energiza al Deseo (S. D.), y la Mente estimula al Cerebro (G. T. interno) a la acción. 

Volviendo de nuevo a tratar del Portero y, habiendo ya hablado de la primera parte de su deber, quizás nos sea provechoso examinar la función que cumple cuando cuida de que "los Candidatos estén convenientemente preparados". Al mismo tiempo que el Portero o cuerpo físico mantiene alejados a los intrusos, ha de conservar alerta las avenidas del sentido, de tal forma que las nuevas impresiones y el nuevo conocimiento o experiencia entren, cuando estén “convenientemente preparadas”. 

En relación con esto es interesante saber que podemos aplicar cada uno de los detalles de la preparación del Candidato a la manera como deberíamos recibir los nuevos factores y consideraciones, después de un detenido examen y de ponerlos a prueba, y aplicarlos al trabajo masónico. 

Por lo tanto, debemos despojarlos de toda idea de lucro personal: debemos cegarlos, para que en vez de que ellos nos dirijan y tuerzan, seamos nosotros quienes lo hagamos. Una vez que hayamos separado todas las trabas y obstáculos, debemos prepararnos para aplicarlos potentemente a la acción. Con el corazón puro, hemos de aprestarnos a aplicarlos al servicio de quienes tengan necesidad de simpatía o de ayuda, aun a riesgo de que nuestros esfuerzos encuentren como respuesta la ingratitud, la hostilidad o la incomprensión. Debemos de tener ansias de ofrecer todo cuanto poseamos, doblando las rodillas para reverenciar o para hacer humildes servicios, y manteniéndonos en contacto en todo tiempo con la madre tierra, duro lecho rocoso del hecho práctico: debemos aprestarnos a aplicar todos nuestros poderes, al objeto que tengamos a la vista, desafiando a todos los peligros hasta la muerte. 

El paso siguiente dado en la ceremonia de Apertura en relación con el G. T. interno consiste en describir la función del Cerebro que es la vida del cuerpo, es decir, en admitir principios conocidos a los que se puede dispensar del retejo, así como en dar la bienvenida, con las debidas precauciones, a nuevas ideas y flamantes conocimientos. El G. T. interno o cerebro viene a ser el sirviente de la Mente (S. V.) según dice el ritual: lección bastante fácil de comprender, aunque no siempre se pueda aplicar con facilidad. No todos los masones pueden convertir a su cerebro en siervo obediente de la mente, porque, a veces, aquel se rebela contra ésta arrastrándola consigo. Obsérvese de pasada que, según el sistema oriental, la Mente Superior gobierna el flujo de Prana o Vitalidad, con lo que se quiere dar a entender que la dirección de la salud corporal radica en la Mente, como muchas escuelas de pensamiento proclaman actualmente, quizás errando en algo. 
Los deberes del P. D. y del S. D., que se describen en sus respuestas un poco desconcertantes, y que, dicho sea de paso, no parece que se cumplan en las ceremonias actuales, tienen un alto interés psicológico. Creemos conveniente estudiarlas juntas. 
El P. D., que representa el intelecto activo y razonador, la conciencia normal en estado de vigilia, ha de llevar los mensajes y mandatos de la Sabiduría a la Voluntad. Esta última representada por el P. V., quien procura la fuerza impulsora para la realización de la obra, energiza a su sirviente o mensajero, el S. D. o Deseo, quien a su vez transmite la orden al S. V., la Mente Creadora, que es quien concibe los planes de realización de la empresa. 

La manifestación de que S. D. ha de ver si se "han cumplido las órdenes puntualmente", se refiere al hecho de que el Deseo es insistente y se mantiene activo - podríamos decir casi agresivo - hasta que la Mente ha aceptado la orden y formulado algún plan para ejecutarlo. 
Similarmente, la Mente Inferior, la Razón, representada por el P. D., "espera que vuelva 
el S. D." ; es decir, que la conciencia normal vigílica permanece en estado de espera, a la expectativa, hasta que el Deseo se satisface y cesa en su actividad, al haber logrado su propósito. 
Una vez definido de esta forma los factores inferiores, dinámicos o activos, se verifica un notable cambio en la fraseología, pues el V. M. se dirige a los elementos estáticos y superiores, representados por los vigilantes, y les pide una explicación razonada. 

En el Ritual se describe el lugar que ocupa el S. V. o Mente creadora diciendo que señala al Sol en su meridiano, o sea el punto más elevado que este astro ocupa en el cielo. Esto parece indicar que el nivel superior de conciencia a que puede llegar el hombre en el Primer Grado, es el de la Mente Superior. Más aún, la inteligencia suprema ha de dirigir al hombre, como al sol al día; y así como los movimientos de este astro sirven para llamar a los hombres del trabajo al descanso y viceversa, del mismo modo la inteligencia suprema determina el momento en que han de actuar los hombres y cuando deben abandonar la acción, cuando han de trabajar y cuando pueden jugar. Sólo cuando la Inteligencia y no el Deseo o Voluntad - dirige y gobierna es cuando se saca provecho y placer, es decir, es cuando el hombre puede ser a un mismo tiempo eficiente y feliz. 
Y pasando a tratar del P. V. -la Voluntad- que representa el término del día, el sol poniente, sépase que cuando el Maestro - o la Sabiduría, el Ego reinante de la conciencia íntegra - ordena, la Voluntad extrae de la Logia la fuerza motriz y de esta forma da fin a la empresa. Pero esto no se realiza sino cuando cada Hermano "ha cumplido con su deber"; o sea después de haber ejercitado plenamente todas las facultades y poderes, y de haber hecho todo lo posible. 
Y, por último, el Ritual dice que el Maestro o Sabiduría, representa al sol naciente, al manantial de la luz, al origen de la conciencia. 

En cada uno de nosotros existe un Maestro, aunque no tengamos conciencia de ello; Maestro, que es el Ego de la conciencia, el Gobernador y el verdadero manadero de nuestra vida y de nuestras acciones. Este Ego supremo es quien abre la Logia y quien nos pone a trabajar, "empleando e instruyendo a los Hermanos en Francmasonería"; es decir, dirigiendo y empleando nuestras facultades en el Oficio de la vida. 
El Maestro o la Sabiduría ha llamado ya a la existencia a todas sus facultades subordinadas y ha definido la tarea que a cada una de ellas corresponde; pero, antes de dar comienzo a los trabajos, la conciencia se dirige al Supremo Arquitecto, para reconocer que únicamente de Él es de donde procede toda la Sabiduría, toda la Fuerza y toda la Belleza. 

Y por eso recita una plegaria, por la que pide que la obra empezada con método y orden, se encamine armoniosamente hacia su pacífica conclusión. En la conocidísima fórmula, "todas las facultades apoyan a esta plegaria, y determinan que así sea". 
El Maestro declara abierta ahora la Logia en nombre del G. A. D. U., dando a entender con ello que todas sus facultades y poderes están alerta y prestas a la acción, presteza que se indica por medio del s.... que hacen todos los hermanos en este momento. 
El descenso del I. P. M. , la apertura de la Biblia y la posición especial de la E. y del C, significan que todo 'el pasado conocimiento y toda la experiencia se han aportado al campo de la acción, para su futuro empleo; que la acumulada sabiduría de los siglos tal como se encuentra escrita en la Biblia está depositada en la Logia por si es necesario, y que los eternos símbolos de la escuadra y del círculo se encuentran ante nuestros ojos para regular nuestras acciones y mantenernos dentro de los debidos límites con todos los hombres. También se nos recuerda que todo cuanto somos y conocemos procede únicamente de Dios, único origen de la luz y de la vida, y que toda acción no es sino manifestación del verbo de Dios. 

Esta es una interpretación sencilla y elemental de la Apertura de la Logia de los Francmasones en el Primer Grado, la que se verifica de forma tal que su majestad, su dignidad, su invocación a lo supremo y mejor que hay en nosotros, y su estímulo para que tratemos de divisar tras el extremo velo de las palabras y de las formas ese secreto, ese interno mundo de causas, del cual no son sino transitorios y fugaces efectos todos estos elementos de nuestra vida externa, no se pierden ni desmerecen a pesar de que la ceremonia se repite continuamente. 
En conclusión, resumamos brevemente la apertura en términos de la presente interpretación psicológica. 

Antes de emprender una obra, sea cual fuere su magnitud, el masón concentra sus fuerzas, y se coloca en la debida actitud y ambiente, recordando la infinita Belleza, Fuerza y Sabiduría, de donde puede extraer, si quiere, los materiales que necesite para integrarse a sí mismo. 
Luego, perfecciona en lo posible todas las condiciones físicas necesarias a la empresa; y examina y prueba sus motivos para ver si son puros e inmaculados. Al eliminar cuidadosamente todas las influencias indeseables e indígenas, abre las puertas de su naturaleza para dar entrada tras de detenido examen a todos los materiales o conocimientos nuevos que le puedan servir para realizar la obra. 

El Ego supremo emite su mandato, el que por medio de la conciencia normal vigílica se transmite a la Voluntad, la cual le da su ímpetu a su vez, con lo que se convierte en urgente Deseo: a continuación la Mente imaginativa concibe un plan de belleza, que traslada al Cerebro y al Cuerpo para que lo lleven a cabo. 

De manera que todos estos actos son dirigidos por la Voluntad, y derivan su ímpetu de ella; pero emanan del Ego Supremo o Sabiduría. Sin embargo, el masón debe tener presente siempre que todo cuanto él es procede únicamente de Dios, su Señor, porque como las Escrituras cristianas citadas en el Ritual dicen con palabras que no se pueden parafrasear apenas sin destruir su belleza, en Dios radica la única inspiración: "Suyas son la primera y la última palabra, y el principio y el fin de toda acción es con Dios, es la acción del mismo Dios." 


LA MAGIA DE LA FRANCMASONERÍA ARTHUR POWELL 1924 Parte 1



CAPÍTULO PRIMERO 
LA LLAMADA DE LA MASONERÍA 

Todo el que sienta los ideales de la Francmasonería se debe haber preguntado alguna vez por qué esta Orden le atrae, y qué es lo que en ella le retiene. En realidad somos muchos los que nos hacemos esta pregunta continuamente, y formulamos respuestas que no afectan más que a los bordes del problema, porque siempre hay un elemento que se nos escapa: algo intangible e indefinido que no podemos localizar, definir o analizar a pesar de que es absolutamente real de que está definido de un modo perfecto y de que existe sin duda alguna algo que ejerce inconfundible seducción; algo que, al mismo tiempo que aplaca el hambre interior, la aumenta en grado extraordinario; algo misterioso, seductor y estimulante; algo que nos arrastra perpetuamente adelante, como finito impulso hacia un infinito objetivo. 

Más notable todavía es que nos percatemos de ello mucho tiempo antes de que sepamos lo que es en realidad la Francmasonería (la cual, no obstante, sentimos en el fondo de nuestro corazón). Pues aunque la mayoría de los candidatos a la Masonería tengan una idea vaga y general de que ésta es digna de respeto y crean que es una venerable institución que inculca elevados ideales relativos a la vida no les es dable saber mucho más acerca de esta asociación. Poco o nada puede saber el profano de sus ceremonias, aunque sepa que éstas existen. No obstante, la absoluta ignorancia de las enseñanzas y métodos de la Francmasonería no es obstáculo para que los hombres se sumen a su Fraternidad. Tampoco explica el problema la cínica afirmación de que la atracción que los hombres sienten por la Orden se debe a mera curiosidad, pues casi todos los masones saben por propia experiencia que esto no es cierto. 

En todas las demás cosas solemos mirar antes de dar un salto y procuramos informarnos antes de dar un paso definido o de lanzarnos a alguna empresa. La más elemental prudencia nos aconseja que averigüemos en qué consiste la institución a que deseamos adherirnos, o el plan que hemos de seguir. No obstante, poco a nada podemos saber de antemano acerca de la Francmasonería, pues hasta los mismos masones serían las últimas personas del mundo en revelarnos algo referente a ellos o a su institución. A pesar de todo esto entramos en su Fraternidad convencidos plenamente de que no vamos por mal camino, y nos zambullimos en las tinieblas sin sentir escrúpulos ni cortedad, respondiendo a una llamada interior que no sabemos explicar ni comprender . 

Aún más: sabido es que ningún hombre sensato es capaz de opinar sobre los asuntos corrientes de la vida antes de haber hecho un examen detenido. Pues bien, cuando se trata de Francmasonería ocurre lo contrario, porque todos solemos tener una idea favorable y preconcebida de nuestra Orden, que es la que nos induce a sumarnos a ella. Así que la Francmasonería tiene un sello característico que la diferencia de todas las demás cosas del mundo, aun antes de que dé comienzo nuestra vida masónica. 
Sin embargo, antes de que sondeemos profundamente en este factor misterioso e intangible que constituye el corazón y la entraña de la atracción que nos impulsa hacia la Masonería, es conveniente ,que pasemos revista a unos cuantos de los demás aspectos de esta atracción, cuyo aislamiento y examen no es difícil de hacer . 

El ritual sencillo, dignificado y bello ha desaparecido casi por completo del mundo moderno. Es cierto que la Iglesia Católica y la alta Iglesia Anglicana conservan todavía 
gran parte de ritual, el cual se ha limitado mucho en la gran parte de la Iglesia establecida y apenas subsiste en las capillas no-conformistas. En la vida cívica subsisten aún algunas ceremonias, como las de apertura del Parlamento, coronaciones, jubileos, funciones de lores mayores, inauguración de estatuas y algunas otras, pero estos acontecimientos son relativamente escasos y, además, nada hay en su naturaleza que forme parte de la vida regular del ciudadano corriente. En efecto, durante muchas generaciones la creciente influencia del materialismo ha procurado eliminar de nuestra vida las ceremonias como si se tratara de una superstición. 

No cabe duda de que esta tendencia es sana y buena en cuanto hace que los hombres dejen de tomar parte en ceremonias ritualísticas que, no teniendo sino aparato externo, no se basan en ninguna realidad interna, ni se fundamentan en lo que en tiempos primitivos recibía el nombre de magia y se consideraba como llamada para que actuaran las fuerzas más ocultas e internas de la naturaleza y los seres pertenecientes a un mundo distinto del nuestro. 
Sin embargo, es indudable que casi todo el mundo abriga un secreto amor por las ceremonias o el ritual. Prueba de ello es la adhesión del pueblo a ciertas instituciones como por ejemplo, la extravagante y abigarrada guardia de corps, las procesiones del Lord Mayor, las pelucas de los jueces y cosas por el estilo. El entusiasmo por las exhibiciones históricas, así como los caprichosos vestidos que idean las madres para sus hijos y la perenne fantasía de los trajes de los jóvenes y los ancianos, son otros tantos ejemplos de este incontenible amor por las ceremonias. 

Este es, indudablemente. uno de los principales atractivos que tiene la Masonería para la mayoría de sus iniciados. Hay en la vida moderna tanto bullicio, tanta precipitación, tanta barahunda, tanta indecencia, tanta actividad, tanta insistencia en los derechos propios, tan poca consideración por los sentimientos ajenos y tan poca dignidad o cortesía que brote espontáneamente de bondadosos corazones, que nos causa extraordinario placer el hecho de entrar en la atmósfera tan opuesta de las logias en donde reinan la dignidad y el orden, en vez de la indigna inquietud a que estamos acostumbrados en el mundo externo. 

Maravilloso tónico para los nervios fatigados por la tensión de la vida ordinaria es la entrada en el recinto de una Logia masónica, en donde todo es quietud, orden y paz; en donde cada cargo del taller y cada hermano tiene su lugar fijo y su deber prescrito: en donde nadie usurpa las funciones ajenas; en donde, una vez que se ha elegido o determinado la forma del drama, todos cooperan armónicamente y de buen grado para llevar a cabo las ceremonias de forma tal que se cree el ambiente que algún día ha de caracterizar hasta al mismo mundo externo, cuando cesen de disputarse los hombres, aprendan la lección de la fraternidad fiel y cooperen con la suprema Voluntad de la evolución a fin de ordenar todas las cosas, bella, fuerte y sabiamente. 

También es agradable el goce estético que produce el tomar parte en una ceremonia bien dirigida en que, no sólo hayan estudiado intensamente todos los hermanos los actos y palabras que les correspondan, sino que, además, comprendan su significación y pongan lo mejor de su alma ¡en todo cuanto hagan o digan. La disposición misma de la Logia, la ordenada y digna colocación de las Columnas, los Oficiales con sus Insignias especiales que tachonan la asamblea con pinceladas de colores agradables, la situación de las Luces y todas las demás cosas adjuntas con que estamos familiarizados, contribuyen a formar un tout ensemble que conforta a la vista, agrada a los sentidos, place a la mente, satisface a la naturaleza religiosa y al par que contrasta con la mayor parte de nuestra vida diaria, es una esperanza para el porvenir del mundo. 

Otro elemento de gran belleza que conmueve a todo el que siente la poesía y la música es el exquisito ritmo y eufonía de nuestro antiguo ritual, cuyas palabras y frases no tienen igual en la literatura inglesa si se exceptúan la Biblia y las obras de Shakespeare. El antiguo dicho inglés de que "una cosa bella proporciona goce eterno" puede aplicarse a las sencillas y profundas palabras de nuestro ritual, porque se da el caso de que, a pesar de ser oídas continuamente todos los años en las diferentes ceremonias, nunca pierden su atractivo ni cansan ni envejecen; antes bien, su belleza, su majestad y su significación aumentan a medida que nos familiarizamos con con ellas, lo cual es una verdadera prueba de suprema literatura, de satisfacción ética y de religioso significado. 
¡Cuán admirable es la tradición de que las palabras de nuestro ritual han de repetirse sin añadir, omitir ni alterar nada, porque la mayoría de las sentencias se han redactado en forma tan perfecta, que cualquier variación rompería su sonoridad o malearía su significación! 

La hermosura del lenguaje contribuye tanto como los demás factores a que las palabras del ritual nos produzca intensa impresión. Estas amplias y profundas enseñanzas no deben su poder a sutilezas metafísicas, ni a análisis filosóficos ni a su novedad intrínseca, sino, más bien, a su sencillez, concisión y universalidad. Propiedad común de todos los sistemas religiosos conocidos es la identidad de los preceptos éticos; no obstante, el método de presentación de las antiguas verdades de moral y de amor fraternal, así como la franqueza, la restricción, la grandeza y verdadera sinceridad del ritual masónico con su trascendental significado hacen que estas enseñanzas nos parezcan siempre nuevas, vívidas, inspiradoras y prácticas. 

Muchos intelectos modernos, a quienes vienen cortas las estrechas y anticientíficas ideas de ciertas ortodoxias religiosas, aceptan con verdadera complacencia la carencia absoluta de dogmas teológicos y de otros géneros de que se jacta la Masonería. Gran parte de los pensadores de mediana cultura reconocen la fraternidad, aceptan una ley ética y un código moral basados en la fraternidad; pero no derivan ésta de preceptos religiosos externos, sino de los dictados de sus corazones y de la innata benevolencia que sienten hacia sus camaradas. 

La Francmasonería expone estas enseñanzas con tanta universalidad y catolicidad que los hombres pertenecientes a cualquiera de los credos así como los que no acepten ninguno, pueden subscribirlas sin escrúpulos, reconociéndolas como norma de verdad que ellos conocen por experiencia interna, sin necesitar el apoyo de muletas teológicas. 

Además, ya no es posible negar el hecho de que en los tiempos modernos existe mucha gente que no profesa una fórmula definida de creencia religiosa, quizás porque está convencida de que no puede subscribir honradamente los credos que satisfacían a los hombres del pasado. La necesidad de expresión de fe religiosa que esta gente experimenta sin poderlo evitar y que todos sentimos prácticamente, puede satisfacerse en gran parte con la sinceridad sencilla de la ética masónica y su declaración de fraternal benevolencia. 

El conjunto de esta ética, verdadero corazón y nervio de la Francmasonería, lo constituye la palabra Fraternidad, palabra sin par en todos los idiomas. Si el masón la acepta sin evasivas, equívocos ni reservas mentales de ningún género, llegará a lograr el pleno desarrollo masónico; pero si la rechaza, no tendrá derecho a penetrar en el sagrado recinto del Templo, aunque ostente el más elevado de los grados. 

La Fraternidad es para el masón lo que la luz del sol para los seres vivos: y, así como la luz puede dividirse en infinitos matices y colores y su poder puede transmutar se en incontables fuerzas y manifestaciones de vida, así el espíritu de Fraternidad que resplandece en los corazones de los hombres puede iluminar sus naturalezas e inspirar sus acciones de modos tan infinitos como las arenas del mar y tan diversos, como las flores del campo. El espíritu fraternal es tan penetrante como el éter existente en todas las formas de la materia, porque se infunde en la vida toda del francmasón, iluminándola con su sabiduría, sustentándola con su fuerza omnipotente y haciendo que su belleza irradie hasta los confines más lejanos de la tierra. 
Los hombres se ven obligados a menudo a obrar bajo normas éticas de nivel inferior a que desearan debido a numerosas razones. Los motivos a que se debe este estado de cosas son sutiles y complejos. Así, por ejemplo, muchos temen que su bondad se tome por debilidad o su generosidad por sentimentalismo. 

Otros tienen miedo de que la gente crea que son capaces de ser más virtuosos que sus camaradas y, violentando sus ideas y emociones, no despliegan la virtud que sienten latir en su corazón. Muchas veces los hombres no se atreven a llevar a cabo un acto virtuoso en público, pero experimentarían gran alegría si pudieran realizarlo sin que nadie se enterase. 

La Francmasonería proporciona a los hombres de este género - de los cuales hay muchos en el mundo - un medio de expresión seguro y secreto. El que la logia esté a cubierto de profanos -lo cual constituye el deber primerísimo y constante de todo francmasón - da una sensación de seguridad y de reserva, que impide que puedan penetrar las miradas del mundo externo, y proporciona al masón la oportunidad de "soltar" las riendas que le coartan y de ser su yo real, ese Yo Superior que teme mostrarse libre y francamente en todas partes, menos en los sagrados recintos del Templo, en donde los hombres confían en él y le llaman Hermano. Porque el nombre de Hermano es altamente mágico. 

Así como "todo lo del mundo es un escenario y todos los hombres son comediantes", así 
el masón tiene un papel que representar en su Logia en la que puede quitarse la falsa careta que ha de llevar por fuerza en el mundo y ponerse la máscara mucho más noble de masón. Y de esta manera, al par que se regocija de que la guisa de masón le permita hablar y obrar como muchas veces hubiera deseado hacer en el mundo si se hubiera atrevido, encuentra en su Logia tal oportunidad para manifestar cual es la verdadera naturaleza de su ser, que rarísimas veces podría hallarla en otra parte. De manera que el elemento de ficción asociado a algo de carácter dramático hace posible que el hombre real sea por unos momentos aquello que pretende ser. 

Deben haber muchos masones que anhelen la llegada de un día en que sea posible sentir 
y obrar en el mundo externo del mismo modo que lo hacen en la Logia y en que las normas de ésta sean las del mundo. La bondad, la tolerancia, la benevolencia y la amistad mutuas, la cortesía y la ayuda, la camaradería y la fidelidad son los verdaderos elementos de nuestra obra en la Logia, son los fundamentos del Templo que, cimentado en la virtud, ha de ser erigido por la ciencia con mayor sabiduría cada vez. Pero estas cosas no pueden existir más que parcialmente en el mundo porque el corazón de los hombres es todavía duro y la ignorancia les ciega. Por esos hemos de cerrar a la fuerza nuestras Logias, para evitar que sus sagradas cosas sean mancilladas y que sea manchada la alfombra del templo. 

El ideal de la Masonería constituye un factor inmenso en la vida de todo verdadero masón, porque arraiga más profundamente que cualquier esprit de corps y es el espíritu mismísimo de la vida. Para el masón la Orden es una Divinidad que no ha de ser mancillada jamás ni con la más leve mancha, es una estrella eterna, un inmóvil sol de los cielos, un centro del que no puede apartarse a menos de ser falso consigo mismo. 

¡Cuánta poesía encierra el nombre de la Orden! Los hombres han sentido a través de todas las épocas su ideología: en todos los países del mundo han hecho ceremonias semejantes a las que nosotros hacemos ahora y a las que los hijos de nuestros hijos enseñarán a sus vástagos. La celebración de los ritos masónicos se remonta a la noche de los tiempos prehistóricos. Las ceremonias de que las nuestras se derivan han sido celebradas por hombres de todas las razas en centenares de idiomas y dialectos en climas escalonados desde el tórrido ecuador hasta los polos helados, en la ciudad y en el bosque, en fértiles llanuras y áridos desiertos y sobre las montañas más altas y las cañadas más hondas. La Francmasonería ha existido doquiera han vivido los hombres y sus eternas tradiciones y landmarks se han transmitido de generación en generación, enlazando el pasado, con el presente y con el porvenir en una humana solidaridad, y ligando a todo en indisoluble unidad con el G. A. quien desde el centro trazó las líneas en que hemos de construir su Sagrado Templo y ordenó a sus fieles obreros que trabajaran en él para completar la obra de sus divinas manos. 

La poesía de la Francmasonería sobrepuja a todas las otras poesías; porque éstas son temporales y fugaces, mientras que aquélla no tiene en cuenta el transcurrir del tiempo, ni las mutaciones modifican para nada sus antiguos e inmutables fundamentos (landmarks). 
¿Qué misterio encierra esto? ¿Qué misterios se ocultan tras de estas sencillas y profundas ceremonias? ¿Puede alguien responder satisfactoriamente a esta pregunta? ¿Será capaz algún hombre de dar una respuesta satisfactoria antes de llegar a ser más que hombre y de leer estos verdaderos s... de los que únicamente oímos en nuestras logias los secretos reemplazantes? 

Así retornamos como siempre a ese misterioso e intangible elemento que nos agarra con 
garra más poderosa que la del león; a ese elemento que constituye la verdadera razón de 
que los hombres se hagan francmasones y de que "una vez que uno se hace francmasón lo sea para siempre". Cada secreto comunicado es el preludio de ulteriores secretos: cada nuevo toque no es en realidad sino una llave de paso que nos abre la puerta de regiones cada vez más próximas al oculto corazón de lo que sustenta el esoterismo de la Francmasonería. 

Todos los diversos elementos de que hemos hablado en particular diciendo que hacen llamamientos aislados al masón, no son más que los instrumentos individuales que forman una orquesta: considerada en sí la gran sinfonía es más sublime que todas las partes a pesar de que la combinada armonía de éstas es la que la hace audible. Ella nos murmura cosas que no pueden expresar ninguno de los instrumentos del mundo, a no ser en fragmentos, en sucesiones .de notas y cuerdas, que interpreten en la tierra sometida a las leyes del tiempo y del espacio las melodías del cielo, las cuales sólo los celestes oídos pueden escuchar en toda su integridad. 

Antes de que hacernos francmasones debemos sentir un débil rumor que, filtrándose a través de los espesos muros de la cerrada Logia, despierte esos tenues estremecimientos melódicos en nuestros corazones. Esto es lo que aviva en nosotros ese secreto estímulo que nos arrastra hacia la escuadra, en donde nuestro primer paso se da en ignorancia, si bien teniendo la certeza interna de que la luz ha de llegar con toda seguridad. En cuanto hemos dado nuestros primeros pasos secretos descubrimos muchos elementos agradables en el Ritual Masónico que nos producen extraño asombro y tanta satisfacción que jamás nos arrepentimos de haber puesto proa hacia la aventura. Las magníficas frases antiguas, la dignidad y armonía de los movimientos, del color y de la eufonía, complacen a los sentidos y a las almas de los hombres fatigados por la tensión y por la distracción de las cosas mundanales. La amplia y sencilla filosofía de la vida, la simple declaración de fraternidad, la ética de fidelidad y amistad, la verdad sin dogma, la religión sin secta, la reverencia sin sacrificio de la dignidad, el amor sin sentimentalidad: todos estos son importantes elementos que contribuyen a despertar la Masonería en el corazón del Masón. Y el gozo de vivir en un ambiente de fraternidad. la oportunidad de quitarse la armadura que por necesidad ha de vestirse el hombre en los campos de lucha del mundo exterior a la Logia, el libre intercambio de sentimientos fraternales, sin temor a malas inteligencias y a repulsas, constituyen también valiosos elementos de la llamada de la Masonería. 

Algunos de los factores que unen al masón con la Orden por medio de lazos que nada puede romper ni aflojar son los siguientes: un cambio de máscara, un nuevo papel que aprender, un pretexto que es nuestro secreto ideal, un conocimiento anticipado del futuro a que tenemos la certeza de llegar algún día, un homenaje glorioso a una sublime Deidad, una sumersión en la más grandiosa ensoñación que el mundo ha conocido, un lazo secreto que nos une con todas las clases de hombres que ha producido la tierra, y una tradición más antigua y venerable que todas las habidas y por haber . 

Pero ¿qué es la llamada en sí? Todas estas cosas no son sino nombres y accesorios: ¿Cuál es la substancia de que todas ellas son sombra? 
¿Qué cosa hay en la selva virgen que llama a los seres salvajes? ¿Qué son esas secretas y sagradas cosas que murmuran las montañas al oído del hombre de las cumbres de forma tan silenciosa ya la par tan sonora que apaga el estrépito de los demás cánticos de la tierra: esas cosas que susurra el mar al marino; el desierto, al árabe; el hielo, al explorador de los polos; las estrellas, al astrónomo, la sana filosofía al observador y los materiales del oficio al artesano? 

En el hombre existe algo que es más que el hombre a lo cual llama la Francmasonería. 

Esta llamada recurre a lo más santo y grande que en él existe, a lo que él sólo podrá conocer cuando se convierta en el Maestro de la Logia de su propia naturaleza, cuando llegue a ser él mismo. Así como el golpe de mallete que da el M... repercute en todo el T... hallando eco en el occidente, el sur y el noroeste, y traspasando hasta los mismos muros de la Logia para llegar al mundo externo, así también la Francmasonería lanza una llamada en los más recónditos santuarios del sacratísimo ser humano; una llamada que ha de ser respondida, que no admite rechazo, que le ordena que se vuelva para afrontar la luz. y así como todos los hermanos responden a la orden del Maestro por el s. . . así responde el hombre a la llamada de la Francmasonería, aunque no conozca en qué consiste ésta, y responde con su vida. Él no puede hacer otra cosa que obedecer; abandonar la empresa es morir; él debe responder y proseguir la eterna búsqueda de la palabra perdida, que no es ninguna palabra, pero que está oculta en el c... 

De manera que la llamada de la Francmasonería es compleja y múltiple, al mismo tiempo que sencilla y única. En la Francmasonería existen muchas cosas que han de calmar los anhelos de los corazones humanos, y, sin embargo, la Francmasonería en sí, es decir, en su espléndida perfección, es una cosa que no puede colmarnos nunca, hasta que el hombre deje de ser hombre, para convertirse en ser divino, lo cual ha de ocurrir seguramente en la consumación de los tiempos. La Francmasonería es virtud y ciencia, ética y filosofía, religión y fraternidad; pero ninguna de estas cosas por sí solas son ella. No hay multitud de células que pueda hacer un organismo vivo, ni galaxia de estrellas que pueda formar un cosmos, ni rayos de luz que puedan hacer un sol. Del mismo modo, ninguna agrupación de elementos de belleza o de fraternidad puede hacer a la Francmasonería, ésta crea todas estas cosas, da ser a muchos puntos de perfección; mas continúa siendo un misterio que puede describirse perpetuamente, pero jamás explicarse.
A esto se debe que la llamada de la Francmasonería sea lo que es, y que nosotros la amemos, porque el hombre es también un ser que puede describirse perpetuamente, pero jamás explicarse. De modo que en la Francmasonería el hombre se busca a sí mismo, y, a lo largo de sus misterios y ceremonias " Júpiter hace señas a Júpiter" .