segunda-feira, 3 de julho de 2023

La Investigación Astrológica

 


El Cometa del Diluvio
Demetrio Santos

1. Creo que se ha venido prestando poca atención a los textos antiguos, atribuyendo un “pensamiento mítico” al hombre antediluviano (-12.000 E.C.), y sus relatos históricos a una forma o fase infantil del pensamiento humano, lo que deforma los hechos verdaderos tal como tuvieron lugar.

Y uno de los relatos históricos más debatidos ha sido el del Diluvio, su existencia y la interpretación de las noticias que tenemos sobre él. El texto más claro y definido, dentro del aura mítica que impregna los antiquísimos relatos, obligadamente orales en parte de su historia, es el del Génesis bíblico, por la especial condición del pueblo hebreo de conservar minuciosamente la historia y tradiciones.

Ante todo hemos de advertir que Noé, en el relato bíblico, hubo de observar señales precedentes a la catástrofe, lo que nos lleva a pensar en un fenómeno celeste cuyas causas y efectos fueron previsibles. Era además anómalo y no periódico como sería el causado por astros ya conocidos – planetas, etc. – en ese tiempo, lo que nos lleva directamente a un cuerpo celeste que cumpla tales condiciones: un cometa que puede ofrecer características muy variadas y conformes con los efectos descritos en el “Génesis”. Se añade – memoria genética – la convicción de que es una amenaza para la humanidad, y la aparición de cometas siempre se ha entendido, hasta nuestros tiempos, como una anomalía y un peligro.

El fenómeno tuvo que verse mucho antes del cataclismo, pues a Noé le dio tiempo a construir su arca/navío, lo que supone varios meses, dadas sus dimensiones y trabajo – con instrumentos de piedra, Neolítico – lo que encaja bien en las capacidades técnicas humanas por esas fechas – cuerdas (-60.000 EC) para una unión y ensamblaje de las piezas, pulido y desbaste de troncos/tablones (neolítico), ajustes herméticos, calafateado (-20.000 EC), etc. – Las dimensiones del arca serían aproximadamente de 150*25*15 metros, lo que evalúa un tamaño bien posible para la época.

2. Dice el texto bíblico (Gén. 7): Era Noé de 600 años cuando las aguas del diluvio inundaron la tierra… A los 600 años de la vida de Noé, el 2º mes el día 17 (Tisri = abril: 8 de mayo) de él, se rompieron todas las fuentes del abismo, se abrieron la cataratas del cielo, y estuvo lloviendo sobre la tierra durante 40 días y 40 noches (18 de junio); aquél mismo día entraron en el arca Noé y sus hijos, Sem, Cam y Jafet, su mujer y las mujeres de sus tres hijos, y los animales todos según su especie, etc. (Gén.7.6 ss).

Dado que el mes empieza en Luna Nueva, el día 17 del 2º mes sería Luna Llena de ese mes, con lo que los aerolitos de que tratamos posteriormente choquen con la Tierra en Luna Llena, con la Luna opuesta al Sol, conforme a lo previsible.

Diluvió durante 40 días sobre la tierra (….), crecieron las aguas y levantaron el arca, que se elevó sobre el suelo, y el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. Tanto subieron las aguas que cubrieron los altos montes de debajo del cielo. Quince codos subieron las aguas sobre sus cimas…. Ciento cincuenta días estuvieron crecidas las aguas sobre la tierra (diciembre).

Comenzaron a bajar al cabo de 150 días. El día 27 del séptimo mes (octubre noviembre) se asentó el arca sobre los montes de Ararat. Siguieron menguando las aguas hasta el mes 10º (enero). Pasados 40 días más, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca…. (Gén. 8.6).

3. Se ha dado por supuesto que la lluvia provenía de nubes ordinarias y de una zona atmosférica sobrecargada de vapor de agua ordinario, evaporadas del mar, lo que nos lleva a un metabolismo atmosférico sencillo causante de abundantes lluvias.

Pero eso no encaja en el fenómeno del Diluvio, y hay en cambio otro proceso del agua atmosférica, que es la caída directamente del espacio extraterrestre en forma de aerolitos de hielo, y observable hoy mismo.

En efecto, se confirma que los aerolitos de hielo son más frecuentes de lo que se había venido creyendo, dado que son invisibles, y como ejemplos recientes tenemos los caídos en Tocina (Sevilla) (11/1/2000), en Alcudia (Valencia) (13/1/2000) y otros hasta un total de 11 trozos de hielo en torno a la fecha de 17/1/2000, y su tamaño al llegar al suelo fue suficiente para romper la carrocería y parabrisas de un vehículo, o atravesar el tejado de uralita. Al principio se trató de explicar por desprendimiento de hielo formado en aviones, u otras causas poco convincentes. En cambio sí hay casos bien estudiados por el propio status científico de investigación espacial.

En 1986 el físico espacial Louis A. Frank, de la U. de Iowa, propuso la existencia de una antigua clase de pequeños cometas, que según él estarían cayendo sobre la Tierra, y explotando en la estratosfera y posiblemente nutriendo de agua la atmósfera terrestre. Frank apoyaba su teoría en fotografías hechas por una cámara de su invención, que había enviado al Dynamics Explorer I de la NASA. La mayoría de los científicos se burlaron de ello. Ahora otras imágenes espectaculares de otra cámara diseñada por él mismo, a bordo del satélite polar de la NASA, ha reanudado la discusión, y parece que se ven cometas del tamaño de una casa dirigiéndose a la tierra diariamente por millares, estallando y desprendiendo agua.

Por su propia naturaleza un aerolito de hielo no puede verse de noche como estrella fugaz, pues el choque o roce con la atmósfera lo funde y convierte simplemente en agua y así nunca puede ser luminoso; por lo que se transforma en vapor o lluvia. Los aerolitos que vemos como “estrellas fugaces” nocturnas son minerales, y arden con el roce atmosférico.

Actualmente se han examinado por vehículos espaciales algunos cometas puntuales, viendo que están formados de una especie de “nieve sucia” como mezcla de hielo o nieve y polvo ordinario que circula por el espacio en el Sistema Solar.

Los cometas siempre fueron un fenómeno ominoso y terrible, y había una tradición muy antigua de los diversos cometas que se habían visto:

“Hase de notar que, por la forma y disposición que tienen los cometas, y por los colores por que parecen, se conocen sus influencias y efectos, y de qué calidades sean….

“Si el cometa tuviese el color blanquecino, y algo azafranado, será de la naturaleza de Júpiter, etc.” (Cortés: “Lunario” ed. 1793)

Se diría que se aplicaba una especie de “análisis espectral” a simple vista, donde el hombre antiguo poseía mayor agudeza visual que la de hoy bajo la polución urbana y general, y merma de la sensibilidad biológica.

4. El origen de tales meteoritos de hielo es el propio espacio interplanetario, donde la temperatura media ronda el cero absoluto y, una vez formado el hielo, el meteorito responde a la atracción solar y planetaria y la repulsión de la presión de radiación solar sobre todo.

De este modo los meteoritos más densos – rocosos, minerales – se hallan más cerca del Sol (anillo de Asteroides), y los más ligeros – agua, hidrocarburos (como en Saturno) – en el Cinturón de Kuiper, algo más allá de la órbita de Neptuno, donde se cifran por millones.

No obstante la ley de distribución general es su relación masa/superficie, lo que depende también de sus formas cristalinas, y con ello de su naturaleza química.

El Cinturón de Kuiper es así la fuente más probable de los aglomerados cometarios, los cuales se forman cuando la fuerza principal de acción mutua es la gravitatoria (atracción de masas), aparte de otras influencias; si en determinado lugar y momento se da un reposo máximo, las partículas se atraen exclusivamente por su masa, y forman un aglomerado centrípeto (Griegos y Troyanos de Júpiter a 60º, aglomerados meteoríticos lunares, etc.), que responde a las leyes gravitatorias, y puede ser atraído por los planetas más cercanos, o la suma de éstos según su disposición, é iniciar la órbita o camino hacia el Sol – centro máximo de gravitación – naciendo así el nuevo cometa.

Esta es la ley general de formación de masas galácticas, estelares, etc., después consecuentemente aparece el giro respecto al centro del aglomerado, resultando las formas cosmológicas ordinarias, galaxias, estrellas, planetas, etc. según tamaño y otras condiciones, lo cual es aplicable a los cometas.

5. Partiendo de un conjunto de masas – aerolitos, masas planetarias, etc. – y sus propiedades físicas y los campos de fuerza hoy conocidos (gravitación, electromagnetismo, etc.), si un conjunto de partículas (galaxias, soles, meteoritos, materia negra, etc.) se halla libre de fuerzas, se atraen mutuamente por gravitación, con lo que tienden a juntarse en una sola masa: sería el caso de un Sol o una Galaxia. Y según su ubicación y distancia mutua tenderán a agruparse y con ello a girar en forma de vórtice, iniciando así el proceso evolutivo.

Si aplicamos las leyes ondulatorias (ecuaciones fundamentales), aparece un giro y vórtice, – eje de giro y plano ecuatorial – con unos “lugares cero” (60º, 120º, etc.) donde no hay trans-formación, al moverse las partículas paralelamente conservando su distancia mutua, con velocidad relativa cero por tanto, y otros “lugares críticos” (180º, 90º, etc.) donde las partículas difieren al máximo en velocidad mutua, y chocarán entre sí (brazos brillantes de galaxia) dispersándose.

Ello se confirma – ecuaciones fundamentales – en los grupos aerolíticos de Júpiter, Griegos y Troyanos, ubicados a 60º delante y detrás del planeta (extraídos del cinturón de Asteroides). El Trígono 120º no se ha confirmado, porque correspondería por su distancia espacial a grupos micrometeoríticos difícilmente observables. También se ha confirmado el Sextil en grupos micrometeoríticos en la órbita lunar, delante y detrás del satélite.

6. El candidato a formar un aglomerado de partículas como el antedicho, en nuestro Sistema Solar, es el Cinturón de Kuiper, situado más allá de la órbita de Neptuno (Plutón ya está dentro de él).

Dependiendo de la distancia al Sol, y las condiciones ambientales (gravitatorias, presión de radiación, etc.), conocemos dos anillos de partículas: el de Asteroides y el de Kuiper, el primero rocoso y mineral, entre Marte y Júpiter, y el segundo de materiales ligeros, agua hidrocarburos, etc., y en menor proporción otros pesados micrometeoritos minerales, rocas, etc.

Si bien en equilibrio global, el anillo de Kuiper es influido por los planetas o cuerpos mayores próximos, como el mismo Plutón y Neptuno, y otras masas cercanas, el equilibrio nunca es perfecto, y hay que pensar en el fenómeno ondulatorio – como sucede en la estratosfera terrestre – formándose aglomerados de meteoritos en la zona. Y así volvemos al fundamento teórico explicado en 5, es decir, en determinado momento, por influencia de alguna masa cercana (Plutón, Neptuno, etc.), o por variaciones gravitacionales locales en el movimiento de las partículas, surge un aglomerado que inicia su evolución independiente, formándose un cometa que, en principio, tiene escasa fuerza de cohesión interna. El lugar donde se agrupa depende de las múltiples fuerzas atractoras, ondulatorias, etc. que rigen la materia cósmica.

7. El aglomerado es atraído así principalmente por la masa mayor del Sol, y se mueve hacia él, la fuerza de cohesión interna del aglomerado tiende a la forma esférica, y el resultado depende de las leyes generales: gravitación (interna y externa), presión de radiación, fuerzas electromagnéticas, etc. y las dimensiones y materiales componentes (tamaño, naturaleza, etc.).

Si el aglomerado meteorítico de hielo lo asimilamos al de un cometa – tal sería realmente – podemos estimar el tiempo de viaje desde el Cinturón de Kuiper hasta la Tierra tomando como referencia el conocido cometa Halley, T = 76 años, es decir, unos 38 años desde su formación hasta su paso por el Sol, y habría sido visible previamente según el tamaño y brillo del conglomerado, con lo que Noé pudo preverlo, y dados los efectos del chaparrón – Diluvio – sobre la Tierra también, aunque no se hubiera visto en el momento inicial – solo se ve cuando la iluminación solar es suficiente, y depende también de su tamaño – probablemente desde la distancia se su paso por la órbita de Júpiter ó Marte solamente.

Aquí desde el avistamiento del cometa hasta su llegada a la órbita terrestre transcurrió poco tiempo, pero al menos varios meses, los necesarios para construir el Arca, pues aquí (distancia de Júpiter) la velocidad es ya grande (pese a que el período sea de 76 años = 38+38 años) y el tiempo de llegada pudo ser corto.

Los meteoritos que forman el aglomerado del cometa – similares a los citados Griegos y Troyanos de Júpiter – han de tener cierto tamaño/masa, pues si fueran micrometeoritos no destacarían sobre el cielo en la cola del cometa haciéndola visible.

Podemos imaginar su tamaño por las muestras citadas en 3 es decir, no se trata de “polvo cósmico” sino de rocas o trozos de hielo – nieve súcia – de diversos tamaños, que se van ordenando según masa/superficie en la cola del cometa, los más pesados formando su cabeza, últimamente se han estudiado casos concretos de pequeños cometas y éstos se componen de una especie de “nieva sucia” al mezclarse el hielo con el polvo cósmico – Cinturón de Kuipper – , pero lo predominante es el agua.

El conglomerado meteorítico es así como un “río de hielo” y puede medir grandes distancias: El gran cometa de 1843 alcanzó una longitud de 300 millones de Km y desde el Sol su cola llagaba hasta más allá de la órbita de Marte.

De este modo, el “cometa del Diluvio” pudo perfectamente estar descargando largo tiempo aerolitos de hielo sobre la Tierra en la lluvia causante del mismo.

8. Siguiendo el relato del Génesis, el paso del “río de témpanos” duró mes y medio, empezando en Luna Llena y acabando en Luna Nueva, lo que nos precisa aún más el fenómeno.

Al acercarse a la Tierra, el conglomerado es atraído por ésta, pero hay que advertir que se trata del conjunto Tierra-Luna. La “antena de captación” aquí es la Luna, la que prolonga en su propia dirección el campo gravitatorio, y por tanto la Luna ha de estar opuesta al Sol – Luna Llena – y se confirma en la fecha dada por el texto del Génesis; y nuevamente el final como pérdida de la atracción meteorítica, ha de ser en Luna Nueva, cuando el vector lunar está dirigido al Sol.

Adviértase, sin embargo, que alguno de los meteoritos habrían sido captados por la órbita lunar, cayendo luego durante cierto tiempo, incluso mucho más allá de los 40 días citados, girando en torno a la Tierra, como Griegos y Troyanos lunares. Algunas tradiciones en otros lugares de la Tierra aluden a la caída de piedras también, lo que confirma lo anterior, así en Tahití:

“Nosotros dos estamos ahora a salvo del mar, pero la muerte o heridas nos llegan también por las piedras que están cayendo: ¿dónde podremos vivir?. Y ambos cavaron un hoyo, lo cubrieron con hierba, piedras y tierra. Luego se deslizaron dentro, y allí sentados escuchaban aterrorizados el estruendo y estampido de las piedras que caían del cielo…”.

(THEODOR H. CARTER. MITO, LEYENDA Y COSTUMBRE EN EL LIBRO DEL GÉNESIS”, BARRAL, BARCELONA 1973)
9. Finalmente, los datos paleoclimáticos de que disponemos confirman un aumento súbito de humedad ca. -11.000 E.C. que precede a un incremento de temperatura ca. -9.500, por lo que el aumento del nivel marino – unos 100 m. de altura – no fue debido todo a la fusión posterior de los hielos como cabría pensar, sino que el antiguo nivel diluvial se incrementa por añadidura, invadiendo las aguas oceánicas el Mediterráneo y desapareciendo el istmo África-Sicilia, recordando el episodio de Hércules – el héroe paleolítico – separando las Columnas de Gibraltar.

Platón (‘Timeo’, ‘Critias’) da la fecha de -10.000 E.C. para el cataclismo de la Isla Atlántida, probablemente de fuentes egipcias – libros de su abuelo – confirmando lo antedicho.

Sin embargo, lo más grave no fue el cataclismo en sí mismo, sino que los meteoritos – polvo acompañante al hielo – caídos sobre la Tierra provienen del Cinturón de Kuiper, donde la radiación gamma es 1.700 veces mayor que la existente en el espacio terrestre, lo que ocasiona una verdadera catástrofe biológica.

Se trastorna todo el antiguo equilibrio radiológico, y con ello el biológico como indica el texto del Génesis, desapareciendo la era de los dioses (800 años). “Ciento veinte años serán los días de la vida” (Gén.6.3).

Surgen nuevas pestes – animales y plantas -, se inicia la desecación del Sahara (za-ara = la gran llanura), las migraciones, y los 6.000 años de “Espíritus de la Muerte” atestiguados en los anales egipcios y fuente de su religión, hasta la primera dinastía de los reyes (Menes -5.619 E.C.).