domingo, 12 de fevereiro de 2017

El Viaje de Cristian Rosacruz


El conocimiento de Dios no consiste en palabras, ni en un conocimiento meramente especulativo y superficial, sino en un sentimiento vital, consolador y divino; en un placer puro e incontaminado, que se esparce suavemente hasta el corazón, y lo impregna de una indescriptible dulzura celestial.

Johann Arndt (Cristianismo auténtico)


El viaje es el símbolo de un camino interior.

Y todo camino interior es un esfuerzo por volver a encontrar lo perdido, por recordar lo olvidado, por regresar de nuevo a la casa paterna. De ahí que la palabra “religión”, que etimológicamente hace referencia a “religar”, volver a unir, también exprese la idea de “releer”, es decir, volver a leer, recordar lo que hemos olvidado.

Para recorrer este viaje interior, existen tres vías fundamentales: la vía mística, la vía gnóstica, la vía mistérica. Estas tres vías son resumidas con claridad al final del libro T (Liber Theos, o Libro de Dios), que los hermanos encontraron en la mano de Cristián Rosacruz cuando hallaron su tumba:

Ex Deo nascimur

In Iesu morimur

Per Spiritum Sanctum reviviscimus

La vía mística es aquélla que encuentra la unión directa con Dios, que lo reconoce en cada ser, en cada criatura, o lo que es lo mismo, que puede expresar: De Dios nacemos.

La vía gnóstica es aquélla que establece un puente entre el aspecto divino y el aspecto humano. Atravesar este puente supone traspasar las puertas de Saturno, entregarte por completo a la naturaleza divina del ser: Morimos en Jesús.

La vía mistérica, la vía de la iniciación, es el aprendizaje que el candidato lleva a cabo en las Escuelas de Sabiduría, a través del cual adquiere el verdadero conocimiento de sí mismo que le capacita para una transformación real del ser: Por el Espíritu Santo revivimos.

Fama Fraternitatis

Hace ahora 400 años, la Orden de la Rosacruz, cuyo núcleo principal se encontraba en la ciudad de Tubinga, en Alemania, publicó un librito titulado: Fama Fraternitatis R.C., que habitualmente se ha traducido como “La Llamada de la Fraternidad de la Rosacruz”.

 A pesar de la brevedad de este texto, contiene gran cantidad de elementos que incitan a la reflexión y que aportan abundante luz sobre la verdadera naturaleza de la Rosacruz Áurea.

 Coincidiendo con las actividades programadas en todo el mundo en relación al 400 aniversario de su publicación, vamos a tratar con ustedes algunos de sus aspectos a nuestro juicio esenciales.2mail

La Rosacruz ha de ser enmarcada en el mundo resultante del Renacimiento europeo. Tras el oscurantismo y el dogmatismo férreo de la Edad Media, surge un irresistible afán por liberar el pensamiento de la camisa de fuerza del dogma religioso, y los pensadores y buscadores de la verdad se arrojan a estudiar la tradición helénica y neoplatónica.

 Es así como el hermetismo vuelve a situarse en un lugar dentro del mundo del pensamiento vivo del que nunca debería haber salido.

 El hermetismo, como corriente de pensamiento universal, requeriría para sí mismo varias conferencias como la que ahora comenzamos.

Pero permítannos no obstante que aportemos algunas ideas muy básicas, pues son fundamentales para comprender la raíz misma del impulso rosacruz de los siglos 16 y 17.

 La corriente de pensamiento que conocemos como ¨hermetismo¨ nace en los albores de la civilización de Egipto, y se considera que el propio dios Thot-Hermes es su fundador. Thot es el dios que aportó a los seres humanos la escritura, según narran los jeroglíficos de la Gran Pirámide. Está al mismo tiempo estrechamente unido al mito de Isis y Osiris.

 A lo largo de la historia, muchos grandes iniciados han llevado el nombre místico de Hermes, y se atribuye a Hermes Trismegistos, el tres veces grande, la divulgación de la ciencia de la Alquimia, que de hecho muchos autores sitúan su cuna en Egipto, la tierra de Khemer o tierra negra, aludiendo con ello a la fertilidad posterior a la crecida y descenso del Nilo. De ahí la leyenda del Osiris verde y el Osiris negro.

 A este Hermes Trismegistos se le atribuyen una serie de libros que en su conjunto llevan por título “Corpus Hermeticum”, siendo el Poimandres el más conocido. El libro de Asclepios también se le atribuye a Hermes Trismegistos, aunque no forme parte del Corpus Hermeticum.

 Además la placa funeraria de mármol verde encontrada en Egipto, llamada Tabula Smaragdina o Tabla Esmeralda, es conocida en el universo de la alquimia como el catecismo alquímico por excelencia.

 La Rosacruz se apoya por tanto en el Corpus Hermeticum como fundamento filosófico y alquímico, de la misma forma que se apoya en el esoterismo cristiano para sustentar su práctica espiritual y religiosa, permitiendo el florecimiento de lo que el Apóstol Pablo denominaba el “culto racional”, y el hermetismo “la religión del pensamiento”.