sexta-feira, 15 de dezembro de 2017

Adhocracia

En la teoría de gestión de organizaciones, el término adhocracia es la ausencia de jerarquía, y es por tanto lo opuesto a burocracia. Es una palabra híbrida entre ad-hoc y el sufijo cracia. Todos los miembros de una organización tienen autoridad para tomar decisiones y llevar a cabo acciones que afectan al futuro de la organización.

Alvin Toffler apuntó en su libro El shock del futuro que las adhocracias se volverán más comunes y probablemente reemplacen la burocracia en el futuro próximo. También escribió que lo más frecuente será que lleguen como estructuras temporales, formadas para resolver un problema dado y disueltas tras ello. Un ejemplo son los grupos de trabajo interdepartamentales.

El término se usa también para describir la forma de gobierno de la novela de ciencia ficción Tocando fondo: en el reino mágico,​ de Cory Doctorow. La palabra fue acuñada en 1964 por Bennis y Slater, y Henry Mintzberg incorporó este concepto en su tipología de las configuraciones organizacionales. Para él las organizaciones adhocráticas coordinan tareas a través de la adaptación mutua de sus integrantes, la aceptación de la diversidad y la colaboración asimétrica. Dicho de otra forma, en las organizaciones adhocráticas no se espera que los miembros aporten lo mismo ni en las mismas cantidades, sino que se promueve la colaboración libre, gozosa, espontánea, no meritocrática ni coercitiva. Son organizaciones orientadas hacia la innovación y el cambio. Deben permanecer flexibles ya que éstas cambian su forma interna con frecuencia.


domingo, 3 de dezembro de 2017

Plutonomía

El término Plutonomía (del gr. πλουτο- rico y οἰκονομία, economía) es un préstamo del inglés (plutonomy), idioma en el cual designa un tipo de economía "que es significantemente influida por los muy ricos".

Definición

De acuerdo al grupo Forbes, en una plutonomía "el crecimiento económico es potenciado y consumido por la riqueza de la clase más alta de la sociedad. La plutonomía hace referencia a un tipo de sociedad donde la mayor parte de la riqueza es controlada por una minoría que siempre decrece, como tal, el crecimiento económico de la sociedad es dependiente de las fortunas de la minoría adinerada".

Un informe interno -mayo del 2005- del Citigroup entiende lo anterior como un sistema en el cual “los ricos dominan los ingresos, riqueza y consumo” agregando: “Nuestra tesis es que los ricos son los promotores dominantes en la demanda en muchas economías alrededor del mundo (los EE. UU., Reino Unido, Canadá y Australia) ... creemos que los capitalistas globales van a obtener una parte aún más grande de la riqueza mundial sobre los próximos años”.​ Fue este informe -o más bien, su descubrimiento- lo que puso el término en la atención pública. 

El documento del Citigroup especifica: “nos gustan las empresas que venden o prestan servicios a los ricos: bienes de lujo, bancos privados, etc.” porque “en una plutonomía no existe ese animal 'el consumidor de EEUU' o ‘el consumidor del Reino Unido”. Hay consumidores ricos, pocos en número, pero desproporcionados en el porcentaje gigantesco de sus ingresos y consumos que ejercen. Y hay el resto, los “no ricos”, las multitudes numerosas, pero que cuentan por sorprendentemente poco del consumo nacional”. Más adelante ese informe se refiere a esas “multitudes numerosas” como “las masas”, “los inquilinos” (peasants, en el sentido de ocupantes temporales, no educados y casi sin derechos.) etc.

El caso estadounidense

En Estados Unidos, el 1% de la población posee la misma riqueza que el 90% de menores ingresos, siendo el 20% más rico quien consume más de la mitad del total de lo existente en el mercado, siendo por tanto el 1% de la población quien decide, a través de su capital e inversiones, la política económica nacional.

El estudio de Citigroup

La palabra se hizo conocida debido a su uso por los analistas de Citigroup en 2005 en su documento The Plutonomy Symposium: Rising Tides, Lifting Yachts. (Simposio Plutonomía: mareas altas elevan yates) para describir el crecimiento en positivo de la economía estadounidense durante un momento con índices de mala salud económica, como el aumento de la pobreza, de las ratios de interés y de la deuda pública. El estudio ve una oportunidad de negocio en la plutonomía y señala a la democracia como la única amenaza, al tener la misma capacidad de voto cualquier persona y poder inclinar la balanza hacia un gobierno que limitara la acumulación de capital de este modo.

Los analistas argumentaban que si la economía continuaba creciendo en un momento de elementos contradictorios era porque la clase social más rica mantenía ese crecimiento. También pensaban que Canadá, Gran Bretaña o China estaban creando plutonomías.

Plutocracia

Plutocracia (del griego πλουτοκρατία, ploutos 'riqueza' y kratos 'poder') es una forma de oligarquía en la que una sociedad está gobernada o controlada por la minoría formada por los miembros más ricos de la misma. El primer uso conocido del término se debe a Jenofonte. Al contrario que otros sistemas como la democracia, el capitalismo, el socialismo o el anarquismo, la plutocracia no está fundamentada en ninguna teoría de filosofía política. El concepto es habitualmente empleado en un sentido peyorativo,​ para prevenir de los riesgos de un sistema de gobierno excesivamente influido por los estratos más acaudalados de una sociedad. En ese sentido, la plutocracia se presenta como una síntesis crítica que se hace a la democracia, al sufragio universal y al parlamentarismo, cuyo funcionamiento puede verse excesivamente distorsionado por los miembros más ricos de una sociedad.

Concepto

En su visión clásica, la plutocracia suele considerarse un tipo de oligarquía. Esto viene promovido por las experiencias en algunas ciudades-estado de la Grecia clásica (Corinto y Tebas, y en algunas fases de su historia, Atenas),​ la República Romana de 300 a 146 a.C,6​ la antigua Cartago,​ o algunas ciudades-estado de Italia medieval (Génova, Venecia y Florencia). En dichos casos, las élites económicas pudieron ejercer un papel desproporcionado o ejercer un control absoluto del poder político o social. Además, en muchos casos (Roma, Corinto o Venecia, por ejemplo) las élites limitaban el acceso a la representación política de los habitantes de dichos estados vinculando el mismo a unos requisitos mínimos de riqueza.

Sin embargo, la plutocracia no debe confundirse por regla general con sistemas donde el ejercicio de la ciudadanía está vinculado a una riqueza mínima. Por ejemplo, en los sufragios censitarios se exige una contribución mínima a las finanzas públicas (censo) para poder votar, pero estos sistemas no son plutocráticos a priori porque las contribuciones no pasan necesariamente a fomentar únicamente los intereses de las clases plutocráticas. Tal era el caso, por ejemplo, del Reino Unido antes de 1828: el sufragio estaba restringido únicamente a ciudadanos con una renta anual mínima, pero las elecciones conducían a un sistema representativo articulado en torno a partidos cuyos objetivos políticos no eran necesariamente los de satisfacer los intereses de los ciudadanos más ricos.9​

Aunque no de manera exclusiva, la plutocracia suele conformarse en regímenes representativos, cumpliendo las siguientes características generales:

La representación atiende únicamente a aquellos que le apoyaron, no ateniéndose al mandato de la voluntad general. Los apoyos son las élites económicas, esto es, los plutócratas.
Existe la posibilidad de que el mandatario sea revocado en cualquier momento por voluntad de los plutócratas.
Existe la responsabilidad del mandatario ante aquellos que le apoyaron, con obligación de rendir cuentas de su gestión.
El carácter limitado y explícito de los poderes de los que dispone el mandatario estará sometido a instrucciones vinculantes de los plutócratas.
Se trata pues de un tipo de mandato imperativo y vinculante que establece un nexo de unión inmediata entre plutócratas y mandatario. Esta estructura suele aparecer en aquellos sistemas de gobierno en los que aquellos que ostentan el poder político y legislativo son ordenados por el poder económico.

Historia

La primera mención histórica del término plutocracia se encuentra en Jenofonte, en referencia a la situación política existente en Atenas previa a las reformas de Solón. Los hippeis (caballeros), dueños de la mayor parte de las tierras y esclavos, habían controlado el proceso político en Atenas, imponiendo medidas destinadas a excluir a las clases bajas del gobierno de la ciudad y gobernando exclusivamente para su beneficio. Sus políticas, que incluían la esclavización de ciudadanos que no pudieran hacer frente a sus deudas, causaron una serie de crisis políticas que culminaron con las reformas de Solón, que garantizaron el voto de todos los ciudadanos independientemente de sus ingresos, límites estrictos para la elección de magistrados e incluso que algunos cargos públicos fueran asignados de forma aleatoria entre los ciudadanos para inhibir los efectos de la plutocracia.​ De manera similar, entre el 133 a. C. y el 123 a. C. los Gracos protagonizaron una brutal revolución contra la plutocracia de Roma. Jenofonote, y posteriormente otros escritores griegos como Tucídides, veían la plutocracia como una fuente de inestabilidad política, y sus escritos sobre el tema siempre iban encaminados a prevenir la aparición de tal sistema. Sin embargo, para Tucídides la plutocracia nunca aparecería como un sistema político alternativo a la democracia o la aristocracia, sino como una corrupción de tales sistemas, inestable y desvirtuada, y muy ligada a la oligarquía.​ Particularmente, Tucídides y Jenofonte señalaban que los plutócratas tienden a ignorar los intereses del estado, la responsabilidad social y los problemas políticos, empleando el poder para su propio beneficio. Esto conducía a conflictos sociales, hedonismo y decadencia. Tucídides y Séneca argumentaban que inevitablemente la plutocracia sería abolida en una revolución, llevando a la monarquía.

A lo largo de la historia, pensadores políticos como Winston Churchill, Alexis de Tocqueville, Juan Donoso Cortés o Noam Chomsky han igualmente condenado la plutocracia por centrarse únicamente en los intereses del poder económico, ignorando los intereses de la sociedad y del estado.

En el mundo moderno la plutocracia no suele manifestarse de forma directa como lo hiciera en la antigüedad clásica, donde el gobierno estaba ejercido directamente por los plutócratas. No obstante, la existencia de tendencias plutocráticas en las modernas democracias liberales es un tema habitualmente debatido, y suele manifestarse en la sugerencia de que determinados grupos de presión como pudieran ser grupos empresariales ejercen una influencia desmedida en el proceso político. Esto no debe ser confundido con otras formas de oligarquía que pudieran estar presentes en dichos regímenes. Por ejemplo, el control de los medios de comunicación por parte de unos pocos puede llevar a una distorsión más específica del proceso electoral, de modo que los medios son un elemento vital en unas elecciones (ver oclocracia). Ciertos grupos sostienen que la crítica a la situación del momento o a una agenda concreta tiende a ser ocultada a través de grupos mediáticos para así proteger sus propios intereses. Los partidarios contestan que la libertad de expresión hace posible tanto para las organizaciones lucrativas como para las sin ánimo de lucro debatir estas cuestiones. Argumentan que la cobertura mediática en las democracias simplemente refleja las preferencias del público, y no supone censura. Marxistas, socialistas y anarquistas sostienen que las democracias liberales son parte integrante del sistema capitalista, además de que se basan en la división en clases sociales y no son plenamente democráticas o participativas. Es una democracia burguesa donde sólo los más poderosos mandan. A causa de esto es vista como un sistema desigual que funciona de modo que facilita la explotación económica. Por el contrario, para Vilfredo Pareto la plutocracia dominante no es tanto el gobierno de los hombres de negocios como el gobierno de los políticos expoliadores que apelan al poder público para su beneficio personal. Si la minoría dominante en realidad es un conjunto de grupos cuyos intereses por momentos divergen, la competencia política puede en ciertas circunstancias inducir a los líderes a buscar el apoyo de la mayoría promoviendo los intereses de ésta.

Plutocracia y financiación de partidos

Una forma común de plutocracia hoy día podría venir motivada por la financiación irregular de partidos. Ésta puede provocar que en una partitocracia o democracia, alrededor del poder estatal se forme un holding empresarial o fáctico que, tras financiar partidos y medios de comunicación, obligue a realizar un clientelismo político, la mayoría de las veces mediante una legislación favoritista.

Según la nomenclatura estadounidense existe en la financiación de partidos hay una distinción relativamente importante en cuanto al tipo de dinero utilizado:

Por un lado el «dinero duro» (hard money), los fondos provenientes de contribuciones reguladas por la Ley Federal de Campañas Electorales (Federal Election Campaign Act) que establece límites a las contribuciones que pueden hacer los individuos, los partidos políticos y los Comités de Acción Política (Political Action Comitees o PACs), que son organizaciones formadas específicamente para recaudar fondos destinados a las campañas. Las corporaciones y los sindicatos no pueden hacer contribuciones directas a los candidatos pero pueden constituir Comités que recaudan contribuciones de sus empleados o asociados. Si bien lo que un Comité de Acción Política puede darle a un candidato de un modo directo para su elección suele estar limitado pero estos Comités pueden gastar una cantidad ilimitada de dinero en aportes que no van directamente al candidato pero se invierten en campañas que abogan en pro —o en contra— de determinados candidatos.

Por otro lado, el «dinero blando» (soft money), que proviene de contribuciones que no están reguladas por la mencionada ley. No hay límite para las contribuciones que cualquier institución puede hacer al Comité Nacional de un partido político. Si bien, teóricamente, este dinero no puede ser empleado para inducir a la ciudadanía a votar en favor —o en contra— de determinado candidato, los partidos políticos eluden de un modo muy sencillo esta restricción con promociones publicitarias que evitan cuidadosamente frases tales como «Vote a...» o «No vote por...», pero realizan demagogia.

Finalmente, hay una categoría adicional de dinero político masivo que es aportado por instituciones tales como, por ejemplo, la Cámara de Comercio, y que se gasta en publicidad específica sobre temas puntuales. Se critica argumentando que incurre en la ficción de suponer que estas campañas no promueven directamente una determinada candidatura pero cualquier político, con tan sólo posicionar su discurso en línea con el tema publicitado, se beneficia directamente de la promoción.

Situación actual

Actualmente intelectuales como el escritor fallecido José Saramago,​ el economista Manuel Bartlett​ o la profesora Alejandra Salas-Porras hablan de la existencia en varios países de un régimen de plutocracia. Destacamos:

En México Manuel Bartlett, quien fuera Secretario de Gobernación afirmó: En este punto del tiempo, México es una plutocracia. Actualmente en dicho país la actividad social parece estar condicionada entre el ordenamiento impuesto por Washington y el poder de holdings empresariales que en el ámbito del mercado que exhiben posiciones monopolistas u oligopolistas en algunos segmentos de productos y servicios básicos (teléfonos, cemento (Cemex), cerveza (Grupo Modelo), harina) o son grandes accionistas de medios de comunicación (Azcárraga y Televisa, que acaparan un 70% de la audiencia de televisión, prensa y radio en dicho país).
En Estados Unidos algunos economistas como Paul Krugman, ganador del Premio Nobel de Economía, han denunciado la supuesta existencia de dicho régimen.​ La Reforma de la Financiación de Campañas, que se lleva a cabo en Estados Unidos, es un intento por corregir estos problemas aunque existen dentro de los propios defensores del proyecto numerosos disidentes en cuanto al texto redactado. Marty Jezer, miembro fundador del Working Group on Electoral Democracy de EE.UU., ha estado promoviendo enérgicamente una intensa campaña al respecto afirmando:
El dinero es el mayor determinante de la influencia y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones de impulsar campañas efectivas e influencia cuales candidatos ganarán los puestos electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de interés influencien las elecciones y dominen el proceso legislativo.
Marty Jezer, "Money in Elections", artículo del Washington Times, 2005.
Es notorio como aquellas empresas que tienen intereses especiales en determinadas cuestiones legislativas aportaron gruesas sumas de dinero en la campaña.27​ Sin embargo, el economista norteamericano Steven Levitt y el periodista Stephen J. Dubner afirman en su libro Freakonomics que los gastos de campaña no son garantía de éxito electoral:
Un candidato ganador puede reducir sus gastos en la mitad y perder solamente el 1% de sus votos. Mientras tanto, un candidato perdedor que doble sus gastos puede esperar un aumento de sus votos en ese mismo 1%.
Steven Levitt y Stephen J. Dubner, Freakonomics, 2005.
En España se especula sobre la influencia del Grupo Prisa28​29​(El País, Cadena Ser, Cuatro, Los 40 Principales...) y Sogecable,​ del Grupo Santander Central Hispano y BBK​ y de La Caixa Holding (La Caixa​ Gas Natural.​) entre otras, en el PSOE, y de Radio Popular (COPE, Cadena 100...) a través de la Conferencia Episcopal Española, Mapfre-Caja Madrid Holding (Caja Madrid,​ Endesa​) entre otras, en el PP, motivada por supuestas financiaciones o condonaciones de deudas.​ También en España se está tratando de llevar a cabo una reforma de la Ley Orgánica 3/1987, de 2 de julio, sobre Financiación de los Partidos Políticos pero el proyecto se ha visto continuamente obstaculizado.38​39​ Existiendo sentencias condenatorias como la del Caso Pallerols.
En Europa el poder financiero europeo y mundial y su influencia a través de la troika (FMI, BCE y Comisión Europea) habrían instaurado una oligarquía plutocrática en Europa que se habría mostrado de manera palpable durante la crisis del euro y la Gran recesión cuando se postergaría las demandas sociales, la lucha contra los paraísos fiscales, el control de la banca, la tasa Tobin y cualquier otra medida que pudiera poner límites a 'establisment' financiero en exclusivo beneficio del poder bancario.

Bonapartismo

El bonapartismo es una ideología política inspirada en la política llevada a cabo por el emperador francés Napoleón I. Bonapartismo y su derivado bonapartista son términos que pueden aplicarse tanto con criterio historiográfico como con un valor descriptivo en el presente.

Historiográficamente, designan a los partidarios de alguno de los miembros de la familia Bonaparte, especialmente a los de Napoleón Bonaparte y el Imperio napoleónico, tanto en Francia como en toda Europa; pero también a Napoleón III y el Segundo Imperio francés, en este caso más limitados a Francia, aunque también tuvo una utilización extensa en la Italia del Risorgimento. Menos frecuente, aunque posible, es el uso del término para referirse a los apoyos de José I Bonaparte, que en España se llamaron afrancesados.

En Córcega durante el siglo XX (y todavía en el siglo XXI), el Comité Central Bonapartiste fue muy activo en particular en la ciudad de Ajaccio, aunque su representación fue siempre muy minoritaria.1​ En la actualidad, la Casa de Bonaparte tiene dos pretendientes al trono de Francia: Carlos Napoleón, descendiente de Jerónimo Bonaparte que era hermano de Napoleón I, y Juan Cristóbal Napoleón,2​ su hijo, que fue designado por su abuelo para sucederle en contra de la opinión de Carlos.

Genéricamente, como término del vocabulario político aplicable a cualquier situación, es utilizado preferentemente de forma peyorativa, implicando la acusación de autoritarismo y populismo; por ejemplo, en la práctica de resolver cuestiones políticas recurriendo al referéndum en circunstancias en que el gobernante impone su capacidad para manipular la opinión pública a su favor.

Corporativismo

El corporativismo es un sistema de organización o pensamiento económico y político que considera a la comunidad como un organismo sobre la base de la solidaridad social orgánica, la distinción funcional y las funciones sociales entre los individuos.​ El término corporativismo procede del latín corpus que significa cuerpo. En el uso contemporáneo, el corporativismo es utilizado comúnmente como un término peyorativo contra la política dominada por las corporaciones y los negocios. Un caso de corporativismo económico colaborativo con sindicatos débiles existe en Japón. En cuanto al corporativismo económico, la versión japonesa difiere en gran medida del corporativismo europeo que incluye a los sindicatos como una parte integral del corporativismo.

El corporativismo está relacionado con el concepto sociológico de funcionalismo estructural. La interacción social corporativa es común entre grupos de parentesco tales como las familias, clanes y etnias.​ Fuera de los seres humanos, ciertas especies animales son conocidas por exhibir una fuerte organización social corporativa, como es el caso de los pingüinos.6​ En la ciencia, las células en organismos son reconocidos al involucrar una organización e interacción corporativa.

Los puntos de vista corporativistas de comunidad e interacción social son comunes en muchas religiones mundiales principales, tales como el budismo, el cristianismo en ciertas variantes, el confucionismo, el hinduismo y el Islam.

Los modelos corporativistas formales se basan en el contrato de grupos corporativos, tales como afiliación agrícolas, de negocios, étnicas, laborales, militares, científicas o religiosas, en un cuerpo colectivo.​ Los países que mantienen sistemas corporativistas típicamente utilizan una fuerte intervención estatal para dirigir políticas corporativistas. El corporativismo ha sido utilizado por muchas ideologías del espectro político, incluyendo el absolutismo, colectivismo, conservadurismo, nacionalismo, fascismo, progresismo, reaccionismo, socialdemocracia, socialismo y sindicalismo.

En la ciencia política, se puede utilizar también el término "corporativismo" para describir el proceso por parte de un Estado de dar licencia y reglamentar para incorporar organizaciones sociales, religiosas, económicas o populares en un solo cuerpo colectivo. Así, se puede usar el término "corporativismo" cuando estos Estados cooptan el liderazgo empresarial o circunscriben la capacidad de desafiar la autoridad estatal mediante el establecimiento de organizaciones como la fuente de su legitimidad o gobernando el Estado a través de las corporaciones. Este uso es particularmente común en los estudios sobre Asia del Este y algunas veces también es referido como "corporativismo estatal". Algunos analistas han aplicado el término "neocorporativismo" a ciertas prácticas en los países de Europa occidental, como el Tupo en Finlandia y el sistema Proporz en Austria.

Tipos comunes de corporativismo

Los primeros conceptos de corporativismo han sido rastreados hasta las ideas encontradas en la Antigua Grecia, la Antigua Roma y religiones tales como el budismo, cristianismo, confucionismo, hinduismo y el Islam.

Corporativismo en las relaciones sociales

Corporativismo de parentesco

El corporativismo basado en el parentesco y centrado en la identificación étnica, por clanes y familias ha sido un fenómeno común en África, Asia y América Latina. Las sociedades confucionistas basadas en grupos, familias y clanes de Asia del Este y el Sudeste Asiático han sido consideradas precursoras del corporativismo moderno.​ China tiene fuertes elementos de corporativismo de clan en su sociedad que involucran normas legales que norman las relaciones familiares. Las sociedades islámicas a menudo tienen fuertes clanes o tribus que forman la base para una sociedad corporativista basada en la comunidad.

Corporativismo en la religión y el espiritualismo

Cristianismo

El corporativismo cristiano es rastreado hasta el Nuevo Testamento de la Biblia en la Primera epístola a los corintios (12:12-31), donde Pablo de Tarso habla de una forma orgánica de política y sociedad donde todo el pueblo y los componentes están unificados funcionalmente, como el cuerpo humano.

Durante la Edad Media, la Iglesia católica del momento patrocinó la creación de varias instituciones, incluyendo cofradías, monasterios y órdenes religiosas, así como asociaciones militares, especialmente, durante las Cruzadas para establecer una conexión entre estos grupos.​ En Italia, se crearon varias instituciones y grupos basados en la función, tales como universidades, gremios para artesanos y otras asociaciones profesionales. La creación de los gremios es un aspecto particularmente importante en la historia del corporativismo debido a que involucró la asignación de poder para regular el comercio y los precios, lo que es un aspecto importante de los modelos económicos corporativistas de administración económica y colaboración de clases.

En 1881, el papa León XIII encargó a teólogos y pensadores sociales el estudio del corporativismo y proveer una definición para el mismo. En 1884, en Friburgo de Brisgovia, la comisión declaró que el corporativismo era un "sistema de organización social que tiene como su base la agrupación de hombres, de acuerdo a la comunidad de intereses naturales y funciones sociales, y como órganos verdaderos y adecuados del Estado dirigen y coordinan el trabajo y el capital en los asuntos de interés común."

A raíz de la reunión de Friburgo, el corporativismo creció en popularidad y, en 1890, se formó la Internacional corporativista seguido de la publicación del Rerum Novarum por la Iglesia católica que por primera vez declaró la bendición de la Iglesia a los sindicatos e hizo un llamando para que el trabajo organizado fuera reconocido por los políticos.​ Muchos sindicatos corporativistas en Europa fueron respaldados por la Iglesia católica para desafiar el surgimiento de sindicatos anarquistas, marxistas y otros radicales, ya que los sindicatos corporativistas eran bastante conservadores en comparación con sus rivales radicales. En respuesta al incremento de corporativismo católico en los años 1890, creció el corporativismo protestante, especialmente, en Alemania, los Países Bajos y Escandinavia; sin embargo, el corporativismo protestante ha tenido mucho menos éxito en ser apoyado por gobiernos que sus contrapartes católicas.

El Rerum Novarum y su reconocimiento de los derechos laborales corporativistas llevaría gradualmente al establecimiento de democracias cristianas. Continúa siendo influyente en Europa y América Latina, aunque en varios de los países el ethos cristiano ha sido diluido por la secularización.

Confucianismo

El confucianismo tiene un énfasis corporativista en la comunidad, la familia, la armonía y la solidaridad.

Hinduismo

El corporativismo está presente en varios conceptos sociales en el hinduismo, tales como el énfasis en la "armonía, consenso y comunidad".​ La organización en castas en la India ha estado fundada en la organización corporativa. Los temas corporativistas del hinduismo han influenciado la economía y la política de la India, dado que la India es más adversa al pluralismo individualista y a los modelos políticos y económicos de conflictos de clase de Occidente. La sociedad india favorece una forma de pluralismo integral.

Islam

El contractualismo islámico ha sido promovido por musulmanes que citan tendencias comunitarias en el Corán. El contractualismo islámico difiere del corporativismo en Occidente en que enfatiza el moralismo comunal más que el formalismo corporativo.​ El contractualismo islámico también es diferente del corporativismo occidental en que promueve el principio meritocrático de estatus por logros más que estatus por adscripción como en el corporativismo occidental;​ sin embargo, algunos críticos sostiene que Mahoma enfatizó la confesión y responsabilidad individual sobre el comunalismo. Ibn Jaldún, un célebre académico musulmán que estudió las comunidades corporativas orgánicas, afirmó sobre el tema del poder político que ningún poder podía existir sin identidad y, por su parte, ninguna identidad podía existir sin cohesión.

Corporativismo en la economía

El corporativismo en su forma contemporánea se caracteriza por la rígida intervención del Estado conformado por los representantes de los gremios en las relaciones productivas. Los representantes de los gremios, son quienes asumen la actividad política en la sociedad y dictan las leyes específicas que atañen a cada sector.

Para la participación a todos los niveles económicos, se plantea la creación de sindicatos verticales que permitan el control. Es central también en ella la búsqueda del Bien Común y del interés nacional, poniendo bajo el control del Estado las regulaciones de las relaciones laborales.

Defensa del corporativismo como sistema económico

En la encíclica Rerum Novarum el papa León XIII (1891) escribió:

Puesto el fundamento de las leyes sociales en la religión, el camino queda expedito para establecer las mutuas relaciones entre los asociados, para llegar a sociedades pacíficas y a un floreciente bienestar. Los cargos en las asociaciones se otorgarán en conformidad con los intereses comunes, de tal modo que la disparidad de criterios noreste unanimidad a las resoluciones. Interesa mucho para este fin distribuir las cargas con prudencia y determinarlas con claridad para no quebrantar derechos de nadie. Lo común debe administrarse con toda integridad, de modo que la cuantía del socorro esté determinada por la necesidad de cada uno; que los derechos y deberes de los patronos se conjuguen armónicamente con los derechos y deberes de los obreros.

El jurista Alfredo Rocco (1875-1935) desarrolló el concepto y los principios de la teoría económica y política del corporativismo,​ que luego pasaría a formar parte integrante de la ideología del Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini,​ que creó el ministerio de las Corporaciones en 1929, conformó en 1930 el Consejo Nacional de las Corporaciones y en 1939 estableció la Cámara del Fascio y las Corporaciones. En Portugal, la Constitución de 1933 del llamado "Estado Novo" -escrita durante la dictadura de Salazar- resultó ser la primera constitución corporativista en el mundo. Como respuesta ideológica a los sindicatos socialdemócratas y comunistas se hizo popular durante el gobierno de Getúlio Vargas en Brasil, promulgó la Constitución brasileña de 1937, del también denominado "Estado Novo".

El fascismo ofreció una nueva base ideológica, distinta a la tradicional, para el sistema corporativista. Mussolini provenía de la órbita socialista italiana y gran parte de los principios del fascismo en el campo de la economía eran adaptaciones a su ideología nacionalista. El apoyo del empresariado al fascismo italiano fue en parte debido al miedo que tenían a la revolución socialista. Por eso Mussolini no pudo nacionalizar la totalidad de la economía, para no perder apoyos en su principal fuente de ingresos, pero sí que introdujo en la economía de la Italia fascista multitud de elementos de intervención que sentaron las bases del corporativismo.

Hitler también se vio atraído por las ideas de Mussolini, y no tardó en mandar a sus hombres que adaptaran las ideas económicas del fascismo a la situación del III Reich. La base económica del nacionalsocialismo era corporativista en el mismo sentido que el fascismo italiano. Sin embargo, ninguno de estos dos regímenes implementó explícitamente el corporativismo como régimen político.

Sinarquia

Sinarquia é um sistema filosófico-politico de uma sociedade Perfeita governada por Sábios e não por uma classe politica corruptivel como a que conhecemos actualmente. A visão dessa Sociedade futura foi desenvolvida por Saint-Yves d’Alveydre, figura impar considerado um dos luminares da Teosofia, aclamado pelos Rosa-crucianos, um grande mestre proeminente na  história do Ocultismo em França no século XIX.

Etimologia

Sinarquia é um vocábulo composto por duas palavras gregas. A primeira ("sun") remete para união ou conjunção, acordo, concomitância, combinação, enfim, para o que é comum. A segunda ("arké") para princípio, fundamento, autoridade, império, com relação semântica e lexical com o verbo "arko", de que aproveita uma significação mais abrangente: guia, ir à frente e tomar a iniciativa, ser o fundamento que prevalece (ex.: mon-arquia, ou seja, e invertendo a ordem - o governo pelo mando de um).

História

Aventa-se a séria hipótese da relação deste termo com as congeminações filosóficas dos pré-socráticos no que ao homem e à moral concerne.

Contudo, o uso mais antigo registado, remonta ao século XVIII, por um clérigo inglês, Thomas Stackhouse (1677-1752) numa obra de cariz religioso: New History of the Holy Bible from the Beginning of the World to the Establishment o Christianity (2 vols.), 1737.

O dicionário americano Webster's Dictionary, 1828, também refere o termo na acepção simples de "governo conjunto", "soberania".

Mais recentemente (último quartel do século XIX) a palavra Sinarquia é desenvolvida de modo singular por um francês, de seu nome Joseph Alexandre Saint-Yves d'Alveydre (Marquês de Alveydre). O cunho ocultista, pan- e meta- histórico, hermético de suas obras (tais como: "Missão dos Soberanos", "Missão dos Operários", "Missão da Índia", "Missão dos Judeus", "O Arqueómetra" "A França Verdadeira", etc.), mas também programático e sociológico, já revela todas as confusões ulteriores a que o termo estará associado, que mais não são do que um sintoma da sua progressiva e necessária clarificação.

Alexandre Saint-Yves d'Alveydre (1842-1909), uma personagem interessante e controversa do ocultismo francês, procurou elaborar um sistema filosófico-político com vista à instauração de uma sociedade perfeita governada por sábios (como tantos outros antes dele, desde o distante Platão). O sistema sinárquico elaborado por si foi bastante influenciado pela visão e interpretação cabalística da história (ver: cabala), consistindo não só, e por isso mesmo, numa hermenêutica da história humana como também num programa de acção com bases absolutamente arbitrárias. É considerado um dos luminares da teosofia, aclamado pelos Rosa-crucianos como um mestre ímpar, e uma das mais proeminentes personalidades do movimento de ressurgência do ocultismo em França a partir da 2ª metade do século XIX.

Na "Missão dos Soberanos" apresenta de forma inédita, seus conceitos sociológicos através da sua ideia de Sinarquismo. Esta Missão era dedicada à história da era cristã, pretendia mostrar os defeitos da usurpação do temporal pelo espiritual.

Aos olhos de Saint Yves, a vontade popular traduz apenas os sentimentos, as reações instintivas da massa social. Em oposição a isto, a autoridade, semelhante à consciência humana, faz eco dos princípios eternos da razão: sugere, mas não obriga. Finalmente o poder é aquilo que os romanos chamavam de "Imperium", isto é, a balança da justiça e o gládio que fere. O poder que fere não deve ser confundido com autoridade que orienta. Esta eminentemente espiritual, aquele material. Saint-Yves propõe a forma ideal de governo: sinárquico, onde a harmonia com os princípios eternos de comunidade de valores individuais, substitui a oposição do poder (a força de quem manda) e autoridade (a consciência de quem obedece), pela síntese dos dois.

Para acabar com o estado em que se encontra a Europa, que considerava um desgoverno, propõe a Sinarquia:

" Não se trata nem de destruir e nem de conservar uma ordem social qualquer por cima dos Estados e de seus chefes, porque esta ordem social não existe - ela precisa de ser criada. Por cima das nossas nações e dos nossos governos há que formar um governo geral, puramente científico, que seja uma emanação das nossas próprias nações e que consagre tudo o que constitui a sua vida interior..."

Na actualidade, e desde o fim a 2ª Grande Guerra, o termo tem sido utilizado por associações de cunho integralista católico, por grupos extremistas de direita, nacionalistas e sociedades ocultistas diversas, enfim, por todos aqueles que aproveitaram da Sinarquia, como sistema filosófico-político de cariz meta-histórico e ocultista, uma parte da conceptualização alveydriana sem atentar ao todo re-apreciando-o, ou seja, apenas as suas implicações nacionalistas e ocultistas, sem a motivação da sua renovação e projecção. É verdade que Saint-Yves tenta ultrapassar as iniciativas precedentes de harmonização social, de justiça económica, de penetração filosófica e clarividência política na consecução do mais nobre e muito provavelmente derradeiro objectivo do Homem: a felicidade pessoal (qualquer que seja a forma individual de sua efectivação), mediante um sistema fundamentado e prenhe de implicações. A questão por resolver é no fundo a respiga do que interessa, do que é verdadeiramente útil e utilizável, recusando a importância dada ao acessório e ultrapassado, que ainda, infelizmente, as tentativas recentes mencionadas matizaram e realçaram. É esse o propósito e o estado actual da Sinarquia. Despi-la do acessório e concentrar a sua conceptualização e acção em teorizações e conteúdos programáticos sérios e factíveis.

Justificação da Sinarquia

Em razão do estilhaçar da categoria social povo em um conjunto de indivíduos sem nexo forte; em razão da perda do poder de classe pela ausência, cada vez mais notória, da consciência e força de classe (que o "demos" = povo deteria), o que redunda em alienação contínua de poder (porque se não existe mais essa consciência, ela não pode, sem conveniência hipócrita, ser utilizada para comprovar a justeza do regime actual em que todos almejam e dizem falar e agir em prol do bem geral, enfim, do povo) a Sinarquia, como reunião e acordo dos poderes individuais, como libertação consciente desse poder em forma de acção positiva, estabelece-se como um sistema filosófico-político-económico não só viável como inovador em sua resposta coerente ao duplo desafio que as democracias de há muito impendem sobre o homem-cidadão: substituição de uma categoria política morta ("demos") por uma categoria social emergente (o indivíduo em suas múltiplas ligações); ultrapassagem de um poder de classe enraízado que já nada significa, simplesmente por não se basear numa categoria social que o justifique, ou seja, que o torne operativo, por um poder real que dimana do próprio indivíduo, que tece sem preconceitos as combinações inter-individuais de poder possíveis a partir de uma elaboração sobre o seu presente e futuro sem restrições de índole forçada (falamos de todos aqueles agrupamentos que mais do que potenciar as faculdades individuais, as oprimem, ao ponto de cada um não agir senão em função daquilo que pode ser e não daquilo que na realidade tenta ser e que no fundo é em potência).

Sinarquia como Vontade

A sinarquia como sistema filosófico pretende conjugar as três funções que constituem as propriedades fundamentais da existência do ser humano, a saber: a função nutritiva e reprodutiva (vida vegetativa que visa a permanecer nesse estado), a função social (vida sensitiva que visa a sustentar esse estado) e a função representativo-criativa (vida intelectiva que visa a conhecer o estado/inovar além dele).

O exercício espontâneo e natural dessas três funções é bastante para comprovar a sua imediatez.

A Economia organiza a primeira e relaciona-se com a força.

A Política organiza a segunda e relaciona-se com a virtude.

A Cultura organiza a terceira e relaciona-se com a educação.

Estes três estratos vivenciais do ser humano devem corresponder a três formas de regulação, no sentido de não permitir que qualquer uma destas funções domine a outra, ou seja, e de forma positiva, de tentar conciliar e harmonizar os elementos da tríade vital (ser e estar, querer e fazer, pensar e agir), reconhecendo aos poderes individuais, as potências que nascem com o indivíduo, a sua dinâmica transformadora.

A Sinarquia como sistema organizativo da sociedade, que remete para comando em conjunto, poder em comum, conjugação de iniciativa, tem uma acção actualizadora do ser homem, como se se apoiasse numa biologia social.

Sendo assim, revela-se nas três áreas principais de actuação humana:

1. Economia

2. Política O controle do Estado em relação às actividades económica e cultural assume proporções indefensáveis. Ao Estado (funcionalismo público, políticos executivos, legisladores, magistrados) cumpre administrar as coisas e governar os homens.

A centralização a todo o custo torna-o usurpador da soberania individual. Como organismo tentacular afasta o cidadão de tal forma que ele não se revê mais no Estado, nessa máquina anónima e irresponsabilizável.

Defeitos do Estado: despersonalização e desreponsabilização do indivíduo.

O parlamentarismo moderno, a suposta representatividade, baqueia a vários níveis, e em traços gerais: serve quem serve; não filtra a incompetência criteriosamente (habitualmente não se encaram de frente as questões, como é possível então sequer conhecê-las a fundo para poder legislar em consciência e com o fundamento necessário); é razão de alienação do poder individual de deliberar, optar e executar (apenas em razão do número dos membros da comunidade e das faculdades diversamente distribuídas entre eles se pode determinar a transferência dessas prerrogativas políticas para um porta-voz, executor de vontade e com a mesma vontade; mas nunca quem a possa representar! - pela sua própria natureza individual e intransmissível).

Defeitos do parlamentarismo: degeneração em oligarquia incompetente e correlativa desligação do mérito, da honra e honestidade intelectual.

Sendo assim, o Estado peca por centralizar excessivamente, por não escutar nem arrazoar o suficiente (referindo-nos, respectivamente, aos programas políticos e à pré-selecção dos dirigentes), por não racionalizar o bastante as suas escolhas (comissários e programas políticos), furtando-se à razão que orienta no sentido de basear o programa político na livre opção de todos (prioridades gerais), assim como fomenta a selecção criteriosa tanto de porta-vozes (caso seja necessário) como, e o mais importante, a pré-selecção de executores e legisladores que hão-de se apresentar ao plebiscito, sem outro vínculo entre si que não seja o de encaixarem perfeitamente no perfil do servidor da república (sendo que a reforma da justiça, nos seus conteúdos, e sobretudo na eficiência da sua aplicação e eficácia do seu regime em determinada comunidade, depende da correcta actuação destes últimos).

O Eleitorado caracteriza-se por possuir duas camadas distintas de consciência, que embora se interliguem, são destacáveis em sua compreensão e uma camada intermédia de ambas participante:

Consciência social: deve-se ao facto dos cidadãos ocuparem o mesmo espaço territorial, os problemas, as questões, as aspirações e necessidades serem idênticas;
Consciência sócio-individual: os interesses a níveis diversos (profissional, cultural, económico-financeiro, moral, segurança, sáude, etc.) comuns, como caso intermédio de valorização grupal, representam uma intensificação natural dos laços entre indivíduos e correlativa diminuição da solidariedade colectiva inter-grupal.
Consciência individual: deve-se ao facto da força que impele (conservação no próprio ser), da virtude que escora (socialização de acordo com as vontades individuais) do conhecimento que elabora (re-criação e criação) serem propriedades comuns, mas distintas em cada um dos homens. A força do instinto proporciona o ser. A virtude do privilégio projecta a vontade. O conhecimento da diferença incita a acção.

3. Cultura

Sinarquia como Representação

Esta é a parte mais controversa do sistema para-científico de Saint-Yves. Resultado da compreensão mais profunda do homem, da sua natureza intrínseca, é o conhecimento de que a Sinarquia é portadora. Esse conhecimento arvora-se num dado anterior à própria narrativa histórica, sendo ao mesmo tempo susceptível de observação empírica. Saint-Yves combina transcendente e imanente para conduzir à aceitação inequívoca da infalibilidade lógica e real das 3 funções humanas (física, social e cultural) com sua raíz profunda na própria natureza humana.

A primeira (nutrição-reprodução) relaciona-se com a ordem económica. A segunda (socialização) relaciona-se com a ordem moral e a justiça legal. A terceira (intelectualidade e acção derivada) relaciona-se com a ordem cultural simbólica e instrumental.

A partir desta presmissa ao mesmo tempo lógica e real, Saint-Yves analisa a sociedade do seu tempo e conclui algo que pode muito bem ser transportado para os dias de hoje:

   1. É comum separar a moral da política.
   2. É comum separar a ciência e a moral da dinâmica sociocultural.
   3. É comum separar a cultura da ética pessoal, social e profissional relativizando a moral.

Para reverter estes erros propõe:

   1. Submissão da política à moral.
   2. Submissão do poder à autoridade.
   3. Submissão da lei à vontade esclarecida dos mandantes que são também aqueles que obedecem.

Propõe a existência de 3 conselhos reguladores das ordens respectivas: - económico, judicial, espiritual (ou didáctico)

Numa das suas obras mais importantes ("A França Verdadeira") tece uma história sinarquista de França onde afere os Estados Gerais ao espírito; a aristocracia de então à política e regulação social; o terceiro estado à economia.

Actualmente o 3º Estado não está representado. Ele não existe - nem como categoria social, nem como categoria política.

Muito sagaz é a sua apreciação sobre a instituição eclesiástica que abordamos aqui de modo muito resumido. A Igreja perdeu-se quando, nos sécs. IV e V, se furtou à sua pura vocação espiritual. A disciplina e hierarquia evoluíram de uma forma política, antievangélica (os meios imperiais, que deveria reger espiritualmente, passaram a regê-la, pelo que integrou todo o seu aparato e lógica de dominação; a Igreja, cujo legado deveria preservar, submeteu, para poder dominar e controlar as almas dos fiéis, o espiritual ao temporal - em termos de essência - e o temporal ao espiritual - em termos operativos, anunciando uma caridade activa e não a praticando, não tendo o temporal uma independência e liberdade reais tal como Cristo anunciou, antes está submetido a noções fantasistas, vínculos ritualísticos e doutrinais e fins abstrusos que não os evangélicos ou então com uma capa evangélica não dominante).

O temporal esmoreceu e submeteu: a liberdade cristã, a doutrina, a direcção episcopal, a vida do cristão (poder-se-á mesmo dizer e deduzir que a própria Igreja, desde o seu nascimento oficial com o édito de Milão de Constantino, não foi senão uma instituição em essência antievangélica, porquanto por muito que fosse animada pelo espírito evangélico dos primeiros cristãos, chamados propriamente "nazarenos", por muito que o espírito divino a imbuísse da fé verdadeira, continha o germe da sua destruição, o qual, enquanto permanecesse instituição hierárquica jamais poderia combatê-lo - o poder, visto que a autoridade perpassa todo e qualquer cristão, é mesmo o fundamento de sua total e inamissível liberdade.
O espiritual eivado de poder integrou e submeteu: a liberdade de iniciativa, a livre operatividade, a dinâmica cultural aberta e renovadora das sociedades.
É bem verdade que o temporal já se encontra liberto das amarras de um poder institucional castrante, ou seja, independente da autoridade fundada na ética igualitária cristã, e desde o cisma do ocidente.

Apenas o espiritual ainda se encontra sob o efeito pernicioso da hierarquia, cujo poder sobrevive desenraízado, em ruptura com a autoridade evangélica (cuja única norma, paradoxalmente proferida por um epíscopo nas suas horas mais lúcidas, é: "ama e faz o que quiseres", Santo Agostinho), e mesmo contra ela.

As palavras de Saint-Yves em "A França Verdadeira", Tomo I, p. 169, sobre a Igreja decalcada no imperialato romano, repassada de ambições monárquicas e autoritárias, são esclarecedoras sobre este assunto: "É a tradição cesariana que se ergue em Roma, não como autoridade de magistério nem como potência de persuasão, mas como poder político, domínio justiceiro, o que é absolutamente contrário ao reino de Jesus-Cristo"

Por sua vez, os senhores feudais ao verem o seu poder crescer alhearam-se do poder político de Roma, reclamando poder e batendo o papado no seu próprio terreno.

Sinarquia e Democracia

A base da democracia é a liberdade. O exercício da liberdade, para que efectivamente o seja, exige alternativa no mando e obediência, a soberania de todos com prevalência da maioria na elaboração das leis, a harmonia entre a força e independência do número (a 1ª é uma prerrogativa que considera a dignidade do homem em si mesma; a 2ª é uma condição - instrução, informação, educação, experiência de vida - sem a qual as capacidades deliberativa, optativa e executiva do homem não apresentarão jamais a individualidade, mas uma espúria delegação, pois que não é de um porta-voz que se constitui para executar a vontade partilhada que se trata, mas do trabalho prévio, e portanto de alguém a quem se permite apoderar, mediante cedência insensata, irreflectida, irresponsável e ignara, da representação do irrepresentável, ou seja, da própria individualidade - os casos que exijam, em razão das faculdades individuais necessárias somente, visto que a razão do número com as recentes tecnologias é facilmente ultrapassável, representação efectiva, mais do que mera delegação de cumprimento, ocorrem a jusante, em sede de especialidade e não quando se trata de definir as prioridades gerais de um programa político e muito menos quando se trata de escolher os delegados pré-seleccionados criteriosamente, que apenas se tornam representantes no efectivo exercício de funções no governo e assembleia legislativa) com o mérito devido aos que apresentem no exercício daquela liberdade as propriedades e faculdades mais convenientes ao bem-estar de todos, o que é o mesmo que dizer, à sua perpetuação.

Elementos comuns:

Isonomia - a todos é garantido a igualdade perante a lei, sem distinções de qualquer natureza.

Isotimia - assegura o exercício de quaisquer funções públicas, desconsiderando títulos ou funções hereditárias, o que permite o acesso de todo o cidadão livre.

Isagoria - garante a oportunidade de emitir opinião, direito de palavra, de falar nas assembleias.

Referências

Saint-Yves, O Arqueómetro

República

República (del latín respublĭca, ‘cosa pública’, ‘lo público’; y este de res, ‘cosa’, y pūblica, ‘pública’),​ en sentido amplio, es un sistema político que se fundamenta principal y totalmente en el imperio de la ley (constitución) y la igualdad ante la ley (al igual que otros regímenes basados en el Estado de derecho). Tiene varias definiciones, como la de Encyclopædia Britannica de 1922, que resaltan también la importancia de la autonomía y del Derecho (incluyendo los Derechos Humanos) como partes fundamentales para una república. No debe confundirse república con democracia (del griego δημοκρατία, dimokratía, ‘poder del pueblo’; y este de δñμος, dḗmos, ‘pueblo’ y de κράτος, krátos, ‘poder’), pues aluden a principios distintos; la república es el gobierno de la ley mientras que democracia significa el gobierno del pueblo.

La primera República moderna fue la de Estados Unidos después de la guerra de independencia se fundó como un Estado y una República democrática libre y de Derecho, por lo que Estados Unidos corresponde un primer concepto y creación de todo los órganos y fuentes del Estado como lo es la Constitución, el Congreso (Capitolio con sus dos Cámaras, Senado y Diputados) los partidos democráticos, los poderes y todo lo que engloba la diplomacia y la economía política.

República en la politología

En la teoría y la ciencia política, el término república se puede referir a varias formas de estado.

Definición

Tradicionalmente, se ha definido la república como la forma de gobernar de los países en los que el pueblo tiene la soberanía y facultad para el ejercicio del poder, aunque sea delegado por el pueblo soberano en gobernantes que elige de un modo u otro. En la práctica suele pensarse que la forma de estado de un país es la monarquía si tiene rey, y república si no lo tiene. Lo cierto es que una república está fundamentada en el “imperio de la ley” y no en el “imperio de los hombres”.

“Un montón de gente no es una república”
Aristóteles.

Y la constitución, de ser apegada al Derecho, sirve para protegerlo y definir incluso qué leyes son buenas y cuáles malas en el marco de referencia constitucional.

El desconocimiento de estos principios clásicos en el mundo moderno lentamente ha conducido a muchos a expresarse en términos de “repúblicas democráticas” o “repúblicas islámicas”, sin considerar la contradicción que tales frases contienen.

Son elementos comunes que participan del contenido de la definición tradicional que la cultura occidental ha elaborado del concepto “República”:

La periodicidad en los cargos
La publicidad de los actos de gobierno: no es posible el secreto de Estado
La responsabilidad de políticos y funcionarios públicos
La separación y control entre los poderes
La soberanía de la ley
El ejercicio de la ciudadanía, quien pone y depone
La práctica del respeto, y no la intolerancia, con las ideas opuestas
La igualdad ante la ley
La idoneidad como condición de acceso a los cargos públicos

El Estado, que es el conjunto de instituciones que ejerce su gobierno y aplica sus leyes con soberanía sobre un territorio delimitado, necesita que ese poder de mando ejercido por el gobierno, se halle organizado de algún modo. Así puede ser monárquico o republicano.

La República puede estar constituida sobre un Estado espacialmente dividido en territorios autónomos, lo sería una República Federal como el caso de México, o con un poder centralizado sobre todo el territorio del país, lo que constituiría una República Unitaria, como por ejemplo, Colombia y Uruguay.

También puede ser la república, una democracia o una aristocracia, como la república concebida por Platón, que en realidad se llamaba “politeia” donde se aspiraba a que gobiernen los mejores, en una forma donde se entremezclaban rasgos de la democracia con los de la aristocracia.

Existen repúblicas presidencialistas, como el caso de Estados Unidos, Argentina y Ecuador, donde el jefe de Estado y el de Gobierno, elegido por el pueblo, coinciden, y parlamentarias, donde están diferenciadas las funciones del Jefe de Estado y del Jefe de Gobierno, que es elegido por el Parlamento, frente al que es responsable políticamente, como Alemania, Austria, Israel y Grecia.

República proviene del vocablo latino res (cosa) pública, perteneciente al “populus” o pueblo, significando que el poder reside en el pueblo, que lo delega transitoriamente en sus representantes. Esta es una diferencia fundamental con los gobiernos monárquicos donde el soberano tiene carácter vitalicio, y muchas veces, hereditario.

Una característica fundamental del sistema de gobierno republicano es la división de poderes, constitucionalmente establecida, que son usualmente tres, divididos en cuanto a su funciones específicas: un órgano administrador, representado en el Poder Ejecutivo, otro “hacedor de leyes” llamado Poder Legislativo, y otro que tiene la misión de aplicar esas leyes en los casos específicos sometidos a su apreciación, que es el Poder Judicial. La división de poderes ya estuvo propugnada por Montesquieu, como un modo de equilibrar y controlar el poder evitando abusos por parte de quien lo ostenta.

Otras características de la República, son: la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos; los gobernantes son responsables ante el pueblo que los eligió, por sus actos de gobierno; y la publicidad de dichos actos, que no deben ser secretos, sino puestos a conocimiento del público para poder ser controlados. Esto se hace a través del Boletín Oficial.

Los pilares fundamentales de la República

Los tres pilares fundamentales de la República según Aristóteles son:

La división de poderes y su control recíproco.

La participación política activa por parte de los ciudadanos (esto supone la publicidad de los actos estatales y la necesidad de instrucción en materias de ciencias jurídicas y política tanto teórica como “material” [aquella ocurrida en un estado determinado y en un momento dado]).
La representación de todas las clases sociales dentro de las instituciones de gobierno con iguales atribuciones y prevalencia de ninguna. (El acceso a dichas magistraturas necesariamente colegiadas en razón de la materia debe ser restringida (el magistrado debe pertenecer a la clase que representa y ser elegido con el voto solo de ésta).
Es necesario considerar que para Aristóteles los fines supremos de las formas de gobierno deben ser:

La libertad-igualdad (“sólo somos libres entre iguales” [consideración griega de la época])
La realización de la justicia y del bien común.

La realización plena del desarrollo de las capacidades cognitivas humanas (para lo cual considera necesaria la realización de los dos puntos anteriores siguiendo el concepto fundamental de Sócrates [BIEN=VERDAD. Según el cual el bien es igual a la verdad y el mal a la ignorancia. Sócrates explica esto de la siguiente manera: -el humano busca la felicidad, llenar su vacío existencial -para esto utiliza medios por los cuales pretende lograr dicho fin -la mayor parte de las veces utiliza medios que consiguen satisfacciones efímeras, etéreas, superficiales, que no van más allá de los “deseos pasionales” {como tener sexo, alimentarse, etc} -de ésta manera concluye que busca un fin por medios que no pueden alcanzarlo; ya que éste sólo puede ser alcanzado mediante la contemplación de la verdad, entendida como el conocimiento de la realidad)
De esto se advierte que si sólo somos libres entre iguales no puede haber una clase gobernante, deben gobernar todas por igual.

Marx va más allá advirtiendo además que: habiendo elementos (individuos y/o clases) económicamente diferentes unos intentan superponerse sobre otros, estando rota, bajo dicho supuesto, la relación de igualdad de unos elementos para con los demás y por lo tanto la de libertad.

Ambigüedad en las definiciones

La aplicación de la misma palabra a dos conceptos o más diferentes pero relacionados lleva a inconsistencias:

Los países que son repúblicas según la definición práctica normalmente aducen que son repúblicas en un sentido tradicional, aunque en muchos casos sean regímenes autócratas o dictatoriales donde el pueblo no es soberano.
Una monarquía electiva con soberanía popular o una monarquía parlamentaria serían repúblicas en sentido tradicional, porque la soberanía está en el pueblo que otorga más o menos atribuciones a un monarca no soberano. Sin embargo en la práctica jamás se llama república a una monarquía.
Los analistas políticos creen que la Primera Guerra Mundial desató el fin de las monarquías tradicionales. La forma de estado republicana (definición tradicional) se impuso en la mayoría de los estados desarrollados, monarquías o no. Tras la primera guerra mundial, con el Tratado de Versalles desaparecieron tanto el Imperio austrohúngaro, como el Imperio alemán. Además, los monarcas de los estados ganadores fueron cediendo poderes y prerrogativas a instituciones democráticas electas.

Jefes de Estado

En las repúblicas más modernas, el Jefe de Estado es llamado el Presidente de la República (o presidente), que no hay que confundir con el Primer Ministro o Presidente del Gobierno. En ciertos países el Presidente de la república recibe una denominación especial, como cónsul, dux, kniaz, archon, etc.

En las repúblicas democráticas, el Jefe de Estado ha de ganar unas elecciones. Estas elecciones puede ser directas o indirectas (se forma un consejo especial o es el parlamento quien elige a la cabeza del Estado). Cuando el presidente es electo, normalmente, desempeña su cargo en un periodo preestablecido (generalmente, de cuatro a seis años), finalizado este periodo, se celebran nuevas elecciones. Muchas legislaciones nacionales, limitan el número de Reelecciones a las que puede presentarse un Presidente cuando ya ha concluido su primer mandato.

Si el Jefe del Estado de una república es al mismo tiempo el Jefe del Gobierno, a este tipo de República se dice que tiene un Sistema de gobierno presidencial. Éste es el caso de Estados Unidos, Colombia, Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay, entre otros países.

Por el contrario, en los Sistemas de gobierno semipresidenciales, el Jefe de Estado no es la misma persona que el Jefe del Gobierno. En estos casos, se da la diferenciación entre Presidente de la República y Primer Ministro (Presidente del Gobierno). En estos casos, el papel del Presidente de la República resulta casi ceremonial, aunque tiene tareas específicas como el papel consultivo en la formación de un gobierno después de una elección. Por el contrario, es el primer ministro el que cuenta con el poder ejecutivo.

En los sistemas semipresidenciales, puede darse el caso (dependerá de los sistemas y calendarios de elección de cada país) de que el Presidente de la República y el Primer Ministro pertenezcan a diferentes partidos políticos con ideologías encontradas. Esta cohabitación suele darse a menudo en Francia.

En otros países, como Alemania o India, sin embargo, el presidente de la República, tiene que permanecer estrictamente independiente a la dinámica gobierno/oposición.

Por último, en otros países, como Suiza, Bosnia-Herzegovina y San Marino, la presidencia de la República no la ejerce una persona, sino que lo hace un Consejo o Comité. En este caso, la cabeza visible del Estado va rotando entre los miembros del Consejo. En el caso de San Marino, cada medio año. En el caso de Bosnia y Herzegovina la presidencia es rotatoria entre sus tres miembros para garantizar la igualdad. En el caso de Suiza, cada Año Nuevo. Estos sistemas son una herencia de la Antigua república romana donde también rotaba este cargo. Los Comicios designaban a dos cónsules que ocupaban el cargo durante un año. La rotación era mensual. En cada semiperíodo, un cónsul ejercía el poder real (cónsul maior), mientras que el otro lo supervisaba.

República y religión

Una de las principales motivaciones por las que se cambiaba del régimen monárquico al republicano era el aspecto religioso.

La mayoría de Monarquías tenía una religión oficial de Estado de la que no se podía disentir, mientras que las repúblicas –sobre todo desde que la francesa y la estadounidense establecieran las bases para el derecho que actualmente recogen la mayoría de constituciones–, con la libertad de culto dejan este aspecto a la libre elección del ciudadano.

Repúblicas laicistas

Muchas veces, las revoluciones que han propiciado el cambio de Monarquía a República han sido altamente laicistas, lo que en ocasiones ha despertado un importante sentimiento anticlerical a raíz del apoyo y el simbolismo que algunas confesiones religiosas como el catolicismo han prestado al Antiguo Régimen, o por su estrecha vinculación con las oligarquías, así como el papel eminentemente reaccionario que las jerarquías eclesiásticas han tendido a desempeñar en su complicidad o defensa activa del orden establecido. En los casos de mayor exacerbación, o de mayor acumulación histórica de frustración y sufrimiento por parte de las clases populares y oprimidas, a raíz del statu quo, esto ha llegado a provocar quemas de iglesias, persecución de religiosos y destrucción de arte sacro, etc. Casos de ello se dieron en Francia, durante la revolución francesa, o en algunas revoluciones socialistas, como las que dieron paso a las distintas Repúblicas de la Unión Soviética (algunas de corta duración), así como las de Vietnam, Corea del Norte, China, México o la inconclusa Revolución social española de 1936, que tiene lugar en el seno de la II República tras el frustrado golpe de Estado por parte de los militares sublevados, que dio lugar al estallido de la Guerra Civil, siendo los intentos o afiliaciones revolucionarias duramente reprimidas desde el bando sublevado. Aunque también la imposición de monarquías o estados totalitarios han fomentado en ocasiones la persecución o ataque a minorías religiosas como a los judíos, o a los cristianos en el Japón Tokugawa, o han legitimado su poder en la religión, como la dictadura del General Francisco Franco y su nacionalcatolicismo.

En los Estados Unidos, no sucedió esto, probablemente, porque la suya más que revolución, fue ante todo una Guerra de Independencia para librarse de los abusos de la corona británica. No obstante, la joven nación no eligió ninguna religión de Estado en especial, aunque sí hace referencia en ocasiones a la Biblia o a Dios, por ejemplo en su constitución. Francia, pionera en la independencia de la religión y el estado, asumiría la laicidad del estado finalmente a principios del siglo XX.

Repúblicas confesionales

Si bien es cierto que muchas veces se ha esgrimido el sentimiento anti-religioso para favorecer la implantación de un régimen republicano, otras tantas veces, ha sido al revés, se ha utilizado un sentimiento religioso (en ocasiones, incluso fundamentalista), con idéntico objetivo.

El sentimiento religioso jugó un importante papel, por ejemplo, en el derrocamiento del Régimen del Sah en Irán, que fue substituido por una república dirigida por los líderes espirituales islámicos, los ayatolás. De hecho, Irán tiene como nomenclatura oficial la de República Islámica de Irán.

Algunos países se han organizado como una república, para establecer una religión estatal en su constitución. El ejemplo más evidente es el de las Repúblicas Islámicas, aunque no son las únicas, lo mismo sucede el polo opuesto, en el Estado de Israel.

Históricamente, muchas repúblicas se han definido en función de una religión, como la República católica de Irlanda o la República protestante de los Países Bajos.

En este caso, al dotar a la República de una determinada religión oficial, lo que se busca es impedir injerencias en el culto estatal, provengan dichas injerencias de dentro del propio Estado o del exterior.

República y democracia

La república, a menudo, se asocia con la democracia. Esto no ha causado problemas, siempre que se cumplieran las características antes descritas, hasta el desarrollo de las teorías de las democracias. En este sentido, por ejemplo, una república delegada, en la que no haya participación del pueblo en lo público más allá del voto cada ciertos años, se parecería más a una oligarquía que a una democracia.

El derecho a voto ha sufrido una larga evolución. De hecho, no se generalizó el sufragio universal (derecho a voto solo limitado por la mayoría de edad) hasta mediados del siglo XX. Antes, este derecho estaba bastante restringido. Sólo determinados estratos sociales podían votar, o se discriminaba por cuestiones de origen, color de piel, sexo, etc. Actualmente, a muchas formas de democracia de la antigüedad (incluyendo la Democracia ateniense) se las denomina Plutocracias, pues sólo permitía votar a la oligarquía dominante.

El referéndum

Un instrumento de democracia directa son los referendos, pero éstos sólo son convocados, normalmente, por algún motivo extraordinario. Pocos países, entre los que está Suiza, convocan varios referendos al año.

Países declarados como regímenes o estados socialistas o comunistas, en cambio, suelen tener un alto índice de participación del pueblo, de lo que denominan proletariado, pero en cambio, las decisiones que ahí se toman, no son de gran alcance o bien no cuentan con una base realmente democrática donde se puedan discutir y plantear por toda la sociedad las ventajas o inconvenientes al apoyarlos.

En otros estados considerados democráticos como México, sin embargo, esto se puede comparar, según algunas opiniones, con los famosos plebiscitos que toman la opinión del pueblo pero sin que la sociedad en sí tome parte activa en la legislación, y la cámara de diputados

República o Monarquía

Aunque, teóricamente, la república hace referencia a que la soberanía reside en el pueblo de forma democrática, en la práctica, el concepto república se lo pueden atribuir estados que simplemente no adopten como a una forma de monarquía, incluyendo en ocasiones estados con sistemas totalitarios, oligarquías o dictaduras, como Corea del Norte. Por ejemplo, los autócratas tratan de maquillar su forma de gobierno con trajes democráticos llamándose presidentes, en vez de reyes y república a la forma de gobierno de su país en lugar de monarquía o dictadura.

Siempre han existido repúblicas, en cierto modo con rasgos de monarquías absolutistas, donde el Jefe de Estado puede tener muchas de las características de un monarca o rey, llegando a instalar a presidentes vitalicios (concepto muy cercano o paralelo al de dictador). Este tipo de presidente, muchas veces, tiene un poder más allá de lo que es habitual en una democracia.

Durante mucho tiempo, república era un concepto de estado moderno y de ideas ilustradas o liberales diametralmente opuesto a monarquía, símbolo del Antiguo Régimen. Éste es el caso, no sólo de Antigua república romana sino de estados modernos como Estados Unidos, tras su independencia del estado monárquico de Gran Bretaña o Francia, tras la revolución francesa, punto de referencia de la actual historia moderna. En cambio hoy, esta radical oposición ha quedado diluida por la propia aceptación y evolución de algunas monarquías, especialmente europeas, hacia sistemas de monarquía constitucional o parlamentaria, régimen similar a una república, en el sentido de concederse casi totalmente la soberanía en el pueblo en forma de derecho a voto, aunque conservando como máximos representantes del estado en un cargo heredable entre otras particularidades. Es el caso de Reino Unido o España, entre otros países.

El debate no obstante sigue abierto y países como Australia en 1999 celebraron un referéndum para convertirse en República, rechazada con un 55% de los votos, otros países de reciente creación, como Montenegro, aun a pesar de tener herederos a la corona real y basarse su escudo nacional en el símbolo real de 1918, paradójicamente han aceptado formalmente la República como forma de gobierno.

Evolución histórica

En la antigüedad

En la Antigüedad, las repúblicas no se entendían como entiende la ciencia política el concepto de república.

Aunque República significara la cosa pública, no todos podían participar de esa cosa pública. La llamada democracia ateniense no lo era en el mismo sentido ni forma que tomamos actualmente. En realidad, las polis griegas estaban gobernadas por la aristocracia (aristoi, “los mejores”) y sólo los ciudadanos (y no todos los miembros del pueblo eran ciudadanos) participaban en las discusiones del ágora.

Pocos textos antiguos sobrevivieron a la Edad Media, entre estos pocos está La República de Platón. No obstante, pese a los elevados ideales de ésta, cuando Platón puso sus ideas política en práctica en la polis de Siracusa el resultado fue un completo fracaso.

También Cicerón intentó algo parecido en tiempos de la Antigua Roma y tampoco logró reforzar el gobierno de la República romana, muy a su pesar, sólo logró un preludio de lo que luego sería la Roma imperial.

En el Renacimiento

Durante el Renacimiento se fomentó la revisión del mundo antiguo, no sólo de su arte, sino también de su cultura, de su pensamiento político y de su literatura y, la mayoría de los pocos escritos que lograron sobrevivir a la Edad Media fueron traducidos. Entre estos los que hacían referencia a las Repúblicas de la Antigüedad que fueron rebautizadas como Repúblicas clásicas.

Italia era la zona más densamente poblada de Europa en esa época y con el gobierno central más débil, por lo que se desarrollaron muchas ciudades-estado italianas y se creó una ideología republicana. Las dos más poderosas eran la República de Venecia y su rival la República de Génova que controlaban gran parte del Mediterráneo.

La filosofía renacentista vio en la república una especie de Estado ideal y los Estados que surgieron en ese periodo como Países Bajos adoptaron esta forma de organización política. Aunque más que los ideales republicanos, pesó en su decisión su sentimiento anticatólico (por ello, se autodenominaron República Protestante de los Países Bajos) y el hecho de que no encontraron a ningún candidato que les convenciese como monarca.

En Europa Central fue la república, aristocrática federal formada en 1569 por el Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania. República de las Dos Naciones duró hasta las reparticiones de Polonia en 1795.

Durante el período barroco se inició con el mundo antiguo, no sobre arte sino de una cultura polifónica, y pensamientos filosóficos.

Republicanismo ilustrado

La Ilustración trajo consigo toda una nueva generación de políticos y filósofos ilustrados que se replanteó los principios de la ciencia política que habían estado vigentes hasta el momento. Locke, por ejemplo, se había planteado la división de poderes y la Separación Iglesia-Estado cuando el Absolutismo aún era moneda de cambio. Estos planteamientos políticos serían los que se establecerían no mucho después en las constituciones promulgadas tras la Revolución francesa y la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. De hecho, la Ilustración definió el estándar de lo que había de ser una república y de las monarquías constitucionales que empezarían a consolidarse en el siglo XIX.

Los principios más importantes establecidos por la Ilustración fueron:

La autoridad de la ley.
La exigencia de que los gobiernos se interesen por los ciudadanos a los que afecta dicha ley.
La necesidad de que los gobiernos establezcan el llamado interés nacional, de tal modo, que fuesen comprensibles por el pueblo en general.
Que existiese algún modo de autodeterminación (En el sentido de consulta popular de tipo referéndums, elecciones, etc).
Desde el final del absolutismo, tanto el liberalismo (repúblicas con sistemas económicos librecambistas), como el socialismo (repúblicas con sistemas económicos planificados), así como, las monarquías constitucionales se basaban en los ideales republicanos aparecidos durante la ilustración y desarrollados en las repúblicas de Estados Unidos y Francia. Estos ideales son la creencia en la autodeterminación de los pueblos y la dignidad individual humana.

República de partido único

Cuando en el siglo XX aparecen las nuevas Repúblicas Socialistas, éstas se proclamaron como las herederas más directas de los ideales de la Ilustración.

Cuando aparecieron estas Repúblicas socialistas tuvieron que enfrentarse a un grave problema, la mayor parte del proletariado carecía del interés o de la experiencia de gobierno necesaria para que los ideales republicanos socialistas se pudieran poner en marcha. Por ello, las estructuras de gobierno socialistas acabaron siendo, en la práctica, muy piramidales.

República islámica

Muchos eruditos occidentales no consideran a las repúblicas islámicas como auténticas repúblicas, pues sus ideales están fundamentados en el Corán, no en los ideales de la Ilustración, ni tienen ningún otro lazo con la tradición occidental del republicanismo que puede remontarse hasta la Antigua Roma.

Estas repúblicas islámicas surgieron en las zonas de dominio del Islam, tras las descolonizaciones de la segunda mitad del siglo XX.