domingo, 3 de dezembro de 2017

Sofocracia

Sofocracia, o el gobierno de los sabios (originalmente llamado "aristocracia", "gobierno de los mejores"), es el sistema político defendido por Platón en "La República".

En este sistema, gobernarían los pertenecientes a una "clase de oro" formada por filósofos (en griego: "amantes de la sabiduría"), quienes tuviesen el saber necesario para decidir sobre el resto del pueblo, guiándolo "como un capitán gobierna a un barco", pues los sabios conocerían la realidad a diferencia de los poderosos en otros sistemas conocidos, basados en argumentos erróneos según Platón:

"En un barco no debería decidir el más fuerte, pues no por tal condición conocerá mejor el camino". Este es el caso de la Tiranía, una dictadura o <<Ley del más fuerte>>.
"En un barco no debería decidir el más rico, pues no por tal condición conocerá mejor el camino". Este es el caso de la Plutocracia.
"En un barco no debería decidir el más popular, ni las creencias populares, pues no por ser mayoría conocerán el camino". Este es el caso de la Democracia, sistema actual a nivel mundial. Las masas, por ignorantes y poco inteligentes, suelen ser incapaces de autogobernarse o de elegir supuestos "representantes" (ver oclocracia e ignorancia de la ciudadanía).
Por eso Platón sostiene que los tres sistemas anteriores son inútles, porque sus bases son ilógicas y no dan resultados empíricos.

"En un barco debería decidir los que conocieran el camino junto con los que conozcan métodos de navegación, por eso el conductor en un barco es el más sabio sobre el tema, el capitán".
Esta lógica es la misma que daría origen, renaciendo dos milenios más tarde, al Saint-Simonismo del siglo XIX y a la Tecnocracia del siglo XX.

Tecnocracia

El término tecnocracia significa literalmente «gobierno de los técnicos» y se deriva de los vocablos griegos τέχνη (tékhnē, «arte, técnica») y κράτος (krátos, «poder, dominio, gobierno»).

Diversos tecnócratas han identificado su postura con el uso del método científico para resolver los problemas de la política. En vez de basar sus decisiones en convicciones ideológicas, se favorece la acción orientada a resultados y basada en datos empíricos. El tecnócrata es (o se asocia con) un científico o ingeniero. El término tecnocracia fue originalmente utilizado para designar la aplicación del método científico a la resolución de problemas sociales, en contraposición a los enfoques económicos, políticos o filosóficos tradicionales.

Orígenes filosóficos: siglo XIX

Por regla general, se atribuye la primera expresión consciente de la ideología tecnocrática al filósofo y sociólogo francés Claude-Henri Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), que en su obra Réorganisation de la société européenne, de 1814, afirma:

Todas las ciencias, no importa de la rama que sean, no son más que una serie de problemas que solucionar, de cuestiones que examinar, y se diferencian entre ellas sólo por su naturaleza. De esta forma, el método que se aplica a alguna de ellas conviene a todas las demás por el mero hecho de que conviene a algunas [...]. Hasta el momento el método de las ciencias experimentales no ha sido aplicado a las cuestiones políticas: cada uno ha contribuido con sus propias formas de ver, de razonar, de evaluar, y la consecuencia es que todavía no hay exactitud de soluciones ni generalidad de resultados. Ahora ha llegado el momento de superar esta infancia de la ciencia.
Claude-Henry Rouvroy, conde de Saint-Simon

Saint-Simon es el primero que propone para el poder político a aquellos que, en su época, dirigen el proceso de transformación económica en Francia, los dirigentes industriales y los técnicos; augurando el reemplazo de la política por la ciencia de la producción, el «gobierno de los hombres» por «la administración de las cosas».

Por los mismos derroteros circula otro filósofo y sociólogo francés, Auguste Comte (1798-1857). Contemplando la sociedad industrial, científica y tecnológica como fruto de toda la historia universal, saca la conclusión de la necesidad de una dirección tecnológica y no política de la sociedad. La ideología tecnocrática se fundamenta en una concepción del radio de acción y del método de la ciencia, de las relaciones entre la ciencia y la técnica y del papel social de la técnica, según la cual es real solamente aquello que es cuantificable, comprobable empíricamente y manipulable. Por lo tanto, todo aspecto de la realidad, incluso de la realidad socio-política, es investigable con los instrumentos de las ciencias exactas. De esta manera, según la visión moderna de la indisoluble relación existente entre la investigación teórica (la ciencia) y el dominio sobre el objeto investigado (la técnica), es esta la que tendría una función de experimentación y de dirección social y política.

Tecnocracia práctica: años 1930

El término tecnocracia se impone a partir de los primeros años 1930 para indicar la progresiva expansión —alentada por parte de algunos, temida por otros— del poder de los técnicos de producción (químicos, físicos e ingenieros) basado en el supuesto de que quien está capacitado para gobernar el proceso industrial empresarial está capacitado para gobernar no solamente entre sectores productivos, sino también la sociedad industrial en su conjunto.

Los técnicos industriales son pronto reemplazados por la clase de los «directores», que debe su fortuna al debilitamiento de la función de la propiedad —ya sea en su faceta de titularidad, con la sociedad por acciones, ya sea en su faceta decisional—, característico de los grandes grupos industriales. Con la creciente intervención del Estado en la vida económica de los pueblos, con la planificación económica y con la integración entre industria y sistema de defensa durante los periodos bélicos, con la carrera armamentística durante la llamada Guerra Fría, el tecnócrata medio se abre a los más altos niveles de la burocracia estatal y de los aparatos industrial-militares, además de, evidentemente, a exponentes de renombre de las facultades universitarias científicas, tecnológicas y económicas, con un trasvase continuo de una realidad a otra, ejemplificado por la carrera de Robert S. McNamara, en primer lugar presidente de la Ford Motor Company, luego Secretario de Defensa de EE. UU. en la época de la guerra de Vietnam (1965-1975) y finalmente presidente del Banco Mundial.

El poder tecnocrático

Lo que caracteriza a la tecnocracia, a principios del siglo XXI, es la tendencia a suplantar el poder político en vez de apoyarle con su asesoramiento, asumiendo para sí la función decisional. Eliminando la división entre política como reino de los fines y técnica como reino de los medios, el tecnócrata abandona el terreno técnico-económico y de los medios de la acción social para meterse en el de los fines y en el de los valores, intentando que la decisión de tipo político y discrecional —con base en criterios prudenciales y morales— puede ser reemplazada por una decisión no discrecional, fruto de cálculos y previsiones de tipo científico, sobre la base de puros criterios de eficiencia.

«En la mentalidad tecnocrática —sintetiza Claudio Finzi— racionalidad y "verdad" están indisolublemente unidas, según un esquema reconocido casi universalmente en el pensamiento contemporáneo, en el que además la racionalidad está fundada sobre elementos meramente cuantitativos, postergando al mundo de lo irracional, y por lo tanto de lo lamentable por definición, todo aquello que no sea cuantificable. Es obvio que ya no habrá sitio para los juicios de valor, esto es, para los juicios que por su misma sustancia no pueden fundarse sobre elementos cuantitativos».

La ocupación de la esfera política trae consigo la demonización por incompetencia, por corrupción y por particularismos de los individuos que actúan tradicionalmente en ella; y también la afirmación de la plena suficiencia de la competencia para la gestión de los asuntos públicos, conforme a una concepción simplista de la sociedad como unidad productiva de la que, en un primer momento, hay que maximizar su expansión económica, o —en un segundo momento— integrar en un sistema económico mundial. Para tal fin hay que adaptar las estructuras institucionales (recuerde a todos aquellos que en Italia desean una Constitución reescrita teniendo como objetivo el mercado mundial) y administrativas.

De la desconfianza tecnocrática en la voluntad o en la capacidad de los individuos particulares o asociados de realizar un sistema económico más eficiente se deriva tanto la propensión a planificar la sociedad por medio de un sistema de control tecnoburocrático, como la expulsión de la vida social de todo principio que no sea cuantificable, la aversión hacia una concepción del bien común que no se reduzca a puro bienestar material.

Tecnocracia y mundialismo

Si las coordenadas culturales remotas de la ideología tecnocrática se remontan a la industrialización de los Estados nacionales europeos (sobre todo de Francia en el siglo XIX) su consumación de hecho se desarrolla y se afirma en la segunda mitad del siglo XX, cuando se realizan las condiciones para una proyección a escala mundial en su doble perspectiva de solución de los grandes problemas planetarios y de globalización de la economía.

Al principio de la década de los setenta (coincidiendo con la aparición del famoso informe realizado para el Club de Roma por el System Dinamics Group del MIT, el Massachusetts Institute of Technology, uno de los mayores laboratorios mundiales del pensamiento tecnocrático, que fue difundido en Europa en 1972 con el título Los límites del crecimiento) comienza a afirmarse la necesidad de planificar una detención del crecimiento demográfico y una reducción de los consumos para encarar la degradación del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales.

Esencia tecnocrática

Dicho esto, es necesario evitar identificar como tecnocrático lo que es propio de una época tremendamente marcada por la tecnología, así como tampoco pensar que todos los ambientes que manifiesten actitudes tecnocráticas participen de las mismas perspectivas ideológicas y operativas.

La esencia de la concepción tecnocrática, más allá de los ropajes con los que se presentó históricamente (debidos principalmente a lo que, en cada momento, desde la máquina a vapor hasta los mecanismos de las finanzas, era estimado como el mayor factor de desarrollo), consiste en la pretensión de amputar de la realidad todo aquello que no sea cuantificable y manipulable, y por lo tanto de desviar de la vida de los hombres todo aquello que guarde referencia con principios o imágenes de un orden trascendente.

Uso del término

Algunos usos de la palabra tecnocracia se refieren a una forma de meritocracia, un sistema en el que la "mayoría cualificada" y los que deciden la validez de las cualificaciones son las mismas personas. Otras aplicaciones han sido descritas como no ser un grupo oligárquico humano de los controladores, sino más bien la administración por la ciencia-disciplina específica, aparentemente sin la influencia de grupos de interés especial. La palabra tecnocracia también se ha utilizado para indicar cualquier tipo de gestión o administración por expertos especializados ('tecnócratas') en cualquier campo, no sólo la ciencia física, y el adjetivo 'tecnocrática' se ha utilizado para describir a los gobiernos que incluyan profesionales no electos a nivel ministerial.

Burocracia

La burocracia es la organización o estructura que es caracterizada por procedimientos centralizados y descentralizados, división de responsabilidades, especialización del trabajo, jerarquía y relaciones impersonales.

El término es utilizado en la sociología, en la ciencia administrativa y, especialmente, en la de administración pública. Podría definirse como un conjunto de técnicas o metodologías dispuestas para aprender o racionalizar la realidad exterior (a la que pretende controlar el poder central) a fin de conocerla y llamarla de forma estandarizada o uniforme. Un claro ejemplo de esta característica de las burocracias, particularmente de las de gobierno, es la contratación y asignación o remoción de personal, es decir, funcionarios, de acuerdo a criterios explícitos y relevante al desempeño de funciones.

En la base de todo aparato burocrático hay algún tipo de disciplina. Por tal razón, la burocracia sirve como articulación de la simplificación. Se podría argumentar que por la burocracia es posible la división de trabajo promovida por el poder central, que a su vez busca dominar a los funcionarios.

Ejemplos prácticos

Entre los ejemplos de las burocracias cotidianas se pueden contar las de hospitales, tribunales, iglesias, escuela, ejército y las empresas, tanto públicas como privadas. Por ejemplo, en un hospital corresponde al director o supervisor tomar decisiones acerca de la distribución general de recursos entre los departamentos. A cada médico, o enfermero jefe de departamento corresponden las decisiones acerca de cómo organizar los recursos que le han sido designados por el director o supervisor en relación a la atención que su departamento ofrece al público (horas y tipos de atención de médicos, enfermeras...— y uso de materiales —camas, quirófanos...—). A cada doctor o enfermera y jefe dentro de esos departamentos corresponden las decisiones acerca de atención a los pacientes que asistan, con los recursos disponibles en su departamento tal y como han sido organizados por el enfermero jefe del departamento, etc. Esos funcionarios (doctores, enfermeras, etc.) son contratados y promovidos o despedidos en relación a sus capacitación técnica y funcionamiento en relación a sus tareas, y no porque sean simpáticos, amigos o parientes del director o descendientes de alguna familia especial. Por ejemplo, tanto un médico como una enfermera jefe acceden a sus cargos en relación a los cursos de especialización que hayan atendido y concluido exitosamente como en relación a su experiencia.

La burocracia ha formado incluso parte de la administración de la justicia por pura necesidad ya que como cualquier otra actividad acometida por el Estado se ha visto sometida a la complejización cualitativa y cuantitativa de las tareas a su cargo. La única forma de afrontar la complejidad es analizándola y fraccionándolas en diversas materias y aplicando la fuerza de los funcionarios a estas materias limitadas, a fin de lograr su dominio.​ En la época moderna la burocracia asume su rol e importancia no solo en el desarrollo de las funciones del Estado, sino también en las corporaciones y grandes empresas, capitalistas o no, debido al desarrollo y especialización del trabajo que han experimentado estas; se suele denominar a este tipo de burocracia en las empresas privadas «burocracia corporativa», término que generalmente se entiende como refiriéndose al conjunto de los empleados de mayor jerarquía y especialistas en áreas como marketing, publicidad, ventas, departamentos legales, administración, relaciones públicas, etc. que -se alega- detentan algún tipo de monopolio en ciertos conocimientos. Este sector de servicios, es además uno de los segmentos de la sociedad de mayor crecimiento en poder económico y de decisión en muchos de los países del Primer Mundo. (ver gerente y tecnoestructura). La burocracia se puede ver incluso en el aspecto ecológico ya que la destrucción ambiental ha sido simplificada a dos áreas: la pobreza y la riqueza.

Definiciones

El término viene del francés "bureaucratie", y este de bureau, oficina, escritorio, y -cratie, -cracia: gobierno.

"El gobierno de las normas y organización explícitas"
En un sentido original, que se traslada al uso común, burocracia se asocia a ineficiencia, pereza y derroche de medios. Generalmente se percibe, en la imaginación popular, como un ente que existe únicamente para sí mismo y que sólo logra resultados que acaban ampliando las dimensiones de la burocracia. Así, comúnmente se usa de manera peyorativa.
No obstante, de acuerdo al análisis sociológico de Max Weber, el sistema tiene connotaciones más positivas, en que es una forma de organización y administración más racional que las alternativas, que se caracterizan como sistemas basados en aproximaciones "carismáticas" o "tradicionales". Weber definió a la burocracia como una forma de organización que realza la precisión, la velocidad, la claridad, la regularidad, la exactitud y la eficiencia conseguida a través de la división prefijada de las tareas, de la supervisión jerárquica, y de detalladas reglas y regulaciones. La burocracia en sí es un tipo de gobierno. Weber reconoce que las burocracias pueden causar problemas de "papeleo", muchos trabajos burocráticos pueden resultar tediosos, ofreciendo pocas oportunidades para el ejercicio de las capacidades creativas.
La autoridad de los funcionarios y la rutina burocrática son los precios que se deben pagar por la eficacia de las técnica de la organizaciones burocráticas.

Origen y evolución del término

La palabra fue introducida al vocabulario político-económico —con una connotación negativa— por Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, quien escribió —con anterioridad a la Revolución francesa y en relación a las políticas practicadas por la monarquía absoluta—: "Tenemos una enfermedad en Francia que seriamente intenta obstaculizar nuestros esfuerzos; esta enfermedad es llamada buromania". En otras ocasiones se refiere a "la burocracia" como forma de gobierno.

En una carta —fechada el 15 de julio de 1765— un enciclopedista alemán, el barón Von Grimm, escribe: "El verdadero espíritu de las leyes en Francia es el de aquella burocracia de la cual el fallecido Sr. De Gournay se quejaba tanto; aquí las oficinas, los funcionarios, secretarios, inspectores e intendentes no son nombrados en sus puestos para beneficiar el interés público, en realidad parecería que el interés público ha sido instaurado para que las oficinas puedan existir"

Las responsabilidades y autoridad de cada funcionario son parte de una jerarquía de autoridad, con derechos y deberes apropiados de supervisión y apelación.
Los funcionarios no son propietarios de los recursos que utilizan en el desempeño de sus funciones, pero son responsables por el uso de tales recursos.
Los ingresos en relación al desempeño de las funciones están estrictamente separado de cualquier otro. Igualmente en relación al trabajo.
Las posiciones y/o funciones no pertenecen ni pueden ser apropiadas por los funcionarios (es decir, no se pueden heredar, transferir, etc., por decisión del funcionario).
Las funciones se desempeñan —y se llega a decisiones— sobre la base de documentos escritos.
Adicionalmente, existen los siguientes considerandos en relación a los funcionarios:

Cada funcionario es contratado, nombrado o elegido sobre la base de su conducta.
Cada funcionario ejerce la autoridad que le ha sido delegada de acuerdo a reglas generales e impersonales. Su lealtad es al correcto desempeño de sus funciones.
La contratación, elección y/o posición de cada funcionario depende de sus calificaciones relevantes o técnicas.
El trabajo del funcionario es exclusivo. El funcionario no puede tener otro trabajo o responsabilidad que el desempeño de sus funciones.
El funcionario es compensado o premiado con un salario regular y la posibilidad de progreso en su carrera, progreso que depende primariamente de su esfuerzo y dedicación al desempeño de sus funciones.
El funcionario debe ejercer su buen juicio y habilidades, pero su deber es ejercerlas en el servicio de la autoridad superior (incluyendo, especialmente en el caso de altos funcionarios, la autoridad de la ley). Últimamente, el funcionario es responsable por el desempeño imparcial de sus funciones tal como están establecidas ya sea en la ley o regulaciones relevantes y debe sacrificar sus opiniones personales —o renunciar a su cargo— si es que ese deber le llega a ser contrario.

Percepciones de la burocracia

Como hemos visto, y a pesar de la efectividad y ventajas administrativas que el sistema ha conferido históricamente a los estados, la reacción frente a su aplicación o extensión no ha sido universalmente aprobatoria. Muchos, siguiendo a De Gournay (quien en este sentido se puede ver como antecediendo al Liberalismo clásico) lo consideraban como esencialmente negativo.

Sin embargo, autores como Adam Smith y John Stuart Mill sobrepasaron esas visiones tempranas, buscando proporcionar un fondo teórico a la asignación racional de los recursos, a la producción, y a la fijación de precios, teorías muchas veces basadas en la organización burocrática de las actividades económicas y las empresas.

Quizás los primeros que intentaron realizar un examen académico general del fenómeno y sus consecuencias fueron Karl Marx y Friedrich Engels, para quienes la burocracia se origina y desarrolla a partir de cuatro fuentes: la religión, el Estado, el comercio y la tecnología.

En general, para esos pensadores la burocracia también tiene un rol negativo (por ejemplo, Marx escribe: "En realidad, la burocracia como la organización civil del Estado se opone al Estado Social de los civiles" (es difícil traducir el juego de palabras en el original alemán) ver op cit "Nota a Párrafo 297"). Marx también describe a la burocracia como "la república petrificada". Sin embargo, introducen una diferencia interesante: la burocracia como instrumento del Estado y la burocracia como instrumento de la sociedad civil (que tanto Marx como Engels conceptualizan —en las "corporaciones" o guildas y gremios— como la sociedad burguesa).

Así pues, Marx sugiere la burocracia como uno de los elementos que han posibilitado, en este caso, la emergencia de las instituciones políticas de la sociedad burguesa (a través del desarrollo de las corporaciones) y, más en general, la posibilidad que la burocracia sea un instrumento no estatal sino uno al servicio de los actores de la producción y la "sociedad civil" en general. En la concepción marxista la burocracia no contribuye a la creación de riqueza, pero gobierna (controla y organiza) tal producción apropiándose de una porción de ella a través de leyes (impuestos, licencias, tributos, etc.). Es entonces, un costo social (o costo a los productores) pero es un costo que puede ser aceptable, en la medida que hace posible mantener el orden social y posibilita la expansión del producto común. El problema en relación a la burocracia es entonces, desde este punto de vista, no tanto si la burocracia puede tener un papel legítimo en la sociedad, sino cuál es el costo de ese papel, particularmente dado que las clases sociales (propietarios de los factores de producción: proletariado, capitalistas, terratenientes, etc.) están constantemente en disputa sobre la distribución del producto del proceso de producción (ver, por ejemplo, «Explotación social»). Se ha sugerido que Marx no profundizó el estudio en relación al papel general de la burocracia, especialmente acerca de la posibilidad que desplace del poder a las clases productoras propiamente tales.

Sin embargo, y con posterioridad (1851), Auguste Comte propone una sugerencia precisamente en ese sentido (en su "Système de Politique Positive", ver dirigismo ) asignando al gobierno el rol de conducir la acción individual al objetivo común. Para Comte ese gobierno -se alega- seria necesariamente autoritario, en que la acción de ese Estado se basa en el descubrimiento y aplicación de "leyes naturales" por los administradores científico-técnicos. Para Comte los "sabios positivistas" tienen el papel principal de educar en un proceso que "dará a cada uno el conocimiento necesario para comprender su lugar, su papel como "órgano de la humanidad"" a través de un sistema que debe ser "preciso tanto acerca de los programas como acerca de los "cuadros institucionales"; tendiendo a limitar absolutamente la intervención de la individualidad... (implementando de manera rutinaria) la investigación administrativa, centralización uniformisante, reasignacion regular del personal a fin de evitar relaciones personales, cursos de contenido preciso y programas estrictos, todo es planificado y anunciado por adelantado.​ Ese desplazamiento de dirección política por una elite técnico-burocráticas llegó a ser, para algunos (ver, por ejemplo, «Trotsky»), de mayor importancia en tentativas posteriores de implementar la concepción marxista. (ver «Capitalismo de Estado»). Más generalmente, la propuesta de Comte se percibe como estando en las bases de los sistemas de administración en Europa continental en la segunda mitad del siglo XIX.

Max Weber introdujo, de acuerdo a muchos, el concepto al vocabulario académico moderno, basándose en el estudio de los sistemas de administración pública europeos continentales de su época. Para Weber la burocracia tiene una connotación positiva, en que es un sistema más racional que las alternativas anteriores, sistemas de administración que basan la autoridad en las tradiciones o el carisma.

De acuerdo a Weber, la burocracia es un sistema de gobierno o control legal (en tanto que está sometido a reglas explícitas y generales). Es impersonal (es decir, la autoridad va a quien tiene la capacidad de ejecutar ciertas funciones, determinado por criterios establecidos en relación al desempeño de la tarea y no en función de personas determinadas ya sea por tradición o carisma; ver también «Meritocracia»), eficiente, eficaz y perdurable (en la medida que distribuye y coloca funciones y poderes a los niveles adecuados de manera racional) y tiende a disminuir las desigualdades sociales (en la medida que por un lado distribuye autoridad y por el otro el acceso a esa autoridad y sus posibles privilegios no se transmiten de generación a generación).

Sin embargo, Weber también enfatizó que la burocracia puede anquilosarse, dado que quienes tienen poder buscan preservarlo; y/o a carecer de flexibilidad, por ejemplo, cuando confronta casos individuales o especiales.

Críticas

El propio Max Weber percibió que realmente no puede existir un tipo de organización ideal. Por tanto, la burocracia real será menos óptima y efectiva que su modelo ideal. Según Weber, puede degenerar de las siguientes maneras:

La jerarquía vertical de autoridad puede no ser lo suficientemente explícita o delineada, causando confusión y conflictos de competencia.
Las competencias pueden ser poco claras y usadas contrariamente al espíritu de las reglas; en ocasiones el procedimiento en sí mismo puede considerarse más importante que la decisión o, en general, sus efectos.
Nepotismo, corrupción, enfrentamientos políticos y otras degeneraciones pueden contrarrestar la regla de impersonalidad, pudiéndose crear un sistema de contratación y promoción no basado en méritos.
Los funcionarios pueden eludir responsabilidades.
La distribución de funciones puede ser inefectiva, produciendo excesiva actividad regulatoria, duplicación de esfuerzos y, en general, ineficiencia.
Incluso una burocracia no degenerada puede verse afectada por ciertos problemas:

Sobreespecialización.

Rigidez e inercia en los procesos, tomando decisiones con lentitud o siendo imposible aplicarlas al presentarse casos inusuales, e igualmente retrasando los cambios, evolución y adaptación de viejos procesos a nuevas circunstancias;
Suposición de que el sistema es siempre perfecto y correcto por definición, provocando que su organización sea poco proclive al cambio y a la autocrítica;
Poca estima por las opiniones disidentes;
Creación de más y más reglas y procesos, creciendo su complejidad y disminuyendo su coordinación, facilitando la creación de reglas contradictorias.
En la concepción del marxista León Trotsky, el régimen de la antigua URSS tras el triunfo de Stalin correspondía al dominio político de una casta privilegiada, la burocracia.

Según algunos sociólogos modernos como el francés Michel Croizier:

La impersonalidad del empleado para aplicar la regla sin excepción de personas retira cualquier sistema de flexibilidad, la multiplicación de las reglas de control previene cualquier iniciativa y juega contra la innovación y la departamentalización conduce a la renuncia de los grupos a sus metas a expensas de los de la organización y evita cualquier forma de adaptación.

En ejemplos extremos la burocracia puede dirigir al trato de los seres humanos como objetos impersonales. Este proceso ha sido criticado por numerosos filósofos y escritores (Aldous Huxley, George Orwell y Hannah Arendt) y satirizado en el tebeo Dilbert. Mafalda, un personaje de historieta creado por Quino, le puso Burocracia como nombre a su tortuga.

Cleptocracia

Cleptocracia (del griego clepto, 'robo'; y cracia, 'fuerza' = dominio de los ladrones) es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.

Es un término de reciente acuñación, y se suele usar despectivamente para decir que un gobierno es corrupto y ladrón.

Características

En una cleptocracia, los mecanismos del gobierno del estado se dedican casi enteramente a gravar los recursos y a la población del país, por medio de impuestos —no retribuibles a ellos— desvíos de fondos, etc. Los dirigentes del sistema amasan grandes fortunas personales, en especial el presidente o el mayor cargo de jefe de estado, junto a los más allegados como los ministros, gobernadores, alcaldes y asesores personales. El dinero es lavado o se desvía a cuentas bancarias secretas, por lo general en paraísos fiscales, como encubrimiento del peculado o robo.

Las economías de los regímenes cleptocráticos tienden a decaer constantemente, pues la corrupción sistemática engendrada por el gobierno significa que la economía está subordinada a los intereses de los cleptócratas. Además, las economías basadas en la extracción de materias primas (ejemplo, los minerales y el petróleo) pueden ser particularmente propensas a ser cleptócratas.

Históricamente, el ambiente sociopolítico asociado al sistema colonial —la dominación de países colonizados, en donde sus economías son muy vulnerables al depender por un número pequeño de materias primas— ha sido particularmente proclive a la creación de las últimas cleptocracias: África y América Latina son las regiones más propensas.

Algunos analistas utilizan el término 'cleptocracia' para desacreditar los procesos políticos que permiten que las grandes corporaciones sean influyente en la política. Ralph Nader llamó a Estados Unidos una cleptocracia, en ese sentido de la palabra, durante la campaña presidencial del año 2000 de ese país. De todas formas, un término más exacto para esta influencia sobre un estado es la plutocracia.

Cleptócratas

Ranking de Transparencia Internacional

Según un índice realizado retrospectivamente desde 2004 por Transparencia Internacional, los diez mayores líderes cleptócratas internacionales eran los siguientes:

Expresidente indonesio Suharto ($ 15.000 millones - $ 35.000 millones entre 1967 y 1998)
Expresidente filipino Ferdinand Marcos ($ 5.000 millones - $10.000 millones entre 1972 y 1986)
Expresidente zaireño Mobutu Sese Seko ($ 5.000 millones entre 1965 y 1997)
Expresidente nigeriano Sani Abacha ($ 2.000 millones - $ 5.000 millones entre 1993 y 1998)
Expresidente yugoslavo Slobodan Milošević ($ 1.000 millones entre 1989 y 2000)
Expresidente haitiano Jean-Claude Duvalier ($ 300 millones - $ 800 millones entre 1971 y 1986)
Expresidente peruano Alberto Fujimori ($ 600 millones entre 1990 y 2000)
Exprimer ministro ucraniano Pavlo Lazarenko ($ 114 millones - $ 200 millones entre 1996 y 1997)
Expresidente nicaragüense Arnoldo Alemán ($ 100 millones entre 1997 y 2002)
Expresidente filipino Joseph Estrada ($ 78 millones - $ 80 millones entre 1998 y 2001)
Es de hacer notar que la ideología (o supuesta ideología) tiene poco que ver para ser cleptócrata; así, se puede calificar como cleptócratas a socialdemócratas, como Milosevic, o capitalistas, como Suharto.

Oclocracia

Oclocracia o gobierno de la muchedumbre (del griego ὀχλοκρατία okhlokratía, latín ochlocratia) es una de las formas de degeneración de la democracia, del mismo modo que la monarquía puede degenerar en tiranía o la aristocracia degenera en oligarquía. A veces se confunde con la tiranía de la mayoría dado que ambos términos están íntimamente relacionados.

El término fue acuñado por Polibio, historiador griego, en su obra Historias (VI, 3, 5-12; 4, 1-11) escrita en torno al año 200 a. C. Polibio desarrolló su propia teoría de la anaciclosis basándose en las tres formas de gobierno aristotélicas y sus correspondientes formas impuras, sustituyendo la demagogia, como forma degenerada de la democracia, por el nuevo concepto de oclocracia.

Mientras que, etimológicamente, la democracia es el gobierno del pueblo que con la voluntad general legítima al poder estatal, la oclocracia es el gobierno de la muchedumbre,4​ es decir," la muchedumbre, masa o gentío es un agente de producción biopolítica que a la hora de abordar asuntos políticos presenta una voluntad viciada, evicciosa, confusa, injuiciosa o irracional, por lo que carece de capacidad de autogobierno y por ende no conserva los requisitos necesarios para ser considerada como «pueblo»"

Definiciones

Polibio llamó "oclocracia" al fruto de la acción demagógica: "Cuando esta [la democracia], a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia" (Historias, VI, 4). Según su teoría de la anaciclosis —teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos (a la que alude Maquiavelo)— la oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder. Polibio describe un ciclo de seis fases que hace volcar la monarquía en la tiranía, a la que sigue la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego de nuevo la democracia piensa remediar la oligarquía, pero zozobra, ya en la sexta fase, configurándose como oclocracia, donde no queda más que a esperar al hombre providencial que los reconduzca a la monarquía.

Según El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, se define oclocracia como la degeneración de la democracia. El origen de esta degeneración es una desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto como comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta, en última instancia, de una "voluntad de todos" o "voluntad de la mayoría", pero no de una voluntad general.

Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su Vindiciae Gallicae la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo.

No hay que confundir el concepto de «muchedumbre» con la noción de «multitud» promovida fundamentalmente por Baruch Spinoza, que durante la Edad Media se diferenció de la distinción de «pueblo» y «muchedumbre» promovida por Thomas Hobbes e imperante hasta nuestros días. La diferencia básica es que bajo la distinción de Hobbes el conjunto de ciudadanos quede simplificado en una unidad como cuerpo único con voluntad única (ya sea una mera muchedumbre que reúna los requisitos necesarios para ser considerada como pueblo), mientras que el concepto de multitud rehúsa de esa unidad conservando su naturaleza múltiple.

Desarrollo material

Es común que dicha situación pueda estar promovida por la influencia de intereses. Ilustres pensadores como Aristóteles, Pericles, Giovanni Sartori, Juvenal, Shakespeare, Lope de Vega, Ortega y Gasset o Tocqueville han advertido de un permanente peligro para la democracia popular: el interés de los oclócratas que ejercen el poder para hacerla degenerar en oclocracia con el objetivo de mantener dicho poder de forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.

En el desarrollo de esta política, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses del país, dirigiéndose el objetivo de la conquista al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; etc. para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación.

Así se mantiene un dominio sobre masas en movimiento que hacen valer sus propias instancias inmediatas e incontroladas creando la ilusión de que se impone un legítimo poder político constituido sobre la voluntad popular. Sin embargo, tal y como asegura Rousseau en El Contrato Social falta la piedra angular, es decir, la voluntad general de unos ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer su poder de legitimación de forma plena. De esta forma, en la oclocracia la legitimidad que otorga el pueblo está corrupta, pasando el poder del campo de los políticos al campo de los demagogos.

Filosofía política

En filosofía política, este concepto puede designar un límite que permite pensar en la democracia. Las cuestiones que le hacen referencia suelen centrarse en tres puntos clave:

¿La democracia está absolutamente exenta del oclos, o bien el oclos es la manifestación extrema de una de las dimensiones, inevitable, de la democracia? Cuando huelgas o manifestaciones (movimientos legítimos del pueblo al no ser escuchados por la clase dirigente..)hacen volver un gobierno democrático sobre una de sus decisiones, algunos acusan a la muchedumbre (oclos¿es legitimo llamar "muchedumbre"cuando es culta o consciente de las circunstancias?), otros ven allí un progreso democrático (demos). Según la postura, una negativa hacia una decisión parlamentaria puede ser tomada como una tiranía de la mayoría sobre el Parlamento, la victoria de la violencia, el gobierno del motín y el desprecio del sufragio universal (oclos) o puede ser tomada como que el pueblo se expresó sobre una ley con respecto a la cual no ha sido consultado, y manifiesta así su soberanía popular (demos). Es pues difícil de decidir objetivamente, para acontecimientos determinados, en qué dimensión nos encontramos.
¿Cómo preservar la democracia de la oclocracia? Un fortalecimiento del poder político, por ejemplo del gobierno, pone un cierto límite a la oclocracia; ¿Pero en qué medida no se aparta también de la democracia que el poder político pueda imponerse a cualquier decisión de la población? ¿Cuáles son los límites de este fortalecimiento de la autoridad? Podría considerarse un principio fundamental de la democracia tener un poder capaz de resistir a la muchedumbre; pero la cuestión es saber en cuales límites esto es posible sin pasar a una forma de tiranía mediante una alienación de la soberanía popular y un desprecio del gobierno con respecto al pueblo.
¿Cómo se pasa de la democracia a la oclocracia? Según Rousseau, la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede ante las voluntades particulares, por ejemplo por artimañas de asociaciones parciales (El Contrato Social, II, 3). Pero en la práctica, es a menudo difícil de determinar cuando se pasa de una voluntad a otra. Actualmente se pueden encontrar afirmaciones, la mayoría motivadas por hechos concretos, (p.ej. Los Cuatro Reyes de la Baraja de Francisco Herrera Luque), de que algunos de los estados democráticos existentes no son más que oclocracias tras espejismos de democracia.

Demarquía

Demarquía o estococracia (en francés: tirage au sort (o suffrage par le sort, élection par le sort); en inglés: sortition, allotment o bien demarchy, (término acuñado por el filósofo australiano John Burnheim); en alemán: Demarchie, nombre empleado por Peter Dienel y Burkhard Wehner entre otros), es un sistema político de gobierno, en el cual el Estado es gobernado por ciudadanos elegidos aleatoriamente. Se trata de una democracia realizada por sorteo, suprimiendo las elecciones y los partidos políticos pero capacitando a todo el pueblo para que cualquier ciudadano esté en condiciones de ser útilmente elegido.

Estos individuos o grupos, que formarían todos los cuerpos no técnicos (es decir, los que no exigen formación profesional especializada) del gobierno en los Poderes Ejecutivo y Legislativo, y que en el sistema de Burnheim se llaman "jurados políticos" (policy juries), "jurados de ciudadanos" (citizens' juries) o "Conferencias de consenso" (Consensus Conferences), decidirían -cuando se desempeñan individualmente (por ejemplo, la persona sorteada para presidente de la nación, gobernador de provincia o intendente de municipio)- o bien deliberarían -cuando se desempeñan colectivamente (formando legislaturas, por ejemplo, en cuyo caso operarían del mismo modo que los jurados alcanzan veredictos en los casos penales)- a fin de decidir para legislar emitiendo decretos o aprobando leyes. Sea individual o colectivamente, esos representantes del pueblo tomarían todas las decisiones sobre políticas públicas.

El Poder Judicial del Estado (los jueces), que es considerado una carrera especializada de los magistrados, suele verse excluido del sorteo para cubrir los cargos.

La demarquía, democracia estocástica o estococracia intenta superar algunos de los problemas funcionales de la democracias representativas convencionales, que en la práctica han estado sujetas a la manipulación por parte de intereses especiales y que plantean una división entre políticos profesionales (incluyendo en esta categoría a quienes forman parte de los grupos de interés o lobbies) y un electorado básicamente pasivo, descomprometido, no muy implicado y a menudo desinformado. La idea viene de la antigua Grecia y ha sido renovada ante la influencia, a veces abrumadora sobre las elecciones, cobrada por los medios de comunicación, por la corrupción económica, y por la formación espontánea de una "clase" política y de partidos políticos cuyo presupuesto aprueban los mismos políticos electos. Según Burnheim, la elección aleatoria de los decisores de las políticas haría más fácil al común de los ciudadanos el participar de modo significativo y dificultaría, a quienes tienen intereses especiales, el corromper el proceso.

Los problemas funcionales que procura remediar la estococracia

Einstein advirtió sobre esta corrupción estructural, o propia del sistema de partidos políticos:

"los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Encima, bajo las condiciones actuales, los capitalistas privados inevitablemente controlan directa o indirectamente las fuentes de información principales (prensa, radio, educación). Resulta pues muy difícil para un ciudadano particular, y en la mayoría de los casos le es en realidad imposible, alcanzar conclusiones objetivas y efectuar algún uso inteligente de sus derechos políticos" - Albert Einstein en "¿Por qué el socialismo?" 


En particular, estudiosos como el sociólogo y economista Vilfredo Pareto señalaron que en la época moderna la coerción social y el poder político se ejercen cada vez más a través de la "mediación ideológica", que incluye el control de la educación institucional y el control de las opiniones por parte de los medios de comunicación. La demarquía o estococracia, al elegir a los gobernantes por sorteo de su número de documento con posterior deselección de los legalmente incapaces, aseguraría la representatividad de todos los grupos, etnías y parcialidades.

Por ejemplo, como hace veinticuatro siglos lo señalaba el pensador y político ateniense Isócrates (436–338 a. C.), si en un momento dado uno de estos grupos forma el uno por ciento de la población, la estococracia o demarquía asegura que ese grupo sea representado por el uno por ciento de los gobernantes, no por otro número mucho mayor o mucho menor. Así lo garantiza la matemática de las muestras estadísticas. Y si diversos intereses promoviesen la deseducación y la incultura para expoliar y controlar mejor a los gobernados, la estococracia por el contrario exigiría mejorar la calidad de los gobernantes mejorando la preparación general de la población y difundiendo cultura entre todos, con lo cual se generaría un cambio social positivo aunque la mayoría de los ciudadanos no llegare jamás a gobernar.

Además, la estococracia procura eliminar todo el sistema de partidos políticos, así como los gastos eleccionarios y los compromisos de los gobernantes con quienes hubieran aportado mucho dinero para sus campañas electorales. Estas se suprimirían. La estococracia se dirige también a eliminar los privilegios, a veces sumamente generosos, que se autoconcede la denominada "clase política"; y a limitar la influencia de políticos individuales durante largos períodos (décadas), permitiendo tan larga duración sólo para los cargos técnicos.

Finalmente, en una estococracia nadie puede predecir exactamente cuál será la composición del gobierno siguiente, de modo que cada entidad política (región, nación, provincia, municipalidad, consorcio) debe establecer los líneamientos generales de las políticas públicas que se imponen a sus miembros, el logro de cuyos objetivos se confía a la serie de gobiernos por venir. Por eso, en caso de infringir las normas algún gobernante estococrático, este sistema político prevé enjuiciar efectivamente a los funcionarios individuales - sin que un partido político, al que el mismo perteneciera, lo defienda obrando como grupo de presión sobre los jueces. Dicho en otras palabras, procura evitar la impunidad política por delitos cometidos durante la gestión de los gobernantes.

Sinopsis histórica

La democracia ateniense tenía elementos similares a los de la estococracia o demarquía, ya que la mayor parte de los cargos eran elegidos por sorteo. Algunos empleos limitados de la estococracia aparecieron en la antigua Roma, en algunos segmentos reducidos del gobierno de la Iglesia, en las repúblicas italianas de Florencia y de Venecia, así como en Aragón, Castilla y León en España, y en Suiza. Montesquieu la defiende en el Capítulo 2 de El Espíritu de las Leyes, publicado en 1748, destacando que «Le suffrage par le sort est de la nature de la démocratie; le suffrage par choix est de celle de l’aristocratie.» ("El sufragio por sorteo es de la naturaleza de la democracia, mientras que el sufragio por elección es de la naturaleza de la aristocracia"). A su vez Jean-Jacques Rousseau, en el Capítulo 2 de El Contrato Social, titulado "Des Élections" ("De las elecciones"), publicado en 1762, considera dos maneras posibles de elegir: la opción y el sorteo. Razona sobre la base de que el pueblo, en democracia, desempeña dos funciones: es a la vez soberano (poder legislativo) y gobierno (poder ejecutivo); para desempeñarlas, no debería permitir distraerse de la persecución del bien común ("vues générales") atendiendo su interés particular ("vues particulières") y llevar estas al mínimo, lo que precisamente es permitido por la democracia por sorteo, o estococracia.

Afirma allí Rousseau: «La loi seule peut imposer cette charge [la magistrature] à celui sur qui le sort tombera. Car alors la condition étant égale pour tous, et le choix ne dépendant d'aucune volonté humaine, il n'y a point d'application particulière qui altère l'universalité de la loi.» ("Sólo la ley puede imponer esta carga obligatoria [la magistratura, es decir el trabajo de ser gobernante] a aquel sobre el cual caiga la suerte. Ya que entonces la condición será igual para todos, y la elección no dependerá de ninguna voluntad humana, de modo que no existe ninguna aplicación [desviatoria] particular que altere la universalidad de la ley").

Además, también para Rousseau la elección ("les suffrages") se adapta mejor al régimen aristocrático, que fomenta el uso de las influencias de poder y cabildeos ocultos, y se basa en ellos. Para Rousseau, pues, el sufragio o elección por medio de votos a partidos políticos es un engaño para dominar, originado por la aristocracia, y no podría ser democrático debido a los problemas funcionales que impone al pueblo obstaculizando su propia mejora y el acceso de personas buenas ("bons citoyens") al poder [ver sección anterior].

También el matemático y estudioso de la aritmética política, Nicolas de Condorcet (1743-1794) y el gobierno de la Revolución Francesa analizaron cuidadosamente la democracia por sorteo.

En la praxis política moderna, se han realizado ensayos estococráticos en la ciudad china de Zeguo (2009), en la Columbia Británica (una provincia del Canadá, siendo la estococracia allí promovida por el grupo denominado "Citizens’ Assembly on Electoral Reform"), en Nueva Gales del Sur (un Estado de Australia, donde la promueve el "Institute of Sustainable Futures" o ISF en Sídney), en algunas iniciativas limitadas del Parlamento (Legislatura) de Islandia (2010) y en varios "Geschworenenjurys" de Alemania.

La estococracia o demarquía fue analizada primariamente por Juan Jacobo Rousseau y pensadores del Iluminismo. La obra de Burnheim puede considerarse parte de una corriente crecientemente relevante en el mundo anglosajón (ver http://equalitybylot.wordpress.com/) que propugna combinaciones de las instituciones actuales con aplicaciones democráticas del sorteo. Entre los autores más relevantes de esta corriente anglosajona puede citarse también a Ernest Callenbach, A. Barnett y Peter Carty, Barbara Goodwin o, en el ámbito francés, Yves Sintomer. Los autores consagrados que han dedicado más espacio a este tipo de propuestas son Robert A. Dahl y Benjamin Barber. En el mundo hispanohablante la idea es anterior, si bien autores como el científico Mario Crocco, que elige emplear el término estococracia con el cual se conoce al sistema en la Argentina, y Juan Ramón Capella han plantado la posibilidad de acudir al sorteo como herramienta democratizadora * CANCIO, JORGE (2009). «Invitación a un debate: el sorteo y las cámaras sorteadas como mejoras institucionales a la democracia». Mientras Tanto (112). (disponible en http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1561003).

La exclusión política de los administradores públicos tiene raíces añosas y paralelas. En la antigua Grecia, la democracia se construyó contra la figura del experto de gobierno y, por tal motivo, instauráronse repúblicas en que casi todos los más grandes servidores del Estado eran esclavos. El instrumento de la ciudad (pólis) para poner fuera de la política una serie de conocimientos especializados, cuyo dominio no debía legitimar la adquisición de ningún poder político, era confiar a esclavos las funciones públicas que requieren conocimientos especializados respecto a los cuales los ciudadanos se hallaban a menudo indigentes. De tal condición -esclavos todos, aunque disfrutaran de una situación de privilegio- fueron los principales funcionarios de las democracias griegas por sorteo a cargo de los archivos, la policía y la verificación de la moneda. Los mismos constituían el equivalente a alguna nación moderna en que el Director del Banco Central, el Jefe de la Policía y el de los Archivos Nacionales fuesen propiedad colectiva del pueblo. La razón de este estado de cosas reside en que la estococracia, tal como fue concebida por los griegos, significaba primordialmente que todos los poderes políticos están en manos de los ciudadanos. Invisibilizando políticamente a quienes estaban a cargo de su administración, la ciudad conjuró la aparición de un estado dentro del Estado que pudiese constituirse en organismo autónomo y, eventualmente, volverse contra ella, preocupación que determinó que la democracia se haya construido originalmente contra la figura del experto de gobierno. Herencia de esto es el carácter no político de la administración y de la magistratura, así como la historia de sus resistencias al mismo.

La palabra estococracia deriva del griego στόχος (stokhos, "objetivo", "diana" o "blanco" de tiro) donde la forma producida por las distribución de muchas flechas más o menos cercanas al centro del blanco, con su distribución normal, representa lo que es estocástico o aleatorio pero a la vez voluntariamente intencionado o direccionado.

Un ejemplo práctico de democracia por sorteo o estococracia

Sea una nación federal, dividida en veinte provincias y estas en departamentos o partidos municipales. Supongamos que su población total es de cuarenta millones de habitantes, y que los elegibles para desempeñar cargos de gobierno (de las edades fijadas por ley, legalmente capaces, sin impedimentos derivados de antecedentes penales, etc.) son veinte millones, variadamente distribuidos en las veinte provincias. En todo el electorado, cada ciudadano dispone de un número individual (el número del documento de identidad es el más práctico, pero bien puede ser cualquier otro). En cada sucesiva elección se sortea un número determinante, que eventualmente puede repetirse, y consta de tres cifras (eventualmente de cuatro cifras, en países o comunidades de mucho mayor población). Se determina, por sorteo (como por ejemplo en la lotería) o bien por imposición (ya que esta no afectaría gravemente la asignación de cargos gubernamentales; en una primera vez podría imponerse, también por ejemplo, el número 000 ó el número 111) que el número determinante para la presente elección sea el 465. El sistema cubre primero el Poder Legislativo, cuya bicameralidad, en caso de hallarse prevista por la Carta magna, se preservará en los niveles provincial y nacional atendiendo a que el veinte por ciento de los legisladores componga el Senado eligiéndolos por orden de edad, y el resto la Cámara Joven o de Diputados.

Todos los ciudadanos legalmente capaces, sin impedimentos de orden penal y de la edad exigida, cuya identificación termina en ese número sorteado 465, pasan a ser legisladores. Ello establece 20.000 legisladores para todo el país (uno, cada mil ciudadanos, y en el país del ejemplo uno cada dos mil habitantes, lo cual variará según la proporción de habitantes que no voten por razones legales, o de edad, o de extranjería), repartidos en cada provincia y municipio en exacta proporción a su número de electores. Otorgando a cada legislador un salario similar al promedio de toda la población (salario promedio que su gestión política debe preocuparse por elevar), el costo del salario de todos los desempeños de cargos electivos es un milésimo (0,1%) del gasto salarial total del país; en la estococracia no hay gastos de elecciones ni campañas partidarias, ni existen partidos políticos que irroguen gastos. Todos los elegibles cuyo número de documento simplemente termine en 465 son, pues, legisladores municipales y se desempeñan en los partidos o municipios (jurisdicciones de nivel inferior), automáticamente distribuidos según el número de pobladores por distrito. Aquellos cuyo número de documento (que es más largo, o sea lleva más cifras, usualmente siete u ocho por lo menos) comienza a repetir 465, desempeñan los cargos superiores, o sea los cargos legislativos de distritos jerárquicamente superiores. Concretamente, quienes tienen como terminación de su número identificatorio el 5465, son legisladores provinciales en las provincias de su residencia; y quienes terminan en 65465 son legisladores nacionales. Ello arroja dos mil legisladores provinciales, que quedan automáticamente repartidos en las veinte provincias según la población de estas, con un promedio de cien legisladores en cada provincia, y doscientos legisladores nacionales. El resto (17.800 legisladores de municipio o distrito, a veces llamados concejales) queda distribuido en las comunas o distritos donde tienen su domicilio. El mecanismo asegura la proporcionalidad de su número a la población de la jurisdicción, en todos los niveles (distrito, provincia, nación).

La asignación del Poder Ejecutivo de cada nivel requiere realizar un segundo sorteo, pero no un segundo número determinante, lo que en el sistema Crocco está prohibido. Aquellos ciudadanos cuyos dígitos de la izquierda continúan repitiendo el primer número determinante sorteado y, de ese modo, terminan su número de identidad en 465465, cubren el Poder Ejecutivo. Se trata en todo el país de veinte ciudadanos, algunos de los cuales pueden coincidir en hallarse radicados en el mismo distrito, por ejemplo en las provincias o distritos de mayor población. Como sólo uno de ellos puede ser gobernador de su provincia o distrito, el segundo sorteo determina quienes de ellos quedarán relegados y pasarán a desempeñarse como gobernadores de aquellas provincias que queden desprovistas de gobernador, una vez cubiertos los cargos en las de mayor población. Pero no se realiza ningún sorteo que varíe el requisito impuesto por el primero (el número 465, invariable en cada elección). El mismo procedimiento determina, entre los legisladores de cada municipio, quienes habrán de desempeñarse como intendentes del mismo (también solamente un intendente por cada municipio). De haber excedentes con dicho procedimiento, se desempeñarán como vicegobernadores y viceintendentes; y de faltar estos se asignarán los cargos entre quienes desempeñen la presidencia de los cuerpos legislativos.

Cabe aclarar que la carrera administrativa se prolonga hasta alcanzar, en los tres niveles municipal, provincial y nacional, la función inmediatamente inferior a ministro, o sea incluye hasta secretario de estado (en los niveles nacional y provincial) y secretario de área o cartera (en el nivel de partido o municipio). En consecuencia, el funcionario político que durante cierto periodo desempeña el cargo ejecutivo (intendente, gobernador o presidente) sólo tiene facultades para designar, como funcionarios políticos de su personal confianza que le acompañarán durante su gestión y cesarán junto con él, a los ministros que le secundarán, pero no a los funcionarios de los niveles inferiores siguientes (secretarios de estado o de área, e inferiores) o "de carrera administrativa" que, a su vez, secundarán a estos ministros, tanto desde las organizaciones públicas que realizan la función administrativa y de gestión del Estado6​ y de otros entes públicos cuanto desde el sector público instrumental. Es una restricción de aquellas designaciones políticas que, por el contrario, suelen formar parte de las metas que acompañan al triunfo electoral en la democracia por partidos. En la estococracia dicha restricción procura limitar vicios como el nepotismo, el clientelismo político y la compra o negociación de designaciones de cargos públicos en pago por las alianzas partidarias destinadas a lograr el triunfo electoral; asegurar la buena calidad del asesoramiento de los funcionarios políticos y la transmisión de políticas de Estado de largo plazo (transgeneracionales) cuyos objetivos suelen perderse de vista cuando los funcionarios entrantes con cada gobierno son digitados por este; y promover la capacitación técnica de los funcionarios de carrera que alcanzan sus cargos por medio de concursos públicos.

Finalmente, el ciudadano elegible identificado con el número 5.465.465 queda determinado como Presidente de la Nación; si hubiera otro ciudadano legalmente elegible con los números de documento 65.465.465 (lo que, con la población total tomada como ejemplo, puede ocurrir si el segundo dígito del sorteo resultare ser un número bajo, por ejemplo 1, 2, 3 o tal vez hasta 4, pero sería más frecuente a medida que aumenta la cantidad total de electores), pasaría a desempeñar la vicepresidencia de la Nación a la vez que presidirá el poder legislativo nacional. Si aun quedaran excedentes, nuevamente un segundo sorteo determinaría a cual de ellos (dos o más) habrá que relegar. La claridad de sus reglas es lo que, en esta época de escrutinios electrónicos verificados a menudo por empresas privadas, protege la transparencia del sistema, de modo que el mismo puede ser implementado por el Poder Judicial o bien por cualquier otro organismo público especializado. (Obviamente también el escrutinio electrónico deja de existir, ya que no hay más sufragios). Asimismo la preocupación por mejorar la preparación de los gobernantes pasa por elevar y mejorar la formación y preparación de toda la población, y pone a esta mejora formativa en el primer plano de los objetivos políticos del gobierno. (Esta exposición del sistema de Mario Crocco está tomada del Proyecto Legislativo 0196/1986 del Dip. Dr. Juan Carlos Barbeito en la Hº Cámara de Diputados del Congreso de la Nación Argentina, 1986).

Autocracia

Una autocracia (del griego «autokrateia») es un sistema de gobierno en el que el poder supremo está concentrado en las manos de una persona, cuyas decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas, ni a mecanismos regularizados de control popular (excepto quizás por la amenaza implícita de un golpe de Estado o de una insurrección en masa). La monarquía absoluta y la dictadura son las principales formas históricas de autocracia. Desde la antigüedad, el término "autócrata" se escribe en monedas como una característica favorable del gobernante, teniendo alguna conexión con el concepto de "falta de conflictos de intereses".

Historia y etimología

En la lengua medieval griega, el término autócrata se usó para la posesión del título de emperador, sin tener en cuenta el poder real de la monarquía. Algunos monarcas históricos eslavos, tales como los zares rusos y emperadores, incluyeron el título de autócrata como parte de sus estilos de gobierno, distinguiéndolos de los monarcas constitucionales en otros lugares de Europa.

Comparación con otras formas de gobierno

Tanto el totalitarismo como la dictadura militar se identifican, pero no necesariamente, con una autocracia. El totalitarismo es un sistema donde el Estado se esfuerza por controlar todos los aspectos de la vida y la sociedad civil. Puede ser dirigido por un dictador supremo, por lo que es autocrática, pero también puede tener una dirección colectiva tal como una comuna, junta militar o un solo partido político.

En un análisis de litigios militarizados entre dos Estados, si uno de los Estados involucrados era una autocracia, la posibilidad de que se produzca violencia era el doble.

Mantenimiento

Debido a que los autócratas necesitan una estructura de poder para gobernar, puede ser difícil trazar una línea clara entre las autocracias y las oligarquías históricas. La mayoría de los autócratas dependieron de sus nobles, los militares, el clero u otros grupos élite. Algunas autocracias son racionalizadas por la afirmación del derecho divino.

Ejemplos históricos

Grecia antigua: de los siglos VIII al V a.C., Atenas y los alrededores del país eran una monarquía hereditaria. Finalmente, los aristócratas se levantaron y formaron una oligarquía. Estos gobernantes hicieron reformas con el fin de mantener a las masas sometidas; por ejemplo, el gobernante Pisístrato tomó la tierra de los ricos y se la dio a los campesinos. De esta manera, la gente permaneció feliz mientras los aristócratas conservaban todo el poder.

El Imperio romano: en el año 27 a.C., Augusto creó el Imperio romano tras el fin de la frágil República de Roma. Augusto conservó efectivamente el Senado romano, pero concentrando todo el poder real en sí mismo. Roma fue pacífica y próspera hasta el gobierno dictatorial de Cómodo a partir del año 180 d.C. El siglo III vio las invasiones de los bárbaros, así como el deterioro económico. Ambos, Diocleciano y Constantino I, gobernaron como líderes totalitarios, fortaleciendo el control del emperador. El imperio creció considerablemente y fue gobernado por una tetrarquía, instituida por Diocleciano. Finalmente, fue dividido en dos mitades: la occidental (romana) y la oriental (bizantina). El Imperio romano cayó en 476 después de disturbios civiles, fomentados por el declive económico, y las invasiones condujeron a la rendición de Rómulo Augusto a Odoacro, caudillo de los Hérulos.

Rusia: el emperador Nicolás I gobernó bajo el lema "autocracia, ortodoxia y nacionalidad". Sumamente religioso, promovió la Iglesia ortodoxa rusa y suprimió otras religiones así como a los no rusos vivir en Rusia. La burocracia creció mientras que la religión, la educación y la vida social estaban severamente restringidas. Nicolás I expandió enormemente las fronteras de Rusia, aunque su gobierno terminó después de la guerra de Crimea a consecuencia de la derrota rusa.

Invocações e Evocações: Vozes Entre os Véus

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