segunda-feira, 17 de agosto de 2020

Astrosofía Parte 3

 


La naturaleza espiritual de las estrellas fijas del zodiaco 

Estos estudios pueden parecer muy difíciles, sobre todo para aquellos lectores que no están profundamente familiarizados con el libro mencionado de Steiner ―La Ciencia Oculta―, pero debemos entender que no hay otra manera de adquirir un conocimiento real y fundamental sobre la naturaleza íntima de las estrellas fijas y los planetas.

Existen, por supuesto, muchos libros de astrología que describen las diferentes influencias del Zodíaco; sin embargo, estas descripciones se derivan principalmente de la tradición y no nos explican por qué los doce signos del zodiaco actúan en la forma indicada. Así, los estudiantes se enfrentan a un universo cuyas influencias deben ser tenidas en cuenta, pero que aprisionan al ser humano con el muro infranqueable de un destino o necesidad que ya no se comprende.

La intención de estas Cartas es crear una verdadera comprensión de la naturaleza del Universo, porque sólo a través de la comprensión y claridad del pensamiento podemos llegar a ser libres y autoconscientes cuando nos enfrentemos a sus influencias. Así, vamos a tener que trabajar duro, sobre todo al principio, y enfatizar firmemente una y otra vez en la necesidad de estudiar estos pasajes sobre la conexión del zodíaco con la evolución, hasta que se conviertan en una imagen real interior; imaginaciones reales.

Debe hacerse junto con el estudio del libro «La Ciencia Oculta». Sólo entonces se convertirá en una fuente de conocimiento que permitirá al estudiante encontrar las múltiples conexiones entre los mundos estelares y la Tierra, lo que por otro lado no será fácil de comprender completamente al primer intento. El estudiante debe llegar a un punto en que como un artista, coja este asunto en sus manos y por el poder de la imaginación adivine las múltiples posibilidades de las influencias cósmicas.

Podemos comenzar con una gran imaginación fundamental ―la Creación. W. Sucher.

La naturaleza espiritual de las estrellas fijas del zodiaco (continuación)

En la última Carta hemos descrito los tres primeros grandes ciclos de la evolución de ese Universo primigenio que llamamos Antiguo Saturno. En él solo había sustancia-volitiva, derivada del sacrificio de los Espíritus de Voluntad, que crearon un universo más o menos psíquico y de carácter un tanto caótico. Durante este primer ciclo, la vida creada se reflejaba en esa sustancia-volitiva. En el curso del segundo ciclo se creó un reflejo animado por otros Seres Espirituales y durante el tercer ciclo, apareció un reflejo exterior de individualización que se originó por la división del cuerpo unitario del «planeta» en muchos cuerpos separados.

Encontramos las huellas de estos primeros eventos en las constelaciones de Aries, Tauro y Géminis. Así, hemos encontrado la naturaleza íntima de estas constelaciones que, impregnadas por estos eventos, aún hoy irradian fuerzas como una especie de memoria cósmica.

Ahora vamos a seguir con la descripción de la evolución del Antiguo Saturno.

Hasta ese momento todo continúa más o menos como naturaleza psíquica. Se han creado organismos individuales separados, y ahora, en estos organismos, comienzan los primeros rudimentos de una vida o experiencia interior. Así, por primera vez viene a la existencia una especie de polaridad o dualidad ―un mundo exterior y un mundo interior. El mundo interior se ha separado en un ligero grado del mundo exterior. El mundo exterior se convierte en algo objetivo y «perceptible» por el mundo interior, en un grado de «conciencia» muy dormida. El mundo exterior es Voluntad en sí misma, pero, vivenciada como objeto se manifiesta como calidez o calor. Todos sabemos de la sutil conexión entre la voluntad humana y el calor. Cuando estamos sumergidos en nuestra esfera volitiva, trabajamos y operamos en un mundo que podemos considerar el ámbito de nuestros impulsos anímicos.

Por ejemplo, tan pronto como nos sentimos algo cansados o separados del impulso ―podemos llamarlo nuestro trabajo―, experimentamos el esfuerzo causado por una «voluntad exterior» que notamos por la producción de calor en nuestro cuerpo. Por supuesto, nuestra existencia corporal actual es demasiado complicada para proporcionar un buen ejemplo como explicación de los hechos de la evolución del Antiguo Saturno.

Esta transmutación de sustancia-volitiva en calidez o calor la producen seres espirituales a quienes Rudolf Steiner, en su libro, llama «Espíritus de la Personalidad» o «Arkai». Ellos pasan por experiencias similares a las del ser humano en la Tierra, para poder adquirir la conciencia del yo; obviamente lo hacen bajo condiciones muy diferentes.

Y lo hacen trabajando en los cuerpos que se han creado durante el ciclo anterior. Como la sustancia-volitiva no pudo asumir las influencias precedentes, tampoco fue capaz de retener la influencia de los Espíritus de Personalidad. De nuevo, solo permanece una especie de reflejo. Ahora, dentro de esos cuerpos del Antiguo Saturno hay un «reflejo de Personalidad» que crea unas huellas muy tenues de un mundo interior dentro de estos cuerpos. Así es como entró en juego la tendencia a una división entre el mundo interior y el mundo exterior, lo cual permitió que el ser interior «experimentase» la voluntad del mundo exterior en forma de calor.

La descripción de estos hechos ya nos puede inspirar la idea de los «Gemelos» —mundo exterior, mundo interior— y de hecho, se puede encontrar escrito en la constelación de Géminis. Ahí tenemos la influencia individualizadora de los Espíritus de la Forma, como se ha descrito en la última Carta. Podemos imaginar que la constelación de Géminis trae no sólo «las tendencias-gemelas» al mundo, sino que en realidad es o fue, en tiempos muy lejanos, dos constelaciones: una nos trae la memoria de la actividad de los Espíritus de la Forma y la otra la actividad de los Espíritus de la Personalidad. El hecho de que hoy en día sólo haya una constelación revela ya un profundo misterio. En el lenguaje de la memoria cósmica, esto revela que algo ha desaparecido. Y así fue. Habría que imaginar que los Espíritus de la Personalidad, en el curso de su evolución, se alejaron de su «espacio» espiritual en el círculo de las Jerarquías Espirituales y se trasladaron a la «dirección» opuesta, hacia la región que hoy está simbolizada por la constelación de Sagitario.

Podemos encontrar la constelación de Sagitario durante las noches de verano, exactamente sobre el horizonte sur, bajo las constelaciones del Águila y Ofiuco. En nuestras latitudes no sube muy alto y se arrastra a lo largo del horizonte. En los antiguos mapas estelares se representa como el centauro, un ser medio caballo y medio hombre. Lleva arco y flecha y parece estar apuntando a un objetivo determinado. Muy a menudo se representa como un arco y flecha.

Esta imagen de Sagitario, especialmente la flecha, revela mucho acerca de los eventos y desarrollo inspirado por la constelación opuesta, Géminis. A través de la doble influencia proveniente de Géminis, al cuerpo de Saturno se le ha dado una forma exterior y una tenue experiencia de un mundo interior. Así es como vino al mundo un principio que es de suma importancia para toda la evolución, sobre todo la humana.

Esta dualidad es la razón de la creación del «mundo físico» y del «mundo anímico» del ser humano. Contiene el germen de la larga historia de la evolución humana: la lucha secular del devenir, la armonización del ser humano entre lo exterior, el mundo físico, y el alma y el mundo espiritual. En realidad es como una flecha que se inicia en esa época de la evolución y apunta a un lejano objetivo. También contiene la historia del ser humano como un ser que asciende desde una existencia infrahumana a formas más elevadas, incluso divinas, ya que esta evolución sólo es posible a través de la continua lucha entre la naturaleza inferior, que se relaciona con el mundo exterior, y la superior, la naturaleza interior de la humanidad que porta la chispa de la divinidad. Así tenemos la imagen del centauro, mitad humano y mitad animal.

En la descripción anterior vimos que la constelación de Aries contiene algo de la imagen arquetípica del cerebro; Tauro, el arquetipo del órgano del habla; y Géminis, el arquetipo de la dualidad, como la simetría de la derecha y la izquierda o la dualidad de la cabeza y los miembros. Ahora, de Géminis saltamos a Sagitario. También podemos encontrar este evento impreso en la forma humana. Es la progresión de la cabeza y la laringe a los brazos. La parte superior del brazo es la imagen corporal de Sagitario. El cuerpo humano se dirige hacia un mundo exterior con los brazos, en oposición con el mundo interior de la cabeza. En esta tendencia tenemos la flecha del Arquero. Nuestros brazos se mueven por los músculos y tendones, e indican la cuerda del arco de Sagitario.

Con nuestros brazos trabajamos en el mundo, y con nuestro trabajo realizamos la evolución del mundo y de la humanidad. Habiendo ya establecido esta dualidad de un mundo exterior e interior, podemos imaginar fácilmente la evolución posterior. Durante siguiente quinto ciclo del Antiguo Saturno se crea una especie de enlace entre los dos mundos. En esos cuerpos de calor se crean los primeros rudimentos de los órganos de los sentidos. Estos arquetípicos órganos de los sentidos, por supuesto no son de ninguna manera similares a los órganos de los sentidos de la humanidad en la Tierra.

El mundo circundante solo es percibido como calor, por lo que se puede imaginar que los sentidos y demás órganos solo existen en una condición muy primitiva. Habría que imaginar algo así como un órgano similar a la piel, pero que sólo consiste en calor; como una envoltura que limita los diferentes grados de calor, entre lo que habita el cuerpo y lo que esta fuera. Sabemos que lo que consideramos nuestro sentido más inferior, el sentido del tacto, está relacionado con la capacidad de separación de la piel, y que los otros órganos de los sentidos, ya en el proceso embrionario, están en alguna medida relacionados con el desarrollo de la piel. Este desarrollo lo producen dos Jerarquías de Seres Espirituales.

Los cuerpos de calidez o de calor, que son, de hecho, el orígen del cuerpo físico humano, están, por así decirlo, habitados por seres espirituales a quienes Rudolf Steiner llama «Hijos del Fuego» o «Arcángeles». Todavía no habían alcanzado la conciencia del ser humano actual. Su conciencia se podría comparar con la conciencia de los animales en el estado de vigilia. Como consecuencia de que estos Seres trabajan y viven dentro de estos cuerpos de calor, emerge en estos cuerpos el deseo de entrar en contacto sensorial con el exterior. Sin embargo, esto aún no es suficiente para crear los órganos de los sentidos primigenios.

Entonces entran en acción otros Seres de una Jerarquía mas elevada, a la que el Dr. Steiner llama «Espíritus del Amor» o «Serafines». Ellos «perciben» los eventos del Antiguo Saturno, y su percepción no es reflectante, como es por ejemplo la percepción del ser humano actual, sino creativa. Son capaces de elaborar, junto con los Arcángeles, los sutiles contornos etéreos de los órganos de los sentidos arquetípicos. Así, tenemos en este quinto ciclo dos influencias, y ahora podemos preguntarnos ¿dónde podemos encontrar el recuerdo de estos acontecimientos en el Zodíaco?

Los acontecimientos del cuarto ciclo aparecen conectados con Géminis y Sagitario, como transición de Géminis a Sagitario. Ahora solo tenemos que proceder en el orden zodiacal y encontraremos la respuesta. Es una interacción entre las fuerzas que hoy se nos evocan en las constelaciones de Cáncer y Capricornio. Podemos encontrar a Cáncer, en la medianoche de enero, exactamente en el sur. Por encima, hacia el norte, se encuentra la cabeza de la Osa Mayor.

Se compone únicamente de estrellas muy tenues. En los antiguos mapas estelares se representa como un cangrejo con una cáscara dura y enormes pinzas. Esto nos da una especie de imagen de cómo los Arcángeles habitaban en los cuerpos de calor del Antiguo Saturno. El cangrejo está rodeado por una cáscara que protege los órganos blandos más importantes para la vida del animal; los Arcángeles viven dentro de esos cuerpos de calor. Aun así, desarrollan el deseo de captar el mundo exterior con sus pinzas.

En el lado opuesto del zodíaco está la constelación de Capricornio. Podemos encontrarla en la medianoche, hacia finales de julio, exactamente al sur y muy cerca del horizonte. La majestuosa constelación del Cisne esta exactamente por encima de ella. En los mapas estelares antiguos se representa como una cabra montesa, pero sin las patas traseras. En su lugar se ve una especie de cola de pez que se curva como una espiral. Esta imaginación nos da una idea de la actividad de estos Seres excelsos, los Espíritus del Amor. Al igual que la cabra montesa escala los altos picos de las montañas más altas del mundo, alcanzando con sus cuernos la esfera de la luz, así podemos imaginar a los Espíritus del Amor. Ellos viven en la más alta esfera del universo espiritual. Perciben los eventos del universo desde un elevado punto de vista, aunque su percepción no es pasiva, sino creativa. Crean en el acto de la percepción.

Ellos no retienen sus percepciones creativas; se las donan a los Arcángeles. Esto es un acto de puro amor. La percepción absoluta se combina con el deseo de percibir de los Arcángeles; de este modo se crean los órganos de los sentidos. No son creados como órganos mecánicos. El amor divino dentro de las imágenes de luz, que perciben los Espíritus del Amor, crea los órganos que permiten a la criatura ver el reflejo de las experiencias suprasensibles de esos seres divinos. Esta «involución» creativa de experiencias superiores en una esfera inferior aparece en la cola de pez de Capricornio. Indica que llega a la esfera del «agua». Por supuesto, no existe todavía el agua, Saturno es solo calor, pero indica el ámbito de la reflexión efectiva del calor.

También podemos encontrar la imagen de estos eventos en la forma humana. El pecho humano es una imagen real de Cáncer. El pecho (costillas) rodea y protege los órganos internos, especialmente el corazón y los pulmones; y, sin embargo, en la medida en que separa los órganos internos del exterior, vive en el pecho el deseo de entrar en contacto con el mundo exterior. Este deseo puede incluso llegar al egoísmo; el deseo de poseer todo lo que viene al alcance del ser. Ahora debemos imaginar que esta imagen del pecho humano sólo se indica vagamente en los eventos descritos anteriormente, debido a que los seres conectados con los acontecimientos de Cáncer en el Antiguo Saturno están todavía muy dependientes de la ayuda de los Espíritus del Amor.

Ni siquiera han alcanzado una conciencia del Yo parecida a la de los humanos, por lo que de alguna manera tenemos que ver el peso de estos eventos en la constelación de Capricornio. Esto aparece ahora como las articulaciones de la forma humana, especialmente los codos y las rodillas. Así encontramos de nuevo la conexión con los acontecimientos del cuarto ciclo de Saturno. Dijimos que los acontecimientos Géminis-Sagitario aparecen en la forma humana como los brazos, a los que le siguen los codos. Sin embargo, uno puede preguntarse: «¿Qué tienen que ver los codos con los órganos de los sentidos?» y si uno no comete el error de imaginar los órganos de los sentidos como los actuales, puede encontrar la solución.

Si imaginamos la percepción suprasensible de los Espíritus del Amor penetrando los cuerpos de calor, y en ese acto de penetración creando los órganos de percepción en la superficie de la «piel» de esos cuerpos, entonces podemos experimentar lo siguiente: la influencia de los Espíritus de Amor fuera del cuerpo de calor –la morada de los Arcángeles– es algo así como una línea «recta», que al penetrar la «piel» de esos cuerpos se retuerce, y de este modo se crea una especie de órgano –como una articulación– que transmuta la «dirección» exterior en una «dirección» interior.

Sólo por la conexión exacta entre ambas «direcciones», a través de esta especie de articulación como órgano sensorial, puede tener lugar la correcta percepción. Así como, por ejemplo, el ojo humano actúa de una manera arquetípica, como órgano sensorial articulado. En el caso del codo, como imagen de Capricornio en el periodo del Antiguo Saturno, tendríamos un órgano sensorial activo que usamos para nuestra actividad, así como tendríamos que imaginar a los órganos de los sentidos inspirados por los Espíritus de Amor como órganos creadores activos.

El siguiente paso del Antiguo Saturno, el sexto gran ciclo, sigue en esta línea. Hasta ahora, había facultades de percepción creadas dentro de las criaturas de calor, y ahora durante este ciclo se establece una especie de digestión. Los eventos de Saturno no sólo se perciben, sino que la sustancia calórica de los alrededor son retenidas por el ser de calor. Luego pasan por una especie de «metabolismo» primigenio; así es como tienen lugar los procesos de nutrición y excreción.

Esta evolución también es causada por dos tipos de seres espirituales: los «Angeles» o «Hijos del Crepúsculo», y los «Espíritus de la Armonía» o «Querubines». Los Ángeles tienen un nivel de conciencia inferior al de los Arcángeles dentro Antiguo Saturno. Su conciencia podría compararse con el grado de conciencia que tienen las plantas hoy en día y también actúan sobre los cuerpos de calor de una forma ligeramente similar. Ponen en actividad este metabolismo primigenio, que es como la circulación de la savia en las plantas, pero ellos no podían hacerlo solos. Son ayudados por excelsos Seres llamados Espíritus de la Armonía que han adquirido el poder de dirigir las corrientes cósmicas de calor. Si fuéramos capaces de dirigir el torrente sanguíneo de manera voluntaria, nos haríamos una ligera idea de lo que pueden hacer estos Seres. Similarmente a como esta corriente sanguínea cósmica consiste en calor, asi aparece desde fuera otra corriente como sonido. Es la «armonía de las esferas»; por lo tanto, estos espíritus son llamados Espíritus de la Armonía.

La manera en que dirigen estas corrientes cósmicas, que son calor por un lado y voluntad por el otro, es tan hermosa y armoniosa que aparece como música celestial.

Ambas Jerarquías unidas crean el metabolismo primigenio. Podemos encontrar el recuerdo de esta etapa de la evolución en las constelaciones de Leo y Acuario. La constelación de Leo se puede encontrar en febrero, a la medianoche, muy alta en el horizonte sur. Es una constelación muy notable. Debajo de ella esta Hydra y por encima de ella, hacia el norte, el cuerpo de la Osa Mayor. En esta constelación están inscritas las obras de los Ángeles. También está estrechamente relacionada con el corazón. El león en la Tierra tiene una conexión muy peculiar entre los latidos del corazón y la respiración. Incluso se podría decir que el cuerpo de este animal se dirige principalmente al corazón. Es, en su conjunto, un gran «corazón», y, por tanto, es el «rey de los animales».

Sin grandes dificultades, ahora podemos ver en esta región el metabolismo del calor que se ha creado en los cuerpos de calor de Saturno, porque el corazón es aún hoy el órgano central del metabolismo conectado con el calor de la sangre.

La constelación de Acuario se puede ver, hacia finales de agosto durante las horas de la medianoche, entre las constelaciones de Piscis y Capricornio. Los antiguos Mapas estelares la muestran como una figura humana que vierte agua de una jarra hacia los espacios celestes. En esta región se inscriben los hechos de los Espíritus de la Armonía. El agua que se vierte en el universo, por supuesto, no es agua terrenal. Es la corriente de calor que los Espíritus de la Armonía dirigen a través del universo del Antiguo Saturno. En la circulación de la corriente sanguínea del ser humano tenemos aún la imagen de la actividad de los seres divinos. Hablamos a veces del murmullo del torrente sanguíneo. El antebrazo y las pantorrillas también están conectados con Acuario.

Los que tienen alguna experiencia en enfermería saben que los brazos y las pantorrillas son un punto excelente para la medición y regulación del metabolismo de calor, así como del control de la frecuencia cardíaca. En la siguiente Carta concluiremos la descripción de la evolución del Antiguo Saturno y resumiremos nuestras experiencias sobre el zodiaco, lo que nos permitirá hacer el cuadro más completo. Esto será muy necesario después del recorrido por esta gran ronda de la evolución cósmica. Que los lectores no se impacienten si estas descripciones les resultan muy difíciles. Tenemos que trabajar duro con el fin de adquirir un conocimiento real y fundamental del universo pues será algo que nos resultará útil en muchos sentidos.

(Copyright Astrosophy Research Center, Inc. 2003)

Astrosofía Parte 2

 


La naturaleza espiritual de las estrellas fijas del zodiaco 

El universo de nuestro sistema solar con sus planetas girando alrededor de un centro común es un organismo bastante complicado. De acuerdo con la opinión de Ptolomeo, la Tierra está en el centro de este organismo; de acuerdo con Copérnico, el Sol está en el centro y ejerce un firme control para que los planetas no se desvíen de sus órbitas. (Rudolf Steiner ha indicado el movimiento lemniscatorio como base de la futura concepción del universo planetario. Tengo la intención de volver a estos temas a su debido tiempo, sobre todo cuando tengamos que hacer frente a la naturaleza de los planetas).

El sistema ptolemaico y copernicano del universo tiene la forma de un plano circular, con las órbitas de los planetas dentro del mismo como los anillos concéntricos de un disco. Este plano circular está rodeado por un cinturón de doce constelaciones de estrellas fijas, que identificamos como las constelaciones del zodiaco. Los nombres de estas doce constelaciones se han dado en la primera Carta.

Ahora vamos a hablar de la naturaleza de estas doce constelaciones del zodiaco. Forman el mundo «externo» de nuestro sistema solar, y se relacionan con él asi como nuestro mundo exterior se relaciona con nosotros.

¿Cómo nos relacionamos con nuestro mundo exterior? Encontramos a nuestro alrededor sustancias sólidas, líquidas, gaseosas y calor. Todo esto también lo encontramos en la forma humana, pero en condiciones transformadas. El origen de estas sustancias lo encontramos en nuestro entorno. Son la base de nuestra existencia física. Las llevamos dentro, y las tomamos continuamente durante nuestra vida en la Tierra, al respirar y al comer. Al observar estas sustancias y encontrarlas de nuevo en una condición transmutada en nuestro cuerpo, podemos leer la historia de la creación y organización del ser humano. Por supuesto, no sólo tenemos que mirar estas sustancias desde el punto de vista del pensamiento materialista para aprender la historia de la creación de nuestro cuerpo, sino también será necesario encontrar sus cualidades espirituales.

Podemos imaginar que la relación entre las estrellas fijas del zodiaco y el mundo solar se constituye de una forma similar. Nuestro sistema solar tiene que haber llegado a existir en un tiempo que no podemos juzgar de acuerdo a las condiciones terrestres. ¿De dónde procede? Del mismo modo que las sustancias que encontramos en el cuerpo humano, en algún momento han sido parte del mundo que nos rodea, el ser esencial de nuestro universo pudo haber tenido origen en el mundo circundante de las estrellas fijas. Así tendríamos que considerar este mundo de las estrellas fijas, no sólo desde un punto de vista puramente cuantitativo, sino también desde un aspecto cualitativo.

Si aceptamos esto, entonces podemos mirar a las estrellas fijas, y entre ellas especialmente a las estrellas fijas del Zodíaco, como el reino donde podemos aprender algo sobre el origen y la creación de nuestro universo solar.

Buceando en las huellas de la creación puede sernos revelada la naturaleza interna del Zodíaco. Rudolf Steiner nos ha dado la clave para la comprensión de la evolución de nuestro universo en su libro «La Ciencia Oculta». Allí se describen las diversas etapas de la creación hasta el universo en el que actualmente vivimos y percibimos con nuestros sentidos. Describe este proceso, tal como se presenta a la percepción espiritual del clarividente que ha recorrido el camino de la iniciación occidental moderna. Podemos seguir sus explicaciones, en el libro mencionado anteriormente, porque también da los métodos para la obtención de la clarividencia moderna.

Lo que dice acerca de la evolución del mundo no es una hipótesis que no pueda ser probada; cualquier persona puede obtenerla si está dispuesta a seguir el camino de la iniciación tal como se describe. De esta manera, el Dr. Steiner describe tres grandes etapas de la evolución de nuestro universo, que a su vez conducen a una cuarta etapa, a la creación del mundo en el que vivimos.

Estas tres grandes etapas de la evolución, según la tradición oculta, se denominan: evolución del Antiguo Saturno, evolución del Antiguo Sol y evolución de la Antigua Luna. La cuarta etapa se llama la evolución de la Tierra, que en realidad significa la evolución de nuestro universo solar actual. Estas cuatro etapas de la evolución representan la condensación de algo en la materia sólida con todos sus estados intermedios y que en su origen es de carácter puramente psíquico; indicios que todavía se encuentran en la naturaleza como sustancias gaseosas, líquidas y sólidas. (La idea de la materialización de los «pensamientos» como un proceso de evolución se ha considerado incluso por la ciencia natural moderna).

La etapa de la evolución que denominamos como Antiguo Saturno es el estado en el que el ser psíquico puro (en el sentido de la ciencia natural moderna, el «pensamiento») se condensó en calor. Así se alcanzó el primer paso de la creación de la sustancia física. (Puede ser que, de acuerdo con la ciencia moderna, el calor no se considere fácilmente como sustancia física sino como un estado bajo el que se presenta la sustancia física. Más adelante hablaremos de esto).

La evolución del Antiguo Sol es el estado en el que la sustancia calórica creada anteriormente se condensa hasta el estado gaseoso. Continuando el ciclo evolutivo, llegamos a la etapa de la Antigua Luna, donde las sustancias gaseosas anteriormente creadas se condensan hasta el estado líquido; y en la cuarta etapa, ya en la evolución de la Tierra, tiene lugar una nueva condensación, donde las sustancias líquidas se transforman en materia sólida.

Esto es, por supuesto, sólo una muy breve reseña de estas cuatro etapas de la evolución, y ahora nuestra tarea será la de dar una explicación más detallada y encontrar la conexión con las estrellas fijas del zodiaco.

La Evolución en el Antiguo Saturno

Si nos remontamos a los inicios de la creación, por medio del conocimiento de la iniciación moderna, no encontraríamos ninguna sustancia física. Todo se hallaba en una condición psíquica y espiritual. Así como no se puede, por ejemplo, imaginar pensamientos que no estén conectados con la existencia psíquica individual del ser humano, solo encontraremos este estado psíquico del universo existiendo en la vida interior, no física, sino de seres espirituales.

Y así como podemos distinguir en el ámbito de la vida del pensamiento humano entre seres humanos que tienen la capacidad de crear ideas y otros que son capaces de realizarlas y ponerlas en práctica, también podemos distinguir entre las jerarquías de seres espirituales las que tienen diferentes capacidades para materializar lo psíquico, la sustancia arquetipica creada por ellos mismos.

Por lo tanto, en el inicio encontraríamos a los seres espirituales que, en un momento determinado de su evolución intemporal interior, habían alcanzado la capacidad de derramar la sustancia psíquica original; la «idea» o el «pensamiento» o sea lo que fuere. Aquella sustancia, a su vez, pudo ser asumida por otros seres.

Si nada existía en un sentido físico, lo primero que emergió fue la «voluntad (física) de existir» y así sucedió. Excelsos seres espirituales, a los que el Dr. Steiner llama Espíritus de la Voluntad, alcanzaron la capacidad de derramar Voluntad como una sustancia psíquica. Esta voluntad se convirtió en el fundamento de todo lo que, en el curso de la evolución, se transformaría en algo físico. Estos Espíritus de Voluntad sólo fueron capaces de transmitir su sustancia volitiva después de una larga evolución interior.

Lo que supuso aquel principio, desde el punto de vista de la creación de nuestro universo, para estos Espíritus tuvo que haber significado el final de un desarrollo interior. Este primer acto de la creación es una conclusión y a la vez un nuevo comienzo.

¿Puede la «Madre Tierra» de nuestro universo solar, las estrellas fijas del Zodiaco, contarnos algo acerca de aquel evento, como si contuviera un tipo de memoria cósmica? Podemos encontrarlo escrito en la constelación de Piscis, tal como se presenta hoy en el cielo. (Rudolf Steiner, en «La Ciencia Oculta» no indicó ninguna conexión entre los acontecimientos durante las diversas etapas de la evolución de nuestro universo y las constelaciones del zodíaco, como lo haremos aquí. El cómo se describe en estas Cartas, es totalmente la responsabilidad del autor).

Piscis, como lo vemos hoy en día de acuerdo a la imaginación de nuestros antepasados, se compone de dos peces nadando en direcciones opuestas, y sin embargo están unidos por una especie de cinta de estrellas. Piscis está entre Acuario y Aries. Forma la duodécima constelación zodiacal. Ahí finaliza el zodiaco y comienza de nuevo la constelación de Aries. Así Piscis es la imagen del final de una evolución que tuvo lugar en el ser de los Espíritus de la Voluntad, antes de que fueran capaces de derramar la sustancia original de nuestro universo, y también la imagen del comienzo de nuestro ciclo evolutivo.

La constelación de Piscis está nadando en el agua que Acuario vierte en el universo. En ese agua podemos percibir, con los órganos del conocimiento superior, la imagen de la sustancia creativa de todo el universo espiritual –el torrente sanguíneo creador del mundo espiritual. Que tiene todas las posibilidades de manifestarse en sí mismo. Los arquetipos de todas las cosas existentes en el mundo físico y anímico están como disueltas en esa corriente. Ni siquiera han llegado a una forma psíquica aún, pero ahora, en este agua celestial, aparece Piscis. Surgen las primeras huellas de una solidificación psíquica de objetos individuales. Los arquetipos de la voluntad como fundamento de la existencia física se consolidan en un mar de posibilidades creativas.

En ese momento, una vez creada la sustancia primigenia, comienza la evolución del Antiguo Saturno. Otros Seres espirituales desplegaron su actividad y la dirigieron hacia esa sustancia volitiva primigenia. El Dr. Steiner los llama Espíritus de la Sabiduría. Para entonces ya han alcanzado otra capacidad. Son capaces de derramar Fuerzas de Vida, y dirigen estas fuerzas hacia este «planeta de Voluntad», que ha llegado a la existencia. Este planeta, que ahora llamamos Antiguo Saturno, no es capaz de recibir la vida. No ha avanzado hasta el punto de volverse vivo.

Aún es como una sustancia inerte que sólo puede reflejar lo que está pasando en su entorno, por lo que solo irradia fuerzas vitales que proceden de los Espíritus de la Sabiduría. La vida reflejada es sabiduría, porque la naturaleza interior de la vida es sabiduría. Así, sucedió que estas fuerzas cósmicas de sabiduría formaron algo así como una esfera en el medio ambiente del planeta.

Podemos encontrar el recuerdo de esta etapa de la evolución, por así decirlo, en la constelación de Aries. Aries lleva un velo blanco. La cabeza de la imagen del animal está coronada con cuernos enrollados como dos espirales invertidas.

Este proceso cósmico puede experimentarse como un gigantesco desarrollo embrionario de nuestro universo. En sí mismo lleva la imagen arquetípica de todo lo que es un proceso embrionario en las distintas etapas de la evolución, y también dentro de los seres individuales de este universo; por ejemplo, el desarrollo embrionario del ser humano. Sabemos por la ciencia de la embriología que durante las primeras etapas de la condición embrionaria, la cabeza es predominante, y el tronco y las extremidades son apenas una especie de apéndice con la cabeza.

Incluso se podría decir que durante las primeras semanas, cuando el cerebro del embrión todavía no se ha desarrollado en detalle, todo el organismo embrionario se asemeja a un cerebro, ya que esta enrollado como una espiral. Fuera de él, las restantes partes del organismo van creciendo paulatinamente.

La primera etapa de la evolución del Antiguo Saturno es la creación del arquetipo del cerebro. Actualmente, el cerebro humano no es más que una débil copia de aquel cerebro cósmico; y sin embargo, aún conserva las huellas de su forma espiritual. Tiene que estar inanimado en un alto grado ―sin sangre―, porque sólo así puede funcionar. Opera de tal manera que la vida en el entorno del ser humano se refleja en él. Esta reflexión, siendo sólo una sombra de la verdadera vida, es capaz de producir el pensamiento y el conocimiento de los objetos del mundo exterior.

Así podemos encontrar en la imagen del Carnero en reposo, mostrando la etapa en la que los Espíritus de la Sabiduría entraron en actividad, la sustancia volitiva aún sin vida, la reflexión (expresada en la cabeza del Carnero, que se vuelve mirando por encima de sus hombros), y la creación de la lana blanca de la Sabiduría. Incluso, en los cuernos del Carnero podemos ver la imagen de las curvas del cerebro, o la espiral del embrión, como un «cerebro» primigenio, que refleja y reproduce la forma como en un acto recordatorio.

La siguiente etapa de la evolución del Antiguo Saturno está conectada con una afluencia en el planeta de fuerzas anímicas o fuerzas de conciencia. Estas fuerzas provienen de los Seres a los que el Dr. Steiner llama «Espíritus del Movimiento».

Ellos son capaces de derramar las fuerzas del movimiento interior, el movimiento del alma. Así pudo ser animada la sustancia del planeta, pero al no ser capaz de recibir la vida de los Espíritus de la Sabiduría, estaba aún menos preparado para ser animado. Por lo tanto, aquellas fuerzas solo pudieron ser reflejadas en el medio ambiente del Antiguo Saturno, y como reflejo, penetraron la esfera de Sabiduría representando el reflejo de la vida emanada previamente por los Espíritus de la Sabiduría. Así pudieron las fuerzas de animación ―del alma consciente― penetrar en el halo de la Sabiduría que rodeaba Saturno.

Se trataba de un proceso de alguna manera similar a lo que sucede cuando en la vida anímica del ser humano se refleja el mundo objetivo por la función del cerebro penetrado por las fuerzas de la conciencia; así creamos los conceptos del mundo que nos rodea. Por ejemplo, el hecho del desvanecimiento de la luz del día, percibido por nuestros sentidos, reflejado por nuestro cerebro, y penetrado por la conciencia, puede crear el concepto de la noche. Este proceso es el fundamento del lenguaje humano.

De hecho, hoy en día, el ser humano expresa los mismos hechos con diferentes sonidos y palabras de acuerdo a los diferentes idiomas, pero hubo un tiempo muy lejano en el que el ser humano a través de sonidos y palabras pudo expresar e indicar la verdadera naturaleza interna de los objetos.

Podemos experimentar algo similar en aquel período de la evolución del Antiguo Saturno pero en una escala gigantesca y mucho más potente. Por la interpenetración de las fuerzas de la Sabiduría con las fuerzas del alma, que se originaban por la actividad de los Espíritus de Movimiento, se crearon los conceptos arquetípicos, los sonidos arquetípicos y las palabras, aunque no como la naturaleza pasiva y reflexiva del lenguaje humano actual. Un tipo de lenguaje cósmico arquetípico entró en la existencia, que es creativo en su naturaleza y es un poder mágico en el universo. Es la Palabra de Dios, a través de la cual fueron creadas todas las cosas.

Podemos encontrar esta etapa de la evolución escrita en la constelación de Tauro. Se puede encontrar entre las constelaciones de Perseo (arriba) y Orión (abajo). Solo se ve la parte frontal del cuerpo del toro, pero en conjunto se asemeja a un animal de gran fuerza; el símbolo de la fertilidad. Este proceso primitivo de la evolución también ha dejado su huella en el organismo humano. Si nos fijamos en la constelación como está mayormente representada, sólo con la cabeza del toro y unos cuernos enormes que salen hacia el espacio universal, entonces tenemos una imagen de la laringe humana y el oído interno. La cabeza es la laringe, y los cuernos son los canales de conexión que conducen al oído medio, donde los pequeños huesecillos conectan la parte externa con las partes más internas del oído.

Durante el siguiente periodo evolutivo del Antiguo Saturno, inician su actividad los Seres Espirituales denominados «Espíritus de la Forma». Ellos irradian fuerzas en el universo que desean dividir e individualizar lo que todavía está unido en un solo gran cuerpo planetario. Sin embargo, el planeta es incapaz de tomar estas fuerzas. Sólo puede reflejarlas. Esta reflexión afecta al planeta de una manera tal que la sustancia se divide en muchos cuerpos individuales, y el planeta, que hasta ese momento era un solo cuerpo, aparece como una enorme mora.

Como resultado de la influencia individualizadora que emana de los Espíritus de la Forma, las pequeñas bayas no pueden lograr la individualización interior durante este período de la evolución, solo reproducen una especie de imagen externa; la división en organismos individuales. Estos cuerpos individuales se convierten en la formación de toda la posterior multiplicidad de seres de nuestro universo; en todos los diferentes reinos de la existencia. Podemos encontrar este acontecimiento evocado en la constelación de Géminis, que se encuentra en el cielo al este de Tauro y encima del pequeño perro de Orión. Muestra dos seres, similares a los seres humanos, que están estrechamente relacionados entre sí y sin embargo, son seres individuales.

Este proceso de división dentro de la evolución del Antiguo Saturno también lo podemos encontrar como una especie de recuerdo aún hoy en día en la naturaleza. Es el proceso de la división celular. Sabemos que es la base física del crecimiento.

En primer lugar nos encontramos con la célula original. Tan pronto como es alcanzada por las fuerzas del crecimiento, se divide en dos.

La unidad es destruida; sin embargo, se crea una dualidad y ahí tenemos la imagen de Géminis.

Entonces, por supuesto, esta dualidad se divide en cuatro como proceso de crecimiento, y así sucesivamente. De este modo se creó esta multiplicidad que también toma la apariencia de una mora, después de algún tiempo.

Este evento se recuerda también en la forma humana, pero de una manera muy peculiar. Está presente en la simetría de la forma humana. El que nuestro cuerpo tenga dos lados, dos oídos, dos ojos, dos manos, dos pies, y así sucesivamente, se debe a esta influencia.

Esta dualidad nos separa del resto del mundo. Hace que sea posible que existamos en un cuerpo que es la base de la individualidad. Esta simetría muestra los últimos vestigios de una larga evolución, en la que la forma humana se separó de las formas vecinas para que en ella pudiera habitar una individualidad. También los otros gemelos –la cabeza y los pies– separados de la forma humana, ya que una está por encima y otro por abajo. Esto también era necesario para el libre desarrollo de la individualidad.

Hemos llegado a la mitad de la evolución de Antiguo Saturno, donde tienen lugar importantes cambios y mutaciones. Hasta ahora todo Saturno se encuentra aun en una condición más o menos psíquica. Hemos estado hablando de la sustancia, pero esta sustancia es la Voluntad emanada por los Espíritus de la Voluntad. La Voluntad se encuentra todavía en una condición psíquica. En la siguiente Carta veremos cómo se transmuta esta sustancia psíquica en sustancia física en el período medio de la evolución del Antiguo Saturno.

Astrosofía Parte 1

 


En la 1ª Carta hablamos de los tres componentes de nuestro universo solar. Ahora nuestra tarea será la de explicar los detalles de la estructura de nuestro universo, en especial la del Sol y la órbita de la Tierra.

Como ya hemos dicho la Tierra se traslada alrededor del Sol en el transcurso de un año. Desde nuestra posición en la Tierra, se nos muestra como el movimiento del Sol a lo largo de la trayectoria del Zodíaco. Este movimiento no es solo un hecho astronómico, ya que está conectado en el tiempo con definidos eventos rítmicos en la Tierra. Este es el ritmo de las estaciones. Vamos a considerar este ritmo de las estaciones, desde el punto de vista del hemisferio norte de la Tierra.

Cada año, el 21 de marzo comienza la primavera en el hemisferio norte. Esto no cambia en el transcurso del tiempo. No ocurre que de repente la primavera comience el 21 de abril; es el 21 de marzo. Decimos que en ese momento tiene lugar el equinoccio de primavera o que el Sol está en el punto vernal, -de acuerdo con el modelo de Copérnico- cuando la Tierra ha terminado su órbita alrededor del Sol y comienza una nueva ronda.

La primavera dura hasta el 21 de junio. Durante esta estación en el mundo vegetal que nos rodea, tienen lugar los procesos de germinación, crecimiento, expansión y florecimiento. Es la temporada en la que la creación se vuelca principalmente en la naturaleza. Entonces, el 21 de junio, comienza de verano. En ese momento la Tierra se ha trasladado un cuarto de su órbita.

Visto desde la Tierra, el Sol se ha movido durante los tres meses anteriores a través de los signos de Aries, Tauro, y Géminis. Desde la perspectiva de la Tierra, el 21 de junio, el Sol entra en el signo de Cáncer. La naturaleza que nos rodea nos confronta con los fenómenos de la temporada veraniega. Los procesos de floración han llegado a su punto culminante. El mundo de las plantas se perfecciona. Tiene lugar la fructificación, y hacia el final de esta temporada los frutos maduran. Durante este tiempo, el Sol se ha estado moviendo a través de la eclíptica por los signos de Cáncer, Leo, y Virgo; o de acuerdo con Copérnico, la Tierra ha completado otra cuarta parte de su órbita.

El 23 de septiembre, el Sol entra en el signo de Libra.  Comienza el otoño en el hemisferio norte de la Tierra. La naturaleza entra en una época de crisis. Tiene lugar  la separación entre el fruto y la planta madre. La planta madre (es diferente con los árboles) se marchita. El fruto y con él la semilla, se entierra en el suelo. La luz y el calor disminuyen.

El Sol se ha movido a través de los signos de Libra, Escorpio y Sagitario. Después, el 21 de diciembre, el Sol entra en el signo de Capricornio, y mientras está atravesando Capricornio, Acuario y Piscis acontece la temporada del invierno en la Tierra. Durante esta estación las semillas duermen en el suelo; quizás cubiertas por el hielo y la nieve, pero entonces tiene lugar un gran despertar, un gran milagro, de esas semillas se desarrollan el mismo tipo de formas vegetales de la planta madre que se había marchitado en el otoño anterior. Entonces el Sol entra en el signo de Aries de nuevo el 21 de marzo y comienza una vez más todo el ciclo del año y de las estaciones.

Podemos preguntarnos: ¿de dónde vienen las fuerzas que hacen que las plantas crezcan y se marchiten después de haber producido la semilla para el siguiente ciclo de las estaciones?.  Desde un punto de vista materialista, se puede responder que el aumento de la luz y el calor del verano hacen que las plantas crezcan, y la disminución de las mismas en otoño, retira la vida en el mundo de las plantas. Sin embargo, esto se dice con demasiada facilidad, porque hay plantas que crecen incluso si la luz y el calor se desvanecen. Luego ellas no sólo pueden recibir la luz y el calor como la única influencia del Sol, debe haber fuerzas irradiando desde el Sol, que son algo más que el calor y la luz.

Las semillas no germinan si solo están expuestas a la luz y al calor; hay que dejarlas en la oscuridad de la tierra húmeda. La Tierra debe recibir influencias desde las profundidades del espacio cósmico, que penetran  la Tierra con más profundidad que el calor y la luz. Estas fuerzas  ocultas se muestran mediante el movimiento del Sol a través de los signos de la eclíptica, y estas no interfieren en la concepción copernicana de nuestro sistema solar.

Incluso si nos imaginamos a la Tierra moviéndose y al Sol fijo en el centro, todavía podemos imaginar el globo terrestre recibiendo ciertas influencias cósmicas a través del Sol desde las diferentes direcciones del Zodiaco. Podríamos imaginar al Sol como una gran lente óptica que recoge las actividades de las distintas partes de la eclíptica y las envía a la Tierra. También podríamos imaginar a los planetas interiores dedicados a esta actividad solar de recogida y transformación. Sólo la superstición materialista haría imposible imaginar que, además de la luz, calor y ciertas influencias magnéticas, el Sol no irradiara nada más.

Si estamos de acuerdo con esto, entonces podríamos imaginar una actividad diferenciada y cuádruple del Sol durante el transcurso del año en función de las cuatro estaciones. La posición relativa del Sol en los diferentes signos de la eclíptica provocaría los cambios. La posición del Sol entre el equinoccio de primavera y el solsticio de verano enviaría a la Tierra las fuerzas de  creación. Entre el solsticio de verano y el equinoccio de otoño, el Sol recogería las fuerzas zodiacales que se manifiestan en la Tierra como  perfección y la maduración. Entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, recibimos del Sol las fuerzas que dan lugar a la katarsis en la naturaleza, y las fuerzas reunidas por el Sol a través de sus posiciones zodiacales durante el tiempo del solsticio de invierno y el equinoccio de primavera provocarían el milagro del nuevo nacimiento de la naturaleza en la Tierra.

Todavía podemos explicar más sobre la actividad diferenciada del Sol que se nos muestra por su posición en la eclíptica. Así llegaremos a la actividad duodécuple solar de acuerdo con su posición a través de los doce signos.

En abril el Sol se encuentra en la dirección del signo de Aries. Desde allí, el mundo de las plantas recibe el poder de moldear siempre de nuevo las mismas formas. Nunca sucederá, por ejemplo, que de repente los ranúnculos o margaritas tomen una forma diferente de la que tuvieron en el pasado. Las fuerzas de recordación, por así decirlo, irradian de esa parte de la eclíptica y conectan el pasado con el presente y el futuro.

En mayo, cuando el Sol está en el signo de Tauro, vemos el crecimiento de las plantas y su expansión en el espacio. Todo se precipita hacia la existencia y quiere mostrarse lo más grande posible. En este desarrollo podemos reconocer la fuerza y el poder de aumento y propagación procedente del signo de Tauro.

Luego, en junio, el Sol entra en el signo de Géminis. La planta alcanza los límites de su expansión en el espacio y desde el universo -por medio del Sol- recibe el poder para desarrollar dos tendencias: con las raíces quiere alcanzar hacia abajo la oscuridad de la tierra tan profundamente como sea posible, y por el otro lado las ramas quieren alcanzar la esfera de luz y calor. Ahí se crea la flor. En esta actividad dual vemos la polaridad de Géminis; el gemelo celestial en la flor y el gemelo terrestre en la raíz. Polaridad en todo tipo de formas y metamorfosis irradia desde la región de Géminis en la eclíptica.

En julio, el Sol está en el signo de Cáncer. Ahora la planta está saturada en sí misma. Ya no tiene la tendencia a expandirse; los procesos de floración han llegado a su punto culminante. La planta no aspira a nada más.

Ahora recibe del universo el impulso para ofrendar sus propiedades. Esto lo hacen las flores a través del aroma y de la multiplicidad de colores que irradian en el mundo. Es la actitud de servicio del escarabajo, que porta encima de su cabeza una enorme bola de tierra como signo del Sol y el corazón. El escarabajo es la antigua imagen del signo de Cáncer. La transformación de las fuerzas hasta entonces más terrenales se alzan al sol que irradia sus fuerzas desde el poder dinámico del signo de Cáncer.

Luego, en agosto nos encontramos con el Sol en el signo de Leo. Ahora la planta recibe el impulso de sacrificarse. Ha llegado el momento de la cosecha y tiene lugar los procesos de fructificación. Al igual que los rayos del autosacrificado Sol, la planta llena el espacio alrededor de sí misma. La unión con la totalidad del universo solar es la tendencia del signo de Leo.

En septiembre, cuando el Sol se encuentra en el signo de Virgo, los frutos y las semillas están madurando. La luz y el calor del verano se transforman en el dulzor de la fruta que lleva la esperanza del futuro en la semilla; como la santísima Virgen, que lleva con el Niño la esperanza del mundo. La fecundidad como resultado de la unión con el universo, es el poder que irradia desde el signo de Virgo.

En octubre, cuando el Sol aparece en el signo de Libra, se lleva a cabo la separación entre la planta madre y la semilla. Del universo llegan fuerzas que parten el mundo de la planta en dos: la que fue y la que será en el futuro. Es un momento de paz en la naturaleza; un equilibrio entre el pasado y el futuro, como una balanza en equilibrio. El cuidado por el Niño de la Virgen y la retirada de las fuerzas creadoras de la Madre hacia los reinos celestiales es la influencia del signo de Libra.

Después, el Sol entra en el signo de Escorpio. Ahora, desde las profundidades del universo, entran en juego las fuerzas de destrucción y desintegración. Las plantas se marchitan. La imagen del escorpión con el aguijón mortal es, de hecho, una imagen real de las fuerzas que actúan en la naturaleza durante esta época del año. Esto sucede, más o menos, en noviembre, cuando la luz también está disminuyendo y el calor del verano es superado por la frialdad invernal.

En diciembre, el Sol está en el signo de Sagitario. Es la época del año en la que los seres humanos en la Tierra encienden las velas de Adviento y esperan el nacimiento de la luz del alma del mundo. En la naturaleza, las semillas descansan en el suelo. Si uno se imagina las innumerables semillas en el suelo, se puede tener la impresión de millones y millones de pequeñas llamas de esperanza esperando pacientemente un nuevo nacimiento de luz y calor. Estas fuerzas de esperanza están bien expresadas en la imaginación de Sagitario / Arquero. Él apunta a una meta que todavía está muy lejos. La espera y la búsqueda de la luz del alma es el mensaje del signo de Sagitario.

En enero, cuando el Sol entra en el signo de Capricornio, la luz aumenta de nuevo. Tiene lugar el nuevo nacimiento de la luz. Es el tiempo durante el cual el cristianismo celebra el nacimiento de Cristo, que ha venido al mundo como el poder renovador en toda la naturaleza y la humanidad. La semilla puede estar enterrada en el suelo, tal vez cubierta por el hielo y la nieve, pero ha sobrevivido a la oscuridad y al frío; se ha salvado de la destrucción. La luz creativa del mundo espiritual irradia desde el signo de Capricornio.

Después, el Sol entra en el signo de Acuario. Desde esta región fluyen a la tierra corrientes que son las fuerzas de la renovación y el despertar. Ahora es cuando sentimos que las fuerzas ocultas de la actividad del Sol entran en la esfera de la Tierra; fuerzas que no son solo de luz y calor, si no que, como el agua que dona la vida, son fuerzas vitales invisibles. La imagen de Acuario derramando el agua celestial desde los espacios cósmicos es realmente una imagen de estos eventos que acontecen en febrero. El influjo de las fuerzas renovadoras y acumuladoras del cosmos proviene de la región del signo de Acuario.

Luego, a finales de marzo, el Sol entra en el signo de Piscis. En la naturaleza se llevan a cabo los procesos de germinación. Las semillas en el suelo nadan como peces en un mar de agua cósmica portadora de vida. Se abren a sí mismas y  saborean este agua; germinan. Y al beber el agua, se dibuja la actividad de las fuerzas que vienen de la dirección de Piscis, que quieren crear el evento de la escritura en la naturaleza, en este caso, el evento del nuevo comienzo del ritmo del año. La incorporación de las leyes cósmicas y los objetivos espirituales del mundo en el ser terrenal es la influencia del signo de Piscis.

Así, la posición del Sol ordena el ritmo de los acontecimientos que tienen lugar en el ámbito de la vida orgánica en la Tierra. Esto es especialmente evidente en el reino vegetal, pero no es solamente una ordenación. Podemos hablar de fuerzas verdaderas que irradian desde el Sol hacia la Tierra, al igual que la Tierra también recibe luz y el calor del sol. El Sol es como una gran lente óptica que recoge las actividades ubicadas en las diferentes esferas de la eclíptica; por ejemplo, si en la Tierra percibimos el Sol en el signo de Aries, podemos imaginar al Sol recogiendo la actividad de la región de Aries y después enviándola a la Tierra.

Si los doce signos de la  eclíptica –alrededor del Sol y dentro de la órbita de la Tierra- son una realidad dinámica, tendríamos que pensar en la posibilidad de que los otros planetas, especialmente los que están dentro de la órbita de la Tierra, sean capaces de recoger e irradiar igualmente las fuerzas de los signos de la eclíptica de una manera similar a la del sol. Esto afectaría principalmente a los planetas interiores Mercurio y Venus, y en cierta medida también a la Luna.

De hecho, encontramos este tipo de actividades de los planetas interiores de acuerdo con sus posiciones en los diferentes signos de la eclíptica. Sólo los reinos en los que estas actividades se manifiestan en la Tierra son diferentes de los de la actividad solar, como se describió anteriormente. La actividad del Sol se hace visible en la vida de la planta durante el año dentro del mundo de la materia física, pero no sería posible que solo el Sol pudiera crear la vida de la planta; la Luna tiene que ayudar, y ayuda actuando a través del elemento líquido; por ejemplo, actúa en la savia de la planta. Y al mismo tiempo la Luna tiene que estar necesariamente en fase creciente. En otras palabras, sólo si la luna creciente, después del 21 de marzo, cuando el Sol entra en Aries, y se mueve a través de los signos creadores de Aries, Tauro, Géminis y Cáncer, puede tener lugar en la naturaleza la fiesta de la Pascua y la Resurrección.

Esta es la razón por la que la Pascua sólo puede celebrarse después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera.

Pero las actividades combinadas del Sol y la Luna no son suficientes. También los otros planetas de nuestro universo deben contribuir con su parte, especialmente los planetas interiores, Mercurio y Venus, en relación con el crecimiento de las plantas. Traen la variedad de eventos en la naturaleza en las diferentes estaciones del año. Ellos están más conectados con la esfera de luz y calor.

La actividad de los doce signos de la eclíptica, que se manifiestan a través de una actividad diferenciada de Sol durante el año, es un tipo de lenguaje fundamental, sólo que se expresa en una forma transformada por medio de la Luna, Venus y Mercurio. Puede suceder, por ejemplo, que Venus en el signo de Tauro reúna las fuerzas de expansión de Tauro y las exhale a la atmósfera de la Tierra.

El resultado, en determinadas condiciones, puede ser terribles tormentas en algún lugar de la Tierra. Mercurio puede hacer algo similar en la esfera termostática terrestre. Pero también puede ocurrir que los dos planetas intercambien sus actividades, es decir, que Venus ataque la termosfera y Mercurio la atmósfera de la Tierra. Por lo tanto en lo que se refiere a Venus y Mercurio, el lenguaje de los doce signos de la eclíptica tiene que traducirse en los términos de las actividades y eventos dentro de la esfera de la luz y el calor, si se quiere vivir y leer la influencia dinámica de estos planetas.

Lo mismo se aplica a la Luna. La Luna trabaja en las sustancias líquidas de la Tierra. Sabemos de la influencia de la Luna sobre el ritmo de las mareas, y también sabemos que las mareas son más fuertes en el comienzo de la primavera y el otoño cuando la Luna recibe la luz del poder creativo del Sol en Aries. (La elaboración de estos hechos sería objeto de investigaciones, principalmente en relación con la agricultura. Dado que estas Cartas tienen una tarea diferente, sólo daré algunas indicaciones).

Hasta ahora hemos estado hablando acerca de las fuerzas que se tejen entre la Tierra, el Sol, la Luna y los planetas.

La diferenciación de estas fuerzas es en parte debida a la diferencia de la naturaleza de los planetas y de los doce signos de la eclíptica. De acuerdo con el sistema de Ptolomeo, -donde la Tierra está en el centro del universo y todos los planetas, incluso el Sol, se mueven alrededor de la Tierra-  el Sol y los planetas cambiarían su carácter a través de su propio movimiento, pero de acuerdo con el sistema de Copérnico sería la propia Tierra quien se expone por su propio movimiento a cualquier aspecto especial con la actividad del Sol. La órbita de la Tierra estaría entonces creando la realidad de la eclíptica con sus doce signos en nuestro universo. Sería una realidad relativa que sólo afectaría a la Tierra, pero la manera en que nuestro universo está construido en realidad, si la visión de Ptolomeo o Copérnico es correcta o si tenemos que buscar una perspectiva totalmente nueva, es una mera cuestión astronómica.

Lo que hemos descrito hasta ahora en esta Carta acerca de la influencia de los planetas, la Luna y el Sol sobre la vida orgánica de la Tierra, está conectado con la eclíptica. Si miramos nuestro sistema solar desde el punto de vista de Ptolomeo o Copérnico, la eclíptica con sus doce signos es una realidad dentro de nuestro universo solar; debemos imaginar que se lleva a cabo bien por el movimiento del Sol o por el movimiento de la Tierra.

Sin embargo, hasta ahora no hemos conectado esto con el círculo de las estrellas fijas del zodiaco, que están más allá de nuestro sistema solar. Dentro del zodiaco de las estrellas fijas tenemos doce constelaciones, que ya han sido mencionadas en la Carta anterior. Esta es una realidad que empieza donde nuestro universo llega a su fin. Tendremos mucho que decir sobre ello en las siguientes Cartas. Tenemos que tener absolutamente claro el hecho de que, además de las estrellas fijas del zodiaco, existe la eclíptica, que es la otra la realidad, dentro de nuestro sistema solar. Se ha indicado anteriormente como funciona en relación con el año solar. Como se relaciona con las doce constelaciones de las estrellas fijas del zodiaco, se expondrá en las siguientes descripciones.

La dificultad, que puede crear confusión, es que se utilizan los mismos nombres para las doce constelaciones de las estrellas fijas y para las doce divisiones de la eclíptica. Esto incluso tiene una cierta justificación, pero puede crear confusión. En estas Cartas las doce constelaciones de las estrellas fijas del zodiaco se distinguirán de las doce divisiones de la eclíptica como constelaciones; por ejemplo, la constelación de Aries o Tauro significa la constelación de estrellas fijas con este nombre más allá de la circunferencia exterior de nuestro universo, y  para las doce divisiones de la eclíptica -las doce partes de la órbita del Sol o la Tierra-  utilizaremos la nominación signo, [utilizaremos el nombre en latín] como el signo de Aries que es la parte de la eclíptica a través del cual el Sol parece moverse entre el 21 de marzo y el 21 de abril.

La Estructura del Universo Solar

 


La intención de estas cartas es elaborar una relación entre el universo estrellado y la Tierra. Y el ser humano como principal representante de la Tierra será mayoritariamente el objeto de examen, consideraremos también los otros reinos de la naturaleza. Por supuesto, este es un vasto campo, y en esta época estamos limitados en nuestro conocimiento. Sin embargo, gracias a los conocimientos clave que nos fueron dados por Rudolf Steiner, ha sido posible después de más de veinte años de trabajo silencioso y persistente, recoger muchos datos sobre estas relaciones. Y con los datos obtenidos estamos creando un organismo que todavía es infantil, pero que puede llegar a ser la semilla de nuevas y más elaboradas investigaciones en los siglos y milenios venideros.

A través de estas cartas y en primer lugar, vamos a establecer una idea clara de la estructura de nuestro Sistema Solar y su relación con los mundos estelares más allá de nuestro propio sistema. Hablaremos de las Constelaciones que vemos en el cielo. Y daremos prioridad a las Constelaciones del Zodiaco, con las que trabajaremos para descubrir su naturaleza espiritual, ya que están conectadas con la evolución de la Tierra y de la Humanidad. Después, consideraremos el mundo de los planetas –los astros en movimiento–. Y esto  lo conectaremos principalmente con la vida del ser humano después de la muerte y antes del nacimiento. También tendremos en cuenta la relación entre los planetas y la vida de la naturaleza, en la medida que la ciencia ha comprobado esta relación. Entonces surgirá el dilema sobre el destino o la necesidad y el reino de la libertad, en relación a la condición humana. Al final tendremos que informarnos sobre la relación entre las estrellas y la Humanidad en su conjunto y sobre la evolución futura del planeta en que vivimos.

La pregunta que surge, es ¿con que nombre podríamos llamar a esta clase de conocimiento, que tenemos la intención de investigar en estas cartas? llamarlo Astronomía no sería correcto, ya que los cálculos matemáticos del mundo estelar se tratarán sólo en la medida que sea necesario. Tampoco se le puede llamar Astrología, ya que no se convertirá en una base para las prácticas del horóscopo en el sentido en que se realiza la astrología hoy en día. Vamos a investigar el trasfondo espiritual de la relación entre las estrellas y la Tierra con sus habitantes. Podemos llamarlo Astrosofía.

¿Qué es Astrosofía?

El movimiento es la esencia del mundo de las estrellas. Todo se mueve en la esfera que rodea la Tierra. Cuando miramos la multiplicidad del cielo estrellado entramos en el  gigantesco mundo de los ritmos.

Un ritmo es el del día y la noche. El firmamento parece estar girando alrededor de su eje celestial en 24 horas. Este es uno de los movimientos fundamentales del universo que crea el cambio de día y noche. La astronomía moderna dice que esta revolución se produce por la rotación diaria de la Tierra alrededor de su eje. Sólo los observadores en la Tierra perciben que se invierte, como si fuera el firmamento el que  girara.

A continuación, podemos observar los ritmos de la Luna, el cambio de las fases de luna nueva a luna llena y de nuevo a Luna Nueva. Sabemos por la observación, que este ritmo se lleva a cabo aproximadamente en un mes.

Si avanzamos más lejos en el universo, nos encontraremos con más ritmos, los de Venus y Mercurio. Luego está el ritmo del sol, el tiempo que tarda en pasar a través del Zodiaco  Llamamos a este ritmo un año y la astronomía nos dice que este movimiento del Sol durante un año es una  ilusión. Que es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol en el transcurso de un año y durante este movimiento circular de nuestro globo, nosotros, desde la Tierra percibimos al Sol en diferentes lugares del cielo. Avanzando, nos encontramos con los ritmos de los planetas exteriores llamados: Marte, Júpiter, Saturno y los planetas descubiertos últimamente, Urano, Neptuno y Plutón. Aquí nos encontramos con ritmos que se extienden por decenas, incluso cientos de años.

También podemos ver cambios en la estructura del universo que se desenvuelven en largos intervalos rítmicos. Estos comprenden épocas enteras de la evolución humana y de la Tierra, miles e incluso decenas de miles de años. Sabemos que las estrellas fijas están en movimiento, a pesar de que este movimiento, sólo se hace visible a simple vista en intervalos de tiempo que están más allá del alcance de la concepción ordinaria del tiempo humano.

Podemos comprender que el movimiento es el fundamento del mundo de las estrellas. Y podemos acercarnos a este mundo en movimiento de diferentes maneras. Incluso considerarlo como un mecanismo gigantesco. Los hechos, que encontramos en los movimientos universales, inspiran esta idea. Podemos calcular los movimientos, e incluso calcular previamente los ritmos de las estrellas. Los descubrimientos de Plutón y Neptuno se lograron mediante la aplicación de las puras leyes de la mecánica de nuestro universo. Y, sin embargo, la idea de un universo mecánico, nos puede llevar a la desolación en un momento determinado. Podemos compararlo con un motor rotativo. Los movimientos del motor, su comportamiento, todo puede ser calculado. Todos los detalles pueden ser explicados por leyes mecánicas. Pero no se movería ni un ápice, ni siquiera existiría un solo tornillo, si la mente humana no lo hubiese inventado. En cada uno de los detalles del motor esta la creación, el esfuerzo de los inventores en el ámbito de la mecánica. La mente humana es el verdadero origen del motor y sin esa mente creadora, el motor no existiría.

¿Cómo es posible nuestro Universo? Podemos ver la existencia de este mecanismo de innumerables movimientos, pero ¿quién lo ha creado y lo  ha puesto en rotación? Un mecanismo no puede ser creador, de lo contrario ya no sería un mecanismo. Debe haber habido algo así como una gigantesca planificación mental, o incluso una congregación de esas mentes, antes de que cualquier universo pudiera ser creado.

Partiendo de esto vayamos a otro punto de vista. Al igual que el motor es una expresión de las capacidades de la mente humana, tal vez incluso de sus debilidades, nuestro universo puede ser considerado como la expresión de un mundo interior, de una vida anímica.

Veamos al ser humano en movimiento. Todos los movimientos de las extremidades pueden explicarse en términos de leyes físicas y mecánicas. Sin embargo, siempre hay una razón por la cual el ser humano mueve sus extremidades. Él tiene intención de hacer algo o ir a algún lugar. Detrás de los movimientos visibles del cuerpo hay una vida interior, una vida anímica , una vida que da razón y justificación a esos movimientos.

De la misma manera podemos mirar a una estrella solitaria. Calculamos sus movimientos, ritmos, y muchas cosas relacionadas con su estado general y sus relaciones con otras estrellas. Incluso podemos ir un paso más allá y encontrar la causa interior de su comportamiento en particular. Tendríamos que buscar la vida anímica de la estrella que lo ha creado y que se expresa en las llamadas leyes mecánicas.

No creo que encontremos, en el reino de su vida interior las razones de los movimientos de la estrella solitaria. Quizás tengamos que buscarla en el ámbito de la comunidad de las estrellas. En las comunidades humanas, el ser individual tiene su propio mundo de cualidades anímicas que  son la causa de su movimiento y la actividad. Sin embargo, las acciones del ser individual le hacen entrar en contacto con las acciones de otros seres humanos. Por otra parte, estas acciones sólo tienen sentido cuando se relacionan con la vida de toda la comunidad. De hecho, los ideales comunes de la comunidad son la medida de la actividad del ser individual.

De la misma manera, cada estrella tiene su propio movimiento anímico, que hace que sus movimientos visibles, la conviertan en un miembro útil y creativo del universo. También se relaciona con sus compañeras estrellas. Visto desde el Sol como el centro de nuestro universo, o incluso visto desde la Tierra, los planetas a veces se encuentran y están juntos (conjunción) o se pueden separar y pasar a la oposición el uno del otro, y así sucesivamente. Todas estas actividades están relacionadas con todo el Sistema Solar y el Sol, como su centro. Así, los planetas deben tomar parte del objetivo común del universo solar.

Aprender a conocer, a partir de los hechos, el mundo anímico de la estrella solitaria, la vida social de sus comunidades, con sus ideales y objetivos comunes, es Astrosofía. Estamos buscando no sólo el alma de las estrellas que es la manifestación de su ser y actividades dentro de un tiempo limitado, sino que tendremos que adquirir un poco de conocimiento acerca de su vida espiritual. Sólo así podremos entender su verdadera esencia. Su vida espiritual sería su historia, (su biografía, por así decirlo), sus luchas y logros, y su destino (en relación con el futuro).

¿Por qué Astrosofía?

Puede plantearse la cuestión: ¿Por qué nosotros, como seres humanos en la Tierra nos esforzamos por un conocimiento de las estrellas tal como se ha esbozado? El mundo de las estrellas puede ser un interesante tema de estudio, pero ¿no están las estrellas demasiado lejos como para ser capaces de afectar nuestra vida en la Tierra?.

Nuestro planeta es una parte de la comunidad estelar, y al igual que la actividad de la Luna influye en el ritmo de las mareas, también podemos encontrar que el organismo de la Tierra está influido por todas las estrellas de la Comunidad Celeste. Esto lo podemos verificar a través de diferentes tipos de observación.

Nosotros, como seres humanos formamos parte de la influencia estelar de la Tierra  por lo tanto, nos guste o no, formamos parte de la vida de todo el Universo.

Como gente de la tierra, tenemos la tendencia natural a sumergirnos en el mundo de nuestro horizonte humano. En general este horizonte comprende muy poco del gran universo. Podemos dirigirnos sólo al mundo de nuestros pequeños deseos o ambiciones personales. También podemos vivir una filosofía o una religión que puede unirnos a diferentes grupos humanos, o más, puede separarnos del resto de la humanidad. También puede consistir en el papel que podemos desempeñar en la vida de la nación o la raza en la que hemos nacido. Sabemos que muy a menudo, incluso se podría decir siempre, estas diferencias conducen a las disputas y a las guerras. Si sólo vivimos en el pequeño horizonte de nuestro mundo humano, surge el peligro de una estrechez de miras hacia la vida. Esta estrechez de la vida del alma puede llevarnos fácilmente a la equivocación de nuestros propios asuntos en el marco de todo el universo.

Sin embargo, si somos capaces de, al menos de vez en cuando, confrontarnos con el mundo de las estrellas, con su vida anímica, con su vida espiritual, podemos crecer más allá de nuestros propios problemas y comparativamente, pequeños asuntos sin importancia. Podremos ser capaces de hacernos conscientes y apropiarnos de la corriente evolutiva de nuestro universo. Si tan sólo hiciéramos esto de vez en cuando, podríamos entrar en el mundo de los grandes ideales y las metas espirituales cósmicas que no dividen a la humanidad en grupos de creencias religiosas o filosóficas, teorías raciales  y similares. Las estrellas nos enseñan que los vínculos que unen al ser humano a los ámbitos de la vida, como por ejemplo: la familia, la nación, la raza, o incluso una determinada religión, se justifican en la medida en que las fronteras de estos reinos no se extralimiten y hagan caso omiso a otras esferas de la vida humana.

Se descubriría además, el lugar apropiado para la filosofía del Idealismo en nuestro mundo humano, así como la del Realismo, o incluso el Materialismo. Todas estas concepciones del mundo y actitudes ante la vida se mantendrían en el universo en un orden correcto y pacífico, dentro de la vida anímica del mundo estelar. Los seres humanos muchas veces sufren de estrechez y falta de visión, y no pueden encontrar el orden correcto en su propio mundo anímico. Este desorden se refleja luego en las disputas y guerras entre la Humanidad.

Si meditamos profundamente en el mundo de las estrellas y nos esforzamos en desvelar sus misterios, podemos unir a la Humanidad. Ellas brillan en todos los pueblos. Todos los fenómenos en el universo de las estrellas se refieren a la Humanidad en la misma forma indiferenciada. No hay distinción como las diferencias provocadas en la Tierra a través de la necesidad de vivir bajo ciertas condiciones sociales o geográficas. En el curso del tiempo toda la superficie de la Tierra y, con ella, la Humanidad recibirá la luz y la enseñanza de las estrellas.

Así pues, se nos abre una puerta al mundo de la verdadera paz y libertad, o freehood. [Freehood: el estado o calidad de ser libre. NT.] El mundo de la verdadera paz, porque es ahí donde podemos aprender a conocer las intenciones y metas evolutivas de los Dioses. La aplicación de este conocimiento a nuestra vida diaria, paso a paso, nos puede traer la verdadera paz, el mundo del  verdadero “Freehood”, porque nos libera de los grilletes de nuestros pequeños asuntos terrenales, nuestras estrecheces y problemas. Por lo tanto la Astrosofía, como una nueva Sabiduría de las Estrellas, se convertirá en el futuro  en una necesidad en el ámbito de la cultura espiritual de la Humanidad.

La estructura de nuestro Sistema solar

Antes de empezar a conocer los detalles del alma y el mundo espiritual que se manifiestan en el cosmos, debemos crear un cierto conocimiento de la estructura física de nuestro universo solar y su conexión con el mundo de las profundidades del espacio celeste. Debemos formar conceptos claros sobre los ritmos de las estrellas y su disposición u orden en el espacio. Esto significa que tenemos que elaborar una cierta cantidad de conocimientos astronómicos.

Por supuesto que no podemos extendernos demasiado lejos, ya que es, de hecho, un vasto campo de complicados cálculos matemáticos y otros detalles. Lo haremos en la medida en que sea necesario para crear un entendimiento o lenguaje común acerca de los hechos cósmicos, con los que tendremos que lidiar más adelante.

Si observamos el firmamento, podemos distinguir dos tipos de cuerpos celestes: en primer lugar, aparecen las llamadas estrellas fijas. Se les llama estrellas fijas porque parecen tener siempre las mismas posiciones y distancias entre ellas. Está, por ejemplo, la constelación bien conocida de la Osa o El Carro. Cuatro estrellas fijas forman el cuerpo de la Osa y otras tres la cola. Podemos ver esta constelación noche tras noche durante años. No va a suceder que de repente una noche se descubra que una de las cuatro estrellas que forman el cuerpo de la osa se ha alejado de su posición relativa. Así, muchos grupos de estrellas fijas forman las constelaciones, y ninguna estrella se aleja de su posición relativa. Las mismas estrellas, por ejemplo, siempre forman las constelaciones de Casiopea, Orión, y muchas otras. Pero, de hecho, las estrellas fijas también se mueven.

Después de miles de años, las estrellas que forman la imagen familiar de la Osa Mayor ya no estarán en las mismas posiciones, y en un futuro lejano ya no se percibirán los contornos de la Osa Mayor  tal y como lo percibimos hoy. Estos movimientos sin embargo, son muy lentos. Están más allá del alcance del ojo humano y también más allá de la concepción del tiempo humano, es por ello que justamente las llamamos estrellas “fijas”.

También se perciben las estrellas por las que se desplazan los astros que pertenecen a nuestro sistema solar. Un ejemplo muy bueno es la observación de la Luna. Podemos percibirla, durante una noche clara en el ámbito de las estrellas fijas que forman la constelación de Tauro. Si nos fijamos, dos o tres días después la encontramos en la constelación de  Géminis. Por lo tanto, en ese ínterin debe haberse movido de Tauro a Géminis. Y nuestra Luna no es el único astro en movimiento, hay varios más.

En total podemos contar con ocho grandes planetas en nuestro sistema solar, además de la Luna, que son:

Mercurio         Marte,              Urano – descubierto en 1781
Venus,             Júpiter,            Neptuno – descubierto en 1846
Tierra              Saturno            Plutón – descubierto en 1930

Otra distinción entre las estrellas fijas y los planetas, de acuerdo con la astronomía, es que las estrellas fijas emiten su propia luz. Son, por así decirlo, como nuestro Sol y emiten su propia luz. Los astros o los planetas que se mueven, que pertenecen a nuestro sistema solar, no tienen luz propia. Ellos sólo reflejan la luz que reciben del Sol.

Además de las estrellas fijas y los planetas, la mayoría de los cuales sólo son visibles durante la noche, tenemos al Sol, al que vemos durante el día. La luz del Sol es tan abrumadoramente fuerte, que no podemos ver las estrellas durante el día, por lo tanto, es difícil encontrar su posición en relación con las Constelaciones de estrellas fijas. Y por ciertos medios astronómicos, sabemos que el Sol, al igual que los planetas, también se está moviendo, y que completa su círculo en un año. Sin embargo, la astronomía moderna nos dice que quien se mueve no es el Sol. Que es la Tierra la que gira a su alrededor, que el Sol, es el centro del círculo de la órbita de la Tierra. Y que a través de este movimiento de la Tierra, que se completa en un año, vemos el disco del Sol, en diferentes lugares del cosmos. Esto nos crea la ilusión del movimiento del Sol a lo largo del círculo de la eclíptica o Zodiaco.

Ahora podemos distinguir entre tres características principales en la estructura de nuestro Sistema Solar: El Sol en el centro, alrededor de este Sol, los planetas que lo circundan, y las órbitas de los planetas  que están aproximadamente en el mismo plano, mientras que sus centros están más o menos en el sol. Por lo tanto, tendríamos que imaginar que nuestro Sistema Solar tiene la forma de una lente o un disco enorme, con anillos concéntricos como las órbitas de los planetas.

Este disco tiene gran su circunferencia en la órbita del planeta más exterior. Esta circunferencia, como círculo, tiene una conexión relativa con algunas de las estrellas fijas. Visto en perspectiva, por así decirlo, desde el centro del disco, pasa por delante de un cierto número de estrellas fijas. Estas estrellas fijas forman una especie de cinta o anillo alrededor de nuestro universo solar. Esta cinta circular más allá de la circunferencia del sistema planetario en que vivimos, es lo que llamamos el Zodiaco o grupo de Estrellas Fijas. Está formado por las doce Constelaciones que vemos en el cielo estrellado.

Estos son los tres componentes de nuestro universo solar:

1) El sol, más o menos como el centro del disco.

2) Las órbitas de los planetas a diferentes distancias del Sol central.

3) La circunferencia del disco,  las Doce Constelaciones del Zodiaco.

Todavía podemos hacer otra distinción en este disco. La Tierra, en la que vivimos, se mueve a lo largo de la tercera órbita desde el centro. Las órbitas de Mercurio y Venus están dentro de la órbita de la Tierra. Estos son los llamados planetas interiores. A medida que sus órbitas son más pequeñas que la de la Tierra, completan el círculo alrededor del Sol en un tiempo mucho menor:

Mercurio completa una vuelta completa alrededor del Sol en aproximadamente 88 días.
Venus hace lo mismo en unos 225 días, porque ya está más lejos del Sol y la órbita es más grande.
La Tierra completa su círculo alrededor del Sol en aproximadamente 365 días. Rodeando a la Tierra, a una distancia relativamente pequeña, tenemos que imaginar la órbita de la Luna, que culmina su giro alrededor de la Tierra en unos 27 días.
Los planetas que tienen sus órbitas fuera del círculo descrito por la órbita de la Tierra son los llamados planetas exteriores. Las distancias de las órbitas del Sol son  mucho más grandes que la órbita de la Tierra y el Sol, por lo tanto, estos planetas necesitan mucho más tiempo para completar el giro alrededor del Sol a lo largo de sus trayectorias.

Marte necesita alrededor de 687 días para completar su círculo.
Júpiter completa su círculo de unos 12 años.
Saturno unos 30 años.
Urano tarda unos 84 años para hacer el mismo movimiento.
Neptuno esta todavía más lejos del Sol, por lo tanto, su órbita es muy grande, y el planeta necesita alrededor de 164 años para retornar al mismo lugar de la órbita.
Plutón necesita aún más tiempo, alrededor de 250 años.
Para nuestras investigaciones sera muy importante diferenciar entre planetas interiores y exteriores.

Las doce constelaciones de estrellas fijas, que forman el círculo del Zodiaco más allá de la circunferencia exterior del disco de nuestro sistema solar, son:

 Aries – Tauro – Géminis – Cáncer – Leo – Virgo – Libra – Escorpio – Sagitario – Capricornio – Acuario – Piscis

(Copyright Astrosophy Research Center, Inc. 2003)

Iniciación a la Astrosofía

A muchas personas les resulta alentador poder conocer las vicisitudes que le aguardan, quizá con la esperanza de poder prepararse para ellas, quizá para entender algo del propio destino y , así, captar el sentido de su vida. Por eso han existido las artes adivinatorias, la lectura de señales, de indicios, ante la necesidad de anticiparse a lo que puede suceder para poder afrontarlo mejor.

Este “querer saber” sobre el destino ha dirigido la mirada del ser humano también hacia el espacio celeste, ese entorno que nos rodea a todos y nos adjudica un lugar en el Universo, un lugar que es determinante, el planeta Tierra.

La astrología se ha ocupado del misterio del ser humano buscando y encontrando respuestas en el misterio de la noche y las estrellas. Es una disciplina que estuvo unida a la astronomía, como una sola ciencia, hasta el s. XVII, mientras existía otro tipo de pensamiento, menos racional que el actual, en el que no se concebía la separación entre un fenómeno perceptible, visible, y su significado, su sentido de ser.

Ambos aspectos de la realidad –lo visible y su contenido- están hoy en día escindidos por un lado, enla astronomíala ciencia que estudia el movimiento de los sus fenómenos físicosla astrología,la disciplina que interpretaen diversas claves, la repercusión del cosmos en la personalidad, la influencia de los astros en el alma y el devenir del ser humano.

En el origen de la astrología nos encontramos con algunos interesantísimos interrogantes, por ejemplo:

¿Qué hizo que el ser humano relacionase los planetas del Sistema Solar que observaba en el cielo nocturno, con dioses greco-latinos?¿En base a qué les adjudicó sus nombres yademás, los relacionó con cualidades anímicas? ¿Qué hizo que también los asociase a colores, a órganos del cuerpo humano y a operaciones alquímicas, por mencionar algunos?

Parece que sea algo que simplemente ha sucedido de manera espontánea, como si la observación del cielo nocturno hubiese despertado un saber latente en el ser humano, una capacidad de conocimiento por analogía que establece relaciones entre sucesos, imágenes, significados.

Desde nuestro punto de vista, podemos comprender de manera intuitivay también racional, que el hecho de observar un fenómeno exterior-objetivo aporta la posibilidad de despertar en la consciencia del individuo yde la humanidad, un significado sobre ese fenómeno que se percibe. Aparece la posibilidad de preguntarse qué hay tras eso que se ve y que irrumpe como un fenómeno físico, y qué nos aporta. Por ejemplo, el descubrimiento de nuevos planetas, estrellas, galaxias… ha ido favoreciendo el encuentro de enfoques novedosos sobre el escenario cósmico y, por extensión, sobre el ser humano.

Consideramos que no sucede nada en el exterior de nosotros mismos, en el mundo objetivo-sensorial, que no tenga una correlación con algo de la vida interior que busca ser conocido.

Como hemos mencionado, necesitamos echar mano del pensamiento hermético que funciona por analogía para desvelar la relación que existe entre todo cuanto vive en el universo.

Para la Rosacruz es algo muy esencial considerar al ser humano como un microcosmos en analogía con el sistema solar,el macrocosmos, nuestra casa en el Universo.

Por ello, la Rosacruz se aproxima a este misteriode un modo iniciático, considerando y experimentando que es una clave para la transformación y transfiguración del ser humano.

Por un lado, esta visión aporta el auto-conocimiento necesario en el proceso iniciático ya quenos sirve de espejo para mirar y descubrir qué existe en nuestro interior, qué hilos mueven nuestra alma y nuestro propio físico.

Por otro lado, tras el auto-conocimiento, aparece la posibilidad de realizar un trabajo en uno mismo para que las fuerzas anímicas, planetarias, aporten sus cualidades positivas y constructivas.

La Alquimia relaciona a cada planeta del Sistema Solar con un metal, el cuala su vez, representa simbólicamente un elemento constitutivo del alma humana (p.ej.Cobre-Venus-sentimiento).

Recordemos que el objetivo de la Alquimia es la obtención del oro tras la transmutación de los metales, fundamentalmente del Plomo-Saturno- el cual representa los limites de lo denso y lo pesadode la forma, en el alma del ser humano. En este sentido, la obtención de oro significa encontrar el Sol, el centro de nuestro Microcosmos, el ser inmortal, el auténtico Yo, el objeto de la búsqueda iniciática que luego permita la formación de un ser más completo, más desarrolladoy con sus posibilidades espirituales activas.

Desde este punto de mira, La Rosacruz explica el método de iniciación transfigurísticocomo el tránsito por las distintas iniciaciones planetarias en 3 círculos séptuples. Dicha iniciación aparece descrita en el libro“Dei Gloria Intacta”, escrito por Jan Van Rijckenborgh y editado por la Fundación Rosacruz.

Taumaturgia

  Taumaturgia (do grego θαύμα, thaûma, "milagre" ou "maravilha" e έργον, érgon, "trabalho") é a suposta capaci...