segunda-feira, 23 de janeiro de 2017

Asquenazí

Asquenazí o asquenazi,también escrito como askenazí o ashkenazí, es el nombre dado a los judíos que se asentaron en Europa Central y Oriental, que una conjetura no probada afirma que son descendientes de los jázaros que se convirtieron al judaísmo en el siglo VII y que se habrían desplazado masivamente hacia Europa oriental y central a partir del siglo X. Se establecieron principalmente en Alemania, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Rumania, Rusia, Bielorrusia, Bulgaria, Lituania y Letonia. Los asquenazíes son los descendientes de las comunidades judías medievales establecidas a lo largo del Rin, desde Alsacia, al sur, hasta Renania, en el norte.Ashkenaz, término hebreo medieval comúnmente empleado para designar a Alemania, es también el nombre dado en dicha lengua a toda la región del centro y este europeo, mientras que asquenazí es un término que designa de un modo general a la población judía que desciende de los mencionados judíos que se asentaron en Europa central y oriental.Desarrollaron costumbres y leyes particulares, que los diferencian de otros grupos del pueblo judío (sefardíes y mizrajíes, por ejemplo). Los asquenazíes desarrollaron su propia lengua, el yidis, que combina términos provenientes de diversos dialectos alemanes junto con algunos de origen eslavo y hebreo.

El término ashkenazí tiene su origen en el personaje bíblico Ashkenaz, en hebreo אַשְׁכְּנָז y en asirio Asguzai, bisnieto de Noé; Génesis 10:3). Durante la Edad Media, el término geográfico Ashkenaz se asimiló a Alemania —quizás a causa de cierta similitud con Sajonia—, que pasó a ser el centro vital del judaísmo centroeuropeo o ashkenazí.

Muchos de los asentados originalmente en esta región emigraron más tarde a otras zonas de Alemania, Hungría, Polonia, Rusia y, en general, a las naciones de la Europa del Este entre los siglos X y XIX. Desde el Medievo hasta la primera mitad del siglo XX la lengua común entre los judíos askenazíes fue el yidish. Existió otra con mucha menor extensión, el hebreo de raíz eslava (judeo-checo) ya extinto. Este subgrupo judaico desarrolló una cultura y tradición litúrgica peculiar influenciada por el contacto con la idiosincrasia de la nación a la que pertenecían.

Aunque en el siglo XI representaban solamente el 3% de la población judía mundial, los askenazíes llegaron a constituir, en su momento álgido del año 1931, el 92% del total. Actualmente alcanzan aproximadamente el 80%.

La mayoría de las comunidades judías con una historia extensa en Europa son asquenazíes, excepto aquellas asentadas en el Mediterráneo. Una gran parte de los judíos que emigraron hacia otros continentes en los siglos XIX y XX eran de este origen, especialmente los grupos que partieron a los Estados Unidos y Argentina.

Judíos asquenazíes

Normalmente hay discrepancias acerca de quién debe ser considerado judío. Esto hace especialmente difícil definir qué es un judío asquenazí, pues implica una definición religiosa, cultural o étnica. Dado que la mayoría de estas personas ya no vive en la Europa del Este, migraron a Europa del Oeste, el Norte de Europa y América, el aislamiento que en un momento ayudaba a distinguir la religión y cultura específicas ha desaparecido. Más que esto, la palabra «asquenazí» ha evolucionado y cobrado nuevo significado, especialmente en Israel. En este país frecuentemente adquiere significados que no se corresponden con los tradicionales.

Aún hoy muchas comunidades judías poseen dos sinagogas, una para realizar los rezos a la usanza asquenazí y otra para el rito sefardí. Aunque la distinción tiende a desvanecerse con el paso del tiempo, se considera que los judíos sefardíes desarrollan una actividad comunitaria más bien religiosa, mientras que las instituciones asquenazíes suelen desplegar un abanico más amplio (cultura, deportes, Tnuot Noar, teatro, política, economía, sionismo, etc.). Otra característica es que la incidencia del ateísmo y la militancia política son históricamente mayores en el mundo asquenazí. Por otro lado, el judaísmo asquenazí también incluye grupos conservadores ortodoxos en Israel.

Una secuela de la división asquenazí-sefardí que es interesante resaltar es la existencia de un partido religioso sefaradí, el Shas, que es una de las principales fuerzas políticas en Israel.

Filosefardismo

El filosefardismo es una concepción ideológica y un movimiento de opinión que surge en España a mediados del siglo XIX y que reivindica la herencia judía de España representada por los sefardíes descendientes de los judíos expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Además pretende un acercamiento a ellos para reintegrarlos en la cultura española y concederles incluso la nacionalidad española.

El nacimiento del filosefardismo

Frente al antijudaísmo de los sectores conservadores, carlistas y católicos, el filosefardismo surge a mediados del siglo XIX entre los medios liberales que consideran a la Inquisición española y a la expulsión de los judíos de 1492 como la causa de los males que aquejaban a España. En aquella época varios libros valoran positivamente la presencia de los judíos en el pasado medieval, entre los que destaca la Historia de los judíos de España publicada por Adolfo de Castro en 1847. En él el autor exalta la cultura judía medieval española y condena la persecución de los judeoconversos por la Inquisición y la expulsión de los judíos en 1492, que achaca al rey Fernando el Católico y no a la reina Isabel I de Castilla, una idea que ya había sido defendida por los liberales durante los debates de las Cortes de Cádiz. Sin embargo, Castro en una obra posterior titulada Vida de Niños célebres (1865) consideró probado el presunto crimen ritual contra un niño cristiano de 1491 conocido como el Santo Niño de la Guardia.

Mucha más importancia tuvo el libro de Amador de los Ríos Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal publicado en 1877 en el que rectificó en parte ciertas posiciones antijudías que había mantenido en una obra anterior, Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos en España (1848). Amador de los Ríos como buen católico siguió manteniendo la visión tradicional de los judíos como el pueblo deicida y defendió la realidad del caso del Santo Niño de la Guardia y la expulsión de los judíos para salvaguardar la unidad espiritual de la nación, pero censuró las matanzas de judíos de 1391 y la actuación de la Inquisición, aunque en la época de Felipe II, en la que "fue un terrible embarazo a la marcha filosófica del espíritu humano".

Más claramente filosemita fue la novela Gloria de Benito Pérez Galdós publicada en 1877 en la que ensalza al judío protagonista, Daniel Monzón, aunque su madre es retratada como la encarnación del "fanatismo de la acera de enfrente".

El "descubrimiento de los sefardíes"

El conocimiento por parte de los españoles de que existían judíos descendientes de los expulsados en 1492 que habían conservado el castellano medieval y sus costumbres de entonces se produjo durante la guerra de África cuando en febrero de 1860 las fuerzas desembarcadas en la costa de Marruecos al mando del general O'Donnell fueron recibidas con júbilo y en un castellano un poco raro por los judíos de Tetuán, quienes acababan de padecer el saqueo de sus propiedades por los las fuerzas musulmanas que antes de abandonar la ciudad había asaltado la judería causando decenas de víctimas. "La sorpresa fue mayúscula. Los sefardíes acogieron a los españoles como libertadores; vieron en ellos algo así como unos compatriotas que podrían ayudarlos a salir de la miseria en la que muchos de ellos estaban hundidos", comenta Joseph Pérez. Estos hechos fueron conocidos en la península, especialmente gracias al Diario de un testigo de la guerra de África de Pedro Antonio de Alarcón, a pesar del antijudaísmo de su autor —"raza parásita, grey desheredada y maldita, dice de los judíos que se encontró en Tetuán—, y a la novela Aita Tettauen de Benito Pérez Galdós.

En 1862 el gobierno español tuvo que ordenar la evacuación de Tetuán y dejó allí un cónsul que mantuvo unas relaciones estrechas con la comunidad sefardí. Algunos judíos marcharon a Ceuta y a algunas ciudades de Andalucía donde fueron bien recibidos, pero fueron muy pocos. Poco más hizo por ellos el gobierno español. Mucha más ayuda les llegó a través de la francesa Alianza Israelita Universal, que fundó varias escuelas pero en las que la lengua que se utilizaba era el francés, lo que, según Joseph Pérez, junto con el hecho de que la mayor parte de Marruecos quedaría como protectorado de Francia, explicaría que en "en el siglo XX, los sefardíes de Marruecos, serán más bien francófonos, cuando no ciudadanos franceses; pocos se acordarán de sus raíces hispánicas".

Una de las primeras entidades en ocuparse de los sefardíes y en reivindicar la herencia judía fue la Institución Libre de Enseñanza que mantuvo contactos con las comunidades sefarditas y en su revista publicó artículos criticando la Inquisición y la expulsión de los judíos de 1492. Esta nueva visión del papel de los judíos en el pasado español quedará plasmada en la Historia de España de Rafael Altamira, uno de los miembros más prestigiosos de la Institución. En ella Altamira desmiente además algunos tópicos sobre los judíos como el del crimen ritual del Santo Niño de La Guardia.

España tardó más tiempo en preocuparse de los judíos de la diáspora sefardí. A raíz de los pogromos antijudíos que se produjeron en los Balcanes y en Rusia en las dos últimas décadas del siglo XIX, el embajador español en Estambul informó al gobierno de Madrid de la existencia en el Imperio Otomano de muchas comunidades sefardíes que seguía hablando castellano, destacando las de Salónica y las de la capital. El embajador, el conde de Rascón, sugirió al gobierno que acogiera en España a los judíos sefardíes que quisieran huir y que además se mantuviera un contacto permanente con los que siguieran viviendo en los Balcanes y en Oriente Próximo poniendo en marcha una política de acercamiento cultural. Propuso también que se establecieran "líneas de vapores desde Sevilla hasta Odesa, al modo de lo que hacen ingleses y franceses" y que se crearan institutos de segunda enseñanza en Salónica y en Estambul. "De este modo tendrá España en Oriente medios más fáciles de aumentar sus relaciones mercantiles y de extender algún día su influencia", concluía el conde de Rascón. Al final fueron a España muy poco judíos, entre otras razones, porque el gobierno español no estaba dispuesto a pagarles los gastos del viaje.

La campaña prosefardí del doctor Pulido

Gracias al informe del conde de Rascón de 1881 el gobierno español supo que no sólo había sefardíes en el norte de África sino que la inmensa mayoría vivían en los territorios del Imperio Otomano, una información que fue conocida por la opinión pública gracias a un artículo publicado en el diario El Liberal por el doctor Ángel Pulido Fernández que en el verano de 1883 había realizado un viaje por el Danubio y Europa oriental durante el cual, y para su sorpresa, se había encontrado con varios judíos que hablaban castellano y que le informaron de la existencia de importantes comunidades sefardíes en Serbia, Bulgaria y Rumanía, países recientemente independizados del Imperio Otomano, así como en la propia Turquía.

A partir de entonces el doctor Pulido, que fue nombrado senador, inició una intensa campaña a favor del acercamiento a los sefardíes, en colaboración con el rabino de Bucarest Enrique Bejarano. En 1903 presentó en el Senado una proposición para que se nombrasen cónsules en las ciudades principales de los Balcanes con el fin de atender a los sefardíes, además de abrir escuelas en castellano y establecer relaciones comerciales con ellos. Para apoyar la propuesta publicó artículos en la prensa que luego fueron recogidos en un libro titulado Intereses nacionales. Los judíos españoles y el idioma castellano, al que le siguió otro publicado en 1905: Intereses de España. Españoles sin Patria y la Raza Sefardí, en el que proponía "reconquistar al pueblo judeo-español", pero no su regreso masivo a España, lo que sería a su juicio "un desatino". Pulido no está libre de antijudaísmo cuando afirma que los sefardíes son superiores a los judíos askenazíes a los que considera que "están hoy en su mayor parte degenerados y mezquinos". Esta diferenciación es esencial "porque desde entonces se distinguirá en España entre los sefardíes y los demás judíos, llegándose a dar incluso la figura del filosefardí antisemita".

La campaña de Pulido tuvo una gran resonancia y consiguió el apoyo de varios intelectuales como Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, José de Echegaray, Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, e incluso Marcelino Menéndez Pelayo, y logró que en 1909 se permitiera la apertura de sinagogas en España. Al año siguiente fundó la Alianza Hispano-Hebrea, que tuvo el apoyo de Galdós, Vicente Blasco Ibánez, Segismundo Moret, Canalejas o Cansinos Assens; y en 1920 la Casa universal de los sefardíes, en cuya creación participaron también importantes políticos conservadores –Antonio Maura, La Cierva-, liberales –conde de Romanones, Niceto Alcalá-Zamora-, reformistas –Melquiades Álvarez- y republicanos –Alejandro Lerroux-, a la que se adhirió la Federación de Asociaciones Hispano-Hebreas de Marruecos. Ese mismo año se constituyó legalmente la comunidad judía de Madrid presidida por el banquero Ignacio Bauer y que en 1917 había inaugurado su sinagoga en un piso de la calle Príncipe en presencia de las autoridades municipales —en 1913 se había constituido la de Sevilla y en 1918 la de Barcelona—. Por todo ello los sectores tradicionalistas arremetieron contra el judaizante Pulido.

La campaña de Pulido también se reflejó en el mundo académico en el que creció el interés por los estudios hebraicos. El éxito más notable del doctor Pulido y del grupo que lo apoyaba —entre los que destacaban el escritor Cansinos Assens y la escritora y periodista Carmen de Burgos, Colombine— fue conseguir que el profesor de Jersusalén Abraham Yahuda fuera nombrado en 1915 profesor de lengua y literatura rabínica de la Universidad central de Madrid, gracias también al apoyo del rey Alfonso XIII. El tema que mayor interés despertó fue el folklore judeo-español, estudiado por los medievalistas y los especialistas en historia de la literatura de la escuela de Ramón Menéndez Pidal y por los musicólogos.

En 1915 el financiero judío Bauer funda La Revista de la Raza, dirigida por el filosefardí, Manuel Luis Ortega Pichardo, autor de Los hebreos de Marruecos (1919) y de una biografía de Pulido, que dedica un tercio de sus páginas a la sección "Mundo Sefardí". En 1916 el teniente general Julio Domingo Bazán publicó Los hebreos, que responde a la visión positiva que tenían muchos militares africanistas de los sefardíes, que contrasta con la imagen negativa que solían tener de los "moros", bárbaros y degenerados.

"Desde el inicio del protectorado español en el norte de Marruecos, en 1912, el rey Alfonso XIII y sus Gobiernos apoyaron el filosefardismo promovido por el doctor Pulido, habida cuenta del apoyo de los hebreos de la zona a la penetración española".El fruto más importante de este apoyo fue la concesión por el gobierno español a partir de 1916 del estatuto de protegido a los sefardíes, lo que significaba que podrían recurrir a los cónsules españoles en caso de sentirse amenazados para que defendieran sus derechos y podrían viajar con pasaporte español, aunque eso no significaba que se les concedía la ciudadanía española.

El "filosefardismo de derechas" de la Dictadura de Primo de Rivera

La indecisa situación jurídica de los sefardíes –estaban bajo la protección del Estado español pero no eran súbditos españoles- intentó ser solucionada durante la Dictadura de Primo de Rivera con la aprobación por el Directorio Militar el 20 de diciembre de 1924 de un decreto "sobre concesión de nacionalidad española por carta de naturaleza a protegidos de origen español" en el que se daba un plazo de seis años improrrogables –hasta el 31 de diciembre de 1930- para que los sefardíes –aunque en el decreto no aparecía este nombre ni el de judío o hebreo- que tuvieran el estatuto de protegidos pudieran obtener la nacionalidad española, simplemente solicitándolo de forma individual en un consulado. En el decreto también se decía que después del 31 de diciembre de 1930 ya no se concedería ningún estatuto de protegido a las personas que no hubieran accedido a la nacionalidad española en el plazo fijado.

Pero el decreto de 1924 tuvo muy poco éxito pues sólo cuatro mil o cinco mil sefardíes se acogieron a él para pedir la nacionalidad española. Muchos no lo hicieron porque creían que ya eran españoles, y así lo entendían los gobiernos de Turquía y de los países que habían pertenecido al Imperio Otomano. Muy pocos se instalaron en España ya que los que decidieron emigrar lo hicieron a países como Francia o Alemania, donde esperaban encontrar mejores oportunidades que en España.

La política de la Dictadura sobre los sefardíes ha sido llamada por Joseph Pérez y por Gonzalo Álvarez Chillida como "filosefardismo de derechas" o "filosefardismo derechista". Este, según Pérez, habría surgido entre los militares africanistas destinados en el Protectorado Español de Marruecos que despreciaban a los "moros" y que por el contrario consideraban a los judíos sefardíes mucho mejor educados y medio españoles. Esta idea ya fue recogida por el diplomático José Antonio de Sangroniz en su libro Marruecos publicado en 1921 y desarrollada en La expansión cultural de España de 1926 en el que adopta las posiciones de Pulido de acercamiento a los sefardíes. Por su parte el también diplomático José María Doussinague elaboró en 1930 un informe titulado Sefarditismo económico en el que afirmaba que los judíos sefardíes eran superiores a los askenazíes al tener mezclada su sangre con los castellanos y propugnaba utilizarlos como arma de penetración comercial en los Balcanes.El diplomático y escritor Agustín de Foxá también apoyó la causa sefardita e incluso le dedicó algunos poemas, como el titulado El romance de la casa del sefardita.

Uno de los militares africanistas filosefardíes fue, según Gonzalo Álvarez Chillida, Francisco Franco como lo prueba el artículo "Xauen la triste" que escribió para la Revista de tropas coloniales en 1926, cuando tenía 33 años y acababa de ser ascendido a general de Brigada. En el artículo resaltaba las virtudes de los judíos sefardíes con los que había tratado que contrastaba con el "salvajismo" de los "moros". En su guion de la película Raza (1942) aparece un episodio en el que se refleja este filosefardismo. El protagonista visita con su familia la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo y allí dice: "Judíos, moros y cristianos aquí estuvieron y al contacto con España se purificaron". "Para Franco, como vemos, la superioridad de la nación española se manifestaba en su capacidad de purificar hasta a los judíos, convirtiéndolos en sefardíes, bien diferentes de sus demás correligionarios", afirma Álvarez Chillida. El filosefardismo de Franco se ha intentado explicar por sus supuestos orígenes judeoconversos –que algunos han relacionado incluso con su devoción a Santa Teresa de Jesús, de familia conversa- pero no hay ninguna prueba al respecto –al parecer el nazi Heydrich ordenó una investigación sobre la cuestión sin ningún resultado-. De todas formas el filosefardismo del general Franco no afectó a su política de mantener España libre de judíos, salvo en sus territorios africanos.

Según Álvarez Chillida, el filosefardismo derechista, no sólo se explica por el apoyo de los judíos del Protectorado de Marruecos a los españoles, sino también por el proyecto panhispanista impulsado por la Dictadura, resultado de la reacción nacionalista española al desastre del 98, y que engloba lo sefardí. Se trataba pues de una forma de imperialismo cultural que, como señaló el rabino Ehrenpreis en su viaje por España de 1928, intentaba "contactar a los hispanohablantes de todo el mundo y crear por medios espirituales una gran potencia española". Uno de sus principales ideólogos fue el admirador del fascismo italiano Ernesto Giménez Caballero quien desde 1927 dirigía La Gaceta Literaria en la que aparecieron muchos artículos dedicados a los sefardíes, considerados plenamente "españoles" ya desde la Edad Media, y que gracias a su hispanismo constituían la aristocracia de los judíos. En 1929 Giménez Caballero fue contratado por el Ministerio de Estado de la Dictadura para que pronunciara una serie de conferencias en distintas ciudades de los Balcanes dirigidas a los sefardíes, y para que valorara la situación de las comunidades visitadas. "Su informe fue enormemente negativo, denunciando que la política filosefardí en la práctica era mínima, en alguna ocasión obstaculizada por las legaciones españolas. Proponía, como siempre, desarrollar en los hechos el programa de Pulido: relaciones económicas, política cultural (muy especialmente) y nacionalizaciones". Asimismo en su afán por resaltar las afinidades entre sefardíes y españoles rodó una película muda durante el viaje titulada Los judíos de patria española y en la que propugnaba la "Reconquista espiritual" de los expulsados en 1492. En los años 30 Giménez Caballero, ya plenamente fascista, adoptará posturas abiertamente antisemitas —que ya habían aparecido en algunos artículos publicados en La Gaceta Literaria—, aunque sin olvidar su filosefardismo.

La Segunda República

El Gobierno Provisional de la Segunda República Española desde el primer momento se manifestó filosemita, así como toda la prensa republicana. Alejandro Lerroux, ministro de Estado, declaró que los judíos podrían venir libremente a España al haberse aprobado la libertad religiosa, lo que fue reiterado por el embajador en Berlín, el historiador Américo Castro. El ministro socialista Fernando de los Ríos hizo un encendido elogio de los sefardíes durante el debate constitucional y afirmó que merecían una reparación -él personalmente hizo una visita a los judíos de Tetuán a finales de 1931, lo que le valió una campaña denigratoria por parte de la prensa derechista que lo motejó de "judío"-. Sin embargo, estas declaraciones de principios no se tradujeron en hechos, como ya había sucedido durante el reinado de Alfonso XIII. La ley que tenía que desarrollar el artículo 23 de la Constitución de 1931 para facilitar el acceso a la nacionalidad "a las personas de origen español que residan en el extranjero" —lo que hubiera afectado a todos los sefardíes, no sólo a los protegidos, como en el decreto de 1924— nunca se aprobó.24 Tampoco prosperó la propuesta de Fernando de los Ríos, ministro de justicia del gobierno de Manuel Azaña, de conceder la nacionalidad española a todos los sefardíes del Protectorado Español de Marruecos, como habían hecho los franceses en Argelia. En el segundo bienio el gobierno de Alejandro Lerroux revocó en marzo de 1934 una circular del gobierno de Azaña de febrero de 1933 que permitía a los antiguos protegidos sefardíes obtener la nacionalidad española. Por esas fechas varios centenares de judíos alemanes –se supone que askenazíes en su mayoría- pidieron asilo en España en un intento por escapar de la persecución que había iniciado Hitler después de haber alcanzado el poder en enero de 1933, pero los gobiernos republicanos derechistas no los admitieron "no por hostilidad hacia los judíos –se sabe que, por las mismas fechas, los representantes de España en la Sociedad de Naciones, Luis de Zulueta y Salvador de Madariaga, denunciaron severamente los malos tratos que recibían los judíos de la Alta Silesia-, sino sencillamente porque la situación económica de España no les permitía acoger refugiados. Parece ser, sin embargo, que algunos centenares de judíos alemanes emigraron entonces a la Península" lo que, por otro lado, levantó las protestas de algunos diarios de derechas españoles que recurrieron a los viejos tópicos antisemitas.

"Sólo se aceptaban peticiones individuales [de asilo], debido al paro y para evitar que la derecha antirrepublicana agitara un antisemitismo hasta entonces inexistente. Entre los casos individuales el Gobierno ofreció una cátedra en Madrid a Einstein, quien visitó España, aunque prefirió emigrar a Estados Unidos. Finalmente vinieron cerca de 3.000 refugiados alemanes, y también algunos polacos. En vísperas de la guerra vivían en España, cerca de 6.000 judíos, pero muchos medios derechistas denunciaron la nueva invasión judía procedente de Alemania".

El "filosefardismo de derechas" del primer franquismo

Según Joseph Pérez, "los actos del gobierno de Franco, desde una fecha muy temprana no se ajustan ni al antijudaísmo ni al antisemitismo, sino que aparecen conformes con el filosefardismo tal como lo concebía Primo de Rivera. Vemos, en efecto que, a pesar de los ataques verbales contra los judíos [las declaraciones ideológicas sobre el complot judeomasónico y la repetida aprobación del decreto de expulsión firmado en 1492 por los Reyes Católicos], es aquella política, inaugurada en 1924, la que continúa". Pérez aporta como prueba la creación en 1941 de la Escuela de Estudios Hebraicos adscrita al CSIC que comenzó a editar la revista Sefarad, pero sobre todo el Decreto-ley de 29 de diciembre de 1948 por el que se reconocía la nacionalidad española a 271 sefardíes que vivían en Egipto y a 144 familias que vivían Grecia y eran antiguos protegidos de España. Pérez también destaca que en 1959 se organizara en la Biblioteca Nacional de Madrid una gran Exposición bibliográfica sefardí y que cinco años después se llevara a cabo un proyecto que la Segunda República no llegó a realizar: transformar en museo sefardí la sinagoga del Tránsito de Toledo.En el preámbulo del decreto de creación del museo del 18 de marzo de 1964 se puede comprobar la continuidad del "filosefardismo de derechas" iniciado con la Dictadura de Primo de Rivera:

El interés que ofrece la Historia de los judíos en nuestra patria es doble, pues si, por una parte, su estudio es conveniente para un buen conocimiento de lo español, dada la presencia secular en España del pueblo judío, también es esencial a la entidad cultural e histórica de este pueblo la asimilación que una parte de su linaje hizo del genio y de la mente hispanos a través de una larga convivencia. Sin la referencia a este hecho no pueden entenderse los variados aspectos que ofrece la personalidad de los sefardíes en las distintas comunidades que formaron al dispersarse por el mundo. En el deseo de mantener y estrechar lazos que secularmente han vinculado a los sefardíes a España, parece singularmente oportuna la creación de un museo destinado a los testimonios de la cultura hebraico-española…

La política de la dictadura del general Franco respecto de los judíos sefardíes y askenazíes que huían de la persecución nazi en la Europa ocupada vino condicionada por la colaboración del régimen franquista con Hitler. Así se ordenó a los cónsules de España en Alemania y en los países ocupados o satélites del Eje que no concedieran pasaportes o visados a los judíos que lo solicitaran excepto si eran súbditos españoles, porque "si bien es cierto que en España no existe ley de razas, el gobierno español no puede poner dificultades, aun en sus súbditos de origen judío, para evitar se sometan a medidas generales". Sin embargo, la mayoría de los diplomáticos españoles no hicieron caso a esta orden y atendieron a los judíos, especialmente a los sefardíes que se presentaban en los consulados alegando que tenían el estatuto de protegidos, aunque éste ya no tenía vigencia y el plazo para obtener la nacionalidad había expirado el 31 de diciembre de 1930. Los cónsules sabían que "los sefardíes, como los otros judíos, corrían peligro de muerte si caían en manos de la policía alemana. Ante esta dramática situación, el cuerpo diplomático español, en toda Europa, tuvo un comportamiento ejemplar; hizo todo lo que estuvo en su alcance para aliviar la suerte de los judíos, fuesen sefardíes o no, con nacionalidad española o no. Los nombres de aquellos diplomáticos que, espontáneamente, a veces contra las instrucciones que recibían de su gobierno, hicieron cuanto estuvo en su poder para salvar a hombres y familias en peligro de muerte merecen pasar a la historia para que no caigan nunca en el olvido. Estos fueron, entre otros, Bernardo Roldán, Eduardo Gasset y Sebastián Radigales, respectivamente cónsules en París y Atenas; Julio Palencia Álvarez, Ángel Sanz Briz, encargados de negocios en Bulgaria y Hungría; Ginés Vidal, embajador en Berlín, y su colaborador Federico Oliván; sin contar con muchos otros funcionarios de rango más modesto que les ayudaron a esta tarea humanitaria".

Joseph Pérez a la pregunta "¿se habrían podido salvar más judíos si el gobierno español se hubiera mostrado más generoso, aceptando las sugerencias de sus cónsules en la Europa ocupada por los nazis?" responde "desde luego" y añade a continuación: "Hasta 1943… Madrid no quiso complicaciones con Alemania e incluso después de aquella fecha se prestó a colaborar con agentes nazis". Sin embargo, Pérez concluye: "a pesar de todo, el balance global es más bien favorable al régimen: no salvó a todos los judíos que pedían ayuda, pero salvó a muchos. Así y todo, es muy exagerado hablar, como hacen algunos autores, de la judeofilia de Franco…".

La transición

Las primeras Cortes democráticas elegidas en junio de 1977 aprobaron al año siguiente una proposición de ley presentada por los socialistas catalanes por la que se concedía la nacionalidad española a todos los judíos sefardíes con sólo dos años de residencia, equiparándolos así a iberoamericanos, andorranos, filipinos, ecuatoguineanos y portugueses que tenían el mismo derecho. En la intervención que tuvo ante la Cámara en defensa de la proposición de ley que había presentado su grupo parlamentario, Ernest Lluch (luego asesinado por ETA) se refirió a las campañas filosefardíes del doctor Pulido y a las propuestas del ministro socialista Fernando de los Ríos y justificó la proposición de ley como una reparación de la deuda histórica que España tenía con los descendientes de los judíos expulsados en 1492.

Actualidad

El 7 de febrero de 2014 el gobierno popular de Mariano Rajoy presentó el proyecto de modificación del Código Civil por el que los judíos sefardíes que lo solicitaran podrían obtener la nacionalidad española sin tener que renunciar a la que tuvieran en ese momento. La noticia causó un gran impacto entre la comunidad sefardí de Israel cuyos miembros colapsaron las oficinas consulares españolas de Jerusalén y Tel Aviv pidiendo información sobre las condiciones que debían reunir y los trámites que debían realizar para conseguir la nacionalidad.

Sefardí


Los sefardíes o sefarditas y también sefaradíes o sefaraditas (del hebreo ספרדים literalmente «Los judíos de España»), son los judíos que vivieron en la península ibérica hasta 1492 y también sus descendientes, quienes, más allá de residir en territorio ibérico o en otros puntos geográficos del planeta, permanecen ligados a la cultura hispánica.

En la actualidad la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Estados Unidos, Turquía y Argentina. También hay comunidades sefardíes en Canadá, Países Bajos, Italia, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Marruecos, Argelia, Túnez, Cuba, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Chile.

Durante el siglo XIX, el término sefardí se empleaba además para designar a todo judío que no era de origen askenazí (judíos de origen alemán, centroeuropeo o ruso). En esta clasificación se incluía también a judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen e incluso India, quienes aparentemente no guardaban ningún vínculo con la cultura ibérica que distingue a los sefardíes. La razón por la cual se utilizaba ese término indistintamente se debía principalmente a similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes comparten con las poblaciones judías de los países mencionados (y que son claramente distintas a los ritos y pronunciaciones de los judíos azkenazíes). No obstante, a partir de la fundación del Estado de Israel, se consideró ya un tercer grupo dentro de la población judía, los mizrahim (del hebreo מזרח 'Oriente'), para garantizar que el término «sefardí» haga exclusivamente alusión al grupo humano antiguamente vinculado con la península ibérica.

Los judíos desarrollaron prósperas comunidades en la mayor parte de las ciudades españolas. Destacan las comunidades de las ciudades de Ávila, Burgos, Córdoba, Granada, Jaén, León, Málaga, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Tudela, Vitoria y Calahorra. En la Corona de Aragón, las comunidades (o Calls) de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma de Mallorca se encuentran entre las más prominentes. Algunas poblaciones, como Lucena, Hervás, Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, estaban habitadas principalmente por judíos. De hecho, Lucena estuvo habitada exclusivamente por judíos durante siglos en la Edad Media.

En Portugal, de donde son originarias muchas ilustres familias sefardíes, se desarrollaron comunidades activas en las ciudades de Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.

Origen y uso del término sefardí

Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la Península Ibérica y es empleado para designar todo aquello perteneciente o relativo a Sefarad.6

El uso de tanto Sefarad como sefardí es sumamente frecuente ya desde fines del siglo XX en adelante. Ellos se emplean para respectivamente referirse a la Península Ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha región. Como ejemplos de ello considérese:

Ministerio de Cultura y Centro Nacional de Exposiciones de España: Toledo, Sinagoga del Tránsito, La vida judía en Sefarad, exposición y catálogo, noviembre de 1991 - enero de 1992
Centro Cultural Cervantes: "El legado de Sefarad - La España sefardita" - Memoria de Sefarad en América, sitio educativo, 2009
Biblioteca Nacional de España: "Biblias de Sefarad", exposición, con catálogo digitalizado, 2012.
David Stern, Universidad de Pensilvania: Una introducción al estudio de la Biblia hebrea en Sefarad. Quien afirma que: "Los libros hebreos que los judíos de Sefarad produjeron durante la Edad Media constituyen uno de los logros culturales más importantes de la historia judía. [...] En este ensayo me propongo esbozar las líneas fundamentales de la historia de la Biblia hebrea en Sefarad, desarrollando algún aspecto de carácter más general relacionado con ella."
Shimon Iakerson, Instituto de Manuscritos Orientales de la Universidad Estatal, San Petersburgo: Los primeros impresos hebreos de Sefarad. Quien explica que: "En la actualidad, no podemos dar una respuesta precisa y adecuada a la pregunta de quiénes fueron los primeros impresores de textos hebreos. De hecho, ni siquiera sabemos si estos fueron de origen sefardí, italiano o askenazí. A partir de los primeros datos de los que disponemos, podemos únicamente decir que el impresor del primer incunable hebreo que ha sobrevivido era de origen sefardí."
Museo Sefardí de Toledo (inaugurado en 1964) y Toledo Sefarad: Web Oficial del Toledo Judío (Patronato Municipal de Turismo de Toledo).
Centro de la Memoria Sefardí de Granada - Granata al-Yahud
Casa de Sefarad, Córdoba (España) - sitio oficial
Centro Sefarad-Israel, Madrid
Radio Sefarad - Federación de Comunidades Judías de España
Tarbut Sefarad
Museo Sefardí, Caracas (inaugurado en 2000).

El arabista Emilio García Gómez, a quien cita Joseph Pérez, cree inapropiado el uso del término sefardí para referirse a todo aquello lo relativo a los judíos españoles de la época medieval.El origen del término sefardí, según Pérez, sería posterior a la expulsión de 1492 y acaso un modo de distinguir a los judíos procedentes de España de aquellos que ya residían en otros lugares (tal el caso, por ejemplo, de los judíos askenazíes); a raíz de ello, prefiere reservar las palabras Sefarad y sefardí a épocas posteriores a 1492.

Los judíos en la península ibérica hasta la expulsión de 1492

Las comunidades primigenias

Se tiene conocimiento de la existencia de comunidades judías desde tiempos remotos. El hallazgo de evidencias arqueológicas lo confirman. Un anillo fenicio del siglo VII a. C., hallado en Cádiz con inscripciones paleo-hebraicas, y un ánfora, en la que aparecen dos símbolos hebreos del siglo I, encontrada en Ibiza, figuran entre las pruebas de la presencia judía en la península ibérica.

La presencia hebrea en el actual territorio español experimentó cierto incremento durante las guerras púnicas (218-202 a. C.), durante las cuales Roma se apoderó de la península ibérica (Hispania), y se sabe con precisión[cita requerida] que el aumento de la población judía se dio varios siglos después a raíz de la conquista de Judea por el general romano Tito, bajo mandato del emperador Vespasiano (70 d. C.). Se calcula que en la Hispania romana se asentaron, durante las primeras décadas de la Diáspora, alrededor de 80 000 personas procedentes de Palestina.[cita requerida] Esta cifra se elevará de manera considerable posteriormente. Igualmente, la presencia hebrea en la península también se debió a la importación de esclavos por los romanos para diversas actividades.

Hispania visigoda

Al adoptar los visigodos el catolicismo durante el reinado de Recaredo (587 d. C.) se inicia una época de persecución, aislamiento y rechazo de los judíos. Es en esta época cuando comienzan a formarse las primeras aljamas y juderías.

Al-Ándalus

Las difíciles condiciones en que se encontraban los judíos durante el Reino visigodo de Toledo católico hicieron que éstos recibieran a los conquistadores musulmanes como una fuerza liberadora.

A partir del año 711 las juderías aumentan en número y tamaño por toda la península. La victoria del bereber Táriq ibn Ziyad aseguraba un ambiente de mejor convivencia para los hebreos, ya que la mayor parte de los regímenes musulmanes de la península ibérica fueron bastante tolerantes en asuntos religiosos, aplicando la ley del impuesto a los dhimmi (judíos y cristianos), que junto con los mazdeítas eran considerados las gentes del libro, según lo estipulado en el Corán.

La comunidad judía andalusí, durante esta época, fue la más grande, mejor organizada y más avanzada culturalmente. Numerosos judíos de diversos países de Europa y de los dominios árabes se trasladaron a Al-Ándalus, integrándose en la comunidad existente, y enriqueciéndola en todos los sentidos. Muchos de estos judíos adoptaron el idioma árabe y se desempeñaron en puestos de gobierno o en actividades comerciales y financieras. Esto facilitó enormemente la incorporación de la población judía a la cultura islámica, principalmente en el sur, donde los judíos ocuparon puestos importantes y llegaron a amasar considerables fortunas. La prohibición islámica que impide a los musulmanes dedicarse a actividades financieras, caso similar para los cristianos que consideraban la actividad como impía, hace que los judíos de la península absorban por completo las profesiones de tesoreros, recolectores de impuestos, cambistas y prestamistas.

Por lo tanto, es bajo el dominio del Islam cuando la cultura hebrea en la península alcanza su máximo esplendor. Los judíos cultivan con éxito las artes y las ciencias, destacando claramente en medicina, astronomía y matemáticas. Además, los estudios religiosos y la filosofía son quizás la más grande aportación. Algunos nombres destacan en tales áreas. El rabino cordobés Moshé ibn Maimón, conocido como Maimónides, se distingue sobre los demás por sus aportes al campo de la Medicina, y sobre todo en la filosofía. Sus obras, como la Guía de perplejos y los comentarios a la Teshuvot, ejercieron influencia considerable sobre algunos de los doctores de la iglesia, principalmente sobre Tomás de Aquino.

En el campo de la matemática, se les atribuye a los judíos la introducción y aplicación de la notación numeral indoarábiga a Europa Occidental. Azraquel de Sevilla realiza un estudio exhaustivo sobre la Teoría de Ecuaciones de Diofanto de Alejandría, mientras que Abenezra de Calahorra escribe sobre las peculiaridades de los dígitos (1-9) en su Sefer ha-Eshad, redacta un tratado de aritmética en su Sefer ha-Mispad y elabora unas tablas astronómicas. Años antes de la Reconquista, el converso Juan de Sevilla tradujo del árabe un volumen del álgebra de Mohammed al-Khwarismi que fue posteriormente usado por matemáticos como Nicolo di Tartaglia, Girolamo Cardano o Viète.

En estilo andalusí se construye la Sinagoga del Tránsito (o de Samuel Ha-Leví) en la ciudad de Toledo, exponente máximo de la arquitectura judía de esta época, al igual que la Sinagoga de Córdoba.

La diáspora sefardí

La mayoría de los judíos expulsados de España en 1492 se instalaron en el norte de África, a veces vía Portugal, o en los estados cercanos, como el reino de Portugal, el reino de Navarra o en los estados italianos –donde paradójicamente muchos presumieron de ser españoles, de ahí que en el siglo XVI los españoles en Italia fueran frecuentemente asimilados a judíos-. Como de los dos primeros reinos también se les expulsó pocos años más tarde, en 1497 y en 1498 respectivamente, tuvieron que emigrar de nuevo. Los de Navarra se instalaron en Bayona en su mayoría. Y los de Portugal que no se convirtieron al cristianismo acabaron en el norte de Europa (Inglaterra o Flandes). En el norte de África, los que fueron al reino de Fez sufrieron todo tipo de maltratos y fueron expoliados, incluso por los judíos que vivían allí desde hacía mucho tiempo –de ahí que muchos optaran por regresar y bautizarse-. Los que corrieron mejor suerte fueron los que se instalaron en los territorios del Imperio Otomano, tanto en el norte de África y en Oriente Próximo, como en los Balcanes -después de haber pasado por Italia-. El sultán Bayaceto II dio órdenes para que fueran bien acogidos y exclamó en una ocasión refiriéndose al rey Fernando: "¿A éste le llamáis rey que empobrece sus estados para enriquecer los míos?". Este mismo sultán le comentó al embajador enviado por Carlos V "que se maravillaba que hubiesen echado los judíos de Castilla, pues era echar la riqueza"-.

Como algunos judíos identificaban España, la península ibérica, con la Sefarad bíblica (término tomado por los sefarditas del fenicio Span, que significa país lejano o escondido habida cuenta la gran distancia que existe entre la Península Ibérica e Israel y finalmente hebraizado S'farad), los judíos expulsados por los Reyes Católicos recibieron el nombre de sefardíes. Estos, además de su religión, "guardaron asimismo muchas de sus costumbres ancestrales y particularmente conservaron hasta nuestros días el uso de la lengua española, una lengua que, desde luego, no es exactamente la que se hablaba en la España del siglo XV: como toda lengua viva, evolucionó y sufrió con el paso del tiempo alteraciones notables, aunque las estructuras y características esenciales siguieron siendo las del castellano bajomedieval. […] Los sefardíes nunca se olvidaron de la tierra de sus padres, abrigando para ella sentimientos encontrados: por una parte, el rencor por los trágicos acontecimientos de 1492; por otra parte, andando el tiempo, la nostalgia de la patria perdida…".

La permanencia sefardí

Según el estudio genético "The Genetic Legacy of Religious Diversity and Intolerance: Paternal Lineages of Christians, Jews, and Muslims in the Iberian Peninsula" de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad de Leicester, liderados por el británico Mark Jobling, Francesc Calafell y Elena Bosch, publicados por American Journal of Human Genetics, los marcadores genéticos muestran que un 20% (uno de cada cinco) de los españoles tienen marcadores de judíos sefardíes (ascendencia directa masculina para el Y, peso equivalente para las mitocondrias femeninas). Esto representa que el cruzamiento genético (el Y es transmisión exclusiva por linea paterna) de la mezcla con ancestros judíos en España es total. Siendo la población de origen magrebí concentrada en Galicia, la mayor proporción de ascendencia directa judía es Asturias con un 40% (2 de cada 5), siendo el componente norteafricano testimonial (los apellidos son indicadores de ascendencia directa masculina; el apellido materno se pierde).

Los sefardíes en el Imperio otomano

Buena parte de los judíos expulsados fueron acogidos en el Imperio otomano, que a la sazón estaba en su máximo apogeo. El sultán Bayaceto II permitió el establecimiento de los judíos en todos los dominios de su imperio, enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo a algunos de ellos personalmente en los muelles de Constantinopla. Es famosa su frase: Gönderenler kaybeder, ben kazanırım — «Aquellos que les mandan pierden, yo gano» (Pulido, 1993).

Los sefardíes formaron cuatro comunidades en el Imperio otomano, por mucho, más grandes que cualquiera de las de España, siendo las dos mayores la de Salónica y la de Estambul, mientras que las de Esmirna y Safed fueron de menor tamaño. Sin embargo, los sefardíes se establecieron en casi todas las ciudades importantes del Imperio, fundando comunidades en Sarajevo, Belgrado, Monastir, Sofía, Russe, Bucarest, Alejandría, Edirne, Çanakkale, Tekirdağ y Bursa.

Los sefardíes rara vez se mezclaron con la población autóctona de los sitios donde se asentaron, ya que la mayor parte de éstos eran gente educada y de mejor nivel social que los lugareños, situación que les permitió conservar intactas todas sus tradiciones y, mucho más importante aún, el idioma. Los sefardíes continuaron hablando, durante casi cinco siglos, el castellano antiguo, mejor conocido hoy como judeoespañol que trajeron consigo de España, a diferencia de los sefardíes que se asentaron en países como Holanda o Inglaterra. Su habilidad en los negocios, las finanzas y el comercio les permitió alcanzar, en la mayoría de los casos, niveles de vida altos e incluso conservar su estatus de privilegio en las cortes otomanas.

La comunidad hebrea de Estambul mantuvo siempre relaciones comerciales con el Diván (órgano gubernamental otomano) y con el sultán mismo, quien incluso admitió a varias mujeres sefardíes en su harén. Algunas de las familias sefardíes más prominentes de la ciudad financiaban las campañas del ejército otomano y muchas de sus miembros ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango. Los sefardíes vivieron en paz por un lapso de 400 años, hasta que Europa comenzó a librar sus dos Guerras Mundiales, con el consiguiente colapso de los antiguos imperios y el surgimiento de nuevas naciones.

La amistad y las excelentes relaciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persiste aún a la fecha. Un prudente refrán sefardí, que hace alusión a no confiar en nada, prueba las buenas condiciones de esta relación: Turko no aharva a cidyó, ¿i si le aharvó? — «Un turco no golpea a un judío, ¿y si en verdad lo golpeó?» (Saporta y Beja, 1978).

La Salónica otomana

La ciudad de Salónica, en la Macedonia griega, sufrió un cambio trascendental al recibir a casi 250 000 judíos expulsados de España. La ciudad portuaria, anteriormente habitada por griegos, turcos y búlgaros, pasó a tener una composición étnica a finales del siglo XIX de casi un 65% de sefardíes. Desde el principio, en esta ciudad establecieron su hogar gran parte de los judíos de Galicia, Andalucía, Aragón, Sicilia y Nápoles, de ahí que el judeoespañol tesalonicense se vea claramente influenciado por la gramática del gallego y esté plagado de palabras del italiano. La mayoría de los hebreos de Castilla optaron por ocupar las importantes posiciones de gobierno disponibles en Estambul, hecho que también se evidencia en la lengua hablada por los judíos turcos (Saporta y Beja, 1978).

En Salónica, había barrios, comunidades y sinagogas pertenecientes a cada una de las ciudades y regiones de España. Kal de Kastiya, Kal Aragon, Otranto, Palma, Siçilia, Kasseres, Kuriat, Albukerk, Evora y Kal Portugal son ejemplos de barrios y sinagogas existentes en la ciudad macedonia a finales del siglo XIX, y son señal de que los sefardíes nunca olvidaron su pasado ni sus orígenes ibéricos.

Es importante destacar que la presencia hebrea en Salónica fue tan importante que el judeoespañol se convirtió en lingua franca para todas las relaciones sociales y comerciales entre judíos y no judíos. El día de descanso obligatorio de la ciudad, a diferencia del viernes musulmán o el domingo cristiano, era el sábado, ya que la gran mayoría de los comercios pertenecían a sefardíes. La convivencia pacífica entre individuos de las tres religiones llegó incluso al establecimiento de relaciones entre familias de diferentes confesiones, logrando así que hoy en día, muchos de los habitantes de Salónica cuenten por lo menos a un sefardí entre sus ancestros (Mazower, 2005).

La comunidad de Salónica, otrora la más grande del mundo y llamada por los sionistas la Madre de Israel, cuenta hoy con muy escasos individuos, ya que casi el 80% de sus habitantes fueron víctimas del Holocausto, sin contar las innumerables personas que emigraron, principalmente a Estados Unidos y Francia, antes de la Segunda Guerra Mundial, o a Israel con posterioridad.

Destrucción de las comunidades otomanas y dispersión

De las antiguas comunidades sefardíes del Imperio otomano poco queda hoy. Se puede considerar que la primera década del siglo XX es la última década de existencia «formal» de las comunidades sefardíes, principalmente de las comunidades asentadas en territorio griego. El movimiento nacionalista que se suscitó en Grecia, como consecuencia de su movimiento de independencia, ejerció una influencia considerable en los helenos residentes de Salónica, que a principios del siglo XX permanecía en manos otomanas.

La derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial significó para las comunidades griegas el término de sus privilegios y, años más tarde, su total destrucción. La anexión de la Macedonia a Grecia y la importancia que significaba Salónica para los griegos, puesto que se considera la cuna del helenismo, desencadenó violentas demostraciones antisemitas, muchas de ellas encabezadas por jerarcas de la Iglesia Ortodoxa griega, o por miembros de partidos políticos nacionalistas. «El putrefacto cadáver hebreo se ha enquistado en el cuerpo puro del helenismo macedonio», afirmaba un panfleto de la época. Se inicia entonces la salida de muchos sefardíes, nuevamente hacia el exilio en diferentes países (Mazower, 2005).

La considerable influencia francesa que ejerció la Alianza Israelita Universal sobre los sefardíes cultos hizo que muchos de éstos emigraran a Francia, mientras que otro tanto lo hizo a los Estados Unidos. Muchos de estos sefardíes no ostentaban ninguna nacionalidad, pues a su nacimiento, fueron registrados como ciudadanos del Imperio otomano, el cual dejó de existir en 1923. Aunque en algunos casos Grecia concedió pasaportes y garantías a los sefardíes como ciudadanos del reino, éstos nunca estuvieron vinculados con su nueva «patria». Un sefardí, al emigrar a Francia, declaró incluso ser de nacionalidad tesalonicense al ignorar la verdadera (Mazower, 2005).

Por el contrario, las juderías de Estambul y Esmirna no sufrieron mayores cambios en su situación, dado que al declararse la República de Turquía por Mustafa Kemal Atatürk, todos ellos continuaron siendo ciudadanos turcos protegidos. La abolición del Califato por Atatürk significó la secularización del Estado turco, lo cual hizo que los sefardíes dejaran de pagar el impuesto de dhimmí, o de súbditos no musulmanes. La judería turca permaneció a salvo durante casi todo el siglo XX y sólo desde el establecimiento del Estado de Israel comienza a sufrir una desintegración paulatina.

Una situación de indiferencia política, por su parte, sufren las juderías de Yugoslavia y Bulgaria, que por su reducido tamaño nunca fueron objeto de ninguna vejación, y aún hoy en día subsisten como lo han hecho durante siglos. Caso divergente, la judería de Bucarest corrió con el mismo destino que la otrora rica y poderosa comunidad de Salónica.

Los sefardíes en la actualidad

La comunidad sefardí, hoy en día, es mucho más numerosa en el Estado de Israel, donde hubo desde tiempos otomanos una comunidad en Safed, Galilea. En la actualidad, existen comunidades en las ciudades de Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Tienen su propia representación en la Knesset e incluso un rabino actúa como líder de la comunidad, Shlomo Amar. El partido religioso sefardí Shas es una de las principales fuerzas políticas en Israel y la fuerza «confesional» más numerosa.

La destrucción de casi toda la comunidad sefardí en el Holocausto originó en gran medida una disminución sustancial en la población hablante de lengua judeoespañola. Esto llevó a muchos miembros de la comunidad sefardí, esparcida principalmente en América e Israel, a intentar preservar la lengua, institucionalizarla y promover actividades científicas y culturales en torno a ella. Israel funda, a iniciativa del presidente Isaac Navón, la Autoridad Nasionala del Ladino, órgano encargado del estudio del judeoespañol, su protección y conservación. Esta institución edita periódicamente la revista Aki Yerushalayim, totalmente impresa en judeoespañol y que contiene artículos de interés para la comunidad sefardí. El Instituto Benito Arias Montano de Madrid publica también una revista de corte similar, titulada Sefarad.

En Estados Unidos, destaca la Fundación para el Avance de los Estudios y la Cultura Sefardíes (Foundation for the Advancement of Sephardic Studies and Culture — FASAAC), en donde trabajaron activamente personajes como Albert Matarasso, Mair José Benadrete, Henry V. Besso y David Barocas, eruditos de la cultura sefardí. Esta institución posee un amplio archivo de fotografías y documentos para investigadores.

En América Latina existen templos y cementerios sefardíes en las principales comunidades. Paulatinamente se entrelazan y cooperan con las comunidades askenazíes para sobrevivir.

En pro de la preservación de la cultura sefardí, las emisoras de radio Kol Israel y Radio Exterior de España emiten programas en lengua judeoespañola y dedican gran parte del tiempo a la divulgación de los eventos en favor de la cultura. Recientemente, el Instituto Cervantes de Estambul, en colaboración con la comunidad sefardí residente en la ciudad, imparte cursos de judeoespañol de manera regular. La Fundación Francisco Cantera Burgos en la ciudad española de Miranda de Ebro posee la mayor biblioteca en temas sefarditas y hebraicos de Europa, y una de las mayores del mundo.

En 1982, España estableció el reconocimiento de la nacionalidad a los sefardíes que demostraran una clara vinculación con el país. Las nacionalizaciones se tramitaban por vía de excepcionalidad a través del acuerdo del Consejo de Ministros. Por vía ordinaria, el plazo para adquirir la nacionalidad por los sefardíes en razón de su residencia era de dos años, al igual que para los nacionales de origen de Iberoamérica, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal y ocho menos que el resto de los no nacionales.Sin embargo, en 2015 se aprobó la ley que simplificaba el proceso que, no obstante, requería dos viajes a España para completarse.

Además de las diversas iniciativas que mantienen la memoria de estas personas28 , rey Felipe VI acogió a esta comunidad presidiendo un acto solemne celebrado en el comedor de gala del Palacio Real de Madrid con motivo de la Ley 12/2015 "en materia de concesión de nacionalidad española a los sefardíes originarios de España" . Diversos medios se hicieron eco de la noticia, tanto en medios generalistas como en medios especializados.

Apellidos sefardíes

Es una tradición española considerar como apellidos propios de los judíos todos aquellos apellidos de origen toponímico, de oficios o de profesiones. Así tenemos apellidos de origen patronímico, que son aquellos derivados de un nombre propio: de Sancho–>Sánchez, de Ramiro->Ramírez, Gonzalo->González, así también Martín, Alonso, Marín etc. Toponímico, o del lugar de procedencia como Ávila, Córdoba, Franco, Lugo, Zamora etc. Apellidos inspirados en accidentes o detalles geográficos que referencian a una familia dentro de un mismo pueblo, como puede ser De la Fuente, Del Pozo, Del Río, Ríos, Montes, Plaza, Lacoste, Calle, etc. Aquellos que toman una cualidad física o psíquica para identificar a un individuo dentro del grupo, como Cano, Calvo, Moreno, Pardo, Quiroz, Rubio, Petit. Y por supuesto los que indican que se ejerce un determinado oficio o profesión (Guerrero, Tinajero, Barbero, Barragán, Cubero, Zapatero, Ferrer, Ballesteros).

Es por lo tanto muy difícil asegurar una atribución exclusiva o tan siquiera relativa de un apellido con personas de una determinada religión, como muy bien expresaba Don Julio Caro Baroja en su obra Los judíos en la España moderna y contemporánea. Al tratar precisamente del tradicionalismo de los sefarditas, tanto en sus actividades lingüísticas como al ejercer oficios y profesiones, afirma que «aparte de conservar con celo apellidos desaparecidos hace mucho en España, o que, por el contrario, les son comunes con cristianos viejos de los que aquí pueden vivir (éste el de los apellidos, es terreno muy resbaladizo, y en el que muchos pueden dejarse llevar por la pasión fácilmente...».

En el apéndice X de la obra Apellidos de conversos se recoge un manuscrito de la Biblioteca Nacional que se ocupa del problema de los apellidos en Aragón.

Es de saber, que cuando los moros y judíos se bautizaron por mandado de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, muchos hombres principales, para aficionarlos a que de mejor gana lo hiciesen, les ponían sus nombres, de donde ha sucedido que ahora los sucesores de aquellos hombres principales tienen su limpieza en disputa, por ver que se hallan confesos de su apellido.

Allí se cita como ejemplo los casos de los Samaniego, Mendoza, Señores de Sangarrén, o de Don Domingo Ram, obispo de Huesca, que otorgaron su apellido a muchos bautizados.

Es cierto que los judíos tomaron tradicionalmente apellidos inspirados en personajes bíblicos, pero esos son también comunes en los individuos de religión islámica o cristiana. Otra fuente de inspiración propia fueron los motivos naturales, metales, piedras preciosas o sustancias, o simplemente los nombres de los colores.Por último debemos citar el caso de los judíos conversos que adoptaron voces de inspiración cristiana.

No es posible asegurar si un apellido concreto es judío o no. El hecho de que un determinado apellido sea portado por un judío no implica que ese apellido sea judío y, por ende, que todos los que lo llevan tengan origen judío. El proceso debe ser justo el contrario, dado que podemos afirmar sin ninguna duda que los apellidos judíos todavía en uso, con sus modificaciones, falsificaciones, etc. que estén referenciados en apellidos de origen español, determinan la herencia sefardita en un judío.

Sinagogas y familias relacionadas

Mayor (Mallorca) — Cuenca, Ferrera, Arotchas, Baraja, Ben Mayor, Torres, Francés.
Provincia (Provence) — Yeoshua, Barbero, Barouch, Menachem, Eskenazy, Haim, Pitchón, Paladino.
Estrouk (León) — Pinto, Chiniyo, Aragon, Faradji, Agas, Agasi.
Bet Aharon (Galicia) — Cassouto, Pardo, Saragoussi, Toledano, Franco, Avayou, Israel, Leal, Sadoc, Zadoq, Cadoc, Cadoche, Cadoches, Cados, Kados, Cadosch, Kadosh, Qadosh, Lugo, Villegas.
Aragón (Aragón) — Chiniyo, Pinto, Azouz, Hanania, Yona, Nahoum, Levi, Sarfati.
Portugal (Lisboa) — Melo, Ferreira, Antunes, Raphael, Pereire, Paraira, Arari, Rangel, Miranda, Boueno, Hernández, Pera, Pérez, Pinto, Preciado, Santo, Vilar.
Evora (Evora) — Pinto, Ovadia, Attias, Rouvio, Ergas, Amarillio, Bivas.
Shalom (Extremadura) — Molho, Pérez, Benveniste, Albukerk, Alviz, Kuriat, Litcho, Saloum, Alvo, Pero, Perero, Perera.
Catalan Hadash (Cataluña) — Parés, Perer, Shemtov, Sento, Santob, Ravel, Ravell, Santo, Santos.
Sicilia (Sicilia) — Ouziel, Berakha, Hazan, Hassan, Segoura, Shami, Shaban, Menashe, Haver, Levi.
Calabria (Calabria) — Profeta.
Toledano (Tapiero) - Días, Díaz, Cohen.
Italia Hadash (Roma) - Kalonymus, Calimano, Shemtob, Ravelli.

Cultura sefardí

Música sefardita

La música sefardí o sefardita nace de los judíos españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo una fusión de la música árabe y la cristiana. Árabe en el ritmo y los instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, que era el castellano. La temática más corriente de las canciones sefardíes es la amorosa, aunque también destacan las canciones de cuna y las de boda.

Por lo tanto cuando se habla de música sefardí como tal no se puede hablar de un género nuevo sino de una adaptación a su medida de unas melodías ya existentes, que hicieron los judíos llegados a España, pero que ganaron con la llegada de los sefardíes en riqueza rítmica e instrumental.

Los sefardíes al ser expulsados de España llevaron su música y tradiciones a Turquía, Grecia y Bulgaria, países donde se establecieron principalmente. Han sabido mantener las canciones en castellano que heredaron de sus antepasados ibéricos pese al paso de los siglos y añadir palabras propias de cada idioma autóctono.

Con la música sefardí que se sigue practicando en el Mediterráneo oriental en la actualidad podemos hacernos una idea de como sonaba esta música en la Edad Media.

Gastronomía sefardí

Corresponde al conjunto de costumbres culinarias de los judíos sefardíes. Las características de la gastronomía sefardí van íntimamente ligadas a las prácticas del judaísmo, se puede decir que forma parte integrante de la gastronomía mediterránea debido al uso que hace de los ingredientes de esta zona de Europa añadiéndole algún tinte de misticismo a la elaboración de algunas recetas tradicionales. Posee influencias claras de la cocina árabe y con el devenir de los años ha adquirido influencias de la cocina turca.

Sefardíes destacados

Marcos Ricardo Barnatán, escritor.
Jimmy Barnatán, cantante, actor y escritor.
Joseph Caro, rabino, teólogo, jurista y escritor.
Isaac Carasso, empresario, fundador de Danone.
Daniel Carasso, empresario.
Familia Camondo, banqueros y mecenas.
Baruj Salinas, pintor.
David Abulafia, historiador.
Myriam Moscona, poeta y escritora.
Lluís Bassat, publicista catalán.
Uriel Macías Kapón, escritor.
Elena Benarroch, diseñadora.
Jacques Derrida, filósofo.
Benjamin Disraeli, político, escritor, primer ministro del Reino Unido
Abraham Galante, académico y polímata turco.
Antonio Enríquez Gómez, dramaturgo, narrador y poeta lírico español.
Abraham Meza, ayudante de Simón Bolívar
Amedeo Modigliani, pintor de la Escuela de París
Moisés Montefiore, banquero y filántropo británico
José Penso de la Vega, escritor del Siglo de Oro.
Murray Perahia, pianista.
Camille Pissarro, pintor impresionista.
David Ricardo, uno de los padres de la economía clásica.
Baruch Spinoza, filósofo.
Uriel da Costa, filósofo.
Primo Levi, químico y escritor.
Joseph Nehama, historiador, lingüista.
Maír José Bernadete, hispanista.
David Romano Ventura, filólogo e historiador.
Émile Benveniste, lingüista.
Esther Benbassa, historiadora y política.
Ricardo Bofill Levi, arquitecto.
Miguel Abensour, filósofo.
Esther Bendahan, escritora.
Irene Kajon Levi, filósofa.
Susana Romano-Sued, poeta, escritora.
Marc-Alain Ouaknin, filósofo y escritor.
Margalit Matitiahu, escritora.
Haïm Vidal Séphiha, lingüista.
Marcos (Mordejai) Edery, rabino.
Uriel Romano, rabino.
Pierre Vidal-Naquet, historiador.
Emilio Gino Segrè, Premio Nobel de Física.
Cesare Segre, filólogo y semiólogo.
Victor Segré, escritor.
Ivan Segré, filósofo y talmudista.
Jérôme Benarroch, filósofo y talmudista.
Hélène Cixous, escritora.
Daniel Najmías, traductor.
Miquel Segura Aguiló, periodista y escritor.
Avner Pérez, poeta y traductor.
Ferrán Aguiló, escultor.
Yehuda Hatsvi, escritor y traductor.
Clarisse Nicoïdski, poeta y escritora.
Isaac Ben Rubí, periodista, escritor, editor y poeta.
Enrique Saporta y Beja, escritor y editor.
Ariel Barchilón, narrador y dramaturgo.
Enrico Macias, cantante.
Paul Marciano, diseñador.
Idan Matalon, periodista, productor de audio y video, modelo, y ejecutivo de negocios.
Rena Molho, historiadora.
Ellen Gould Ventura, cantante.
Nissan ben Avraham, primer rabino chueta.
Neil Manel Frau-Cortès, músico, investigador, escritor.
Sophie Calle, escritora, fotógrafa, directora y artista conceptual.
Shlomo Ben Ami, historiador, político y diplomático.
José Carlos Cataño, poeta, ensayista y narrador.
Yaakov Moshé Toledano, rabino y político israelí.
Saadia Marciano, político israelí fundador de los Black Panthers en Israel.
Romi Aboulafia, actriz israelí.

Sefarad (en hebreo, ספרד) es un topónimo bíblico que la tradición judía ha identificado con España —de ahí que en lengua hebrea sea la palabra que se utiliza para referirse a España—. Al parecer la identificación de Sefarad con la península ibérica no se produjo en la Edad Media, sino después de la expulsión de los judíos de España en 1492. De Sefarad toman su nombre los sefardíes, descendientes de los judíos originarios de España y Portugal.

Sefarad en los textos bíblicos

Sefarad es el término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la península ibérica.
Se trata de un topónimo bíblico mencionado una sola vez, concretamente en el Libro de Abdías:5

La multitud de los deportados de Israel
ocupará Canaán hasta Sarepta,
y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad
ocuparán las ciudades del Negueb.
Abdías 1:20
El pasaje, de difícil datación como todo el Libro de Abdías, hace referencia en todo caso al período conocido como cautividad de Babilonia, y a la dispersión del pueblo judío que siguió a la destrucción de Jerusalén en 586 a. C. Implica que algunos habitantes de Jerusalén fueron deportados al lugar mencionado.

Algunos expertos en la Biblia, aunque no han averiguado a qué lugar se refiere exactamente, se inclinan por considerar a Sefarad como una ciudad de Oriente Próximo, y la han identificado con Sparda (Sardes), ciudad de Lidia (Asia Menor); o con Shaparda, ciudad no muy alejada de Babilonia; o con Sabariam o Sibraïm, cerca de Hama (Siria).

Identificación de Sefarad con España

Los exégetas judíos de la Biblia identificaron Sefarad con Hispania al menos desde el Targum de Jonatán, traducción al arameo de los libros proféticos realizada por Jonatán Ben Uziel, de cronología discutida, pero probablemente de época romana. A partir del siglo II E.C., los judeoespañoles le dieron el nombre Sefarad a la Península ibérica.Desde entonces fue habitual en la literatura hebrea postbíblica referirse a la península con el nombre de Sefarad, que aparece en las obras de autores sefardíes como Isaac Abravanel y Salomón ben Verga. En el siglo XVI, el hebraísta Benito Arias Montano, en su Comentaria in Duodecim Prophetas (Amberes, 1571), recoge también esta idea.

El uso Sefarad es sumamente frecuente ya desde fines del siglo XX en adelante y se emplea para referirse a la Península Ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha región. Como ejemplos de ello considérese:

Ministerio de Cultura y Centro Nacional de Exposiciones de España: Toledo, Sinagoga del Tránsito, La vida judía en Sefarad, exposición y catálogo, noviembre de 1991 - enero de 1992
Centro Cultural Cervantes: "El legado de Sefarad - La España sefardita" - Memoria de Sefarad en América, sitio educativo, 2009
Biblioteca Nacional de España: "Biblias de Sefarad", exposición, con catálogo digitalizado, 2012.
David Stern, Universidad de Pensilvania: Una introducción al estudio de la Biblia hebrea en Sefarad. Quien afirma que: "Los libros hebreos que los judíos de Sefarad produjeron durante la Edad Media constituyen uno de los logros culturales más importantes de la historia judía. [...] En este ensayo me propongo esbozar las líneas fundamentales de la historia de la Biblia hebrea en Sefarad, desarrollando algún aspecto de carácter más general relacionado con ella."

Shimon Iakerson, Instituto de Manuscritos Orientales de la Universidad Estatal, San Petersburgo: Los primeros impresos hebreos de Sefarad. Quien explica que: "En la actualidad, no podemos dar una respuesta precisa y adecuada a la pregunta de quiénes fueron los primeros impresores de textos hebreos. De hecho, ni siquiera sabemos si estos fueron de origen sefardí, italiano o askenazí. A partir de los primeros datos de los que disponemos, podemos únicamente decir que el impresor del primer incunable hebreo que ha sobrevivido era de origen sefardí."

Museo Sefardí de Toledo (inaugurado en 1964) y Toledo Sefarad: Web Oficial del Toledo Judío (Patronato Municipal de Turismo de Toledo).
Centro de la Memoria Sefardí de Granada - Granata al-Yahud
Casa de Sefarad, Córdoba (España) - sitio oficial
Centro Sefarad-Israel, Madrid
Radio Sefarad - Federación de Comunidades Judías de España
Tarbut Sefarad
Museo Sefardí, Caracas (inaugurado en 2000).

Bibliotheca Sefarad Bibliotheca Sefarad es una biblioteca digital de referencias bibliográficas de judaica especializada en temas hispanojudíos, Inquisición y sefardíes, con especial interés en las publicaciones españolas.

El arabista Emilio García Gómez, a quien cita Joseph Pérez, cree inapropiado el uso del término sefardí para referirse a todo aquello lo relativo a los judíos españoles de la época medieval.El origen del término sefardí, según Pérez, sería posterior a la expulsión de 1492 y acaso un modo de distinguir a los judíos procedentes de España de aquellos que ya residían en otros lugares (tal el caso, por ejemplo, de los judíos askenazíes); a raíz de ello, prefiere reservar las palabras Sefarad y sefardí a épocas posteriores a 1492.


Taumaturgia

  Taumaturgia (do grego θαύμα, thaûma, "milagre" ou "maravilha" e έργον, érgon, "trabalho") é a suposta capaci...