domingo, 3 de dezembro de 2017

Filosofía analítica

La filosofía analítica es un modo particular de hacer filosofía desarrollado a principios del siglo XX a partir de las obras de Bertrand Russell, George Edward Moore, varios miembros del Círculo de Viena y Ludwig Wittgenstein, entre otros. Por extensión, la filosofía analítica también se refiere al desarrollo filosófico posterior influenciado por estos autores,​ y que prevalece con particular hegemonía dentro de la esfera académica anglosajona (sobre todo en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) y los países escandinavos.

La filosofía analítica se desarrolló principalmente en el mundo anglosajón y debe su nombre al énfasis que al principio puso en el análisis del lenguaje por medio de la lógica formal.3​ En la segunda mitad del siglo, sin embargo, la filosofía analítica se dejó de centrar sólo en el lenguaje, y la unidad de la tradición recayó en la exigencia de claridad y rigor en la argumentación, en la atención a los detalles y en la desconfianza hacia los grandes sistemas filosóficos.

Aunque difícil de determinar con exactitud,​ a grandes rasgos la filosofía analítica es una forma de aproximarse a los problemas filosóficos caracterizada principalmente por:

Un especial interés en el estudio del lenguaje y el análisis lógico de los conceptos, considerando tanto la lógica formal, como el lenguaje ordinario. Este rasgo se encuentra prácticamente en todas las obras más representativas de la Filosofía Analítica desde sus orígenes, como en Principia Mathematica (1910-1913) de Russell y Whitehead, o como en el Tractatus Logico-Philosophicus (1921) de Wittgenstein.
Una posición más bien escéptica respecto de la tradición metafísica. Esta característica encontró su punto más álgido en el neopositivismo del Círculo de Viena de Otto Neurath y Rudolf Carnap, quienes llegaron a adoptar la posición fuerte de que los enunciados metafísicos carecen de sentido, una vez sometidos al análisis lógico.
Una conexión con la tradición empirista, tanto en espíritu, estilo, foco y análisis filosófico (ver Empirismo lógico).
Una autoproclamada afinidad con la investigación científica. En particular, con los conceptos de la física como paradigma de comprensión de lo real. Esta cualidad encuentra su lugar más evidente en el Fisicalismo, pero es un rasgo muy difundido dentro de la tradición analítica.
Una contraposición respecto a otras tradiciones filosóficas. Principalmente en relación a la llamada Filosofía Continental, aunque también a las diferentes formas de Filosofía Oriental, de Tomismo y de Marxismo, entre otras.
En la actualidad, junto con la Filosofía del lenguaje de los inicios, se han añadido nuevos temas dentro de la Filosofía Analítica, como la Filosofía de la Mente, la Filosofía de las ciencias, la Filosofía de las Matemáticas, la Epistemología e incluso la Metafísica. Esto ha enriquecido enormemente la tradición analítica iniciada a principios del siglo pasado, pero también ha desdibujado los principios y límites característicos de esta corriente filosófica, razón por la cual resulta muy polémico intentar trazar una definición precisa del término en el presente.

Algunos pensadores tempranos que se asocian a la tradición analítica son Gottlob Frege, G. E. Moore, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Karl Popper, Isaiah Berlin y los integrantes del Círculo de Viena, y más adelante Willard van Orman Quine, Saul Kripke, John Searle y Donald Davidson, entre muchos otros.

Naturaleza de la filosofía analítica

Los filósofos analíticos desarrollan investigaciones teóricas que, característicamente (aunque no de manera invariable), presentan estudios acerca de cómo los conceptos del lenguaje son, o pueden ser, expresados.

Por ejemplo, de acuerdo a una tradición en Filosofía Analítica, a veces referida bajo el nombre de formalismo, la definición de un concepto puede ser determinado revelando la estructura subyacente -o "forma lógica"- del enunciado utilizado para expresarlo. Así, una correcta representación de dichas estructuras, bajo el lenguaje simbólico de la lógica moderna, esclarecería cuales son las inferencias lógicas admisibles -desde y hacia- estos enunciados, estableciendo de este modo los límites lógicos del concepto en estudio.

Una segunda tradición, a veces comprendida bajo el nombre de Informalismo filosófico, de manera similar se propone estudiar las oraciones en las cuales los conceptos son expresados, pero enfatizando sus diversos usos en el lenguaje ordinario y situaciones cotidianas, esclareciendo así los conceptos mediante la observación de las diversas características que se reflejan en el actuar y hablar de las personas mismo.

Incluso entre los filósofos analíticos, cuyos enfoques no son esencialmente formalistas o informalistas, los problemas filosóficos son usualmente concebidos como problemas acerca de la naturaleza del lenguaje. Un influyente debate en ética analítica, por ejemplo, trataba acerca de si las sentencias que expresan juicios morales (tal como en "mentir es malo") son descripciones acerca de una característica del mundo, en cuyo caso las sentencias pueden ser verdaderas o falsas, o simplemente son expresión sentimentales del sujeto (comparable a exclamar "¡bravo!" o "bu!") en cuyo caso no tienen ningún valor de verdad. Así, los problemas filosóficos concernientes al bien y el mal, en filosofía analítica son tratados como un problema acerca del estatus lógico o gramatical de las declaraciones morales.

Historia

Orígenes

A finales del siglo XIX, la filosofía inglesa se encontraba fundamentalmente bajo la influencia del Idealismo Británico, desarrollado por autores como F.H. Bradley y Thomas Hill Green. Este movimiento estaba fuertemente vinculado a conceptos y términos del idealismo absoluto de Friedrich Hegel, lo que a su vez implicaba un quiebre respecto a la tradición empirista precedente.

Dentro de este ambiente intelectual, Bertrand Russell descubre los avances en lógica y matemática del filósofo alemán Gottlob Frege, cuyos trabajos habían sido virtualmente ignorados hasta ese momento por la comunidad intelectual. Contrario al idealismo imperante, la filosofía de Frege no se enfocaba en la construcción de sistemas filosóficos omniabarcantes (como en la Fenomenología del Espíritu de Hegel), sino que tenía un enfoque muchísimo más particular y riguroso: Frege buscó mostrar que las matemáticas y la lógica tenían una validez propia, independiente de los juicios o estados mentales de matemáticos y lógicos individuales (como sostenía el psicologismo de Husserl).

En su obra cumbre - llamada Conceptografía- Frege construye la lógica moderna a través de un cálculo de proposiciones y de predicados. Además, Frege desarrolló su filosofía de la lógica y de las matemáticas, y sobre todo la noción lógica de número, en ‘Fundamentos de la aritmética’ (1884) y ‘Leyes de la aritmética’ (1893 & 1904). Entre la publicación de ambas obras, Frege desarrolló a profundidad los conceptos semánticos de sentido y referencia, así como los lógicos de función, concepto y objeto.

Bertrand Russell y Alfred North Whitehead desarrollaron el logicismo de Frege, e intentaron mostrar a su vez que las matemáticas son reducibles a principios lógicos fundamentales. Los “Principia Mathematica” (1910-1913) alentaron a varios filósofos a tomar un renovado interés en el desarrollo de la lógica simbólica. Además, Russell adoptó la lógica como su herramienta filosófica primaria, una herramienta que pensó podía exponer la estructura subyacente de diversos problemas filosóficos. Por ejemplo, las siguientes tres oraciones, aunque similares en español, tiene tres diferentes significados en la lógica de predicados:

en 'el gato “está” dormido’: el “está” de predicación dice que 'x es P': P(x)
en 'ahí “hay” un gato”’: el hay de existencia dice que hay una x: ∃(x)
en 'tres “es” la mitad de seis’: el “es” de identidad dice que x es lo mismo que y: x=y

Russell buscó resolver varios problemas filosóficos aplicando distinciones claras como las anteriores. Su análisis más famoso quizá sea el de las descripciones definidas en “Sobre la denotación”.

Análisis de un lenguaje ideal

Más o menos de 1910 a 1930, filósofos analíticos como Russell y Ludwig Wittgenstein se enfocaron a crear un lenguaje ideal para el análisis filosófico que estaría libre de las ambigüedades del lenguaje ordinario que, según su visión, usualmente metía en problemas a los filósofos. En esta fase, Russell y Wittgenstein buscaron comprender el lenguaje, y por tanto los problemas filosóficos, haciendo uso de la lógica formal para formalizar las afirmaciones filosóficas. Wittgenstein desarrolló un sistema comprehensivo de atomismo lógico en su “Tractatus logico-philosophicus”. Ahí argumentó, de modo bastante críptico a lo largo de varias sentencias, que el mundo es la totalidad de los hechos, y los hechos pueden ser expresados en el lenguaje de lógica de predicados de primer orden. Así, el lenguaje es una “figura” del mundo que se puede construir expresando hechos atómicos en proposiciones atómicas ligándolas usando operadores lógicos.

Positivismo lógico

Entre las décadas de 1920 y 1940, el formalismo de Russell en los Principia Mathematica y Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus fue tomado muy en serio por un grupo de pensadores en Viena y Berlín, quienes conformaron el Círculo de Viena y el Círculo de Berlín. Su doctrina se conoce como positivismo lógico (o empirismo lógico). El positivismo lógico usa herramientas lógicas formales para sostener una explicación empirista de nuestro conocimiento del mundo.​ Filósofos como Rudolf Carnap y Hans Reichenbach, junto con otros miembros del Círculo de Viena sostenían que las verdades de la lógica y las matemáticas eran tautologías y las de la ciencia eran aseveración empíricamente verificables. Estas dos constituían el universo entero de juicios con significado; cualquier otra cosa era un sinsentido. Las aseveraciones de la ética, la estética y la teología serían, de acuerdo con esto, pseudo-afirmaciones, ni verdaderas ni falsas, sino puro sinsentido carente de significado. La insistencia de Karl Popper en el rol de la falsación en filosofía de la ciencia constituyó una reacción a los positivistas lógicos. Con la llegada al poder de Hitler y el Nazismo en Alemania y Austria, muchos miembros de los círculos de Viena y Berlín se vieron obligados a huir, debido a sus simpatías de izquierdas y el origen judío de algunos de ellos. Se refugiaron sobre todo en el Reino Unido y en Estados Unidos, lo que ayudó a reforzar el dominio del positivismo lógico y de la filosofía analítica en el mundo angloparlante.​ Los positivistas lógicos típicamente consideraron que la filosofía tenía un rol bastante estrecho. La filosofía tendría que ver con la clarificación del pensamiento, más que con contenidos concretos propios. Los positivistas lógicos adoptaron el principio de verificación o verificacionismo, según el cual toda aserción con significado o bien es una proposición analítica o bien es susceptible de ser verificada a través de la experiencia. Esto condujo a los positivistas lógicos a rechazar muchos problemas filosóficos tradicionales, especialmente los de metafísica u ontología, por considerarlos carentes de significado.

Análisis del lenguaje ordinario

Después de la Segunda Guerra Mundial hacia finales de la década de los cuarenta y durante la década de los cincuenta, la filosofía analítica dio un giro hacia el análisis del lenguaje ordinario. Este movimiento tuvo lugar en el auge de la filosofía tardía del en ocasiones llamado “segundo” Wittgenstein, misma que se distancia en algunos puntos centrales de su primera filosofía. En contraste con filósofos analíticos anteriores (incluido el primer Wittgenstein), quienes pensaban que los filósofos debían evitar las engañosas trampas del lenguaje natural construyendo lenguajes ideales, los filósofos del lenguaje ordinario sostuvieron que el lenguaje natural de hecho refleja un gran número de distinciones sutiles que suelen pasar inadvertidas en la formulación de teorías y problemas filosóficos tradicionales. Mientras escuelas como el positivismo lógico se centraban en términos lógicos, supuestamente universales e independientes de factores contingentes como la cultura, el lenguaje, las condiciones históricas, etc., la filosofía del lenguaje ordinario enfatiza el uso del lenguaje que hacen los usuarios ordinarios. Esto, claro, acerca un poco más a la filosofía del lenguaje ordinario a disciplinas como la historia y la sociología. Los filósofos del lenguaje ordinario más prominentes durante los años cincuenta fueron Austin y Ryle, además del propio Wittgenstein. Bajo su visión, los problemas filosóficos se disuelven, que no resuelven, mostrando que son resultado de malinterpretar el lenguaje ordinario. El ejemplo de Ryle del "Fantasma en la Máquina" y un sinfín a cargo de Wittgenstein, entre otros.

Después de 1960

A principios de la década de los cincuenta, el positivismo lógico había sido fuertemente desafiado por Wittgenstein en las “Investigaciones filosóficas”, Quine en “Dos dogmas del empirismo” y por Wilfrid Sellars en “El empirismo y la filosofía de la mente”. En los sesenta, tanto el positivismo lógico como la filosofía del lenguaje ordinario pasaron rápidamente de moda y la filosofía en lengua inglesa comenzó a incorporar un mayor rango de intereses, temas y métodos. No obstante, hoy día la mayoría de los filósofos de Estados Unidos, Reino Unido y Australia se consideran a sí mismos “filósofos analíticos”. En gran medida la noción de “filosofía analítica” se extendió desde de los programas específicos que dominaron la filosofía anglófona antes de 1960 a una noción mucho más general de “estilo analítico”, caracterizado por la precisión y profundidad con respecto a un tema limitado y en oposición a “discusiones imprecisas y arrogantes sobre temas muy amplios”. Esta interpretación de la historia está muy lejos de ser universalmente aceptada, y los oponentes de la filosofía analítica restan mucha importancia al rol de Wittgenstein durante los sesenta y setenta. Peter Hacker, representa la visión de los seguidores de Wittgenstein cuando critica que mucha de la filosofía contemporánea que se dice a sí misma analítica realmente no merece el título. De acuerdo con él, a mitad de la década de los setenta, en parte por razones económicas, el centro de gravedad de la filosofía se trasladó de Gran Bretaña a los Estados Unidos, donde la influencia de Wittgenstein nunca fue definitiva. Aquí, bajo la influencia del creciente prestigio de ciertos desarrollos científicos y tecnológicos como las informática, la neurofisiología y la lingüística chomskyiana, los argumentos wittgensteinianos fueron relegados a un segundo término o descartados por completo. “Lo que desde la perspectiva de Wittgenstein eran enfermedades del intelecto, muchas a las que sucumbió en su juventud y en las que trabajó largo tiempo para extirparlas, surgieron nuevamente en formas violentamente mutadas”. (Hacker, p. 272)

Filosofía analítica contemporánea

Aunque los filósofos contemporáneas que se identifican a sí mismos como “analíticos” tienen intereses, presunciones y métodos divergentes –y en ocasiones han rechazado las premisas fundamentales que definieron al movimiento antes de 1960- la filosofía analítica, en su estado actual, se define por un estilo particular​ caracterizado por la precisión y la profundidad sobre temas muy específicos.Algunos de los campos más importantes y activos de la filosofía analítica contemporánea se resumen en las siguientes secciones:

Filosofía de la mente y ciencias cognitivas

Motivado en parte por el interés en el verificacionismo de los positivistas lógicos, el conductismo fue la teoría de la mente más prominente en la filosofía analítica de la primera mitad del siglo XX. Los conductistas sostenían o bien que toda proposición sobre la mente era equivalente a proposiciones sobre conducta y disposiciones para actuar de modo particular o bien que los estados mentales eran equivalentes a conducta y disposiciones para actuar. En la década de los cincuenta, el conductismo cedió posiciones a favor del fisicalismo de tipos o teoría de la identidad y en los sesenta por el funcionalismo y la teoría de la identidad de casos (en oposición a la de tipos), sobre todo en la versión de Donald Davidson y su monismo anómalo.​ Actualmente los temas de filosofía de la mente se encuentran estrechamente vinculados con diferentes aspectos de las ciencias cognitivas como la modularidad de la mente o el innatismo. También ha habido unos cuantos filósofos analíticos que han defendido el dualismo, la importancia de la conciencia y el dualismo de propiedades, en buena medida alentados por David Chalmers. John Searle sugiere que la obsesión con la filosofía del lenguaje en la primera mitad del siglo XX fue superada en la segunda mitad por un mayor énfasis en la filosofía de la mente,​ en la cual el funcionalismo probablemente sea la teoría dominante. En años recientes, un tema central de investigación en filosofía de la mente ha sido la conciencia. Las teorías más conocidas sobre la conciencia son la heterofenomenlogía de Daniel Dennett; el representacionismo de Fred Dretske y Michael Tye; las teorías de segundo-orden de David M. Rosenthal, David Armstrong y William Lycan; el tomismo analítico de Anthony Kenny, además de la propia obra de John Searle.

Ética

La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por una negligencia generalizada de la ética filosófica y la popularidad de actitudes escépticas con respecto al valor (v.gr. el emotivismo). Durante este tiempo, el utilitarismo era la única aproximación no-escéptica a la ética que siguió siendo popular. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, varios filósofos analíticos comenzaron a recobrar el interés en la ética. El libro “Filosofía moral moderna” de 1958 de Elizabeth Anscombe revivió la ética de virtudes de Aristóteles y “Una teoría de la justicia” de 1971 de John Rawls restableció el interés en la filosofía ética kantiana. Actualmente, la filosofía ética se halla dominada por tres escuelas: el utilitarismo, la ética de virtudes y el kantismo. Otro desarrollo importante en la segunda mitad del siglo XX (c. 1970) ha sido la gran preocupación de la filosofía ética contemporánea con las aplicaciones prácticas de la ética, en especial en relación con asuntos del medio ambiente, derechos de los animales y los grandes retos de la ciencia médica a través de la bioética. Como un efecto colateral del énfasis en la lógica y el lenguaje en los años iniciales de la filosofía analítica, los filósofos analíticos tenían poco que decir sobre la ética. La actitud estuvo bastante difundida y se orientaba más a explicar por qué la filosofía tenía poco o nada que decir al respecto. Wittgenstein, en el “Tractatus”, observa que los valores no pueden ser parte del mundo, y si en realidad son algo deben estar de alguna manera más allá o fuera del mundo y por lo tanto del lenguaje natural, que sirve para describir los hechos del mundo, y no puede pronunciarse en absoluto sobre su valor. Una interpretación de estas observaciones encontró eco en la doctrina de los positivistas lógicos de que las oraciones de valor –incluyendo todos los juicios éticos y estéticos- no son en realidad proposiciones, es decir, no pueden ser ni verdaderas ni falsas. Cuando mucho podían expresar la actitud personal de un sujeto. La filosofía política y social, la ética y la estética, así como materias especializadas como la filosofía de la historia fueron marginales en la filosofía analítica por mucho tiempo. Para los años cincuenta, los ataques de Phillipa Foot a esta posición contribuyeron al colapso del positivismo lógico y comenzó un renovado interés en la ética. Foot promocionó mucho el estudio de la ética de virtudes, en oposición al utilitarismo y la deontología de corte kantiano que sobrevivían en la época. En términos de filosofía de la acción la monografía más importante quizá sea “Intención” de Elizabeth Anscombe, a la cual Donald Davidson denominó como “el tratamiento más importante de la acción desde Aristóteles”, y es normalmente considerada como una obra maestra de la psicología moral. En su artículo de 1958, “Filosofía moral moderna” introdujo el término “consecuencialismo” al léxico filosófico y declaró que el impasse de la pregunta “ser-deber ser” era un callejón sin salida y condujo a revivir la ética de virtudes.

Filosofía de la religión

Como con el estudio de la ética, la filosofía analítica temprana tendió a evitar el estudio de la filosofía de la religión, en gran parte rechazando el tema como parte de la metafísica y algo sin sentido. También en la segunda mitad del siglo XX comenzó a haber un renovado interés en la filosofía de la religión, con destacados filósofos como William Alston, J. L. Mackie, Alvin Plantinga, Tim O’Connor, Antony Flew y Richard Swinburne. Plantinga, Mackie y Flew han debatido sobre la validez lógica de defensa del libre albedrío como solución del problema del mal.Alston, en conexión con la filosofía del lenguaje, trabajó en la naturaleza del lenguaje religioso.

Filosofía política

La filosofía política analítica contemporánea le debe mucho a John Rawls, quien en dos textos de los cincuenta: el artículo “Dos conceptos de reglas” y el libro Justicia como equidad, y luego en su clásico libro de 1971 Una teoría de la justicia, produjo una defensa sofisticada y refinadamente argumentada del liberalismo en política por la vía contractualista. Siguió de cerca de Rawls el libro de Robert Nozick Anarquía, Estado y Utopía, una defensa del liberalismo de libre mercado. A la par, Isaiah Berlin, igualmente, ha tenido una gran influencia tanto en la filosofía política analítica como en el liberalismo, principalmente a través de su conferencia que luego sería editada bajo el nombre Dos conceptos de libertad. En décadas recientes ha habido muchas críticas al liberalismo, incluyendo el feminismo de Catherine MacKinnon, el comunitarismo de Michael Sandel y de Alasdair MacIntyre, y el multiculturalismo de Charles Taylor. Aunque no se trata propiamente de un filósofo analítico, Jürgen Habermas es otra importante figura en la filosofía política contemporánea y ha recibido bastante atención por parte de la filosofía política analítica.

Comunitarismo

Comunitaristas como Alasdair MacIntyre, Michael Sandel y Charles Taylor ponen en entredicho la presunción liberal de que el individuo puede verse como completamente autónomo de la comunidad en la que vive y crece. En cambio, ellos pugnan por una concepción del individuo que enfatiza el rol que juega la comunidad al forjar sus valores, pensamientos, cosmovisiones y opiniones.