quinta-feira, 4 de agosto de 2016

Biografia El Conde Cagliostro

La Verdadera Historia



Era originario de Palermo, Sicilia donde nació en el año 1743. Ocultista y médico, vivió en tiempos de Luís XVI. Curaba a los enfermos y acabó por ser condenado en prisión perpetua y finalizó sus días en las mazmorras del castillo de San León, en Urbino en el año 1795.

Una vez establecido en Paris, mantuvo una larga entrevista con el cardenal Rohan, a quien reveló con todo detalle sus conversiones con el pretor Poncio Pilatos, del cual se decía amigo íntimo.
Cagliostro (Un Maestro Rosacruz Masón)

En varias ocasiones, a lo largo de los estudios regulares de la Orden Rosacruz Masónica, se hace mención a que Cagliostro no solamente fue impulsor de un rito particular, conocido como el Rito Egipcio, sino que también fue un gran impulsor y renovador de la Masonería y el Rosacrucismo.
A él se debe, en gran parte, el desarrollo iniciático de la Orden Rosacruz actualmente, y a la disposición particular de los Templos en nuestras Logias.

El fue el que instituyó el uso del altar triangular, la Shekinah, en el centro de los Templos Rosacruces, tomando como modelo el del altar que el Conde de Saint Germain describe en su obra La Santísima Trinosofía.

Si bien el Conde de Saint Germain tenía un conocimiento muy preciso de la sabiduría y del simbolismo Rosacruz y Masón, que plasmó en la codificación de los Grados de las diferentes Cámaras de Instrucción, por medio de ciertas láminas simbólicas, que después fueron enriquecidas por otros adeptos, Cagliostro era eminentemente operativo, por lo que gran parte de lo enseñado por Saint Germain, que él también conocía por motivo de su alto estado de Iniciado Rosacruz, lo puso en práctica para que la técnica Rosacruz fuese más eficaz y adaptada a los tiempos que corrían.

Pero ahora, más que de la historia y de las innovaciones de Cagliostro, tema que es estudiado en uno de los Grados de la Orden Rosacruz, nos ocuparemos de su misión como Alto Iniciado, así como de su personalidad que, desgraciadamente, no solo no ha sido bien comprendida por los profanos, sino que ha sido vituperada sistemáticamente por mentes intolerantes y por instituciones sectarias interesadas en mantener sus privilegios, supuestamente espirituales, pero que están más directamente relacionados con el poder temporal.

Cagliostro, el Gran Maestro Cagliostro, nada tiene que ver con el personaje que describe Alejandro Dumas en su obra, Vida de Giuseppe Balsamo, ni con el personaje inventado por la Inquisición para desprestigiar al Gran Maestro Rosacruz.

Muchas personas que le había conocido y que incluso, en algunos momentos, fueron sus discípulos, cuando llegó el momento terrible del calvario del Maestro en manos de la Inquisición, dijeron, lo mismo que a Jesús le dijo la muchedumbre: "Donde están tus poderes, por qué no los utilizas para liberarte y para evitar tus sufrimientos" sin comprender que Cagliostro conocía la ley oculta y que se entregaba por completo a ella.

Se supone que Cagliostro fue hijo del Gran Maestre de la Orden de Malta, llamado Melo, y se sabe que su maestro fue el Rosacruz Althotas, el cual le inició y le introdujo en los Grandes Misterios, sirviéndole como introductor en la Iniciación Psíquica que Cagliostro tuvo en la Gran Pirámide de Egipto, en la que recibió su Iluminación.

Cagliostro viajó extensamente por toda Europa y por Oriente y por donde pasó siempre fue reconocido por su gran generosidad y elevado espíritu.

Cuando le preguntaron por qué derramaba tantas bendiciones sobre los seres humanos, a los que amaba por encima de todo, desprendiéndose de su conocimiento y riquezas en favor de ellos, curando a los enfermos, y asistiendo a los necesitados, Cagliostro respondió: "Siempre se debe avanzar, siempre se debe sembrar y dejar a los demás que recojan la cosecha".

Cagliostro, como Alto Iniciado que era, se consideraba un hermano con todos independientemente de que fuesen ricos o pobres, ilustrados o ignorantes, árabes o franceses porque según declaró: "No soy de ninguna época y de ningún lugar, y más allá del espacio y del tiempo, mi ser espiritual vive su eterna existencia. Si me sumerjo en mi pensamiento remontándome en el curso de las edades, si extiendo mi espíritu hacia un modo de existencia alejado de aquel que percibís, me convierto en aquel que deseo ser. Participando conscientemente del Ser Absoluto arreglo mi acción según el medio que me rodea. Mi nombre es aquel de mi función, pues soy libre; mi país, aquel donde fijo momentáneamente mis pasos. Poned fecha de ayer si lo deseáis, rehusando acordaros de años vividos por ancestros que os fueron extraños, o del mañana, por orgullo ilusorio de una grandeza que jamás será vuestra, yo soy aquel que Es".

Su generosidad era tal que fue capaz de, noche tras noche, en la época en que estuvo encarcelado en Francia por el asunto del collar de diamantes, al cual haremos referencia más tarde, salía de su celda y por un pasadizo secreto acudía a la llamada de aquellos que le necesitaban y a los cuales ayudaba y curaba ya que, por ser de condición humilde, nadie socorría. Cagliostro era un emisario de la Gran Hermandad Blanca y debía cumplir una misión de transformación en el seno de la sociedad de su época. El fue quien, dentro de las sociedades iniciáticas de su época, movió los hilos para que si el proceso de transformación no se producía naturalmente, lo hiciese de una manera enérgica.

Desgraciadamente aquellos que se encontraban en disposición, y que tenían el poder necesario, para permitir la transformación de la sociedad, es decir: los nobles y el clero, no se resignaron a perder sus privilegios compartiéndolos con el pueblo y ello dio lugar a la Revolución Francesa.

Cagliostro fue un Iniciado de primera magnitud y todas las Ordenes Iniciáticas de su época, así lo reconocieron dispensándole honores solo reservados a los más elevados. Fue iniciado en el Rito de Swedenborg, fue amigo de Martínez de Pasqually quien le introdujo en su Orden de los Caballeros Elegido Cohen, donde le dispensó el Grado más Alto, el Grado secreto de los Reau Croix. Colaboró con Willermotz, y con Louis Claude de Saint Martín, fue Gran Maestro del Rito Escocés, y Gran Maestro del Rito de los Filaletas, así como codificador y Gran Copto del Rito Egipcio.

Conoció y colaboró con el Conde de Saint Germain, que estaba encargado de preparar la transformación pacífica y natural de la sociedad y, al fracasar este, puso en marcha la fase operativa que habría de conducir al gran estremecimiento social que constituyó la Revolución Francesa.
Incluso se asegura que fue iniciador de un joven teniente, de origen corso, llamado Napoleón, que llegó a ser el emperador de Francia y agente activo de la exportación de las nuevas ideas por toda Europa y por todo el mundo occidental.

Su gran conocimiento, cultura, refinamiento, y encanto, le llevó a frecuentar los salones más distinguidos de Francia donde, al principio de su misión, despertó la envidia de algunos nobles quienes trataron de burlarse de él por medio de una farsa. Se cuenta que cuando estaba curando ante un auditorio de gente ilustre, se presentaron tres mendigos que le pidieron que les curara de la sordera, de la ceguera, y de un mal en la piel; Cagliostro accedió a ello y les dijo que podían salir de allí que estaban curados. Ante el estupor y la risa general, los supuestos mendigos se despojaron de sus harapos apareciendo ante todos como lo que eran, unos nobles, jóvenes ociosos, que querían "desenmascarar" a quien, para ellos, era un impostor.

Ante aquella burla Cagliostro declaró con voz solemne: "Recordad que lo que no habéis permitido que os diera, os lo puedo retirar", después de ello los jóvenes empezaron a gritar porque uno de ellos se había quedado sordo, el otro ciego, y el otro se retorcía de los picores en su piel. Cagliostro, siempre generoso, les perdonó y los jóvenes volvieron a la normalidad huyendo despavoridos. Desde entonces nadie se tomó a broma los poderes curativos de Cagliostro.

Su amistad con el Cardenal de Rouhan, quien había sido estafado haciéndosele creer que debía comprar un collar de diamantes para la reina María Antonieta de Francia, fue motivo para que se le involucrara en el llamado "asunto del collar" que constituyó un escándalo en aquella época y que, de alguna manera, precipito los acontecimientos que desembocaron en la Revolución Francesa.

Cagliostro fue encarcelado y, aunque tuvo todas las oportunidades para escapar, permaneció en prisión en espera de juicio sabiendo que la justicia resplandecería al final, y convencido de que su misión entre los hombres aún no había terminado.

Se relatan muchos hechos curiosos del juicio a Cagliostro como que las actas de acusación se borraban a la vista de los acusadores que las leían y, en su magistral alocución de defensa, Cagliostro declaró, basándose en el ritual de Iniciación de la Orden Rosacruz Masónica: " Como el viento del Sur, como la brillante luz del Mediodía que caracteriza el pleno conocimiento de las cosas y la comunión activa con Dios, voy hacia el Norte, hacia la bruma y el frío, abandonando, por todas partes a mi paso una parcela de mi mismo, abandonándome, disminuyéndome en cada estación, más dejándoos un poco más de claridad, un poco más de calor, un poco más de fuerza, hasta que sea parado y fijado definitivamente el fin de mi carrera, en la hora en que la Rosa florezca sobre la Cruz. Yo soy Cagliostro".

Nunca se le perdonó que fuese un impulsor de la Luz, y le atacaron por su lado más débil que era el amor que tenía por su esposa, Lorenza Feliciani, quien, a pesar de su bondad, encanto, e ingenuidad, fue convencida por los miembros de la Inquisición haciéndole creer que su esposo era un representante del diablo, lo que le hizo flaquear sirviendo, de esta manera, a los sucios propósitos del Santo Oficio que despacharon correos por toda Europa con historias fantásticas, inventándose la figura de Giuseppe Balsamo, para desacreditar al Maestro.

Incomprensiblemente ante los ojos de los profanos, pero de acuerdo con una afirmación que había hecho anteriormente y que decía: "Un amor que me atraía hacia toda criatura de forma impulsiva, una irresistible ambición, un sentimiento profundo de mis derechos sobre los seres del cielo y de la tierra, me impulsaba y me arrojaba hacia la vida", Cagliostro viajó a Roma poniéndose así al alcance del brazo de la Inquisición.

Fundó un Logia en Roma, a la cual pertenecieron personas muy selectas; pero un traidor, un capuchino llamado Francesco de San Maurizio, quien era un espía y un agente del Santo oficio, le delató y proporcionó las pruebas, verdaderas o falsas, que permitieron su arresto y encarcelamiento.

Cagliostro sabía lo que le iba a acontecer, de hecho, el mismo se había metido en las fauces del lobo de manera deliberada, el sabía que el inmenso privilegio que le había sido concedido de servir a la Humanidad habría de pagarlo a un precio altísimo. La ley oculta establece que cuando una persona revela a los demás las cosas más sagradas y las leyes más elevadas del Universo, se hace responsable del uso que de ellas hagan sus alumnos y, para comprender con propiedad todo lo que él había enseñado, sin que fuese utilizado inadecuadamente, habría que tener la talla espiritual y la comprensión que poseía Cagliostro, alturas a las cuales no llegaban ninguno de sus alumnos.

Fue encarcelado y torturado en el Castillo de Santangelo, y llevado a juicio donde fue acusado, entre otras cosas por medio de una declaración arrancada bajo tortura a su esposa, de que adoraba al diablo y que blasfemaba del nombre del Señor.

Fue obligado, lo mismo que en la antigüedad lo habían sido el conde Raimundo VI de Tolosa, y el Gran Maestre de la Orden de los Templarios, Jacques de Molay, a presentarse con ropas de penitente ante la iglesia de Santa María, y adjurar de todos sus errores. Pero a pesar de su sufrimiento, de sus penitencias, de la tortura a la que fue sometido, Cagliostro no fue perdonado y se le encerró en la fortaleza de San Leo donde prácticamente fue enterrado en vida.

La Revolución Francesa ya había estallado y las tropas francesas que extendían por Europa los ideales de libertad, igualdad, fraternidad, se encontraban ya en Francia por lo que para evitar que Cagliostro fuese liberado, fue estrangulado en su celda el día 28 de agosto de 1.795.
Una leyenda dice que Cagliostro no murió, sino que el cadáver encontrado en su celda era el de un monje que iba a reconfortarle espiritualmente. Sea como sea, lo importante fue la obra que realizó y que perdurará a través de los siglos.

Quienes quisieron borrar su memoria ya están olvidados, pero él, Cagliostro, permanecerá en el recuerdo de muchísimas generaciones.

Recopilado por:

M.·.V.·.H.·. Laura R.·.Log.·."Dharma" Nº 7 Or.·.de Venezuela

quarta-feira, 3 de agosto de 2016

Biografia Christiaan Huygens



Christiaan Huygens (14 de abril de 1629, 8 de julio de 1695) fue un astrónomo, físico y matemático neerlandés.

Christiaan Huygens nació en el seno de una importante familia neerlandesa. Su padre, el diplomático Constantijn Huygens, le proporcionó una excelente educación y lo introdujo en los círculos intelectuales de la época.

Estudió mecánica y geometría con preceptores privados hasta los 16 años. Christiaan aprendió geometría, cómo hacer modelos mecánicos y habilidades sociales como tocar el laúd. En esta primera etapa, Huygens estuvo muy influido por el matemático francés René Descartes, visitante habitual de la casa de Constantijn durante su estancia en Holanda. Su formación universitaria transcurrió entre 1645 y 1647 en la Universidad de Leiden (donde Van Schooten le dio clases de matemáticas), y entre 1647 y 1649 en el Colegio de Orange de Breda (donde tuvo la fortuna de tener otro experto profesor de matemáticas, John Pell). En ambos centros estudió derecho y matemáticas, destacándose en la segunda.

A través del contacto de su padre con Mersenne, comenzó una correspondencia entre Huygens y Mersenne durante esta época. Mersenne desafió a Huygens a resolver gran número de problemas, incluyendo la forma de la cuerda sujeta por sus puntas. Aunque falló en este problema resolvió el problema relacionado de cómo colgar pesos en la cuerda para que cuelgue en forma de parábola.

Huygens dedicó sus siguientes años a viajar como embajador de Holanda, visitando, entre otros lugares, Copenhague, Roma y París. En 1656 creó el primer reloj de péndulo. En 1660 volvió a París para instalarse definitivamente. Allí mantuvo frecuentes reuniones con importantes científicos franceses, entre otros, Blaise Pascal.

Sin embargo, pronto abandonó la ciudad para marchar a Londres en 1661. Ingresó en la recién formada Royal Society, donde pudo comprobar los asombrosos avances realizados por los científicos ingleses. Allí pudo mostrar sus superiores telescopios y conoció a científicos como Robert Hooke o Robert Boyle, entre otros.

En 1666 aceptó la invitación de Colbert, ministro de Luis XIV, para volver a París e incorporarse a la Academia de las Ciencias Francesa. Dada su experiencia en la Royal Society de Londres, Huygens pudo llegar a liderar esta nueva academia e influir notablemente en otros científicos del momento, como su amigo y pupilo Leibniz. Fueron años muy activos para Huygens, pero se enturbiaron por sus problemas de salud y las guerras del Rey Sol contra Holanda. Huygens abandonó Francia en 1681.

Tras una estancia en su Holanda natal, Huygens decidió volver a Inglaterra en 1689. Allí volvió a relacionarse con la Royal Society y conoció a Isaac Newton, con el que mantuvo frecuentes discusiones científicas. Y es que Huygens siempre criticó la teoría corpuscular de la luz y la ley de la gravitación universal de Newton.

Volvió a Holanda poco antes de morir.

Nunca se casó ni tuvo descendencia, al igual que Newton.

Obras científica

Matemáticas

Huygens fue uno de los pioneros en el estudio de la probabilidad, tema sobre el que publicó el libro De ratiociniis in ludo aleae (Sobre los Cálculos en los Juegos de Azar), en el año 1656. En él introdujo algunos conceptos importantes en este campo, como la esperanza matemática, y resolvía algunos de los problemas propuestos por Pascal, Fermat y De Méré.

Además resolvió numerosos problemas geométricos como la rectificación de la cisoide y la determinación de la curvatura de la cicloide. También esbozó conceptos acerca de la derivada segunda.

Física

Los trabajos de Huygens en física se centraron principalmente en dos campos: la mecánica y la óptica. En el campo de la mecánica publicó su libro Horologium oscillatorum (1673); en él se halla la expresión exacta de la fuerza centrífuga en un movimiento circular, la teoría del centro de oscilación, el principio de la conservación de las fuerzas vivas (antecedente del principio de la conservación de la energía) centrándose esencialmente en las colisiones entre partículas (corrigiendo algunas ideas erróneas de Descartes) y el funcionamiento del péndulo simple y del reversible.

En el campo de la óptica elaboró la teoría ondulatoria de la luz, partiendo del concepto de que cada punto luminoso de un frente de ondas puede considerarse una nueva fuente de ondas (principio de Huygens). A partir de esta teoría explicó, en su obra Traité de la lumière, la reflexión, refracción y doble refracción de la luz. Dicha teoría quedó definitivamente demostrada por los experimentos de Thomas Young, a principios del siglo XIX.

Astronomía

Aficionado a la astronomía desde pequeño, pronto aprendió a tallar lentes (especialidad de Holanda desde la invención del telescopio, hacia el año 1608) y junto a su hermano llegó a construir varios telescopios de gran calidad. Por el método de ensayo y error comprobaron que los objetivos de gran longitud focal proporcionaban mejores imágenes, de manera que se dedicó a construir instrumentos de focales cada vez mayores: elaboró un sistema especial para tallar este tipo de lentes, siendo ayudado por su amigo el filósofo Spinoza, pulidor de lentes de profesión. El éxito obtenido animó a Johannes Hevelius a fabricarse él mismo sus telescopios.

En 1655 terminó un telescopio de gran calidad: apenas tenía 5 cm de diámetro aunque medía más de tres metros y medio de longitud, lo que le permitía obtener unos cincuenta aumentos: con este aparato vio que en torno al planeta Saturno existía un anillo (descubierto por Galileo con anterioridad que no pudo identificarlo claramente) y la existencia de un satélite, Titán, el 25 de marzo de ese año. Después de seguirlo durante varios meses, para estar seguro de su período y órbita, dio a conocer la noticia en 1656.

Realizó importantes descubrimientos en el campo de la astronomía gracias a la invención de una nueva lente ocular para el telescopio. Estudió la Nebulosa de Orión (conocida también como M42), descubriendo que en su interior existían estrellas diminutas. En 1658 diseñó un micrómetro para medir pequeñas distancias angulares, con el cual pudo determinar el tamaño aparente de los planetas o la separación de los satélites planetarios.

Continuó con la fabricación y pulido de lentes con focales cada vez mayores: después de obtener objetivos de cinco, diez y veinte metros de focal (que probó en telescopios aéreos, sin tubo) terminó un telescopio con una focal de 37 metros. Instalado sobre largos postes, sostenido por cuerdas para evitar el alabeo de la madera, con él llegó a obtener una imagen muy clara de los anillos de Saturno, llegando a divisar la sombra que arrojaban sobre el planeta. También estudió el cambio en la forma e iluminación de los anillos a medida que el planeta giraba alrededor del Sol.

En honor suyo, la sonda de exploración de Titán —la mayor luna de Saturno— construida por la ESA lleva su nombre (sonda Huygens).


Biografia Johan de Witt


Johan de Witt (Dordrecht, 24 de septiembre de 1625 – La Haya, 20 de agosto de 1672) fue una importante figura política neerlandesa. A mediados del siglo XVII, controló las finanzas y la política de las Provincias Unidas, en colaboración estrecha con Cornelis de Graeff.

Inicios

Johan de Witt nació el 24 de septiembre de 1625 en la ciudad de Dordrecht en los Países Bajos. Su padre fue el burgomaestre Jacob de Witt y su madre Anna van den Corput. Johan de Witt tuvo dos hermanas y un hermano conocido como Cornelio de Witt.2 Creció en un ambiente privilegiado en términos de educación, debido a que su padre era allegado a importantes eruditos y científicos como, Issac Beekman, Jacob Cats, Gerhard Vossius y Andreas Colvius. Jacob de Witt siempre valoró el estoicismo.

Johan y Cornelio asistieron a una escuela latina en Dordrecht, que influenció a ambos hermanos con los valores de la República romana. Johan demostró en esta época ser un estudiante altamente talentoso, y se le premió permitiéndole hacer el rol de Julio César en una obra dramática de su escuela.

Carrera

Estudió en la Universidad de Leiden, donde sobresalió en Matemáticas y Derecho. Obtuvo el doctorado de la Universidad de Angers en 1645. Ejerció la abogacía en La Haya como asociado de la firma Frans van Schooten.

En 1650 fue nombrado jefe de la delegación de Dordrecht a los Estados de Holanda, el mismo año en el que murió el estatúder Guillermo II de Orange-Nassau. De Witt se convirtió, como raadpensionaris (Gran Pensionario), en el líder de facto del cuerpo gobernante en 1653. Controlando Holanda, la provincia más poderosa, gobernó la República de las Provincias Unidas como un todo. Aplicó sus conocimientos de matemáticas para resolver los problemas financieros y presupuestarios de la República.

Johan de Witt llevó la paz con Inglaterra luego de la Primera Guerra Anglo-Holandesa con el Tratado de Westminster en 1654. El tratado de paz tenía un anexo secreto, el Acta de Reclusión, que prohibía que el hijo de Guillermo II de Orange-Nassau fuera nombrado nuevo estatúder. Ese anexo fue agregado por instigación de Oliver Cromwell, quien pensaba que un pariente del ejecutado Carlos I de Inglaterra (Guillermo III era nieto de Carlos I) en el poder de Holanda era contrario a los intereses de Inglaterra. De Witt hizo todo lo posible para prevenir que cualquier miembro de la Casa de Orange ganara poder, convenciendo a muchas provincias de que abolieran completamente el estatuderato. Reforzó su política apoyando públicamente la teoría del republicanismo. Se sabe que contribuyó personalmente con el libro republicano radical El interés de Holanda publicado en 1662 por su seguidor Pieter de la Court.

La base del poder de Johan de Witt radicaba en la rica clase comerciante. La gente que le apoyaba era llamada "La facción del Estado", en oposición a la "Facción de Orange" que era popular en la clase de los artesanos. Este antagonismo fue análogo a la división entre los calvinistas moderados y los más rígidos. En el período que siguió al Tratado de Westminster, la República aumentó su poder e influencia bajo el mandsato de De Witt. De Witt creó una fuerte armada, nombrando a su amigo político, el Teniente Almirante Jacob van Wassenaer Obdam, como comandante supremo de la flota confederada. Más tarde De Witt se convirtió en amigo personal del Teniente Almirante Michiel de Ruyter. La Segunda Guerra Anglo-Holandesa estalló en 1665 y duró hasta 1667 con la firma del Tratado de Breda, en el que De Witt negoció acuerdos muy favorables a la república tras la destrucción parcial de la flota británica en la Batalla de Medway, concebida por el propio De Witt. En ese momento la República era una de las Grandes Potencias, dominando el mercado mundial y era de ese modo la nación más rica del mundo.



Decreto Eterno

En 1667, cuando Guillermo III de Inglaterra se acercaba a la edad de 18 años, al partido pro-Orange trató de restaurar al príncipe en el poder asegurando para él los cargos de estatúder y de capitán general. Para prevenir la restauración de la influencia de la Casa de Orange, De Witt, Andries de Graeff, Gaspar Fagel y Gillis Valckenier procuraron la emisión del Decreto Eterno (o Edicto Perpetuo), que declaró que el Capitán-General o Almirante General de los Países Bajos no podría servir como estatúder en ninguna provincia. Además, la provincia de Holanda suprimiría el cargo de estatúder (otras provincias siguieron su ejemplo).

Fallecimiento

Su política profrancesa resultó ser su perdición. En el rampjaar neerlandés (año catastrófico) de 1672, cuando Francia e Inglaterra atacaron la República durante la Guerra Franco-Holandesa (Tercera Guerra Anglo-neerlandesa), los orangistas tomaron el poder por la fuerza y le expulsaron. Mientras se recuperaba de un anterior atentado contra su vida en junio, fue asesinado por un grupo de linchadores cuidadosamente organizado luego de visitar a su hermano Cornelio de Witt en prisión. Fue llevado hacia esta trampa por una carta falsificada, víctima de una conspiración de los orangistas Johan Kievit y Cornelis Tromp. Fue asesinado de un tiro en el cuello; su cuerpo desnudo fue colgado y mutilado y le trincharon el corazón para exhibirlo. A su hermano le dispararon, le apuñalaron, le destriparon vivo, le colgaron desnudo y se lo comieron parcialmente. El corazón de este último fue exhibido durante muchos años junto al de su hermano por Dirck Verhoeff. Actualmente la mayoría de los historiadores afirman que su adversario y sucesor como líder del gobierno, Guillermo III, estuvo involucrado y que como mínimo protegió y recompensó a los asesinos.

Después del fallecimiento de Witt en el rampjaar de 1672, su primo y asesor Pieter de Graeff fue el tutor de sus cinco hijos.

Matemático

Además de ser un estadista Johan de Witt fue un consumado matemático. Entre 1649 y 1659 escribió "Elementa Curvarum Linearum", el que fuera publicado como apéndice de la edición latina de la Géométrie de René Descartes, a cargo de Franz van Schooten, profesor de matématicas de la universidad de Leyde.

En 1671 fue publicada su obra "Waardije van Lyf-renten naer Proportie van Los-renten" (El Valor de las Rentas Vitalicias comparadas con los Bonos de Rescate). Éste libro combinaba los intereses del estadista y del matemático. Desde la Edad Media la renta vitalicia era una manera de "comprarle" a alguien un ingreso regular de una fuente confiable. El Estado por ejemplo podía proveerle a una viuda un ingreso regular hasta su muerte a cambio de una cantidad fija de dinero por adelantado. También había bonos de rescate que eran como un préstamo estatal regular. De Witt demostró - usando probabilidad matemática- que para una misma suma de dinero un bono de 4% daría el mismo beneficio que una renta vitalicia del 6% (1 en 17). Pero el Staten en ese momento pagaba más del 7% (1 en 14).

La publicación sobre rentas vitalicias es vista como la primera aproximación matemática estadísticas al azar y la probabilidad.

La disminución de los ingresos de las viudas contribuyó sin duda a la "mala prensa" de los hermanos De Witt. De forma significativa, luego de la violenta muerte de los hermanos el Staten estableció nuevas rentas vitalicias en 1673 con la antigua tasa de 1 en 14.

Además, en su obra Elementa curvarum linearum, De Witt descubrió las principales propiedades de las formas cuadráticas, un importante paso en el área del álgebra lineal.

En la cultura popular

El linchamiento de los hermanos De Witt fue descrito con una intensidad dramática en el primer capítulo de El tulipán negro, una novela de ficción histórica escrita por Alejandro Dumas (padre) en 1850, y donde éste evento tiene implicaciones importantes en toda la línea argumentativa del libro.

En su tiempo el libro de Dumas ayudó a que esta tragedia sea conocida entre los lectores franceses (y los lectores de otros países en los cuales se tradujo el libro en su idioma) que de otra manera ignorarían la historia holandesa.



Biografia Friedrich Schelling



Friedrich Wilhelm Joseph (von) Schelling (Leonberg, Wurtemberg, 27 de enero de 1775-Bad Ragaz, Suiza, 20 de agosto de 1854) fue un filósofo alemán, uno de los máximos exponentes del idealismo y de la tendencia romántica alemana.

Vida y obra

Inicios y formación

Nació el 27 de enero de 1775 en Leonberg (Wurtemberg), hijo de Josephus Friedrich Schelling (1735-1812) y Gottliebin Marie Schelling (nacida Cleß, 1746-1818).1 Su padre, un pastor protestante —profesión arraigada en la familia Schelling—, estudio con Hegel, y Hölderling en el seminario protestante de Tubinga. Gozaba de cierto renombre, ya que había realizado escritos sobre teología; poseía una gran cultura y profundos conocimientos de las lenguas semíticas. En 1777, en el monasterio de Bebenhausen, Joseph Friedrich Schelling se convierte en predicador y pastor del Seminario Superior. En este lugar es donde inicia el primogénito de los Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph, sus primeros estudios, los cursa brillantemente, con una anticipación de dos años con respecto a sus demás compañeros.

A los ocho años comienza a aprender letras clásicas. Su precoz madurez intelectual causa admiración a sus profesores. En otoño de 1790 ingresa, con sólo dieciséis años de edad, en el famoso seminario de Tubinga, donde tiene por condiscípulos a Friedrich Hölderlin y Hegel, mayores que él. Se dedica primeramente a la teología, a la exégesis y a las lenguas antiguas. Más tarde tiene lugar su súbita pasión por la filosofía.

El seminario tenía una política de carácter conservador y feudal; en él había un ambiente marcado por la tradición teosófica-mística que tenía sus bases en el Renacimiento. Aunque este instituto intentaba mantener un control de los estudios y las tendencias e ideas políticas de sus alumnos, estos leían, a escondidas, autores que no estaban permitidos, como era el caso de Kant, Lessing, Rousseau, Schiller y Herder; gracias a estas lecturas los estudiantes pudieron criticar los conocimientos tradicionalmente aceptados.

Primeros escritos

En 1792 se graduó con una tesis escrita en latín sobre el origen del mal humano, titulada Un intento de explicación crítica y filosófica de los más antiguos filosofemas de Génesis III sobre el primer origen de la maldad humana (Antiquissimi de prima malorum humanorum origine philosophematis Genes. III. explicandi tentamen criticum et philosophicum), donde trata de encontrar una explicación histórica del mal, explicando que la humanidad, en su origen, vivió en una época feliz, y que a causa de una caída cayó en la infelicidad. En este escrito ya se encuentran algunas ideas del futuro movimiento romántico.

En 1793 escribe un segundo trabajo, Sobre mitos, leyendas históricas y filosofemas del mundo más antiguo, ahora sobre el estudio de los mitos, buscando su esencia y su función dentro de las culturas primitivas. Define el mito como una forma muy particular de filosofar que lleva a cabo el hombre que no ha evolucionado lo suficiente, para después llegar a la abstracción y a la conceptualización.

Una breve estancia en Dresde y en Leipzig (1795) le introduce en el círculo del primer romanticismo, y experimenta un sentimiento romántico a favor de la naturaleza; además realiza estudios de matemáticas, ciencias y medicina. En este mismo año pasa una temporada con su familia y toma la decisión de dejar el seminario, de la misma manera que sus compañeros y amigos Hegel y Hölderlin. También se orienta hacia el estudio del derecho y de las ciencias naturales. Reside generalmente en Leipzig, pero empieza a entablar relaciones en Jena, en esa época la patria de los intelectuales alemanes. En 1795 publica Del Yo como principio de la filosofía o sobre lo incondicionado en el saber humano, el escrito más destacado de la fase inicial de su filosofía donde, claramente influido por Fichte, aborda la búsqueda de un primer principio incondicionado del saber humano que encontrará en el Yo absoluto. Ese mismo año también ven la luz sus Cartas filosóficas sobre dogmatismo y criticismo.

Su reputación empieza a crecer, había llamado la atención gracias a sus primeras obras publicadas a partir de 1792, y a propuesta de Fichte («Schelling veía en él al adalid de la causa de la libertad y al que había llevado a su perfeccionamiento la filosofía kantiana, y consideraba que era el campeón de la lucha contra la corrupción del verdadero espíritu crítico, que se había llevado a cabo en los ambientes dogmáticos de Tubinga») y de Goethe, fue nombrado profesor en la Universidad de Jena. Al año siguiente Fichte abandona Jena a causa de una acusación de ateísmo realizada en su contra, y Schelling lo sustituye; a los 23 años toma posesión de la cátedra de Filosofía en la ciudad intelectual más importante del momento: Jena. En esa época Schelling se enamora de Caroline Schlegel (esposa de A. W. Schlegel), doce años mayor que él, y entabla amistad con Schiller y Goethe.

Apogeo

En 1800 Schelling publica el Sistema del idealismo trascendental, donde se materializa un giro crucial en su pensamiento, ya que se aparta abiertamente del idealismo subjetivo de Fichte y se decanta por un idealismo objetivo. Ahora cambia de perspectiva y pone el énfasis, no ya en la naturaleza, sino en el Yo. Esta obra es considerada como la más sistemática y acabada de su primera producción filosófica. Después, en poco tiempo, cambia otra vez de etapa y desarrolla lo que se denominará la filosofía de la identidad, en donde «el énfasis que antes se había puesto respectivamente en la naturaleza y en el yo se pone ahora en un absoluto indiferenciado, raíz común de ambos».

En enero de 1801 le llega una ayuda en su carrera intelectual en la persona de su antiguo compañero Hegel, con quien editará el Diario crítico de filosofía. En 1802 publica Bruno o sobre el principio divino y natural de las cosas. Un diálogo, uno de sus trabajos centrales de la fase conocida como de la identidad. De 1798 a 1803 se lleva a cabo su maduración intelectual, «en los que Schelling se dedica a introducir la naturaleza en el idealismo subjetivo fichteano».

En junio de 1803 se casa con Caroline Schlegel una vez ésta se hubo divorciado de su anterior marido. Schelling continúa con sus estudios de ciencias naturales, y en la Universidad de Landshut se gradúa en medicina por ese mismo año. En 1806 Schelling fue llamado a Múnich, donde Maximiliano I ha fundado la Academia de Ciencias de Múnich, en el que entró como miembro y después secretario, y va a erigir enseguida una Academia de Bellas Artes, de la que Schelling será secretario perpetuo.

En septiembre de 1809 acontece la muerte de Caroline a causa de una disentería. A consecuencia de la muerte de su esposa, Schelling cambia sus ideas fundamentales, rompe gradualmente con el idealismo y abre su pensamiento al problema de la libertad y un nuevo punto de vista filosófico-teológico, con su libro Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados, considerado por muchos como su escrito más relevante e influyente. La publicación de esta obra dio lugar a una polémica epistolar con Eschenmayer, autor con el que ya había polemizado anteriormente. A partir de ese año, clave en su vida y en su evolución intelectual, Schelling inicia un largo periodo de silencio editorial, que no de escritura y reflexión, que se prolongará hasta su muerte y que sólo se verá roto por la publicación de textos de escasa relevancia.

Entre 1811 y 1815 redacta tres versiones de Las edades del mundo (Die Weltalter), escrito que debía constar de tres libros: el pasado, el presente y el fututo. Schelling sólo llegó a escribir el primero. Esta obra es considerada por muchos como su texto más difícil y enigmático, uno de sus libros más oscuros, pero también de los más profundos y fascinantes.

Tres años después, en 1812 vuelve a casarse (con muchas reticencias a causa del dolor que le ocasionó la muerte de Caroline), ahora con Paulina Gotter. En 1820 sale de Múnich hacia Erlangen donde se dedica a dar lecciones públicas durante casi 7 años. En 1827 regresa a Múnich para dar clases en la nueva Universidad, donde antes se encontraba la de Landshut. En esta ciudad es alabado por el rey de Baviera Luis I, lo nombró «presidente de la Academia, conservador de colecciones públicas y consejero privado; el rey también le ennobleció con el título de Von Schelling».

Postrimerías

En 1841 es llamado por el rey Federico Guillermo IV de Prusia para que vaya a Berlín a ocupar la cátedra que había sido de Hegel, fallecido diez años antes. Se le había llamado para combatir precisamente a Hegel y su panteísmo. En este momento da sus lecciones sobre la Filosofía de la mitología y la Filosofía de la religión. En estas conferencias, entre sus oyentes se encuentran tres jóvenes que llegarían a ser muy importantes: Sören Kierkegaard, Mijaíl Bakunin y Friedrich Engels; sin mencionar a todo el medio intelectual más importante de Berlín. Continúa con la enseñanza hasta 1845. Sus últimos años transcurren en Berlín, en medio de un olvido creciente, entre el cuidado de sus enfermedades, los consuelos familiares, las sesiones académicas y la preparación dificultosa de la filosofía racional, destinada a coronar el edificio del sistema. Muere el 20 de agosto de 1854 en Ragaz, Suiza.

Etapas de su filosofía

La primera de ellas, que correspondería a su juventud influida por Fichte, estaría en torno a 1795, año en que publica Del Yo como principio de la filosofía o Sobre lo incondicionado en el saber humano (Vom Ich als Princip der Philosophie oder über das Unbedingte im menschlichen Wissen), probablemente el escrito más relevante de esta fase inicial de su producción filosófica. Distinguiríamos, además, una segunda etapa donde su interés se centra en la filosofía de la naturaleza y que se inicia alrededor de 1796, cuando se traslada a estudiar a la Universidad de Leipzig. En 1800 se sitúa el periodo donde expone su filosofía trascendental y cuya obra representativa es el Sistema del idealismo trascendental (System des transzendentalen Idealismus), uno de sus ensayos más importantes y logrados, tanto en la forma como en el contenido. Posteriormente vendría la fase llamada de la identidad, que llegaría hasta 1809, fecha en la que se inicia una época conocida como de la libertad, y cuyo texto paradigmático son las Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados (Philosophische Untersuchungen über das Wesen der menschlichen Freiheit und die damit zusammenhängenden Gegenstände). Finalmente podríamos hablar de dos fases más; la primera de ellas la situaríamos en los años donde se redactan las diversas versiones de Las edades del mundo (Die Weltalter) (1811-1815), y la segunda estaría dominada por la distinción entre filosofía positiva y filosofía negativa, llegando hasta 1854, año de la muerte de este pensador.

Biografia Georg Wilhelm Friedrich Hegel



Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Stuttgart, 27 de agosto de 1770–Berlín, 14 de noviembre de 1831) fue un filósofo alemán. Recibió su formación en el Tübinger Stift (seminario de la Iglesia Protestante en Wurtemberg), donde trabó amistad con el futuro filósofo Friedrich Schelling y el poeta Friedrich Hölderlin. Le fascinaron las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando esta cayó en manos del terror jacobino. Murió víctima de una epidemia de cólera, que hizo estragos durante el verano y el otoño de 1831. Fue el padre del historiador Karl von Hegel (1813-1901).

Considerado por la historia clásica de la filosofía como el representante de «la cumbre del movimiento decimonónico alemán del idealismo filosófico» y como un revolucionario de la dialéctica, habría de tener un impacto profundo en el materialismo histórico de Karl Marx. La relación intelectual entre Marx y Hegel ha sido una gran fuente de interés por la obra de Hegel. Hegel es célebre como un filósofo muy oscuro, pero muy original, trascendente para la historia de la filosofía y que sorprende a cada nueva generación[cita requerida]. La prueba está en que la profundidad de su pensamiento generó una serie de reacciones y revoluciones que inauguraron toda una nueva visión de hacer filosofía[cita requerida]; que van desde la explicación del materialismo Marxista, el pre-existencialismo de Søren Kierkegaard, el escape de la Metafísica de Friedrich Nietzsche, la crítica a la Ontología de Martin Heidegger, el pensamiento de Jean-Paul Sartre, la filosofía nietzscheana de Georges Bataille, la dialéctica negativa de Theodor W. Adorno, la teoría de la deconstrucción de Jacques Derrida y la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, entre otros. Resulta patente, en este sentido, el impacto que el sistema hegeliano ha tenido en la filosofía continental y, en especial, en la filosofía francesa del último siglo, donde la recepción de Hegel estuvo mediada, principalmente, por Jean Hyppolite, Alexandre Koyré y Alexandre Kojève.

Formación

Hegel asistió al seminario de Tubinga con el poeta épico Friedrich Hölderlin y el idealista objetivo Schelling. Los tres estuvieron atentos al desarrollo de la Revolución francesa y colaboraron en una crítica de las filosofías idealistas de Immanuel Kant y su seguidor, Fichte.

Obra

Se suele considerar la primera obra realmente importante de Hegel su Fenomenología del espíritu (1807), si bien sus nunca publicados en vida Escritos de Juventud, entre los que sobresale "El Espíritu del Cristianismo y su destino", han sido objeto de estudio e interpretación desde su publicación a principios del siglo XX. Otras obras prefenomenológicas, como La Constitución de Alemania (1802), dan cuenta del triste estado del imperio romano-germánico a comienzos del s. XIX. El sistema que propone para Alemania y el resentimiento que ahí expresa por los demás países de Europa, con excepción de Italia que, según Hegel, comparte el destino de Alemania, hace de esta obra un extraño presagio de la Segunda Guerra Mundial.[cita requerida]. En 1802 aparecen sus primeras publicaciones en la Revista Crítica de Filosofía, en la que trabaja junto a su viejo compañero del Seminario de Tubinga, Schelling.

Actualmente, la Fenomenología del espíritu es considerada la más importante obra de Hegel.[cita requerida] Aún en vida, publicó además la Ciencia de la lógica (1812-1816), la Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817, con varias reediciones posteriores) y la Filosofía del derecho (1821). Otras varias obras sobre la filosofía de la historia, la religión, la estética y la historia de la filosofía se recopilaron a partir de los apuntes de sus estudiantes y se publicaron póstumamente.

Pensamiento

Las obras de Hegel tienen fama de difíciles por la amplitud de los temas que pretenden abarcar. Hegel introdujo un sistema para entender la historia de la filosofía y el mundo mismo, llamado a menudo “dialéctica”: una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior. Por ejemplo, la Revolución francesa constituye para Hegel la introducción de la verdadera libertad a las sociedades occidentales por primera vez en la historia.

Sin embargo, precisamente por su novedad absoluta, es también absolutamente radical: por una parte, el aumento abrupto de violencia que hizo falta para realizar la revolución no puede dejar de ser lo que es, y por otra parte, ya ha consumido a su oponente. La revolución, por consiguiente, ya no tiene hacia dónde volverse más que a su propio resultado: la libertad conquistada con tantas penurias es consumida por un brutal Reinado del Terror. La historia, no obstante, progresa aprendiendo de sus propios errores: sólo después de esta experiencia, y precisamente por ella, puede postularse la existencia de un Estado constitucional de ciudadanos libres, que consagra tanto el poder organizador benévolo (supuestamente) del gobierno racional y los ideales revolucionarios de la libertad y la igualdad. "En el pensamiento es donde reside la libertad".

En las explicaciones contemporáneas del hegelianismo —para las clases preuniversitarias, por ejemplo— la dialéctica de Hegel a menudo aparece fragmentada, por comodidad, en tres momentos llamados “tesis” (en nuestro ejemplo, la revolución), “antítesis” (el terror subsiguiente) y “síntesis” (el estado constitucional de ciudadanos libres). Sin embargo, Hegel no empleó personalmente esta clasificación en absoluto; fue creada anteriormente por Fichte en su explicación más o menos análoga de la relación entre el individuo y el mundo. Los estudiosos serios de Hegel no reconocen, en general, la validez de esta clasificación[cita requerida], aunque probablemente tenga algún valor pedagógico (véase Tríada dialéctica).

El historicismo creció significativamente durante la filosofía de Hegel. De la misma manera que otros exponentes del historicismo, Hegel consideraba que el estudio de la historia era el método adecuado para abordar el estudio de la ciencia de la sociedad, ya que revelaría algunas tendencias del desarrollo histórico. En su filosofía, la historia no sólo ofrece la clave para la comprensión de la sociedad y de los cambios sociales, sino que es tomada en cuenta como tribunal de justicia del mundo.

La filosofía de Hegel afirmaba que todo lo que es real es también racional y que todo lo que es racional es real. El fin de la historia era, para Hegel, la parusía del espíritu y el desarrollo histórico podía equipararse al desarrollo de un organismo, los componentes trabajan afectando al resto y tienen funciones definidas. Hegel dice que es una norma divina, que en todo se halla la voluntad de Dios, que es conducir al hombre a la libertad; por ello es panteísta. Justifica así la desgracia histórica: toda la sangre y el dolor, la pobreza y las guerras son "el precio" necesario a pagar para lograr la libertad de la humanidad.

Hegel se valió de este sistema para explicar toda la historia de la filosofía, de la ciencia, del arte, de la política y de la religión, pero muchos críticos modernos señalan que Hegel a menudo parece pasar por alto las realidades de la historia a fin de hacerlas encajar en su molde dialéctico. Karl Popper, crítico de Hegel en La sociedad abierta y sus enemigos, opina que el sistema de Hegel constituye una justificación tenuemente disfrazada del gobierno de Federico Guillermo III y de la idea hegeliana de que el objetivo ulterior de la historia es llegar a un Estado que se aproxima al de la Prusia del decenio de 1831. Esta visión de Hegel como apólogo del poder estatal y precursor del totalitarismo del siglo XX fue criticada minuciosamente por Herbert Marcuse en Razón y revolución: Hegel y el surgimiento de la teoría social, arguyendo que Hegel no fue apólogo de ningún Estado ni forma de autoridad sencillamente porque éstos existieran; para Hegel, el Estado debe ser siempre racional. Arthur Schopenhauer despreció a Hegel por su historicismo y tachó su obra de pseudofilosofía.

La filosofía de la historia de Hegel está también marcada por los conceptos de las "astucias de la razón" y la "burla de la historia"; la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles sólo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.

Lógica

El acto del conocimiento es la introducción de la contradicción. El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A, que no es ni + ni - y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa. Esto significa la superación de la lógica formal y el establecimiento de la lógica dialéctica.

Todas las cosas son contradictorias en sí mismas y ello es profunda y plenamente esencial. La identidad es la determinación de lo simple inmediato y estático, mientras que la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad, el principio de todo automovimiento y, solamente aquello que encierra una contradicción se mueve.

La imaginación corriente capta la identidad, la diferencia y la contradicción, pero no la transición de lo uno a lo otro, que es lo más importante, cómo lo uno se convierte en lo otro.

Causa y efecto son momentos de la dependencia recíproca universal, de la conexión y concatenación recíproca de los acontecimientos, eslabones en la cadena del desarrollo de la materia y la sociedad: la misma cosa se presenta primero como causa y luego como efecto.

Es necesario hacer conciencia de la intercausalidad, de las leyes de conexión universal objetiva, de la lucha y la unidad de los contrarios y de las transiciones y las transformaciones de la naturaleza y la sociedad. La totalidad de todos los aspectos del fenómeno, de la realidad y de sus relaciones recíprocas, de eso está compuesta la verdad.

La realidad es la unidad de la esencia y la existencia. La esencia no está detrás o más allá del fenómeno, sino que por lo mismo que la esencia existe, la esencia se concreta en el fenómeno. La existencia es la unidad inmediata del ser y la reflexión: Posibilidad y accidentalidad son momentos de la realidad puestos como formas que constituyen la exterioridad de lo real y por tanto son cuestión que afecta el contenido, porque en la realidad se reúne esta exterioridad, con la interioridad, en un movimiento único y se convierte en necesidad, de manera que lo necesario es mediado por un cúmulo de circunstancias o condiciones.

La cantidad se transforma en calidad y los cambios se interconectan y provocan los unos con los otros. Las matemáticas no han logrado justificar estas operaciones que se basan en la transición, porque la transición no es de naturaleza matemática o formal, sino dialéctica.

Las determinaciones lógicas anteriormente expuestas, las determinaciones del ser y la esencia, no son meras determinaciones del pensamiento. La lógica del concepto se entiende ordinariamente como ciencia solamente formal, pero si las formas lógicas del concepto fueran recipientes muertos, pasivos, de meras representaciones y pensamientos, su conocimiento sería superfluo; pero en realidad son como formas del concepto, el espíritu vivo de lo real y por tanto se requiere indagar la verdad de estas formas y su conexión necesaria.

El método del conocimiento no es una forma meramente exterior, sino que es alma y concepto del contenido. Por lo que se refiere a la naturaleza del concepto el análisis es lo primero, porque debe elevar la materia dada a la forma de abstracciones universales, las cuales, luego, mediante el método sintético son puestas como definiciones. El análisis resuelve el dato concreto, aísla sus diferencias y les da forma de universalidad o deja lo concreto como fundamento y, por medio de la abstracción de las particularidades que aparentan ser inesenciales, pone de relieve un universal concreto o sea la fuerza de ley general. Esta universalidad es luego también determinada mediante la síntesis del concepto en sus formas, en definiciones.

La actividad humana une lo subjetivo con lo objetivo. El fin subjetivo se vincula con la objetividad exterior a él, a través de un medio que es la unidad de ambos, esto es la actividad conforme al fin. Así, con sus herramientas, el hombre posee poder sobre la naturaleza exterior, aunque en lo que respecta a sus fines se encuentra con frecuencia sometido a ella.

Estética

Hegel estudió el arte como modo de aparecer de la idea en lo bello. En sus lecciones sobre estética define primero el campo en el que esta ciencia debe trabajar. Realiza para ello una distinción entre lo bello natural y lo bello artístico. Lo bello artístico es superior a lo bello natural porque en el primero está presente el espíritu, la libertad, que es lo único verdadero. Lo bello en el arte es belleza generada por el espíritu, por tanto partícipe de éste, a diferencia de lo bello natural que no será digno de una investigación estética, precisamente por no ser partícipe de ese espíritu que es el fin último de conocimiento.

Antes de analizar lo Bello artístico, Hegel refuta algunas objeciones que catalogan al arte como indigno de tratamiento científico (con tratamiento científico Hegel se refiere a tratamiento filosófico y no a la ciencia como se entiende hoy).

Como primer punto que refutar, habla de la afirmación que vuelve al arte indigno de investigación científica por contribuir a la relajación del espíritu, careciendo así de naturaleza seria. Según esto, el arte, tomado como un juego, emplea la ilusión como medio para su fin y, dado que el medio debe siempre corresponder a la dignidad del fin, lo verdadero nunca puede surgir de la apariencia.

También Hegel en este punto se refiere a Kant para criticarlo. Kant viene a decir que el arte sí es digno de una investigación científica, al asignarle el papel de mediador entre razón y sensibilidad. Pero Hegel no solo no cree esto posible, ya que tanto la razón como la sensibilidad no se prestarían a tal mediación y reclamarían su pureza, sino que además aclara que, siendo mediador, el arte no ganaría más seriedad, ya que este no sería un fin en sí mismo y el arte seguiría estando subordinado a fines más serios, superiores.

Dentro del campo de la estética o filosofía del arte, Hegel distingue entre arte libre y arte servil, teniendo este último fines ajenos a él, como por ejemplo el decorar. Es el arte libre el que será objeto de estudio, ya que tiene fines propios, es libre y verdadero, porque es un modo de expresar lo divino de manera sensible. De esta manera el arte se aproxima al modo de manifestación de la naturaleza, que es necesaria, seria y sigue leyes.

En su calidad de ilusión, el arte no puede separarse de toda la realidad. La apariencia le es esencial al espíritu, de manera que todo lo real será apariencia de éste. Existe una diferencia entre la apariencia en lo real y la apariencia en el arte. La primera, gracias a la inmediatez de lo sensible, se presenta como verdadera, se nos aparece como lo real. En cambio la apariencia en lo artístico se presenta como ilusión, le quita al objeto la pretensión de verdad que tiene en la realidad y le otorga una realidad superior, hija del espíritu. De manera que aunque la idea se encuentre tanto en lo real como en el arte, es en este último en donde resulta más fácil penetrar en ella.

Al tener el arte como esencia el espíritu, se deduce que su naturaleza es el pensar, de manera que los productos del arte bello, más allá de la libertad y arbitrio que puedan tener, en cuanto partícipes del espíritu, éste les fija límites, puntos de apoyo. Tienen conciencia, se piensan sobre sí mismos. El contenido determina una forma.

Al serle al arte esencial la forma, el mismo es limitado. Hay un momento en el que el arte satisface las necesidades del espíritu, pero por su carácter limitado esto dejará de ser así. Una vez que deja de satisfacer dichas necesidades, la obra de arte genera en nosotros, además del goce inmediato, el pensamiento y la reflexión; genera en nosotros juicio, y éste va a tener como objetivo el conocer el arte, el espíritu que en él se aparece, su ser ahí. Es por esto que la filosofía del arte es aún más necesaria hoy que en el pasado.

Entonces, los productos del arte bello son una alienación del espíritu en lo sensible. La verdadera tarea del arte es llevar a la conciencia los verdaderos intereses del espíritu y es por esto que, al ser pensado por la ciencia, el arte cumple su finalidad.

Hegel distingue tres formas artísticas: la forma artística Simbólica, la forma artística Clásica y la forma artística Romántica. Estas marcan el camino de la idea en el arte, son diferentes relaciones entre el contenido y la forma.

La forma artística Simbólica es un mero buscar la forma para un contenido que aún es indeterminado. La figura es deficiente, no expresa la idea. El hombre parte del material sensible de la naturaleza y construye una forma a la cual le adjudica un significado. Se da la utilización del símbolo y éste, en su carácter de ambiguo, llenará de misterio todo el arte simbólico. La forma es mayor que el contenido. Hegel relaciona esta forma artística con el arte de la arquitectura, ésta no muestra lo divino sino su exterior, su lugar de residencia. Se refiere a la arquitectura de culto, más específicamente a la egipcia, la india y la hebrea.

La forma artística Clásica logra el equilibrio entre forma y contenido. La idea no solo es determinada sino que se agota en su manifestación. El arte griego, la escultura, es el arte de la forma artística clásica. Las esculturas griegas no eran, para los griegos, representaciones del dios sino que eran el dios mismo. El hombre griego fue capaz de expresar su espíritu absoluto, su religión, en el arte. A esto se refiere Hegel cuando habla del carácter pasado del arte. El arte, en su esencia, pertenece al pasado siempre, porque es en él en donde la cumple, es en el arte griego en donde el Arte logra su fin último, la representación total de la idea.

Pero precisamente por el carácter limitado del arte, este equilibrio tiene que romperse y aquí se da el paso a la forma artística Romántica. Una vez más hay una desigualdad entre forma y contenido, dejan de encastrar de manera perfecta, pero ahora es la forma la que no es capaz de representar el espíritu. El contenido rebasa la forma.

Las artes de esta forma artística son la pintura, la música y la poesía. La idea va de lo más material, la pintura, a lo menos material, pasando por la música, que tiene como materia el sonido, y llega a la poesía, que es el arte universal del espíritu ya que tiene como material la bella fantasía. La poesía atravesará todas las demás artes.

Muchos filósofos van a retomar el tema del arte en Hegel, Hans-Georg Gadamer, por ejemplo, hablará de «La muerte del Arte» refiriéndose a la estética hegeliana. Hegel nunca habló de una muerte del arte sino que le otorgó a éste el carácter de pasado, pasado no entendido como algo que ya no existe; el «carácter pasado del arte» esta íntimamente vinculado con el fin de la filosofía hegeliana, conocer al espíritu, que éste sea libre. Dentro de este fin, el arte cumplió su tarea en el pasado, en la época clásica, para luego ser superado por la religión y en última instancia, ésta por la filosofía.

Dialéctica histórica

Hegel expuso extensamente su filosofía de la historia en sus Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. Sin embargo, la exposición más notable de su visión dialéctica de la historia es aquella contenida en la obra que, como ninguna otra, encarna y simboliza su filosofía: la Fenomenología del Espíritu. Se trata del análisis presentado en la sección central de la Fenomenología, que lleva por rúbrica El Espíritu (Der Geist) y que trata de la historia europea desde la Grecia clásica hasta la Alemania del tiempo de Hegel.

En concordancia con su esquema dialéctico, Hegel divide el período a analizar en tres grandes fases: la de la unidad originaria (la polis de la Grecia clásica), la de la división conflictiva pero desarrolladora (Roma, el feudalismo y la edad moderna hasta la Revolución Francesa) y, finalmente, la vuelta a la unidad, pero ahora enriquecida por el desarrollo anterior (el presente de Hegel). El punto de arranque es el momento de lo que Hegel llama el Espíritu verdadero (Der wahre Geist). Este momento, representado por las ciudades estado griegas, nos muestra el Espíritu en su unidad primigenia, aún indiferenciado y no desarrollado. Es un momento de felicidad dada por la armonía entre el todo (la ciudad) y las partes (los ciudadanos), donde los individuos entienden su destino como una expresión directa del destino colectivo y donde, como lo dice Hegel de una manera inspirada por la Antígona de Sófocles, la ley humana y la ley divina coinciden. Los hombres viven aquí de acuerdo a las costumbres heredadas que forman la base de una ética espontánea y evidente, aún muy distante de la moral reflexiva. Este estado o momento representa una especie de infancia de la humanidad: feliz en la inmediatez natural de sus vínculos y en sus certidumbres aún no cuestionadas. Pero esta felicidad de la armonía primigenia no puede durar, ya que su precio es la falta de desarrollo. Por su naturaleza, el Espíritu busca profundizar en su propio contenido y tal como Adán, y con las mismas consecuencias, no puede dejar de comer del fruto del árbol de la sabiduría. De esta manera se rompe el encanto del Jardín del Edén y un abismo se abre entre la ley divina y la ley humana. Los hombres se individualizan y entran en conflicto unos con otros: la comunidad original se quiebra. Así se enfrentan las familias y luego las ciudades entre sí, cada una de las cuales quiere afirmar su ley y sus peculiaridades como universales y busca por ello someter a las demás. La guerra se hace inevitable, pero el Espíritu no retrocede ni ante la guerra ni los sufrimientos. Tanto por las divisiones y desgarramientos internos como por los conflictos externos pierden las viejas costumbres su legitimidad natural y espontánea, su validez evidente e incuestionada. La infancia queda así atrás y se entra en la fase de la juventud, activa, desafiante y conflictiva. De esta manera se adentran los hombres en una larga peregrinación, en un estado social caracterizado por la división y el extrañamiento. El Espíritu entra en el reino de la alienación.

El segundo momento del desarrollo del Espíritu es aquel del Espíritu extrañado de sí mismo (Der sich entfremdete Geist). El Espíritu se ha hecho extraño a sí mismo, la unidad y la totalidad han cedido lugar a la lucha de las partes en un mundo cada vez más atomizado, donde lo particular (los individuos o los grupos) se rebela contra lo general (la sociedad o comunidad). El tejido social se escinde entre una esfera privada y una pública. La vida individual se privatiza y, al mismo tiempo, lo público pasa a ser el dominio o la propiedad de unos pocos: el Estado se separa de la sociedad. La marcha del progreso que resulta de esta división se hace ajena a sus propios creadores. La historia discurre así, como Hegel primero y luego Marx gustaba de decir, a espaldas de los hombres. La pérdida de la unidad primigenia y la división social crean un fuerte sentimiento de infelicidad. Es la época de lo que Hegel llama la “conciencia infeliz” (unglücklige Bewusstsein), la cual encuentra en el cristianismo su expresión religiosa adecuada por medio de la cual reconoce su propio extrañamiento y su incapacidad de comprender su propia obra en la idea de un Dios trascendente, inalcanzable e incomprensible. La vida se hace misterio y el misterio pasa a ser la esencia de Dios. Todo esto es doloroso, pero así es el progreso, la realización de la razón es trágica tal como lo enseña el sacrificio mismo de Cristo.

El conflicto entre el todo y las partes alcanza su forma más aguda en la lucha que directamente precede la época de Hegel: la lucha entre la ilustración y la superstición (der kampf der Aufklärung mit dem Aberglauben). La fe, el sentimiento religioso, representa lo general, la totalidad, la especie, pero de una manera mística. La Ilustración representa, a su vez, la fuerza analítica del intelecto, la profundización por medio de las ciencias especializadas en las singularidades de la existencia, el dominio ilimitado de lo individual y lo particular. En este enfrentamiento triunfa la Ilustración y la fe se desintegra ante el embate del intelecto. Pero la victoria del intelecto –que es la negación del todo o la unidad– es sólo temporal y prepara la victoria definitiva de la totalidad, bajo la forma del sistema omniabarcante de la razón del mismo Hegel, que no es sino la negación de la negación y con ello la vuelta a la afirmación original, pero ahora enriquecida por el desarrollo intermedio.

El último acto en el drama del Espíritu alienado de sí mismo es la Revolución Francesa. En torno a la misma Hegel desarrolla uno de sus análisis más notables. La Revolución Francesa representa para Hegel el intento de instaurar sobre la tierra el reino de lo que él llama “la libertad absoluta” (die absolute Freiheit). Se trata de la razón individual ensoberbecida que se decide a actuar con plena libertad, sin límites, como si el mundo pudiese crearse de nuevo y, además, a su antojo. El cuestionamiento de la fe y la elevación del intelecto humano al sitial de Dios crean la ilusión de que todo puede ser cambiado de acuerdo al plan de los reformadores revolucionarios. Se trata de la hybris de la razón que, de esta manera, se vuelve contra todo lo existente. Pero la revuelta de la razón revolucionaria o de la libertad absoluta no es para Hegel sino un malentendido trágico, que no podía sino terminar en el terror (der Schrecken). Finalmente, cada líder y cada fracción revolucionaria trata de imponerle al resto sus utopías y crear un nuevo mundo a su antojo como si fueran dioses. Y estos nuevos dioses feroces, decididos a hacerle el bien a la humanidad aunque le costase la vida a incontables seres humanos, terminaron necesariamente combatiéndose unos a otros, con aquella ceguera y ensañamiento que sólo aquellos que se creen los portadores de la bondad extrema pueden exhibir. La rivalidad y la sospecha mutua se hicieron así la regla y el reino de la llamada “voluntad general” terminó en el despotismo de Robespierre. Ahora bien, el final trágico de la Revolución Francesa no hace que su evaluación de conjunto sea negativa para Hegel sino muy por el contrario. Fiel a su lógica historicista, donde incluso la violencia más repugnante juega su papel, la ve no sólo como un momento necesario de la realización del Espíritu sino como uno de sus grandes momentos. La revolución fue un intento grandioso de transformar a cada individuo en el dueño del mundo y de su destino, de someter toda objetividad, todo lo dado, a la voluntad transformadora del ser humano. Se cumplía así, radicalmente, el programa de la Ilustración, aquel que Kant resumió en su famosa definición de la misma como “la salida del hombre de su minoría de edad”. Pero al cumplirse de una manera tan radical y absoluta, el programa de la Ilustración dejó claramente de manifiesto sus falacias y problemas. El tribunal de la razón se transformó en el tribunal revolucionario, donde no sólo se decapitó al pasado sino también a los propios revolucionarios. En todo caso, el apocalipsis revolucionario fue un hito definitivo para el futuro y posibilitó, como la tormenta que despeja el cielo nublado, el paso del Espíritu a la fase de su reconciliación final.

Después del fin sangriento del gran sueño de la libertad absoluta, los individuos volvieron a sus modestos quehaceres cotidianos, pero la Europa posrevolucionaria ya nunca más podría ser la de antes. Un nuevo principio se había plasmado y se transformaría en el eje de un nuevo Estado, el “Estado racional”, que no negaba las distinciones anteriores propias de la sociedad civil ni tampoco al individuo sino que los subordinaba a todos en una nueva unidad orgánica, en una armonía superior que era así la negación de la negación, el fin de la alienación, la reconciliación de las partes con el todo y de los individuos con la comunidad. Con ello se pasaba al momento culminante de la realización del Espíritu, la del Espíritu cierto de sí mismo (Der seiner selbst gewisse Geist) que alcanza su forma más adecuada en la “filosofía absoluta”, que no es otra que la de Hegel. La lección de la gran revolución fue verdaderamente decisiva. Para Hegel significó el abandono definitivo de todo sueño utópico –entre ellos aquellos sueños juveniles de un restablecimiento de aquel supuesto estado de armonía primigenia representado por la polis de la Antigüedad– para transformarse en el pensador profundamente conservador de su edad madura, aquel pensador que ya no es el filósofo de la revolución sino de la restauración. Lo que el fracaso del intento de instaurar el reino de la libertad absoluta mostraba era que los hombres, en realidad, nada tienen que cambiar en lo esencial, que no pueden construir un mundo como les plazca, que el pasado no es una pura sarta de estúpidas irracionalidades, que lo que ha existido tiene un sentido y un contenido duraderos, que se trata nada menos que de las expresiones de la razón en sus distintos momentos, todos ellos necesarios para alcanzar su forma adecuada. Detrás del telón del fin de la historia no hay nada más que la historia misma. Es por ello que lo que resta no es destruir la herencia de los siglos sino reconocerla y darle una forma definitivamente armoniosa o racional, es decir, acorde al conjunto de la Idea ya realizada. Al fin de la historia no queda sino la reconciliación o la vuelta del Espíritu a sí mismo.

Eurocentrismo

Hegel fue uno de los promotores más notables de la superioridad europea, más exactamente del norte de Europa, sobre las demás culturas del mundo. Para él, la Historia Universal nace en Asia, y culmina en Europa. La manifestación más alta del pensamiento humano, que aparece con la modernidad, para él, con la Reforma Protestante en Alemania, la Revolución francesa y la Ilustración, también de «cosecha» germánica, son los puntos de referencia en donde la subjetividad se reconoce a sí misma. Hegel recuerda que Inglaterra se otorgó a sí misma la «misión» de expandir la civilización por el resto del mundo.

Fue un defensor irrestricto del «Espíritu germánico», que acompañado del cristianismo, sería lo más avanzado de la humanidad:

El Espíritu germánico (der germanische Geist) es el Espíritu del Nuevo Mundo (neuen Welt), cuyo fin es la realización de la verdad absoluta, como autodeterminación infinita de la libertad, que tiene por contenido su propia forma absoluta. El principio del imperio germánico debe ser ajustado a la religión cristiana. El destino de los pueblos germánicos es el de suministrar los portadores del Principio cristiano.
(Hegel, Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte, en Werke, ed. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, t. 12, p. 413; ed. española, t. II, p. 258.)

Seguidores

Tras la muerte de Hegel, sus seguidores se dividieron en dos campos principales y contrarios. Los hegelianos de derecha, discípulos directos de Hegel en la Universidad de Berlín, defendieron la ortodoxia evangélica y el conservadurismo político de la restauración de los sistemas monárquicos tras las guerras napoleónicas.

Los de izquierda vinieron a ser llamados jóvenes hegelianos e interpretaron a Hegel en un sentido revolucionario, lo que los llevó a atenerse al ateísmo en la religión y a la democracia liberal en la política. Entre los hegelianos de izquierda se cuenta a Bruno Bauer, Ludwig Feuerbach, David Friedrich Strauss, Max Stirner y el más famoso, Karl Marx. Los múltiples cismas en esta facción llevaron finalmente a la variedad anarquista del egoísmo de Stirner y a la versión marxista del comunismo.

En el siglo XX, la filosofía de Hegel tuvo un gran renacimiento: Esto se debió en parte a que fue redescubierto y revaluado como progenitor filosófico del marxismo por marxistas de orientación filosófica, en parte a un resurgimiento de la perspectiva histórica que Hegel aportó a todo, y en parte al creciente reconocimiento de la importancia de su método dialéctico. Algunas figuras que se relacionan con este renacimiento son Herbert Marcuse, Theodor Adorno, Ernst Bloch, Alexandre Kojève y Gotthard Günther. El renacimiento de Hegel también puso de relieve la importancia de sus primeras obras, es decir, las publicadas antes de la Fenomenología del espíritu. Los estudiosos no están de acuerdo si filósofos contemporáneos como Wilfrid Sellars, John McDowell, Robert Brandom y Slavoj Žižek deberían ser considerados neo-hegelianos.

Obras principales

Fenomenología del espíritu (Phänomenologie des Geistes, Bamberg, 1807)
Ciencia de la lógica (Wissenschaft der Logik, 3 vols., 1812–1816). Trad. esp.: editorial Solar / Hachette, Buenos Aires, segunda ed. 1968. Trad. de Augusta y Rodolfo Mondolfo. Prólogo de R. Mondolfo.
Enciclopedia de las ciencias filosóficas (Enzyklopaedie der philosophischen Wissenschaften, Heidelberg, 1817; 2ª ed. 1827; 3ª, 1830)
Elementos de la filosofía del derecho (Grundlinien der Philosophie des Rechts, 1821)

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