domingo, 3 de dezembro de 2017

Posestructuralismo

El término posestructuralismo describe una variedad de investigaciones, realizadas principalmente en Francia, que emergieron de mediados a finales de los años 1960 para poner en tela de juicio la primacía del estructuralismo en las ciencias humanas: antropología, historia, sociología, crítica literaria y filosofía, además del psicoanálisis. El término no es originario de las investigaciones mismas, sino de los angloparlantes que las estudiaron posteriormente.

El término es problemático porque las relaciones entre los trabajos de los académicos generalmente catalogados como posestructuralistas (quienes casi por regla general no se identifican de esa manera) son debatidas, y no existe un grupo de trabajos al que todos se refieran como doctrina común (a diferencia del estructuralismo, en el que el trabajo de Claude Lévi-Strauss era una referencia común). El posestructuralismo quizá encuentre sustancia en el hecho de que muchos de sus trabajos prominentes fueron desarrollados por autores cercanos al estructuralismo, y más sustancia aún en el hecho de que muchos de estos trabajos son intentos de recrear posiciones estructuralistas cuyas limitaciones transformaron a tantos estructuralistas en críticos del estructuralismo.

Tres de los más prominentes posestructuralistas eran también de la "pandilla de los tres" estructuralistas por excelencia: Jacques Lacan, Roland Barthes y Claude Lévi-Strauss. Jacques Derrida, Gilles Deleuze, y Julia Kristeva son también considerados como posestructuralistas prominentes.

Crítica inicial

La referencia ocasional al posestructuralismo como un movimiento puede estar ligada al hecho de que cuando el estructuralismo se estaba volviendo un tema de interés en las universidades de Estados Unidos, ya había una cantidad visible de crítica al estructuralismo. El naciente interés estadounidense llevó a la organización de una conferencia en la Universidad Johns Hopkins en 1966, a la cual fueron invitadas figuras consideradas como estructuralistas prominentes, incluyendo a Derrida, Barthes y Lacan. La presentación de Derrida en la conferencia: Structure, Sign and Play in the Human Sciences (Estructura, signo y juego en las ciencias humanas) aparece con frecuencia en las compilaciones como un manifiesto contra el estructuralismo. El ensayo de Derrida fue uno de los primeros en demarcar algunas limitaciones teóricas del estructuralismo y, dándole al mismo tiempo el crédito que se merecía, trataba de teorizar en términos que sin duda ya no eran estructuralistas. Aunque muchos se hubieran sentido empujados a ir más allá del estructuralismo, estaba claro que no había consenso sobre cómo hacerlo. Mucho del estudio del posestructuralismo está basado en las críticas comunes del estructuralismo.

El estructuralismo trataba de encontrar un nivel de metalenguaje autosuficiente y generalizable capaz de describir las configuraciones de elementos antropológicos, sociales literarios, lingüísticos, históricos o psicoanalíticos variables para analizar sus relaciones sin empantanarse por la identidad de estos elementos en sí mismos.

Por otra parte, el posestructuralismo comparte una preocupación general por identificar y cuestionar las jerarquías implícitas en la identificación de oposiciones binarias que caracterizan no solo al estructuralismo sino a la metafísica occidental en general. Si hay un punto en común entre las críticas posestructuralistas, es la revaluación de la interpretación estructuralista de Ferdinand de Saussure acerca de la distinción entre el estudio del lenguaje a través del tiempo versus el estudio del lenguaje en un momento determinado (diacrónico vs. sincrónico). Los estructuralistas afirman que el análisis estructural es generalmente sincrónico (en un momento determinado) y por tanto suprime el análisis diacrónico o histórico. También se dice que el posestructuralismo está preocupado en reafirmar la importancia de la historia y en desarrollar al mismo tiempo un nuevo entendimiento teórico del tema. De ahí se afirma también que el énfasis del posestructuralismo consiste en una reinterpretación de Sigmund Freud, Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Por ejemplo, la genealogía de Nietzsche sirve como punto de referencia teórico en el trabajo histórico de Michel Foucault de los años 1970, incluyendo sus críticas al estructuralismo.

De forma grandilocuente se dice que este reduccionismo es violento, y que el posestructuralismo lo identifica con la civilización occidental y excesos objetables de colonialismo, racismo, misoginia, androcentrismo, homofobia y otros parecidos. El elemento de "juego" en el título del ensayo de Derrida es con frecuencia entendido equivocadamente como juego lingüístico, basado en una tendencia a los juegos de palabras y el humor, en tanto que el construccionismo social, como se desarrolló en el trabajo posterior de Michel Foucault, es considerado como la creación de una especie de órgano estratégico al poner al descubierto las palancas del cambio histórico. La importancia del trabajo de Foucault es para muchos su síntesis de este recuento histórico social de los mecanismos del poder.

También se dice comúnmente que los posestructuralistas son más o menos conscientemente postmodernos, pero no pocos de ellos han mostrado preocupación por estos términos o incluso se han autodefinido como modernistas.

Posestructuralistas importantes

Frederic Jameson
Edgar Morin
Giorgio Agamben
Jean Baudrillard
Judith Butler
Gilles Deleuze
Félix Guattari
Luce Irigaray
Sarah Kofman
Slavoj Žižek
Philippe Lacoue-Labarthe
Jean-François Lyotard
Jean-Luc Nancy
Jacques Derrida
Bernard Stiegler
Teresa de Lauretis
Julia Kristeva
Giulia Colaizzi

Antipositivismo

El antipositivismo (también no positivismo o sociología interpretativa) es el punto de vista en las ciencias sociales según el cual los académicos deben necesariamente rechazar el empirismo y el método científico en el desarrollo de teorías sociales e investigación.

El antipositivismo se relaciona con diversos debates históricos en la filosofía y la sociología de la ciencia. En la práctica moderna, sin embargo, el antipositivismo se podría equiparar con métodos de investigación cualitativos, mientras que la investigación positivista es más cuantitativa. Los positivistas suelen utilizar experimentos y encuestas estadísticas como métodos de investigación, mientras que antipositivistas utilizan métodos de investigación que se basan más en las entrevistas no estructuradas o la observación participante. En la actualidad, métodos positivistas y no positivistas se combinan a menudo.

El concepto

A principios del siglo XIX diversos intelectuales, quizá sobre todo los hegelianos, comenzaron a cuestionar la posibilidad de los análisis sociales empíricos. Karl Marx murió antes del establecimiento de una ciencia social formal, sin embargo rechazó fuertemente el positivismo sociológico de Auguste Comte. El positivismo mejorado presentado por Durkheim que serviría para fundar la sociología académica e investigación social modernas, aún conserva muchos de los elementos mecánicos de su predecesor. Hermenéuticos como Wilhelm Dilthey teorizaron en detalle entre la distinción entre ciencias naturales y sociales (Geisteswissenschaft), mientras que los filósofos neokantianos como Heinrich Rickert sostenían que el ámbito social, con sus significados y simbolismos abstractos, es incompatible con los métodos científicos de análisis. Edmund Husserl, por su parte, niega el positivismo bajo los auspicios de la fenomenología.

A la vuelta del siglo XX, la primera ola de sociólogos alemanes presentaron oficialmente el antipositivismo sociológico verstehende, proponiendo que la investigación debe concentrarse en normas culturales humanas, valores, símbolos, y procesos sociales desde una perspectiva decididamente subjetiva. Max Weber sostenía la sociología podría ser vagamente descrita como una ciencia, ya que es capaz de identificar metodológicamente las relaciones causales de las «acciones sociales» humanas especialmente entre los tipos ideales, o simplificaciones hipotéticas de fenómenos sociales complejos.​ Como no-positivista, sin embargo, uno busca relaciones que no son tan «ahistóricas, invariantes, o generalizables»4​ como las que persiguen los especialistas en ciencias naturales.

Ferdinand Tönnies trató Gemeinschaft y Gesellschaft (literalmente, la comunidad y la sociedad) como las dos formas normales de asociación humana. Para el antipositivista, la realidad no puede explicarse sin conceptos. Tönnies trazó una línea clara entre la esfera de la conceptualidad y la realidad de la acción social: la primera debe ser tratada axiomáticamente y de una manera deductiva (sociología «pura»), mientras que la segunda empíricamente y de manera inductiva (sociología «aplicada»). La interacción entre la teoría (o conceptos construidos) y los datos es siempre fundamental en la ciencia social y esta sumisión es lo que la distingue de la ciencia física. Durkheim señaló la importancia de la construcción de conceptos en abstracto (por ejemplo, la conciencia colectiva y la anomia social) con el fin de formar categorías viable para la experimentación. Tanto Weber como Georg Simmel fueron pioneros en la aproximación Verstehen (o «interpretativa») hacia una ciencia social, un proceso sistemático en el que un observador externo intenta comprender un grupo cultural particular, o gente indígena, en sus propios términos y desde su propio punto de vista.

A través de la obra de Simmel, en particular, la sociología adquirió un carácter más allá de la recogida de datos positivista y de las grandiosas leyes estructurales de sistemas deterministas. Relativamente aislado de la sociología académica a lo largo de su vida, Simmel presenta análisis idiosincráticos de la modernidad que recuerdan más a los escritores fenomenológicos y existencialistas que a Comte o Durkheim, prestando especial interés a las posibilidades de individualidad social.​ Su sociología se comprometió en una crítica neo-kantiana de los límites de la percepción humana. Se puede decir que las críticas de Michel Foucault de las ciencias humanas llevan el escepticismo kantiano hasta su extremo más de medio siglo después.

El antipositivismo sostiene que no existe la unidad metodológica de las ciencias: los tres metas del positivismo - descripción, control y predicción - son incompletas, ya que carecen de entendimiento. Algunos sostienen que incluso si el positivismo fuera correcto, sería peligroso. La ciencia tiene por objeto entender la causalidad por lo que se puede ejercer control. Si esto sucediese en la sociología, los que tienen conocimiento serían capaces de controlar a los ignorantes y esto podría llevar a la ingeniería social. La perspectiva, sin embargo, ha dado lugar a la controversia sobre cómo se pueden trazar las líneas entre la investigación subjetiva y objetiva, y mucho menos dibujar una línea artificial entre el medio ambiente y la organización humana (véase la sociología del medio ambiente), e influyó en el estudio de la hermenéutica. Los conceptos de base del antipositivismo se han expandido más allá del ámbito de las ciencias sociales, de hecho, la fenomenología tiene los mismos principios básicos en su núcleo. En pocas palabras, los positivistas ven la sociología como una ciencia, mientras que el antipositivistas no. Positivistas como Karl Popper sostienen que la sociología puede ser científica, siguiendo los procedimientos científicos, mientras que los antipositivistas, como Thomas Kuhn sostienen que la sociología no puede ser una ciencia ya que los sociólogos no se ponen de acuerdo sobre en la aceptación de un paradigma.​

La tradición antipositivista continuó con el establecimiento de la teoría crítica, en especial el trabajo asociado con la llamada Escuela de Fráncfort de investigación social. El antipositivismo se hace más fácil por el rechazo del cientificismo, o ciencia como ideología. Jürgen Habermas argumenta, en La lógica de las ciencias sociales (1967), que

«la tesis positivista de ciencia unificada, que asimila todas las ciencias a un modelo científico-natural, falla a causa de la íntima relación entre las ciencias sociales e historia, y el hecho de que se basan en una comprensión del significado de una situación específica que sólo puede ser explicada hermenéuticamente... el acceso a una realidad simbólicamente preestructurada no puede ser adquirida únicamente por la observación.»

La investigación cuantitativa sigue estando presente en todas partes y produce datos de cierta validez y fiabilidad para investigadores sociales y de mercado, empresas, gobiernos, y así sucesivamente; un censo nacional es un buen ejemplo.

Empirismo lógico

El empirismo lógico o racional, también llamado neopositivismo o positivismo lógico, es una corriente en la filosofía de la ciencia que surgió durante el primer tercio del siglo XX, alrededor del grupo de científicos y filósofos que formaron el célebre Círculo de Viena (Wiener Kreis en alemán). Si el positivismo defendía el método científico como única forma válida de conocimiento, el neopositivismo va un paso más allá, y limita el método científico a lo empírico y verificable.

Si bien los empiristas lógicos intentaron ofrecer una visión general de la ciencia que abarca principalmente sus aspectos gnoseológicos y metodológicos, tal vez su tesis más conocida es la que sostiene que un enunciado es cognitivamente significativo solo si posee un método de verificación empírica o es analítico, tesis conocida como "del significado por verificación". Solo los enunciados de la ciencia empírica cumplen con el primer requisito, y solo los enunciados de la lógica y las matemáticas cumplen con el segundo. Los enunciados típicamente filosóficos no cumplen con ninguno de los dos requisitos, así que la filosofía, como tal, debe pasar de ser un supuesto cuerpo de proposiciones a un método de análisis lógico de los enunciados de la ciencia.

Las posiciones de los empiristas lógicos respecto de algunos temas claves de la filosofía de la ciencia (el origen del sentido de los enunciados, la puesta a prueba de las teorías, el concepto de explicación científica y la unidad de la ciencia, entre otros) se conocen con el nombre colectivo de "concepción heredada" (received view).

El Círculo de Viena

El grupo original constituyó el llamado Círculo de Viena, un grupo de científicos y filósofos iniciado en 1924 por Moritz Schlick; posteriormente, Rudolf Carnap sería el continuador y líder. La mayoría de los componentes del Círculo de Viena emigraron a otros países a partir de 1933, a raíz de la llegada al poder del nazismo.

Como antecedentes, en el Manifiesto del Círculo de Viena se mencionaban personalidades como Locke y Hume, mientras otros como Karl Marx (por su tratamiento científico de la historia), Leibniz (por sus matemáticas y su lógica) también se consideraban precursores, pero sin contar con su metafísica. El positivismo del siglo XIX también es considerado una influencia, aunque con matices. Hay que recordar que, para los positivistas del siglo XIX, "solo lo dado es real" . Para los empiristas lógicos, esta proposición simplemente carece de sentido.

Otras influencias poderosas fueron la metodología empírica desarrollada durante y después de la mitad del siglo XIX, así como la lógica simbólica. Entre los desarrolladores de la primera, están hombres de ciencia como Helmholtz, Ernst Mach, Henri Poincaré, Pierre Duhem y Boltzmann. Entre los desarrolladores de la segunda están, entre otros, Frege, Russell, Whitehead Giuseppe Peano y Tarski .

En el Círculo de Viena se encontraban, entre otros: Rudolf Carnap (mayo 18, 1891 - septiembre 14, 1970), quien proclamaba la superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje (véase La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje); Kurt Gödel (28 de abril de 1906 - 14 de enero de 1978) que nunca llegó a compartir las tesis positivistas del Círculo, como finalmente demostraría al formular su famoso teorema de incompletitud, incompatible con ciertas tesis de la filosofía de las matemáticas sostenidas por algunos de ellos; David Hilbert (23 de enero de 1862 - 14 de febrero de 1943) el famoso redactor de Los problemas futuros de la Matemática; y otros como Herbert Feigl, Philipp Frank, Hans Hahn, Carl Gustav Hempel, Karl Menger, Richard Von Mises, Otto Neurath, Hans Reichenbach, Moritz Schlick y Friedrich Waismann. En Inglaterra, Sir Alfred Jules Ayer (octubre 29, 1910 - junio 27, 1989) fue el más importante representante de esta corriente (véase Lenguaje, verdad y lógica)

A priori, a posteriori, analítico y sintético

En la Crítica de la razón pura, Immanuel Kant propuso que los enunciados son de dos clases: analíticos y sintéticos. La diferencia entre estos dos enunciados estriba en la forma como se les predica verdad: para los analíticos, sólo en función del significado de sus términos; para los sintéticos, en función de cómo es el mundo. Los analíticos, entonces, no nos dicen nada sobre el mundo: son puras tautologías. Los sintéticos sí hablan sobre el mundo. Ejemplos de enunciados analíticos: "Todos los solteros son no casados"; "el color negro es oscuro". Ejemplos de enunciados sintéticos: "Hay un automóvil allá afuera"; "Está lloviendo".

Ahora bien, también hay una diferencia entre cómo se conocen los enunciados: algunos son cognoscibles a priori y otros a posteriori. Los a priori son cognoscibles por un puro ejercicio de la razón, sin necesidad de recurrir al mundo. Los a posteriori necesitan, para ser conocidos, que el sujeto recurra al mundo. Lo a priori es necesario (no puede no suceder) y lo a posteriori es contingente (puede no suceder).

Kant había dicho que existen algunos enunciados sintéticos a priori, esto es, algunos enunciados que nos dicen cosas sobre el mundo y que pueden ser conocidos sin recurrir a la observación empírica; y que, como son a priori, entonces son necesarios. Para Kant, un sintético a priori serían las matemáticas, o la metafísica de las costumbres. Los empiristas lógicos aceptan las distinciones de Kant, pero niegan que pueda haber un sintético a priori: si lo hay, entonces hay enunciados que hablan sobre el mundo pero que no necesitan de verificación empírica. Pero los empiristas quieren alejarse de este camino. La sección siguiente explicará por qué.

El sentido de una proposición, las pseudoproposiciones y los pseudoproblemas

¿Cómo sabemos que un enunciado como "Hoy está lloviendo" es verdadero? Oímos la lluvia,o vemos el agua caer y olemos la tierra mojada: así sabemos que hoy, de hecho, está lloviendo. Entonces el enunciado "Hoy está lloviendo" tiene sentido, porque podemos saber si es verdadero o es falso. Ahora, ¿Cómo sabemos que un enunciado como "El Ser es inmóvil" es verdadero? Obviamente nunca hemos visto tal cosa como "el Ser", y tampoco lo hemos visto moverse, permanecer quieto, o sonreír. ¿Entonces cómo sabemos si ese enunciado es verdadero? Los metafísicos hubieran respondido: por supuesto no a través de la evidencia empírica, pues esa clase de evidencia no nos ha llevado a hablar del Ser. Son enunciados que son demostrados por la pura razón, a priori. Pero recuérdese que los empiristas lógicos han negado que podamos hablar del mundo -enunciados sintéticos- sin experiencia de él -a priori-.

Los empiristas lógicos dicen: solo podemos hablar de cómo es el mundo si tenemos experiencia sensorial de él. Si hablamos del mundo, es porque lo percibimos mediante los sentidos. ¿Hay alguna otra manera de conocer el mundo, además de los sentidos? Sí, mediante el razonamiento lógico-deductivo, es decir, lo a priori, como las matemáticas, la lógica y los significados conceptuales.

El sentido de una proposición se determina, creyeron el primer Wittgenstein, Russell y los empiristas lógicos, por las experiencias sensoriales que nos pueden decir si esa proposición es verdadera o falsa. Si no hay experiencias sensoriales que nos puedan decir si "El Ser es inmóvil" es verdadero o falso, entonces "El Ser es inmóvil" carece de sentido.

Se puede aducir que 'el Ser es inmóvil' es un enunciado completamente bien estructurado, gramaticalmente hablando; pero los empiristas lógicos establecen que solo se pueden calificar como proposiciones aquellas que son producto de la lógica, de la matemática o que pueden ser empíricamente comprobadas -o, para Popper, susceptibles a la falsacion. Toda otra oración es una pseudoproposición.

Enunciados como "el Ser es inmóvil" o "la Nada nadea" parecen estar bien estructurados en una forma sujeto-predicado: "el Ser" y "la Nada" serían los sujetos de las dos frases; "es inmóvil" y "nadea" sus respectivos predicados. Sin embargo, 'Ser' y 'Nada' no son sujetos: uno es un verbo y el otro es un cuantificador. Cometemos la falacia de reificación al creer que son sujetos. En otras pseudoproposiciones tales como 'Dios posee infinitos atributos' o 'Tengo libre voluntad', el problema es que no hay manera de comprobar esto empíricamente: nadie puede ver a Dios y reconocerlo en sus infinitos atributos.

Los problemas de la metafísica, entonces, dicen los empiristas lógicos, son pseudoproblemas: no pueden resolverse, sino que deben disolverse mediante un análisis del lenguaje, con ayuda de la lógica. Tal análisis nos probará que no nos referíamos a cuestiones de hecho, sino que estábamos usando mal el lenguaje. Este mal uso es denominado por Carnap "lenguaje de pseudo-objeto", porque parece referirse a objetos o hechos en el mundo, pero no es así. El "lenguaje-objeto" real es el lenguaje de las ciencias, como proposiciones como "La Luna es redonda" o "El agua es H2O", que sí se refieren al mundo.

Por esto mismo, la metafísica sería borrada del mapa simplemente analizando y encontrando los errores que yacían en ella. Algo muy parecido sucedería con la ética y la estética. La ética se iría de la filosofía porque enunciados como "odiar es malo" no son en realidad enunciados declarativos -no hablan de cuestiones de hecho-, sino imperativos: dicen algo que debe hacerse. Sin embargo, estos imperativos cometen la falacia naturalista al derivar lo que debe ser el caso, de lo que de hecho es el caso. Por esto la ética se movería de la filosofía al campo de la psicología, que nos diría porqué de hecho creemos que ciertas cosas son buenas y otras malas. Lo mismo, con las apropiadas sustituciones, sucedería con la estética. Los elementos metafísicos de las dos materias serían, por supuesto, eliminados.

Reduccionismo, enunciados protocolares, fundamentos del conocimiento y epistemología

Entonces: el sentido de una proposición se determina empíricamente. Si esto es así, entonces para toda proposición con sentido en el lenguaje-físico (como "La Luna es redonda"), hay una proposición en el lenguaje-sensorial que le corresponde. (Una proposición en lenguaje sensorial es la que reporta inmediatamente los datos recibidos por los cinco sentidos humanos, agregándole cuantificadores, conectivas y coordenadas espaciotemporales para hacerla significativa: "Hay un rojo blando y ácido aquí, en este momento"; o: "a las 7 de la mañana del jueves, vi un redondo blanco en tal y tal lugar").

Es decir, la oración "La Luna es redonda" puede reducirse a enunciados como "Hay un objeto blanco y redondo en este momento tal que lo llamamos Luna". Carnap y algunos otros, como Schlick, creían que estos enunciados eran el fundamento de nuestro conocimiento. Ellos llamaron a estos enunciados en el lenguaje-sensorial enunciados protocolares. Esto es, que para saber si estábamos justificados para decir que sabemos tal o cual proposición, debemos apelar a estos enunciados (recordemos que el sentido de una proposición son sus condiciones de verificación empírica). Para otro miembro del Círculo de Viena, Otto Neurath, el fundamento del conocimiento no son estas proposiciones, y de hecho el conocimiento no tiene fundamento: el conocimiento se da solo entre sistemas coherentes de proposiciones, y la justificación no es asimétrica (esto es, no hay más justificación en una proposición que en otra), sino que se otorga mutuamente entre proposiciones. Moritz Schlick debatió con él y, de hecho, este mismo debate duraría -aún cuando el empirismo lógico ya había sido rechazado- en el centro de la epistemología por casi todo el siglo XX: el debate fundacionalismo/coherentismo.

A priori

Hay 2 maneras en que una proposición puede tener sentido: hablando acerca del mundo y por tanto teniendo condiciones de verificación empírica bien determinadas, o no hablando acerca del mundo. Hemos visto que los enunciados acerca del mundo -sintéticos-, para los empiristas lógicos, solo podían ser a posteriori, es decir, solo comprobables empíricamente. Pero también hay otra manera de conocer algo: a priori.

Sé que 2×2 es 4, siempre, y no tengo -aunque puedo hacerlo, claro- que contar con mis dedos o encerrarme en el laboratorio para saberlo: lo sé solamente calculando. De la misma manera, sé que ningún soltero está casado, y sin necesidad de recurrir a un experimento. También sé que, por modus ponens, puedo deducir la proposición 'y' dadas dos premisas: si 'x', entonces 'y', y es el caso que 'x'. Para esto tampoco necesito ninguna experimentación, no necesito recurrir al mundo. Conozco esto de manera a priori, sin experiencia. Pero, como lo conozco sin necesidad de experiencia, entonces ni el modus ponens, ni la multiplicación de 2 por 2, ni la soltería de los no casados me dicen algo sobre el mundo. ¿Cómo iban a hacerlo, si puedo conocerlos sin experiencias empíricas? Y como no me dicen nada sobre el mundo, entonces son proposiciones analíticas, que son verdaderas solo en virtud del significado, y de las reglas estipuladas. "Todo soltero es no casado" es verdadero porque ser soltero significa no estar casado. 2×2=4 es verdadero por los usos estipulados que les damos a los signos '×' e ' = ', además de las reglas que seguimos al darles ese uso, y los significados que les damos a los signos 2 y 4. [(P-->Q)&P]-->Q es verdadero también porque así funciona nuestro lenguaje, y porque así hemos dicho que funcionan los signos & y --> y las metavariables P y Q.

Por esto, todas las verdades a priori son, para los empiristas lógicos, analíticas. Y como son a priori deben ser necesarias. Recordemos que las proposiciones sintéticas son aquéllas cuyo valor de verdad depende de los hechos en el mundo. Y por esto son contingentes: pueden o podrían no haber sucedido o no suceder. Yo podría no estar redactando este artículo (pues podría estar estudiando para el examen), tú podrías no estar leyendo esto, hoy puede llover, Sócrates podría no haber nacido, es posible que mañana muera el presidente de la nación. Ahora, hemos dicho que los analíticos son verdaderos no en función del mundo, sino en función del significado y las reglas. '2–1=1' siempre va a ser verdadero, claro, siempre que haya tales significados y reglas. Pero si, en otro lenguaje, 'chango' fuera lo que nosotros entendemos por '2'; 'perro' lo que nosotros por '1'; 'corre' por '-'; y 'tira de materias' por ='; entonces 'chango corre perro tira de materias perro' seguiría siendo verdadero, puesto que no han variado las reglas de la 'operación' sino un cambio (renombramiento) en las variables involucradas.

Esto nos dice por qué todos los enunciados que son analíticos son a priori, y también necesariamente verdaderos. Cuando a una proposición o conjunto de proposiciones se les hace una tabla de verdad, y resulta que tal proposición es verdadera en todos los casos, decimos que esa proposición es tautológica. Esto sucede con las proposiciones analíticas, y justo por eso decimos que son necesarias. Para los positivistas lógicos, entonces (siguiendo al primer Wittgenstein), todos los enunciados analíticos son tautologías, es decir, que son siempre verdaderas. (Los enunciados que son siempre falsos se llaman autocontradictorios)

Unificación de la ciencia

Recordemos que un enunciado en el lenguaje físico puede reducirse a otro en el lenguaje sensorial: "ahí hay una mesa" puede reducirse a algo así como "en tal lugar y en tal momento, percibo color café, forma rectangular...", etcétera. Y estos enunciados serían la base de nuestro conocimiento.

Siendo esto así, entonces el proyecto empirista parecía posible: reducir toda la ciencia natural a enunciados protocolares. Carnap introduce -poco después y frente a los problemas que esto implicaba- además de experiencia sensorial, lógica y teoría de conjuntos.

Russel y Whitehead ya habían iniciado la tarea de la reducción de la matemática a la lógica. Si podíamos hacer esta reducción, los grandes teoremas y las enormes demostraciones resultarían más claras, pues conoceríamos los fundamentos. De igual manera, las teorías en las ciencias naturales serían más claras y más seguras conociendo en qué estaban fundadas: en qué enunciados protocolares.

Y como toda iba a ser reducido a enunciados protocolares, entonces la ciencia natural sería vista como un extenso conjunto de tales enunciados.

Inducción y falsabilidad

Un enorme problema que Hume heredó es, básicamente, cómo justificamos la inducción (es decir, dicho vagamente, pasar de lo particular a lo general). Hume se dio cuenta de que no es válido pasar de lo que de hecho es y ha sido el caso, a lo que será o debe ser el caso, sin ninguna justificación para ello.

Este problema pone en cuestión toda la ciencia natural, que se basa en razonamientos inductivos. Así, algunos miembros del Círculo de Viena (entre ellos Carnap y Reichenbach) trataron de buscar una solución. Claro que no hubo una definitiva.

Karl Popper es un personaje muy relacionado con el Círculo de Viena, pero que nunca se confirmó positivista. Sin embargo, su filosofía estuvo muy cercana a la del Círculo. Su respuesta al problema de la inducción es que la ciencia no avanza confirmando teorías observacionalmente, sino demostrando que no contradicen la experiencia. Esto es, a grandes rasgos, el falsacionismo.

Popper critica severamente el inductivismo y lo desbanca de la filosofía de la ciencia moderna mediante la lógica y las tesis del falibilismo. Es más, demuestra que el justificacionismo científico es incorrecto debido a que los enunciados observables (empíricos) no pueden ser probados, sino que simplemente pueden ser aceptados o rechazados por convención atendiendo a las teorías experimentales, instrumentos y criterios racionales comúnmente aceptados en el momento.

Según el falsacionismo, una teoría solo será científica si junto a ella se declara qué hecho o conjunto de hechos podrían refutarla. Esto se conoce como el criterio de demarcación. Las hipótesis o teorías que no sean falsables de esta forma serán pseudocientíficas, mientras que las falsables serán científicas y podrán ser refutadas o corroboradas conforme se realicen experimentos, los cuales irán dirigidos a conseguir su refutación. Por otra parte, una teoría científica se rechazaría si es refutada, lo cual se consigue a través de un experimento que la contradiga. A este experimento se le suele llamar experimento crucial.

Filosofía y análisis lógico

Ya Wittgenstein, en el Tractatus logico-philosophicus, había dicho que la única manera que quedaba de hacer filosofía, después de eliminar la metafísica, era el análisis.

Toda filosofía es “critica lingüística”. (En todo caso, no en el sentido de Fritz Mauthner.) Mérito de Russell es haber mostrado que la forma aparente de la proposición no tiene por qué ser su forma real.
La proposición es una figura de la realidad.
Ésta es la propuesta del empirismo lógico: sin metafísica, psicología o ramas normativas, lo que queda es el análisis lógico. La filosofía sería el análisis de las proposiciones de la ciencia, que serían purificadas de todo sinsentido y toda metafísica, y fundamentadas en la teoría del conocimiento (epistemología).

Críticas al positivismo lógico

Ludwig Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, Popper en La lógica de la investigación científica, Quine en Desde un punto de vista lógico y otros, hicieron críticas a los postulados fundamentales del empirismo lógico. De hecho, nunca hubo un acuerdo unánime dentro del Círculo de Viena. 

Hempel (en "Problemas y cambios en el criterio empirista del significado") hizo críticas al verificacionismo de Ayer.

Popper criticó la idea de la inducción partiendo de la aplicación de la lógica formal. Según Popper, es inválido extraer enunciados generales a partir de enunciados particulares; es decir, es erróneo en términos lógicos, concluir del enunciado: algunos X se comportan de manera Z, el enunciado: todos los X se comportan de manera Z. Además, critica el verificacionismo, ya que en una teoría debe ser posible verificar todos los postulados para decir que es verdadera, lo cual es imposible. Más bien, se debería concluir que la teoría es falsa si una de sus predicciones es falsa (Falsacionismo de Popper).

Entre otros importantes críticos del positivismo lógico están Imre Lakatos , quien desarrolló el Falsacionismo sofisticado en los programas de investigación, Thomas S. Kuhn con su visión relativista, histórica y sociológica de la ciencia, con el principal aporte del término Paradigma y las Revoluciones científicas y Paul Feyerabend quien plantea que no existen criterios únicos de juicio y que promueve el Anarquismo Metodológico como una visión de ciencia más abierta y fructífera. Además, hace una apuesta por otros tipos de conocimiento, fuera del conocimiento científico, como es el conocimiento del psicoanálisis o de la brujería.

Entre los críticos de origen hispanoamericanos del empirismo lógico destaca por la originalidad y envergadura de su propuesta alternativa el argentino Mario Bunge, quien a pesar de preconizar la potencia del análisis filosófico formal, se distancia del empirismo lógico por su denodada defensa de la metafísica (que identifica con la ontología) y por su realismo integral.

El empirismo lógico como no cognitivamente significativo según sus propios criterios

Ha sido señalado por pensadores como, por ejemplo, el físico David Deutsch,​ que el empirismo lógico encierra un conflicto inmediato con sus propios términos. Esto es debido a que la frase que define el positivismo lógico es la siguiente: "un enunciado es cognitivamente significativo solo si, o posee un método de verificación empírica o es analítico". Ahora bien, este enunciado encerrado entre comillas no sería según el propio criterio contenido en él un enunciado cognitivamente significativo, dado que ni puede ser verificado empíricamente (pues no se presta a comprobación experimental), ni es analítico (puesto que no se trata de un enunciado propio del razonamiento matemático).

Sin embargo es posible percibir si un enunciado tiene sentido. ¿Puedes saber cuál de los 3 enunciados tiene sentido?

1. "Abracadabra es una segunda intención".

2. "La bicicleta está a la izquierda del auto".

3. "Un extraterrestre inmaterial vive en un exoplaneta inmaterial".

Al ser verificable o falsable la segunda frase, notamos que tiene sentido.

Positivismo, filosofía analítica y metafísica

La filosofía del positivismo lógico fue quizá una de las más influyentes durante la primera mitad del siglo XX, junto a la metafísica continental alemana y francesa. Aunque el positivismo lógico fue rechazado en sus mismos términos, su influencia perduró en lo que se conoce como filosofía analítica.

Sin embargo, creer que la filosofía analítica contemporánea es positivista, es un craso error.

Posteriormente se vio la necesidad de formular teorías metafísicas/ontológicas y éticas, pero, para evitar sinsentidos, ahora escudadas con la poderosa arma de la lógica.

Aún hoy sobrevive la ruptura entre filosofía analítica y filosofía continental (herederos de Hegel, Heidegger, etcétera), y no se ve una manera de resolverla.

Personalidades

Kazimierz Ajdukiewicz
Alfred Jules Ayer
Richard Bevan Braithwaite
Rudolf Carnap
Herbert Feigl
Philipp Frank
Kurt Gödel
Kurt Grelling
Hans Hahn
Carl Gustav Hempel
Tadeusz Kotarbinski
Thomas Kuhn
Stanislaw Lesniewski
Jan Łukasiewicz
Ernest Nagel
Otto Neurath
Karl Raimund Popper
Hans Reichenbach
Moritz Schlick
Alfred Tarski
Kazimierz Twardowski
Friedrich Waismann
Ludwig Wittgenstein
Zaki Naguib Mahmoud

Positivismo

El positivismo es un pensamiento filosófico que afirma que el conocimiento auténtico es el conocimiento científico y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las hipótesis a través del método científico. El positivismo se deriva de la epistemología que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés Saint-Simon, de Auguste Comte, y del británico John Stuart Mill y se extiende y desarrolla por el resto de Europa en la segunda mitad del siglo XIX. Se tiene en cuenta que también tiene cierto parentesco con el Empirismo. Uno de sus principales precursores en los siglos XVI y XVII fue el filósofo, político, abogado, escritor y canciller de Inglaterra Francis Bacon.

Esta epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano, tanto individual como colectivamente. Según distintas versiones, la necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin parangón que fue la Revolución francesa, que obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como objetos de estudio científico.

Características

Estas corrientes tienen como características diferenciadoras la defensa de un monismo metodológico (teoría que afirma que hay un solo método aplicable en todas las ciencias). La explicación científica ha de tener la misma forma en cualquier ciencia si se aspira a ser ciencia, específicamente el método de estudio de las ciencias físico-naturales. A su vez, el objetivo del conocimiento para el positivismo es explicar causalmente los fenómenos por medio de leyes generales y universales, lo que le lleva a considerar a la razón como medio para otros fines (razón instrumental). La forma que tiene de conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de principios que no han sido percibidos objetivamente. En metodología histórica, el positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentadas, minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta naturaleza suelen tener excesiva acumulación documental y escasa síntesis interpretativa.

Auguste Comte formuló a mediados del siglo XIX la idea de la creación de la sociología como ciencia que tiene a la sociedad como su objeto de estudio. La sociología sería un conocimiento libre de todas las relaciones con la filosofía y basada en datos empíricos en igual medida que las ciencias naturales. Una de sus propuestas más destacadas es la de la investigación empírica para la comprensión de los fenómenos sociales, de la estructura y el cambio social (razón por la que se le considera padre de la sociología como disciplina científica). Comte presenta a la historia humana en tres fases:

Fase teológica o mágica: corresponde a la infancia de la humanidad; en esta época las personas dan explicaciones mágicas de los fenómenos naturales, utilizan categorías antropológicas para comprender el mundo y técnicas mágicas para dominarlo. También creen que ciertos fenómenos son causados por seres sobrenaturales o dioses.
Fase metafísica o filosófica: en este estadio el hombre deja de creer en seres sobrenaturales y ahora comienza a creer en ideas. Por lo que las explicaciones son racionales, se busca el porqué de las cosas, y se sustituye a los dioses por entidades abstractas y términos metafísicos.
Fase científica o positiva: es la definitiva. En esta etapa, según Comte la mente humana renuncia a la búsqueda de ideas absolutas y en vez de esto, ahora se dedica a estudiar las leyes de los fenómenos. El conocimiento se basa en la observación y la experimentación, y se expresa con el recurso de la matemática. Se busca el conocimiento de las Leyes de la Naturaleza para su dominio técnico.
Además afirma que no es posible alcanzar un conocimiento de realidades que estén más allá de lo dado, de lo positivo, y niega que la filosofía pueda dar información acerca del mundo: esta tarea corresponde exclusivamente a las ciencias.

Dentro de esta, desde la perspectiva de Leopold Von Ranke, se dice que el historiador es imparcial, ya que es capaz de superar fobias, predilecciones o emociones.

De acuerdo al positivismo clásico: basta con reunir cierta cantidad de hechos documentados para que surja la ciencia de la historia.

El positivismo asume la cuantificación para que los historiadores puedan estar seguros de sus afirmaciones mediante la medición de los historiadores, aunque cuando ésta se convierte en la única solución aparece el problema de negar la veracidad a todo lo que no esté cuantificado.

Reacción

Como reacción a la epistemología positivista, surge, principalmente en Alemania, la epistemología hermenéutica. Entre las críticas que se le hacen al positivismo está la incapacidad que posee el método de las ciencias físico-naturales para conocer sus objetos de estudio (la sociedad, el hombre, la cultura), los cuales poseerían propiedades como la intencionalidad, la auto-reflexividad y la creación de significado, que serían dejados de lado por la epistemología positivista. A su vez, dentro de la hermenéutica, cabría una crítica a la búsqueda de leyes generales y universales, pues deja de lado necesariamente los elementos que no pueden ser generalizados. Así, algunos hermeneutas defienden un conocimiento idiográfico (de conocimientos más precisos, pero menos generalizables), que uno nomotético desde la hermenéutica, se planteó la necesidad de conocer las causas internas de los fenómenos, cuestión que se alejaba de la explicación externa de estos. Así en vez de buscar la explicación, los hermeneutas buscan la comprensión de los fenómenos.

Durante el siglo XX, a partir de los estudios de Bertrand Russell y otros, el filósofo Ludwig Wittgenstein elabora el texto Tractatus Logico-Philosophicus, que sirve de inspiración para el surgimiento del Círculo de Viena, grupo de intelectuales que tuvo como objetivo el alejar definitivamente a la ciencia de la metafísica, a partir del desarrollo de la lógica de Russell. Esta propuesta plantea un método basado en la experimentación, observación y recolección objetiva de datos a fin de buscar explicaciones a las causas que originan los fenómenos.

Corrientes positivistas

Entre las corrientes positivistas se puede mencionar al positivismo ideológico, al empiriocriticismo, al positivismo metodológico o conceptual al positivismo analítico, al positivismo sociológico, al positivismo realista y al neopositivismo (empirismo lógico o neopositivismo lógico). Los enfoques sociologistas en filosofía de la ciencia y epistemología han sido tradicionalmente los principales críticos del positivismo, aunque ambas posturas no son necesariamente contradictorias.

En el campo del Derecho el denominado positivismo jurídico o iuspositivismo, no guarda relación en su origen con el positivismo filosófico, sino con el concepto de Derecho positivo (la consideración del Derecho como creación del ser humano).

En el campo de la psicología se puede mencionar al Conductismo o Psicología conductista, como pioneros en la aplicación de la metodología científica al estudio de la conducta humana. Actualmente en la Psicología conviven múltiples escuelas, muchas de las cuales se basan en el positivismo para el estudio del ser humano. Entre dichas escuelas o enfoques destaca el Cognitivo-Conductual. Cabe mencionar el avance arrollador de la neurociencia, que toca problemas mentales que antes parecían inescrutables.

Cientificismo

El cientificismo o cientifismo es la postura que afirma la aplicabilidad universal del método y el enfoque científico, y la idea de que la ciencia empírica constituye la cosmovisión más acreditada o la parte más valiosa del conocimiento humano, aun la exclusión de otros puntos de vista.​ Se ha definido como "la postura de que los métodos inductivos característicos de las ciencias naturales son la única fuente de conocimiento genuina y factual y que, en concreto, solo ellos pueden producir conocimiento auténtico sobre el hombre y la sociedad".

El término cientificismo a menudo implica una crítica de la forma más extrema del positivismo lógico​ y se ha usado por científicos sociales como Friedrich Hayek,​ filósofos de la ciencia como Karl Popper, y filósofos como Hilary Putnam8​ y Tzvetan Todorov​ para describir un apoyo dogmático al método científico y la reducción de todo el conocimiento a todo lo que es medible. También se ha usado para la postura de que la ciencia es la única fuente confiable de conocimiento por filósofos como Alexander Rosenberg.

Cientificismo puede referirse a la ciencia aplicada "en exceso". El término puede tener uno de dos significados:

1. Para indicar el uso inapropiado de la ciencia o de afirmaciones científicas.​ Este uso aplica también en contexto donde la ciencia no podría aplicarse,​ como cuando el tema se considera estar más allá del ámbito de la investigación científica y en contextos donde no hay suficiente evidencia empírica para justificar una conclusión científica. En este caso el término es una réplica a apelar a la autoridad científica.

2. Para referirse a "la postura de que los métodos de la ciencia natural o las categorías o cosas aceptadas en ella, forman los únicos elementos adecuados de cualquier filosofía o otra investigación," o que la "ciencia, y solo la ciencia, describe el mundo como es en sí mismo, independiente de la perspectiva"​ con la simultánea "eliminación de las dimensiones psicológicas de la experiencia".

Historiadores, filósofos y críticos culturales lo han usado para destacar los posibles peligros de caer hacia un reduccionismo excesivo en todos los campos del saber humano.
Para teóricos sociales de la tradición de Max Weber, tales como Jürgen Habermas y Max Horkheimer, el concepto de scientism se relaciona significativamente con la filosofía del positivismo, pero también con la racionalización de la sociedad occidental moderna.​ La escritora británica y feminista Sara Maitland ha llamado al cientifismo como un "mito tan pernicioso como cualquier otra clase de fundamentalismo".

La principal crítica realizada en contra del uso del término es su utilización por parte de los partidarios de las pseudociencias y la religión como escudo no frente al cientifismo, sino frente a aquellos argumentos científicos y desarrollos teóricos que les resultan incómodos y contradicen sus creencias y dogmas. Desde una perspectiva religiosa se ha tratado de descalificar así los intentos de explicar como fenómenos naturales temas como la biología evolutiva, fenómenos como la moralidad o el impulso religioso por autores como Dennett, Francis Crick o Wolpert. El filósofo estadounidense Daniel Dennett respondió a la críticas de su libro Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon afirmando que «cuando alguien postula una teoría científica que [a los críticos religiosos] les desagrada, tratan de desacreditarla simplemente tachándola de "cientificista"».

Filosofía de la ciencia

En su ensayo Against Method (Contra el método), Paul Feyerabend caracteriza a la ciencia como "una empresa esencialmente anárquica"​ y argumenta enfáticamente que los métodos científicos no son monopolio exclusivo en el "lidiar con el conocimiento" y que los científicos nunca han obrado con una tradición distintiva y estrechamente definida. Feyerabend describe el proceso de la educación científica contemporánea en una forma leve de adoctrinamiento, con el fin de "hacer la historia de la ciencia más aburrida, simple, más uniforme, más 'objetiva' y más fácil de entender para normas estrictas e inflexibles".

Comunicación científica

Jürgen Habermas ha argumentado que entender adecuadamente el cientificismo requiere ir más allá de la noción de Weber de la racionalización y distinguir entre racionalidad instrumental, que implica el cálculo y la eficiencia (en otras palabras, reducir todas las relaciones a los medios y los fines) con la racionalidad comunicativa, que consiste en la ampliación del alcance de la comprensión mutua dentro de la comunicación.


Agnosticismo

El agnosticismo (del griego α- [a-], ‘sin’; y γνώσις [gnōsis], ‘conocimiento’) es la postura que considera que los valores de verdad de ciertas afirmaciones —especialmente las referidas a la existencia o inexistencia de Dios, además de otras afirmaciones religiosas y metafísicas— son desconocidas o inherentemente incognoscibles.​ Se diferencia del ateísmo en que este es el descreimiento en dioses, mientras que el agnosticismo es la mera suspensión de la creencia.

El biólogo británico Thomas Henry Huxley acuñó la palabra agnóstico en 1869. Sin embargo, algunos pensadores y obras de la antigüedad ya habían promovido puntos de vista agnósticos, incluido el agnosticismo de Sanyaia Belatthaputta (filósofo indio del siglo V a. C.) respecto de la existencia de cualquier forma de vida más allá de la muerte,​ el de Protágoras (filósofo griego del siglo V a. C.) sobre los dioses8​ y el del «Himno de la creación», parte del texto sagrado indio Rig-veda (uno de los textos conocidos más antiguos, compuesto probablemente entre 1500–1200 a. C.), acerca del origen del universo.

Desde que Huxley creó el término, muchos pensadores han escrito extensamente sobre el tema.

Definición

El agnosticismo, de hecho, no es un credo, sino un método, cuya esencia radica en la rigurosa aplicación de un único principio. […] Positivamente, el principio puede expresarse: en cuestiones del intelecto, sigue a tu razón tan lejos como ella te lleve, sin tener en cuenta ninguna otra consideración. Y negativamente: en cuestiones del intelecto no pretendas que son ciertas las conclusiones que no han sido demostradas o no sean demostrables.

Thomas Henry Huxley

De acuerdo con el filósofo William L. Rowe, en sentido estricto, el agnosticismo es la postura filosófica que afirma que la humanidad carece de los fundamentos racionales necesarios para justificar cualquier creencia: «Dios existe» o «Dios no existe». Asimismo, según Rowe, en el sentido popular, un agnóstico es aquel que ni cree ni descree en la existencia de Dios, mientras que un teísta y un ateo cree y descree, respectivamente.

Etimología

El término agnóstico fue usado en 1869 por Thomas Henry Huxley en un discurso ante la Sociedad Metafísica para describir su filosofía, la cual rechaza todas las declaraciones de conocimiento espiritual o místico.

Los líderes de la iglesia cristiana temprana usaron la palabra griega gnosis (conocimiento) para describir el «conocimiento espiritual». No se debe confundir el agnosticismo con doctrinas religiosas opuestas al movimiento antiguo del gnosticismo: Huxley usó el término en un sentido más amplio y abstracto. Identificó el agnosticismo no como un credo, sino un método de investigación escéptico basado en evidencias.

En años recientes, la literatura científica relacionada con la neurociencia y la psicología han usado la palabra para significar «no cognoscible». En la literatura técnica y de mercadotecnia, «agnóstico» puede significar independencia de algunos parámetros, por ejemplo, «software agnóstico» o «hardware agnóstico».

Agnosticismo condicionado

David Hume, filósofo de la Ilustración escocesa, sostuvo que las afirmaciones con sentido sobre el mundo siempre están condicionadas por algún grado de duda. Afirmó que la falibilidad de los seres humanos implicaba que no podían obtener certezas absolutas salvo casos triviales donde una afirmación es cierta por definición (tautologías como «ningún soltero está casado» o «todos los triángulos tienen tres vértices»).

Tipos

Una persona que se considera «agnóstica» afirma que no tiene una opinión sobre la existencia de Dios, ya que no hay evidencia definitiva a favor o en contra. El agnosticismo, no obstante, se ha dividido recientemente en varias categorías. Estas incluyen:

Ateísmo agnóstico

No cree en la existencia de ninguna deidad, pero no afirma saber que existe alguna deidad o no.

Teísmo agnóstico

No afirma conocer la existencia de una deidad, pero aun así cree en ella.
Agnosticismo apático o pragmático
No existen pruebas de la existencia o inexistencia de deidad alguna, pero debido a que cualquier deidad que pudiese existir parece indiferente respecto al universo o el bienestar de sus habitantes, la pregunta es esencialmente académica. Por lo tanto, su existencia tiene poco o ningún impacto en los asuntos humanos y debiese ser de igual interés teológico.
Agnosticismo fuerte (también llamado agnosticismo «estricto», «cerrado» o «permanente»)
La pregunta de la existencia o inexistencia de una deidad o deidades y la naturaleza última de la realidad son incognoscibles a causa de nuestra incapacidad natural de no poder comprobar una experiencia sino con otra experiencia subjetiva. Un agnóstico fuerte dirá «No puedo saber si una deidad existe o no y tú tampoco».
Agnosticismo débil (también llamado agnosticismo «empírico», «abierto» o «temporal»)
La existencia o la inexistencia de cualquier deidad está actualmente más allá del conocimiento, pero no es necesariamente incognoscible; por lo tanto, suspenderá el juicio hasta que la prueba, si existe, se haga disponible. Un agnóstico débil dirá «No sé si existen deidades o no pero quizás algún día, si hay evidencias, podamos descubrir algo».

Historia

Filosofía hinduista

A lo largo de la historia del hinduismo ha existido una fuerte tradición de especulación filosófica y escepticismo.

El Rig-veda toma una postura agnóstica respecto a las preguntas fundamentales «¿Quién o qué creó el universo? ¿Quién o qué creó a los dioses?». El «Nasadiya-sukta» (también conocido como el «Himno de la creación») en el décimo libro del Rig-veda dice:

¿Quién lo sabe con certeza? ¿Quién lo proclamará?
¿De dónde nació? ¿De dónde provino la creación?
Los dioses son posteriores a la creación de este mundo.
Entonces ¿quién puede conocer sus orígenes?

Nadie sabe de dónde surgió la creación
o si Él lo hizo o no.
Él, quien lo contempla desde los sublimes cielos,
solo Él sabe, o quizás, Él no lo sabe.

Filosofía griega

El pensamiento agnóstico, en la forma del escepticismo, surgió como una postura filosófica formal en la Antigua Grecia. Sus representantes incluyen a Protágoras, Pirrón, Carnéades, Sexto Empírico​ y, en algún grado, a Sócrates, quien fue un firme defensor de estudiar la epistemología desde un enfoque escéptico.

Pirrón sostuvo que debiésemos abstenernos de realizar juicios debido a que nunca podemos estar seguros de la realidad verdadera. Tener una opinión es posible, pero no poseer certidumbre o conocimiento.

Carnéades también fue escéptico respecto a todas las afirmaciones de conocimiento. Propuso una teoría de la probabilidad; no obstante, la certeza es por siempre inalcanzable. Protágoras rechazó las descripciones convencionales de los dioses:8​

Con respecto a los dioses, no tengo medios para saber si existen o no o qué clase de seres pueden ser. Muchas cosas previenen del conocimiento, incluida la oscuridad del tema y la brevedad de la vida humana.

Hume, Kant y Kierkegaard

Aristóteles,39​ Anselmo de Canterbury,Tomás de Aquino y Descartes​ postularon argumentos en un intento de probar racionalmente la existencia de Dios. El empirismo escéptico de David Hume, la antinomia de Immanuel Kant y la filosofía existencialista de Søren Kierkegaard convencieron a muchos filósofos posteriores a abandonar este propósito, ya que consideran imposible la construcción de cualquier prueba irrefutable de la existencia o inexistencia de un dios.

En su libro Migajas filosóficas (1844), Kierkegaard escribió:

Llamemos a eso desconocido Dios. Esto que le damos es solo un nombre. Querer probar que eso desconocido (Dios) existe, apenas se le ocurre a la razón. Si Dios no existe, entonces es imposible demostrarlo, pero si existe, entonces es una locura querer demostrarlo, pues en el momento en que comienzo la demostración, lo he supuesto no como algo dudoso —eso es lo que una suposición no puede ser, ya que es suposición—, sino como algo establecido, porque en caso contrario no hubiera comenzado, ya que se entiende fácilmente que todo esto se haría imposible si Dios no existiera. Si pienso, en cambio, que con la expresión «demostrar la existencia de Dios» quiero demostrar que lo desconocido que existe es Dios, entonces me expreso de una manera poco afortunada, pues con ello no demuestro nada y mucho menos una existencia, sino que desarrollo una determinación conceptual.

Thomas Henry Huxley

Las opiniones agnósticas son tan antiguas como el escepticismo filosófico, pero los términos agnóstico (agnostic) y agnosticismo (agnosticism) fueron creados por Huxley para resumir sus pensamientos respecto a los desarrollos contemporáneos de la metafísica respecto a lo incondicionado (William Hamilton) y lo incognoscible (Herbert Spencer). Aunque Huxley empezó a usar el término agnóstico en 1869, sus opiniones habían tomado forma hace algún tiempo. En una carta escrita el 23 de septiembre de 1860 a Charles Kingsley, analizó sus opiniones extensamente:

Yo ni afirmo ni niego la inmortalidad del hombre. No veo razón para creer en ella, pero, por otro lado, no tengo medios para refutarla. No tengo objeciones a priori a la doctrina. Nadie que tenga que lidiar diariamente y a cada hora con la naturaleza puede molestarse en las dificultades a priori. Dame tal evidencia que me justificaría creer en cualquier otra cosa y yo creeré en ella. ¿Por qué no debería de creer? Ciertamente es tan maravilloso como la conservación de la fuerza o la indestructibilidad de la materia. […]
Es inútil de que me hables de analogías y probabilidades. Yo sé a qué me refiero cuando digo que creo en la ley de los cuadrados inversos y no basaré mi vida y mis esperanzas en convicciones más débiles. […]
Que mi personalidad es la cosa más segura que sé que puede ser cierta. Pero el intento de concebir qué es me conduce a meras sutilezas verbales. He vencido a todo ese relleno sobre el ego y el no-ego, el noúmeno y el fenómeno, y todo el resto de ello, demasiado a menudo para ignorar que aun al intentar pensar en estas cuestiones, el intelecto humano se tropieza en seguida fuera de sus profundidades.
Y de nuevo, al mismo destinatario, el 6 de mayo de 1863:

Nunca he tenido la más mínima simpatía con las razones a priori contra la ortodoxia, y tengo por naturaleza e inclinación la mayor antipatía posible hacia toda las escuelas ateas e infieles. Sin embargo sé que soy, a mi pesar, exactamente lo que un cristiano llamaría, y, hasta donde puedo ver, justificadamente, ateo e infiel. No puedo ver una sombra o pizca de evidencia de que lo gran desconocido subyacente a los fenómenos del universo nos sea útil en la relación de un Padre que nos ama y cuida como afirma el cristianismo. Así que al respecto de los otros grandes dogmas cristianos, la inmortalidad del alma y el estado futuro de recompensas y castigos, ¿qué objeción posible puedo yo —que estoy compelido necesariamente a creer en la inmortalidad de lo que llamamos Materia y Fuerza, y en un muy inequívoco estado presente de recompensas y castigos por nuestros actos— hacer a esas doctrinas? Dame un ápice de evidencia y estaré listo para aceptarlas con entusiasmo.
Sobre el origen del nombre agnóstico para describir su actitud, Huxley dio la siguiente explicación:

Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme a mí mismo sobre si era un ateo, un teísta o un panteísta; un materialista o un idealista; un cristiano o un librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, más alejada estaba la respuesta; hasta que, al final, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte con ninguna de esas denominaciones, salvo la última. Lo único en que la mayoría de estas buenas personas estaban de acuerdo era en lo único en que discrepaba con ellos. Estaban bastante seguros de haber alcanzado cierta «gnosis»: habían, con más o menos éxito, solucionado el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era irresoluble. Y, con Hume y Kant de mi lado, no podía creerme osado en albergar rápidamente esa opinión […]
Así que reflexioné e inventé lo que concebí un título apropiado para «agnóstico». Vino a mi cabeza como provocativamente antitético del «gnóstico» de la historia de la Iglesia, quien declaraba saber mucho sobre las mismas cosas de las que yo era ignorante. […] Para mi gran satisfacción el término fue aceptado.

William Stewart Ross

William Stewart Ross escribió bajo el seudónimo de Saladin. Abogó por el agnosticismo en oposición al ateísmo de Charles Bradlaugh como una exploración espiritual no concluyente. En Why I am an Agnostic (c. 1889) afirmó que el agnosticismo es el «opuesto mismo del ateísmo».

Robert G. Ingersoll

Robert G. Ingersoll, un abogado y político de Illinois que se convirtió en un famoso orador de Estados Unidos del siglo XIX, fue conocido como «el Gran agnóstico» (the Great Agnostic).

En un discurso de 1896 titulado Why I Am An Agnostic, Ingersoll relató por qué era agnóstico:

¿Existe un poder sobrenatural, una mente arbitraria, un Dios entronado, una voluntad suprema que mueve las olas y corrientes del mundo, al que todas las causas reverencian? No lo niego. No lo sé, pero no lo creo. Creo en que la naturaleza es suprema, que en la cadena infinita ningún eslabón puede perderse o romperse, que no hay un poder sobrenatural que pueda escuchar oraciones, ningún poder que la adoración pueda persuadir o alterar, ningún poder al que le importe el hombre.
Creo que con sus infinitos brazos la Naturaleza lo abraza todo, que no hay interferencia, no casualidad, que detrás de cada evento están las necesarias e incontables causas y que más allá de cada evento existirán y debe existir los necesarios e incontables efectos.
¿Existe un Dios? No lo sé. ¿El hombre es inmortal? No lo sé. Existe una cosa que sé, y esa es que ni la esperanza, ni el miedo, creencia ni negación pueden cambiar la realidad. Es como es y será como debe ser.
Para concluir resumió la posición del agnosticismo como:

Podemos ser honestos a la vez que ignorantes. Si lo somos, cuando se nos pregunte qué hay más allá del horizonte de lo conocido, debemos decir que no lo sabemos.

Bertrand Russell

El ensayo Why I Am Not a Christian (Por qué no soy cristiano) de Bertrand Russell, basado en uno de sus discursos de 1927 y posteriormente incluido en un libro homónimo, es considerado una exposición clásica del agnosticismo.

Russell le pidió a sus lectores que «se paren en sus propios pies y miren imparcialmente y directo al mundo con una actitud intrépida y una inteligencia libre».

En The existence and nature of God (La existencia y naturaleza de Dios, 1939) se identificó a sí mismo como ateo:

La existencia y naturaleza de Dios es un tema que solo puedo analizar a la mitad. Si uno llega a una conclusión negativa respecto a la primera parte de la pregunta, la segunda no surge; y mi postura, como habrán notado, es negativa en esta materia.
No obstante, luego en el mismo discurso, al analizar los conceptos modernos y no antropomórficos de Dios, afirmó:

Esa clase de Dios, pienso, no es una que se pueda realmente refutar, mientras que un creador omnipotente y benevolente sí.
En el ensayo Am I An Atheist or an Agnostic? A Plea For Tolerance In The Face Of New Dogmas (¿Soy ateo o agnóstico? Un llamado a la tolerancia cara a cara con nuevos dogmas, 1947), reflexionó sobre el problema de cómo llamarse a sí mismo:

Como filósofo, si estuviera dirigiéndome a una audiencia estrictamente filosófica, debería decir que tengo la obligación de describirme a mí mismo como un agnóstico, porque no creo que haya un argumento concluyente con el cual uno demuestre que no existe un Dios. Por otra parte, si voy a comunicar la idea correcta al hombre común de a pie, pienso que tendría que decir que soy un ateo, porque cuando digo que no puedo probar que no existe un Dios, debería agregar que igualmente no puedo probar que no existen los dioses homéricos.

En su ensayo What Is An Agnostic? (¿Qué es un agnóstico?, 1953) escribió:

Un agnóstico piensa que es imposible conocer la verdad en asuntos como Dios o la vida próxima en las que el cristianismo y otras religiones están preocupados. O, si no imposible, al menos imposible en el presente.

Luego agrega:

Pienso que si escuchara una voz del cielo que predijera todo lo que me ocurrirá en las siguientes veinticuatro horas, incluidos eventos que habrían parecido altamente improbables, y si todos estos eventos luego sucedieran, estaría probablemente convencido al menos de la existencia de alguna inteligencia sobrehumana.

Leslie Weatherhead

En 1965 el teólogo cristiano Leslie Weatherhead publicó The Christian Agnostic (El cristiano agnóstico), en el que argumenta:

[…] muchos agnósticos declarados están más cerca de la creencia en el verdadero Dios que muchos feligreses convencionales que creen en un cuerpo que no existe a quien llaman equivocadamente Dios.
Aunque radical y rechazado por los teólogos convencionales, el «agnosticismo» de Weatherhead está lejos del de Huxley, incluso del agnosticismo débil:

Por supuesto que el alma humana tendrá siempre el poder de rechazar a Dios, ya que la elección es esencial a su naturaleza, pero no puedo creer que nadie finalmente lo hará.

Charles Darwin

Criado en un ambiente religioso, Charles Darwin estudió para convertirse en pastor anglicano. Pese que con el tiempo dudaba en partes de su fe, Darwin continuó ayudando en los asuntos de la iglesia, aunque eludía ir a misa. Darwin afirmó que sería «absurdo dudar de que un hombre pueda ser un teísta apasionado y un evolucionista».Aunque reticente respecto a sus opiniones religiosas, en 1879 escribió: «Nunca he sido un ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios. Pienso que mayormente […] agnóstico sería la descripción más correcta de mi mentalidad».

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