sexta-feira, 5 de maio de 2023

Astrología en la Literatura Española

 


A finales del primer cuarto del siglo XVIII, en pleno “Siglo de la Razón”, asistimos en España a un vivo debate sobre la astrología, en particular la judiciaria, y la literatura de los almanaques, un tipo de subliteratura, muy popular, donde entre otros contenidos se incluían pronósticos astrológicos.


Los contendientes fueron, en defensa de la astrología, Diego de Torres Villarroel, reputado astrólogo y autor de almanaques, quien defendió su práctica, con más o menos vehemencia en diversos lugares de su obra, en particular en Entierro del Juicio Final, y vivificación de la Astrología. En la parte contraria tenemos al médico Martín Martínez, autor de un Juicio Final de la Astrología, que fue el que más directamente recibió los embates dialécticos de Villarroel, pero sobre todo el padre Benito Jerónimo Feijoo, quien, en su Teatro Crítico Universal, elaboró un completo argumentario contra la astrología judiciaria y los almanaques teniendo in mente la figura de Torres Villarroel, aunque sin citarla expresamente.


La astrología en el siglo XVIII


El contexto histórico en que tuvo lugar el debate, el siglo XVIII, no fue precisamente favorable a la práctica astrológica. Así, Jim Tester habla de la “segunda muerte de la astrología”, al referirse a la astrología de los períodos renacentista y de la Ilustración, si bien, como el propio Tester reconoce, la muerte real se habría producido en el siglo XVIII, cuando la pseudociencia se vio privada de su prestigio y rigor académicos. El resultado fue que “la astronomía se separó por fin de la astrología” y “la astrología como tal desapareció”.


El punto de vista de Tester, que debe ser matizado, es el que ha predominado hasta hace bien poco. Por su parte, Nicholas Campion, después de reconocer que la práctica de elaborar horóscopos entró en un rápido declive entre 1650 y 1700, de manera que casi se extinguió, siguiendo a Patrick Curry, quien defiende que, igual que existía una clase alta, media y baja, había una astrología “alta”, “media” y “baja”3, sostiene que la rama de la astrología que más sufrió el descrédito, motivado en gran medida por las consecuencias de la revolución astronómica de los dos siglos precedentes, fue la “alta” astrología, que llevó también casi a la desaparición de la astrología “media”, mientras que la “baja” se mantuvo aparentemente imperturbable, ajena a los cambios producidos entre los filósofos y las élites educadas.


3 SEGÚN CAMPION, SIGUIENDO A CURRY, A LA ASTROLOGÍA “ALTA” PERTENECERÍAN LOS FILÓSOFOS Y PENSADORES E INCLUIRÍA A FIGURAS COMO KEPLER O FRANCIS BACON; DE LA “MEDIA” FORMARÍAN PARTE LOS ASTRÓLOGOS PROFESIONALES ENCARGADOS DE LA ELABORACIÓN DE HORÓSCOPOS, MIENTRAS QUE LA “BAJA” ASTROLOGÍA ENCONTRARÍA SU VÍA DE EXPRESIÓN EN LOS ALMANAQUES Y LAS CREENCIAS POPULARES.

Que la astrología se encontraba entonces desprestigiada lo demuestra una bien conocida cita de un filósofo de la talla de Voltaire (1694-1778): “La superstition est à la religión ce que l’Astrologie est à la Astronomie, la fille très folle d’une mère très sage”, donde se observa cómo en la mente de la élite intelectual el prestigio corresponde a la ciencia de los astros, mientras que la astrología se asocia con la locura, el desvarío y la superstición.


Además, en otra de sus obras, el autor francés afirma que los errores que cometen los astrólogos se deben a que no han sabido adaptar su arte a los câmbios observados en la bóveda celeste, como lo demuestra el fenómeno de la precesión de los equinoccios; y achaca su desprestigio al gran número de pronósticos falsos, a pesar de lo cual los hombres han seguido siendo crédulos mucho tiempo hasta desengañarse finalmente sobre la verdadera naturaleza de este arte.


Por su parte, Diderot y D’Alembert, después de distinguir entre la “astrología natural” y la judiciaria, admiten sin reparos la primera ―pues se ocupa del pronóstico del tiempo atmosférico a partir de los astros, además de los terremotos―, mientras que definen la segunda, como “l’art prétendu d’annoncer les événemens moraux avant qu’ils arrivent”, entendiendo por “acontecimientos morales” los relacionados con la voluntad del hombre. Añaden que en la época la principal ocupación de los astrólogos era la confección de almanaques y calendarios, y reconocen que, a pesar de haber sido combatida con dureza, no ha desaparecido del todo, si bien sus seguidores principales son el “bas peuple”, lector ávido de los almanaques.


De todo lo dicho queda claro que durante el siglo XVIII fue la astrología judiciaria la que sufrió el desprestigio, y consiguiente declive, fruto de los ataques y la censura de los intelectuales, porque sus predicciones afectaban a la voluntad y libre albedrío y, añadiríamos nosotros, carecían de cualquier base racional, mientras que la “natural” se conservó indemne. Sin embargo, eso no significó que desapareciera el arte astrológico, pues siguió vivo en el pueblo llano y encontró en los almanaques su cauce natural de expresión.


Respecto a las razones del desprestigio de la astrología judicial, es un tema en el que no podemos entrar a fondo por su complejidad, pero sobre todo por cuestiones de espacio.


Es evidente que alguna influencia debió ejercer el cambio radical de la imagen del universo que tenía el hombre occidental, fruto del progreso de la astronomía durante los dos siglos precedentes. Pero la crítica no lo ha considerado un factor fundamental, puesto que el cambio de paradigma cosmológico, como mucho, afectó a la élite intelectual, no al pueblo llano, cuyas nociones del universo seguían siendo muy elementales, como demuestra el hecho de que siguiera teniendo fe en los pronósticos de los almanaques. Además, son muchas las pruebas que demuestran que progreso científico y creencia en la astrología no son incompatibles. Así, grandes científicos como Kepler y Tycho Brahe fueron también reputados astrólogos; el propio Newton creía que los cometas eran mensajes de Dios o que el desarrollo histórico se acompasaba al movimiento de las constelaciones, sin olvidar que también estuvo interesado en la alquimia. Además, en el nuevo modelo de universo definido por Newton en sus Principia, nada hay hostil a la astrología, pues su propia idea de que existía una acción a distancia podría haber supuesto una nueva explicación física del influjo astrológico.


También se ha invocado como posible factor la tendencia a la desacralización del universo que, iniciada con el humanismo, habría desembocado, sobre todo en el siglo XVIII, en el materialismo y en el ateísmo, y habría llevado a la eliminación de las inteligencias numinosas de los planetas y los signos zodiacales.


Este factor es problemático por muchas razones. De entrada, creemos que es un mito el supuesto dominio absoluto de la razón y la ciencia que habría llevado al fin de la superstición a finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII. Respecto a la supuesta desacralización del cosmos que se habría iniciado con el humanismo, aunque algunos autores definen la actitud religiosa de este movimiento como básicamente neutra, o con una fuerte tendencia al sincretismo ―dentro de un marcado proceso de secularización y de humanización de los temas religiosos―, no podemos decir que las actitudes materialistas y ateas fueran de ningún modo predominantes en el periodo renacentista.


Asimismo, el desarrollo científico, que podría haber llevado a formular un materialismo rayano en el ateísmo, al menos en sus versiones cartesiana y newtoniana, necesitaba de la existencia de Dios; Reale y Antiseri, e incluso la mayoría del movimiento ilustrado, donde subyacía una fuerte tendencia atea y materialista, estaba impregnado de deísmo bajo la forma de una religiosidad racional, natural y laica, poco proclive por tanto a las ensoñaciones del arte astrológico.


Más importante creemos que fue la extensión de actitudes escépticas, muchas de ellas procedentes del antiguo pirronismo, a partir del siglo XVI, en la ciencia y la filosofia modernas. Esta expansión supuso no solo que se usaran argumentos de raíz escéptica para atacar, entre otras cosas, a la astrología, sino porque, ya en el siglo XVII, los grandes pensadores comprendieron que para clarificar sus propios puntos de vista había que confrontarse con el escepticismo. Sin ir más lejos, la filosofía de Descartes y toda la filosofia moderna se plantea como un intento de solución de la crisis pirrónica.


De otro lado, ya se ha dicho que el principal cauce de expresión de la low astrology de Curry fueron los almanaques, un tipo de publicaciones anuales que contenían información muy diversa: desde la propiamente astronómica (movimientos del sol y de la luna, eclipses, predicción del tiempo atmosférico a partir de los astros) hasta predicciones de carácter astrológico sobre eventos que habrían de producirse durante el año ―incluida la indicación de los periodos más favorables para purgas y sangrías―, sin olvidar la habitual de días festivos, cronologías, etc.


Su origen está en los παραπήγματα griegos, un tipo de tablillas con observaciones astronómicas, la división del tiempo y una cierta información meteorológica, que adoptaban la forma de calendarios de piedra que se exponían en las plazas para información pública. Sucesores suyos y con una fuerte influencia de las Phaseis de Ptolomeo fueron los libros de anwa’ árabes, un tipo de calendarios muy habituales en el medievo, que además de información meteorológica ofrecían contenidos agrícolas, consejos de higiene y dietética, etc.


Los almanaques y calendarios continuaron publicándose ininterrumpidamente hasta el siglo XVIII. En la Península Ibérica, en esa época, se trató de un tipo de literatura muy popular, pues a mediados de siglo se editaban hasta cincuenta títulos diferentes, siendo prohibidos en 1767 por Carlos III. Entre los redactores de almanaques más conocidos se cuenta Diego de Torres Villarroel, catedrático de Matemáticas en Salamanca y astrólogo, quien, bajo el pseudónimo de “El gran piscator salmantino”, redactó almanaques durante más de cuarenta años, empezando su labor en 1718 con su Ramillete de los Astros. Aunque el nombre de “piscator” se aplicaba a los almanaques que contenían predicciones meteorológicas, los de Torres de Villarroel contenían pronósticos de muy diverso tipo. Para su publicación se recurría a pliegos de papel de unas dimensiones de 320×430 mm., divididos de manera longitudinal en siete columnas. Entre el final de la primera columna y el comienzo de la segunda se realizaba el “juicio del año”, con pronósticos de tipo meteorológico y previsiones de carácter político, social, agrícola, etc.


Pero no fueron los almanaques y calendarios astrológicos el único testimonio de supervivencia de la astrología. Así, en los territorios de Nueva Inglaterra, donde los puritanos persiguieron con saña la astrología y las prácticas ocultistas, se dio forma a una especie de horóscopo cristiano4 de la mano del gran predicador Cotton Mather (1663-1728), quien en 1702 publicó los siete volúmenes de sus Magnalia Christi Americana. Además, a pesar de la persecución, la práctica de todo tipo de ciencias ocultas era habitual en esos mismos territorios, como reconoce el propio Mather, en su “Discourse on Whitchcraft”, publicado en sus Memorable Providences Relating to Whitchcrafts and Possessions, del año 1689. Su propio padre, Increase Mather (1639-1723), escribió una Kometographia, publicada en 1683, donde sostenía que los cometas eran signos proféticos de la intervención divina en los asuntos humanos.


4 LA TRADICIÓN DE LOS HORÓSCOPOS CRISTIANOS NO ERA NUEVA, PUES HUNDÍA SUS RAÍCES EN LA ETAPA FINAL DE LA ANTIGÜEDAD. LA OBRA CLÁSICA SOBRE ESTE TEMA ES HÜBNER (1983).

Asimismo, no faltaron autores que elaboraron tratados con contenido astrológico, pero teniendo en cuenta los princípios de la nueva física newtoniana. Así, en Francia, Henri de Boulainvilliers publicó en 1711 una obra, Histoire du mouvement de l’apogée du Soleil. Ou Pratique des Regles d’astrologie pour juger des Evenements generaux, que trataba de relacionar los acontecimientos más importantes de la historia humana, el apogeo del sol y la precesión de los equinoccios. Por su parte, Richard Mead (1673-1754), que llegó a ser uno de los médicos más eminentes de Londres durante casi cincuenta años, compuso su De Imperio Solis ac Lunae in Corpora Humana, et Morbis inde Oriundis, que, como se indica en el propio título, trataba de demostrar la influencia del sol y la luna en el cuerpo humano y en las enfermedades, que conoció varias ediciones y traducciones al inglés, prueba de su popularidad.


En fin, entre los que pretendieron aplicar los recientes progresos científicos a ámbitos que tradicionalmente habían sido competencia de la astrología, en particular la astrometeorología, se cuentan los “lunaristas” (del inglês lunarist o mooners), que trataban de explicar el problema de la circulación general de los vientos y la predicción meteorológica por el influjo gravitatorio de la Luna sobre la Tierra.


Desarrollo de la polémica


El motivo inmediato de la polémica aludida al comienzo de este trabajo fue, al parecer, el cumplimiento de uno de los pronósticos que elaboró Villarroel para el año 1724, la muerte del joven rey Luis I, tal como él resume en su Vida:


Pasaron por mí estos y otros sucesos […] por el año de mil setecientos y veinte y tres y veinte y cuatro, y, habiendo puesto en el pronóstico de éste la nunca bien llorada muerte de Luis I, quedé acreditado de astrólogo […]. Padeció esta prolación la enemistad de muchos majaderos, ignorantes de las lícitas y prudentes conjeturas de estos prácticos y prodigiosos artificios […].


Entre esos “majaderos” e “ignorantes” de los que habla Villarroel se contaba el médico Martín Martínez (1684-1734), perteneciente al grupo de los novatores sevillanos y hombre de gran prestigio, que llegó a ser presidente de la Regia Sociedad Médico-Química de Sevilla, con su ya aludido Juicio Final de la Astrología, escrito dirigido al marqués de Santa Cruz. Esto debió preocupar a Villarroel, que dirigió su respuesta, Conclusiones a Martín, al mismo personaje, quien, al parecer, quedó satisfecho con las explicaciones dadas por el astrólogo. El resultado final de la polémica fue, según el autor, favorable para sus intereses, pues “Serenóse la conjuración, despreció el vulgo las necias e insolentes sátiras y salí de las uñas de los maldicientes sin el menor araño”.


En cuanto a los argumentos utilizados por sus enemigos, unos lo tildaban de infame y malintencionado, otros lo atribuían a la casualidad ―lo que, como él dice, era ciencia― y no faltó quien creía que se debía a inspiración de los demonios.


En su escrito Entierro del Juicio Final, y vivificación de la Astrología, vuelve sobre este tema y afirma que, frente al castigo que exige el médico por el pronóstico, más bien merecería un premio, pues la culpa de la muerte no es del astrólogo que la pronostica sino de los médicos que no la evitaron: “¿pues quién acertó? ¿El Astrólogo, que lo previno un año antes, o el Médico, que no lo acerto nunca?”, que supone una ardiente defensa de su arte y una burla del conocimiento del arte médico por parte de su contrincante.


Y si con este pronóstico, que afectó al rey, Villarroel debió afrontar ataques de todo tipo, un riesgo aún mayor supuso para él una serie de vaticinios recogidos en su almanaque para el año 1766, El santero de Majalahonda y el sopista perdulario, cuyo contenido parece anunciar el motín de Esquilache, que se produjo entre los días 23 y 27 de marzo de ese año.


En un informe de noviembre de 1766, Campomanes atribuye el origen del motín al hecho de que estos pronósticos se divulguen fácilmente entre el populacho a través de los cantares de ciego.


La sospecha de que existía una relación entre el conocimiento anticipado del pronóstico por el pueblo y el motín llevó al gobierno a censurar el almanaque para el año 1767, titulado La tía y la sobrina, pues contenía predicciones que podríamos tildar como mínimo de subversivas.


Viendo cernirse sobre él el peligro de la autoridad, nuestro autor y su sobrino y colaborador, Isidoro Ortiz Gallardo, no solo se disculparon repetidas veces ante Campomanes, sino que Villarroel aprovechará el almanaque ya mencionado para el año 1767 para insistir en que no se debe prestar mucho crédito a este tipo de predicciones, por la falibilidad de este arte.


Evidentemente, no es que Villarroel se desdiga de su arte, sino que el peligro de la censura, o algo peor, le obliga a quitarle trascendencia a sus pronósticos. En efecto, como él mismo reconoce, ante el ambiente general de hostilidad con el que se encuentra,


confesé en los primeros prólogos de mis papeles que yo no salía al público a descubrir ingenio, a ganar fama ni a negociar aplausos, que sólo pretendía acallar los gritos de mi pobreza y socorrer la de mis viejos padres.


Es decir, que las declaraciones que de vez en cuando el mismo autor incluye en sus prólogos en contra de sus pronósticos, no son sino añagazas para confundir a sus enemigos y proteger así su arte.


En efecto, por otras declaraciones dispersas por su obra, está claro que se siente orgulloso de su oficio, pues como afirma en el prólogo a la Segunda parte de Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la corte:


Y después que me puse a astrólogo y me armé de escritor, gano mil pesos al año, […] Logro de veinte y ocho años oír por la Europa un universal cacareo a mi nombre. Desean ver mi figura las gentes de buena condición y gusto, […] Las mujeres hablan de Torres en sus estrados con alegría y buena voluntad […] y suenan en sus bocas las seguidillas de mis Pronósticos y los juicios de mis Calendarios.


El orgullo que transmiten estas palabras hacia sus “Pronósticos” y “Calendarios” es más que justificado, pues uno de los grandes méritos de Torres Villarroel es haber revitalizado al género de los almanaques, cuya estructura también renovó, al incorporar una dedicatoria a un noble o alta personalidad, un prólogo al lector, la “Introducción al juicio del año” (con las predicciones para el nuevo año) y, finalmente, los “Juicios”, uno por cada estación.


Las dificultades con las que se encontró se explican, en su opinión, por la ignorancia del arte astrológico en nuestro país, ignorancia que lleva a muchos a creer que se está hablando de poderes ocultos cuando se habla del influjo astral sobre la Tierra:


Respondile al Cartesiano, […] Son cualidades ocultas para usted, para Martín, y para todos los otros que, por no haber estudiado, las ignoran totalmente; y de que a los ignorantes se oculten estas cualidades, no se infiere que no las haya.


Pero el problema de nuestro país no es tanto la ignorancia de los astros, cuanto el pecado de la ignorancia en general: “Todas las cátedras de las universidades estaban vacantes y se padecía en ellas una infame ignorancia”.


Frente a esa general ignorancia, en el caso de la astrología, afirma que con su trabajo vino a llenar un vacío que en nuestro país aspiraban a colmar los pronósticos del gran Sarrabal ―un piscator milanés del siglo XVII―, llenos de embustes y que un país de papanatas como el nuestro esperaba con ansiedad.


Además, interpreta la suya como una ciencia y se presenta a sí mismo como un científico moderno, interesado en la observación y la aplicación práctica de los conocimientos: “La experiencia, y observación de los tiempos nos enseñó a los Astrólogos todos esos maravillosos efectos”.


Además, frente al arte del pronóstico afirma que la suya es una forma de astrología natural, la cual predice los efectos corpóreos, y naturales, no sólo los que conducen a la Agricultura y Medicina, sino cuando del punto del Horóscopo predice las complexiones del cuerpo, e inclinaciones del ánimo, es lícita, y es segura; […] porque estas adivinaciones todas son naturales y usan de medios proporcionados.


En su defensa de la astrología, Villarroel tuvo mucho cuidado en evitar cualquier encontronazo con la Iglesia. Así, avisa que por su oficio no tiene nada que ver con brujos ni diablos, ni con ningún poder sobrenatural, como demuestra el hecho de que en su nacimiento no hubo nada de extraordinario. Asimismo, agradece a Dios que, habiéndose dedicado a artes rayanas en la superstición, nunca se apartó de sus mandamientos ―ni de las ordenanzas del rey ni de lo estabelecido por la política y la naturaleza―. Y aunque llegó a tener problemas con la Inquisición por sus obras sobre religión, presume de que en su labor como astrólogo nunca tuvo conflictos con el Santo Oficio:


Y en fin, para responder a cualquiera objeción de mis escritos […] y pues el más grave, discreto y religioso de la Santa Inquisición ha dejado correr mis Pronósticos, […].


Pero sin duda uno de los principales avales de la ortodoxia de su trabajo proviene del hecho de que la ciencia de los astros, entiéndase la astrología, fue practicada por un sinnúmero de filósofos y médicos cristianos a lo largo de la historia, por lo que habríamos de entender que quien tal arte critica no podría considerarse cristiano:


Válese Martínez de aquellas vulgares satirillas, […] procura que se destierre como perniciosa la más demostrativa y grave de las Ciencias, a quien han seguido, y venerado infinitos Doctores Santos de la Iglesia; […] y toda la turba de Filósofos y Médicos Cristianos persuadir que se puedan practicar sin conocimiento de tiempos e influjos las medicinas; […].


Frente a la afirmación del médico Martín Martínez de que los astrólogos como Villarroel corrompen el calendario, que es institución eclesiástica, al llenarlos con anuncios profanos y delirios astrológicos, nuestro autor responde:


[…] porque una cosa es Pronóstico, y otra cosa es Calendario; este le hace la Iglesia, y toca a sus Prelados, […] señalar en cada año las Fiestas y las Vigilias y […] y Fiestas movibles y en esto no entra el Astrólogo, que éste sólo pone los Eclipses y Lunaciones, lluvias, truenos, días claros y las cosechas o carestías, enfermedades anuales, y otras cosas de este género; […].


Además, al ser la suya un tipo de astrología natural queda fuera de la condena de la astrología judiciaria que, esta sí, es condenada por la Iglesia, personificada en el papa Sixto V: “[…] mas no por eso las condena Sixto V, pues éste sólo condena los futuros contingentes, que no tienen causa alguna, ni propia, ni natural”, pues la astrología que él practica deja el libre albedrío del hombre al margen del influjo de las estrellas,


[…] todo nuestro fundamento, para pronosticar lo venidero es porque las Estrellas son causas continentes, y signos necesarios de todo lo futuro, que no toca al albedrío del hombre; […].


En cambio, menos efectivos fueron sus argumentos frente al poder político, pues, aunque no faltan sus declaraciones de que siempre se ha mostrado respetuoso frente a las directrices del rey y de las autoridades, sin olvidar que los reyes han permitido “esta Ciencia como útil, y provechosa para todo lo político, porque aquella Ciencia es útil de quien las otras mendigan”, finalmente, el gobierno, consciente del peligro de los almanaques por episodios como el motín de Esquilache, por Real Orden de julio de 1767 prohibió su circulación, en concreto los “pronósticos, piscatores, romances de ciegos y coplas de ajusticiados”, alegando que de su publicación resultaban “impresiones perjudiciales en el público” y considerando que se trataba de “una lectura vana y de ninguna utilidad a la pública instrucción”.11


11 POR CUESTIONES DE ESPACIO, NO INCLUIMOS ENTRE LOS ARGUMENTOS DE QUE SE SIRVIÓ TORRES VILLARROEL EN DEFENSA DE SU ARTE LAS MENCIONES A LA MEDICINA, COMO CUANDO EN ENTIERRO DEL JUICIO FINAL AFIRMA TAXATIVO: “PARA LA MEDICINA ES PRECISA, Y NECESARIA LA NOTICIA DE LA BUENA ASTROLOGÍA; Y EL MÉDICO QUE PRACTICARE SIN ELLA, SÓLO ES MÉDICO EN EL NOMBRE” ―APOYANDO SUS AFIRMACIONES EN MÉDICOS COMO MATEO CURTIO, JERÓNIMO MANFREDO O MARSILIO FICINO, ENTRE OTROS―. SE ENTIENDE QUE INSISTA ESPECIALMENTE EN ESTE TEMA POR EL HECHO DE QUE SU OPONENTE, MARTÍN MARTÍNEZ, ERA GALENO. PARA ESTE PUNTO CONCRETO DEL ARGUMENTARIO DE VILLARROEL REMITIMOS AL EXCELENTE TRABAJO DE GALECH AMILLANO.

Frente a esta amplia y bien articulada defensa del arte astrológico, Villarroel se encontró con un rival mucho más serio que el bien intencionado Martín Martínez, el padre Feijoo, quien, entre los múltiples asuntos de que se ocupó en su Teatro Crítico Universal, en concreto, en el Tomo I ―que apareció el 3 de septiembre de 1726―, discurso VIII, dedicó amplio espacio a desmontar las ficciones y vanidades que, a su parecer, constituían el supuesto arte de los astrólogos y hacedores de almanaques, tomando el testigo del mencionado médico.


Estos textos en contra de la pseudociencia pertenecen a un grupo de escritos en los que Feijoo critica las creencias, tradiciones y supersticiones irracionales, de las que fueron objeto las prácticas de la medicina popular, el temor irracional a los eclipses y a los cometas; las artes adivinatorias y el empleo de la magia, la fe en los “saludadores” y la creencia en duendes y espíritus familiares, el trabajo de los zahoríes, los falsos alquimistas o la creencia en los falsos milagros; la práctica de tocar campanas para conjurar las tormentas; la existencia de monstruos de la naturaleza, entre ellos el famoso hombre-pez de Liérganes; o el tema de los endemoniados.


En cuanto a sus críticas a la astrología judiciaria y a los almanaques, que es lo que aquí nos interesa, Feijoo comienza afirmando que no pretende acabar con los almanaques, sino con las vanas predicciones que contienen, admitiendo así que este tipo de literatura popular sigue teniendo su utilidad por pequeña que sea, utilidad que consiste en las referencias que contienen a las fiestas religiosas, a las ferias comerciales, a la agricultura e incluso a la medicina, de ahí la presencia de las lunaciones. En cambio,


la parte judiciaria que hay en ellos, […] es una apariencia ostentosa, sin substancia alguna, y esto no sólo en cuanto predice los sucesos humanos que dependen del libre albedrío, más aún en cuanto señala las mudanzas del tiempo o varias impresiones del aire.


Entrando en materia, la crítica a los pronósticos no se debe tanto a la falsedad de los mismos como al hecho de que vaticinan hechos ciertos, sucesos comunes, pero tan imprecisos y vagos que sería milagro que no acertasen. Entre esos hechos y sucesos pronosticados se encuentran la mujer que ve peligrar su fama, una mala noticia que entristece a la corte, la enfermedad de un gran personaje o la llegada a puerto de un navío tras una feliz singladura, asuntos todos ellos “que cualquiera puede pronosticarlos sin consultar las estrellas; […]”.


La falta de concreción de los pronósticos, el hecho de no referirse a hechos extraordinarios, sino comunes, que por lo tanto pueden afectar a cualquiera, hacen que no pueda decirse que se pronostican hechos futuros contingentes, sino necesarios. Por ello, al comenzar su exposición ha calificado al arte astrológico como vano y sin sustancia, porque, además, cuando se atreven a predecir algún suceso singular y fuera de lo común, “obscurecen el vaticínio en cuanto a lo substancial del acaecimiento, de modo que es aplicable a mil sucesos diferentes”, comparando esta oscuridad y ambigüedad con la que usaban los oráculos, el francés Nostradamus o las supuestas profecias de san Malaquías.


La debilidad del pronóstico astrológico radica, en realidad, en que, en contra de lo que pretenden sus practicantes, no es tan grande el poder de los astros, recordando a este respecto lo que decía Pico della Mirandola ―en sus Disputationes adversus astrologos, que Feijoo no menciona―, que la única virtud operativa de los astros era la luz y el movimiento. Por ello, lo único que podríamos admitir que hacen los astros es inclinar o predisponer al hombre a los sucesos prósperos o adversos.


De este modo, al descartar el supuesto poder despótico de los astros se está salvando la libertad de los hombres. En efecto, una de las principales lacras de la creencia en un poder abusivo de los astros es que acaba no solo con el libre albedrío de los hombres sino con la posibilidad de premiar o castigar, al ser los astros los responsables últimos del comportamiento humano. Este argumento es un clásico en la crítica de los escépticos contra la astrología desde la Antigüedad, por ser una de las consecuencias más indeseables del fatalismo astral, y la Iglesia lo convirtió en uno de sus estandartes en la lucha contra la astrología, pues hacía al hombre irresponsable de sus actos y convertía a Dios, como creador de los astros, en responsable último de lo que éstos anunciaban o imponían.


Después de negar el poder tiránico de los astros, se esfuerza en demostrar que tampoco inclinan o predisponen al ser humano a llevar a cabo ninguna acción. Para ello pone el ejemplo del hombre al que su horóscopo predice que morirá en la guerra. A este respecto, Marte, como mucho, podría imprimir en el sujeto un ardiente deseo de ser militar, lo cual no siempre garantiza que el sujeto en cuestión vaya a la guerra. Incluso admitiendo que finalmente fuera a la guerra, tampoco necesariamente tiene por qué morir, pues la gran mayoría de los que participan en un combate no acaban sucumbiendo. Además, para que se cumpla el pronóstico tiene que tener lugar una batalla, acontecimiento que no depende de los astros, sino de la voluntad de los jefes contendientes, algo que tampoco garantiza que finalmente se produzca. Pues son infinitas las circunstancias que entran en juego, muchas de ellas dependientes del libre albedrío. Además, en sucesos en los que intervienen gran número de personas, para garantizarse un pronóstico acertado, el astrólogo tendría que haber consultado el horóscopo de todos los participantes, algo que nunca hace por ser materialmente imposible, de forma que nada puede pronosticar de sus acciones.


Además, en eventos en los que mueren muchas personas, como una batalla o un naufragio, los implicados en tales muertes nacieron bajo aspectos del cielo completamente diferentes, de lo cual se deduce que “no depende ni el género ni el tiempo de la muerte de los hombres de la constitución del cielo que reina cuando nacen”.


De otro lado, a veces se alega en favor de los astrólogos las predicciones que resultan ser ciertas. Pero, como dice Feijoo, esto más que favorecer su arte lo arruina, porque de entre tantos millares de predicciones que se han hecho en los mil ochocientos años de historia de la pseudociencia, que apenas se cuenten veinte o treinta que resultasen verdaderas, apunta más a la casualidad como causa del acierto que a las supuestas reglas de este arte. Es como si alguien con los ojos vendados disparase flechas sin parar: es casi seguro que alguna acertaría en el blanco. Evidentemente, sin nombrarlo, se está refiriendo al conocido pronóstico que elaboró Torres Villarroel sobre la muerte del rey Luis I, debido más a la mera casualidad que a la exactitud de las reglas bajo las cuales se hizo el pronóstico.


Además, en muchas de las predicciones que se tienen por verdaderas, lo que sucede es que a posteriori hacemos concordar los hechos con las palabras del astrólogo, con lo que aparentemente se confirma el pronóstico.


Otras veces, los aciertos son debidos no a las estrellas, como supone el astrólogo, sino a simple conjetura: si se conoce “la situación de los negocios de una república se pueden conjeturar las mudanzas que arribarán en ella”. De la misma manera, “Por la fortuna, genio, temperamento e industria de los padres, se puede discutir la fortuna, salud y genio de los hijos”.


A veces parece que la misma predicción influye en los sucesos, de modo que no sucede lo que el astrólogo predijo porque lo leyese en las estrellas: “El que se ve lisonjeado con una predicción favorable, se arroja con todas sus fuerzas […] para conseguir el profetizado ascenso, y es natural lograrle de este modo”.


Una última explicación de los aciertos de los astrólogos puede deberse al demonio, argumento ya esgrimido por San Agustín, Civ. Dei V:


Por eso son muchos, y entre ellos San Agustín, de sentir, que algunos, que en el mundo suenan profesar la judiciaria, no son dirigidos en sus predicciones por las estrellas, sino por el oculto instinto de los espíritus malos.


Recurre después Feijoo a otro argumento clásico, el de los gemelos, también usado por San Agustín, Civ. Dei V, para demostrar que los astrólogos nada pueden deducir ni de las inclinaciones ni de las costumbres de los hombres, en el sentido de que “no pocas veces dos gemelos que nacen a un tiempo mismo descubren después ingenios, índoles y costumbres diferentes, como sucedió en Jacob y Esaú”, hecho este que los astrólogos explican como resultado del rápido movimiento del cielo, de forma que el tiempo que media entre el nacimiento de ambos gemelos explicaría las diferencias entre ellos.


A ello se puede replicar que “si es menester tomar con tanta precisión el punto natalicio, nada podrán determinar los astrólogos por el horóscopo, porque no se observa ni se puede observar con tanta exactitud el tiempo del parto”. Ello es debido en gran medida a que los medios técnicos de que disponen los astrólogos/astrónomos impiden determinar con total exactitud el momento del nacimiento del individuo y supone una de las principales pruebas contra el pronóstico del astrólogo. En efecto, si no es posible fijar con exactitud la configuración de los astros, no es posible pronunciar vaticinios certeros ni decir nada no ya sobre la vida de los hombres, sino sobre sus inclinaciones.


Volviendo a la cuestión del nacimiento del niño, si admitimos que los astros se mueven con notable rapidez y sabiendo lo que a menudo tarda el niño en salir del útero materno, se plantea la duda de cuál es el momento concreto del parto que hay que tener en cuenta a la hora de levantar el horóscopo. Por ello, y para recalcar lo absurdo de la práctica astrológica, Feijoo, en tono burlón, sugiere que a lo mejor habría que elaborar sucesivamente varios horóscopos, “uno para la cabeza, otro para el pecho y así de lo demás; […]”.


Después de preguntarse por qué no tener en cuenta en vez del momento del nacimiento el de la concepción o mientras se va formando el feto, concluye que la propia dificultad de concretar en qué momento se produce el parto, por no tratarse de un fenómeno regular, imposibilita obtener ningún pronóstico de ese momento crucial de la vida.


Las dificultades para elaborar cualquier pronóstico se incrementan no solo por el número de astros implicados, sino porque habría que tener en cuenta otros factores que también sabemos que influyen en la idiosincrasia del individuo, como el temperamento de los padres, el régimen de la madre, el clima, etc. Y dado que los astrólogos no contemplan nada de esto, no podrán deducir por el horóscopo nada relativo a las costumbres, inclinaciones y habilidades.


Después de desarbolar por completo el aparato teórico sobre el que se basa el astrólogo, pasa a tratar dos aspectos referidos a los almanaques: “el juicio general del año y las predicciones particulares de las varias impresiones del aire por lunaciones y días”.


Respecto a lo primero, Feijoo se esfuerza en demostrar algo que ya ha hecho con la acumulación de pruebas que precede, que cualquier pronóstico se basa en la arbitrariedad y el antojo del astrólogo, para lo cual analiza ciertos aspectos de la teoría astrológica, como el sistema de las doce casas en que dividen la esfera celeste, que no se basa en ningún sistema lógico ni racional. A ello se añade la multitud de sistemas diferentes surgidos a lo largo de la historia a la hora de erigir los temas celestes: el de los árabes, Fírmico, Cardano, Alcabicio, Campano o el de Juan de Regiomonte, el más seguido en su tiempo, que se autodenomina como “método racional”, de todo lo cual “se colige […] que las reglas de la judiciaria son arbitrarias todas”.


Los astrólogos se defienden invocando que su arte se funda en la experiencia, en la “inducción experimental”. Pero ¿qué experiencia, la de los caldeos, quienes afirman que sus predicciones se basaban en observaciones realizadas durante cuatrocientos mil años ―dato falso a todas luces, si nos atenemos a la fe cristiana sobre el origen del mundo―, o la de Regiomontano, que lleva en vigor solo dos siglos y medio? Por todo ello se puede afirmar que la astrología no se basa ni en la razón ni en la experiencia, solo en el capricho.


La vanidad de los pronósticos relativos al año puede extenderse también, según Feijoo, a las predicciones referidas al tiempo según las fases de la luna y los diferentes días. Entre los ejemplos que ofrece, vuelve a recurrir al gran azote de los astrólogos que fue Pico della Mirandola. Según Feijoo, éste examinó durante todo un invierno las predicciones del tiempo que encontró en diversos almanaques que habían compuesto los más prestigiosos astrólogos de Italia y descubrió que sólo acertaban en cinco o seis días.


La conclusión, como en otros casos, es que tampoco los astros influyen en el tiempo. Y alega una prueba contundente: si los ardores del verano dependieran del paso del sol por el signo de Leo, tendrían veranos tórridos como nosotros los habitantes de las zonas que se encuentran a cuarenta o cincuenta grados de latitud austral, pues la influencia del sol al pasar por este signo afectaría a todo el planeta, cuando en realidad en esas latitudes australes es invierno.


En cambio, lo que sí influye son otros factores, digamos, geográficos: es diferente el tiempo que hace en la cima de una montaña al que encontraremos en los dos valles opuestos al pie de la misma, y no los astros.


Además, añade Feijoo, en la cuestión de la climatologia nos enfrentamos con muchas incertidumbres y muy pocas certezas, lo cual hace inútil cualquier trabajo de predicción meteorológica y, por tanto, la razón de ser última de muchos almanaques y por ende del trabajo de los astrólogos.


Frente a esta evidencia y la soberbia pretensión de los astrólogos de ser capaces de determinar el tiempo en todo el mundo según países y regiones, aplicando los principios de la corografía astral, es decir, la influencia de un astro concreto en ciertos países y partes del planeta, y admitida la variabilidad y el carácter local de los fenómenos atmosféricos, recomenda pedir consejo a marineros y labradores antes que a los astrólogos.


Además, añade Feijoo que frente al limitado número de astros con que trabajan los astrólogos, el reciente descubrimiento del telescopio ha demostrado que el número de astros tanto fijos como errantes es muy superior a los que observaban los astrólogos anteriores. De aquí se concluye que todos los pronósticos de los astrólogos anteriores a la invención del telescopio eran falsos, simplemente porque no tenían en cuenta los influjos de tantos astros como desde entonces se han descubierto.


La puntilla a la ya vacilante astrología vino de la mano de la bula del papa Sixto V que comienza: Caeli et terrae creator Deus, y este es el último recurso que utiliza Feijoo contra astrólogos y almanaquistas. Dice nuestro autor que por esta bula se encarga a los inquisidores y ordinarios que se apliquen las penas canónicas a los astrólogos que se atrevan a pronosticar los hechos futuros contingentes, “aunque ellos confiesen y protesten la incertidumbre y falibilidad de sus vaticinios”, algo que es una nueva referencia clara y directa a Torres Villarroel, quien, como hemos visto, defendía su oficio alegando precisamente que no había que prestar excesiva atención a sus pronósticos.


Conclusiones


Comenzábamos este trabajo demostrando lo rotundamente falsa que es la suposición de que la astrología desapareció por completo en el siglo XVIII. Como mucho se puede hablar de su desprestigio entre las élites intelectuales, en particular de la astrología judiciaria, a pesar de lo cual no faltaron científicos, como Newton, u hombres de religión, como Mather, que siguieron coqueteando abiertamente con la pseudociencia.


En el caso de España, el simple hecho de que se suscitara tan viva y agria polémica entre algunas de las plumas más prestigiosas de entonces es prueba más que suficiente para demostrar que también entre nosotros la pseudociencia seguia siendo objeto de interés, y no solo entre el vulgo ignorante. Quizás, como mucho, podríamos admitir que, a finales de siglo, y como consecuencia en parte de la propia polémica, los ilustrados acabaron venciendo, cuando alegando razones de orden público se prohibieron los almanaques.


En cuanto al debate en sí, hemos visto cómo, de un lado, Torres Villarroel defiende orgulloso su arte, justificando los exabruptos de sus contrincantes en una genérica ignorancia de la ciencia de los astros, si bien, consciente del clima general de hostilidad hacia la astrología, en ocasiones recomienda al público no prestar demasiada credibilidad a los pronósticos de los que vive y, en otras, afirma, desde la posición del científico serio, que la suya es astrología “natural”, por lo que nada tiene que ver con la astrología judiciaria, afirmación ésta que hace por miedo a tropezar con la Iglesia y las autoridades políticas.


Respecto a Feijoo, desde luego sus andanadas contra la astrología y los almanaques estaban bien dirigidas, conocedor como era de sus puntos débiles y, sobre todo, de muchos de los argumentos contra la pseudociencia acumulados por una tradición anti astrológica de siglos que nació en Grecia casi a la par que la propia práctica de la adivinación astral. Quizás, echamos en falta más argumentos “científicos”, por ejemplo, los derivados de la nueva física del universo inaugurada por los Principia de Newton, lo cual demostraría que en estos inicios del siglo aún no lo conocía.


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Astrologia no Império Romano


Há uma íntima relação entre a consolidação do Império romano e o aumento da importância política do saber astrológico, o que possibilitou que a astrologia imprimisse sua forma de compreender o mundo na cultura romana.


O marco histórico dessa associação foi a utilização, feita por Augusto1, do simbolismo astrológico durante seu reinado. Ao gravar seu signo de nascimento em moedas que circulariam por todo o império, Augusto contribuiu para o processo que fez com que a astrologia ganhasse um maior destaque e, com isso, adquirisse um novo e superior status.2


1 OTÁVIO AUGUSTO FOI O PRIMEIRO IMPERADOR ROMANO. DESDE QUE ASSUMIU O PODER COM O SEGUNDO TRIUNVIRATO, APÓS A MORTE DE CÉSAR (44 A.C), OTÁVIO AUMENTOU SEU PODER PESSOAL E SE VOLTOU CONTRA LÉPIDO E MARCO ANTONIO, DERROTANDO-OS. CONSOLIDADO NO PODER, CONTROLOU POLITICAMENTE O SENADO E DELE RECEBEU VÁRIOS TÍTULOS, COMO O DE AUGUSTO, EM 27 A.C., O QUE AFIRMAVA SEU CARÁTER SAGRADO E DIVINO, JÁ QUE ESSA DENOMINAÇÃO ERA RESERVADA APENAS AOS DEUSES. ISSO INDICAVA, PORTANTO, QUE POSSUÍA UMA AUTORIDADE SUPERIOR A DO SENADO. O GOVERNO DE OTÁVIO AUGUSTO MARCA A TRANSIÇÃO DA REPÚBLICA PARA O IMPÉRIO, ONDE O PODER SE CENTRALIZARIA EM UMA ÚNICA FIGURA.

2 O PRIMEIRO APARECIMENTO DE CAPRICÓRNIO NAS MOEDAS DE AUGUSTO FOI EM 28 A.C; CF. T. BARTON, POWER AND KNOWLEDGE, P. 42.

Um dado interessante e bastante significativo da difusão do simbolismo astral na Antiguidade tardia é o fato de Augusto ter optado pelo signo de Capricórnio para representá-lo, e não o de Libra, que era o seu signo. Diversos autores especularam sobre o por quê de tal decisão, porém, Barton sugere que o fato do solstício de inverno se dar sob o signo de Capricórnio tenha um valor especial nessa especulação.3 O solstício de inverno marca exatamente o momento em que o Sol voltará a permanecer mais tempo acima do horizonte, ou seja, os dias passarão a ter sua duração aumentada gradativamente, até o solstício de verão, seis meses depois, que marca o dia mais longo do ano e, conseqüentemente, o inicio do processo em que, gradualmente, os dias diminuirão de duração até chegar, mais uma vez, ao solstício de inverno. Ou seja, o simbolismo astral fala de um período de renascimento, de expansão, marcado pelo retorno do Sol, onde a luz se sobressairá à escuridão.4


3 SOBRE OS POSSÍVEIS MOTIVOS QUE LEVARAM AUGUSTO À ESSA ESCOLHA, VIDE: IBID, PP. 40-1.

4 O QUE CORRESPONDE AO MOMENTO HISTÓRICO, ONDE O USO DESSE SIMBOLISMO ASTRAL INDICARIA QUE SE ANUNCIAVA, COM A ASCENSÃO DA FIGURA DE AUGUSTO, UM NOVO MOMENTO DE PAZ APÓS AS GUERRAS CIVIS. CF. T. BARTON, ANCIENT ASTROLOGY, P. 40.

Essa hipótese ganha mais força quando confrontada com a tese de Cumont, que aponta que, dada a influência cada vez mais proeminente da cultura e da religiosidade oriental no mundo greco-romano, o culto oriental do Sol Invictus passou a ser utilizado pelos imperadores romanos.


Sol Invictus é um culto persa associado ao Mitraísmo e significa “invencível” e “eterno”. Em Roma, o imperador passou a ser a imagem do Sol na Terra: eles estariam unidos pela mesma natureza, já que a alma do governante, ao descer à Terra, receberia do Sol seu poder soberano e, ao morrer, retornaria ao céu por intermédio da mesma estrela. Portanto, a figura do imperador, como divindade e representante natural do poder absoluto, se baseou em cultos orientais e no simbolismo astral.


5 F. CUMONT, ASTROLOGÍA Y RELIGIÓN EN EL MUNDO GRECORROMANO.

“O Cesarismo, ao ir transformando-se mais e mais em uma monarquia absoluta, foi paralelamente apoiando-se no clero oriental. Estes sacerdotes (…) predicavam doutrinas que tendiam a elevar os soberanos acima da Humanidade, e proporcionavam aos imperadores uma justificativa dogmática de seu despotismo.”


Sétimo Severo se auto-denominou Invictus em moedas que veiculavam sua imagem6 e, em 274 d.C, Aureliano oficializou o culto ao Sol Invictus, protetor dos soberanos e do Império, oferecendo jogos para celebrá-lo a cada quatro anos.


6 SOBRE O USO QUE DIFERENTES IMPERADORES FIZERAM DO CULTO AO SOL INVICTUS, VIDE T. BARTON, ANCIENT ASTROLOGY.

Segundo Barton, talvez não seja coincidência o fato de que o culto ao deus-Sol tenha se destacado quando a figura de um único e soberano governante se sobressaiu no cenário romano. Augusto explorava sua associação com Apolo, o deus greco-romano ligado ao Sol, e passou a utilizar a astrologia ao veicular sua imagem. Vemos, portanto, uma sobreposição do simbolismo especificamente astrológico com o simbolismo astral, presente no culto ao Sol.


Outro dado a favor da força exercida pelo simbolismo solar na cultura romana é encontrado no Livro II da Historia Natural, de Plínio, o Velho (23 – 79 d.C.). Autor que sistematizou diversos saberes em 37 livros escritos no século I d.C., Plínio, ao longo do Livro II, discorre sobre cosmologia e a estrutura do mundo. Ao abordar o Sol, seu lugar e função no universo, diz que esse astro é:


“(…) de um tamanho e poder extraordinários, regente das estações e das terras, dos próprios astros e do céu. Considerando suas obras, somos obrigados a acreditar que ele é a alma ou, simplesmente, a mente de todo o universo, o árbitro ou divindade primordial da natureza. Ele proporciona luz às coisas e afasta as sombras, (…), é o mais resplandecente, o excepcional, o que tudo vê, inclusive o que tudo ouve (…)”


E, ao falar sobre deus, Plínio não o distingue da natureza e diz que “é todo ele percepção, todo ele visão, todo ele audição, todo ele alma, todo ele inteligência, todo ele o absoluto.” Podemos perceber que o autor quase não distingue o Sol de deus; apresenta o Sol com características divinas e descreve deus com atributos anteriormente associados ao Sol.


Há uma diferença entre o simbolismo astral e a astrologia enquanto um saber. A distinção entre esses dois termos se mostra fundamental para o desenvolvimento das idéias que serão apresentadas ao longo desta dissertação. O simbolismo astral está intimamente associado à cosmologia que entende que os fenômenos terrestres estão em relação com o céu e dele sofrem influência. Essa cosmologia é compartilhada por grande parte das culturas antigas, e proporcionou a marcação do tempo basicamente a partir do ciclo anual do Sol, das fases da Lua e do aparecimento de determinada estrela ou constelação, assim como a observação de como esses ciclos estavam relacionados às alterações climáticas, às mudanças na natureza, ao aparecimento e desaparecimento de determinados fenômenos naturais, e de que forma esse processo interferia na vida social. Essas relações são a base do simbolismo astral.


A astrologia enquanto um saber delimitado, por sua vez, começa a ser desenvolvida na Mesopotâmia, e se baseia nessa cosmologia e no simbolismo astral a ela relacionado, mas se diferencia na medida em que desenvolve conceitos, técnicas e métodos para calcular e prever o movimento dos planetas, assim como regras para interpretá-los, com o intuito de estabelecer não só as relações com os fenômenos naturais, mas também fazer previsões mais detalhadas para a vida social e para os indivíduos.


No inicio do império romano, o saber astrológico (ou astrologia) já havia se difundido na cultura romana, e a apropriação do simbolismo astral feito por Augusto (que serviu, basicamente, para construir sua figura política e legitimar-se enquanto tal), aproximou o saber astrológico do cenário político romano, onde passou a ocupar cada vez mais espaço. Conforme expôs Barton, “O signo de nascimento de Augusto foi um importante aspecto de sua apresentação pública por todo o Império, mostrando-o como destinado a seu papel histórico”. Depois de Augusto, outros imperadores usaram o mesmo recurso, mas já se valendo diretamente da astrologia.


Os Primórdios da Astrologia Ocidental


A astrologia é um saber que pressupõe a inter-relação entre o que acontece na Terra e as configurações celestes. Os fenômenos naturais e sociais são interpretados a partir do movimento dos planetas, do lugar que ocupam, e das relações e proporções que estabelecem entre si no céu. Desenvolvida inicialmente na Mesopotâmia, pelos babilônicos, se expandiu pelo oriente próximo e, em contato com outros saberes e culturas – principalmente a grega e a egípcia – se transformou naquilo que é chamado de astrologia ocidental.9


9 ALGUMAS CONSIDERAÇÕES SOBRE AS DIFERENTES CONTRIBUIÇÕES CULTURAIS NAS ORIGENS HISTÓRICAS DA ASTROLOGIA OCIDENTAL SERÃO FEITAS NOS PRÓXIMOS PARÁGRAFOS. PARA UMA INFORMAÇÃO MAIS DETALHADA SOBRE ESSE PROCESSO, VIDE T. BARTON, ANCIENT ASTROLOGY, J. TESTER, HISTORIA DE LA ASTROLOGIA OCCIDENTAL, F. CUMONT; ASTROLOGÍA Y RELIGIÓN EN EL MUNDO GRECORROMANO, L. NESS, ASTROLOGY AND JUDAISM IN LATE ANTIQUITY, D. PINGREE. “HELLENOPHILIA VERSUS THE HISTORY OF SCIENCE”.

Já havia na cultura e religião da Mesopotâmia a reverência a um céu com características divinas, onde as estrelas e planetas eram considerados divindades capazes de influenciar acontecimentos terrestres. Um texto encontrado em Nippur, que se supõe ser de 1500-1250 a.C., pode ser considerado como a evidência da mais antiga tentativa de mapeamento do céu, já que parece medir a distância entre oito constelações, no sentido de responder a questão: “quão além está um deus (estrela) de outro deus?”.


Segundo Pingree, o interesse pelas estrelas e planetas enquanto presságios, e o reconhecimento de sua periodicidade, surgiu na Mesopotâmia depois de 2000 a.C., e começou a se desenvolver rumo a uma astronomia matemática em 1200 a.C. Porém, o desenvolvimento, por parte dos babilônicos, de um modelo matemático útil para a predição dos fenômenos celestes com algum grau de precisão se deu somente por volta de 500 a.C.


A adivinhação astral babilônica é uma explicação sistemática dos fenômenos baseada na teoria de que alguns deles são sinais enviados pelos deuses para avisar, aqueles capazes de interpretá-los, sobre os eventos futuros. Foi essa crença, a de que os céus influenciavam fenômenos que ocorriam na Terra, que fez com que os babilônicos o estudassem de forma atenta e rigorosa, no sentido de estreitar sua comunicação com os deuses. Observaram-no e anotavam os fenômenos naturais e acontecimentos políticos e sociais que acompanhavam cada aspecto do céu – no sentido de verificar as repetições. Assim construíram suas tabelas, usando fases da Lua, localização e conjunção dos planetas, eclipses e cometas; ou seja, fenômenos astronômicos e meteorológicos nos quais baseavam suas previsões.


A série de tabletes cuneiformes, conhecida como Enuma Anu Enlil,10 talvez seja a mais representativa do desenvolvimento da astrologia, e também de outras formas de adivinhação, pelos babilônicos. Identificadas como sendo de aproximadamente 600 a.C., nelas estavam descritas as regras para a interpretação dos presságios, relacionando os sinais celestes e os terrestres. Para isso consideravam o lugar, a posição, o tamanho, a cor e o brilho das estrelas e planetas, além de presságios meteorológicos. E é também onde foram encontradas as mais antigas observações detalhadas dos movimentos planetários e as predições a eles relacionadas de que se tem notícia.


10 É UMA COMPILAÇÃO DE APROXIMADAMENTE 70 TABLETES FORMADOS POR 7.000 PRESSÁGIOS E PREDIÇÕES CORRESPONDENTES, ENCONTRADO NOS ARQUIVOS DE NÍNIVE. FOI INSCRITO EM 600 A.C., EMBORA TENHA INCORPORADO MATERIAL MUITO MAIS ANTIGO. CF. T. BARTON, ANCIENT ASTROLOGY, P. 12.

A especificidade da astrologia que passou a ser elaborada na Mesopotâmia se caracteriza pelo desenvolvimento de cálculos para a previsão do movimento dos planetas, visando à previsão mais detalhada dos fenômenos e dos fatos da vida dos indivíduos, e regras para a interpretação dos dados encontrados. As técnicas e métodos desenvolvidos nesse processo começaram a configurar o saber astrológico (ou astrologia), com seus conceitos e enfoque próprios. Isso se diferencia, conforme já apontado no início deste capítulo, das antigas formas genéricas de astrologia como expressão do principio cosmológico e do simbolismo astral que estabelecem relações entre o céu e a Terra (onde o movimento do Sol, as fases da Lua, e as estrelas e constelações são marcadores das estações do ano ou períodos climáticos específicos).11


11 UM EXEMPLO A FAVOR DA AFIRMAÇÃO DE QUE A COSMOLOGIA QUE ESTABELECE A RELAÇÃO ENTRE O CÉU E A TERRA, E O SIMBOLISMO ASTRAL A ELA ASSOCIADO, SÃO ANTERIORES À ASTROLOGIA ENQUANTO UM SABER, É O POEMA GREGO OS TRABALHOS E OS DIAS, DE HESÍODO, ESCRITO NO SÉCULO VIII A.C. NELE, A RELAÇÃO ENTRE O CÉU E A TERRA JÁ É EXPLORADA, E OS FENÔMENOS NATURAIS E AS ATIVIDADES AGRÍCOLAS SÃO DESCRITAS EM RELAÇÃO AO CÉU. POR HAVER SIDO ESCRITO NO SÉCULO VIII A.C., INDICA QUE ESSA FORMA DE COMPREENDER O MUNDO E OS FENÔMENOS FAZIA PARTE DA CULTURA GREGA ANTES DESTA ENTRAR EM CONTATO DIRETO COM A ASTROLOGIA MESOPOTÂMICA, COM SUAS TÉCNICAS E MÉTODOS PRÓPRIOS, EM TORNO DO SÉCULO IV A.C.

O zodíaco começa a ser desenvolvido em torno de 700 a.C., a partir da identificação e listagem das constelações próximas à faixa na qual os planetas corriam (que era, para os mesopotâmicos, a trajetória dos deuses). Dezessete constelações ao longo da eclíptica são marcadas e, “embora existam vários grupos de estrelas pouco familiares, a origem do zodíaco moderno está claramente aqui”.


Com a invenção do zodíaco, são dadas as condições para produção de horóscopos individuais na Mesopotâmia, o que acontece nos séculos V ou início do IV a.C. Nos textos dessa época há predições para o que acontece com a vida daquele que nasce quando cada planeta está visível no céu.


Costuma-se afirmar que foi durante o período helenístico, iniciado após as conquistas de Alexandre Magno (334-323 a.C.), que o diálogo entre diferentes povos e culturas se intensificou, gerando, como conseqüência, a abertura do ocidente grego às influências do Oriente (principalmente quanto a seus aspectos místicos e religiosos), assim como a ampliação da cultura grega aos diferentes povos e culturas do oriente próximo. Os principais reinos que se formaram no Egito, na Síria, na Macedônia e em Pérgamo, após o império de Alexandre, possuíam, em diferentes graus, uma mistura da cultura grega e da oriental. O helenismo, nova cultura que se desenvolveu dessa mistura, se estendeu por todo o mundo conhecido.


É, portanto, a partir do final de século IV a.C., que os dados e métodos em astrologia e astronomia desenvolvidos pelos babilônicos são absorvidos mais intensamente pelos gregos, que os transformam na medida em que os inserem em suas concepções racionais e filosóficas acerca do universo e seu funcionamento.15 Antes de Alexandre, os gregos e outras culturas já estabeleciam relações entre o céu e a Terra e conviviam com o simbolismo astral, por isso também que o saber astrológico pôde ser incorporado, pois compartilhava dessa mesma base comum.


15 O QUE SE CONFIRMA COM A COLOCAÇÃO DE G. REALE, DE QUE A FILOSOFIA DO PERÍODO HELENÍSTICO É ABERTA À CULTURA ORIENTAL, A QUAL ABSORVE E, COM ISSO, A RECOMPÕE. CF. G. REALE.

Como exemplo do aumento da migração de indivíduos e da circulação de idéias, que ocorreu no oriente próximo após as conquistas de Alexandre e da colonização grega na Mesopotâmia, podemos citar os astrólogos Berosus e Sudines, babilônios que se estabeleceram na Grécia no século III a.C., e que contribuíram para aproximar a astrologia babilônica do pensamento grego.


O período helenístico ocupou um lugar central no desenvolvimento de novas correntes filosófico-religiosas, que expressavam o sincretismo Greco-oriental. Esse momento, assim como as correntes teóricas a ele relacionadas, foi crucial para o surgimento da astrologia ocidental. A principal estrutura da teoria astrológica ocidental é certamente helenística.


Os princípios básicos da astrologia ocidental teriam surgido, em um primeiro momento, da união de aspectos da elaborada adivinhação astral babilônica, com os fundamentos da física aristotélica. O resultado foi a criação de um modelo causal do cosmos, no qual as rotações eternamente repetidas dos corpos celestes, juntamente com suas variadas (mas periodicamente recorrentes) inter-relações, produziam todas as mudanças no mundo sublunar dos quatro elementos, sujeito à geração e à corrupção.16


16 D. PINGREE. SEGUNDO F. CUMONT, APESAR DE OS GREGOS TEREM ENTRADO EM CONTATO DIRETO COM A ASTROLOGIA COMO UM SABER SOMENTE APÓS AS CONQUISTAS DE ALEXANDRE MAGNO, NO SÉCULO IV A.C., ELES JÁ HAVIAM SIDO INFLUENCIADOS PELOS PRINCÍPIOS DESSA TEOLOGIA ASTRAL BABILÔNICA. O INÍCIO DA ESPECULAÇÃO FILOSÓFICA GREGA SERIA A PROVA DISSO, JÁ QUE, PARA CUMONT, NÃO HÁ DUVIDAS DE QUE A TENTATIVA DOS GREGOS DE REFORMAR AS ANTIGAS ESPECULAÇÕES COSMOLÓGICAS COM IDÉIAS RELACIONADAS AO CÉU E AOS MOVIMENTOS PLANETÁRIOS TEVE INFLUÊNCIA DA CULTURA BABILÔNICA. DE ACORDO COM ESSA IDEIA, T. BARTON AFIRMA QUE O DIÁLOGO ENTRE GREGOS E BABILÔNICOS JÁ SE DAVA ANTES DO PERÍODO HELENÍSTICO, E FOI INTENSIFICADO NO SÉCULO V A.C., DEVIDO TALVEZ ÀS GUERRAS PERSAS. FOI POR ISSO QUE, SEGUNDO A AUTORA, SOMENTE APÓS O SÉCULO V A.C. QUE O CONHECIMENTO DOS GREGOS SOBRE O CÉU FOI APRIMORADO, E QUE ELES PASSARAM A DISTINGUIR OS PLANETAS (“ESTRELAS ERRANTES”) DAS ESTRELAS FIXAS. DA MESMA FORMA, A REFORMA DO CALENDÁRIO DE ATENAS, FEITO POR METON E EUCTEMON, NO SÉCULO V A.C., SE DEU COM BASE NOS MÉTODOS BABILÔNICOS. T BARTON, ANCIENT ASTROLOGY.

A contribuição egípcia parece ter sido secundária, até o século II a.C. A imagem do Egito como o lugar de origem da astrologia, enquanto um saber, está ligado ao Egito helenizado dos Ptolomeus, mais especificamente à Alexandria,17 nos séculos III e II a.C. Na metade do século I a.C. o Egito tinha adquirido a reputação de berço da astrologia, e as maiores autoridades da astrologia helenística lá tiveram seu lugar.


17 ALEXANDRIA (CIDADE EGÍPCIA FUNDADA POR ALEXANDRE MAGNO), DEVIDO À SUA POSIÇÃO GEOGRÁFICA EXTREMAMENTE FAVORECIDA, PROPORCIONOU O ENCONTRO DAS CORRENTES FILOSÓFICO-RELIGIOSAS DO ORIENTE COM O PENSAMENTO GREGO E SE TORNOU, PORTANTO, O CENTRO CULTURAL DE NOVOS ESTUDOS CIENTÍFICOS, LITERÁRIOS E FILOSÓFICOS DURANTE O HELENISMO. A NOVA CULTURA ELABORADA PELOS SEUS CÍRCULOS INTELECTUAIS FOI DENOMINADA CULTURA ALEXANDRINA.

Os tratados herméticos18 exerceram um papel fundamental na difusão dessa ideia: muitos textos astrológicos herméticos são atribuídos a Nechepso e Petosiris– o que a princípio significaria uma contribuição da antiga cultura egípcia. Porém, Barton diz que esses textos, que se supõe serem do século I a.C., parecem ser versões egípcias da literatura de presságios mesopotâmicos. Ou seja, a influência babilônica é bastante presente na produção de conhecimento do Egito helenizado. Uma lista de planetas e signos zodiacais do século II a.C. é claramente baseada em figuras babilônicas. Além disso, as Tábuas Eternas, atribuídas aos egípcios a partir do século I d.C., foram compiladas dos almanaques babilônicos.


18 GRUPO DE TRABALHOS TÉCNICOS E FILOSÓFICOS ESCRITOS EM GREGO, QUE TRATAM DE MAGIA, ASTROLOGIA E ALQUIMIA, CUJA AUTORIA É ATRIBUÍDA A HERMES TRISMEGISTRO OU A ASCLÉPIO E SEU CÍRCULO. A LITERATURA HERMÉTICA É CONSIDERADA UMA FUSÃO ENTRE O PENSAMENTO GREGO, EGÍPCIO E BABILÔNICO (ENTRE OUTROS), SENDO, PORTANTO, FRUTO DA ANTIGUIDADE TARDIA.

Não nos resta dúvidas de que a literatura astrológica hermética19 foi uma das principais correntes filosófico-religiosas na formação e consolidação da astrologia ocidental. Porém, debruçar-se sobre suas características e influências contidas na produção astrológica da Antiguidade tardia (mais especificamente, na Astronomica de Manilius) seria uma tarefa de outro nível de exigência, em se tratando da proposta desta dissertação de mestrado, já que o hermetismo é uma vertente cuja ênfase recai sobre os aspectos mágicos e de manipulação do real, e não na previsão dos acontecimentos a partir do conhecimento do funcionamento da ordem e da natureza do céu. Sua consideração foge, portanto, ao escopo deste trabalho.


19 OS TRATADOS HERMÉTICOS REPRESENTARAM UMA DAS MAIS ANTIGAS SÍNTESES TEÓRICO-PRÁTICA DAS DOUTRINAS ASTROLÓGICAS, O QUE LHES CONFERIU UM LUGAR CENTRAL NO INÍCIO DA ASTROLOGIA HELENÍSTICA. BARTON O APRESENTA EM 4 GRUPOS, SEGUNDO OS TEMAS QUE ABORDAM. SEGUNDO CUMONT, ESSES TRATADOS SE TORNARAM A GRANDE AUTORIDADE NO QUE DIZ RESPEITO À ASTROLOGIA, DURANTE A ANTIGUIDADE TARDIA.


Sobre o Autor e a Obra


Nada se sabe sobre a vida de Manilius. Nem sobre sua origem é possível afirmar nada certo, mas tende-se a considerá-lo de origem itálica.


Sua obra, a Astronomica, é um poema latino composto de cinco livros que versa sobre astrologia, mas parece estar incompleto, já que no Livro II Manilius anuncia que apresentará a natureza e influência dos planetas, mas até o final do Livro V não retoma esse assunto.21


21 D. PINGREE, “MANILIUS, MARCUS”, IN C. C. GILLISPIE, ORG., DICTIONARY OF SCIENTIFIC BIOGRAPHY, VOL. 9, P. 79.

Não há consenso entre os estudiosos da Astronomica sobre o período exato em que a obra foi escrita. Se, por um lado, é reconhecido e aceito que Manilius tenha iniciado sua obra em torno do ano 9 d.C., quando Augusto era o imperador, há, por outro, um intenso debate em torno do ano em que ela teria sido terminada – ou, ao menos, em que o Livro V teria sido concluído – se durante o reinado de Augusto, ou já após a morte deste, sob o governo de Tibério. O maior problema que se coloca com essa questão é saber a qual imperador Manilius se refere em diferentes momentos dos Livros I, II e IV.


A tese de Housman, apresentada em 1903 e adotada por outros estudiosos, é que a Astronomica teria sido escrita entre 9 d.C. e 22 d.C., ou seja, que os três primeiros livros teriam sido escritos sob o governo de Augusto e, os dois últimos, sob o de Tibério. Porém, E. Flores publicou um trabalho em 1961 onde defendeu a tese de que a Astronomica foi escrita inteiramente sob o governo de Augusto. Tese que Herrmann, em 1962, também defende. Goold, por sua vez, afirma que os Livros I e II foram escritos enquanto Augusto reinava; o Livro III, por sua vez, não oferece pistas conclusivas a esse respeito. Já o Livro IV, ao exaltar o signo de Libra, e não mais o de Capricórnio, quando se refere ao imperador, indica que esse Livro foi escrito sob o governo de Tibério, dado que era ao signo de Libra que ele se associava. Em nossa análise constatamos que no trecho 770-780 do Livro IV, Manilius realmente exalta as qualidades do signo de Libra, identificando-o como regente de Roma e associando-o ao imperador.


Segundo E. Romano, a obra se estrutura da seguinte maneira: o Livro I expõe os conhecimentos astronômicos básicos, que remetem à síntese feita por Aratus de Soli (ca. 315-240 a.C)23. Os Livros II, III, IV abordam o poema astrológico propriamente dito. E o Livro V seria um adicional ao plano inicial do poema, dedicado a paranatellonta.24


23 O POEMA ASTRONÔMICO DE ARATUS, O PHAENOMENA, ERA CONSIDERADO, PELA MAIORIA DOS ROMANOS, COMO A PRINCIPAL FONTE DE CONHECIMENTO SOBRE O CÉU. TRADUZIDO PARA O LATIM POR CÍCERO E OUTROS, FOI, CERTAMENTE, UMA DAS INFLUÊNCIAS QUE PREPAROU A CULTURA ROMANA PARA A ASSIMILAÇÃO DA ASTROLOGIA.

24 CF. F. CALERO, OP. CIT., P. 21. PARANATELLONTA É A RELAÇÃO DAS CONSTELAÇÕES EXTRA ZODIACAIS QUE ASCENDEM E SE PÕEM AO MESMO TEMPO QUE AS CONSTELAÇÕES ZODIACAIS.

Costuma-se afirmar que o conteúdo astrológico do poema é rudimentar e, por isso, ele não se mostra adequado para aquilo a que se propõe: a instrução de estudantes no saber astrológico.25 Segundo Barton, como a audiência de Manilius era a nobreza, o poema foi escrito em versos e, na realidade, não estava destinado à formação de pupilos – o que se confirma pela ausência de exemplos e horóscopos ilustrativos. Assim, alguns autores tendem a não considerar a Astronomica um manual astrológico, pois não seria possível fazer ou interpretar um horóscopo a partir dela. Entretanto, Goold afirma que a produção de um poema didático é uma tarefa complexa e, por isso mesmo, é possível que um texto seja didático mas não contemple tudo a respeito do saber sobre o qual se dedica. Este seria, para Goold, o caso da Astronomica, que se mostra como um manual astrológico, mas não completo.


25 UM DOS PESQUISADORES QUE FAZ ESSA AFIRMAÇÃO É D. PINGREE; PARA MAIORES INFORMAÇÕES, VIDE: D. PINGREE, “MANILIUS, MARCUS”, IN C. C. GILLISPIE, ORG., DICTIONARY OF SCIENTIFIC BIOGRAPHY, VOL. 9, P. 79.

O Livro I faz um breve relato das especulações cosmológicas; trata da esfera, das constelações (zodiacais ou não), dos grandes círculos, e termina com uma discussão sobre os cometas. O Livro II trata dos signos do zodíaco e suas características, classificações, relações geométricas e subdivisões; estabelece a relação entre os signos e as partes do corpo humano; apresenta o conceito de dodecatemoria, zodiacal ou planetária; fala sobre os pontos cardeais e expõe o sistema de doze ou oito casas. O Livro III apresenta as doze sortes26; o cálculo do horóscopo, ou o surgimento dos signos no horizonte; explica o conceito de cronocratoria; expõe um método para calcular a duração de uma vida, e descreve os signos trópicos (Áries, Câncer, Libra e Capricórnio). O Livro IV faz uma descrição dos efeitos dos signos zodiacais nos que nascem sob sua influência; apresenta o conceito de decano; identifica os graus malignos de cada signo; trata de astrologia geográfica, apresentando um mapa do mundo com os regentes zodiacais de cada parte, e termina com uma discussão dos efeitos dos eclipses em diferentes signos. O Livro V fala basicamente sobre o tema das paranatellonta, e a influência que a combinação de diferentes constelações exerce no temperamento e na vida das pessoas.


26 AS SORTES, TAMBÉM DENOMINADAS “PARTES”, “LUGARES” E “TRABALHO”, SÃO UM SISTEMA DE PREVISÃO ASTROLÓGICA, MAS O FATO DE SEREM DE DOZE TIPOS NÃO ESTABELECE RELAÇÃO COM O SISTEMA DAS DOZE CASAS.


Análise da Obra


O objetivo desta análise é identificar qual a concepção de mundo presente na Astronomica, enfatizando especificamente os traços do pensamento estoico na cosmologia e nos pressupostos teóricos que serviram de base ao sistema astrológico proposto por Manilius. Assim, não será analisado o sistema astrológico em si, seus conceitos e técnicas próprias27, mas o quanto ele reflete da cosmologia na qual se baseia.


27 PARA UMA BREVE ANÁLISE DA ASTROLOGIA DESENVOLVIDA POR MANILIUS, VIDE: J. TESTER, E A INTRODUÇÃO DA TRADUÇÃO ESPANHOLA DA ASTRONOMICA, ESCRITA POR F. CALERO: MANILIO, ASTROLOGÍA.

As seções segundo as quais a análise da obra será feita foram definidas a partir da leitura da Astronomica; assim, os conceitos e pressupostos da filosofia estoica serão apresentados em função do material selecionado da obra. Ou seja, não se pretende fazer uma apresentação detalhada dessa escola de pensamento, mas sim relacioná-la com os trechos da Astronomica que foram escolhidos, estabelecendo assim um diálogo que servirá de base para a análise.


Para isso serão usadas basicamente duas das principais fontes primárias do Médio estoicismo28: a obra De divinatione, escrita por Cícero, e a obra De mundo, escrita por Posidônio.29 Cícero (106 – 43 a.C.) não era estoico, mas é considerado como uma das principais fontes de informação sobre o estoicismo, por haver sistematizado, de forma crítica, seus preceitos. Posidônio (c.a.135 – 51 a.C.) foi um dos principais representantes do Médio estoicismo, cujas ideias e contribuições à escola estoica no século I a.C. se mostraram centrais para entender o desenvolvimento do saber astrológico desse período histórico.


28 PERÍODO DE DESENVOLVIMENTO DA ESCOLA ESTOICA QUE SE DEU ENTRE OS SÉCULOS II E I A.C.

29 EMBORA TENHA CHEGADO ATÉ NÓS COMO UMA OBRA ESCRITA POR ARISTÓTELES, É UM CONSENSO ENTRE MUITOS PESQUISADORES ESPECIALIZADOS QUE O AUTOR DO TRATADO DE MUNDO É POSIDÔNIO. “DE MUNDO”. IN: ARISTÓTELES. THE WORKS OF ARISTOTLE TRANSLATED INTO ENGLISH. TRAD. INGL. W. D ROSS. OXFORD, CLARENDON, 1931, 12 VOLS., VOL. 3.

As passagens da Astronomica em que Manilius estabelece uma relação entre astrologia e poder não foram destacadas em uma seção própria. Essa opção se justifica pois o objetivo deste capítulo é analisar especificamente os traços do pensamento estoico presentes na concepção de mundo que sustenta o sistema astrológico apresentado por Manilius. Entretanto, como essa associação é estrutural para se entender o lugar que a astrologia passou a ocupar no Império romano, conforme vimos no capítulo 1, alguns trechos da Astronomica que fazem referência a essa associação serão pontuados ao longo da análise.31


31 DENARDIS PROPÕE COMO DISCUSSÃO EM SUA TESE DE DOUTORADO UMA ANÁLISE DOS DIFERENTES NÍVEIS DE PODER PRESENTES NA ASTRONOMICA. SEGUNDO A PESQUISADORA, ESSES NÍVEIS DE PODER SÃO ESTRUTURAIS AO PRÓPRIO POEMA E SE APRESENTAM EM TRÊS EIXOS: O PODER DO COSMO; O DO IMPERADOR; E O DO PRÓPRIO POETA. PARA UMA ANÁLISE MAIS DETALHADA SOBRE A RELAÇÃO ENTRE ASTROLOGIA E PODER POLÍTICO PRESENTE NA ASTRONOMICA.


A Estrutura do Universo


O modo como o mundo está formado e disposto no espaço é abordado por Manilius basicamente ao longo do Livro I, onde o autor se ocupou em apresentar algumas noções básicas de astronomia aos seus leitores.


Por se tratar de uma obra escrita em Roma, no século I d.C., é de se esperar que o universo seja compreendido do ponto de vista geocêntrico: a Terra se encontra no centro e se afasta de forma equidistante dos extremos do universo. Ao lidar com a ideia de que há extremos no universo, a concepção de um universo finito é confirmada. Os limites do universo são formados pelas estrelas fixas e, acima delas, não há nada. Em nenhum momento de sua obra Manilius faz referência à concepção estoica da existência do vazio que envolve o universo finito. O autor apenas indica que a esfera das estrelas fixas é a ultima e que ela encerra o universo.32


32 PARA OS ESTÓICOS, O UNIVERSO É FINITO E COESO. PORÉM, ESTÁ INSERIDO EM UM VAZIO INFINITO, COM O QUAL NÃO INTERAGE, JÁ QUE SUA COESÃO O MANTÉM UNO E COERENTE EM SI MESMO.

A Terra é estática, o que se move é o céu. O céu é composto pelas estrelas fixas e planetas, porém, enquanto o céu se movimenta em uma direção, fazendo girar as constelações nele dispostas de forma fixa, os planetas circulam na direção contrária a ele, obedecendo, cada qual, sua esfera e órbita determinadas. A ordem em que estão dispostos no espaço, é: Saturno (o mais distante da Terra e mais próximo das estrelas fixas), Júpiter, Marte, Sol, Mercúrio, Vênus e Lua (a mais próxima do centro e da Terra).


A Terra, e tudo que a ela pertence, está sujeito à mudança. As coisas terrestres nascem, crescem e morrem, necessariamente. O céu, por sua vez, permanece imutável, conserva todas as suas partes, e é eterno.


Segundo Manilius, a Terra, o Sol e os planetas são esféricos, já que imitam a forma do universo que, em função de seu movimento circular, adquiriu o formato esférico. O formato do universo, por sua vez, reflete a forma dos deuses (esférica) e sua natureza, não possuindo nem princípio nem fim.


Uma prova da esfericidade da Terra é o fato de não ser possível ver sempre as mesmas constelações de qualquer parte do globo terrestre. Como aquilo que é visto no céu depende do local em que se está na Terra, sua forma é redonda. Outro argumento apresentado por Manilius é que, se ao invés de redonda a Terra fosse plana, o brilho da Lua não a iluminaria gradualmente, primeiro em algumas regiões para, aos poucos, se estender às demais, e sim se daria de uma vez só.


Manilius afirma que o universo está suspenso, e não se apóia em nenhuma base, o que é evidente pelo fato de mover-se, assim como pelo seu movimento circular, observado pelo aparecimento regular das constelações e pelo caminhar previsível do Sol por elas.


A Terra, assim como o universo, também está suspensa no centro e nele permanece estável, graças ao equilíbrio de forças entre os elementos que compõem o universo. É esse equilíbrio que mantém a ordem de todo o universo, assim como o movimento cíclico e regular dos astros.


Ao falar sobre os elementos e sua participação na formação do universo, Manilius diz que: “o fogo alado elevou-se às regiões mais altas e, abraçando os pontos mais altos do céu estrelado, formou uma defesa de chamas para a proteção do universo”. Em seguida, referindo-se ao fogo Manilius diz que:


“(…) o sopro desceu até a região das brisas sutis”, ou seja, a região ocupada pelo ar. É possível notar, nessa frase, a íntima relação entre a cosmologia apresentada por Manilius e as idéias estoicas, através da ideia de um sopro. Para os estoicos, o sopro pode tanto ser referência ao pneuma – definido como um sopro quente ou espírito que se estende por todo o cosmo – quanto ao fogo artífice, um sopro ígneo e artesão, associado á geração do cosmo. Como Manilius, no texto original em latim, usa o termo spiritus, não temos dúvida de que ele está se referindo ao pneuma.33


33 SEGUNDO REALE, PARA OS ESTOICOS, DEUS, QUE É AO MESMO TEMPO PHYSIS E LÓGOS, FOI IDENTIFICADO TANTO COM O FOGO ARTÍFICE QUANTO COM O PNEUMA, O QUE MOSTRA UMA CERTA SOBREPOSIÇÃO DESSES DOIS CONCEITOS. PORÉM, SERIA DO LÓGOS-FOGO QUE OS QUATRO ELEMENTOS SE FORMARIAM: FOGO E AR PRIMEIRO, QUE JUNTOS FORMAM O PNEUMA (ESPÍRITO), E DEPOIS A ÁGUA E TERRA. E, EM SEGUIDA, TODO O COSMO E AS COISAS QUE NELE SE INSEREM, POR AÇÃO DO PRÓPRIO FOGO E DO PNEUMA QUE TUDO PERMEIAM.

Ao seguir seu raciocínio, Manilius diz que o ar, encontrando-se abaixo dos astros, é o que alimenta o fogo. O terceiro elemento é a água. Quando a água se evapora, expele a brisa sutil e alimenta o ar. A Terra, por sua vez, foi a ultima a assentar-se.


Há, na totalidade dessa passagem, uma seqüência que alude à cosmologia estoica, segundo a qual existe um primeiro movimento gerador do universo que parte do fogo, passa pelo ar e pela água, e chega na terra. Os elementos são quatro: fogo e ar, os agentes ativos do universo, cuja combinação gera o pneuma, e água e terra, os passivos e mais pesados e, por isso, se encontram no centro do universo.


Manilius, ao discorrer sobre o por quê dos cometas, diz que todo o universo está permeado por fogo, por isso é natural que às vezes apareçam no céu esses rastros de fogo e que o ar resplandeça iluminado por essas chamas brilhantes. O que nos chama a atenção aqui é o pressuposto de que o fogo está presente em toda a natureza, o que é parte fundamental das ideias estoicas. Segundo Manilius:


“(…) o fogo está presente em todas as partes: habita nas nuvens carregadas que dão origem aos raios, penetra na Terra, ameaça o céu com as chamas do Etna, esquenta as águas nas suas próprias fontes e se encontra na dura pedra e na casca verde quando a madeira, ao esfregar-se consigo mesma, se queima; até tal ponto o fogo é abundante em toda natureza (…)”.


Segundo a escola estoica, a “natureza é um fogo trabalhando artisticamente, seguindo seu caminho para a criação”. De acordo com Reale, o fogo é o Princípio que tudo transforma e penetra.


Um aspecto da relação entre astrologia e poder é abordado por Manilius na discussão sobre a estrutura e composição do universo. Ao se referir à batalha do Accio, após a qual Augusto se afirma como único governante de Roma, Manilius o designa como “dono do céu” e como “deus na Terra” – associando seu lugar de governante do mundo com o de governante ou regente do universo.


Em outro trecho da Astronomica, ao falar sobre as regiões da Terra de onde é possível observar outras constelações, diferentes das conhecidas pelos romanos, Manilius diz que o céu, assim como a luz do Sol, é igual para todos, mas essas outras regiões somente são superadas por Roma em relação a um astro: “Augusto, que deu sorte a nosso hemisfério: agora o maior legislador na Terra, depois do céu”.


DeNardis afirma que Manilius, ao se referir à figura do imperador como parte do cosmo e, portanto, como expressão natural do poder do universo, confere ao governante poderes divinos e autoriza-o a exercê-lo sobre a Terra.


Vemos que, ao longo de seu poema, Manilius se esforça para reverenciar o imperador, sustentado por conceitos e referências astrológicas. Com isso, alimentava a proximidade entre astrologia e política, característica do final da República e início do Império romano.


Em uma determinada passagem do Livro I, Manilius expõe diversas teorias sobre a origem e formação do universo, com as quais não se compromete. Mas, ao começar a apresentar a concepção de mundo na qual se baseará, afirma: “(…) qualquer que seja sua origem, o aspecto externo do mesmo tem harmonia, e sua estrutura está disposta segundo uma ordem precisa”. Ou seja, Manilius atenta para a harmonia e a ordem constituintes do universo. Esse é o tema que abordaremos na próxima seção.


§

O Princípio Ordenador


Se a proposta é analisar as influências estoicas na obra de Manilius, nada mais adequado do que iniciar a discussão com um trecho extraído do inicio do livro II, no qual o autor anuncia sobre o que versará:


“Cantarei, de fato, a deus que com silencioso desígnio governa a natureza, que está no interior do céu, da Terra e do mar, e dirige o imenso universo com leis constantes; cantarei como todo o universo subsiste graças à concórdia de suas partes e é movido pelo impulso da razão, pois um único espírito habita em todas as suas partes e impregna o universo percorrendo-o todo e configurando-o como um ser vivo”.


Adequado, porque esse verso expressa, do início ao fim, que Manilius se baseia na física estoica para compreender o universo e, da maneira como apresenta o tema de sua obra, o autor anuncia claramente seu posicionamento teórico.


Dentre os pressupostos básicos com os quais trabalha, está a ideia de que o universo é um todo ordenado, que respeita leis fixas e constantes em seu funcionamento. Isso se deve pelo governo da mente divina ou deus, que está em tudo de forma indiferenciada, já que impregna todos os elementos que compõem o universo, estendendo-se por tudo e, com isso, garante a coesão do todo pelo relacionamento harmônico de suas partes.


De acordo com o pensamento estoico, deus é um ser imortal, sem forma definida, responsável pela geração e ordenação do cosmo, já que é razão e inteligência. Está em todos os elementos do universo, pois, como um espírito, se espalha por tudo e perpassa toda a matéria, unindo-se a ela e mantendo o universo coeso e unido. Como principio ativo, é inseparável da matéria, portanto, “deus está em tudo e deus é tudo. Deus coincide com o cosmo”, ou seja, é múltiplo e uno ao mesmo tempo.


Segundo Reale, o conceito de deus é o eixo em torno do qual a física estoica se organiza. Deus é identificado com a physis: “para os estoicos, physis implica matéria, mas implica também o princípio intrínseco agente que é, que dá e que se torna forma de todas as coisas, isto é, o princípio que faz tudo nascer, crescer e ser”. Assim, deus é physis mas é também lógos, ou seja, principio de inteligência e racionalidade, imanente à matéria.


O conceito de pneuma, por sua vez, também é estrutural no pensamento estoico, e se define como uma substância muito rarefeita que a tudo permeia, preenchendo o cosmo como um todo. Sua função básica é a geração e a coesão da matéria, assim como o contato entre todas as partes do cosmo. Sambursky afirma que: “a matéria passiva e sem forma é o primeiro substrato do cosmo e, dessa forma, sem qualquer qualidade. É o pneuma que a tudo perpassa que, totalmente misturado com a matéria, a imbui com todas suas qualidades”. Dessa forma, o pneuma se apresenta como o agente responsável pela unificação da matéria, o que se confirma pelas palavras de Sextus Empiricus, ao dizer que “há um só espírito (pneuma) que se espalha por todo o universo, como uma alma, e nos faz um com ele”.


Manilius está se referindo ao pneuma quando diz que “um único espírito habita em todas as suas partes e impregna o universo percorrendo-o todo”, garantindo, assim, sua harmonia e coesão.


Entretanto, embora os estoicos acreditassem na natureza corpórea do pneuma, eles não consideravam que era semelhante à matéria, mas sim à força. Foi a concepção de um poder interpenetrando a matéria e se espalhando pelo espaço e, com isso, causando os fenômenos físicos, que formou a ideia central de pneuma.


Dessa forma, pneuma se tornou sinônimo de deus, e uma noção se define pela outra, já que pneuma, enquanto força natural capaz de dar forma às coisas e causar mudanças no mundo físico, é expressão da razão divina. E deus, ao ser entendido como algo totalmente misturado com a matéria, foi identificado com o pneuma que a tudo permeia. Assim, a razão divina foi definida como pneuma corporal, e ambos se constituem como o princípio ordenador do universo.


Se o pneuma, através de sua ação, faz da natureza uma unidade coerente de característica dinâmica, é o conceito estoico de simpatia (sympatheia), ao pressupor que todos os elementos do universo subsistem em co-existência numa matéria contínua onde não há vazio, que faz do cosmo um único corpo, com uma estrutura harmônica e unificada.


 Manilius faz referência ao conceito de simpatia universal no verso que se segue:


“Esta obra, formada com a matéria do imenso universo, assim como as diversas partes da natureza, constituídas em distinta proporção pelo ar, pelo fogo, pela terra e pela água nivelada, são dirigidas pela força divina de uma alma, para a qual contribui a divindade com seu sagrado movimento, que governa com uma norma secreta, estabelecendo mútuos vínculos entre todas as partes, a fim de que cada uma disponibilize suas forças para as demais e receba o mesmo das outras partes, e faça com que o conjunto permaneça unido através de suas diversas formas”.


Com base nesse verso, podemos dizer que Manilius considera a existência da simpatia universal que, por meio da interdependência entre as partes, garante a coesão e unidade do todo.


Um dado interessante, e que reforça a tese de que Manilius se baseia predominantemente na filosofia estoica, pode ser observado no trecho em que o autor critica aquele que ensinou que “o edifício do universo estava formado por átomos e que neles se desfaria”. Ao se contrapor ao Epicurismo de forma explícita, Manilius posiciona-se de um dos lados da disputa filosófica travada entre as escolas atomista e estoica, comum durante a Antiguidade tardia.


Uma das principais diferenças entre as duas escolas pode ser percebida no posicionamento de cada uma em relação à teoria da matéria. Enquanto o estoicismo propunha a teoria de um continuum dinâmico, composto pela matéria (sem forma) juntamente com a ação do pneuma (conferindo, de maneira sensível e inteligente, forma e coerência a ela), o atomismo trabalhava com os conceitos de átomos e de vazio, onde o universo era composto por átomos, pequenas estruturas completas em si mesmas, e pelo vazio, espaço onde não havia corpos – formados, sem a ação de um lógos ou intenção divina, por átomos. Dessa forma, os atomistas só admitiam a interação por contato direto. Já os estoicos, ao considerarem que não havia vazio no universo, falavam de interação em um continuum dinâmico, e em um poder que tudo envolvia.


Manilius afirma:


“Parece-me que não há nenhum outro argumento tão forte, pelo qual resulte evidente que o universo gira graças a um poder divino, que ele mesmo é deus e que não se formou sob a direção do acaso [..]”.


Ou seja, ele considera que as coisas não se dão por acaso e sim pela ação inteligente de um princípio ordenador. E continua criticando as concepções epicuristas ao questionar que os corpos sejam formados por átomos e sem a intervenção da divindade. A favor da ideia de que há a intervenção divina no cosmo, e contra a ideia de acaso, Manilius afirma:


“Por quê vemos que as constelações saem sucessiva e regularmente, seguem as órbitas que lhes foram designadas, como que por uma lei, e que nenhuma se atrasa porque nenhuma se adianta?”


Manilius conclui seu raciocínio dizendo que se não houvesse a harmonia (ou simpatia) entre todas as partes que compõem o universo, e se essa estrutura como um todo não obedecesse à mente divina, que a governa com inteligência e sabedoria, o universo não existiria, pois não haveria ordem e sim caos.


Há um verso, no Livro III, que apresenta de forma bastante completa e esclarecedora os conceitos com os quais Manilius compreende o universo e seu funcionamento:


“A natureza, causa e salvaguarda das coisas secretas, ao erigir coisas imensas e de grande proporção por entre as muralhas do universo, ao colocar astros esparsos ao redor da Terra, que ficou suspensa no centro, ao unir com leis imutáveis membros diversos em um só corpo, e ao ordenar ao ar, à terra, ao fogo e à água oferecer recíproco alimento alternativamente, a fim de que a concórdia regesse tantos princípios em luta, e o universo, unido por uma lei eterna, mantivesse sua estabilidade, a fim de que nada permanecesse excluído da suprema ordem racional e a fim de que aquilo que era do universo fosse governado pelo universo mesmo, também fez depender o destino e a vida dos homens dos astros, os quais defenderiam o mais elevado dos atos, a honra e a glória, o renome, e girariam sem se cansarem jamais”.


Vamos analisá-lo por partes: quando Manilius diz, “A natureza, causa e salvaguarda das coisas secretas (…)”, está pressupondo que ela encerra em si os segredos do universo, sua ordem e os princípios de seu funcionamento.


Como demonstraremos no final dessa análise, há, nesse verso, a identificação da natureza com o conceito de deus, lógos e mente divina, própria da escola estoica. (Para os estoicos, natureza e deus são termos sinônimos).


No trecho que diz “(…) ao erigir coisas imensas e de grande proporção por entre as muralhas do universo, ao colocar astros esparsos ao redor da Terra, que ficou suspensa no centro (…)”, Manilius está se referindo à estrutura do universo, entendido como finito e delimitado por contornos ou “muralhas”; e, espalhados dentro desse espaço delimitado há astros, que giram ao redor da Terra que, por sua vez, está suspensa no centro do universo.


“(…) ao unir com leis imutáveis membros diversos em um só corpo (…)”, vemos, nesse trecho, inclusive em função dos termos empregados (“membros” e “corpo”), que o universo é entendido como um organismo vivo, cuja unidade é ordenada e articulada por leis gerais e imutáveis que se estendem por todas as suas partes. (Para o estoicismo, o mundo, que compreende o céu, a terra e os seres que nele se encontram, é considerado um organismo vivo).


Ao dizer que “(a natureza) ao ordenar ao ar, à terra, ao fogo e à água oferecer recíproco alimento alternativamente, a fim de que a concórdia regesse tantos princípios em luta (…)”, Manilius afirma que todos os elementos que compõe o universo se retro-alimentam e se relacionam equilibradamente, mantendo uma coerência entre si.


Essa ideia se relaciona diretamente com o pensamento estoico, que entende que o cosmos é uma entidade orgânica, cujo equilíbrio dinâmico – dentro do vazio que o envolve – se dá pelos pesos iguais na mistura dos quatro elementos. Se fosse mais pesado, se moveria para baixo, se fosse mais leve, para cima.


Tanto no verso acima citado, quanto na cosmologia estoica, há a ideia de que o cosmo tende ao equilíbrio, à harmonia. Ou seja, a natureza, ao ordenar os quatro elementos, buscou, com isso, que a mistura coerente entre eles regesse os princípios conflitantes e o embate que existe entre as coisas, para que, com isso, o universo se mantivesse em equilíbrio (O cosmos se auto-sustenta porque nele está contido tudo que precisa. Suas partes estão em constante troca entre si, por isso o cosmo em sua totalidade é um corpo perfeito e harmônico). Essa concepção é expressa por Posidônio, que diz que o universo é ordenado por um único poder que se estende através de tudo, o qual, por sua vez:


“(…) criou todo o universo com elementos diferentes e separados (ar, terra, fogo e água), envolvendo tudo com uma superfície esférica e forçando as naturezas contrárias a viver em acordo, o que produz a permanência do todo”.


Seguindo em nossa análise, há o trecho que diz: “(…) e o universo, unido por uma lei eterna, mantivesse sua estabilidade, a fim de que nada permanecesse excluído da suprema ordem racional (…)”. Aqui há a ideia de que o universo se mantém unido por uma lei eterna, o que garante sua estabilidade, e faz com que tudo que o componha participe da suprema ordem racional, ou seja, do lógos ou mente divina.50


50 SEGUNDO DENARDIS, A EXISTÊNCIA DE UM PLANO DIVINO QUE CONFERE ORDEM E COESÃO AO UNIVERSO É UM DOS MAIS EVIDENTES NÍVEIS DE PODER COM QUE MANILIUS LIDA NA ASTRONOMICA. PARA A PESQUISADORA, MANILIUS “(…) DESCREVE O COSMO TODO PODEROSO COMO UMA COMBINAÇÃO DO PODER DE DEUS E DO LÓGOS (…)”.

No último trecho do verso, que diz: “(…) e a fim de que aquilo que era do universo fosse governado pelo universo mesmo, também fez depender o destino e a vida dos homens dos astros, os quais defenderiam o mais elevado dos atos, a honra e a glória, o renome, e girariam sem se cansarem jamais”, está presente a ideia de que a natureza (enquanto deus ou mente divina), ao imprimir o princípio de que tudo que compõe o universo participa da “suprema ordem racional”, fez com que o universo se auto-regulasse e governasse a si mesmo.


Ao final da análise detalhada do verso acima selecionado, podemos definir o conceito de natureza com o qual Manilius trabalha. A natureza: 1) erigiu o que compõe e se insere no universo, como os astros e a Terra; 2) conferiu as leis imutáveis que geraram e mantém o universo; 3) é responsável pela coerência e união de tudo que compõem o universo; 4) ordenou os quatro elementos de modo que a mistura entre eles conferisse estabilidade ao funcionamento do universo; 5) fez que tudo que compõe o universo fosse governado pelo próprio universo, de modo que nada permanecesse excluído da suprema ordem racional a ele inerente; 6) fez com que o destino e a vida dos homens dependessem dos astros.


Ou seja, a natureza é entendida como sendo inteligente, que age de forma coerente e segundo princípios lógicos, e tem como finalidade manter a ordem e o funcionamento harmônico do universo, criado por ela. Nota-se, portanto, a clara sobreposição dos conceitos de natureza e de deus, própria do pensamento estoico.


A última frase do verso que acabamos de analisar – que os astros giram sem se cansarem jamais – contém em si a referência ao movimento regular, cíclico e repetido dos astros, como expressão da ordem e da eternidade do universo.51 Em outra passagem da Astronomica, localizada no Livro I, Manilius apresenta essa mesma relação:


51 PARA A ESCOLA ESTOICA, O COSMO, EMBORA SUJEITO A CONTÍNUO METABOLISMO, NUNCA MORRE. E SUA IMORTALIDADE É EXPRESSÃO DA EXTENSÃO INFINITA DO TEMPO, CUJO FLUXO ESTÁ ASSOCIADO AOS CICLOS PLANETÁRIOS E À SUCESSÃO DE EVENTOS QUE NUNCA CESSA.

“E não há nada mais admirável nesse universo imenso que seu desígnio, e o fato de que tudo obedece a leis fixas. Em nenhuma parte causa perturbação o elevado número de estrelas, e em nenhuma parte nenhuma anda errante nem gira em uma órbita mais ampla ou mais estreita ou segundo uma ordem alterada”.


O Céu como Causa


Por se tratar de uma obra astrológica, não é de se surpreender que a Astronomica estabeleça uma relação causal do céu para com a Terra. Algumas passagens da obra ilustram essa concepção, como a que se segue, onde Manilius fala sobre a constelação do Cão maior, e diz que ele é: “(…) o mais violento dos astros para a Terra quando sai e o mais prejudicial quando se põe. Quando se levanta está rígido pelo frio e, quando deixa o radiante céu, este se encontra aberto ao calor do Sol: dessa forma, move o universo em ambos os sentidos, produzindo efeitos contrários.” Nas primeiras linhas da citação, parece que a ideia apresentada é a de que quando a constelação surgia no céu, estava associada ao frio do inverno, nos princípios de janeiro; e quando desaparecia, no inicio de maio, anunciava o calor do verão que se aproximava. Se assim o fosse, Manilius não se distanciaria da antiga visão baseada no simbolismo astral, que entendia as constelações como marcadoras de eventos atmosféricos e variações climáticas, de forma semelhante como Virgílio o fez nas Geórgicas. Porém, a concepção segundo a qual Manilius compreende os fenômenos é esclarecida de forma categórica com a última frase: “dessa forma, move o universo em ambos os sentidos, produzindo efeitos contrários.” A constelação, portanto, produz efeitos, e não só os sinaliza.


Essa relação pela qual o céu produz e causa efeitos e eventos na Terra aparece por toda a Astronomica. Outro exemplo é quando a constelação de Touro aparece no céu: “ele (o Touro) causa guerras e volta a trazer a paz, ao regressar de distintas formas, move o mundo segundo sua visão, e o governa com seu olhar.”53


53 MANILIUS, ASTRONOMICA I, § 400-410. MANILIUS CONFERE O PODER DE INFLUÊNCIA DESSA CONSTELAÇÃO À SUA COR E AO BRILHO DE SEU FOGO, JÁ QUE SE TRATA DE SÍRIO, A ESTRELA MAIS BRILHANTE DO CÉU.

Segundo Manilius, os signos trópicos (definidos por ele como sendo Câncer, Capricórnio, Áries e Libra), “fazem mudar todo o universo (…) e introduzem novas formas nos trabalhos e na natureza”, já que são eles que produzem a mudança das estações. Ao discorrer sobre os efeitos que o signo de Áries produz, afirma: “Então pela primeira vez o mar fica calmo com ondas suaves, e a terra se atreve a produzir variadas flores; então nas pastagens os rebanhos risonhos e as aves dão-se ao amor e à procriação, todo o bosque ressoa com vozes harmoniosas e se põe verde toda a folhagem; tanto muda a natureza com as forças desse signo.”


Há também versos dedicados a descrever o tipo de influência que o céu exerce no temperamento dos homens, como a longa seqüência presente no Livro IV, do verso 122 ao 293, que aborda as características e habilidades que os signos concedem àqueles que nascem sob seu domínio. É imensa a quantidade de trechos que estabelece uma relação direta e causal entre os signos, constelações e planetas com as mudanças na natureza e interferência na vida humana; essas foram somente algumas amostras. Um dos pontos que se mostra interessante para a análise é comparação dessa relação de causalidade, explicitamente apresentada por Manilius, e a concepção de que as estrelas apenas sinalizam ou acompanham as mudanças meteorológicas, como vimos nas Geórgicas, de Virgílio.


Nesse poema, Virgílio ilustra e faz referência às estrelas e aos signos como marcadores das estações, e de que forma isso interfere na agricultura ou na vida campesina de forma geral. Essa forma de se referir aos céus não diferia de como era feito até então, e apenas confirmava as concepções vigentes a respeito da influência celeste sobre a vida na Terra, baseadas no simbolismo astral.


Em contraposição a essa compreensão de mundo, temos a concepção astrológica, representada por Manilius na Astronomica, onde um dos eixos principais é a relação de causalidade entre o céu e a Terra, que se expressa na ideia de que as tendências e comportamentos humanos estão sujeitos à influência celeste. Ou seja, quando a concepção astrológica do mundo se afirma, as estrelas não são simplesmente marcadoras das estações do ano, e a posição do céu não somente está associada aos fenômenos naturais, mas os produzem e direcionam, assim como o fazem com as tendências e comportamentos humanos.


Seguindo seu raciocínio astrológico, Manilius afirma que graças às constelações zodiacais e aos planetas é possível conhecer todo o plano do destino, o que os justifica como os elementos mais importantes do universo. Isso porque o destino, seqüência inevitável de acontecimentos, é derivado do céu.


Mas antes de entrarmos no conceito de destino, vale abordarmos alguns aspectos da teoria da causalidade segundo o pensamento estoico, para tentarmos compreender com base em que pressupostos teóricos Manilius considera o céu como causa.


Segundo Sambursky, a existência de um nexo causal no mundo é uma verdade axiomática da escola estoica. Porém, para que o nexo causal entre tudo que compõe o universo seja possível, a teoria da causalidade deve se sustentar na concepção de que há uma simpatia universal entre todos os elementos do universo, mantendo-o único e coeso.


“A continuidade da natureza, esta presença dos corpos num mundo de espaço ocupado que ignora o vazio, esta assimilação de Deus e do cosmos, permitem-nos dizer que o todo está em simpatia consigo mesmo, que tudo conspira, que existe uma simpatia universal das coisas e dos seres”.


A concepção de um universo que se manifesta como um continuum de matéria está associada ao conceito de pneuma, uma força que perpassa o mundo todo, conferindo coerência e coesão à matéria, ao misturar-se com ela. O conceito de pneuma tornou-se sinônimo de deus, já que encerra em si a ideia de uma força inteligente ou razão divina que a tudo permeia. Dessa forma, Sambursky afirma que o pneuma tem um lugar central na física estoica porque possui um duplo significado: é poder divino que confere à matéria um estado definido, e é o nexo causal que liga os sucessivos estados da matéria. E, nesses dois aspectos, se revela espacialmente e temporalmente como um agente contínuo.


A propagação se dá, portanto, em um único continuum material. Desse modo, o universo assume um aspecto corpóreo, onde não há vazio: “para os estoicos, o ar não é composto de partículas, mas é um contínuo que não possui espaço vazio”. Condição necessária para que a propagação se estenda, se constituindo como um nexo causal.


A simpatia universal, ou seja, o cosmo como um único organismo, com uma estrutura unificada, coesa e ordenada, onde suas partes interagem, é possível graças a ação do pneuma. Segundo Sambursky, uma das provas da existência da simpatia é, para os estoicos, a influência do céu sobre a Terra, onde o exemplo da relação entre a Lua e a maré é um dos mais usados, aparecendo inclusive no tratado De divinatione, de Cícero, que faz referência aos ensinamentos de Posidônio. Afirma Cícero:


“Para que falar também dos braços de mar ou das agitações marinhas? Seus fluxos e refluxos são governados pelo movimento da Lua. Seiscentos exemplos dessa mesma natureza podem ser citados para que se veja a relação natural de coisas distantes.”


A conexão causal que se estende por todas as coisas assim o faz através do tempo e do espaço, cuja influência é transmitida por contato direto ou pela ação do pneuma. Assim, um corpo transmite sua influência a outro, e aquele que a sofreu pode ser a causa de outros efeitos, na medida em que também transmite sua influência. Esse é o nexo causal, uma cadeia de causas que se estende continuamente no tempo e no espaço, formando, em sua totalidade, o curso do universo.


Um exemplo bastante significativo para o tema com o qual estamos tratando é o das estações do ano. Elas representam o ar em determinados estados termais. Ou seja, a natureza e a influência de cada estação do ano está em uma relação de dependência causal com a posição do Sol.58


58 VALE LEMBRAR QUE, NO UNIVERSO ESTOICO, O AR SE ENCONTRA NO ESPAÇO, ACIMA DA TERRA E DA ÁGUA. POR ISSO O SOL, QUE ESTÁ LOCALIZADO EM DETERMINADA POSIÇÃO NO CÉU E NO ESPAÇO, COM SEU MOVIMENTO, AQUECE E DESAQUECE O AR, GERANDO AS DIFERENTES ESTAÇÕES DO ANO, CUJA INFLUÊNCIA RECAI SOBRE A VIDA NA TERRA.

Assim, se o céu é entendido como causa por Manilius e para a astrologia de forma geral, é com o seu movimento que altera os corpos que estão próximos e, como em uma relação causal, estes transmitem sua influência através do espaço, até entrarem em contato com a Terra e gerarem as alterações específicas.


Manilius não apresenta um raciocínio teórico para explicar como se daria a influência do céu sobre a Terra, mas buscamos nos conceitos fundamentais da física estoica e, como se verá a seguir, nas particularidades do pensamento de Posidônio, os argumentos que justificam suas idéias.


Para Posidônio, deus ocupa o primeiro e mais alto lugar no céu, de onde exerce sua influência sobre os corpos celestes, desde o mais próximo a ele até a Terra. Assim, deus “(…) exerce um poder que nunca se desgasta, por meio do qual ele impera mesmo nas coisas que parecem estar distantes dele (…)”. A identificação e localização de deus no céu, e não em todas as partes do universo, é uma especificidade do pensamento de Posidônio em relação à escola estoica. Porém, se deus está no céu, ele se estende por todas as coisas através do contato, em um meio contínuo. Assim, o céu é entendido como aquele que, dentre todos os elementos do universo, melhor e mais claramente manifesta a mente divina, já que, segundo Posidônio, as coisas recebem mais ou menos o benefício divino de acordo com sua maior ou menor proximidade a deus. Manilius, ao pressupor que o céu causa os fenômenos na Terra e, através de seu movimento, produz todas as coisas de acordo com a vontade divina, se aproxima dos conceitos desenvolvidos por Posidônio, que diz que:


“(…) a natureza divina, através de um simples movimento, imprime seu poder naquilo que está mais próximo a ela, que o estende para o que está em seguida e, assim sucessivamente, até estendê-la sobre todas as coisas”.


O que está implícito nesse raciocínio sobre a disseminação da influência divina, que se dá em uma relação causal, atravessando as esferas celestes, é o conceito da matéria como um continuum, que pressupõe a não existência de vazio no universo, e do pneuma como força dinâmica que mantém o universo coeso e em inter-relação. Ou seja, conceitos fundamentais da física estoica, apresentados anteriormente.


Deus é entendido como uma causa, a causa primeira que produz todos os fenômenos que envolvem na Terra, interferindo, assim, em seu funcionamento. É ele que governa o universo:


“A partir do sinal dado desde o alto por aquele que pode ser considerado o líder do coro, as estrelas e o céu como um todo sempre se movem, e o Sol, que ilumina todas as coisas e caminha em frente em seu duplo curso, com o qual ele divide o dia e a noite, com seu nascimento e ocaso, também traz as quatro estações do ano (…)”.Sobre o Destino


Segundo Manilius, “(…) todos os acontecimentos dependem da vontade e do aspecto do céu, já que os astros mudam o destino segundo suas diversas posições”. A imutável ordem do destino é entendida como algo que é desencadeado pelo movimento do céu, como vimos na seção anterior. Porém, quando diz que “(…) os astros, confidentes do destino, que mudam as diversas vicissitudes dos homens, e que são obra de uma razão celestial (…)”, Manilius submete os astros e o movimento do céu à deus ou à mente divina enquanto causa primeira, exatamente como o faz Posidônio. Dessa forma, os astros refletiriam o lógos divino, não agindo por si só; essa ideia é evidenciada no verso que se segue, onde Manilius, referindo-se aos planetas, ao Sol, à Lua e às estrelas, diz:


“(…) a natureza lhes concedeu o governo, a cada um lhe atribuiu de forma sagrada sua própria incumbência, e ratificou inviolavelmente o conjunto formado por todas as partes, a fim de que o sistema do destino estivesse, de todas as formas, submetido à unidade.”


A natureza, intencionalmente teria atribuído ao céu, planetas, constelações, Sol e Lua, seus respectivos poderes de influência sobre os acontecimentos e sobre a vida humana, colocando, dessa forma, o destino dos homens sob a ordem imutável dos astros, que, por sua vez, refletem a mente divina. Assim:


“(…) qualquer tipo de coisa, qualquer tipo de trabalho, qualquer atividade e disciplina e qualquer vicissitude que ocorra na vida humana, através de todas as suas circunstâncias, foram englobadas pela natureza sob o destino”.


Segundo o pensamento estoico, os acontecimentos “obedecem às leis do destino que se reduzem a um entrelaçamento de causas providenciais”. O destino (heimarméne) seria, portanto, uma realidade natural, que se inscreve na estrutura do mundo, já que o mundo como um todo exprime uma disposição imutável na ordem das coisas, e essa disposição é inviolável.


Assim, o destino é o nexo causal de um universo pré-determinado, cuja ordem e conexão jamais poderão ser forçadas ou transgredidas. Segundo Reale, o destino é:


“a série irreversível das causas, a ordem natural e necessária de todas as coisas, o indissolúvel nó que liga todos os seres, o lógos segundo o qual as coisas passadas aconteceram, as presentes acontecem e as futuras acontecerão. E dado que tudo depende do logos imanente, tudo é necessário, mesmo o evento mais insignificante”.


Para os estoicos, o destino é entendido como algo que está submetido à mente divina, na medida em que ele é a expressão da providência, que, por sua vez, “exprime o fato de todas as coisas (mesmo as menores) terem sido feitas pelo lógos, como se deve e como é melhor que sejam. É uma providência (…) que coincide com o artífice imanente, com a alma do mundo (…)”.


Dessa forma, todos os acontecimentos já estariam determinados previamente, conforme afirma Cícero:


“Todas as coisas existem, mas estão ausentes por aquilo que respeita o tempo. E assim como dentro das sementes está o germe das coisas que dela se produzem, nas causas estão contidas as coisas que vão acontecer (…)”.


Os acontecimentos são as causas desdobradas no tempo. E como o tempo está relacionado ao movimento cíclico e ordenado do céu e dos planetas62, mapear seu curso e posicionamento, assim como interpretar corretamente o que anunciam, permite aos homens desvendar os caminhos do destino.


62 DADO QUE O TEMPO ERA ENTENDIDO COMO ESSENCIALMENTE CÍCLICO E PERIÓDICO, A ESCOLA ESTOICA RECORRENTEMENTE FAZIA ALUSÃO AO MOVIMENTO DO COSMO AO DEFINIR SEU CONCEITO DE TEMPO, APONTANDO OS CICLOS DIÁRIOS, ANUAIS E A REVOLUÇÃO DOS PLANETAS, ASSIM COMO O PERÍODO CÓSMICO DO GRANDE ANO.

Porém, a questão moral fica comprometida em um mundo onde todo acontecimento é previamente determinado, onde inclusive as ações humanas dependem da inalterável e necessária serie de causas, o que leva à ideia de que os homens não podem ser julgados pelos seus atos.


Assim como não podem ser julgados pelo que fazem, o que acontece em suas vidas não está em relação com a forma como a conduzem (com seus valores morais e princípios éticos). Segundo Manilius: “A Fortuna não examina os litígios para favorecer aqueles que o merecem, mas sim caminha errante entre todos os homens sem nenhuma distinção”. Porém, esboça uma solução para o problema moral que se apresenta a partir da noção de destino com a qual trabalha:


“E, entretanto, tal raciocínio não chega a justificar o crime (…). De fato, ninguém odiará menos as ervas venenosas porque não nascem por sua própria vontade, mas sim de uma semente determinada, nem é concedido um reconhecimento menor aos alimentos agradáveis pelo fato de procederem da natureza e não de uma decisão livre.(…). Da mesma forma se deveria dar aos méritos dos homens uma glória maior por dever sua excelência ao céu e, por sua vez, odiaremos mais os malvados, por terem sido criados para a culpa e o castigo. E não importa de onde vem o crime: como tal há de ser reconhecido”.


Ou seja, as ações praticadas pelos homens, sejam elas virtuosas ou condenáveis, são decorrentes do céu e das inúmeras combinações que ele pode apresentar. Nas palavras de Manilius: “o destino outorga aos humanos suas habilidades e características, seus defeitos e méritos, suas perdas e ganhos”. Porém, isso não isenta aquele que praticou um crime de responder por ele, dado que tudo que acontece no mundo é decorrente de uma combinação de causas predeterminadas, e essa é a condição natural de tudo que é. “Ninguém pode renunciar àquilo que lhe foi dado nem ter aquilo que lhe foi negado; ninguém pode, com suas preces, apoderar-se da fortuna contra a vontade desta, nem escapar dela quando acossa: cada um tem que suportar sua própria sorte”.65 Nesse sentido, no raciocínio de Manilius está implícito o posicionamento adotado pela escola estoica diante dessa questão, que pode ser resumido pelas palavras de Reale:


65 SEGUNDO DENARDIS, ESSE TEMA É MAIS UM DOS EXEMPLOS QUE EVIDENCIA QUE A IDEIA DE PODER É CENTRAL NO COSMO APRESENTADO POR MANILIUS, NA MEDIDA EM QUE DEUS OU O LÓGOS, ATRAVÉS DA FORTUNA, AGE CONFORME SUAS PRÓPRIAS LEIS, QUE INDEPENDEM DA AÇÃO DOS HOMENS.

“A verdadeira liberdade do sábio está em conformar os próprios quereres aos do Destino, em querer com o Destino o que o Destino quer. E esta é liberdade enquanto racional aceitação do Destino, que é racionalidade: de fato, o Destino é o lógos e, por isso, querer os quereres do Destino é querer os quereres do lógos. Liberdade, portanto, é levar a vida em total sintonia com o lógos”.


Vemos, com isso, a tênue fronteira entre a física e a ética estoica: agir de acordo com a lei moral significa agir de acordo com a natureza universal, com a ordem segundo a qual ela opera.


Jacques Bergier - Melquisedeque

  Melquisedeque aparece pela primeira vez no livro Gênese, na Bíblia. Lá está escrito: “E Melquisedeque, rei de Salem, trouxe pão e vinho. E...