domingo, 9 de janeiro de 2022

Eros y Gnosis


EROS Y GNOSIS

UN ESTUDIO GNÓSTICO DE LA SEXUALIDAD HUMANA


 Los seres humanos no son sólo los monos más divertidos: son también los más sexy. De muchas maneras somos una especie singularmente dedicada al sexo. Hablamos, escribimos, leemos, bromeamos y discutimos al respecto; nos vestimos y nos desnudamos por ello y, dadas las circunstancias favorables, lo hacemos regularmente. Más importante aún resulta el hecho de que, a veces lamentablemente, tenemos innumerables leyes y mandamientos para organizar, castigar, frenar, reprimir y de otra manera influir en las acciones sexuales y sentimientos, y han ideado penitencias psicológicas de culpa y vergüenza que llegamos a asociar a nuestra sexualidad.


    Debido a estas y a otras circunstancias relacionadas, la mayoría de la gente está confundida y desconcertada sobre el sexo gran parte del tiempo, y aquellos que profesan no estar desorientados tienden a tomar sombra bajo clichés y medias verdades, que han aceptado conscientemente, pero que no están en armonía con sus naturalezas instintivas o espirituales.


    No hace falta decir que si la cosmovisión Gnóstica es una visión de la totalidad del mundo, debe ser capaz de abordar de manera significativa esta situación y, por lo tanto, sugerir maneras espiritualmente sanas en las que hombres y mujeres podrían liberarse de la misma con éxito. El presente ensayo es un intento de sugerir algunas maneras Gnósticas de ver y tratar con la sexualidad, y al ofrecerlo al lector, el autor no está desatento de ciertos peligros.


    El psicoanalista Edward Glover una vez sugirió que escribir sobre temas psicológicamente cargados debía ser clasificada como una ocupación peligrosa. Cuando en el curso de este escrito uno pasa a exponer los motivos inconscientes de algunas personas, el pandemonio es seguro que seguirá. Los individuos psicológicamente expuestos suelen aliviar su ansiedad atacando al escritor que ha presumido perturbar su precaria y acariciada paz mental. El martirio no es, seguramente, una experiencia poco común para el Gnóstico, y si de alguna forma le sucede al autor, espera que el riesgo le haya valido la pena.


    El antiguo término "Gnosis" tiene dos análogos modernos muy útiles; son las palabras "conciencia" y "significado". Ambos son de vital importancia para cualquier consideración útil de la sexualidad. Sin conciencia, en el sentido psicológico, la sexualidad es una mera expresión del instinto: Útil en su dominio, pero no relacionado con el realce de la vida, con la experiencia de la plenitud del ser. Con la llegada de la conciencia, todas las experiencias, incluyendo las sexuales, adquieren significado. A medida que la conciencia agrega un componente muy necesario a la experiencia, el significado nos trae la experiencia de la totalidad, de la plenitud (Pleroma) exaltada por los Gnósticos.


    Entre la realidad de nuestras vidas vividas en el tiempo y la calidad de la atemporalidad de la vida, entre nuestras experiencias personales y mundanas y el ámbito que trasciende el mundo tangible, existe una relación tensional creativa de contrarios. El Apóstol Tomás, al relatar las palabras de Jesús, nos recuerda que el principio salvador, o Cristo, nos viene siempre a hacer los dos en uno, a unir lo superior y lo inferior, lo izquierdo y lo derecho, lo interior y lo externo, y el macho y la hembra en uno solo.


    El agente reconciliador de todos esos contrarios es el significado. Cuando, por otra parte, falta la tensión entre los polos de la existencia, entonces, como C.G. Jung lo ha expresado, los seres humanos "tienen la sensación de que son criaturas al azar sin sentido, y es este sentimiento el que les impide vivir sus vidas con la intensidad que exige si se quiere disfrutar al máximo. La vida se vuelve obsoleta y ya no es el exponente del ser humano completo." (Psicología Analítica y Weltanschauung).


    La sexualidad es una de las relaciones tensionales más importantes de los opuestos en la vida. Por lo tanto, es evidente que debe tener y tiene, gran significado. Dejar una mina tan rica de significado, de Gnosis, inexplorada sería una grave omisión. Continuemos con nuestra exploración. Como es útil en tales casos, procederemos de la tierra hacia arriba, por así decirlo, y comenzaremos con la evidencia del aspecto físico de la humanidad revisando las evidencias de la biología.



La Gnosis de la Biología


    La especie humana es única de muchas maneras, y no menos la pretensión de tal unicidad se encuentra en la esfera sexual. El ser humano es el animal más sexy de la tierra. Ninguna otra especie sexualmente reproductiva hace el amor con tanta frecuencia y, por consiguiente, la conducta sexualmente tonificada satura una gran parte de la vida individual y social de cada hombre y mujer. Hay una razón biológica para esto. A diferencia de la hembra de todas las demás especies, la hembra humana es capaz de tener una constante excitación sexual. Biológicamente ella es capaz de copular todos los días de su vida adulta. Puede hacer el amor durante el embarazo, y puede llegar a ser sexualmente activa poco después de tener un niño. De hecho, puede participar en el sexo cuando quiera.


    Los animales son mucho menos sexy que los seres humanos. Todas las hembras tienen un período de calor (el estrus) durante el cual copulan, y cuando termina este período, ni las hembras ni los machos de las especies se relacionan regularmente con el sexo (entre los babuinos enjaulados y los chimpancés se puede observar alguna actividad sexual fuera del período de calor, como puede ser entre los chimpancés libres y los orangutanes, pero sus actividades sexuales en tiempos "inusuales" son mínimas en comparación con los humanos). Al contrario que los humanos, las hembras animales no aceptan a los machos durante la menstruación, no inician relaciones sexuales durante el embarazo y no reanudan su ciclo menstrual antes de que sus hijos sean destetados.


    Debido a la llamada "ovulación silenciosa" (ausencia de signos de calor) de la hembra humana, su fertilidad nunca se anuncia dramáticamente como ocurre entre los animales. El resultado es que las parejas humanas no saben cuándo una mujer está lista para concebir. Con el fin de asegurar la concepción de la descendencia, los seres humanos deben hacer el amor con regularidad, incluso pasado el momento en que se ha producido la concepción. Del mismo modo, especialmente cuando la lactancia materna no se prolonga, las madres humanas son capaces de reanudar su ovulación alrededor de seis semanas después de la entrega de un niño. Parece haber una inconfundible conspiración de la naturaleza dirigida a motivar a los seres humanos a que hagan el amor diariamente, porque sólo la hembra humana, de entre todas las hembras de las demás especies, está únicamente diseñada para hacerlo


    La antropóloga Dra. Helen Fisher, en su libro "The Sex Contract", traza el desarrollo evolutivo de la situación sexual humana única. Ella nos dice que el proceso evolutivo genético, que llevó a la condición actual de la humanidad con respecto al sexo, comenzó hace unos ocho millones de años, cuando los seres humanos se acostumbraron a caminar erguidos. Las hembras protohomínidas, que parían a sus crías en un estado relativamente inmaduro, tenían mejores posibilidades de sobrevivir al parto, porque el canal del parto era más pequeño, desarrollado como resultado de caminar, hacía peligroso el parto de niños grandes y desarrollados. Las madres, ahora obligadas a cuidar a sus hijos durante un largo período, eran más propensas a dedicarse al sexo fuera de sus limitados períodos de fertilidad de lo que solían hacer antes en su evolución.     Dado que las hembras más populares fueron alimentadas y protegidas de manera más adecuada, tendieron a sobrevivir en mayor número, y así pasaron sus rasgos genéticos a más descendientes. Así, nuestros patrones actuales de relaciones sexuales biológicamente ilimitadas surgieron.


    La Dra. Fisher escribe: "Con el estímulo del sexo constantemente disponible, los protohominidos habían comenzado el intercambio más fundamental que la raza humana haría alguna vez". El intercambio fundamental consistía en acercar a hombres y mujeres más estrechamente de lo que hubiera sido hasta ahora posible. El vínculo del interés sexual constante los mantenía unidos en la compañía del otro. Les hizo dividir sus trabajos, intercambiar comida, compartir el trabajo diario y las alegrías de vivir. Los hombres y las mujeres se dieron cuenta el uno del otro emocionalmente, y eventualmente mental e intuitivamente como el resultado de la fuerza sexual que los unió, creando un campo de fuerza, que nunca disminuía, de tensión dinámica entre ellos. El sexo se ha convertido en el progenitor del afecto, del amor, de la relación y, sobre todo, de la conciencia. De los datos puramente biológicos podemos inferir, con cierta justificación, que la llegada de la expresión sexual ilimitada se convirtió en la fuente y el origen de vastos logros de la conciencia humana que de otro modo podrían y no habrían llegado a pasar. Las implicaciones de esta percepción para el pasado, el presente y el futuro son grandes en efecto, y deben ser evidentes para todos.


La Gnosis de la Psicohistoria


La biología humana tiene su historia, y también la tiene la mente humana o la psique. Como era de esperar, la importancia de la sexualidad y de su influencia en diversos aspectos de la vida humana forman parte de esta historia de la mente. Los psicohistoriadores, cuyas teorías contienen elementos relevantes para las preocupaciones de la sexualidad, son numerosos. Entre los inspirados por Freud, singular distinción pertenece a G. Rattray Taylor ("Sexo en Historia"), mientras que entre los seguidores de C. G. Jung hay que referirse a Erich Neumann ("La Gran Madre y el Origen y la Historia de la Conciencia"), así como a Esther Harding ("La energía psíquica, su fuente y meta"). Las consideraciones que siguen a continuación utilizan las teorías de estos autores, y amplían sus opiniones a través de ciertas ideas de los antiguos Gnósticos.


La protopsicología de los antiguos Gnósticos (así como de otros en la cultura helenística), percibió tres divisiones principales de la persona humana. La primera de ellas es materia, o cuerpo (hyle, soma); la segunda mente, o alma (psyche); y la tercera espíritu (pneuma). El punto de gravedad existencial de la vida de una persona se mueve de acuerdo a ciertos patrones de uno de estos tres a los otros, y el tipo de un individuo (hoy llamado tipo psicológico) estaría determinado por cual de estos tres principios actúa como el foco primario de su conciencia. Todas las personas son capaces de tener experiencias de cuerpo, alma y espíritu en alguna medida, pero el asiento de su identidad principal se encuentra dentro de uno solo. Así, hay personas cuyas inquietudes sobresalientes son invariablemente materiales, mientras que otras funcionan principalmente desde un centro de conciencia alojado en su mente, y otras miran todas las cosas desde un punto de vista que es principalmente de un carácter que podríamos llamar espiritual.


La presencia de cualquier individuo dentro de una u otra de estas tres categorías no es una cuestión de accidente, sino más bien de un crecimiento y desarrollo, o conciencia transformacional, que comienza en el plano material y se eleva eventualmente a lo espiritual.


Cuando aplicamos esta idea Gnóstica a la cuestión de la sexualidad humana podemos encontrar algunos desarrollos útiles. Hay, en primer lugar, lo que podríamos llamar un tipo hílico (orientado a la materia) de la sexualidad. Para las personas de este tipo, la sexualidad es primordialmente un impulso corporal, en gran parte ajeno a cualquier sentimiento o consideración por el compañero en el sexo, e incluso inicialmente ignoraba los posibles resultados de la copulación en la reproducción. En cierto sentido, podríamos decir que las personas en esta etapa de desarrollo no están participando en un acto sexual, pero se identifican con él. Un fenómeno interesante relacionado con esto es la identificación de las personas con sus órganos sexuales, como lo demuestran muchas obras de arte primitivo, donde hombres y mujeres están representados con órganos sexuales desproporcionadamente grandes. Similarmente, se puede notar el uso de palabras que denotan órganos sexuales, al describir a un individuo, en el lenguaje de la jerga obscena. Todas estas son evidencias de la identificación de todas las personas con sexo. Los hombres son simplemente portadores de falos y portadores de vagina, no son personas, sino encarnaciones de su sexualidad. La sexualidad hílica, en sus etapas posteriores, también se involucra en la idea de la descendencia. Así, los hombres van a considerar a sus parejas no como personas, sino como las madres potenciales o reales de sus hijos, y las mujeres ven a los hombres como seres capaces de darles hijos. En cada caso se trata de un fenómeno primitivo, una manifestación de impulsos hílicos o biológicos (hay que reconocer que el impulso de tener descendencia es un impulso tan primitivo e inconsciente como el que nos mueve a la relación sexual.) La noción de que el deseo de los niños es de alguna manera más moral y refinado que el deseo sexual es una tontería. Los psicohistoriadores freudianos tienden a llamar a la fase hílica de la sexualidad "Matrística", identificándola con la dominación arcaica de los hijos por la Madre. La sexualidad Matrística es bastante permisiva, incluso promiscua y polimorfa, y conduce a la formación de "culturas de vergüenza" y al desarrollo del tabú del incesto. El término "oral" se aplica a su calidad por los escritores freudianos.


En la siguiente etapa de desarrollo, la sexualidad se vincula con la emoción y el pensamiento. Habiendo tenido lugar el desarrollo del ego, la conciencia ahora desea someter al inconsciente y así desarrolla numerosos dispositivos para el control del impulso. Este es el período más grande de la represión sexual, y la fase en que las cuestiones de la ley y el mandamiento cobran una gran importancia. La terminología Gnóstica llama a esta fase "Psíquica", porque es aquí donde el complejo mente-emoción llamado "psique" (alma o mente) se vuelve dominante. Mitológica y simbólicamente este yo o mente está frecuentemente conectado con el principio masculino, y así encontramos que la humanidad psíquica tiende a ser patriarcal y masculina en su orientación y, por consiguiente, predomina una visión negativa de la feminidad y de la sexualidad femenina. Los hombres en su deseo de control de los impulsos comienzan a ver a las mujeres como tentadoras, como criaturas instintivas que tienen que ser sometidas y controladas. La psicología Junguiana llama a esto la "fase patriarcal", mientras que los escritores freudianos se refieren a ella como "patrística" o identificadora de padre, y su tendencia predominante se dice que es "anal." Es obvio que las influencias culturales dominantes de la sociedad occidental son predominantemente de esta variedad, y que la mayoría de estas influencias provienen de raíces religiosas dentro de la religiosidad semítica del judaísmo, el islam y el cristianismo no Gnóstico. Esta fase del desarrollo de la conciencia está muy unida a la institución del matrimonio, y sus principales tabúes son contra el adulterio y la homosexualidad. Su resultado es la llamada "cultura de la culpa".


La tercera fase, o neumática, es la más difícil de discutir, porque denota una forma o estado de conciencia tan raro hoy como lo fue en los siglos II y III. Sin embargo, hay pocas dudas de que varios Maestros Gnósticos antiguos, especialmente Valentín, imaginaron esta condición espiritual como una unión de los aspectos masculino y femenino del ser humano con una consecuente "androginización", que sin duda también tendría su reflejo en la esfera sexual. Mientras los padres de la Iglesia anti-Gnósticos, con feroz inconsistencia acusaban a los Gnósticos de excesivo ascetismo y licenciosidad al mismo tiempo. Los descubrimientos más recientes de los escritos Gnósticos indican que, dichos Gnósticos, estaban empeñados en una misteriosa pneumatización (espiritualización pneumática) de la sexualidad, proceso que se encarna en el sacramento Valentiniano de la Cámara Nupcial. Uno de los principales resultados del estado neumático de la Gnosis es la capacidad del Gnóstico de elevarse por encima de la ley (antinomianismo) y de ser motivado ya no por el mandamiento externo de la llamada revelación, sino por el mandato interno del residente Espíritu divino. Esto podría ser visto como la forma más elevada de la situación ética, inspirada por la intuición, más que por cualquier consideración racional. El principio es compatible tanto con la ética de la filosofía existencial como con la psicología Junguiana. El Gnóstico neumático ya no puede confiar en ningún mandamiento externo, sino que debe vivir del coraje existencial de las decisiones morales diarias. En palabras de Sartre "está condenado a la libertad". C. G. Jung también previó una condición dentro del proceso de Individuación donde las leyes morales de la sociedad y de la iglesia se relativizan y, de hecho, no tienen sentido para el crecimiento espiritual del individuo. Lo correcto y lo incorrecto se convierten en una cuestión de elección personal basada en la comprensión espiritual, en lugar de en las normas derivadas de un código entregado por dios o por la sociedad.


Las implicaciones sexuales de la fase neumática del crecimiento de la conciencia son considerables. Con la fusión de las actitudes masculinas y femeninas en la psique, se puede esperar que surja una sexualidad plenamente madura. El amor se convierte en el cumplimiento de la ley, y no hace falta decir que este amor también tendrá expresiones sexuales. Tampoco las expresiones de este amor estarán en modo alguno limitadas por las instituciones y los prejuicios humanos, ya se trate del estado civil, del género del amado o de la permanencia o impermanencia de la relación amorosa. El espíritu sopla donde quiere. Las instituciones humanas y las consideraciones terrenales deben palidecer ante el amor neumático. La acusación de libertinaje lanzada contra los Gnósticos por Ireneo, Hipólito y otros se revela así como el tipo de malentendido que el Gnóstico contemporáneo podría enfrentar también. La moralidad intuitiva del pneumático puede ser fácilmente confundida por la incomprensión con la inmoralidad y amoralidad hílica, mientras que no es nada de eso. La fase neumática lleva, por cierto, todas las características de lo que Erich Neumann llamó la "fase integradora", y sus características son hasta cierto punto idénticas a lo que los psicólogos freudianos imaginan como sexualidad "genital".


Diferentes trazos para diferentes Gnósticos


    Las consideraciones psicohistóricas antedichas plantean cuestiones importantes que podrían ser de interés para los Gnósticos contemporáneos ¿Todos los Gnósticos están obligados a seguir la ética neumática en todo momento? ¿La moralidad psíquica, especialmente en el área sexual, sigue siendo relevante para el Gnóstico? ¿Todos hemos superado exitosamente los modos de conducta hílicos? ¿Y cómo probablemente las respuestas a estas preguntas pueden afectar el comportamiento sexual de los Gnósticos contemporáneos?


    Nuestra situación podría resumirse de la siguiente manera: Vivimos en una cultura que, aparentemente, sigue un sistema psíquico de moralidad en materia sexual, pero que en la práctica, a menudo, está compuesto de personas cuyo carácter es hílico. El carácter pneumático está muy lejos, y normalmente se halla escondido en los rincones secretos de la vida contemporánea. Por otra parte, todas las personas poseen componentes hílicos, psíquicos y pneumáticos en su carácter, con uno u otro predominando. Por lo tanto, es evidente que la mayoría de las personas, incluidos los Gnósticos, expresan su sexualidad a veces de manera hílica, aunque otras veces pueden estar vinculadas a actitudes predominantemente psíquicas y, en algunos casos, pueden ser capaces de un comportamiento que puede ser adecuadamente reconocido como pneumático. La mayoría de las personas también pueden pasar por estas fases en sus propias vidas. No es raro que la juventud sea sexualmente bastante hílica (una especie de sexualidad adolescente, por así decirlo), mientras que la juventud adulta está involucrada en el ambiente marital y social de una moral sexual psíquica, y las personas de mediana edad tienen de hecho una actitud liberada hacia la sexualidad, sin graves inhibiciones y culpas; en resumen, una actitud que se aproxima a la del pneumático.


    Puesto que sería razonable decir que los Gnósticos modernos pueden encontrar a personas de las tres orientaciones en su seno, podría ser útil presentar aquí unas breves pautas para los tres tipos con respecto a la sexualidad.


    Al hílico hay que recordarle que, mientras que la sexualidad hílica no es más pecadora o menos virtuosa que cualquier otro tipo de sexualidad, sigue siendo limitante y limitada. El comportamiento sexual indiscriminado se caracteriza por la inconsciencia, y esta es una condición que uno debe superar. Sin embargo, nadie puede ser igualmente consciente de todos los aspectos de la vida en todo momento, y un nivel relativamente alto de conciencia en un área puede ser acompañado por un nivel relativamente bajo en otro. El concepto clave siempre debe ser la autenticidad. Si nuestra conducta nos ha aportado tanta conciencia como pudimos reunir bajo las circunstancias, esto debería ser suficiente. No debe haber juicio hacia nadie por sus costumbres sexuales. La autenticidad por naturaleza es un tema muy personal. Una persona puede ser mucho más auténtica y consciente al asociarse con múltiples parejas sexuales que otra encerrada en la rígida jaula psíquica de la llamada monogamia. Luchar por la conciencia traerá inevitablemente su propia recompensa, y es mucho más útil que la obediencia ciega a las reglas externas.


    La persona psíquica puede resultar más problemática dentro de un contexto Gnóstico que la hílica o la pneumática. A diferencia de los hílicos "viva la vida", los psíquicos tienden a ser personalidades rígidas, con una proclividad fuerte para proyectar sus propias sombras, especialmente sus sombras sexuales, en otras personas. Tienden a ser críticos, intolerantes y auto indulgentes. En resumen, son un desastre, o al menos aparecen como tales. Los psíquicos deben recordar que la bondad, por los estándares de cualquiera incluyendo la propia, nunca es suficiente. La totalidad, no la bondad, es el objetivo de la vida Gnóstica. A Jung le gustaba decir de una manera verdaderamente Gnóstica: "Sólo la plenitud del ser es lo que cuenta". Las reglas existen para ser superadas. No siempre estaremos dispuestos a superarlas, pero la conveniencia de la perspectiva siempre debe tenerse en cuenta. Cuando seguimos las reglas a la manera del psíquico, pero vemos a través de un vaso oscuro, debemos aspirar a la visión clara cara a cara con la realidad auténtica. Aunque debemos tener cuidado de no juzgar al hílico, también debemos disuadir a menudo al psíquico de juzgar a los demás. A los psíquicos también se les puede recordar que sólo la ley psíquica crea el pecado. "Yo no había conocido el pecado sino por la ley", dijo un profeta hebreo. Cuanto más severas sean nuestras propias normas de juicio, mayor será nuestra propia culpa e impotencia espiritual, y más disminuirá nuestro potencial de liberación. La culpa sexual ha sido la maldición más grande que el demiurgo y sus secuaces han lanzado contra la humanidad; ha sido la plaga de nuestra cultura, el sofoco de la creatividad y el enemigo de la Gnosis. Debe ser reconocido y sus sugerencias rechazadas en todo momento.


    Esa "rara avis" conocido como el pneumático, debe sobre todo ser discreto. Los peumáticos tienen un derecho divino a su libertad, incluyendo su libertad sexual, pero no tienen derecho a las malas costumbres. La nobleza espiritual del mundo debe mantener el decoro y la discreción mientras ejerce sus prerrogativas. El cómico adagio, a menudo atribuido a la aristocracia británica de hace algún tiempo, puede recordarse aquí: "Haz lo que quieras, pero no lo hagas en el camino y asustes a los caballos". La sexualidad politizada, como la que hemos vivido en la época de los diversos movimientos de liberación, viene a menudo bajo el rótulo de malos modales. Los psíquicos rígidos no serán convertidos a un punto de vista pneumático al enfrentarse con una conducta sexual inadecuada a su nivel de conciencia. La acción mal aconsejada crea inevitablemente la reacción.


    El pneumático no necesita disculparse por su estado liberado, y no necesita disimular ni ser culpable de hipocresía. Al mismo tiempo, deben extender a los no liberados las mismas libertades que ellos mismos exigen. Las personas que hacen alarde de su sexualidad no convencional y quieren obligar a todos a soportar sus debilidades sexuales sin queja son por lo general hílicos que se han puesto la máscara de los pneumáticos. "Por sus modales y discreción los conoceréis" podría decirse de los verdaderos pneumáticos.


 Es un cliché que vivimos en una época de gran confusión sexual. Los clichés, sin embargo, no suelen ser falsos, simplemente se han convertido en clichés por la repetición excesiva ¿Puede el punto de vista Gnóstico traer cierta claridad a esta confusión? ¿Puede el Gnóstico contemporáneo ofrecer sugerencias significativas sobre temas sexuales y perplejidades de nuestro tiempo? Responderemos a estas preguntas indicando nuestra posición Gnóstica con respecto a las cuestiones individuales de significación sexual.


1 - Sexo en general.


La biología, la psicología y el Gnosticismo indican que el sexo es un factor benéfico, que aumenta la conciencia en la vida humana. Las personas sexualmente activas son miembros más saludables, más equilibrados y, en general, más agradables de la sociedad que los sexualmente inactivos. Hay indicios de que el sexo es bueno para usted física, psicológica y espiritualmente. Todo el sexo que no es perjudicial para nadie y no viola la soberanía de ninguna persona es bueno, aunque algunos tipos de relaciones sexuales, como las de los compañeros amorosos, preocupados y compatibles, son sin duda mejores que otras.


2 - El Sexo y lo Sagrado.


En muchas religiones, tanto pre-cristianas como contemporáneas, las prácticas sexuales juegan cierto papel. Si bien no hay nada inherentemente equivocado con la noción de que los actos sexuales y los actos religiosos pudiesen converger, hay que tener mucho cuidado al tratar de aplicar tales principios dentro de un contexto contemporáneo. Tales prácticas mágico-sexuales, como las que se encuentran en los Tantras hindúes, en el "gran rito" de las brujas y en la magia sexual del difunto Aleister Crowley, sufren del inconveniente de que tienden a despersonalizar a los individuos que participan en ellas. Joseph Campbell, en su espléndido libro "Myths To Live By", ha señalado que, comenzando con el misticismo de los Trovadores, Occidente llegó a abrazar la magia del amor en contra de la mera magia sexual. En los comentarios de C.G. Jung sobre el Rosarium Philosophorum indica que un principio similar de amor mágico estaba presente en el sistema de la Alquimia. La tradición Gnóstica indica que las primeras comunidades de conocedores, en particular las ligadas a las enseñanzas de Valentino, practicaban un rito supremo de unión pneumática, a veces llamado el "misterio de la cámara nupcial", que pudo haber servido como prototipo de muchos ritos posteriores de Amor Mágico, que simboliza la unión de la personalidad inferior con el pneuma celestial, que se puede concebir como de naturaleza contrasexual (mujer para hombres y hombre para mujeres). El desarrollo de una personalidad consciente es uno de los grandes logros de la espiritualidad occidental. Las personas aman, los seres inconscientes simplemente copulan. Ambas acciones son mágicas, pero la primera es preferible a la segunda. No hay duda de que la magia de los sexos necesita ser reincorporada a la religión, pero debemos tener cuidado de que al intentar hacerlo no recurramos a prácticas arcaicas, que fueron útiles en períodos de la historia cuando la conciencia y la personalidad eran mínimas en comparación con las condiciones contemporáneas.


3 - Matrimonio.


El sacramento cristiano del matrimonio fue el último en ser formalmente aceptado. Generalmente no llegó a ser utilizado en la iglesia durante cientos de años. La razón de esto se puede encontrar en el hecho, no reconocido, de que la Iglesia primitiva, junto con los Valentinianos, sólo conocían un verdadero matrimonio: el matrimonio celestial de la personalidad con el espíritu. La relación contractual de dos personalidades terrenales dentro del contexto de la propiedad, la herencia, etcétera, inicialmente la iglesia lo dejó exclusivamente al estado. Sólo cuando la Iglesia se permitió convertirse en agente del poder secular, llegó uniformemente a practicar el matrimonio como un sacramento. Así, la práctica actual del sacramento del matrimonio, es un sacramento deficiente, una mera sombra del misterio de la cámara nupcial. No hay razón para que la iglesia, ni siquiera la Iglesia Gnóstica, no bendiga las relaciones contractuales de hombres y mujeres cuando se les pida, pero hay que tener en cuenta que no es un misterio del mismo orden que la Eucaristía, las Órdenes Sagradas, o los otros misterios verdaderos. La noción de que el congreso sexual sin el beneficio de tal relación contractual es pecaminosa no puede ser aceptada dentro de un contexto Gnóstico.


4 - Homosexualidad, Bisexualidad y Androginia.


Se entiende generalmente que en el nivel no físico, las personas no se limitan a su género corporal. Jesús declaró en las escrituras Gnósticas que "vino a hacer el varón y la hembra en uno solo, de modo que el varón no sea varón y la hembra no sea hembra". Podemos tomar esto para significar que, para alcanzar la totalidad del Pleroma, todas las personas se están esforzando hacia una androginia espiritual. En la fase hílica del desarrollo esto a menudo se manifiesta como bisexualidad polimorfa, en la fase psíquica como homosexualidad, y en la fase pneumática se mueve cada vez más en el área de una androginia espiritual. Ninguno de ellos es pecaminoso o debe ser condenado en el pensamiento Gnóstico. La idea de un "crimen contra la naturaleza" carece de sentido para el Gnóstico, porque nuestra naturaleza no es meramente la naturaleza física, como nuestro género, sino nuestra naturaleza total dentro de la cual existen todas las dualidades. Cuando se le preguntó al gran Gnóstico moderno C.G. Jung sobre la homosexualidad se limitó a decir: "Bueno, son las únicas personas que están tratando de hacer algo contra la sobrepoblación". La atracción de personas del mismo género entre sí se encuentra con los tabúes más poderosos de las fases patriarcales-psíquicas del desarrollo cultural y es por lo tanto, gravado por muchas ideas innecesarias y aprehensiones.


5 - El control del nacimiento y el aborto.


Los antropólogos han observado que las sociedades agrícolas tienden a oponerse a la limitación de los nacimientos, mientras que las sociedades nómadas-pastoriles alientan lo contrario. Muchas grandes religiones llegaron a adoptar los mitos de las sociedades agrícolas y han proscrito el control de la natalidad y el aborto. La justificación teológica presentada en apoyo de la posición de estas religiones es más o menos en el sentido de que la prevención del nacimiento es una contravención de la voluntad de Dios. Muchas religiones creen que un alma distinta está unida a cada feto en la concepción, y que por lo tanto la destrucción del feto es asesinato. Esta idea es altamente especulativa y, como todas las nociones teológicas, no está sujeta a ninguna evidencia. Las tradiciones Gnósticas sostienen que la conexión del alma con el feto es mínima, hasta el séptimo mes de embarazo. La furia obsesiva de varios religiosos en nuestros días contra el control de la natalidad y el aborto no debe provocar ninguna simpatía en los Gnósticos. Es obvio que, cuanto más consciente se vuelve la humanidad, más ejercerá un control consciente sobre el tamaño de las familias, y menos inclinada estará en colocar innumerables descendientes sin ningún cuidado en una tierra superpoblada. Que la gente sencillamente debería convertirse en sexualmente inactiva cuando no desea hijos es una noción tan tonta como poco realista.


6 - Monogamia, celibato y castidad.


Aunque a menudo confundidos, estos tres términos tienen significados muy distintos. La monogamia denota la exclusividad sexual en favor de un solo compañero. Es una idea que adquirió mucha importancia en la fase psíquica de la psicohistoria. Incluso hoy en día puede tener mérito para algunos, pero no debe ser defendida o aplicada en general. A medida que la conciencia se expande, las necesidades afectivas y emocionales también se amplían. Puede resultar contraproducente asociarse a ideas rígidas de monogamia en tales casos. El celibato es el estado no casado, como es costumbre, entre el clero de la Iglesia Católica Romana. Los Gnósticos no hacen reglas sobre si su clero debe casarse o no, y por lo tanto, la cuestión del celibato no es de gran importancia para nosotros. La castidad implica la abstención de cualquier tipo de actividad sexual; es una práctica que pone una tensión muy pesada en la psique de las personas, y sus beneficios son mínimos, si los hay. Cada vez que se emplea este término en la actualidad, tiende a designar la unidad familiar nuclear de la sociedad industrial, lo que significa, en realidad, un fenómeno de los últimos cien años. En el tiempo de Jesús o incluso en el de Luis XIV el concepto de familia difería radicalmente del de hoy. Acompañar a los reaccionarios morales de nuestro tiempo y sostener la familia nuclear de la reciente cosecha, como el divinamente decretado parangón de toda virtud, bondad y la mejor piedra angular de la sociedad es, por decir lo menos, irreal. Aunque es probable que exista algún tipo de estructura familiar en la humanidad, debemos poseer una visión elástica respecto a sus contornos y carácter futuros. Algunas investigaciones modernas indican que los cambios radicales en la imagen familiar actual serían muy beneficiosos para el bienestar psicológico de las personas en nuestra sociedad. El Dr. David Cooper, psiquiatra existencial y asociado de R.D. Laing, en su excelente obra "La muerte de la familia" (Penguin Books, 1971), ha construido un caso convincente para la necesidad de desarrollar alternativas a la familia nuclear de la sociedad convencional. Una vez más, hay que recordar que a medida que crece la conciencia humana, la importancia de los lazos y las raíces basadas puramente en la sangre y el suelo tienden a disminuir. Relativamente primitivas, las sociedades tradicionales suelen estar tan construidas que el individuo es tiranizado y empequeñecido por la familia. En contraste con esto, las sociedades urbanas modernas se mueven cada vez más en una dirección en la que la familia pierde su dominio sobre los individuos que necesitan desarrollar sus propias vidas y recursos. Para fines prácticos se puede observar que cuanto menos cerrado, menos insular y nuclear es la familia, menos probable es que destruya la independencia sexual y social del individuo. Una familia debe actuar como un trampolín para la vida y para las personas, y no como una fortaleza en la que se encierra un pequeño núcleo de personas, al mismo tiempo que cierra el mundo mayor.


7 - El sexo y la procreación de la descendencia.


Como se puede deducir de varias declaraciones anteriores, el Gnóstico no puede adoptar la enseñanza de que el sexo existe puramente con el propósito de la procreación. Semejante punto de vista, aunque es sostenido por los teólogos, es totalmente no espiritual y tiene la peor clase de miopía materialista. Con esto queremos decir que la paternidad no es sino una de las funciones de la vida, y no debe obtener ascendencia sobre todos los demás. Los niños requieren "parentalidad" por sólo un cierto período de sus vidas, y cuando los padres no lo reconocen, una infelicidad indecible puede resultar. Las mujeres, en particular, han sido desviadas por la cultura y la religión hacia el papel de la maternidad excesivamente sentimental e inflado, y al tiempo que protagonizan este papel, a menudo han olvidado cómo ser mujeres. La prudencia monástica no podía aceptar lo femenino en ningún otro aspecto, excepto el maternal, el ideal femenino en la cristiandad se convirtió en la madre, condición que a su vez limitó y restringió la vida psíquica y física de las mujeres. Una de las grandes tareas del Gnosticismo moderno es restaurar la dignidad y la importancia de lo femenino dentro de un contexto espiritual, y esta tarea incluye liberar lo femenino de expresiones tan limitadas como "madre" y "virgen" (por no hablar del absurdo biológico de la "madre virgen"). Como maternidad y paternidad no son sino uno de los posibles subproductos de la sexualidad humana, resulta obvio que la sexualidad tiene muchas más funciones, y mucho más amplias en la vida, que servir simplemente como vehículo para la procreación. Amor, afecto, relación, vínculo espiritual; todo esto se facilita y mejora por el sexo. Necesitamos volver a decir que el sexo es beneficioso para la humanidad, física, psicológica y espiritualmente. La procreación, por otra parte, no es seguramente beneficiosa para la raza humana. Los Gnósticos deben agregar su voz urgente al coro siempre hinchante que pide programas eficaces y acción concentrada contra la explosión de la población. Es obvio que lo que el mundo necesita no es menos sexo sino menos descendencia.


Libertarismo Sexual


    Los Gnósticos modernos no son anticuarios. No es nuestro propósito tratar de resucitar la tradición Gnóstica en su forma antigua, sino que nos esforzamos por retraducir los elementos disponibles de la sabiduría Gnóstica en formas apropiadas para el presente. Una de las características más relevantes del Gnosticismo antiguo es lo que podría llamarse el libertarismo de los Gnósticos. Los documentos disponibles escritos por, o atribuidos a, tales luces de la Gnosis como Valentinus, Basilides, Marcion, Carpocrates, Epiphanes y otros, son todos completamente libertarios en espíritu. Todos estos maestros y líderes Gnósticos no tendrían ninguna dificultad en aceptar el siguiente ejemplo de razonamiento libertario: "Tú, como persona, eres más capaz de controlar tu vida que yo. Tu vida es tu asunto personal, para mejor o peor, a menos que en la vida de "tu vida" puedas perjudicar o poner en peligro la vida y el sustento de los demás. Ninguna persona, ni grupo de personas en esta tierra, tiene ningún derecho lógico para interferir contigo, excepto que les estés lesionando o dañando." (A Libertarian's Platform de James C. Ingebretsen). Aún cuando la vida política, económica y religiosa de las personas es su asunto personal, también lo es su vida sexual. Hay que hacer que las garras de los autoritarios demiurgos de este mundo se retraigan de las habitaciones de los hombres y  mujeres libres. Las relaciones sexuales que no perjudiquen, ni que tampoco perjudiquen a nadie, no deberían preocupar a la legislación ni a la policía. Las vagas conjeturas, basadas en el prejuicio privado, y enmascaradas como declaraciones sobre el "bien público" y la "salud moral" del cuerpo político nunca deben servir como base para leyes y ordenanzas.


    Debe tenerse en cuenta que el libertarismo Gnóstico no es una mera cuestión de conveniencia política o económica. En realidad, este libertarismo está enraizado en los rasgos más fundamentales del mito Gnóstico, que tiene como tema central la liberación del espíritu divino encarcelado de todos los lazos impuestos por el falso cosmos del demiurgo. Los primeros líderes cristianos, incluso cuando no eran manifiestamente de la rama Gnóstica, han repetido a menudo las expresiones libertarias de la actitud Gnóstica. La atrevida declaración del Apóstol San Pablo: "Todas las cosas me son permisibles", así como el adagio de San Agustín: "Ama a Dios y luego haz lo que quieras", indican que el mensaje cristiano estaba destinado a reemplazar a la ley de Jehová, la soberanía del alma individual restaurada por el nuevo pacto del amor. La relación entre la libertad y el amor ha sido notada por muchas almas sabias en muchas tradiciones, incluso en la de la India, donde encontramos una formulación de los cinco grados del amor a través de los cuales el adorador recibe el aumento de lo que en nuestra propia tradición podríamos llamar Gnosis. El primer grado del amor, se nos dice, es el amor del siervo por el amo, el segundo de compañero a compañero, el tercero del padre por el hijo, el cuarto de cónyuges el uno por el otro, y el quinto o más alto grado, se define como apasionado e ilícito, es decir, no sancionado por ninguna regla de la sociedad o de la razón; un amor totalmente libre de cualquier limitación.


    Este sistema de cinco variedades de amor muestra no sólo un aumento de intensidad de etapa en etapa, sino también, y lo que es más importante, un aumento de la libertad. Lo que comenzó como servidumbre termina en total libertad. Cuando la restricción da paso a la libertad, la fuerza del amor aumenta hasta convertirse en la suprema influencia liberadora del ser. Ahora bien, este concepto, o más bien la realidad, no es desconocido en el misticismo occidental. Aún cuando podemos suponer con razón que el misterio Gnóstico de la Cámara Nupcial era un rito espiritual que, sin embargo, no estaba exento de la concomitancia físicamente sexual, por lo que sabemos que a partir de cierto tiempo la tradición mística alternativa de Occidente vino a abrogar el dualismo del cristianismo ortodoxo con respecto al amor, y vino a reemplazarlo por una experiencia unitaria que era a la vez espiritual y física. La ortodoxia cristiana medieval insistió en la dualidad de Eros (amor carnal o sexual) y Ágape (amor espiritual, o caridad). La tradición Gnóstica, ya sea expresada por Valentín en Alejandría o por los trovadores en la Francia medieval, tiene como objetivo "hacer los dos en uno", uniendo el Eros con Ágape y reemplazando ambos con la síntesis superior, llamada por los trovadores "Amor". Este Amor no es ni carnal ni fantasmal, ni sensual ni espiritual, sino que participando de ambas cualidades representa una cualidad totalmente nueva. El conjunto es mayor que la suma de sus partes. Este conjunto, o mejor dicho Integridad, no es otra que la epifanía terrestre del Pleroma. El amor sexual y no sexual se combinan para producir la grandeza inefable en la vida humana.


    Aquí se encuentra el secreto real de la sexualidad. A medida que la conciencia se libera de la esclavitud del inconsciente, y con ella de los tabúes, temores y culpas inculcados por la sociedad y la religión exotérica, la fuerza liberadora del eros se une a la inspiradora energía de ágape. Esta unión mística produce entonces una explosión de libertad, un salto de libertad de poder increíble. El libertarianismo sexual de los Gnósticos ha producido ahora su fruto aeónico, el gran desenlace del proceso de la edad ha llegado. El sexo es importante porque libera y, para liberar la sexualidad misma, debe poseer un grado óptimo de libertad.


    Los humanos son seres sexuales y espirituales a la vez. Cuando una u otra de estas dualidades es reprimida o descuidada, la desunión y el tormento prevalecen. Cuando ambos están unidos en la libertad, la verdadera liberación y la alegría se manifiestan. Por lo tanto, debemos ser libres: libre para vivir intelectualmente, emocionalmente y, de hecho, sexualmente. Debemos ser libres para experimentar, fracasar y tener éxito, estar perplejos y ser iluminados. El día de la vieja ley de la restricción debe ser declarado difunto, y el amanecer de la nueva ley de la libertad debe ser introducido dentro. Al decir esto no estamos proclamando una novedad. Tenemos las palabras de San Pablo a los romanos diciendo: "Dios ha entregado a todos los hombres a la desobediencia, para que manifieste su misericordia a todos". Jesús dijo: "No juzguéis para que no seáis juzgados." Y Heraclitus el sabio griego escribió: "Para Dios todas las cosas son justas y buenas y correctas, pero los hombres tienen algunas cosas equivocadas y algunas correctas. El bien y el mal son uno". La gran y terrible verdad es: Que debemos ser libres, no sea que perezcamos; que estamos condenados a la libertad, que la eterna obligación de auto-liberación nos ha sido impuesta antes de que el mundo comenzara, incluso antes de que el creador de este mundo llegara a ser. No hemos nacido para cumplir las leyes oscuras, y llevar las cadenas ennegrecidas de los gobernantes de este mundo, sino para ser libres, liberados conscientes hijos divinos de la luz. Como dice un himno Gnóstico: "La nuestra es la voz del despertar en la noche eterna". Debido al diseño del cielo, esta voz no es pronunciada por uno, sino por dos; no por el hombre solo o por la mujer por sí misma, sino por ambos al unísono. La voz del despertar es al menos en parte una voz sexual. El himno no es meramente de alabanza sino de pasión. Hoy como siempre las palabras de Goethe nos recuerdan la verdad Gnóstica:


"Mann und Weib, Weib und Mann,

Reichenandie Gottheit an."

(El Hombre y la Mujer, la Mujer y el Hombre,

Juntos alcanzan la Divinidad.)

El Voudou Haitiano


"Sólo podría creer en un dios que supiera bailar, decía Zaratustra. En Haití, los dioses bailan en los corazones y los tambores suenan día y noche. En Haití, los tambores simbolizan el Voudou y el Voudou es sinónimo de vida. "Tocar el tambor" no sólo significa cantar y bailar sino también celebrar un culto. Ser Voudou no sólo implica una creencia en los espíritus, sino también una profunda impregnación por lo sagrado del menor detalle de la existencia."


Los Espíritus o "Vaduns", arrancados del suelo africano en el siglo XVII con los primeros contingentes de esclavos negros y transportados de un extremo al otro del océano durante más de dos siglos, constituyen la trama secreta de un país que ha sufrido continuamente sangrientas guerras, las líneas de fuerza Invisibles que rigen el comportamiento del 98 % de la población. El voudou no es más que una partícula de Africa trasplantada, integrada, transformada y recreada en el transcurso de la Historia. En otras palabras, el voudou presenta un doble aspecto: el aspecto no modificado de sus orígenes y el aspecto dinámico de su evolución. Entre ambos se ha producido la influencia de un catolicismo intolerante (1) que ha producido una aparente mestización de dos religiones tan cercanas como alejadas una de otra.


LOS ESPÍRITUS O LOAS INTERCEDEN ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA


El Voudou, originario de Dahomey, es el culto de los espíritus o loas, seres sobrenaturales y omnipotentes, intermediarios indispensables entre Dios y los hombres, entre el cielo y la tierra. En efecto, Dios que hace que los astros permanezcan juntos y que se halla en toda la creación, se confunde en el Universo con una entidad impersonal demasiado vaga para poder invocarse y demasiado lejana para ser temida. El Voudou es pues una religión de dios único y de fuerte panteísmo (2). Sólo los Loas pueden decidir la suerte de los hombres, pasar de lo invisible a lo visible y manifestar su cólera o su alegría en forma tangible. Sólo de los Loas dependen el Bien y el Mal, las enfermedades y la muerte, la lluvia o el buen tiempo, y las peores calamidades no son más que las consecuencias lógicas de una mala conducta para con ellos. Conviene pues honrarlos suficientemente y servirlos con respeto y sumisión. Por consiguiente se suceden los ritos y servicios durante los cuales los dioses invocados "cabalgarán" a los oficiantes o a cualquier otra persona que elijan, se expresarán por sus bocas y reclamarán las ofrendas que deseen. En toda ceremonia voudou, sea cual fuera su importancia, se superponen tres planos: invocación a los dioses, llegada de los dioses, sacrificios y ofrendas a los dioses.


“Tu cabeza arderá y tu pie se quebrará bajo tu cuerpo. Espera que descienda el Espíritu.” Las cabezas cantan, los pies están desnudos y los cuerpos vestidos de blanco apenas se mueven. Los "Vevés" esperan en el suelo. El origen dahomeyano del Voudou explica la ausencia de estatuas en Haití (3); los dioses se captan allí gracias a ritmos e invocaciones imperiosas y también mediante diagramas simbólicos que representan sus emblemas, sus señales distintivas, que los obligan en cierto modo a aparecer. Los Vevés, trazados con harina de maíz, polvo de ladrillo o de corteza, ceniza o borra de café, tienen la significación de un montaje radiofónico y poseen un verdadero poder mágico.


En realidad, la voluntad de invocación de los oficiantes, la absoluta necesidad de la venida de los dioses, el impulso y la fuerza que presiden un servicio Voudou constituyen una concentración psíquica de tanta intensidad que bien puede calificarse de mágica, y reforzada y canalizada en un circuito preestablecido puede traducirse en fenómenos que desafían toda lógica.


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NOTAS


1.-  Un catolicismo intolerante. Es difícil imaginar la existencia de una mestización entre el Catolicismo y el Voudou. En realidad, es más bien un problema de "camouflage". "Somos católicos cuando están presentes nuestros amos, y Voudous cuando se van:.." han declarado durante siglos los esclavos negros. El Voudou representaba para ellos al mismo tiempo un refugio y una forma de resistencia. y el catolicismo impuesto la unica manera de eludir el látigo. Paradójicamente, la actitud de la Iglesia es responsable en amplia medida de la supervivencia de los cultos africanos en Haití: por una parte. una evangelización torpe y, por la otra, acusaciones erróneas que transforman a los houngans en esclavos de Satanás y a los Loas en el diablo mismo...


El primer intento oficial de combatir el Voudou se remonta a 1896 con la creación de una "liga antivoudou", pero la verdadera lucha data de 1939 en que se desencadenó una verdadera campaña antisupersticiosa después de descubrirse la existencia de la "mezcla monstruosa", o sea la interpenetración de los cultos africano y católico. El clero clausuró santuarios y lugares de reunión, y destruyó tambores y objetos sagrados en autos de fe.


En 1950 el Voudou salió de la semiclandestinidad, pero sólo en estos últimos años se ha producido un cambio completo en la actitud de parte del clero.


La "mezcla monstruosa" no ha dejado de persistir. Se advierte en un estrecho paralelismo entre los calendarios litúrgicos -así, las fiestas de los Loas coinciden a menudo con las de los santos que los representan- y también en ciertos elementos de la liturgia católica. Los santos adoptados representan generalmente una divinidad Voudou.



2.- Fuerte panteísmo. Resulta imposible evaluar el numero de Espíritus o Dioses que gravitan en torno al Voudou haitiano, pues, aparte de los grandes Loas de Africa-Guinea, existen innumerables genios locales. No obstante, pueden distinguirse dos grandes grupos de Loas en función de su origen étnico: los Rada y los Petro.


La palabra Rada proviene del reino de Arada en Dahomey. Este primer grupo comprende pues las divinidades más importantes y respetables: los Loas-guinin-Dahomey,  a diferencia del grupo Petro que reúne los Espíritus provenientes de otras regiones de Africa y la mayoría de los Espíritus autóctonos. En realidad, el contraste entre esos dos grupos se define sobre todo por los temperamentos fundamentalmente distintos de sus Loas respectivos. Los Petro son más violentos y feroces y es fácil  prever su llegada durante la ceremonia por el simple cambio de ritmo de los tambores que se hace más vigoroso y marcado. Se lo recibe con chasquidos de látigos en el aire,  tienen fama de gustar de la pólvora, razón por la cual se hacen estallar pequellas cargas en su honor. Para celebrarlos, las hounsi se visten de rojo y la aclamación "abobo" que subraya el final de un canto en los rada se reemplaza por "bilolo". Por último, los Loas Petro se especializan en la magia y pueden curar y hechizar.


Dentro de estas dos grandes clases, hay varios suberupos que llevan el nombre de regiones africanas como el Congo o de tribus particulares como los Ibo. A su vez, se subdividen en familias complejas.


3.- En efecto, a diferencia de Nigeria, la representación de las divinidades en forma de imágenes o de fetiches cualesquiera, es muy rara en Dahomey.


UNA CEREMONIA QUE IMPLICA UNA

ENORME CONCENTRACIÓN DE ENERGÍA PSÍQUICA


Ese circuito "mágico" es doble: un circuito aparente en forma de un espacio sagrado vinculado de las hounsi (jóvenes iniciadas que forman el coro) y al Poste, situado en el centro, considerado el "camino de los Espíritus" y mantenido en el suelo por el juego complicado de los Vevés. Por último, un circuito inconsciente y colectivo vinculado y revelado indudablemente en cada individuo durante la iniciación (4) y base de mitos y ritos milenarios. El houngan y la mambó cierran el circuito y establecen el contacto. Se suceden saludos, desfiles de banderas, piruetas, "giros", libaciones en los cuatro puntos cardinales, prosternaciones y encantamientos. Entonces todo se torna posible, imprevisible y sometido a innumerables variantes. Entonces los Dioses se muestran, susurran lo que quieren y cabalgan sobre quienes ellos quieren. Entonces los cuerpos vacilan y se desarticulan, se transforman y despersonalizan, lanzados al espacio o proyectados al suelo, dispersos o reconstituidos en una danza fantástica e ilimitada que fascina y llega, porque escapa del tiempo y tiene un aire de eternidad...


El trance bosal es el más impresionante. Llamado así en recuerdo de los negros bosales llegados de Santo Domingo y que tenían un humor salvaje, es violento, tumultuoso e indisciplinado. Generalmente el Loa que se manifiesta en esta primera posesión será el “Maitre-Tête” (Maestro-Cabeza) definitivo del poseído que se comportará como un caballo no domado mientras su cabeza no se "lave", en otras palabras mientras su Loa no sea bautizado y fijado en una ceremonia particular mediante un emplasto de alimento aplicado en la cabeza durante varios días.


Para el practicante Voudou, resistir la voluntad de un Ser sobrenatural es un acto de rebelión, de modo que la iniciación no tiene otro fin que acostumbrar al individuo a soportar el peso de los Loas y a dejarse guiar sin resistirse. Así se llega a trances si no controlados, por lo menos sometidos, sin que ello les quite nada de su frenesí, y de los cuales puede salirse sin heridas ni dolores en los miembros.


Los rostros de los dioses son variados y sus actitudes dependen de su personalidad o de su humor. Así, Erzuli, diosa del amor, coqueta, derrochadora, ligera y caprichosa, reclama perfumes y platos dulces, mueve las caderas en forma ondulante, abraza a los hombres y sólo tiende sus pequeños dedos a las mujeres manifestando así su desdén por ellas. La vida de Erzulí es una sucesión de escándalos. amiga de varios dioses es cortejada en vano por Guedé Nibbo a quien ella desprecia por su piel demasiado negra y que la persigue embriagándose con su perfume y lamentándose con voz nasal. Como muchos Loas, Guedé Nibbo, llamado "el bravo", es doble, pues es a la vez dios de la Muerte y de la Vida; confiere el don de la doble vista y simboliza el acto de procreación, se viste de color violeta y profiere las expresiones más procaces, vigila las tumbas y baila las danzas más obscenas. Por último, no vacila en disfrazarse de cadáver o de falo gigantesco, ridículo y aterrador, en comer desmesuradamente o en echarse copas de ron en la oreja.


Así se expresa alternativamente la dualidad del hombre pues en todo momento lo sagrado se confunde con lo profano. Gracias a este carácter humano de los dioses es posible establecer una comunicación eficaz y por esa misma razón los alimentos deben satisfacer los apetitos más voraces. Ya no se trata de quemar las víctimas consagradas en los altares de piedra y de ofrecer su humo a las divinidades o de dispersar sus cenizas al viento. Los Loas Voudou tienen otras exigencias, y las carnes de animales o los alimentos vegetales se cortarán en pequeños trozos para ser arrojados al mar, sumergidos en los ríos, enterrados u ofrecidos durante una ceremonia. Así Damballah Wedo, la culebra macho, acepta un huevo crudo envuelto en harina, que tragará con la cabeza cubierta con un pañuelo, antes de arrastrarse hacia el templo guiada por la campanilla y el Asson del sacerdote y seguida de cerca por su hembra Aída. Aída Wedo simboliza la plegaria que los hombres elevan a Dios representado en esta ocasión por Damballah que se retuerce, se arrastra y ondula en el suelo, trepa a los árboles y se aferra a los postes para dejarse caer cabeza abajo como una boa.


Los individuos poseídos por Damballah no hablan, pero mueven enérgicamente la lengua y emiten un silbido entrecortado que el houngan tratará de interpretar. En realidad, la posesión implica una pérdida total de la conciencia y los Loas hacen profecías, prodigan consejos o amenazan a sus servidores sin que los poseídos conserven ningún recuerdo de las palabras que pronunciaron o de los mensajes que comunicaron personalmente.


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NOTA.


4.- La iniciación Voudou o "Kanzo", como toda iniciación es al mismo tiempo muerte y resurrección. Después de una semana de recogimiento, de abluciones y de un régimen especial, generalmente un domingo por la noche se realiza la ceremonia de acostar a los novicios y su partida a una reclusión secreta. Dicha partida se hace en publico y en mediode la emoción mas general, pues si bien su "muerte" es puramente simbólica los futuros iniciados no dejan de volver profundamente transformados. Sustraídos del mundo exterior durante ocho días, sufrirán un segundo "lavado de cabeza" destinado a establecer un vinculo definitivo con su propio Loa, el Loa "Mait-tête" puede ser el primer Loa aparecido durante el trance bosal o una herencia de familia; tal es el caso de algunos grandes houngans o mambos que adoptan en sueños los Loas de sus antepasados. Acostados sobre el lado izquierdo y cubiertos con una sábana, los adeptos se someten a una severa disciplina y no pueden hablar, reír o moverse sin autorización. En realidad, la base de la iniciación parece residir en una desconexión más o menos profunda del individuo: régimen próximo al ayuno, infusiones sedantes, unción de aceites dos veces por día, sumisión total al houngan, que tiene plenos poderes sobre su alma, hallándose representada esta ultima por diferentes partículas del cuerpo (uñas, cabellos, etc.) colocadas en un recipiente que tiene el sacerdote. La ceremonia del boulé-zin cierra este periodo de reclusión: los iniciados, lavados con agua tibia y semejantes a grandes capullos, salen cubiertos con una sábana blanca; asistidos por la mambó y sus ayudantes, la palma de la mano izquierda de cada uno de ellos se unta con aceite y se cierra luego de colocarse en ella un puñado de guiso de maiz hirviendo: las bolitas, acarameladas, se distribuirán luego entre los fieles. Fortalecidos por una prueba, los iniciados pueden salir entonces con gran solemnidad, vestidos de blanco y con el rostro cubierto de hojas de palmera. Pero no por ello dejan de ser vulnerables durante cuarenta y un días, expuestos a todos los peligros de carácter sobrenatural de los cuales se defenderán sometiéndose a una disciplina de vida muy estricta y absteniéndose de trabajar.


CUANDO EL PRACTICANTE VOUDOU MUERE, VUELVE A SER UNA PARTÍCULA DE DIOS.



Pero no debemos equivocarnos: si bien el Voudou permite en el plano individual defenderse de los malos espíritus, tener buena salud, suerte y "nanm", es decir una fuerza sobrenatural, su razón de ser es esencialmente colectiva y sus efectos se dirigen principalmente al grupo cuya cohesión mantiene. Otrora religión de la esclavitud, hoy es para el campesino haitiano el único medio de que dispone para vencer su opresiva pobreza, para lograr una vida social posible, para resolver todos los problemas de la vida y para poder inclinar el universo en su favor. No se trata de "ganar el cielo" o de "salvar su alma", sino de obtener de inmediato los beneficios necesarios. La base de su moral es "Amaos los unos a los otros" y la idea del pecado original es totalmente desconocida para ellos, lo mismo que la idea de una supervivencia individual después de la muerte.


Cuando el practicante Voudou muere se convierte en una partícula de Dios, se confunde con la gran Totalidad es decir el mar, las estrellas o el viento, y mientras está vivo utiliza su religión para vivir mejor, orienta su contacto permanente con lo sobrenatural con una finalidad práctica y terrestre.


Por lo demás, los dioses lo saben muy bien y aceptan participar en la vida colectiva. Aquí es donde se confunden drama y religión y donde el Voudou adquiere todo el valor de una tragedia antigua. Si el sentido del teatro realmente se ha perdido, basta asistir a un servicio Voudou para imaginar lo que fueron las panateneas griegas, con la 'inica diferencia de que en este caso el actor no se límita a encarnar a las divinidades sino que él mismo se convierte en divinidad. A semejanza de los tres golpes tradicionales, suena el caracol marino o lambi, y aparece Agoué, el rey del mar, el ritmo de los tambores se acelera y las hounsi visten de rojo, saltan y se convierten en llamas, pues allí están los dioses del fuego y de la guerra. La tensión aumenta. Ogou-Ferraille aúlla y se exalta y llegará al paroxismo cuando el houngan sacuda un brasero sobre sus hombros, baile bajo una lluvia de brasas o muerda fuertemente un leño encendido, escupiendo chispas. En este caso preciso, el houngan sirve a un dios que se alimenta de fuego y debe bailar entre las llamas para ser fuerte y poderoso. La explicación es simple, el fenómeno resulta anodino como fenómeno y nadie le da importancia. ¿Se sabe acaso cómo puede subir al cocotero Pié Cheche (5) el espíritu sin piernas? No obstante, es recibido con estas palabras.


"No tienes piernas

pero subes al cielo

al igual que todos los espíritus

bajas a la tierra

Cuán hermoso y cuán grandes eres...”


¿Se sabe por qué prodigio los animales se sienten felices de ser degollados, por qué un cordero no teme al cuchillo mientras come la hierba que se le tiende? Por inverosímil que parezca, los animales sacrificados no muestran ningún signo de temor, al parecer comen y danzan con los hombres, poseídos en su momento.


¿Se sabe acaso por qué una bolita de guiso hirviente puesta en la mano, durante el boulé-zin, no produce ningún dolor a los futuros iniciados como pudimos comprobar últimamente? Para los adeptos al Voudou, lo esencial no reside en el hecho de sufrir quemaduras sino en la fuerza del houngan y de la mambó que tiene al novicio de la mano. Por consiguiente, reside en la fuerza de sus dioses y de ella surge a su vez la alegría de vivir. En efecto, el milagro, el primer milagro del Voudou no es otro que la extraordinaria alegría de vivir del pueblo haitiano; estamos lejos de los fenómenos patológicos descritos con referencia a las crisis de posesión.


¿ES LA CEREMONIA VOUDOU UN SUPREMO PSICOANÁLISIS?


Para no pecar de crédulos e incompletos, debemos formular una pregunta: ¿Hay alguna explicación científica del Voudou? Si existe alguna, debe situarse en un  plano psicoanalítico, en el nivel de una integración total del super yo con el individuo; en otras palabras la crisis bosal señalaría el pasaje definitivo al estado adulto y las crisis posteriores la liberación del "yo" que, al no ser desvalorizado, puede actuar. con el máximo de sus posibilidades. "Resulta notable que una agrupación momentánea reunida para cumplir una tarea (las danzas de posesión) produzca inevitablemente, por así decirlo, la individualidad" (Jean Duvígnaud: El Actor). En otras palabras, la activación de un mito arcaico mediante la danza contribuye a crear una participación que crea individualidad. He ahí toda la finalidad del psicoanálisis colectivo. Y Jean Duvignaud agrega: “Si como piensa Roger Bastide, ciertas manifestaciones míticas constituyen una realización sociológica auténtica, ello significaría que la sociedad o el grupo social produce el ser mediante las danzas de posesión y el ser colectivo al individualizarlo. Tal vez tenemos aquí el eslabón intermedio entre la vida social y el individualismo..."


Sea como fuere, una sociedad de conciencia mítica vive en un tiempo circular y por consiguiente no debe extrañar que resulte completa. Por último, podría objetarse que en este caso se confunde magia con religión. Pero para el adepto del Voudou todo se confunde y se imbrica, no lo olvidemos, y la magia desempeña un papel importante.


"La religión se somete a lo invisible, la magia contraría a lo visible", escribe Raymond Abellio.  La sumisión a lo invisible parece total; en cuanto a la magia, dejemos que responda Levi-Strauss: "Si pretendiéramos reducir el pensamiento mágico a un momento o a una etapa de la evolución técnica y científica nos privaríamos de todo medio de comprenderlo... El pensamiento mágico no es un principio, un comienzo, un esbozo, la parte de un todo aún no realizado, constituye un sistema bien articulado, independiente en este sentido de ese otro sistema que constituirá la ciencia, salvo la analogía formal que los asemeja y que hace del primero una especie de expresión metafísica del segundo. Por lo tanto, en vez de oponer la magia a la ciencia, sería mejor situarlas paralelamente como dos formas de conocimientos desiguales en cuanto a los resultados teóricos y prácticos."


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NOTA


5.- Considerada al mismo tiempo como un espíritu andrógino y como un espíritu siamés. Pié Cheche lleva dos nombres: Ti Jean para su parte masculina y Marinette para su parte femenina.

Psicología de los Símbolos Alquímico Cristianos - Carl G. Jung

La Mater Alchimia no es algo primigenio o inicial, sino una época, que aproximadamente comienza con la era cristiana y en los siglos XVI-XVII da a luz la era científico-natural, para después marchitarse desconocida y mal interpretada y hundirse como una etapa agotada en la corriente de los siglos. Pero, como toda madre alguna vez fue hija, así también la alquimia: su ser propio nace de aquellos sistemas Gnósticos que Hipólito concibe con justicia como de filosofía (natural), y que con ayuda, por una parte, de la filosofía clásica griega, y por otra de la mitología griega, cercano oriental y egipcia, así como de la dogmática cristiana y la Kabbalah judía, realizó la tentativa, de alto interés para la perspectiva moderna, de alcanzar una concepción total del mundo en que lo físico y lo místico desempeñaran papeles gemelos. Si este propósito se hubiese logrado, el mundo no habría llegado a vivir el espectáculo singular de dos concepciones del mundo simultáneas y en curso paralelo, que no quieren o no pueden saber nada la una de la otra. San Hipólito estaba aún en la envidiable posición de poder comparar la doctrina cristiana con, por decirlo así, sus hermanas del paganismo; también en san Justino Mártir encontramos planteos análogos; y debemos señalar, para honra del pensamiento cristiano, que hasta la época de Kepler no faltaron tentativas de explicar y concebir a partir del dogma la naturaleza en sentido amplio.

Pero estas tentativas tuvieron que fracasar ante el insuficiente conocimiento de los procesos naturales. Por eso se llegó, en el curso del siglo XVIII, a la conocida idea de la incomparabilidad entre la fe y el saber: a la fe le faltaba la experiencia, y al saber, el alma. La ciencia creía en una objetividad absoluta, pasando deliberadamente por alto que la auténtica portadora y generadora de la ciencia es la psique, y de precisamente se supo menos que de cualquier otra cosa por el más largo tiempo: era o un síntoma de reacciones químicas, o un epifenómeno de procesos celulares en el cerebro, y hasta, por cierto tiempo, propiamente no existió. La ciencia era por completo inconsciente de que se servía para sus observaciones de un aparato fotográfico, por así decirlo, acerca de cuyo funcionamiento y estructura no sabía práctica nada y cuya existencia, además, hasta a menudo no quería reconocer. Es una conquista recentísima el haber tenido que tomar en cuenta la realidad objetiva del factor psíquico. Característicamente, fue la microfísica la que del modo más perceptible e inesperado se topó con la psique. Como se comprenderá, prescindimos de la psicología del inconsciente, pues su hipótesis de trabajo consiste precisamente en la realidad de la psique; y aquí lo que estamos caracterizando es lo contrario, es decir, el choque de ésta con la física.

Ahora bien; para los Gnósticos -y éste es propiamente su secreto- la psique existía como fuente del Conocimiento, lo mismo que para los alquimistas. Dejando aparte la psicología del inconsciente, las ciencias naturales y la filosofía de nuestro tiempo sólo sabe de lo externo y la fe sólo de lo interno, y ello únicamente en la forma que le han transmitido los primeros siglos cristianos, desde san Pablo y el Evangelio de Juan. La fe es, lo mismo que la objetividad de la ciencia clásica absoluta, y por lo tanto no pueden conciliarse ni la fe y el saber, ni los cristianos entre sí.

La doctrina cristiana es un símbolo altamente diferenciado, expresa lo psíquico trascendente o, para decirlo con Dorn, la imago Dei y sus propiedades. El Credo es el symbolum. A los efectos prácticos, él comprende aproximadamente todo lo que puede establecerse fundamentalmente sobre las manifestaciones del factor psíquico en el ámbito de la experiencia interna, pero no se extiende a la naturaleza, o por lo menos no de manera reconocible. Por eso, en todos los siglos cristianos se han dado corrientes espirituales paralelas o subterráneas que trataban de establecer la naturaleza, no sólo exterior sino también la interna, en su aspecto empírico.

Aunque el dogma, como la mitología en general, enuncia la esencia de la experiencia interna, formulando así los principios operativos de la psique objetiva, o sea, del inconsciente colectivo, lo hace en un lenguaje y según un modo de concebir que se ha hecho ajeno a la orientación intelectual moderna. La palabra "dogma" hasta llega a tener una resonancia no siempre agradable, y sirve no rara vez para destacar con censura la rigidez de un prejuicio. Así, ha perdido para la mayoría de la humanidad occidental su sentido como símbolo de un hecho en sí incognoscible pero "real y efectivo" (es decir, que produce efectos). Incluso dentro de la teología, la discusión dogmática propiamente dicha luí cesado prácticamente, salvo la última declaración pontificia, señal de que el símbolo empieza a agostarse, si no está ya del todo marchito. Este desarrollo es peligroso para la cultura espiritual, pues no conocemos otro símbolo que mejor exprese el mundo del inconsciente. Por eso se vuelve la vista en no escasa medida a representaciones exóticas, con la esperanza de encontrar, por ejemplo en la India, un sustituto. Esta expectativa es engañosa, pues los símbolos indios, como los cristianos, formulan contenidos del inconsciente, pero en cada caso éste representa, en gran medida, el respectivo pasado espiritual. Las doctrinas indias expresan la esencia de las vivencias cuatro veces milenarias del hombre indio. Por cierto podemos aprender mucho del pensamiento indio, pero él nunca expresa ese pasado que se conserva en nosotros. Nuestra premisa es y sigue siendo el cristianismo, que abarca, según el caso, de once a diecinueve siglos. Antes de él, está para la mayoría de los occidentales el estado espiritual, considerablemente más dilatado aún en el tiempo, del politeísmo y el polidemonismo. En ciertos lugares de Europa, la historia del cristianismo comprende sólo poco más de quinientos años, es decir, no más de unas dieciséis generaciones. La última bruja fue quemada en Europa el año en que nació mi abuelo, y en el siglo XX ha vuelto a irrumpir la barbarie, con su degradación de la naturaleza humana.

Menciono estos hechos para ilustrar cuan delgada es la pared que nos separa de los primordios paganos. A ello se agrega que los pueblos germánicos nunca se desarrollaron orgánicamente de un polidemonismo primitivo al politeísmo y a su refinamiento filosófico, sino que en muchos lugares recibieron el monoteísmo cristiano y la doctrina de la salvación en las lanzas de las legiones de Roma, análogamente a como en África la ametralladora representa el argumento latente de la invasión cristiana (de la existencia de ese miedo he tenido la oportunidad de convencerme in situ). Sin duda, la difusión del cristianismo entre los pueblos bárbaros no sólo favoreció sino también fomentó cierta inflexibilidad y rigidez del dogma. Se observa también algo semejante en la difusión del Islam, que se vio igualmente necesitado de rigidez y fanatismo. En la India, el desarrollo del símbolo transcurrió de modo más orgánico y sereno. Hasta la gran reforma del hinduismo, el budismo, por una parte, se funda, de modo auténticamente indio, en el yoga, y por otra fue reasimilado sin residuo en el curso de un siglo, por lo menos en la India donde el Buddha mismo tiene su trono en el panteón como avatâra de Vishnú, junto con Cristo, Matsya (el "pez"), Kurma (la "tortuga”), vámana (el "enano") y otros más.

El desarrollo histórico del espíritu occidental no puede en absoluto compararse con el de la India. Por eso, quien cree poder adoptar inmediatamente formas orientales de concebir, se desarraiga, pues aquéllas no expresan nuestro pasado occidental, sino quedan como conceptos intelectuales, exangües, que no hacen vibrar ninguna cuerda en nuestro ser profundo. Estamos enraizados en suelo cristiano. Este fundamento ciertamente no alcanza demasiada profundidad, y, como hemos dicho, en muchos puntos se ha mostrado de alarmante delgadez, de modo que el paganismo originario pudo ganar nuevamente posesión de gran parte de Europa, en forma cambiada pero también con la forma de economía que le era propia, la esclavitud.

Este desarrollo moderno confirma que las corrientes paganas, claramente presentes en la alquimia, se han mantenido vivas bajo la superficie cristiana. En los siglos XVI-XVII la Alquimia alcanzó su máximo florecimiento, para después extinguirse en apariencia. En realidad, encontró su continuidad en las ciencias naturales, que en el siglo XIX condujeron al materialismo y en el XX al llamado "realismo", cuyo fin, por lo pronto, no se divisa aún. Pero el cristianismo, pese a todas las ocasionales y bienintencionadas aserciones en contrario, quedó a un lado, sin fuerzas. Todavía tiene la Iglesia cierto poder, pero apacienta su rebaño sobre los escombros de Europa. Su mensaje es efectivo en la medida en que uno sabe combinar su lenguaje, sus representaciones y sus usos con la comprensión del presente. Pero ya no habla para muchos, como san Pablo en el agora de Atenas, el lenguaje del presente inmediato, sino que su mensaje se reviste de las palabras sacrosantas sancionadas por la edad. Ahora bien; ¿qué éxito habría alcanzado la prédica de san Pablo si se hubiese valido del lenguaje y el mito de la era minoica para anunciar el Evangelio a los atenienses? Infortunadamente, se pasa enteramente por alto que procediendo así se plantean al hombre de hoy exigencias mucho mayores que al de los tiempos apostólicos: para éste no significaba ninguna dificultad creer en el nacimiento virginal de héroes y semidioses, y por eso todavía san Justino pudo valerse de este argumento en su Apología; tampoco era algo inaudito la idea de un hombre-Dios salvador, pues prácticamente todos los potentados asiáticos, así como el César romano, eran de naturaleza divina, ¡A nosotros ya nos es ajena hasta la idea de un rey por gracia divina!

Los relatos prodigiosos del Evangelio, que convencían fácilmente al hombre de entonces, serían en cualquier biografía de hoy piedras de escándalo y suscitarían lo contrario de la creencia. La naturaleza prodigiosa o extravagante de los dioses era lo corriente en los mitos todavía vivos y fue de particular y convincente significación en el refinamiento filosófico de aquéllos. Hermes ter unus ("Hermes tres veces uno") no era ningún absurdo intelectual, sino una verdad filosófica. Sobre estas bases, el dogma de la Trinidad pudo construirse de modo convincente. Pero para el hombre moderno éste significa o un misterio inaccesible o una curiosidad histórica, preferiblemente lo último. Para el hombre antiguo la virtus del agua consagrada o la transmutación de las sustancias no era ninguna enormidad, pues había incluso fuentes sagradas, cuyos efectos eran incomprensibles, y cambios químicos cuya índole aparecía como maravillosa. Hoy cualquier escolar sabe más, en principio, sobre la constitución de la naturaleza que toda la historia natural de un Plinio.

Entonces, hoy san Pablo, si emprendiera la tarea de hacerse oír en Hyde Park por la gente razonable, no tendría bastante con citas de la literatura griega y algunos conocimientos de historia judía, sino que debería acomodar su forma de expresión a las posibilidades de comprensión de un público inglés moderno. De no hacerlo así, anunciaría mal su mensaje, pues nadie, salvo quizá un filólogo clásico, le entendería ni aun aproximadamente. Pero tal es la situación actual de la kerigmática (teoría de la proclamación de la Palabra) cristiana. No que se valga, literalmente, de un lenguaje ajeno y muerto; sino que habla en imágenes que por una parte parecen conocidas de antiguo y por lo tanto, engañosamente, de sentido familiar, pero por otra parte, infinitamente alejadas como están de una comprensión consciente moderna, tocan, cuando mucho, al inconsciente, y ello sólo si el expositor pone toda el alma en la tarea. Por eso, en el mejor de los casos, el efecto queda estancado en la esfera del sentir, pero la mayoría de las veces ni siquiera llega ahí.

Falta el puente que una el dogma con la vivencia íntima del individuo. En cambio de ello, el dogma es "creído"; (veritas prima, esta "verdad primera" es invisible y desconocida, y ella, y no el dogma, es lo que está en la base de la "Fe".) se lo hipostasía, como entre los protestantes la Biblia, ilegítimamente promovida a autoridad suprema pese a sus contradicciones y sus interpretaciones controvertidas. (Como es sabido, ¡todo puede autorizarse a partir de la Biblia!). El dogma ya no formula, ya no expresa, sino que es un principio por sí, sin ningún asidero en una vivencia demostrativa (beweisenden). En verdad, la fe misma se ha convertido en esta vivencia. La fe de un Pablo, que nunca tuvo la vivencia del Señor encarnado, aún podía remitirse a la aparición avasalladora del camino de Damasco y a la revelación del Evangelio en el éxtasis, y la fe del cristiano antiguo y medieval en posibilidades inconcebibles en ninguna parte chocaba con el consenso universal, sino que se veía sostenida por éste. Pero todo ello ha cambiado fundamentalmente en los últimos trescientos años, sin embargo, ¿qué cambio de principio se ha realizado paralelamente en la concepción teológica?

Existe el peligro —y no hay ninguna duda acerca de él- de que el vino nuevo haga estallar los viejos odres, y que lo que ya no se comprende se arrumbe en el rincón de los trastos viejos, como ya ocurrió una vez en tiempos de la Reforma. El protestantismo eliminó entonces (salvo un pálido resto) el rito, componente indispensable de toda religión, y sigue manteniéndose sobre la sola fe. Del contenido de ésta, del symbolum, constantemente se desmoronan nuevos pedazos. ¿Qué queda realmente? ¿La persona de Jesucristo? Todo laico sabe que la personalidad del fundador pertenece, biográficamente, a lo más oscuro de lo que el Nuevo Testamento ha transmitido, y, desde el punto de vista humano-psicológico, esa personalidad es un enigma impenetrable. Como cierta vez dijo acertadamente un escritor católico, los textos evangélicos representan a la vez la historia de un hombre y la de un Dios. ¿O queda el Dios solamente? ¿Qué hay entonces de la Encarnación, esa parte esencial del símbolo de la fe? En mi opinión, sería mucho mejor aplicar al símbolo las palabras de un Papa: Sit ut est, aut non sit, (sea como es, o no sea) y dejarlo por lo pronto en su integridad; porque al fin y al cabo nadie entiende en realidad de qué se trata propiamente. Por lo menos, así me lo parece. ¿Cómo explicar si no los notorios apartamientos del dogma en tantas partes?

Acaso pueda parecer extraño al lector que, como médico y psicólogo, insista en el dogma. Debo poner el acento en él, por las mismas razones que otrora movieron a los alquimistas a dar un peso particular a su doctrina. Esta consiste en la quintaesencia de la simbólica de los procesos inconscientes, así como los dogmas representan una condensación o una destilación de la que se llama "historia sagrada", es decir, del mito del ser y el obrar divinos desde los tiempos primordiales. Si queremos comprender lo que entendía significar la doctrina alquímica, debemos remontarnos a la fenomenología tanto histórica como individual de los símbolos, y si queremos aproximarnos a la comprensión del dogma debemos más forzosamente aun tomar en cuenta ante todo el mundo mítico de Asia anterior que a él subyace, y luego la mitología general como expresión de una disposición común humana. A esta disposición, como es sabido, la he llamado el inconsciente colectivo, cuya existencia, por lo demás, sólo es inferible a partir de la fenomenología individual. En ambos casos la investigación llega al individuo humano, pues se trata siempre de ciertas formas complejas de representación, los llamados arquetipos, de los que puede conjeturarse que actúan como organizadores de las representaciones inconscientes. El dinamismo productor de estas configuraciones es indistinguible del hecho trascendente a la conciencia que se denomina instinto. Por lo tanto, no hay ninguna razón para entender por el arquetipo otra cosa que la configuración (Gestalt) del instinto humano.

En esta reflexión no hay que precipitarse a suponer una reducción del mundo de las representaciones religiosas a "nada más que" fundamentos biológicos, ni mucho menos a sustentar la errada opinión de que con ese modo de observación el fenómeno religioso queda "psicologizado" y por lo tanto se esfuma. A ninguna persona razonable se le ocurrirá que retrotraer la estructura humana a la de un saurio cuadrúpedo equivalga a declararla carente de validez, o que de algún modo ella quede explicada por sí misma. Tras todo eso está ciertamente el grande, y no resuelto enigma, de la vida y la evolución, y de dominante importancia no es, en fin de cuentas, el origen sino la meta del desarrollo. Pero si a una entidad viviente se la corta de sus raíces, se la priva de la conexión retrospectiva con los fundamentos de su existencia, y entonces no puede sino agostarse. En este caso, la "anamnesis" (recuerdo) de los orígenes es de importancia vital.

El cuento tradicional y el mito expresan procesos inconscientes; la práctica de narrarlos opera la rememoración y la revivificación de los mismos, y con ello la reactivación del vínculo entre conciencia e inconsciente. Lo que la escisión de las dos mitades de la psique significa, ante todo el médico lo sabe. Él la conoce como disociación de la personalidad, base de todas las neurosis: la conciencia va por un lado y el inconsciente por el lado opuesto. Como las oposiciones no pueden conciliarse en su mismo nivel (tertium non datur!), se necesita siempre una tercera instancia, supraordinada, en que ambas partes puedan conjugarse. En cuanto que el símbolo procede tanto de lo consciente como de lo inconsciente, está en condiciones de unificar ambas cosas: por medio de su forma, el aspecto ideativo, y, por medio de su numinosidad, el aspecto afectivo de la oposición.

Por eso a menudo y desde antiguo el símbolo se compara con el agua, por ejemplo en el caso del Tao, en que se unifican el Yang y el Yin: el Tao es "el espíritu del valle", el curso sinuoso del río. El símbolo de la fe, en la Iglesia, es el "agua de la doctrina", aqua doctrinae que corresponde a la prodigiosa agua "divina" de la alquimia, cuyo doble aspecto está representado por el mercurio duplex. La natural salutífera y renovadora de esta agua simbólica, como Tao, como agua bautismal y como panacea, alude al carácter terapéutico de las conexiones mitológicas a las que pertenece esa representación. Ya los médicos de orientación alquímica sabían que el arcanum sanaba, o por lo menos debía sanar, no sólo la enfermedad corporal sino además la anímica, y la moderna psicoterapia sabe también que, si bien existen muchas soluciones interinas, en el fondo hay un problema moral de opuestos, racionalmente insoluble, al que sólo puede darse respuesta por medio de una tercera instancia supraordinada, es decir, de un símbolo que expresa ambas partes en conflicto. De esta "verdad” (Dorn) o "teoría" (Paracelso) se ocupaban los antiguos médicos y alquimistas, y no podían hacerlo sino incorporando a su mundo mental la revelación cristiana. Continuaron en una nueva edad la obra de los Gnósticos (que en parte eran mucho menos herejes que teólogos) y de la patrística, con la comprensión instintivamente exacta de que el vino nuevo no debía ponerse en odres viejos y que, como la serpiente muda su piel, también el mito en cada renovado eón requiere nuevo ropaje para no perder su efecto terapéutico.

Los problemas que presenta al médico o al psicólogo modernos la integración del inconsciente sólo pueden resolverse según la línea histórica antes señalada, y el resultado vendrá a ser equivalente a una reasunción del mito heredado, lo que presupone, por supuesto, la continuidad del desarrollo. La tendencia actual a la destrucción o paso al inconsciente de toda tradición podría ciertamente interrumpir el proceso de desarrollo por un intervalo de varios siglos de barbarie. Ya es éste el caso donde domina la utopía marxista. Pero también una formación preponderantemente científico-técnica, como la que es característica de los Estados Unidos, puede producir una regresión de la cultura espiritual y con ello un considerable incremento de la disociación psíquica. Con higiene y bienestar solamente el hombre dista aún mucho de estar sano, pues, de ser así, la gente más rica e ilustrada debería ser la más sana también; pero, en lo que se refiere a neurosis, no es éste el caso en modo alguno: al contrario. Al desarraigarse y escindirse de la tradición, las masas se neurotizan, lo que las dispone para la histeria colectiva.

En lo que precede he intentado establecer en qué matriz psíquica fue asumida la figura de Cristo en el curso de los siglos. De no existir una afinidad (magneto) entre la figura del Redentor y ciertos contenidos del inconsciente, nunca hubiese podido un espíritu humano ver la luz en Cristo y abrazarla con fervor. La pieza de conexión entre ambos es el arquetipo del hombre-dios, que por una parte se hizo en Cristo realidad histórica, y por otra, en cuanto presencia "eterna", señorea el alma como totalidad supraordinada, o sea, precisamente, como el si-mismo. Es, como el sacerdote en la visión de Zósimo, un kyrios tôn pneumátôn en el doble sentido de "Señor de los espíritus" y de "Señor sobre los (malos) espíritus", lo que constituye una significación esencial del Kyrios cristiano.

El símbolo, extracanónico, del pez nos ha introducido en esa matriz psíquica y con ello en la esfera de lo vivenciable, donde los incognoscibles arquetipos son vivientes, cambian en infinita sucesión atuendo y nombre, y despliegan, en cierto modo como en una circunambulación, su nunca vista esencia. La piedra filosofal, que significa a Dios hecho hombre o al hombre hecho Dios, tiene "mil nombres". No es Cristo, sino su paralelo, es decir, aquello que en el ámbito subjetivo corresponde a lo que el dogma llama Cristo. Por eso la alquimia nos proporciona un claro concepto de lo que significa Cristo en la experiencia subjetiva y bajo qué envolturas de índole a la vez delusoria e iluminadora se vivencia su presencia operante en su trascendente inasibilidad. Podría mostrarse lo mismo en la psicología del individuo moderno, como lo he hecho en la segunda parte de mi libro Psicología y Alquimia; pero es una tarea demasiado exigente y minuciosa, pues necesita una cantidad de casuística biográfica, con que podrían llenarse volúmenes. Empresa semejante excedería mis fuerzas. Debo, pues, contentarme con haber puesto algunos fundamentos históricos y conceptuales para ese trabajo del futuro.

Resumiendo, quisiera destacar una vez más que el símbolo del pez representa una asunción espontánea de la figura evangélica de Cristo, y consiguientemente un síntoma, por así decirlo, que muestra de qué modo y con qué significación ese símbolo fue asumido por el inconsciente. A este respecto, la alegoría patrística de la captura del Leviatán (la cruz como anzuelo, Cristo a ella clavado como cebo) es enteramente característica: un contenido (pez) del inconsciente (mar) ha sido apresado y se ha adherido a la figura de Cristo. De ahí procede sin duda la peculiar expresión de san Agustín: de profundo levatus ("levantado de la profundidad"); lo que ciertamente es aplicable al pez; ¿pero a Cristo? La imagen del pez surge de la profundidad del inconsciente enfrentándose en correspondencia con la figura kerigmática de Cristo; y, si Cristo es invocado como Ikhthys [pez], esta designación remite a aquello que se ha desprendido de la profundidad del inconsciente. El símbolo del pez, por lo tanto, constituye el puente entre la figura histórica de Cristo y la naturaleza anímica del hombre, en la que tiene su asiento el arquetipo del Redentor. Por esta vía Cristo se hace vivencia, el "Cristo en nosotros".

Como lo he mostrado, la simbólica alquímica del pez lleva en línea directa al lapis philosophorum, el salvator, servator y deus terrenus, es decir, psicológicamente, al sí-mismo (Self). Con ello surge en lugar del pez un nuevo símbolo: un concepto psicológico de la totalidad humana. El Self significa la Divinidad tanto o tan poco como el pez es Cristo. Pero es una correspondencia y una vivencia interna, una recepción de Cristo en la matriz psíquica o una realización más del Hijo de Dios ahora en un simbolismo no ya teriomórfico sino conceptual ("filosófico"). Con ello, frente al mudo e inconsciente pez, se expresa claramente un aumento en el devenir de la conciencia.

Sociedades Secretas e Individuación - Carl G. Jung

No existe mejor medio para proteger al individuo del perderse con los demás que la posesión de un secreto que él quiera o deba ocultar. Ya los comienzos de la organización de la sociedad manifiestan la necesidad de organizaciones secretas. Donde no existe un secreto a ocultar por motivos justificados se descubren o se elaboran «secretos» que luego son «sabidos» o «comprendidos» por los iniciados privilegiados.


Así sucedió con los rosicrucianos y con tantos otros.


Entre estos pseudosecretos hay —irónicamente— auténticos secretos ignorados por completo por los iniciados como, por ejemplo, en aquellas sociedades que tomaron su «secreto» especialmente de la tradición alquímica.

La necesidad de algo secreto es en las sociedades primitivas de decisiva importancia, en cuanto el secreto en común constituye el cemento de la solidaridad. El secreto en un rango social significa una oportuna compensación para la falta de sociabilidad de la personalidad individual, que se desintegra una y otra vez en las continuas recaídas en la identidad con los demás originaria, inconsciente. La consecución del fin, concretamente de un individuo consciente de su personalidad, se convierte de este modo en un proceso curativo largo, casi sin esperanza, porque la comunidad de individuos aislados y adelantados en la iniciación sólo se logra de nuevo a través de la identidad inconsciente, si bien se trata aquí de una identidad socialmente diferenciada.

La sociedad secreta es una fase de transición en el camino de la individuación: se confía todavía a una organización colectiva el lograr diferenciarse de ella; es decir, no se ha reconocido todavía que es propiamente tarea del individuo el independizarse diferenciándose de los demás.

En el cumplimiento de esta tarea se presentan todas las identidades colectivas, como la adhesión a organizaciones, aceptación de «ismos» y similares, dificultando el camino. Son muletas para paralíticos, corazas para miedosos, pausas separadas para perezosos, asilos para irresponsables, pero también albergues para pobres y débiles, puerto protector para náufragos, un hogar para huérfanos, una meta añorada y gloriosa para vagabundos decepcionados y peregrinos cansados, redil y recinto seguro para ovejas extraviadas y una madre que significa sustento y cuidados. Sería, pues, incorrecto considerar la fase de transición como un obstáculo; significa, por el contrario, durante mucho tiempo, la única posibilidad de existencia del individuo, que actualmente parece amenazado más que nunca por el anonimato. Esta forma de existencia es en nuestra época todavía tan importante que rige para muchos con cierta razón como meta definitiva, mientras que todo intento de encauzar al hombre en la posibilidad de un progreso en el camino de la autonomía parece arrogancia o presunción, fantasma o imposibilidad.

Sin embargo, puede ser que alguien, por propios motivos suficientes, se vea precisado a emprender el camino hacia las lejanías con sus propias fuerzas, porque en todas las protecciones, modelos, asilos, modos de vida y atmósferas que se le ofrecen no encuentra lo que necesita. Marchará solo y representará su propia sociedad. Será su propia multitud que consta de muchas opiniones y tendencias. Pero éstas no van necesariamente en la misma dirección. Se encontrará, por el contrario, en duda con sí mismo y hallará grandes dificultades en manifestar toda su complejidad en una acción unívoca. Incluso cuando se encuentra externamente protegido por las formas sociales de la fase de transición no posee con ello protección alguna contra la interna complejidad que le enemista consigo mismo y le sume en el extravío en identidad con el mundo externo.

Del mismo que el iniciado en el secreto de su sociedad sitúa este extravío en una colectividad indiferenciada, también el individuo particular requiere en su sendero propio un secreto que no se pueda o no se deba revelar por cualquier motivo. Un secreto de este tipo le fuerza al aislamiento en su propósito individual. Muchos individuos no pueden soportar este aislamiento. Son los neuróticos, que juegan al escondite forzoso con los demás y consigo mismos, sin poder tomar en serio realmente ni a unos ni a otros. Sacrifican generalmente su fin individual a su necesidad de acomodación colectiva, para lo cual alientan todas las opiniones, convicciones e ideales del medio ambiente. Contra estos últimos no existen argumentos razonables.

Sólo un secreto que no se puede traicionar, es decir, un secreto que se teme o que no resulta posible formular en palabras descriptivas (y por ello aparentemente cae en la categoría de «chiflado»), puede impedir el de otro modo inevitable retroceso. La necesidad de un secreto de este tipo es en muchos casos tan grande que se producen ideas y hechos que no se pueden ya justificar. Tras ello no se encuentra arbitrariedad ni insolencia algunas, sino una dira necessitas inexplicable para el individuo que acomete a los hombres con despiadada fatalidad y les demuestra, ad oculos, quizás por vez primera en su vida, la presencia de fuertes y extraños en sus dominios más propios, donde creía ser el señor.

Un ejemplo evidente lo constituye la historia de Jacob que lucha contra el ángel, sale con una cadera dislocada, pero precisamente gracias a ello impide un crimen. El Jacob de entonces estaba en la situación ventajosa de que todos le creyeron su historia. Un Jacob actual se encontraría sólo con sonrisas significativas. Sacaría la conclusión de que es mejor no hablar de tales asuntos y máxime si le llevan a formarse opiniones privadas sobre el mensajero de Jehová. Con ello, nolens volens, entra en posesión de un secreto que no discutirá y se separa del círculo en la colectividad. Naturalmente, su reservatio mentalis llegará un día en que ya no le sea posible disimular por más tiempo. Sin embargo, se convierte en neurótico todo el que intenta dos cosas al mismo tiempo, perseguir su fin individual y adoptarse a la colectividad. Un «Jacob» de este tipo no acepta que el ángel sea el más fuerte, pues después de esto no se rumoreó nada acerca de que el ángel también cojeó algo.

Así pues, el que, instigado por su daimon, se atreve a traspasar los límites de la fase de transición entra propiamente en lo «jamás hollado, en donde no se entra», donde ya no encuentra caminos seguros que le guíen ni techo alguno protector sobre él. Allí tampoco existen leyes para el caso de que se encuentre en situaciones imprevistas, por ejemplo, un conflicto de deberes, que no se puede solventar fácilmente.

Jacques Bergier - Melquisedeque

  Melquisedeque aparece pela primeira vez no livro Gênese, na Bíblia. Lá está escrito: “E Melquisedeque, rei de Salem, trouxe pão e vinho. E...