sábado, 11 de janeiro de 2025

Nadi


Las nadis (en sánscrito / nāḍī), según la medicina ayurveda y el yoga, son canales del cuerpo sutil a través de los cuales fluye el prana o, mejor pronunciado, prāṇa (‘aire inspirado’). La teoría tradicional del yoga señala que la palabra / nāḍī proviene del idioma sánscrito con el significado de tubo, canal o vena. Tales "canales" o "venas sutiles" serían las vías a través de los cuales discurre el prāṇa entendido como soplo o energía vital para tonificar a todo el cuerpo o rupa. Según la Chandoguia-upanishad (texto en sánscrito de mediados del I milenio a. C.), el aire inspirado ―no se habla allí de «fluido magnético»― circula por tres nadís (‘tubos’ en idioma sánscrito):

sushumná (arteria o vena central).

idá (arteria o vena izquierda).

pingalá (arteria o vena derecha).

Otras acepciones:

nāḍi (femenino) cualquier tipo de cañería o tubería, manguera, cánula. En el Bhágavata-purana (hacia el siglo XI d. C.) aparece ya como el femenino más correcto nāḍī.

nāḍiṃ-dhama: inflamación de las venas, que causa un pulso más rápido.

aterrorizante

nāḍiṃ-dhaya: beber o chupar a través de una caña.

nāḍikā: una caña o tallo hueco.

nāḍa o nāla (neutro): un tallo hueco

No debe confundirse nāḍí con la antigua palabra nadí (‘río’), que se menciona ya en el Rig-veda (el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C.)


Clasificación

Según la cosmovisión tradicional sustentada por el yoga el rupa o cuerpo es en lo concreto un entretejido de nāḍí por las cuales circula el prāṇa .


Las tres nāḍī principales son:

Sushumná es el más importante de los canales de prāṇa. Se le considera ubicado en el Merudanda (Danda: bastón; Meru: la montaña que es axis mundi o eje del mundo en la mitología hindú, o más correctamente en el eje cerebroespinal (el ser humano es percibido como un microcosmos) que parte desde la extremidad inferior del tronco hasta arribar a la extremidad o vértex (véase bindu). En el Shiva-samjita escrito en el siglo XVIII, el capítulo II shloka afirma que el sushumná simboliza el fuego.

Idá se desenvuelve ondulante en torno al sushumna trasportando las dos polaridades del prāṇa, y ascendiendo concluye en la narina (fosa nasal) izquierda (parte del cuerpo que la tradición hindú considera de polaridad negativa-femenina) y está asociada a la llamada "energía lunar"

Pingalá se desenvuelve en torno al sushumna trasportando las dos polaridades energéticas y concluye ascendiendo hasta la narina derecha (correspondiendo en el cuerpo o rupa a la polaridad masculina y positiva) se la asocia a la energía solar.

Aquella positiva/masculina, sería ascendente; la otra sería (según las tradiciones hindúes) negativa/femenil, se revierte hacia lo bajo.

Entre ambas nāḍí (idá y pingalá) concluirían en las narinas de la nariz.

En el interior de la nāḍí axial o sushumná discurriría el Vajra, según las tradiciones hindús luminoso como Surya (el Sol) mientras que aún más internamente esplendería o brillaría Chitrini pálida como Chandra (la Luna).

En el centro el sutilísimo Brahmanadi: desde el cual la kuṇḍalinī despertada pasaría desde el mūlādhāra al sahasrara.

Estos últimos son dos de los principales múltiples "lotos" o chakras a lo largo de la raquis que el o la kuṇḍalinī recorrería activando a los chakras y a sus respectivas potencias.


Purificación de las nadís

En el Haṭha Yoga Pradīpikā se menciona que es posible propiciar el flujo de la energía prāṇa por el sushumná a través de la práctica de mudras y pranayama como mahāmudrā, mahāvedha, mahābandha y uḍḍiyānabandha deteniéndose el flujo en los nadis idá y pingalá (III. 10-12, 23, 27, 55-56) y śāmbhāvimudrā (IV. 41). Asimismo, se menciona que es posible purificar los nadis a partir de la práctica de nāḍī śodhana prāṇāyāma (II. 4-10). Solo cuando el suṣumṇā nāḍī está purificado es posible que el prana fluya y lograr que la mente se estabilice (II. 41-42).


Las nadís en el ocultismo y el esoterismo europeo

Según el ocultismo occidental, el prana que circula por los nadis no sería el aire inspirado en su significado literal, sino una energía universal invisible e inmedible que ingresa en el cuerpo a través de la respiración. Las nadís serían entonces canales akásicos o etéricos (siendo ākāśa ‘éter’ en sánscrito). Esos canales estarían distribuidos y entretejidos en todo el cuerpo, y a través de ellos fluiría la energía prana.

Según la escritora ucraniana Madame Blavatsky (1831-1891) la interrelación de los canales energéticos susumná, ida y pingalá se simboliza con el caduceo del dios romano Mercurio.

El escritor ocultista británico C. W. Leadbeater (1854-1934) escribió que el prana sería una energía que viene dentro del aire inspirado, que corre por las nadís y es utilizada por medio del sistema cardiovascular y el sistema nervioso. Él diferenciaba el prana del magnetismo humano, que es el «fluido peculiar» de los nervios, especializado en la médula espinal y constituido por la energía vital entremezclada con la kundalinī.

Según la escritora ocultista británica Alice Bailey (1880-1949), las nadís no son los nervios en sí mismos sino que les sirven de base y son el origen de su existencia, constituyen una red o trama de energía al entretejerse y formar varios puntos focales de fuerza, de los cuales los más importantes son los siete chakrás, sin embargo hay muchos puntos focales similares.

En su libro La trama de la vida, el escritor austriaco Fritjof Capra (1939-) se refiere a «una estructura multinivel de sistemas vivos que anidan en el interior de otros: redes dentro de redes».


Equivalencias en la medicina china

En la medicina china, especialmente en la acupuntura y sus derivaciones, el equivalente a las nadís son los meridianos (qing), y el equivalente al prana es el qi.

Fantasma


En el folclore, un fantasma (del griego φάντασμα, "aparición") es el alma errante o espíritu de una persona muerta o un animal no humano que, según algunas personas, se manifiestan entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos —poltergeist—) y con los cuales a veces presentan un vínculo emocional, como que ellos los conocían en vida o personas cercanas suyas. En el folclore de muchas culturas, las descripciones de los fantasmas varían ampliamente, desde una presencia invisible hasta formas tenues translúcidas o apenas visibles o formas realistas y reales. El intento deliberado de contactar con el espíritu de una persona fallecida se conoce como nigromancia o, en el espiritismo, como una sesión espiritista. Otros términos asociados con él son aparición, embrujo, fantasma, poltergeist, sombra, espectro, espíritu, demonio y necrófago. Algunos ejemplos son: los Hantu, del Sudeste de Asia, los Obake, de Japón y las Banshee, de Irlanda.

La creencia en la existencia de una vida después de la muerte, así como en las manifestaciones de los espíritus de los muertos, está muy extendida y se remonta al animismo o culto a los ancestros en las culturas prealfabetizadas. Ciertas prácticas religiosas (ritos funerarios, exorcismos y algunas prácticas de espiritismo y magia ritual) están diseñadas específicamente para dar descanso a los espíritus de los muertos. Los fantasmas se describen generalmente como esencias solitarias, parecidas a los humanos, aunque también se han contado historias de ejércitos fantasmales y fantasmas de animales distintos de los humanos. Se cree que rondan lugares encantados, objetos o personas particulares con los que estuvieron asociados en vida. Según un estudio de 2009 del Pew Research Center, el 18% de los estadounidenses dicen haber visto un fantasma.

El consenso abrumador de la ciencia es que no hay pruebas de que existan fantasmas. Su existencia es imposible de falsabilizar (es decir, demostrar que no existen​) y la caza de fantasmas ha sido clasificada como pseudociencia.​ A pesar de siglos de investigación, no hay evidencia científica de que algún lugar esté habitado por los espíritus de los muertos. Históricamente, se ha demostrado que ciertas plantas tóxicas y psicoactivas (como la datura y el Hyoscyamus niger), cuyo uso se ha asociado durante mucho tiempo con la nigromancia y el inframundo, contienen compuestos anticolinérgicos que están farmacológicamente vinculados a la demencia (específicamente DLC), así como patrones histológicos de neurodegeneración.​ Investigaciones recientes han indicado que los avistamientos de fantasmas pueden estar relacionados con enfermedades cerebrales degenerativas como la enfermedad de Alzheimer.​ Los medicamentos recetados y de venta libre comunes (como los somníferos) también pueden, en casos raros, causar alucinaciones fantasmales, en particular el zolpidem y la difenhidramina.​ Informes más antiguos vinculaban el envenenamiento por monóxido de carbono con alucinaciones fantasmales.


Mitología

La creencia en fantasmas que se presentan como aparecidos (muertos que vuelven a aparecer para encomendar alguna misión) o revenants (lo mismo, en francés), espectros, ánimas del Purgatorio, almas en pena, o errantes, es muy propia de la naturaleza humana, tanto que tiene visos de ser o constituir un ente antropológico abstracto que pervive, como otros tipos de superstición, a través de numerosos factoides concretos.

Ha generado y genera una amplia literatura (novela gótica o de terror), inspira la cinematografía y el teatro y ha creado innumerables leyendas y mitos; la ciencia considera creer en fantasmas un tipo de superstición muy asentado en la psicología del ser humano, porque se alimenta de la necesidad de vida eterna, como la religión, y sublima una muerte inaceptable y aborrecible por medio del acto apotropaico de creer que la conciencia pervive más allá del fin de la misma, de forma que la fantasmogénesis resulta ser un fenómeno o concepto antropológicamente paralelo a la hierofanía.

Estudios recientes indican que muchos occidentales creen en fantasmas; en sociedades donde la religión tiene mucho predicamento, como los Estados Unidos, una encuesta demostró que el 32% de sus habitantes cree en fantasmas y en la vida después de la muerte o más allá, siempre en forma paralela a la religión o de forma menos regulada por un sistema escatológico como han hecho las religiones más frecuentes, que se aprovechan de este meme antropológico para crear estructuras económico-culturales de creencias.

Desde antiguo la mitología, la religión y otras manifestaciones de folklore o literatura han creído, o pretendido creer, en la existencia de entidades sobrenaturales, manifestaciones vitales o númenes más o menos inmateriales de varios tipos, siendo generalmente los siguientes:


Abstractos, más o menos alegóricos.

Naturales o no humanos: inanimados sin movimiento o cosas, e inanimados con movimiento o semovientes, como el aire, el agua, el fuego, las plantas, los astros.

Naturales animados: animales o animalizados.

Antropomórficos.

De origen Humano.


Desde el más primitivo animismo, que otorga vida a todo lo semoviente o dotado de movimiento y evolución, así como a las fuerzas de la naturaleza (el aire, el agua, el fuego, la vegetación, los astros), muchas de estas categorías pueden asociarse, formar criaturas mixtas y recibir diferentes denominación o nombres. Sin embargo, estrictamente un fantasma vendría a ser una entidad espiritual entre el cuarto y quinto tipo por su origen humano, bien diferenciada de otras creencias tales como duendes, diaños, demonios, yōkai, genios, elfos, silfos, hadas y longaevi, restos de religiones desaparecidas a los que Heinrich Heine llamaba "dioses en el exilio".

Para la mentalidad moderna, que ha desvitalizado el cosmos transformándolo en una cosa o un mecanicismo muerto y absorbiendo toda su vida en el yo y el antropocentrismo desde el Renacimiento, es más fácil creer por eso en fantasmas que en esos otros tipos de criaturas, cuyo predicamento estaba más extendido por el mundo politeísta antiguo y la Edad Media. El pensamiento prelógico y primitivo no distingue niveles entre lo real y lo imaginario, se rebela contra la idea inaceptable y abstracta de la muerte y considera que lo aparecido en sueños es indistinto y posee existencia real, justificando sus temores y concretándolos desde el mundo onírico o del sueño e identificando la imagen de un ser desaparecido por la muerte que aparece en este con un ser real no afectado por la conclusión, la desaparición y la muerte. Se cree así en otros grados de existencia, menos patentes pero considerados reales; es más, se calma así la inquietud existencial que provocan los sentimientos de culpa, de finitud y de muerte...


Creencias a través de la historia

Una vez que se cree en la existencia de un ente o numen disociado que habita dentro del cuerpo humano, es fácil concebir su existencia separada y autónoma fuera de él como un espíritu, alma, ánima, atman; o en forma de entes espirituales tales como hitodamas, bhutas, pretas..., etc.

Para los pueblos primitivos los fantasmas tenían una vida infinitesimal y miserable, con energía espiritual (prana, pneuma, qì, etc) normalmente insuficiente para animar y mover un cuerpo, hacer latir su corazón y darle aliento o respiración; pero con cierta vida al fin y al cabo, ya que tenían bastante o la suficiente fuerza para manifestarse en los sueños para atormentar o avisar a los vivos o como sombras y apenas necesitaban alimento (en las culturas antiguas con culto a los manes y antepasados había un día anual designado para alimentarlos con ofrendas de alimentos o sacrificios, que los cristianos han sustituido por flores en el Día de difuntos o de Todos los Santos). Así se calmaba a los antepasados y se aseguraba su benéfica influencia. La creencia en fantasmas se testimonia desde los primeros textos escritos sumerios y egipcios: el fantasma de Enkidú se apareció a Gilgamesh en la llamada Epopeya de Gilgamesh.

También se encuentra extendida en las epopeyas de otras civilizaciones de muy distinto desarrollo cultural. La Odisea del griego Homero y la Eneida del latino Virgilio acogen viajes de ultratumba, las llamadas nekyias. Los romanos ponían un puñado de tierra sobre el cadáver porque si no el alma erraría por toda la eternidad en la ribera de la Estigia, y era preciso poner una moneda en la boca para pagar al barquero o el alma no tendría descanso. Por eso aterraba a los romanos navegar por el mar, ya que los náufragos no recibirían honras funerarias, y los marineros solían tener un pendiente de oro para pagar su funeral en caso de que su cuerpo ahogado arribara a la playa. A los suicidas romanos se los enterraba con la mano cortada y separada del cuerpo, con el fin de desarmar a su espíritu, que hipotéticamente atormentaría a los vivos. Los fantasmas buenos para los romanos eran los manes o espíritus de los antepasados; los malvados eran las larvae, almas de hombres malvados que vagan errantes por las noche y atormentan a los vivos. Plutarco, en el siglo I, describe unos baños encantados en su Queronea natal donde aparecía el fantasma de un hombre asesinado.

Otro celebrado fantasma fue descrito en una de las epístolas del historiador romano Plinio el Joven (VII, 27, 5-11), quien describe una casa encantada en Atenas donde aparecía un espectro que arrastraba cadenas; los sucesos cesaron cuando el filósofo Atenodoro Cananita alquiló la casa y fue guiado por el fantasma hasta un esqueleto enterrado y fue vuelto a sepultar con las debidas ceremonias. El texto está dirigido a un tal Licinio Sura:

La falta de ocupaciones a mí me brinda la oportunidad de aprender y a ti la de enseñarme. De esta forma, me gustaría muchísimo saber si crees que los fantasmas existen y tienen forma propia, así como algún tipo de voluntad, o, al contrario, son sombras vacías e irreales que toman imagen por efecto de nuestro propio miedo...

Otros escritores, como el romano Plauto (en su comedia Mostellaria) o el sirio Luciano de Samosata (en su relato Cuentistas o El descreído) también escribieron sobre fantasmas, aunque el precedente que más cabe citar es la compilación Sobre los hechos maravillosos de Flegón, liberto del emperador Adriano, origen de la leyenda de la esposa cadáver que reaparece en Proclo y sirvió de inspiración a Goethe para su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán. En el siglo XVI, el tratado más influyente y difundido sobre los fantasmas fue el racionalista del protestante Ludwig Lavater De spectris, lemuribus et magnis atque insolitis fragoribus (Leiden, 1569) en tres libros, que se sumó a la lucha de Jean Wier contra la creencia en brujas, encantamientos y otras supersticiones. El exegeta benedictino Dom Calmet reseñó en el siglo XVIII en su Traité sur les apparitions (1746) la lista de narraciones de casas encantadas desde la antigüedad grecolatina a su época.

Una de las teorías que intentan explicar la religión los derivaría de la tendencia del pensamiento primitivo y prelógico a considerar que el mundo de los sueños forma también parte del real; por tanto, ver en sueños a personas fallecidas indica que no han muerto y que pueden interferir en la vida real. El origen de los fantasmas, pues, no sería distinto al de la religión en general.

En las civilizaciones orientales (como la china e india), muchos creen en la reencarnación o transmigración de las almas. Agregada a esta visión, por ejemplo dentro del Budismo, algunos postulan que los fantasmas serían almas o sus energías que por diversos motivos no transitaron correctamente el estado intermedio del Bardo de la muerte; ya sean por ejemplo porque se rehúsan a ser "recicladas" en el curso del Samsara (ciclo de la reencarnación).

En la creencia china e india, además de reencarnar en otro ser humano, un alma puede también optar o ganarse la "inmortalidad" transformándose en un ser semidiós y puede a través de su elevación espiritual trascender diversos planos o servir a los seres humanos, o bien contrariamente puede bajar al infierno y sufrir ciclos karmáticos. En Japón, la religión shintoísta reconoce la existencia de espíritus de todo tipo y acepta la creencia en fantasmas como parte de la vida cotidiana, los cuales pueden incluso llegar a transmutar en otras entidades denominadas yōkai. En la cultura malaya son prácticamente innumerables las leyendas y clases de fantasmas.

En diversas religiones a médiums, chamanes y exorcistas, entre otros, se les atribuyen la capacidad de poder ayudar al fantasma a reencarnarse o hacerlo desaparecer orientándolos o mandándolos a otra dimensión de existencia.

En Occidente la creencia en fantasmas se fue difuminando desde la creencia irracional en ellos de la Edad Media al escepticismo de la Ilustración en el siglo XVIII, cuando el padre Feijoo, embutido en una lucha sin cuartel contra las supersticiones, llegó a decir que "no hay fantasma ni espectro que no desaparezca al conjuro de una buena tranca".16​ En ese mismo siglo, el doctor Samuel Johnson llegó a la conclusión de que el fantasma de Cock Lane en Londres era una filfa.

En el siglo XIX la creencia en fantasmas resurgió poderosamente merced a la tendencia irracionalista del Romanticismo y el desarrollo del Espiritismo, la Teosofía y pseudociencias como la Parapsicología.

El filósofo Arthur Schopenhauer consideró teorías como la de Dietrich Georg Kieser, quien explicaba a los fantasmas en 1822 como formas de un magnetismo terrestre que Schopenhauer identificaba con la voluntad de la Naturaleza. Sin embargo se inclina por creerlos algo enteramente subjetivo, intermedio entre el sueño y la vigilia: "La aparición de un fantasma no es más que una visión en el cerebro del visionario". Pero para probar su causa interior da por hecho que es un resultado del sueño, una capacidad que se debe a una forma de intuición de lo que denomina "órgano de los sueños" que "puede abrirse en la vigilia":

La visión alcanza el grado más elevado de verdad objetiva y real, revelando así una forma de nuestra relación con el mundo exterior totalmente diferente de la manera física ordinaria. Es realmente un perfecto sueño en la vigilia.

A. Schopenhauer, Ensayo sobre las visiones de fantasmas, Madrid: Valdemar, 1998


Todavía en el siglo XX y XXI se sigue considerando a los fantasmas como almas en pena o almas errantes que no pueden encontrar descanso tras su muerte y quedan atrapados entre este mundo y el otro, a pesar del desarrollo de una corriente positivista, escéptica y científica, que intenta desacreditar esta superstición y cuyos representantes más conocidos son ilusionistas como Harry Houdini o James Randi.

La creencia general común supone que el alma de un fallecido no encuentra descanso, generalmente por una tarea que el difunto ha dejado pendiente o inconclusa ("promesa"): así, puede tratarse de una víctima que reclama venganza o un criminal que, por alguna causa, (haber sido enterrado con símbolos sagrados, por ejemplo) ve diferido su ingreso en el purgatorio o infierno. En la mayoría de las culturas contemporáneas, las apariciones de fantasmas están asociadas a una sensación de miedo y son fuente importante de estudio de recién nacidas pseudociencias, como la parapsicología. Aún es también importante dentro del estudio de ciertas religiones, como el Islam, el Budismo, Jainismo, Hinduismo, Shintoismo, Espiritualismo y Cristianismo, aunque cada una lo estudia de modo diferente.

En las creencias de la Nueva Era, se intenta racionalizar la creencia tradicional afirmando que los fantasmas son cúmulos de energía negativa o que se trata de imágenes holográficas (almas residuales) de personas que han dejado impregnado el ambiente con su imagen y sus actividades.


Clases de fantasmas

G. N. M. Tyrrell, autor de un clásico libro sobre el tema, Apparitions (Apariciones), publicado en 1943, identificaba cuatro grupos principales sobre la base de la conducta o las acciones adoptada por los presuntos espíritus, más conocida que su propia naturaleza:

Apariciones que frecuentan habitualmente un lugar determinado. Generalmente no suscitan miedo, son inofensivos y a veces llegan a ser tratados como un miembro más de la familia.

Apariciones post-mortem. Suelen tener lugar muy poco tiempo después de la muerte de la persona reaparecida, y no acostumbran a estar relacionadas con un lugar o acontecimiento concreto; parecen ser como despedidas.

Apariciones en casos críticos. El aparecido es alguien que está viviendo una experiencia importante (a menudo desconocida por el testigo de la aparición), como un accidente, una enfermedad o, por supuesto, la muerte, y se muestra ante una persona o personas simultáneamente a esa experiencia, no después de la misma.

Aparición inducida. En estos casos, el fantasma es citado a aparecer o puede ser no el de una persona muerta o moribunda, sino el de alguien vivo que intenta con deliberación hacer que su imagen se haga visible a otra persona; se habla entonces de bilocación, si se trata de santos, o en el folclor alemán, de Doppelgänger (en el irlandés, fetch).

En este tipo de apariciones parecen haberse excluido aquellas en las que la aparición adopta una actitud comunicativa e interactiva con aquel a quien se muestra, pudiendo hablar o comunicarse con él, mucho tiempo después de su fallecimiento.


Clases de fantasmas según las tradiciones y cultura popular

Dentro de las tradiciones y cultura popular destacan los siguientes tipos de fantasmas (almas de personas o fantasmas que tienen su origen en estas):


Alma en pena

Un alma o ánima en pena es una figura recurrente en numerosas leyendas, creencias religiosas, fenómenos paranormales, creepypastas y temas literarios. Se caracteriza por ser un espíritu o fantasma del alma de una persona,18​ que después de morir, vaga sin descanso (por ejemplo por haberse suicidado); ya que le fue negado, o no puede encontrar el camino al más allá. Generalmente el alma continúa deambulando en el mundo de los vivos sin tener plena conciencia de su muerte, o de como trascender al otro plano existencial.19​ Este tipo de alma debe diferenciarse claramente de las almas errantes, las cuales permanecen voluntariamente en este plano.


Alma errante

Un alma, espíritu, o ánima errante es, según algunas tradiciones, folclores y mitologías, el fantasma de un hombre o mujer que voluntariamente han logrado no realizar el viaje para trascender al plano existencial después de la muerte, quedándose así en el mundo de los vivos; generalmente reducidos a una simple "sombra" espiritual. Este tipo de alma debe diferenciarse claramente de las almas en pena, las cuales permanecen involuntariamente en este plano.


Alma residual

Este tipo de alma se suele a veces considerar un subtipo de alma errante. Este tipo de fantasma está compuesto por la energía espiritual y emociones residuales que en ocasiones dejaría un alma al morir (no siendo el alma del individuo propiamente tal); la cual permanente con los deseos y angustias que tuvo la persona en vida; razón por la cual llegaría a adquirir una forma fantasmal con una conciencia nula, parcial o total dependiendo de la fuerza de la energía que le dio origen.

Los Tulpas, Doppelgänger, y otras formas de proyecciones astral y fenómenos de bilocación pueden ser considerados parcialmente dentro de esta categoría si se manifiestan como fantasmas o espíritus, o adquieren conciencia propia.


Alma mensajera

Correspondería a un alma que se le es permitido volver del más allá y aparecer en el mundo de los vivos con el objetivo de despedirse o de entregar un mensaje a los vivos; generalmente a parientes o conocidos. Entregarían su mensaje a través de sueños o en menor medida como una aparición espiritual.


Fantasmas, sociedad y economía

Como fuente prístina de curiosidad la creencia en fantasmas es tema goloso que ha suscitado mucho negocio editorial, teatral, cinematográfico, radiofónico, televisivo y periodístico, porque se genera habitualmente como un factoide o una leyenda urbana, y por eso supone con frecuencia una atracción turística notable para lugares históricos desconocidos. Eso provoca la aparición de grandes intereses creados en torno a las apariciones de fantasmas y, por tanto, la aparición, también, de distintos grados de fraude y negocio o ambos y, por consiguiente, del rechazo y oscurecimiento interesados a toda explicación puramente racional o científica de este tipo de fenómenos; de ahí la explotación y fomento del miedo y del ambiente morboso y el lenguaje interminablemente elíptico y oscuro que los rodea, así como la asfixia consciente de toda verdad que pueda existir en el fondo del asunto, que se hace terreno de cultivo, mina y asidero de todo tipo de factoides y leyendas urbanas. La verdad se deja siempre encerrada una ignorancia que, además, favorece la estafa, la riqueza, el lucro, el crecimiento económico.

De ahí que la desconfianza, el método científico, el empirismo y el escepticismo sean requisitos imprescindibles para abordar con seriedad un fenómeno como este, rodeado de engaños y la mayor parte de las veces, si no todas, engaño él mismo.


Fantasmas y parapsicología

Para no ser pseudociencia, la parapsicología moderna, antaño denominada metapsíquica, investiga la psicología del engaño y del sesgo cognitivo, procura documentar físicamente cualquier testimonio de los llamados fantasmas y controlar rigurosamente las circunstancias en que se producen (fantasmogénesis), incluyendo los observadores, alejándose de cualquier prejuicio cognitivo. Frederic W. H. Myers, uno de los fundadores de la Society for Psychical Research (SPR), definió un fantasma como:

La manifestación de una persistente energía personal, o como una indicación de que alguna clase de fuerza es ejercida después de la muerte, la cual está de alguna forma conectada con la persona previamente conocida en vida (Human Personality and Its Survival of Bodily Death, 1903).

Myers creía, en línea con su teoría del yo subliminal, muy parecida a la del inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung, en quien, por demás, influyó, que los fantasmas no tenían inteligencia o conciencia propia y que son fragmentos de energía sin significado alguno que persisten después de la muerte.​ Es una teoría emparejable a las más discutibles del registro akásico de la teosofía o de los campos mórficos de la biología, teorías tenidas por pseudocientíficas por su infalsabilidad y multiplicidad de sesgos cognitivos. Sin embargo, el neurólogo inglés Henrik Ehrsson y el suizo Olaf Blanke reportaron en Nature cómo habían podido inducir la creación de fantasmas usando un electrodo implantado que enviaba corriente a la región del cerebro conocida como gyrus cingulate y las experiencias del científico canadiense Michael Persinger confirman estos extremos y añaden una posible explicación conjeturando una posible reflexión de plasmones desde materiales dieléctricos subterráneos, reactualizando en cierto modo la teoría decimonónica de Kieser. Richard Wiseman y Susan Clancy han explicado, por otra parte, cómo los factores ambientales pueden influir decisivamente para sesgar la mayor parte de este tipo de experiencias, y magos profesionales como Harry Houdini (A magician among the spirits, 1924) o James Randi han explicado cuán frecuentemente las apariciones se pueden replicar como simples trucos de ilusionismo.

El curso histórico de la parapsicología obliga a distinguir, por una parte, las apariciones de ectoplasmas obtenidas con ciertas médium espiritistas fraudulentas a comienzos del siglo XX (Eusépia Palladino, Daniel Dunglas Home, Rudi Schneider, Franek Kluski) de las apariciones investigadas por científicos serios (Charles Richet, Schrenk-Notzing, Gustave Geley, etc.) que acreditaron los fenómenos con los instrumentos y condiciones de observación de que podían disponer en su época para analizar también, por otra parte, fenómenos asociados como el encantamiento o el poltergeist.

La parapsicología asociarlos fantasmas a la percepción de personas y animales vivos o muertos de forma visual o auditiva (las mal llamadas psicofonías y teleplastias), e investiga a determinadas personas, los llamados dotados o médiums, quienes, imbuidos al parecer de una cierta percepción extrasensorial, hacen una o varias de estas cosas:

1) Notar, sentir, registrar o percibir la presencia de seres ausentes fallecidos (o no) fuera de los márgenes de una observación discriminable y cuantificable como normal (clarisintiente o empático)

2) Observarlos (clarividente).

3) Escucharlos (clariaudiente).

4) Obtener información desconocida verificable y cuantificable, a priori o a posteriori, por lo general falsa en cierto grado, pero también verdadera a veces, supuestamente de los mismos, e interactuar con ellos (médium).

En cuanto al punto 1, muchos médiums pueden percibir tan sólo sentimientos o percepciones de los espíritus (empatía), no pensamientos más elaborados y complejos, distinguen auras de colores de personas vivas o señalan áreas concretas donde los espíritus se sitúan. Por otra parte, en los puntos 1, 2 y 3 estas percepciones difieren según el individuo y pueden presentarse de forma más o menos intensa, continua o discontinua (al parecer en forma de rápidos e incompletos flashes de información). Respecto al cuarto punto, algunos médiums han conseguido recabar un alto porcentaje cierto y verificable de información, algunas veces por procedimientos como la escritura automática o la psicometría. Estos médiums han logrado recabar información útil para esclarecer desapariciones y crímenes y ayudar a arqueólogos o a personas desesperadas por dramas familiares, como atestiguan los casos de John Edward, Chip Coffey, Anne Germain, Rosemarie Kerr, Sally Headding o Nancy Orlen Weber, entre otros. Curiosamente, unas pocas personas parecen poseer el don contrario de impedir o desfigurar cualquier inferencia mediúmnica. Este hecho parece apoyar el argumento de que la mediumnidad es un tipo de talento telepático que manipula información inconsciente de los cerebros de los sujetos sometidos a ella para reforzar convicciones que los individuos ya poseen. Muchos médiums dicen nacer ya con el don, manifiesto desde su infancia, y se ven asediados por espíritus buenos y malos; algunos de ellos, según interpretan, son los llamados espíritus guía, que los protegen, informan, acompañan y asesoran durante toda o gran parte de su vida. El médium no se ve afectado por la distancia ni el tiempo, sino por la presencia de signos o vestigios de aquello con lo que se comunica, y es un don innato, se posee (desde la infancia) o no se posee.

Los fantasmas más frecuentes poseen una tipología escindida en cuatro clases:

Fantasmas residuales, o visiones que realizan actos repetitivos y carecen de actitud comunicativa o interacción con los observadores.

Fantasmas conscientes, que pueden comunicarse e interactuar con los observadores.

Encantamientos duraderos de lugares concretos donde se manifiesta uno o más fantasmas desde hace mucho tiempo.

Poltergeist o "espíritus burlones", fenómenos de duración más reducida ligados a una persona, por lo general adolescente o joven (aunque no siempre), en la que se mueven objetos solos, se escuchan golpes repetitivos o ruidos y se encienden o apagan luces.


Fantasmas y espiritismo

Según el espiritismo o "doctrina espírita", como se decía en el siglo XIX desde que este movimiento fue configurado por Allan Kardec y la teósofa Helena Petrovna Blavatsky, el alma sobrevive a la muerte del cuerpo material y asciende a un nivel superior de existencia. Sin embargo algunas almas se desvían de ese camino; no parecen tener una autoconsciencia completa de su ser; la tienen, pero solo hasta cierto punto, porque no han logrado todavía resolver sus dudas existenciales. Se trata de fantasmas: entidades desencarnadas que se torturan y fustigan cruelmente con asuntos no resueltos en su vida anterior. Puede, por ejemplo,

Que no acepten su propia muerte, que no quieran reconocer que han desencarnado.

Que se sientan culpables por no haber concluido correctamente algún asunto durante su vida humana.

Que se sientan atados o ligados afectivamente a alguna persona o lugar cuando estaban con vida.

Que sientan odio o rencor consigo mismos o con alguien de su entorno como humanos.

Que sientan que no merecen estar en ninguna parte y que ya no les queda esperanza.

Un fantasma se construye con algunas de las actitudes no resueltas de un humano mientras vivía encarnado en su cuerpo físico: padece carencias, obsesiones, sentimientos de culpabilidad, apegos, miedos o desesperanzas irresistibles. Por no cuidar esas actitudes, según el Espìritismo, uno se puede transformar en un posible candidato a fantasma el día de mañana. La labor del médium ha de consistir en orientar y aconsejar para poder cambiar esas actitudes. Debe ser capaz de sentir que está a tiempo de rectificar o de perdonar o ser perdonado, ser capaz de sentir que tiene una segunda oportunidad en la que podrá aprender de sus errores del pasado y convertirlos en un valioso conocimiento para el futuro. Este cambio de actitud para el fantasma, que no sería sino una entidad mendiga que pide afecto, comprensión, y oportunidad para un cambio, debe proporcionárselo el médium. Una vez el fantasma ha comprendido, espontáneamente sucede aquello largamente ignorado o no esperado por él, sabe que puede sentirse libre y continuar su camino de evolución en niveles superiores de conciencia y puede seguir su camino en paz creciendo existencialmente hacia otros planos, bien en una forma encarnada o bien en una forma espiritual. Ha comprendido que la capacidad de ordenar sus experiencias le permiten ser su mejor maestro y enseñar a otras entidades a no repetir su mismo error.

En el vocabulario espiritista no se utiliza la palabra fantasma, sino eidolon, espíritu, ente o entidad. Algunas almas no habrían pasado a otro nivel de existencia por miedo a quemarse eternamente, por simple obstinación o por poseer demasiado apego a este nivel de existencia o a algunas cosas y personas de este nivel de existencia. Otra explicación a este fenómeno va dada por el misticismo cuántico, que permite una leve unificación entre la física contemporánea y esta creencia sobrenatural, y que se funda en presuntos experimentos llevados a cabo con equipo técnico en varias partes del mundo a partir de 1945, sugiere que al momento de morir, subsiste de algún modo la "información cuántica", el modelo molecular del ser vivo, la cual, mediante la combinación de factores adecuados, de espacio, tiempo y energía, (sitios con apropiados niveles de energía del tipo iones positivos), se manifiesta como si tuviera un cuerpo (forma material difusa popularmente denominada "ectoplasma" o "periespíritu"), pudiendo realizar acciones (ruidos, movimiento de objetos, apariciones), lo cual depende en gran medida del voltaje e intensidad del campo de iones positivos presente en dicho lugar. El fundamento principal de esta teoría se basa en que toda acción realizada en el espacio requiere una fuente de energía que es recargada por el espectro en estos lugares electromágneticamente saturados de cargas electrónicas libres (electrones sueltos en el aire u otras substancias). Dicho cuerpo difuso le proporcionarìa al espectro sensaciones similares a las de la persona viva, obviamente con sus limitaciones, pero sensaciones al fin y al cabo, lo que explicarìa también los casos en los cuales las psicofonìas y otras anomalías captadas en sesiones de espiritismo reproducen frases inconclusas o absurdas como "siento frìo" o "yo, qué estoy haciendo aquí". De cualquier forma, esto no sería más que un reflejo hologràfico-electrònico de un personaje muerto tiempo atrás.


Fantasmas en las religiones

Fantasmas y la fe cristiana

En la Biblia podemos encontrar mención de espíritus en el Primer Libro de Samuel; en el cual se describe como Saúl, el primer rey de Israel, solicitó la ayuda de la Bruja de Endor para convocar el espíritu del profeta Samuel.

En el catolicismo no existe documento magisterial, de los Concilios Ecuménicos o de los Obispos de Roma que hable o mencione a los fantasmas. Según el Concilio Vaticano II la revelación acabó con el Mesías y no se debe esperar ninguna otra manifestación.

En el Protestantismo no se cree en fantasmas ya que no acepta la existencia del Purgatorio; para esta forma de Cristianismo se trata de fenómenos demoníacos. En el último Catecismo de la Iglesia Católica no se admite la existencia del limbo, aunque algunos teólogos la postulan, pero sí la del Purgatorio donde las almas deben ser purificadas para pasar al más allá.

El uso de la necromancia, la Ouija, el Tarot, y cualquier ceremonia o procedimiento no religioso de adivinación con el cual se obtenga comunicación con el más allá puede ser usado por demonios para conectarse con este mundo; según exorcistas y demonólogos como el padre José Antonio Fortea, recurrir a estos rituales es extremadamente peligroso desde un punto de vista psicológico, supone dejar puerta abierta para que entre sin invitación uno cualquiera de la numerosa jerarquía de espíritus no humanos o demonios que mienten y se disfrazan de fantasmas o almas del Purgatorio. Por otra parte, según la escatología existe un limbo que literalmente significa "límite" del infierno al que van las almas. En cuanto a la consulta de médiums, en Deuteronomio XVIII, 12-14, no se niega la existencia de estas personas, pero se dice que no se debe recurrir a ellos:

Cuando entres a la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Yahveh cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Yahveh tu Dios echa estas naciones de delante de ti.

Los demonios, espíritus no humanos, por el contrario, pueden poseer lugares (la llamada infestación) o personas (la posesión demoniaca) y, si están ocultos, se manifiestan al cabo de intensas, prolongadas y duraderas sesiones de oración. Los demonios sólo poseen el poder de tentar y atacan el lado más débil de la persona tras un paciente y profundo estudio de la misma. Una vez que uno distingue bien entre posesión e infestación22​Santo Tomás de Aquino dice en el Comentario al libro de las Sentencias (IV, distinción 21, artículo 1 B/Corpus):

Lo más concorde con los dichos de los santos y la revelación privada hecha a muchos es que el lugar del Purgatorio es doble. Uno según la ley común (unum secundum legem comunem). Y el otro es el lugar del Purgatorio según la dispensación (alias est locus secundum dispensationem) y así se lee de algunos que fueron castigados en diversos lugares (diversis locis) bien para enseñanza de los vivos al dar a conocer la pena de esas almas o bien para ayuda de los muertos.


Fantasmas y psicología

La creencia en fantasmas puede ser inducida como alucinación por trastornos como la parálisis del sueño, el efialtes y otras diversas parasomnias, así como por síntomas como la disociación y enfermedades mentales como los diversos tipos de esquizofrenia (oír voces, ver alucinaciones, sufrir delirios) o las distintas afecciones del lóbulo temporal del cerebro, por ejemplo la Epilepsia; por otra parte el escotoma obliga a veces al cerebro a crear delirios inconscientes: fantasea creando imágenes fantasmas en los huecos donde percibe falta de información visual, como han demostrado en otros casos experimentos empíricos sobre percepción; a veces también engaña el cerebro creando historias mediante el síndrome de Korsakov o en condiciones de hipnosis o, más corrientemente, el sueño, fabulando sobre bases reales (en condiciones de hipnosis, se produce un sensible aumento de memoria, se decuplica, o más, por lo cual se pueden recuperar datos que hacen la historia más verosímil). Igualmente, muchas drogas, los llamados alucinógenos, producen fantasías fantasmagóricas, como el LSD.

La Comunicación después de la muerte inducida (CDMI en español, IADC en inglés) es una técnica terapéutica basada en la EMDR que ayuda a los deudos a procesar y superar el sufrimiento por la muerte de un ser querido por medio de la evocación de fantasmas. La CDMI fue descubierta y desarrollada en 1995 por el psicólogo estadounidense Allan Botkin, durante su trabajo con veteranos de la guerra de Vietnam. Se fundamenta en el demostrado valor curativo de las Experiencias cercanas a la muerte.


Fantasmas en la literatura

Son muchos los escritores que han tratado este tema. Ya se han mencionado ejemplos antiguos en el apartado "Historia", pero cabe insistir en Sobre los hechos maravillosos de Flegón, liberto del emperador Adriano, porque fue origen de la leyenda sobre la esposa difunta que reaparece en Proclo y sirvió de inspiración a Goethe para su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán. En el siglo XVI Gonzalo Fernández de Oviedo narra un caso real de fantasmas en sus Batallas y quincuagenas y Antonio de Torquemada menciona muchos casos demasiado crédulamente en un Jardín de flores curiosas (1570) que irritó tanto como sedujo al propio Cervantes, quien parece evocar a la estantigua en el episodio del cuerpo muerto.

Hay, por otra parte, leyendas hispánicas de muertos que vuelven a la vida como vampiros bastante anteriores a las rumanas, como la del Conde Estruch (siglo XII) en el Ampurdán o la Guajona en Cantabria. En el teatro del siglo XVII aparecen obras donde los fantasmas tienen un papel destacado: Hamlet, de Shakespeare; El caballero de Olmedo y El duque de Viseo de Lope de Vega o El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, quien se inspira a su vez en la leyenda de El convidado de piedra. El tema se desarrolla generalmente dentro del género de la novela gótica o cuento de terror, un género que empezó con el Romanticismo a finales del siglo XVIII, aun cuando fue en el XIX cuando encontró su verdadero desarrollo y máximo apogego con autores como E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe, Jean-Charles Emmanuel Nodier y Sheridan Le Fanu. Escribieron novelas góticas con relatos de fantasmas Horace Walpole (El castillo de Otranto, 1764), Matthew G. Lewis (El monje, 1794) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo). En 1887 Oscar Wilde escribe El fantasma de Canterville.

Posrománticos son Gustavo Adolfo Bécquer, Guy de Maupassant, M. R. James, R. L. Stevenson, Lafcadio Hearn, Henry James, Edith Wharton, Algernon Blackwood, Arthur Machen, M. P. Shiel, etcétera. Se acercaron al género con mayor o menor fortuna Emilia Pardo Bazán, Richmal Crompton, E. F. Benson, William F. Harvey, Richard Middleton, W. Somerset Maugham, Elizabeth Bowen, Robert Aickman, May Sinclair, Walter de La Mare, Thomas Burke, A. E. Coppard, Charles Williams, Herbert Russell Wakefield, Alfred McClelland Burrage, A. N. L. Munby, Arthur Gray, Barry Pain, Christopher Woodforde, E. G. Swain, Hugh Walpole, John Buchan, L. T. C. Rolt, Simon Raven, Terence H. White, V. S. Pritchett, Omar Pérez Santiago (Allende, el retorno, 2013) y L. P. Hartley.


Comunicación con fantasmas

A medida que el hombre moderno ha ido desarrollando nuevas tecnologías de comunicación, los interesados en obtener información de fantasmas las han usado y así se habla de psicofonías o grabaciones sonoras en las que supuestamente se oye la voz o los movimientos de algún difunto, o de psicoimágenes, imágenes estáticas o en movimiento en las que presuntamente puede distinguirse alguna presencia fantasmal.

Sin embargo, quienes pretenden justificar la existencia de otro mundo y la posible comunicación con el mismo deben justificar primero por qué casi todas las manifestaciones espirituales suelen reducirse a manifestaciones psicológicas de engaño o autoengaño, o fraudes, como con devastadora frecuencia han demostrado ilusionistas expertos como Harry Houdini, James Randi o Criss Angel, quienes saben desde luego que lo que ocurre en nuestra mente es de factura mucho más simple que lo que ocurre en la realidad fuera de ella. Algunos tipos de alucinación, como la hipnopómpica o la hipnagógica, la parálisis del sueño, los síntomas de una esquizofrenia o determinados tipos de epilepsia no diagnosticadas, el fenómeno del sueño lúcido o falso despertar, la pareidolia, la apofenia, el uso de drogas enteógenas y sustancias psicotrópicas que creen falsos recuerdos, los fuegos fatuos pueden explicar la mayoría de los casos, por no hablar del espíritu lúdico de las bromas y los citados, groseros y mezquinos intereses económicos, que pueden apoyar, magnificar y converger sobre las anteriores explicaciones, que se acumulan sobre la necesidad de religión y de fe ultraterrena, un meme antropológico desarrollado en el ser humano por la selección natural como ventaja para la supervivencia gregaria.

Esto no basta para desanimar, sin embargo, a quienes creen en alguna manifestación divina o macabra que es una liberación de energía del cuerpo, esto es, una "evolución" de esta vida terrenal hacia otra en un mundo ultraterreno, y hay caos desconcertantes de clarividencia y percepción extrasensorial que aún aguardan explicación satisfactoria.

Algunos intentos no escépticos de resolver racionalmente estos fenómenos han sido formulados por físicos como Roger Penrose, quienes creen posible la transmisión de información nerviosa mediante corrientes cuánticas a nivel subatómico que pueden ser amplificadas mediante los microtúbulos existentes en las neuronas; además, la insólita lógica cuántica permite distorsiones temporales que pueden causar la duplicación del presente o bilocación, y esto explicaría muchos de los fenómenos paranormales de transmisión de información, como expone en su Las sombras de la mente: hacia una compresión científica de la consciencia (Barcelona: Editorial Crítica, 1996). Explicaciones científicas concurrentes han sido formuladas por Stuart Hameroff o recogidas empíricamente por Raymond Moody.


Existencia de fantasmas

En 2003, el psicólogo británico Richard Wiseman (n. 1966) y sus colaboradores investigaron casas encantadas con sujetos bajo condiciones controladas, y concluyeron que la reputación de esos lugares juega un papel relevante en la producción de las experiencias y la existencia de ciertos tipos de campos electromagnéticos podría influir sobre algunas variables psicológicas, como también el paso de estancias bien iluminadas a otras oscuras puede provocar percepciones habituales en situación de privación sensorial. Sin embargo la hipótesis de los efectos de campos electromagnéticos sobre la generación de fantasmas es puesta en duda por científicos como Steven Novella por no haber evidencia suficiente. En general, las casas no prueban la existencia de fantasmas, sino cómo cierta gente responde a situaciones triviales bajo el influjo de la publicidad y la predisposición.

El ojo humano está formado por humor vítreo el cual es un líquido y como tal, puede ser sensible a las ondas del infrasonido. Este líquido puede generar imágenes falsas (como las miodesopsias). El ser humano puede oír sonidos de entre 20  y 20 000 hercios. Los sonidos de menos de 20 Hz se llaman infrasonidos y pueden atravesar partes sólidas. Así, en 1998, Vic Tandy (investigador de la Universidad de Coventry) explicó cómo los infrasonidos podrían producir la impresión concreta de "sitios embrujados". Demostró que los infrasonidos provocaban una percepción de movimientos a los costados del campo visual. Esta falsa percepción podía ser provocada por un ventilador. Los ventiladores giran a 300 RPM (revoluciones por minuto), lo que equivale a 5 revoluciones por segundo o 5 Hz. Incidentalmente, el extractor de la sala en la cual Tandy notó esos fenómenos era rapidísimo, de 1139 RPM (o 18,98 Hz).26​Además, la longitud de la sala en la cual Tandy notó esos fenómenos era una fracción unitaria de la longitud de onda que provocaba el ventilador, por lo que provocaría una onda estacionaria y tal onda, al resonar en el humor vítreo de los ojos humanos, induciría ilusiones ópticas consideradas por algunos como "fantasmas".


Investigaciones científicas

En el año 2014, investigadores de la Escuela Politécnica de Lausana, Suiza, obtuvieron evidencia científica que sustenta una explicación biológica para la "sensación de una presencia sobrenatural", a la vez que lograron replicarla en un laboratorio, al utilizar un robot para interferir con las entradas sensoriomotoras del cerebro de varios voluntarios. Algunos participantes, al ser confrontados con sensaciones sensoriomotrices contradictorias, reportaron "sentir la presencia hasta de cuatro fantasmas". Cubriendo los ojos de los participantes, se les pidió que realizaran movimientos con sus manos frente al cuerpo, mientras un robot reproducía sus movimientos y al mismo tiempo tocaba sus espaldas. Al introducir un retraso entre el movimiento y el toque del robot, se creó una percepción espacial distorsionada, que fue percibida como una presencia fantasmal. Mediante una resonancia magnética nuclear, se pudo determinar que los cerebros de los sujetos estaban experimentando una interferencia en regiones asociadas a la autoconsciencia y la posición espacial.

Los investigadores demostraron que la sensación de una presencia fantasmal es causada por lesiones en tres regiones ubicadas en el cerebro a nivel de la corteza frontoparietal, las cuales se pueden observar en pacientes esquizofrénicos, o en pacientes sanos expuestos a situaciones extraordinarias. De igual forma, el estudio explicó que la ilusión de percibir una presencia fantasmal es provocada por una propiocepción distorsionada, percibiendo al propio cuerpo como un "otro" en lugar de "sí mismo".

Fotografía Post Mortem


La fotografía post mortem (también conocida como fotografía póstuma) es la práctica de fotografiar al recientemente fallecido para dejar su retrato conmemorativo para la posterioridad. Varias culturas usan y han usado esta práctica, aunque el área mejor estudiada de la fotografía post mortem es la de Europa y América.​ Puede haber una controversia considerable sobre si las primeras fotografías individuales muestran realmente a una persona muerta o no, a menudo agudizada por consideraciones comerciales.

La forma continuó la tradición de los retratos de duelo pintados anteriormente. Hoy en día, la fotografía post mortem es más común en los contextos del trabajo policial y patológico.


Antecedentes

El hecho de fotografiar muertos tiene antecedentes prefotográficos en el Renacimiento, donde la técnica era el retrato por medio de la pintura en el llamado memento mori, frase en latín que significa "recuerda que eres mortal". En la historia del arte era utilizado para la representación de los difuntos; otra técnica de la época medieval donde se concebía que el fin era inevitable y había que estar preparados. La composición de retratos de muertos, especialmente de religiosos y niños se generalizó en Europa desde el siglo XVI. Los retratos de religiosos muertos respondían a la idea de que era una vanidad retratarse en vida, por eso una vez muertos, se obtenía su imagen. En estos retratos se destacaba la belleza del difunto y se conservaba para la posteridad. Los retratos de los niños, en cambio eran una forma de preservar la imagen de seres que se consideraban puros, llenos de belleza y eran la prueba misma de que la familia del desafortunado niño, había sido elegida para tener un "angelito" en el cielo.


La contemplación de la muerte y sus diferentes miradas a través del tiempo

Desde épocas muy remotas el hombre se preocupó por realizar rituales funerarios, como signos distintivos de la vida transitoria del hombre.

Entre los ejemplos representativos tenemos a la cultura del Antiguo Egipto que momificaba a los Faraones carentes ya de vida conservando así su apariencia para la eternidad.

Los mayas por su parte inmortalizaban el rostro del difunto tallando máscaras de jade.

En Europa apareció un ritual singular: se trataba del uso de la Máscara mortuoria, originalmente para nobles y monarcas en la Antigua Roma (en Egipto ya se tenía esa tradición al cubrir el rostro de los Faraones con máscaras) la práctica tenía como fin capturar los rostros de ilustres difuntos que en vida fueran hombres influyentes como: artistas, científicos y pensadores. En Europa apareció el grabado en lápidas con la figura del difunto, con tal de mantener la memoria física y táctil de los rostros.

Fue en la época Renacentista y Barroca donde las representaciones mortuorias resultaban muy interesantes, frutos de una mirada diferente; a través del retrato post mortem se dejaba en claro el abandono de la representación del hombre como ideal, concepto heredado de la Antigua Grecia, para mostrar ahora al individuo de manera cruda, sin omitir defectos. Esta nueva visión llega con artistas como Rembrandt, cuyos retratos reflejaban las características antes dadas incluyendo la enfermedad, ni bien entrado el Barroco. También aparece en esta época el molde de escayola a partir de la cara del difunto, que se seguiría realizando hasta el siglo XIX.


Técnica de la fotografía mortuoria

Algunos retratos póstumos se caracterizan por los variados artilugios de los que se servían los fotógrafos para embellecer la imagen y despojarla de la crudeza de la muerte, intentando algún tipo de arreglo para mejorar la estética del retrato. En algunos casos se maquillaba al difunto o se coloreaba luego la copia a mano. Los difuntos, por otra parte, eran sujetos ideales para el retrato fotográfico, por los largos tiempos de exposición que requerían las técnicas del siglo XIX. En la toma de daguerrotipo la exposición seguía siendo tan larga que se construían soportes disimulados para sostener la cabeza y el resto de los miembros de la persona que posaba evitando así que esta se moviera.

Las fotografías de difuntos los muestran "cenando" en la misma mesa con sus familiares vivos, o bebés difuntos en sus carritos junto a sus padres, en su regazo, o con sus juguetes; abuelos fallecidos con sus trajes elegantes sostenidos por su bastón. A veces, agregaban elementos icónicos -como por ejemplo una rosa con el tallo corto dada vuelta hacia abajo, para señalar la muerte de una persona joven, relojes de mano que mostraban la hora de la muerte, etc. Los militares, los sacerdotes o las monjas eran, por ejemplo, usualmente retratados con sus uniformes o vestimentas características. La edad del pariente que acompañaba al difunto era el hito temporal que permitía ubicarlo en la historia familiar. Los deudos que posaban junto al muerto lo hacían de manera solemne, sin demostración de dolor en su rostro.

Los retratos mortuorios privados podían encuadrarse en tres posibles categorías según la manera en que se retrataba al sujeto:

Simulando vida: en un intento por simular la vida del difunto se los fotografiaba con los ojos abiertos y posando como si se tratara de una fotografía común, por lo general junto con sus familiares. No es difícil notar cual es la persona sin vida ya que -entre otras diferencias-, al no tener movimiento alguno sale muy nítida en la imagen y no así sus familiares. Las tomas se solían retocar a mano usando coloretes o pintando los ojos sobre los párpados cerrados.

Simulando estar dormido: por lo general se realizaba con los niños. Se les toma como si estuvieran descansando, y en un dulce sueño del cual se supone que despertarían. En algunos casos los padres los sostenían como acunándolos para aportar naturalidad a la toma. Sin simular nada: se les fotografiaba en su lecho de muerte, o incluso en el féretro. En este tipo de tomas se agregaban flores como elemento ornamental, que no existían en el resto de las fotografías post mortem. Ese tipo de fotografías también se les tomaban a los niños (sobre todo en el caso de México).

Por los años veinte o treinta del siglo XX comenzaron a adoptarse nuevas tendencias que alcanzaron incluso la fotografía post mortem. De esta forma, los fotógrafos comenzaron a presentar a los muertos bajo nuevos ángulos y perspectivas: detalles de las manos o de otras partes del cuerpo, con desenfoques selectivos muy controlados y realizando primerísimos planos de ciertas zonas del fallecido, o bien imágenes muy cercanas al fotoperiodismo actual. Son tomas que en muchos casos resultan impresionantes por su dramatismo y cuidada iluminación.


De Europa a América

Usos en América Latina

En el siglo XIX, era una práctica muy común la fotografía post mortem. En un extracto de "El Nacional", un diario argentino de 1861 fundado por Dalmacio Vélez Sársfield, se publicaba que el fotógrafo Francisco Rave y su socio José María Aguilar... "Retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados...". Este tipo de publicaciones era la forma en que habitualmente promocionaban sus servicios los fotógrafos en el siglo XIX. En 1848, Tomas Helsby ofrecía este tipo de retratos al igual que Bartola Luigi con su socio Aldanondo Antonio, que en 1856 instalaron su estudio especializándose en retratos post mortem. Daviette, de nacionalidad francesa, en conjunto con el profesor Furnier ofrecían en Perú entre los años 1844-46, los servicios de fotografías de difuntos en la cual recalcaban con avisos en el diario local la posibilidad de inmortalizar al ser querido. En dichos avisos él mismo se anunciaba como "artista fotogénico" recién llegado de París, el cual se encargaba de "retratar los difuntos como cuadros al óleo". Otro fotógrafo importante que se destacó en este género fue el peruano Rafael Castillo, quien comenzó a trabajar en el estudio del estadounidense Villroy Richardson, uno de los cinco grandes estudios fotográficos de Lima; posteriormente se le cedió la dirección del estudio a Ignacio Lecca. Aún con el nuevo dueño, Castillo continuó dirigiéndolo como operador, mientras utilizaba con solvencia el mismo equipo y los recursos del estadounidense, aunque le cambió el nombre por el de "Fotografía Nacional". Este estudio demostró ser el segundo en Lima, después del de Courret, en equipamiento, sofisticación y comodidades. Castillo desarrolló nuevas tretas comerciales dirigidas a seducir clientes: gran variedad de servicios y nuevos productos, aparecieron las tarjetas de gabinete (mucho más grandes que las de visita), las imperiales, aún más grandes y las enormes ampliaciones de los negativos en las que las personas aparecían en tamaño natural. Introdujo también las copias al carbón y la producción de los barniztipos y la fotografía de fantasía, estas últimas hechas con accesorios y decorados extravagantes. La estética abordada en sus imágenes post mortem respondió a retratos frontales, de pie, en un espacio austero. Generalmente posaban ante su cámara personajes que no pertenecieron a la clase acomodada limeña.

En el caso de México, hubo varios fotógrafos que obtuvieron importantes colecciones fotográficas de “difuntos”, uno de ellos fue Juan de Dios Machain, fotógrafo jalisciense de quien se conocen más de 100 fotografías de este tipo. Retrataba “angelitos” ya fuera en su casa o su estudio, si la fotografía se tomaba en estudio, contaba con varios fondos especiales para la fotografía. En Guanajuato su contemporáneo Romualdo García, llegó a obtener miles de retratos de ese tipo -la mayoría de estudio-, su obra es tan amplia que en ella dejó un invaluable patrimonio en imágenes sobre costumbres y formas de vivir de la sociedad mexicana que lo rodeaba a principios de siglo XX. Otra importante colección la obtuvieron los hermanos Casasola, importantes fotógrafos mexicanos que trabajaron a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.


Fotografías de "Angelitos"

El niño muerto fue objeto de culto en las diferentes culturas desde la antigüedad. El culto varía dependiendo de la época y la cultura de que se trate. Se les enterraba con juguetes u objetos de uso cotidiano. En la Europa medieval, además de monumentos funerarios se colocaban epitafios con notas biográficas y frases que expresaban la pesadumbre y el deseo de perpetuar la memoria del niño muerto, invitándolo a tomar su lugar en el coro de ángeles. Por eso a las fotografías post mortem de niños, a partir del siglo XIX se les llamó de "angelitos".

Existe una importante cantidad de fotografías de ese tipo, debido el alto índice de mortalidad infantil de dicha época, (la mayoría de los fallecimientos se debieron a los escasos recursos médicos en esos tiempos, como a la pobreza en muchos de los casos). Una familia común sumaban entre 8 y 10 hijos de los cuales solían fallecer la mitad. Tomando en cuenta ese contexto, las fotografías del niño fallecido junto a sus padres o hermanos, o simplemente el niño muerto, estaban comprensiblemente aceptadas.


Aspectos Religiosos

En la religión católica de América los niños que morían sin pecado original por haber sido bautizados y sin ningún otro pecado en vida, iban directamente al cielo para convertirse en Angelitos, en cambio, los que no habían sido bautizados eran enterrados con los ojos abiertos para que pudiesen ver la gloria del señor, y se dice que iban al Limbo, tal como lo describe Dante Alighieri en La Divina Comedia.

Desde el siglo XVIII, la Iglesia se preocupó por los desafortunados niños que al morir sus madres permanecían atrapados en sus vientres, sin posibilidad de recibir el bautismo y por tanto confinados a vivir atrapados también en el Limbo. Fray Joseph Manuel Rodríguez5​ se preocupó mucho por la situación y escribió "La caridad del sacerdote para con los niños encerrados en el vientre de sus madres difuntas". Impulsado por el hecho de que lograr un nacimiento normal, sin muerte del bebé o de la madre, era en sí mismo un verdadero triunfo, Fray Joseph encontró en la operación cesárea un medio para evitar que los pequeños seres no natos, corrieran la suerte de quedar enterrados vivos junto con sus madres sin la posibilidad de lograr la vida gloriosa por no haber recibido el sacramento del bautismo. El fotógrafo mexicano más famoso en este tipo de fotografía fue Juan de Dios Machain.


Ritual de los niños muertos

El ritual de los niños muertos o “angelitos” en México, comenzaba con la preparación de la mesa regularmente de madera o “altar”. El valor del altar es grande ya que se refiere al lugar central en donde se llevará a cabo el ritual: todo lugar sagrado, todo lugar que manifestaba una inserción de lo sagrado en el espacio profano, se consideraba también como un “centro”. Estos espacios sagrados también podían construirse.

El altar era cubierto con una sábana o mantel blanco, ahí se colocaba al pequeño niño con la ropa con que había muerto o una sabanita, si moría antes o inmediatamente después de nacer. El altar no siempre era una mesa, podía ser también una cama, igualmente preparada con sábanas blancas. Después se pasaba al hermoso cadáver, el pequeño cuerpo era colocado sobre el altar y se le ponía bajo la cabeza una almohadita o paño blanco, se buscaba a los padrinos de bautismo que eran los encargados de amortajarlo, ya que “el amortajamiento constituye una parte fundamental del ritual”. El vestido podía ser muy variado, sino se trataba de su propio ropón (vestuario blanco con el que comúnmente se bautiza a los niños) se mandaba a hacer un vestido especial para la ocasión. Si se trataba de una niña podía ser de Virgen, si era el caso de un niño podía ir de Sagrado Corazón o Santo, uno de los más utilizados era el vestido de San José. Se les medían los piecitos para hacer sus huarachitos de cartón, papel y listón dorado o simplemente de palma, también se adornaban los vestidos con flores o estrellas de papel.

En ocasiones encontramos que sobre la mesa era colocado el pequeño ataúd blanco para elevar el altar o simplemente era colocado atrás o a un lado del cuerpo, o bajo el altar pero siempre visible, predominaba la costumbre de colocar el cuerpo sobre la mesa recostado o sentado. El de los “angelitos” era el único caso en el que se permitía decorar el ataúd con tafetán doble de colores. Inmediatamente venía la colocación de flores y hierbas odoríferas, comúnmente las flores eran llevadas por los vecinos, familiares y acompañantes, se llevaban ramos en floreros, macetas y coronas o cruces de variadas flores. La importancia de las flores, dice Gutierre Aceves, es porque “la muerte florida da acceso al paraíso”. Un altar lleno de flores evoca el paraíso o edén, un lugar florido donde reinan la paz y el amor y que es el lugar al que aspira el alma después de la muerte.

Una vez enriquecido el altar y cubierto el “angelito” de flores, se le colocaba entre sus manitas entrelazadas una palma de azahar o una vara de nardos y azucenas o una rosa, si era necesario se ataban las manitas. Con ellos se trataba de reflejar su pureza e inocencia, además de rememorar la asunción de la Virgen, en la que según la creencia católica ella, la Virgen, pidió ex profeso, fuera llevado su cuerpo a su tumba y que el apóstol que encabezara el cortejo fúnebre portara en la mano la palma, como símbolo de su pureza. En el altar no podían faltar las velas para alumbrar el camino de la pequeña alma y como significación de luz en el camino. Otro momento de suma importancia en el ritual era la coronación, los padrinos eran también los encargados de hacerlo; al “angelito” se le colocaba una corona de azahares, flores, palma o florecitas o estrellitas de papel, como símbolo de su virginidad. Si se trataba de una corona de azahares comúnmente era hecha por la madrina o mandada a hacer de los azahares de su ramo de novia, el de la mamá del “angelito” o de algún familiar. “Las significaciones de la palma eran pureza y virginidad, la corona signo de glorificación de la virgen, las rosas rojas semejan a los mártires y las azucenas a los ejércitos de ángeles”. Al momento de la coronación, se lanzan cohetes que la anunciaban. En algunos casos se colocaba también un velo, que podía haber pertenecido a una novia.

En el velorio de “angelitos” generalmente los ritos y las ceremonias expresaban alegría por la convicción de que sus almas van directamente al cielo, se trataba de un día de fiesta en el que la familia había sido elegida para tener un “angelito” en el cielo, los niños que asistían debían poner también alegría al momento y se hacían hasta juegos.

Durante la velada, se repartía a los deudos o asistentes, café con canela, solo o con alcohol, pan y tamales entre otros alimentos, los familiares llevaban veladoras, azúcar, café o pan para ayudar a la familia, pero son los padrinos quienes “cumplen una función extra-religiosa importante al asumir otros gastos derivados del funeral”. Durante la noche se entonaban cantos de despedida, en el velorio de “angelitos” no se rezaba ni se requerían servicios de la Iglesia, ya que su alma no necesitaba ser rescatada ya que estaban libres de pecado. Así los padres que perdían un hijo experimentaban de igual manera el dolor normal por la pérdida, tanto como la alegría de saber que el niño viviría para la eternidad.

Al día siguiente, el “angelito” era llevado al cementerio en su cajita blanca cubierta de flores, entre un cortejo que adquiría una tonalidad celestial, en medio de música, cohetes y alegría, la cruz de la procesión no tenía asta: así se representa la brevedad del paso a la otra vida. “Al llegar el cortejo al panteón o campo santo se hacía una pausa en la capilla, para de ahí encaminarse al lugar donde sería sepultado el niño”. Durante el entierro del “angelito”, el sacerdote usaba vestiduras blancas, a diferencia del adulto cuando las llevaba negras. A los niños, en lugar de doble, se les hacía repique de campanas: “por su inocencia, para ellos se decía una misa llamada de los angelitos antes del oficio de sepultura”, “El réquiem a eternam era sustituido por el gloria patri. Se cantaba la Antifonía Jueves, se leía un salmo, se cantaba un Benedícite Dominum, luego el cántico de los Tres niños y el Oremus”.

Eran canciones de despedida y los rezos eran especiales. En el panteón, los sepulcros de “angelitos” eran separados de los adultos. La tumba se cubría con las flores y coronas que habían servido para decorar el altar y una vez enterrado el niño, el cortejo se regresaba a la casa de los deudos, para compartir una comida en señal de agradecimiento por haber acompañado al “angelito”, ello sin dejar a un lado la alegría, “no se abandonó la costumbre de la comida, especialmente en el campo, dónde se ha mantenido la costumbre de comer y beber a la vuelta de los entierros; pero con el pretexto de que se deben conservar las fuerzas”.

Las familias de los “angelitos” tenían el consuelo de tener un aliado en el cielo y cada año se celebraban los rituales recordatorios. El día primero de noviembre, día de los angelitos es uno de ellos. Otro era conservar las imágenes de dicho suceso, se hacía de diversas formas, como los dibujos, las pinturas a partir del siglo XVIII y la fotografía una vez que se generalizó a finales del siglo XIX y principios del XX.


Fotografías de personas públicas en Argentina

La impresión de fotografías en diarios y revistas no fue posible hasta 1890, año en que aparece la técnica del medio tono. Antes de esa fecha las fotografías eran utilizadas como base para grabados, litografías y dibujos. Ningún grabado podía reproducir un hecho noticioso con la fidelidad y exactitud de una fotografía, por lo que la comercialización de imágenes documentales en serie encontró un lugar en el mercado periodístico local. Con este propósito la compañía Bate toma la foto del Coronel Palleja, héroe de la guerra de la Triple Alianza. Con el estallido de la guerra del Paraguay, el fotógrafo Thomas Bate envió fotógrafos de su estudio a la zona de conflicto para vender luego esas imágenes en serie. En agosto de 1866 los corresponsales de la compañía envían la primera serie de imágenes del conflicto entre las que se encuentra una que documenta el traslado del Coronel Palleja, muerto durante la batalla de El Boquerón. Esta fotografía de Palleja se convertirá en la primera imagen mortuoria con repercusión periodística en la historia de la fotografía rioplatense.

En abril de 1870 muere asesinado el general Justo José de Urquiza, herido de bala en la boca y acuchillado cinco veces en el pecho. El caso tuvo una amplia repercusión en los medios locales y pronto la noticia se extendió por las principales capitales del país. La Justicia intervino y se convocaron a dos fotógrafos, Augusto Manuel y Guillermo Aráoz Ormaechea, por entonces a cargo del estudio fotográfico Bernardo Victorica, para que registraran la imagen del cadáver. En la fotografía, el general aparece con su torso desnudo y en el pueden verse las cinco cuchilladas que le provocaron la muerte.

Otro ejemplo de imagen mortuoria en Argentina durante el siglo XIX y quizás la más interesante es la de Domingo Faustino Sarmiento, tomada por el retratista Manuel San Martín en 1888. Sarmiento había fallecido en Asunción del Paraguay y sus imágenes póstumas fueron traídas con rapidez a Buenos Aires, donde los periódicos seguían desde hace días las noticias de la enfermedad de Sarmiento a través del telégrafo. Al igual que en el caso del retrato de Urquiza, la imagen siguió circulando por muchos años en la prensa gráfica. Los retratos mortuorios de personajes ilustres se encuentran entre las imágenes periodísticas pioneras de la historia de la fotografía. El objetivo de estas no es recordar a un ser querido sino el registro de un hecho histórico.

Mientras la fotografía post mortem privada había sido creada para el consumo de un íntimo círculo de deudos, la fotografía post mortem pública estaba dirigida a un público masivo, que se iría acrecentando con la evolución de la prensa gráfica. En algunos casos la cobertura de prensa empezaba con la agonía o enfermedad del personaje y se extendía hasta el funeral, como el caso de Bartolomé Mitre. Su muerte en 1906 fue un gran suceso periodístico, la más sorprendente de sus fotografías es la que se le realiza a Mitre en su lecho de agonía, es una imagen muy retocada con témpera blanca (costumbre de los periódicos en esa época) y de un carácter absolutamente íntimo.


Fotografías mortuorias en México

La fotografía mortuoria que se aplicaba principalmente a los niños, era un recuerdo muy valioso, que constaba el ascenso al cielo y proporcionaba el consuelo necesario para seguir en la vida. El valor ya no solo es el que tuvo para la familia. Para Louis Vincent Thomas, las figuras del primer tipo como las fotografías conservan el recuerdo del desaparecido, regulan la pena y se convierten ocasionalmente, en un objeto de culto. Se trataba del último adiós en imágenes, tomadas por lo general dentro de la casa del niño muerto o fuera de ella, también las tomaban en el cementerio justo antes del entierro o, en ocasiones, en un estudio del fotógrafo. También hubo un tiempo en que se retrató a los difuntos mayores, principalmente en Michoacán, se retrataba al muerto en el patio de su casa o en el panteón, a lado de sus familiares, pero a diferencia de las fotografías en que se trata de simular vida, en este tipo de fotografía el muerto reposaba en su caja pero parada de tal forma que parecía que el muerto estaba también de pie, dentro de ella, pero ese tipo de fotografía tuvo una vida muy corta y su uso no se extendió.

La práctica de retratar “angelitos” comenzó a desaparecer en distintos momentos de la segunda mitad del siglo XX. Es muy probable que el desvanecimiento de dicha práctica se deba a los sacerdotes -cuya influencia en la sociedad era decisiva: recordemos que se trataba de una práctica realizada por católicos. Otros “agentes modernizadores” como maestros, médicos y autoridades sanitarias, tuvieron mucho que ver. Todos ellos, con sus marcos reglamentarios y normativos, escritos o no.


La fotografía de difuntos en el cine

En la película Los otros (en inglés The Others, de 2001), tercer largometraje del director y guionista español-chileno Alejandro Amenábar aparecen, como parte importante de la trama, fotografías de difuntos.

En la película La novia (en ruso невеста, de 2017), del director ruso Svyatoslav Podgayevskiy donde la fotografía post mortem es la base de la historia.

En la película Post Mortem (de 2020), del director húngaro Péter Bergendy, el protagonista es un fotógrafo que se especializa en crear retratos de los recién difuntos.

La fotografía de difuntos en la literatura

La novela Anoxia, del escritor Miguel Ángel Hernández, publicada en España por Anagrama en 2023, trata sobre la fotografía y los límites entre la vida y la muerte

Fotografía Espiritual


La fotografía de espíritus (también llamada fotografía espiritual o fotografía de fantasmas) es un tipo de fotografía cuyo objetivo principal es capturar imágenes de fantasmas y otras entidades espirituales, especialmente en la caza de fantasmas. Se remonta a finales del siglo XIX y consistía en realizar fotografías mediante doble exposición en placas de daguerrotipo para que diera la impresión de que algunos de los personajes fotografiados pareciera un espíritu translúcido de algún fallecido. El final de la guerra civil estadounidense y el movimiento espiritista de mediados del siglo XIX contribuyeron en gran medida a la popularidad de la fotografía de espíritus. La omnipresencia de la muerte en la época victoriana creó un deseo de evidencia de la vida después de la muerte, y aquellos que participaban en la fotografía de espíritus a menudo esperaban recibir imágenes que mostraran la semejanza de un pariente o ser querido fallecido. Fotógrafos como William Mumler y William Hope dirigieron negocios prósperos tomando fotos de personas con sus supuestos parientes muertos. Ambos demostraron ser fraudes, pero los "verdaderos creyentes", como Arthur Conan Doyle, se negaron a aceptar la evidencia como prueba de un engaño. A medida que las cámaras se hicieron disponibles para el público en general, las fotografías fantasma se volvieron comunes debido a artefactos naturales de la cámara, como el flash que se refleja en partículas de polvo, una correa de la cámara o cabello cerca de la lente, destellos de lente, pareidolia o, en los tiempos modernos, engaños mediante aplicaciones de teléfonos inteligentes que agregan imágenes fantasmas a fotografías existentes con fotomontajes.


Orígenes

El descubrimiento de esta técnica fotográfica se le adjudica a William Mumler, un fotógrafo aficionado estadounidense que residía en Boston en el año 1862. Se dice que este habría descubierto la técnica al accidentalmente exponer la placa dos veces cuando intentaba fotografiar un autorretrato. El resultado fue una fantasmagórica imagen del cuerpo transparente de Mumbler sentado en la silla de su estudio. La reacción del público ante este descubrimiento sugirió a Mumbler la posibilidad de ganar dinero mediante fraudulentas fotografías que tomaba a los familiares de los fallecidos durante la guerra civil estadounidense.


Ciencia y Documentación

Con el pasar del tiempo, muchos fotógrafos y espiritistas alrededor del mundo comenzaron a realizar sus propias sesiones de Fotografía Espiritual y, ante la sospecha del verdadero origen de las fotografías por parte de los medios, varios autores comenzaron a escribir intensivos manuales y textos sobre el tema. Por su mayoría éstos documentos eran intentos de los propios fotógrafos de dar una explicación científico religiosa de este fenómeno para evitar el escepticismo del público.

Uno de los exponentes máximos de éstas investigaciones fue el libro Spirit Teachings del clérigo espiritualista Stainton Moses. En su investigación, Moses propone por primera vez el concepto de Ectoplasma,​ el cual hacía referencia a una sustancia espiritual que nos permitía percibir espíritus carentes de cuerpo físico a través del cuerpo del médium.


Fraude

Una de las imágenes más famosas de Mumler es una fotografía de Mary Todd Lincoln posando con el supuesto espíritu de su marido, el presidente estadounidense Abraham Lincoln, que había sido asesinado.4​ Los aparentes espíritus que Mumler había capturado eran exposiciones dobles de clientes anteriores de placas fotográficas que se limpiaron incorrectamente.5​ En 1869, se descubrió el fraude de Mumler y fue acusado. Sin embargo, fue absuelto, a pesar de la evidencia proporcionada de que uno de sus supuestos espíritus todavía estaba vivo.​ PT Barnum, quien testificó contra Mumler, fue uno de sus críticos abiertos, declarando que se estaba aprovechando del dolor de la gente. Mumler luego pasó a hacer fotografías con regularidad.

En 1921, la fotógrafa espiritual y médium Ada Emma Deane realizó una serie de fotografías durante la celebración del 11 de noviembre del Día del Recuerdo en el cenotafio de Whitehall en Inglaterra en la cual diversas cabezas sin cuerpo flotaban sobre la multitud. La fotografía de los espíritus del Día del Recuerdo fue publicada dos días después en la primera plana del periódico británico The Daily Sketch. Poco tiempo después la foto fue demostrada como fraude por los medios de comunicación por la identificación de los rostros flotantes como conocidos deportistas de la época.

Antigüedad Clásica

El término Antigüedad clásica (Neogriego: Κλασική αρχαιότητα, latín: Antiquitas classica) es una expresión historiográfica para referirse al...